viernes, 14 de marzo de 2014

¡Dios salve a la Reina! Drogas y política en el Reino Unido - UK



Este texto sobre el panorama en UK en cuanto a su historia, política y leyes sobre drogas fue publicado en el mes de Febrero de 2014 en la Revista Yerba
Espero que os guste.

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Regulación y política de drogas 
en el Reino Unido.


Nuestros vecinos de las islas que agrupan a Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte son un caso a tener presente en la futura evolución de las políticas de drogas que se vayan abordando en Europa, dado su peso específico y su posición geopolítica como aliado esencial de los USA y sus políticas globales.

¡God save the Queen! 

Reino Unido tiene una historia peculiar en cuanto a las drogas, que tiene mucho que ver con lo que culturalmente son como pueblo y conservan como tradiciones -y en este bagaje comparten con el español- en lo que a asuntos como el excesivo consumo de alcohol atañen. Tanto consumen (y de una forma tan poco inteligente) que es la primera causa de muerte en varones menores de 50 años. Eso y no haber sufrido una enloquecedora Ley Seca durante una década y media como la Volstead Act en USA -que fue el germen de las primeras narcomafias- es lo que más los separa de sus primos americanos y más les acerca a sus vecinos continentales: les gusta beber y nunca en la era moderna lo han tenido reprimido de alguna forma, hasta ahora.

A lo largo de la historia del siglo XX, el Reino Unido ha ido adoptando aquellas posiciones que surgían de la política norteamericana. Fue uno de los 12 firmantes iniciales -hace un siglo- de la primera resolución con aspiraciones internacionales para el control restrictivo de los estupefacientes, iniciado con la conocida Convención de La Haya prohibiendo cocaína y morfina, y ampliado mundialmente al ser incorporado al Tratado de Versalles con el que se dio por cerrada la Primera Guerra Mundial. 

En el año 1931 la prohibición sigue creciendo a otras sustancias con el tratado promulgado en Ginebra, ampliándose a nuevas variantes químicas de las drogas ya prohibidas, y en el año 1961 se actualiza y consolida como paradigma absoluto con la entrada de la mayoría de los países al tratado de la Convención de Viena, con una actualización propia del Reino Unido -conocida como la Prevention of Misuse Act de 1964- por su epidémico problema de abuso de anfetaminas que despuntaba en aquel país.

Unas así me voy a comer yo el día de mi cumple.


Llegando a la guerra contra las drogas 
como institución y misión moral.


Cuando el asunto se empezó a poner más feo, gracias al enfoque bélico del tema aportado por el esperpéntico Richard Nixon en 1971 al lanzar a nivel mundial la guerra contra las drogas apoyada militar y policialmente, en el Reino Unido sacaron su adaptación de la convención de Viena conocida como la Misuse of Drugs Act o Ley sobre Abuso de Drogas.




Esta ley sienta las lineas generales de clasificación de drogas para su uso médico y traza la linea de aquellas que no tienen cabida -según sus criterios- en la práctica, uso o experimentación con humanos. Al mismo tiempo la ley se aleja de los postulados tradicionales -de claro tinte liberal- que imperaban en el uso y tolerancia de los ciudadanos ingleses, empezando a verse sobreinfluenciada por sus socios de los USA y sus convenciones morales mucho más restrictivas e interventoras en cuestiones de la autonomía del individuo.

Establece 3 categorías generales de sustancias fiscalizadas y una excepcional conocida como temporal. Otra categorías son las drogas de Clase A como heroína, cocaína, crack, LSD, MDMA. La Clase B son el cannabis, las anfetaminas, el metilfenidato que se le da a las personas con trastorno de hiperactividad, y la relativamente nueva metoxetamina o MXE (un pariente de la ketamina).

Hay un hecho diferencial en esta legislación que merece la pena reseñar: cualquier droga de Clase B, si es preparada para ser inyectada como forma de consumo, pasa a ser una droga de Clase A. Algo totalmente único a la hora de clasificar las drogas incluir un criterio que implica a la ruta de administración elegida por el usuario, pero fue la triste respuesta que allí le dieron al incipiente problema de la anfetamina por vía intravenosa.


A lo mejor lo de castigar más duramente los inyectables 
lo hacían para salvar a los deportistas... no? 


