Mostrando entradas con la etiqueta falsa marihuana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta falsa marihuana. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de enero de 2015

Marruecos, brisa de legalización

Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Esperamos que os guste.

--


Marruecos: brisa de legalización.


¿Qué es Marruecos? Lo primero que me viene a la cabeza al plantear esa cuestión es que es un país vecino al que conocemos poco, y sobre quien tenemos más prejuicios que razones incrustadas en nuestro subconsciente, por lo que hemos oído, por lo que nos han dicho, por lo que leímos en tal o cual medio. Para los que lo conocemos más, es un maravilloso país con una maravillosa gente -la media de mi experiencia es muy positiva a pesar de serias desventuras iniciales- que intenta, como en cualquier otro lugar del mundo, sobrevivir y vivir lo mejor que puede.

Les conocemos poco, como a nuestros vecinos portugueses, pero la distancia que nos separa culturalmente de ellos es mucho mayor que la de los lusos, a quienes a veces “etiquetamos” como si fueran “gallegos” y nuestra mayor diferencia sería la lengua.

Cuando cruzas a Marruecos hay un concepto que se hace muy real -sobre todo si cruzas por la frontera terrestre, al lado de porteadores, coches, rejas y policía por todos los lados, como ocurre en las fronteras de Ceuta y de Melilla- y es el del 'choque cultural'. Resumiéndolo para los que no lo conozcan, es la sensación de pérdida de control y seguridad al encontrarte en un entorno que no responde a los códigos de comunicación que habitualmente empleas



Todos, en nuestro país y nuestra zona, sabemos los gestos de la comunicación, lo que es normal y lo que no, lo que implica molestar o desagradar a otro, e incluso los detalles que nos pueden indicar cuando una situación está siendo sospechosa o peligrosa. Pero cuando nos sacan de nuestro contexto y nos ponen en un país con una lengua totalmente distinta y unas costumbres desconocidas, más que 'choque cultural' se podría llamar “el bofetón cultural”.

El hecho de conseguir entrar en Marruecos, y tras cruzar la frontera, conseguir coger un taxi hasta donde necesites ir, sin que te pidan -y aceptes- pagar 4 o 5 veces más del precio, es complicado en una primera vez: se nos nota en la cara, amigos. No somos de allí. El juego de la nueva cultura comienza en la primera casilla que pisas, y tiene que ver mucho con la dinámica de la oferta y la demanda: ¿cuánto estás dispuesto a pagarme por este servicio que necesitas? ¿por cuánto dinero eres capaz de conseguir que otra persona te lo realice o te venda lo que quieres?

Un buen consejo es no decir nunca primero un precio, y haber preguntado mucho antes sobre esas cuestiones para llevar referencias aceptables. Así, aunque suframos pequeñas “pérdidas” por novatos, no serán más que “propinas generosas” en las peores ocasiones. He visto venderle una alfombra sin especial interés, de tamaño pequeño (como las de pie de ducha), a unos de los que formábamos el grupo la primera vez que viajé allí, y hacerle pagar todo el dinero que llevaba para el viaje, más un cartón de tabaco comprado en el ferry, más los pantalones de cuero que llevaba puestos. 

Sin usar violencia, y a pesar de las advertencias de los dos que con él nos encontrábamos, el primerizo comprador salía feliz -en bañador y sin pantalones- con una alfombra pequeña enrollada bajo el brazo, tras haber entregado prácticamente todo lo que tenía. Era su primera compra, y al cabo de unas horas ya estaba a punto de echarse a llorar, con su “alfombra para rezar”.

Lo primero que te topas es un con sistema diferente al nuestro, donde no existen precios estipulados de forma oficial, sino que existe una “aceptación general” de la variabilidad de los precios que resulta mayor para el turista, y en el que debes negociar. Debes negociarlo todo, y para ellos además de un aliciente económico supone también una forma de conocer como piensas y de entablar una conversación: a veces se negocia hasta por conversar, pero hay que tener en cuenta que el vendedor siempre negocia con el objetivo de vender en su esencia, y que a algunos les puede sentar mal que les hagan perder el tiempo. Es cierto, que en zonas donde existe una fuerte afluencia de turistas, se pueden encontrar establecimientos que cobran -casi siempre- de la misma forma a todos, porque eso da seguridad a los que allí pasan su tiempo, sobre todo si vienen de nuestro mundo con tabla de precios para casi todo. Pero son una excepción y no la norma.

Marruecos es un país amable con el turista, donde está bastante protegido ya que las divisas fuertes que traen le son muy interesantes a todo el sistema. Y cuando digo todo el sistema, me refiero a la administración legal que recauda impuestos a los servicios ofrecidos, y me refiero también a aquellos que “recaudan impuestos” fuera del ordenamiento legal. El soborno es una práctica desgraciadamente extendida, y resulta un incentivo para el abuso y la falta de justicia por parte de los que pueden ejercerlo y sus ganancias, y una actividad nefasta para el comercio libre, así como para uno que pudiera ser regulado. Esa corrupción se traduce, a ojos del turista común, en “multas de tráfico inexplicables” que resulta mejor pagar pronto si deseas continuar tu camino, o en poder pasar la frontera mucho más rápidamente si acompañas el pasaporte en la ventanilla adecuada con un “billete que se te ha quedado dentro sin querer”: volverá pronto, sellado y sin billete, además de con una sonrisa del responsable que ha trincado. Detalles que pueden resultar incluso pintorescos, dado nuestro superior poder adquisitivo, pero implacables para el despegue de la economía de la población, sometida a esas cargas casi medievales.




Por supuesto que hay personas cansadas, hartas, hastiadas de los sobornos y la corrupción institucionalizada -he visto recibir sobornos a policías para que no molestasen en un hotel a los turistas con excusas peregrinas, con mucho griterío pero sin que los que pagaban, trabajadores del hotel, se vieran asustados por un hecho habitual- pero de momento esas personas se encuentran más en ese otro lado: los que sufren los sobornos y extorsiones cada día.
Por otra parte, no parece prudente hablar desde una postura éticamente superior como país desde España, mientras la policía y los jueces están imputando y deteniendo a lo más florido -y granado- de la casta política de nuestro país y sus adláteres por llevarse millones de euros a través de estructuras organizadas a tal fin, paralelas y simbióticas al estado y sus dirigentes. Es una pena que la corrupción sea algo que nos iguala como pueblo, al sufrirla extensivamente ambos lados del estrecho, aunque en África es una práctica desgraciadamente más común, extensa, e implacable contra el individuo, que como se ejerce en nuestra cultura.


