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domingo, 16 de abril de 2017

Oliver Sacks, in memoriam.

Recuerdo cómo lloré la tarde que tuve que procesar que Oliver Sacks había muerto. No era pena por la pérdida de un ser humano excepcional, sino una reacción egoísta a tener que asumir que no volvería a leer un nuevo libro suyo, una nueva hipótesis, una nueva visión de algo que siempre estuvo ahí... esas cosas con las que Oliver Sacks solía obsequiar, de cuando en cuando, a sus coetáneos. En días como el de hoy, le echo de menos de una forma especialmente notable y no sé el porqué. Sólo sé que si es cierto eso de que las personas sólo mueren cuando muere la última persona que les recuerda, a Oliver Sacks le queda una larga y prospera vida.

Con todo mi cariño intacto, gracias OWS.

El texto fue publicado en su día en el portal Cannabis.es
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“Hace un mes, me encontraba con un buen estado de salud, incluso robusto. A mis 81 años, todavía nado una milla al día. Pero mi suerte se ha terminado: hace unas pocas semanas averigüé que tenía múltiples metástasis en el hígado.
Hace 9 años me descubrieron un raro tumor en el ojo, un melanoma ocular. La radiación y el láser, necesarios para destruir el tumor, me dejaron ciego de ese ojo. Aunque los melanomas como ese causan metástasis en un 50% de las ocasiones, dadas las particularidades de mi caso y diagnóstico, la probabilidad de que se produjera metástasis era mucho más baja (un 2%). Yo estoy entre esos desafortunados.”


