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jueves, 19 de enero de 2017

18 kilos de W-18 para el Juicio Final

Esta historia de ficción distópica que fue publicada en cannabis.es contiene un pequeño fallo, descubierto con el tiempo, y que le da un curioso valor: lo cambiante de lo que era la información fiable hace unos meses en un compuesto que, misteriosamente, apareció en las calles de Canadá y su mercado negro, pero que podría aparecer en cualquier sitio.

El fallo es que el W-18, y tal vez otros compuestos de la serie, no son agonistas opioides como se pensaba por sus creadores... pero eso es historia para otra ocasión.

Esperamos que os guste.


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18 kilos de W-18 para el juicio final.


La última vez había matado a 14 personas y, a pesar de ser un accidente, había tenido que quemar los cadáveres y el lugar, como medida de seguridad básica. Fue un error confiar un producto así en manos de principiantes -no eran químicos profesionales, sino hombres de negocios sin alguien capacitado a su lado- y el resultado podría haber acabado con todo su plan de ventas, además de con una sentencia a cadena perpetua para él. Tenía que calibrar mejor si pretendía seguir vivo y libre mucho tiempo.

El pedido en esta ocasión había sido masivo. Como experto, tenía claro que la cantidad encargada podía tener distintos usos, pero hablando siempre en niveles enormes. Tenía suficiente droga sintetizada como para mantener sin mono a todos los adictos a los opiáceos del planeta durante medio año al menos. Si la cosa salía bien, además de una cuenta corriente con más ceros de los que podía imaginar, podría llegar a competir con el suministro mundial de heroína




Él, una sola persona, detrás de la operación de síntesis de opioides más grande del mundo. Sus años de juventud perdidos entre libros y casi sin salir de casa, para ser el mejor de su graduación y encontrar un empleo bien remunerado, daban sus frutos en el campo menos esperado: en el tráfico de drogas. Él nunca había tomado drogas ni conocía ese mundo más que de oídas, pero perder el trabajo -por esa mala racha personal- en la planta de desarrollo de productos plásticos le había obligado a buscar alternativas.

Esta vez, en el precio había incluido 2 trajes HAZMAT para que no acabasen muertos nada más empezar a trabajar con el producto. Sonaba exagerado, pero no lo era: valía con respirar una mota invisible de ese polvo y morirían, así que más les valía preparar bien el producto que iban al lanzar al mercado si no querían acabar la partida antes de empezarla. Al comprador, un hombre de negocios europeo de unos 50 años, le parecía bien todo lo que él dijera y, como había podido comprobar ya, el dinero en enormes cantidades no le faltaba nunca.

Una vez pensó que ese tipo bien podría comprar. incluso el puto planeta, si estuviera en venta.
Lo que nunca pudo imaginar, hasta que todo fue destapado, es que esos 18 kilos de W-18 tuvieran como objetivo acabar con la raza humana sobre La Tierra...


Esta historia que sirve de introducción, por ahora de ficción, tiene como protagonista a nuestra invitada de hoy: W-18. ¿Una bomba? ¿Un meteorito? ¿Un virus que acabará con el planeta? ¿Rajoy vestido de lagarterana? No, la W-18 es la nueva droga de moda, entre los forenses del norte del continente americano. ¡Coño! ¿Y entonces a qué viene todo eso de acabar con la humanidad?
La serie W es una serie de 32 compuestos creados, en la década de los 80, por un grupo de farmacólogos encabezados por Ed Knaus, en la universidad de Alberta en Canadá. Este grupo de investigadores, estaban llamados a repetir un trozo de la historia: la búsqueda de un analgésico eficaz y que no provoque adicción, para terminar encontrando una criatura que no podían esperar como ocurrió en el caso de la heroína. De esa serie de compuestos con una estructura novedosa, bastante simple pero desconocida en la farmacología, se patentaron 32 (W-1 a W-32) siendo los 19 primeros agonistas puros del receptor opioide mu, y los 13 restantes compuestos con actividad agonista/antagonista como es por ejemplo la buprenorfina. De todos ellos, el más potente era el número 18: su potencia era de 10.000 veces la de la morfina, lo que quiere decir que 1 gramo de esa sustancia equivale a 10 kilos de morfina. ¿Empezamos a ver por dónde van los tiros ya? Nuestra protagonista W-18, acababa de nacer.


