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martes, 16 de enero de 2018

SERIE DROGOTEST III: ¿Quién es el responsable de esta chapuza?

Este texto fue publicado en la revista publicitaria gratuita Soft Secrets, y escondido el nombre de su autor dejando un tal Kevin como si lo fuera. Luego -tras una queja- añadieron lo de que el texto era mío. Es el miedo de haber contratado a Drogoteca y de tener que rendir cuentas -por ser calzonazos- a una chiflada que se dedica a llamar a las redacciones a exigirle a los directores que expliquen sus relaciones con un menda.

Da un poco de pena ver a gente que creía digna, doblarse tan rápidamente, cuando les dicen que un autor es "machista" mientras tienes las páginas de tu revista llenas de tías en bolas a cambio de un paquete de 3 semillas...

Le señalan su falta, pero la ponen en la cabeza de otro para que pueda hacer un acto de contricción público. Y el editorcete, asustado y culpable de promocionar su revista con chonis cannábicas en pelotas de bajo coste, olvida todo eso de la verdad y del periodismo para obedecer mansamente a sus amos: y se sigue calificando de periodista.

Chistes del mundillo del cannabis que habrá que ir contando: hay mucho que ajustar este año, porque el dolor no puede esperar... xD

Esperamos que os resulte interesante.
Drogoteca.

PS: El texto anterior, la segunda parte, lo podéis leer aquí: http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-ii-la-quimica-del.html

-*-*-




El responsable 
de la chapuza 
del drogogotest.

En la pasada edición quedábamos pendientes de revelaros una serie de datos interesantes -algunos realmente llamativos y otros realmente preocupantes- relativos a los estudios que, en teoría, sustentan la validez de los dispositivos usados en los test de control de drogas y conocidos popularmente como “drogotest”. Por lo que hemos podido conocer hace unos días, gracias a la información que las propias autoridades han facilitado, el año pasado se realizaron 75.000 drogotest en nuestras carreteras. El progresivo abaratamiento de los costes de producción de estos dispositivos ha hecho que -para el próximo año- las autoridades se planteen hacer 10 veces más pruebas hasta alcanzar los 750.000 drogotest realizados por ciclo, como han manifestado recientemente.




Junto con este brutal aumento numérico de los drogotest se anuncian mejoras en los dispositivos, que por mucho que hemos buscado, no hemos podido encontrar por ningún lado. En algunos lugares, hablan de que el “nuevo drogotest” permite detectar más sustancias y lo jalean por ser un “desarrollo español”, pero la realidad es que el proceso científico subyacente sigue siendo el mismo de siempre y que la única sustancia “nueva” que detecta es el llamado “Polvo de Ángel” o PCP, que curiosamente nunca ha sido una droga que haya mostrado su presencia en nuestro país y que se lanzó al mercado en 1950 y se retiró del mismo en 1965. Dicho de otra forma: pagamos el coste extra del análisis en busca de una sustancia que ni siquiera existe en el mercado actualmente y que, muy posiblemente, nunca llegó a estar en España en toda la historia de las drogas y su mercado negro.

Según vamos destapando más aspectos de todo lo que rodea a los drogotest, vamos viendo que en contra de lo que la opinión pública o las personas ajenas a este mundo pueden creer confiadamente, no existe una correlación científica que dé validez formal a lo que se está haciendo, en nombre de la seguridad vial y la seguridad de todos

¿Acaso alguien quiere que las carreteras se llenen de inconscientes drogadictos que causen miles de muertes de inocentes? No, por supuesto que nadie responderá que quiere algo así, pero es que dicha presentación del asunto es falaz y tendenciosa además de estar apoyada -cuando aportan algún dato suelto para dar apariencia de estudio- por la manipulación torticera de las cifras estadísticamente obtenidos y de los conceptos en la información ofrecida. Nosotros queremos ofrecer algo de luz sobre las elaboración de los “estudios” con los que se han “validado” las pruebas a las que, ahora ya de forma masiva, se nos está sometiendo y se nos piensa someter en el futuro.






¿Qué se ha estudiado en esos “estudios”?

Pues uno podría suponer -haciendo uso de lo que sería lógico y de la buena fe- que lo primero que se ha estudiado es una correlación que permita vincular la existencia de una determinada cantidad de sustancia (sea THC o sea morfina, da igual) en los fluidos de una persona con encontrarse afectada negativamente para el uso de un vehículo a motor. Pero no es así: no existe una correlación científica que permita inferir la afectación de un sujeto a una droga basándonos en un dato sobre concentración en un fluido.

Alguien puede inteligentemente señalar que eso sí es posible hacerlo en el caso del alcohol, ya que en su caso y debido a su farmacología sí existe una correlación que permite inferir afectación severa. 

Por eso en el caso del alcohol, existe un sistema graduado que permite su uso hasta cierto nivel y lo prohíbe y sanciona más allá del mismo. Con el etanol existe una correlación conocida y no discutida sobre la concentración de alcohol en sangre y su nivel en otros fluidos o incluso en el aire espirado, por la que entre hasta 1 gramo por litro de sangre existe una afectación que puede ser leve (también influida por cuestiones de sexo y tolerancias individuales) que es admitida y no sancionada en la conducción de vehículos, pero que pasando de dicha cantidad uno está borracho y por tanto incapacitado para una conducción segura, y si se va más allá de dicho nivel se pierde la capacidad de estar de pie, consciente, o incluso se produce la muerte por intoxicación etílica.

Eso mismo, con el cannabis y su farmacología, resulta imposible ya que la existencia de una determinada cantidad en sangre no implica afectación negativa. Una persona sin tolerancia al cannabis podría verse fuertemente afectada, para una actividad como es la conducción, simplemente con un par de caladas. Otro individuo que tenga tolerancia al uso del cannabis -por ser un consumidor habitual lúdico o terapéutico- puede tener en su sangre y fluidos concentraciones muy altas en comparación al caso anterior, pero verse en perfectas condiciones y sin afectación alguna.

