Mostrando entradas con la etiqueta euforia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta euforia. Mostrar todas las entradas

domingo, 24 de mayo de 2015

Testosterona: la droga y el sexo.

Este texto fue publicado en VICE.
Esperamos que os guste.
--



Testosterona: la droga del sexo.


Hace ya más de una década que probé la testosterona por primera vez. No tenía por qué hacerlo, no había una razón médica que lo justificase. Simplemente, como con otras tantas drogas que había probado en mi vida, tenía ganas de experimentar y tenía la oportunidad. Alguien con acceso a grandes partidas de medicamentos -desviados del mercado lícito- me regaló 3 cajas de “Testogel” de la casa Bayer mientras me dejaba un enigmático aviso: “Llévatelas si quieres probarla: es la forma más sencilla y sin pinchazos. Y aunque los culturistas no la aprecian demasiado, tengo clientes que les encanta para follar a lo bestia”.




¿Para “follar a lo bestia”? Eso no sonaba nada mal. Aparte de que el sexo siempre es un buen reclamo, daba a entender que realmente tenía un efecto psicoactivo, si es que era capaz de estimular que hubiera “sexo a lo bestia”. ¿Pero qué sería eso de “a lo bestia”? A lo largo de los años te das cuenta de que lo que es “a lo bestia” para una persona, puede resultar suave para otra. Dar descripciones de efectos de drogas es muy complejo, especialmente sobre la intensidad de las sensaciones que se alcanzan.



Comencé -como antes de experimentar con cualquier otra droga psicoactiva- un periodo de lectura e investigación personal sobre el tema, de búsqueda de fuentes y de experiencias de otras personas con la testosterona. Pero había algo frustrante: la mayoría de las experiencias que encontraba eran de la comunidad transexual, que tienen que usar la testosterona de forma necesaria si están en un proceso de masculinización hormonal, y de grupos inespecíficos en la comunidad LGTB. Y no me servían: yo era un varón heterosexual -con testosterona propia- y ni mi cuerpo ni mi mente iban a procesar la experiencia de la misma forma que alguien sin ella o con otra orientación en su sexualidad. No me servían para hacerme una idea de cómo iba a cambiar todo si me decidía a probarlo. Así que lo consensué con mi compañera sexual en aquel momento: si esto afectaba al sexo iba a afectar a la forma de percibir a la pareja, siendo ella la persona justa para poder decirme si algo iba mal y yo no era capaz de verlo.

Echando la vista atrás, lo que más miedo me daba era convertirme en una especie de chalado hiperagresivo que fuera exhalando testosterona hasta que otro chalado más agresivo me rompiera la cabeza. En mi caso, la agresividad no aumentó y como no tengo costumbre de ir haciendo el gorila por la vida, pues tampoco lo hacía con la testosterona. En este sentido es un poco como el alcohol; hay quienes con un par de copas se vuelven los tipos mas agresivos del barrio, otros a quien les entra sueño y otros a los que simplemente les anima a conversar y relajarse. 




Es cierto que la testosterona guarda una relación directa con la agresión entre machos, pero no en una relación directa por la que más testosterona implique más agresividad. En animales, un macho con niveles bajos de testosterona es menos sensible a los estímulos que despiertan la agresión. Cuando se le administra testosterona recupera la respuesta agresiva a ciertos estímulos, pero darle más testosterona no aumentará ya su agresividad. Ese efecto se nota bastante en humanos, nuestra reactividad aumenta: podríamos decir que no nos molesta nada nuevo, pero que tardamos menos en expresarlo. Y de la misma forma estamos más reactivos a estímulos sexuales que en otras ocasiones no pasarían de ser un fugaz pensamiento pasajero.

Así comencé lo que fue mi primera vez, tras la búsqueda de información, con la testosterona exógena. Ya sabía que la testosterona no era una droga al uso: no es algo que lo tomes y te haga efecto en minutos u horas. Necesitaba que el cuerpo alcanzase niveles de impregnación constantes. Empecé administrándome 1 sobre de Testogel cada 24 horas pasando a 2 sobres cada 24 horas pocos días después ya que me parecía no estar notando nada reseñable. No había pasado una semana del aumento de la dosis cuando -mi compañera primero y yo después- notamos que las erecciones típicas de la mañana empezaban a ser algo más que un mero acto fisiológico. Aquello ya no se bajaba tan fácilmente como antes -lo cual era una seria molestia al querer ir a mear- e incorporamos a nuestra rutina una dosis extra de sexo mañanero. Yo no tenía problema y ella estaba encantada: sienta mejor despertar para follar que porque suena el despertador para trabajar.



