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lunes, 23 de noviembre de 2015

Gas de la risa: 1 globo, 2 globos, 3 globos...

Este texto fue publicado en VICE hace un par de meses.

Sólo me queda añadir que en mi último viaje a Amsterdam, hace unas semanas, encontré cargadores vacíos de óxido nitroso en la calle muy en la forma en que sucede en UK. Me extrañó, ya que en ninguna parte del Barrio Rojo se vendía (sigue siendo legal en tiendas de alimentación y cocina) y cuando pregunté, me dijeron que eran los turistas extranjeros los que lo traían (junto con su costumbre de colocarse y tirar el cargador vacío a la calle).

Me parece mucho vicio irse a Amsterdam y llevarse el óxido nitroso desde casa para colocarse, pero haberlos haylos.

--


Un globo, dos globos, tres globos... 
...la luna es un globo que se me escapó.


Desde crío me han llamado poderosamente la atención todas las sustancias psicoactivas. Todas, sin excepción. Recuerdo leer en los cómics infantiles post-hippismo (como “Los Ángeles de Charlie” que me compraba mi abuela) referencias constantes a “las drogas” y las representaciones gráficas que hacían de ellas: colores que te rodeaban, mágicas formas caleidoscópicas que se presentaban ante los ojos de tu mente, y todo eso envuelto en unos placeres indescriptibles que, por supuesto, justificaban tanto la transgresión -tomar drogas- como la necesidad de reprimir ciertos apetitos humanos bajo la excusa de que resultan incontrolables para los débiles mortales.

Creo que fue en esos cómics que leía con 6 o 7 años cuando se despertó el apetito de probar las drogas: ¿por qué otros iban a poder experimentar esos placeres y yo iba a quedarme mirando? Vale, era un poco joven para empezar a meterme drogas, pero esas malas lecturas dejaron dañada mi mente desde esa tierna edad: me gustaban las drogas incluso antes de probarlas.





Como era un niño confiado, que no tendía a esconder lo que hacía, en algún momento debí comentarle a mi madre que quería tomar “ácido”. Mi madre tenía la carrera de Ciencias Químicas, y para bien o para mal, prefirió encarar el asunto desde la ciencia: recurrió a los libros. Mi madre escuchó atentamente lo que yo quería (drogas y sensaciones interesantes) y luego me dio la charla de los peligros de las drogas, pero desde un punto de vista bastante serio para estar tratando con un niño que no llegaba a los 8 años. 

Cogió sus libros de química -bastante buenos casi todos- de la carrera y me enseñó lo que era la LSD, cómo se había descubierto y los riesgos que tenía. A la hora de hablar de los peligros, incluyó algunos que no correspondían, como la adicción a la LSD, pero entiendo que no estaba preparada para un examen de farmacología. Yo escuché simulando atención, pero no necesitaba que me leyeran un texto porque podía hacerlo yo, aunque en aquel momento esos dibujos de estructuras químicas orgánicas me maravillaban casi tanto como las propias drogas que representaban. Yo quería el libro del que estaban sacando los conocimientos que me estaba intentando trasladar, de forma preventiva.

Al cabo de un mes de haber recibido el conocimiento que salía de ese libro, ya me lo había agenciado y me había leído entera la parte que hablaba de drogas y síntesis química de las mismas. Había pasado de escuchar hablar sobre el “ácido” a conocer diversas drogas, al menos en el plano teórico. El libro hablaba de la cocaína, la morfina, la heroína, la anfetamina, la mescalina y la LSD como compuestos orgánicos psicoactivos. Mi universo psicoactivo se había expandido de golpe, ahora tenía más drogas que quería probar, y mucho más trabajo por delante para probarlas todas.

Pero entre las sustancias psicoactivas que mencionaba el libro, también se encontraba el “Gas de la Risa” u óxido nitroso, y venía reseñado por ser el único compuesto inorgánico conocido que tenía efectos psicoactivos en el ser humano.



De aquel descubrimiento hasta hoy han pasado más de 3 décadas, y una de las poquísimas drogas que no había probado en mi vida (incluyendo medicación y anestesias) era el “gas de la risa”. No puedo decir claramente por qué nunca antes había probado esta sustancia, pero al estar comiendo en un restaurante donde para acompañar un plato nos sirvieron -con sifón- una deliciosa espuma de alioli, se me despertó de nuevo la curiosidad. ¿Qué tiene que ver? El óxido nitroso es un gas que se venden legalmente como propulsor de natas montadas, cremas, aires y espumas varias, que se sirven con un sifón. En el sifón introduces la sustancia a la que quieres meter presión, y luego lo cargas con uno o dos cartuchos de óxido nitroso, para que la presión y el tipo de gas obren el milagro espumoso con el material gastronómico de turno.

No había terminado de comer y ya estaba hablando con uno de los jefes de cocina del restaurante, para que me dijera dónde podía comprar un sifón y cargas para el mismo. La verdad es que ni los propios cocineros (que tanto alardean) saben muy bien lo que hacen: todos me juraban que las cargas que ellos ponían eran de CO2, lo cual es falso ya que esas sólo se usan para carbonatar bebidas y no sirven para elaborar espumas, pero preferí no darles muchas explicaciones. Tenía dos proveedores de hostelería, a menos de 500 metros, que vendían sifones de cocina y cargas. Según terminé de comer el riquísimo postre -celebrábamos una merecida victoria legal- y tras liarme un gran porro de marihuana, convencí a mi pareja para ir a echar un vistazo a esas tiendas.

Dicho y hecho. En un momento estábamos en el almacén de un distribuidor, viendo dos tipos de sifón y las cargas que tenían. En su caso, eran de la marca ISI y resultaban excesivamente caros. ¿La razón? Son los que promociona Ferrán Adriá de “El Bulli” y, como me dijeron en el almacén, esa tontería se pagaba cara. Así que viendo que era lo único que tenían, me fui a la competencia.
Allí tenían dos marcas, la mencionada y otra de nombre Lacor, mucho más asequible y de igual calidad (tanto para lo culinario como para lo psicoactivo). Además, tenía al lado varias cajas de cartuchos y pude cerciorarme de lo que compraba: cartuchos con 8 gramos cada uno de N2O y óxido nitroso. Los de la marca famosa sólo traían 7'5 gramos y resultaban más caros. Ya no me quedaba mucho que pensar, así que compré el sifón de cocina y 48 cartuchos de “Gas de la Risa”. Vienen en cajas de 24 cartuchos, pero nunca me ha gustado quedarme a medias probando algo nuevo, y no tenía claro cuántos iba a necesitar para probarlo a fondo.




Ya tenía lo más difícil: la droga deseada y su dispensador adecuado. Pero a no ser que tengas los pulmones de un elefante y ningún problema con llenártelos de un gas a temperatura bastante por debajo de cero grados, es mejor que compres unos globos. ¿Globos? No veáis lo jodido que es encontrar globos, de los de toda la puta vida, en los kioskos hoy día. Si conseguir la droga y lo utensilios me llevó 15 minutos, encontrar globos para poder probarla sin congelarme la faringe o sin provocarme daños por la presión con que se libera, me llevó cerca de 1 hora y tuve que recorrer más de una decena de kioskos, y sólo conseguí 4 globos de tamaño normal que le quedaban a un kioskero entre sus restos de stock. Está más jodido comprar globos que drogas, aunque suene raro, ésa es mi experiencia.

Llegué a casa y saqué el sifón, comprobé que tenía todas sus piezas -especialmente la que sirve para encajar y picar el cartucho con el gas comprimido, porque si lo intentas sin ella se convierte en una bala de metal sin control disparada con su propio gas- y decidí leer un poco sobre el asunto para repasar lo que sabía y reducir riesgos. Creo que incluso me juré que lo probaría al día siguiente o más tarde. Mentira: en 30 minutos estaba metido en el asunto. Lo llevo en los genes, la curiosidad me puede.

Tenía la ocasión de probar una droga por primera vez (de esas me quedan muy pocas ya) y como mi pareja estaba en casa, parecía algo manejable y las ganas me podían, empecé con el festival de la risa. Piqué el primer cartucho en el sifón, puse un globo que sujeté con la mano en el dispensador, apreté la palanca y con bastante ruido se llenó, casi de golpe. Antes de respirarlo, recordé que era lo que más me maravillaba del “gas de la risa” que tanto había leído: su capacidad de provocar risa. No entendía cómo un compuesto tan simple era capaz de activar una reacción compleja como esa en cuestión de segundos. Podía entender que tras tomar LSD pudieras tener risas incontroladas (o llantos incontrolados) según tu viaje, podía entender la risa tonta que te entra fumando porros con los amigos, pero no una sustancia que per se, tuviera la capacidad de producir risa.

