Fernanda
de la Figuera
y la garrapata que la está parasitando.
Hace
meses que este blog dejó de publicar material -dentro de un parón
elegido por mí mismo- ya que mi trabajo y actividades se encuentran
ahora enfocados en otros campos.
Sin embargo, por una causa que
considero inexcusable y de fuerza mayor, rompo el silencio de este
blog para explicar -a quien quiera saber- una situación lamentable y
degradante que se cierne sobre Fernanda de la Figuera (y no, no estoy
hablando del juicio que en menos de una semana tiene que
enfrentar), aprovechándose de ella y su situación y, por extensión, contra el activismo -real y de buena fe- del cannabis en España.
A
Fernanda de la Figuera la acusan de un delito por cultivo de cannabis
para una asociación, pena por la que puede enfrentar varios años de
prisión. Se la juzga en la “Ciudad de la Justicia” de Málaga el
día 30 de noviembre de este mismo año, 2019. Fernanda es, sin
lugar a dudas, la activista más antigua de España en el movimiento
asociativo cannábico, desde hace muchas décadas (cuando las
asociaciones eran asociaciones de verdad y no meros puntos de venta
de drogas, camuflados tras un paraguas legal).
Yo,
no he tenido nunca contacto con Fernanda, ni para bien ni para mal.
La considero una persona de una gran valía y de las pocas activistas
que realmente tiene las manos limpias, es decir, que no se ha lucrado ni
montando falsas asociaciones -que hacen caja en connivencia con el mercado
negro- ni de ninguna otra forma usando el cannabis para ello. De
hecho, Fernanda es una de las grandes defensoras del autocultivo y fue de las primeras personas posicionadas para defender
activamente cifras de hasta 10 gramos diarios por persona consumidora,
ya que muchos enfermos que usamos cannabis para nuestras dolencias,
no consumimos como los usuarios recreativos a quienes les puede valer
con cantidades mucho menores para abastecer su consumo.
Fernanda es, ante
todo, una luchadora que ahora requiere el apoyo de la comunidad
cannábica y de todo aquel que esté a favor de la justicia frente a
los crímenes sin víctima, como puede ser cultivar cannabis para
otros enfermos sin ánimo de lucro.
Sin
embargo, aprovechándose de la situación de debilidad, necesidad de
apoyo y ayuda en que se encuentra Fernanda de cara a su juicio, un
nefasto personaje está sacando partido de esas circunstancias, pretendiendo ser el responsable de organizar el apoyo a Fernanda de cara
al proceso.
Él se presenta como una fuente de INFO sobre CANNABIS, y finge ser el cabecilla de un grupo activista, ficticio e inexistente (el grupo es
“él solito”), que dice luchar por la legalización del
cannabis en España. Pero la realidad es que este personaje tiene un largo historial de diversas estafas a toda clase de personas, vinculadas casi siempre al mundo del cannabis, donde Fernanda no es más que su última víctima...
La prensa generalista -como boba que es- le ha
dado hueco y le muestran como organizador de la movilización que
va a dar apoyo a Fernanda. Desde esa prensa, ignorante y desinformada, han caído en la trampa dando cancha a que este estafador se exhiba ante los lectores como si fuera realmente un activista, blanqueando así su imagen ante la
gente más joven, que desconocen los fraudes y engaños de este
tipejo.
Por
supuesto, la prensa especializada (y las empresas cannábicas que
están detrás), no solo no quieren saber nada de él, sino que el
hecho de que él esté mostrándose como el organizador de
la ayuda a Fernanda de la Figuera -en este trance legal que está
pasando- hace que muchas empresas, así como las publicaciones
cannábicas, se nieguen a colaborar en este asunto. Como me han
contado los profesionales del sector, este parásito está
aprovechándose ya del tema, exigiendo dinero para sus acciones y
chantajeando a las empresas diciendo que no ayudarle a él y sus
planes, es igual que dejar tirada a Fernanda de la Figuera.
Hace
ya unos tres años, recibí la petición de escribir un texto sobre
este parásito. La idea surgía de un muy conocido activista con décadas de lucha a sus espaldas, que quería que se supieran la clase de
cosas que este tipejo le hacía a sus víctimas. Dicha acción fue respaldada por la
directora del medio para quien yo trabajaba en ese momento, dando su autorización sin problema.
Así pues, recibí el encargo de escribir una pequeña historia de semi-ficción, donde el nombre de este estafador quedaba ligeramente velado, pero de
forma que cualquiera que conociera mínimamente las andanzas del tipo, podría darse cuenta de que se hablaba de él y de sus muchos fraudes realizados.
El texto, aún publicado en la web original, es este:
Mi
vinculación previa con este personaje, y anterior al texto que me pidieron sobre él, era muy simple. A
principios del año 2014, recibí una llamada telefónica de este parásito. Yo ya
tenía sospechas de que no era un tipo del todo limpio, pues
ya me habían llegado algunos datos de sus chanchullos -siempre con
dinero y/o cannabis de por medio- por los que le tenían "sentenciado" en varios lugares, de Internet así como del mundo real.
