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jueves, 16 de julio de 2015

El Sexo Rosa: la viagra femenina

Este texto fue publicado en Portal Cannabis.es
Esperamos que os guste.




Sexo Rosa.


No creo que haya que explicarle ciertas cosas sobre pastillas y fármacos, hoy día, a nadie.Por ejemplo, ¿quién no reconoce a la archifamosa Viagra con su bello color azul? La tenemos hasta en anuncios de publicidad, como ese en que un hombre ya algo mayorcete busca y pierde su Viagra con los nervios de su siguiente encuentro amatorio, para que acabe cayendo en el depósito de gasolina de un coche, al que se le pone dura dura... la carrocería.

Los hombres lo tenemos relativamente sencillo. El mayor problema suele ser la disfunción eréctil, y eso es un problema mecánico: hay que hinchar de sangre un globo, con forma de salchicha, para que se ponga en funcionamiento. En eso la Viagra, debo reconocer, ha sido un éxito merecido: soluciona el problema de la falta de erección en la mayoría de los casos sin especiales efectos secundarios. ¿Cómo lo hace? Pues inhibe temporalmente la acción de una enzima, la fosfodiesterasa, que como efecto secundario abre las puertas del riego sanguíneo a los cuerpos cavernosos del pene. Y el globito se hincha. Fácil, eh?

Hay algunas personas a las que la Viagra no les sirve. Su falta de erección está mediada por una cuestión psicológica y no físiológica: falta de apetito, estrés, nerviosismo, alteraciones bioquímicas, etc. Y es que la Viagra, aunque esto se haya colado también en el imaginario colectivo, no te pone cachondo. No te excita. No te ayuda a nada que tenga que ver con ese proceso, excepto en la respuesta física del globito. Si no te gusta lo que tienes delante o tienes un problema no fisiológico, la Viagra no te sirve para nada. Bueno, y si no tienes hipertensión pulmonar, que es el otro uso médico que tiene y desde el que descubrieron lo del globito, porque no iban buscando lo que encontraron pero supieron aprovecharlo.

En general, no tengo nada que objetarle a la Viagra y otros derivados. Me parece un buen fármaco, caro, pero bastante logrado. No te excita, pero no es su función.





¿Y qué pasa con la mujer? La mujer también tiene cuerpos cavernosos en sus genitales, que se llenan de sangre en la excitación sexual, haciendo que crezca el tamaño del clítoris y de los labios vaginales, y cambiando a veces su color debido al flujo de sangre. Pero no tiene nada que requiera ser hinchado, y normalmente para la mujer la parte mecánica del asunto es el menor problema.

La mujer tiene su punto problemático, en esto del sexo, en el apetito sexual. Digo problemático, porque en términos médicos, es la primera causa de falta de actividad sexual. No sólo le ocurre a la mujer, le ocurre también a muchos varones pero que con eso de nuestro rol cultural, no solemos comentar. No suele verse a mucho hombre decir en público “bah, yo paso de follar”, cuando la realidad es que muchas mujeres te podrían decir que si no tienen más actividad sexual es porque su pareja es como un ladrillo a la hora de incentivar el asunto.

Es muy complejo saber por qué una persona no tiene apetito sexual. Puede haber causas hormonales, puede haber causas psicológicas, puede ser que no le ponga su pareja ya o que esté a otras cosas. En el caso de la mujer, la presión del cuidado de la prole y de la casa (todavía en sus manos en gran proporción) puede que sea una rutina bastante alejada de la esfera de lo sexual. Y el sexo, lo sexual, no es algo que se monte y se desmonte en un instante sino que suele requerir de un cierto proceso a lo largo del tiempo y una clara predisposición, para que la cosa salga bien y tire.

Pero vivimos en una sociedad de consumo.
Tenemos la pastilla que nos la pone dura, la de la acidez de estómago por comer mal, la de la ansiedad por la vida que llevamos, la del insomnio porque no desconectamos, la de la depresión si nos ponemos tristes... tenemos la leche de pastillas!! Rojas, verdes y amarillas!!




Dado que el rol que vamos ocupado cada vez se parece más a un target de mercado, la mujer va a recibir su dosis de sexo en pastilla. ¿Por qué? Porque ella lo vale, no? Y aquí llega la historia de la nueva pastilla: la pastilla rosa, para esos días en que no te apetece echar un polvete, amiga...

Llega la Flibanserina, cuyo primer nombre propuesto para su comercialización era Gi-ROSA.
¿Y qué hace? ¿Qué es? ¿Vamos a follar todos como locos por fin? ¿Es rosa? Sí. Es rosa.
Eso debe ser lo más importante junto con lo de llamarla “viagra femenina”.

La flibanserina es un compuesto que fue desarrollado por el laboratorio Boehringer Ingelheim hasta el año 2010, en que la FDA (los que regulan los medicamentos en USA) les pegó un portazo a sus intenciones de lanzarlo como viagra femenina. Como los del laboratorio vieron que realmente tenía efectos secundarios que hacían pensar que no compensaba el objetivo, que era lo que decía la FDA, pues se deshicieron de ella vendiendo la patente y la investigación a Sprout Pharmaceuticals, otro del mismo ramo.

A pesar de eso, Sprout continuó con el desarrollo, y aunque la FDA le ha repetido varias veces que no les hace mucha gracia esa pastilla para esa indicación por sus efectos secundarios, ellos han tenido el impetu de hacer lobby con las mujeres y forzar su aprobación mediante movimientos más políticos que científicos.

¿Por qué? Por la falta de opciones de tratamiento para lo que, en nuestra fiebre medicalizadora, hemos llamado “Trastorno de deseo sexual hipoactivo premenopáusico”. El típico “quita que no tengo ganas de fiesta” de toda la vida, pero con un nombre que acojona. Imagina que el médico te dice que tienes de eso, a ver con que cara sales de la consulta. Y si el médico te dice que tienes “algo así de serio” seguramente tenga una pastilla para ayudarte. Rosa y todo, sí.

