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martes, 4 de abril de 2017

Nuevas enfermedades: PokemonGo y el PokemonGolismo

Este texto fue publicado originalmente en el portal Cannabis.es, y esperamos que os guste... :)

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Enfermedades contemporáneas: PokemonGO

Aunque ya navego la cuarentena de la vida, por mis gustos e intereses, suelo moverme con gente de todas las edades. Músicos, hackers, químicos, narcos, bitcoiners, cultivadores... son grupos transversales, en los que se encuentra gente unida por un mismo interés más allá de las edades. Tal vez el más excluyente de todos, sea la música, ya que suele ser bastante normal que una generacion no entienda -ni comparta- la música de la anterior o la posterior, en parte como señal de propia identidad.

También el hecho de trabajar en asuntos relacionados con las redes y lo digital, es algo que hace que te mantengas en constante conexión con todo lo que va sucediendo y te permite seguir subido al tren de los tiempos que corren. Aunque ya haga más de 20 años que no tengo 20 años, he conseguido esquivar -hasta este momento- el abismo del neoanalfabetismo digital que me obligue a escindirme definitivamente de la cresta de ola.

Pero no puedo más y paso; yo aquí me bajo, carajo.



Mientras yo estaba un par de semanas de vacaciones en Asturias y el mundo seguía girando, llegaron los PokemonGo. Cuando me vi en mitad de mi viaje con un copiloto que iba cazando Pokemon por la autovía, supe que algo serio estaba pasando. 

Al acudir a Internet en busca de información, lo primero con lo que me encontré fueron artículos de gente que ya estaba muy cabreada con el asunto. ¿Ya? ¿Pero no han sacado la cosa esta de los PokemonGO hace un par de semanas nada más? Ni un mes de vida y ya era el nuevo vecino molesta de las aplicaciones para móviles... la cosa prometía!!

La movida es muy simple. Nintendo, que era una empresa en coma perpetuo (me sorprendió que siguiera viva), había lanzado una APP gratuita que, usando tu GPS y cámara en el móvil, convertía tu entorno en un contexto de realidad aumentada en la que aparecen esos monstruitos llamados Pokemon, y de los cuales hay más que especies de insectos en el puto planeta. Y con esa APP tú puedes ir por la calle o cualquier lugar, buscando y capturando esas preciadas joyas que son esos “monstruitos virtuales”. ¿Para qué? Paraguaya.

En unas semanas Nintendo ha doblado el valor de sus acciones y ha conseguido algo increíble: su aplicación está instalada en más móviles que ninguna otra que no venga por defecto ya. Es lo más descargado, habiendo superado al propio Whatsapp como “killer app” para los móviles. Nintendo se ha convertido en el mayor hacker del planeta y a la vez, en el objeto de deseo de todos los hackers del planeta. 

Conseguir acceso a cualquiera de los servicios que implante la aplicación en nuestro móvil, será el próximo pecado inconfesable de las agencias de inteligencia que pagarán a hackers para que descubran 0-day's. Como vector de ataque digital, la aplicación de Nintendo, es ahora mismo el Santo Grial, y además todos sabemos que no estaba preparada para este éxito masivo y su seguridad está “sin probar a fondo”.

Pero la explosión del fenómeno PokemonGO ha empezado -muy pronto- a dar muestras de la patología que explota: el PokeMONGOLISMO. Y sus víctimas, los PokeMONGOLOS. Es una patología transversal en género y edades, nivel económico o social, y en todos los estratos puedes encontrar personas afectadas. 

Van por la calle como el resto, y tampoco es que se distingan demasiado en principio porque van -como la mayoría- con el móvil como un apéndice más de su mano y los ojos clavados en él, pero mientras que los demás van a algún lugar... ellos pasean cuales peripatéticos griegos por el planeta, en continua caza de Pikachu como los atenienses buscaban la verdad absoluta.

Y claro, uno por la verdad absoluta o por Pikachu, pues uno hace lo que haga falta porque... ¿qué es tu vida sin tu propio zoo de monstruitos luchadores digitales? Así que los PokeMONGOLOS pasean, pero absortos como van sin rumbo exacto pues causan accidentes y situaciones de peligro metiéndose donde no deberían estar haciendo el PokeMONGOLO. 

Pero algunas muy serias, como está en la que un jodido tarado se paró en una autopista a cazar un bicho de esos, causando un accidente grave. Cuando veo la foto, no puedo quitarme de la cabeza al Jarfaiter cantando eso de “Ella quería un pollito de pitxu... ¡¡y se llevó un POLLAZO DE PIKACHU!!” y convulsiono en risas mórbidas (cada uno con su patología, ¿no?).

El sonido kinki del Jarfa me trae de vuelta a mi barrio, a la dura realidad del paro, la miseria, la policía apretándote como recaudadores de impuestos medievales, los galgos, pitbulls y stanford del parque con sus amos: los macarras de chandal y bardeo, como nueva forma de colisión social. Y vaya si van a colisionar...

En la plaza contigua a mi casa, una plaza algo “conflictiva”, han puesto una PARADA POKEMON(gola). Eso quiere decir que -como por arte de magia- empiezan a aparecer pardillos hipster por aquí, que no separan los ojos del móvil hasta que una mano (en la que pone PIKATXUUU!!) les arrea un bofetón y les quita el móvil, antes de pedirle amablemente la cartera para indicarle por donde salir de aquí sin más percances, porque en el fondo son buena gente...

Y para rematarlo, Nintendo, ha puesto un GIMNASIO POKEMON(golo), en el parque contiguo a mi casa. Un parque conocido especialmente por la policía, que no son muy amigos de pasar por allí (sobre todo si no van en grupo) y que es donde nos criamos la mayoría en este barrio, jugando o robando entre chutas. Otras épocas y problemáticas similares, pero la misma esencia navajera destila el lugar.