En
esa llamada, el tipo me dijo que estaba muriendo de SIDA en fase
terminal (que contrajo, según él me contó, inyectándose heroína
con jeringuillas usadas) y que estaba intentando -como épico gesto
final- hacer una última acción activista en su vida. Me dijo que no
estaba tomando medicación alguna, que la rechazaba y se negaba a ser
tratado, y que no le quedaba más de un año y medio de vida. Me juró
y aseguró que todo era cierto, y que incluso era posible que no
llegase a ver finalizada la acción que quería llevar a cabo, sino
que era probable que muriese antes de completarla. Y aseguraba querer
limpiar "sus errores" y dejar un buen legado, para sus hijos y para la lucha por el cannabis, tras su inminente muerte....
Me
pidió ayuda para organizar en las redes sociales un movimiento que
apoyase dicha acción sobre la regulación del cannabis en la ciudad
de Alicante, y para ello se usó el hashtag #AlicanteRegulaCannabis
en Twitter y otras redes sociales. La acción finalmente no consiguió sus
objetivos, pero sí que sirvió -por desgracia- para dañar a las
asociaciones de cultivadores de Alicante y enfrentarlas a graves
situaciones, que ponían en riesgo de cárcel a sus responsables. Varias de estas asociaciones terminaron
siendo chantajeadas por este personaje -amenazándolas con meterles la policía dentro de sus clubs- para que siguieran sus órdenes y se amoldasen a sus
intereses, cosa que afortunadamente nunca llegó a lograr.
Yo en aquel momento,
tras su llamada, me planteé con cuidado lo que iba a hacer, porque
no me hacía ninguna gracia que este tipo estuviera estuviera allí donde hubiera manejo de dinero. No supe valorar que -aparte del dinero- hay
cosas, como la publicidad gratuita en los medios y la visibilidad en las redes
sociales, que pueden monetizarse de varias formas: pequé de ingenuo, ya que él sí sabía muy bien lo que estaba haciendo. Pero lo que más pesó en mi decisión, es que -según él-
su muerte por SIDA no ocurriría más tarde de 18 meses tras esa
llamada, y el hecho de que aparentemente no había ninguna clase de dinero por
medio: era sólo movimiento en redes sociales y presión a los
políticos.
En esos días, había
salido publicada la foto de un cargo político del PP, preparándose unas rayas de cocaína, y eso lo usó este parásito para amenazar a los distintos grupos políticos
con que, si no colaboraban con él, era posible que otras fotos de
ese tipo salieran a la luz. Les hizo creer que él tenía acceso a más fotos de ese tipo, que afectaban a diversas formaciones políticas.
De esta forma, aprovechando la ayuda bienintencionada de miles de
personas en las redes sociales, el montajista consiguió sentarse en la
mesa con Ciudadanos, con el PSOE, pasar por el despacho del PP, y
sobre todo engancharse a la gente de Izquierda Unida, a quienes convenció para llevar ante el pleno del ayuntamiento, su propuesta regulatoria. De todo esto, el tipejo iba sacando nuevos contactos, información, fotos y vídeos para su álbum particular, que -al estilo del “Pequeño Nicolás”-
servía luego para engañar, a más personas y colectivos, al mostrar imágenes donde aparecía con todo tipo de personajes públicos, artistas y
políticos.
Reconozco que, en aquel momento, yo no era consciente del objetivo real de ese comportamiento -la búsqueda obsesiva de personajes públicos y de espacio en los medios de comunicación- ya que el parásito siempre la justificaba
como “acciones para poner el asunto del cannabis en el candelero”.
¿Qué
había de malo en darle a un moribundo la oportunidad de llevar a
cabo una última acción en su vida, que además fuera positiva para
el activismo cannábico?
Nada. O eso creí yo.... que como un completo pardillo,
accedí a colaborar con él y a organizar en redes sociales un
movimiento que fuera visible y tuviera apariencia de fuerza, aunque en realidad no
había nada detrás (la asociación activista que él decía
representar no tenía miembros reales): todo era simple ruido en las
redes.
No
vi nada de malo en ello y así comenzó la única colaboración que
yo he tenido con este parásito. En aquella época, una chica de
nombre Raquel -con un conocido nick cannábico en Twitter (D...conWeed)- y que trabajaba en Valencia para una empresa cannábica,
me insistía mucho en organizar algo dentro del activismo cannábico.
Cuando todo este movimiento se puso en marcha con las acciones
en redes sociales para darle fuerza, ella me pidió que la
conectase con este tema. Así pues, la puse en contacto con este
tipejo, para que le ayudase con las cuestiones organizativas. Y fue a
través de ella cuando me di cuenta de que algo no iba bien....
