Mostrando entradas con la etiqueta Azúcar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Azúcar. Mostrar todas las entradas

viernes, 29 de agosto de 2014

SOBREDOSIS


Recuerdo la primera tarde que pisé una facultad - de Medicina- para recibir algo de formación decente sobre la farmacología de la adicción. Eramos chicos y chicas tímidamente opinando de drogas y fumando -sí, fumando tabaco como perros- a las puertas de un aula enorme de la facultad de Medicina.

Al entrar, la profesora, que parecía una mujer algo neurótica -pero era ciertamente un cerebrito en su campo- y estrambótica, de esas que si no la conoces te daría miedo preguntarle por la calle qué hora es por si te empieza a gritar sin motivo alguno, empezó a hablar del siglo XVIII y de secar páncreas de cerdo, de hacerlos polvo una vez secos y venderlos como "droga" (aunque era un concepto que no existía como actualmente) a la gente de esa época. La cosa sonaba rara.

Dijo que la mayoría de la gente que probase esa droga, el páncreas de cerdo seco y en polvo, se sentiría mal y no les gustaría. No servirían como clientes. Pero que habría otro grupo de la población a quien esa droga les haría sentirse "mejor que nunca" y seguramente querrían seguir consumiéndola, de la misma forma que hay un porcentaje de la población actual que tras probar los opiáceos como la heroína, hay un grupo de personas que quieren seguir consumiéndolos, y así hacen.

Terminó su presentación diciendo que hoy en día, a los primeros (los del páncreas del cerdo seco) les llamamos diabéticos y les tratamos con insulina, pero a los segundos les llamamos drogadictos y les tratamos con medidas de represión de su comportamiento: penales, legales, sociales y médicas.

Más de 20 años después, tras una noche de concierto con Extremoduro, deliciosa, llena de drogas, charlas y buen rollo, me despertaba en una casa en Arenas de San Pedro, Ávila, con mi pareja gritándome y una chica convulsionando a mi lado. Era la primera sobredosis -de las de vida o muerte- que tenía delante, y no había tenido ni tiempo de despegar los ojos. Ni sabía que era una sobredosis, realmente...

Una mujer de 30 y pocos años convulsionaba salvajemente sobre una cama (menos mal), yo la cogí y la coloqué de lado, por si había vómito. La persona convulsionaba de forma violenta, pero mantenía un "cierto contacto visual" -estaba con los ojos abiertos como si no pudieran abrirse más, como si quisiera hablar con ellos, y fijos en mí que estaba frente a ella- y a la vez "boqueaba" como si le faltase el aire, como un pez muriendo fuera del agua, como si quisiera respirarlo todo a la vez y no pudiera. El cuadro daba miedo, yo creía que tenía a alguien muriéndose en mis brazos.

Manda huevos!! Tantas drogas, tanta fiesta, tanta hostia, e íbamos a tener una muerte por una sobredosis de insulina??? Sí, era insulina. La persona era diabética, cosa que todos los que íbamos sabíamos, pero en un arranque de estupidez, se levantó con la boca seca (un síntoma que algunos diabéticos suelen achacar al exceso de azúcar y la necesidad de insulina) y se inyectó una cantidad de insulina del doble de lo normal que se suele inyectar, sin hacerse primero una prueba de azúcar para conocer su nivel en sangre. Y para rematarlo se metió de nuevo en la cama, sin comer nada... 

El azúcar, la glucosa, en el cuerpo de la chica, que sólo había tomado 1 coca cola en todo el concierto y nada más en 15 horas, cayó en picado. Sólo la suerte hizo que hubiera alguien dormido a su lado que notó las convulsiones y reaccionó, o seguramente hubiera muerto. Nos hubiéramos despertado con una amiga muerta en la habitación (o en la misma cama). La cosa no terminó ahí: estábamos en una casa alquilada donde no sabíamos ni donde estaban los vasos, y estábamos intentando darle azúcar disuelto en agua en un "vaso de sidra" (muy grande y de cristal muy fino) que debido a las convulsiones era imposible, porque rompía el cristal con la boca. Al final, bloqueándole todo el cuerpo con los brazos y manteniéndola erguida pero con la cabeza bloqueada, pudimos conseguir que tomase algo de agua con azúcar... que en poco más de un minuto había surtido efecto.