De esta forma, el 19 de febrero del 2015, Oliver Wolf Sacks, empezaba a ajustar sus cuentas con la vida de forma pública tras asumir el hecho inevitable de una muerte próxima debido al cáncer que se había extendido por su cuerpo. En un impecable artículo publicado en “The New York Times” hacía público su estado de salud, y al mismo tiempo desgranaba unas cuantas reflexiones sobre su propia vida, ya a la luz de una muerte anunciada. Lo hacía con humor y gratitud, usando a modo de guía para comparar el “testamento espiritual” que dejó el filósofo David Hume cuando supo que estaba mortalmente enfermo a la edad de 65 años. Oliver se encontraba satisfecho: de entrada había podido disfrutar varios años más de rica existencia que el filósofo escocés. Incluso escribiendo sobre su propia muerte, sus palabras seguían desbordando pasión, curiosidad y vida.
Oliver Sacks moría poco más de medio año después, con 82 años de edad, el 30 de agosto del 2015, y sabía que lo hacía -morir- con la suerte de haber vivido una gran vida que, como él mismo decía, había estado “llena de trabajo y de amor”.
¿Y qué hace que este hecho -un hombre más que muere tras una infrecuente vida feliz- merezca un poco de nuestro escaso y contra-reloj tiempo? Oliver Sacks fue una de esas personas que procuró dejar el planeta, y a sus habitantes, un poco mejor de lo que estaban cuando él los encontró. Y creo sinceramente que fue de los que, además de intentarlo, lo logró en buena medida. ¿Pero quién era este tipo?
Oliver Sacks era un chico con la mirada curiosa de un químico. Las relaciones de su tío con un metal -el tungsteno o wolframio- le abrieron de niño un mundo de comprensión y percepciones ajeno a otros, en el que los elementos químicos eran los protagonistas. No había muerte ni había vida, sólo química decía él. Y esa química fue su refugio personal, su lente para colorear el mundo que le había tocado vivir, incluso ya como adulto. Nos lo contó en “Tío Tungsteno: recuerdos de una infancia química” en la primera ocasión en la que se sentó a escribir sus memorias.
No debió hacerlo mal, ya que su libro fue considerado como el único capaz de medirse con “La Tabla Periódica” de Primo Levi, que es aclamado como “el mejor libro de ciencia jamás escrito” por la Royal Institution inglesa y por apreciado como una joya para incontables químicos. La comparación la estableció un premio Nobel de Química y lo hizo después de decir “uno no necesita ser un químico -profesional- para poder disfrutar de las maravillas de la transformación química. Hoy entre nosotros contamos con alguien así: Oliver Sacks”.
Los químicos, en general, son un clan bastante cerrado a la hora de aceptar nuevos miembros en la categoría de “colegas”. Al menos, los grandes químicos. Hay quien postula que esto se debe a que los químicos son creadores en el sentido artístico y también en sentido estricto, ya que son el colectivo que crea nuevas disposiciones atómicas que nunca antes habían existido o estudia las que no se conocen aún, y las adapta para el resto de los mortales. La alquimia fue algo iniciático desde sus oscuros orígenes, algo que no estaba hecho para ser compartido con todos. Y creedme cuando os digo que el que un premio Nobel de Química incluyera e presentara como “un igual” a quien nunca fue un químico de formación y profesión, se puede considerar un honor más infrecuente que el premio sueco.
Sin embargo Oliver Sacks no se dedicaba profesionalmente a la química, sino que supo plasmar para todos una forma de ver las relaciones de la materia que estaba profundamente imbricada en una especial forma de ver la vida. No era una forma de percibir el mundo que no haya visto antes: la he observado con la misma claridad en las obras y palabras de “deidades químicas” como Albert Hofmann o Alexander Shulgin. Aunque ellos eran químicos de formación y profesión y Oliver Sacks era sólo un médico neurólogo, seguro que en un más allá -en el que ninguno de ellos creía- harían buenas migas. Aunque es posible que Sacks ya las hubiese hecho, hace mucho ya, con algunas de las creaciones moleculares de estos alquimistas de la conciencia humana.
Sacks estudia medicina en UK, pero en cuanto termina sale huyendo de su familia y del entorno opresivo y moralista que es el país tras la segunda guerra mundial para aterrizar en Canadá, desde donde fragua su salto a USA, que sería finalmente su destino. ¿Qué ciudad? San Francisco, años 60.
¿Y a qué se dedicó? Pues además de currar en el hospital, se hizo motero, culturista y levantador de pesas -de esos que de una hostia te convencen 3 meses- y se unió a esos chicos que hacen excursiones en moto por todo el país: los “Ángeles del Infierno”. Aparte, tomó con generosidad alcohol, cannabis, LSD (tal vez salido de las manos del propio Hofmann), anfetaminas y a saber cuántas drogas más que pudieran caer en sus manos (o salir de ellas). Por supuesto, nunca dejó de ser un químico en espíritu ni en su pequeño laboratorio amateur, donde siempre estuvo -de una forma u otra- en contacto con la química.
Un buen candidato para presentar en la cena de Navidad, interesante como pocos invitados podrían serlo. Ahora toda esa época turbulenta se describe como su lucha personal contra sus propios demonios y contra la herencia represiva que recibió de sus padres por ser homosexual, lo cual es bastante cierto sabiendo que salió de UK quemando naves con su familia, especialmente con su castrante madre. Sin embargo, aunque pudiera ser más o menos conocido por su entorno, Oliver Sacks no reconoció públicamente su homosexualidad hasta su ultima biografía publicada hace unos meses: “On the move”.
Tras estos revueltos inicios en su vida adulta, Oliver se miró un día al espejo viéndose demacrado y pensó que, si seguía por la misma senda, no duraría vivo ni un año. Así que se obró ese extraño milagro por el que un cachas gay de gimnasio, químico amateur y generoso usuario de drogas que macarreaba las carreteras en moto con sus colegas del infierno, acaba sus días como escritor de best-sellers de divulgación científica y neurólogo de prestigio internacional aclamado por los más respetados miembros de la comunidad científica como “humanista”. ¿Qué pasó entre medias?
Oliver Sacks se centró en su trabajo como neurólogo, y en especial en sus pacientes y su calidad de vida por encima del simple y frío diagnóstico. Y fue la mente creativa de Sacks (y su íntima relación la química psicoactiva) la que encontró -violando algún protocolo seguramente- que había una sustancia precursora de la dopamina, de estructura simple y similar a la anfetamina, que se llamaba L-DOPA y que permitió a un grupo de pacientes afectados por un extraño sueño durante décadas volver a la vida, aunque fuera temporalmente. “Awakenings” -o “Despertares” en castellano- fue el libro que le lanzó al mundo literario, contando su experiencia con estas personas que gracias a esa sustancia, recuperaban -décadas después con los problemas de ajuste que eso produjo- la capacidad de interactuar de forma normal con su entorno y que posteriormente sería llevado al cine, con un pasteloso resultado que no le hizo justicia en lo profesional, llevándole a ser conocido y apreciado ante el gran público.
Doce años después de ese libro, Sacks publicó el que muchos consideramos la gran obra de su carrera: “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. El título del libro, que era una interesantísima recopilación de casos de daño neurológico y de cómo esos pacientes lidiaban con ellos en su vida diaria, hacía alusión al caso del Dr. P., un hombre que sufría de una agnosia visual: una persona cuya capacidad de percibir los estímulos visuales no está dañada, pero la capacidad de asociar lo que ve a un concepto útil para la persona no está presente. El Dr.P. podía reconocer lo que era un ojo, una nariz o una oreja, pero no era capaz de unir todas estas piezas y ver un rostro significativo: ni siquiera el de su propia mujer, aunque en cuanto escuchaba su voz todo era comprendido de nuevo. El nombre exacto de esa agnosia visual asociativa es prosopagnosia y, paradojas de la existencia, fue un trastorno neurológico que Oliver Sacks sufrió a lo largo de su vida, aunque parece que no fue consciente de ello durante un largo tiempo: la dificultad o imposibilidad de reconocer rostros mediante la simple percepción visual.
Hace como una década, tuve la ocasión no elegida -sufrí un ictus o micro infarto cerebral- de experimentar una agnosia visual pasajera (por suerte) y durante la cual recordar la historia del Dr.P me hizo entender -en el mismo momento que la estaba sufriendo- lo que le estaba pasando a mi cerebro. Habían sido días de un gran esfuerzo intelectual de cara a unas pruebas universitarias, todo había salido genial y ese día había sacado un nuevo disco mi grupo musical favorito: estaba pletórico de alegría. Me quedé dormido sobre la cama con las luces de mi habitación encendidas. Cuando llevaba unas horas durmiendo, algo en mi cabeza me despertó: fui una especie de ruido, nada exagerado, parecido a un chasquear de dedos. Desperté en el acto, recuerdo que con buen ánimo, y me encontré en mi cama observando atentamente todo mi entorno. Me levanté de la cama, y como si fuera la primera vez en mi vida fui observando cada rincón de mi habitación, cada objeto, cada papel, las sillas, el armario. Y observarlos me producía una mágica sensación: veía todo tan claramente como siempre, pero todo parecía nuevo y nunca visto. Veía una plancha de madera con un trozo de metal a la altura de mi mano, pero no entendía que era una puerta. Me pasaba con todo lo que mis ojos percibían, hasta que mi mano tocaba el objeto en cuestión: en ese momento, todo recuperaba su sentido original y era una puerta, era un armario, era un libro, era una taza, era un ordenador, etc. ¡¡Pero para poder saberlo, tenía que recurrir al tacto y no estaba ciego!!
Hubo un momento, mientras vagaba flipando con las nuevas sensaciones de mi cerebro por el espacio de mi cuarto y sus objetos, que recordé lo que era la agnosia visual gracias a ese texto sobre el Dr.P., y en ese momento -supongo que lo que quedaba funcionando correctamente en mi cerebro dio la alarma- comprendí de que estaba sufriendo las consecuencias de un daño cerebral. Lo que quedaba de mi cerebro racional tomó el control en el acto y, como pude, llegué a avisar llorando y muerto de miedo a mi compañero de piso de que estaba teniendo un infarto cerebral y que pidiera ayuda urgente. Desapareció todo en menos de una hora igual que vino, de golpe, y sin dejar huella alguna por suerte. Hoy me alegro de haber podido experimentar algo tan increíble y lo recuerdo con cariño, pero fue aterrador enfrentarse a un mundo que dejaba de responder a las coordenadas habituales.
La lista de temas y casos que Oliver Sacks trató en sus escritos y libros es enorme, oscilando desde la experiencias perceptivas de las personas afectadas de sordera, de ceguera a los colores o de las experiencias con alucinaciones y visiones por distintas razones, a casos de autismo como en “Un antropólogo en Marte” donde hace de la autista y profesora universitaria Temple Gradin el sujeto de su historia. Pero aparte de su íntima relación con la química, el trabajo más interesante que Oliver Sacks desarrolló, aunque no sea el más conocido, es el libro “Musicofilia: relatos de la música y el cerebro”.
Aunque lo observó desde su primeras investigaciones con los pacientes letárgicos de la L-DOPA, no fue hasta unos 30 años después cuando dedicó parte de sus esfuerzos a comprender cómo la música actúa en el cerebro humano, siendo capaz de operar sobre funciones que parecían desaparecidas, recuperar recuerdos perdidos, ayudar a las personas con problemas motores por Parkinson a moverse sin la lentitud o excesiva rapidez que su enfermedad les imponía, y un innumerable listado de virtudes desatadas por la música en el campo de la neurología clínica. La música fue para Sacks la droga más poderosa de todas a la hora de obrar milagros en la funcionalidad del cerebro humano, sano o dañado.
Oliver Sacks pasó sus últimos días en su casa de Manhattan tocando el piano y en compañía de Bill Hayes -escritor, fotógrafo y ensayista- con quien había formado pareja desde hacía unos pocos años, tras varias décadas de “celibato autoimpuesto” en las que prefirió dedicar sus fuerzas a sus pacientes neurológicos y a mejorar la calidad de vida que tenían.
Oliver Sacks siempre dijo que no le bastaba con escuchar lo que sus pacientes le contaban, sino que deseaba experimentarlo todo de primer mano. Hace una semana Oliver experimentó la más compleja experiencia neurológica que un ser humano puede vivir: su propia muerte.
Gracias, Oliver, por todo lo que nos diste.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Fidel Castro: un dictador menos contra el cannabis.