Por supuesto, dichos compuestos nunca fueron probados en humanos ni se desarrolló ningún estudio sobre ellos, ya que para humanos tenemos suficientes analgésicos adictivos y esos compuestos no presentaban mejores perfiles farmacológicos con respecto a los ya existentes. Y quedaron en el oscuro olvido académico y del archivo de las patentes sin demasiado uso, durante más de 2 décadas. Hasta que la guerra contra las drogas, al haber sancionado hasta lo imposible el resto de sustancias, acabó por hacer que unos químicos emprendedores -seguramente chinos- buscaran en los oscuros archivos de universidades y patentes información sobre investigaciones con drogas que, aunque nunca hubieran sido probadas con humanos por su evidente peligro, tuvieran efectos similares a las drogas ya prohibidas.
Y de esta forma, otra de esas sustancias, como la PMA/PMMA, que nunca debieron llegar al mercado de la calle y no lo habrían hecho sin la prohibición de las otras drogas, la W-18 llegó a la calle. Justo cuando la policía del norte de América se preguntaba si podrían encontrarse con algo más mortal que el fentanilo, que está diezmando por golpes de sobredosis vía adulteración a las comunidades de usuarios de estas drogas, se toparon con esto en forma de pastilla de “Oxycodone” adulterada (es el opioide favorito del neo-mercado negro de opioides en USA y Canadá desde hace un tiempo ya).
De momento, no se puede afirmar que se haya producido un solo muerto por esta droga, pero es que aunque los hubiera, sería casi imposible saberlo. ¿Por qué? Las dosis son tan extremadamente bajas en peso, que encontrar un metabolito de dicha droga en el organismo humano (con el agravante de que no conocen cuáles serían) sería el equivalente a encontrar una aguja en un pajar, con una mano en la espalda. Para hacernos una idea ya más clara de lo que es este arma química, la comparamos con el fentanilo -cuya dosis letal está entre 2 y 3 miligramos- y resulta que 2 ó 3 microgramos o millonésimas de gramo, son suficientes para matar a una persona. ¿Un grano de sal? ¡Qué va! En un grano de sal habría suficiente cantidad como para matar a unas 100 ó 200 personas. Y si tenemos en cuenta que en todo el planeta, hay unos 6 o 7 mil millones de seres humanos, bastarían 18 kilos de esa droga para matar a todo ser de nuestra especie... y seguramente sobraría.
¿Pero estamos hablando de una droga o de un arma química? Pues decídalo usted, pero recuerde que el fentanilo y sus variantes ya han sido usadas como arma química, en este caso por el gobierno ruso, con un ejemplar números de muertos a sus espaldas ya. El Kolokol-1 era el nombre del gas -con un derivado del fentanilo- que se usó para acabar con el secuestro de un teatro en Moscú. Y no era más potente que el W-18.
Para más INRI, las pastillas que apresó la policía en Canadá, contenían como droga principal fentanilo (siguiendo la tendencia de los últimos meses y años), pero lo contenían en una cantidad -entre 4'6 y 5'6 miligramos) que era suficiente para matar a un par de personas cada pastilla. Y si eso era poco, cuando fueron buscando la “huella química”, que les permitiera ir conociendo al químico que lo estaba sintetizando y el procedimiento que seguía, se encontraron con el nuevo compuesto, que estaba presente sólo en trazas (cantidades muy bajas) pero al ser 100 veces más potente que el fentanilo y al ir mezclado con este en una pastilla que ya contenía 2 dosis mortales, se dieron cuenta de que acaban de conocer a un nuevo asesino que ya llevaba tiempo en la calle, y posiblemente matando gente sin que nadie pudiera saberlo. Esas pastillas, si son ideales para algo, lo son para matarse.
¿Y quién sería el desalmado que vendería semejante droga y el cretino que la compraría? Criminales seguro, ¿verdad? Pues no. Tú mismo puedes comprar, ahora mismo, desde tu móvil esta droga. Es legal, no existe ninguna legislación contra ella en ninguna parte del mundo y la venden en Internet, sí. Y ni siquiera a escondidas. O al menos la vendían, porque desde que ha saltado a los medios, la droga ha desaparecido del “menú de compra” público de muchas webs de este tipo de productos. Pero simplemente están empezando el clásico juego del gato y el ratón, que ya han jugado antes -y siguen jugando- con los cannabinoides sintéticos o marihuana sintética.
Pero las mismas webs que lo vendían hace unos meses, ahora lo que hacen es vender a su hermano pequeño: W-15. Ya en el año 2014 (texto publicado entonces en el blog Drogoteca) empezaban a ser conocidas en los círculos más avanzados de “experimentadores”, y ya se vendían por aquel entonces. Hoy día, sólo tienes que poner “buy W-15” y esos mismos químicos/empresas, te harán sin problema a su hermano mayor... mientras siga siendo legal, porque luego saltarán a otro. Y no te sorprendas porque esto lleva siendo así mucho tiempo, y hay que dar las gracias, repito, a la guerra contra las drogas.
Por si el retrato no hubiera sido bastante tétrico, para esta familia de compuestos, el antídoto que se usa normalmente para los opioides -la naloxona- seguramente no es suficientemente potente. Como en el caso de grandes animales (elefantes, ballenas, rinocerontes, etc) cuando se utiliza la súper potente etorfina que se dispara con una escopeta, para revertir sus efectos hay que usar diprenorfina porque la naloxona no es suficiente. Y la diprenorfina no está aprobada para humanos, por los brutales efectos secundarios que tendría. ¿Con qué hay entonces que luchar cuando haya que salvar vidas en sobredosis de esta droga? ¿Agua bendita? Pregunta sin respuesta.
Aunque si atendemos a quienes podrían ser los interesados de que una droga así llegue a poner sus pies en la calle (al menos de forma oficial, aunque no parezca haber causado ningún herido o muerto), y más si esto aumentase el número de incidentes con opioides al mismo tiempo haciéndolos más difíciles de tratar médicamente, el primer beneficiado económicamente sería la industria farmacéutica a la que se acudiría -de nuevo tropezando en la misma piedra- en busca de una solución mágica.
Llamadme conspiranoico (en este caso creo que me lo voy a permitir). Es similar a lo que nos llamaban hace años a quienes denunciábamos que los médicos y la industria farmacéutica en USA, estaban creando una generación de adictos a los que exprimir de forma legal mediante las prescripciones de “la heroína en pastillas” como eran la oxicodona y sus primos. Llamadme malpensado, pero cuando en derecho no se ven las cosas claras se suele recurrir a la frase en latín “Cui prodest” o “¿Quién se beneficia?”. ¿Y quién coño sacaría beneficio de todo esto?
Blanco y en botella, leche...

sábado, 24 de diciembre de 2016

Elige: o un chute o la silla eléctrica... para matarte.

Esta entrada sobre la pena de muerte y sus chapuzas en USA fue publicada en el portal Cannabis,es, y esperamos que haga un buen maridaje con la cenita de esta noche. ¿No me digáis que no es un tema estupendo para después de la cena de Navidad?

Eso, que disfrutéis mucho de vuestras familias: el gran invento de nuestra sociedad.
Sed felices, hoy.
:))

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Elige: 
o un chute o la silla eléctrica...
para matarte.

Me resulta difícil sentarme a escribir, cuando lo que tengo que escribir es un alegato a favor de la inyección letal, y en contra del activismo “poco inteligente” contra la pena de muerte.
Me siento, me levanto, me muevo como animal inquieto mientras hago lo posible por no empezar. Sé lo que tengo que escribir, pero no me gusta y me revuelvo: supongo que es el efecto de intentar ponerte en la piel de alguien a quien van a matar, de forma legal y con una liturgia perfectamente establecida.


Entiendo que cada vez que -como sociedad- empujamos el émbolo de la aguja, apretamos el gatillo, giramos la palanca o le damos al botón, estamos certificando nuestro propio fracaso: hemos fallado si no hemos encontrado otra forma de actuar que no sea matar a un ser humano indefenso. Levantamos acta -al levantar el cadáver- de nuestra propia miseria.
No voy a entrar a desgranar un rosario de datos sobre lo injusto de la pena de muerte, el número de errores que se cometen en el proceso y que dan como resultado la ejecución de inocentes. Sólo eso bastaría para que no se produjera una sola ejecución legal más. 
Tampoco voy a entrar -demasiado- en la anomalía estadística que es el grupo étnico (raza para algunos) de los ejecutados frente a su porcentaje en la sociedad: los blancos tienen mucho más cheque en blanco antes de pasar por las manos del matarife, no por ser menos criminales sino por disfrutar de un sistema hecho por y para ellos. 