La primera señal me llegó, fue cuando el parásito organizó un sorteo para
quien colaborase en redes sociales e hiciera difusión de sus mensajes, cuyo
premio consistía en 2 saltos en paracaídas con una empresa que
-teóricamente- colaboraba en el asunto. El sorteo fue falso: el
propio estafador decidió a quienes darle el premio y, casualmente, se
lo dio a Raquel y a otra persona que él mismo eligió. Cuando se
intentó cobrar el premio, nunca fue entregado y nunca se realizaron
dichos saltos en paracaídas, ni fueron sustituidos por nada. Era
todo puro paripé....
Eso
me lo contó la propia premiada, Raquel, pero lo pasó por alto como
si fuera “aceptable” que el sorteo estuviera amañado, para darle
los premios a aquellos que más colaboraban. Sin embargo, lo que no
pasó por alto -aunque no me contó hasta haber finalizado su
colaboración con este tipejo- es que el falso activista se dedicaba
a tratarla como a una “chacha” (en el sentido más despectivo del
término). La explotaba con exigencias y malos tratos, haciéndola
sentir como un cacho de carne a la que le podía pedir lo que
quisiera, al estilo “jefe abusando de la secretaria acosada en el entorno
laboral”.
Lo
cierto es que Raquel era una chica muy joven y guapa, pero de todo lo
que yo sabía de este tipo no se incluía que tratase a las personas
como a esclavas sumisas, nunca lo sospeché y conmigo jamás dio señales de
algo así: el tipejo sabía elegir a sus víctimas. Cuando ella
me contó como la humillaba y le exigía las cosas, mi pregunta
inmediata fue: “¿Por qué no me lo has dicho desde el primer
momento? Sabes que jamás hubiera tolerado ni la menor falta de
respeto a tu persona...”
Ella
me contestó: “No sé. Como era tu conocido y fuiste tú quien me
pusiste en contacto con él.... al principio pensé que sería un mal
día o una mala época, siendo alguien que se estaba muriendo... en
teoría. Luego ya me di cuenta de que no, de que estaba abusando de
mí, haciendo que trabajase
para él como su criada, entre comentarios inapropiados, abusos
verbales y todo tipo de improperios y exigencias”.
Cuando
Raquel me informó de esos hechos, todo había
terminado ya, y la relación entre este acosador y su víctima ya se
había roto, por suerte, para siempre. La acción llegó al pleno del ayuntamiento, aunque el tipo hizo el payaso con un
discurso que a nadie engañó. Convenció a 3 grupos políticos para firmar unos papeles
inútiles y hacerse "la foto" -hablando de montar una mesa de
diálogo sobre el cannabis- y aquí paz y después gloria. Ya no
había nada que hacer, salvo tomar nota e informar a la gente de mi
confianza de lo que este tipo había hecho a una activista que se
había ofrecido para ayudar, de buena fe y sin cobrar nada
por ello.
Cuando
yo llamé al tipejo para pedirle explicaciones -sobre el acoso y los
abusos a esta joven chica- él lo minimizó todo y lo planteó como
que Raquel era una niñata que no sabía trabajar y que se ponía a la
defensiva por cualquier comentario o palabra en tono más alto de lo normal. Dijo que "al activismo se venía llorado de casa" y que si la chica no era capaz de soportar la presión, que se hubiera largado en vez de quejarse y de andar dando pena con sus cuentos.
Pero no le creí, porque yo ya había empezado a acumular información sobre lo
que realmente había pasado en torno al falso grupo activista que decía encabezar, sus verdaderas acciones y las estafas de las que se sirvió en el pasado: las huellas de los daños en otras víctimas de este tipejo, recogido todo ello de una forma
mucho más seria, profunda y sistemática. Ni un acosador sexual o laboral, ni un maltratador, ni un
estafador aparecen sorpresivamente un buen día: siempre han dejado un largo rastro previo, que encuentras si te tomas la molestia
de buscar.
Para
empezar, la falsa asociación activista (que tenía un local físico, usado sólo por él), resultó ser -en origen- el intento de
montar un punto de venta de cannabis tipo CSC. El dinero necesario,
ya que el tipejo no tenía ni oficio ni beneficio, lo había logrado
engañando a una mujer que conoció mientras estuvo unos meses en un
CSC catalán, donde la víctima acudía a comprar cannabis.
Esta mujer, socia de ese mismo CSC, cayó en su
trampa, y mediante engaños consiguió que le diera 12.000 euros,
para montar otro punto de venta en Alicante, copiando el modelo ya conocido: funcionando mediante la compra-venta de cannabis, comprado al narcotraficante de
turno y vendido a clientes que figurasen como “falsos asociados”.
Cuando
el tipo vio que no tenía hueco ni fuerza para montar ese tipo de negocio en la ciudad, quiso instalarse como “grupo activista”. Con ese disfraz y sin grupo alguno que no fuera él mismo, intentó que las ya existentes asociaciones cannábicas de Alicante, respaldasen
sus pretensiones y asumieran sus planteamientos.