La reacción del servicio de emergencias, coordinada por el 112 al teléfono fue impresionante. Tuvimos la suerte de que en el pueblo había una base de emergencias médicas y en menos de 7 minutos (eternos) teníamos a la ambulancia con una médico y dos enfermeras, que atendieron todo el asunto de forma magistral, tras el susto pasado, daba gusto verlas actuar, hacer un electrocardiograma en el lugar, unas pruebas de glucosa, etc... (la chica sólo había subido a 42 de azúcar al llegar ellos, y a 56 cuando se fueron -tras comprobar que estaba bien- cuando los valores normales están entre 90 y 110).

Realmente fue la primera vez que me sentí orgulloso de vivir en un país que tenía medios para responder ante algo así, y que existía dicha coordinación. Y me seguiría sintiendo orgulloso si hoy no hicieran 2 años del Real Decreto que retiraba la prestación sanitaria a los inmigrantes sin papeles en mi país, algo que me hace sentir una profunda vergüenza.

Pero basuras políticas aparte, la reacción de las emergencias en Arenas de San Pedro fue impecable. Si en lugar de una sobredosis de insulina, hubiera sido de morfina o de un opioide, seguramente le hubieran salvado la vida igual con unas cuantas dosis de naloxona. Por suerte en España, la naloxona es algo común en centros de emergencias y el el antídoto por excelencia en las sobredosis con opioides (recetados por el médico o comprados en el mercado negro, da igual) desde nuestra "epidémica" relación con la heroína en los salvajes años 80 y restos en los 90. Y en España, haber consumido una droga, hasta la muerte si quieres, no es delito.

No ocurre igual en otro países, como USA, donde en muchos lugares a quien observa una sobredosis (sea de un opioide o de otra droga) se le plantean diversos problemas en lugar de llamar a emergencias sin pensar nada más. Si quien llama ha consumido drogas, puede ser imputado criminalmente. Si quien llama no ha consumido drogas, no le pasará nada legalmente, pero estará metiendo a su "amigo" o a quien esté viendo en sobredosis (o en algo que uno pueda creer que lo es) en un lío, ya que tras salvarle la vida llamando a emergencias, tendrá problemas legales por haber consumido una droga, lo cual provoca un mayor número de casos en que no se llama a emergencias para no implicar a nadie legalmente.

Dado el brutal aumento en el consumo de opioides (recetados por el médico) en USA que hemos visto en estos 10 últimos años, y en el repunte de la heroína allí, por su barato precio y por estar más fácilmente disponible que los fármacos de prescripción, la sobredosis está de moda de nuevo. La variedad de consumo es brutal, tanto por lo que el mercado lícito produce como lo que el ilícito trae: heroína con fentanilo o derivados del fentanilo ultrapotentes que sirven para adulterar la droga, en muchos casos con mortales consecuencias. La reína de las drogas opioides allí es la oxycodona que por el recorte en su prescripción está haciendo que el mercado de la heroína resurja para cubrir los huecos que esta deja en una población, que para bien o mal, quiere seguir consumiendo opiáceos y la historia nos ha enseñado que lo harán, de una u otra forma, mientras quieran.

Este día 31 de agosto es el Día Internacional de Prevención y Recuerdo de la SOBREDOSIS.
No hacen distinción por drogas, aunque la más llamativa y evitable es la de los opioides, y es en buena medida en donde centran sus esfuerzos: en que haya más naloxona disponible para los usuarios de opioides y opiáceos, así como sus compañeros y familiares. En este año, los laboratorios han vuelto a poner sus ojos en la naloxona, al menos en USA. Han sacado un nuevo producto llamado Evzio que es un inyector manual de naloxona, que obviamente tiene la desventaja de que ha de ser inyectado por alguien que se dé cuenta de que la persona sufre una sobredosis (no son tan llamativas como las de insulina, simplemente te quedas dormido... y adiós).

Lo más remarcable del dicho asunto es lo bello que debe ser tener una sobredosis de opiáceos en vista de cómo lo anuncian. Dan ganas de tomar opiáceos para tener una sobredosis y que te lo chuten en la pierna...