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es tras la muerte del dictador en Cuba, y lo dejamos aquí con la absurda esperanza de que, en el futuro, nadie siga a ningún tirano ni se haga camisetas con asesinos.

Esperemos que os guste, pero si no es así, nos da bastante igual: tenedlo claro, comunistas y rojos de diversos pelaje.

Disfrutad, uno menos.
:)

PS: No queremos pasar esta ocasión sin RECLAMAR LA LIBERTAD DEL GRAFFITERO CUBANO "EL SEXTO", PRESO DESDE LA MUERTE DEL DICTADOR POR UN GRAFFITI
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Uno menos: Cuba verde y libre.



Ya se murió el burro que traía la vinagre.
Ya lo llevó Dios de esta vida miserable...




Que tururururú, que tururururú...
Que tururururú, que la culpa la tienes tú!!

Estiró el pescuezo, arrugó el hocico...
Y, con el rabo tieso, murió de improviso.


La letra no es mía, ni la música -la malaostia sí- porque hasta donde yo sé, son de Víctor Jara con una canción tradicional. Tal vez alguno diga: “ah sí, Víctor Jara...”
La mayoría no le conoceréis, pero vuestro padres o abuelos sí. Víctor era -sobre todo- un maestro chileno y que no se callaba ante las injusticias -como otros maestros, los 43 de Ayotzinapa que eran todos estudiantes de “la normal” (el antiguo nombre de las escuelas de magisterio) y “desaparecieron sin dejar rastro a manos de la policía y los cárteles de drogas en México”- y que además le gustaba el teatro y lo dirigía y para colmo, tocaba la guitarra y cantaba...


Claro, si cantas bonito para “el régimen” no tendrás problemas. Eso era así antes y ahora, o que miren las entrevistas del recientemente difunto Javier Krahe. Pero Víctor Jara no solía estarse calladito y solía molestar: era maestro, coño!! Y por eso, un buen día le trincaron, le llevaron a torturar un ratito -esta gente del dictador Pinochet que se lo tomaban todo muy a pecho- y luego le pegaron un tiro en la cabeza y muerto el perro, se acabó la rabia. Es lo malo de las dictaduras, que si eres amigo del dictador y sus secuaces, puedes vivir bien. Pero no pinta igual para el que tiene ideas distintas sobre cómo hacer las cosas, los derechos humanos y menudencias de esas. A ese le dan “lo suyo”.
En Rusia “te purgaban” y desaparecías o te pagaban un tren a Siberia con billete de vuelta para 30 años después. En Corea del Norte, depende del día: si no ponen nada bueno en la TV, te echan a 120 perros hambrientos mientras hacen a tu mujer presenciarlo (ya que pone un marido, que lo vea en primera fila, como en “La Voz”) o te mandan a un campo de trabajos forzados (como los de los nazis alemanes pero sin gas en las duchas) hasta que se te quiten las ganas de opinar.
Es como cuando el protagonista de la serie “Padre de Familia” coincide en un episodio con Hitler e, intrigado por dicha figura histórica, le pregunta qué hace... y si hace “cosas nazis”. 


Pues eso, en este caso, todos estos hacen “cosas de dictadores”. Y de hecho, en España, sufrimos uno durante unas décadas; y el muy cabrón palmó en la cama (grrrr).
¡¡Y se ha muerto otro más: alegría!!
Algo que toda la humanidad debe celebrar, siempre, la muerte del tirano, porque estos no se marchan con unas urnas de nada (cabe mencionar que Pinochet es una excepción a esta norma, y que se fue tras unas elecciones) sino que se agarran hasta el final, en este caso cediéndole el bastón de mando a su hermanito Raúl; todo queda en casa.
Sin embargo, esto que puede parecer tan obvio dicho así, no lo es.
Y si no lo creéis, mirad la que le han montado al bueno de @Hackbogado en Twitter por decir una verdad: “que era un dictador, y que uno menos”. Es que como ellos son “comunistas” pues no van a hacer fuego amigo, aunque eso sea negar la existencia de algo similar a un cerebro en su morfología.
Para muchos, Fidel Castro es un personaje cuyos valores son dignos de imitación y tal. En concreto, por su papel en la llamada “revolución cubana” que pasó de ser una esperanza para el pobre, a convertirse en la cárcel del desposeído de todo ya. Pasó de ser “la perla del Caribe” a “la isla de la resistencia contra el imperialismo” con una obstinación ideológica propia de un creyente. Esto resulta curioso, cuando resulta que la revolución cubana no era “intrínsecamente comunista” sino que eso fue un “añadido” con el que Castro tuvo que tragar y que no le hacía mucha gracia. Luego, cuando comía gracias al “comunismo de los misiles rusos y la guerra fría” tuvo más cercanía y así se mantuvo hasta ahora.
No voy a entrar en el salvaje e injusto castigo que USA ha infligido a Cuba durante décadas, que es incuestionable, y que es -en buena medida- responsable de una parte de los males que asolan la isla y que ha sobrevivido gracias al turismo, principalmente. Lo que es una mierda lo es aquí y allí, y USA ha sido el pie que apretaba el cuello de un tipo que ya de por sí no respiraba nada bien, con su conocido embargo. No creo que USA sea un país al que admirar, pero al menos no es una dictadura.
¿Cuba una dictadura?
Sí. Una dictadura. Y quien no lo quiera ver, cegado por la ideología o por un póster del Che Guevara observándole desde la pared, que repiense las cosas un poquito. Y ya que aparece el Che por aquí -compañero de Fidel en esa revolución que acaba de morir un poco más- me gustaría apuntar un par de cosas curiosas de ese gran hombre
Hay quien tiene una idea extraña de que -de alguna mágica forma- el Che representa a la justicia y la libertad humana. Por un lado, tenía un extraño placer en matar, que reconoció en frases como “me encuentro en la selva cubana, vivo y sediento de sangre” y en actos como pegarle un tiro a un tipo con quien tuvo un problema, y quitarle sus cosas: “ahora son mías”. 
O a un campesino acusado de dar información, a quien ejecutó mientras decidía si era o no culpable, rematando con un “tenía que pagar el precio” como modo de ejemplo para otros. Aunque no siempre mataba, y a veces sólo simulaba ejecuciones como modo de tortura.

