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martes, 20 de diciembre de 2016

Católica cocaína... ¡¡Oh, blanca Navidad!!

Esta entrada fue publicada en el portal Cannabis.es, y me ha apetecido publicarla ahora que está calentito todo el revuelo por el cartel de la serie "Narcos" en la puerta del Sol en Madrid, con la frase "Oh, blanca Navidad" junto a la imagen del actor que representa a Pablo Escobar.

Me parece que la reacción de muchos -incluida la policía en las redes sociales- que han clamado contra el anuncio es simplemente hipocresía representada mientras quedan con su camello, para que les pase 4 ó 5 gramitos de cocaína con los que pintar de blanco su Navidad.

De la cocaína nos contaba Escohotado en su impagable obra -que en parte debemos a los infortunios que sufrió él por su relación con esta sustancia- que era un tónico que ningún animal rechazaba, del elefante al caracol. Y aquí traemos el ejemplo de otro más: un sacerdote católico, que bendice su nariz con esta sagrada cocaína.

Llega la Navidad, así que recordad que es mejor pillar antes y analizar que hacerlo a última hora.
Sed prevenidos y regresad todos tras las fiestas, no queremos bajas.
Aquí os quedáis con esta nevada de anestésico local.
Disfrutad.

:))

PS: El magnífico -e irónico- gráfico que acompaña al texto es obra de Gonzalo, un crack que era el director de Cannabis.es hasta hace poco tiempo. Desde aquí un cariñoso saludo con mucho respeto y admiración por su trabajo. :))


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Católica cocaína...


Ayer noche un buen amigo -y autor en esta página- me envió una noticia que me encantó. Me hizo volver a revivir una vieja conversación que tuve con otro más viejo todavía amigo, sobre drogas y teología. Al grano.



La cosa es que han pillado -o se la han jugado- a un cura en el Reino Unido y le han grabado metiéndose unas lonchitas de cocaína

¡¡OH MY GOD!! Yes, baby. El sacerdote, en lugar de abusar sexualmente de menores, como haría uno respetable, está esnifando farlopa tranquilamente mientras charla con un amigo. No hay desmadre, ni alteración, ni nada extraño en el comportamiento de este párroco. El comportamiento no, aunque su entorno es algo más preocupante: parece la casa de Lemmy -Lemmy es Dios- de los Motörhead


¿La casa está muy guarra? A Lemmy tuvieron que comprometerse a limpiarle la cocina, antes de que les diera permiso a unos amigos para grabar un documental sobre su vida. Pero no es eso. La casa está normal. Lo único que en el vídeo se observa un águila de metal -que podría ser el peluche de Hitler- y una gorra que podía habérsela robado a Lemmy en un descuido: parafernalia NAZI.
¿Qué hace la casa de un párroco decorada con parafernalia nazi? Según él, es que la casa es vieja y tal, si eso ya tal (porque la casa no es TAN vieja). Pero bueno, volvamos a nuestro tema que, si no, se lo lleva el viento. 
Unas rayas de -supuestamente- cocaína puestas en una bandejita delante del cura, a quien se le oye decir una frase que todos hemos dicho cuando nos ponen delante unas rayas de cocaína y nos dan un billete enrollado: “no debería”. No debería pero se mete la loncha de un tirón, como todos. [No puedo evitar escuchar esta música en mi cabeza al leer esto.]


¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? Para mí nada. Y en realidad, para la doctrina de la Iglesia Católica, tampoco, pero eso os lo cuento luego. 

Para los ingleses, que son tan impresionables, está cometiendo un pecado imperdonable, un delito de consumo (porque allí consumir una droga prohibida, es tu delito y no tu derecho) de una droga de clase A y, además, el agravio de haberse realizado en “suelo santo” o en terrenos de la iglesia. 

Como he dicho antes, ya que el consumo de drogas es algo que la Iglesia Católica en su doctrina -actual- no tiene sancionado, es otro reparo de clase moral. Y al final todo queda en eso, porque nadie le va a pedir al cura que se someta a una prueba de drogas y tampoco ello demostraría que ese vídeo es del consumo de esa droga: adiós delito.


Que sí; que es blanco, con plumas, flota en el río y dice “cuac”: es un pato. Pero otra cosa es que aunque todos “sepamos” lo que es ese polvo blanco que esnifa, podría ser cafeína que es legal. Y por eso nadie le puede decir nada en el plano legal, aunque lo van a trizar igualmente al pobre hombre.

No se metió unas rayas dando misa, o en la sacristía antes de empezar para consagrar a toda hostia, no. Lo hizo tras “su trabajo”, como muchos policías, jueces y funcionarios de prisiones se meten rayas y lo que haga falta, tras su trabajo (los responsables, los otros no distinguen de horarios). 

¿Qué problema hay?

Cocaína, el nombre del problema tan blanco como la sotana del actual Papa Paco. Que ahora no está de moda la farlopa en el Vaticano, aunque no siempre fue así. No hay texto sobre la cocaína que no mencione al famoso Vino Mariani y al Papa León XIII, quien como gran aficionado al vino con farlopa le concedió una medalla papal al fabricante de tan delicioso -y católico, porque estos no dan medallas al enemigo- producto: vino farlopero. 

No es que la Iglesia Católica no haya perseguido las drogas: lo ha hecho con ahínco, que le pregunten a Sudamérica desde hace 500 años. Ha perseguido las que no le servían, gustaban o controlaban, y que no eran su santo vino.

No es casualidad que el primer milagro de aquel que estos señores dicen que era Dios, fue porque su madre le pidió que surtiera de drogas a un banquete de bodas: “hijo mío, ya que tienes poderes, trae droga para todos los invitados, cagando leches, que se nos termina la fiesta”. 
Y Jesús, obediente él, agarró unas garrafas de agua y las convirtió en -lo que los asistentes creyeron que era- un vino de la hostia, nunca mejor dicho. Es decir, lo primero que hizo fue una droga dura. ¡Coño, seamos sinceros! ¡Que era un menor! ¿Ya nadie piensa en los niños hace 2000 años o qué?

Iglesia Católica Revisited. ;)

Ya sé que la Iglesia Católica actual -el colegio gerontocrático que está en el poder en dicha secta- no ve con buenos ojos a “las drogas” como ente genérico y no pretenden entrar a hacer distinciones tampoco. 
Pero a nivel “legal dentro de la Iglesia Católica” o nivel canónico, el consumo de droga (no se distinguen legales o no, salvo su vino) siempre que no resulte incapacitante para quien lo efectúa -lo que sería equivalente en cierta forma a un suicidio lento a nivel moral para el magisterio católico- no llega ni a pecadillo venial. Es mucho más grave, pregunten a cualquier sacerdote BIEN FORMADO en teología y derecho canónico, hacerse una paja. Pecado mortal.

Hace unos -muchos ya- años tuve el honor de entrevistar a Xabier Pikaza sobre este tema de las drogas y otros, a raíz de las declaraciones (opiniones) más extemporáneas que oportunas de un obispillo sobre el temita. Xabier Pikaza es un teólogo, de los que muchos llamarían “teólogos malditos”. 
Ha sido sacerdote mercedario (Orden de la Merced que, originariamente, se intercambiaban ellos mismos a cambio de prisioneros de los musulmanes, tras las cruzadas, para liberarles) la mayor parte de su vida, y siempre estuvo enfrentado con Roma (o Roma enfrentada con él). 

Tanto es así que era profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca (uno de los bastiones teológicos del pensamiento) sin que Roma le hubiera concedido el “Nihil Obstat” o “no hay problema” (un permiso), para que pudiera dar clase de ciertas asignaturas: demasiado peligrosas las ideas de este tipo.... que llegó a cuestionar la virginidad de la virgen, o a decir que lo más probable que pudo haber ocurrido con el cuerpo de Jesús, fue que acabase en una fosa común con el resto de cadáveres que el sistema romano generaba. 
Y ya sabéis que la Iglesia Católica y la sinceridad absoluta, pues no se llevan del todo bien. Al final Xabier Pikaza, acabó por dejar los hábitos de una secta que le trató más como un enemigo que como a uno de los suyos, aunque sus ideas fueran complicadas de aceptar y fuera una voz crítica.



Cuando le pedí que me explicase un poco lo que -en realidad y no a nivel de cura maniqueo- decía la Iglesia Católica sobre las drogas en su doctrina (lo demás, son opiniones personales) me aclaró que la doctrina católica no tiene nada contra las drogas, sino contra aquello cuyo uso dañe al individuo, llegando a plantearlo como un problema sólo cuando es equivalente a una forma de suicidio: muy similar a lo que hace un fumador crónico con su cuerpo o un alcohólico con el suyo, la sustancia no les importa a día de hoy, porque en el pasado llegó a haber penas hasta de muerte por consumo de sustancias que hoy en día encontramos en cualquier bar del país.
Y los sacerdotes, no dejan de ser humanos. Si el Papa podía meterse cocaína sin que ello fuera un problema, cosa que seguramente haría en suelo santo porque vivía -como el resto de Papas- en el alicatado Vaticano... ¿qué ha hecho mal este cura metiéndose unas rayas de cocaína? ¿No las bendijo antes? La carne es débil, comprendamos. Y este ministro de Dios no ha “molestado” a ningún niño. 
¿Quién le va a tirar la primera piedra por haberse dejado engañar y ser grabado metiéndose una loncha mientras charla con un amigo?

Como me dijo en su día Xabier Pikaza, y se ocupó de dejarme muy claro, de existir Dios y si ese Dios era Jesús, “para Jesús no hay más que un pecado, que es no amar, es decir, no compartir la vida con los demás, en un sentido activo y receptivo”. 

Dicho de otra forma: si Dios existe se va a preocupar mucho más de cómo has tratado a tus semejantes que de las rayas que te metiste cuando el ser humano decidía tener la cocaína como delito. 
A Dios, Jesús, Alá, o Buda, se la pela mucho lo que te metas mientras no te estés matando con ello, vamos, que tampoco es que aplaudan el suicidio químico, pero no se meten en lo que te metes, valga la redundancia.

Si alguna vez te topas con un cura ladrando contra las drogas, pídele que se ciña al derecho canónico y a la doctrina oficial -magisterio- de la Iglesia Católica. Es más fácil eso que el que te encuentres uno metiéndose cocaína. Y nosotros, no tenemos la culpa de que esos ministros del crucificado no conozcan bien sus propias enseñanzas.

