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lunes, 14 de mayo de 2018

Karkubi, otra droga-fake inventada por la prensa.

Este texto fue publicado en Cannabis.es hace ya como un año.

Lo escribí en respuesta a otro de esos textos inventados escritos por el mayor cuentacuentos que escribe en ElMundo, Lucas de la Cal. No sé si el nombre viene de lo que esnifa porque el cerebro no lo conserva en buen estado, pero bueno, tan pronto se inventa una droga llamada "karkubi" hecha con hash y colorante rojo con pastillas machacadas, que NADIE HA VISTO JAMÁS, como te que escribe el relato más emotivo de lo de la pelea en el bar de Alsasua, por supuesto poniendo como héroes a los guardias civiles y sus señoras. Un mercenario todo-terreno de la pluma, este Lucas.




Hace unos días he visto que volvía a salir en la tele (incluso en RTVE) informaciones de una banda que falsificaba recetas de benzodiacepinas para venderlas en Marruecos, pero no existe ninguna drogas que cause ningún efecto distinto al del Valium que se toma tu madre para relajarse y dormir.

Todo falso, pero eso cuando se trata de drogas o de expandir la drogofobia, a la prensa nunca le ha importado. Y la dignidad de quien escribe, se compra con dinero en este caso.

No creáis nada de lo que leáis sobre el "karkubi" (pastilla en dialecto dariya en Marruecos), porque sólo podréis encontrar periodistas mintiendo o periodistas dando por buenos -como fuentes- a otros periodistas. Todos colegas apoyando la misma versión, porque vende mucho.

Lo dicho, han dejado su dignidad en el mismo lugar en el que abandonaron la verdad.

Esperamos que os guste y os sirva en este montón de mierda informativa.

Drogoteca.

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Karkubi.

Acabo de llegar de Marruecos (menos de una semana) y según estoy aún aposentando mi culo, me envían el enlace del nuevo despropósito informativo -conjunto de hechos ficticios mezclados con algunos reales y aderezado con las invenciones del autor- del inefable y desgraciadamente ya conocido por los mismos motivos, Lucas de la Cal.

El autor -por llamarle algo- es un cuentacuentos que trabaja para el grupo ElMundo, y que ha escrito páginas tan memorables (para el humor y/o la vergüenza periodística) como aquellas en las que decía haber contactado con “los camellos de la Burgundanga” a pesar de que jamás han existido semejantes entes, ni existe dicho mercado. Luego continuó con el falso relato de “su noche tomando burundanga con una amiga (¿médico?) que le controlaba” y que es un canto al despropósito absoluto, empezando por la imagen con la que quiere dar cierto cuerpo de veracidad a la sarta de mentiras inventadas que vomita: una foto en la que dice mostrar en su mano una “dosis de menos de 5 miligramos de escopolamina”, pero donde cualquier ojo entrenado (en cantidades y pesos a ese nivel) puede observar que hay casi un cuarto de gramo, 250 miligramos.


Esto son "menos de 5 miligramos" 
para dicho cuenta-cuentos de ElMundo, 
Lucas "el de la Cal".


Y la nueva entrega, de los cuentos fantásticos sobre drogas y terrores nocturnos varios de Lucas de la Cal, es “Karkubi, la pastilla roja española que excita a los marroquíes”. Nótese el intencional uso de las nacionalidades en el título, que tanto excita a la gente de ElMundo.

El cuento.

En esta ocasión, volvemos a tener la mayoría de los elementos típicos en las narraciones sobre drogas de la prensa generalista, donde se incluyen actos inventados y sin prueba alguna que hablan de horribles automutilaciones (un clásico) o agresiones brutales sin motivo alguno. Recuerden aquí el caso en que un enfermo mental arrancó el rostro de un mendigo, y que sirvió para la demonización mediática de las “bath salts” (penoso término que no define nada) en USA: cuando fueron a buscar en la sangre del atacante esa droga que le había convertido en caníbal y en un zombi resistente a las balas, se comprobó que no había droga alguna. Pero la contra-narrativa no suele tener la fuerza de la narrativa inicial, y ese hecho queda relegado al olvido (especialmente de los periodistas que escriben sobre drogas).