¿Alguien ha dicho ISIS? Seguimos.
Le nombraron jefe de la prisión donde se ejecutaba a los “enemigos de la revolución” (sea lo que sea eso) y animó a los jóvenes a matar sin tonterías, para sacar adelante su mundo ideal sin detenerse en nimiedades:
“Los jóvenes deben abstenerse de cuestionamientos ingratos de los mandatos gubernamentales. En su lugar, tienen que dedicarse a estudiar, trabajar y al servicio militar.
¡Los jóvenes deben aprender a pensar y actuar como una masa, es criminal pensar como individuos!”
Me da la impresión de que el Che Guevara también hubiera prohibido los MEME en Internet.
Para dejar un testimonio suyo, sobre eso de matar, tengo un par. En uno le cuenta a su padre que descubrió pegándole un tiro en la cabeza a un tipo y robándole sus cosas, que le gustaba matar. En otro, que lo de matar era un acto ejemplarizante y necesario (cosa que servía para justificar sus acciones, obviamente).
Tampoco le caían bien los periodistas, los jueces que insistían demasiado en procesos judiciales, ni los gays; para estos últimos creó un resort vacacional en un lugar llamado Guahanacabibes, donde la máxima era “el trabajo os hará hombres”, no muy lejana a aquella ironía de aquel campo de concentración alemán donde se leía “el trabajo os hará libres”. Así “curaba” a los gays el Che cuando no estaba presenciando fusilamientos -le subía la moral- en la prisión. Luego, le faltó la sangre en una Cuba ya controlada por Castro, y se piró a por más sangre de mercenario por el planeta.
Castro no perdió comba de estos adelantos del Che y lo de los campos de concentración, yo mismo puedo recordar cómo fueron usados contra homosexuales, usuarios de drogas y enfermos de VIH/SIDA en los años 80. En cuanto a lo que nos ocupa, las drogas y su política tras la muerte del dictador en Cuba, teniendo en cuenta que al mando sigue su hermanito Raúl, nada nuevo se ha de esperar. Es más, en una de las últimas cumbres latinoamericanas, los mendas cubanos se despacharon a gusto diciendo que allí no había ni una planta de marihuana ni droga alguna, y que eso era -como no- porque si tenían que darle matarile a los narcos y drogadictos, se lo daban. Vamos, un estilo muy “colonial” y similar al de Filipinas con el encantador Duterte, que 4000 muertos le parecen muy pocos y quiere otros 40.000 en este año (incluyendo escuelas y fábricas en sus escuadrones de la muerte).
Por supuesto que en Cuba hay drogas: cocaína y marihuana principalmente, para el turista. Ellos, como mucho, se intoxican con alcohol y benzodiacepinas. Es cierto que los cubanos no toman drogas (si no les invitan) pero porque elprecio de las mismas, para su nivel de vida, es desmedido. Pero, en el campo, sí que hay producción de yerba y alcohol ilegales, tolerado por zonas.
Cuba mantiene una oposición más ideológica que de otra clase contra las drogas. Básicamente, su posición está heredada -directamente- de los postulados oficiales rusos. Eso hasta que la antigua Unión Soviética desapareció -dejándoles huérfanos de ideas y dinero- y se quedaron como estaban en ese momento: enemigos a muerte de las drogas, como la URSS que durante años y años no tenían ciudadanos drogadictos, homosexuales, ni parados... o al menos ese era el discurso oficial y se acabó el preguntar más, por los huevos del Zar.
En Cuba, ni había ni hay usuarios de drogas. Lo del SIDA, pues ya hace años admitieron que sí existía en la isla... pero “traído por el turismo sexual al que les obligaba el embargo”. ¡Como si no supieran lo que son los condones, o el intercambio de jeringuillas! Y más teniendo un buen sistema de salud (al menos en lo educativo, formativo y preventivo) como sí que tiene Cuba.
La política de drogas en Cuba, guste o no, ha sido una vergüenza en la que se metía preso a un tipo con una planta pero a los turistas se les vendía -y vende- de todo, con el conchaveo de la policía. Eso finalmente conduce a que sea el mercado negro de la droga el que pague el sueldo de los policías, y eso miren a dónde conduce: ¿les suena México? Castro era una momia que vegetaba en chandal y Raulito le va a la zaga: mientras vivan esos, en Cuba no cambiarán nada en esta materia.
Y cuando lleguen los cambios, será cuando llegue el dinero y la apertura a ciertas drogas, como la ya todopoderosa marihuana, que no cabe duda de que entrará y pondrá sus garras en Cuba -de forma masiva y no poco a poco- y lo hará en manos de empresas norteamericanas. Al igual que el resto de los países, es poco probable que Cuba vaya a adoptar leyes de permiso para el autocultivo, de manera que se estarán condenando a ser deficitarios y compradores, inclinando en su contra la balanza de pagos con USA. La otra opción, que sería ideal que algún partido -en el futuro, claro- político cubano tomase por bandera, es la de legalizar la producción y venta de cannabis de manera que Cuba se convirtiera en el paraíso del fumeta (adiós prostitución asociada a la pobreza) ya que con su clima, se lo puede permitir y sería un reclamo turístico de primer orden que genera riqueza para toda la cadena implicada en su producción y elaboración. Algo que, también, debería estar haciendo España desde hace al menos una década en lugar de andar poniéndole impuestos al sol.
Que la isla caribeña se convirtiera en una “Jamaica sin reggae pero sabrosona”, sería además la prueba de que Cuba, al fin, es libre. Pero libre de verdad; tan libre que se pueda gritar bien alto que Cuba es VERDE!!


hasta nunca, Fidel
tanta paz lleves como dejaste donde estuviste.

sábado, 10 de diciembre de 2016

BioTrial, experimento mortal imitando al cannabis.

Este texto fue publicado en la Revista Soft Secrets -en su edición de papel, al menos (no lo veo por otro lado de momento)- cuando ocurrieron los sucesos por los que hubo un muerto y varios heridos en unos experimentos médicos, en un laboratorio francés, con una nueva droga que actuaba sobre el sistema cannabinoide.

Paradójicamente, los investigadores buscaban una sustancia que provocara hambre, diera sueño y aliviara el dolor. Buscaban algo sintético -pero legal y patentable- que hicieron lo mismo que el cannabis hace sin poner ninguna vida en riesgo. Ahora se ha sabido, que además, de entre los inhibidores de acción similar que podían haber probado, escogieron uno con un perfil de riesgos increíblemente elevado con respecto a otros.

También -ahora- hemos conocido que en experimentos con perros, esa misma droga había matado ya unos cuantos en fases iniciales de ensayo.
Genial todo, eh? Un muerto y 5 heridos lo atestiguan...

Otra víctima más de la estúpida guerra contra las drogas.
Lo que buscaban lo tenían ya, sin matar a nadie: cannabis.

:P




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BioTrial: el experimento mortal.


El viernes 15 de enero se hacía pública la desgracia: un hombre en muerte cerebral y cinco heridos más en un ensayo clínico de una nueva droga sintética, llevado a cabo en Francia. El primer ingreso hospitalario se produjo el día 10 de enero y resultó ser el más grave. 




El ensayo clínico se suspendió al día siguiente, pero se tardó unos días en informar públicamente de lo ocurrido y se eligió el viernes para hacerlo, posiblemente buscando reducir los daños que esto podía generar en el mercado de valores relacionados con ensayos farmacéuticos.