Tiempos modernos.

La muerte de Hasán II en el año 1999 se ve suplida por la subida al trono de su hijo, Mohamed VI, en una sucesión sin contestación alguna y con manifestaciones de dolor multitudinarias por la muerte del rey saliente. Hasta ese momento, había dos grandes temas que no debías tocar cuando ibas a Marruecos, por consejo de los propios ciudadanos: la religión y la política personificada y unificada en la figura real. Antes, era impensable un establecimiento público que no tuviera la foto del monarca en un lugar preferente, hasta el punto que todavía encuentras lugares que conservan dicha foto, en el mismo lugar en el que se encontraba en su muerte. 

Ahora, aunque la imagen real es visible en muchos lugares, la sensación es mucho menos intensa. Hay una cierta apertura, en buena medida derivada de la formación del nuevo rey en el extranjero y en la edad del mismo, sin olvidar las circunstancias heredadas: Marruecos es el único país de África que no pertenece a la Unión Africana, y es un aliado preferente de los USA sin estar en la OTAN. Muchas cosas vienen dadas, y los cambios no siempre son tan rápidos como se desean, ni con la mejor de las voluntades.



En ese contexto recibe también Mohamed VI el asunto del cannabis en Marruecos, que no es moco de pavo. Las prohibiciones sobre drogas comenzaron hace un siglo, aunque al cannabis no le llegó su momento hasta unas décadas después, acompañando también un periodo en el que algunos países recibían el plácet para poder seguir permitiendo cultivos locales, por razones históricas y económicas evidentes, durante unas décadas de transición a ese distópico mundo sin drogas que imaginó la ONU en un delirio moralista. Eso ocurrió con el opio y la hoja de coca en su momento y zonas tradicionales, pero también con el cannabis en una zona caliente de Marruecos: el Rif.

Cuando Marruecos alcanza una independencia clara del protectorado hispano-francés que soportaba, los habitantes del Rif, aludiendo a un origen étnico distinto -ya que son bereberes y habitantes de las montañas- intentan una cierta aspiración para constituir un estado en esa África en desconolonización europea, que se ve reprimida duramente por Hasán II con un fuerte número de bajas de rifeños, y posteriormente castigando más a la zona al aislarla de la escasa actividad política marroquí, y en buena parte del favor económico del reino y de los altos poderes económicos del país.




¿Qué importa eso aquí? Cuando decimos Marruecos, muchas personas que nunca han estado allí en lo primero que piensan es en su hachís (si hay que ser puristas). Y no les falta razón para hacerlo ya que si son europeos y han fumado hash, es casi seguro que viene de allí. Pero no de todas las partes: el cannabis quedó permitido en el Rif por costumbre pero fue una de las cosas que Hasán II prohibió pocos años después de las revueltas mencionadas. 

Lo prohibió, pero eso no significó que lo pretendiera erradicar: sólo era una vuelta de tuerca más contra un grupo que les había dado guerra. Las costumbres no desparecen por decreto ley, así que al pasar a ser ilegal se convirtió en objeto de contrabando, susceptible de embargo y de la aplicación de nuevas leyes que “venían del extranjero” ya que el cannabis nunca supuso un problema en el país. También pasó a ser un bien sobre el que extraer obvios sobornos, ya que era ilegal por nueva ley y el lugar de producción y el grupo étnico que más producía, eran una especie de “paisanos poco queridos y necesitados de castigo y mano dura” que ya eran además castigados de otras formas: a perro flaco todo se le vuelven pulgas. Fueron los “años de plomo” de Marruecos, expresión también utilizada en España para hablar de los peores años en la lucha entre el estado y ETA, pero que nosotros tomamos prestada de ellos.

La elección del cultivo del cannabis en el Rif, una cordillera montañosa en lo geográfico, no es un capricho nada más, ya que antes de la prohibición el cannabis no tenía un valor especial, como ocurre ahora gracias a la subvención que supone la prohibición, y se cultivaba en buena parte porque otros cultivos no toleraban bien las condiciones climatológicas de la montaña y en especial sus sequías, de la manera que lo soporta el cannabis. La prohibición mundial contra el cannabis simplemente servía para ser la excusa con la que hacerlo ilegal y empezar a sobornarles por su tenencia, cultivo y uso. Pero al mismo tiempo el efecto pernicioso de la prohibición hizo que su precio se disparase, con lo que ese cultivo minoritario y local pasaba a tener relevancia mundial en un mercado que lo demandaba.



La obediencia de Marruecos al amigo norteamericano le ha hecho seguir al pie de la letra, de puertas para fuera y en cuanto a cooperación y firma de tratados, los deseos de USA en materia de drogas como en otros campos. En el de las drogas, tal vez tiene una relevancia especial, porque en un grupo social que no tiene el uso del alcohol y lo tiene incluido en sus prohibiciones más antiguas, privarles del opio y del cannabis que habían sido las drogas tradicionales de esa zona, significaba la condena a la sobriedad perpetua de toda la población en caso de que fuera asumida y aceptada, cosa que nunca fue: hoy día no resulta complicado comprar hash u opio en la mayoría de las ciudades a un turista bien informado

Así pues, es accesible a la población local, como lo es el alcohol aunque esta droga recibe un mayor rechazo social, en buena parte por sus efectos groseros en una sociedad no acostumbrada a ella. También -gracias a la prohibición- pueden comprar cocaína, heroína, LSD o MDMA en su país, cosa que antes de ella era impensable por desconocida en la práctica.


Hic et nunc (aquí y ahora).

Tirando han ido llegando hasta la actual situación: Marruecos es el primer exportador de cannabis a Europa y eso alimenta un negocio de muchos millones. Consigue multimillonarias ganancias exportando una sustancia prohibida, pero ese país -mucho mejor que otros- tiene claro que eso es algo que se cambia tan fácilmente como cambiar una ley. Además, los marroquíes están atentos a la política internacional y viven en un mundo conectado a internet sin apenas restricciones: eso quiere decir que saben qué es lo que está pasando con el cannabis en el planeta, y que será la punta de flecha del cambio en la política de drogas de la ONU que se prevé en la próxima UNGASS2016.