Tenemos también un nombre exótico como “karkubi” (que no es creación del cuentacuentos, sino anterior, pero que como no hablamos “Dariya” -el dialecto del árabe marroquí- pues la mayoría no podrá cuestionarlo) que tampoco representa nada en concreto, ya que sería como decir en nuestro idioma “una pastilla” o “una raya”, lo que para nada define la sustancia de la que se pretende hablar. 

En este caso, se nos presenta el asunto con un sugerente recordatorio: la pastilla roja, lo que resulta muy “Matrix” y es una invención pura y dura. No existe ninguna “pastilla roja” en circulación en el mercado de drogas de Marruecos (luego explico lo que hay), pero la idea de una pastilla roja resulta mucho más sencilla de retener que el exótico nombre en Dariya.

Y por último, un hecho con cierta base real que pueda ser desfigurado lo suficiente como para que encaje y hacer de dicho “totum revolutum” un cuento que sea pedagógico y educativo CONTRA las drogas: que dé miedo y aporte confusión en lugar de información. 

En este caso, el hecho usado para rescatar el viejo nombre de “karkubi”, pintarlo con colorante rojo e inventarse un falso laboratorio en Fnidek -nombre marroquí de “la ciudad” que cita, a 2 kms de la frontera de Ceuta- dirigido por un niño, es tan sólo que parecen haberse dado cuenta de que hay personas que falsifican recetas, sacan medicamentos financiados por el sistema nacional de salud, y los venden en el mercado negro. No parece nada nuevo, ni un gran descubrimiento, pero con la publicidad e invenciones adecuadas... ¡lo tiene todo!

La realidad.

En Marruecos existe un fuerte mercado de benzodiacepinas, abastecido por su propia farmacia, por la francesa, la argelina, la italiana, la española y todas las que le caigan cerca. Es muy común que haya “mulas” que bajan a por hashís a Marruecos y que, como parte de los bienes con los que realizar el intercambio por el producto deseado, llevan unas cajas de Valium o de Trankimazin. 

¿Por qué cito esas dos marcas en lugar de sus principios activos? Porque en una población que tiene más de un 75% de analfabetismo, la cosa no da para más que para guiarse por el nombre de las marcas y, para no ser engañado en la compra, procurar comprar siempre con el blíster que demuestre que es el compuesto deseado.

Dicho de otra forma: por una caja de Valium puedes fumar hashís una semana entera, pero no les des una caja de “diacepam”. Igualmente ocurre con el “Trankimazin”: mientras que la pastilla de 2 miligramos -el típico “ladrillo blanco”- se paga en el mercado negro a 5 euros o 50 Dirhams (puedes encontrar una pensión cutre donde pasar la noche por ese precio) no les des una caja de “alprazolam”, porque aunque sea lo mismo, no tiene el mismo valor en el mercado ya que la gente no lo reconoce como tal. El precio puede resultar bajo a nuestros ojos, pero no lo es a los ojos de quienes consumen dichas drogas.

Karkubi es el nombre genérico para referirse a los somníferos y ansiolíticos de tipo benzodiacepínico, y no el nombre de ninguna droga nueva, moda, ni pastilla roja existente, y confirmo hace horas la información con 2 marroquíes: el presunto periodista toma el nombre genérico para decir “pastilla para dormir” como si fuera “una preparación en concreto”, e inventa toda una trama alrededor.

Lo más curioso del asunto -a mi juicio- es el apetito que parecen tener los marroquíes por las benzodiacepinas, que si bien son drogas adictivas como otras muchas, su deseo por ellas supera a su deseo por otras drogas clásicas como los opiáceos (disponen de opio y paja de adormidera barata en todas las ciudades) o la baratísima cocaína que está entrando por toneladas en África y que, para llegar a Europa, ha de cruzar desiertos y países provocando hechos como que en Tánger se pueda comprar cocaína -de alta calidad- por menos precio que en España, lo que hace tan solo 5 años era algo impensable. 