Cabe mencionar que no ha servido de mucho esa diferenciación en la ley, porque el uso de drogas por vía intravenosa -no sólo opiáceos- a día de hoy en el Reino Unido es uno de los más altos de toda la Europa occidental.

En la Clase C reposan sustancias como las benzodiacepinas tipo Valium o los esteroides anabolizantes al lado de la ketamina -a la que ahora quieren reclasificar- o el GHB y otros agonistas GABA. Y en la clase temporal, aquellas sustancias prohibidas por la vía rápida mientras son situadas en una de las otras clasificaciones posibles o descartadas para su fiscalización.

Aparte, y mediante leyes de análogos químicos, se han prohibido cientos de posibles sustancias existentes o no -igual que en los USA- según la química iba aportando nuevos compuestos y el público aprendiendo a usarlos para evadir la prohibición sobre otras drogas. Esas medidas se han mostrado muy poco útiles, ya que UK ostenta el dudoso honor de ser el mayor consumidor de los llamados “legal highs” de toda Europa, con el grave riesgo que eso implica para la salud de las personas que buscan evitar sanciones legales y encuentran a cambio serios problemas médicos, como la muerte o serios daños en sus sistemas neurológicos y regulatorios, con las más diversas y desconocidas consecuencias de consumo por ser sustancias inexploradas en su mayoría.

Las sanciones que la ley impone por simple tenencia de algunas drogas como la heroína, la cocaína o la MDMA llegan hasta los 7 años de cárcel, y a sentencias de cadena perpetua si la tenencia era destinada a su distribución. 

Dicha medidas sólo alcanzarían a las drogas de Clase A y a las de clase B cuando van a usarse en modo parenteral (mediante inyección)

En el caso del cannabis, la posesión puede acarrear penas de cárcel de hasta 5 años si es para consumo propio y de hasta 14 si es por tráfico. La misma horquilla sancionadora sirve para las drogas situadas en la Clase Temporal de restricción, como los “legal highs” que van quedando prohibidos con el paso de los años.

Obviamente existen mecanismos de “no aplicación” de la ley sobre el ciudadano corriente -sin seguridad jurídica alguna- con todo su peso ya que, de hacerlo, en poco tiempo no tendrían ciudadanos sobre los que aplicarla que no estuvieran ya pagando multas o cárcel. 

Aún así la tasa de encarcelación en relación a delitos por drogas es tan alta como en el resto de los países que entusiastamente secundaron las ambiciones prohibicionistas de USA y las aspiraciones morales de la ONU de un mundo sin drogas. Y ese hecho es una de las razones que está haciendo que algunas sociedades ya vean el final inevitable de ese sistema de lidiar con las drogas que, queramos o no, existen: no caben más presos, no podemos encarcelar a más gente creando un problema peor que las drogas en sí mismas.



El colapso de la credibilidad 
en la política de drogas oficial.


A la vez que la Misuse of Drugs Act se creó un ente que gestionase los temas de drogas en el Reino Unido, y esa institución fue la “Advisory Council on the Misuse of Drugs” que actúa como consejo consultivo sin carácter vinculante para el gobierno del estado. Sus miembros están nombrados -obviamente- por el gobierno, que pone y quita a su antojo al modo que el Plan Nacional Sobre Drogas va cambiando sus gestores en España. Hasta hace relativamente pocos años, ese organismo se comportó siempre como un acólito de la política de drogas implementada por el estado, aunque por propia definición carecía de un sentido científico en su clasificación y razones para fiscalizar unas drogas y no otras.

Este vídeo es de cómo se rieron 
de todos los políticos y drogabusólogos en UK 
unos ocurrentes periodistas 
con una droga inventada: el CAKE.

La tendencia que durante décadas siguió la institución fue la de alarmar sobre drogas en lugar de educar sobre drogas -al igual que sus homólogas en la mayoría de países- y la realidad ha ido provocando una profunda escisión entre los mensajes de las instituciones del estado manejadas por sucesivos gobiernos y los ciudadanos como simples consumidores de drogas. Al final, las instituciones hablaban pero su mensaje parece no tener efecto sobre una sociedad que cada vez consume más drogas y de una forma menos inteligente, maximizando el daño con un enfoque punitivo.

Ay mi niño!!! Que él nunca ha tomado drogas!!
Obsérvese la carita de ángel que tiene 
y el puestón que lleva en comisaria.