¡¡Ama, ama, ama!!
¡¡Y ensancha el alma!!

viernes, 20 de agosto de 2010

PIHKAL EN CASTELLANO (FRAGMENTO)

Como os habíamos dicho, la traducción de PIHKAL está en un proceso de "afinación" e interpretación a la hora de escoger los términos usados para describir ciertas experiencias, emociones, estados y sensaciones. Pues para ir abriendo boca, los traductores amablemente nos han hecho llegar un fragmento del borrador (bueno, lo envían completo pero sólo con permiso para publicar este fragmento de la introducción).

En este fragmento, Sasha -el Dr.Shulgin- da una pormenorizada argumentación de sus ideas y postulados en lo referente a las drogas, las psiquedélicas y las que no lo son, y hace una breve revisión de lo que subyace tras la semilla de la guerra contra las drogas, y lo que al fin y al cabo no es más que una guerra contra la propia libertad del individuo.




Y por lo demás, sólo queda disfrutar de las palabras, esta vez en castellano, de una de las más sobresalientes mentes de la historia contemporánea.

Esperamos que os guste.

PS: Por cierto, que no se nos olvide deciros a todos que el libro "Cocaína", editado por Amargord y coordinado por el Dr.Jose Carlos Bouso ha salido ya a la venta!! Incluye una interesante parte sobre la extracción de cocaína partiendo de hoja de coca fácilmente adquirible a manos de un viejo cocinero conocido de esta web... Lady Lovelace.
Mis felicitaciones a todos aquellos que lo han hecho posible.

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La filosofía tras la escritura de PIHKAL.

Soy farmacólogo y químico. He pasado la mayor parte de mi vida adulta investigando la acción de las drogas; cómo son descubiertas, qué son, qué hacen, de qué forma pueden ser útiles – o dañinas. Pero mis intereses se encuentran algo alejados de lo que es el grupo de conocimientos mas habituales de la farmacología, en un área que he encontrado mucho más fascinante y agradecida, y es el área de las drogas psiquedélicas.
Los psiquedélicos podrían ser bien definidos como compuestos que no son físicamente adictivos y que temporalmente alteran el estado de nuestra propia consciencia.

La opinión prevaleciente en este país (USA) es que hay drogas que tienen un status legal y que además son relativamente seguras o que tienen riesgos que son aceptables, y que hay otras drogas que son ilegales y que no tienen ningún lugar legitimo en absoluto dentro de nuestra sociedad. Aunque esta opinión es ampliamente sostenida y vigorosamente promocionada, yo creo sinceramente que está equivocada. Es un esfuerzo por pintar las cosas de blanco o de negro, cuando, en este área, como en la mayor parte de las de la vida real, la verdad es de color gris.

Dejenme explicar las razones que sustentan mi creencia.

Toda droga, legal o ilegal, nos otorga algún tipo de recompensa. Todas las drogas presentan algún riesgo. Y todas las drogas pueden ser objeto de abuso.
Finalmente, en mi opinión, corresponde a cada uno de nosotros evaluar los beneficios y los riesgos y decidir cuales son los que pesan más en cada caso.
Los beneficios incluyen un amplio espectro. Incluyen cosas como la curación de una enfermedad, suavizar el dolor físico y emocional, provocar embriaguez, y la relajación. Algunas drogas -esas que son conocidas como psiquedélicos- nos permiten una visión interior mejorada y la expansión de los propios horizontes mentales y emocionales.

Los riesgos son igualmente variados, oscilando entre el daño fisiológico y el colapso psicológico, la dependencia, y la violación de la ley. Tal y como existen diferentes tipos de recompensa para los diferentes individuos, existen también diferentes riesgos. Una persona adulta debe tomar su propia decisión sobre hasta que punto decide exponerse o no al efecto de cada droga en concreto, sea una droga adquirible por prescripción medica o sea una que esta prohibida por la ley, sopesando los potenciales beneficios y problemas con relación a su personal escala de valores. Y es en este punto donde estar bien informado juega un rol indispensable. Mi filosofía al respecto puede ser destilada en cuatro palabras: permanece informado, luego decide.

Personalmente he escogido ciertas drogas que son de suficiente valía para compensar los riesgos que conllevan; otras, considero que no resultan de suficiente valía. Por ejemplo, bebo una moderada cantidad de alcohol, generalmente en forma de vino, y -hasta el momento presente- los análisis de mi función hepática son completamente normales. No fumo tabaco. Era un fumador, de los de alto consumo, y luego lo dejé. No fueron los riesgos para la salud los que me hicieron dejarlo, sino el hecho de que me había convertido en un completo dependiente del tabaco. Eso era, según mi punto de vista, el caso de un precio inaceptablemente alto a pagar.

Cada decisión de ese tipo es asunto mio, basándome en lo que sé sobre dicha droga y lo que sé sobre mi mismo.

Entre las drogas que son a día de hoy ilegales, he decido no usar marihuana, ya que la ligera embriaguez mental y esa benigna alteración de la consciencia, no me compensan lo suficiente frente a una sensación incómoda de estar perdiendo el tiempo.

He probado la heroína. Esta droga, por supuesto, es una de las mayores preocupaciones de nuestra sociedad, a día de hoy. A mi me produce una soñadora tranquilidad, sin matices asperos de molestias, estrés o preocupaciones. Pero al mismo tiempo hay perdida de motivación, de capacidad de respuesta, y de las ganas de hacer cosas. No es ningún miedo a la adicción lo que provoca mi desinterés por la heroína; lo provoca el hecho de que bajo su influencia, nada parece ser suficientemente importante para mi.

También he probado la cocaína. Esta droga, especialmente en su famosa presentación como “crack”, es un asunto popular actualmente. A mi, la cocaína me resulta un agresivo activador, un estimulante que me da una sensación de poder y de estar completo con ello, en la cima del mundo. Pero hay al mismo tiempo la inevitable certeza, subyaciendo, de que eso no es poder realmente y de que realmente no estoy en la cima del mundo, y que, cuando los efectos de la droga hayan pasado, no habré ganado nada con ello. Hay una extraña sensación de estar viviendo un estado que es una mentira. No hay reflexión. No hay aprendizaje alguno. A su propia y distintiva manera, . la cocaína me resulta una droga de escape tanto como la heroína. Con cualquiera de ellas, escapas de lo que eres, o -siendo mas preciso- de lo que no eres. En ambos casos, recibes alivio durante un breve periodo de tiempo del tener que estar  enfrentándote a tus carencias. Francamente yo prefiero encarar mis insatisfacciones en lugar de huir de ellas; de esa forma yo encuentro, finalmente, una satisfacción muchísimo más grande.

Con las drogas psiquedélicas, yo creo que, para mi, los pequeños riesgos (alguna experiencia ocasionalmente difícil, o quizás algo de malestar físico) son más que aceptables dado el potencial que ofrecen para el aprendizaje. Y ese es el motivo por el que yo he elegido explorar este área concreta de la farmacología.

¿Qué quiero decir cuando hablo del potencial para el aprendizaje? Es una posibilidad, no una certeza. Puedo aprender, pero no estoy obligado a hacerlo; puedo obtener nuevos enfoques sobre posibles maneras de mejorar mi calidad de vida, pero sólo con mi propio trabajo y esfuerzo conseguiré los cambios deseados.

Dejenme intentar hacer más obvias algunas de las razones por las que encuentro la experiencia psiquedélica como un tesoro personal.

Estoy totalmente convencido de que existe una enorme cantidad de información incrustada dentro de nosotros, con kilómetros de conocimiento intuitivo que se encuentra cuidadosamente colocado en el material genético de cada una de nuestra células. Algo similar a una biblioteca que contiene una incontable cantidad de tomos de referencia, pero para la que no tenemos una ruta clara de entrada. Y, sin algunas formas para acceder a ella, no hay forma de empezar siquiera a indagar sobre hasta que punto llega y de que clase es la información que se encuentra allí dentro. Las drogas psiquedélicas permiten la exploración de ese mundo interior y las intuiciones sobre su naturaleza.


Nuestra generación es la primera en la historia que ha hecho de la búsqueda del autoconocimiento un delito, si esa búsqueda se realiza con la ayuda de plantas o compuestos químicos para abrir las puertas de la psique. Pero la necesidad de alcanzar el conocimiento está siempre presente, y aumenta su intensidad a medida que uno se va haciendo mayor.

Un día, mirando el rostro de una nieta recién nacida, te descubres a ti mismo pensando que su nacimiento ha creado un tapiz sin costuras en el tiempo ya que fluye desde el ayer hasta el mañana. Te das cuenta de que la vida aparece en diferentes formas y con diferentes identidades, pero que sea lo que sea aquello que le da forma a cada nueva manifestación, no cambia en absoluto.

“¿De dónde viene su exclusiva alma?” te preguntas, “Y, ¿a dónde irá mi única alma? ¿Hay realmente algo más ahí fuera, tras la muerte? ¿Hay algún propósito en todo ello? ¿Hay algún tipo de orden y estructura que haga que todo cobre sentido, o que debería hacerlo, si pudiera llegar a verlos?” Sientes la necesidad de preguntar, de investigar, de usar el poco tiempo que te pueda quedar en la vida para encontrar formas de atar todos esos cabos que quedan sueltos, la necesidad de comprender aquello que exige ser comprendido.

Esta es la búsqueda que ha sido parte del ser humano desde la misma aparición de la conciencia. El conocimiento de su propia mortalidad -conocimiento que le sitúa en un lugar distinto al resto de sus colegas animales- es lo que dota al Ser Humano del derecho, el permiso para explorar su propia alma y espíritu, para descubrir lo que pueda encontrar sobre los componentes de la psique humana.

Cada uno de nosotros, en algún momento de su vida, se sentirá como un desconocido en la tierra extraña de su propia existencia, necesitando respuestas a preguntas que han surgido de la profundidad de su alma y que no se desvanecerán una vez aparecidas.

Tanto las preguntas como las respuesta proceden de la misma fuente: uno mismo.

Esta fuente, parte de nosotros mismos, ha sido llamada de diversas formas a lo largo de la historia, y su nombre más reciente es “lo inconsciente”.
Los Freudianos desconfían de él, mientras que los Jungianos están maravillados con él. Es la parte que hay dentro de ti y que mantiene el control cuando tu mente consciente navega a la deriva, que te da el sentido de lo que debes hacer en una situación de crisis, cuando no hay tiempo disponible para el razonamiento lógico y la toma de decisiones conscientes. Es el lugar donde se encuentran nuestros ángeles y demonios, y todo lo que entre esos dos extremos puede existir.