Recordad que los negros -esclavos- fueron marcados en la constitución de los USA como “seres equivalentes a 3/5 de persona”. O lo que es similar: si matas a 5 negros, te cobramos sólo 3. Suena macarra, pero debe ser el lema de los maderos allí, en vista de los ciudadanos negros desarmados asesinados por disparos de policía. Dicen que lo de incluirles como 3/5 de persona” fue algo hecho “por su bien y para ayudarles a dejar de ser esclavos, pero sinceramente a mí suena a premio gordo entre las “Grandes Cagadas de la Humanidad”.
No voy a irme a ninguno de esos lugares comunes: no me gusta la pena de muerte en ningún caso. Pero entiendo que si, como sociedad, la vamos a aplicar debemos hacerlo de la mejor forma posible. ¿Parece lógico esperar eso en pleno siglo XXI, no? 


Cuando queremos matar, ya no ponemos a una persona en una parrilla sobre brasas, ni usamos 4 pares de caballos para desmembrar a alguien tirando en direcciones opuestas de sus brazos y piernas, ni les enterramos medio cuerpo en el suelo para coser a pedradas -en una fiesta grupal de autoafirmación moral- al reo... OH WAIT!! 


Bueno, aunque se sigue aplicando así la pena de muerte en muchos lugares del planeta, nosotros los europeos y los civilizados americanos, que somos algo más avanzados en ese aspecto, no lo hacemos así. ¡Nosotros no somos bárbaros, jolines!
Cuando se ha tratado de matar, en el pasado siglo y en el presente, de forma legal hemos recurrido a la horca, el fusilamiento, la cámara de gas (¿especialidad nazi?), la electrocución y hasta el garrote-vil o cómo meterte una barra de metal por la nuca hasta causarte la muerte. Hemos ido adaptándonos a los tiempos en esto de matar. Tanto que en el año 1977, en USA, un examinador médico llamado Jay Chapman propuso que, si teníamos que matar, lo hiciéramos de la forma menos cruel posible. 
¿Suena bien? Debería, porque un cura llamado Bill Wiseman se encargó de que eso se plantease legalmente y saliera adelante en el sistema legal de USA. De esta forma nació el “Protocolo Chapman”, que era la forma menos cruel de matar a alguien dentro de lo que la ciencia del momento nos podía mostrar.


El “Protocolo Chapman” consistía en una dosis alta de un barbitúrico de acción ultra-corta (usados en anestesia), seguido de un medicamento que paralizaba la respiración y otro que paralizaba el corazón. No siempre salían las cosas como en la teoría, pero en general no era una mala forma de matar (desde el punto de vista del que va a morir). Y en 1982, Charles Brook se convirtió en la primera persona en ser ejecutada de esta forma “compasiva”.
Aunque entrecomillo lo de compasiva, no dejaba de ser el intento honesto de unas personas que no querían ver sufrir a alguien más allá de lo lógico cuando alguien enfrenta su muerte. Y no era para menos, porque hasta entonces las muertes eran todas mucho más traumáticas. Especialmente un par de ellas. Una es la cámara de gas: un invento de USA, usado desde 1924 hasta el año 1999 para matar gente legalmente. El primer ejecutado por cámara de gas era un mafioso de origen chino llamado Gee Jon, que aunque apeló contra el asunto porque no veía claro lo de morir así, no le hicieron ni puto caso. El estado determinó que -siendo científicos y tal- había que matarle con la forma más moderna de morir, que en este caso creían que era el ahogamiento con gas venenoso.


Cómo el estado es así de simpático, para llevar a cabo el moderno método de ejecución, intentó bombear veneno (el mismo que usaron los nazis, por cierto) en la celda de Gee mientras estaba dormido, pero lógicamente el veneno se salía de la celda. Así que ni cortos ni perezosos, inventaron la “cámara de gas”, ad hoc para cargarse a ese tipo de forma moderna y ya... pues la dejaron inventada, ¿no? Así comenzaba su historia y duraba casi un siglo, porque aunque no se ha vuelto a usar sigue siendo legal en algunos estados, y desde 1979 se han matado -todavía- a 11 personas con este método.
El otro método “científico” data del siglo XIX, y de la “guerra de la electricidad” entre Tesla y Edison. Como Tesla apoyaba la corriente alterna (AC) y Edison la corriente continua (DC), pues el segundo se las arregló para ser llamado por los legisladores y consiguió recomendar que, para la silla eléctrica -el método científico del XIX- se usase la corriente de su competidor. De esta forma intentó que la gente asociase la corriente alterna con la muerte para dañar a Tesla, encargando también un generador de la competencia (Westinghouse) para causar más daño a su imagen. 
Realmente el método lo inventó un borracho que se las apañó para joder una lámpara de arco que hacía de farola (como las de sodio actuales) y LAMER el cátodo y el ánodo, electrocutándose en el acto. Lo hizo porque, esa mañana trabajando con algo eléctrico, había sentido una sensación como cosquillas al entrar en contacto con una pequeña tensión eléctrica.
Sorprendidos todos por lo bien que mataba y sin dejar casi marca, lo elevaron a método capital y lo montaron sobre una silla de madera con correas para atar al reo. La cosa no tenía mucha complicación: un tipo al que le enchufaban un porrón de amperios a un buen voltaje para freírle. Como podéis imaginar, haciendo eso puede ocurrir de todo: desde que el cuerpo empiece a arder, a que le exploten los ojos, a incluso que no mate al preso. De hecho, hubo en caso en el que la silla eléctrica no mató al reo, y aunque él y su abogado alegaron que “ya se había aplicado la sentencia de electrocución” -y era cierto- un tribunal se lo tragó, pero el siguiente dijo que “había que repetir”. En esa ocasión, ya no fallaron.
Por cosas así, se inventó la inyección letal. No tiene sentido hacer sufrir a un ser vivo si el objetivo es -simplemente- matarle. Así, la inyección letal se acabó convirtiendo en el método habitual de ejecución en USA, aunque no se dejaron de usar los demás totalmente. Y cuando en Europa abolimos la pena de muerte, decidimos que los demás tenían que hacerlo también, así que nos pusimos a luchar contra la pena de muerte en USA. ¿Cómo? Pues luchando contra el fármaco que se usa para matar a los presos.
¿Suena estúpido? Lo es, mucho. 

