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miércoles, 23 de julio de 2014

La cara oculta de la farmacia: el negocio de la salud

Este texto fue publicado por la Revista Yerba en Junio de 2014.


La cara oculta de la farmacia: el negocio de la salud.


Desde el principio de la existencia -del hombre como especie- hemos contado con remedios que utilizábamos para tratar nuestras dolencias y ayudarnos en el quehacer diario, en principio siempre atendiendo a lo que teníamos en nuestro entorno en flora y fauna. Al igual que otras especies, hemos usado las plantas que recolectábamos y los animales que cazábamos -e incluso los minerales de nuestra tierra- no sólo para alimentarse sino también para hacer frente a la enfermedad y a sus síntomas físicos y psíquicos.




Tal vez resulta difícil para el ser humano actual entender de la misma forma lo que era la enfermedad para el hombre de hace unos miles o cientos de años, pero ese concepto ha sido distinto en las distintas culturas y en los distintos momentos de la historia. Muchas de las patologías que hoy reconocemos y tenemos descritas se entendían como parte del proceso normal de envejecimiento y decadencia de la persona, que hace un par de miles de año tenía como expectativa de vida algo cercano a los 40 años de edad (la mitad de nuestra actual expectativa).

A pesar de las diferencias entre las distintas culturas, tenemos cuestiones que nos son comunes como especie y en todos los lugares el ser humano ha buscado por ejemplo no sufrir dolor o tener herramientas para poder tratarlo, siendo por esa razón plantas como la adormidera valoradas en todo el planeta. Hacia el tercer milenio antes de Cristo se empiezan a sistematizar grupalmente los conocimientos referentes a la medicina y a los remedios usados, y al mismo tiempo en Mesopotamia empezamos a encontrar los primeros casos documentados en que se emplea a humanos para experimentar con los remedios y las dosis antes de usarlos en pacientes. Está claro que los humanos con los que se experimentaba, no se consideraban ni humanos en ciertos aspectos porque eran esclavos, por lo que sus vidas pertenecían a sus dueños.

Es el principio del desarrollo de una farmacia incipiente en que el que se tratan las dolencias de acuerdo con unos síntomas y unos remedios considerados oportunos por quienes ejercían esas labores, que son distintos personajes en las distintas culturas que tenían acceso a los conocimientos escasos que existían -comparados con hoy día- de medicina y de farmacia, junto con un carácter sagrado o chamánico en algunas zonas, en parte dado el origen mágico que tenía en muchas ocasiones la enfermedad. A nosotros hoy día nos puede resultar motivo de chanza, pero a quien sufría una dolencia en aquella época, esas creencias manejadas apropiadamente por el brujo, curandero, chamán o médico (elija el lector la etiqueta) eran las herramientas con las que se contaba para luchar contra la enfermedad, en muchas ocasiones por falta de otras opciones a usar.




En esa farmacia incipiente se entremezclan remedios de todo tipo, desde los que provienen de la botánica como rama que va experimentando con las plantas, a los que usan animales por razones de supuesta utilidad de ciertos órganos (como la medicina tradicional china) pero también a otros remedios -ya sean vegetales o animales- en los que la base de su función como remedios sobre las dolencias que aquejaban al hombre no se basaban en algún tipo de evidencia (como el hecho de que al tomar una planta el dolor desaparezca) sino en el pensamiento mágico.


¿Qué es exactamente el pensamiento mágico y qué tiene que ver con la farmacia actual?

El pensamiento mágico es un pensamiento que difiere del lógico -con el que razonamos de forma consensuada- y basado en hechos no verificables. El pensamiento mágico es, por ejemplo la superstición, la creencia en dios, o pensar que por comerte los testículos de un tigre vas a follar como si fueras un actor de película porno.

El pensamiento mágico está en el origen del ser humano como grupo y en su desarrollo y muchos postulan que sin él, no hubiéramos podido evolucionar a otros modelos más funcionales de pensamiento y que fue imprescindible para nuestra supervivencia como especie. Es cierto que tras muchas supersticiones existen causas lógicas pero simplemente desconocidas, aunque tras otras no existe más que la invención o la explicación humana de un hecho que le supera, y es por eso que parte de dichas supersticiones pudieron tener un papel esencial para la supervivencia humana cuando no existían medios que explicasen de forma satisfactoria nuestro mundo.