El lector no formado en PokeMONGOLOGÍA -como yo- se preguntará qué cojones es un GIMNASIO y una PARADA POKEMON. La parada es simplemente un lugar en el que “aparecen” bolas mágicas y polladas de colorines para cazar más bichos -según “el Adri”, un conocido macarra de estos lares- lo que hace que grupos de incautos pokemongolos se encaminen -como procesionarias- hacia esos sitios donde les esperan con cariño. 

Y los gimnasios son otros lugares donde -según me contó mi informante cani, conocido como Magic Mike (Señor, llévame pronto) en la ciudad y el parque mencionados- un “cuelga” sus Pokemon y allí se quedan hasta que venga otro más malote que ellos, se den de hostias y el que gane se queda con el lugar. Es decir, como un parque virtual dentro de un parque real. Aquí sí que están frotándose las manos, y si yo fuera menor de edad, estaría seguramente sacándole filo al bardeo... ay, qué tiempos!!

Aunque parece que ya ha habido quien ha sacado partido de la idea, y ha aprovechado estos puntos “calientes” del universo PokeMONGOLO para hacer caja o simplemente, alguien fue a tocar los cojones a un lugar que no debía y se encontró lo que no se esperaba; el primer muerto debido a los PokenmonGO es un pobre chavalito -que recibió la llamada de un amigo a las tantas cuando ya estaba metido en la cama para ir a cazar bichos- y apareció a tomar por el culo cosido a balazos (había más de 20 casquillos de bala y creo que los Pokemon no disparan plomo).

Sonará cruel, pero el PokemonGO ha despertado mi lado más malthusiano, y Darwin no estaba exento de razón: la selección natural funciona. Y esta APP de Nintendo ha encendido la chispa de una nueva purga humana (lo que antes hacía la peste o la guerra, ahora lo hará una APP).

La tontería ha llegado YA muy lejos. Hoy he tenido que ver una foto de la policía nazional con unos Pokemon en las redes. A lo mejor es para que vayan a cazarles, o a saber qué función cumple Pikachu en el cuerpo de policía. Lo mismo acaba de comisario honorífico, como Marhuenda. 

También he tenido que ver a un montón de niños sirios -de esos que estamos democratizando a bombazos en su propia tierra, mientras hacemos de barrera física en su huida, para que mueran todos ahogados en el mar- que hacían dibujos de esos putos monstruitos, y no los hacían como el resto de los niños de planeta, no: ellos lo hacían para que los miremos y sepamos que están ahí, antes de seguir tirando bombas que les hagan morir o hervir de odio ante la injusticia, y no lo hacían para enseñarlo a su papá y que les diera un premio por colorearlo bien.

Ya hay sitios hablando del PokemonGo como una más de todas las drogas del ser humano, y no es broma si nos atenemos a las estadísticas: tiene mucho más éxito que la heroína, la cocaína o el tabaco si atendemos al número de personas que quieren repetir y seguir administrándose voluntariamente “la droga” de turno, a todas ellas bate el PokemonGo. Hasta hay quien ha definido los 7 pasos de la adicción o PokemonGOmanía que nos acecha como humanidad y la prestigiosa revista Forbes aprovechó para lanzar un entretenido reportaje que explica por qué hay un montón de personas -que antes parecían normales- comportándose por unos muñequitos virtuales como imbéciles sin criterio, abordando asuntos relativos de los mecanismos de adicción que son comunes a comportamientos y a sustancias.

Sí, también hay “médicos” (joder con la casta, qué peña!!) que hablan de los beneficios del PokeMONGOLISMO para la salud de algunas personas, y es cierto que puede ser bueno... para aquellos a quien alcanzar el estatus de PokeMONGOLO sería un “upgrade” y no un “downgrade”. De todo tiene que haber, y el lema del cuerpo médico es el mismo que el de la “guardiasiví”: todo por la pasta.

Personalmente, tras una fase inicial de cabreo con la mierda del jueguecito, creo que estoy empezando a verle el lado bueno: no voy a dejar ni un mechero sin robar esta tarde en el CSC.

Gracias, Nintendo, por esta nueva enfermedad.

PD: No dejéis de escuchar la canción de Charflex, de la LFAM, sobre el jueguecito de los cojones.

"Pokeparada pa' robar a lo gitano..." ;D





jueves, 29 de septiembre de 2016

Del sombrero mágico de la Farmacia, salen anfetaminas.

Este texto fue publicado en la revista VICE... y esperamos que os guste (el texto, golosos). En la incansable búsqueda de nuevos nichos de mercado, los niños de nuevo son el objeto de deseo, y esta vez es con la común anfetamina de toda la vida, camuflada con una forma que además de darle un dineral por tener patente, no asusta a los papás cuando van a comprarla. Y como ya se sabe que cualquier medicamento resulta más efectivo cuanto más caro es.... o era el placebo? ;)

120 euros por 30 pastillas, se llama robo. 
Y se están especializando en niños.

¿Esto es como lo de los caramelos a la puerta del colegio, pero con papá y mamá comprándolos con receta que le da el médico sonriente?

Viva el TDAH!!
Qué gran descubrimiento para la ciencia (económica) de la farmacia y relacionados, claro.

Todo por los niños, eh?

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La anfetamina regresa:
farmacia y mercado negro hispanos.

