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lunes, 1 de diciembre de 2014

Vendiendo humo: cannabis en las farmacias catalanas.


Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Esperamos que os guste.

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Vendiendo humo: cannabis en las farmacias catalanas.


A finales de agosto de este año saltaba la noticia a los medios: la Generalitat de Catalunya quiere regular el cannabis para los enfermos. El Conseller de Salut, Boi Ruiz i Garcia, hacía unas declaraciones en las que aseguraba que no era admisible que un paciente tuviera que acudir a un club social de cannabis porque él, como Conseller de Salut, no había sido capaz de regular el acceso al cannabis como herramienta terapéutica vendida en una farmacia.



La noticia cogió con el pie cambiado a unos pocos, que sin ser muy conocedores del asunto, se alegraron y con razón: estaban hablando de que -al fin- los enfermos que usasen cannabis pudieran ir a comprarlo legalmente a una farmacia, que es el lugar adecuado para la administración de cualquier fármaco. En sí resultaba una buena noticia, seguramente esperanzadora y bonita a los ojos de muchos que se alegraban de que eso acercase el cannabis a los enfermos de una vez. ¿Pero es así? Echemos un vistazo a cómo se han ido desarrollando los hechos relacionados hasta ese punto.


El panorama vivido en el 2014: los CSC y la Generalitat.


En agosto del año anterior, la Fiscalía General del Estado -un órgano jerárquico en el que los fiscales de cada zona deben aceptar lo que les ordena su superior hasta el Fiscal General como máximo grado- emitía un documento conocido como la 'Instrucción 2/2013' en el que desgranaba su idea de cómo los distintos fiscales de España debían encarar el asunto de los clubs sociales de cannabis o clubs de consumidores. 

Y lo hace con directrices claras: los que nos leímos el texto nos asustamos, porque si realmente lo llevaban a la práctica, suponía la persecución judicial y la condena de muchos que se encontraban desarrollando actividades en los CSC, obviamente relacionadas con el cannabis, su cultivo y consumo. La instrucción venía a recordar a los fiscales -les decía, finamente, que dieran caña- que el cultivo nunca había dejado de ser un delito perseguible y que disfrazarse de asociación no debía servirle a los nuevos narcos. Así de feo lo pintaba, y eso que agosto es el mes “inhábil” en la administración de justicia en España. En septiembre, varias asociaciones tanto de jueces como de fiscales se estaban quejando de que dichas directrices dadas por el Fiscal General del Estado equivalían a tratar por igual a los CSC y a los narcotraficantes. Eso era exactamente lo que quería decir: todos son narcos, ni clubs ni nada.

Todas las arquitecturas sobre las que muchos clubs habían funcionado, cultivando y cobrando la marihuana a sus socios bajo el pretexto del consumo compartido quedaban diluidas al advertir que consumir no era cultivar y vender. Durante el final del 2013, la fama de Barcelona como lugar de turismo cannábico ya era exagerada, no sin cierta falta de razón ya que proliferaron todo tipo de asociaciones con todo tipo de prácticas que acababan implicando un venta de una sustancia estupefaciente a un tercero al que, muchas veces, no habían visto antes. Prácticamente había que ser un santo escrupuloso en el manejo del dinero y de los socios para no ser acusado de diversos delitos, que ya no sólo incluían el tráfico de drogas sino también delitos de blanqueo o fiscales, que han elevado peticiones de cárcel a activistas como los gestores de Pannagh en el País Vasco hasta los 22 años de prisión.




Y en el 2014 empezó a ocurrir lo que se indicaba en dicha instrucción de la Fiscalía: la policía empezaba a asaltar clubs, a detener a sus responsables, a cerrarlos y a presentar procesos criminales contra algunos de ellos. Ha estado ocurriendo en todo el país, pero en Cataluña, al tener una mayor concentración de clubs, se notó más el freno. Primero fue la prohibición en junio de abrir ningún clubs social de cannabis más en y después llegó a su máximo exponente en julio de este año cuando el diario El País -en su edición sobre Cataluña- titulaba “Detenida la cúpula de las asociaciones cannábicas por blanqueo de capitales”. Ya no eran asociaciones, ya era “la cúpula de los cannábicos”.