En un primer momento la ministra francesa de sanidad, Marisol Touraine, informó del asunto someramente y las especulaciones se dispararon. Una de las primeras fue que la droga que estaban probando era un derivado del cannabis, un bulo difundido inicialmente por algunos medios franceses -que obtuvo cierto eco extra por lo polarizante que resulta el tema del cannabis con la severa legislación francesa al respecto- mientras la compañía farmacéutica hacía lo posible por no revelar el compuesto públicamente. 

Horas después, la ministra tenía que desmentir que el cannabis tuviera relación alguna con este caso, aunque es posible que como en otras cuestiones, el hecho de que exista una contranarrativa -o una corrección a la inicial- no implica que vaya a ser atendida con el mismo interés que lo fue la noticia en un primer momento.




La compañía en cuestión se llama Biotrial y estaba probando un compuesto suministrado por la compañía portuguesa Bial. El compuesto había pasado las fases de experimentación animal exigidas antes de darle una nueva droga a un ser humano, habiéndose llegado a probar hasta con chimpancés. 

Tras la fase animal, se encontraba en la “Fase I” de experimentación con humanos, que busca establecer -entre otras cosas- los márgenes seguros de uso. Se inició el experimento con 128 participantes, de los que 90 tomaron el compuesto en su primera etapa. De esos 90, todos voluntarios sanos, a 8 de ellos se les pasó al siguiente nivel, y se aumentaron las dosis. 

Presuntamente se doblaron las dosis, pero en estos momento los datos exactos siguen siendo retenidos por la empresa farmacéutica. De esos 8, por suerte 2 habían recibido un placebo pero los 6 restantes resultaban heridos y uno de ellos terminaba muerto, finalmente, una semana después. 

Todos eran varones sanos de entre 29 y 48 años, voluntarios pagados por la empresa farmacéutica a quienes daban 1.900 € de “gratificación” por las molestias derivadas de participar en el experimento.

La comunidad científica, a lo largo de ese fin de semana, exigió conocer realmente los datos del estudio que -curiosamente- no estaban inscritos en el registro correspondiente para poder ser accedidos. La compañía se hacía la sueca, aunque afirmaban estar colaborando con las autoridades para todo lo que fuera necesario (no tenían otra opción ya que se ha abierto un proceso judicial por homicidio). 

Finalmente, Christopher Southan, un farmacólogo e investigador de la Universidad de Edinburgo y también Stephan Alexander, farmacólogo molecular de la Universidad de Medicina de Nottingham, identificaron el compuesto como BIA 10-2474. Poco después, la empresa confirmaba que el compuesto era BIA 10-2474.


¿Qué es BIA 10-2474?

BIA 10-2474 es el nombre en código del compuesto 3-(1-(cyclohexyl(methyl)carbamoyl)-1H-imidazol-4-yl)pyridine 1-oxide. En esencia, es un Inhibidor de la enzima Amidohidrolasa de Ácidos Grasos o, en inglés, Fatty Acid Amide Hydrolase (FAAH). 





No es, en sentido estricto, un cannabinoide ya que no es un agonista de los receptores CB1 ni CB2. Pero funciona sobre los mismos sistemas y de una forma finalmente similar. Mientras que los cannabinoides sintéticos son moléculas que imitan a los cannabinoides endógenos, la BIA 10-2474 actúa aumentando los niveles de anandamida -el principal cannabinoide endógeno- como consecuencia de “desactivar” el mecanismo que controla que el nivel de este compuesto en nuestro cuerpo, no llegue a niveles que resulten peligrosos. 

Este mecanismo, como en otros casos, se basa en la degradación enzimática por la que grandes moléculas llamadas enzimas se encargan de romper las moléculas que les sirven de sustrato, en este caso la anandamida que produce el cuerpo humano. Al eliminar este mecanismo de control, el nivel de anandamida sube y se producen los efectos derivados de ello que eran buscados con intención terapéutica. 

Pero si el nivel sigue subiendo, sin que el sistema encargado de controlar esa subida esté disponible, ¿qué ocurrirá? La respuesta a esa pregunta es lo que en el ensayo de Rennes han descubierto: la desregulación del sistema endocannabinoide humano produce daños similares a los de los cannabinoides sintéticos, incluyendo muertes.

Estos compuestos, que en lugar de funcionar como agonistas de los receptores funcionan como inhibidores de los sistema de control enzimáticos, han sido también hallados en el mercado de “legal highs” para drogas de tipo recreativo en las combinaciones de compuestos que hay en la mal llamada “marihuana sintética”. 

¿Por qué? Porque funcionan para provocar efectos similares a los del cannabis, y de hecho eso mismo buscaban también los responsables de ese estudio: un compuesto que provocase efectos similares a los del cannabis, pero que no fuera cannabis ni derivado suyo, para no tener problemas con la ley y conseguir rápido un producto vendible en el mercado farmacéutico.


La legislación prohibicionista provoca muertos; 
la ley mata también en ensayos clínicos.

Cabe destacar un aspecto de toda esta historia, y es que lo que el laboratorio Biotrial buscaba con estas pruebas era un producto que -en esencia- hiciera lo mismo que ya sabemos que hace el cannabis, y de forma inofensiva para la salud del usuario: que produjera analgesia o alivio del dolor, que mejorase el apetito de esas persona así como su estado de ánimo, y que ayudase con los problemas derivados de la degeneración neurológica tanto en enfermedades raras como conocidas.

¿Y qué sentido tiene buscar una nueva droga que haga lo mismo que otra vieja y que es inocua, como el cannabis? Pues básicamente la razón es la misma por la que se creó la “marihuana sintética”: no verse afectado por la legislación anti-cannabis. Todos estos ensayos pasan por comités de bioética que los autorizan -o no- y lo que no iban a autorizar es un estudio similar pero con cannabis, ya que la ley en Francia se lo pone casi imposible: el cannabis, a efectos legales, es una droga “peligrosa y adictiva” que no puede ser administrada a seres humanos.... dice la ley. 



Y la ley no dice nada de usar compuestos nuevos que buscan imitar el prohibido cannabis, así que en la búsqueda de fármacos útiles que actúen sobre el sistema endocannabinoide se ven privilegiados los cannabinoides sintéticos que cualquier compuesto que proceda de la planta, origen que además lo hace no-patentable y mucho menos rentable para el mercado.

El hombre que entró con muerte cerebral en el hospital y murió días después, así como sus compañeros, son víctimas de la guerra contra las drogas de la misma forma que lo son los muertos por “marihuana sintética”. Sin dicha guerra y sus leyes, nadie hubiera iniciado un estudio para conseguir un producto que provocase los mismos resultados que el cannabis, teniendo cannabis como opción terapéutica. 

La prohibición sobre el cannabis no sólo mata personas, sino que lastra de forma notable el desarrollo e investigación científicos en áreas de la salud, primando perversamente el desarrollo de fármacos sintéticos frente a la segura opción natural.


Ante este caso se hace patente que la despenalización total del cannabis es una cuestión de salud pública, también para quienes -como estos participantes del estudio- nada tienen que ver con el mundo cannábico.

jueves, 21 de julio de 2016

Jeffrey Pendleton: otro jodido negro indigente...