Hace unos meses recibí una consulta -de una famosa cuenta de Twitter especializada en música- sobre una droga que -para mi gusto- es la reina de lo que existe ahora mismo en la farmacias españolas: la lisdexanfetamina. ¿Suena a algo? ELVANSE es el nombre. Y sí, anfetamina pura y dura. El “lis” que va delante, indica que es una nueva molécula -por lo tanto patentable y económicamente rentable- formada por una de lisina y una de dextroanfetamina (el isómero más potente y agradable de los 2 que forman la anfetamina común).






Ese es el concepto de pro-droga: una sustancia que no es activa en sí misma, y que se activa en el interior del cuerpo por una determinada ruta metabólica. Esto lo que quiere decir, es que como hasta que no te comes (vía oral) las cápsulas o pastillas de lisdexanfetamina no se convierten en anfetamina de la rica, pues se supone que “no se puede abusar de ellas”. A mí, que me encanta la dextroanfetamina y me gusta -precisamente- por vía oral, me es totalmente indiferente su método anti-abuso: me meto la cantidad que quiero, y tarda en subirte pues como una horita en vez de los 20 ó 30 minutos que tarda en subirte una anfetamina por vía oral.





Para los que conocimos las “Dexedrinas”, que era esta misma droga (sin la lisina, que no aporta nada al efecto) y que se vendía en las farmacias hasta principio de los años 90, es el regreso de una vieja amiga, de una íntima compañera de buenos y malos momentos: nuestras amadas “dexes”. La misma dosis y formato que le dan a los pilotos de los cazas, la famoso “GO! Pill”, que servía igual para un roto que para un descosido. ¿Gripe y estabas jodido? Una dexe y se pasaba. ¿Tenías que currar y llevabas 30 horas de empalmada? Una dexe y a tirar millas. ¿Ibas a salir, a pasártelo como un lemur, y a beber hasta que se secase el río... pero sin emborracharte mucho? 

¡¡La dextroanfetamina era tu mejor amiga!!





Además, no te pone taquicárdico -en el mismo grado que la cafeína- ni nervioso, ni nada molesto o tenso, si la dosis es la apropiada para tu constitución y tolerancia. Pero como desde hace 20 años no las tenemos ya entre nuestras farmacias, la única forma de verlas era en foto o pagando altísimos precios en los mercados de drogas -tipo Silk Road- de la Darknet.

La consulta que me hicieron, versaba sobre esta “nueva” droga (pro-droga siendo estrictos) y su uso de forma lúdica. Pregunté a la persona por la fuente y, amablemente, decidió compartir un pedido conmigo. ¿De qué? De Elvanse, la “anfetamina lisiada” (perdón, con lisina) que ahora venden en farmacias. 

¿En qué cambia con respecto a la Dexedrina? En que no la puedes esnifar ni inyectar, y en que tarda en subir como una hora, en lugar de media hora. Eso es todo.





Por lo demás, la nueva reína de la farmacia hispana en materia de drogas (por sus magníficos efectos, pero sobre todo por su elevadísimo precio) es exactamente igual que nuestra vieja novia. Igual, simplemente ahora tarda unos minutos más en prepararse, y ya. La misma.

¿Y si la quitaron hace 20 años, para qué la ponen otra vez?
Pues para que abusemos de las drogas, todos.

Para empezar, la farmacéutica que cobra un precio posiblemente más de 100 ó 200 veces superior al de coste de fabricación (en muchos productos, gracias a las patentes). Eso hace que, en farmacia y de forma legal -con la receta de un médico psiquiatra -de esos que las recetan sin hacer preguntas estúpidas, si les pagas la consulta- te salga por unos 120 euros la caja.




Para que quede claro que el precio es algo que ponen de forma totalmente independiente, respecto al coste de fabricación del fármaco o droga de turno, en el caso del Elvanse no se han cortado ni un pelo: valen todas las dosis igual en la farmacia, 30 cápsulas de lisdexanfetamina a 120 euros y da igual si es de 30, 50 o 70 miligramos. 

Eso más el precio de la “consulta” al especialista de turno para que se lleve su tajada en el mercado de la droga, y nos permita acceder de forma segura (farmacéuticamente segura) a una excelente sustancia.





Una maravillosa molécula que, en el mercado negro, no se sintetiza: es demasiado trabajo y material necesario separar dos isómeros de una molécula sintetizada, para dejar el más interesante. Se podría hacer -posiblemente sin necesidad de separar nada- llegando a una síntesis que rindiera únicamente dextroanfetamina, pero por los precursores y el proceso a seguir, los químicos del mercado negro lo ven como algo que ni se plantean.




Así que la hay en 3 dosis (30, 50 y 70 mgs por cápsula) pero el precio de 30 capsulitas se te va, entre la parte para el que te lo receta -la otra vía el es mercado negro, totalmente negro- y lo que te mete la farmacéutica, te sale por cerca de 200 pavos la tontería de un botecito de anfetamina de farmacia. La misma que durante décadas se vendió libremente en medio planeta y que se publicitaba su uso contra “el aburrimiento del ama de casa”, entre otras muchas cosas que se entendían como “indicaciones apropiadas” para el uso de anfetamina.




A mi madre, que nunca ha tomado ninguna “droga” más allá de café, tabaco o vino, me contó que la primera anfetamina que vio se la ofreció una profesora suya. Una monja de la orden religiosa del “Amor de Dios” (un colegio católico de señoritas en los años 50-60), en época de exámenes le ofreció -imagino que viéndola apurada en horas para estudiar- con total normalidad, “de la misma forma que actualmente te pueden decir que si quieres un café para estudiar mejor” me dijo, cuando ella me lo contó. Es decir, es la misma cosa que antes una monja daba a una alumna para que estudiase un poco mejor, en una ocasión puntual. La misma con la que toda una generación, que ahora es la que está arriba, sacaron sus carreras a base de anfetamina -dexedrinas y centraminas, principalmente- y no pasó nada grave.