Seguramente pensaréis que vaya cachondeito que me tengo con el rosa, pero no es sólo por reírme. Lo del rosa es la guinda de una medicación peligrosa que se venderá para mujeres. ¿Peligrosa? Si fuera peligrosa no lo autorizarían, no? Tenemos cientos de medicaciones creadas a medida para enfermedades o trastornos, también creados a medida. Es una cuestión de negocio, de ventas, de que la cosa funcione y la mujer, como grupo de consumidoras, acepte la pastillita rosa como algo que la ayuda a ser más mujer y a ser más deseada por su actividad sexual.




En este caso, la pastilla rosa, no es una medicación simple, que sólo toque un asunto y funcione todo como con la Viagra (aunque tiene también sus efectos secundarios). En este caso se trata de que la medicación debe ayudarte a excitarte y a tener más deseo sexual. No tiene nada que ver con la Viagra, y en realidad no entiendo por qué sólo se aplica a mujeres ya que su modo de acción no es específico de uno de los dos generos.

La pastillita rosa, Flibanserina o Addyi para las futuras amigas, no toca las hormonas que regulan parte de la sexualidad y que nos diferencian a hombres y mujeres. Toca el cerebro y su neurotransmisión. En concreto se mete a jugar con la dopamina y la norepinefrina y su efecto estimulante (también sexual) y con la serotonina y su efecto inhibitorio sexual.




Ya que dopamina y norepinefrina actúan de forma positiva en el impulso sexual, han decidido que la mejor forma de animar el asunto es aumentar su presencia en el cerebro y como la serotonina te suele inhibir las ganas de sexo, pues han decidido bajarla. Seguro que estas palabras te suenan más a psiquiatra que a sexo, y es normal. La flibanserina es un antidepresivo en esencia, y se empezó a explorar para ese perfil de trastorno.

Ahí precisamente radica el gran peligro de este nuevo lanzamiento farmacéutico que seguro que copará muchas portadas y mucha publicidad, pero que creo que no tendrá ningún recorrido como best seller. El hecho de aumentar la dopamina, como hace la cocaína o la anfetamina, tiene sus consecuencias. Igual ocurre con la norepinefrina, que es uno de los targets en la depresión. Y especialmente con la serotonina, que regula nuestro estado de ánimo de una forma muy compleja.

Como es lógico, ahora que se está armando la campaña para su lanzamiento futuro, los efectos secundarios de los que hablan son menores: somnolencia (posiblemente por la subida de serotonina, como ocurre con la MDAI) y desmayos. Debe ser serio, porque uno de los miedos era el efecto sobre la conducción. Pero yo entiendo que la cosa no queda ahí, ni mucho menos.

Los efectos secundarios serán, a la larga, los de otras medicaciones parecidas: antidepresivos. Cuando modificamos nuestra química con esas moléculas, modificamos nuestras ganas de reír, de comer, de salir con los amigos, de cantar o de llorar y quedarnos en casa sin ver a nadie. En una depresión, que es un trastorno grave y bastante incapacitante que casi todos los humanos pasan una vez en la vida al menos, está justificado usar algo para restablecer a la normalidad los neurotransmisores que están mal, al comparar los pros y las contras.

¿Pero lo merece para, teóricamente, aumentar el apetito sexual?
Si los efectos son somnolencia y en alguna persona un desmayo puntual, pues es posible que sí. Pero si los efectos secundarios pueden ser de todo el abanico de enfermedades derivadas de un desequilibrio en los neurotransmisores, podemos estar delante de una píldora que aumente la tendencia suicida, la depresiva, o que resulte en los efectos opuestos.

Lo que parece claro, es que el precio de entrar a tocar la química del cerebro con grandes medidas para conseguir pequeñas modificaciones en la conducta, nunca es igual a cero. Es posible que la flibanserina ayude a algunas personas con el sexo, sí. Tanto mujeres como hombres, aunque sea rosa y dirigida a ellas. E incluso puede que resulte un buen antidepresivo o un fármaco interesante para otros trastornos.

Antes de tomarla, mujer u hombre, plantéate si tomarías antidepresivos para mejorar -hipotéticamente- tu impulso sexual. 
Si la respuesta es NO, aléjate de la “viagra femenina”.





domingo, 24 de mayo de 2015

Testosterona: la droga y el sexo.

Este texto fue publicado en VICE.
Esperamos que os guste.
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Testosterona: la droga del sexo.


Hace ya más de una década que probé la testosterona por primera vez. No tenía por qué hacerlo, no había una razón médica que lo justificase. Simplemente, como con otras tantas drogas que había probado en mi vida, tenía ganas de experimentar y tenía la oportunidad. Alguien con acceso a grandes partidas de medicamentos -desviados del mercado lícito- me regaló 3 cajas de “Testogel” de la casa Bayer mientras me dejaba un enigmático aviso: “Llévatelas si quieres probarla: es la forma más sencilla y sin pinchazos. Y aunque los culturistas no la aprecian demasiado, tengo clientes que les encanta para follar a lo bestia”.




¿Para “follar a lo bestia”? Eso no sonaba nada mal. Aparte de que el sexo siempre es un buen reclamo, daba a entender que realmente tenía un efecto psicoactivo, si es que era capaz de estimular que hubiera “sexo a lo bestia”. ¿Pero qué sería eso de “a lo bestia”? A lo largo de los años te das cuenta de que lo que es “a lo bestia” para una persona, puede resultar suave para otra. Dar descripciones de efectos de drogas es muy complejo, especialmente sobre la intensidad de las sensaciones que se alcanzan.