Lo que en realidad se ha estudiado en los papeles que sirven de justificación legal del proceso, no es si el drogotest sirve para cazar conductores afectados realmente, sino la tasa de capturas de positivos con esos test, la facilidad de uso para el policía, el tiempo que tardan en pasar el test a un sujeto y otras cuestiones que no van al fondo del asunto sino a la comodidad de las fuerzas de policía y su éxito recaudatorio.





Dichos estudios, llamados E.S.T.H.E.R. como acrónimo en inglés de “Evaluación de Dispositivos de Análisis de Fluidos Orales por parte de TISPOL para Armonizar los Requerimientos y Especificaciones en Europa”, se enmarcaron dentro de un programa más amplio conocido como “Proyecto DRUIDA” (acrónimo en inglés de "Conducción Bajo Influencia de Drogas, Alcohol y Medicamentos”) que nace en el seno de la Unión Europea para estudiar textualmente “el uso de drogas o medicaciones que afectan a la capacidad de la gente para conducir de forma segura”. 

Como su nombre ya indica, los realiza TISPOL, que es una organización formada por la policía de tráfico de 20 países miembros europeos, pero curiosamente E.S.T.H.E.R. fue sólo llevado a cabo por 6 de ellos, entre los que se encontraba nuestro país.

En concreto se estudiaron los siguientes dispositivos: Mavand RapidSTAT, Envitec SmartClip, Avitar Drugometer, Innovacon OrAlert, Sun Oraline, Varian Oralab 6, Surescreen Oral Drug Test, Branan Oratec III, Ultimed Salivascreen VI, y el Securetec DrugWipe 5+, en una primera fase. 

En una segunda fase que concluía todo el proceso se estudiaron 3 dispositivos, que conllevan la necesidad de un maquina para leer los resultados: Cozart DDS, Biosensor BIOSENS y Dräger Drug Test 5000. Salvo dos dispositivos que venían de UK y Suiza, todos los demás eran de fabricación estadounidense o alemana.


¿Dónde y cuándo se llevaron a cabo?

Pues la primera fase comenzó en el año 2006 y la segunda concluyó a finales del 2008. Los países que participaron en dicha evaluación de campo (llamarlo estudio es engañoso realmente) fueron Alemania, Bélgica, Irlanda, Finlandia, Países Bajos y España. Los estudios fueron realizados con la tecnología disponible hace una década, partiendo de nociones genéricas sobre relación entre sustancias y afectación, y en zonas con muy distinta normativa vial como es el caso de Irlanda que, hasta hace relativamente poco ni siquiera tenía una normativa sobre alcohol y tráfico, o que cuando se realizó esta prueba no era punible ir bajo el efecto de drogas conduciendo un vehículo. 

Tampoco entre dichos países miembros del grupo que realizaba el estudio, la cosa se repartió de igual forma: mientras que Países Bajos, Alemania y Bélgica incluían 3 equipos por país, Finlandia, Irlanda y España incluían sólo uno.

El dato más llamativo en lo referente a los lugares donde se realizaron las pruebas de campo de los distintos dispositivos, es que algunos de los dispositivos fueron “probados” ni más ni menos que a la salida de un Coffee-Shop (lugar de consumo y venta legal de cannabis) en los equipos de este país. El hecho no fue conocido inicialmente a pesar de tener una clara relevancia sobre los datos obtenidos, ya que si la prueba de campo que debe evaluar la conveniencia de los drogotest para toda una población se realiza a la salida de un lugar en el que específicamente se va a consumir una de las sustancias perseguidas -en este caso el THC del cannabis y/o sus metabolitos- es lógico concluir que los datos no representan a la realidad sino que buscaban satisfacer intereses de tipo comercial.

Los datos del programa E.S.T.H.E.R que se hicieron de esa forma chapucera, consiguiendo mayores tasas de resultados positivos en cannabis, si bien no fueron inicialmente difundidos se acabaron conociendo (algo que era de esperar por otra parte) en el contexto de la competición comercial -reñida y acalorada- por parte una de la empresas que competían por hacerse con las adjudicaciones (hablamos de pruebas para toda la población europea, lo cual es un pastel enorme del que todas quieren coger algo) que lo reveló en un documento público. 

La empresa que lo reveló es la que presentaba uno de los dispositivos que resultó ganador -el DrugWipe de Securetec- y ella hizo notar lo alto de su rendimiento en lo que llamó “la vida real” frente a los competidores que habían obtenidos datos “en el coffee-shop holandés”, lo cual parece un comportamiento más que razonable de cara a lo justo de los datos que otros habían falseado de esa forma.




Lo cierto es que esa empresa ganó un parte del pastel: doy fe porque he tenido la “fortuna” de pasar uno de sus test, en el que curiosamente acertó en la presencia de cannabis/THC pero falló estrepitosamente en el de morfina/opiáceos a pesar de la alta dosis que consumo a diario, por prescripción médica como paciente con dolor crónico.

Como persona que consume legalmente desde hace años varias de las sustancias (opiáceos y benzodiacepinas, por ejemplo) que dan positivo en dichos drogotest, nunca he obtenido una explicación satisfactoria de por qué cuando me han sometido a dichas pruebas la única droga que en mi organismo aparecía era el THC del cannabis.

¿Milagros de la química? Milagros de la “química comercial a medida del cliente”, tengo que suponer por el momento: en el mismo informe se señala que se ha mejorado el producto y que se dispone de datos secretos sobre la detección de THC que están disponibles bajo petición privada. Todo muy transparente.





¿Quién fue el responsable 
en España
 de esa evaluación 
de drogotest?

Seguramente el bienintencionado lector querrá pensar que a la cabeza de dicha evaluación se encontraba una persona con la formación adecuada, y en teoría así fue si por formación adecuada se requiere un policía con rango de comisario, pero con nula formación en el campo de las ciencias de la salud, sanitarias o biológicas. Al acudir a los datos que facilita el programa E.S.T.H.E.R. encontramos que el representante de nuestro país en todo este asunto, fue el máximo responsable de la sección de tráfico para los Mossos d'Escuadra, pero que provenía de la Policía Nacional. Su nombre, el cual puede sonar al lector es Sergi Pla I Simon.