Así que me senté en el sillón, con un globo naranja en la mano, y mire a mi pareja como diciendo “bueno, vamos allá”. Ella me miró y me sonrió con condescendencia, como diciendo “un día te voy a sacar en ambulancia, cabrón”. Exhalé con fuerza todo el aire que quedaba en mis pulmones, me apliqué el globo en los labios, y aspiré mientras dejaba que el gas entrase. Aguanté la respiración, pero no pasaron unos breves segundos hasta que tuve que echarlo todo y respirar aire de verdad: llenarte los pulmones de un gas que no tiene mezclado oxígeno, equivale a a no respirar o peor aún, con lo que la sensación aunque tenía los pulmones hinchados de gas, era la de que te está faltando el aire seriamente y tienes que respirar por cojones.




El primer efecto que sentí me recordó al que tengo cuando fumo heroína o fentanilo, y es que al exhalar la primera calada ya puedes sentir que todo va más suave, más relajado, menos estresado, las luces pierden algo de intensidad y todo parece apagarse un poco. En ese momento miré a mi pareja, que me observaba desde su lugar... y no pude por menos que descojonarme de risa.
¡¡Cómo me tocó los cojones!! El puto gas de la risa había podido conmigo y me estaba despollando sin motivo alguno mientras mi pareja me miraba, también riéndose (de mí).

Al mismo tiempo, pude notar cambios que me parecieron sorprendentes en la esfera auditiva, los sonidos eran todos más “brillantes y cristalinos” y la visión, aunque no tenía nada concreto que pudiera referir, era también extraña y tenía la sensación de que en breve iban a aparecer lucecitas de colores por todo el aire de la habitación. Apenas pude decirle a mi compañera “no sé de qué cojones me estoy riendo” cuando otra carcajada, esta vez ya mucho más cómplice y acompañando la risa de mi pareja justificó el momento. Pasaron unos 3 minutos, y esa borrachera extraña que me había asaltado estaba disipándose casi por completo, pero dejándome una sonrisa idiota en la cara, más propia de la MDMA que de otra cosa.




Me lancé a por otro globo, cargué uno, y me volví a colocar en un lugar seguro -por si perdía equilibrio o me desmayaba- y me lo aspiré como un campeón: otra vez descojonándome de risa, pero esta vez la sensación era de una borrachera mucho más profunda que la de la primera vez, ya que no habían pasado ni 5 minutos. El “gas de la risa” es un gas agradable, de sabor dulzón, y debido a su densidad te pone la voz como si fueras un ogro (lo contrario que hace el helio), lo cual ayudó a que cuando abrí la boca esa vez, la carcajada estuviera asegurada.

Sólo acerté, mientras sostenía un globo vacío en la mano, a decir: “Un globo, dos globos, tres globos... la luna es un globo que se me escapó!!” inspirado por mis recuerdos infantiles y provocando la carcajada de mi compañera y la mía. Ciertamente, la palabra globo me parece la más adecuada para referirse al efecto de esta droga, y así debe ser porque desde hace 4 días no hago más que cantar la cancioncita de los globos.




Dos experiencias puntuales no hacen mucho, así que me he pasado el fin de semana hinchado de gas de la risa, dosis dobles, repetidos globos seguidos y otros experimentos varios. Lo que más me ha llamado la atención de esta droga, es además de su capacidad para provocar risa sin motivo alguno y que no acabo de comprender, el marcado efecto antidepresivo que tiene. Hay quien está explorando el óxido nitroso como tratamiento contra la depresión resistente, y al parecer presenta mayores ventajas que la ketamina para el mismo uso, ya que ambos actúan de forma similar sobre los receptores NMDA, y no les falta razón. Cuando el efecto de las distintas dosis se pasaba, no dejaba resaca alguna y sí una actitud realmente positiva y sonriente. Al parecer eso se debe un efecto sobre la dopamina y el sistema de recompensa.

Su efecto es también claramente ansiolítico por la actuación que tiene sobre los receptores GABA. Se usa como anestesia/sedación y analgésico de uso breve, ya que su uso continuado resulta tóxico por bajar la producción de glóbulos blancos. Del efecto analgésico no puedo decir mucho porque apenas lo he notado, posiblemente debido a la tolerancia cruzada que tiene el óxido nitroso con el sistema opioide endógeno.

¿Merece la pena como droga lúdica? Creo que merece la pena tener algunas experiencias de primera mano con ella, no tanto como droga lúdica en sí misma -para mi gusto- sino como “complemento curioso”. Es barata, es legal, es relativamente inofensiva si se toman las precauciones mencionadas.

¿Acaso hay alguien que no guste hoy día de un buen globo en una buena fiesta con todos riendo? ;) 


jueves, 16 de julio de 2015

El Sexo Rosa: la viagra femenina

Este texto fue publicado en Portal Cannabis.es
Esperamos que os guste.




Sexo Rosa.


No creo que haya que explicarle ciertas cosas sobre pastillas y fármacos, hoy día, a nadie.Por ejemplo, ¿quién no reconoce a la archifamosa Viagra con su bello color azul? La tenemos hasta en anuncios de publicidad, como ese en que un hombre ya algo mayorcete busca y pierde su Viagra con los nervios de su siguiente encuentro amatorio, para que acabe cayendo en el depósito de gasolina de un coche, al que se le pone dura dura... la carrocería.

Los hombres lo tenemos relativamente sencillo. El mayor problema suele ser la disfunción eréctil, y eso es un problema mecánico: hay que hinchar de sangre un globo, con forma de salchicha, para que se ponga en funcionamiento. En eso la Viagra, debo reconocer, ha sido un éxito merecido: soluciona el problema de la falta de erección en la mayoría de los casos sin especiales efectos secundarios. ¿Cómo lo hace? Pues inhibe temporalmente la acción de una enzima, la fosfodiesterasa, que como efecto secundario abre las puertas del riego sanguíneo a los cuerpos cavernosos del pene. Y el globito se hincha. Fácil, eh?

Hay algunas personas a las que la Viagra no les sirve. Su falta de erección está mediada por una cuestión psicológica y no físiológica: falta de apetito, estrés, nerviosismo, alteraciones bioquímicas, etc. Y es que la Viagra, aunque esto se haya colado también en el imaginario colectivo, no te pone cachondo. No te excita. No te ayuda a nada que tenga que ver con ese proceso, excepto en la respuesta física del globito. Si no te gusta lo que tienes delante o tienes un problema no fisiológico, la Viagra no te sirve para nada. Bueno, y si no tienes hipertensión pulmonar, que es el otro uso médico que tiene y desde el que descubrieron lo del globito, porque no iban buscando lo que encontraron pero supieron aprovecharlo.

En general, no tengo nada que objetarle a la Viagra y otros derivados. Me parece un buen fármaco, caro, pero bastante logrado. No te excita, pero no es su función.





¿Y qué pasa con la mujer? La mujer también tiene cuerpos cavernosos en sus genitales, que se llenan de sangre en la excitación sexual, haciendo que crezca el tamaño del clítoris y de los labios vaginales, y cambiando a veces su color debido al flujo de sangre. Pero no tiene nada que requiera ser hinchado, y normalmente para la mujer la parte mecánica del asunto es el menor problema.

La mujer tiene su punto problemático, en esto del sexo, en el apetito sexual. Digo problemático, porque en términos médicos, es la primera causa de falta de actividad sexual. No sólo le ocurre a la mujer, le ocurre también a muchos varones pero que con eso de nuestro rol cultural, no solemos comentar. No suele verse a mucho hombre decir en público “bah, yo paso de follar”, cuando la realidad es que muchas mujeres te podrían decir que si no tienen más actividad sexual es porque su pareja es como un ladrillo a la hora de incentivar el asunto.

Es muy complejo saber por qué una persona no tiene apetito sexual. Puede haber causas hormonales, puede haber causas psicológicas, puede ser que no le ponga su pareja ya o que esté a otras cosas. En el caso de la mujer, la presión del cuidado de la prole y de la casa (todavía en sus manos en gran proporción) puede que sea una rutina bastante alejada de la esfera de lo sexual. Y el sexo, lo sexual, no es algo que se monte y se desmonte en un instante sino que suele requerir de un cierto proceso a lo largo del tiempo y una clara predisposición, para que la cosa salga bien y tire.

Pero vivimos en una sociedad de consumo.
Tenemos la pastilla que nos la pone dura, la de la acidez de estómago por comer mal, la de la ansiedad por la vida que llevamos, la del insomnio porque no desconectamos, la de la depresión si nos ponemos tristes... tenemos la leche de pastillas!! Rojas, verdes y amarillas!!




Dado que el rol que vamos ocupado cada vez se parece más a un target de mercado, la mujer va a recibir su dosis de sexo en pastilla. ¿Por qué? Porque ella lo vale, no? Y aquí llega la historia de la nueva pastilla: la pastilla rosa, para esos días en que no te apetece echar un polvete, amiga...

Llega la Flibanserina, cuyo primer nombre propuesto para su comercialización era Gi-ROSA.
¿Y qué hace? ¿Qué es? ¿Vamos a follar todos como locos por fin? ¿Es rosa? Sí. Es rosa.
Eso debe ser lo más importante junto con lo de llamarla “viagra femenina”.