Comencé -como antes de experimentar con cualquier otra droga psicoactiva- un periodo de lectura e investigación personal sobre el tema, de búsqueda de fuentes y de experiencias de otras personas con la testosterona. Pero había algo frustrante: la mayoría de las experiencias que encontraba eran de la comunidad transexual, que tienen que usar la testosterona de forma necesaria si están en un proceso de masculinización hormonal, y de grupos inespecíficos en la comunidad LGTB. Y no me servían: yo era un varón heterosexual -con testosterona propia- y ni mi cuerpo ni mi mente iban a procesar la experiencia de la misma forma que alguien sin ella o con otra orientación en su sexualidad. No me servían para hacerme una idea de cómo iba a cambiar todo si me decidía a probarlo. Así que lo consensué con mi compañera sexual en aquel momento: si esto afectaba al sexo iba a afectar a la forma de percibir a la pareja, siendo ella la persona justa para poder decirme si algo iba mal y yo no era capaz de verlo.

Echando la vista atrás, lo que más miedo me daba era convertirme en una especie de chalado hiperagresivo que fuera exhalando testosterona hasta que otro chalado más agresivo me rompiera la cabeza. En mi caso, la agresividad no aumentó y como no tengo costumbre de ir haciendo el gorila por la vida, pues tampoco lo hacía con la testosterona. En este sentido es un poco como el alcohol; hay quienes con un par de copas se vuelven los tipos mas agresivos del barrio, otros a quien les entra sueño y otros a los que simplemente les anima a conversar y relajarse. 




Es cierto que la testosterona guarda una relación directa con la agresión entre machos, pero no en una relación directa por la que más testosterona implique más agresividad. En animales, un macho con niveles bajos de testosterona es menos sensible a los estímulos que despiertan la agresión. Cuando se le administra testosterona recupera la respuesta agresiva a ciertos estímulos, pero darle más testosterona no aumentará ya su agresividad. Ese efecto se nota bastante en humanos, nuestra reactividad aumenta: podríamos decir que no nos molesta nada nuevo, pero que tardamos menos en expresarlo. Y de la misma forma estamos más reactivos a estímulos sexuales que en otras ocasiones no pasarían de ser un fugaz pensamiento pasajero.

Así comencé lo que fue mi primera vez, tras la búsqueda de información, con la testosterona exógena. Ya sabía que la testosterona no era una droga al uso: no es algo que lo tomes y te haga efecto en minutos u horas. Necesitaba que el cuerpo alcanzase niveles de impregnación constantes. Empecé administrándome 1 sobre de Testogel cada 24 horas pasando a 2 sobres cada 24 horas pocos días después ya que me parecía no estar notando nada reseñable. No había pasado una semana del aumento de la dosis cuando -mi compañera primero y yo después- notamos que las erecciones típicas de la mañana empezaban a ser algo más que un mero acto fisiológico. Aquello ya no se bajaba tan fácilmente como antes -lo cual era una seria molestia al querer ir a mear- e incorporamos a nuestra rutina una dosis extra de sexo mañanero. Yo no tenía problema y ella estaba encantada: sienta mejor despertar para follar que porque suena el despertador para trabajar.



Ya en la tercera semana de la prueba, los aspectos sexuales de la testosterona se hacían evidentes.
Había una mayor activación fisiológica en todos los sentidos, con frecuentes erecciones espontaneas -echadas de menos desde la adolescencia- que no venían a cuento. No tengo muy claro qué fue primero, si la erección o el deseo. Durante toda mi vida había creído que era el deseo el que disparaba la erección en el varón, pero estaba empezando a ver que había una excitación aferente -nacida en los genitales y que sube al cerebro- además de la deferente que siempre había conocido.

Me explico. Tú puedes estar tranquilamente en un bar tomando un café y leyendo el periódico sin que el hecho de que entre una mujer -que esté dentro de los parámetros de tu gusto- te suponga nada especial. Pero si esa mujer agradable entra en escena cuando tienes una erección como el palo de una escoba, es bastante probable que sea incorporada rápidamente a tu conjunto de fantasías sexuales: de las inmediatas si lo que te da es por fantasear con lo que ocurriría en un tórrido momento en el WC de señoras, o de las más elaboradas si tu mente gusta de desarrollos más lentos y voluptuosos.



Con la testosterona, tu disponibilidad aumenta.
Y también de la meterte en problemas.
Se te abren los ojos como si fuera un despertar de un tiempo dormido, en el que empiezas a detectar muchas más posibles parejas sexuales de las que percibías anteriormente, eres mucho más sensible a estímulos y especialmente a los visuales que con velocidad son traducidos a reacciones fisiológicas. Con esa disposición emanando por tus poros no es raro acabar encontrando a otra persona dispuesta, y apenas llevaba 1 mes tenía relaciones con 2 nuevas parejas a espaldas de la mía. Y no tenía nada que ver con el amor ni con el cariño hacía esas personas: tenía el impulso del sexo que no se sacia, que no acabas de tener un orgasmo y estás pensando en el siguiente. Mi pareja no tardó demasiado en notarlo y poco más en cazarme -como casi todos por el teléfono móvil- llevándonos a una discusión agria de inesperado final: podía aceptar que fuera únicamente un impulso sexual sin relación con el mundo afectivo, pero ella también quería experimentarlo.

En el caso de una mujer, su cuerpo aunque también produce testosterona lo hace en cantidad muy baja y bioconsumo mucho menor. La dosis de un sobre de “Testogel” es de 50 miligramos/día de testosterona y los parches para mejorar el apetito sexual en mujeres son de 300 microgramos/día: casi 170 veces más baja en la mujer. También había que contar con que la mujer era mucho más sensible a su efecto, hasta el punto que el prospecto del “Testogel” advierte sobre el peligro por contacto con la piel donde se lo dé una persona. Ella empezó mojando un poco de su dedo en el gel y cada día aplicándoselo sobre el estómago para ver los efectos en su cuerpo. Y en menos de una semana los primeros efectos se hicieron evidentes: su apetito sexual se había disparado y era reactiva a estímulos que en otras condiciones seguramente hubiera despreciado. Una sensación de sobrecapacidad era la ola constante en la que cabalgábamos.