Sergi Pla comenzó su carrera en los Mossos d'Escuadra en 1996, al pasar a dicho cuerpo tras haber servido en el CNP desde el año 1980. En los Mossos fue jefe de la División Central de Seguridad Ciudadana y posteriormente de la División de Recursos Operativos. A partir del año 2004 se encarga del despliegue de dicho cuerpo en el área del Besòs en Badalona. En el año 2007, Joan Saura le designa como jefe de la División de Tráfico y en el año 2009 le nombra comisario. Es un amplio currículum en “lo policial” pero sin sostén en otras áreas, como pueden ser las científicas, que hubieran mejorado ostensiblemente los resultados aportados por el equipo que nos representaba.

Sin embargo, lo que hace que el lector haya podido caer en la cuenta de quién es esta persona, es el hecho de que saltó desgraciadamente “a la fama de la opinión pública” por ser el responsable del brutal desalojo que se llevó a cabo por parte de las fuerzas de policía en Plaza Cataluña, el 27 de mayo de 2011, en lo que fue uno de los hechos más notorios del Movimiento 15M y que provocó que una organización como Amnistía Internacional incluyera el suceso, de forma detallada, en su resumen anual y recomendara acciones legales contra lo que allí se pudo ver por parte del comportamiento salvaje de unas desatadas fuerzas de policía -bajo el mando de este agente- que reprimieron una reunión pacífica con violencia innecesaria.




Las terribles imágenes que pudimos presenciar en todos los medios del país, mostraron a una policía sin contención alguna, golpeando manifestantes que ejercían sus derechos de forma pacífica sentados en el suelo y también a personas cuyo único “delito” era ser un transeúnte más en la calle, sin número identificativo visible y que cuando se les exigía daban contestaciones como que “lo llevaban en el culo”. Aquella vergonzosa actuación policial (vale con acudir a Youtube para verlo) fue uno de los detonantes más claros en la expansión viral y reactiva del 15M, y provocó la solidaridad de cientos de miles de personas en el país, que respondieron tomando las calles de sus ciudades. El responsable policial de aquella actuación era Sergi Pla. La actuación policial se justificó inicialmente como algo necesario “por labores de limpieza e higiene”.

Se leyeron titulares en la prensa de todo el país con frases tan contundentes como “los Mossos desalojan 'a palos' Plaza Cataluña” (Diario Público), “el brutal desalojo de los indignados lleva a sus responsables ante el juez” (El País), “Así 'limpiaron' los Mossos” (con toda la ironía en el 'limpiaron', del Diario 20 Minutos) y que otros medios nada sospechosos de afinidad con movimientos de ese estilo, como son el ABC o El Mundo, contaban como aquella “operación de higiene y limpieza” había causado más de 100 heridos (herido es todo aquel que requiere asistencia médica, pero seguramente hubo muchos más que no la pidieron).

La imagen que la mayoría de las personas retienen de este policía, es la que nos proporcionó el programa “Salvados: Poli bueno, poli malo.”, de La Sexta, en el que el periodista Jordi Évole le tuvo enfrente y le cuestionó -con su certero ojo- sobre la falta de transparencia que se podía palpar cuando era imposible saber qué policía había hecho qué en una mala actuación, por la falta de un identificativo que permita señalarle claramente en caso de necesidad judicial. La respuesta del agente fue sencilla, y es que si el juez quería saber algo que se lo preguntase a él (cómo jefe en ese hipotético caso) y que él se lo diría. El argumento lo apoyó diciendo que si los ciudadanos no llevábamos el número de DNI “tatuado en la frente”, la policía no tenía por qué llevar un número identificativo visible.

La mención que hacemos a la respuesta que dio este policía, sobre que ya le daría él la información al juez si se la pedía, no es casual. Meses después, en la huelga general del 14M, una mujer que era profesora de informática y gestora de actividades culturales, sufrió la mutilación de un ojo por el impacto de “pelota de goma” lanzada por integrantes de los cuerpos de policía bajo el mando de este agente. La mujer se llamaba Esther Quintana. La reacción de la policía fue negarlo todo, y decir que no era posible porque allí nunca se había disparado. Posteriormente y gracias a un vídeo que grabó un ciudadano, se demostró que sí se habían efectuado disparos en esa zona. La policía defendió entonces que no era posible reventarle un ojo a una persona con dicho armamento, pero ninguno se presentó voluntario para que pudiéramos hacer la prueba, y a Esther Quintana le habían mutilado un ojo por estar ejerciendo su derecho a la huelga o paseando por la calle sin más.

Esther tuvo que desarrollar una lucha leonina en los tribunales para poder sentar a los responsables, y como quienes lanzan esos proyectiles contra las personas eran policías, el juez tuvo que pedir la información referente al cuerpo correspondiente. Precisamente, fue este policía quien “frenó los informes de los disparos efectuados el 14M” cuando el juez los pidió. ¿El motivo? No los consideró relevantes. El escándalo -haber “frenado” información para un caso judicial siendo quien tenía que entregarla- se solventó haciéndole dimitir, mientras quedaba el eco de su respuesta en el programa de Évole: “que me pregunte el juez a mí y ya contestaré yo”. En el mes diciembre de ese mismo año, Sergi Pla dimitía del cargo de jefe policial que ostentaba.




¿Quién nos dice que los informes que España envió en la evaluación de los drogotest no habían sido “peinados” con su particular criterio de lo que es o no relevante? ¿Resulta este perfil el adecuado para un jefe de equipo evaluador de una cuestión tan técnica como los drogotest? Parece razonable pensar que hubiera sido preferible, a todas luces, un profesional con otra clase de perfil (médico, sanitario, social) o que, al menos, sus informes hubieran sido enviados tras una revisión (que incluyera nombre y firma) de algún especialista menos violento. Las perlas que dejó, haciendo uso del titular del ElPeriodico.Com, incluían cosas como que “Ghandi habría pillado” porque considera no pacífico estar sentado si la policía le da la orden de que se vaya, o que la violencia ejercida por la policía era legal y que la policía siempre ganaba.

