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domingo, 9 de junio de 2024

Hexahidrocannabinol o HHC

Hexahidrocannabinol o HHC 


¿Qué es el HHC y se trata de un producto natural o sintético?


En el mundo del Cannabis, nos encontramos en los últimos tiempos con un nuevo actor que ha entrado en el mercado. Se trata del HHC o Hexahidrocannabinol, que es un compuesto agonista de los receptores cannabinoides humanos, tanto del CB1 como del CB2, y con efectos psicoactivos.


La planta del Cannabis y su estudio, dieron a la ciencia la posibilidad de conocer los receptores cannabinoides humanos que formaban el sistema cannabinoide endógeno. El descubrimiento del THC como principal responsable de la psicoactividad del Cannabis, llevó al descubrimiento de la anandamida, que era el compuesto natural del cuerpo humano que encajaba y activaba los receptores cannabinoides. El problema es que al conocer los receptores cannabinoides humanos, el genio se escapó de la botella, permitiendo que no sólo los derivados del Cannabis se usaran sobre ellos, sino abriendo también la puerta al uso de compuestos no naturales que activasen estos receptores y provocasen efectos. Desgraciadamente la mayoría de los compuestos sintéticos que actúan así, muchos son altamente tóxicos y algunos incluso letales, y son conocidos como cannabinoides sintéticos.


Sin embargo esto no es una regla absoluta. Para empezar, en la propia planta del Cannabis existen varias decenas de cannabinoides naturales que no son el THC y que pueden tener efectos psicoactivos, y uno de ellos es el HHC o Hexahidrocannabinol.






¿Entonces el HHC es natural o sintético?


El HHC es, por definición, un compuesto natural. Es uno de tantos productos que la planta del Cannabis genera, aunque lo haga en cantidades muy bajas y su psicoactividad (debido al porcentaje en que existe en la planta) sea casi despreciable frente a las dosis habitualmente altas que tienen las plantas de Cannabis de THC, como principal compuesto psicoactivo. Fue sintetizado por primera vez en 1947 por Roger Adams, químico que aisló e identificó estructuralmente por primera vez el CBD en 1940.


¿Por qué muchos lugares se refieren al HHC como producto semisintético?


Esta es una de las claves que más importa poner en claro. El HHC es natural porque se produce en la naturaleza sin intervención humana, pero también puede ser producido por la mano del hombre partiendo de otros compuestos. La proporción de HHC frente a otros cannabinoides naturales es muy baja, y no susceptible de extracción rentable a nivel comercial. Pero el HHC puede ser sintetizado partiendo del CBD o cannabidiol, pasando -necesariamente- por el THC. Es decir, se transforma el CBD en THC (el cual es un proceso relativamente sencillo y bien conocido), y a partir del THC, se sintetiza el HHC. Hay que recordar que THC es el acrónimo del Tetrahidrocannabinol, y HHC del Hexahidrocannabinol: el THC tiene 4 átomos de hidrógeno (tetra, cuatro en griego) en el anillo superior que forma su molécula, y el HHC tiene 6 (hexa, seis en griego). Por lo demás, ambas moléculas son iguales. Pero para que la molécula de THC haya cambiado a HHC con 2 hidrógenos más, se tiene que romper el doble enlace que existe en la molécula de THC, de manera que admita esos 2 átomos extra de hidrógeno en su estructura.





¿Entonces el HHC es natural?


Sí, lo es. Tan natural como la vitamina C, que aunque se puede sacar de las naranjas y de decenas de frutas y verduras, la que consumes al comprar un suplemento con vitamina C en una farmacia, ha sido sintetizada en un laboratorio, porque industrialmente resulta más barato producirla así que tener que extraerla de productos vegetales.


En el caso del HHC, como hemos dicho, se sintetiza partiendo del CBD que es convertido en THC, y el THC es convertido en HHC, usando hidrógeno a alta presión y catalizadores (compuestos o elementos que ayudan a que una reacción se produzca pero que no están presentes en el resultado final) como en este caso puede ser el Paladio, un metal que es el elemento 46 de la tabla periódica. Pero el resultado, HHC, aunque haya sido obtenido por síntesis, es exactamente igual e indistinguible al HHC que produce la planta de Cannabis de forma totalmente natural.





¿Qué ventajas tiene el HHC frente a otros compuestos del Cannabis?


Pues básicamente tiene un par de ventajas. La primera es que el HHC es un compuesto que no está fiscalizado (no es ilegal) de momento, por lo que poseerlo o hacer negocios con él, está dentro de la ley. La segunda, y no menos interesante en este mercado, es que aunque produce efectos psicoactivos similares al THC (es decir, que coloca) sus metabolitos no son detectados por las pruebas de drogas que se realizan tanto en materia de tráfico y seguridad vial como en otras áreas donde se fuerza a las personas a no consumir drogas ilegales (por trabajo o por sentencias judiciales). Esto hace posible que el usuario de HHC se coloque por la noche con este compuesto y que, a la mañana siguiente, aunque le hagan en carretera una prueba de drogas, no dé positivo como ocurre actualmente tras haber fumado cannabis o un derivado como el hashís, aunque ya no estés bajo sus efectos. Es un poderoso argumento a favor del HHC, que evita la injusticia constante a la que están sometidos los usuarios de Cannabis, que dan positivo en dichos controles (recibiendo una durísima sanción económica y sobre los puntos del carnet) aunque hayan pasado horas o incluso días del consumo y para nada estén bajo efectos psicoactivos.



¿Es seguro tomar HHC o tiene los riesgos de compuestos como el “Spice” o el “K2”?


Que algo sea natural, no lo hace seguro (como ocurre con multitud de venenos naturales), y que algo sea artificial no lo hace -por necesidad- peligroso (como ocurre con multitud de compuestos que usamos en nuestra vida diaria). Pero lo cierto es que en lo relativo al Cannabis, tenemos como especie una historia de miles de años de uso de sus compuestos naturales, y eso en este caso incluye al HHC por ser uno de los que produce la planta. No podemos afirmar que consumir HHC esté totalmente exento de riesgos, pero dada su extrema similitud química con el THC y que como humanos lo hemos consumido a través del Cannabis durante milenios, es razonable pensar que nos encontramos ante un producto cuya seguridad es bastante alta y los riesgos asociados a su consumo, seguramente muy similares a los del propio THC. Nada que ver con los malditos cannabinoides sintéticos, por suerte para todo el mercado y los usuarios relacionados con el Cannabis y su mundo.


sábado, 9 de junio de 2018

Serie DROGOTEST: Violando ciencia y justicia, para robarte mejor...

Este texto fue publicado en la revista Soft Secrets en su edición en papel y posteriormente en la red.
Cierra la SERIE DROGOTEST que publiqué bajo el pseudónimo de "Drogodogo" en dicho medio.

Resume toda la serie de aberraciones científicas y estadísticas usadas para justificar lo injustificable: un sistema pensado para la seguridad vial que sanciona a los conductores sin tener en cuenta su estado para la conducción. Es el abuso administrativo con objetivo recaudatorio basado en la química interpretada por policías y políticos sin formación, que llamamos ya coloquialmente "drogotest".

Esperamos que os sea de utilidad para comprender lo que el estado hace ignorando la ciencia con tal de quitar el dinero al ciudadano bajo el rótulo de "seguridad vial" y de "lucha contra las drogas", un cuento chino para robaros.

Precisamente esta semana, los recaudadores armados, han lanzado una campaña para intensificar los sancionados y la recaudación, aumentando víctimas inocentes y beneficios para ellos... cuidado!!

Drogoteca AKA Drogodogo
;)


PS: El texto anterior de esta serie está publicado en http://drogoteca.blogspot.com/2018/02/recurreitor-la-mejor-respuesta-contra.html
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Violando ciencia y justicia con el drogotest 
(para robarte mejor).


En nuestros anteriores textos hemos ido desgranando los aspectos que, a día de hoy y en base a los datos de que disponemos, podemos considerar graves errores -tanto en el enfoque legal como en la instrumentación elegida- en el desarrollo de la actual normativa sobre seguridad vial en nuestro país, en lo que a la detección de drogas mediante fluidos corporales en conductores en tránsito (drogotest) se refiere. 