La situación, que fue placentera al principio, se tornó algo rutinaria: teníamos demasiado apetito y fantasías como para saciarnos sólo entre nosotros. Llegamos así a plantear el manido tema del trío o la orgía. Por suerte ambos teníamos claro lo que buscábamos en esos encuentros y no nos fue difícil encontrar una chica que aceptó tener sexo con ambos a la vez y que, en connivencia con mi pareja, introdujo a un amigo suyo que acabó formando parte del grupo. Pronto compartimos con ellos el asunto de la testosterona, como factor determinante que nos había llevado a buscar expandir nuestra vida sexual con otras personas, responsable de la voracidad y el apetito que teníamos. Él llegó a probarla y a disfrutarla pero ella se abstuvo, en prevención de efecto secundarios.

Así llegamos a entender lo que era “follar a lo bestia” por la testosterona: follar como si te fueras a morir tras el polvo, follar como si no hubiera mañana, follar como si intentases calmar una sed que no se apaga. Follar con tu pareja, follar con su amiga, follar con desconocidos sólo por follar. 

Y nada más correrte, tener ganas de más y más.





Nota: el autor no pretende incitar al uso no prescrito médicamente de testosterona y se limita a narrar una experiencia. El uso de hormonas -de cualquier tipo- fuera de un control médico implica unos riesgos nada despreciables que no deben ser subestimados.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Drogas y sexo: la 2C-B o Nexus

Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Sirve como natural sendero para continuar tras la publicación de la síntesis de la 2C-B del Pihkal de Shulgin y Ann Shugin.
Esperamos que os guste.

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Drogas y sexo: la 2C-B o Nexus.


Casi todas las drogas han tenido en algún momento una reputación como afrodisíaco, como sustancias que ayudaban al sexo en alguna de sus necesidades fisiológicas -como la erección- o de voluntad y libido. Y casi nunca ha sido verdad.

Hemos escuchado historias de personajes que poniéndose una determinada cantidad de cocaína en el glande durante la cópula, realizaban proezas dignas del mejor actor porno. No es raro cuando en su prohibición se mantenía que “incitaba a los negros a violar mujeres blancas” pero no hay nada real en ello. 



También se dijo de la LSD, el propio Tim Leary a modo de venganza contra el establishment, cuando se aseguró que una mujer bajo sus efectos alcanzaría decenas de orgasmos. ¿Alguien más ha vuelto a escuchar algo del poder afrodisíaco de la LSD? 

Se dijo del opio y del cannabis, de la mandrágora y del escarabajo de la cantárida, aunque el insecto sí que tenía algo que era capaz de provocarte una erección tan intensa que te duela, antes de acabar matándote si te has pasado con la dosis.

Todas las drogas actúan sobre el sexo y sus mecanismos. Todas ellas desde que alteran nuestra percepción, nos estimulan, relajan, desinhiben... pero ello no quiere decir que todas las drogas sean afrodisíacas o sean “buenas para el sexo”. Hay personas que se sienten más desinhibidas con una benzodiacepina y son capaces de disfrutar más de las relaciones -algo muy poco distinto a tomarse una o dos copitas antes del juego sexual- y no por ello nadie considera que el valium sea un afrodisíaco. De todas las drogas conocidas, si somos justos, tendríamos que decir que el mayor afrodisíaco es el alcohol, ya que es la droga más presente entre personas a la hora de mantener relaciones sexuales, a modo de lubricante social que facilita la desinhibición, y en muchos casos la pérdida de control y de sentido crítico. Cabe recordar que es también la droga más frecuente en las violaciones.



Sin embargo sí es cierto que hay sustancias, como la MDMA, que producen un intenso contacto emocional entre los sujetos, y que eso se traduce muchas veces en intimidad sexual, con o sin cópula. Si bien se puede decir que la MDMA ayuda bastante a meterse en la cama con alguien, no ayuda nada al atletismo sexual: te será difícil tener una erección, y si la tienes, será más difícil aún que puedas llegar al orgasmo. Para facilitar -por la vía rápida- el asunto con la MDMA, surgió una combinación llamada “séxtasis” que no era otra cosa que MDMA y Viagra, para combatir los efectos de flacidez que causa el éxtasis, pero que presenta mayores riesgos al mezclar distintas drogas al mismo tiempo afectando a tu cuerpo.




De entre las nuevas drogas que fueron saliendo de los matraces de los químicos como Shulgin, saltó una que pronto ganó reputación en la esfera sexual: la 2C-B también llamada Nexus en el mercado negro. Fue sintetizada en 1974 y explorada en 1975 por el grupo de los Shulgin. Hay que entender que en este grupo existían unas normas de comportamiento entre miembros que prohibían la actividad sexual entre quienes no eran previamente pareja -para evitar malos rollos al día siguiente, por ejemplo- pero que a la vez alababan los informes que les entregaba la gente sobre la actividad de la droga que estaban probando en todas las esferas donde actuaba, y eso incluye el sexo en personas sanas. 

Pronto se dieron cuenta que, sin ser un afrodisíaco genital (algo que provocase erección y deseo, por ejemplo), la droga resultaba muy útil ya que a diferencia de otras, la 2C-B no interfería tan negativamente con los mecanismos fisiológicos del sexo: no impedía la erección y el orgasmo en el varón como suelen hacerlo otras drogas de ese tipo. Eso la hacía un instrumento muy útil para poder explorar el aspecto sexual de la experiencia psiquedélica sin la dificultad -o imposibilidad- que otros psiquedélicos y enteógenos aportan.



En los 80 saltó por primera vez al mercado, cuando todavía no estaba prohibida (ni siquiera lo estaba la MDMA) en unos lotes que pretendían ser lotes de pastillas de MDMA. Lo cierto es que el efecto de dosis bajas de 2C-B puede ser experimentado como similar a la MDMA, pero si sobrepasas cierto margen, se convierte en una droga tan psiquedélica o visionaria como la mescalina. De hecho, uno de los nombres de la 2C-B es bromomescalina, ya que la molécula es una modificación de la mescalina con un átomo de bromo sustituyendo un grupo metoxi, y cuando se sobrepasa cierto punto, es una molécula que tiende a crear experiencias de miedo especialmente en personas no acostumbradas a sus efectos. No es bueno pasarse con ella: con muchas de estas drogas, menos es más y mejor, y no conviene creer que por aumentar la dosis aumentarás lo placentero que puedas sentir.