El error fue pedirle peras al olmo, y la seguridad vial de todos es la que se comerá los frutos equivocados: 750.000 drogotest para este nuevo año.



SIGUIENTE TEXTO DE LA SERIE:
http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/02/recurreitor-la-mejor-respuesta-contra.html 

domingo, 16 de octubre de 2016

Zolpidem AKA "Stilnox", el fármaco mágico contra el insomnio.


Este texto fue publicado en la revista VICE y narra una serie de experiencias personales con un conocido fármaco, de nombre Zolpidem y de marca Stilnox. Aparte de lo gracioso que puede haber en él, es en sí mismo una llamada de atención a esas dolencias que -sin esperarlo- un fármaco recetado para una cosa distinta, surte un buen efecto.

En mi caso, no sólo podría citar al zolpidem y su acción sobre una situación que no se superaba ni con dosis altas de benzodiacepinas (no era el cuánto sino el cómo o el dónde) pero podría mencionar otras, como fue una experiencia posterior con un conocido fármaco para arritmias y extrasístoles: el sumial o propanolol. Y aunque tiene que ver, esa es otra historia.

Esperamos que esta os guste y que sirva -a quien busque- para encontrar algo más allá de lo habitualmente presentado sobre esté curioso fármaco.

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ZOLPIDEM AKA STILNOX AKA ZOLPIDEM


No recuerdo con exactitud los años que tenía la primera vez que un doctor de la seguridad social me recetó por primera vez una mágica caja de “Stilnox” o Zolpidem, pero fue una de esas drogas que llegan a tu vida para quedarse y, lo que es mejor aún, para hacerlo sólo con beneficios y sin problemas asociados a su uso. Y se quedó hasta hoy día.

Conocí de bastante joven el tema de los drogas de receta -aparte de lo que se vendía en la calle, centramina y dexedrina desde que empecé a currar en bares de copas- y no por nada heroico ni llamativo: unos buenos cuernos -merecidos debo añadir- que me puso mi novia de aquella época me dejaron jodido, muy jodido. Me di cuenta cuando llevaba 4 días sin salir de la habitación, sin hambre y, mucho más sintomático, sin ganas de cascármela o llamar a mi amante.





Fui al médico de cabecera -honestamente preocupado, nunca me había pasado eso de no estar ni para hacerme una paja hasta entonces- y sin ánimo de conseguir sacarle ninguna droga le conté cómo me encontraba. DEPRESIÓN, me dijo. Y me dijo también que no me preocupase, que era lo normal si me ponían los cuernos, y que aunque parecía el fin del mundo la cosa mejoraría con los días y unas pastillas. Así conseguí mi primer antidepresivo “Prozac” y mis primeras benzodiacepinas “Sedotime”. Al cabo de 3 meses, me había olvidado de la depresión, de mi chica (que volvía a ser mi chica pero yo ya me estaba tirando a otras, mala pata, Soraya) y de todos los males. De todos, menos del insomnio.

¡Con lo bien que había dormido los primeros días con el Sedotime! La tolerancia lo volvió poco efectivo para la inducción al sueño, pero muy útil para mantenerlo. Así que acudí al médico de nuevo, que me empezaba a caer cada vez más simpático (el mejor profesional que tuve en la sanidad pública, sin bromear) y le conté que no dormía otra vez. Así que empezamos a probar con toda la lista de benzodiacepinas que hay en el puto vademecum. Lexatin para ir tanteando, Valium para ver si al relajar musculatura mejoraba, Tranxilium por si era ansiedad generalizada, y así hasta el hardcore Rohipnol, que no conseguí que me recetase más que un par de veces porque aterrizó en el mercado el Stilnox.

Stilnox o Zolpidem fue la primera de una familia nueva: las drogas-Z (Z-drugs). No son benzodiacepinas en sentido estricto, aunque actúan sobre los mismos receptores, y parecen causar mucha menos adicción siendo estupendas para la inducción al sueño. Sólo para eso, para el inicio del sueño, para arrancar a dormir... por eso hay que tomarlas directamente en la misma cama, y no andar paseándose por ahí al WC o a la cocina.

Al principio fue como descubrir el paraíso. Te tomabas una pastilla metido en la cama y joder... te dormías!! Ya sé que hay quien dice que dormir con pastillas es muy fácil, pero eso es porque realmente no sabe lo que es el insomnio. ¡¡Era un milagro una pastilla que funcionase sin ser un cañonazo para elefantes!! No dejaba resaca, no provocaba adicción en sentido estricto (la tomo durante meses y si se me olvida llevarla a un viaje, no tengo un síndrome de abstinencia) y funcionaba en menos de 15 minutos. Increíble pastillaca.





En el prospecto, como de costumbre en ansiolíticos e hipnóticos, decía que esas pastillas no se deben usar más de unas semanas y bla bla bla y que no se puede tomar más que una y bla bla bla. Llevo tomándolas 20 años y cuando tomo, me tomo 2 pastillas de 10 mgs. He tomado cientos de veces 3 pastillas y alguna experimental vez 4 o 5. Normalmente no tomo más que 2. Obviamente soy tolerante pero sigue siéndome útil para inducirme el sueño, y no me ha causado jamás ningún tipo de problema de ninguna clase. Mi médico lo sabe -son con receta- y no es ningún problema.

Pero sin embargo, he conocido efectos increíbles con esta droga. Algunos de ellos, me dieron la vida en uno de los momentos más críticos de una brutal agorafobia -que no se resolvía porque tenía una causa orgánica que costó encontrar, en plan “Dr.House”- en los que era incapaz de pisar la puerta de la calle y dar unos pasos sin sufrir un ataque de pánico, con un aparatoso cuadro sintomático que podía parecer hasta un infarto. Nadie se explicaba como un tipo que se había metido en los peores lugares de algunas ciudades africanas a hacer cosas bastante cuestionables en el plano legal, de repente tenía miedo a los días nublados, al ruido de los coches o a los semáforos en rojo que no te dejan pasar.