Hemos querido formar a nuestros lectores de manera íntegra, en estos artículos sobre los drogotest, para que sepan la realidad de aquello a lo que se enfrentan. Algunos, por desgracia, hemos sido ya víctimas de este sistema y otros muchos, también de forma totalmente injusta, lo serán en el futuro inmediato si nade remedia la actual situación.

El año 2017 ha sido el año de la “normalización” en el uso del drogotest, una herramienta de recaudación totalmente injusta y arbitraria que ha sido alegremente acogida por la inmensa mayoría de fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. En España se realizaron unos 30.000 drogotest en 2014, unos 75.000 en 2015, y unos 100.000 por año en 2016 y 2017

Curiosamente, la medida no parece haber repercutido -para nada en absoluto- sobre los hábitos de consumo de drogas y conducción entre la población hispana, ya que el número de multas en todos los años permanece fiel a una mágica proporción: 1/3 de los drogotest realizados desembocan en sanción por positivo.

A lo largo de mi vida, como conductor, he pasado en dos ocasiones la conocida prueba. La primera vez -con la Guardia Civil- di positivo en cannabis, pero no di en morfina o benzodiacepinas que había consumido un par de horas antes (soy usuario con prescripción médica)

Eso fue algo que no pude explicar de forma alguna, salvo pensar que los test no buscaban realmente las sustancias que decían buscar (benzodiacepinas y opiáceos) y estar especialmente “preparados o dopados” para encontrar otras (como el THC del cannabis o sus metabolitos). 

En esa ocasión, los propios agentes de la benemérita que me hicieron las pruebas, me contaron cómo tenían orden de “ir a por los de los porros” aunque ellos no entendían dicha preferencia ya que, aseguraban los guardias civiles, que los usuarios de cannabis eran conductores que rara vez causaban accidentes”. Añadieron además que nuestra actitud -la de los usuarios de cannabis- a la hora de tener que someternos a sus pruebas (dentro de una furgoneta de la pestañí o similar) era mucho más amable y cooperativa que la de un borracho de alcohol, o una persona bajo el efecto de cualquier otra droga.



Fue un detalle que me quedó marcado: los propios profesionales de la seguridad vial -como son precisamente los agentes de la Guardia Civil de tráfico- remarcaban lo absurdo de las órdenes que tenían que seguir, en función de la peligrosidad real que unos y otros suponían para la carretera y el resto de conductores. 

¿Por qué era eso así? Era por aquel entonces el año 2014, y la respuesta más lógica parecía la obvia: los fumadores de cannabis somos una presa más rentable -por la razón que sea- para este sistema. Recuerdo también como por aquel entonces, el uso que hacían de los drogotest era algo mucho más puntual que ahora, ya convertido en el pasatiempo favorito de todas las policías locales (batallones armados de recaudadores al servicio municipal) donde a la menor te encuentras con un uniformado a tu lado y ordenándote que chupes “una cosita que te van a dar”. Y eso se debía al coste de cada drogotest y prueba secundaria en caso de resultar positivo en la primera, que era bastante alto sin que existiera un motivo para ello asociado a su fabricación o materiales. Y es que entonces la demanda creciente y desorbitada de drogotest estaba iniciándose, pero los precios por unidad no habían bajado tanto como los recaudadores deseaban.

La siguiente vez ya fue el año 2016, y fue a manos de la policía local de Salamanca, cuando el negocio del drogotest saltó masivamente a manos de las policías de las corporaciones locales, ya que el negocio se había vuelto muy rentable, con las brutales e injustificadas tasas de detección que arrojaban. 



En esa ocasión pude enterarme de que el precio de los aparatos para hacernos las pruebas -los drogotest en sí mismos- se había rebajado enormemente, y también me dio (sin querer, ciertamente) una pista que me permitió comprobar cómo los niveles de corte que habían establecido para el THC y sus metabolitos, eran la clave del asunto y lo que hacía que todo el negocio de los drogotest fuera tan rentable para todos los implicados, salvo para la víctima. 

En aquella ocasión, ya dentro de una furgoneta y con un agente al lado que me decía “¿si tú has violado la ley... por qué tenemos que respetarla nosotros contigo?” mientras me miraba amenazante al lado de otros 6 como él riéndole las gracias, pude sonsacarle -al agente que hacía el drogotest- que el punto de corte más bajo que habían alcanzado con ese dispositivo era de 2 ng/ml para el THC

Luego pude rastrear ese dato hasta el informe donde aparecía, ya que el agente sólo conocía el número “dos” pero no las unidades en que se expresaba, y dada de esa forma no parecía una información “científicamente fiable”). En esa ocasión, y a pesar de tomar en ese momento benzodiacepinas y unas 4 veces más morfina que en el drogotest anterior, tampoco di positivo en opiáceos ni en benzodiacepinas. 

Cuando pedí explicaciones, me dijeron que habría tomado poca morfina y pastillas, dando por aclarado el asunto: les daba absolutamente igual con tal de haber conseguido la multa por positivo en THC, que ya tenían. Les daba igual que les estuviera mostrando la morfina que había tomado y que les indicase que era un enfermo de dolor crónico, a quien el uso de cannabis le hace tener que usar mucha menos morfina, que a la postre resulta una droga más peligrosa que el cannabis (en usuarios crónicos o totalmente habituados) en cuanto a lo que afecta a la conducción de un vehículo.

¿Control? ¿Diez tíos armados dándote el STOP? No es por seguridad; es por recaudación.

La Dirección General de Tráfico (DGT) ha sido la principal impulsora de este tipo de medidas que, como ya hemos señalado, no parecen tener influencia alguna ni sobre el número de muertos en carretera (al contrario: aumentaron un 2'6% en el último año) ni en el número de supuestos conductores drogados que circulan, ya que la tasa de sancionados se mantiene con una sorprendente constancia por encima de 1/3 de todos los test realizados (un 39% en los datos de la Guardia Civil del último año). Esta tasa es, cuando menos, algo sorprendente e inexplicable si comparamos la tasa de conductores que al ser sometidos al test de alcoholemia dan positivo: sólo un 1'5%.

Incluso al observar la tasa de conductores implicados en un accidente que dan positivo en alcoholemia -un 4'5 % de los analizados- y compararla con el número de conductores que dan positivo en el drogotest, que es de un 27%, salta a la vista que los números están intentando dibujar una realidad sin pies ni cabeza. 

Si estos manojos de malos datos fueran correctos, se podría inferir que entre los conductores accidentados hay menos drogas que entre aquellos que no tienen accidentes, y eso no parece que sea un postulado muy razonable. 



También resulta sorprendente que cuando se realizan test de alcoholemia a los conductores que cometen una infracción sin víctimas al volante, la tasa sea la más baja de todos los supuestos con un ridículo 0'8% de positivos en alcohol, mientras que el mismo grupo estadístico, al pasarle el drogotest, da un sorprendente 63% de positivos en drogas. Todos estos datos en el último informe de la Guardia Civil publicado en la web de la DGT.

Eso es tanto como decir que si una persona comete una infracción al volante, hay casi 80 veces más probabilidades de que vaya drogado frente a las que hay de que vaya alcoholizado, y eso en la realidad de un país como España -donde el propio “Plan Nacional Sobre Drogas” regala medallas a los fabricantes de bebidas alcohólicas en premio a su supuesta labor preventiva- es una imagen grotesca y totalmente falsaria. 


Los números con los que la DGT intenta adoctrinar al país -con la gentil ayuda de una prensa torpe, atontada y sumisa que no es capaz ni de razonar los datos que le dan y repite como un loro- son un esperpento que reafirma la sensación de que esta gente que tendría que estar velando por nuestra seguridad, en realidad nos está tomando el pelo y que son plenamente conscientes de que están mintiendo y engañando a la población con el único propósito de recaudar.

¿Un tercio de todos los conductores menores de 30 años va bebido?
¿Uno de cada diez va drogado?

Así de dramática nos pintaban la cosa la propia DGT, en su revista de enero de 2016, usando para ello un estudio de la Fundación MAPFRE y la inefable Fundación de Ayudacontra la Drogadicción (FAD). El ejecutivo turno de la Fundación MAPFRE, Jesús Monclús regalaba esta perla para dicha ocasión: “Un conductor drogado deja de pensar con claridad y ya no tiene marcha atrás. Por ello es tan importante que entre todos impidamos que alguien que haya consumido drogas se ponga al volante”. 