Si me dan una rubia así con el aparato, me compro 3.

De todas formas no me parece el mejor de los inventos o soluciones que han aparecido en este último año. La mejor, al menos la más creativa y audaz es un auto inyector de naloxona que detecta cuándo entras en sobredosis mediante la medición de tus constantes y la saturación de O2 en sangre.

Lo ha diseñado Morten Groenning y ha puesto a disposición de todo el mundo el proceso de fabricación junto con los costes asociados de lo que sería el aparato para que no superase las 20 libras de coste total -siendo el mayor coste el de la naloxona precargada en una jeringa- en su web que merece la pena visitar a fondo,  http://groenning.me/heroin-antidote-injector/ donde encontramos también el diseño de cabinas controladas para autoconsumo de drogas, que resulta cuando menos avanzadas y curiosas para su tiempo.



Tiene también imágenes con una prueba de concepto donde se puede observar el funcionamiento del mismo sobre una naranja partida a la mitad.



La ventaja obvia -además del bajo coste- es que no dependes de la asistencia de nadie para poder salvarte de una sobredosis con un aparato que costaría menos de 30 euros. El nombre del invento es INVIO y desde luego merece un vistazo, mientras haya cifras de muertes por sobredosis tan fácilmente evitables con una correcta distribución de naloxona, que es un producto muy barato.

La imagen con todas las partes y su precio es suficiente para que nadie diga que intentar salvar vidas es demasiado caro.



Inventos que sí están bien pensados. Otra cosa es que no interesen.
Esto sí es que es un WEARABLE de esos y no las google glasses...

Esperemos que algún día, el Día Internacional de la Sobredosis sea por fin algo que no haya que celebrar para concienciar a nadie.

jueves, 5 de julio de 2007

El termómetro moral de Rush. De aquellos polvos, estos lodos.

Posiblemente uno de los más grandes errores que la sociedad actual ha asumido como cierto, y que hace muy difícil que se pueda razonar de forma conjunta sobre las drogas, y alcanzar consensos basados en la lógica, es la idea de que las sustancias -o al menos algunas de ellas- poseen propiedades morales. Y más allá, son capaces de secuestrar la voluntad de quién las tome.

Ninguna de nuestras culturas "madre" como pueden ser griegos o romanos, jamás inculcó nada en sus enseñanzas en este sentido. Al contrario, si algo hicieron fue dejar claro que un fármaco era una sustancia que podía "curar o matar" -que sería la carga semántica del termino "pharmakon"- y que como en otras tantas cosas, todo dependía del uso que se hiciera de la misma.

Si buscamos el origen de ese error de base, que parece tatuado en la tabla de axiomas que maneja la mayoría de la gente, nos tendríamos que remontar a la época del siglo XVIII, donde se gestaron las peligrosas Movimientos para la Templanza y que son el origen de los actuales prohibicionistas.

En aquella época, y en asociación con las diferentes iglesias, se inició el desarrollo de dos ideas. La primera que el alcohol era desagradable ante los ojos de Dios, cuando no estaba transmutado en la sangre de Cristo, y por lo tanto, le daba a los ministros de estas confesiones una vía para prohibir el único embriagante totalmente lícito que había sobrevivido al cristianismo, y a los estados para gravarlo con suculentos impuestos.

La segunda, y de consecuencias mucho más graves que llegan hasta nuestros días, es que el ser humano perdía la voluntad al exponerse al alcohol. Sobre esta segunda idea, que aún la podemos ver de forma aberrante como cuando en un juicio se le rebaja la pena a un asesino por hallarse bajo los efectos del alcohol (u otras drogas), se ha basado el grueso de la argumentación prohibicionista, que de una forma u otra ha ido dibujando a lo largo del tiempo a honrados padres de familia o futuras amas de casa, convertidos en esclavos de una sustancia, bien por una supuesta adicción o bien por sus supuestos devastadores efectos sobre la psique de la persona.