Esa forma de manejar los asuntos de drogas, en el mayor órgano consultivo al respecto, que tenía el Reino Unido llegó a su fin de la mano de un hombre que llegó a la presidencia del mismo en el año 2008. No era un desconocido. Era ni más ni menos que David Nutt: un reputadísimo miembro del mismo órgano con una intensa carrera científica -como psiquiatra y neuropsicofarmacólogo- sobre ciertas drogas, que el año anterior había levantado las ampollas de mucha gente al publicar en “The Lancet” un artículo en el que se proponía un método racional para evaluar los riesgos de todas las drogas existentes y actuar de acuerdo a resultados científicos


Sí, el alcohol causa más daño que 
la ketamina, las anfetaminas, 
las benzodiacepinas, el tabaco (¡¡!!), 
el éxtasis o la LSD. 
Lo digo yo que soy científico 
y para eso estudio, cojones ya!!!


Dicho así puede parecer normal, pero la realidad es que lo que dicho artículo hacía era dejar claro que la política del gobierno en drogas no surgía con el fin de atender la salud pública o con una serie de pasos racionales: las drogas más letales eran legales, algunas que no causaban daños estaban clasificadas en los peores grupos, y las decisiones para incluir o no sustancias en los nichos que había creado la Misuse of Drugs Act eran de carácter puramente político o de intereses económicos, como los de los lobbies del alcohol y del tabaco, que nada tenían que ver con la ciencia.

David Nutt llevaba ya 7 años como máximo responsable de la comisión técnica de dicha institución cuando ascendió a la presidencia. Además de su trabajo con los receptores cerebrales GABA y las variantes de las benzodiacepinas, era el científico que había dejado claro que las decisiones sobre drogas en el Reino Unido se tomaban por criterios que eran totalmente acientíficos, en contra de lo que la mayoría de los ciudadanos podrían esperar. Aquellos trabajos publicados, viniendo de quien venían, suponían un ultraje para el propio gobierno, que veía como su mayor especialista les plantaba cara ante la gente, exigiéndoles que se usasen criterios científicos para desmontar la estructura represiva sobre las drogas.


La gota que colmó el vaso 
es la gota que despertó a la cascada.

En el año 2009, David Nutt se dedicó a decir la verdad sobre ciertas drogas: aceptó como punto de partida que el cannabis no se podía considerar una droga totalmente segura porque ninguna está exenta de riesgos, pero que aún así, la clasificación del cannabis en la actual situación -cazando consumidores de bajo nivel para “protegerlos de ellos mismos”- era un daño a la sociedad. Le frotó lo morros a varios psiquiatras de corte clásico y formación de drogabusólogos en muchas de sus afirmaciones, y la cuestión llegó a verse como un enfrentamiento directo contra el gobierno y sus fuentes.

En ese contexto de tensión porque el organismo encargado de las drogas en Reino Unido no hacía nada bien, Nutt publicó una editorial en la Revista de Psicofarmacología en la que comparaba los accidentes provocados por dos actividades distintas: montar a caballo y tomar MDMA.
Los datos no mentían: montar a caballo provocaba 1 situación de emergencia cada 350 ocasiones, mientras que tomar MDMA creaba dichas situaciones en una proporción de 1 cada 10.000 ocasiones.

¿Es más peligroso montar a caballo que tomar una dosis de MDMA? , lo es.

Esa misma linea de trabajo, estableciendo comparaciones entre los daños reales de las drogas y de actividades lúdicas, cinegéticas o deportivas, lo ha desarrollado en nuestro país el psicólogo Eduardo Hidalgo Downing en su estupendo libro “Hedonismo Sostenible”, de una manera tan abrumadora que no deja lugar a dudas. 

Foto del autor 
que aparece en portada 
de dicho libro. 

Pero David Nutt era el máximo responsable de la parte “científica” de la política de drogas en ese momento, y con esas afirmaciones estaba dejando al gobierno con el culo al aire. La campaña que eso desató en los medios fue intensa y despiadada, haciéndole parecer como un insensible que no tenía respeto por los padres de los fallecidos -supuestamente- por MDMA, en lugar de aceptar lo que él mismo explicó: “la gente tiene que aceptar todas que las actividades cotidianas de su vida llevan un riesgo asociado y lo único que hemos hecho ha sido compararlos dándolos a conocer”.