A las compañías de seguros -con MAPFRE a la cabeza- parece que les interesa mucho que no se distinga entre “conductor bajo el efecto de las drogas” y “conductor que ha consumido drogas en algún momento del pasado”, para lo que tienden a igualarlo groseramente apoyando una política de ignorancia y uso recaudatorio de los recursos de seguridad vial. En este caso, MAPFRE lo hizo de la mano de la FAD -encarnada en el siempre presente Eusebio Megías- y ante la presencia de María Seguí y de Bartolomé Vargas, Directora General de Tráfico y Fiscal de Sala de Seguridad Vial, respectivamente, como padrinos del acontecimiento.

Pero incluso dando esos esperpénticos números por válidos, no se pueden olvidar los datos ofrecidos por el primer dispositivo montado por la DGT en el tema de detección de drogas en nuestro país, cuando no tuvieron reparo alguno en decir que había 2'5 veces más conductores drogados en la carretera que conductores borrachos. Y eso era el año 2007, en el que según ellos mismos un 3% de los conductores daban positivo en alcohol mientras que un 8% de los conductores daban positivo en drogas. 



Teniendo en cuenta que, a día de hoy, la propia DGT mantiene el número de conductores drogados prácticamente en el mismo porcentaje que hace 10 años, pero ha multiplicado (al menos en sus titulares) por 10 el número de conductores que van borrachos , debemos felicitarles por su excelente trabajo y pedir más medallas -al PNSD- para los productores de alcohol en nuestro país.

No son esos -los de los titulares escandalosos de la DGT y la prensa afín- los únicos datos en los que algo salta a la vista para advertirnos que no pueden ser correctos. Acudimos al informe DRUID (que hemos mencionado en textosanteriores), base de todo lo desarrollado sobre conducción bajo el efecto de las drogas en Europa, y nos sorprende un dato extrañamente abultado: mientras que en toda Europa la prevalencia de uso de cannabis en la conducción marca un máximo cercano al 2%, en España roza el 7%. 

Teniendo en cuenta que los datos incluyen a países de nuestro entorno y latitudes, no existe una razón que pueda justificar dicha prevalencia de uso en España -abultada un 300% por encima del país con el dato siguiente más alto- salvo que lo que se esté comparando no sea en realidad la misma cosa y, por lo tanto, la comparación carezca de sentido, careciendo de validez sus datos y conclusiones.

Cuando acudimos a ver el número de sanciones -positivos en drogas- para todas las sustancias del estudio DRUID, encontramos que el país con más sanciones es España y que el siguiente es Portugal, pero que apenas llega a un 20% de los casos que España dice detectar y sancionar

El siguiente en la lista sería la República Checa, con un triste 10% de las sanciones que nosotros alcanzamos. La mayoría de los países del estudio apenas hacen un 5% en comparación a nuestros datos. ¿Tiene esto algún sentido? ¿Somos los españoles tan especialitos estadísticamente o lo es la forma en que nuestra policía hace las cosas? ¿Qué es lo que realmente nos diferencia del resto con esos datos tan demenciales?

Nos dirigimos a los datos del PNSD en cuanto a prevalencia de uso de drogas ilegales, entre los 15 y los 64 años en España, y vemos que son (año 2015) de un 9'5% en el último año, un 7'3% en el último mes, y un 2'1% en las últimas 24 horas. 

Esos datos -los más fiables con los que podemos contar de mano del estado- nos hacen pensar que, de ser ciertos los ofrecidos por la DGT a la hora de justificar ante la opinión pública sus drogotest, la actividad favorita de cualquier persona que tome cualquier droga ilegal es la conducción de vehículos a motor. De otra forma resulta casi imposible explicar que la DGT sea capaz de encontrar un 39% de drogados cuando pasa el drogotest (ya que lo hace sin pruebas indiciarias previas) y que nos asusten diciendo que el 10% de los jóvenes que conducen, lo hacen drogados, cuando sólo el 2'1% de la población toma drogas de forma diaria.

Esos números son aún más inexplicables si tenemos en cuenta que, según lo manifestado por la DGT, el drogotest sólo detecta drogas consumidas en las últimas 6 horas. Con dichas diferencias, la única forma de explicar que la prevalencia de uso de drogas ilegales en las últimas 24 horas sea del 2'1% pero que en las últimas 6 horas sea del 39%, es que estamos hablando de dos países o grupos totalmente distintos: no es posible de otra forma y lo dice la matemática, oiga.


¿Qué falla en el drogotest 
y en los estudios realizados?

La media europea de la prevalencia de uso asociado a conducción es de 1'9% para todas las drogas ilegales estudiadas frente al 3'5% del alcohol (sacando los datos del propio informe DRUID) aunque señala las grandes diferencia entre distintos países, sin entrar a explicarlas. Para entender estas diferencias -que son esenciales- hay que meterse a bucear en la realización de cada uno de los estudios hecho por cada país, llegando a descubrir que en realidad se están estableciendo (como sospechábamos) comparaciones que no son válidas.

Por ejemplo, los datos que Italia aportó al estudio se centraban sólo en “conductores sospechosos” y hacer el drogotest era obligatorio; en Portugal se centraba en “zonas de alto riesgo” y también resultaba obligatorio. Pero en el resto de los países, hacer el drogotest era opcional y no obligatorio. E incluso en Países Bajos, los datos que enviaron procedían de los drogotest realizados de forma voluntaria, con gratificación económica de 10 euros, realizados a la salida de los coffeeshops donde se vende y consume cannabis, y sin el riesgo de ser multado a pesar del posible resultado positivo del drogotest. 

¿Parecen ahora comparables los resultados de dichos ejemplos? Para rematar la cuestión, España hizo los test a toda la población, sin discriminación alguna, mientras que otras policías europeas lo hacían sólo si tenían motivos de sospecha por el estado psicofísico del conductor, con lo que las muestras ya no sirven -de entrada- para establecer comparaciones.

Como último detalle del mal chiste que son los datos enviados por España -en materia de detección de drogas en conductores- cabe destacar que, mientras en el resto de países el número de conductores que dan positivo en drogas durante el fin de semana se multiplica por dos o tres con respecto a la semana, en España ocurre un fenómeno extraño e inexplicable: es mayor el número de conductores que dan positivo a drogas durante drogotest realizados en días laborales, que los que dan positivo a drogas durante fines de semana.

Todo ese cúmulo de conclusiones o resultados -que salen fuera de la lógica y de la realidad observable- debería haber bastado para plantear la corrección del estudio que se estaba llevando a cabo, pero eso no fue así. ¿Por qué? Porque mientras que lo que se vendía a la opinión pública era una infatigable lucha por la seguridad vial -financiada con sus impuestos y multas- lo que estaba ocurriendo en realidad es que habían encontrado la forma de justificar el asalto económico mediante sanción de seguridad vial (que es algo que todo el mundo desea que exista y se proteja, porque nadie quiere pirados al volante) al nicho social de “personas que toman drogas”, aprovechándose del desconocimiento general sobre cuestiones científicas, más la drogofobia y desinformación en materia de drogas propagadas en España -por la FAD y el PNSD- durante más de 30 años. De todos los actores presentes, a ninguno de ellos le favorecía decir la verdad mientras que resultaban favorecidos simplemente “no dándose cuenta” de nada: favorecidos a 1.000 euros por resultado positivo, en las cuentas de ayuntamientos que buscan nuevas y urgentes formas de financiación, una vez que el endeudarse eternamente pidiendo préstamos se les prohibió -por ley- en el año 2010.

La gran trampa española en el drogotest.

Como nos contó el abogado Carlos “Recurreitor” Nieto, nunca se ha fijado de forma oficial una cantidad determinada a la que sancionar, y a la que no sancionar cuando simplemente haya presencia de drogas en cantidades ridículamente bajas. Esto queda en manos del fabricante de turno y de los requerimientos que le haya hecho su cliente, la policía. 

Durante la fase de desarrollo de estos drogotest -contamos en textos anteriores existió un íntimo compadreo entre empresas y evaluadores (amén de infinitas trampas) que terminó con las empresas ofreciendo “datos privados sobre detección mejorada de cannabis” en sus dispositivos

¿Qué quiere decir esto? Pues que mientras que muchas dicen que el punto de corte para el THC es de 25 ng/ml, es una falsedad que aprovecha el lenguaje técnico: ese 25 ng/ml es el punto en el que la mayoría de infractores serán atrapados, pero por las pruebas posteriores se sabe que el 70% de los positivos están por debajo de esa cifra que maliciosamente nos venden como umbral de corte. No buscan conductores afectados sino víctimas químicas.