La flibanserina es un compuesto que fue desarrollado por el laboratorio Boehringer Ingelheim hasta el año 2010, en que la FDA (los que regulan los medicamentos en USA) les pegó un portazo a sus intenciones de lanzarlo como viagra femenina. Como los del laboratorio vieron que realmente tenía efectos secundarios que hacían pensar que no compensaba el objetivo, que era lo que decía la FDA, pues se deshicieron de ella vendiendo la patente y la investigación a Sprout Pharmaceuticals, otro del mismo ramo.

A pesar de eso, Sprout continuó con el desarrollo, y aunque la FDA le ha repetido varias veces que no les hace mucha gracia esa pastilla para esa indicación por sus efectos secundarios, ellos han tenido el impetu de hacer lobby con las mujeres y forzar su aprobación mediante movimientos más políticos que científicos.

¿Por qué? Por la falta de opciones de tratamiento para lo que, en nuestra fiebre medicalizadora, hemos llamado “Trastorno de deseo sexual hipoactivo premenopáusico”. El típico “quita que no tengo ganas de fiesta” de toda la vida, pero con un nombre que acojona. Imagina que el médico te dice que tienes de eso, a ver con que cara sales de la consulta. Y si el médico te dice que tienes “algo así de serio” seguramente tenga una pastilla para ayudarte. Rosa y todo, sí.

Seguramente pensaréis que vaya cachondeito que me tengo con el rosa, pero no es sólo por reírme. Lo del rosa es la guinda de una medicación peligrosa que se venderá para mujeres. ¿Peligrosa? Si fuera peligrosa no lo autorizarían, no? Tenemos cientos de medicaciones creadas a medida para enfermedades o trastornos, también creados a medida. Es una cuestión de negocio, de ventas, de que la cosa funcione y la mujer, como grupo de consumidoras, acepte la pastillita rosa como algo que la ayuda a ser más mujer y a ser más deseada por su actividad sexual.




En este caso, la pastilla rosa, no es una medicación simple, que sólo toque un asunto y funcione todo como con la Viagra (aunque tiene también sus efectos secundarios). En este caso se trata de que la medicación debe ayudarte a excitarte y a tener más deseo sexual. No tiene nada que ver con la Viagra, y en realidad no entiendo por qué sólo se aplica a mujeres ya que su modo de acción no es específico de uno de los dos generos.

La pastillita rosa, Flibanserina o Addyi para las futuras amigas, no toca las hormonas que regulan parte de la sexualidad y que nos diferencian a hombres y mujeres. Toca el cerebro y su neurotransmisión. En concreto se mete a jugar con la dopamina y la norepinefrina y su efecto estimulante (también sexual) y con la serotonina y su efecto inhibitorio sexual.




Ya que dopamina y norepinefrina actúan de forma positiva en el impulso sexual, han decidido que la mejor forma de animar el asunto es aumentar su presencia en el cerebro y como la serotonina te suele inhibir las ganas de sexo, pues han decidido bajarla. Seguro que estas palabras te suenan más a psiquiatra que a sexo, y es normal. La flibanserina es un antidepresivo en esencia, y se empezó a explorar para ese perfil de trastorno.

Ahí precisamente radica el gran peligro de este nuevo lanzamiento farmacéutico que seguro que copará muchas portadas y mucha publicidad, pero que creo que no tendrá ningún recorrido como best seller. El hecho de aumentar la dopamina, como hace la cocaína o la anfetamina, tiene sus consecuencias. Igual ocurre con la norepinefrina, que es uno de los targets en la depresión. Y especialmente con la serotonina, que regula nuestro estado de ánimo de una forma muy compleja.

Como es lógico, ahora que se está armando la campaña para su lanzamiento futuro, los efectos secundarios de los que hablan son menores: somnolencia (posiblemente por la subida de serotonina, como ocurre con la MDAI) y desmayos. Debe ser serio, porque uno de los miedos era el efecto sobre la conducción. Pero yo entiendo que la cosa no queda ahí, ni mucho menos.

Los efectos secundarios serán, a la larga, los de otras medicaciones parecidas: antidepresivos. Cuando modificamos nuestra química con esas moléculas, modificamos nuestras ganas de reír, de comer, de salir con los amigos, de cantar o de llorar y quedarnos en casa sin ver a nadie. En una depresión, que es un trastorno grave y bastante incapacitante que casi todos los humanos pasan una vez en la vida al menos, está justificado usar algo para restablecer a la normalidad los neurotransmisores que están mal, al comparar los pros y las contras.

¿Pero lo merece para, teóricamente, aumentar el apetito sexual?
Si los efectos son somnolencia y en alguna persona un desmayo puntual, pues es posible que sí. Pero si los efectos secundarios pueden ser de todo el abanico de enfermedades derivadas de un desequilibrio en los neurotransmisores, podemos estar delante de una píldora que aumente la tendencia suicida, la depresiva, o que resulte en los efectos opuestos.

Lo que parece claro, es que el precio de entrar a tocar la química del cerebro con grandes medidas para conseguir pequeñas modificaciones en la conducta, nunca es igual a cero. Es posible que la flibanserina ayude a algunas personas con el sexo, sí. Tanto mujeres como hombres, aunque sea rosa y dirigida a ellas. E incluso puede que resulte un buen antidepresivo o un fármaco interesante para otros trastornos.

Antes de tomarla, mujer u hombre, plantéate si tomarías antidepresivos para mejorar -hipotéticamente- tu impulso sexual. 
Si la respuesta es NO, aléjate de la “viagra femenina”.





sábado, 12 de enero de 2008

Droguemos a los ciudadanos desde niños. Larga vida al metilfenidato.

Estaba leyendo un blog que me parece interesante, http://drogohezi.blogspot.com/
y que en su último post trataba de forma inteligente y bien informada de la problemática que esta suponiendo el uso del metilfenidato - Ritalín (y otros) en niños.
Me he puesto a escribir un comentario sobre el tema, que hacía tiempo quería tocar, pero incluyéndolo en una entrada pendiente sobre las empresas farmacéuticas, y me he dado cuenta de que sería una buena entrada para esta página.

No sólo buena, sino MUY NECESARIA para aquellos padres que buscan información sobre la "recomendación" que muchos colegios hacen de que den ciertos fármacos a sus hijos, profesores que presionan, o incluso (y conozco directamente el tema) colegios privados concertados que se niegan a matricular a un niño para el curso siguiente si los padres no aceptan darle cierto tratamiento farmacológico que básicamente sirve para facilitarle la vida a algunos desalmados, inútiles, ignorantes y cómodos fulanos y fulanas, que por desgracia tienen el título de maestro, y ejercen como tal (al menos eso creen los padres).

Este tipo de gentuza no son, ni mucho menos, todos/as los maestros/as, pero cada vez parece que es más sencillo encontrar varios de esta clase: los que no saben QUÉ es un niño.

El problema de la medicación innecesaria a los menores de edad está adquiriendo proporciones colosales. Antidepresivos, benzodiacepinas, neurolépticos, y ahora anfetaminas camufladas como el metilfenidato, más conocido como Ritalín.

En nuestro país comienzan a oírse algunas primeras voces en los colectivos de padres que tiene capacidad de pensamiento crítico, y se oponen a esa facilidad con la que quieren algunos meter psicofármacos a niños de 7 años.

No se puede generalizar, pero muchos de los maestros y profesores han descubierto que un niño activo, no nervioso sino juguetón (de los que molestan), con una dosis de anfetamina modificada como es el ritalin, cuyo mecanismo de funcionamiento es tremendamente parecido al de la cocaína, resulta convertirse en un niño feliz, quieto y atento.

Y adicto. Como con casi cualquiera de las drogas psicoactivas recetadas legalmente.

Se pone el grito en el cielo cuando se habla del uso de cocaína o anfetamina por parte de adultos libres con pleno derecho y capacidad, y de lo peligroso que resulta interferir en su sistema dopaminérgico (sobre el que principalmente actúan estas drogas).


Es la famosa teoría del secuestro del sistema de recompensa, mediado por la dopamina (entre otros neurotransmisores).

Se habla de como incluso una década después se pueden distinguir las reacciones de dos cerebros, uno que haya sido consumidor y otro que no, por las técnicas de imagen actuales.
¡Lo cual es cierto! Y sin embargo ahí están dándoselo a cerebros que están sin formar aún.

Muchos maestros, con la PATÉTICA Y VERGONZOSA formación que tienen, no les importa hablar con los padres, elaborar un informe con el equipo psicopedagógico de zona o del centro, y si dan con médico de cabecera poco interesado o muy saturado, tendrá sin problema su dosis diaria de cocaína en versión tragable.

Además tendrían que saber que este tratamiento, no cura el supuesto trastorno. Simplemente "parchea" algunos de sus síntomas.

Y eso sólo en el caso de que se recete a un niño que realmente lo tiene (dicho trastorno).
Pero el mercado manda, la comodidad también, y la incultura farmacológica reina, ante unos padres que no dudan en darle al niño todo aquello que un tío con bata blanca diga.