Hay un montón de países replanteando, de cabo a rabo, su política de drogas, y muchos entre los que se encuentra USA que fue uno de los grandes líderes de la prohibición de las drogas, está legalizando el cannabis en buena parte de su territorio como ya han hecho otros países. Marruecos tiene claro que no va a aceptar una prohibición sobre una sustancia que pasa a ser legal en otros lugares. La vía de las aplicaciones médicas del cannabis y los cannabinoides, así como los usos legítimos de la planta en diversos campos, han servido como vía para presentar y hacer llegar -sin molestar demasiado y consiguiendo hacerse escuchar- la propuesta de que el status del cannabis en el país ha de cambiar.

Realmente, además de engordar los bolsillos de las mafias que trafican luego con un producto cuyo precio se multiplica por 10 al cruzar el estrecho en España, y mucho más cuanto más al norte de Europa llegue, alimenta también a grandes grupos que han hecho del cannabis, su cultivo y procesado para producir hash su modo de vida, bajo sobornos y amenazas, sin una ley que te respalde, y a merced de que no decidan aplicar la existente contigo en cualquier momento. Y que ese mercado del hash que producen y que en grandes cantidades se mueve en barcos y lanchas, muchas personas -turistas con divisas- van a probarlo, y en algunas ocasiones, a hacer compras para llevarse a su país con distintas intenciones. 

Ese mercado ha hecho que zonas normalmente excluidas del desarrollo por otras vías, hayan tenido sus propios mecanismos de desarrollo, y ahora mismo prohibir de forma efectiva el hash en esas zonas de Marruecos, sería un desastre turístico y económico de proporciones similares a prohibir el alcohol en la costa del Mediterráneo en España.

Al contrario que en España, que son los consumidores los que están impulsando -en este momento contra la corriente oficial- la legalización del cannabis, en Marruecos son los cultivadores, que son todos por ley desde 1964, personajes a quienes pueden aplicar la ley criminal cuando les plazca. Ellos son los primeros interesados a día de hoy -junto con toda la industria asociada y la economía que implica para la zona- en que el cannabis pase a ser un cultivo regulado y legalizado.

Ese es el futuro por el que apuestan los impulsores de los cambios que han llegado a las cámaras de representación popular, y que independientemente de la suerte que corran, indican que Marruecos da claras señales de que quiere ser protagonista de los cambios que se avecinan en todo el planeta sobre el cannabis y sus derivados. ¿Por qué? Porque tiene lo que ahora llaman el “know-how”: sabe cómo hacerlo porque lo lleva haciendo durante décadas a pesar de la prohibición.



Marruecos ha sabido hacerlo hasta ahora con un producto -de variable calidad pero creciente en los últimos años- que no ha causado nunca daños graves de salud en personas psicológicamente sanas, aparte de los daños derivados de consumirlo en combustión si esa era la vía usada, por el daño causado a los pulmones. Un producto que la mayoría de estudios serios sitúan como muchísimo menos dañino que nuestras drogas legales del alcohol y el tabaco, con su interminable lista de muertes asociadas y los costes que implican a un estado sobrecargado. ¿Por qué no ser los proveedores legales de un nuevo modelo mundial que acepta el uso de la planta?

Cabe añadir una cosa que tiene su relevancia en la salud pública a día de hoy. Marruecos y su abundante producción de cannabis y su resina, junto con la cercanía geográfica que nos une, ha servido de barrera natural para el mercado de los cannabinoides sintéticos, que no ha tenido en España la implantación que está teniendo en otros países. Y nos ha protegido, sin buscarlo, de los riesgos de salud derivados de esas drogas. Eso puede seguir siendo así: a día de hoy ya existen empresas legales que fabrican bloques de una materia que venden como “falso hash” y que realmente da el pego incluso al ojo más acostumbrado. 

Falso hash que intentan vender en la red.


Los venden como piezas legales, ya que no contienen THC ni sustancias prohibidas, pero invitan a mezclarlos con los terribles cannabinoides sintéticos, para fabricar con dicha mezcla -legal- un falso hash con efectos psicoactivos.

Aunque alguien esté totalmente en contra de la legalización del cannabis y sus derivados, nadie en su sano juicio preferiría que alguien fumase sustancias de efectos y consecuencias desconocidas, antes que el conocido porro de toda la vida, con sus riesgos despreciables al lado de otros drogas.


Marruecos puede ser un gran productor y distribuidor del tradicional cannabis, incluso adaptado a las necesidades, médicas, lúdicas o comerciales de otra índole que Europa y otros continentes puedan tener. ¿Por qué no un futuro donde el hash marroquí no sea sinónimo de delito?

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Falsa Marihuana

Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Esperamos que os guste.

--



Falsa marihuana



¿Qué tienen en común la cafeína, la morfina, la cocaína, la mescalina y la psilocibina de los hongos mágicos pero no tiene el THC del cannabis? Todas son sustancias naturales, todas ellas son psicoactivas aunque cada una tiene efectos distintos. Algunas son legales en unos lugares y otras no, pero eso tampoco separa al THC de las demás.

¿Qué es entonces? El THC no tiene nitrógeno en su molécula. Parece una simple curiosidad química, pero no es así. Este hecho está -en parte- en el origen de que algunas de las drogas más nuevas -y peligrosas- que nos encontramos en el mercado legal sean los cannabinoides sintéticos o falsa marihuana.

Molécula de THC.


Cuando la ciencia se dio cuenta de que podía extraer los principios activos de las plantas, formularlos químicamente y reproducirlos o mejorarlos, lo hizo partiendo del primer compuesto de este tipo que estudió: el opio. Del opio sacó la morfina, y de la morfina y su carácter ligeramente alcalino al ser un base débil surgió el término alcaloide

La morfina era un alcaloide, porque cumplía ciertas normas químicas y contenía nitrógeno. Ese tipo de formato, el del alcaloide, a la hora de buscar el resto de principios activos en las plantas funcionó muy bien: la mayoría de los principios activos, especialmente los que afectaban al sistema nervioso central, eran sustancias que contenían nitrógeno.

Diversos alcaloides, nitrogenados.


Así la ciencia fue encontrando los principios activos de las plantas, como la cocaína o los cactus como la mescalina. Y todos eran alcaloides, hasta el punto que todavía hoy son muchas personas que asimilan la palabra alcaloide al concepto de principio activo, y no todos los principios activos son alcaloides ni tienen nitrógeno, y como ejemplo vale el mismo alcohol del vino.