Ahora la prohibición, abusa directamente del precio ridículamente desorbitado que pone a ciertas drogas en la farmacia. Ese “precio de farmacia” sube a cerca de 300 cuando vas al mercado negro. Curiosamente, el mercado negro sí ha sacado partido de que todas las presentaciones valgan igual en farmacia (la única fuente posible y conocida para dicho fármaco), y hacen que la presentación de Elvanse de 30 miligramos no sea rentable pedirla, pero la de 50 y 70 miligramos presentan una diferencia de precio de más de 100 euros. Es decir -en el mercado negro- sin receta- un bote de Elvanse de 70 miligramos y con 30 pastillas, te puede costar hasta cerca de 400 euros (dependiendo de tu fuente y tus tratos, como todo).




Eso sí. Debo decir que me han sorprendido mucho las maneras que he encontrado en el dealer, tanto como para enviar varios cientos de euros -con confianza- a alguien “desconocido” para mí (aunque recomendado) y al día siguiente, tener en mis manos exactamente aquello que habíamos acordado y de la forma que lo habíamos acordado.

Además, durante el proceso -breve- de solicitar “el producto” y acordar cómo iban las cosas, tuve en todo momento confirmación de cada paso que se iba dando, y en qué punto se encontraba. Y también, un servicio de atención al cliente que -puntualmente- comprobó que “el pedido” había llegado tal y como se habló. Dicho de otra manera: profesionalidad y seriedad (accountability, que dicen los ingleses sobre dar la cara).





La droga más interesante que ha salido de la farmacia española, junto con un mercado perfectamente adaptado a las circunstancias y que te trata -como debe ser, por otro lado- como una empresa trataría a un cliente, y con la atención comprensible en una “primera transacción de este tipo”, son los dos grandes descubrimientos. Por fin puedo olvidarme del efecto incompleto -y no anfetamínico en realidad- del metilfenidato, del Rubifen o Concerta que se usa para la misma indicación médica (el más que cuestionable Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o TDAH), y ya puedo tomar una sustancia mucho más efectiva, más segura en su dosis útil (a mi juicio), con menores efectos secundarios molestos y mucho más agradable que me ayuda mejor a trabajar, o a salir de fiesta y beber unas cervezas.

La anfetamina de verdad, la buena, sin haber sido cortada con sacos de cafeína en las manos de algún “dealer” en forma de speed, ha vuelto a nuestras manos y bocas -como el sacramento que, de verdad, sí funciona cuando necesitas energía, claridad y capacidad- y lo ha hecho con su mejor cara: la derecha o dextroanfetamina. Eso sí, recordándonos desde el primer momento mediante un precio que es desorbitadamente alto con respecto a su coste de producción, que el abuso de drogas existe y es real, pero que no es el del que se fuma unos porros: es lo que hace tener el monopolio legal de la distribución de una buena droga que mucha gente usa si está disponible. Y sí. Ya está aquí de nuevo.




Ya está en las farmacias, en los mercados, en Internet, entre nosotros...

Bienvenida -otra vez- vieja amiga.
:)


PD: ¿He dicho ya que están robando a manos llenas con el cuento del TDAH en la mayoría de los casos? ;)
Todo por los niños, sí.
xD



jueves, 16 de julio de 2015

El Sexo Rosa: la viagra femenina

Este texto fue publicado en Portal Cannabis.es
Esperamos que os guste.




Sexo Rosa.


No creo que haya que explicarle ciertas cosas sobre pastillas y fármacos, hoy día, a nadie.Por ejemplo, ¿quién no reconoce a la archifamosa Viagra con su bello color azul? La tenemos hasta en anuncios de publicidad, como ese en que un hombre ya algo mayorcete busca y pierde su Viagra con los nervios de su siguiente encuentro amatorio, para que acabe cayendo en el depósito de gasolina de un coche, al que se le pone dura dura... la carrocería.

Los hombres lo tenemos relativamente sencillo. El mayor problema suele ser la disfunción eréctil, y eso es un problema mecánico: hay que hinchar de sangre un globo, con forma de salchicha, para que se ponga en funcionamiento. En eso la Viagra, debo reconocer, ha sido un éxito merecido: soluciona el problema de la falta de erección en la mayoría de los casos sin especiales efectos secundarios. ¿Cómo lo hace? Pues inhibe temporalmente la acción de una enzima, la fosfodiesterasa, que como efecto secundario abre las puertas del riego sanguíneo a los cuerpos cavernosos del pene. Y el globito se hincha. Fácil, eh?

Hay algunas personas a las que la Viagra no les sirve. Su falta de erección está mediada por una cuestión psicológica y no físiológica: falta de apetito, estrés, nerviosismo, alteraciones bioquímicas, etc. Y es que la Viagra, aunque esto se haya colado también en el imaginario colectivo, no te pone cachondo. No te excita. No te ayuda a nada que tenga que ver con ese proceso, excepto en la respuesta física del globito. Si no te gusta lo que tienes delante o tienes un problema no fisiológico, la Viagra no te sirve para nada. Bueno, y si no tienes hipertensión pulmonar, que es el otro uso médico que tiene y desde el que descubrieron lo del globito, porque no iban buscando lo que encontraron pero supieron aprovecharlo.

En general, no tengo nada que objetarle a la Viagra y otros derivados. Me parece un buen fármaco, caro, pero bastante logrado. No te excita, pero no es su función.