Esa situación me obligó a reestructurar mi vida para poder terminar mi carrera, seguir con mis relaciones y actividades (sólo tenía problema en la calle y en sitios cerrados como un aula o un cine) y no cronificar una enfermedad que me aseguraban que era “para toda la vida ya”. Fueron 7 años de “para toda la vida ya”, en los que aproveché para volver a meterme en informática -seguridad y hacking- y aprender a hacer muchas cosas sin salir de casa demasiado. Y sin embargo, el Stilnox o Zolpidem conseguía lo que ningún fármaco conseguía conmigo: eliminar el miedo irracional y los mecanismos de ansiedad anticipatoria que desataban mi problema.

No era capaz de bajar la basura a la calle, pero sí era capaz de tomarme mi Stilnox -tras más de 5 años ya tomándolo cuando todo empezó- coger la bici, salir por la ciudad a montar como un loco y a disfrutar de que, durante una o dos horas, no tenía ningún agobio por estar fuera de casa. Nunca entendí por qué era capaz de lograrlo cuando decenas de otros fármacos no eran capaces ni de arañar el problema. Era magia, lo descubrí sin querer y nunca supe por qué era así.

Alguien podrá decir que si el Stilnox me funcionaba por qué no seguir tomándolo todo el tiempo, pero entendía que era como estar de MDMA: si lo intentabas alargar con más y más, dejaba de funcionar. Así que, cada noche, antes de dormir, durante algún tiempo salí con la bici por la ciudad, “puesto de Stilnox”. Por lo demás, a mí el Stilnox no me hace efectos demasiado groseros (luego explicaré por qué esta palabra) sino que lo peor que puede pasar es que la amnesia anterógrada que suele provocar, me haga difícil recordar qué paso anoche si no me das una pista... pero si me la das, lo recordaré.

Me ha pasado, en estos años usando Stilnox para dormir, que me han follado y no me acordaba al día siguiente, lo cual se tomaron fatal, pero en realidad no me acordaba de nada. De hecho, me quedé dormido en mitad del polvo y apuntando al cielo... no entiendo cómo ella no se enteró hasta el día siguiente en que me hizo un comentario y vio mi cara de “no tengo ni puta idea de qué me hablas”. Ya cuando me dijo “¿Te la chupan así tan a menudo que no lo recuerdas?” ya vi que estaba irremediablemente abocado a tener que preguntar si realmente me la chupó y que eso se entendería muy malamente.

También he tenido la suerte de descubrir sus virtudes como alterador del pensamiento común, por así decirlo. Recuerdo que una vez, puesto de Stilnox, escribí un texto sobre cómo hacia que te parecieran geniales algunas ideas que no lo eran tanto, pero que no era descabellado del todo lo que te hacía ver: que tenía su punto para ser usado a la hora de escribir. No fui capaz de volver a encontrar el texto, porque no soy capaz de recordar dónde lo puse. Sí, era el Stilnox, pero no dejó de merecer la pena por no encontrarlo (aunque sigo buscando años después). Este punto merecería un capitulo aparte, y es complejo de explicar lo que puede hacer el Stilnox a la forma en que pensamos sin convertirnos a la vez en borrachos o imbéciles. Es muy interesante.




Sin embargo, no todo es oro con el fármaco. Por ejemplo, un buen amigo mío y yonki de pro, cuando le comenté una vez sobre mi uso de Zolpidem, me dijo algo así como que “si me gustaba la violencia”. No lo entendí. Nunca he sido violento con ese fármaco y, desde que soy adulto, con ninguno salvo una mezcla de benzos y alcohol catastrófica en una ocasión hace 20 años. Y cuando le pregunté a qué venía semejante comentario, me dijo que la gente que él conocía que tomaban Stilnox y salían a la calle, perdían el control de lo que pasaba y acababan dándose de hostias de mala manera, sin querer y queriendo. La persona que me lo decía es uno de los mayores expertos en el tema de drogas en el país, y hablaba de cosas que había visto él bastante truculentas con Stilnox, tanto que no lo quería probar ni regalado. ¿Al revés que mi experiencia? Pues sí, totalmente al revés.

Hay otras dos experiencias personales que resultan de interés en el caso del Stilnox. La primera es que cuando el diario El País publicó un reportaje -bastante infundado y totalmente alarmista- sobre una supuesta ola de consumo de Stilnox y un mercado negro del mismo, a todos los que nos recetaban Stilnox nos empezaron a llegar peticiones de gente que quería probar la droga: hasta ese día, nadie había dicho nada. A raíz de ese reportaje, un compañero de piso -alguien tranquilo, un informático gallego muy calmado siempre- me pidió Stilnox y me dijo que varios amigos suyos lo habían probado y que le habían contado cosas increíbles.

Le pregunté cuántas quería. Se comió 5 de golpe.
Al cabo de media hora no hacía más que reírse, pero sólo porque se sentía extraño. Estuvo en ese estado unas horas más y no pasó nada. No volvió a repetir como droga lúdica. Parecía no tener interés alguno para provocar alucinaciones como decía el reportaje, aunque cualquiera de estos fármacos -hasta el Valium o un fármaco para la tos- puede provocarlas a ciertas personas. No hubo en ese caso nada increíble que contar.

Hasta que me llegó una experiencia que no me esperaba, con tantos años de uso y de haberla visto usar. Mi pareja de ese momento, una inteligente y guapa abogada preparándose oposiciones para juez que había caído en Salamanca con una buena beca, me pidió una para dormir. Me las había pedido muchas veces y las conocía. Se la di y nos fuimos a la cama. Pero me levanté, a mear o a la cocina, no recuerdo bien pero al volver la desperté (aunque habían pasado un par de minutos simplemente) sin querer. Y entonces todo empezó como si fuera una película de terror: mi pareja, con la que dormía desde hacía más de un año, me miraba como si no me conociera... y muy asustada sin poder decir palabra.