Ya en la tercera semana de la prueba, los aspectos sexuales de la testosterona se hacían evidentes.
Había una mayor activación fisiológica en todos los sentidos, con frecuentes erecciones espontaneas -echadas de menos desde la adolescencia- que no venían a cuento. No tengo muy claro qué fue primero, si la erección o el deseo. Durante toda mi vida había creído que era el deseo el que disparaba la erección en el varón, pero estaba empezando a ver que había una excitación aferente -nacida en los genitales y que sube al cerebro- además de la deferente que siempre había conocido.

Me explico. Tú puedes estar tranquilamente en un bar tomando un café y leyendo el periódico sin que el hecho de que entre una mujer -que esté dentro de los parámetros de tu gusto- te suponga nada especial. Pero si esa mujer agradable entra en escena cuando tienes una erección como el palo de una escoba, es bastante probable que sea incorporada rápidamente a tu conjunto de fantasías sexuales: de las inmediatas si lo que te da es por fantasear con lo que ocurriría en un tórrido momento en el WC de señoras, o de las más elaboradas si tu mente gusta de desarrollos más lentos y voluptuosos.



Con la testosterona, tu disponibilidad aumenta.
Y también de la meterte en problemas.
Se te abren los ojos como si fuera un despertar de un tiempo dormido, en el que empiezas a detectar muchas más posibles parejas sexuales de las que percibías anteriormente, eres mucho más sensible a estímulos y especialmente a los visuales que con velocidad son traducidos a reacciones fisiológicas. Con esa disposición emanando por tus poros no es raro acabar encontrando a otra persona dispuesta, y apenas llevaba 1 mes tenía relaciones con 2 nuevas parejas a espaldas de la mía. Y no tenía nada que ver con el amor ni con el cariño hacía esas personas: tenía el impulso del sexo que no se sacia, que no acabas de tener un orgasmo y estás pensando en el siguiente. Mi pareja no tardó demasiado en notarlo y poco más en cazarme -como casi todos por el teléfono móvil- llevándonos a una discusión agria de inesperado final: podía aceptar que fuera únicamente un impulso sexual sin relación con el mundo afectivo, pero ella también quería experimentarlo.

En el caso de una mujer, su cuerpo aunque también produce testosterona lo hace en cantidad muy baja y bioconsumo mucho menor. La dosis de un sobre de “Testogel” es de 50 miligramos/día de testosterona y los parches para mejorar el apetito sexual en mujeres son de 300 microgramos/día: casi 170 veces más baja en la mujer. También había que contar con que la mujer era mucho más sensible a su efecto, hasta el punto que el prospecto del “Testogel” advierte sobre el peligro por contacto con la piel donde se lo dé una persona. Ella empezó mojando un poco de su dedo en el gel y cada día aplicándoselo sobre el estómago para ver los efectos en su cuerpo. Y en menos de una semana los primeros efectos se hicieron evidentes: su apetito sexual se había disparado y era reactiva a estímulos que en otras condiciones seguramente hubiera despreciado. Una sensación de sobrecapacidad era la ola constante en la que cabalgábamos.




La situación, que fue placentera al principio, se tornó algo rutinaria: teníamos demasiado apetito y fantasías como para saciarnos sólo entre nosotros. Llegamos así a plantear el manido tema del trío o la orgía. Por suerte ambos teníamos claro lo que buscábamos en esos encuentros y no nos fue difícil encontrar una chica que aceptó tener sexo con ambos a la vez y que, en connivencia con mi pareja, introdujo a un amigo suyo que acabó formando parte del grupo. Pronto compartimos con ellos el asunto de la testosterona, como factor determinante que nos había llevado a buscar expandir nuestra vida sexual con otras personas, responsable de la voracidad y el apetito que teníamos. Él llegó a probarla y a disfrutarla pero ella se abstuvo, en prevención de efecto secundarios.

Así llegamos a entender lo que era “follar a lo bestia” por la testosterona: follar como si te fueras a morir tras el polvo, follar como si no hubiera mañana, follar como si intentases calmar una sed que no se apaga. Follar con tu pareja, follar con su amiga, follar con desconocidos sólo por follar. 