Sin embargo había una planta que se resistía a entregar sus secretos a los químicos: el cannabis. No existía duda alguna sobre la psicoactividad del cannabis y sobre muchos de sus efectos beneficiosos, pero por más que los químicos se empeñaban en buscar no daban con el aislamiento del responsable principal de sus efectos. Hasta el año 1964 que en una universidad israelí, Raphael Mechoulam, un químico orgánico y profesor de química medicinal dilucidó el asunto con el aislamiento y la síntesis parcial -lo que dejaba clara la estructura- del principal constituyente activo del hashís derivado del cannabis: el responsable de los efectos era el THC o Tetrahidrocannabinol. Y no contenía nitrógeno.


Raphael Mechoulam, de tú a tú con la planta. 


Tras el descubrimiento y caracterización del principio psicoactivo esencial del cannabis, venía lo lógico: encontrar su receptor. Todas las drogas que tienen un efecto sobre el cuerpo humano, desde la cafeína a la morfina, de la mescalina al THC, funcionan porque imitan otras sustancias que el cuerpo humano produce y para las que tiene un sistema de receptores.

El siguiente paso por tanto era encontrar el receptor y su ligando endógeno: la sustancia que creaba nuestro cuerpo para activar esos mismos receptores. Con esto no sólo se estudiaban los efectos de una droga, sino que se aprendía sobre los sistemas que regulan el cuerpo humano afectados por esa droga, de donde se podían sacar otras compuestos para usar contra dolencias específicas.

Teniendo un compuesto claro con el que trabajar, el THC, actuar sobre los receptores con otros compuestos fue más sencillo. Tanto que se conocían los receptores CB1 y CB2 y se trabaja con nuevos compuestos sobre ellos (con animales o pruebas de laboratorio) pero todavía no se había encontrado qué compuesto producía el cuerpo humano para dichos receptores hasta que apareció, en un equipo guiado por el mismo profesor de química, la anandamida: el ligando endógeno de los receptores no se encontró y determinó su estructura hasta 1992. Y curiosamente, este ligando sí tenía nitrógeno.

Hasta el final del S.XX no tuvimos demasiado claro el esquema aparentemente simple que nos permitía relacionar un receptor con un compuesto y de ahí estudiar las funciones y acciones que tenía sobre el ser humano en el caso del cannabis. El sistema cannabinoide endógeno, el que regulan los receptores CB1 y CB2 (que de momento sepamos) y que es sobre el que actúa el cannabis, es uno de los más desconocidos, porque es de los últimos en ser descubiertos.

Receptores CB1 y CB2.


Se podría inferir erróneamente que al no conocer profundamente el sistema cannabinoide endógeno, no podemos conocer las consecuencias del consumo de cannabis. Es un error, porque el consumo de cannabis tiene miles de años de uso que lo han probado una planta poco o nada tóxica. Tal vez no conociéramos qué teclas pulsaba el humo de los porros en nuestro interior, pero ya conocíamos lo que provocaba, y no era malo. Ni un muerto en toda su historia es un récord notable.


De la ciencia a la leyes y sus consecuencias

No hace falta exponer la vigente e injusta prohibición que sufre el cannabis, pero sí convendría señalar algunos de los peores males que nos ha traído, y tal vez algunos estén por descubrir. 

En los años 80 la farmacéutica Pfizer experimentó con un compuesto sintético llamado 47,497 -entre otros muchos- que resultaba ser agonista de los receptores CB1 y CB2, algunos de esos compuestos con cientos de veces la potencia del THC, y además con la característica importante de ser agonistas totales, y no sólo parciales como los naturales, de dichos receptores. 

También en otro laboratorio, otro químico creaba y daba sus iniciales a los compuestos agonistas de los receptores cannabinoides: se llamaba John William Huffman y de su laboratorio salieron otros dos de los primeros cannabinoides sintéticos detectados en el mercado, el JWH-073 y JWH-018, que fueron creados en el año 1995.

Estos tres compuestos fueron los que ostentan el dudoso honor de ser los primeros detectados en mezclas herbales que simulaban un producto con propiedades similares al cannabis. Eso ocurría entre el 2008 y el 2009 en Alemania. Era la primera vez que se tenía una respuesta a la pregunta de qué compuesto era responsable de los efectos de la falsa marihuana que se vendía bajo el nombre de Spice o K2.

El padre de las criaturas de la familia JWH.


Hubo una época previa, allá en los años 90, en los que se vendían algunos tipos de “cogollos legales” que eran básicamente una mezcla de algunas plantas con mínima psicoactividad combinada, pero en ningún caso contenían agonistas de los receptores del cannabis ni llevaban añadidos químicos. 

Fue precisamente a esos “cogollos legales” de diversas plantas a los que añadieron estos nuevos -y totalmente desconocidos- productos químicos cuyos efectos imitaban algunos del cannabis pero sus consecuencias negativas iban cientos de veces más lejos. Son de las pocas drogas cuya primera aparición se da en Europa en 2004, en concreto en el Reino Unido, que tiene una de las leyes más represivas contra el cannabis.

Las políticas aplicadas contra el cannabis y sus usuarios, distintas en cada país, pero de momento -salvo honrosas excepciones- todas de tipo represivo crearon un mercado para los productos legales. Nadie en su sano juicio compraría un producto que es imitación de otro, si puede comprar el original. En este caso la diferencia es que el original puede conllevar multas o prisión y el otro, no. Las leyes crean y abren un mercado específicamente para este tipo de sustancias, cuya demanda sería inexistente de poder utilizar las versión segura y natural: el cannabis.

Rápidamente, como se ha hecho con otros compuestos, los legisladores se apresuraron a prohibir dichas drogas, lo que también hace inviable cualquier tipo de estudio con ellas y con seres humanos, pero no imaginaron la respuesta: daba igual qué droga prohibieran porque los vendedores tenían una nueva, sin prohibir, más desconocida y más peligrosa casi siempre esperando para sustituir a la sustancia prohibida. 

Y así sucesivamente. Tú prohíbes, pero la química crea fuera de tu prohibición más y más compuestos. Así ocurrió: tras la prohibición de los primeros cannabinoides, aparecieron otros, mucho más peligrosos y totalmente nuevos con los que los vendedores de esos productos estaban usando de conejillos de indias a sus usuarios, esta vez detectados primero en Japón.

El asunto se estaba mostrando intratable cuando Nueva Zelanda tuvo la ocurrencia de iniciar una regulación legal de las drogas partiendo de las que -todavía- no estaban prohibidas. Para ello primero prohibió cualquier sustancia existente que no estuviera explícitamente permitida y luego aceptó que hubiera un mercado para estos compuestos, en clara desventaja para el cannabis que seguía sufriendo el estigma de la ilegalidad, la persecución y las sanciones económicas. 