Un mes después de que se hubiera detenido “a la cúpula” de narcotraficantes de los CSC, el Conseller Boi Ruiz anuncia que, en estos minutos de descuento del partido que le quedan al gobierno que le nombró, piensa regular el cannabis para los enfermos y que lo hace para que no se tengan que acabar juntando con esos nuevos criminales acusados de delitos de importancia a la hora de acceder al cannabis que necesitan.

¡¡Y lo hizo sonriendo en las fotos!!

El papá de la idea tiene otros problemas: no le salen las cuentas 
del dinero público que maneja...


Al mismo tiempo, el paso como Conseller de Salut de Boi Ruiz, no ha dejado buen sabor de boca: recortes, escándalos por la penosa gestión, impagos a la farmacias, el repago de medicamentos que tumbaron los tribunales, el cierre de camas en hospitales para tirar abajo los gastos sin atender al paciente...

No ha hecho sino confirmar su currículo: aunque tiene la carrera de medicina, su especialidad parece ser más bien la gestión de “lo público” en el que lleva muchos lustros en la “Unión Catalana de Hospitales” que es una entidad que agrupa distintas empresas con intereses en el área. Gestión de distintos intereses, sería otra forma de hablar de lo que le preocupa el paciente al señor Boi Rui, que ha tenido toda esta legislatura y parte de la anterior para hacer algo que, según la actual ley, no puede hacer sin el permiso de otras instituciones del estado: no verán cannabis vendido a pacientes en una farmacia catalana antes que en una de otro punto del estado, si es que algún día llegamos a verlo. Les está mintiendo a la cara quien les quiera hacer creer eso: están usando a los enfermos que usan cannabis y a sus necesidades como piezas con las que jugar, porque no son ellos los que necesitan la planta.


La realidad del consumo terapéutico en España:
¿quién atiende aquí a los enfermos?

Los medios al contar la noticia, han presentado las declaraciones como si estuvieran enmarcadas dentro de un proceso coherente que se hubiera seguido desde hace tiempo. Textualmente decían que la Generalitat inició los primeros pasos para regular el cannabis en el año 2005 por haber contado con un estudio del medicamento 'Sativex' -un extracto estandarizado de la planta de cannabis- sobre 207 pacientes. Dicho de otra forma: en el 2005 permitimos un estudio con 207 personas y eso es nuestra apuesta por la regulación del cannabis terapéutico hasta hoy, en el año 2014. De hecho el 'Sativex' se aprobó en España poco después para dispensación hospitalaria a pacientes de esclerosis




Lo cierto es que, bien fuera por quimioterapia y vómitos, dolor crónico o neuropático, espasticidad y otras situaciones a las que el cannabis mejora la condición del paciente, bien en un aspecto concreto o bien en general -como en sus efectos sobre el apetito- si querías cannabis tenías que buscarte la vida tú mismo: ningún médico te lo podía recetar.

Con ese panorama lo que asociaciones de pacientes -no cannábicas- como la Asociación Ágata de mujeres con cáncer hicieron, fue gestionarse una forma de acceder a la sustancia. Ellas mismas reconocían que sus propios médicos, oncólogos, les reconocían la utilidad del cannabis frente a muchos de sus síntomas, pero no les podían recetar la planta ni nada similar en aquel momento. Ellas mismas difundieron la voz entre las afectadas de sus propias experiencias con el cannabis, hasta convertirse en la primera asociación de gestionaba de un modo pseudo-legal el acceso al cannabis, poniendo en contacto al paciente que necesitaba comprar, con un cultivador que le suministrase el cannabis.

Y ahí quedó todo, porque poco después el acceso al cannabis se fue haciendo más y más sencillo, en gran medida gracias a los CSC nacidos de los grupos de consumidores de la sustancia, que muchos contaban con un área terapéutica, que normalmente era asistida a modo de información y asesoramiento por algún profesional, normalmente médicos o psicólogos. Los CSC realmente no hicieron nada más que responder a una demanda ya existente dentro de los consumidores de cannabis: la del cannabis terapéutico que por otra parte en nada se diferencia del recreativo. Pero lo hicieron, y en la mayoría de los casos no lo hicieron nada mal.