Y nada más correrte, tener ganas de más y más.





Nota: el autor no pretende incitar al uso no prescrito médicamente de testosterona y se limita a narrar una experiencia. El uso de hormonas -de cualquier tipo- fuera de un control médico implica unos riesgos nada despreciables que no deben ser subestimados.

martes, 25 de marzo de 2008

Primeros contactos con la MDPV (o MDPK)

Hace unos días y aprovechando las vacaciones, un buen amigo (y viejo, amigo) me hizo una llamada y una proposición: "¿Quieres probar la MDPV?"
No supe que decir en el momento, tenía mis dudas y no me lo había planteado, pero sí que me apeteció al menos echarle un vistazo, ya que se daba la oportunidad.

Habían comprado entre algunas personas una pequeña cantidad, y esta persona (llamémosle "J" para preservar su identidad, ya que así lo quiere) tenía un cuarto de gramo de la dichosa sustancia. Para ser exactos tenía 243 miligramos.




Pasó por mi casa, y trajo 11 pequeños viales de cristal. Diez de ellos tenían 10 miligramos correctamente pesados, y el restante, algo más de 140 miligramos de la sustancia.
El aspecto de la sustancia, era el de una sal con ligero brillo, cristalino y con un color entre crema y marrón muy claro. Me recordaba a algún "cristal" de MDMA que había visto hacía poco, pero el marrón era diferente. Tampoco se me da muy bien eso de definir colores, y aunque intenté sacarle unas fotos con el móvil, era demasiado poco como para verse y de cerca se volvía totalmente borroso.

A pesar de que tenía cierto brillo, la sustancia parecía húmeda, y J me confirmó ese aspecto: al pesar las cantidades en que había separado en los viales, le fue difícil porque se quedaba adherida a la espátula.

El vial con los 140 miligramos, lo abrió y me lo dio a oler. Yo debía tener la nariz poco receptiva, porque me costó sacarle algún olor. Podía ser por el incienso o por el tabaco, pero cuando conseguí olerlo, me pareció algo nada sencillo de describir: por un lado tenía un cierto olor a materia orgánica mezclada y por otro lado me recordaba a un zumo que había bebido hacía días y que estaba ácido y estropeado.
Mi descripción del olor, aunque pobre, es menos grotesca que la que hacía J.
Textualmente decía que a él le olía como "el olor de una vagina tras horas de sexo sin preservativo, pero sin la parte agradable". No es textual del todo, he cambiado algunas palabras pero sigue manteniendo el mismo contenido la frase.

No quedaba claro como podía ser tan oloroso, siendo una sal, ya que supuestamente era clorhidrato de metilenodioxipirovalerona, y al estar en forma de sal no debería oler tanto. Pero no era el olor de ningún solvente típico que pudiera hacer pensar que eran restos de una síntesis. Le pregunté si había hecho alguna prueba con algún reactivo, y me dijo que no y que no conocía referencias sobre ese compuesto y pruebas con reactivos, pero que uno de los que habían comprado la MDPV, la había probado hacía meses y la daba por buena (y es alguien como para concederle cierta credibilidad).

"Venga, ¿te animas o no?"
Y dije que no. No porque no me fiase de la calidad de la sustancia, que en ese aspecto no tenía muchas dudas viniendo de quien venía, sino porque me daba algo de reparo a nivel cardiovascular, aunque me aseguraba que no era más fuerte que la cocaína en ese aspecto.

Así que abrimos unas cervezas (y unos zumos) y J tomó por vía oral 5 miligramos.
Entre cigarros y conversaciones, mirando cosas por internet, a los 20 minutos dijo que notaba un poco de malestar en el estomago, algo de ardor y un poco de presión en las sienes, y algo de estimulación.
A los 35 minutos decía notar el efecto, pero a oleadas, no de forma estable. En ese momento dijo que le recordaba a alguna feniletilamina.Y a los 45 minutos, el efecto se lo podía notar yo. J estaba animado, hablando mucho más efusivamente, y tenía una ligera midriasis. No había señales de bruxismo con esa dosis, pero sí se quejó del calor de la habitación.
A la hora tenía los efectos plenos, y decía que la cerveza le sabía estupendamente. Comparaba en ese momento la MDPV con una anfetamina, en concreto con la metanfetamina. El efecto era estable y era el de una estimulación intensa, psicológica y fisiológica. El pulso se le había incrementado en un 30% y estaba alrededor de los 100 latidos por minuto.