Mi hipótesis al respecto de estas farmacófilas preferencias, y atendiendo a las peticiones sobre drogas que me hacen mis conocidos y amigos, es que la restricción que han sufrido sobre el alcohol (de forma cultural y religiosa) hace que los agonistas GABA -como son el etanol y la benzodiacepinas- les resulten especialmente interesantes

Si pregunto a un usuario de drogas marroquí qué querría que le trajera de España, me diría -de hecho, me dicen- que quieren botellas de alcohol, o benzodiacepinas. Ni MDMA, ni anfetamina, ni LSD, ni ninguna otra cosa: alcohol y pastillas.

El fenómeno relacionado con ese consumo, que sí existe pero no es nuevo, es similar al que se pudo ver en los 80 en España, cuando se mezclaban esas mismas drogas (benzodiacepinas) con alcohol en entornos de marginalidad y en asociación con delitos. Y sin embargo, ese mismo “Trankimazin 2 mg Ladrillo Blanco” que se paga a 5 euros en Tánger o Rabat, vale 1 euro en el mercado negro de cualquier ciudad española

De hecho, se suelen vender a ese precio en los puntos de venta de heroína y cocaína, para los fumadores de base de cocaína que no quieren tomar heroína, pero necesitan bajar la atroz ansiedad que produce el consumo de esa droga con algún fármaco que no sea alcohol. Pero en nuestra cultura, parece que no hay interés especial por estas drogas, precisamente porque ya tenemos incorporadas otras drogas que hacen lo mismo: en nuestro caso, el alcohol, que como las benzodiacepinas es un ansiolítico y agonista GABA.

Como digo, no existe ninguna “pastilla roja” en el mercado de drogas de Marruecos y aunque la hubiera, nadie compraría semejante invento: los yonquis de la calle suelen tener bastante más cultura farmacófila que los cuentacuentos de ElMundo. No existe ningún laboratorio en Fnidek, no hay ningún menor mezclando benzos y hashís con colorante rojo, y lo que resulta más evidente: en el pueblo (no llega a ciudad eso, y tengo decenas de amigos allí) más señero del tráfico interfronterizo entre Marruecos y España, donde se encuentran posicionados la mayoría de traficantes de grandes cantidades de hashís (sección transporte a península) nadie tendría una maquina de hacer pastillas, porque eso en Marruecos te supone una problema legal mayor y peor que el que te cogieran en una casa durmiendo sobre una tonelada de hashís (tengo un amigo que cumplió prisión, por ese mismo hecho).

Vamos, que el presunto negocio no renta ni en broma, y solo resulta creíble en el caso de que el lector no tenga conocimientos para cuestionarlo en su veracidad. Por cierto, que no sé si han reparado en ese detalle: nos cuentan como hacen todo el proceso de “la pastilla roja” pero se les ha pasado por alto la parte en que necesitas una maquinaria especial para la elaboración de comprimidos. Lo de tener a un menor de edad al cargo, ya resulta de chiste cuando pretenden pintar el simple “pitufeo” de pastillas hacia Marruecos como una mega operación empresarial.

En Marruecos -como he visto en las más de 20 veces que he ido- lo que sí puedes encontrar son esos mismos fármacos (vendidos en farmacias españolas entre otras, europeas o africanas) con recetas verdaderas o falsas. Pero ni los muelen, ni los mezclan con harina, ni con hashís, ni con colorante rojo (eso es parte de la “”leyenda de prensa de las primeras veces que se tocaba este tema), porque directamente destruirían el valor de los fármacos: nadie compraría una pastilla desconocida y fabricada en una casa, teniendo un mercado negro tan bien abastecido de especialidades farmacéuticas. 

Es todo una patraña enorme, como las que nos tiene acostumbrados la prensa de ese grupo editorial, y con un claro enfoque alarmista, amarillento (a pesar del color rojo de la inventada pastilla) y que vuelve a situar a su autor como la mayor cloaca de desinformación en prensa generalista sobre drogas.