De hecho la realidad es que el umbral de corte que emplean -policía y organismos oficiales- es mucho menor: un misero e ilógico 1 ng/ml e igual en sangre que en otro fluido corporal, lo cual es un sinsentido médico. El propio estudio DRUID, recomienda como valor de corte para el THC en fluido (saliva) un valor de 27 ng/ml. España ignora dicha recomendación y la sitúa en 1 ng/ml, o 27 veces menos de lo que aconseja la propia Europa en su informe. Esta ilógica práctica, la extienden también (¡oh casualidad!) a la cocaína, a quien le dan 10 ng/ml tanto en sangre como en fluido, aunque el informe DRUID recomienda un punto de corte de 170 ng/ml: 17 veces superior.



¿Es un error o es malicia? El “error” está perpetuado después en la mayoría de textos producidos por las dos universidades “asociadas”, en que se mencionan valores de corte recomendados por DRUID que son totalmente falsos. También el “error” se perpetúa en publicaciones de la DGT (EDAP-2015), en que se repite -como un mantra- la recomendación de unos valores de corte falseados. Es curioso, además, que el error afecte concretamente a las 2 sustancias ilegales más detectadas en nuestro país, y que al poner -“por error”- valores de corte decenas de veces más bajos que los que se recomiendan, en lugar de atrapar conductores en mal estado, sea una caza química indiscriminada y sin sentido para la seguridad vial.

Por si el lector quiere hacerse una idea de lo poco que puede ser 1 ng/ml de THC en su saliva, un estudio noruego del año 2011 sobre fumadores pasivos de cannabis y fluidos orales, establecía que el 50% de los sujetos pasivos daban por encima de 4 ng/ml... 3 horas después de haber estado expuestos al humo de cannabis!!

Eso es 4 veces más cantidad que el valor de corte real que usa España, según sus propios datos, de 1 ng/ml. Pero era un total del 70% de los fumadores pasivos quienes -a las 3 horas- daban (como mínimo) 2 ng/ml en su saliva, lo que hubiera hecho que con el drogotest “tuneado a la spanish” hubieran sido víctimas -7 de cada 10 fumadores pasivos- del afán recaudatorio disfrazado de seguridad vial. ¡Y sin haber consumido droga alguna! 

La propia policía local que me hizo el test, me contaba cómo había visto dar positivo a gente que era claro que no fumaba y que simplemente estaban al lado de un fumador. Es decir, la policía sabe de sobra que los drogotest no sirven para detectar personas que estén “colocadas”, pero su bajo coste (menos de 20 euros cada drogotest) unido a los 1.000 euros que consiguen por multa y con una superlativa tasa de casi un 40% de sancionados finales, los hace un elemento inigualable de recaudación económica a base de sanciones pero completamente inútil para la seguridad vial.

Y dando positivo por ser fumador pasivo de cannabis con el “drogotest a la spanish”, en 7 de cada 10 casos incluso 3 horas después... ¿alguien se puede creer lo que dice la DGT de que “el drogotest sólo detecta la droga consumida en las últimas 6 horas”? 

Por supuesto que esa afirmación, de la que nunca presentan prueba alguna, es totalmente falsa: en el estado actual, el método español está detectando “trazas” de sustancias ilegales (pero no en cantidades científicamente compatibles con estar bajo el efecto de ellas) que pueden haber sido consumidas no ya hace más de 6 horas, sino hasta semanas antes. Por supuesto que -con esa “extrema sensibilidad”- también cazan a quien acaba de consumir drogas.

Paradójicamente, el único estudio aportado que ofrece unos valores para el THC del cannabis, equiparables a los 2 tipos de sanciones que hay contra el alcohol en la conducción -multa administrativa o sanción penal con posibilidad de cárcel- en nuestro país, nos dice que el equivalente de dar 0'5 g/L de alcoholemia (multa) para el cannabis en fluido oral, sería un valor igual o mayor que 205 ng/ml de THC. Y el equivalente al delito penal, 1'2 g/L de alcoholemia, en el caso del cannabis y su THC sería igual o mayor de 954 ng/ml

Sin embargo sancionamos con un “falso umbral declarado” de 25 ng/ml, que en la práctica real es 12 veces menor: en torno a 2 ng/ml como cantidad suficiente para dar positivo en el drogotest y con la mitad de esa cantidad -1 ng/ml-en el test de confirmación posterior.

Como sociedad, actualmente, nos dirigimos a un escenario de regulación en el que el cannabis dejará de ser ilegal pasando a ser una sustancia más de consumo, y de uso terapéutico para millones de personas. Los usuarios de cannabis no queremos unas carreteras inseguras ocupadas por conductores borrachos o drogados: al contrario. 

Somos los primeros interesados en que se empleen los recursos de seguridad vial contra quienes son un peligro real, y no entendemos que España siga ignorando las recomendaciones de la propia Unión Europea en esta materia, mientras leguleyamente se recauda dinero mediante sanciones clara y científicamente injustas: las impuestas gracias al “trucado” drogotest. 

A día de hoy ya son unas 100.000 multas injustas desde el año 2014, cuando se modificó expresamente la ley para permitir a la policía sancionarnos económicamente sin tener demostrar afectación o peligro en la conducción. 

¿Es incapaz el estado español de actuar eficazmente en materia de seguridad vial sin violar a la vez la más elemental justicia y ciencia? 


Para más datos sobre el fraude del drogotest en España, eer el excelente trabajo de @DrogotestDGT, que podéis encontrar aquí: 


sábado, 17 de febrero de 2018

Serie DROGOTEST IV: RECURREITOR, la mejor respuesta contra el drogotest

Este texto fue editado en la revista publicitaria gratuita Soft Secrets.



Sobre el drogotest... ES LA TERCERA VEZ QUE, A PESAR DE CONSUMIR MORFINA CON PRESCRIPCIÓN EN DOSIS MUY GENEROSAS, DICHA DROGA NO APARECE EN EL DROGOTEST QUE SIEMPRE DETECTA CANNABIS.... WTF??? Será que me engañan en la farmacia y me dan gominolas de fresa (aclaración para lelos y maderos: el drogotest es un absoluto fraude químico).


Y aquí va -oportunamente- el texto número 4 que escribí para ese fanzine publicitario cannábico sobre la trampa de la recaudación que está llevando a cabo el estado y todas sus policías, y cómo enfrentarla correctamente: siempre defiéndete de la mano de un buen abogado especializado en el derecho relacionado con el área, como en este caso es RECURREITOR AKA Carlos Nieto Herrero.



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Aquí el texto anterior de la serie drogotest:
http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-iii-quien-es-el.html 


DROGOTEST Y AUSENCIA DE CONTROL METROLÓGICO.


Como hemos podido ir viendo en los artículos anteriores, el “sistema de recaudación en carretera” mediante toma de muestra de fluidos corporales (saliva) a los conductores -conocido como drogotest- es un sistema injusto desde su concepción, ya que sanciona de forma especialmente injusta a los usuarios de cannabis frente a los de otras drogas, hasta el punto en que puedes ser sancionado sin haber consumido droga alguna, tras 24 o 48 horas (o más) de la última calada a un porro. 
Todo depende de la bioquímica de tu cuerpo y de otros factores que nada tienen que ver con la seguridad vial, ya que por mucho que un aparato de medición biológica diga que hay “restos” de tal o cual sustancia en tu cuerpo, eso no implica que exista afectación alguna que impida un estado apropiado y seguro -para la conducción de un vehículo- por parte del sujeto.
Sólo en el caso del alcohol, se puede establecer un criterio de relación entre cierta dosis y ciertos efectos, ya que, aunque exista cierta tolerancia o costumbre al etanol, su familiaridad no hace a uno más resistente e incluso, en algunos casos, provoca lo contrario: bebedores que, tras décadas de duro consumo, una copita mínima de vino vale para emborracharles totalmente. 