Por aquellas fechas, ya en los años 2007 y 2008 saltaba a los medios el caso de Juan Manuel Rodríguez Gantes, a quien no tuvieron problema en llamar “el Ramón Sampedro de la marihuana” ya que sufría el mismo tipo de daño en la columna vertebral y producido de la misma forma -al saltar al mar calculando mal- que el conocido personaje, protagonista de la película 'Mar Adentro'




Juanma solicitó ayuda, cultivó en el centro para discapacitados físicos en que se encontraba, fue denunciado y juzgado por ello y aunque nunca fue condenado, jamás le dieron una solución a su problema: la morfina no le quitaba los dolores que el cannabis sí le quitaba. Eran dolores neuropáticos, producidos por una mala gestión de una infección que sufrió en el mismo centro que se hospedaba: los antibióticos que tarde y desesperadamente le administraron en una ocasión le causaron daños permanentes en sus nervios, y de ahí el dolor intratable.

Tuve la suerte de conocer personalmente a Juanma -y a su pareja en aquel momento- y de presenciar lo que posiblemente haya sido la mayor entrega gratuita de cannabis a un paciente con necesidad terapéutica: medio kilo de cogollos secos de cannabis que habían viajado por media España escondidos en un cojín, sin que hubiera la menor transacción económica asociada a ellos. Después de aquello, lo único que supe es que los distintos clubs y asociaciones iban “facilitando” el contacto a los enfermos como Juama con distintos cultivadores que les vendían el producto, en teoría a un precio más reducido dada la razón terapéutica de dicho consumo.

Desde esa época, la forma más normal de acceder al cannabis siendo una persona con necesidades terapéuticas ha sido a través del autocultivo con la ayuda del grow-shop de tu zona o bien a través de alguna asociación que pudiera facilitar el acceso a la planta. Y no lo deben haber hecho nada mal cuando no hemos visto casos de personas que sufrieran problemas por usar cannabis que le facilitase su CSC, ni problemas médicos, ni sobredosis con consecuencias fatales, nada de esto ha sucedido. Al revés, muchos enfermos de dolor crónico -que aunque algunos médicos aceptan su utilidad siguen sin recetarlo ni como 'Sativex'- o de insomnio, de cáncer o de sida, de anorexia o de ansiedad, han encontrado alivio, guía y cuidado en lo que los CSC les han proporcionado. Muy posiblemente porque los CSC han sabido estar muy atentos a la hora de detectar las necesidades de las personas y eso es justo lo que los políticos, como Boi Ruiz, no han conseguido pero tampoco han intentado en realidad.

¿Por qué es imposible lo que dice la Generalitat? 
¿No es factible que España avance como otros países?

No es imposible que llegue a haber cannabis en las farmacias: el modelo de otros países lo demuestra. Sólo hace falta voluntad política, entre los distintos actores que toman las decisiones.

Vamos a ver cuál es el escenario: el responsable de salud de un gobierno -en su etapa final y con pocas probabilidades de existir con la misma configuración- dice que quiere regular el acceso al cannabis como medicamento. ¡Estupendo! Ahora empiezan los problemas, cuando en el mejor de los casos, de existir capacidad política de intentarlo, las leyes estatales sobre drogas y fármacos, siempre tienen un rango superior a las autonómicas. Eso quiere decir que, suponiendo que todos los partidos quisieran hacerlo -no en Cataluña sino en toda España a la vez- haría falta cambiar tratados internacionales o renunciar a ellos, hacer modificaciones legales de textos que apenas se han tocado en décadas de existencia, y conseguir un proceso completo que diera la cobertura legal al proceso: eso llevaría años, no menos de 3 ó 4 en la situación actual. ¿Tienen los enfermos 3 ó 4 años que perder esperando? Muchos no, y menos para usar un fármaco que es esencialmente benigno.

Todo esto de empezar a jugar con los enfermos, lo hacen por una razón muy clara y que no han escondido: es una vergüenza que los enfermos se tengan que ir a los “clubs de los narcotraficantes” que casualmente estamos deteniendo. 



Si consiguen disociar el trabajo de los CSC con el cannabis terapéutico en España del trabajo con los socios de motivos recreativos, están atacando uno de los mejores trabajos que ha realizado la comunidad en sus años de existencia: suplir lo que el estado no sólo no te daba, sino que te negaba, aunque fuera una medicina. 