¿Y qué pasa con la mujer? La mujer también tiene cuerpos cavernosos en sus genitales, que se llenan de sangre en la excitación sexual, haciendo que crezca el tamaño del clítoris y de los labios vaginales, y cambiando a veces su color debido al flujo de sangre. Pero no tiene nada que requiera ser hinchado, y normalmente para la mujer la parte mecánica del asunto es el menor problema.

La mujer tiene su punto problemático, en esto del sexo, en el apetito sexual. Digo problemático, porque en términos médicos, es la primera causa de falta de actividad sexual. No sólo le ocurre a la mujer, le ocurre también a muchos varones pero que con eso de nuestro rol cultural, no solemos comentar. No suele verse a mucho hombre decir en público “bah, yo paso de follar”, cuando la realidad es que muchas mujeres te podrían decir que si no tienen más actividad sexual es porque su pareja es como un ladrillo a la hora de incentivar el asunto.

Es muy complejo saber por qué una persona no tiene apetito sexual. Puede haber causas hormonales, puede haber causas psicológicas, puede ser que no le ponga su pareja ya o que esté a otras cosas. En el caso de la mujer, la presión del cuidado de la prole y de la casa (todavía en sus manos en gran proporción) puede que sea una rutina bastante alejada de la esfera de lo sexual. Y el sexo, lo sexual, no es algo que se monte y se desmonte en un instante sino que suele requerir de un cierto proceso a lo largo del tiempo y una clara predisposición, para que la cosa salga bien y tire.

Pero vivimos en una sociedad de consumo.
Tenemos la pastilla que nos la pone dura, la de la acidez de estómago por comer mal, la de la ansiedad por la vida que llevamos, la del insomnio porque no desconectamos, la de la depresión si nos ponemos tristes... tenemos la leche de pastillas!! Rojas, verdes y amarillas!!




Dado que el rol que vamos ocupado cada vez se parece más a un target de mercado, la mujer va a recibir su dosis de sexo en pastilla. ¿Por qué? Porque ella lo vale, no? Y aquí llega la historia de la nueva pastilla: la pastilla rosa, para esos días en que no te apetece echar un polvete, amiga...

Llega la Flibanserina, cuyo primer nombre propuesto para su comercialización era Gi-ROSA.
¿Y qué hace? ¿Qué es? ¿Vamos a follar todos como locos por fin? ¿Es rosa? Sí. Es rosa.
Eso debe ser lo más importante junto con lo de llamarla “viagra femenina”.

La flibanserina es un compuesto que fue desarrollado por el laboratorio Boehringer Ingelheim hasta el año 2010, en que la FDA (los que regulan los medicamentos en USA) les pegó un portazo a sus intenciones de lanzarlo como viagra femenina. Como los del laboratorio vieron que realmente tenía efectos secundarios que hacían pensar que no compensaba el objetivo, que era lo que decía la FDA, pues se deshicieron de ella vendiendo la patente y la investigación a Sprout Pharmaceuticals, otro del mismo ramo.

A pesar de eso, Sprout continuó con el desarrollo, y aunque la FDA le ha repetido varias veces que no les hace mucha gracia esa pastilla para esa indicación por sus efectos secundarios, ellos han tenido el impetu de hacer lobby con las mujeres y forzar su aprobación mediante movimientos más políticos que científicos.

¿Por qué? Por la falta de opciones de tratamiento para lo que, en nuestra fiebre medicalizadora, hemos llamado “Trastorno de deseo sexual hipoactivo premenopáusico”. El típico “quita que no tengo ganas de fiesta” de toda la vida, pero con un nombre que acojona. Imagina que el médico te dice que tienes de eso, a ver con que cara sales de la consulta. Y si el médico te dice que tienes “algo así de serio” seguramente tenga una pastilla para ayudarte. Rosa y todo, sí.

Seguramente pensaréis que vaya cachondeito que me tengo con el rosa, pero no es sólo por reírme. Lo del rosa es la guinda de una medicación peligrosa que se venderá para mujeres. ¿Peligrosa? Si fuera peligrosa no lo autorizarían, no? Tenemos cientos de medicaciones creadas a medida para enfermedades o trastornos, también creados a medida. Es una cuestión de negocio, de ventas, de que la cosa funcione y la mujer, como grupo de consumidoras, acepte la pastillita rosa como algo que la ayuda a ser más mujer y a ser más deseada por su actividad sexual.




En este caso, la pastilla rosa, no es una medicación simple, que sólo toque un asunto y funcione todo como con la Viagra (aunque tiene también sus efectos secundarios). En este caso se trata de que la medicación debe ayudarte a excitarte y a tener más deseo sexual. No tiene nada que ver con la Viagra, y en realidad no entiendo por qué sólo se aplica a mujeres ya que su modo de acción no es específico de uno de los dos generos.

La pastillita rosa, Flibanserina o Addyi para las futuras amigas, no toca las hormonas que regulan parte de la sexualidad y que nos diferencian a hombres y mujeres. Toca el cerebro y su neurotransmisión. En concreto se mete a jugar con la dopamina y la norepinefrina y su efecto estimulante (también sexual) y con la serotonina y su efecto inhibitorio sexual.




Ya que dopamina y norepinefrina actúan de forma positiva en el impulso sexual, han decidido que la mejor forma de animar el asunto es aumentar su presencia en el cerebro y como la serotonina te suele inhibir las ganas de sexo, pues han decidido bajarla. Seguro que estas palabras te suenan más a psiquiatra que a sexo, y es normal. La flibanserina es un antidepresivo en esencia, y se empezó a explorar para ese perfil de trastorno.