Esta es una de las razones por las que sostengo que las drogas psiquedélicas son tesoros. Ellas nos pueden facilitar el acceso a las partes de nosotros mismos que contienen respuestas.
Pueden hacerlo, pero como dije antes, no tienen porque hacerlo y no lo harán, a no ser que esa sea la razón por la que estén siendo usadas.

Depende de ti el usar estas herramientas bien y de la forma correcta. Una droga psiquedélica puede ser comparada con la televisión. Puede ser muy reveladora, muy instructiva, y -con una cuidadosa selección de los canales- el medio por el que extraordinarias intuiciones pueden alcanzarse. Pero para mucha gente, las drogas psiquedélicas son una manera más de entretenimiento; nada profundo se esta buscando, por lo que -normalmente- nada profunda será la experiencia obtenida.

El potencial de las drogas psiquedélicas para facilitarnos acceso al universo interior, es, según yo creo, su más valiosa virtud.

Desde los primeros días de su tiempo en la Tierra, el ser humano ha buscado y usado ciertas plantas que han tenido el efecto de alterar la forma en que se interactúa con su mundo y se comunica con sus dioses y consigo mismo. Durante varios miles de años, en toda cultura conocida, ha existido un cierto porcentaje de la población -normalmente un chamán, un curandero o un hombre medicina- que ha usado esta o aquella planta para alcanzar una transformación de su estado de consciencia. Estas personas han usado dicho estado alterado de consciencia para ampliar sus habilidades diagnósticas y para hacer uso de las energías curativas que se encuentran en el mundo de los espíritus. Los lideres tribales (en civilizaciones posteriores, las familias reales) presumiblemente usaron las plantas psicoactivas para aumentar sus intuiciones y sabiduría como gobernantes, o tal vez simplemente para invocar las fuerzas de poderes destructivos y tenerlas como aliados en batallas venideras.

Muchas plantas han sido descubiertas para encajar en ciertas necesidades humanas. El dolor indeseado ha estado con la humanidad desde siempre. Tal y como nosotros hoy tenemos nuestros usuarios de Heroína (o de Fentanilo o de Demerol), durante los siglos pasados el rol de la analgesia ha estado en la planta del opio en el Viejo Mundo y de la datura en el Nuevo Mundo, solanáceas en Europa y el norte de África, como el beleño negro, la belladona, o la mandrágora, por nombrar unas cuantas. Incontables personas han usado esta forma de amortiguar el dolor (tanto físico como psíquico), lo cual implica deslizarse dentro de un mundo de ensueños. Y, aunque estas herramientas han tenido muchísimos usuarios, son una minoría los que aparentemente han abusado de ellas. Históricamente todas las culturas han incorporado estas plantas a su vida diaria, y han obtenido más beneficios que daños provenientes de ellas. Nosotros, en nuestra propia sociedad, hemos aprendido a amortiguar el dolor físico y a rebajar nuestro nivel de ansiedad con el uso médico de drogas que han sido desarrolladas imitando los alcaloides presentes en estas plantas.

La necesidad de encontrar fuentes de energía adicional ha estado con nosotros desde siempre. Y, al igual que nosotros tenemos nuestros usuarios de cafeína y de cocaína, durante siglos las fuentes naturales han sido el mate, el té, y la planta de coca del Nuevo Mundo, la planta de khat de Asia Menor, la nuez del árbol de cola en el norte de África, el kava kava y la nuez de betel del este de Asia, y la efedra en todas las partes del mundo. De nuevo, muchos tipos de personas -el campesino, encorvado bajo un montón de leña, cargando con ella durante horas a través de un sendero montañoso; el médico en tareas de emergencia que lleva dos días sin poder dormir; el soldado bajo fuego enemigo, incapaz de descansar- han buscado el empuje y acicate de la estimulación. Y, como siempre, ha habido unos pocos usuarios que han elegido abusar de este proceso.

Entonces, existe la necesidad de explorar el mundo que se encuentra más allá de los inmediatos límites de nuestros sentidos y nuestra comprensión; esto, también, ha acompañado a la humanidad desde su inicio. Pero en este caso, nuestra sociedad norteamericana no-nativa, no ha aceptado el uso de dichas plantas o compuestos químicos, que abren camino en nuestra capacidad para ver y sentir. Otras civilizaciones, durante cientos de años, han usado el peyote, los hongos que contienen psilocibina, la ayahuasca, cohoba y yagé del Nuevo Mundo, la alharma, el cannabis y el Soma del Viejo Mundo, y la iboga de África, para esta exploración dentro del inconsciente humano. Pero nuestra moderna clase médica, en conjunto, nunca ha aceptado estas herramientas para la auto-observación o para ser usadas en terapia, y por lo general permanecen como inaceptables. A la hora de establecer un equilibrio de poder entre aquellos que nos curan y aquellos que nos gobiernan, se ha llegado al acuerdo de que la posesión y el uso de estas extraordinarias plantas ha de ser un delito. Y que el uso de cualquier compuesto desarrollado en imitación a los que estas plantas poseen, aunque hayan mostrado mayor seguridad y eficacia en su acción, han de ser también constitutivos de delito.

Somos una gran nación con uno de los estándares de vida más alto jamás conocido. Estamos orgullosos de contar con una extraordinaria Constitución que nos protege contra la tiranía que ha hecho trizas a otras naciones más pequeñas. Somos ricos con la herencia de la Ley Inglesa que nos presupone inocentes y nos asegura nuestra intimidad personal. Una de las mayores virtudes de nuestro país ha sido el tradicional respeto al individuo. Todos y cada uno de nosotros somos libres -o al menos así lo habíamos creído desde siempre- de seguir cualquier camino religioso o espiritual que hayamos elegido; libres para investigar, explorar, buscar información y perseguir la verdad donde quiera y como quiera que se haya elegido, siempre que se acepte plena responsabilidad por nuestros actos y sus efectos sobre otros.

¿Cómo es que, entonces, los líderes de nuestra sociedad han tenido a bien intentar eliminar estos más que importantes medios de aprendizaje y de auto-descubrimiento, estos medios que han sido usados, respetados y honrados durante miles de años, en todas y cada una de las culturas de las que tenemos conocimiento? ¿Por qué el peyote, por ejemplo, que ha servido durante siglos como un medio para que una persona pueda abrir su alma a la experiencia de Dios, ha sido clasificado por nuestro gobierno como una sustancia de la Lista I, junto con la cocaína, la heroína y el PCP? ¿Es esta clase de condena legal el resultado de la ignorancia, de la presión ejercida por religiones organizadas, o  del interés creciente de que se fuerce la conformidad en toda la población? Parte de la respuesta puede residir en la creciente tendencia en nuestra cultura  hacia tanto el paternalismo como el provincialismo.

Paternalismo es el nombre que recibe un sistema por el que las autoridades proveen nuestras necesidades, y -a cambio- tienen permitido dictar nuestra conducta, tanto la pública como la privada. El provincialismo es la estrechez de miras, la unificación social mediante un único código ético, la limitación de los intereses y las formas de experiencia a aquellos que se encuentran establecidos como tradicionales.

En cualquier caso, los prejuicios contra el uso de plantas y drogas que producen una apertura en nuestra consciencia tienen su origen en la intolerancia racial y la acumulación de poder político. En el final del siglo XIX, una vez que el ferrocarril intercontinental había sido construido y los trabajadores chinos no eran ya necesarios, fueron progresivamente tratados como infrahumanos e incivilizados; eran amarillos de ojos rasgados, peligrosos alienígenas que frecuentaban fumaderos de opio.

El peyote fue descrito, en varias publicaciones de final del siglo XIX, como causa de asesinato, mutilaciones y locura entre los desfavorecidos Indios Americanos. La Brigada de Asuntos Indianos decidió sancionar el uso del peyote, (la cual confundía, repetidamente dicha planta con el mezcal -Nota del traductor: Género Agave-, o con la judía de mescal -Nota del traductor: Mescal Bean, Género Sophora-, en sus publicaciones), y una de las mayores presiones tras los esfuerzos por sancionar su uso se ve de forma más clara en esta cita parcial de una carta escrita por el Reverendo B.V. Gassaway en 1903 a la Brigada de Asuntos Indianos, “...el Sabbath es el principal día de nuestros servicios religiosos, y si los indios ya vienen borrachos de mescal (peyote) no pueden recibir los beneficios del Evangelio.”

Sólo tras un tremendo esfuerzo y con la valentía por parte de muchas personas se llegó a la decisión de que el uso del peyote como sacramento en la Iglesia Nativa Americana debía continuar siendo permitido. Hay ahora de forma encubierta, como ustedes sabrán, un renovado esfuerzo por parte de nuestro gobierno para conseguir eliminar el uso religioso del peyote de nuestros Nativos Americanos.

En la década de 1930, hubo un esfuerzo por deportar a los obreros mexicanos de los estados sureños con una economía basada en la agricultura, y los prejuicios raciales fueron otra vez deliberadamente promovidos, describiendo a los mexicanos como vagos, sucios, y usuarios de esa cosa peligrosa llamada marihuana. La intolerancia contra las personas afroamericanas en los Estados Unidos fue promovida e instigada mediante cuentos de uso de marihuana y heroína entre los músicos de color. Debería hacerse notar en este punto que dicho uso de drogas nunca fue motivo de atención pública hasta que su nueva música, que llamaban Jazz, comenzó a atraer la atención de los blancos -al principio solamente de los encargados blancos de los clubes nocturnos- y allí comenzó el despertar de la conciencia a la discriminación e injusticias que estaban sufriendo los afroamericanos.

Nosotros, en este país, somos todos dolorosamente conscientes de nuestros pecados pasados en lo concerniente a los derechos de varias minorías, pero somos mucho menos conscientes de la forma en que la opinión pública ha sido manipulada en lo referente a su actitud ante ciertas drogas. Nuevas posiciones de poder político y, eventualmente, miles de nuevos puestos de trabajo, fueron creados partiendo de la base del peligro que suponían para la salud pública y la seguridad ciertas plantas y drogas cuya única función era alterar la percepción, para así abrir el camino de la exploración del inconsciente, y -para muchos- permitir la experiencia directa de lo numinoso.

Los años 60, por supuesto, dieron un poderoso empujón a los psiquedélicos. Estas drogas estaban siendo usadas como parte de una masiva rebelión contra la autoridad del gobierno y lo que se creía que era una guerra inmoral e innecesaria en Vietnam. Al mismo tiempo había demasiadas voces que contaban con autoridad y que clamaban alto y claro sobre la necesidad de una nueva clase de espiritualidad, y que apoyaban el uso de los psiquedélicos para establecer contacto directo con el Dios de cada uno, sin la intervención de un sacerdote, cura o rabino.