Quitándole a los enfermos a los CSC les quieren arrebatar una de las razones de su existencia para pasarla a otro grupo de intereses: los empresariales farmacéuticos. El propio Boi Ruiz no se ha escondido para decir que los laboratorios tienen que crear compuestos sintéticos de cannabis, mejorados “como se hizo con el opio”. No les gusta la planta de marihuana; el verde que les gusta es el de la pasta que puede generar un mercado de pacientes recetados con cannabinoides sintéticos.

Boi Ruiz es médico, pero debe estar poco enterado de los peligros que se conocen -desde hace años- con la falsa marihuana hecha con cannabinoides sintéticos. O le debe importar poco, porque modificar el opio, creo actores como la heroína, que cuentan con toda una historia alrededor. Pero lo cierto es que Boi Ruiz viene de la empresa y tiene visión de empresario: trabajar con una planta no da dinero. Sus compuestos naturales no son patentables -ya que los crea la naturaleza- de manera que sólo les resulta interesante cuando pueden fabricar otros compuestos sintéticos que sí puedan cobrar desde la farmacia con grandes cantidades de ingresos por las patentes.

Sin embargo, cualquier persona cercana al mundo del cannabis, sabe que cada planta es un mundo distinto, un efecto distinto que ayuda a unas cosas y puede no ayudar a otras. Aunque la planta sólo tiene un principio claramente psicoactivo que es el THC, nada tienen que ver los efectos de una “Haze” con una “White Rhino” y prueba de ellos es el inmenso arsenal de distintas variedades con distintos efectos, sabores y cualidades que han creado los bancos de semillas, especialmente los hispanos. No podemos pedir a los enfermos -con sus distintas patologías- que acepten un sólo tipo de planta o de extracto, porque esto no funciona así, señor Conseller.




Por último cabe hacer mención -por la importancia- de lo que sería la logística para producir cannabis de calidad farmacéutica para todas aquellas personas que lo usan a día de hoy con una intención terapéutica, porque le digan lo que le digan, ningún médico a día de hoy le puede prescribir un poco de marihuana por ley, pero tampoco podría -de forma efectiva- si esa ley cambiase mañana. El proceso que conlleva la planificación de un consumo masivo -Cataluña o España son casos masivos ambos- de cannabis, la búsqueda de terrenos, la contratación y capacitación de personal, el cultivo y proceso del cannabis dentro de estándares farmacéuticos no se realizaría en unos meses sino que sería un proceso de años, como el marcar distintas posologías para cada afección o el elegir las variedades más adecuadas, ya que todos esos pasos necesitarían estudios, pacientes y un entorno controlado de producción de una planta, que hasta el día de hoy, han estado negándole toda virtud terapéutica, impidiendo el acceso a la misma y criminalizando al usuario a base de represión.

Quienes llevamos años en esto sabemos de lo inútil de su propuesta, Conseller, que no es más que un brindis al sol con el objetivo de causar daño y desarmar de buena parte del prestigio ganado a los clubs sociales de cannabis. A nosotros no nos engaña. Nunca nos engañó. Seguiremos cultivando nosotros porque ustedes no son de fiar.

Pero por dignidad, no juegue con el dolor de los enfermos a los que ahora mismo, la represión ejercida sobre los CSC, les está privando del único acceso factible al cannabis que existe en España sin pasar directamente al mercado negro recreativo.
A los enfermos que usan cannabis, ni les sobra el tiempo ni se tratan al gusto según lo que queda de legislatura. Tampoco son tontos: saben de sobra quién les está bloqueando el acceso a su medicación, señor Conseller Boi Ruiz. 

Y los enfermos también votan.





domingo, 15 de junio de 2014

Regulación del cannabis con el modelo yo-te-vendo: Canadá.


Este texto, no recuerdo el título, apareció en Yerba hace unos meses.
Aunque arrancaba metiendo miedo, parece que en Canadá se han echado un poco atrás -digo parece porque nunca me creo nada- y que de momento no acometerán el asunto de esta forma. Esto queda dicho para que no venga nadie diciendo "está mal, no ha sido como dice el primer párrafo". O que si lo hace quede como lo que es.

Esto es lo que estaba encima de la mesa: "te dejo fumar petas y lo que tú digas, pero la pasta(za) pa' mí".
Y como Canadá es tan avanzado igual aquí, que somos retrasados, lo importamos.
Sirva de aviso.