Ahí precisamente radica el gran peligro de este nuevo lanzamiento farmacéutico que seguro que copará muchas portadas y mucha publicidad, pero que creo que no tendrá ningún recorrido como best seller. El hecho de aumentar la dopamina, como hace la cocaína o la anfetamina, tiene sus consecuencias. Igual ocurre con la norepinefrina, que es uno de los targets en la depresión. Y especialmente con la serotonina, que regula nuestro estado de ánimo de una forma muy compleja.

Como es lógico, ahora que se está armando la campaña para su lanzamiento futuro, los efectos secundarios de los que hablan son menores: somnolencia (posiblemente por la subida de serotonina, como ocurre con la MDAI) y desmayos. Debe ser serio, porque uno de los miedos era el efecto sobre la conducción. Pero yo entiendo que la cosa no queda ahí, ni mucho menos.

Los efectos secundarios serán, a la larga, los de otras medicaciones parecidas: antidepresivos. Cuando modificamos nuestra química con esas moléculas, modificamos nuestras ganas de reír, de comer, de salir con los amigos, de cantar o de llorar y quedarnos en casa sin ver a nadie. En una depresión, que es un trastorno grave y bastante incapacitante que casi todos los humanos pasan una vez en la vida al menos, está justificado usar algo para restablecer a la normalidad los neurotransmisores que están mal, al comparar los pros y las contras.

¿Pero lo merece para, teóricamente, aumentar el apetito sexual?
Si los efectos son somnolencia y en alguna persona un desmayo puntual, pues es posible que sí. Pero si los efectos secundarios pueden ser de todo el abanico de enfermedades derivadas de un desequilibrio en los neurotransmisores, podemos estar delante de una píldora que aumente la tendencia suicida, la depresiva, o que resulte en los efectos opuestos.

Lo que parece claro, es que el precio de entrar a tocar la química del cerebro con grandes medidas para conseguir pequeñas modificaciones en la conducta, nunca es igual a cero. Es posible que la flibanserina ayude a algunas personas con el sexo, sí. Tanto mujeres como hombres, aunque sea rosa y dirigida a ellas. E incluso puede que resulte un buen antidepresivo o un fármaco interesante para otros trastornos.

Antes de tomarla, mujer u hombre, plantéate si tomarías antidepresivos para mejorar -hipotéticamente- tu impulso sexual. 
Si la respuesta es NO, aléjate de la “viagra femenina”.





miércoles, 23 de julio de 2014

La cara oculta de la farmacia: el negocio de la salud

Este texto fue publicado por la Revista Yerba en Junio de 2014.


La cara oculta de la farmacia: el negocio de la salud.


Desde el principio de la existencia -del hombre como especie- hemos contado con remedios que utilizábamos para tratar nuestras dolencias y ayudarnos en el quehacer diario, en principio siempre atendiendo a lo que teníamos en nuestro entorno en flora y fauna. Al igual que otras especies, hemos usado las plantas que recolectábamos y los animales que cazábamos -e incluso los minerales de nuestra tierra- no sólo para alimentarse sino también para hacer frente a la enfermedad y a sus síntomas físicos y psíquicos.




Tal vez resulta difícil para el ser humano actual entender de la misma forma lo que era la enfermedad para el hombre de hace unos miles o cientos de años, pero ese concepto ha sido distinto en las distintas culturas y en los distintos momentos de la historia. Muchas de las patologías que hoy reconocemos y tenemos descritas se entendían como parte del proceso normal de envejecimiento y decadencia de la persona, que hace un par de miles de año tenía como expectativa de vida algo cercano a los 40 años de edad (la mitad de nuestra actual expectativa).

A pesar de las diferencias entre las distintas culturas, tenemos cuestiones que nos son comunes como especie y en todos los lugares el ser humano ha buscado por ejemplo no sufrir dolor o tener herramientas para poder tratarlo, siendo por esa razón plantas como la adormidera valoradas en todo el planeta. Hacia el tercer milenio antes de Cristo se empiezan a sistematizar grupalmente los conocimientos referentes a la medicina y a los remedios usados, y al mismo tiempo en Mesopotamia empezamos a encontrar los primeros casos documentados en que se emplea a humanos para experimentar con los remedios y las dosis antes de usarlos en pacientes. Está claro que los humanos con los que se experimentaba, no se consideraban ni humanos en ciertos aspectos porque eran esclavos, por lo que sus vidas pertenecían a sus dueños.

Es el principio del desarrollo de una farmacia incipiente en que el que se tratan las dolencias de acuerdo con unos síntomas y unos remedios considerados oportunos por quienes ejercían esas labores, que son distintos personajes en las distintas culturas que tenían acceso a los conocimientos escasos que existían -comparados con hoy día- de medicina y de farmacia, junto con un carácter sagrado o chamánico en algunas zonas, en parte dado el origen mágico que tenía en muchas ocasiones la enfermedad. A nosotros hoy día nos puede resultar motivo de chanza, pero a quien sufría una dolencia en aquella época, esas creencias manejadas apropiadamente por el brujo, curandero, chamán o médico (elija el lector la etiqueta) eran las herramientas con las que se contaba para luchar contra la enfermedad, en muchas ocasiones por falta de otras opciones a usar.




En esa farmacia incipiente se entremezclan remedios de todo tipo, desde los que provienen de la botánica como rama que va experimentando con las plantas, a los que usan animales por razones de supuesta utilidad de ciertos órganos (como la medicina tradicional china) pero también a otros remedios -ya sean vegetales o animales- en los que la base de su función como remedios sobre las dolencias que aquejaban al hombre no se basaban en algún tipo de evidencia (como el hecho de que al tomar una planta el dolor desaparezca) sino en el pensamiento mágico.


¿Qué es exactamente el pensamiento mágico y qué tiene que ver con la farmacia actual?