En la farmacia el pensamiento mágico estuvo presente desde los inicios y discurrieron juntos durante muchos siglos. Algunas de las ideas de aquel pensamiento, aún sobreviven entre nosotros. 

Por ejemplo había frutos que se recetaban para un órgano por la similitud con el mismo (como la nuez con el corazón) y cuya creencia se mantiene. 

A día de hoy es posible encontrar en varias zonas del planeta animales disecados como los puerco-espines que son usados para combatir el 'mal de ojo' y que son vendidos en las “farmacias” que usa la población. Y si existe un mercado de los mismos es porque hay una demanda y consumo de dicho bien: se usan y la gente paga por ellos como remedio ante un mal que les aqueja, funcionen o no según nuestra ciencia y creencias.





Seguramente con nuestra mentalidad occidental nos resultará cuanto menos pintoresco pensar que se usan puerco-espines disecados para combatir algo que ni siquiera creamos que existe, aunque es esta misma mentalidad la que -con el mismo patrón del pensamiento mágico antes referido- sostiene, estimula y usa los mal llamados remedios homeopáticos: ni remedian ni curan nada. 


El salto al método científico de la farmacia: el paso a la era moderna e industrialización.

Con el desarrollo de la química y el despegue en el conocimiento más exhaustivo del medio natural y de la materia se llega a la extracción del principio activo por primera vez en la historia con el aislamiento y venta de la morfina del opio -a principio del Siglo XIX- por Friedrich W.A. Sertüner, que era un ayudante de farmacia o botica. Dicho descubrimiento y el carácter alcalino del compuesto permitieron formular años después, por primera vez en la historia, el concepto de alcaloide, y este hecho está intrínsecamente vinculado al desarrollo de ciertas prácticas, buenas y malas, por parte de la farmacia en su nacimiento como industria.

No fue casualidad que el primer alcaloide aislado fuera la morfina, ya que el opio en todas sus formas había sido usado por todos los grupos humanos que lo habían conocido, y ya existían preparados como el láudano que eran disoluciones de opio en alcohol que debían ser administradas con cuidado por la potencia de las mismas. Pero el extraer y purificar el principio activo era un salto cualitativo de consecuencias imprevisibles.




Aunque las propiedades adictivas del opio eran de sobra conocidas, no resultaban por lo general un problema de salud más que en esporádicos casos de abuso que se resolvían en un mayor consumo de opio en la botica o en el cultivador y proveedor correspondiente, ya que no estaba sujeto a ningún tipo de control o fiscalización en aquel momento en Europa. Pero el uso del alcaloide puro inauguró un tipo de abuso distinto, mucho más intenso y de problemas que no se conocían.

Los mecanismos de la adicción eran desconocidos en aquel momento y coincidió históricamente con el lanzamiento de la jeringuilla para la administración de sustancias, que era percibida como “un adelanto científico” y por lo tanto más seguro y selecto dentro de la medicina y farmacia. Y esta convergencia de factores nos lleva al primer gran fiasco de la farmacia como industria sobre la población consumidora de sus productos.



El primer escándalo de la era moderna: el caso de la morfina y la heroína de Bayer.


La morfina había convertido en lugares de paz los hospitales de guerra, pero con el coste de una adicción al fármaco que se conocía como “el mal del soldado” y que era lo que conocemos por adicción yatrogénica o “médicamente causada por el tratamiento”.

La adicción a la morfina tenía sus propias características distintivas a otras adicciones ya existentes (como el alcohol) o posteriores (como los barbitúricos o las benzodiacepinas) pero entonces una empresa de tintes llamada Bayer saltó al mercado farmacéutico con una creación que aseguraban que tenía grandes propiedades como “hacer desaparecer todo rastro de interés de los morfinómanos por dicha sustancia” y sobre todo, carecer de propiedades adictivas.
La nueva sustancia que Bayer lanzaba al mercado prometía no causar adicción y ser un remedio para la adicción de otras sustancias.


Puede parecer de broma esta publicidad, pero no lo es.
Es la original de la casa Bayer vendiendo heroína.
Los textos en los bocadillos de los personajes 
si son una broma... o no.


Esa fue la promoción que la nueva industria farmacéutica hizo de su nueva droga: la heroína.
Bayer se hizo un gigante farmacéutico desde ese momento y gracias a dicha sustancia. Hoy no hace falta ya explicar que la heroína es una droga tan adictiva como la morfina y que si era capaz de hacerles perder el interés a los morfinómanos, es porque resultaba mucho más placentera al uso y porque ocupaba los mismos receptores dentro del cuerpo humano.