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que no os guste, que os desagrade profundamente y que ello os mueva a hacer algo, a salir de la inacción sorda que permite cosas así o como esta otra de ayer mismo, antes de que una ola de miseria humana aderezada con cadáveres bajo custodia policial, nos alcance también en España.

No hemos tocado fondo aún... y siempre se puede cavar.

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Jeffrey Pendleton: Jodido Negro Indigente.


Hola, me llamo Jeffrey y soy un negro indigente, sin casa ni trabajo, que no tengo derecho a existir. O tal vez sólo tengo derecho a existir... si existo sin tener derechos. 

Eso ha intentado hacerme creer la policía a lo largo de mi vida, daba igual dónde porque la historia era siempre igual: ellos mandan y si no les gusta cómo obedeces -o si no obedeces- se desahogarán contra ti, con una paliza en el calabozo, o usando el sistema legal de forma leguleya para causar intencionalmente daño. A veces también aunque obedezcas, te hacen el saco de los golpes con el que se divierten.

En realidad no soy lo que ellos quieren que sea, y eso no lo han soportado nunca. Pueden hacerme daño físico o pueden echarme encima al sistema, pero no han conseguido romperme y hacer de mí un animal asustado que resultase domesticable y adiestrable para sus fines. De hecho, fui un chico como tú. Tuve una infancia difícil, porque era uno de los muchos hijos de una madre negra soltera en la pobreza de “la pesadilla americana”. Pero nos crió y nos sacó adelante. Terminé el instituto e incluso llegue a recibir formación universitaria. Y hasta me casé con una compañera, pero el matrimonio nos superó a ambos y acabamos -como otros tantas parejas jóvenes- separados al poco tiempo.



La ruptura de la pareja, junto con los empleos de baja calidad a los que podía tener acceso, con salarios miserables y abusos constante, fueron la rampa cuesta abajo que se me presentó como vida y que, a pesar de que no he dejado nunca de luchar, me llevó a tener que perder hasta mi techo y convertirme en un “homeless” más. 

Al principio viví un año en una tienda de campaña, pero aunque intentes mantener una vida normal, vivir en la calle te pasa un factura que no se casa con comodidades como esa. Después, he tenido que sobrevivir como otros muchos, luchando cada día y pidiendo ayuda (ya que trabajo no me dan), pero nunca he cometido un delito porque considero que ser pobre no me da derecho a ello.

Es feo pedir, pero peor es robar, dicen... 
Lo cierto es que a la policía de la pequeña ciudad donde “resido” no le parecía bien que pidiéramos, ellos preferían que nos muriéramos de hambre en la puta calle




Pero a mí que, aunque soy un negro lo soy con inteligencia, formación y coraje, no me parecía bien eso de que unos pistoleros armados a sueldo del estado fueran a forzarnos a desaparecer para su comodidad. Ellos nos acosaron, durante meses, por pedir dinero para comer de forma pacífica en la calle. Mi cartel decía “estoy sin casa y buscándome la vida”, como forma de indicar al viandante, de forma pacífica y no invasiva, que era un ser humano -negro, sí, pero humano a pesar de los maderos y el sistema- solicitando ayuda básica en una situación de extrema necesidad.

Fui detenido, golpeado, insultado, amenazado, robado, sufrí cacheos arbitrarios que incluían  "registro de orificios” (en el que unos policías te sujetan y otro con guantes te mete dos dedos dentro de tu culo y busca dentro, por si escondes una caja fuerte ahí) y todo tipo de humillaciones, que no sirvieron para doblegarme. De hecho me crecí. Y sin miedo les denuncié. 

Yo, el negro indigente, denunciando a la policía de la ciudad. 

Y lo mejor todo, ganando la batalla y forzando a la policía a que dejase en paz a aquellos que tenemos la mala suerte de tener que pedir para sobrevivir. Ellos quisieron llegar a un acuerdo que incluía una nueva política de trato para estas personas, y yo cedí porque había conseguido que ganase la comunidad: todos habíamos ganado con una policía que dejase de perseguir, acosar, robar y violar mendigos por el simple hecho de ser pobres y sin recursos. Incluso tuvieron que pagarme unos cuantos miles de dólares que, obviamente, no disfruté ya que fueron para los abogados que llevaron el caso.

No era la primera vez que me había enfrentado a los abusos policiales, porque ya en otra ocasión había sido denunciado por la policía, encarcelado y encausado, por negarme a obedecer una orden verbal, por la que una pareja de policías decidía prohibirme pasar por una zona de acceso público. ¿La razón? Ja, pues la de siempre, un JNI: jodido negro indigente. 




Pero no quise rendirme y aceptar el castigo, así que planté cara y el asunto sentó un precedente legal sobre la capacidad de la policía a dictaminar, a su antojo, sobre el acceso a lugares públicos. Y también acabaron pactando y entregando otra suma de dinero que, de nuevo, se quedaron los abogados por su trabajo. Y es que ser pobre en USA es muy caro. Me encanta ver -cuando tengo acceso- el programa de John Oliver por sus mordaces y honestos enfoques, y no consigo olvidar el día que contaba nuestra realidad y la de la justicia americana: cómo éramos encarcelados -con el coste que eso supone para el estado y los contribuyentes- por el simple hecho de no tener dinero para pagar los costes legales de la defensa legal que, en teoría es un derecho constitucional, tienen que facilitarte si has de enfrentar un juicio. Todo eso es mentira y sólo sirve para que los ricos que están en sus casas de barrios protegidos, crean que la justicia es igual para todos. Es parte de nuestra pesadilla, porque vivimos en un sistema que mientras considera que eres suficientemente pobre para recibir “bonos para comida”, no eres suficientemente pobre para acceder a la justicia con abogado de oficio. Y a veces creo que es mejor, porque ahora mismo hay 43 estados de USA en los que se te cobran los gastos legales de tu defensa y si no tienes dinero para pagarlos, vas a la cárcel aunque no seas declarado culpable por el juez.

A un amigo que estaba con una enfermedad terminal del pulmón, le detuvieron por no poder pagar los gastos de un juicio anterior y le metieron en la cárcel, pero estaba tan mal que fue llevado al hospital. 

Detenido por no tener dinero, además de la cárcel, le metieron una multa mayor, que si no pudo pagar -ni a plazos- su defensa legal anterior ahora lo haría ya imposible. ¿Cuántas veces consecutivas te pueden detener por no tener dinero para pagarles por la detención anterior, y además volver a facturarte por ello? Sé que al que no sea de aquí y conozca la realidad, esto le sonará a chiste, pero de broma no tiene nada y ésta es la realidad con la que nos hacen vivir.