Lejos de conseguirlo, hizo que todos los grupos cannábicos de la ciudad coincidieran absolutamente en una cosa: en huir de todo lo que tuviera que ver con él. Esto fue así, hasta el punto en que el día del pleno en el
Ayuntamiento, los representantes de las asociaciones, acudieron
para expresar de forma pública que no querían saber nada del tipejo, ni de sus formas, sus pretensiones y sus amenazas.
Lo que sí terminó consiguiendo, fue llamar la atención de la policía, y de la peor forma. El tipo tenía la fantasiosa idea de que cuando él escribía algo en
Twitter, por ejemplo “¡¡Acción cannábica a las 20.00 horas en la
plaza tal o cual!!”, la gente iba a responder acudiendo a su
llamada, como si fuera el caudillo del ejército del cannabis. Pero en realidad,
aparte de verse siempre tan solo como la una, los únicos que parecían responder a sus convocatorias, eran los agentes de policía de calle, quienes al observar su huidizo deambular y sus pintas de yonqui demacrado, sí terminaban respondiendo a su presencia: pidiéndole la documentación y regalándole un cacheo.
Él fabulaba con que todo se debía a que la policía estaba pendiente de él en las redes sociales y de sus mensajes sobre activismo cannábico, y que por ello su mera presencia ya les "preocupaba y alertaba", en previsión de lo que él podría organizar con su fingido grupo activista.
Esto
que cuento, lo he vivido yo mientras él -por
teléfono, en directo- me iba narrando cómo la policía aparecía por
un lado, él se iba por otro, aparecían otros agentes por otro lado, él huía por otra calle... así sucesivamente hasta que le cazaban e identificaban. No era -en ese momento- nada más que el habitual control de la seguridad en las calles, por parte de la
policía. Pero incluso esas patochadas -provocadas por su propio comportamiento y aspecto- él las vendía como si fuera un mártir, perseguido y acosado por la policía debido a su lucha por el cannabis.
Finalmente, la policía había empezado a mostrar un interés más concreto sobre el local del presunto grupo activista, donde extrañamente sólo era usado por este tipejo. Lo que hacía el parásito, era entrar y encerrarse dentro del local, permaneciendo dentro sin responder a las llamadas de la policía. En cuanto el tipejo vio que la cosa se
complicaba más, y le comentaron que la policía ya preguntaba por él en las tiendas y bares de la zona, dejó
de ir por el local hasta que creyó que todo había pasado. Sin embargo, la policía consiguió cazarle mientras entraba días después en el local, acceder con él al interior, y
documentar todo lo que allí había.
¿Por qué hicieron esto?
Pues
porque el tipo había sido denunciado por estafa, por un total de
12.000 euros, por parte de la
“socia catalana” a la que había engañado prometiéndole
ganancias rápidas con su inversión. Se había montado su
chiringuito personal, con el dinero de una mujer enferma y usuaria de
cannabis, que había sido brutalmente estafada. Una vez que trincó el dinero de esta mujer, había desaparecido de Cataluña y dejó de contestar a sus llamadas, emails y mensajes.
La
policía le requirió que pasase al día siguiente por comisaria a
declarar al respecto (ya se habían iniciado diligencias por la
estafa) pero el tipo, muerto de miedo, no tuvo el menor reparo en
gastar 180 euros del dinero estafado para llevar un abogado con él:
abogado que -en declaración ante la policía- no puede hacer nada,
salvo decir que no contestes o darte “apoyo moral”. Todo al
módico precio de 180 euros, que podía permitirse gracias al dinero de la mujer estafada. Pagando por no tener el valor de
ir solo a declarar, o negarte a hacerlo si no es ante el juez.
Lo
que ante la policía -en comisaria- contó fue que no había engaño alguno, y que la
denunciante le había dado 12.000 euros para montar un club de
activismo y nada más, y que él había hecho simplemente lo
acordado.... Es decir, aseguraba que la mujer le había dado 12.000 euros -por
la cara- sin esperar nada a cambio. Un dineral que él intentó
justificar con dudosas facturas de las compras y obras que había hecho -se
había montado hasta una sala de proyecciones, para ver cine-
y había acondicionado el local como si fuera su oficina, con unas
instalaciones que nunca nadie usó (salvo él mismo, claro).
Los
datos sobre el dinero estafado y el coste del abogado, me los
facilitó el propio timador cuando volvió a llamarme para pedirme
ayuda con ese asunto, ocasión en que yo ya no piqué y le mandé a
pasear un rato. Por supuesto, de esta víctima de los 12.000 euros me decía que era una "enferma mental e histérica, una loca del coño" que, si bien reconocía que le había dado el dinero, argumentaba que se habría arrepentido porque no quería ser ya "activista como él, viendo lo duro que era ese trabajo".