Pero en este caso, ha ocurrido algo extra que nos permite ofrecer una reflexión más. Buscando por Twitter quienes estaban dando difusión a semejante sarta de mentiras, me encuentro una cuenta de un presunto neurobiólogo, que lo está difundiendo con su comentario extra: “drogas para destruir el cerebro y las sociedades”. 

Le interpelo y le digo que, si tiene formación en ciencia, no debería difundir desinformación y tonterías, y su respuesta es acusarme de estar defendiendo “mis máximos intereses” y que si quiero que “juegue con mi vida pero que no engañe a otros”. 

Aclaro al tipo que mis intereses están en que se informe científicamente y no se desinforme sobre drogas, y me responde que “conoce casos de recetas falsificadas para eso”. El “eso” no sé que cree que es, pero recetas falsificadas, conocemos todos y no es por una mega-red que fabrica una droga inventada por una cuentacuentos. Que se falsifican recetas, no da veracidad a nada salvo a eso mismo y punto.

Poco después su discurso empieza a cantar a “caldofrán del viejo”, a eminencia que reposa cómodo en sus certezas axiomáticas (y prominente posición) y me suelta que: “desprecia a las drogas” y que “sólo le interesan como problema social y de esclavitud”. 

Bueno, para muestra un botón y ahí está. Lo de despreciar cosas que son inertes, es una actitud curiosamente esquizofrénica en una mente científica (tampoco quiero inferir que este tipo la tenga). 

Es como despreciar la aspirina porque puede matar, el motor de vapor porque se usó en maquinaria de guerra, o Internet porque es una herramienta susceptible de ser usada para delinquir. Es falta de luces y de reflexión sobre lo que se pontifica, normalmente desde el desconocimiento más absoluto. 

Cuando hago notar al personaje que hablar de “las drogas” -como clasificación de ciertas sustancias- es ya algo totalmente acientífico, el tipo salta a una posición peor y más ridícula: dice que se refiere a las “drogas de abuso”. Como eso tampoco es una clasificación válida, le he propuesto que encuentre un término que le valga para señalar todas esas sustancias que odia, a ver si es capaz, ya que tiene todo tan claro al respecto.

La última perla que me ha dejado, es que entre “las drogas” él no incluye al alcohol (hombre, mira tú) y que "el volumen necesario para considerarlo “roga es enorme". Las dos afirmaciones ya desacreditan al interlocutor por completo para hablar de este tema, mostrando una parcialidad basada en criterios que nada tienen que ver con la ciencia y sí con la moral e intereses (del lobby del alcohol, en nuestro país nada despreciable) de un sector económicamente muy potentes, tanto que reciben -los fabricantes de alcohol, que no es droga- medallas por parte del Plan Nacional Sobre Drogas en nuestro país.




Pero no dejaba de preocuparme que un presunto científico fuera dándole pábulo a las mentiras de un medio de prensa, y más cuando son tan evidentes. Así que hice una búsqueda sobre el sujeto, de nombre Fernando de Castro Soubiret, y encontré que tiene un impresionante currículum en algunas áreas de alta especialización, con becas de esas de alto nivel (cobrando pastaza) que se gestan en los departamentos universitarios de los amigos y familiares, ya que de casta le viene al galgo. 

Muy especializado en cuestiones que nada tienen que ver con drogas (en el sentido común del término) pero que a pesar de esa especialización en un área que es ajena, es una de esas personas cuya formación sí le permitiría poner en duda la penosa información sobre drogas que se ofrece en ese texto y en otros del mismo autor.

¿Qué hace una persona que podría cuestionar todas esas tonterías dándoles pábulo en lugar de -públicamente- denunciarlas? Pues dar rienda suelta a sus convicciones morales, a sus creencias y alejarse (al abrir la boca) de todo aquello que huela a ciencia. 