Tras el escándalo y la vergüenza de ver que habían creado una sustancia adictiva que vendían incluso en jarabes para la tos de niños, la Bayer fue variando la promoción y empezó a centrarse en el otro fármaco sintetizado a la vez que la heroína, y el que no causaba adicción aunque no poseía las propiedades heroicas de su primo: era el ácido acetilsalicílico, de nombre comercial “Aspirina”.



A día de hoy las muertes al año en USA por Aspirina superan en más de 10 veces a las producidas por la heroína.



La homeopatía o la venta -como remedio- de agua con azúcar.


A finales del siglo XVIII y principios del XIX una especie de químico, farmacéutico y médico (lo que se pudiera entender por ello) crea una nueva rama dentro de la farmacopea basada en un principio que carece de validez -y es un ejemplo del pensamiento mágico- cuyo nombre en latín es “similia similibus curantur” y que quiere decir en castellano que “lo semejante cura a lo semejante”.
Dicho de otra forma: si tomar un producto causa un síntoma, ese mismo producto servirá para tratar las enfermedades que también provoquen dicho síntoma. ¿En qué se basó? En nada real: se lo inventó.

Este personaje creó el negocio perfecto y lo perfeccionó al afirmar que no sólo la homeopatía era una técnica correcta, sino que sus productos ejercían más y mejor efecto cuanto más diluidos estuvieran en agua. Eso contradice todo principio lógico a la hora de aplicar un fármaco, y llega a hacerlo en tal grado que muchas de los preparados homeopáticos que se venden en las farmacias muchas veces es imposible (dado el número y dosis usadas en las diluciones) que contenga ni un solo átomo de la sustancia que dice representar.
No sólo falla en su fundamentación metodológica (el principio de similaridad) sino también en lo que la ciencia nos ha ido mostrando, por eso sus partidarios -principalmente los laboratorios- impulsaron la “teoría de la memoria del agua”.

Con dicha teoría los homeópatas explican (inventan) el mecanismo de actuación de sus remedios, argumentando que el agua, el agua común que hay en el grifo y en la lluvia, tiene memoria.

Una verdad impepinable.


Para ellos el agua tiene memoria y se activa al diluir los productos sucesivamente hasta que no hace falta que exista el producto, sólo el agua con su “inventada memoria”. Y una vez que han hecho tantas diluciones del producto como para que fuera el que fuera no tenga ningún tipo de efecto sobre el cuerpo humano, añaden una gota de dicha agua con memoria a una perlita de azúcar, que al final es el producto que te venden en la farmacia: azúcar en perlitas con una gota de una disolución que no tiene ningún principio activo ni son distinguibles unos remedios de otros mediante la ciencia conocida.

Los remedios homeopáticos no funcionan, ni tienen efecto alguno, positivo o negativo, más allá de los que se produzcan en la mente de quien cree que al tomar una píldora de azúcar consigue un efecto terapéutico contra una enfermedad. Pero ese hecho de que no hacen nada, y de que no pueden causar daño, son lo que ha hecho que puedan ser vendidos a precio de medicina sin ningún tipo de receta médica porque no entrañan ningún riesgo ni ningún beneficio.

El mercado de los productos homeopáticos es uno de los de mayor expansión para la farma-industria, con una estimación global anual de unos 50.000 millones de Euros en ventas, de momento muy superiores a lo que la industria puede obtener del cannabis medicinal (en cuanto a beneficios económicos).

Esos dos, casos opuestos en cierta forma -el de la “sustancia sin peligro” llamada heroína y el de las “sustancias sin efecto” de la homeopatía- esbozan una industria farmacéutica que parece guiada por lo que el resto de las industrias: las cuentas de beneficios económicos. No parece haber lugar para valorar dentro de su comportamiento los resultados que sus acciones provocan sobre la población ni el aspecto ético y moral de las mismas como puede ser el hecho de vender algo que se sabe que no contiene nada ni tiene utilidad.

No queda ahí la cosa. La industria farmacéutica en alianza con otros grupos ha estimulado en los últimos años la recolocación de medicamentos que habían perdido su función y habían quedado sin patologías a los que ser aplicados. 