En USA no solo se utiliza el ritalin para este trastorno, sino también la anfetamina, de nombre adderall, que es una mezcla de dextroanfetamina (su isómero más activo) y anfetamina racémica. Una anfetamina potenciada en si misma, por así decirlo, pero anfetamina pura y sin "camuflar".

Allí hace tiempo que son muchas las organizaciones de padres que se han negado en redondo a dar a sus hijos lo que los colegios solicitaban, que como dije iba desde anfetas a neurolépticos.

Es decir, la infancia se mide con parámetros de adultos.
¿Un niño revoltoso, juguetón, travieso?
Hiperactivo. Eso si no le cuelgan el cartel de "niño problemático".

No es un niño sano, es un niño con trastorno.
¿De qué? ¿Trastorno de juventud? ¿Trastorno de infancia?

Yo me pasaría las noches sin dormir si mi hijo, fuera un niño quieto, calmado, que no me diera nunca guerra, que nunca hiciera nada movido por su curiosidad, que no se saltase ninguna norma... en definitiva, que no pareciera un niño.

Esto ocurre ahora con el ritalin, pero ocurrirá en el futuro con otros fármacos.
Por un lado, las empresas queriendo vender y presionando, y en otro los maestros que no tienen sueldos ni reconocimiento social, y no quieren líos en clase, además de ser la escoria de la formación universitaria.
Y niños cada vez menos educados en lo esencial por parte de quien debe hacerlo: sus padres y familiares.

La bomba está lista, señores.

Nos preocupamos desmesuradamente -con razón también- de qué médico pediatra atiende a nuestro hijo, pero nos importa un huevo que profesor o profesores le están educando, y pasando con él o ella más horas al día que sus padres.

De seguir así la cosa, los maestros querrán a una clase de obedientes robots por el milagro del efecto paradójico de los estimulantes, que convierten a casi cualquier chiquillo en personas anormalmente tranquilas, atentas y no molestas para el conjunto.
Los padres contentos de que sus hijos sean "buenos estudiantes" aunque no sean niños.

Y las farmacéuticas aplaudiendo mientras se les caen los billetes de sus ganancias entre los dedos.


De momento los resultados de un sistema socio-educativo que no da reconocimiento a los educadores, un salario acorde con la ENORME RESPONSABILIDAD que conlleva su trabajo, y con una planificación que se ha olvidado de lo que es la educación y se ha diseñado observando sólo aspectos teóricos de lo que sería el supuesto desarrollo psicológico de un joven libre en una situación ideal e inexistente, deseoso de aprender, y con ganas de recibir más y más formación sobre las áreas que fueran de su preferencia. Y poniendo al educador al mismo nivel que el educando.

El resultado de ese tipo de educación, que se diseñó sin atender a los profesionales de la enseñanza con décadas de experiencia, vocación, y con errores también porque nadie es perfecto, lo estamos viendo día a día. Vale con escuchar hablar a chicos de 14, 16, 18 o 20 años, verles escribir, o comprobar su capacidad de lectura y comprensión, para llevarse en la mayoría de los casos, las manos a la cabeza. Eso en este país.

Pero podemos ir tomando nota de los resultados de la educación de modelo USA (con bien de anfetaminas para los niños) en uno de los últimos informes mundiales:

- Un tercio de los adultos jóvenes en USA no sabe indicar hacia dónde está el Noroeste.

- Menos del 40% de los estudiantes mayores de secundaria saben leer correctamente.

- En Misisipi se hizo una prueba estándar estatal que reveló que sólo un 18% de los alumnos era capaz de leer correctamente, así que hicieron un examen especial de nuevo para Misisipi, con el nuevo resultado que indicaba que el 89% leían correctamente (así seguían obteniendo fondos federales).

- Una quinta parte de los usanos no saben localizar su propio país en el mapa.

- La mitad de los estudiantes no eran capaces de situar la ciudad de New York en el mapa.

- Incluso después del Katrina, un tercio de los estudiantes no eran capaces de señalar el estado de Louisiana.

- Sólo el 29% de los usanos sabe decir cuál es el océano Pacífico.

- El 58% no sabe donde está Japón.

- El 69% no sabe donde está Inglaterra.

- Los estudiantes usanos sacaron una nota inferior en conocimientos matemáticos a los de Francia, Alemania, España, Inglaterra, Italia, Japón, y Canadá.

- El resultado de la comparación entre países, situó a los USA sólo por delante de los estudiantes mexicanos en conocimientos.

Esos son los resultados de un país que generosamente decreta trastornos, síndromes, enfermedades creadas por marketing y tiene una educación íntimamente ligada a la farmacología.
Y ya es jodido que estén peor de lo que andamos aquí... no comprendo como lo han logrado, porque es algo cada vez más difícil.

El que crea que no necesita un mínimo de cultura farmacológica, médica, y pedagógica si además tiene hijos, que despierte ya!!!

O será tarde cuando se den cuenta de en qué han convertido a sus cachorros.

¿Y aún así siguen estas mismas organizaciones y empresas atreviéndose a hablar de los peligros a largo plazo del consumo de cantidades moderadas y ocasionales -o excepcionales- de MDMA?

Con razón los políticos, de uno y otro lado, no tienen el menor interés en educar sobre fármacos y drogas, ni a los padres ni a los alumnos.

Podrían comenzar a tomar decisiones por si mismos... ¿Cómo van a arriesgarse a algo así?


P.S: Casi se me olvida... aunque con retraso (del 11 de Enero)...

¡¡¡Felices 102 años, Mr. Albert Hofmann!!!
Y un millón de gracias... de todo corazón.


domingo, 4 de noviembre de 2007

Polimorfismos genéticos y medicación individualizada.

Hace unos días, en la anterior entrada y sus comentarios, hablábamos de qué variables había que tener en cuenta a la hora de dosificar un fármaco. En un comentario yo hacía mención a las más habituales y aplicables a día de hoy.

Y hacía también una mención a las que serían de esperar al día de mañana, en un futuro que yo pensaba más lejano. Esas eran las variables que dependían de la carga genética de cada individuo, sus genes, y de las consecuencias de las diferentes expresiones a nivel proteico de ese material.
Genotipo y fenotipo, que son los que nos llevaban a hablar de terapias individualizadas en función de los polimorfismos genéticos que en cada persona provocasen que las medicaciones y otras drogas provocasen reacciones diferentes, o de diferente intensidad, duración y efectos secundarios.

Aunque ese hecho es conocido y estudiado desde hace mucho tiempo -al menos desde que se fueron descifrando partes de nuestro genoma- no parecía probable que se llegasen a aplicar sus descubrimientos dado que para ello, hacían falta estudios genéticos de los receptores de cada medicación, y esto de momento acarrea unos costes que son demasiado fuertes como para que eso se extienda a toda la población de consumidores de fármacos.

Aunque esta opción es a todas luces la que se seguirá cuando económicamente sea viable, de momento pocos estudios prácticos se habían llevado a cabo, y casi siempre habían estado centrados en los aspectos genéticos de ciertas patologías, y en la investigación y lucha contra el cáncer.

Pero hoy me alegra traer a esta página una buena noticia, que lo será aún más si pasa de ser una excepción a una costumbre.

El servicio de Bioquímica Clínica y el de Psiquiatría del Hospital Clínico Universitario "Virgen Vega" de Salamanca, ha comenzado a desarrollar un estudio médico para adaptar, en base a nuestra carga y expresión genética, la medicación que se le da a pacientes psiquiátricos.

De momento se han tomado como muestra para el estudio a dos grandes grupos, uno formado por pacientes que son tratados con neurolépticos o antipsicóticos, y otro compuesto por personas que reciben medicación antidepresiva.

Al frente del estudio esta la doctora e investigadora María Isidoro García, con amplia experiencia en otros estudios de las diversas expresiones genéticas, y que ya puede poner en marcha gracias a la llegada de material puntero en investigación, como es una plataforma de genotipado de alto rendimiento.

Tal vez alguien se pregunte que relación tiene esta noticia con el contenido habitual de esta página. Por un lado, ya estamos hablando de fármacos, y más concretamente de fármacos psicoactivos.
Pero además, lo que a algunos -los mas curiosos en esto de la farmacofilia- nos puede interesar, es que dicho estudio está básicamente centrado en el citocromo P450 y sus subtipos.

¿Qué es eso del citocromo?
Los citocromos son estructuras proteicas que cumple diversas funciones en el metabolismo animal y vegetal. Desde procesos como la fotosíntesis en las plantas a procesos como la acumulación de energía química en la ATP (adenosina trifosfato) animal, que es nuestra mayor moneda de intercambio energético.
Otros de esos citocromos tienen funciones enzimáticas, catalizando modificaciones químicas en diversas moléculas de todo tipo.