Lo más triste, es que este caballero es un investigador que trabaja sobre enfermedades que se podrían beneficiar de muchas de esas sustancias que él califica de “drogas de abuso” excluyendo al alcohol (que de eso no se abusa según él), y que con semejante sesgo mental (casi “punto ciego”) a la hora de abordar temas que desconoce profundamente, deja claro que aunque tuviera la solución al mayor problema médico de la era delante de sus ojos, si dicha solución implicase tener que abrirse al conocimiento y abandonar las posiciones de su religiosa creencia contra las drogas, podría morirse la humanidad entera antes de que él lo viera: el fruto de sus trabajos, contendrá el sesgo que su mente imprime a lo que ve. Y eso es una limitación, triste y vergonzante para un presunto científico.

La desinformación sobre drogas y la drogofobia en los medios fueron institucionalizadas con el Pacto FAD hace ya lustros y, como podemos observar, han afectado a toda la sociedad llegando incluso a crear monstruitos dogmáticos -como el ya mentado- capaces de bloquear sus conocimientos de ciencia, con tal de no crearse disonancias cognitivas que les sitúen en la incómoda duda.

Después, un poco más de búsqueda sobre el sujeto me terminó de aclarar por qué no conseguiría hacerle razonar, y mucho menos retractarse de su comentario alabando semejante basura de artículo inventado. Y es que -el caballero- también escribe artículos en medios generalistas y, entre bomberos, es mejor no pisarse la manguera, que comen de la misma mano... ;)

Si quieres seguir publicando y cobrando, no te salgas del discurso editorial ni critiques lo publicado, ya sabes: no quieren periodistas sino mercenarios.



domingo, 7 de mayo de 2017

Ballena azul, reto paracetamol y otras mongoladas de la prensa

Este texto fue publicado en la revista VICE cuando ciertos medios en el extranjero empezaron a difundir información sobre un supuesto reto que consistía en tomar paracetamol hasta casi matarse (lo cual es sencillo, hace falta poco) y que en realidad era una invención de los propios medios, como siempre ávidos de noticias chorra y clickbait.

Lo mismo que ha pasado hace unos días en España con el supuesto reto de la ballena azul: aquí hay niños a los que les hace falta un buen tortazo, padres que no deberían tener la potestad y editores que son responsables de difundir ideas que, por desgracia, entre adolescentes movidos por las redes sociales, tienen su público. Lo mismo ocurre con las noticias escandalosas que llevan mezcla de hechos reales e inventados, como el inefable karkubi al que el más inefable Lucas de la Cal ha rebautizado como "pastilla roja" relanzando sus cuentos en prensa. Una desgracia como otra cualquiera.

Esperamos que os guste.


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El “Reto Paracetamol” puede matarte pero, ¿es real?