También ha modificado los valores que se consideraban “normales o sanos” para ciertas variables que aparecen en los análisis (como el colesterol) consiguiendo que amplias capas de población que no consumían por no estar “enfermos” tengan que consumir porque un valor de laboratorio se ha bajado unos puntos para aumentar las ventas de un producto concreto en un país. 




Asimismo ha tomado como nuevo rehén a la población más infantil con enfermedades de diseño (sobre-diagnosticadas) como el TDAH y ha creado un nuevo nicho de mercado: niños que tienen que tomar varias pastillas al día por el trastorno de “ser revoltoso” y que pueden ser desde variantes de las anfetaminas o por el contrario fármacos adictivos para mantenerlos sedados.


¿Hasta dónde llega la farma-industria para hacer dinero?

Pues el último “logro” del sector es la creación de nuevas enfermedades. No se trata de crear nuevos patógenos (virus o bacterias) que curar, sino de definir comportamientos o estados normales del ser humano como patológicos.

El luto por un ser querido ha pasado de ser un estadio normal que todo ser ha de pasar a ser objetivo de la intervención farmacológica y médica, juntos en alianza. También el bajo deseo sexual en la mujer -se considera cuando hay menos de una cópula al mes- ha pasado a ser un “trastorno” que se puede tratar con un fármaco (testosterona) que tiene riesgos en especial para el sexo femenino, pero que dicho tratamiento no conseguía un aumento estadístico ni siquiera de 1 sola cópula más cada mes.

Testosterona para mujeres con pocas ganas de fiesta en la cama.
No servía para nada, pero seguro que hay un mercado para ella.


Debemos empezar a cambiar nuestra percepción de “la farmacia” como industria.
Como ciencia es nuestra aliada, pero como industria deja mucho que desear: con la salud no se negocia y ellos nos han tomado por rehenes.


martes, 1 de abril de 2014

Introducción al fentanilo y sus derivados: opioides de alta potencia

Este artículo fue publicado en el mes de Marzo del 2014 en la Revista Yerba.
Sirva como introducción para otro texto que vendrá sobre estrategias de reducción de riesgos a la hora de manejar esos compuestos de alta potencia que se encuentran desde hace tiempo en los mercados on-line de drogas.
Hasta entonces, espero que os guste.

...............






El fentanilo.


A lo largo de la evolución humana hemos atendido nuestras dolencias con los más diversos remedios. Algunos los habíamos descubierto por ensayo y error, como es el uso de las plantas medicinales, y otros llegaron a nosotros siendo amuletos basados en primitivas costumbres derivadas del pensamiento mágico, como podían ser los remedios curativos basados en supuestas reliquias de santos. 

Eso va cambiando y progresando a lo largo de la historia según el hombre va ganando un mejor conocimiento de su entorno y de la materia, dando un gran salto en el siglo XIX con la aplicación de la química a los remedios naturales usados como podían ser el opio o la corteza de sauce.

Uno de los grandes hitos y fiascos en la historia de la Farmacia -y más en concreto de la farmacéutica Bayer- fue la acetilación de los principios activos de esos dos remedios naturales, dando lugar a dos hermanas en su nacimiento: la aspirina y la heroína. 

Actualmente Bayer prefiere recordar simplemente a la aspirina, pero es una cuestión meramente temporal, ya que su gran fortuna e imperio lo construyó sobre la venta de heroína que publicitó como un remedio superior a los naturales morfina y opio y que, además, tenía “la virtud de no causar ningún tipo de adicción” como se conocía que causaba la morfina. Huelga decir que la heroína resultó ser tan adictiva o más que la morfina, y que tras ese fiasco prefirieron centrarse en la aspirina como analgésico y olvidar el tema de la heroína, aunque a día de hoy mate menos personas que su hermana la aspirina.


Un poco de memoria gráfica del pasado de la Bayer.


La distintas necesidades en los distintos momentos históricos han marcado buena parte de la ruta seguida por lo que entendemos como ciencia, y la síntesis de nuevos compuestos no ha sido distinta. 

Entre las razones que teníamos para modificar los compuestos naturales se encontraba el hacerlos más seguros, menos tóxicos, más potentes y el explorar nuevos usos. Gracias a ese impulso se descubrieron drogas como la LSD que también parten de precursores naturales. Los precursores naturales junto con la información transmitida de forma oral en los distintos pueblos y recopilada por curanderos, chamanes, brujos o médicos según la cultura, eran la norma general, pero eso hacía a los países dependientes en muchos casos de materias primas que ellos no tenían o no podían producir como eran la hoja de coca o el opio.