A pesar de las pupilas dilatadas, no decía notar ningún efecto similar al de la MDMA o al de algún enteógeno. Decidió redosificarse con lo que quedaba en el vial, otros 5 miligramos, también por vía oral.
Yo opinaba que mejor esperar, pero donde hay patrón no manda marinero. A los 75 minutos de la primera toma, repitió con la misma cantidad.

La estimulación se hizo más intensa, y se vieron las primeras muestras de ansiedad, al tener demasiada "energía" y no saber que hacer con ella. La conversación se hizo más monólogo y exteriormente sí podía confundirse con la MDMA, más confidente, más "cercanía" pero sin la calma y ese efecto "tranquilizador" que a la vez lleva el éxtasis. Yo en algún momento pensé que tal vez estaba mal pesado y miré los viales, pero es imposible distinguir con seguridad en esos márgenes de miligramos.

A los 150 minutos de la primera toma, J se fue. Había llamado a una amiga e iba a verla.
Comentamos antes de que se fuera que tal vez era una buena ocasión para ver si eso tenía algo de "sextasis".

El resto de la historia lo cuento a partir de sus palabras y con su permiso.
Al parecer el estar en la calle, cuando bajó, se le hizo incómodo, y hasta que llegó a casa de esa amiga, caminó bastante rápido. No se encontraba a disgusto, sino demasiado acelerado y sin nada en que emplear la energía. Dice que lo que sí notó en ese trayecto fueron las ganas de ponerse una puntita y probarlo por la nariz, y que en eso sí tenía algo de parecido al "craving" de la cocaína. El efecto estimulante es más largo que el efecto euforizante, es una de las cosas que le han quedado claras, y que la tendencia a dosificarse de nuevo está ahí y se nota mucho.

Cuando llegó a la casa, invitó a su amiga, y ambos se pusieron una puntita, hecha con un vial entero, separándola en dos partes, una para cada uno (5 miligramos esnifados). Al ser la cantidad tan pequeña, no sabe muy bien si quedó en la naríz o quedó en la garganta, pero que el sabor que le bajaba era de un amargor desagradable.

Para la mujer, parece que resultó más que suficiente, mientras que a él, se le reducía la euforia y se le aumentaban los efectos secundarios, con el impulso de tomar más, aunque no lo hizo en ese momento.
Entraron en terreno sexual, y parece que eso alivió la situación un poco "al tener algo que hacer". No me dice que sintiera ninguna ventaja a nivel sexual, sino lo contrario: dificultad en la erección y en el orgasmo.

Tras ello, él volvió a esnifar 5 miligramos de la sustancia, haciendo un total de 20 miligramos a lo largo de 5 horas. La impresión que comenta de ese momento es la de sentir la estimulación en pocos minutos, pero ya casi exenta de euforia.

Aunque siguieron despiertos buena parte de la noche, el alcohol y los porros de hachís de aceptable calidad (lo que ahora llaman "pakistaní") se encargaron de frenar los efectos de la estimulación que quedaba, para finalmente tener que tomar una benzodiacepina para dormir.

Al parecer la mujer sí comentó una cierta percepción algo alterada con cierto parecido a la MDMA, pero no se sabe si tenía que ver con la MDPV por si misma o por la combinación de sustancias. Al día siguiente, la mujer no tenía resaca alguna, excepto molestias en la garganta causadas por el tabaco y los porros.

El protagonista del relato sí que destaca una molesta resaca, con el estomago revuelto, dolor de cabeza, y el humor bastante decaído, según él "hasta rozar lo agresivo por nimiedades", y mayor que la que tendría con otras sustancias más comunes como anfetamina o MDMA.La opinión que le queda de ese primer contacto con la sustancia, es que sí es "adictiva" en el sentido en que tiendes a repetir la toma de forma compulsiva cuando la parte más eufórica se desvanece -aunque en eso también puede tener que ver el patrón de consumo de cada persona con las drogas- pero que la forma ideal para él hubiera sido tomar una sola dosis de 10 o 15 miligramos por vía oral y no repetir.
Es según J, una droga que casa bien con el alcohol y el cannabis, pero con un bajón anímico muy duro.
El tema cardiovascular parece que también se nota afectado, si no de forma tan brusca como ocurre a veces con la cocaína, sí de forma más duradera, y cuando se esnifa hay momentos de fuertes acelerones en el ritmo cardíaco.