Tenemos prisa. Mucha prisa.
El consumo de noticias escandalosas en los medios empieza a alcanzar proporciones epidémicas, empujado por un público que ya no lee en profundidad sino que rasca la superficie rebotando de un titular curioso a otro titular más llamativo aún. Eso ha generado una cultura del "todo vale" en algunos medios del Reino Unido que, sumada a la guerra contras las drogas -en la que todo vale-, está dando rienda suelta a las fantasías más estúpidas de algunos "periodistas". La última es el "Reto Paracetamol".
De primeras no llama mucho la atención; con ese nombre me suena a promoción de medicamento, como si fuera pasta de dientes o un yogur para ir al WC como un reloj. Pero es "la nueva locura entre adolescentes" descubierta por los medios de UK. Descubierta y redescubierta, porque a la primera no se explotó bien el asunto.
El "Reto Paracetamol" o #ParacetamolChallenge es una leyenda urbana de reciente creación. En este caso, como en el de otros conocidos hoax, se alerta a los padres sobre comportamientos peligrosos de sus hijos en edad escolar. En España, hace unos años, circuló con fuerza una leyenda urbana sobre niños de escuela consumiendo LSD en pegatinas con una estrella azul, que incluía hasta un informe -falso- de un médico de un servicio de pediatría de Sevilla. La gente suele cooperar con la difusión del mismo en base a que pretenden alertar a otros de un mal que acecha a sus hijos y que tal vez no conozcan, provocando el efecto de una profecía autocumplida: creando tendencia.
Por supuesto que la historia de la estrella azul y la LSD no hizo que ningún escolar lo consumiera por la moda de la noticia: no venden LSD en las puertas de los colegios a los niños. Pero en este caso es distinto: ¿quién no tiene a su alcance paracetamol?
La cosa parece arrancar de unos comentarios de un responsable educativo de Ayrshire en Escocia, que supuestamente recibió el aviso de la policía de que había jóvenes retándose unos a otros a tomar sobredosis de analgésicos comunes a través de las redes sociales.Todo surgía a raíz de un supuesto caso de sobredosis de paracetamol en un adolescente, lo cual no debe sorprender a nadie: es la primera causa de fallo hepático por sobredosis de medicamento en buena parte del mundo.
Desde que los tabloides publican la noticia en el mes de marzo, no volvemos a tener noticia de nada semejante relacionado con el paracetamol hasta el día 5 de mayo, cuando una radio local anuncia en Twitter que va a hablar, entre otras cosas, del #ParacetamolChallenge que está poniéndose de moda en las redes sociales que usan los jóvenes. Y una policía que dice haber oído hablar de ello, les sigue la corriente. La última locura adolescente, dicen.