Equivale a querer detener a los asesinos que usan armas de fuego, insultando a los fabricantes de balas y a los productores de plomo. Así de estúpido es lo que se hizo. Y el resultado fue catastrófico: los laboratorios farmacéuticos, conscientes de que suministrar los barbitúricos para matar les hacía salir feos en la foto -ya se negaron en 1924 a facilitar el veneno para la cámara de gas por la misma razón- y viéndose presionados, empezaron a presionar ellos. Se negaron en muchos casos a suministrar barbitúricos para ese fin, a pesar de ser medicamentos que existen en cualquier hospital con quirófano.
Cada estado -en USA- reaccionó como pudo. Algunos decidieron sintetizar ellos mismos la droga para las ejecuciones (incluso la vendieron a otros estados). Pero otros pasaron a probar con otros fármacos: una mezcla de benzodiacepinas y opioides, que es una buena forma de encarar una suave eutanasia pero una mala forma de enfrentar una “rápida y limpia ejecución”. No funcionan igual de bien que los barbitúricos, que para matar parecen tener pocos rivales (son las sustancias más buscadas para fines suicidas en los mercados de Internet).
Algunos presos y sus abogados, decidieron explorar esta vía como defensa legal ante la pena de muerte impuesta, argumentando que “era una forma de castigo cruel e injusta [morir así]”. Y el estado volvió a reaccionar como pudo y supo: “¿no queréis que os ejecutemos con drogas? OK, como vosotros prefiráis”. 

De esta manera llegamos hasta la noticia que ha provocado este texto: cansados de lidiar con presos sentenciados que no se dejan matar, los estados están re-adoptando “viejas formas de matar”. Y están activando planes B por si se quedan sin drogas (debido al activismo y la presión contra los laboratorios) o por si algún reo se queja de que matar con una inyección es inhumano.
Hay 2 cosas que todo juez debería ser obligado a presenciar: la muerte de cada uno de sus condenados a morir y la muerte de aquellos a los que les negó el acceso a una muerte digna. 

No podemos olvidar que todo esto, silla eléctrica, cámara de gas, ahorcamiento o fusilamiento -y la compasiva inyección letal- son la respuesta que como sociedad damos a ciertos problemas, mientras no tenemos problema en negarle el acceso a una muerte elegida a ciudadanos que no han causado daño a nadie.

Paradójica justicia.
...y justicia para todos”.



* Recomiendo para los interesados en los datos sobre la pena de muerte en USA, la página de http://www.deathpenaltyinfo.org/ con su recopilación de casos y su buscador específico.

sábado, 10 de diciembre de 2016

BioTrial, experimento mortal imitando al cannabis.

Este texto fue publicado en la Revista Soft Secrets -en su edición de papel, al menos (no lo veo por otro lado de momento)- cuando ocurrieron los sucesos por los que hubo un muerto y varios heridos en unos experimentos médicos, en un laboratorio francés, con una nueva droga que actuaba sobre el sistema cannabinoide.

Paradójicamente, los investigadores buscaban una sustancia que provocara hambre, diera sueño y aliviara el dolor. Buscaban algo sintético -pero legal y patentable- que hicieron lo mismo que el cannabis hace sin poner ninguna vida en riesgo. Ahora se ha sabido, que además, de entre los inhibidores de acción similar que podían haber probado, escogieron uno con un perfil de riesgos increíblemente elevado con respecto a otros.

También -ahora- hemos conocido que en experimentos con perros, esa misma droga había matado ya unos cuantos en fases iniciales de ensayo.
Genial todo, eh? Un muerto y 5 heridos lo atestiguan...

Otra víctima más de la estúpida guerra contra las drogas.
Lo que buscaban lo tenían ya, sin matar a nadie: cannabis.

:P




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BioTrial: el experimento mortal.


El viernes 15 de enero se hacía pública la desgracia: un hombre en muerte cerebral y cinco heridos más en un ensayo clínico de una nueva droga sintética, llevado a cabo en Francia. El primer ingreso hospitalario se produjo el día 10 de enero y resultó ser el más grave. 




El ensayo clínico se suspendió al día siguiente, pero se tardó unos días en informar públicamente de lo ocurrido y se eligió el viernes para hacerlo, posiblemente buscando reducir los daños que esto podía generar en el mercado de valores relacionados con ensayos farmacéuticos.

En un primer momento la ministra francesa de sanidad, Marisol Touraine, informó del asunto someramente y las especulaciones se dispararon. Una de las primeras fue que la droga que estaban probando era un derivado del cannabis, un bulo difundido inicialmente por algunos medios franceses -que obtuvo cierto eco extra por lo polarizante que resulta el tema del cannabis con la severa legislación francesa al respecto- mientras la compañía farmacéutica hacía lo posible por no revelar el compuesto públicamente. 

Horas después, la ministra tenía que desmentir que el cannabis tuviera relación alguna con este caso, aunque es posible que como en otras cuestiones, el hecho de que exista una contranarrativa -o una corrección a la inicial- no implica que vaya a ser atendida con el mismo interés que lo fue la noticia en un primer momento.




La compañía en cuestión se llama Biotrial y estaba probando un compuesto suministrado por la compañía portuguesa Bial. El compuesto había pasado las fases de experimentación animal exigidas antes de darle una nueva droga a un ser humano, habiéndose llegado a probar hasta con chimpancés. 

Tras la fase animal, se encontraba en la “Fase I” de experimentación con humanos, que busca establecer -entre otras cosas- los márgenes seguros de uso. Se inició el experimento con 128 participantes, de los que 90 tomaron el compuesto en su primera etapa. De esos 90, todos voluntarios sanos, a 8 de ellos se les pasó al siguiente nivel, y se aumentaron las dosis. 

Presuntamente se doblaron las dosis, pero en estos momento los datos exactos siguen siendo retenidos por la empresa farmacéutica. De esos 8, por suerte 2 habían recibido un placebo pero los 6 restantes resultaban heridos y uno de ellos terminaba muerto, finalmente, una semana después. 

Todos eran varones sanos de entre 29 y 48 años, voluntarios pagados por la empresa farmacéutica a quienes daban 1.900 € de “gratificación” por las molestias derivadas de participar en el experimento.

La comunidad científica, a lo largo de ese fin de semana, exigió conocer realmente los datos del estudio que -curiosamente- no estaban inscritos en el registro correspondiente para poder ser accedidos. La compañía se hacía la sueca, aunque afirmaban estar colaborando con las autoridades para todo lo que fuera necesario (no tenían otra opción ya que se ha abierto un proceso judicial por homicidio). 