Hay que tener en cuenta que quien ha brindado los datos de este relato, es alguien con un cierto consumo frecuente de estimulantes, por lo que las sensaciones eufóricas, al ser dependientes de la liberación y cantidad de dopamina, pueden estar infravaloradas y ser más eufórica en personas sin un uso frecuente de este tipo de drogas.

Y esto es todo de momento. Desconozco sí ha vuelto a probarla aunque me dijo que me mantendría informado, pero que iba a probar su uso como estimulante en su trabajo con esas dosis de 10-15 mgs por vía oral. Espero que se anime y lo cuente él mismo aquí.

En cualquier caso, muchas gracias por la invitación y por toda la información que puedas brindar. Siempre es bien recibida.
Un abrazo, J.

jueves, 1 de marzo de 2007

Testosterona. La droga menos pensada.

Hoy voy a hacer algo que parece que puede salirse del contenido implícito de este blog: voy a hablar de una hormona. ¿Qué diferencia a una hormona de una droga? Nada y todo. Ambos son conceptos aceptados para referirnos a funciones de determinadas sustancias, pero químicamente no hay nada que nos diga que una molécula es una droga o es una hormona. O ambas cosas. Droga, en la acepción castellana del término, que proviene del sajón "drug", tiene en principio el mismo significado: fármaco o medicina. Un significado neutro en su carga moral, que poco a poco ha ido cambiando para referirse a las sustancias que provocan un efecto sobre la psique del sujeto que la disfruta o la sufre. Para el diccionario siguen siendo válidas ambas acepciones, y sólo las delimita semánticamente el contexto en el que se encuentran. 

 Una hormona, por su parte, puede ser también un medicamento y tener sin duda efectos sobre la psique del ser humano. Pero es una palabra creada para referirse a esas sustancias que son creadas por el propio cuerpo, y entre cuyos efectos se encuentran el activar, inhibir, modular y regular el funcionamiento de los más diversos órganos, sistemas y funciones de nuestra fisiología. Es por lo tanto una distinción funcional lo que separa a ambas palabras. 

Puede haber hormonas, segregadas en nuestro cuerpo y con función propia, que al mismo tiempo serían drogas en el sentido "habitual" del término, como por ejemplo la DMT que se puede encontrar en el líquido cefalorraquideo y fluido espinal del cuerpo humano, y que es un potente enteógeno si se consume fumado o inyectado. No deben sorprender estas cosas, ya que lo que sabemos nos dice que si algo funciona, que si algo produce un efecto en nuestra psique, es porque esta utilizando los receptores que tiene el propio cuerpo para esa sustancia o para otra muy similar, como ocurre con la morfina y demás opiáceos, las benzodiacepinas como el valium, o la anfetamina. ¿Pero que hace que hable de la testosterona como una droga hoy? 

Durante estos días se ha podido oír y leer en los medios, que los científicos habían encontrado una hormona que podía explicar el comportamiento rebelde de los adolescentes. Se trata de una hormona ya conocida, que se llama tetrahidropregnanalona y se abrevia como THP, que en ratones (de momento las pruebas no han ido más allá) en época adolescente, provoca que el sistema gabaérgico (responsable de la ansiedad o de la falta de ella) esté de lo menos cooperativo para la tranquilidad del sujeto y de su familia. Los científicos no llegan a estas conclusiones. Las suyas se expresan en términos de activación, inhibición, medible y cuantificable de ciertas sustancias, comportamientos, y sistemas cerebrales. Son los periodistas los que transforman estas cifras en especulaciones que pueden usarse en los medios no especializados. Esta hormona es una desconocida para los no especialistas. Pero hay otras, una en concreto, que forma parte del léxico popular, y es la testosterona. 