Benjamin Rush nació en el año 1745, en los USA. Se le considera una de las grandes figuras históricas del país, uno de los llamados "Padres Fundadores" y además es uno de los firmantes de la Declaración de Independencia. Su rostro se puede ver en la insignia de la Asociación Psiquiátrica Americana, ya que se le considera el padre de la psiquiatría en ese país, y es además el responsable de acuñar el término "adicción" como hoy lo conocemos, y cuya única cura, era por supuesto la total abstinencia.

También acuñó dos nuevos términos médicos relativos a la moral: micronomia y anomia. Uno implicaba una moral reducida y el otro la ausencia total de moral.
Actualmente "anomia" tiene otro significado completamente distinto.

Cuando se busca información sobre él, parece que estuviéramos ante un genio bondadoso y adelantado a su tiempo. Todo lo que le rodea parecen ser parabienes. Aunque en su historia encontremos cosas como que era alguien contrario a la esclavitud de los negros, y que no los consideraba una raza inferior. Para él simplemente eran personas enfermas, afectadas de una enfermedad llamada "negrismo", cuya cura se conseguía al volver su piel blanca.
Pero mientras no estuvieran "curados", no se debía de tener contacto con ellos ni descendencia conjunta para no propagar la "enfermedad".

Fue uno de las personas que más hizo por darle poder a la clase psiquiátrica, siendo un completo entusiasta y defensor de los internamientos forzosos de personas en centros para su tratamiento mental. Lo fue tanto, que internó contra su voluntad a uno de sus hijos durante 27 años, y no se sabe si habría sido más gracias a su muerte y puesta en libertad de su hijo.
¡¡27 años en una institución para desórdenes mentales!! Poco eficiente era el tratamiento en vista de los resultados, o tal vez sea uno de los primeros casos en la historia en la que un médico se vale de su poder para deshacerse de alguien molesto.

También fue un apasionado defensor y practicante de la llamada "medicina heróica". Este nombre lo recibe no por su praxis médica, sino por el valor que suponía para el paciente someterse a ella. Se piensa que ese termino se uso por primera vez a principios del siglo XX para referirse a las salvajadas que durante los años de 1780 a 1850, la llamada "Era de la Medicina Heroica", algunos practicaban de forma agresiva con sangrías (extracciones enormes o continuas de sangre), estimulación del vomito mediante tóxicos, provocar mediante calor sudores masivos, purgas intestinales, etc.
Uno de esos pacientes heroicos fue George Washington, que murió tras caer en shock provocado por una sangría, junto con un cuadro de deshidratación.

Sus ideas le llevaron a casarse cuando tenía 29 años, con una niña de 16, de nombre Julia. Pero aunque pregonaba la abstinencia como virtud en varios aspectos, su mujer tuvo 13 hijos, más algunos que fallaron por el camino.

Era desde luego, una persona altamente reconocida (consejero del gobierno en materia de salud) y no un vendedor ambulante de remedios caseros. Y, por desgracia, muchas de sus aportaciones siguen estando vigentes a día de hoy en la mentalidad de muchos profesionales de la salud y responsables políticos en materia de drogas. Especialmente la idea de que el alcohol era el responsable de los actos de quienes lo bebían, carentes de voluntad y juicio, habiéndose convertido en una de las fuentes de donde beben prohibicionistas de todo el mundo.

Y de acuerdo con estas ideas, en una de sus obras más relevantes - "An inquiry into the effects of spirituous liquors on the human body"- incluyó lo que llamó "Termómetro Físico y Moral" para que todo el mundo conociera las consecuencias de beber alcohol, según cada tipo de bebida.

El termómetro de Rush oscila desde +70 hasta -70, y advierte sin ambages de qué es lo que ocurre con cada pócima que bebemos.

Con +70 se encuentra el agua, cuyo consumo aporta "riqueza y salud".
En +60 está la leche aguada, vaya usted a saber porque hay que aguarla para que sea saludable.
En el +50 aparece la "cerveza clara", que no supera los 2'5º de alcohol, y que según los médicos usanos de la época era una bebida con la que uno no se podía emborrachar.
Moralmente en esta zona de bebidas podemos esperar: "serenidad de espíritu, buena reputación, larga vida y felicidad".