Las voces de los psiquiatras, escritores y filósofos, y de muchos pensativos miembros del clero, pidieron que se estudiasen e investigasen los efectos de los psiquedélicos y de todo aquello que pudieran revelar sobre la naturaleza y función de la mente y psique humana. Sus peticiones fueron ignoradas en mitad del clamor contra el flagrante abuso y mal uso de dichas drogas, de lo cual existía en ese momento una más que amplia evidencia. El gobierno y la Iglesia decidieron que los psiquedélicos eran drogas peligrosas para la sociedad, y con la ayuda de la prensa, se dejó claro que ese era el camino para el caos social y el desastre espiritual.

Lo que no se mencionó entonces, por supuesto, era la mas antigua de las normas: “El individuo no se opondrá ni molestará a aquellos que ostentan el poder sin ser castigado por ello.”

He explicado algunas de mis razones para sostener el punto de vista de que las drogas psiquedélicas son tesoros. Hay otras, y muchas de ellas están hiladas dentro de la textura de este cuento. Está, por ejemplo, el efecto que tienen sobre mi percepción de los colores, que es completamente maravilloso. También está la profundización en mi compenetración emocional con otra persona, la cual se puede convertir en una exquisitamente bella experiencia, con un erotismo de intensidad sublime. Disfruto el realce de los sentidos del tacto, olfato y gusto, y los fascinantes cambios en mi percepción del fluir del tiempo.

Considero que he sido bendecido, ya que he experimentado, en cualquier caso de forma breve, la existencia de Dios. He sentido una sagrada unidad con la creación y con el Creador, y -lo que mas valoro de todo ello- he tocado el núcleo de mi propia alma.

Es por estas razones que he dedicado mi vida a este área de investigación. Algún día tal vez pueda comprender como estos simples catalizadores hacen lo que hacen. Mientras tanto, me siento en eterna deuda con ellos.
Y seré para siempre su adalid.
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FIN PRIMER FRAGMENTO

miércoles, 18 de junio de 2008

Ayahuasca. La poción patrimonio cultural de Brasil.

Antes de tirarme a la piscina, voy a frenar un poco y a recordarme a mi mismo que este lugar sigue teniendo la intención de servir de divulgación de conocimientos veraces sobre diversos temas, en especial aquellos que tienen que ver con manifestaciones de la conciencia humana y sus herramientas.

A veces olvido que mucha de la gente que llega aquí, llega buscando información bastante básica, y que si quiero que la utilidad de este lugar llegue a todos los que vienen, la información a veces debe de partir de lo más básico (cosa que se nos olvida cuando nos ponemos a comentar entre amigos más o menos conocedores de estos temas).

Así que esta vez, empezaré despacito, y haciéndome a la idea de que quien puede leer esto, no tiene porque saber nada de lo que yo pueda dar por supuesto. A ver que tal.

Ya el título de la entrada puede resultar algo extraño, desde el nombre de la ayahuasca a que una bebida sea "cultural". Espero que a nadie le queden dudas tras un poco de lectura.

¿Qué es la ayahuasca?

Pues la ayahuasca es una poción. Un cocimiento, una especie de infusión, una bebida preparada con plantas.
Esta poción es una bebida que produce importantes efectos en la psique humana, y también su consumo prolongado parece tener repercusiones físicas positivas en muchos casos.

La bebida o preparado, es originario de la cuenca del Amazonas, donde hace milenios se comenzó a utilizar por los habitantes de aquellos parajes, y donde hoy se sigue utilizando.

Sus efectos son los de un enteógeno (alucinógeno, coloquial pero incorrecto), que algunas personas toman, bien dentro de un marco ritual o de forma individual, con diversos fines que pueden abarcar desde la curación de una enfermedad a la generación de experiencias espirituales de alta intensidad.

Si bien durante siglos este preparado estuvo restringido a los pueblos amazónicos y a otros que podían conocer y disponer de las plantas necesarias (pues son al menos dos).

El nombre, ayahuasca, se traduce como soga o liana de los muertos o los espiritus, aludiendo tanto a la forma de una de las dos plantas -la liana trepadora Banisteriopsis Caapi- y al efecto psíquico de la experiencia (tal y como la entendían sus primeros usuarios).

El nombre es una metonimia en la que hay una relación todo-parte, ya que es la liana la que da el nombre final a la poción, pero no es la que tiene los efectos psíquicos propiamente dichos.
La liana, contiene alcaloides como la harmina o la harmalina, que son inhibidores de la enzima Mono-Amino-Oxidasa (IMAO's), encargada de desactivar ciertos compuestos químicos en nuestro cuerpo y regular el nivel de otros, como algunos de los neurotransmisores más comunes, con un grupo amino en su estructura química.
La liana aporta la llave que permite a otro compuesto, que no es activo por vía oral, desplegar sus efectos en la mente humana.

Este otro compuesto es la DMT o dimetiltriptamina, una sustancia que fue sintetizada allá por los años 30 y se creyó que no existía en el mundo vegetal hasta que se fue encontrando en cientos de especies de plantas y en algunos animales, incluido el ser humano.
Este compuesto se añade a la poción a través de alguna planta que lo contenga, como podría ser la chacruna -Psychotria Viridis- u otras según la disponibilidad de las mismas.

Si bien estos son los dos componentes básicos de la ayahuasca, no son excluyentes, y existen muchos otros vegetales con actividad psíquica que son agregados a la poción, aportando sus efectos a la experiencia.

El químico Jonathan Ott, considera que la ayahuasca, por su mecanismo de acción tan avanzado es uno de los mayores descubrimientos de los pueblos indígenas: encontrar una planta que logre, por inhibición de una enzima, hacer activa a otras que no lo son. Es desde luego impresionante un logro así en sociedades que aún hoy viven de forma similar a como vivían sus antepasados hace miles de años, y que acumula un saber farmacológico sorprendente, más teniendo en cuenta que el entorno es selvático y que existen miles y miles de especies vegetales.

Aclarado qué es la ayahuasca y cómo funciona -la complementación de dos plantas distintas- vamos a ver que pinta la cultura y Brasil en todo esto.
Al estar situada la fuente original de esta bebida en la cuenca amazónica, mayoritariamente perteneciente a Brasil, es este el país donde existe un mayor consumo de esta bebida enteógena.

En Brasil se han ido desarrollando grupos de tipo religioso, que han adoptado como sacramento la ayahuasca. Eso no ha planteado ningún problema, incluso al contrario, ya que tras 18 años de estudios el gobierno brasileño decidió levantar cualquier tipo de prohibición sobre el consumo de ayahuasca, en vista de los efectos beneficiosos para los miembros y usuarios de estas agrupaciones, como son el Santo Daimé, la Unión do Vegetal, Barquinha y algunas otras.

Algunas de ellas, son sociedades religiosas con una integración total en el espectro cotidiano del país, en las que sus ceremonias están abiertas a todos los miembros en los que se encuentran personas de todos los estratos y condición social. Otras, como la Unión do Vegetal, parecen tener un carácter algo más elitista y en ella se puede encontrar a practicantes que forman parte del gobierno del país.

La sustentación teológica de cada una de ellas es diferente, pero todas comparten ciertos valores de referencia, en especial aquellos a la cercanía, respeto y contacto con la naturaleza, y al crecimiento y mejora personal.

¿Y la cultura? Sin pensar que todo lo anterior no es ya una expresión y un rasgo cultural, el título hace alusión a la propuesta del Ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil, de proponer al Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil la inclusión de la ayahuasca como patrimonio cultural del país, con las consecuencias que ello tendría.

Como cualquier otro bien cultural (que Brasil ha definido unos cuantos en los últimos años, que van desde ritmos musicales a expresiones de fiestas histórico-religiosas como el Cirio de Nazaré) es de imaginar que serán potenciadas las medidas de protección de ese patrimonio, estimulación de su conocimiento y arraigo como parte de la identidad común de un pueblo.

¿Qué relevancia tiene esto?
Mucha. Por primera vez en la historia, un país y su gobierno quiere reconocer un enteógeno y su consumo como señas de identidad cultural.
En un contexto mundial de guerra contra las drogas, aceptar a ese nivel que una droga que está en las listas de prohibición internacional (la DMT lo está), y que no es diferente a otras del mismo tipo, como podrían ser la LSD o los cactus con mescalina, es una patada en la barriga de una prohibición que hace tiempo dejó de buscar justificaciones racionales o científicas, para pasar a ser un "modus operandi" bajo el que se esconden los mas variopintos intereses.

Hay un gobierno que está enviando un mensaje con su acto: este enteógeno, no nos da problemas, nos ayuda, y es parte de nuestra cultura. Nos hace bien.

Fuera de Brasil, algunas de esas iglesias como el Santo Daimé han salido y tienen cierta presencia en otros países, entre ellos España, Reino Unido o USA.
De hecho el gobierno usano -el esquizoide creador de una guerra contra la libertad del individuo- tuvo que reconocer hace un par de año el derecho a los miembros de estas agrupaciones religiosas en su país, el derecho a acceder y consumir ayahuasca como sacramento de su manifestación religiosa, del mismo modo que lo hizo con el peyote y la mescalina para los miembros de las iglesias peyoteras de nativos americanos.

En otro contexto, el uso de la ayahuasca como enteógeno se ha expandido.
No sé si ese hecho responde a cuestiones de disponibilidad o a propiedades específicas, pero ha entrado en los círculos de investigación psicológica, como una herramienta de autoconocimiento, o como herramienta para tratar otras problemáticas que curiosamente incluyen el uso de drogas adictivas y destructivas en el mal uso que muchos les dan.

Hay en marcha interesantes investigaciones sobre la ayahuasca a varios niveles, desde el puramente farmacológico, al trabajo de campo con adictos. El primer estudio sobre sus propiedades farmacológicas y el consumo en contexto occidental lo llevo a cabo el farmacólogo Jordi Riba, y puede ser consultado en MAPS.
Otro de esos estudios relacionados con su consumo en contextos urbanos (como es el que se da en esas agrupaciones religiosas basadas en el uso de ayahuasca) lo publicó Manuel Villaescusa, psicólogo especializado en el uso de dicha poción, en el año 2006. Puede descargarse y leerse aquí.

Cabe recordar que si bien la ayahuasca, como otros enteógenos y drogas, pueden resultar de utilidad para ciertas personas en ciertos contextos, no quiere decir que sean una panacea.
Las experiencias que afectan de forma intensa al "yo" no son bien toleradas por todos y pueden ser peligrosas para algunas personas con ciertos desordenes mentales, para las que de momento no resulta aconsejable acceder a estas experiencias que les pueden causar más mal que bien.