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El día 1 de abril de 2014 las normas que -hasta ahora- han regulado en Canadá la producción de cannabis van a cambiar radicalmente con graves consecuencias. A partir de dicha fecha, aquellas personas que habían realizado la correspondiente solicitud para cultivar cannabis por razones medicinales y que ostentaban una licencia -también controlada por el estado- que les permitía cultivar para suplir sus propias necesidades, pierden ese derecho.

¿Qué ha conducido a una situación así en la que se da marcha atrás a un derecho personal?
No hay detrás de esta acción ningún tipo de valoración moral sobre el consumo, ni de cambio en la perspectiva con que se aborda su uso medicinal, y el gobierno asegura que todos los pacientes tendrán acceso al cannabis para uso medicinal con menos trámites de los que eran necesarios antes: y es cierto. Los trámites para obtener cannabis serán menores, porque ese trámite se pasará a llamar dinero.

Canadá se enfrenta la privatización de un derecho, de la misma forma que le ha ocurrido a España con la sanidad o la educación en buena parte. Canadá va a privatizar la marihuana, queridos lectores, y lo va a hacer hablando de regulación porque eso es lo que vende más en estos momentos en que se está derrumbando el burdel prohibicionista.


Ésta y no otra es la razón
por la que de momento
no puedes cultivar tu propio cannabis.
El gobierno quiere su parte.


El gobierno del país se ve ahora inmerso en el cambio de paradigma que se avecina con la obsoleta guerra contra las drogas y aborda su propia versión del experimento regulador empezando -como parece lógico- por el cannabis y atendiendo a una de las cuestiones que los antiguos modelos usados para tratar con la marihuana no querían tocar: el control de la cadena de producción.

Uruguay abrió la carrera con la regulación del cannabis de forma estatal, incluyendo su producción y venta pero sin impedir que todo el mundo tuviera derecho a cultivar su propio cannabis, dándole hueco al exceso de producción dentro de la cadena de venta legal en Uruguay. 




Ahora en USA, las declaraciones de Obama de que el cannabis no es peor que el alcohol o el tabaco, apuntan a un cambio en la política a nivel federal -que aún no se ha modificado- y que sigue siendo el mayor escollo en una regulación legal y efectiva del cannabis para todos los estados, que de momento se tienen que ir ganando mediante votaciones que les enfrentan al gobierno federal: son los restos de la esquizofrenia legislativa que esta guerra ha dejado y que ahora hay que recortar. Pero la visión en USA ya ha cambiado: el cannabis será legal en todo el país en pocos años y ahora hablar de marihuana es hablar de un mercado de muchos miles de millones de dólares en ventas directas y al menos otro tanto en los mercados asociados. 

Colorado y Washington con el salto cualitativo que supone el autorizar a la población a comprar y consumir cannabis de forma recreativa han dado un salto de gigante que ya no se puede revertir.

Sin perder de vista esos dos países, uno por ser el primero en atreverse (aunque es un país muy pequeño) y el otro por ser el que ha marcado la tendencia mundial en materia de drogas y su casi único vecino, Canadá aborda su propia versión del un experimento regulador con un modelo totalmente económico que no espera a cambios en las leyes globales: la marihuana sigue siendo un bien -por el momento- controlado que sólo empresas autorizadas pueden cultivar y sólo consumidores autorizados pueden comprar.


Así sale ahora 
de la planta de cannabis
lo que te tienes que fumar
si quieres ser legal.



La cosa no es baladí porque en Canadá hay 37.000 personas que usan el cannabis de forma medicinal -de forma registrada y autorizada- y cultivan sus propias plantas. Ese ha sido el modelo de abastecimiento más común, junto con los clubes de venta de marihuana médica, que vivían en un régimen más inseguro en cuanto a la producción o distribución de cannabis. La propia policía aplaude la medida, pero no por una cuestión contra el cannabis, sino porque les quita trabajo: a partir del día 1 de abril en Canadá, la policía no tendrá que preguntarse si el cultivo que han descubierto pertenece a un paciente autorizado a cultivar su propia marihuana, porque no existirán dichos auto-cultivos: todos serán ilegales.

Canadá admite que existe un mercado obvio de cannabis y que hay que abastecer la demanda o será dominada por el mercado negro de una u otra forma, y es ahí donde cruza la visión economicista de los canadienses y se frotan las manos con el mercado que hay detrás del muro que va a caer: grandes sumas de dinero esperando a ser recolectadas bajo la apariencia de verdes cogollos.