Sería curioso que el prohibicionista de Rush, encontrase que las leyes de nuestro país hoy día no le permitirían decir esas cosas de una bebida alcohólica. ¡¡Lo que ha avanzado el prohibicionismo!!

Con +40 tenemos a la sidra, con +30 el vino (en el que no establece diferencias), con +20 la cerveza negra típicamente irlandesa y con +10 las cervezas fuertes (en teoría más fuertes que el vino).
De este grupo se nos advierte que su consumo ha de ser en pequeñas cantidades y con las comidas, y si nos mantenemos en ese margen, moralmente obtendremos "alegría, fuerza y energía".

Y llegamos a la barrera de los puntos positivos, de lo saludable y moralmente correcto.
A partir de aquí Rush deja claro lo que no hay que tocar.

El primer negativo es un -10 para los ponches, esa bebida que al parecer en los USA cada cual hacía de una manera y era una especie de sangría con frutas y licores. El peligro que acecha a los bebedores de ponche es "la holgazanería, la enfermedad y las deudas". Ya me imagino en el año 1790 a un depravado bebedor de ponche que tiene que vender sus tierras para poder seguir pagándose el vicio.

En el -20, el termómetro sitúa a un par de bebidas llamadas "Toddy y Egg Rum", hechas con whisky o ron, azúcar, huevo, etc., y que solían beberse calientes. Esto llevaba a que el consumidor le diera por "el juego, la irritación, y ser pendenciero", y en exceso produce a la mañana siguiente "temblor de manos, vómitos y abotargamiento". Y todo esto tiene un probable desenlace: la cárcel.
¡Ni más ni menos! Da miedo, ¿eh?

Hay una bebida llamada "Grog", que es un brandy aguado, que tiene -30 puntos.
Consumirlo nos lleva directamente a "pelear", los síntomas del que lo bebe son "ojos hinchados y nariz y cara enrojecidas", pero el castigo en este caso es menor que en el anterior, se limita a tener los ojos morados y ojeras.
No se como veían la cárcel en aquella época, pero a la vista de estas advertencias, yo me pasaría de la droga del -20 a la del -30 sin dudarlo.

En los -40 negativos tenemos dos bebidas llamadas "Flip y Shrub".
El Flip es una mezcla de whisky, brandy y oporto o jerez con azúcar y huevo batido.
Y el Shrub es el nombre que le daban a lo que aquí se conoce como Limoncello, típico de Italia, que es un aguardiente con sabor a limón y dulce.
El efecto de estas dos bebidas es de lo más sorprendente, sobre todo pensando que esto sale de boca de un científico de máximo prestigio en su época. Si las bebes, "te crearán afición a las carreras de caballos", las consecuencias serán "piernas doloridas e hinchadas" y lo más probable es que el castigo sea "acabar en algún hospital o asilo".
Teniendo en cuenta el gusto de este hombre por meter gente en hospitales contra su voluntad -¿Qué haría su hijo para que le internase 27 años?- y las cosas que allí hacía, prefiero la cárcel.

Llegando a los -50 tenemos las "bebidas amargas mezcladas con licores o tónicos". Los vicios que crean las de esta categoría son "la mentira y la blasfemia" y provocaran en el consumidor "ictericia".
No hay quién le comprenda, no le gustan las bebidas dulces, tampoco las amargas, y ahora incluye a los tónicos.

Y ya en los -60 y -70 están los que toman "copitas de brandy, ginebra y ron por la mañana y por la tarde, o peor aun, día y noche".
Beber estos licores te mete de lleno en la delincuencia ya que provocan "robo, estafa, perjurio, allanamiento de morada, y asesinato".
¡Asesinato! Lo demás son menudencias... ¿cómo iban a permitir la venta de este tipo de drogas, que incitan a matar entre otras cosas?
Ademas, al consumidor le provocan "dolores y picor en las manos y en los pies, hidropesía, epilepsia, melancolía, parálisis, apoplejía, locura y desesperación".
¿Hay algo que no esté en la lista? ¿Que clase de masoquista bebería algo así?
Evidentemente, para esta categoría solo hay un par de castigos a su altura: "cadena perpetua y pena de muerte en la horca".