Los grupos responsables que usan esta "medicina, sacramento, o simplemente enteógeno" suelen contar con filtros que evitan que accedan las personas a quien les puede dañar la experiencia. En nuestro contexto occidental, la figura que debe dirigir estas experiencias y guiarlas, así como prevenir que en ellas participen potenciales afectados, es la del psicólogo, psicoterapéuta o psiquiatra. Y no cualquiera, sino sólo aquel que haya tenido formación al respecto, lo que implica haber pasado la experiencia en muchas ocasiones.

Como todo lo que a veces rodea a lo exótico, lo que viene de lejos, las medicinas mágicas y los remedios secretos, hay quien hace un uso incorrecto de ellos y particularmente centrado en obtener dinero de esas sesiones.
Como con cualquier instrumento de gran potencia, lo que se puede esperar de su uso en manos de un imprudente, es un desastre peligroso.

A este panorama no ayuda la situación de prohibición que se mantiene sobre las sustancias psicoactivas, y que favorece el secretismo y el acceso de cualquiera siempre y cuando pueda pagar a algún autoproclamado chamán. Por mucho que impresione la palabra (chamán) a ciertas personas, los conocimientos de estos tienen su ámbito de aplicación en la cultura que los ha generado. La "magía", las fuerzas de la naturaleza que explican los fenómenos que perciben los integrantes de una tribu amazónica, y esos enfoques con una cierta carga romántica, no tienen demasiado lugar en la mente y construcción de la realidad de un occidental -y son totalmente válidos para el indígena-.

Seguro que la imagen de un psicólogo de corte analista clásico, con su diván, tumbando en él a un indio con la cara pintada, la carcasa con flechas y los adornos propios de su grupo, preguntándole sobre como se desarrolló su infancia, la relación con su padre y su madre o sus pulsiones sexuales, nos parecería a todos ridícula y risible. Con toda razón, eso le es ajeno.

De la misma forma deberíamos contemplar, la exportación de contextos que no son significativos para nuestras vivencias como occidentales, por muy bonitos que nos puedan parecer.

Haber dado el paso de aceptar un enteógeno como parte de la cultura de un país (no sólo de la cultura indígena) es un paso valiente, que de ser bien llevado e imitado con las correspondencias adecuadas, puede y ayudará a situar el acceso a las experiencias útiles con enteógenos en el marco del ser humano occidental en la búsqueda de su propia espiritualidad o autoconocimiento.

P.S: Esperemos que esta vez, Gilberto Gil tenga más éxito que cuando ha pedido la legalización del consumo de cannabis. Es de esperar que así sea.

sábado, 15 de marzo de 2008

Iglesia y Drogas. Entrevista a Xabier Pikaza


Hace un par de días, los medios de comunicación nos sorprendían con titulares sobre los "nuevos pecados" que consideraba la Iglesia Católica. Los tildaban de pecados sociales, y entre ellos incluían la destrucción del medio ambiente, el enriquecimiento salvaje a costa de otros, el narcotráfico y también el consumo de drogas. Pocos medios daban la noticia con un mínimo de rigor, y muchos, sobre todo medios sudamericanos usaban las declaraciones para apoyar el prohibicionismo cuestionado en algunos países.

Algunos medios abrían sus noticias con una frase, que mostraba el desconocimiento y el integrismo de Juan Pablo II (no sabrán que ya murió y con él su "reinado") que no pasa de ser su opinión, y no es una norma de ningún tipo para quien sea creyente y siga la doctrina católica: "La droga es un mal y al mal no se le hacen concesiones."

En un momento histórico en el que las discrepancias son mayores en el terreno de la política de drogas, que desde USA se dicta y parecen acatar el resto de países sin evaluar las premisas en que se basa, ese presunto "cierre de filas" entre la Iglesia y Estado frente a las drogas, parecía ser un cheque en blanco de apoyo, aumentando la confusión y fomentando la ignorancia frente a la tan necesitada ilustración farmacológica y modelos de consumo dentro del ámbito de la reducción de riesgos.


Este caballero, 
que parece que se ha caído en una marmita de MDMA, 
es Xabier Pikaza, 
un tipo que se pasa el día amando, y sin drogas.... ;) 


Hace tan sólo unas horas, y tras varios meses de debate, el ministro de Justicia argentino ha dado tramite a un proyecto de ley para despenalizar el consumo de drogas en aquel país, tras defender una política de reducción de riesgos ante la 51ª Reunión de la Asamblea de la ONU sobre Drogas y Narcotráfico, en Viena.
Este cambio de tendencia en materia de drogas y consumo, ha sido apoyado en dicha asamblea por los representantes de Gran Bretaña, Países Bajos, Suiza, Brasil, Ecuador, Bolivia y Uruguay, y es un cambio radical para los consumidores argentinos desde las leyes que sancionaron el consumo en 1989.

La droga, como ente inespecífico, sigue siendo un factor de primer orden mundial, que justifica desde políticas de ocupación encubiertas a violaciones continuas de los derechos individuales más básicos. Pero, ¿hasta dónde es real ese supuesto apoyo de la Iglesia Católica a esos actos que interfieren con la libertad de elección del ser humano?

Con excusa de estas declaraciones de un miembro del Vaticano, le pedí a Xabier Pikaza, escritor y teólogo, que nos explicase éstas y otras cuestiones. Si tuviera que definirle, hasta donde le conozco, diría que es una persona totalmente implicada en una doctrina y práctica del amor y la libertad del ser humano más allá de toda ideología. Libertad que en su caso, al aplicarla a su pensamiento y enseñanza, con todas sus consecuencias, le ha costado más de un quebradero de cabeza en el pasado. A cambio, la praxis de la coherencia, le permite dormir sin pelear con la almohada.

Sin estar de acuerdo con todas sus opiniones -valientes en muchas cosas y contenidas en otras-, y teniendo en cuenta que no es alguien familiarizado con la terminología de las drogas, aceptó responder a mis preguntas y como tal aquí las transcribo, sin modificar ni eliminar parte alguna.




- Drogoteca: Buenos días, Xabier. Tengo la costumbre de comenzar preguntando generalidades, porque quién no le conozca le interesará conocer algunas. Así que pónganos al día y preséntese.

- Xabier Pikaza: Me llamo Xabier Pikaza Ibarrondo (en mi DNI pone Jabier), nací el 12 de Junio de 1941 en Orozko, Vizcaya. De joven cursé estudios en Salamanca y Roma, y luego los amplié en Hamburgo y en Bonn (Alemania). Soy doctor por Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y de Filosofía por la Universidad de Santo Tomás, de Roma. Soy licenciado en Ciencias Bíblicas por la Instituto Bíblico de Roma. He sido durante treinta años, del 1973 al 2003, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca. Ese último año dejé la docencia y vivo dedicado a mis estudios, con Maria Isabel, mi mujer, en un pequeño pueblo de Burgos.

- Drogoteca: Las personas que le conozcan le tendrán vinculado a la Iglesia Católica, aunque algunos no sepan cuál es su relación actual y cuál ha sido. ¿Nos la explica?

- Xabier Pikaza: No creo que haya dado grandes cambios. Sigo siendo el que fui, en una línea algo distinta. He sido religioso mercedario y presbítero de la Iglesia Católica. Por razones personales e institucionales, dejé la Orden de la Merced y pedí la dispensa del presbiterado, o de otra forma dicho, abandoné el sacerdocio.
Me casé con María Isabel, dentro de la Iglesia Católica, de manera que soy un católico sin más. Por otra parte, no creo que la distinción de laicos y sacerdotes sea esencial en la Iglesia. Todos los cristianos formamos parte del llamado "pueblo de Dios", aunque podemos ejercer funciones distintas.


- Drogoteca: La excusa para esta entrevista ha sido la publicación el día 9 de Marzo de unas declaraciones de monseñor Gianfranco Girotti, director del penitenciario apostólico, en el periódico oficial del Vaticano.
¿Quién es este caballero que nos actualiza los pecados y habla de adaptarlos a la realidad social? ¿Qué es el penitenciario apostólico? ¿Qué valor tienen sus declaraciones? ¿Son vinculantes y normativas, son opiniones, son un término medio o un simple nuevo enfoque?

- Xabier Pikaza: No estoy muy puesto en estas cuestiones, pues mi especialidad es la Biblia y la experiencia básica de la fe cristiana, en relación con otras religiones. Pero puedo responder de un modo sencillo a lo que preguntas.
La Penitenciaría Apostólica es uno de los "dicasterios" o ministerios en los que está dividido el Gobierno del Vaticano. Es menos conocido que otros (como el de la Doctrina de la Fe o el los obispos), pero tiene una función que ha sido importante en el pasado: regular el desarrollo del Sacramento de la Penitencia, reservándose el derecho de perdonar algunos pecados especialmente graves, que los curas normales no podían perdonar, vinculados sobre todo con la vida y acción de los mismos sacerdotes, o levantar la excomunión de los que habían sido apartados de la comunión de la Iglesia.

En un sentido más extenso esta Penitenciaría se ocupa de organizar y "actualizar" el sacramento de la penitencia, actualmente muy en crisis, pues los católicos que se confiesan son ya una minoría. Pues bien, el presidente de este "ministerio" es el Penitenciario Mayor, el cardenal James Francis Stafford y su Regente o secretario es el Padre Gianfranco Girotti, O.F.M. Conv. (es decir, un franciscano). Ese Monseñor Girotti ha dirigido un curso especial para confesores en Roma, y al final de ese curso, de un modo "semi-oficial", ha concedido una entrevista a un periodista (Nicola Gori), ofreciéndole algunas impresiones sobre el curso y, especialmente, sobre los nuevos problemas del sacramento de la penitencia y de la visión de los pecados a comienzos del siglo XXI.
No se trata, por tanto, de una doctrina oficial, sino de una opinión oficiosa, aunque importante. Creo que la repercusión mediática ha sido excesiva, sacando a veces fuera de contexto algunas de las palabras de Girotti.


- Drogoteca: Muchos tal vez no lo recuerden o nunca hayan recibido formación religiosa y no conozcan la diferencia entre un pecado mortal y un pecado venial. Aunque posiblemente para un teólogo esa distinción sea demasiado simplona, ¿nos puede explicar brevemente la diferencia según lo que marca la doctrina católica? Estos "nuevos" pecados, ¿en que categoría normativa se supone que caerían?