Yo, sin creerme ya nada y escuchaba cómo me reconocía la estafa a esta mujer con excusas que daban risa, no dejaba de preguntarme cuánto iba a durar la vida
de “ese enfermo de SIDA en fase terminal que se moría y rechazaba ser
tratado”, pero que sin embargo estaba sacando provecho directo de
todo lo que se había organizado, teóricamente para apoyar una buena
causa.
El montaje del parásito era simplemente una cuestión de estética,
para vender su imagen aunque, en el inicio, su intención fuera la de
montar un CSC para vender cannabis comprado al mercado negro. Este tipejo nunca ha cultivado realmente ni su propio cannabis, sino que fumaba de lo que le
sacaba a la gente, empresas y asociaciones con distintas excusas, y si no conseguía que “le donasen”, compraba hachís (chocolate en
argot) en la calle a los camellos. Por esto, esos porros de mala
calidad de hachís que fumaba, los activistas que le conocían de tiempo atrás -a él y a los métodos de sus primeras estafas- le llamaban “PAQUITO
EL CHOCOLATERO”, entre otras cosas peores siempre asociadas a su largo historial de fraudes.
Tras la acción en las redes sociales, la información empezó a
llegarme a chorro, a través de un montón de activistas y estafados.
Al susodicho, había quien decía tenerle preparada “una cuneta en
barbecho” (palabras textuales) para cargárselo en cuanto pudiera,
ya que en su haber se contaban estafas a asociaciones, engaños a
muchísimas personas e incluso robos, justificados por él mismo -ante mi
persona vía teléfono- como “cobros de lo que le debían por su
asesoramiento cannábico”, como fue el caso en una asociación cercana a
Santander. Había dejado víctimas de estafas, timos y robos en varios puntos del estado, de Euskadi a Andalucía, de Cataluña a Cantabria. Incluso había llegado a robar toda una cosecha, de una asociación catalana que había
plantado cannabis no psicoactivo para la extracción y uso del CBD.
Para mas INRI, en redes solía mostrarse con fotos en mitad de una
plantación: precisamente la que se encargó de hacer
“desparecer”. Aprovechando que la asociación se enfrentó a
problemas legales y judiciales, y cuando los
socios no estaban en condiciones de ocuparse de nada más, decidió "ocuparse" él de aquel cannabis, para finalmente desaparecer de la zona, mudándose y reapareciendo en Alicante. Aunque como me indicaron las víctimas del robo, es una deuda que no caduca y que tienen pendiente hacerle pagar, tarde o temprano.
Una de las primeras estafas que el tipo había llegado a
organizar hace ya décadas, fue una falsa empresa que defendía a los consumidores y cultivadores de cannabis, con un "carnet cannábico" que -obviamente- no servía para nada. Mediante el engaño del
carnet, consiguió sacarle a mucha gente bastante dinero dinero que
-llegado el momento de responder- cuando los cultivadores o consumidores tenían
problemas con la policía y los jueces, nadie les
prestaba la ayuda que teóricamente habían contratado con este
timador, con ese inútil carnet y los inexistentes
servicios que estas víctimas pagaron para esas situaciones.
Esta fue su estafa económica más masiva, allá por primeros años del siglo, y la que menos le costó, ya que detrás no
había nada, ni organización ni abogados.... tan sólo una foto pegada en un cartón, vendida como conjunto de servicios contratados, por la que mucha gente habían estado financiando -sin saberlo- el tren de vida de este mangante en los años 2000.
La más cruel de las estafas que montó, fue un supuesto “Banco de
Cannabis Medicinal”, con el que teóricamente abastecía y asesoraba a enfermos que necesitaban cannabis. Muchos cultivadores de buena fe quisieron colaborar, pero no sabían en manos de quién estaban cayendo y, como había conseguido que la prensa difundiera el montaje, muchos creyeron (como yo mismo en aquel momento) que era real. El resultado
fue claro: el cannabis donado nunca llegó a ningún enfermo. Nunca
hubo un solo enfermo o enferma que se viera beneficiada por dicha
acción... sino que las donaciones desinteresadas de los cultivadores, desaparecieron en los pulmones y la cartera de quien ya podéis imaginar.
A raíz de ese
“Banco Medicinal de Cannabis”, que fue publicitado en la prensa
-de la misma forma que ahora se hace publicidad a costa del proceso contra Fernanda
de la Figuera- fue como yo le conocí y contacté con él, allá por
el año 2009.
Sin conocerle de nada, conseguí su teléfono y me puse en contacto con él para informarme directamente de la actividad del supuesto "banco de cannabis", y para preguntarle por qué no estaban ayudando a
Juanma, el llamado “Ramón Sampedro” de la marihuana,tetrapléjico y activista en un centro del Ferrol.
Él me contestó
que es que “su banco” sólo actuaba en Euskadi, y cuando le
pregunté cómo podía escudarse en eso ante un caso tan crítico y necesitado de ayuda como era el de Juanma, su respuesta fue:
“¿Y por qué no le
ayudas tú?