La cosa consiste, según cuentan, en algo muy simple y estúpido: tomar paracetamol en dosis superiores a las seguras. ¿Para qué? Para nada. El paracetamol no coloca, no produce ningún efecto agradable, sedante, estimulante o psiquedélico. No hace nada salvo bajarte la fiebre si tienes y quitarte algún dolor leve, y si lo tomas en dosis excesivas, pues destrozarte el hígado ofreciéndote una muerte segura en unos días como mucho. Según argumentan, la base del asunto es el reto en sí mismo y no la búsqueda de efectos psicoactivos, en una especie de juego impuesto por la presión grupal. Un juego similar a correr con una bicicleta contra un muro y ver quién es el último que frena -el más valiente se supone- o a reírse de cómo "los valientes" se estampan contra el muro con ayuda de sus bicis. ¿Realmente tenemos una juventud tan gilipollas? Yo creo que no. Lo que tenemos es mucho gilipollas trabajando en medios, necesitando algo que contar que atraiga incontables visitas, lectores u oyentes.
Esta última locura de adolescentes -que no parece tener base real alguna- no es una cosa aislada. Los medios crean y manipulan, convirtiendo cosas simples en supuestas tendencias que, de ser ciertas, indican que la selección natural está obrando con aceleración. ¿Recuerdas haber jugado en tu infancia a "algún juego para marearte o perder el conocimiento"? No es tan extraño, muchos hemos jugado a esas cosas en nuestros años de escuela. El que yo recuerdo haber probado, consistía en hiperventilarse en clase de gimnasia y hacer al mismo tiempo ciertos ejercicios con los brazos hasta no poder más: en ese momento te tumbabas en el suelo, estirabas los brazos y entre el cansancio provocado más el aturdimiento por una respiración poco fructífera, la sensación era que tu cuerpo se hundía en una pesada carga plomiza mientras tus brazos parecían alzarse sin peso alguno sin que pudieras evitarlo. Un juego de niños, no muy recomendable, pero que jugábamos delante de los profesores en la escuela como parte de la búsqueda de efectos psicoactivos a nuestro alcance. Por supuesto, de estos mismos juegos existen versiones mucho más peligrosas en que no se trata de hacer un sobre-esfuerzo sino de provocar la asfixia o el corte del riego sanguíneo a la cabeza, provocando la pérdida de consciencia inmediata.
De un juego así se trataba cuando los mismos medios sensacionalista inventaron -a raíz de una muerte real- la locura adolescente del mes de abril: la locura del "Dormilón" o "Sleeper Craze". El terror que recorría todas las escuelas del país, provocando que los niños jugasen a asfixiarse unos a otros. ¿Es cierto que hay niños que se implican en estos juegos? Sí, es cierto en casi todos los lugares y muchas veces provoca resultados fatales. Pero de ahí a que sea una tendencia viralizándose, en la que los jóvenes enloquecen por ahogarse, hay mucha distancia.
Aunque lo de las "locuras" cíclicas no solo llegan del mundo real. Un sacerdote de la Iglesia Católica en EE.UU. se ha apresurado a advertir que la locura de "Charlie Charlie" -sí, también locura: "Charlie Charlie Craze" le dicen- es peligrosa para quien la practique. Corre el riesgo de atraer espíritus y demonios al convocarlos sobre un papel, dos lapiceros y las palabras "SÍ" y "NO" escritas. Al parecer la cosa es tan simple como convocar a "Charlie", un ocupado espíritu, diciendo "Charlie, Charlie, estás ahí?" y a continuación preguntándole a los dos lápices cruzados si tu novio te pone los cuernos, si vas a ganar la lotería o si te vas a casar con la chica de tus sueños. Y parece ser que el condescendiente espíritu te contesta. Flipa.Sobre todo porque Charlie se supone que es un espíritu mexicano. Y porque el medio que lo publica invitaba a sus lectores a probar esa locura: en este caso era claro que no tenían ningún escrúpulo en darle bombo al estúpido juego.
En el caso del #ParacetamolChallenge existe un aspecto preocupante: dar ideas a los chavales. Muchos dirán que hablarles de drogas -en un contexto de reducción de riesgos- es también darles ideas, por darles información útil sobre cómo colocarse. Bueno, puede ser.
Desde luego la información que se facilita a los jóvenes -cuando se les forma sobre las drogas que hay en su medio- busca dar herramientas para que, respetando sus decisiones, se puedan evitar los daños asociados a consumos "poco sensatos" de drogas. Pero crear de la nada una tendencia, que se lanza el día 5 de mayo, pasan semanas sin escuchar nada al respecto, y hace dos días vuelve a resurgir con fuerza, es inmoral. Lo es porque es falsa, porque no hay adolescentes hablando del Reto Paracetamol en las redes y menos aún retándose a tomar sobredosis de analgésicos accesibles a cualquiera. Si alguien se toma la molestia de leer el hashtag #ParacetamolChallenge verá que precisamente lo que falta en él, son los supuestos protagonistas de dicha tendencia viralizándose.
No es parece creíble que haya nadie buscando ingerir fármacos sin esperar una recompensa psicoactiva por ello -aunque no esté acertado en su elección- en un contexto adolescente y nada terapéutico. Pero mezclando unas locuras y otras, no resulta descabellado pensar que en este caso los medios están induciendo una tendencia que, si se imita o si se malinterpreta pensando que dosis altas de paracetamol tienen un efecto agradable, puede acabar llegando a oídos de algún poco informado adolescente, y en ese caso acabar provocando daños reales o la muerte.
La muerte por sobredosis de paracetamol no es agradable. Y es común, bastante. En USA se producen unas 56.000 intervenciones de emergencia por sobredosis de paracetamol, de las que se derivan 2.600 hospitalizaciones y unas 460 muertes por fallo hepático agudo, cada año. Ahora imagina el resultado de jugar al Reto Paracetamol: molestias estomacales, sensación de malestar, tu hígado deja de funcionar, los metabolitos de la bioquímica de tu cuerpo dejan de ser procesados, tu hígado se muere a gran velocidad mientras caes en un estado extraño producido por toda la mierda no procesada por el hígado, sopor, picores por todo el cuerpo, delirio y movimientos incontrolados incluso durante el coma que acaba por llevarte a la muerte.
El Reto Paracetamol, además de ser otra invención de los medios, puede matarte.
No tengas duda de que tomadas de golpe, unas pocas pastillas de esa medicación presente en todas las casas, lo harán. 
Si tienes apego a la vida, no hagas tonterías.