Finalmente, Christopher Southan, un farmacólogo e investigador de la Universidad de Edinburgo y también Stephan Alexander, farmacólogo molecular de la Universidad de Medicina de Nottingham, identificaron el compuesto como BIA 10-2474. Poco después, la empresa confirmaba que el compuesto era BIA 10-2474.


¿Qué es BIA 10-2474?

BIA 10-2474 es el nombre en código del compuesto 3-(1-(cyclohexyl(methyl)carbamoyl)-1H-imidazol-4-yl)pyridine 1-oxide. En esencia, es un Inhibidor de la enzima Amidohidrolasa de Ácidos Grasos o, en inglés, Fatty Acid Amide Hydrolase (FAAH). 





No es, en sentido estricto, un cannabinoide ya que no es un agonista de los receptores CB1 ni CB2. Pero funciona sobre los mismos sistemas y de una forma finalmente similar. Mientras que los cannabinoides sintéticos son moléculas que imitan a los cannabinoides endógenos, la BIA 10-2474 actúa aumentando los niveles de anandamida -el principal cannabinoide endógeno- como consecuencia de “desactivar” el mecanismo que controla que el nivel de este compuesto en nuestro cuerpo, no llegue a niveles que resulten peligrosos. 

Este mecanismo, como en otros casos, se basa en la degradación enzimática por la que grandes moléculas llamadas enzimas se encargan de romper las moléculas que les sirven de sustrato, en este caso la anandamida que produce el cuerpo humano. Al eliminar este mecanismo de control, el nivel de anandamida sube y se producen los efectos derivados de ello que eran buscados con intención terapéutica. 

Pero si el nivel sigue subiendo, sin que el sistema encargado de controlar esa subida esté disponible, ¿qué ocurrirá? La respuesta a esa pregunta es lo que en el ensayo de Rennes han descubierto: la desregulación del sistema endocannabinoide humano produce daños similares a los de los cannabinoides sintéticos, incluyendo muertes.

Estos compuestos, que en lugar de funcionar como agonistas de los receptores funcionan como inhibidores de los sistema de control enzimáticos, han sido también hallados en el mercado de “legal highs” para drogas de tipo recreativo en las combinaciones de compuestos que hay en la mal llamada “marihuana sintética”. 

¿Por qué? Porque funcionan para provocar efectos similares a los del cannabis, y de hecho eso mismo buscaban también los responsables de ese estudio: un compuesto que provocase efectos similares a los del cannabis, pero que no fuera cannabis ni derivado suyo, para no tener problemas con la ley y conseguir rápido un producto vendible en el mercado farmacéutico.


La legislación prohibicionista provoca muertos; 
la ley mata también en ensayos clínicos.

Cabe destacar un aspecto de toda esta historia, y es que lo que el laboratorio Biotrial buscaba con estas pruebas era un producto que -en esencia- hiciera lo mismo que ya sabemos que hace el cannabis, y de forma inofensiva para la salud del usuario: que produjera analgesia o alivio del dolor, que mejorase el apetito de esas persona así como su estado de ánimo, y que ayudase con los problemas derivados de la degeneración neurológica tanto en enfermedades raras como conocidas.

¿Y qué sentido tiene buscar una nueva droga que haga lo mismo que otra vieja y que es inocua, como el cannabis? Pues básicamente la razón es la misma por la que se creó la “marihuana sintética”: no verse afectado por la legislación anti-cannabis. Todos estos ensayos pasan por comités de bioética que los autorizan -o no- y lo que no iban a autorizar es un estudio similar pero con cannabis, ya que la ley en Francia se lo pone casi imposible: el cannabis, a efectos legales, es una droga “peligrosa y adictiva” que no puede ser administrada a seres humanos.... dice la ley. 



Y la ley no dice nada de usar compuestos nuevos que buscan imitar el prohibido cannabis, así que en la búsqueda de fármacos útiles que actúen sobre el sistema endocannabinoide se ven privilegiados los cannabinoides sintéticos que cualquier compuesto que proceda de la planta, origen que además lo hace no-patentable y mucho menos rentable para el mercado.

El hombre que entró con muerte cerebral en el hospital y murió días después, así como sus compañeros, son víctimas de la guerra contra las drogas de la misma forma que lo son los muertos por “marihuana sintética”. Sin dicha guerra y sus leyes, nadie hubiera iniciado un estudio para conseguir un producto que provocase los mismos resultados que el cannabis, teniendo cannabis como opción terapéutica. 

La prohibición sobre el cannabis no sólo mata personas, sino que lastra de forma notable el desarrollo e investigación científicos en áreas de la salud, primando perversamente el desarrollo de fármacos sintéticos frente a la segura opción natural.


Ante este caso se hace patente que la despenalización total del cannabis es una cuestión de salud pública, también para quienes -como estos participantes del estudio- nada tienen que ver con el mundo cannábico.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Del sombrero mágico de la Farmacia, salen anfetaminas.

Este texto fue publicado en la revista VICE... y esperamos que os guste (el texto, golosos). En la incansable búsqueda de nuevos nichos de mercado, los niños de nuevo son el objeto de deseo, y esta vez es con la común anfetamina de toda la vida, camuflada con una forma que además de darle un dineral por tener patente, no asusta a los papás cuando van a comprarla. Y como ya se sabe que cualquier medicamento resulta más efectivo cuanto más caro es.... o era el placebo? ;)

120 euros por 30 pastillas, se llama robo. 
Y se están especializando en niños.

¿Esto es como lo de los caramelos a la puerta del colegio, pero con papá y mamá comprándolos con receta que le da el médico sonriente?

Viva el TDAH!!
Qué gran descubrimiento para la ciencia (económica) de la farmacia y relacionados, claro.

Todo por los niños, eh?

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La anfetamina regresa:
farmacia y mercado negro hispanos.

Hace unos meses recibí una consulta -de una famosa cuenta de Twitter especializada en música- sobre una droga que -para mi gusto- es la reina de lo que existe ahora mismo en la farmacias españolas: la lisdexanfetamina. ¿Suena a algo? ELVANSE es el nombre. Y sí, anfetamina pura y dura. El “lis” que va delante, indica que es una nueva molécula -por lo tanto patentable y económicamente rentable- formada por una de lisina y una de dextroanfetamina (el isómero más potente y agradable de los 2 que forman la anfetamina común).