Una forma que se ha popularizado de tomar la 2C-B o Nexus es en combinación con MDMA, especialmente cuando los efectos del éxtasis empiezan a bajar, para aprovechar el estado emocional que queda, como se hace en ocasiones con otras drogas como los hongos o la LSD. Otros prefieren tomarlo junto. En todo caso hay que advertir que la 2C-B y la MDMA parecen potenciarse mutuamente, con lo que si se van a tomar en combinación, deben rebajarse las dosis de ambas para que la experiencia no sea algo que sobrepase a la persona en los efectos que espera encontrar.



Pero más allá de no dificultar lo coital, hay algo extrañamente sexual en esta sustancia, que en ocasiones incluso se manifiesta fuera del contexto donde uno puede esperarlo. Echen un vistazo a esta experiencia:


Esa noche salí de fiesta con 2 pastillas de MDMA de unos 125 mgs cada una y 3 pastillas de 2C-B de 5 mgs cada una, flojitas pero suficientes si iban a tomarse mezcladas.

Empecé la velada comiéndome una pastilla de MDMA, tomando alguna cerveza, y disfrutando de una graciosa noche calurosa de fin de verano. Pasaban las horas e iba mezclando poco a poco la MDMA con la 2C-B. Tomé una dosis de 5 mgs de 2C-B. Al cabo de un par de horas tomé media pastilla de MDMA y otra de 2C-B, y otro par de horas después, la otra mitad que me quedaba de una pastilla de MDMA.

Ya era de día cuando viendo que sólo me quedaba una pastilla de 2C-B de 5 mgs, pues me la tomé mientras acompañaba a un amigo a su lugar de trabajo -un bar- donde nos tomamos otra cerveza.
Y estando relajados y tranquilos, en un bar cerrado para nosotros dos, súbitamente me empezó a latir el corazón con fuerte taquicardia, y empece a sentir miedo.



Puro miedo, sólo miedo.
Salí de allí dejando la cerveza a medias, casi sin decir nada, casi corriendo.
En la calle mi corazón se aceleró más aún: veía a la gente de día y me entraban ganas de correr, de evitar a todo el mundo con un chasquido de dedos.

Iba andando a toda prisa hacia mi casa, que no estaba lejos, con la idea de que si me pasaba algo, que me ocurriera allí. A lo mejor no era la mejor idea del mundo, pero era la que tenía en ese momento en mi cabeza: protegerme en mi casa.

Aun así tuve el valor de pararme en la calle a hacer una llamada desde una cabina -no existían los móviles como ahora- para decir a una persona que no me encontraba bien, y que no iría a recibir otra llamada que tenia que recibir esa tarde (antes la gente quedaba para llamarse, aunque suene raro).

Desde ese momento, la experiencia cambió radicalmente:

Estaba a escasos 200 metros de mi casa y todo el miedo y la paranoia se habían convertido, de golpe, en un extremo sentimiento de paz y de comprensión.
El pecho me explotaba de satisfacción. Una satisfacción extraña que sólo había conocido en ocasiones con los enteógenos más fuertes, pero nunca saliendo de fiesta, sino en momentos más relajados y preparado para ello.



Decidí de todas formas seguir hacia mi casa.
El calor empezaba a ser agobiante y pensé que igual que se me había pasado ese mal momento, bien me podía pasar lo contrario de nuevo.
Así que llegue a casa, entré en mi habitación y me desnudé.
No había casi luz, y si cerraba los ojos y me sentaba, empezaba a meterme en una espiral interminable de ideas, insights y visiones. Estuve un rato disfrutando de ese estado, hasta que el calor me hizo ir a ducharme.



Y allí ocurrió.
Me duché con agua fresquita. Las sensaciones eran muy agradables: recordaban el saciar una necesidad grande, como beber con sed o comer con mucha hambre.
Terminé la ducha, cerré el grifo.
Me dejé escurrir el agua por un instante en la bañera, ya que no tenia intención de secarme con una toalla.



Fue la primera gota.
Descendió de mi cuerpo y chocó sobre la cerámica de la bañera.
Produjo un sonido simple, pero en mi interior se escuchó como si crujieran todos los arboles de un bosque al mismo tiempo.
Simultáneamente al sonido me golpeó brutalmente una sensación a la que en muchas ocasiones he llamado orgasmo... pero ahora pienso que era superior a él.
Me agarré con fuerza y algo asustado a la pared y el mando de la ducha, pero el asunto sólo acaba de comenzar.



La siguiente gota chocó provocándome la misma sensación de un orgasmo casi interminable y no había pasado más que una fracción de segundo...
Otro orgasmo me sacudía mientras desde mi pelo, desde todo mi cuerpo empezaron a descender gotas, que caían desde mi pecho, mi estómago, mi pene.... a estrellarse contra el suelo de esa bañera.

Cada gota me hacia romperme por dentro de placer. Me agarraba con fuerza a donde podía: nunca había experimentado algo así. Era el sonido que provocaba la gota, lo que me abría un nuevo orgasmo cada vez...




Dios. Me estaba muriendo literalmente de placer.
Mi respiración oscilaba entre la quietud absoluta y el tomar aire como si me estuviera ahogando!!
Caían todas las gotas que se escurrían de mi pelo y cada una llevaba en sus átomos un orgasmo demoledor.

Llegó el momento cumbre, en el que había mayor numero de gotas rompiéndose contra el suelo, y mi cuerpo se tensó y arqueó como si me fuera a partir en dos.
No era posible tanto placer: me iba a reventar el alma de gusto!!