El pensamiento mágico es un pensamiento que difiere del lógico -con el que razonamos de forma consensuada- y basado en hechos no verificables. El pensamiento mágico es, por ejemplo la superstición, la creencia en dios, o pensar que por comerte los testículos de un tigre vas a follar como si fueras un actor de película porno.

El pensamiento mágico está en el origen del ser humano como grupo y en su desarrollo y muchos postulan que sin él, no hubiéramos podido evolucionar a otros modelos más funcionales de pensamiento y que fue imprescindible para nuestra supervivencia como especie. Es cierto que tras muchas supersticiones existen causas lógicas pero simplemente desconocidas, aunque tras otras no existe más que la invención o la explicación humana de un hecho que le supera, y es por eso que parte de dichas supersticiones pudieron tener un papel esencial para la supervivencia humana cuando no existían medios que explicasen de forma satisfactoria nuestro mundo.




En la farmacia el pensamiento mágico estuvo presente desde los inicios y discurrieron juntos durante muchos siglos. Algunas de las ideas de aquel pensamiento, aún sobreviven entre nosotros. 

Por ejemplo había frutos que se recetaban para un órgano por la similitud con el mismo (como la nuez con el corazón) y cuya creencia se mantiene. 

A día de hoy es posible encontrar en varias zonas del planeta animales disecados como los puerco-espines que son usados para combatir el 'mal de ojo' y que son vendidos en las “farmacias” que usa la población. Y si existe un mercado de los mismos es porque hay una demanda y consumo de dicho bien: se usan y la gente paga por ellos como remedio ante un mal que les aqueja, funcionen o no según nuestra ciencia y creencias.





Seguramente con nuestra mentalidad occidental nos resultará cuanto menos pintoresco pensar que se usan puerco-espines disecados para combatir algo que ni siquiera creamos que existe, aunque es esta misma mentalidad la que -con el mismo patrón del pensamiento mágico antes referido- sostiene, estimula y usa los mal llamados remedios homeopáticos: ni remedian ni curan nada. 


El salto al método científico de la farmacia: el paso a la era moderna e industrialización.

Con el desarrollo de la química y el despegue en el conocimiento más exhaustivo del medio natural y de la materia se llega a la extracción del principio activo por primera vez en la historia con el aislamiento y venta de la morfina del opio -a principio del Siglo XIX- por Friedrich W.A. Sertüner, que era un ayudante de farmacia o botica. Dicho descubrimiento y el carácter alcalino del compuesto permitieron formular años después, por primera vez en la historia, el concepto de alcaloide, y este hecho está intrínsecamente vinculado al desarrollo de ciertas prácticas, buenas y malas, por parte de la farmacia en su nacimiento como industria.

No fue casualidad que el primer alcaloide aislado fuera la morfina, ya que el opio en todas sus formas había sido usado por todos los grupos humanos que lo habían conocido, y ya existían preparados como el láudano que eran disoluciones de opio en alcohol que debían ser administradas con cuidado por la potencia de las mismas. Pero el extraer y purificar el principio activo era un salto cualitativo de consecuencias imprevisibles.




Aunque las propiedades adictivas del opio eran de sobra conocidas, no resultaban por lo general un problema de salud más que en esporádicos casos de abuso que se resolvían en un mayor consumo de opio en la botica o en el cultivador y proveedor correspondiente, ya que no estaba sujeto a ningún tipo de control o fiscalización en aquel momento en Europa. Pero el uso del alcaloide puro inauguró un tipo de abuso distinto, mucho más intenso y de problemas que no se conocían.

Los mecanismos de la adicción eran desconocidos en aquel momento y coincidió históricamente con el lanzamiento de la jeringuilla para la administración de sustancias, que era percibida como “un adelanto científico” y por lo tanto más seguro y selecto dentro de la medicina y farmacia. Y esta convergencia de factores nos lleva al primer gran fiasco de la farmacia como industria sobre la población consumidora de sus productos.



El primer escándalo de la era moderna: el caso de la morfina y la heroína de Bayer.


La morfina había convertido en lugares de paz los hospitales de guerra, pero con el coste de una adicción al fármaco que se conocía como “el mal del soldado” y que era lo que conocemos por adicción yatrogénica o “médicamente causada por el tratamiento”.

La adicción a la morfina tenía sus propias características distintivas a otras adicciones ya existentes (como el alcohol) o posteriores (como los barbitúricos o las benzodiacepinas) pero entonces una empresa de tintes llamada Bayer saltó al mercado farmacéutico con una creación que aseguraban que tenía grandes propiedades como “hacer desaparecer todo rastro de interés de los morfinómanos por dicha sustancia” y sobre todo, carecer de propiedades adictivas.
La nueva sustancia que Bayer lanzaba al mercado prometía no causar adicción y ser un remedio para la adicción de otras sustancias.


Puede parecer de broma esta publicidad, pero no lo es.
Es la original de la casa Bayer vendiendo heroína.
Los textos en los bocadillos de los personajes 
si son una broma... o no.


Esa fue la promoción que la nueva industria farmacéutica hizo de su nueva droga: la heroína.
Bayer se hizo un gigante farmacéutico desde ese momento y gracias a dicha sustancia. Hoy no hace falta ya explicar que la heroína es una droga tan adictiva como la morfina y que si era capaz de hacerles perder el interés a los morfinómanos, es porque resultaba mucho más placentera al uso y porque ocupaba los mismos receptores dentro del cuerpo humano.

Tras el escándalo y la vergüenza de ver que habían creado una sustancia adictiva que vendían incluso en jarabes para la tos de niños, la Bayer fue variando la promoción y empezó a centrarse en el otro fármaco sintetizado a la vez que la heroína, y el que no causaba adicción aunque no poseía las propiedades heroicas de su primo: era el ácido acetilsalicílico, de nombre comercial “Aspirina”.