Eso sí, aunque se le hacía caso en todo esto, esas bebidas que provocaban asesinatos y locura, no fueron prohibidas. Sólo pasaron a ser una jugosa forma de recaudar dinero al gravarlas con impuestos, en teoría para evitar su consumo.

Esto es básicamente el termómetro moral y físico de Rush, que fue el ingeniero prohibicionista más eficaz que parece haber tenido la historia con nombre propio y apellidos.
Pero hay en su curriculum una curiosidad a pesar de todo esto que ahora nos suena tan surrealista como triste.
Recomendaba y recetaba opio turco contra el nerviosismo. Y eso no le planteaba ningún problema, tanto que iba incluido en el equipaje y botiquín de los soldados de los Cuerpos de Descubridores que tenían que llegar a la costa del Pacífico norteamericano. Opio turco, y vino...medicinal.

Para terminar con esta entrada, copio unas palabras de Stuart Walton sobre este asunto, de su libro "Colocados", y que ilustran bien las consecuencias de este tipo de pensamiento hasta hoy día.

"De este modelo de comportamiento alcohólico -el paradigma de la pendiente resbaladiza- se han servido los prohibicionistas durante los dos siglos transcurridos desde que se publicó el tratado de Rush.

Aunque el modelo ha fracasado ampliamente en el terreno del alcohol desde la perdida de credibilidad del proyecto de la templanza, sí ha sido aparatosamente aireado cada vez que se han defendido las leyes antidroga en los últimos cien años.

Empieza con el cannabis y pronto pasarás a los estimulantes y a los opiáceos adictivos, deslizándote por una cuesta que lleva de fumar a picarse en lavabos públicos pasando por esnifar, todo ello acompañado de aterradoras historias sobre amigos enloquecidos, familias rotas, delincuencia callejera y dudosa higiene personal."

Se puede decir más alto, pero no más claro.
¿Qué te ha parecido el "termómetro de Rush"? ¿Grotesco, surrealista, demencial?

Cuando se leen estas cosas que grandes eminencias decían y hacían hace más de 200 años puede dar la risa, pero no creo que la reacción sea muy diferente a la que tendrán nuestros tataranietos cuando lean lo que durante este siglo pasado y este presente se está haciendo desde los gobiernos en materia de drogas.

Porque ya veis: de aquellos polvos... estos lodos.

sábado, 10 de marzo de 2007

Una vocación gracias al azúcar

Para contar esta historia nos remontamos al año 1944.
Ese año aun daba sus últimos coletazos la segunda guerra mundial, y los USA habían entrado en la contienda contra alemanes, italianos y japoneses, en ayuda de una Europa ocupada inicialmente y más duramente tras la agresión japonesa sobre Pearl Harbour.




Un chico de 19 años, nacido en Berkeley (California), se encontraba sirviendo en el ejército usano, concretamente en las fuerzas navales. Se encontraba en una fragata que servía de protección para los barcos mercantes que atravesaban el Atlántico, cerca de la Azores que era el lugar donde reponían combustible los barcos y submarinos de ambos bandos, turnándose por días.

Sin un motivo aparente, este chico de nombre Alexander, comenzó a sufrir una infección en el dedo gordo de su mano izquierda. Como cuestión médica no era algo de especial importancia, pero una fragata no era el lugar adecuado para tratarlo, más allá de con antibióticos y algunos analgésicos. Con el paso del tiempo, la infección no remitía y se hizo patente que era necesaria una cirugía en su dedo, ya que la infección había afectado al hueso.

Cuando fue posible, Alexander fue trasladado a zona aliada en tierra firme, concretamente a Liverpool para que pudiera ser tratado. Pero por razones logísticas el hospital que podría tratarle se encontraba ya localizado en otra parte, más lejos de la costa. En poco tiempo fue llevado en ambulancia de Liverpool a Watertown, a un hospital del ejército.

Al llegar allí, una enfermera le dio un zumo de naranja para aliviar su sed. Pero Alexander detectó que había una fina capa de un solido cristalino sin disolver en el fondo del vaso.
Inmediatamente pensó, tal vez porque California es productora de buenas y dulces naranjas, que aquella sustancia en su vaso era algún tipo de medicación pre-anestésica o sedante, ya que iba a ser intervenido quirúrgicamente. Una maniobra propia del ejército, se le ocurrió, eso de dar un fármaco escondido en un inofensivo zumo para preparar al paciente ante la intervención.