¿Por qué tengo que hacerlo yo?”
Yo
no era nadie, no pertenecía a ninguna asociación, ni tenía relación alguna con el activismo del cannabis. Pero no dude a la hora de responder a aquel fantasma: “No sabes con quien
estás hablando. Pero tranquilo tú en tu Euskadi, que ya me encargo
yo de ayudarle”, mientras no podía creer que un tipo que se
publicitaba en los medios como el gestor de un banco de cannabis para
enfermos, negase a un enfermo -en situación crítica- la ayuda, sólo
por ser de otra comunidad autónoma. No daba crédito a lo que
escuchaba a este “pseudo-activista”, aunque entonces yo aún no tenía ni puta idea de que dicho banco de cannabis -aunque saliera publicitado en la prensa, incluida la nacional- era un absoluto fraude.
Y por mi parte -tal y como dije que haría- me encargué de organizar la ayuda que necesitaba este tetrapléjico que vivía en Ferrol y a quien yo no conocía de nada. Meses después, tuve la suerte de conocer a Juanma, tras un viaje por media España donde 2 personas se arriesgaron a caer en varios años de cárcel para llevarle -de forma 100% gratuita-, medio
kilo de marihuana, y entregarla a Juanma en su residencia de El Ferrol,
sin ayuda de aquel falso “banco de cannabis para enfermos"
Los hechos aquí narrados, son sólo una pequeña parte del largo
historial de este tipo, que es como una infección recurrente, causando daños una y otra vez, siempre sobre el mundo del cannabis...
¿Qué conseguía, además
de dinero de los estafados y fumar de gratis por los donantes? Visibilidad y posicionamiento para su
nombre con su falso grupo activista, de cara a seguir medrando a costa del colectivo cannábico. La gente habitualmente no tiene tiempo para investigar a
fondo algo -ni siquiera las noticias que les interesan- pero quienes
llevan décadas en el activismo real (o incluso en el
pseudo-activismo, ese que tiene afán de lucro) ya sabían de él y
de sus engaños; el objetivo -preferente pero no único- del parásito
eran los más jóvenes, ya que por edad no están en condiciones de
saber, les falta experiencia y carecen de contactos que les informen
y prevengan de esta garrapata cannábica.
Hay
escenas tan esperpénticas -y al mismo tiempo tan clarificadoras- como cuando este tipejo -tras la acción de Alicante -gracias a la
visibilidad que su nombre había adquirido en las redes- llegó a
presentarse en las oficinas de un conocido grupo editorial y empresarial del
sector del cannabis, exigiendo ver al dueño para demandarle una
cuota de 500 euros al mes, por su labor como activista.
La
argumentación para pedir dicho dinero, es que según él las
empresas del sector se beneficiaban de sus acciones, por lo que
debían costearle las mismas y su tren de vida. En esa ocasión,
se presentó precisamente en la empresa donde trabajaba Raquel -la
activista de quien había abusado y maltratado- y por supuesto no
consiguió ver al jefe sino a un empleado que, tras escuchar su
charla y sus majaderías, le mandó con viento fresco por donde había
venido.
Esto fue algo que no sólo intentó en esa empresa, sino que lo repitió en otras muchas, de semillas, de material de cultivo, de publicaciones
cannábicas: debéis pagarme por ser un “activista”. Así
funcionaba monetizando su visibilidad, ganada a costa de la buena
voluntad de las personas que creímos apoyar una causa cannábica, y
no a un parásito del cannabis.
Su
último “logro”, fue trabajar para una desaparecida revista
cannábica y la empresa que había detrás. Lo hizo consiguiendo el
teléfono de la persona que era dueña de la misma, justo en el
momento en que la empresa acababa de cambiar de manos. El tipejo se
dedicó a llamar a casa de este empresario, sin éxito al principio
ya que no le pasaban con dicha persona, pero finalmente consiguió
hablar con él y convencerle de que era la persona que necesitaba
para navegar el mundo del cannabis en España, por los contactos que
decía tener. Finalmente el empresario -alguien que afirma que su
único porro lo fumó en 1984- tragó con el engaño y le dio un
puesto en comunicaciones y redes sociales, del que en el menor tiempo
posible le tuvo que despedir al darse cuenta del trepa acosador
que había metido dentro de su empresa (el tipejo no tuvo problemas
en acosar incluso a familiares directos del dueño).
Tras su despido,
una persona de esa empresa me envió unas fotos del estafador en
una cama de hospital y con cara de estar muy enfermo. Se las había
enviado el propio parásito, que añadió junto a la foto un mensaje:
que estaba muy grave por un cáncer, y que estaba a punto de morir.
“¡Anda!
¡Pero si ha cambiado de enfermedad!”.
Mi reacción no pudo ser más
escéptica, y aunque el trabajador que me pasó la foto me aseguraba -convencido- que el tipejo estaba muy jodido, que estaba ya muriéndose y que no
saldría vivo del hospital, le dije que no se preocupase: “le verás resurgir en breve sin el menor problema, vivo y dispuesto a parasitar a otros”.