Los resultados no se hicieron esperar: la alerta sanitaria provocada por los efectos secundarios de los cannabinoides sintéticos vendidos legalmente y con el permiso del gobierno, hizo que se suspendiera dicho experimento que estuvo mal planificado y alejado de criterios científicos desde el momento de su concepción. Lejos de ayudar, eligieron la peor de las opciones: permitir compuestos sintéticos que no tenían historia de uso sobre el ser humano -afectando además a uno de los sistemas endógenos menos conocidos- frente a la planta de cannabis con su excepcional seguridad histórica.

¿Por qué son tan peligrosos los cannabinoides sintéticos o falsa marihuana?

La primera razón médica es que los compuestos, aunque sean ambos agonistas del receptor CB1 que es el responsable de los efectos psíquicos, actúan de forma diferente sobre esos mismos receptores. Mientras que el natural THC de la planta de cannabis se une al receptor y lo estimula hasta cierto punto al ser un agonista parcial -no lo hace con todos sus efectos ni toda su potencia- la falsa marihuana y sus compuestos son agonistas totales: cuando se unen al receptor lo hacen de una forma que provoca que despliegue todos los efectos que puede desplegar y desconocemos.

Una segunda razón es que, como decía Paracelso, “sólo la dosis hace al veneno” y estos compuestos pueden llegar a ser centenares de veces más potentes que el compuesto original al que pretenden imitar, por lo que con cantidades iguales en peso, se pueden estar consumiendo ciento de veces dosis activas de dichas drogas con un par de caladas de un falso porro.

La tercera razón médica de peso es la enorme ubicuidad de los receptores CB1 en todo el cuerpo humano. En el cerebro humano, el receptor cannabinoide CB1 es el “receptor acoplado a proteínas-G” que más tenemos en nuestra base de control del sistema nervioso -como hizo saber el doctor Nichols en una reciente conferencia- sólo superado por el receptor GABA-A que no pertenece a la misma tipología de receptores. Se podría argumentar que la existencia de receptores CB1 en gran número en el cerebro humano plantea el mismo peligro al usar cannabinoides naturales que sintéticos, ya que eso no varía en función de la droga ingerida. Pero esto no es así, ya que no afectan de la misma forma ni en su intensidad ni en sus efectos aunque usen el mismo receptor los compuesto naturales y los sintéticos.


Nichols, otro químico con grandes manos para hacer drogas.


Un ejemplo de este mismo supuesto lo podemos extraer de las diferencias entre dos conocidas familias de compuestos que actúan con efectos “parecidos”: las benzodiacepinas que son fármacos tipo Valium, y los barbitúricos como el Tiopental o el Pentotal, usados en las ejecuciones que seguían el 'Protocolo Chapman' de inyección letal. Tanto una dosis de Valium como una de un barbitúrico cualquiera se unen a los mismos mismos receptores GABA-A de formas diferentes -también el alcohol común- y en lugares del cuerpo diferentes, ya que cada compuestos tiene sus propias rutas farmacocinéticas y metabólicas. Aunque actúan sobre la misma cerradura, no abren exactamente las mismas cosas. Mientras que ambas familias de drogas son sustancias que relajan, sedan e incluso duermen (también como el alcohol), las benzodiacepinas son drogas con un gran margen terapéutico ya que la distancia entre la dosis mínima activa y la dosis mortal es muy amplia.  , y además el uso frecuente no extiende por tolerancia la dosis necesaria para matar. Los cannabinoides sintéticos vendrían a ser frente al natural y seguro THC lo mismo que son los ultrapotentes y mortales barbitúricos frente a sustancias relativamente suaves como el Valium.


Sobredosis por cannabis y 
sobredosis por cannabinoides sintéticos

Todo fumador, e incluso muchos no fumadores, conoce lo que es una sobredosis por cannabis: puede darte un blancazo, pasar un mal rato de ansiedad que suele irse como vino, tener mucha hambre y dormir profundamente. Todos conocemos bien esos síntomas, incluso los médicos que empezaron a atender a personas que, supuestamente, habían consumido cannabis y que no parecían responder de la forma normal, como otros pacientes lo harían a dicho consumo.

Al principio, las urgencias médicas, se vieron desbordadas por la facilidad que tenían los productores de estas drogas de engañar a los test que buscaban sustancias psicoactivas, burlando cualquier posible freno legal y otorgándole a esas drogas una posición de no-prohibidas ni detectables que las hizo competir contra el natural cannabis en ese aspecto: la gente buscaba evitar positivos en pruebas de drogas realizadas en su trabajo -muy común en USA- o al ir a pedir uno nuevo, así como las pruebas que la policía o los médicos pudieran realizar, ya que el simple consumo de cannabis es delito (al menos aún en la mayoría de los estados). La gente prefería consumir una sustancia desconocida de efectos desconocidos antes que enfrentarse a las consecuencias legales del consumo de cannabis, aunque sea de las sustancias más seguras que conoce la humanidad. 

La ley está lanzando a fumadores de marihuana a convertirse en conejillos de indias con sustancias increíblemente potentes y peligrosas, ya que sin esos enfoques represivos nadie tendría que buscar un “legal high” o “colocón legal” arriesgando su vida cuando lo único que quiere sea un poco de inofensivo cannabis.

Los síntomas que mostraban los pacientes en urgencias tenían poco o nada que ver con el cannabis que los médicos conocían, y aún sabiendo posteriormente que se enfrentaban a versiones sintéticas de agonistas cannabinoides, les costaba creer que se pudiera tratar de imitaciones de cannabis natural por lo exagerado de la sintomatología que veían: una hipertensión desbocada, taquicardias de carrera de galgos, infartos de miocardio, nerviosismo extremo, vómitos, alucinaciones, psicosis tóxica, ataques convulsivos y también epilépticos, psicosis permanente e infartos cerebrales que pueden desde matarte a dejarte ciego, sordo y paralizado de por vida en una silla de ruedas, más o menos consciente de que todavía existes.

Y esos sólo eran los síntomas de las sobredosis en su fase aguda de la falsa marihuana, ya que poco o nada sabemos de su uso crónico, excepto que sus peligros no son ni remotamente parecidos a los de el original natural. 