La testosterona es conocida por ser la responsable de la diferenciación sexual entre hombres y mujeres. Si durante el desarrollo del feto esta hormona aparece, la mujer que somos todos en el inicio de nuestro desarrollo se transforma en un hombre. Los ovarios se convierten en testículos, el clítoris se transforma en un pene, y otros muchos cambios. Llegada la pubertad, y con la explosión hormonal que sufren niños y niñas, la testosterona hace que el hombre produzca pelo en ciertas zonas y de determinada manera, cambie su voz, agrande su pene y sus testículos y comience a producir espermatozoides. Es el paso de la niñez a un estado de inicio de madurez fisiológica, que acabará de completarse pasada la mayoría de edad. En el caso de la mujer, son otras las hormonas las responsables de ese crecimiento y desarrollo, que son químicamente extremadamente parecidas. Una vez que el hombre ya es adulto, la testosterona cumple funciones de vital importancia: desde la activación del impulso sexual (especialmente el de origen visual), el correcto funcionamiento de ciertas glándulas, ciertas respuestas relacionadas con la agresividad y el valor (sin confundirlos), o mantener un mayor nivel de masa muscular con respecto a la mujer, que tiene un mayor nivel de grasa corporal. En el hablar de la calle, la testosterona la relacionan con la potencia sexual, con la capacidad de erección, con la tendencia a los comportamientos menos racionales y mas impulsivos. No están totalmente exentos de razón, aunque no es tan simple. Pero es cierto, que la testosterona es la principal hormona del hombre, y que una buena parte de nuestro comportamiento y de nuestro carácter tienen relación con esta sustancia, segregada por los testículos y las glándulas suprarrenales. 

Para la mujer, aunque no es tan conocido, la testosterona también cumple una función importante en el tema sexual, especialmente en su nivel de libido, aunque el nivel de testosterona que tienen una mujer está entre 10 y 20 veces por debajo del que maneja un hombre. Normalmente pensamos en drogas, y pensamos en sustancias, con o sin finalidad terapéutica, que aportamos a nuestro organismo desde una fuente externa. La testosterona, que se fue aislada y descrita químicamente por Ernest Laqueur en el año 1935, marcó el inició de la investigación en una nueva vía química porque abrió un nuevo paradigma: el de las hormonas o "sustancias mensajeras". La investigación en este campo pronto dio frutos, y se sintetizaron nuevos compuestos de efectos similares, y ese fue el comienzo del dopaje moderno en el deporte. Con estas nuevas sustancias podían hacer que una persona desarrollase una masa muscular muy superior a la que podría generar de otras formas, y la repercusión de eso en los deportes de competición era clara e inmediata. 

En el caso de la mujer, el estudio de sus hormonas y su ciclo (mucho más complejo inicialmente que el masculino) dio como resultado, entre otros, la píldora anticonceptiva que permitió a la mujer elegir y controlar la concepción, y dejar de ser esclava de otros medios o de la aleatoriedad, y poder pasar a gestionar por sí misma su fecundidad. Pero no es el objeto de esta entrada el hablar del dopaje, o de las personas que sufren trastornos como la vigorexia (con un núcleo psíquico similar al de la anorexia) y no pueden evitar el desear verse cada vez más y más musculados, hasta limites que sobrepasan lo estética y saludablemente aconsejable. La razón es hablar de las personas que sufren una falta de testosterona. Esto puede deberse a cientos de causas, algunas más graves y otras menos. Pero el gran problema es la falta de conocimiento de los médicos (incluidos los especialistas, que son los endocrinos) de las consecuencias de esta falta. Los síntomas de la falta de esta hormona se prestan a la confusión. Es cierto que con la edad, el nivel de esta desciende a partir de los 25 ó 30 años, pero a un ritmo lento de un 1% anual. Si te falta testosterona, evidentemente, tu libido va a ser baja. Las típicas erecciones matutinas desaparecen. El interés por el sexo y la actividad sexual disminuye. No es que tu pareja te deje de interesar en ese aspecto, es que no te interesa ninguna (aunque no hay que despreciar el impulso de la novedad en ese aspecto). 