Pero el citocromo P450 y sus variantes, son de especial relevancia para los consumidores de psicofármacos, ya que son responsables de la metabolización y desactivación de más del 90% de los productos con actividad psíquica.
De esta forma, cualquier cambio en su estado, función, inhibición o potenciación, tiene como resultado que una sustancia sea más o menos activa, tenga más o menos efectos secundarios, y pueda oscilar entre provocar una sobredosis o no resultar útil para el fin que era administrada.

Y esto cobra mayor relevancia aún cuando se trata de medir las interacciones entre distintos fármacos, o entre fármacos y ciertos alimentos que actúan aumentando o incapacitando la actividad enzimática de este importante desconocido.

Este estudio nos dará sin lugar a dudas más información sobre la delicada relación de ciertos genes, como se han expresado, y las consecuencias prácticas sobre ello.
Todo esto, claro, basándose en estudios genéticos, que si ahora no son la norma, en el futuro sí lo serán, y posiblemente un ordenador que se conecte a un chip donde tengamos nuestra estructura genética almacenada nos diga que tomar, o que evitar tomar.

Yo hablaba hace unos días de futuro, pero aunque faltan muchos estudios en ese aspecto, es algo disponible ya, pero con la eterna traba económica.

Más datos sobre el estudio.
Con una pequeña muestra de ADN de la persona, y tras ser sometida a una multiplicación de la misma por la PCR (reacción en cadena de la polimerasa) y secuenciada, esta sera colocada en un pequeño chip que será leido por un ordenador, que traducirá mediante un software específico las implicaciones que ese ADN tenga con respecto a el citocromo P450 y subtipos.

Para eso se usará el "Amplichip cyp450" de los laboratorios Roche, que podéis ver en ese link junto con una explicación de su utilidad y objetivos. La versión en inglés de la web da alguna información más, como por ejemplo sobre que substratos actúa dicho citocromo y algunas de sus variaciones o mutaciones.

Después de haber visto tan cerca el uso de estas nuevas tecnologías, me inclino por pensar que tal vez en menos de dos décadas, sean de uso común. Y que las próximas generaciones de psiconautas no sólo tendrán que leer y buscar información sobre dosis y pureza de sustancias, sino que podrán estar mejor preparados disponiendo de su información genética y con medios para acceder a saber como esta les influye con una u otra substancia, mejorando la reducción de riesgos asociados al consumo y la calidad de sus experiencias.

Y me gustaría terminar esta entrada aquí, con una buena noticia nada más.
Pero creo que no debo dejar de hablar de un tema que ha afectado a toda la familia de usuarios de enteógenos: la prohibición total de venta de hongos psilocibios (con psilocibina/psilocina) en los Países Bajos.

La noticia ha caído como un jarro de agua fría hace unos días, haciéndose eco de ella los medios con su habitual desinformación en este tipo de asuntos.
Casi todos ellos han dado la noticia como si fuera la consecuencia del trágico suceso en el que una chica francesa menor de edad, se había arrojado por un puente en Amsterdamn tras consumir, entre otras cosas, supuestamente estos hongos.

La verdad es que ese hecho no ha tenido mucho que ver en su prohibición, que era algo perseguido por ciertos sectores conservadores, proclives al manejo de drogas desde el punto de vista de la prohibición en lugar de apoyar la reducción de riesgos.

Uno de los argumentos esgrimidos es que las llamadas a ambulancias y asistencias a hospitales por malos viajes (ya que no hay casos de muerte por esos hongos) habían pasado de 70 en el 2005 a 128 en el 2006.
Pero no parecía importarles que 9 de cada 10 casos era protagonizado por un turista, en su mayoría de origen inglés. Y además, esto ocurría curiosamente, desde que se clasificaron como droga tipo A (equivalente a las peores condenas penales) en el Reino Unido.
Es decir, la política de educación y tolerancia ha dado sus frutos en Holanda, que consumía miles de kilos de hongos frescos cada año.
Pero el mal uso de algunos turistas que huyendo de la prohibición en su país los buscaban allí ha acabado por darles una excusa a los legisladores para complacer al resto de fracasados países que con la prohibición como bandera, no les queda sino envidiar la ausencia de problemas que tienen los ciudadanos holandeses con respecto a las drogas.

He estado atento a los cambios que eso podía producir en la venta de hongos a través de internet, y aunque se han hecho eco de la noticia, prácticamente siguen estando disponibles donde antes lo estaban.

Personalmente no creo que esta prohibición vaya a afectar a los hábitos de consumo de los amigos de las setas. A día de hoy y como dijo Escohotado, la oferta es tan amplia y accesible, que el consumo ya no se elige en función de su legalidad. Es sólo la fachada de la "guerra perdida contra las drogas".

Pero sí soy consciente de que precisamente los menos experimentados, los menos informados y por lo tanto los más vulnerables, si se ven privados de un acceso fácil y sin criminalizar a estas setas, pueden inclinarse por otras opciones que les sean más cómodas, a la hora de comprar.

Y en lugar de acceder a una sustancia cuyos efectos son, dentro de los enteógenos clásicos, unos de los más benignos y de menor duración, pasen a vérselas con otras drogas cuyos efectos son más duraderos, intensos, desconocidos en su totalidad por ser research chemicals como el DOB, o imposibles de dosificar con certeza por su status y presentación, como la LSD.

Para el profano todo esto puede sonar parecido, pero no se equivoquen porque no lo es.
Es un paso atrás en detrimento de los derechos y la salud de muchas personas.

lunes, 15 de octubre de 2007

Empatógenos y entactógenos

Todo estaba ya vendido tras la explosión de los años del movimiento hippie.

Aquella revolución, más emocional que de otro tipo, que absorbía como una esponja todo lo que pudieran suponer nuevas formas de vivir, de percibir las cosas, de pararse y pensar en la vida que realmente querían llevar sus protagonistas, había hecho que el mundo occidental comenzando desde el país más industrializado y armado del mundo se encontrase ante generaciones de jóvenes contestatarios que defendían unos valores que al ciudadano medio le sonaban casi marcianos, y al establishment (gobierno, ejército y otras instituciones) no les hicieran ninguna gracia.
Hablar del flower power en mitad de un guerra como Vietnam, era un absurdo tan colosal para el paradigma existente que sólo las mentes menos endurecidas, por los patrones de comportamiento imperante, parecían capacitadas para llegar a él.

Sería arrogante decir que aquella explosiva mezcla de juventud, idealismo, liberación en lo sexual y el querer buscar verdades absolutas nutriéndose en culturas lejanas con enseñanzas propias de iniciados, místicos y trascendentes, fue algo provocado por una droga como la LSD en principio y otras similares posteriormente. Pero hay una parte de verdad en ello.
Esas sustancias llegaron al gran público en un momento concreto, en que las bases para un gran movimiento que hiciera cara a los obsoletos valores impuestos, estaban ahí.



El descontento vital, la falta de motivación, la ausencia de una verdadera espiritualidad en una sociedad medible en dolares y misiles, ya estaban ahí. Ya sabíamos que habíamos roto el átomo, y que disponíamos de poder para destruir el mundo varias veces. Por primera vez en la historia del ser humano, se había llegado a una situación en la que una sola especie, era capaz de terminar con toda la vida en el planeta, con un equilibrio tremendamente frágil como hemos sabido después las muchas veces que estuvimos cerca de un final.

Hasta entonces habían estado a disposición del pueblo, de forma legal o no, varios embriagantes. Alcohol para todos tras la Volstead Act, cocaína que era el lujo y lo exclusivo, anfetaminas para acelerar cualquier evento, y opiáceos, barbitúricos y otros depresores para frenar, relajar y dormir. Todas ellas drogas que hacen que todo corra más rápido o más lento, algunas con una añadida euforia.
Pero aparte de la floja marihuana que venía de México (en los USA), no había a disposición del gran público ninguna sustancia que actuase sobre la esencia misma del ser humano: su alma.

Aunque se conocía el peyote, algunas solanaceas, y tal vez la ayahuasca por algunos intrépidos viajeros como Richard Evan Schultes, no pasaban de ser materiales que estaban reducidos a curiosidades que había en círculos académicos e intelectuales, de forma minoritaria.

Allí llego la LSD, que saltó de los laboratorios a la calle sin pedir permiso, dadas su espectaculares propiedades por las que 1 gramo de sustancia era suficiente para provocar un viaje al centro de su mente a 10.000 personas. Si aquel substrato era gasolina sobre papel, el hijo de Albert Hofmann fue la cerilla que prendió esa revolución, extendiéndola a millones de personas, a las artes, las ciencias, y el espíritu que dejo de ser cuestión de sacerdotes o pastores intermediarios, para ser algo que le era revelado a uno mediante un cubito de azucar con una gota de su LSD.

Tras esos años, la prohibición, la represión, y la perdida de fuerza y vitalidad del mayor movimiento contracultural que nuestra historia moderna haya conocido, todo estaba vendido.
A esas drogas que aceleraban, a las que frenaban, a las que desinhibían, se les añadió una nueva familia de sustancias y plantas que fueron los mal llamados "alucinogenos". Pronto surgieron voces que negaban ese nombre en base a sus efectos, y se barajaron decenas de ellos, de los que finalmente quedaron neologismos como psicodélicos, que se cambió a psiquedélicos para evitar lo peyorativo y alusivo a enfermedad mental de la raíz "psico", y el último y más acertado: enteógenos.