- Xabier Pikaza: Pecados "mortales" son aquellos que implican la "muerte espiritual", es decir, que son merecedores de la "condena" más grave. Serían equivalentes a los "delitos mayores", que deberían ser castigados con una pena de muerte (según las leyes antiguas).

En sentido estricto, aunque los teólogos y moralistas han discutido sobre ello, los pecados mortales, que separan a un hombre o mujer de la vida de la Iglesia serían matar a otras personas (de un modo más o menos directos), apostatar (es decir, separarse de la misma Iglesia) y un tipo de adulterio en sentido estricto (romper la vida y unidad de otra familia).

Después se han añadido otros pecados mortales, relacionados con la injusticia (el robo) y, en ciertos ambientes, con unas relaciones sexuales desordenadas (que no estarían vinculadas al amor). Junto a esos pecados "mortales" se suele hablar de pecados graves (es decir, importantes) y también de pecados leves o veniales, que no llevan implícita una forma de muerte.


- Drogoteca: Tengo la sensación de que la mayoría de personas que pasan por esta página, no son muy católicas, así que a efectos prácticos les dará bastante igual pero... ¿Qué dice la doctrina oficial de la Iglesia Católica sobre la existencia del infierno? ¿Existe? ¿Es un lugar? ¿Un estado del alma?

- Xabier Pikaza: Sabes que hay opiniones distintas sobre el tema. El infierno está vinculado a la libertad del hombre, que puede "negarse" a ir con Dios. En ese sentido, el infierno es necesario, si se cree en la libertad. Un cielo a la fuerza no seria cielo, para hablar en términos sencillos.

Lo que pasa es que con cierta frecuencia se ha tomado el infierno como un castigo de Dios. La mayor parte de los teólogos piensan que esa visión del Dios que castiga a los malos es contraria al evangelio. Por otra parte, hay muchos teólogos y cristianos que piensan que el infierno es "posible", pero que Dios, por su misericordia, conseguirá de un modo u otro que todos los hombres se "salven"; es decir, que Dios les salvará.


- Drogoteca: Si la Iglesia Católica –y a partir de este momento me refiero a su jerarquía y a los miembros mas cercanos a la ortodoxia– trata de adaptar la condena de ciertos actos a la realidad social, como hablar del enriquecimiento a costa de los demás, de la destrucción del medio ambiente o incluso de la avanzada ingeniería genética... ¿No debería primero empezar por tomar contacto con la propia vida del pueblo? ¿No ha perdido, si es que alguna vez tuvo, como institución, el contacto con la realidad social y sus necesidades?

- Xabier Pikaza: Para Jesús no hay más que un pecado, que es no amar, es decir, no compartir la vida con los demás, en un sentido activo y receptivo. En esa línea, la única "lista" de pecados del Nuevo Testamento es aquella donde se habla de no dar de comer al hambriento, no dar de beber al sediento, no vestir al desnudo, no acoger al extranjero, no visitar al enfermo y no ayudar al encarcelado. Así lo dice el evangelio de Mateo, cap. 25. Pero después, al hacerse una institución social muy importante, la Iglesia se ha sentido obligada a ofrecer unas normas de conducta social más concreta y lo ha hecho a lo largo de sus primeros 2000 años, como educadora moral de occidente. La misma religión, que en principio es experiencia de gratuidad y de amor mutuo, se ha moralizado.

De todas maneras, la lista de pecados "capitales" (es decir, importantes, pero no necesariamente mortales), formulada por el papa de San Gregorio, en el siglo VI (soberbia, envidia, gula, lujuria, ira, avaricia y pereza) puede tener un sentido educativo, si se interpreta bien, pues ayuda a vivir de un modo mesurado. En ese momento, la Iglesia vivía aún inserta en la marcha de la sociedad, siendo en gran parte el motor de esa misma marcha.

Pero los últimos siglos la iglesia se ha separado un poco (o un mucho) de la dinámica social, aislándose de la dinámica del mundo, convirtiéndose en una especie de fortaleza cerrada por dentro, por miedo a los de fuera. En ese sentido, se puede decir que ella tiene que adaptarse, volviendo a “estar en la realidad”, como decía un gran cristiano, al que traté, antes que le asesinaran: Ignacio Ellacuría. La Iglesia debe estar en la realidad, pero no tiene por qué conocer los últimos avances en ecología y economía, en bioética y en medicina (ni en lo que implican los nuevos tranquilizantes o excitantes), por poner unos ejemplos significativos. Ella no es una institución científica, no sabe de todo. Pero puede y debe decir que las tecnologías deben ponerse al servicio de todos los hombres y mujeres y, en especial, de los más necesitados.

Yo creo que en esa línea quieren situarse las reflexiones que hacía Girotti sobre los nuevos "tipos" de pecados. Por eso, el problema no está en el deseo de orientar, desde una vertiente religiosa, a los que tienen deseos de ser orientados. El problema está en saber si esa orientación se ajusta al proyecto de Jesús y si responde a la problemática de nuestro tiempo y si sirve de educación en humanidad.


- Drogoteca: Hasta ahora, si no me equivoco, la postura oficial de la Iglesia no condenaba el consumo de ninguna sustancia, sino que condenaba cualquier hábito que supusiera una destrucción física o psíquica del individuo. ¿Es correcto? Dentro de esa perspectiva, el consumo de heroína o cocaína, por nombrar dos sustancias cuyo abuso puede provocar problemas de salud, no se diferenciaba esencialmente del consumo de tabaco, hamburguesas o pastelitos de chocolate. La consideración de "pecado" que podían recibir era dependiente de las consecuencias derivadas de su forma de uso sobre el sujeto. ¿Cambia en algo la posición con las declaraciones de Girotti?

- Xabier Pikaza: En principio, Girotti no dice qué pecados concretos se pueden cometer en el mundo de las drogas, sino que ofrece un principio general, diciendo que debe tener mucho cuidado porque “por medio de las drogas se debilita la psique y se oscurece la inteligencia, haciendo que muchos jóvenes queden fuera del ámbito eclesial” ("si indebolisce la psiche e si oscura l'intelligenza, lasciando molti giovani al di fuori del circuito ecclesiale"). El mal de las drogas estaría en que producen un "debilitamiento y oscurecimiento de la psique-inteligencia", que incapacita al ser humano (especialmente a los jóvenes) para vivir una existencia consciente y libre (como se supone que pide la iglesia). Pero hará falta ver si eso es cierto, y si es cierto en todas las ocasiones.

Por otra parte, Girotti no resuelve el problema más importante, el más sangrante, vinculado al mercado "ilegal" de drogas de diverso tipo que es, a mi juicio, el mayor de los pecados, con clanes mafiosos y con gran cantidad de muertos y miles de encarcelados en todo el mundo. En ese campo del “tráfico de drogas” se podría hablar de pecado capital. Al mover mucho dinero “ilegal”, el mercado de la droga se ha convertido en uno de los motivos más fuerte de violencia.

Volviendo al tema anterior. Por lo que toca al consumo de drogas, la postura de la Iglesia oficial ha sido siempre bastante "amplia" (ha sido más que tolerante). Por analogía, podemos recordar en este campo el tema del vino. En contra, por ejemplo, del Islam, la Iglesia no sólo ha permitido el consumo del vino, sino que lo ha estimulado y sacralizado como medio "sacramental" de comunión (de unión de personas que beben recordando a Jesús) y como signo de disponibilidad a la entrega de la vida a favor de los demás (sacrificio). El uso de un tipo estimulantes no sólo ha sido tolerado, sino que se podría decir que ha sido promovido en la Iglesia.

Pero hay unos principios “reguladores” en el uso de ese vino (y de todo vino):
(1) Los que consumen vino (o droga) deben conservar la libertad y la conciencia básica, para poder ser ellos mismo y amar a los demás.
(2) El uso del vino (y de la droga) debe ser comunitario, en el sentido extenso de la palabra: debe fomentar la comunicación y la solidaridad mutua.

Quiero insistir en esto. Con la tradición judía, Jesús y la Iglesia primitiva han conocido los riesgos del vino. A pesar de eso, han tomado la bebida como un signo “sacramental” de salvación, es decir, de transformación interior, de vinculación social (se trata de una copa compartida) y de esperanza utópica (por no decir “escatológica”, en lenguaje cristiano).

Los que beben juntos recordando a Jesús saben que habrá un “final bueno”. En su Última Cena, Jesús ha despedido a sus amigos con una copa de vino, prometiéndoles que la próxima la tomaría con ellos en el Reino de los cielos (Mc 14, 25). Eso significa que el vino compartido (vino-vino, no un sucedáneo, ni una gotita) es signo de algo más grande, de una esperanza superior de humanidad. Ese vino no se cierra en sí, no es vino de borrachera egoísta, sino que es una empresa y promesa común de salvación.

En esa línea, habría que distinguir en el uso y finalidad de los "estimulantes", precisando lo que pueden tener de ayuda humana (personal y social) y lo que puedan tener de riesgo de destrucción psíquico-intelectual (y social). Lo mismo en el caso del vino como en el de otras drogas. Éste es un tema que se debe seguir estudiando en el plano médico y económico, social y religioso. Pero, en sentido general, puedo decir que hay un tipo de estimulantes que pueden ayudar a vivir mejor, con más conciencia, con más compromiso (como se supone que es el vino, en la celebración cristiana de la eucaristía), y otros que pueden ser destructores de raíz, porque aíslan, porque crean una adicción que impide vivir en libertad, quizá porque son peligrosos para la salud…

Los críticos radicales dicen que la mayor parte de las drogas están en esa segunda línea, en la línea destructora: no abren la inteligencia, sino que la cierran; no crean libertad, sino que promueven adicción; no curan ni animan, sino que esclavizan, de manera que se puede hablar de una drogo-dependencia, de una esclavitud, de una destrucción causada por las drogas… Este riesgo hay que tenerlo muy en cuenta.

Por eso hay que distinguir los casos entre drogas y drogas (entre las que crean adicción y las que no), entre personas a las que “abren la conciencia y la capacidad de amor” y personas a las que destruyen. En esa línea, más que tema de pecado (y de policía) el consumo de drogas es un tema de educación, de discernimiento, de madurez y, sobre todo, de desarrollo personal y de vinculación social. Lo que importa es que los seres humanos puedan vivir en libertad, siendo felices, para amarse con más intensidad. Desde ese fondo debe valorarse el tema de las drogas.