Todo tienes sus riesgos 
y hasta respirar -o no respirar- 
también nos mata.


Nutt también se enfrentó con el gobierno usando muy duras palabras para describir la aberración que suponía reclasificar el cannabis como droga de Clase C a Clase B (tras 5 años en la clase menos punitiva) y la insensatez general que estaban cometiendo por criterios únicamente políticos y para favorecer los intereses de los mercados de alcohol y tabaco




Así tienen los lobbies 
del tabaco y el alcohol 
a las mariconas de los políticos 
que nos gobiernan. 
Foto real.


Poco después, a finales de octubre de 2009, David Nutt era retirado de la presidencia del organismo en una mezcla de dimisión y renuncia forzada, que abrió aún más el escándalo. Pero él lejos de asustarse, en unos días anunció públicamente que tenía respaldo económico para montar una institución científica no controlada por el gobierno para asuntos de drogas, llamada “Independent Scientific Committee on Drugs”.




Así fue: la salida de Nutt arrastró a varios científicos más de alto nivel que, avergonzados por el comportamiento de su propio gobierno, decidieron irse con Nutt al recién creado comité científico



Esta nota fue la respuesta rápida 
de los científicos serios 
al lameculos político de turno 
cuando les dejaron mirando al Támesis. 

Nutt y sus colegas escenificaron el peor escenario para la política represiva de drogas: un organismo creado por los mejores científicos que, a la vista de la inutilidad de la antigua institución para cumplir sus funciones, iban a estar trabajando para aportar ciencia al futuro de nuestra relación con las drogas... y sin ningún tipo de control político!



El paciente inglés, a día de hoy.


Reino Unido sufre un caso único de bicefalia, informativa y formativa, en el que dos sectores de científicos -agrupados por criterios políticos unos y por criterios científicos los otros- se ven enfrentados en los medios a la hora de dar datos sobre drogas. Existe la rama oficial que desprecia los avances científicos vs. los científicos que desprecian las decisiones políticas

Para animar más el asunto, Nutt y sus colegas en el año 2010 publicaron una valoración de todas las drogas en el plano del daño al propio individuo y el daño causado a la sociedad. Las 2 drogas más peligrosas del estudio resultaban ser el alcohol y el tabaco, como no podía ser de otra forma.



Hola!! Somos nosotros dos, 
tus amigos legales 
el tabaco y el alcohol... 

Viva la política de drogas oficial 
y el coño de la Reina Madre!!

La suma de hechos ha acabado forzando al gobierno inglés a enfrentar el asunto de otra forma y, el nuevo máximo responsable de drogas en el país, el político demócrata liberal Norman Baker, dijo hace unas semanas que el cannabis legal debía ser una opción a considerar y que sus riesgos y daños eran obviamente más bajos que los de drogas como tabaco y alcohol. Una opción, pero no una prioridad.


Lo lleváis claro si pensáis 
que este tipo va a 
legalizar el cannabis en UK. 
Sólo está poniéndose de canto 
para ayudar a que le entre mejor el supositorio.

Resulta obvio que el cannabis ya ha iniciado su propio proceso de regulación e integración normalizada en muchos países, a pesar de sus políticos. Eso no quiere decir que se vayan a denunciar mañana los tratados que no permiten dicho paso, sino que los países se están preparando para hacerlo de forma orquestada. 

Es un primer paso en desmontar el costoso andamiaje de la guerra contra las drogas, pero puede conducir a una situación tan grotesca como estar arreglando goteras menores en el tejado de casa mientras las habitaciones están ardiendo, por la desatención a otras sustancias que realmente sí poseen un nivel de peligro mucho más elevado y que están causando graves daños mientras flotan en el mercado sin regular de drogas.

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PS: Cabe añadir un detalle en que poca gente ha reparado, antes de hacer afirmaciones sobre las tablas de daños  de Nutt, y es lo que él llama Heroína y Cocaína.

Sitúa a la heroína y la cocaína en las dos drogas con mayores peligros, pero no hace hincapié en que ambos se caso se refiere a heroína y cocaína "callejeras" ya que no es aplicable a la heroína farmacéutica o diamorfina que se receta habitualmente en Reino Unido o a la cocaína pura farmacéutica que siguen teniendo disponible en su sistema de salud.