Todas las drogas que se creaban por los magos de la química y sustancias que se encontraban en diversas fuentes vegetales y animales, encontraban acomodo en alguna de las categorías ya establecidas. Cada una con sus matices, pero en lo básico encajaban en una u otra etiqueta.

Había una unica excepción, y esta era la MDA (podría decirse que la madre del MDMA). Si bien sus efectos llegaban a ser enteógenos, tenía el presagio de algo suave. Podía y provocaba visiones, pero al mismo tiempo había algo diferente en su acción sobre los afectos humanos. Se la llamó "droga del amor" y también "la droga mas suave de América" (Mellow Drug of America), posiblemente esto último aprovechando el acrónimo de sus siglas químicas.

Cuando se dio el paso de ilegalizar los enteógenos, se ilegalizaron todos los conocidos, y la MDA entre ellos.

Pero en los círculos químicos y psiconaúticos de la época, algunos valientes seguían sintetizando y probando diferentes sustancias. Y algunas personas habían resintetizado una creación de final del siglo XIX y posteriormente patentada por los laboratorios Merck, que había sido un hallazgo circunstancial y al que no le dieron utilidad.
Era la versión N-Metil de la MDA, la ahora conocida MDMA.

Shulgin la sintetizó en los 60, pero tardó algo en probarla. Los informes sobre sus efectos eran extraños, y no encajaban con las drogas enteógenas en muchas cosas, pero al mismo tiempo todos indicaban que la sustancia tenía "algo mágico".

Los atrevidos que tomándola e informando allanaron el camino, fueron pequeños grupos en un principio, de químicos, psicoterapeutas y aficionados a la psiconaútica.
Y fueron estos grupos reducidos quienes expandieron su uso, sobre todo entre psicoterapeutas, habiendo uno de ellos que fue la persona que inició en el uso de esta sustancia a más gente: Leo Zeff. Él fue el más apasionado defensor y usuario de la MDMA en psicoterapia, por supuesto de forma "underground" ya que asumía un riesgo al usar un compuesto que no estaba autorizado como medicamento, aunque no había sido prohibido aún.

¿Qué tenía de mágico la MDMA?
No dejaba de ser un psiquedélico en cierta forma, ya que su efecto sobre la conciencia era indudable, pero lejos de provocar colosales viajes a las raíces del subconsciente, provocaba en el sujeto un estado de relajación psicológica, deshacía las barreras que contienen nuestros "lugares problemáticos", creaba un estado de empatía entre los que compartían el momento, favorecía especialmente la comunicación y eliminaba el miedo al "juicio ajeno", permitiendo alcanzar niveles de autoconocimiento y sinceridad con uno mismo y con el terapeuta desconocidos hasta entonces (sin tener que pasar por todo lo que implicaba una sesión con LSD), y se centraba la experiencia en todo aquello que tuviera que ver con los afectos. Era una experiencia esencialmente relacionada con el amor en todas sus facetas.
Todo eso en un clima tranquilo, manejable y de duración media-corta.

Como metáfora se podría decir, que frente al LSD y otros similares, que actuaban sacudiendo como un terremoto la casa desde los cimientos al techo, la MDMA iba limpiando habitación por habitación, sin esconder nada bajo la alfombra.

Tenían en sus manos una clase totalmente nueva de compuesto en lo que a efectos se refiere. No existía una etiqueta en la que poder incluirlo.
Y lo que era y es peor aún: no existe ninguna sustancia capaz de mimetizar los efectos de la MDMA que este disponible en el arsenal terapéutico.

Es posiblemente la mayor joya de la psicofarmacología, hasta el punto que se la llamó "la penicilina del alma".

El primer nombre que se acuñó para referirse a este compuesto, y a los futuros compuestos similares en efectos, fue el de empatógeno. Basada en el griego, esa palabra venía a indicar que generaba un estado en el que la persona era puesta en contacto con su "patho", que quiere decir sensaciones, sentimientos, percepciones y también sufrimiento.
Expresaba al mismo tiempo la capacidad de provocar empatía de la sustancia, aunque este no es su único efecto.

Y así fue en un principio conocida esta nueva familia psicofarmacológica.

Pero si bien en los años 70 su uso estuvo restringido a pequeños grupos, en los 80 se expandió junto con ciertas nuevas corrientes de pensamiento, llegando a ser conocida por un publico mayor, y con esas deliciosas propiedades, consumida por mucha más gente.
Eso motivó que la DEA pusiera sus ojos sobre ella y la prohibiera, haciendo uso de poderes especiales que le permiten prohibir algo, y tiempo después, explicar las razones.

Ese acto fue el equivalente, como en otras tantas sustancias, a asegurar su éxito en el mercado negro. Mientras que había sido un fenómeno localizado, tras su prohibición se disparó su consumo, y la síntesis de otras moléculas de efectos similares -buscando evitar la ley- como la MDE, MBDB, y otras variantes anfetamínicas que tuvieran alguna semejanza. Esto llevó a su vez, años después, a la promulgación de la Ley de Análogos, por la que quedan prohibidas todas las sustancias que se puedan considerar análogas químicamente (con una manga muy ancha para los prohibicionistas), existan o no, y también cualquier sustancia que pueda ser usada para buscar una analogía en sus efectos.
Es decir, una ley tan abierta e inconcreta que, si quisieran, podrían prohibir el chocolate.

Mientras en España, apenas habían llegado algunas cápsulas de MDA a Ibiza y Valencia, vendidas como droga del amor, mescalinas, mescalinas orgánicas y otros nombres promocionales diversos, que tenían el precursor de la MDMA y una buena dosis de cafeina.
Pero en menos de 5 años, se pasó de eso, a tener MDMA circulando por toda España, dándole a una juventud que no había tenido relación con sustancias que actuasen sobre el alma (aparte del hashis marroquí), una droga perfecta para salir de fiesta al ritmo de una música pensada y usada para potenciar los efectos de esta droga.
No sólo les daba estimulación por su parte anfetamínica, sino que les otorgaba un sentimiento de comunión grupal, de rito colectivo, de unidad en definitiva, que era la versión actualizada y sin complicaciones de los años dorados de la LSD en los USA.

Aunque actualmente se han sintetizado muchas moléculas relacionadas con la MDMA - últimamente la familia de las beta-ketonas como la Methylona, bk-MBDB, bk-MDE y sus variantes, ninguna ha conseguido reunir la sinfonía de efectos que esta tiene.
Ciertamente algunas aumentan la empatía, otras estimulan, otras te hacen tener buenos momentos de reflexión pero sin comunicación... no hay ninguna que mejore la complejidad y magia de la MDMA.

Volviendo a la cuestión inicial, sobre la forma de llamar a estas sustancias, el termino inicial de empatógenos fue cuestionado por algunas personas, entre ellas David Nichols, uno de los mejores activos en el estudio y creación de nuevas sustancias enteógenas.

Había dos razones que se argumentaban al respecto.
La primera, como en el caso de psicodélico vs. psiquedélico, era evitar la connotación peyorativa que el termino "patho" podía añadir, ya que en medicina se usa principalmente para referirse a la enfermedad o al agente causante del mal (patología, cardiopatia, etc.), y la segunda se refiere a la pluralidad de acciones que causa la MDMA, y que si bien suele provocar empatía, no es ni la única ni la más importante de sus acciones, siendo considerada por algunos como una especie de "efecto secundario".

Nichols propuso el término entactógeno, también de origen griego pero con la raíz "tacto" argumentando entre otras cosas, que la sustancia generaba un estado en que el sujeto se ponla en contacto con su material psicológico interno, sacándolo a flote y facilitaba los estados introspectivos.

En la actualidad, parece que el término entactógeno ha ido ganando aceptación frente a empatógeno, si bien ambos términos son equivalentes ya que se usan para referirse a las mismas sustancias y efectos, pero en la literatura científica parece ajustarse mejor el neologismo acuñado por Nichols. Tal vez en un futuro, la ingeniería química nos brinde moléculas que encajen en un grupo y no en otro, dejando así de ser sinónimos en la práctica.

Es la historia de una curiosidad lingüística que al mismo tiempo nos trae a la realidad de un mundo en el que los profesionales de la salud, y en último término los pacientes, no pueden disponer de ningún fármaco que tenga esos efectos. Mientras en cualquier país europeo, se consumen cientos de miles de pastillas de éxtasis o similares cada fin de semana, probando de facto su seguridad, ya que a pesar de los peligros de un mercado negro y de la falta de control sobre esas sustancias, los casos de muerte o problemas son anecdóticos estadísticamente y no responden normalmente a situaciones de consumo inteligente, en el que se maximizan los placeres y se minimizan los riesgos.