- Drogoteca: Si la Iglesia no tiene por qué saber lo último sobre ecología, medicina o química... ¿con qué legitimidad se pronuncia sobre estos aspectos? Nunca he visto en un documento doctrinal de la Iglesia hacer una distinción entre sustancias, a pesar de que los usos, objetivos y riesgos de cada una varían como del día a la noche. ¿Quién definiría en este caso qué son y que no son "drogas" pecaminosas? Si ese papel queda relegado a los estados... ¿no se estaría produciendo un apoyo incondicional y nada crítico a los gobiernos que aplican la prohibición, a pesar de los males que se sabe que genera esta medida?

- Xabier Pikaza: La tarea de distinguir sustancias y sustancias no pertenece ni a la Iglesia ni al Estado, sino a los científicos y antropólogos, a los sociólogos y psicólogos. Éste es un tema de cultura general, es decir, universal. Pienso que la Iglesia no puede ni debe entrar en ese campo, atribuyéndose un derecho superior y haciendo por sí misma distinciones entre drogas y drogas, ni tampoco el Estado.

El Estado puede regular, en un sentido, el uso de drogas, según un consenso social, para defensa de las libertades básicas de los ciudadanos. Pero creo que no tiene autoridad para decir si son buenas o malas, ni debe prohibirlas, siempre que no destruyan el tejido social. La política actual, de tipo prohibitivo y policial (vinculada a los grandes negocios mafiosos del narcotráfico, con miles de encarcelados como consecuencia) no me parece la mejor. De todas formas, el problema es complejo y no es fácil ofrecer soluciones generales.

Por otra parte, tampoco la Iglesia tampoco puede ni debe entrar en distinciones sobre drogas, ni en prohibiciones, sino potenciar lo que está al servicio de la libertad humana, de la felicidad personal y de la solidaridad social. El interés de la Iglesia ha de estar en que las personas puedan ser capaces de vivir en libertad y de amar. El tema de “las drogas” se inscribe en un campo más extenso: en el campo de las cosas que pueden ayudar al ser humano o destruirle.

En un sentido la droga puede ser buena. Pero en otro sentido puede convertirse en adicción destructora, el riesgo mortal. En esa línea, la Iglesia podrá decir que lo que destruye al ser humano es malo, lo que le ayuda a vivir y ser feliz, compartiendo la vida con otros, en amor generoso, es bueno.

Para que esto sea posible (para que el consumo de estimulantes sea positivo) resulta necesaria una madurez humana, una buena educación personal (y social) y religiosa. Pienso que por el camino de las prohibiciones no se arregla casi nada (o nada), a no ser en casos extremos. Hay que promover una buena educación cultural y social, poniendo de relieve los problemas y valores de fondo del uso y abuso de las drogas, en el campo médico, psicológico y social.

Volviendo a mi campo, la Iglesia tiene que educar para la libertad radical y el amor, no por prohibiciones, sino por estímulos positivos. Ella tiene que mostrar que el valor más grande vida es precisamente el gozo de vivir y de compartir, frente al cansancio y desánimo que parece extenderse por muchas partes. Ella debe poner de relieve el valor positivo de la meditación, de la purificación mental, del gozo interior, etc.
En ese sentido, la Iglesia no puede empezar siendo enemiga de las drogas, pues lo que ella quiere ofrecer está en la línea de lo que pueden ofrecer algunas drogas (en línea de gozo, de plenitud interior, de mayor solidaridad).


- Drogoteca: Hace poco, un periodista a raíz de un libro publicado sobre la ebriedad, decía que el derecho a la ebriedad es un derecho humano fundamental, y que eran el estado y la Iglesia los que nos privaban de él. ¿Qué opina de ese derecho y de su represión institucional?En la línea de lo que ha comentado antes sobre el infierno, si éste es una consecuencia de la libertad del ser humano... ¿en que medida debería permitírsenos optar libremente?
¿Que valor puede tener una sociedad perpetuamente sobria por obligación legal y religiosa?

– Xabier Pikaza: No sé si la ebriedad es un derecho, ni me interesa saberlo. Lo que es un derecho es la libertad básica, libertad que se puede emplear para el bien y para el mal (en fórmula bíblica), libertad para escoger un camino de vida y para relacionarse con los demás. Dando un paso más, que yo sepa, pienso que la Iglesia no ha prohibido nunca emborracharse y, por lo menos, no ha dicho que la borrachera sea un pecado muy grave (incluido en la gula). Lo que es "pecado", según la convicción de la iglesia, es que un ser humano (hombre o mujer) renuncie voluntariamente a su libertad y su capacidad de pensamiento y de amor.

Para decirlo de un modo personal: Tú tienes el derecho (la libertad) de emborracharte o perder la conciencia normal. Pero, si te haces adicto al alcohol, si optas por una borrachera constante, que te impide ser persona libre, si niegas tu libertad y de alguna manera vas en contra de lo que has querido elegir tú mismo…cometes objetivamente (subjetivamente es otra cosa) un “pecado”. Mirado así, el pecado no está en la droga, sino en la pérdida voluntaria de humanidad (de libertad). No es un pecado para que después te castiguen (para que Dios te mande al infierno), sino un pecado que lleva en sí mismo el castigo, que es la destrucción personal. Uno es libre para elegir y, en concreto para elegir la droga, pero si elige un tipo de drogas y/o de usos puede destruirse.

Creo que el hombre ha de ser libre, incluso para decidir no ser libre (estar siempre emborrachado) o para matarse. En esa línea, el suicidio es un derecho del que no se le puede privar a nadie. Otra cosa es que sea positivo el suicidarse. En ese campo, la Iglesia supone que si un hombre "decide suicidarse" está destruyendo su vida, que es un don que ha recibido de otros, una vida que, en último término, no es solamente suya (sino don de Dios). Así se puede decir que un suicidio totalmente consciente iría en contra del "regalo de la vida" (sería un pecado). Pues bien, a pesar de ello, creo que a nadie, ni a un preso, se le puede quitar el derecho a suicidarse. Lo que hay que hacer es educar para el amor y la conciencia de la libertad, educar para vivir y no suicidarse, educar para la madurez y el gozo.

Pasando al último tema, una sociedad perpetuamente sobria por obligación legal y religiosa me parece una sociedad castrada. Creo, además, que la prohibición sería contraproducente, como en el caso de la Ley Seca, de ciertos estados de USA hace casi un siglo. De todas maneras, el tema es complejo y habría que estudiarlo desde lo que ha sucedido y está sucediendo en diversas culturas, como la musulmana, donde el uso de alcohol está prohibido, mientras la sociedad es mucho más tolerante en el campo de las drogas "blandas".


- Drogoteca: Sabrá que los vinos de la antigüedad, que algunas crónicas dicen que debían ser disueltos en hasta 20 partes de agua para evitar su peligro, contenían drogas de plantas mucho más potentes como vehículo de embriaguez que el alcohol. Pero aunque esto no hubiera sido así, ¿no le parece significativo que el primer milagro recogido en la Biblia que realiza Jesús de Nazareth, lo hace a petición de su madre y es para convertir agua en vino, y permitir así que una fiesta de bodas continúe tomando un psicoactivo?

- Xabier Pikaza: Ya he respondido antes. Vino y drogas han tenido una conexión profunda con la religión que permitido, regulado y "sacralizado" su uso. Los antiguos han sabido que vino y drogas ofrecían unos valores positivos, pero sabían también que pueden convertirse en fuerzas de destrucción. Como se ha dicho desde antiguo, “corruptio optimi pessima" (la corrupción de aquello que es lo mejor, se convierte en lo peor). La droga tiene unos aspectos buenos, pero puede convertirse en lo más destructivo.

En ese sentido, gran parte de los pueblos antiguos han regulado algún tipo de droga o vino, y lo han hecho básicamente en un plano de educación o "institucionalización" religiosa (o cultural). En esa línea ha habido iniciaciones, aprendizajes, acompañamientos, etc. Además, las drogas eran más “naturales”, no tenían el refinamiento y fuerza de algunas de las de la actualidad. Pues bien, ese control o, mejor dicho, ese acompañamiento cultural/religioso de la droga ha desaparecido en gran parte en nuestro mundo moderno.

El peligro de nuestra cultura es que corre el riesgo de dejar a los hombres y mujeres (especialmente a los adolescentes) en manos del riesgo del vino y la droga, sin ninguna iniciación, ni acompañamiento. La droga queda así en manos de la jungla de los deseos y apetencias de los particulares, de manera que los jóvenes pueden beber y drogarse sin iniciaciones, sin controles culturales, rompiendo las medidas. De esa manera, muchos corren el riesgo de volverse adictos o, mejor dicho, dependientes de la droga y del vino hasta extremos de esclavitud y de muerte.

Lo que es malo no es la droga, sino la esclavitud que imponen cierto tipo de drogas, en un mundo condenado a la pura lucha por la supervivencia. De esa forma, vino y droga pierden su función básica, su valor humanizador, y corren el riesgo de volverse destructoras. Por eso, hace falta una nueva iniciación, una nueva formación cultural e incluso religiosa, en este campo.



Xabier Pikaza con "El Chino", 
conocido delincuente charro. ;)



- Drogoteca: Tengo la impresión de que hay una gran distancia entre la praxis y magisterio de la iglesia y la realidad. Usted parece centrarse en la experiencia del amor en todas sus facetas (mucho más cercano al mensaje de Jesús), y también entender que hasta donde le correspondería, la Iglesia debería formar y guiar a aquellos católicos que buscasen la experiencia mística. ¿Dónde se encuentra en la Iglesia esa educación para la experiencia mística? Y hablando de educación, ¿cree que la educación obligatoria en la escuela debe ser laica o debe llevar aparejados valores propios de una religión en concreto?

- Xabier Pikaza: Son demasiadas preguntas para responder brevemente. De un modo telegráfico, te diré que la iglesia debe educar en su mismo espacio vital, es decir, en el ámbito de las comunidades cristianas, sin imponer sobre el Estado (sobre todos) un tipo de enseñanza. Pero la Iglesia no es una institución privada, sino pública. Por eso, ella puede promover espacios públicos de iniciación, sin imponerlos por ley, ni por obligación de Estado.

La escuela es un reflejo de la sociedad y así debe expresar lo que la sociedad quiera, por consenso. Por eso, creo que el Estado puede regular, pero no imponer un tipo de orientación en las escuelas. Por otra parte, el hecho de que las escuelas públicas estatales sean (y deban ser) “laicas” no quiere decir que sean antirreligiosas, ni mucho menos. Las escuelas públicas deben ser lugares abiertos para la educación en diálogo, de manera que en ellas puedan encontrarse y fecundarse las diversas formas de entender la realidad.