Yo pensé que me estaba vacilando, hasta que vi que del miedo se echaba a llorar, aterrorizada.
Le pregunté -cuando me di cuenta de que no era broma lo que pasaba- qué sentía, y sin decir nada, alargó su mano para tocar mi ojo.... un supuesto tercer ojo que me había salido en mitad de la frente. Lo tocó como si tocase el ojo de Dios, y se llevó la mano a la boca sin decir nada y como sonriendo: yo me acojoné muchísimo y creí que tenía delante un brote psicótico. Si en ese momento empieza a hablar en arameo y le da vueltas la cabeza, no hubiera sentido tanto miedo.

Cuando fui capaz de hacer que articulase algunas palabras con sentido, me dijo que tenía un ojo en mitad del la frente, y cuernos... más cuernos. No suyos, sino cuernos de monstruo de dibujos animados que me salían alegremente de la cabeza. A veces me miraba y se despollaba de risa, cuando veía que el troll en el que me había convertido no se la iba a comer. Pero otra veces, volvía a tomar consciencia de que estaba alucinando con los ojos abiertos (ella nunca tomó ninguna droga, ni cannabis) y se aterrorizaba. También me acojoné cuando ya no era yo sólo el que estaba mutando, sino que la habitación se comenzaba a convertir en un lugar lleno de cascadas de color salmón, que al caer contra el suelo se hacían la música más bella que jamás hubiera oído, según decía.

¿Qué hacer en ese caso?
Por un lado, yo ya había visto que no parecía un brote esquizoforme y por otro, lo único que podía hacer era darle calmantes pero no me pareció bien, si con un hipnótico estaba en el barril psiquedélico la chica.... mejor no darle nada. Así que ya que era mi novia, estábamos en la cama, no podíamos dormir porque yo estaba pendiente de ella y ella estaba recorriendo Andrómeda sin moverse de mi lado, pues hice lo que otras muchas noches: me bajé al pilón como un bendito.

Pim pam pim pam, y aquella cascada de salmón rosa ya eran chorros arcoiris en 2 minutos. Pero ella lo tomó con gusto -yo lo hacía de forma terapéutica, para relajarla y eso- y me trincó la cabeza tras correrse. Y me dijo: “...más....por favor...” y no me soltaba de las orejas, así que pensé que estaría mejor obligado a seguir dándole placer que asustado por su estado, así que me entregué a un largo rato de musculación lingual, que ya no es necesario ilustrar más.

Stilnox al final -entre orgasmo y orgasmo- hizo el efecto deseado y ella durmió. Por suerte, a la mañana siguiente recordaba todo (el miedo fija fuertes recuerdos) ya que no me hubiera creído de no ser así. La cosa le encantó al parecer, sobre todo cómo acabó dormida entre colorines, músicas celestiales y un troll usado como esclavo sexual. Sin embargo no volvió a tomar nunca más una de esas pastillas aunque se las recetó el médico posteriormente (esas y una prima química llamada Zopiclona). A mí el susto no me lo quitó nadie, y raro es que yo le dé a alguien una pastilla para dormir, aunque me la pidan mucho, desde entonces.




De todo esto, el protagonista común es el Zolpidem, una droga que además de ser un gran inductor para dormir, es capaz de obrar milagros -para mí lo fue- como el que he contado en el que me anulaba la agorafobia contra la que otros fármacos no hacían nada, o como los que hace un tiempo pudimos ver en VICE sobre personas con serios daños cerebrales. No tenemos una explicación clara, pero ahí está Zolpidem con su poca peligrosidad y lo que es capaz de obrar en casos sin otros tratamientos útiles.

Y dicho esto, noto desde hace media hora el efecto de los 20 mgs que tomé antes de empezar a escribir, así que va siendo hora de irse la cama o de salir de paseo con la bici... ;)




lunes, 22 de septiembre de 2014

Drogas y pena de muerte: la paradoja del activismo dañino.


Este texto fue publicado por la Revista Yerba.
Espero que os guste. :)

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El gallo de Sócrates.


“Critón, debemos un gallo a Asclepio, no olvides pagar dicha deuda” dijo y después no hablo más.

Así han pasado a la historia las últimas palabras de uno de los condenados a pena de muerte más famoso de todos los tiempos. La interpretación clásica que hace la filosofía de dicho momento es que Sócrates expresaba de esa forma un cierre con su existencia en la que dejaba todos los asuntos zanjados, a la usanza de los testamentos clásicos.

¿Fue así? Hagamos un rápido repaso al asunto. Un “más que chulo” Sócrates se enfrenta con el poder y el poder le somete a juicio, pero cuando quienes le juzgan -por temor a una revuelta popular- le están intentando librar de la condena, el caballero se arranca y les espeta en la cara que “no sabe de qué cominos le tienen que perdonar a él, cuando lo que deberían hacer es darle un premio por sus actos” y listo: condenado a pena de muerte por abrir la boca. 




Aún así, esperando el momento de su ejecución, Sócrates cuenta con una posibilidad de huida que rechaza, y acaba llegando voluntariamente al momento del gallo tras tomar la cicuta que le mataría momentos después.

Una vez ya tapado en sus últimos instantes esperando la agonía, decide descubrirse, mostrarse a los discípulos que le acompañaban en ese último momento y dejar ese recadito para Asclepio

¿Os suena el simbolito? 
¿Os recuerda a algo, aparte de al Tío la vara?


¿Y quién era Asclepio? Pues Asclepio era el dios griego de la medicina, ni más ni menos. Vale que Sócrates quisiera dejar sus cuentas zanjadas. ¿Nadie ve ahí un cierto sarcasmo en un tipo que podía haberse librado de la pena de muerte -varias veces- pero fue tan chulo que prefirió morir delante de todos? Yo sí. 

Te estás muriendo en aplicación de la pena de muerte y tus últimas palabras son que le ofrezcan un gallo al dios de la medicina. ¿Estaba agradeciendo una buena muerte de forma sincera? Tal vez. Lo cierto es que no tenemos una certeza ni del momento ni de sus exactas intenciones y todo queda a la interpretación de cada cual.