En el plano médico, por último, hay sustancias que controlan los síntomas y otras que actúan sobre las causas. Unas tapan y otras curan.
Posiblemente los mayores enemigos de una hipotética legalización de la MDMA, sean aquellos que se hacen de oro vendiendo antidepresivos.

domingo, 4 de marzo de 2007

Cuerdos entre locos

Ese es el título de un libro apasionante que estoy leyendo, escrito por Lauren Slater, una doctora en psicología que a su vez, en la infancia, fue una enferma mental. La traducción la ha hecho Concha Cardeñoso y la supervisión técnica, el psicólogo e investigador José Carlos Bouso, que ha sido de momento el único que ha podido trabajar con MDMA en psicoterapia de forma legal en nuestro país.

Es un libro que está resultando apasionante, y que narra los experimentos psicológicos del S.XX que más repercusión tuvieron. Desde los famosos experimentos de Stanley Milgram en que personas normales "electrocutaban" a otras por petición de un supuesto investigador, y de los que muchos habrán oído hablar, a otros menos conocidos para el gran público.

Quiero comentar el capítulo que da título al libro, y que narra la prueba a la que sometió David Rosenhan a la psiquiatría institucional a principios de los años 70. Eran los años en que en la psiquiatría reinaba el psicoanálisis como instrumento para etiquetar todo tipo de trastornos, y al mismo tiempo cuando algunas importantes voces, como el gran Thomas Szasz se levantaban con la bandera de la anti-psiquiatría, con un clásico ya como es "El mito de la enfermedad mental", en el que se cuestionaba toda esa corriente de enfermedades de nuevo cuño, de las que no tenían (ni tenemos aún hoy) una base fisiológica que permitiera calificarlas como enfermedad. Al igual que el bacilo de Koch produce la tuberculosis, no tenemos aún más que leves indicios, que son desechados una y otra vez, para justificar la esquizofrenia o el trastorno bipolar.

Pero hay una gran diferencia hoy en día: tenemos fármacos que actúan sobre los síntomas. Y eso será el final de este comentario.

Voy a resumir rápidamente lo que hizo David Rosenhan.
Convenció a 8 amigos suyos, sanos física y mentalmente, para que perdieran un mes de sus vidas intentando ver que pasaba si acudían a una institución psiquiátrica y decían que desde hacía unas semanas, escuchaban una voz que decía "zas".
Nada más. No tenían que fingir ningún otro síntoma, y tenían que indicar al cabo de unos días, que el problema había desaparecido.
Rosenhan eligió esa palabra, "zas", porque no había ninguna referencia a ella en la literatura médica.

El resultado da miedo.
Todos sus amigos, y él mismo, que también participó, fueron internados.
A todos ellos se les diagnóstico como esquizofrénicos, excepto a uno, que le diagnosticaron un trastorno maníaco-depresivo.
La estancia media en las instituciones fue de 19 días. La más corta de 7 días y la más larga de 52.

El alta médica se les dio a todos por remisión temporal de los síntomas.
Actualmente y en parte gracias al revuelo que provocaron los estudios de Rosenhan, en USA no se puede internar a nadie contra su voluntad, si no tiene tendencias suicidas u homicidas.

El estudio publicado en Science, provocó mucho malestar en los ámbitos psiquiátricos. Hubo feroces respuestas contra él.
Y un famoso hospital psiquiátrico se ofreció para que durante unos meses, Rosenhan enviara tantos pacientes "falsos" como quisiera, convencidos de que ellos sí podrían detectarlos. Ese fue el acuerdo.
Al cabo de 3 meses, el hospital escribió a Rosenhan contándole que había detectado a 41 pacientes "falsos" con un alto grado de probabilidad.
Rosenhan acababa de ganar en su hipótesis por goleada: en los 3 meses de prueba, no había enviado a ningún paciente.

Pero hay una segunda parte en este capítulo. La autora del libro, pone a prueba el sistema, ya que Robert Spitzer, que es un psiquiatra formado en el psicoanálisis y que fue quien se enfrentó con más dureza contra el estudio de Rosenhan, le aseguraba que eso hoy día no ocurriría.

Y la autora repite la prueba, pero en lugar de ser internada, consigue que en 8 ocasiones que realiza el proceso, con el mismo e único síntoma que los del experimento original - escuchar la palabra "zas"- le recetan 25 fármacos antipsicóticos y 60 antidepresivos.

El enfoque de la psiquiatría institucional hace 40 años era el del etiquetamiento de la enfermedad (supuesta) e ingreso.
El cambio de paradigma y los nuevos fármacos, que permiten que pacientes que antes tenían que estar atados, puedan llevar una vida aceptablemente mejorada, parece que es lo que cambia el resultado del experimento.

Ahora los psiquiatras recetan para controlar, síntomas y estados, pero si atendemos a lo que le recetaron a la escritora (y psicóloga), era un diagnostico implícito de "psicosis depresiva", un cuadro que es realmente grave y peligroso para quien lo sufre.

La trampa volvió a funcionar.

¿Hasta dónde el enfoque (o moda) dentro de la medicina determina la enfermedad del paciente?
¿Cuál es la actual vigencia de la enfermedad mental, cuando sólo tenemos síntomas pero seguimos sin conocer su base fisiológica?

Esa apertura de puertas de las instituciones que "contenían" a los locos, a los diferentes, a los enfermos, vino dada por un cambio de paradigma, por un mayor interés por la calidad de vida de los pacientes y un humanismo aplicado, pero sobre todo por la aparición de drogas como los neurolépticos que permitieron cambiar la camisa de fuerza física por un corsé mental.
Mejor alguien adormilado o incapaz de pensar con fluidez que, esa persona, con cadenas y atado a una pared en una sala llena de pacientes como él en un entorno insano y desnaturalizado de por sí. Lo admito como cierto y mal menor.

Pero seguimos sin tener un tratamiento curativo para algo que llamamos enfermedad, y de la que sólo tenemos síntomas... indicios.


P.S: Aunque mi intención era originalmente actualizar el blog cada pocos días, veo que es más difícil de lo inicialmente previsto. Pero seguiré de momento intentando que haya como poco una entrada nueva cada semana, y si las musas y las circunstancias lo permiten, que sean dos o tres, tal vez más cortas a cambio.
La proxima entrada hablará de como alguien recibe una vocación, una curiosidad que guiará su vida, a través un poco de azucar en un zumo.

jueves, 1 de marzo de 2007

Testosterona. La droga menos pensada.

Hoy voy a hacer algo que parece que puede salirse del contenido implícito de este blog: voy a hablar de una hormona. ¿Qué diferencia a una hormona de una droga? Nada y todo. Ambos son conceptos aceptados para referirnos a funciones de determinadas sustancias, pero químicamente no hay nada que nos diga que una molécula es una droga o es una hormona. O ambas cosas. Droga, en la acepción castellana del término, que proviene del sajón "drug", tiene en principio el mismo significado: fármaco o medicina. Un significado neutro en su carga moral, que poco a poco ha ido cambiando para referirse a las sustancias que provocan un efecto sobre la psique del sujeto que la disfruta o la sufre. Para el diccionario siguen siendo válidas ambas acepciones, y sólo las delimita semánticamente el contexto en el que se encuentran. 

 Una hormona, por su parte, puede ser también un medicamento y tener sin duda efectos sobre la psique del ser humano. Pero es una palabra creada para referirse a esas sustancias que son creadas por el propio cuerpo, y entre cuyos efectos se encuentran el activar, inhibir, modular y regular el funcionamiento de los más diversos órganos, sistemas y funciones de nuestra fisiología. Es por lo tanto una distinción funcional lo que separa a ambas palabras. 

Puede haber hormonas, segregadas en nuestro cuerpo y con función propia, que al mismo tiempo serían drogas en el sentido "habitual" del término, como por ejemplo la DMT que se puede encontrar en el líquido cefalorraquideo y fluido espinal del cuerpo humano, y que es un potente enteógeno si se consume fumado o inyectado. No deben sorprender estas cosas, ya que lo que sabemos nos dice que si algo funciona, que si algo produce un efecto en nuestra psique, es porque esta utilizando los receptores que tiene el propio cuerpo para esa sustancia o para otra muy similar, como ocurre con la morfina y demás opiáceos, las benzodiacepinas como el valium, o la anfetamina. ¿Pero que hace que hable de la testosterona como una droga hoy? 

Durante estos días se ha podido oír y leer en los medios, que los científicos habían encontrado una hormona que podía explicar el comportamiento rebelde de los adolescentes. Se trata de una hormona ya conocida, que se llama tetrahidropregnanalona y se abrevia como THP, que en ratones (de momento las pruebas no han ido más allá) en época adolescente, provoca que el sistema gabaérgico (responsable de la ansiedad o de la falta de ella) esté de lo menos cooperativo para la tranquilidad del sujeto y de su familia. Los científicos no llegan a estas conclusiones. Las suyas se expresan en términos de activación, inhibición, medible y cuantificable de ciertas sustancias, comportamientos, y sistemas cerebrales. Son los periodistas los que transforman estas cifras en especulaciones que pueden usarse en los medios no especializados. Esta hormona es una desconocida para los no especialistas. Pero hay otras, una en concreto, que forma parte del léxico popular, y es la testosterona. 