Sin embargo hace esa distinción a la hora de mencionar la metadona: la llama "metadona callejera" (street methadone).  

Por tanto queridos drogabusólogos, contened vuestras campanas porque habría que ver una buena evaluación de los riesgos de cocaína y heroína si fueran puras y legales, y no "street drugs". :) 

miércoles, 5 de marzo de 2014

La regulación-trampa de las drogas en Nueva Zelanda.


Este texto fue publicado en la Revista Yerba en el mes de Enero de 2014.
Pocas cosas han cambiado desde entonces en el tema que trata, pero cabría añadir a lo que contiene el texto que ya hay varios ayuntamientos y agrupaciones locales en Nueva Zelanda pidiendo a los usuarios de drogas que consuman cannabis -ilegal- y no cannabinoides sintéticos o falsa marihuana -legales- por el peligro que representan para la salud.

La falsa regulación de las drogas en Nueva Zelanda es una agresión a la salud pública de todos sus ciudadanos encubierta de falsa ciencia y ONGs que jalean al gobierno recibiendo sus fondos.

Espero que os guste.

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La trampa de la regulación de las drogas en Nueva Zelanda.


Desde hace unos años, observamos como las políticas de drogas que se habían intentado dentro del paradigma de "guerra contra las drogas" van aumentando desproporcionadamente los costes asociados, tanto a nivel económico como en los aspectos sociales de sus consecuencias, mientras los resultados objetivos de dichas políticas -lo que dicen pretender lograr- cada día son algo más irrealizable.

El viejo objetivo que hace lustros planteó la ONU de "un mundo libre de drogas" es ya un divertido recordatorio de lo que se logra con políticas erróneas, que atentan contra cuestiones que afectan a la libre autonomía del ser humano. La política de la negación absoluta han creado desastres en decenas de grandes países: colas de personas esperando ser ejecutadas por tener 300 gramos de cannabis en países como China con pena de muerte, cuerpos de supuestos traficantes de drogas colgando de grúas en Irán -para advertencia contra todo el pueblo que pueda pensar en violar la ley- o países con tasas de encarcelamiento que llegan a un 75% de toda la población penal debido a delitos relacionados con drogas. Es curioso que ese porcentaje sea muy similar en varios países geográficamente sin conexión, pero todos ellos implicados en el tráfico de drogas para consumo propio o como países de tránsito.



En España también cerca del 75% de los presos y presas, lo están por delitos relacionados con las drogas. No hay ninguna sociedad medianamente sana que pueda soportar las cargas que nos impone, a todos los países, el cumplimiento de los tratados internacionales sobre drogas, ya que los recursos que genera su tráfico y venta superan con creces a los que pueden destinar los gobiernos para intentar enfrentar la oferta y paliar la demanda. Los actuales narcoestados tienen más poder y dinero que los estados representados por los elegidos mediante voto libre. La mafia es la que manda, de forma más visible o menos según la zona y la cultura propia del país.

En vista de que el "experimento prohibicionista" -como lo denomina Antonio Escohotado- ha sido una chapuza de colosales proporciones y que será estudiada en el futuro como una atrocidad más de las cometidas por el ser humano en su historia, muchos países han decidido saltar del barco antes de que se hundan con él también.

Cada país está buscando su forma de salir de la situación a la que se ha llegado. Hay modelos que se agrupan bajo el epígrafe de regulación, en que la prohibición de las que eran las drogas tradicionalmente vetadas se abre para acoger y darle un marco legal a nuevas sustancias, apoyándose en que dicho paso supondrá una mejora en la salud de los consumidores y un golpe al narcotráfico. Uruguay regulando el cannabis y vendiéndolo de forma legal y controlado su precio a 1 euro el gramo, parece ser el que ha tomado el mejor camino con la vía de la regulación del cannabis, permitiendo a la vez el auto-cultivo.





Pero hay otro país que se hace notar mucho en la nueva política internacional de drogas en el paradigma de la regulación también. Y es Nueva Zelanda.



¿Por qué Nueva Zelanda? ¿Y dónde está?


Es normal que la gente no tenga ni idea de dónde está Nueva Zelanda, a excepción de los frikis del Señor de los Anillos porque fue donde se grabó la película. De hecho, cuando pides a la gente en España que te digan algo sobre Nueva Zelanda, las respuestas oscilan entre "está muy lejos" y "tienen kiwis". Alguno te menciona que tienen un equipo de rugby muy bueno. Pero nada más.