¿Cómo era la muerte 
a la que 
se enfrentó Sócrates?


La muerte por cicuta no es una muerte agradable: fuertes mareos, vómitos y dolores mientras una parálisis va comenzando por extremidades hasta ahogar a la persona -que se va poniendo de color azul-  paralizando todas sus funciones básicas. Por eso a Sócrates se le administró a la vez un paliativo a base de plantas que, casi con toda probabilidad, incluiría opio y puede que solanáceas para ayudar a la persona en el tránsito hacia la muerte, aunque se desconoce el contenido exacto.

Como se pudo notar -más que de sobra- que no era la intención de Sócrates librarse del castigo, se le dejó salir a morir caminando, con sus discípulos más queridos, hasta que tuvo que echarse a un lado del camino porque su organismo colapsaba en un estado de vértigos y ahogo.



Y en ese momento le recuerda a Critón, su querido discípulo, el gallo debido como ofrenda a Asclepio, dios de la medicina o de lo que era lo mismo en aquella época: del uso de plantas para ayudar a vivir y a morir. ¿Ironía? ¿Sarcasmo? ¿Agradecimiento real? 



De la Grecia clásica 
al Texas de 1977 
en los USA.


En este salto de muchos siglos, la pena de muerte es algo que nunca se ha dejado de aplicar, prácticamente en todos los países del mundo. Los métodos que el ser humano ha usado para dar muerte a sus semejantes condenados han variado desde el desmembramiento por 4 caballos, a ser colgado de un árbol o una grúa, a ser apedreado/a hasta la muerte por traumatismo, al pelotón de fusilamiento o a nuestro hispánico 'Garrote Vil'.


España exportando lo mejor de la tierra.


En ese año de 1977, un examinador médico del estado de Oklahoma, de nombre Jay Chapman, propuso lo que desde entonces es conocido como el 'Protocolo Chapman': una forma menos dolorosa para aplicar una sentencia de muerte basada en los conocimientos médicos y recursos farmacológicos que teníamos. 

Jay Chapman

El protocolo eran las directrices para poner un suero intravenoso en el brazo del reo y, en el momento dispuesto, inyectar una dosis anestésica de un barbitúrico de acción ultra-rápida, seguida de un paralizante muscular que detiene la respiración y de una dosis de cloruro potásico que detiene el corazón.

Las razones que motivaron este cambio eran de tipo humanitario: vamos a matar al reo, pero no hay necesidad de hacerlo de una forma que cause un daño innecesario. Así que el protocolo fue ajustado por un médico anestesista -los que tienen la llave de la vida y la muerte- e impulsado hasta convertirse en ley por un “hombre de Dios” llamado Reverendo Bill Wiseman. 

El Reverendo Bill Wiseman.


Es decir, entre dos médicos y un cura habían creado la inyección letal como “la menos mala de las formas de matar” y fue Texas el primer estado en adoptar la nueva forma ejecutoria en sus disposiciones legales y el primero en aplicarla sobre un ser humano: el 7 de diciembre de 1982 moría el primer reo con la muerte -como castigo- menos cruel que se podía aplicar sobre un ser humano.

Obviamente no era el primer humano que moría tras administrarle una inyección mortal: los nazis hicieron todo tipo de pruebas con prisioneros, entre las que se incluían inyecciones de gasolina como experimentos médicos. ¿Repugnante? Sin duda. Pero a USA no le vinieron mal todos los datos extraídos de la experimentación nazi sobre humanos y los usó para propio interés. Sin embargo esa ola de caridad a la hora de matar a un ser humano se extendió pronto por todo el país, hasta el punto de que en el año 2005 todas las ejecuciones realizadas en USA fueron con dicho método.



Causa causatis causa causae 
o “lo que causa la causa 
es la causa de lo causado”.


A la vez que USA desarrollaba un método para matar de forma menos cruenta, sus colegas ingleses rechazaban la idea de matar personas con una inyección, más que nada porque no les parecía ético y que dicha acción violaba los principios médicos que se suponen están enraizados en la propia medicina, como el precepto de “primum non nocere” o “lo primero es no causar daño”.
Ellos preferían seguir haciéndolo de la forma tradicional: con la horca o a tiros.


Método civilizado 
donde la medicina no tiene lugar 
para ayudar a la muerte.


Es cuestionable que dentro de la raíz de la medicina no se encuentre el facilitar la mejor muerte posible a una persona que enfrenta dicho trance, por la razón que sea: la muerte de Sócrates es un buen ejemplo de ello. Pero esa fue la postura inglesa en una Europa que empezaba a asentarse en cauces menos violentos y que progresivamente iba tumbando las leyes sobre pena de muerte. En España se retiró el 'Garrote Vil' y dejamos de matar con la llegada de la democracia aunque la pena de muerte en nuestro país siguió vigente algunos lustros dentro del código penal militar.

En el empeño que tiene el ser humano de hacer que los demás vivan a la manera que a cada uno le es propia, Europa y su activismo enfrentó la pena de muerte en el mundo. Con toda razón: las cifras son terribles y las razones para matar, aún peores. Tenencia de drogas, disidencia ideológica, homosexualidad... un bochorno para todo el ser humano escribir en nuestra historia que matamos por esas razones, entre otras. Y es cierto que Europa lidera muchas de las causas más nobles de derechos humanos que hay en el planeta, pero a veces no lo hace de la mejor manera y esta vez han patinado.

El activismo europeo contra la pena de muerte, hace algunos años eligió como uno de sus objetivos a presionar y atacar a los laboratorios farmacéuticos que fabricaban “las medicinas de la muerte”. Flaco favor le hicieron a muchos seres humanos condenados a morir en USA con dicha acción.



A los laboratorios farmacéuticos pronto les llegó la noticia de que intencionadamente se pretendía asociar sus nombres con la muerte, de manera que se les perjudicase económicamente. Dicha acción pronto contó con una reacción: los laboratorios se empezaron a distanciar del asunto.