La última de mis aventuras no elegidas con la policía, ésta desde la que todavía os hablo, se debió a unos gramos de marihuana. Ya sé que es legal en medio país, y que se vende en lujosas tiendas a precios espectaculares, pero la ley nunca fue igual para todos y esto es sólo otra excepción más. Me cogieron con unos porros en una bolsa y, además de quitármelos, mis queridos 'hamigos' de la policía me esposaron, me metieron a golpes -como siempre que pueden- en el coche patrulla y sin dejar de meterme codazos durante el camino, me llevaron al calabozo para presentar cargos contra mí. Fui puesto ante el juez, quien decretó mi libertad bajo fianza de 100 dólares. ¿Bien, no? NO.

Para ti puede que 100 pavos sea algo asequible -y que si no los tienes puedas pedirlos- para evitar entrar en la cárcel. Pero no para mí, no ahora. Al ganar aquel proceso contra la policía, gané el derecho a pedir en la calle pero eso no te pone en un nivel en el que puedas tener 100 dólares para pagar una fianza. Y como dije antes, los pobres vamos a la cárcel por el simple hecho de no tener dinero, aunque eso sea totalmente inconstitucional, ya que de algo hay que mantener el sistema de prisiones privadas y todo el entramado de parásitos que viven de él. Y aunque nosotros no podamos pagar, somos la excusa para que el contribuyente pague: ni siquiera les interesamos para explotarnos, sólo somos cebo en su pesca deportiva de dinero público para fines privados.




La cosa es que aquí estoy, preso, sin nada que hacer y sometido físicamente a los antojos del grupo de carceleros que, se supone, están pagados para cuidarme entre otras cosas. Aunque algo ha debido de pasar en algún momento, porque me siento extrañamente ligero, y con un gran sentimiento de paz. 

Y eso no tiene sentido, porque lo último que recuerdo ahora mismo es que entraron en la celda los carceleros y recuerdo que me dijeron entre risas: “ahora te vas a enterar de lo que es denunciar a la policía, negro de mierda”

Recuerdo un golpe cerca de mi cabeza y un sonido agudo que precedió a mi pérdida de conciencia, y a esta sensación de felicidad que me embriaga ahora en este estado en el que ya no siento dolor, ni odio o rabia, ni miedo, ni nada negativo. Aquella luz -que veo sin abrir mis ojos- es el lugar al que ahora ya me dirijo...





jueves, 9 de junio de 2016

Prince; sobredosis de fentanilo para cerrar la UNGASS2016

El día final de la UNGASS 2016, la reunión de urgencia de los países miembro de la ONU para "abordar un cambio en la política de drogas", moría Prince de una sobredosis.

En un primer momento, esa opción fue descartada por la inmensa mayoría de medios y especialistas en USA. Hoy día ya se sabe que Prince murió de sobredosis de fentanilo. El portal especializado en cannabis y política de drogas, Cannabis.es, lo publicó -como la hipótesis más probable a pesar de lo que se decía- al día siguiente de conocerse su muerte.

Es un placer acertar, otro que se fíen de tu criterio.
Y una pena tener razón en un caso como el de Prince: muerto de sobredosis de fentanilo.



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Y ahora, Prince 


Con toda seguridad, hoy encontraremos grandes textos sobre Prince, el artista anteriormente conocido como Prince, y todo eso. Por que es cierto, ha muerto otro gran personaje en este fatídico último año que llevamos: Lemmy, David Bowie, Glenn Frey de los Eagles...

Y ahora, Prince.






Cuando anoche lo leí, se me borró la sonrisa y desde fuera debía verse -en lo que antes era mi rostro- un enorme “WTF?!”: era joven, demasiado joven. Si no había muerto en los “27 malditos”... ¿por qué iba a morir ahora? Y sin poder evitarlo, el aire de mi habitación se empezó a llenar de frases que me llevaban a ese paraíso de calidez, ausencia de dolor y calor compartido que era “Purple Rain”, la lluvia púrpura en la que él quería verte riendo...

I never meant to cause you any sorrow.

I never meant to cause you any pain.

I only wanted to one time to see you laughing...

I only wanted to see you
laughing in the Purple Rain.


Reconozco que Prince y su obra sonaban en un plano de existencia muy distinto al mío, y que podría haber pasado la vida sin saber de él. Y no habría pasado nada. 

Nada, salvo que me estaría perdiendo una pieza clave -un diamante perfecto- en la memoria colectiva musical; “Purple Rain” es uno de esos temas que por el título, tal vez, haya quien no lo reconozca a la primera pero que bastan unos segundos del tema para que cualquiera diga “sí!! sí la conozco!!” y hasta la sepa canturrear. Una de esas canciones que casi no importa cuando naciste, porque la vas a conocer sí o sí. Y es una de esas canciones con las que casi todo el mundo ha llorado alguna vez, o muchas.

Es un tótem sagrado, de esos que se hacen un vez y ya no hay más troncos similares con el que hacer otro parecido. Una canción cuya historia vale una película, un Oscar de la Academia de Hollywood, y sin querer desmerecer el resto del trabajo de Prince, vale toda una carrera. 

Si Prince no hubiera compuesto una nota más en su vida, sería igual de grande tras haber escrito ese tema y tras haber grabado uno de los mejores solos de guitarra de la historia en él. No me refiero a un solo de virtuoso gimnástico, sino de los que ves que la puta guitarra está hablando por el músico, mientras él está en trance. Delicia absoluta.

Para Prince, “Purple Rain”, se convirtió en “su albatros”: le perseguiría toda su vida, cada minuto desde 1983, mientras siguiera haciendo música. La canción fue compuesta primero en la estructura armónica y musical, y posteriormente Prince añadió la letra. No porque quisiera, sino porque no tuvo más remedio. 

Prince le envió a la preciosa -y llena de talentos- Stephanie Lynn "Stevie" Nicks, la cantante de Fleetwood Mac el tema para que fuera ella quien construyera la letra.





Ella “se meó del susto en las bragas” ante el asunto, por dos razones. 

La primera, que la canción era enorme, tenía una clara construcción épica que no era su registro habitual y a la vez estaba sujeta a ciertas necesidades de guión porque tenía que ser escrita para la película homónima. El reto era enorme y exigía no tomarlo a la ligera. 

La segunda, es que la guapísima “Stevie” tenía la sensación de que Prince quería “algo más que el que ella hiciera la letra”. 

Sé que dicho así, puede sonar fatal, pero no quiere decir -ni negar- que Prince quisiera “roce” con esa chica: sólo quiere decir que ella sabía que la elección de su persona no era puramente profesional sino que contenía “un afecto complicado” que no quiso entrar a manejar.


Así que Prince se la tuvo que escribir él solito -hay al menos dos versiones con letras distintas en algunos puntos, pero iguales en concepto- y le salió de las manos una obra perfecta. 

Para quien no se haga una idea, puede visitar la web del Washington Post animando a que todo el mundo difunda “ese trozo de las letras de Purple Rain que te capturó” y con una aplicación expresamente para ello, orientada a redes sociales.

Bien, vale. Hasta aquí la parte emotiva, la que me duele como melómano y músico que ha perdido a un creador de esos que al nacer rompieron el molde y nos dejó su alma en forma de música. Ok.