Nueva Zelanda son dos islas, grandes islas, que juntas tienen una extensión equivalente a la mitad de España, y algunas bastante pequeñas a distintas distancias. Está en nuestras antípodas, en la otra punta del planeta, relativamente cerca de Australia. Tiene una población de 4'3 millones de personas, lo que sería algo parecido a la gente que vive en Madrid o Barcelona y sus alrededores, agrupados también en dos grandes ciudades. La de mayor tamaño es Auckland y la otra, capital administrativa, es Wellington.

Su característica geográfica define gran parte de los aspectos que rigen la vida de sus ciudadanos, ya que su principal comercio se da con Australia por cercanía física y cultural. Además es un país con un histórico aislamiento que conquistó su independencia de los ingleses en el año 1947, aunque sigue siendo súbdito de la Reina de Inglaterra -más a título honorífico que real- y viven una Monarquía Parlamentaria como en España, gobernados por una "Ley Constitucional" promulgada en 1986 pero sin una constitución de corte fundacional.




Es un país joven en su creación (parte de la descolonización en el siglo XX) que sin embargo tiene el 6º puesto más alto en el índice de desarrollo humano y con un renta per cápita de más de 35.000 dólares. Es por tanto uno de los referentes en desarrollo y calidad de vida en el mundo más avanzado. Y es, como no, uno de los 5 grandes que controlan las mayores redes de espionaje en comunicaciones electrónicas junto a USA, UK, Canadá y Australia, siendo socios preferentes para todo tipo de tratos y tratados, militares, comerciales y de intercambios.



¿Qué tiene de diferente la política de drogas allí?


A la vista de su retrato, la política que Nueva Zelanda debería seguir sería muy similar a la de USA o UK en asuntos de drogas, ya que comparte todos los tratados internacionales al respecto y no ha denunciado ninguno. La droga ilegal más consumida allí es el cannabis, y tienen un clima estupendo que favorece los grandes cultivos de cannabis mientras el estado intenta combatirlos con vuelos de vigilancia y helicópteros para atacar las plantaciones menos accesibles. En las grandes drogas prohibidas, rige la misma ley punitiva que en la mayoría de países.

Pero como el aislamiento geográfico y el bajo número en habitantes de Nueva Zelanda son la clave que le aparta de las rutas del narcotráfico a gran escala mundial, las drogas que corren por sus calles en el mercado negro son más caras que en casi ningún otro punto del planeta, y con las oscilaciones y adulteraciones propias de un mercado negro tradicional.

Teniendo siempre presente ese hecho diferencial de su aislamiento, entra en juego el nuevo mercado de drogas legales, alegales o al menos, no prohibidas aún por ninguna ley. El mercado de los "Legal High", "Research Chemicals" o como los nombran ahora, las "Novel Psychoactive Substances" o NPS, de forma abreviada. Sustancias legales en tanto que no son ni mencionadas en ninguna ley o norma, pero de las que se desconoce en la mayoría de los casos sus posibles efectos sobre el ser humano, y en muchos casos no han sido ni probadas con animales.



El riesgo que presenta consumir sustancias totalmente desconocidas en sus efectos, se ve compensado en una población que puede pagar 200 dólares por un gramo de cocaína o heroína en el mercado negro tradicional y a la que, desde internet y desde algunas tiendas físicas, se le ofrecen cientos de productos que imitan cocaína, anfetaminas, MDMA, LSD, opiáceos, benzodiacepinas y cannabis, a menos de 10 dólares en muchos casos. Directos a la puerta de tu casa o en la tienda de al lado de casa y de forma totalmente legal.

Ese problema, que se da también en UK siendo el primer consumidor del mundo de NPS, cuando los políticos vieron que surgía en su país, intentaron acabar con él de la misma forma que la historia había intentado acabar con las demás drogas: mediante la prohibición de las mismas.