¿Por qué si las farmacéuticas no tienen escrúpulos decidieron retirarse? Porque no son tontas y matar no da dinero. El principal objetivo de los grupos activistas fueron los productores de barbitúricos, que a día de hoy son fármacos con muy poco uso fuera del entorno hospitalario porque fueron superados por las benzodiacepinas en el manejo de la ansiedad y los trastornos de corte neurótico, incluidos los trastornos del sueño. 



Hace falta más cantidad de droga para una operación quirúrgica larga que para matar a una persona, y se hacen muchas más operaciones de todo tipo en los quirófanos del mundo que en las salas de ejecución. Los barbitúricos, que son drogas que tienen la “virtud” de matar con facilidad, eran la principal vía de suicidio para muchas personas que no encuentran el apoyo legal para poder morir de una forma digna en tiempo y modo. 

Países como Bélgica que son punteros en la aplicación de la eutanasia (buena muerte) tienen al barbitúrico y al resto de drogas usadas prácticamente igual que las de una sala de ejecución, pero la realizan en un entorno más adecuado.



Acción y reacción.


Cuando los laboratorios farmacéuticos -que son los mismos en USA que en Europa- vieron que la mala prensa les podía causar pérdidas, poco les importó la calidad de la atención al reo: se volvieron muy reticentes a darle al gobierno drogas que fuera a usar para matar aunque las mismas se las seguían dando a hospitales porque tienen idéntica necesidad en su uso. 

El gobierno USA se vio en un momento corto de suministros y decidió probar con otras formas de matar, siguiendo la linea de la inyección letal. Existen cientos de fármacos que pueden causar la muerte, y se puede hacer durmiendo a la persona primero, lo que en esencia era la idea humanitaria del 'Protocolo Chapman'.

A nivel médico, no es necesario contar con barbitúricos para provocar una muerte, sino que existen otros protocolos que sirven. La fórmula de la 'sedación paliativa' (con cierta carga como eufemismo) se basa en usar una benzodiacepina, de acción hipnótica como el midazolam, seguido de una dosis de opioides que va sumiendo a la persona en un sueño cada vez más profundo hasta que muere. 



Es un gran método para dar una eutanasia asistida en un hospital, pero muy poco acertado para una sala de ejecución por la razón de los tiempos de acción de esas drogas en las distintas personas con distintas tolerancias. Eso no ocurre con los barbitúricos, ya que la dosis letal no aumenta al tener tolerancia y es uno de sus principales peligros en el uso médico, además de la razón de la muerte de Jimi Hendrix.

El concepto de eutanasia choca con el de la ejecución rápida, en la que el estado representado por las autoridades, parte del jurado, testigos, familia y hasta prensa se encuentran reunidos para matar, en un acto que cuanto más rápido sea mejor, y eso es lo que importa. 




Así que aunque el gobierno USA abrió la vía legal para matar a los reos con lo que sería similar a una sobredosis de heroína (legal) con benzodiacepinas para ayudar se topó con que pocas cosas son tan rápidas para matar como su antigua fórmula y que la nueva fórmula de inyección letal funcionaba muy bien en algunos casos, como el primero en el que fue aplicada en el año 2009 en el que terminó con la vida de la persona en 10 minutos, y tremendamente mal en otros. 


Del gallo socrático 
al último sarcasmo letal.

Clayton Derrell Lockett no parecía un buen tipo. Condenado a morir en el año 2000 por violación, sodomía, secuestro, asesinato con ensañamiento y enterramiento ilegal, fue alargando su vida a base de apelaciones y recursos como el resto de condenados que esperan en un ala de una cárcel para ser ejecutados. Le llegó su día el 29 de abril de este año. 

El reo ejecutado en la paradigmática carnicería.


Los activistas europeos contra la pena de muerte habían conseguido la retirada total del barbitúrico de las salas de ejecución, con apoyo de la presión en USA contra la pena de muerte. Pero lo que no habían conseguido eliminar, era la propia pena de muerte: a Clayton no le hicieron un favor con su lucha.

En lo que ha pasado a ser el paradigma de una ejecución totalmente chapucera este fue el relato de lo acontecido. Llevan al reo a la sala y se le pone en la camilla, se le ata con correas de cuero de manera que no pueda moverse, o lo haga lo menos posible.



Se atraviesa su piel con una aguja directa a su vena. Se le inyecta una dosis mortal de midazolam e hidromorfona. Un problema en la elección de la vía (vena) acaba con una situación en la que las drogas inyectadas se ven incapaces de alcanzar un nivel adecuado en sangre por un bloqueo. El reo es declarado inconsciente. A pesar de ello, el reo se retuerce, gruñe e incluso habla durante todo el proceso intentando librarse de las correas de cuero en su enfrentamiento con la muerte.

Tras más de media hora, el proceso de ejecución se detiene por orden del médico responsable. Una vez detenida la ejecución del reo, las drogas y el esfuerzo vivido provocan al reo un paro cardíaco que lo mata. El reo no era buena persona pero, como sociedad, no parece que sus asesinos fueran mucho mejores.

El escándalo que provocó la carnicería que montaron para matar a Clayton ha tenido consecuencias importantes para la pena de muerte en USA. No se alegre todavía, no es lo que lo que piensa: a final de mayo de este año el estado de Tennessee adopta una ley que permite volver a ejecutar a los reos mediante la silla eléctrica y otros estados dan pasos para volver a introducir los pelotones de fusilamiento. 



La silla eléctrica se presenta como la mejor solución en USA solución a la falta de drogas, artificialmente creada por el activismo desde Europa, para matar adecuadamente. 




Sí: las drogas sirven para matar tanto como para curar. El activismo mal planteado en Europa ha conseguido que los reos no puedan morir de forma rápida y bajo anestesia, regalándoles la doble condena de saber que morirán con miles de voltios atravesando su cráneo, cerebro y con todos los músculos de su cuerpo en agónicos espasmos hasta quemarles por dentro. 

¿Era esta respuesta la que buscaban? 

Hay más humanidad en 
el 'Protocolo Chapman'.