No confundamos ese movimiento con lo que sería una acción de toma de mercado para quitarle posición al narcotráfico porque no lo es: en este caso el mercado ilegal no se verá afectado y se creará un nuevo mercado que anteriormente se auto-abastecía cultivando y evitando así recurrir al mercado negro o al legal, que tienen precios mucho más altos que los meramente generados por los costes de producción de tu propia cosecha, que es el derecho que se pierde.

Facilitando la labor de la policía sin tocar el derecho último a acceder a la droga, tan sólo tocando la vía de adquisición, el estado abre un cauce aunque es tan solo económico pues todos se verán obligados a comprarla a empresas que la produzcan de forma masiva y que están atrayendo grandes montos de inversión de capitales de riesgo con los ahora llamados “venture capitals” que prometen grandes beneficios en corto tiempo. Como vienen siendo habitual en el “nuevo orden mundial” ese dinero no lo va a dar el estado sino que saldrá del espinazo de los consumidores, y en este caso más sangrante, de los consumidores con licencia médica para cultivar su propio cannabis.

Mi propuesta 
para volver a dialogar 
los temas sobre drogas.


A la hora de explicárselo a la población, el gobierno dice que el cannabis debe ser tratado como una medicina y por lo tanto sometido a un control directo en el que no hay cabida para cultivos fuera de la ley y su ojo vigilante. Al mismo tiempo se insiste en que el antiguo método -que permitía cultivar- tenía sólo una variedad de cannabis permitida (al menos de forma oficial ya que la compra de semillas de cannabis en Canadá requiere de un permiso del estado) y que eso desagradaba a algunos pacientes, abriendo el mercado en su sentido publicitario más salvaje a un enfoque en el que unas cuantas empresas privadas -compartiendo origen y capitales con las farmacéuticas- exploten la producción y venta regulada de cannabis en Canadá.


También se presenta como un avance en la seguridad de las personas, al evitar que los cultivadores legítimos por razones médicas sufran asaltos por parte de traficantes o de usuarios del mercado negro e inciden en el aspecto de la seguridad al afirmar que reducir el consumo eléctrico al eliminar los cultivos particulares, elimina al mismo tiempo riesgos de accidentes de origen eléctrico lo cual no es cierto: al enviar todo el cultivo de cannabis al mercado ilícito o regulado en empresas privadas, los cultivos de interior que existan tenderán a primar la seguridad de no ser descubiertos frente a la seguridad en el montaje de los cultivos y sus sistemas eléctricos. Obviamente donde no hay cultivo es casi imposible que se produzca un asalto para robarlo, pero implica volver a tratar a la población como incapaz de cuidarse por sí misma ni en algo tan simple como tener un cultivo de cannabis en tu casa, precisamente para no acudir al mercado negro.

El botín que las autoridades prevén en ese nuevo mercado es grande y puede alcanzar los 1'3 billones americanos de dólares (PASTAZA) en ventas para las empresas pero eso incluye una tajada fiscal importante para el estado. El asunto quedaría en principio con un precio final para el cannabis medicinal que puede multiplicar hasta por 5 el coste actual por gramo y que en ningún caso se espera que baje su precio. 

Ese hecho resulta una diferencia radical con el modelo regulador de Uruguay, ya que el coste fijado por el estado de 1 dólar por gramo de cannabis es desalentador para el narcotráfico y tendrá claros efectos sobre el mismo, pero el aumento del precio final del cannabis en los consumidores medicinales ocasionará un mercado negro que exista simplemente porque los precios del mercado legal resultan abusivos y usureros dejando margen para que otros actores intenten participar en el asunto. 

El mercado recreativo de cannabis sólo verá cómo aumentan los precios en consonancia con el entorno y a la vez impulsados por la demanda competitiva del nuevo grupo de compradores que surgirán de la población a la que fuerzan a abandonar sus cultivos y comprar su cannabis a unos grupos determinados y a precios más caros que los ya existentes. Los datos actuales dicen que es un 60% el número de consumidores legales de cannabis que cultivan su propio material, frente a un 40% que lo compra en dispensarios de marihuana medicinal: eso hace que el número de clientes que van a volcar por ley de un mercado -el del autocultivo- a otro totalmente distinto -el de la venta forzosa regulada al por menor- sea un apetitoso bocado para los tiburones de las empresas.