Otra de las explicaciones que los especialistas ofrecen a la hora de comparar los desmedidos peligros de los cannabinoides sintéticos con los del cannabis natural, es que la planta incorpora sus propios compuestos “moderadores”: no todos los cannabinoides del cannabis tienen efectos psicoactivos, algunos no tienen e incluso algunos sirven para moderar los efectos que produce el principal compuesto activo o THC

Mientras que la planta tiene esa ayuda natural a que las cosas no se desmadren, el consumir agonistas totales sintéticos sin que esos otros cannabinoides “de freno” -que de forma natural están presentes en la planta- nos deja una situación mucho más problemática a la hora de afrontar sus efectos sobre el cuerpo humano.


La situación legal en España y Europa

Para estas nuevas drogas que vienen escondidas bajo la apariencia de falsa marihuana, el campo en nuestro país está totalmente abierto. Son legales, porque no están prohibidas. La única trampa que le piden al vendedor, es que ni lo venda ni lo publicite para consumo en humanos, lo que se arregla con una nota en el paquete que diga eso mismo: NO PARA CONSUMO HUMANO.

Paradójicamente los dependientes de los lugares que venden estas drogas legales, nos cuentan que una gran parte de su clientela sobre esos productos son policías de diversos cuerpos que quieren tomar drogas pero no quieren perder su trabajo por un análisis que dé positivo. Eso deja claro que a buena parte de la policía que pagamos le interesa más la ley del estado que la propia salud.


Aquí un madero de color (los usan para las fotos)
apoyando una "campaña de salvación del mundo
persiguiendo drogas y usuarios".


Algunos países de Europa iniciaron prohibiciones de diversos de estos compuestos, pero se encontraron con que obtenían la misma respuesta que cuando prohibieron otras drogas: el mercado se encargaba de producir otras nuevas, legales, desconocidas en sus efectos y más peligrosas. El mercado nunca ha quedado desabastecido y, por el contrario, son cada día más las sustancias de este tipo a las que se puede acceder legalmente en una tienda o a través de internet.

Lo último en consumo de cannabinoides sintéticos se ha encontrado en UK, concretamente en la ciudad de Glasgow, donde se ha encontrado que hay tiendas donde se venden los conocidos e-liquid para los e-cigs -dispositivos electrónicos para fumar sin combustión- y al mismo tiempo te ofrecen, de forma legal, si te quieres colocar. Si dices que sí, que quieres colocarte, te venden viales de 10 ml, empaquetados y etiquetados correctamente, con nombres como “Blueberry Bud” o “Magic Mushrooms” que contienen una disolución -para usar con estos dispositivos- de los cannabinoides sintéticos.




Antes, compartir un porro era una señal de socialización que no solía implicar un grave riesgo.
Ahora, fumar de algo que no tienes claro qué es, puede ser lo último que hagas en tu vida.
Los cannabinoides sintéticos tienen una especial capacidad para dañar seriamente e incluso matar.

El cannabis, la planta natural y amiga que todos conocemos, no ha matado nunca a nadie.

Elige salud, siempre.



miércoles, 5 de marzo de 2014

La regulación-trampa de las drogas en Nueva Zelanda.


Este texto fue publicado en la Revista Yerba en el mes de Enero de 2014.
Pocas cosas han cambiado desde entonces en el tema que trata, pero cabría añadir a lo que contiene el texto que ya hay varios ayuntamientos y agrupaciones locales en Nueva Zelanda pidiendo a los usuarios de drogas que consuman cannabis -ilegal- y no cannabinoides sintéticos o falsa marihuana -legales- por el peligro que representan para la salud.

La falsa regulación de las drogas en Nueva Zelanda es una agresión a la salud pública de todos sus ciudadanos encubierta de falsa ciencia y ONGs que jalean al gobierno recibiendo sus fondos.

Espero que os guste.

...................



La trampa de la regulación de las drogas en Nueva Zelanda.


Desde hace unos años, observamos como las políticas de drogas que se habían intentado dentro del paradigma de "guerra contra las drogas" van aumentando desproporcionadamente los costes asociados, tanto a nivel económico como en los aspectos sociales de sus consecuencias, mientras los resultados objetivos de dichas políticas -lo que dicen pretender lograr- cada día son algo más irrealizable.

El viejo objetivo que hace lustros planteó la ONU de "un mundo libre de drogas" es ya un divertido recordatorio de lo que se logra con políticas erróneas, que atentan contra cuestiones que afectan a la libre autonomía del ser humano. La política de la negación absoluta han creado desastres en decenas de grandes países: colas de personas esperando ser ejecutadas por tener 300 gramos de cannabis en países como China con pena de muerte, cuerpos de supuestos traficantes de drogas colgando de grúas en Irán -para advertencia contra todo el pueblo que pueda pensar en violar la ley- o países con tasas de encarcelamiento que llegan a un 75% de toda la población penal debido a delitos relacionados con drogas. Es curioso que ese porcentaje sea muy similar en varios países geográficamente sin conexión, pero todos ellos implicados en el tráfico de drogas para consumo propio o como países de tránsito.



En España también cerca del 75% de los presos y presas, lo están por delitos relacionados con las drogas. No hay ninguna sociedad medianamente sana que pueda soportar las cargas que nos impone, a todos los países, el cumplimiento de los tratados internacionales sobre drogas, ya que los recursos que genera su tráfico y venta superan con creces a los que pueden destinar los gobiernos para intentar enfrentar la oferta y paliar la demanda. Los actuales narcoestados tienen más poder y dinero que los estados representados por los elegidos mediante voto libre. La mafia es la que manda, de forma más visible o menos según la zona y la cultura propia del país.

En vista de que el "experimento prohibicionista" -como lo denomina Antonio Escohotado- ha sido una chapuza de colosales proporciones y que será estudiada en el futuro como una atrocidad más de las cometidas por el ser humano en su historia, muchos países han decidido saltar del barco antes de que se hundan con él también.

Cada país está buscando su forma de salir de la situación a la que se ha llegado. Hay modelos que se agrupan bajo el epígrafe de regulación, en que la prohibición de las que eran las drogas tradicionalmente vetadas se abre para acoger y darle un marco legal a nuevas sustancias, apoyándose en que dicho paso supondrá una mejora en la salud de los consumidores y un golpe al narcotráfico. Uruguay regulando el cannabis y vendiéndolo de forma legal y controlado su precio a 1 euro el gramo, parece ser el que ha tomado el mejor camino con la vía de la regulación del cannabis, permitiendo a la vez el auto-cultivo.





Pero hay otro país que se hace notar mucho en la nueva política internacional de drogas en el paradigma de la regulación también. Y es Nueva Zelanda.



¿Por qué Nueva Zelanda? ¿Y dónde está?