  Por otra parte, tu nivel de activación es bajo. Las ganas de hacer cosas, de salir, de probar nuevas actividades, de hacer las actividades cotidianas inclusive, se cae... se difumina. Existe también un cambio metabólico en la acumulación de grasas, se pierde masa muscular, y también afecta a nivel mental a la capacidad de razonamiento, agudeza y crítica. Y lo que es más grave: se pierde la sensación de bienestar. Las ganas de vivir se transforman en un "ir tirando" que con el tiempo, si no se soluciona, puede agravarse bastante y evolucionar a posiciones y posturas mucho más peligrosas. Es decir, el cuadro clínico de esa falta de testosterona cuando no hay al mismo tiempo un tumor u otra patología que dé señales de existir, es muy fácil de confundir con una depresión. Y ya que la depresión es las enfermedad de nuestra era, lo más probable es que, si la persona finalmente decide acudir a la consulta de un médico, sea diagnosticado con este tipo de mal. Ciertamente, de cada 100 personas que acuden al médico con este cuadro, solo habrá 2 ó 3 que están sufriendo la falta de la hormona responsable de su vitalidad y de la felicidad en el día a día. Pero eso no es excusa para que no se haga un diagnóstico diferencial que acierte con el problema. Lo menos malo que le puede pasar al sujeto, que ha tenido que superar el tabú de reconocerle al médico su falta de deseo sexual, que es estereotipo de masculinidad, y el resto de problemas, es que sea tratado con algún antidepresivo tipo prozac. Esto no hará gran cosa, aunque puede aumentar su nivel de activación y evitar el desarrollo inicial de una depresión asociada a los problemas que su carencia le genera, pero al mismo tiempo le afectará todavía más a su capacidad y deseo sexual, ya que es un efecto secundario propio de los antidepresivos actuales. 

Igualmente le ocurre a la mujer, que puede pedir ayuda por falta de libido o por síntomas parecidos a los mencionados, y que es posible que acabe tratada de la misma forma. Lógicamente, tratar la falta de una hormona como si fuera una depresión, no solucionará el problema; ni siquiera los síntomas. Y aunque el porcentaje de los que con ese cuadro, puede ser mínimo cuando está causado por la falta de testosterona, hay una sencilla forma de comprobarlo. Evidentemente esto no ocurre de un día a otro, pero cuando alguien no responde a un tratamiento antidepresivo, y mantiene el cuadro a lo largo del tiempo (y no parece haber criterios que apoyen la idea de la depresión), los profesionales deberían plantearse que están tratando la dolencia errónea. La duda se resuelve en un par de días: un análisis de sangre, en el que se miren las distintas hormonas, le dirá al profesional cuál es el problema hormonal existente, o le permitirá descartarlo. Y cuando el problema se debía a que la persona no producía cierta sustancia en su cuerpo en cantidad suficiente, el aporte de la misma como un medicamento más, soluciona el problema de los síntomas que pueden hacerle perder las ganas de vivir a alguien. La medicina y su praxis se rige por protocolos, que a su vez están basados en la estadística y prevalencia de cada enfermedad: se detecta más lo más probable. Pero a su vez, estos protocolos deben responder de la funcionalidad de los mismos, y no sólo para un tanto por ciento mayoritario, sino para todos los pacientes. Una última reflexión. Seguro que un análisis de hormonas le cuesta menos al estado que subvencionar el tratamiento de depresión a alguien que no lo tiene, con fármacos en muchos casos que aún están sujetos a patentes y que generan grandes beneficios a las multinacionales farmacéuticas. 

Aunque tal vez el error sea un error de concepto. El bienestar. Las ganas de vivir. La alegría, la ilusión, las ganas de hacer cosas. Al fin y al cabo, la euforia. Dice Shulgin en "Tihkal" que euforia es una palabra que viene del griego, formada por el prefijo "eu" que significa bien o normal, y "pherein" que significa sentirse o encontrarse. En medicina lo opuesto a euforia es disforia, que es el sentirse mal. Muchas otras palabras llevan el prefijo "eu" para expresar que algo funciona bien. Pero la euforia ha llegado a ser entendida en nuestro actual mundo, como un estado de sentirse muy bien, o increíblemente bien, casi en un significado que roza la alegría maníaca, y por lo tanto, algo anormal. Lo que implica esta situación en la que la euforia está considerada algo anormal, que incluso aparece como efecto secundario de algunos medicamentos -sentirse bien es un efecto secundario no deseable, nos dicen- es que el estado normal , común y general de la persona, es la disforia. Tal vez haya sido pedir mucho, desde este modesto sitio, que la sociedad y sus responsables en materia de salud, vuelvan a plantearse la sanidad como la forma de hacer que una persona, de forma integral, pueda ser feliz al menos en el ámbito de lo que su salud puede ofrecerle. Euforia para todos.