Por ejemplo, en el desgraciado suceso de hace unas semanas, en que un Guardia Civil provocó muertos en la carretera y se intentó fugar, cuando fue detenido dio positivo en alcohol -lo que implica que existe un grado inevitable de afectación- y dio positivo para “drogas” (aún no se ha especificado cuáles), pero esto no implica que estuviera bajo los efectos de ellas, a diferencia del caso del alcohol en el que no existe duda posible.
Hemos visto también como todos los sistemas de análisis presentan distintos porcentajes de fallo, cómo, sin haber tomado una de las sustancias que están prohibidas, el test inicial da un falso positivo y sufres todo el proceso de retirada del vehículo, con todos los perjuicios que eso pueda causarte, en espera de que la segunda prueba (realizada días después en un laboratorio) diga que se han equivocado, por una interacción cruzada entre algún compuesto legal y su aparatito ladrón y tramposo.



A día de hoy, y teniendo en cuenta la similitud estructural entre el CBD, que es un compuesto 100% legal y sin fiscalizar dado que carece -en la práctica- de efectos psicoactivos, sería factible pensar en falsos positivos que se pueden generar en personas que consuman CBD u otros cannabinoides no prohibidos, y que den positivo en THC, ya que la molécula y su disposición espacial -lo que hace que encajen en los receptores del drogotest- son tremendamente similares.
Esto de los falsos positivos no ocurre sólo en el “drogotest”, sino que es algo que ocurre, en mayor o menor porcentaje, en la inmensa mayoría de pruebas reactivas ya que, en muchos casos, resulta imposible -o económicamente inviable- hacer un detector tan preciso que puedan distinguir con esos grados de precisión. Así pues, en cualquier tipo de prueba de esta clase, se contrapone la funcionalidad -facilidad y velocidad de uso, para sancionar- con la certeza de que se está sancionado a alguien que esté realmente bajo los efectos de alguna sustancia, o siquiera que tengas restos en el cuerpo de alguna de las sustancias prohibidas: primero te quitamos el coche y luego, si no era ilegal (lo que dio positivo), no te sancionamos, pero te quedas con lo vivido y los perjuicios que una actuación sin garantías ha provocado, causando un perjuicio innecesario a un ciudadano que no ha cometido ninguna falta.
A todo esto, debemos añadir un asunto más: la ausencia de “Control Metrológico”. ¿Qué es esto del control metrológico? Pues algo muy serio, que en el caso de los drogotest -y de otras sanciones- no se está cumpliendo, convirtiendo esas sanciones en recurribles y vencibles por la falta de garantías sobre lo que se está haciendo.
El control metrológico no es algo nuevo. Existe desde hace mucho tiempo en la ley y se aplica a todos los instrumentos que efectúan medidas o pruebas y cuyo resultado puede tener relevancia jurídica de distinto nivel, administrativa o incluso penal. La última ley sobre este asunto derogó la anterior y está publicada en el “Real Decreto 244/2016, de 3 de junio, por el que se desarrolla la Ley 32/2014, de 22 de diciembre, de Metrología”. No es un desarrollo normativo que deje muchos huecos a la imaginación, ya que detalla claramente cómo todo material usado -por parte de la autoridad del estado- debe estar sometido a procesos de evaluación, calibrado y pruebas, que demuestren fehacientemente que los resultados que ofrece, son correctos y sólo pueden presentar un margen mínimo (aceptado por ley, en función de la capacidad científica del momento) de error.
Un ejemplo derivado -que muchos podemos conocer- de esta ley, es ese cartel que hay en gasolineras, donde se lee que “se ofrece un juego de medidas” para que el cliente pueda ver lo que se le está sirviendo. Si bien una gasolinera no tiene obligación de ofrecer dicho servicio, más le vale que sus instrumentos de medida (los que le dicen cuánto combustible deben facturarte) estén bien calibrados, porque si sobrepasan cierto límite de “error” se consideraría ya para sanción administrativa y, si el grado fuera exagerado o deliberadamente provocado, daría pie a otro tipo de sanciones.
En el caso del estado en sus distintas formas (Guardia Civil, Policía Local, Policía Nacional y otros agentes de “la autoridad”) también se ve obligado -por ley- a que sus mediciones sean correctas y reflejen la realidad. Y eso ocurre en una báscula que pesa camiones para comprobar que no exceden la carga, en un sonómetro que mide el ruido de un bar, y en un radar que capta a qué velocidad va un automóvil. Todos ellos están sometidos por ley al control metrológico y si -por un casual- no lo ha pasado, pues las sanciones impuestas con dicho instrumento carecen de validez.

Recurreitor, o la respuesta inteligente a la ausencia del control metrológico.


Seguramente, el ciudadano biempensante, crea que, si existe un aparato para medir la presencia de drogas en el organismo, ese aparato ha de ser fiable y estará controlado en sus resultados por el estado: no es así. Eso es falso, y nadie ha establecido dicho control. En el texto anterior vimos cómo había sido el proceso de “compadreo” y selección de estos “drogotest”, para un mercado tan interesante y grande como es el europeo.
De hecho, hemos podido ver cómo, sin que el usuario de cannabis represente importancia estadística en accidentes, (cuando no hay presencia simultánea de alcohol u otras drogas), es el usuario de dicha planta la “presa estrella” en el proceso de selección de dichos aparatos, llegando las empresas a ofrecer incluso “datos secretos sobre detección mejorada de THC”

¿Secretos? Sí, secretos… porque son cuestiones de empresa que equivalen a mucho dinero en la salvaje competencia de hacerse con el pastel del mercado del drogotest en Europa. Las empresas -en la fase de desarrollo de esos aparatos y competencia entre ellas- hicieron todo aquello que la policía quería que hicieran.



La policía lo que buscaba en las pruebas realizadas, era cazar el mayor número de positivos y así poder imponer el mayor número de sanciones (recaudación), pero les importaba poco que estuvieran primando la “caza” de un conductor que no causa daños, frente otros que si los causan. Ese era el caso del cannabis, ya que THC tiene un metabolismo muy largo y perdura días tras su consumo.

La policía sólo quería víctimas, y a la opinión pública se le vende que “tener restos de drogas en el organismo” equivale a “estar bajo el efecto de drogas”, como si se pudiera establecer la misma relación que con el alcohol etílico.
Ante esta situación, en el año 2014, un joven licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca -de nombre Carlos Nieto Herrero- dando vueltas a la injusticia que era sancionar a alguien por tener presencia -pero no efectos- de una droga ilegal en el organismo, se puso manos a la obra y le plantó cara al asunto por la vía judicial. Hasta ese momento, año 2014, la ley requería que, para poder multarte, se justificase no sólo la presencia de drogas en el organismo, sino que dicha presencia implicaba una afectación, y que dicha afectación además tenía que ser negativa para la conducción.
El cambio legal realizado en el 2014 hizo que se pasase de sancionar la conducción “bajo los efectos las drogas” a sancionar la conducción “con presencia de drogas en el organismo”, sin importar la cantidad, excepto en el caso del alcohol para el que existen unos límites de uso aceptado en conducción. Es decir, la ley te permite conducir bajo cierto grado de influencia del alcohol, pero te sanciona si conduces con restos de drogas ilegales en tu cuerpo, aunque no puedan causar el menor efecto. 

Era un truco legal para poder sancionar sin tener que demostrar una afectación negativa del conductor, de manera que la aplicación de la ley de forma administrativa quedaba hecha un rodillo contra el que no se podía hacer nada. Estaba, además, llena de trampas y engaños para el ciudadano de a pie, que no entiende el lenguaje legal y sus distintos niveles de recurso.
Carlos Nieto se puso manos a la obra para buscar la forma de meterle mano, y aplicó algo que ya se venía aplicando en otro tipo de multas (las de radares). Si los radares que “sacaban” la foto en la que se basaba la multa, no habían cumplido con lo exigido legalmente por parte del control metrológico, la multa era recurrible con éxito y no se pagaba.

Así que -sin que nadie lo hubiera hecho antes, tras el cambio a la nueva ley- Carlos “Recurreitor” probó con esa vía y empezó a recurrir multas en base a que el drogotest carece de control metrológico por parte del estado. 