Los estimulantes pronto fueron sacados del grupo de los precursores naturales ya que la síntesis completa de la metanfetamina -aunque inicialmente se partiera de efedrina- y la de la anfetamina se consiguieron pronto por vías totalmente sintéticas, pero en el caso del opio que hasta el momento había sido considerado por los médicos como “la más importante de las medicinas que Dios nos había dado” seguían siendo dependientes de las fuentes naturales de morfina y otros alcaloides para su uso y síntesis de otros compuestos que sirvieran con igual eficacia de analgésicos narcóticos.

Las grandes guerras del siglo XX fueron la espoleta definitiva para la búsqueda de fármacos y drogas que no estuvieran vinculados a fuentes específicas, así como para crear variantes que pudieran mejorar las fuentes de que se disponían, consiguiendo drogas más potentes y por tanto más baratas de costear. El flujo de grandes masas humanas en conflicto por todo el planeta generaba necesidades especiales como son las propias de las guerras y al mismo tiempo otras nuevas: los ejércitos habían aprendido que resultaba mejor causar heridos al enemigo que causarle muertos, porque los heridos se tienen que atender mientras que los muertos no cuestan dinero. Un ejemplo de las creaciones derivadas de esta forma de hacer la guerra y de responder farmacéuticamente es la metadona, que fue creada en el año 1937 en la Alemania nazi para resolver los problemas de escasez de opio que sufría el país, aunque pronto su uso fue abandonado por los efectos tóxicos y secundarios que mostró durante la fase de pruebas. Tras la 2ª Guerra Mundial fue robada por los servicios norteamericanos a los alemanes y pasó a formar parte de los botines de guerra.

Poco más de una década después del fin de la segunda gran guerra en Bélgica, una pequeña empresa en manos de una familia de médicos, como era la farmacéutica Janssen, sintetizó el fentanilo. Paul Janssen con algo más de 30 años, había sintetizado uno de los opioides sintéticos más potentes que existen hoy día en uso. Pero no era su primera gran hazaña química ya que de sus manos también había salido el conocido Haloperidol, el neuroléptico de mayor uso en todo el mundo durante décadas y hoy día todavía una de las medicinas consideradas esenciales por la Organización Mundial de la Salud. 

Hoy esa empresa tiene 20.000 trabajadores y está integrada dentro de Johnson & Johnson, abarcando incontables campos dentro de la farmacia y otras áreas industriales: ahora son uno de los pesos súper pesados del tinglado a nivel mundial.


Aquí el señor Paul Janssen, 
padre del fentanilo 
entre otras criaturas.



El fentanilo era una molécula bastante simple, que Janssen había logrado en una síntesis química de 4 sencillos pasos partiendo de un precursor que estaba fácilmente disponible. Pero además el fentanilo tenía unas 100 veces la potencia de la morfina, lo cual hacía que su síntesis fuera extremadamente rentable en función al peso y abría sus usos a la anestesia de forma casi generalizada. A día de hoy el fentanilo está presente en los quirófanos de todos los hospitales del mundo y es uno de los anestésicos de primera linea en humanos y animales.


Estructura química del fentanilo.



Pocos años después de su uso como anestésico en la cirugía, se pudieron ver varios derivados no fiscalizados del fentanilo en el mercado ilegal. El más notorio fue el alfa-metil-fentanil que presentaba algunas mejoras claras en cuanto al farmacocinética del compuesto original y que recibió el nombre de “China White” en la calle. 

Fue rápidamente prohibido aunque salieron al menos una decena de nuevos compuestos derivados del fentanilo. En el año 1991 la noticias advertían que en USA se había detectado una droga que calificaban de 'heroína tóxica' y que llamaban “Tango & Cash” que se aseguraba tenía 600 veces la potencia de la heroína. Resultó ser otro derivado del fentanilo que pronto se dejó de vender como tal por el reguero de muertos que dejaba a su paso: los traficantes no quieren ataúdes que traigan a la policía a su negocio sino a clientes satisfechos que repitan una y otra vez.




El fentanilo inauguró una nueva forma de prohibir drogas en el mundo, ya que por primera vez en su prohibición no sólo se prohibía el compuesto, sino la familia de todos los posibles derivados del mismo a través de una estricta ley de análogos, que no ha evitado que a día de hoy el fentanilo no farmacéutico y otros derivados como el acetilfentanil estén implicados en brotes epidémicos de sobredosis entre usuarios de opiáceos.