Es normal que la gente no tenga ni idea de dónde está Nueva Zelanda, a excepción de los frikis del Señor de los Anillos porque fue donde se grabó la película. De hecho, cuando pides a la gente en España que te digan algo sobre Nueva Zelanda, las respuestas oscilan entre "está muy lejos" y "tienen kiwis". Alguno te menciona que tienen un equipo de rugby muy bueno. Pero nada más.

Nueva Zelanda son dos islas, grandes islas, que juntas tienen una extensión equivalente a la mitad de España, y algunas bastante pequeñas a distintas distancias. Está en nuestras antípodas, en la otra punta del planeta, relativamente cerca de Australia. Tiene una población de 4'3 millones de personas, lo que sería algo parecido a la gente que vive en Madrid o Barcelona y sus alrededores, agrupados también en dos grandes ciudades. La de mayor tamaño es Auckland y la otra, capital administrativa, es Wellington.

Su característica geográfica define gran parte de los aspectos que rigen la vida de sus ciudadanos, ya que su principal comercio se da con Australia por cercanía física y cultural. Además es un país con un histórico aislamiento que conquistó su independencia de los ingleses en el año 1947, aunque sigue siendo súbdito de la Reina de Inglaterra -más a título honorífico que real- y viven una Monarquía Parlamentaria como en España, gobernados por una "Ley Constitucional" promulgada en 1986 pero sin una constitución de corte fundacional.




Es un país joven en su creación (parte de la descolonización en el siglo XX) que sin embargo tiene el 6º puesto más alto en el índice de desarrollo humano y con un renta per cápita de más de 35.000 dólares. Es por tanto uno de los referentes en desarrollo y calidad de vida en el mundo más avanzado. Y es, como no, uno de los 5 grandes que controlan las mayores redes de espionaje en comunicaciones electrónicas junto a USA, UK, Canadá y Australia, siendo socios preferentes para todo tipo de tratos y tratados, militares, comerciales y de intercambios.



¿Qué tiene de diferente la política de drogas allí?


A la vista de su retrato, la política que Nueva Zelanda debería seguir sería muy similar a la de USA o UK en asuntos de drogas, ya que comparte todos los tratados internacionales al respecto y no ha denunciado ninguno. La droga ilegal más consumida allí es el cannabis, y tienen un clima estupendo que favorece los grandes cultivos de cannabis mientras el estado intenta combatirlos con vuelos de vigilancia y helicópteros para atacar las plantaciones menos accesibles. En las grandes drogas prohibidas, rige la misma ley punitiva que en la mayoría de países.

Pero como el aislamiento geográfico y el bajo número en habitantes de Nueva Zelanda son la clave que le aparta de las rutas del narcotráfico a gran escala mundial, las drogas que corren por sus calles en el mercado negro son más caras que en casi ningún otro punto del planeta, y con las oscilaciones y adulteraciones propias de un mercado negro tradicional.

Teniendo siempre presente ese hecho diferencial de su aislamiento, entra en juego el nuevo mercado de drogas legales, alegales o al menos, no prohibidas aún por ninguna ley. El mercado de los "Legal High", "Research Chemicals" o como los nombran ahora, las "Novel Psychoactive Substances" o NPS, de forma abreviada. Sustancias legales en tanto que no son ni mencionadas en ninguna ley o norma, pero de las que se desconoce en la mayoría de los casos sus posibles efectos sobre el ser humano, y en muchos casos no han sido ni probadas con animales.



El riesgo que presenta consumir sustancias totalmente desconocidas en sus efectos, se ve compensado en una población que puede pagar 200 dólares por un gramo de cocaína o heroína en el mercado negro tradicional y a la que, desde internet y desde algunas tiendas físicas, se le ofrecen cientos de productos que imitan cocaína, anfetaminas, MDMA, LSD, opiáceos, benzodiacepinas y cannabis, a menos de 10 dólares en muchos casos. Directos a la puerta de tu casa o en la tienda de al lado de casa y de forma totalmente legal.

Ese problema, que se da también en UK siendo el primer consumidor del mundo de NPS, cuando los políticos vieron que surgía en su país, intentaron acabar con él de la misma forma que la historia había intentado acabar con las demás drogas: mediante la prohibición de las mismas.

Poco sabían los legisladores acerca de las virtudes de la química: una variación mínima de la molécula prohibida por la ley, la hace legal e incluso puede que más potente, y con riesgos totalmente nuevos al ser una nueva sustancia desconocida. Llegó el escenario en que se encuentran muchos países con esas drogas de experimentación: se tarda más en prohibir una droga de lo que tarda un químico en modificar la molécula y hacerla legal de nuevo, lo que hace totalmente inútil -y extremadamente peligroso- entrar en la carrera de prohibir las drogas que van apareciendo, porque el ritmo con el que aparecen supera las posibilidades racionales para hacer frente al asunto en cuestión.

En ese punto de la historia, a un ex-Ministro de Sanidad del gobierno -estilo Ana Mato, de derechas y neoliberal- en el poder se le ocurrió una idea: "¿Para qué vamos a prohibir cada droga que los químicos hagan si ellos son más rápidos? Es mejor prohibirlo todo y permitir sólo lo que nosotros digamos".

Ese hombre se llama Peter Dunne y va a ser el creador de la PSA o Psychoactive Substances Act: la ley en cuestión. Y lo hará apoyándose en una Organización No Gubernamental que -curiosamente- está sostenida económicamente por el gobierno, llamada NZ-Drug Foundation y cuyo equivalente en España sería la FAD.


Estos señores -tan monos- de la FAD son los que 
nos van a explicar cosas sobre las drogas. 
Sí. 


Al gobierno de Nueva Zelanda no le gustan las drogas, ni que la gente pueda decidir tomarlas, y se han pronunciado muchas veces como prohibicionistas radicales en el pasado. Pero la idea, camuflada de 'reforma sobre la prohibición de las drogas' o de 'sistema de regulación de sustancias', no es la de ser más tolerante con el consumo de drogas sino ampliar la prohibición a "cualquier sustancia, mezcla, dispositivo o cosa" (textualmente según la ley) existente que provoque "efectos psicoactivos".


En hacer anuncios así de chachis se gasta el dinero la FAD. 
La Reina de España es la presidenta de Honor. 
El Rey lo era de una protectora de animales...

Ha empezando por dar poderes especiales a la policía para decidir lo que son “sustancias no aprobadas”, e incluso permitirles la entrada y registro ante la sospecha de venta o producción de drogas sin orden judicial previa, mientras el número de presos en las cárceles del país sigue creciendo por delitos de drogas y suben las sanciones contra el cannabis y otras drogas, castigando la tenencia de un simple porro con 500 dólares. 