Eso es tanto como decir que los drogotest son el resultado práctico de un chanchullo entre los fabricantes -deseosos de vender su producto a un gran mercado- y las policías implicadas en su desarrollo, sin que exista un control del asunto por parte de una tercera parte que supervise. La policía quería más positivos, y ellos se los dieron, bajando el nivel de detección de cannabis en sus productos hasta el extremo 2’1 ng/, que consigue el Drugwipe Test, frente a un nivel de corte de 100 ng/ml que tenían otros dispositivos usados por otros cuerpos de las FFCCSE.
La diferencia es de casi 50 veces más sensibilidad entre un dispositivo y otro, y todo en la caza del usuario de cannabis mientras sus test desatienden, por completo, otras drogas como la LSD -que no detectan- para poder mejorar sus resultados contra el cannabis. ¿La razón? es la droga ilegal más consumida y, por ende, la más rentable para la recaudación. Que sea la que menos accidentes reales causa -ampliamente superada en siniestralidad por alcohol y cocaína- parece dar igual.
Así que Carlos “Recurreitor” empezó a utilizar en sus recursos contra las sanciones por drogotest que dichos aparatos no pasan control metrológico alguno. Y funcionó. Ganó, primero en Madrid y luego en Zaragoza. Después, ha seguido por toda España con desigual suerte (aproximadamente 1/4 de los jueces estiman que el drogotest -sin control metrológico- es una prueba no válida).
Los jueces entendieron -dentro de lo poco que se conoce y comprende este tema- que no podía ser que esos aparatos estuvieran ajustados “entre la policía y los fabricantes” sin que tuvieran control metrológico, y empezaron, en muchos casos, a darle la razón en sus recursos. ¿Por qué en muchos casos y no en todos? La justicia en España tiene una forma de funcionamiento en que la apreciación de ciertos criterios -como el presentado por Carlos “Recurreitor” Nieto contra el drogotest- queda a criterio del tribunal. Así que pueden darte la razón con ese argumento, o, por el contrario, pueden no querer entenderla y excusarse en cualquier cosa, como -por ejemplo- que se realiza un segundo control (días después en otro lugar) que demostraría si la lectura del primero era correcta o no, pero admitiendo ya que ese primer elemento de discriminación, no esté sometido a control alguno. 

La respuesta de un juez ante un argumento es algo que -por desgracia- no puede predecirse con exactitud, a menos que exista una clara jurisprudencia y que esta impida que el juez tome decisiones basadas en criterios equivocados (algo que ocurre, con demasiada frecuencia, en estos campos).

Dosis sancionable indeterminada...


Como nos explicaba Carlos -en la entrevista que mantuvimos- aunque quisiéramos dar por válido todo lo que nos cuentan sobre los drogotest -que son muchos, muy distintos y de empresas diferentes- y no supiéramos ya las “sospechosas prácticas” que hubo durante el desarrollo de dichos dispositivos… ¿cuál es la dosis a la que habría que sancionar por cannabis?
El cannabis -y su principio activo, el THC- es una sustancia que farmacológicamente no permite vincular (de forma funcional) dosis en organismo con unos efectos en el sujeto. Pero no es ese el principal problema. El primer problema a solucionar es que no existen ningún tipo de criterio, ley, norma o regulación que defina la dosis que esos aparatos deben utilizar como punto de corte. No está definido cuál es el nivel que sería permisible, dado que el THC puede permanecer semanas en el organismo y cuál sería sancionable. Dicha escala de valores, un criterio de “puntos de corte” en detección con drogotest, simplemente no existe.
Como suena: el estado nunca ha determinado un nivel de droga, en ninguna ley o norma para ninguna sustancia -salvo en el caso del alcohol- que deba ser el punto de corte o el punto sancionable. Nadie, con autoridad legal para establecerlo, lo ha hecho. Y de momento, siguen sin pasar un control metrológico esos aparatos. 

Es el más salvaje oeste de la sanción al ciudadano sin control ninguno y sin base científica sólida, y eso es algo que se ha de combatir. Carlos siempre pensó que esa era una situación injusta y que se debía ganar en los tribunales, aunque no a costa del trabajo ajeno, ya que recurrir (en un Contencioso-Administrativo) siempre nos sitúa en el riesgo de que no estimen nuestra alegación -ni siquiera de forma parcial- y seamos condenados en costas. Una condena en costas no puede superar un tercio de la cantidad que hay en juego, y eso lo debe saber el cliente para bien y para mal.

Consejos de Recurreitor.


Carlos aconseja a cualquier persona que sea sancionada que, lo primero, mire en los foros de Internet relativos al tema para buscar la situación actual. Que busque un abogado que le asesore y que establezca con él, de forma clara, los costes de recurrir y los riesgos de hacerlo, antes de decidirse a iniciar el procedimiento: el tiempo y el trabajo de un abogado, gane o pierda, vale un dinero que si pierdes tendrás que pagar tú (o perderlo él, si decide trabaja a riesgo propio).
También anima a que la gente no tienda a pensar que es peor el remedio (recurrir) que la enfermedad (la sanción), o no se conseguirá revertir la situación y empeorará. 

Y que distingan claramente lo que es un “recurso” (alegaciones) ante quien nos sanciona, que no se necesita abogado, pero donde no existe un juez sino un funcionario cualquiera, y lo que es un recurso Contencioso-Administrativo, que equivale a ponerse de pie ante la administración, reclamar la intervención de un juez y plantear tu caso ante él. 

Son dos actos distintos en niveles diferentes, y aunque hayas pagado la multa -para aprovecharte del descuento- y aunque te digan que el hecho de pagar hace que pierdas el derecho a recurrir, eso es sólo parcialmente verdadero, ya que siempre tienes el derecho a recurrir (dentro de los plazos legales) ante un juez de verdad y plantear un Contencioso-Administrativo, por ausencia de control metrológico, como hace “Recurreitor”.



Finalmente, preguntado sobre cómo habría que proceder para desmontar esa ley injusta, Carlos nos insistió en la “ausencia absoluta de discriminación del peligro real con el sistema actual” como motivo principal a esgrimir, y nos explicó las distintas vías. 

Por un lado, existiría una vía política en la que el Parlamento o un partido político -mediante el “proyecto de cambio de ley”- podría hacerlo, y Carlos opina que esa vía debería trabajarse: para algo les pagamos un sueldo a los políticos. 

Por otro lado, lo podría hacer el Tribunal Constitucional de oficio (autónomamente). Y también podría instarlo un juez que plantease una cuestión de constitucionalidad (y sí, también existen jueces que usan cannabis) sobre el asunto. La vía que le queda al ciudadano común, no por eso es menos importante, es el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional -una vez agotados otros estamentos previos- cuyo mayor problema es el coste que supone, que lo hace carente de rentabilidad (económica) para cualquier sancionado, pero no lo hace imposible lo que nos deja ante una vía más.
Agradecemos a Carlos Nieto Herrero, “Recurreitor” (www.Recurreit.org) su atención y explicaciones, y le deseamos que continúe con la mejor de las suertes en todos sus recursos frente a la injusta sanción del drogotest.
PS: El último texto de esta serie sobre el fraude que es el drogotest, podéis leerlo aquí http://drogoteca.blogspot.com/2018/06/serie-drogotest-violando-ciencia-y.html 

martes, 16 de enero de 2018

SERIE DROGOTEST III: ¿Quién es el responsable de esta chapuza?

Este texto fue publicado en la revista publicitaria gratuita Soft Secrets, y escondido el nombre de su autor dejando un tal Kevin como si lo fuera. Luego -tras una queja- añadieron lo de que el texto era mío. Es el miedo de haber contratado a Drogoteca y de tener que rendir cuentas -por ser calzonazos- a una chiflada que se dedica a llamar a las redacciones a exigirle a los directores que expliquen sus relaciones con un menda.

Da un poco de pena ver a gente que creía digna, doblarse tan rápidamente, cuando les dicen que un autor es "machista" mientras tienes las páginas de tu revista llenas de tías en bolas a cambio de un paquete de 3 semillas...

Le señalan su falta, pero la ponen en la cabeza de otro para que pueda hacer un acto de contricción público. Y el editorcete, asustado y culpable de promocionar su revista con chonis cannábicas en pelotas de bajo coste, olvida todo eso de la verdad y del periodismo para obedecer mansamente a sus amos: y se sigue calificando de periodista.

Chistes del mundillo del cannabis que habrá que ir contando: hay mucho que ajustar este año, porque el dolor no puede esperar... xD

Esperamos que os resulte interesante.
Drogoteca.

PS: El texto anterior, la segunda parte, lo podéis leer aquí: http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-ii-la-quimica-del.html

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El responsable 
de la chapuza 
del drogogotest.