No se trata de “ocultar” en la escuela el tema religioso, sino todo lo contrario. Se trata de que la religión entre precisamente en la escuela, donde han de entrar los temas principales de la vida humana, pero no de forma impositiva, sino a través del diálogo y del estudio conjunto. Si dejas la religión fuera de la escuela (de la ilustración, del diálogo) corres el riesgo de crear fanáticos. Entre los aspectos de una buena educación para la humanidad y para el diálogo debería estar en aprendizaje vinculado a la maduración humana. En este plano debería entrar el estudio de las religiones, pero no de un modo confesional, sino de conocimiento y de diálogo en libertad.


- Drogoteca: Le veo vincular el uso de drogas a un contexto, no sólo cultural y por lo tanto variable y redefinido en cada momento, sino también a un contexto sacralizado.
Comenzando con la destrucción del templo de Eleusis y erradicando ese culto, no tengo la sensación de que a la Iglesia le interese o aliente el uso de ciertas drogas, que además de no presentar los peligros de adicción y destrucción psico-física de otras sustancias, su valor radica en la revelación de la experiencia "mística" (independientemente de la orientación religiosa), como son los enteógenos. Drogas como la LSD, los hongos psilocibios, o los cactus con mescalina, producen en un contexto adecuado una serie de revelaciones personales, y no necesitadas de interpretes, de la experiencia divina. ¿Cree que hay cabida en ese contexto para una Iglesia que se erige en poseedora e interprete de la única verdad religiosa?

- Xabier Pikaza: No quiero entrar en este tema de las drogas como medios de experiencia mística, pues ello exigiría un tratamiento mucho más amplio y detallado. Sí, como tú dices, parece que la Iglesia ha destruido algunos lugares y espacio de experiencia “mística” por así decirlo. Pero eso era otro tiempo. En este momento, volviendo a su primera inspiración en Jesús, creo que la Iglesia no puede ni quiere (ni debe) destruir nada, sino ofrecer una experiencia de encuentro con Dios, en clave de fidelidad a los otros y de felicidad. En ese sentido, la Iglesia tiene que ser un espacio de experiencia de felicidad.

La misma Iglesia en cuanto asamblea de creyentes que es, puede valerse de ciertos estimulantes como el vino, pero siempre en la línea de una ampliación de la experiencia (es decir, de la conciencia), en línea simbólica, y de una mayor de fidelidad a los demás. En este campo nos queda mucho por pensar y por hacer. Por eso tendremos que seguir profundizando y dialogando. En principio, no deben condenarse las drogas como tales, pero los mayores místicos han dicho que las experiencias más hondas del misterio se despliegan sin necesidad de estimulantes externos; y han añadido también que esas experiencias están vinculadas no con la destrucción de la persona, sino con su maduración y su capacitación para amar a los demás. Por ahí debería ir la Iglesia, ofreciendo experiencias de liberación para el amor.


- Drogoteca: Para algunos pensadores de distintas áreas, la experiencia religiosa e incluso la aparición de la conciencia humana está directamente provocada por los efectos de ciertos vegetales y hongos. Incluso se postula en algunos casos que el "Árbol de la vida" o el "Árbol del bien y el mal" que se nombra en el Génesis esconde una representación de ciertas fuentes vegetales que producían esa experiencia, y otorgaban un conocimiento superior de la realidad. ¿Lo cree posible?

- Xabier Pikaza: Seré breve. Esa pregunta sería para otra entrevista, pues exigiría muchos distingos. En principio, no sé responder, aunque pienso que el árbol del bien y del mal, no es la droga como tal, sino quizá, la libertad o el deseo de disponer del juicio supremo sobre la realidad.

Por otra parte, como dices, ciertas drogas han podido influir en los principios de la humanidad. Pero creo que el surgimiento de la conciencia es algo más radical, un tipo de mutación total en el proceso de la vida. Creo que en esa mutación hay como un corte: el ser humano se descubre de pronto ante si y ante el mundo… y quizá ante lo divino. Ésa es una experiencia de admiración de la que no hemos despertado todavía. La droga suprema es la vida humana, quizá sin necesidad de drogas exteriores.


- Drogoteca: Para ir terminando, me quedo con una sensación un tanto ambigua. Tal y como usted ha dicho que la Iglesia es o debería ser, sería en esencia un lugar de amor compartido, de ampliación de la propia conciencia, de tolerancia y de entrega a los demás... Vamos, que dan ganas de ir corriendo a pedir el bautismo!!
¿Está usted expresando un deseo o confirmando una realidad? Si el sacramento de la confirmación es la expresión de total unidad con el cuerpo de la Iglesia, y por ende la aceptación y obediencia a sus normas... ¿hasta que punto se puede considerar católico alguien que ni cree en todos los dogmas, ni acepta todas las reglas, ni práctica todo lo estipulado (como ocurre con la inmensa mayoría de los católicos)?

- Xabier Pikaza: He presentado, en parte, eso que llaman un “wishful thinking”, un pensamiento movido por el deseo de lo creo que debe ser la Iglesia. Pero, evidentemente, las cosas son después mucho más complejas y un tipo de iglesia ha corrido el riesgo de actuar como una institución de poder religioso, más que como una comunidad expansiva de amor.

Mira, el centro de la Iglesia son en sentido amplio los mandamientos y en sentido más concreto las bienaventuranzas y el amor al prójimo, vivido en referencia a Jesús.
Por otra parte, la Iglesia oficial dice muchas cosas, regula muchos aspectos de la vida, pero después no impone lo que ella dice. Además, bien mirados, los “mandatos estrictos” de la Iglesia son pocos. Lo que importa de verdad es crear comunión con los demás y amar, es decir, ayudar a los más necesitados. Si esto está firme, las otras cosas son secundarias y la Iglesia lo sabe bien.


- Drogoteca: Le pongo un par de supuestos y me dice usted si serían condenables según las leyes de la Iglesia, y si en su opinión esas condenas serían coherentes con el mensaje de Jesús.
Por ejemplo, una pareja de varones que se amasen, convivieran juntos y ocasionalmente (sin nada que ver con la necesidad o la adicción) tomasen juntos una droga que ampliase su percepción y conciencia, y terminasen la velada haciendo el amor.
Y en cierta distancia con ese ejemplo, otro: un adulto, que cumpliera en su vida laboral, en sus relaciones sociales, en sus deberes, y que de forma totalmente libre, para acudir a una fiesta decidiera tomar cualesquiera psicoactivos le parecieran mejores para disfrutar más de su momento de esparcimiento y embriaguez, nada sacralizada pero compartida con sus amigos. ¿En base a lo dicho, habría algo que condenar en esos actos según la Iglesia? ¿Y cree usted que Jesús tendría algo que condenar en esos comportamientos?

- Xabier Pikaza: Estos son temas para una discusión más amplia. La iglesia oficial acepta el amor homosexual como un hecho, aunque tiende a condenar el “uso” físico de ese amor. Influyen para ello una serie de condicionamientos y tradiciones difíciles de cambiar. Pero muchas personas de la Iglesia, incluso entre la jerarquía, están pensando que lo que importa no es tanto el hecho sino la “calidad” del amor homosexual. Ella tendrá que hacer un largo camino en ese sentido.
Respecto al segundo caso, lo que la Iglesia tiende a condenar es una “adicción destructora”, es la drogo-dependencia de la que he hablado antes. De todas formas, en general, la iglesia es muy prudente en este campo y tiene miedo a que por el camino de la droga se pueda destruir el tejido de la vida personal y de los compromisos sociales.


- Drogoteca: Un viejo amigo común me ha contado que usted ha apoyado activamente a algunos insumisos en el pasado, cuando el servicio militar era obligatorio. ¿Cree que por encima de la ley normativa se sitúa la legitimidad moral de una conducta?

- Xabier Pikaza: La iglesia ha defendido siempre la conciencia por encima de la ley. La ley sólo es obligatoria en la medida en que se expresa a través de la conciencia.

Por otra parte, en el caso del que me hablas, yo considero legítima la objeción de conciencia ante el servicio militar. Sí, actúe como testigo de defensa “religiosa y civil” en algún caso al final de franquismo y me siento contento por haberlo hecho.

Más aún, en esa línea, sería partidario de una objeción de conciencia global… que tendría que hacerse internacional, influir fuera del propio estado, creando redes internacionales de rechazo de las instituciones militares en cuanto tales (no en cuanto al servicio de seguridad). Pero éste es un tema que debería precisarse mucho más.


- Drogoteca: ¿Legalización de todas las sustancia, sí o no? Se sobreentiende que únicamente a disposición de todos aquellos adultos que las solicitaran, en condiciones de calidad farmacéutica y con toda la información accesible para una decisión libre y veraz.

- Xabier Pikaza: No entiendo la pregunta. Creo que no hay que legalizar ni ilegalizar ninguna droga. La ley no debería meterse en este campo, como no se metió durante siglos. La misma ley general, en cuando salvaguarda de la libertad y de los bienes comunes, bastaría para condenar los abusos o casos destructivos de las drogas.
Evidentemente, en este campo es necesaria una educación, como he dicho antes y una conciencia mayor del valor y también del riesgo de las drogas. Habrá drogas que requieran certificado farmacéutico y otras no. Eso deberán determinarlo los antropólogos y los médicos, no el Estado en cuanto tal.


- Drogoteca: ¿Algo más que quiera añadir? ¿Se anima usted a pasar por aquí en unos días y contestar a las preguntas que algunos le pudieran plantear si quieren?

- Xabier Pikaza: Ya he hablado demasiado. Entraré en drogoteca dentro de unos días, a ver cómo piensan los compañeros y amigos del blog. Muchas gracias por haberme invitado a ofrecer mi opinión, que no es “dogma de fe”. No estoy totalmente seguro de lo que digo.

Y como nota final me gustaría añadir que en la vida social son necesarias dos cosas: la fiesta y la profecía, el gozo y la justicia. Una droga/fiesta sin profecía o justicia acaba siendo pura pasividad, escapismo, ceguera o borrachera. Pero la profecía/justicia sin fiesta degenera en pura rabia, en cinismo y en elitismo destructor.


Pues muchas gracias a ti, Xabier, por haberte prestado a este interrogatorio y por haber expresado tu opinión, que sin ser dogma de fe, ofrece muchas líneas de discusión y muchos argumentos a plantearse y debatir. Sabiendo lo limitado de tu tiempo, gracias por regalárnoslo.

Y ojalá tus deseos, tu "wishfull thinking", y esa Iglesia que sería la portadora de un mensaje de amor y con una posición incuestionable al lado del necesitado y defensora de la total libertad del ser humano, sean algún día una realidad palpable y visible.