Desde aquel momento, en que además de SIDA (como me contó a mí) se moría de cáncer en un hospital (como intentó hacer
creer a otras personas), han pasado ya unos 4 años, y no: ni
ha muerto ni parece que lo vaya hacer en un tiempo prudencial, para
todas esas enfermedades que dice acumular. Lo de dar pena -con
enfermedades reales o falsas, le da igual- sigue funcionándole especialmente en personas con buen corazón, por desgracia.
Para
colmo, esa empresa -radicada en Andalucía- que le contrató y le tuvo que despedir rápidamente, se dio cuenta,
pasados varios meses tras su despido, que el tipo seguía utilizando de
forma oculta sus comunicaciones y redes sociales: les
controlaba las comunicaciones y ofrecía a los clientes conseguirles
lo que pedían, pero de forma más barata con otras empresas de la competencia (quienes le pagaban una comisión por los clientes robados).
Sí, tú te ponías en contacto con la empresa y
terminabas recibiendo una oferta mejor, enviada por el parásito
despedido, robándoles poco a poco la cartera de clientes a quienes tuvieron la nefasta idea de darle trabajo. Cuando le pillaron -porque vieron un mensaje en los privados de una red social que olvidó borrar- y le enfrentaron con los hechos, el tipejo no tuvo escrúpulos
en decir que había sido cosa de hijo... que lo había hecho jugando
y sin querer.
Cazado con las manos en la masa robándoles clientes, precisamente por una
de las personas a las que envío esa foto desde el hospital diciendo
que se moría de un cáncer, no dudó en echarle toda la culpa mierda a su
propio crío -un niño menor de edad- como si eso fuera creíble. La empresa, como ya sabía
que el parásito es un muerto de hambre sin un duro (y por la pena que les daban los familiares del tipejo) finalmente pasó de denunciarle, a condición
de no volver a saber nada de él, nunca jamás.
A
día de hoy, este parásito está volviendo a hacer su jugada,
aprovechándose de la miserable situación que vive Fernanda de la
Figuera. Según la información que me han facilitado, se presentó
en una fase previa del juicio y consiguió llegar hasta Fernanda, a
quien convenció de que él iba a hacerse cargo de todo e iba a
organizar la respuesta del activismo cannábico.
Fernanda se lo
tragó, no sabemos lo que le contó o cómo lo hizo, pero no hay que
dejar de tener en mente que hablamos de una señora que ya tiene 76
años y que -a pesar de su excelente y desinteresado trabajo como
activista- puede que su lucidez y capacidad para ver cuando alguien
se arrima por interés, no esté tan activa y eficaz como debería,
siendo por ello una víctima propicia para este parásito, versado en
todo tipo de fraudes y engaños a toda clase de personas.
Hay
varios activistas que -procurando ser lo más delicados posible- se
han puesto en contacto con Fernanda para preguntarle por esta
fraudulenta situación, en la que este estafador se ha presentado como
el “ángel salvador” que va a darlo todo por ella.
Lejos de
ayudar a Fernanda, la perjudica porque hace que una gran parte del
activismo cannábico del país (el más potente y con más medios, el de verdad) no
quiera saber nada del asunto. Esto no es por ella, obviamente, sino
por no darle oxígeno a esa garrapata humana que ha conseguido parasitar
a esta nueva víctima por su una alta visibilidad en los medios
de comunicación, debido a ser quién es y el proceso que enfrenta.
Nadie que conozca el
historial de este parásito quiere mancharse con él, lógicamente, y
eso hace que muchas empresas y asociaciones se vean en un punto
complicado: no piensan intervenir en el “circo” que este
estafador está montando, se dan perfecta cuenta de que está usando
a una persona en una situación de necesidad, y aunque quieren
colaborar con Fernanda no saben cómo hacerlo sin favorecer el
blanqueamiento público de este timador.
Sobre todo, como hacer algo
sin permitir que el dinero y los recursos sean gestionados por este
personaje, únicamente orientado a sacar beneficio de la terrible
situación de que vive esta mujer. Tienen claro que, a este viejo
artista del timo, le importan poco los cadáveres que deje a su paso, siempre
y cuando él sea quien saca beneficio del asunto, de una forma u otra.
Algunas
personas me han hecho saber que el tipejo que ahora parasita a
Fernanda de la Figuera, está consiguiendo dinero de diversas fuentes
y presionando a otras (empresas cannábicas, mayormente) para que
aporten más dinero, con el argumento de que “no colaborar con él,
es no ayudar a Fernanda”. Este hecho -el chantaje, usando a Fernanda
como palanca para abrirse las puertas y los bolsillos de empresas
cannábicas- ha puesto en alerta a una buena parte de las mismas, que
ahora se ven inmersas en una situación muy complicada.