Los nuevos usos médicos y presentaciones farmacéuticas.


El fentanilo y sus derivados son potentísimos agonistas de los receptores opioides del cuerpo humano, causando efectos similares a las endorfinas que el organismo genera de forma autónoma o a la morfina del opio. Todos ellos actúan sobre los mismos receptores dentro del organismo, variando principalmente en cuestiones como la potencia por peso, la velocidad de absorción, la duración del efecto o la vida media, pero con efectos similares.

Con una potencia 100 veces superior a la morfina tiene dos usos principales: la anestesia quirúrgica y el manejo del dolor tanto crónico como agudo. Por razones de seguridad en su aplicación, durante décadas no estuvo disponible fuera de quirófanos y entornos hospitalarios o de emergencias bajo manejo de profesionales, pero en la década de los 90 se desarrolló una nueva presentación: el parche de fentanilo.

La patente del fentanilo había caducado ya y el beneficio de las farmacéuticas se ha ido modificando en su origen: ya no es sólo la droga que suministran, sino cómo la suministran al paciente. En ese mismo esquema se han encontrado y encuentran todo tipo de drogas que dejaron de tener una rentabilidad extra para las empresas debido al fin de la patente, como las anfetaminas que han pasado a modos de liberación sostenida, las inyecciones de 15 días a unos meses de efecto de neurolépticos, o todo tipo de opiáceos y opioides como es el caso del fentanilo con liberación sostenida o modificada de alguna forma.

Con la presentación en forma de parche se conseguía -no sin problemas- una administración sostenida de fentanilo en dosis óptimas para pacientes que sufrían de dolor crónico o agudo de origen maligno como los casos de cáncer o no maligno como el dolor crónico de distinta etiología.


Caja de parches de fentanilo de 50 microgramos/hora.


En principio los parches eran una mezcla en forma de gel de un alcohol con fentanilo que estaba contenido en un recipiente que permitía la transmisión a través de la piel, pero este modelo de parche se mostró especialmente peligroso ya que el más mínimo derrame del interior del parche de gel podía suponer una sobredosis incluso para un paciente en tratamiento habitual con el fármaco. Posteriormente el parche de fentanilo pasó a ser una fina matriz de un polímero en el que se ha impregnado una resina mezclada con el principio activo y que a la vez funciona como pegamento sobre la piel: de esta forma la tasa de absorción del medicamento es una constante en función de la superficie aplicada y la temperatura de la piel, con variaciones individuales según la grasa corporal y la zona de aplicación.


Aparte del parche la industria farmacéutica ha creado otras muchas presentaciones -con nueva patente y grandes beneficios- para el fentanilo: piruletas de fentanilo, parches bucales de fentanilo, pastillas de disolución inmediata con absorción intrabucal e inhaladores de fentanilo completan la oferta de nuevas formas de administración de la droga a pacientes legítimos en el uso médico.



Piruleta de fentanilo con una dosis de 1'6 miligramos o 1600 microgramos.


Hay que señalar que el fentanilo pertenece a esa clase de fármacos en el que una dosis es suficiente para matar a una persona que no debía usar el fármaco: el fentanilo no se prescribe a pacientes que no tengan una cierta experiencia con drogas agonistas opioides como morfina o similares. Tan letal es la sobredosis de fentanilo que los restos de la droga que hay en un parche usado bastan para matar a una persona. 

Hace unos meses en USA una niña de 12 años moría tras haber encontrado el parche de fentanilo que usaba su abuela en la basura, y habérselo puesto sobre la piel tomándolo por un juguete como una calcomanía infantil, marchándose a dormir con el parche sobre su piel.





El antídoto es la naloxona, que es el mismo antídoto para la heroína, morfina, metadona o cualquier otro agonista opioide, pero cuya distribución es casi nula comparada con la extensión del número de consumidores de opioides de prescripción y de los familiares que están cerca de esas medicaciones, y por tanto ven aumentadas sus probabilidades de tener un percance con dichas sustancias. A pesar de ser una sustancia de coste despreciable y de poder administrarse mediante inyección o mediante nebulización, la difusión de la naloxona como elemento esencial de la reducción de riesgos en el uso de fármacos es una asignatura pendiente en todos los países.



El fentanilo como arma química: 
combatiendo el terrorismo con drogas.