Cantidades por encima de lo que allí quieran entender como "consumo propio de la droga", aunque sean tus cogollos de cannabis, te siguen enviando a la cárcel. Si se te condena por tráfico de hachís pueden ser 14 años de prisión al estar sancionado más duramente que la yerba. Y ahora esas condenas son extendidas automáticamente a toda aquella persona que facilite "sustancia, mezcla, dispositivo o cosa" que coloque y no esté explícitamente regulada.




Y sepa el lector que, en dicho país, tener una simple semilla de cannabis está igual de penado que tener un porro de cannabis: las semillas están tipificadas en la ley de la misma forma que la planta, a pesar de estar exentas en los tratados internacionales.



¿Entonces qué drogas son las que "regulan" en Nueva Zelanda?


Esa fue la cuestión inicial -que contenía un grave defecto de forma- a resolver: ¿qué drogas permitir sin tener que modificar tratados internacionales?
Obviamente, las que no están ya prohibidas en dichos tratados: eso ha excluido inicialmente al cannabis y al resto de drogas ilegalizadas, que precisamente son las sustancias más conocidas y de menores riesgos en cuanto a las sorpresa que la química puede depararnos. El defecto de forma era que Nueva Zelanda intentaba respetar los tratados contra las drogas, mientras que otros países como los propios USA habían encontrado la forma de burlarlos.

Entonces se pidió opinión a los "profesionales de las nuevas drogas" -no a los científicos sino a los vendedores de los kioskos- sobre qué productos estaban vendiendo en el país, donde el mayor número de consumidores de drogas -aparte del alcohol y el tabaco- busca más frecuentemente en la mayoría de los casos fumarse un porro antes que consumir un opiáceo. Y los vendedores básicamente mostraron lo que tenían en sus estanterías, rellenando una "solicitud de aprobación temporal" que el gobierno debía resolver.

Las estanterías de las tiendas que vendían esas drogas allí estaban llenas de versiones sintéticas de cannabis -no es cannabis pero es legal- creadas con mezclas de materia vegetal y unos extremadamente nuevos y peligrosos compuestos: los cannabinoides sintéticos.

El gobierno no debió pensar demasiado en las posibles consecuencias de legalizar un mercado para drogas completamente desconocidas, que simulan los efectos del cannabis natural que es posiblemente la planta y droga más estudiada y conocida en la historia del ser humano, y de la que sabemos claramente cuáles son sus riesgos y sus virtudes. La manipulación sobre una población para que consuman una droga en lugar de otra que -aun vulnerando tratados- es mucho más segura, suena a daño para la salud pública.

Para resolver la situación, el gobierno emitió la llamada "Clause Interim" por la que se permitirían -sin test alguno sobre salud humana ni animal siquiera- algunos de los productos que estaban ya disponibles, aunque la ley dice que los costes de las pruebas de seguridad en humanos de esas drogas han de recaer en los que sacan partido de ellas vendiéndolas: productores y distribuidores de las mismas, que repercutirán esos costes en el producto y que pasará a estar gravado fiscalmente con más presión, aportando interesantes beneficios económicos al estado.



Todas estas drogas, 
más peligrosas que las ya prohibidas, 
se pueden vender legalmente en Nueva Zelanda. 
¿A la cabeza de las mejores políticas sobre drogas en el mundo?
¿Estás de broma?


Esos productos que ya se venden legalmente, por el momento y como único test, han pasado unos simples cuestionarios teóricos para valorar su potencial dañino según unas tablas que se crearon 'ad hoc' por parte de la autoridad designada que están basadas en los escasísimos informes sobre riesgos para la salud de estos cannabinoides sintéticos y en las situaciones de emergencia conocidas por su consumo, a día de hoy.

Dado que muchos de esos compuestos han sido sintetizados por primera vez hace menos de un lustro, Nueva Zelanda está vendiendo "falso-cannabis sintético" o falsa marihuana legal con riesgos desconocidos para la salud pública mientras sanciona el cannabis natural, cuyo gran margen de seguridad en el consumo es históricamente conocido. Una absoluta locura de un enorme peligro para la población, que suele confundir lo legal con lo seguro, siendo los sufridores de las consecuencias de una regulación mal hecha.



¿Ha traído algo bueno esa extraña mezcla de regulación con prohibición?


La mejor aportación es que, a partir de ahora, Nueva Zelanda cuenta con un sistema para evaluar esas nuevas drogas que van a seguir surgiendo, y que dicho sistema -en teoría- se basará exclusivamente en criterios científicos y no políticos, como ocurría con las decisiones históricamente apoyadas sobre prohibición

Eso conduce a una cuestión obvia: ¿por qué no aplicar esos mismos criterios exclusivamente científicos a todas las drogas prohibidas hasta ahora? Así se podría evaluar cualquier sustancia prohibida frente a otras permitidas en base a los riesgos que se le suponen.




Pero aunque existe una nueva corriente que pide probar científicamente las viejas prohibiciones sobre drogas, las pruebas exactas sobre salud y seguridad en humanos que pasarán las drogas que pretendan ser aprobadas para su venta regulada, no han sido claramente especificados debido a la juventud de la ley y su escaso desarrollo todavía.

Por otro lado, el mayor riesgo que representa dicha reforma -aparte de la pérdida de derechos civiles que conlleva- es que entre esas drogas que están vendiendo en competición con el cannabis, aparezca una sustancia capaz de provocar horrores, como fue la Talidomida, sobre una población que confió en sus autoridades.

Estatua a las víctimas de la Talidomida.


De momento, sólo el paso del tiempo y la evolución de las normas que desarrollen, de forma concreta, la PSA en Nueva Zelanda dirán si el paso que han dado allí les servirá para encontrar una buena forma de salir del atolladero o si, por el contrario, las consecuencias de la mala planificación y las prisas para emitir una prohibición general con excepciones, no mejoren el escenario previo sino que lo empeoren.

Arnés para una persona
 sin brazos ni piernas
 afectada por la Talidomida,
 una "droga sin peligro para embarazadas". 



Agradecimiento: A la inestimable ayuda prestada por Julian Buchanan, profesor de Criminología de laUniversidad Victoria de Wellington, sin cuyas observaciones, datos y brillantes palabras que abren los ojos a la realidad, hubiera sido imposible dar una imagen ajustada de lo que en Nueva Zelanda llaman regulación.