La testosterona es conocida por ser la responsable de la diferenciación sexual entre hombres y mujeres. Si durante el desarrollo del feto esta hormona aparece, la mujer que somos todos en el inicio de nuestro desarrollo se transforma en un hombre. Los ovarios se convierten en testículos, el clítoris se transforma en un pene, y otros muchos cambios. Llegada la pubertad, y con la explosión hormonal que sufren niños y niñas, la testosterona hace que el hombre produzca pelo en ciertas zonas y de determinada manera, cambie su voz, agrande su pene y sus testículos y comience a producir espermatozoides. Es el paso de la niñez a un estado de inicio de madurez fisiológica, que acabará de completarse pasada la mayoría de edad. En el caso de la mujer, son otras las hormonas las responsables de ese crecimiento y desarrollo, que son químicamente extremadamente parecidas. Una vez que el hombre ya es adulto, la testosterona cumple funciones de vital importancia: desde la activación del impulso sexual (especialmente el de origen visual), el correcto funcionamiento de ciertas glándulas, ciertas respuestas relacionadas con la agresividad y el valor (sin confundirlos), o mantener un mayor nivel de masa muscular con respecto a la mujer, que tiene un mayor nivel de grasa corporal. En el hablar de la calle, la testosterona la relacionan con la potencia sexual, con la capacidad de erección, con la tendencia a los comportamientos menos racionales y mas impulsivos. No están totalmente exentos de razón, aunque no es tan simple. Pero es cierto, que la testosterona es la principal hormona del hombre, y que una buena parte de nuestro comportamiento y de nuestro carácter tienen relación con esta sustancia, segregada por los testículos y las glándulas suprarrenales. 

Para la mujer, aunque no es tan conocido, la testosterona también cumple una función importante en el tema sexual, especialmente en su nivel de libido, aunque el nivel de testosterona que tienen una mujer está entre 10 y 20 veces por debajo del que maneja un hombre. Normalmente pensamos en drogas, y pensamos en sustancias, con o sin finalidad terapéutica, que aportamos a nuestro organismo desde una fuente externa. La testosterona, que se fue aislada y descrita químicamente por Ernest Laqueur en el año 1935, marcó el inició de la investigación en una nueva vía química porque abrió un nuevo paradigma: el de las hormonas o "sustancias mensajeras". La investigación en este campo pronto dio frutos, y se sintetizaron nuevos compuestos de efectos similares, y ese fue el comienzo del dopaje moderno en el deporte. Con estas nuevas sustancias podían hacer que una persona desarrollase una masa muscular muy superior a la que podría generar de otras formas, y la repercusión de eso en los deportes de competición era clara e inmediata. 

En el caso de la mujer, el estudio de sus hormonas y su ciclo (mucho más complejo inicialmente que el masculino) dio como resultado, entre otros, la píldora anticonceptiva que permitió a la mujer elegir y controlar la concepción, y dejar de ser esclava de otros medios o de la aleatoriedad, y poder pasar a gestionar por sí misma su fecundidad. Pero no es el objeto de esta entrada el hablar del dopaje, o de las personas que sufren trastornos como la vigorexia (con un núcleo psíquico similar al de la anorexia) y no pueden evitar el desear verse cada vez más y más musculados, hasta limites que sobrepasan lo estética y saludablemente aconsejable. La razón es hablar de las personas que sufren una falta de testosterona. Esto puede deberse a cientos de causas, algunas más graves y otras menos. Pero el gran problema es la falta de conocimiento de los médicos (incluidos los especialistas, que son los endocrinos) de las consecuencias de esta falta. Los síntomas de la falta de esta hormona se prestan a la confusión. Es cierto que con la edad, el nivel de esta desciende a partir de los 25 ó 30 años, pero a un ritmo lento de un 1% anual. Si te falta testosterona, evidentemente, tu libido va a ser baja. Las típicas erecciones matutinas desaparecen. El interés por el sexo y la actividad sexual disminuye. No es que tu pareja te deje de interesar en ese aspecto, es que no te interesa ninguna (aunque no hay que despreciar el impulso de la novedad en ese aspecto). 




  Por otra parte, tu nivel de activación es bajo. Las ganas de hacer cosas, de salir, de probar nuevas actividades, de hacer las actividades cotidianas inclusive, se cae... se difumina. Existe también un cambio metabólico en la acumulación de grasas, se pierde masa muscular, y también afecta a nivel mental a la capacidad de razonamiento, agudeza y crítica. Y lo que es más grave: se pierde la sensación de bienestar. Las ganas de vivir se transforman en un "ir tirando" que con el tiempo, si no se soluciona, puede agravarse bastante y evolucionar a posiciones y posturas mucho más peligrosas. Es decir, el cuadro clínico de esa falta de testosterona cuando no hay al mismo tiempo un tumor u otra patología que dé señales de existir, es muy fácil de confundir con una depresión. Y ya que la depresión es las enfermedad de nuestra era, lo más probable es que, si la persona finalmente decide acudir a la consulta de un médico, sea diagnosticado con este tipo de mal. Ciertamente, de cada 100 personas que acuden al médico con este cuadro, solo habrá 2 ó 3 que están sufriendo la falta de la hormona responsable de su vitalidad y de la felicidad en el día a día. Pero eso no es excusa para que no se haga un diagnóstico diferencial que acierte con el problema. Lo menos malo que le puede pasar al sujeto, que ha tenido que superar el tabú de reconocerle al médico su falta de deseo sexual, que es estereotipo de masculinidad, y el resto de problemas, es que sea tratado con algún antidepresivo tipo prozac. Esto no hará gran cosa, aunque puede aumentar su nivel de activación y evitar el desarrollo inicial de una depresión asociada a los problemas que su carencia le genera, pero al mismo tiempo le afectará todavía más a su capacidad y deseo sexual, ya que es un efecto secundario propio de los antidepresivos actuales. 

Igualmente le ocurre a la mujer, que puede pedir ayuda por falta de libido o por síntomas parecidos a los mencionados, y que es posible que acabe tratada de la misma forma. Lógicamente, tratar la falta de una hormona como si fuera una depresión, no solucionará el problema; ni siquiera los síntomas. Y aunque el porcentaje de los que con ese cuadro, puede ser mínimo cuando está causado por la falta de testosterona, hay una sencilla forma de comprobarlo. Evidentemente esto no ocurre de un día a otro, pero cuando alguien no responde a un tratamiento antidepresivo, y mantiene el cuadro a lo largo del tiempo (y no parece haber criterios que apoyen la idea de la depresión), los profesionales deberían plantearse que están tratando la dolencia errónea. La duda se resuelve en un par de días: un análisis de sangre, en el que se miren las distintas hormonas, le dirá al profesional cuál es el problema hormonal existente, o le permitirá descartarlo. Y cuando el problema se debía a que la persona no producía cierta sustancia en su cuerpo en cantidad suficiente, el aporte de la misma como un medicamento más, soluciona el problema de los síntomas que pueden hacerle perder las ganas de vivir a alguien. La medicina y su praxis se rige por protocolos, que a su vez están basados en la estadística y prevalencia de cada enfermedad: se detecta más lo más probable. Pero a su vez, estos protocolos deben responder de la funcionalidad de los mismos, y no sólo para un tanto por ciento mayoritario, sino para todos los pacientes. Una última reflexión. Seguro que un análisis de hormonas le cuesta menos al estado que subvencionar el tratamiento de depresión a alguien que no lo tiene, con fármacos en muchos casos que aún están sujetos a patentes y que generan grandes beneficios a las multinacionales farmacéuticas. 

Aunque tal vez el error sea un error de concepto. El bienestar. Las ganas de vivir. La alegría, la ilusión, las ganas de hacer cosas. Al fin y al cabo, la euforia. Dice Shulgin en "Tihkal" que euforia es una palabra que viene del griego, formada por el prefijo "eu" que significa bien o normal, y "pherein" que significa sentirse o encontrarse. En medicina lo opuesto a euforia es disforia, que es el sentirse mal. Muchas otras palabras llevan el prefijo "eu" para expresar que algo funciona bien. Pero la euforia ha llegado a ser entendida en nuestro actual mundo, como un estado de sentirse muy bien, o increíblemente bien, casi en un significado que roza la alegría maníaca, y por lo tanto, algo anormal. Lo que implica esta situación en la que la euforia está considerada algo anormal, que incluso aparece como efecto secundario de algunos medicamentos -sentirse bien es un efecto secundario no deseable, nos dicen- es que el estado normal , común y general de la persona, es la disforia. Tal vez haya sido pedir mucho, desde este modesto sitio, que la sociedad y sus responsables en materia de salud, vuelvan a plantearse la sanidad como la forma de hacer que una persona, de forma integral, pueda ser feliz al menos en el ámbito de lo que su salud puede ofrecerle. Euforia para todos.