Ese es el concepto de pro-droga: una sustancia que no es activa en sí misma, y que se activa en el interior del cuerpo por una determinada ruta metabólica. Esto lo que quiere decir, es que como hasta que no te comes (vía oral) las cápsulas o pastillas de lisdexanfetamina no se convierten en anfetamina de la rica, pues se supone que “no se puede abusar de ellas”. A mí, que me encanta la dextroanfetamina y me gusta -precisamente- por vía oral, me es totalmente indiferente su método anti-abuso: me meto la cantidad que quiero, y tarda en subirte pues como una horita en vez de los 20 ó 30 minutos que tarda en subirte una anfetamina por vía oral.





Para los que conocimos las “Dexedrinas”, que era esta misma droga (sin la lisina, que no aporta nada al efecto) y que se vendía en las farmacias hasta principio de los años 90, es el regreso de una vieja amiga, de una íntima compañera de buenos y malos momentos: nuestras amadas “dexes”. La misma dosis y formato que le dan a los pilotos de los cazas, la famoso “GO! Pill”, que servía igual para un roto que para un descosido. ¿Gripe y estabas jodido? Una dexe y se pasaba. ¿Tenías que currar y llevabas 30 horas de empalmada? Una dexe y a tirar millas. ¿Ibas a salir, a pasártelo como un lemur, y a beber hasta que se secase el río... pero sin emborracharte mucho? 

¡¡La dextroanfetamina era tu mejor amiga!!





Además, no te pone taquicárdico -en el mismo grado que la cafeína- ni nervioso, ni nada molesto o tenso, si la dosis es la apropiada para tu constitución y tolerancia. Pero como desde hace 20 años no las tenemos ya entre nuestras farmacias, la única forma de verlas era en foto o pagando altísimos precios en los mercados de drogas -tipo Silk Road- de la Darknet.

La consulta que me hicieron, versaba sobre esta “nueva” droga (pro-droga siendo estrictos) y su uso de forma lúdica. Pregunté a la persona por la fuente y, amablemente, decidió compartir un pedido conmigo. ¿De qué? De Elvanse, la “anfetamina lisiada” (perdón, con lisina) que ahora venden en farmacias. 

¿En qué cambia con respecto a la Dexedrina? En que no la puedes esnifar ni inyectar, y en que tarda en subir como una hora, en lugar de media hora. Eso es todo.





Por lo demás, la nueva reína de la farmacia hispana en materia de drogas (por sus magníficos efectos, pero sobre todo por su elevadísimo precio) es exactamente igual que nuestra vieja novia. Igual, simplemente ahora tarda unos minutos más en prepararse, y ya. La misma.

¿Y si la quitaron hace 20 años, para qué la ponen otra vez?
Pues para que abusemos de las drogas, todos.

Para empezar, la farmacéutica que cobra un precio posiblemente más de 100 ó 200 veces superior al de coste de fabricación (en muchos productos, gracias a las patentes). Eso hace que, en farmacia y de forma legal -con la receta de un médico psiquiatra -de esos que las recetan sin hacer preguntas estúpidas, si les pagas la consulta- te salga por unos 120 euros la caja.




Para que quede claro que el precio es algo que ponen de forma totalmente independiente, respecto al coste de fabricación del fármaco o droga de turno, en el caso del Elvanse no se han cortado ni un pelo: valen todas las dosis igual en la farmacia, 30 cápsulas de lisdexanfetamina a 120 euros y da igual si es de 30, 50 o 70 miligramos. 

Eso más el precio de la “consulta” al especialista de turno para que se lleve su tajada en el mercado de la droga, y nos permita acceder de forma segura (farmacéuticamente segura) a una excelente sustancia.





Una maravillosa molécula que, en el mercado negro, no se sintetiza: es demasiado trabajo y material necesario separar dos isómeros de una molécula sintetizada, para dejar el más interesante. Se podría hacer -posiblemente sin necesidad de separar nada- llegando a una síntesis que rindiera únicamente dextroanfetamina, pero por los precursores y el proceso a seguir, los químicos del mercado negro lo ven como algo que ni se plantean.




Así que la hay en 3 dosis (30, 50 y 70 mgs por cápsula) pero el precio de 30 capsulitas se te va, entre la parte para el que te lo receta -la otra vía el es mercado negro, totalmente negro- y lo que te mete la farmacéutica, te sale por cerca de 200 pavos la tontería de un botecito de anfetamina de farmacia. La misma que durante décadas se vendió libremente en medio planeta y que se publicitaba su uso contra “el aburrimiento del ama de casa”, entre otras muchas cosas que se entendían como “indicaciones apropiadas” para el uso de anfetamina.




A mi madre, que nunca ha tomado ninguna “droga” más allá de café, tabaco o vino, me contó que la primera anfetamina que vio se la ofreció una profesora suya. Una monja de la orden religiosa del “Amor de Dios” (un colegio católico de señoritas en los años 50-60), en época de exámenes le ofreció -imagino que viéndola apurada en horas para estudiar- con total normalidad, “de la misma forma que actualmente te pueden decir que si quieres un café para estudiar mejor” me dijo, cuando ella me lo contó. Es decir, es la misma cosa que antes una monja daba a una alumna para que estudiase un poco mejor, en una ocasión puntual. La misma con la que toda una generación, que ahora es la que está arriba, sacaron sus carreras a base de anfetamina -dexedrinas y centraminas, principalmente- y no pasó nada grave.






Ahora la prohibición, abusa directamente del precio ridículamente desorbitado que pone a ciertas drogas en la farmacia. Ese “precio de farmacia” sube a cerca de 300 cuando vas al mercado negro. Curiosamente, el mercado negro sí ha sacado partido de que todas las presentaciones valgan igual en farmacia (la única fuente posible y conocida para dicho fármaco), y hacen que la presentación de Elvanse de 30 miligramos no sea rentable pedirla, pero la de 50 y 70 miligramos presentan una diferencia de precio de más de 100 euros. Es decir -en el mercado negro- sin receta- un bote de Elvanse de 70 miligramos y con 30 pastillas, te puede costar hasta cerca de 400 euros (dependiendo de tu fuente y tus tratos, como todo).




Eso sí. Debo decir que me han sorprendido mucho las maneras que he encontrado en el dealer, tanto como para enviar varios cientos de euros -con confianza- a alguien “desconocido” para mí (aunque recomendado) y al día siguiente, tener en mis manos exactamente aquello que habíamos acordado y de la forma que lo habíamos acordado.