Poco sabían los legisladores acerca de las virtudes de la química: una variación mínima de la molécula prohibida por la ley, la hace legal e incluso puede que más potente, y con riesgos totalmente nuevos al ser una nueva sustancia desconocida. Llegó el escenario en que se encuentran muchos países con esas drogas de experimentación: se tarda más en prohibir una droga de lo que tarda un químico en modificar la molécula y hacerla legal de nuevo, lo que hace totalmente inútil -y extremadamente peligroso- entrar en la carrera de prohibir las drogas que van apareciendo, porque el ritmo con el que aparecen supera las posibilidades racionales para hacer frente al asunto en cuestión.

En ese punto de la historia, a un ex-Ministro de Sanidad del gobierno -estilo Ana Mato, de derechas y neoliberal- en el poder se le ocurrió una idea: "¿Para qué vamos a prohibir cada droga que los químicos hagan si ellos son más rápidos? Es mejor prohibirlo todo y permitir sólo lo que nosotros digamos".

Ese hombre se llama Peter Dunne y va a ser el creador de la PSA o Psychoactive Substances Act: la ley en cuestión. Y lo hará apoyándose en una Organización No Gubernamental que -curiosamente- está sostenida económicamente por el gobierno, llamada NZ-Drug Foundation y cuyo equivalente en España sería la FAD.


Estos señores -tan monos- de la FAD son los que 
nos van a explicar cosas sobre las drogas. 
Sí. 


Al gobierno de Nueva Zelanda no le gustan las drogas, ni que la gente pueda decidir tomarlas, y se han pronunciado muchas veces como prohibicionistas radicales en el pasado. Pero la idea, camuflada de 'reforma sobre la prohibición de las drogas' o de 'sistema de regulación de sustancias', no es la de ser más tolerante con el consumo de drogas sino ampliar la prohibición a "cualquier sustancia, mezcla, dispositivo o cosa" (textualmente según la ley) existente que provoque "efectos psicoactivos".


En hacer anuncios así de chachis se gasta el dinero la FAD. 
La Reina de España es la presidenta de Honor. 
El Rey lo era de una protectora de animales...

Ha empezando por dar poderes especiales a la policía para decidir lo que son “sustancias no aprobadas”, e incluso permitirles la entrada y registro ante la sospecha de venta o producción de drogas sin orden judicial previa, mientras el número de presos en las cárceles del país sigue creciendo por delitos de drogas y suben las sanciones contra el cannabis y otras drogas, castigando la tenencia de un simple porro con 500 dólares. 

Cantidades por encima de lo que allí quieran entender como "consumo propio de la droga", aunque sean tus cogollos de cannabis, te siguen enviando a la cárcel. Si se te condena por tráfico de hachís pueden ser 14 años de prisión al estar sancionado más duramente que la yerba. Y ahora esas condenas son extendidas automáticamente a toda aquella persona que facilite "sustancia, mezcla, dispositivo o cosa" que coloque y no esté explícitamente regulada.




Y sepa el lector que, en dicho país, tener una simple semilla de cannabis está igual de penado que tener un porro de cannabis: las semillas están tipificadas en la ley de la misma forma que la planta, a pesar de estar exentas en los tratados internacionales.



¿Entonces qué drogas son las que "regulan" en Nueva Zelanda?


Esa fue la cuestión inicial -que contenía un grave defecto de forma- a resolver: ¿qué drogas permitir sin tener que modificar tratados internacionales?
Obviamente, las que no están ya prohibidas en dichos tratados: eso ha excluido inicialmente al cannabis y al resto de drogas ilegalizadas, que precisamente son las sustancias más conocidas y de menores riesgos en cuanto a las sorpresa que la química puede depararnos. El defecto de forma era que Nueva Zelanda intentaba respetar los tratados contra las drogas, mientras que otros países como los propios USA habían encontrado la forma de burlarlos.

Entonces se pidió opinión a los "profesionales de las nuevas drogas" -no a los científicos sino a los vendedores de los kioskos- sobre qué productos estaban vendiendo en el país, donde el mayor número de consumidores de drogas -aparte del alcohol y el tabaco- busca más frecuentemente en la mayoría de los casos fumarse un porro antes que consumir un opiáceo. Y los vendedores básicamente mostraron lo que tenían en sus estanterías, rellenando una "solicitud de aprobación temporal" que el gobierno debía resolver.

Las estanterías de las tiendas que vendían esas drogas allí estaban llenas de versiones sintéticas de cannabis -no es cannabis pero es legal- creadas con mezclas de materia vegetal y unos extremadamente nuevos y peligrosos compuestos: los cannabinoides sintéticos.