Con los ojos cerrados sentí como se abrían dentro de mi decenas de orgasmos que, si pudieran ser dibujados, eran concéntricos unos con respectos a otros. Acaba de empezar uno, cuando rompía otro en el centro de ese. Cada vez más y más profundo.

Y el tiempo por un instante se detuvo: sólo existía el más íntimo placer alargado hasta el infinito. El ritmo empezó a disminuir porque ya casi no quedaban gotas de agua sobre mi cuerpo estático y descendían más lentamente.

Yo las veía bajar con la promesa escrita de volver a escuchar el crujido de cien arboles, y volvían a provocarlo. Pero cada vez menos; se distanciaban más unas de otras en el tiempo.
Volvía a recuperar esa consciencia perdida por instantes, y empezaba a sentir una inmensa pena.

Llegó el final: la última gota rompió regalándome un último orgasmo brutal, íntimo y profundo como nunca esperé sentir.
Con los músculos tensos como si estuviera siendo atravesado por una corriente eléctrica, sin ser capaz de soltarme aun de la pared y de los grifos de la ducha, rompí a llorar. Llore por unos instantes con desesperación y rabia: quería sentir más de lo que me habían regalado!!



No intenté que ocurriera de nuevo. Sabía que no sería así.
Aún hoy en día, cuando lo recuerdo, sé que cambiaría sin dudarlo toda la sexualidad de mi vida pasada, presente y futura, por un solo instante así. Nunca jamás volví a experimentar algo remotamente parecido. Sólo me pude llevar un inmenso sentimiento de gratitud y de pena por no poder volver a visitar -a voluntad- un lugar tan inmensamente lleno de placer.

La experiencia da datos sobre las dosis, que en el caso de la MDMA no pasó de 250 mgs en toda la noche y 15 mgs, en 3 tomas, de 2C-B. La cantidad de 2C-B parece pequeña, casi rozando el borde de lo que sería una dosis efectiva de la sustancia, pero debido a la sinergia con el éxtasis, sus efectos correspondían a los de dosis más altas de dicha sustancia.

La 2C-B es una feniletilamina que parece ser sencilla de manejar en sus efectos en el rango de dosis más bajas, que su autor cifra en el rango de los 12 miligramos a los 16, considerando los 24 miligramos como una dosis alta, y hasta 35 miligramos las muy altas. Sin embargo se han llegado a consumir, por error, cantidades hasta 4 veces superiores a la dosis considerada como alta, produciendo espectaculares experiencias de miedo intenso en diversas formas, pero no poniendo en riesgo la vida de quienes las han experimentado.

Cabe mencionar un hecho curioso sobre la 2C-B que tal vez ayude en el futuro a su aprovechamiento como posible fármaco. Mientras que en la inmensa mayoría de los países que la prohibieron hace unos años, como USA o Reino Unido, se encuentra en la categoría más restrictiva para una droga, conocida como Lista I y cuyas sustancias están prohibidas para uso con humanos, en España se encuentra en la Lista II, lo que la hace una sustancia que podría ser solicitada por su menor fiscalización para investigaciones con mayor facilidad que otras drogas


No hemos podido encontrar una razón convincente para que la 2C-B esté en la Lista II mientras la 2C-I (su hermana iodada, por ejemplo) está en la Lista I. Tal vez tenga algo que ver el hecho de que durante un tiempo, en España, tuvimos un laboratorio llamado Drittewelle que producía esta droga, de forma legal, y la vendía por diversos países del mundo, también de forma legal hasta que fue prohibida.

La 2C-B se llegó a vender en Sudáfrica a los “sangomas”, fabricada por dicha empresa y distribuida por otra llamada Inkwazi, que son los brujos de ciertas comunidades que usaban otros enteógenos de origen vegetal de sus zonas para llevar a cabo sus ceremonias, y fue acogida muy favorablemente hasta que fue prohibida. Aunque en este caso, se insistía en el prospecto del producto en que el principal componente era la catina, un estimulante extraído del khat, cuando la 2C-B tiene un origen totalmente sintético



El mismo error que sigue reproduciéndose hoy día en distintas webs, que achacan incorrectamente un origen vegetal a dicha sustancia. El nombre que le dieron fue Ubulawu Nomanthotholo que en el idioma local quería decir “la medicina de los espíritus que cantan”.

Si bien es cierto que el nombre de Nexus fue el que le puso la empresa Drittewelle para lanzarlo al mercado, en alusión a sus supuestas propiedades sexuales, no parece que se hiciera con la 2C-B nada distinto a lo que se hizo con otras muchas sustancias, de origen vegetal como el kava-kava o de origen sintético como otras variantes de feniletilaminas, lanzándola como afrodisíaco ya que prácticamente todas las sustancias en aquella época se lanzaban al mercado aludiendo a sus propiedades sexuales. Ellos vendían, como otras tantas empresas, lo que el cliente quería escuchar. Y al hacerlo en dosis bajas, pues sus pastillas eran de 5 mgs nada más, evitaron en buena medida que sus clientes tuvieran malas experiencias: la misma dosis daban en Europa como Nexus, el afrodisíaco, que como Ubulawu Nomanthotholo para que los chamanes sudafricanos se pusieran en contacto con sus ancestros.

Pero en esta ocasión resultó ser cierto, que la sustancia que había dejado el genio salido del matraz de Shulgin, era una sustancia que ofrecía oportunidades maravillosas a la hora de explorar, entre otras cosas, la experiencia sexual bajo el influjo de un psiquedélico, que sin llegar a ser LSD, abre unas cuantas puertas más que la MDMA. Una sustancia notable que fue, sin duda, una de las favoritas de Shulgin y posiblemente su creación más preciada. El mercado negro tomó buena cuenta de ella, de manera que cuando se prohibió es de esas sustancias que han seguido existiendo porque cuentan con una demanda de un público estable. No era sólo mito, había escondida una curiosa realidad detrás.



viernes, 29 de agosto de 2008

Test de Marquis. Probando 2C-B y 2C-I de forma comparada.