Ahora
mismo -a una semana del juicio- no hay mucho que se pueda hacer.
Sobre todo porque Fernanda ha caído en la trampa de esta garrapata
humana, y resulta muy complicado intervenir sin que sea Fernanda la
que sufra las consecuencias, ya que en gran medida es una rehén del
parásito, quien la usa para volver a darse publicidad, manejando el
dinero y recursos que la gente -con toda su buena fe- están
aportando para ayudar.
Sin embargo, la situación de Fernanda en este
punto, no es un problema que se resuelva con dinero; no el problema
de Fernanda, pero sí los intereses de su particular garrapata
cannábica, que está usando la movilización del colectivo para
presentarse como lo que no es, blanqueando sus imagen y re-escribiendo la historia de sus estafas y fraudes
sobre cientos de personas que acabaron siendo sus víctimas, en lo
económico y en otros aspectos.
Resulta muy sencillo, y es totalmente habitual en el "modus operandi" de
este tipejo, hacer que una empresa te facture con una determinada
cifra, mientras te da una comisión (oculta) por el servicio que
contratas, y así la garrapata se lo lleva calentito mientras los donantes y colaboradores de buena fe, no se enteran de lo que hay. Esto es algo que el parásito maneja perfectamente,
desde hace muchos años, y es algo que ya ha hecho anteriormente para
justificar estafas previas (como la de los 12.000 euros a la enferma
en Cataluña) y otros engaños. Con una pagina web y un par de
papeles impresos simulando apariencia de factura, es suficiente para
que muchas personas de buena fe, caigan en la trampa. También para que la prensa, desinformada y amarillista, trague con el fraude y
presente a un montajista como el organizador del activismo
cannábico en España.
¿Por
qué yo escribo este texto y lo publico,
si reconozco que
ya no hay
mucho que se pueda hacer?
La
razón es simple: nunca me he callado al saber de ningún fraude, estafa o injusticia, y no tengo ninguna intención de comenzar a hacerlo ahora. Menos aún si me toca presenciar -sin reaccionar, como
un cobarde- cómo se utiliza a la activista cannábica más grande
que ha tenido nuestro país, como método de blanqueamiento de una
garrapata que, por donde ha pasado, sólo ha causado daño y lo ha
hecho precisamente a la gente más inocente y con mejor corazón que
encontraba en su camino. Callar o mirar para otro lado en este
momento -ya que yo ni soy parte del activismo del cannabis, ni quiero
serlo- no me resultaba excusa suficiente para mi inacción (por muy
tarde que haya sido consciente de todo ello e independientemente de
lo que decidan hacer otros).
Me
he informado directamente sobre cómo están actuando otras personas,
dentro del activismo cannábico real en España, frente a este asunto
y parece ser que el miedo a quedar mal les ha dejado bloqueados, sin
saber cómo enfrentar el tema. Por lo que me han dicho, es posible
que los pocos que tienen capacidad real de respuesta -los medios y
las empresas que realmente pudieron y podrían hacer algo- no vayan a
hacer nada, salvo ponerse de perfil.
Y me han dejado muy claro que no piensan levantar la voz, e informar al colectivo
cannábico, sobre lo que hay detrás de este estafador usando la situación de Fernanda para unos fines que nada tienen que
ver con el interés de esta mujer.
Habiendo sido informado de todo esto, a día de hoy no tenía mas opción que -como poco-
contar lo que sé sobre este parásito y su nueva víctima, si quiero
seguir durmiendo con la conciencia tranquila y sabiendo que yo, al
menos, he hecho lo que estaba en mi mano para no callarme ante otro
fraude de la misma garrapata cannábica. Seguramente ya es tarde para que se reclame el dinero
entregado, o para que una acción coordinada -desde el activismo
real- pueda arreglar el engaño que está sufriendo el colectivo
cannábico y la propia Fernanda.
La inacción previa, por parte de
los que ostentan capacidad efectiva para actuar, es la que ha
permitido que el mismo parásito -que ha ido dejando un reguero de
víctimas por donde ha pasado- esté sacando provecho de la injusta
situación que sufre esta anciana activista, que ha pasado su vida
luchando, sin ánimo de lucro, por los derechos de todos y la planta
de cannabis.
Así
pues, aquí tenéis un montón de información que podéis molestaros
en comprobar, preguntando a aquellos con más años de experiencia en
el cannabis y por ende con más conocimiento sobre este parásito,
para que aunque estéis ya implicados en las acciones que este tipejo
ha organizado, no acabéis siendo cómplices ciegos -y futuros
estafados- de alguien que nunca hizo nada positivo en el activismo,
salvo usar el cannabis y a las personas cercanas a esta planta para
engañar, timar, robar y beneficiarse él mismo.
Más
cara que espalda: esa es la marca imborrable que os permitirá detectar -siempre- a esta garrapata.
Ahora ya, vosotros también sabéis lo que hay...
Drogoteca.