En la pasada edición quedábamos pendientes de revelaros una serie de datos interesantes -algunos realmente llamativos y otros realmente preocupantes- relativos a los estudios que, en teoría, sustentan la validez de los dispositivos usados en los test de control de drogas y conocidos popularmente como “drogotest”. Por lo que hemos podido conocer hace unos días, gracias a la información que las propias autoridades han facilitado, el año pasado se realizaron 75.000 drogotest en nuestras carreteras. El progresivo abaratamiento de los costes de producción de estos dispositivos ha hecho que -para el próximo año- las autoridades se planteen hacer 10 veces más pruebas hasta alcanzar los 750.000 drogotest realizados por ciclo, como han manifestado recientemente.




Junto con este brutal aumento numérico de los drogotest se anuncian mejoras en los dispositivos, que por mucho que hemos buscado, no hemos podido encontrar por ningún lado. En algunos lugares, hablan de que el “nuevo drogotest” permite detectar más sustancias y lo jalean por ser un “desarrollo español”, pero la realidad es que el proceso científico subyacente sigue siendo el mismo de siempre y que la única sustancia “nueva” que detecta es el llamado “Polvo de Ángel” o PCP, que curiosamente nunca ha sido una droga que haya mostrado su presencia en nuestro país y que se lanzó al mercado en 1950 y se retiró del mismo en 1965. Dicho de otra forma: pagamos el coste extra del análisis en busca de una sustancia que ni siquiera existe en el mercado actualmente y que, muy posiblemente, nunca llegó a estar en España en toda la historia de las drogas y su mercado negro.

Según vamos destapando más aspectos de todo lo que rodea a los drogotest, vamos viendo que en contra de lo que la opinión pública o las personas ajenas a este mundo pueden creer confiadamente, no existe una correlación científica que dé validez formal a lo que se está haciendo, en nombre de la seguridad vial y la seguridad de todos

¿Acaso alguien quiere que las carreteras se llenen de inconscientes drogadictos que causen miles de muertes de inocentes? No, por supuesto que nadie responderá que quiere algo así, pero es que dicha presentación del asunto es falaz y tendenciosa además de estar apoyada -cuando aportan algún dato suelto para dar apariencia de estudio- por la manipulación torticera de las cifras estadísticamente obtenidos y de los conceptos en la información ofrecida. Nosotros queremos ofrecer algo de luz sobre las elaboración de los “estudios” con los que se han “validado” las pruebas a las que, ahora ya de forma masiva, se nos está sometiendo y se nos piensa someter en el futuro.






¿Qué se ha estudiado en esos “estudios”?

Pues uno podría suponer -haciendo uso de lo que sería lógico y de la buena fe- que lo primero que se ha estudiado es una correlación que permita vincular la existencia de una determinada cantidad de sustancia (sea THC o sea morfina, da igual) en los fluidos de una persona con encontrarse afectada negativamente para el uso de un vehículo a motor. Pero no es así: no existe una correlación científica que permita inferir la afectación de un sujeto a una droga basándonos en un dato sobre concentración en un fluido.

Alguien puede inteligentemente señalar que eso sí es posible hacerlo en el caso del alcohol, ya que en su caso y debido a su farmacología sí existe una correlación que permite inferir afectación severa. 

Por eso en el caso del alcohol, existe un sistema graduado que permite su uso hasta cierto nivel y lo prohíbe y sanciona más allá del mismo. Con el etanol existe una correlación conocida y no discutida sobre la concentración de alcohol en sangre y su nivel en otros fluidos o incluso en el aire espirado, por la que entre hasta 1 gramo por litro de sangre existe una afectación que puede ser leve (también influida por cuestiones de sexo y tolerancias individuales) que es admitida y no sancionada en la conducción de vehículos, pero que pasando de dicha cantidad uno está borracho y por tanto incapacitado para una conducción segura, y si se va más allá de dicho nivel se pierde la capacidad de estar de pie, consciente, o incluso se produce la muerte por intoxicación etílica.

Eso mismo, con el cannabis y su farmacología, resulta imposible ya que la existencia de una determinada cantidad en sangre no implica afectación negativa. Una persona sin tolerancia al cannabis podría verse fuertemente afectada, para una actividad como es la conducción, simplemente con un par de caladas. Otro individuo que tenga tolerancia al uso del cannabis -por ser un consumidor habitual lúdico o terapéutico- puede tener en su sangre y fluidos concentraciones muy altas en comparación al caso anterior, pero verse en perfectas condiciones y sin afectación alguna.

Lo que en realidad se ha estudiado en los papeles que sirven de justificación legal del proceso, no es si el drogotest sirve para cazar conductores afectados realmente, sino la tasa de capturas de positivos con esos test, la facilidad de uso para el policía, el tiempo que tardan en pasar el test a un sujeto y otras cuestiones que no van al fondo del asunto sino a la comodidad de las fuerzas de policía y su éxito recaudatorio.





Dichos estudios, llamados E.S.T.H.E.R. como acrónimo en inglés de “Evaluación de Dispositivos de Análisis de Fluidos Orales por parte de TISPOL para Armonizar los Requerimientos y Especificaciones en Europa”, se enmarcaron dentro de un programa más amplio conocido como “Proyecto DRUIDA” (acrónimo en inglés de "Conducción Bajo Influencia de Drogas, Alcohol y Medicamentos”) que nace en el seno de la Unión Europea para estudiar textualmente “el uso de drogas o medicaciones que afectan a la capacidad de la gente para conducir de forma segura”. 

Como su nombre ya indica, los realiza TISPOL, que es una organización formada por la policía de tráfico de 20 países miembros europeos, pero curiosamente E.S.T.H.E.R. fue sólo llevado a cabo por 6 de ellos, entre los que se encontraba nuestro país.

En concreto se estudiaron los siguientes dispositivos: Mavand RapidSTAT, Envitec SmartClip, Avitar Drugometer, Innovacon OrAlert, Sun Oraline, Varian Oralab 6, Surescreen Oral Drug Test, Branan Oratec III, Ultimed Salivascreen VI, y el Securetec DrugWipe 5+, en una primera fase. 

En una segunda fase que concluía todo el proceso se estudiaron 3 dispositivos, que conllevan la necesidad de un maquina para leer los resultados: Cozart DDS, Biosensor BIOSENS y Dräger Drug Test 5000. Salvo dos dispositivos que venían de UK y Suiza, todos los demás eran de fabricación estadounidense o alemana.


¿Dónde y cuándo se llevaron a cabo?

Pues la primera fase comenzó en el año 2006 y la segunda concluyó a finales del 2008. Los países que participaron en dicha evaluación de campo (llamarlo estudio es engañoso realmente) fueron Alemania, Bélgica, Irlanda, Finlandia, Países Bajos y España. Los estudios fueron realizados con la tecnología disponible hace una década, partiendo de nociones genéricas sobre relación entre sustancias y afectación, y en zonas con muy distinta normativa vial como es el caso de Irlanda que, hasta hace relativamente poco ni siquiera tenía una normativa sobre alcohol y tráfico, o que cuando se realizó esta prueba no era punible ir bajo el efecto de drogas conduciendo un vehículo. 

Tampoco entre dichos países miembros del grupo que realizaba el estudio, la cosa se repartió de igual forma: mientras que Países Bajos, Alemania y Bélgica incluían 3 equipos por país, Finlandia, Irlanda y España incluían sólo uno.

El dato más llamativo en lo referente a los lugares donde se realizaron las pruebas de campo de los distintos dispositivos, es que algunos de los dispositivos fueron “probados” ni más ni menos que a la salida de un Coffee-Shop (lugar de consumo y venta legal de cannabis) en los equipos de este país. El hecho no fue conocido inicialmente a pesar de tener una clara relevancia sobre los datos obtenidos, ya que si la prueba de campo que debe evaluar la conveniencia de los drogotest para toda una población se realiza a la salida de un lugar en el que específicamente se va a consumir una de las sustancias perseguidas -en este caso el THC del cannabis y/o sus metabolitos- es lógico concluir que los datos no representan a la realidad sino que buscaban satisfacer intereses de tipo comercial.

Los datos del programa E.S.T.H.E.R que se hicieron de esa forma chapucera, consiguiendo mayores tasas de resultados positivos en cannabis, si bien no fueron inicialmente difundidos se acabaron conociendo (algo que era de esperar por otra parte) en el contexto de la competición comercial -reñida y acalorada- por parte una de la empresas que competían por hacerse con las adjudicaciones (hablamos de pruebas para toda la población europea, lo cual es un pastel enorme del que todas quieren coger algo) que lo reveló en un documento público. 