Ya se ha hablado alguna vez en esta página de la conveniencia de que las personas que consumen sustancias, apliquen medidas dirigidas a que su experiencia sea lo más positiva posible y al mismo tiempo, implique los menores riesgos.

Es la llamada política de Reducción de Riesgos, o como también se le llama ahora Gestión de Placeres y Riesgos, siempre asociado al consumo de drogas -legales o no- y a comportamientos asociados a esos contextos.

En muchas ocasiones se ha insistido en que lo primero que debe tener un consumidor, es responsabilidad para asumir sus actos, en todo momento.
Y eso comienza por algo muy sencillo (hoy día): conseguir información sobre dosis, efectos y otros aspectos de la sustancia que se vaya a consumir.

El segundo paso, sería siempre estar seguro de que la sustancia que se posee, que se compra, que alguien te ofrece, es la que crees que es. Alguna de las muertes asociadas a sustancias que usadas correctamente no presentarían ese riesgo, se debe a que las han confundido con otras.

Tomar una dosis de cualquier sustancia, implica elegir de acuerdo a lo que se busca, la vía por la que se tomará y la cantidad que se usará.

Ahí nos topamos con el primer gran problema. La información la adquirimos sin problema, pero ¿cómo saber que sustancia tienes en tus manos?
Cuando alguien compra cualquier droga en una farmacia, no tiene que preocuparse de ello: puede tener la seguridad de que -salvo gravísimo error- es lo que dice ser, y que contiene la cantidad que dice contener. Esto es equivalente a conocer la sustancia y la pureza, sabiendo que no lleva otros añadidos que puedan modificar su efecto y resultar tan peligrosos o más que la propia droga.

Los consumidores de drogas ilegales, pagan (además de grandes precios subvencionados por el gobierno) el pato de tener que comprar sin la certeza de qué es lo que compran.
La confianza en el vendedor, el que sea conocido, el que hayamos probado lo que vende otras veces, son los parámetros de referencia en los que nos movemos cuando se trata de sustancias ilegales. Es decir, ponemos nuestra salud en juego, y en manos de alguien.

Ese riesgo es el primero que se debe minimizar, o eliminar siempre que sea posible.

La única forma es saber que tenemos lo que queríamos tener. Y para ello, la mejor opción es usar los servicios de análisis de sustancias que ofrecen varias ONG, como Energy Control o Ai Laket!, aunque en ocasiones eso resulta imposible (y de hecho si todos los consumidores de drogas lo hicieran, necesitarían más personal para análisis que jueces hay en este país).

Cuando eso no es posible, en especial haciéndolo con antelación (lleva siempre algo de tiempo), deberíamos recurrir a otros métodos legales que nos permiten saber algunas cosas.
Son los test cromáticos. Y el más común para las sustancias psicoactivas es el test de Marquis.

Lo que un test como el Marquis nos puede decir, es qué tipo de sustancia tenemos delante.
Su uso es simple, aunque requiere ciertas precauciones. Y no tiene la fiabilidad de un análisis por otros métodos de laboratorio, pero ya ofrece un margen de error para la persona muchísimo más bajo que si sólo toma decisiones confiando en que lo que le den, es lo que dicen.

Según reacciona el reactivo de Marquis (que es una combinación conteniendo entre otras cosas ácido sulfúrico y formaldehido), cada sustancia da un color. O no lo da.
O comienza reaccionando en un color y luego va cambiando a otro, más rápido o más lento.
Eso nos sirve para poder descartar muchas cosas, y aproximarnos con un grado de fiabilidad aceptable a saber si tenemos la sustancia que creemos.
Y combinando la reacción de varios de estos test, se puede afinar casi hasta el 90% en alguna ocasión. Pero sólo con Marquis ya podremos descartar muchas cosas, aunque eso es para otro tema muy largo (en otra ocasión será).

Esta entrada es un ejemplo de su uso, sin entrar a explicar como se realiza correctamente, pero para que cualquiera se pueda hacer una idea de sus resultados.
Para el ejemplo se usan imágenes y datos de dos sustancias que son muy parecidas: 2C-B y 2C-I.
Una contiene un átomo de bromo (la 2C-B con sus famosos y supuestos efectos afrodisíacos y potenciadores del orgasmo) y la otra de yodo (ambas con efectos entactógenos a dosis bajas, y usadas en encuentros sexuales), en el mismo lugar en los dos casos. El resto de su estructura es idéntica. Podéis leer sobre ellas en el libro llamado "Pihkal", sobre feniletilaminas de A. Shulgin.

Para que el Marquis pueda ofrecer conclusiones aceptables, no sirve únicamente observar el color final (¿final en qué momento?). Hay varios "finales" en algunas sustancias, como en estas dos.

Aparte de que aún conservándolo en condiciones, en frío y sin luz, un test de marquis empieza a perder validez algo después de los 2 meses (se recomienda no pasar de 3, aunque a veces algunos vendedores digan que hasta 6 meses), muchos aspectos pasan desapercibidos si no se hace de forma adecuada.

Lo primero es que la luz sea suficiente y si no es natural, lo más neutra posible.
Lo segundo, que se haga sobre cristal -recordad que es ácido sulfúrico- y que bajo este, se coloque un material totalmente blanco, que permita ver la transparencia y matices de la reacción.

La concentración del marquis, también es importante. De hecho, en este caso, si el marquis hubiera estado menos concentrado y hubiera tenido mayor proporción de retardante que hiciera más lenta su reacción, se hubieran podido ver más diferencias.

Aún así, se han tomado secuencias de 3 fotos por segundo con trípode durante diferentes puntos de la reacción. Y se han seleccionado algunas para ilustrar.

Una vez preparada la pieza de cristal -llamada "porta" en ocasiones- sobre la que se va a hacer reaccionar la sustancia -una pequeñísima cantidad es suficiente- y el marquis, se dejan caer dos o tres gotas de marquis sobre la sustancia... y comienza la reacción en el acto.