A día de hoy las muertes al año en USA por Aspirina superan en más de 10 veces a las producidas por la heroína.



La homeopatía o la venta -como remedio- de agua con azúcar.


A finales del siglo XVIII y principios del XIX una especie de químico, farmacéutico y médico (lo que se pudiera entender por ello) crea una nueva rama dentro de la farmacopea basada en un principio que carece de validez -y es un ejemplo del pensamiento mágico- cuyo nombre en latín es “similia similibus curantur” y que quiere decir en castellano que “lo semejante cura a lo semejante”.
Dicho de otra forma: si tomar un producto causa un síntoma, ese mismo producto servirá para tratar las enfermedades que también provoquen dicho síntoma. ¿En qué se basó? En nada real: se lo inventó.

Este personaje creó el negocio perfecto y lo perfeccionó al afirmar que no sólo la homeopatía era una técnica correcta, sino que sus productos ejercían más y mejor efecto cuanto más diluidos estuvieran en agua. Eso contradice todo principio lógico a la hora de aplicar un fármaco, y llega a hacerlo en tal grado que muchas de los preparados homeopáticos que se venden en las farmacias muchas veces es imposible (dado el número y dosis usadas en las diluciones) que contenga ni un solo átomo de la sustancia que dice representar.
No sólo falla en su fundamentación metodológica (el principio de similaridad) sino también en lo que la ciencia nos ha ido mostrando, por eso sus partidarios -principalmente los laboratorios- impulsaron la “teoría de la memoria del agua”.

Con dicha teoría los homeópatas explican (inventan) el mecanismo de actuación de sus remedios, argumentando que el agua, el agua común que hay en el grifo y en la lluvia, tiene memoria.

Una verdad impepinable.


Para ellos el agua tiene memoria y se activa al diluir los productos sucesivamente hasta que no hace falta que exista el producto, sólo el agua con su “inventada memoria”. Y una vez que han hecho tantas diluciones del producto como para que fuera el que fuera no tenga ningún tipo de efecto sobre el cuerpo humano, añaden una gota de dicha agua con memoria a una perlita de azúcar, que al final es el producto que te venden en la farmacia: azúcar en perlitas con una gota de una disolución que no tiene ningún principio activo ni son distinguibles unos remedios de otros mediante la ciencia conocida.

Los remedios homeopáticos no funcionan, ni tienen efecto alguno, positivo o negativo, más allá de los que se produzcan en la mente de quien cree que al tomar una píldora de azúcar consigue un efecto terapéutico contra una enfermedad. Pero ese hecho de que no hacen nada, y de que no pueden causar daño, son lo que ha hecho que puedan ser vendidos a precio de medicina sin ningún tipo de receta médica porque no entrañan ningún riesgo ni ningún beneficio.

El mercado de los productos homeopáticos es uno de los de mayor expansión para la farma-industria, con una estimación global anual de unos 50.000 millones de Euros en ventas, de momento muy superiores a lo que la industria puede obtener del cannabis medicinal (en cuanto a beneficios económicos).

Esos dos, casos opuestos en cierta forma -el de la “sustancia sin peligro” llamada heroína y el de las “sustancias sin efecto” de la homeopatía- esbozan una industria farmacéutica que parece guiada por lo que el resto de las industrias: las cuentas de beneficios económicos. No parece haber lugar para valorar dentro de su comportamiento los resultados que sus acciones provocan sobre la población ni el aspecto ético y moral de las mismas como puede ser el hecho de vender algo que se sabe que no contiene nada ni tiene utilidad.

No queda ahí la cosa. La industria farmacéutica en alianza con otros grupos ha estimulado en los últimos años la recolocación de medicamentos que habían perdido su función y habían quedado sin patologías a los que ser aplicados. 

También ha modificado los valores que se consideraban “normales o sanos” para ciertas variables que aparecen en los análisis (como el colesterol) consiguiendo que amplias capas de población que no consumían por no estar “enfermos” tengan que consumir porque un valor de laboratorio se ha bajado unos puntos para aumentar las ventas de un producto concreto en un país. 




Asimismo ha tomado como nuevo rehén a la población más infantil con enfermedades de diseño (sobre-diagnosticadas) como el TDAH y ha creado un nuevo nicho de mercado: niños que tienen que tomar varias pastillas al día por el trastorno de “ser revoltoso” y que pueden ser desde variantes de las anfetaminas o por el contrario fármacos adictivos para mantenerlos sedados.


¿Hasta dónde llega la farma-industria para hacer dinero?

Pues el último “logro” del sector es la creación de nuevas enfermedades. No se trata de crear nuevos patógenos (virus o bacterias) que curar, sino de definir comportamientos o estados normales del ser humano como patológicos.

El luto por un ser querido ha pasado de ser un estadio normal que todo ser ha de pasar a ser objetivo de la intervención farmacológica y médica, juntos en alianza. También el bajo deseo sexual en la mujer -se considera cuando hay menos de una cópula al mes- ha pasado a ser un “trastorno” que se puede tratar con un fármaco (testosterona) que tiene riesgos en especial para el sexo femenino, pero que dicho tratamiento no conseguía un aumento estadístico ni siquiera de 1 sola cópula más cada mes.

Testosterona para mujeres con pocas ganas de fiesta en la cama.
No servía para nada, pero seguro que hay un mercado para ella.


Debemos empezar a cambiar nuestra percepción de “la farmacia” como industria.
Como ciencia es nuestra aliada, pero como industria deja mucho que desear: con la salud no se negocia y ellos nos han tomado por rehenes.