Además, durante el proceso -breve- de solicitar “el producto” y acordar cómo iban las cosas, tuve en todo momento confirmación de cada paso que se iba dando, y en qué punto se encontraba. Y también, un servicio de atención al cliente que -puntualmente- comprobó que “el pedido” había llegado tal y como se habló. Dicho de otra manera: profesionalidad y seriedad (accountability, que dicen los ingleses sobre dar la cara).





La droga más interesante que ha salido de la farmacia española, junto con un mercado perfectamente adaptado a las circunstancias y que te trata -como debe ser, por otro lado- como una empresa trataría a un cliente, y con la atención comprensible en una “primera transacción de este tipo”, son los dos grandes descubrimientos. Por fin puedo olvidarme del efecto incompleto -y no anfetamínico en realidad- del metilfenidato, del Rubifen o Concerta que se usa para la misma indicación médica (el más que cuestionable Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o TDAH), y ya puedo tomar una sustancia mucho más efectiva, más segura en su dosis útil (a mi juicio), con menores efectos secundarios molestos y mucho más agradable que me ayuda mejor a trabajar, o a salir de fiesta y beber unas cervezas.

La anfetamina de verdad, la buena, sin haber sido cortada con sacos de cafeína en las manos de algún “dealer” en forma de speed, ha vuelto a nuestras manos y bocas -como el sacramento que, de verdad, sí funciona cuando necesitas energía, claridad y capacidad- y lo ha hecho con su mejor cara: la derecha o dextroanfetamina. Eso sí, recordándonos desde el primer momento mediante un precio que es desorbitadamente alto con respecto a su coste de producción, que el abuso de drogas existe y es real, pero que no es el del que se fuma unos porros: es lo que hace tener el monopolio legal de la distribución de una buena droga que mucha gente usa si está disponible. Y sí. Ya está aquí de nuevo.




Ya está en las farmacias, en los mercados, en Internet, entre nosotros...

Bienvenida -otra vez- vieja amiga.
:)


PD: ¿He dicho ya que están robando a manos llenas con el cuento del TDAH en la mayoría de los casos? ;)
Todo por los niños, sí.
xD



sábado, 19 de marzo de 2016

La sobredosis como negocio legal.

Este texto es el segundo temáticamente enlazado de dos textos sobre el asunto de los opioides en USA y fue originalmente publicado en el portal Cannabis.Es, esperamos que os resulte interesante.


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Los muertos por sobredosis cotizan en bolsa.


Martha salió de la consulta del médico con cierta prisa porque no llegaba bien de tiempo a recoger a su hijo Stevie de la escuela. A Steve -el padre y marido- le habían cambiado el turno en la fábrica por necesidades de servicio y ese mes tenían sus rutina habitual totalmente desajustada. El dolor de espalda se había hecho más presente en el día a día de Martha, en buena parte porque ese mes la carga de ejercicio que su cuerpo afrontaba había crecido para poder “llegar a todo”. Y tal y como le dijo su médico, acudió a él cuando el dolor aumentase de forma general.

El doctor había revisado la medicación que ya tomaba Martha, que tenía su tratamiento con parches de fentanilo de 25 mcgs/H y morfina -como medicación para el dolor puntual no controlado- si era necesaria. En vista de lo que Martha le contó, el doctor decidió probar a aumentarle la dosis de fentanilo y le recetó parches de 50 mcgs/H. Le dio las indicaciones habituales y la despachó con cierta amabilidad para su apretado horario. Martha llevaba ya meses con ese tratamiento y, en principio, no debía suponer ningún problema nuevo. Esa misma tarde al llegar a casa, ella comenzó con la nueva dosis indicada por el médico. Y siguió haciendo cosas, porque desgraciadamente la vida no se detenía cuando la espalda le hacía ver las estrellas de dolor.

Pasaron un par de semanas y Martha toleraba bien el tratamiento, pero el exceso de cansancio le pasó factura. Empezó a toser y a tener un ligero dolor de cabeza: “ya está aquí el resfriado por llegar mojados a casa la tarde del parque infantil”. Como era viernes, prefirió ir a trabajar y a recoger a Stevie, pensando en “descansar el catarro” durante el fin de semana. Aguantó como pudo el día y el sábado ya estaba con una ligera fiebre y los pulmones mucho más afectados, que le hicieron quedarse entre la cama y el sofá. Steve tomó el control, de la casa y de Stevie, para que ella pudiera descansar, y salieron a hacer compras juntos. Cuando volvieron horas después, a Martha le había subido la fiebre hasta casi 38 grados y se encontraba peor, con dolor articular e intenso malestar general, con lo que pensaron que sería una gripe en lugar de un resfriado. Martha se puso un nuevo parche, tras ducharse para bajar un poco la fiebre, pero no tenía ganas de cenar y se fue a la cama tras tomar otro analgésico, buscando alivio a sus dolores en articulaciones, y un “Valium” que la ayudase a dormir bien. Steve no quiso molestarla y la dejó descansar: había sido una dura semana para ella.




Martha no despertó nunca más: murió de una sobredosis de opiáceos/opioides. El parche de fentanilo que tenía puesto -con el aumento de la temperatura corporal por la fiebre- empezó a liberar mucho más compuesto del que debía en el cuerpo de Martha. Y su tejido graso, el principal depósito de esta droga en el cuerpo humano, que estaba destruyéndose en parte para afrontar la infección y la falta de alimentos, liberó parte del que había ido acumulando durante semanas de uso, lo que junto con una dosis más de medicación para el dolor y otra medicación depresora de la respiración, fue demasiado para el agotado cuerpo.

Este caso -que es sólo un ejemplo- es el retrato modelo de muchas de las sobredosis que están matando gente en USA. Podemos cambiar el nombre de la persona, los opioides recetados y las dosis, pero la imagen sería la misma: alguien que muere haciendo un uso de los fármacos según lo pautado por su médico. 

¿Hay también sobredosis "de yonkis"? Sí claro, y más que habrá con los volantazos en las políticas de drogas: gran parte de esos “yonkis” son antiguos pacientes que, como contábamos hace poco aquí, se han hecho adictos de la mano de un médico. 

¿Pero acaso importa cómo haya llegado a la sobredosis una persona cuando es la vida lo que está en juego? No, entre otras -algunas perversas- razones, porque todas pueden ser un negocio para los mismas farmacéuticas que han enganchado a la gente a los opioides.


La oferta y la demanda; el mercado de salvar vidas.


Aquí lo primero que hay que hacer es presentar al lector a la protagonista de la historia: la naloxona.