La empresa que lo reveló es la que presentaba uno de los dispositivos que resultó ganador -el DrugWipe de Securetec- y ella hizo notar lo alto de su rendimiento en lo que llamó “la vida real” frente a los competidores que habían obtenidos datos “en el coffee-shop holandés”, lo cual parece un comportamiento más que razonable de cara a lo justo de los datos que otros habían falseado de esa forma.




Lo cierto es que esa empresa ganó un parte del pastel: doy fe porque he tenido la “fortuna” de pasar uno de sus test, en el que curiosamente acertó en la presencia de cannabis/THC pero falló estrepitosamente en el de morfina/opiáceos a pesar de la alta dosis que consumo a diario, por prescripción médica como paciente con dolor crónico.

Como persona que consume legalmente desde hace años varias de las sustancias (opiáceos y benzodiacepinas, por ejemplo) que dan positivo en dichos drogotest, nunca he obtenido una explicación satisfactoria de por qué cuando me han sometido a dichas pruebas la única droga que en mi organismo aparecía era el THC del cannabis.

¿Milagros de la química? Milagros de la “química comercial a medida del cliente”, tengo que suponer por el momento: en el mismo informe se señala que se ha mejorado el producto y que se dispone de datos secretos sobre la detección de THC que están disponibles bajo petición privada. Todo muy transparente.





¿Quién fue el responsable 
en España
 de esa evaluación 
de drogotest?

Seguramente el bienintencionado lector querrá pensar que a la cabeza de dicha evaluación se encontraba una persona con la formación adecuada, y en teoría así fue si por formación adecuada se requiere un policía con rango de comisario, pero con nula formación en el campo de las ciencias de la salud, sanitarias o biológicas. Al acudir a los datos que facilita el programa E.S.T.H.E.R. encontramos que el representante de nuestro país en todo este asunto, fue el máximo responsable de la sección de tráfico para los Mossos d'Escuadra, pero que provenía de la Policía Nacional. Su nombre, el cual puede sonar al lector es Sergi Pla I Simon.





Sergi Pla comenzó su carrera en los Mossos d'Escuadra en 1996, al pasar a dicho cuerpo tras haber servido en el CNP desde el año 1980. En los Mossos fue jefe de la División Central de Seguridad Ciudadana y posteriormente de la División de Recursos Operativos. A partir del año 2004 se encarga del despliegue de dicho cuerpo en el área del Besòs en Badalona. En el año 2007, Joan Saura le designa como jefe de la División de Tráfico y en el año 2009 le nombra comisario. Es un amplio currículum en “lo policial” pero sin sostén en otras áreas, como pueden ser las científicas, que hubieran mejorado ostensiblemente los resultados aportados por el equipo que nos representaba.

Sin embargo, lo que hace que el lector haya podido caer en la cuenta de quién es esta persona, es el hecho de que saltó desgraciadamente “a la fama de la opinión pública” por ser el responsable del brutal desalojo que se llevó a cabo por parte de las fuerzas de policía en Plaza Cataluña, el 27 de mayo de 2011, en lo que fue uno de los hechos más notorios del Movimiento 15M y que provocó que una organización como Amnistía Internacional incluyera el suceso, de forma detallada, en su resumen anual y recomendara acciones legales contra lo que allí se pudo ver por parte del comportamiento salvaje de unas desatadas fuerzas de policía -bajo el mando de este agente- que reprimieron una reunión pacífica con violencia innecesaria.




Las terribles imágenes que pudimos presenciar en todos los medios del país, mostraron a una policía sin contención alguna, golpeando manifestantes que ejercían sus derechos de forma pacífica sentados en el suelo y también a personas cuyo único “delito” era ser un transeúnte más en la calle, sin número identificativo visible y que cuando se les exigía daban contestaciones como que “lo llevaban en el culo”. Aquella vergonzosa actuación policial (vale con acudir a Youtube para verlo) fue uno de los detonantes más claros en la expansión viral y reactiva del 15M, y provocó la solidaridad de cientos de miles de personas en el país, que respondieron tomando las calles de sus ciudades. El responsable policial de aquella actuación era Sergi Pla. La actuación policial se justificó inicialmente como algo necesario “por labores de limpieza e higiene”.

Se leyeron titulares en la prensa de todo el país con frases tan contundentes como “los Mossos desalojan 'a palos' Plaza Cataluña” (Diario Público), “el brutal desalojo de los indignados lleva a sus responsables ante el juez” (El País), “Así 'limpiaron' los Mossos” (con toda la ironía en el 'limpiaron', del Diario 20 Minutos) y que otros medios nada sospechosos de afinidad con movimientos de ese estilo, como son el ABC o El Mundo, contaban como aquella “operación de higiene y limpieza” había causado más de 100 heridos (herido es todo aquel que requiere asistencia médica, pero seguramente hubo muchos más que no la pidieron).

La imagen que la mayoría de las personas retienen de este policía, es la que nos proporcionó el programa “Salvados: Poli bueno, poli malo.”, de La Sexta, en el que el periodista Jordi Évole le tuvo enfrente y le cuestionó -con su certero ojo- sobre la falta de transparencia que se podía palpar cuando era imposible saber qué policía había hecho qué en una mala actuación, por la falta de un identificativo que permita señalarle claramente en caso de necesidad judicial. La respuesta del agente fue sencilla, y es que si el juez quería saber algo que se lo preguntase a él (cómo jefe en ese hipotético caso) y que él se lo diría. El argumento lo apoyó diciendo que si los ciudadanos no llevábamos el número de DNI “tatuado en la frente”, la policía no tenía por qué llevar un número identificativo visible.

La mención que hacemos a la respuesta que dio este policía, sobre que ya le daría él la información al juez si se la pedía, no es casual. Meses después, en la huelga general del 14M, una mujer que era profesora de informática y gestora de actividades culturales, sufrió la mutilación de un ojo por el impacto de “pelota de goma” lanzada por integrantes de los cuerpos de policía bajo el mando de este agente. La mujer se llamaba Esther Quintana. La reacción de la policía fue negarlo todo, y decir que no era posible porque allí nunca se había disparado. Posteriormente y gracias a un vídeo que grabó un ciudadano, se demostró que sí se habían efectuado disparos en esa zona. La policía defendió entonces que no era posible reventarle un ojo a una persona con dicho armamento, pero ninguno se presentó voluntario para que pudiéramos hacer la prueba, y a Esther Quintana le habían mutilado un ojo por estar ejerciendo su derecho a la huelga o paseando por la calle sin más.

Esther tuvo que desarrollar una lucha leonina en los tribunales para poder sentar a los responsables, y como quienes lanzan esos proyectiles contra las personas eran policías, el juez tuvo que pedir la información referente al cuerpo correspondiente. Precisamente, fue este policía quien “frenó los informes de los disparos efectuados el 14M” cuando el juez los pidió. ¿El motivo? No los consideró relevantes. El escándalo -haber “frenado” información para un caso judicial siendo quien tenía que entregarla- se solventó haciéndole dimitir, mientras quedaba el eco de su respuesta en el programa de Évole: “que me pregunte el juez a mí y ya contestaré yo”. En el mes diciembre de ese mismo año, Sergi Pla dimitía del cargo de jefe policial que ostentaba.




¿Quién nos dice que los informes que España envió en la evaluación de los drogotest no habían sido “peinados” con su particular criterio de lo que es o no relevante? ¿Resulta este perfil el adecuado para un jefe de equipo evaluador de una cuestión tan técnica como los drogotest? Parece razonable pensar que hubiera sido preferible, a todas luces, un profesional con otra clase de perfil (médico, sanitario, social) o que, al menos, sus informes hubieran sido enviados tras una revisión (que incluyera nombre y firma) de algún especialista menos violento. Las perlas que dejó, haciendo uso del titular del ElPeriodico.Com, incluían cosas como que “Ghandi habría pillado” porque considera no pacífico estar sentado si la policía le da la orden de que se vaya, o que la violencia ejercida por la policía era legal y que la policía siempre ganaba.

El error fue pedirle peras al olmo, y la seguridad vial de todos es la que se comerá los frutos equivocados: 750.000 drogotest para este nuevo año.



SIGUIENTE TEXTO DE LA SERIE:
http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/02/recurreitor-la-mejor-respuesta-contra.html