El gobierno no debió pensar demasiado en las posibles consecuencias de legalizar un mercado para drogas completamente desconocidas, que simulan los efectos del cannabis natural que es posiblemente la planta y droga más estudiada y conocida en la historia del ser humano, y de la que sabemos claramente cuáles son sus riesgos y sus virtudes. La manipulación sobre una población para que consuman una droga en lugar de otra que -aun vulnerando tratados- es mucho más segura, suena a daño para la salud pública.

Para resolver la situación, el gobierno emitió la llamada "Clause Interim" por la que se permitirían -sin test alguno sobre salud humana ni animal siquiera- algunos de los productos que estaban ya disponibles, aunque la ley dice que los costes de las pruebas de seguridad en humanos de esas drogas han de recaer en los que sacan partido de ellas vendiéndolas: productores y distribuidores de las mismas, que repercutirán esos costes en el producto y que pasará a estar gravado fiscalmente con más presión, aportando interesantes beneficios económicos al estado.



Todas estas drogas, 
más peligrosas que las ya prohibidas, 
se pueden vender legalmente en Nueva Zelanda. 
¿A la cabeza de las mejores políticas sobre drogas en el mundo?
¿Estás de broma?


Esos productos que ya se venden legalmente, por el momento y como único test, han pasado unos simples cuestionarios teóricos para valorar su potencial dañino según unas tablas que se crearon 'ad hoc' por parte de la autoridad designada que están basadas en los escasísimos informes sobre riesgos para la salud de estos cannabinoides sintéticos y en las situaciones de emergencia conocidas por su consumo, a día de hoy.

Dado que muchos de esos compuestos han sido sintetizados por primera vez hace menos de un lustro, Nueva Zelanda está vendiendo "falso-cannabis sintético" o falsa marihuana legal con riesgos desconocidos para la salud pública mientras sanciona el cannabis natural, cuyo gran margen de seguridad en el consumo es históricamente conocido. Una absoluta locura de un enorme peligro para la población, que suele confundir lo legal con lo seguro, siendo los sufridores de las consecuencias de una regulación mal hecha.



¿Ha traído algo bueno esa extraña mezcla de regulación con prohibición?


La mejor aportación es que, a partir de ahora, Nueva Zelanda cuenta con un sistema para evaluar esas nuevas drogas que van a seguir surgiendo, y que dicho sistema -en teoría- se basará exclusivamente en criterios científicos y no políticos, como ocurría con las decisiones históricamente apoyadas sobre prohibición

Eso conduce a una cuestión obvia: ¿por qué no aplicar esos mismos criterios exclusivamente científicos a todas las drogas prohibidas hasta ahora? Así se podría evaluar cualquier sustancia prohibida frente a otras permitidas en base a los riesgos que se le suponen.




Pero aunque existe una nueva corriente que pide probar científicamente las viejas prohibiciones sobre drogas, las pruebas exactas sobre salud y seguridad en humanos que pasarán las drogas que pretendan ser aprobadas para su venta regulada, no han sido claramente especificados debido a la juventud de la ley y su escaso desarrollo todavía.

Por otro lado, el mayor riesgo que representa dicha reforma -aparte de la pérdida de derechos civiles que conlleva- es que entre esas drogas que están vendiendo en competición con el cannabis, aparezca una sustancia capaz de provocar horrores, como fue la Talidomida, sobre una población que confió en sus autoridades.

Estatua a las víctimas de la Talidomida.


De momento, sólo el paso del tiempo y la evolución de las normas que desarrollen, de forma concreta, la PSA en Nueva Zelanda dirán si el paso que han dado allí les servirá para encontrar una buena forma de salir del atolladero o si, por el contrario, las consecuencias de la mala planificación y las prisas para emitir una prohibición general con excepciones, no mejoren el escenario previo sino que lo empeoren.

Arnés para una persona
 sin brazos ni piernas
 afectada por la Talidomida,
 una "droga sin peligro para embarazadas". 



Agradecimiento: A la inestimable ayuda prestada por Julian Buchanan, profesor de Criminología de laUniversidad Victoria de Wellington, sin cuyas observaciones, datos y brillantes palabras que abren los ojos a la realidad, hubiera sido imposible dar una imagen ajustada de lo que en Nueva Zelanda llaman regulación.