Es la “droga mágica” que sirve de “antídoto”, para la mayoría de opiáceos y opioides, cuando se sufre una sobredosis. Quienes la conocemos de primera mano y la hemos visto actuar, tenemos motivos para llamarla “mágica”: salva a un persona con depresión respiratoria profunda yendo hacia la muerte en cosa de unos segundos (aplicada correctamente y a tiempo). Es un antagonista opioide que libera -bloqueando él mismo- los receptores opioides que están siendo estimulados causando los efectos de la sobredosis.




Es una droga fuera de patente (su coste es sólo el de fabricación), la síntesis es simple y el precio de producción -dadas las dosis usadas- es ridículamente bajo permitiendo ventas a nivel de mayorista con precios de menos de ½ dólar USA por dosis de naloxona. Además se encuentra en la “Lista de Medicaciones Esenciales” de la OMS, por lo que su existencia y provisiones -como algo normal y rutinario- no deberían resultar nada nuevo. Digamos que si fuera un animal, estaría en una lista de especies a proteger.

Y llegó el mercado. ¿Cuál? El USA y Canadá, ni más ni menos, con su estrategia de crear primero la epidemia de usuarios adictos a opioides y luego presentar nuevas soluciones para “ese nuevo problema que sufrimos como sociedad”. Lo contábamos hace unos días en este portal, cómo el revolcón -inmoral e ilegal- de masajes con billetes desde la industria farmacéutica al legislador y los médicos, ha puesto en grave peligro a toda la sociedad dado lo indiscriminado de sus prácticas para ganar dinero.

Ahora sus prácticas incluyen el “mercado de la sobredosis” y aunque ya se encuentran bajo investigación, gran parte del eco mediático que recibe el actual problema de la “epidemia de los opioides en USA” se debe a que, en este momento -ya desde hace tiempo pero ahora más descaradamente- a las propias farmacéuticas les interesa que se saque. Aunque a ellas les toque hacer un cierto “acto de contrición público” en el peor de los casos, está justificando la compra masiva de “antídotos” para esas sobredosis, ya que se está formando a la policía, bomberos e incluso profesores en algunas zonas, dado el tamaño del problema. Eso, al final, se traduce en números que suben y bajan en compañías que cotizan en bolsa. ¿Y qué os voy a contar? Paso de aburriros, ya os lo imagináis: la naloxona pasó de costar medio dólar -durante casi 50 años- a costar hasta casi 1.000 dólares por un par de inyecciones

Como es el caso del autoinyector “Evzio”, que son dos inyecciones precargadas cuyo coste no debería pasar en farmacia de 5 dólares (siendo generosos con todos). Lo de querer cobrar casi mil dólares por “dos chutas con naloxona”, sí que es “NIVEL GRAN NARCO” en drogas y no lo que hacía el Chapo Guzmán. ¡A la gran farma-industria no le dan clase aprendices!

Existe también un dispositivo llamado “Narcan” que permite la administración de naloxona de forma intranasal (con una especie de nebulizador), cosa más sencilla de hacer por parte de alguien que inyectar en una vena, y cuyo precio pasó en 3 semanas -hace más de un año- de 27 a 42 dólares sin razón que lo justifique, salvo el casoplón de 13 cuartos de baño del presidente de la compañía. 

La sobredosis cotiza en bolsa: bienvenidos al mercado manipulado por regulaciones “ad hoc”. Ahora imaginad lo que siente el presidente y los accionistas cuando lo que ven es el mercado potencial de USA para que la policía, bomberos, médicos y paramédicos en las calles, lleven todos kits de naloxona -vendidos por ellos- y estén entrenados en su uso, en cursos que ellos también pueden impartir. ¿Sabéis el pedazo negocio que eso? Los muertos -que las farmacéuticas generamos enganchándoles- en realidad son lo de menos, víctimas colaterales como se dice ahora. Y todo para salvar vidas americanas. Son unos genios estos narcos de “la gran farma”; normal que les encante lo de la guerra contra las drogas con el dineral que les está dando.

Pero por no acabar este segundo texto sobre el asunto de los opioides -y sus negocios y muertos asociados- en USA de una forma realista y pesimista, voy a recuperar el brillante diseño que hizo Morten Gronning Nielsen, un joven ingeniero de una escuela de Copenhage, y cuyo precio, sumando los componentes, se podría llevar a mercado por menos de 50 euros. No, no hablamos de una simple jeringuilla precargada, atentos al brillante invento que -de momento- nadie ha parece querer desarrollar y vender.



Se trata de un monitor de pulso y oxigenación que cualquiera puede llevar puesto en su brazo -si está consumiendo opiáceos u opioides de forma que pueda sufrir una sobredosis- y que cuando detecta que el oxígeno en sangre y las pulsaciones de la persona han bajado, tras emitir una alarma sonora avisando, inyecta en el brazo de la persona una dosis de naloxona de forma automática permitiéndole salir de la sobredosis antes de que sea irreversible. Se trata de un invento brillante que, hasta donde sé, ha pasado totalmente desapercibido.



Aquí una prueba de cómo funcionaría usando una naranja partida para que se pueda ver la difusión de la sustancia coloreada a tal fin, que muestra como un poco de ingenio y recursos que están al alcance, se pueden encontrar soluciones creativas y realmente avanzadas por poco dinero: no necesita de terceras personas y funciona aunque caigas inconsciente, lo que lo hace mejor que cualquiera que las otras opciones en multitud de casos.




Su diseño es la evidencia viva de que cobrar 1.000 dólares por un par de jeringuillas precargadas que apenas cuestan 5 dólares de fabricación, es algo que debería etiquetarse como “terrorismo farmacéutico” con la complicidad del legislador -omnipotente siempre en esto de las drogas- en el que el objetivo es toda la población.

El problema de la “epidemia de opioides” en USA y Canadá fue creado artificialmente en un movimiento mafioso de la industria farmacéutica, lubricado para que entrase bien con dinero a médicos y políticos y que, cuando ha empezado a rendir muertos, ellos han sabido convertirlo en una bendición para su negocio y evitar pagarlo como una desgracia por haber sido los responsables en último término de muchas de las muertes, de sus clientes legales con receta médica.

No soy nadie para saber cuál será la clave que acabe con un problema creado para ganancia de de estas “empresas de la salud”, pero estoy seguro de que la solución no pasa por usar y pagar más productos de los que crearon el problema; 
cuidado con las farmacéuticas, 
que las carga el diablo.