Decidió probar su masculinidad y ejercer control sobre la situación y sobre la sustancia que le estaban administrando, luchando con su mente contra el efecto de la misma, y no dejándose afectar por ella. Quería ver si era más fuerte que ese fármaco, que evidentemente estaba ahí para dejarle inconsciente y facilitar la labor de los médicos que tendrían que intervenirle.
Él no se dormiría, aguantaría despierto pese a la droga que le habían echado en su zumo.

Y no fue capaz. Aquella sustancia fue claramente mas poderosa que su decidido control sobre la situación. Cayó en un profundo sueño, en un letargo semi-comatoso en el que cualquiera podría haber hecho lo que quisiera con él.
De hecho cuando despertó, ya había sido operado de su dedo infectado, y no recordaba ni las inyecciones anestésicas que le pusieron antes de iniciar la operación.

Después de aquello, hizo dos descubrimientos. El primero es que había poca comunicación entre la logística de los ejércitos aliados, y que eso le supondría tener que estar una temporada esperando su regreso a casa, mientras los habitantes de aquel lugar, al verle en el bar con su brazo vendado, le invitaban a unas rondas. ¿Qué menos podían hacer por alguien que había ido a luchar por ellos y había sido herido en su brazo?

El segundo descubrimiento marcó su vida.
Aquel fármaco anestésico que le habían dado camuflado en el zumo de naranja, era sólo azúcar.
¡Azúcar! Había sido enviado sin ser capaz de evitarlo al mundo de los sueños por un poco menos de un gramo de azúcar sin disolver.

El hecho de creer que un placebo como el azúcar era una potente droga narcótica, había sido suficiente para dejar fuera de combate a todo un chavalote que se había propuesto conseguir vencer el efecto anestésico del... azúcar.

Eso le hizo darse cuenta de que el principal factor en el efecto de una droga psicoactiva es la propia mente del sujeto que la recibe. Y lo que derivó de este suceso terminó por decidir cual sería su rumbo en la vida. En los años anteriores a su entrada en el ejército, en sus estudios pre-universitarios ya había elegido materias como química, matemáticas, física y psicología, con la secreta intención de poder hacer algún día sus estudios de química orgánica. También es probable que eligiera estas asignaturas porque eran las que se le daban bien: todas aquellas que seguían procesos lógicos y no se guiaban por normas arbitrarias, eran las que le hacían brillante.

Ese chico, que ahora tiene un pulgar izquierdo media pulgada más pequeño que el derecho, se llama Alexander Shulgin, y es el psicofarmacólogo y químico más influyente de los últimos 50 años en la escena de las drogas y del estudio de los estados alterados de conciencia.
Aquel shock del descubrimiento de que no había sino azúcar en aquello que le había provocado semejante reacción mediante la sugestión auto-inducida de que era una potente droga, le hizo decidir en aquel mismo momento y con total convicción, que las drogas serían las herramientas más interesantes para poder estudiar esos fenómenos en la mente, y que ya que esos procesos dependían de lo que ocurría en el cerebro, lo ideal sería convertirse en una mezcla de farmacólogo y psicólogo. Y así lo hizo.

Al volver del ejército, entró en la universidad y en 1954, con 29 años, se había doctorado en bioquímica, y completo sus estudios con post-doctorados en farmacología y psiquiatría.
Años después, a finales de los 50, tuvo su primera experiencia con un enteógeno: 400 miligramos de sulfato de mescalina.
Ese fue el gran último golpe de timón para un barco que ha marcado, a su manera, la vida y la conciencia de muchas personas con sus aportaciones y sus creaciones, algunas únicas y inexistentes en el universo hasta que sus manos y su mente las hicieron realidad.

Próximamente seguiré contando como este padrino de la MDMA y creador de la 2C-B ha vivido creando y luchando desde su lugar contra la ignorancia y el daño que crean al tejido social la perdida guerra contra las drogas, exportada desde su país el resto del mundo.