El 23 de Octubre de 2002 un grupo terrorista formado por unos 50 integrantes tomaba al asalto un teatro de Moscú en mitad de una función, cogiendo como rehenes a los actores y a los espectadores junto con el personal del teatro. 

El asunto pintaba muy mal desde el principio, con terroristas bien entrenados y fuertemente armados, parapetados entre explosivos y dispuestos a morir en una demostración de fuerza frente al gobierno ruso al que le exigían la retirada de todas las tropas de la región de Chechenia. El grupo terrorista logró hacerse con unos 900 rehenes ya que de la toma del teatro sólo pudieron escapar unas 90 personas.


Imagen del asalto al Teatro Dubrovka por el comando terrorista.


El secuestro empezó a dilatarse días y el gobierno de Putin acabó tomando una decisión que, como poco, estuvo muy mal planificada. Dado que no había forma de asaltar el teatro donde se encontraban los rehenes sin que los terroristas hicieran volar todo por los aires con explosivos, se decidió utilizar un agente químico desconocido: el Kolokol-1. Su estructura no ha sido declarada aún por los rusos, pero se sabe que es un aerosol compuesto por un gas anestésico llamado halotano y un derivado ultra-potente del fentanilo que podría ser hasta 10.000 veces más potente que la morfina.

El agente químico se infiltró por los conductos de ventilación hasta llenar todo el teatro con una concentración anestésica de dichas drogas, de manera que literalmente anestesiaron a todos los ocupantes del recinto con una dosis masiva de opioides. Eso cayó como una bomba sobre los agotados cuerpos de aquellos que llevaban 3 días soportando y manteniendo un secuestro, provocando la muerte de 128 rehenes por causa de las drogas usadas mientras morían sólo 2 rehenes por la breve reacción de los secuestradores al ver lo que ocurría. 


Cadáveres del interior del Teatro 


La falta de suficiente naloxona a la salida del escenario de crisis, y en los hospitales que recibieron a las víctimas, fue una de las causas del elevado número de muertes que dicha acción provocó. Sin embargo el pueblo ruso, días después, consideraba en un abrumador 83% que Putin había gestionado bien la crisis a pesar de los muertos: el fentanilo había entrado con alabanzas en la historia de las armas químicas.


El resultado de la acción de Putin con el kolokol-1 en víctimas inocentes.




Su historia en España.


La mayoría de las personas que no hayan tenido relación con el fármaco o con un paciente que lo tomase, es probable que nunca hayan oído hablar del fentanilo. Incluso entre quienes usan los parches de este fármaco, a veces los llaman incorrectamente “parches de morfina” y mucha gente lo entiende así para simplificar y evitar mayores explicaciones.

Sin embargo es más fácil que recordemos en nuestro país el nombre de Juan Maeso: el anestesista que transmitió la hepatitis C a casi 300 pacientes en hospitales de Valencia. Se ha dicho que era un adicto a la morfina pero en realidad la morfina se le quedaba corta: era adicto al fentanilo.


No todos los yonkis llevan malas pintas; 
algunos incluso trabajan 
como anestesistas en los quirófanos.


Juan Maeso se inyectaba fentanilo “Fentanest” usado para anestesia y otros opioides de lotes que había infectado con el virus de la hepatitis C debido a su uso repetido con jeringuillas reutilizadas. 

Condenado a 2000 años de cárcel de los que sólo cumplirá unos 20 y a indemnizar a cada víctima con medio millón de euros, que pagó el estado como responsable subsidiario, este adicto de alto nivel con la más alta formación médica posible con respecto a las drogas adictivas, fue el mayor vector de transmisión individual conocido de una enfermedad crónica por el negligente uso y cuidado de las drogas y sus dispositivos de inyección.


A pesar de saber que 
estaba contagiando su hepatitis 
a los pacientes, seguía usando las mismas jeringuillas
 para inyectarse él y a ellos posteriormente.


El anestesista Maeso -como otros muchos profesionales del ramo, que son el grupo laboral más afectado por las drogas adictivas- podría haber sido un consumidor de dichas drogas toda su vida sin haber causado daño a nadie, evitándole a la historia otro caso en el que el daño causado a terceros no está ligado directamente al consumo de drogas -como sería un accidente bajo sus efectos- sino al régimen de prohibición general sobre las drogas que derivó en ese uso despreocupada y chapuceramente clandestino por parte de quien debía ser su adecuado gestor, creando un precedente terrible en la historia de la medicina en España.