Ahora la fea, la que hace todo aún más triste, más injusto, estúpido todavía. Prince tenía 57 putos años, y no estaba enfermo de un cáncer como les pasó a otros. 
¿De qué coño ha muerto Prince?

A ese chico le encontraron tirado en un ascensor. La llamada a emergencias es muy simple: “hombre inconsciente, no respira”. La autopsia se efectuará hoy viernes, pero en principio la policía que asistió a la retirada del cadáver -fue pronunciado el “exitus” allí mismo tras no responder a la resucitación cardiopulmonar, en 10:07 a.m. 21/04/2016- ha declarado que no hay signos de violencia o extraños que hayan podido observar, que no hay nada que indique la razón de la muerte en ese ascensor.

Tan sólo 6 días antes, Prince había tenido que interrumpir un vuelo y causar un aterrizaje de emergencia para recibir ayuda médica urgente. Por supuesto los datos médicos son privados, pero Prince -como otros tantos “reconocibles”- vio los datos filtrados (los pagan muy bien) sobre la actuación médica. Y mientras su personal se encargaba de dar una explicación irrisoria -una gripe- del hospital salían informaciones que aseguraban que se le había tenido que dar un “save shot” o “chute-salvavidas” de naloxona, el antídoto de los opioides como el fentanilo o la heroína.

Venga, vamos a aceptar ambas posibilidades. 

Podía tener gripe como para tener que para un avión, ir al hospital, y volverse a casita como si nada. 

Podía tener una sobredosis mortal de no ser tratada. 


La primera opción la ha explorado mi querido David Kroll en Forbes. ¿Pudo morir Prince de una gripe? Sí, claro que pudo. La gripe mata todos los años gente, a veces más y a veces menos, y suelen ser personas con un sistema inmune disminuido para hacer frente a una infección que el cuerpo, normalmente, supera cada año. Y Kroll aprovecha para explorar dicha posibilidad, con la habitual generosidad de buenos datos que suele usar.

Pero Kroll vive en USA y es un experto en drogas, farmacia, química y esas cosas. No es ajeno a lo que todo el mundo parece estar pensando y nadie puede decir de momento: que Prince murió de una sobredosis de opioides, como otras decenas de miles de personas cada año en USA desde hace una década o así. Kroll argumenta con buen juicio de la “deshidratación severa” que es el “motivo oficial” por el que fue atendido en el hospital tras aterrizar de emergencia, está dentro del cuadro posible en una gripe severa. ¿Pero aterrizar de emergencia? ¿No tenían nada para “hidratar” a Prince en el avión? ¿De verdad?

Llegados a este punto, en que no puedo tragarme la historia del avión y la gripe (al menos tal y como ha sido contada de momento) pienso en las opciones restantes, que los mánagers del artista querrían ocultar y a pesar de que -ahora- fuera vegano y Testigo de Jehová, los creyentes también pecan, y algunos gustosamente. 

Suena más a sobredosis que necesita atención de vida o muerte que a gripe severa. Otro artista que “destruye su vida y su potencial creador” por las drogas, aunque sea el topicazo esperado, es el titular final más plausible que los medios darán a esta historia.

Desconozco si Prince tomaba alcohol o drogas o era abstemio a muerte, y no me importaba hasta tener que escribir esto, pero me parece algo perfectamente probable. Recuerdo como cuando murió Amy Winehouse (otra que cayó a los “malditos 27”) la primera explicación fue la de la sobredosis de alcohol. Y era cierto que se hundió en la botella ese día, pero los medios no quisieron explicar que su tolerancia no era la habitual (la misma cantidad de alcohol que antes la dormía, ahora la mataría). 





Amy Winehouse murió por dos razones combinadas: su agresivo consumo de alcohol, y la terapia que se vio forzada a tomar (Rehab? I said no, no, no....), presionada por su familia y el entorno que de ella también sacaba beneficio. Su tratamiento, lejos de aliviar las causas que le hacían recurrir de esa violenta forma al alcohol, lo que hizo fue eliminar sus defensas naturales adquiridas con el tiempo y uso. Las dos cosas, combinadas, la mataron a la primera ocasión.

Aventurar si Prince pasaba una situación similar con un posible consumo de opiáceos/opioides es excesivo, pero si fue una sobredosis como todo parece -a pesar de lo que digan sus representantes- no sería nada extraño que estuviéramos presenciando una situación idéntica, salvo en la droga de sobredosis, a la de Amy Winehouse.

Ayer murió Prince. 
Ayer terminaba la UNGASS 2016, esa reunión de urgencia bajo el auspicio de la ONU en la que los países iban a cambiar la criminal política de drogas, que ha sembrado de muertes -de todo tipo- el planeta en nombre de una axioma imposible: un mundo sin drogas y sin gente que quiera drogarse. 

Casi consiguen lo segundo, a base de matarnos, los muy hijos de la gran puta. Aún no he querido meterme a bucear el tema de lo que ha sido esta UNGASS, porque me voy a poner de muy malaostia explicando lo que era previsible y no queríamos -tampoco- decir: que nos la han vuelto a jugar.

Seguro que -si no sois cardiólogos o algo similar- si nombro a René Favaloro os quedaréis como cuando a mí me dicen el nombre de un futbolista. Era un tipo que desarrolló algunas de las técnicas coronarias de cirugía que han salvado más vidas en la historia. 

Si un familiar tuyo ha sido operado de corazón, es posible que tuviera mucho que agradecer a ese hombre. Favaloro dedicó su vida a difundir el conocimiento en ese área, que dominó y expandió para salvar corazones heridos. Lo dio todo por los demás, en cierta forma, entregando su vida a ese trabajo. 

En el año 2000, en la crisis monetaria (eterna) en Argentina -de donde era este señor- su fundación, el instrumento que había servido para salvar vidas por todo el mundo formando a más cardiocirujanos, se vio ahogada con una deuda enorme: 18 millones de dólares. Grande para una fundación, pero ridícula para un gobierno.

Favaloro pidió ayuda al gobierno, de forma oficial, para poder salvar todo ese trabajo, y las vidas que de ello dependían. 

El gobierno, simplemente, pasó de contestar. 




"Debe entenderse que todos somos educadores.

Cada acto de nuestra vida cotidiana
tiene implicaciones, a veces, significativas. 

Procuremos, entonces, enseñar con el ejemplo."


El 29 de julio del año 2000, tras comprobar que le ignoraba totalmente el gobierno del país -por el que renunció, toda su vida, a ser la mayor eminencia en USA en su especialidad- se encerró en el cuarto de baño, sacó un arma, apuntó a su corazón... y disparó.

El tiro el el corazón de Favaloro, es mucho más que lo que se podía expresar -con un gesto o acto- de cualquier otra forma.

Y tal vez esta muerte, de un chico tirado en un ascensor que no respira, de esa forma y en el día final de la UNGASS 2016, sea otra tragedia llena de un significado más amargo que la muerte del propio Prince.