Comenzamos el test con la 2C-B.
Esta primera foto es el instante en que la primera gota de marquis toca el 2C-B:

Lo más notorio de esta imagen es que apenas han transcurrido 0'3 segundos.
El color, viéndolo con los ojos y no con la cámara, es un amarillo con toque muy ligeramente verde.



La segunda gota cae sobre el 2C-B:


Ocurre lo mismo, un amarillo con ligero tono verdoso, pero la gota anterior, ya ha pasado a un verde oscuro.
Aquí han pasado 0'3 segundos desde la anterior gota.
La reacción es DEMASIADO RÁPIDA. Sobre todo si se pretende diferenciar dos sustancias con tanto parecido, habría que prestar muchísima atención.


Resultado del marquis sobre 2C-B en unos 10 segundos:



Este es el color que alcanza y que tiene cierta estabilidad, la reacción se ralentiza mucho pero NO desaparece del todo. Sigue reaccionando como veremos después. Luego se ve cual es el final de la misma.


En otro "porta" de cristal, limpio, colocamos la muestra de la otra sustancia, que en este caso es 2C-I. Y repetimos el proceso.

Marquis sobre 2C-I. Segunda imagen de una serie de 3 disparadas automáticamente en 1 segundo:


Es aquí donde se observa la mayor diferencia entre la 2C-B y la 2C-I.
La 2C-I en lugar de dar un tono amarillento con matiz verde en el primer instante, lo que da es un color marrón oscuro que muy rápidamente se va a un tono casi negro.
En la imagen se ven las dos primeras gotas sobre 2C-I, y la tercera cayendo sin tocar aún la sustancia.
Mientras que la primera gota que cayó, está ya casi negra, la que acaba de tocar la sustancia tiene el color marrón que adquiere inmediatamente.


Resultado "estable" de la 2C-I en unos 10 segundos:


Aquí se ve que el color es más oscuro que el que da la 2C-B. Un verde mucho mas oscuro (se nota más con la vista, pero fijaos en los bordes para notarlo aquí).
Como la gota ha quedado menos esparcida, los matices se perciben menos y hay que fijarse ayudándose del contraste sobre el papel blanco que está bajo el porta de cristal.


Comparación de las dos sustancias, poniendo juntos los dos "portas" con la reacción:


Colocando una plaqueta sobre el borde de la otra, tras haberlas inclinado un poco para poder observarlas bien.
El color azul, corresponde a la continuación de la reacción del 2C-B. En ese momento, puede llevar unos 5 minutos de reacción... y por eso ha llegado a ser azul.
El color verde es la gota del 2C-I, estirada sobre el cristal. En ese momento lleva algo así como 2 minutos de reacción.
Aunque sería bueno ver como han evolucionado las dos reacciones a la vez, de haberlo hecho así no se habrían captado los detalles que más diferentes las hacen en este test.


Otra foto tomada de ambas reacciones:


La plaqueta superior, con la gota desplazada al borde de un azul oscuro, es el 2C-B.
La otra, con la gota centrada, es el 2C-I continuando la reacción (se nota como el verde se va convirtiendo en azul), a los 4 minutos.
Aunque se ve la diferencia, cada vez tienden a igualarse más.


Imagen final de ambas reacciones (final absoluto, pasados ya más de 10 minutos):


Y aquí se ve como acaba la cosa.
Ambos compuestos, si uno se atiene simplemente al color de un punto temporal en la reacción, pueden no ser distinguibles en absoluto.
En este caso, cuando se metieron las plaquetitas -portas- en la solución con bicarbonato para eliminar el ácido sulfúrico sobrante, excepto por la diferencia de tamaño de ambas piezas de cristal y ambas gotas, no se podía distinguir que compuesto era cada uno.

El acostumbrarse a observar, medir tiempos, usar instrumental adecuado y la experiencia, facilitarán mucho el saber qué puede ser una sustancia. Y si se usa un marquis de igual concentración siempre, a la misma temperatura (este estaba a 3º grados), uno puede darse cuenta de que haya algo extraño, una mayor concentración (pureza) o menor, diluyentes, etc, aunque la única prueba segura para eso, no se puede realizar en casa y sin material y maquinaria especial. Pero esas son las pruebas que SÍ realizan las ONG's antes mencionadas, como Energy Control.

Lo ideal ahora, y teniendo sólo un método como éste de análisis (da igual marquis que otro de reacción cromática), sería poder hacer dos o tres preparaciones más de marquis, con distintos grados de concentración y retardante, para poder observar con más calma la reacción.

Como todo lo artesano y técnico a la vez, es una cuestión de práctica y método.
Pero cualquier persona, puede aprender en menos de 1 hora, y eso puede ser la diferencia entre una noche de fiesta, o una en el hospital.

Esta entrada no pretende enseñar a nadie a usar el test de marquis, aunque es muy sencillo, pero sí animar a la gente que consume a que si no pueden enviar las sustancias a analizar, por falta de tiempo, que compren un bote de test de marquis, y aprendan a hacerlo.
Otras sustancias que no son casi exactas entre sí, como estas dos, tienen reacciones mucho más claras y sencillas, como por ejemplo el MDMA, que al fin y al cabo es la droga de síntesis más consumida, bien sea en forma de pastillas o en forma de "cristal".

Y de esa forma, con cualquiera pastilla que probaseis con este test (un bote de 15 euros os sirve para 100 veces o más) podríais saber, si al menos lleva MDMA o MDA, o si por el contrario os están vendiendo otras drogas, más peligrosas, o incluso si os están dando una pastilla de azúcar.

Espero que os guste, os pique la curiosidad y os animéis a probar...
QUE NO OS ENGAÑEN!!

De que los consumidores aprendan a usar métodos para probar la calidad de lo que se les vende, depende en buena medida que lo que se vende, sea de mayor pureza, y de que muchos timadores, se queden sin posible negocio.


Symposion.