Y así todo...




De forma similar a otras grandes operaciones económicas, la empresas se han lanzado a por una localización que les interese para la producción masiva de cannabis y a la vez ha habido localidades que se han ofrecido a las empresas, como Kaspukasing en Ontario que, además de óptimas condiciones fiscales, les ofrece un “oportunamente apartado lugar” junto con “acceso potencial a fuentes de CO2 para aumentar la producción de cannabis”

La fiebre del cannabis y su dinero en maletines portados por señores de traje y corbata está llegando a localidades que antes no tenían mayores expectativas de trabajo, aunque no en todas es así. Otras por el contrario están reaccionando hostilmente al asunto, como es el caso de Delta en la Columbia Británica que han decidido que no quieren saber nada del asunto, sea medicinal o no, y han reaccionado prohibiendo de forma local -hasta donde les permite su grado de autonomía- la venta y producción de cannabis en sus dominios.

Otro problema que la modificación legal introduce es que los consumidores de cannabis se verán forzados a obtener una sola forma de presentación: cogollos de cannabis secos. Quedan prohibidas las tinturas y los preparados orales, de manera que las personas que quieran consumirlo así deberán elaborarlo ellos mismos, con los problemas que eso puede plantear a los pacientes de consumo médico y el daño causado al tejido económico del cannabis legal que ya incluía entre su oferta productos de esa categoría, al parecer con bastante éxito por aquellas latitudes. Los pacientes podrán tener en sus casas hasta 150 gramos de cogollos de cannabis o hasta 30 días de la dosis que tengan prescrita (la cantidad que resulte menor), lo cual invalida el argumento de que esta medida aumenta la seguridad eliminando los cultivos, ya que son los consumidores quienes pasan a ser nuevos blancos ya que serán el punto más sencillo de acceso no legal a la droga, y 150 gramos de cogollos de marihuana en el mercado negro canadiense pueden llegar a ser cerca de 3000 dólares, lo que hace de los consumidores un nuevo blanco, desde luego mucho más desprotegido que los cultivadores que ya están más acostumbrados a todo tipo de plagas incluidas las humanas.

En cuanto a los otros temas de salud relacionados con las drogas, Canadá tiene dos grandes áreas de trabajo. 

En primer lugar los jóvenes que usan drogas como la MDMA. No es que la MDMA resulte un grave problema de salud, como han llegado a recordar los científicos, sino que el estatus totalmente ilegal de la MDMA hacía de su adquisición una lotería en la que muchos vendedores sin escrúpulos se estaban metiendo. 

Eso llegó a su punto más álgido en Canadá cuando hace un par de años se contabilizó hasta una decena de muertes en jóvenes por PMA o PMMA (dos anfetaminas muy tóxicas) que están siendo vendidas como éxtasis

La desconexión que durante años ha generado la guerra contra las drogas entre los jóvenes que las usan y el discurso emitido por los gobiernos hacían especialmente difícil que el mensaje de alerta fuera creíble, hasta que hubo voces en la propia policía que propusieron una increíble novedad: una amnistía para la MDMA que sirviera para que los jóvenes dejaran de morir por tomar otra droga que ni siquiera era la que querían consumir.

Mejor tomar MDMA de forma segura
que la lotería del mercado negro.
¿es difícil de entender?


El otro gran área que la política de drogas en Canadá tiene que abordar de una forma racional es similar a la de su vecino de sur: la sobre-prescripción de opioides a la población. Las drogas siguen matando por sobredosis, pero desde hace tiempo las principales víctimas de esas sobredosis no son consumidores recreativos que caen por las condiciones del mercado negro sino personas sin otra vinculación a las drogas que el haber sufrido algún tipo de dolor o de proceso y el haber sido recetados con generosas dosis de potentes y adictivos opioides, siempre bajo la batuta de las grandes farmacéuticas que saben que los adictos son una fuente segura de dinero y con ellos ofreciéndoles la adicción sin estigma social y con bendición de un médico, que es el chamán aceptado de nuestro modelo de sociedad. Sin embargo, a esas dos grandes necesidades para la salud pública el gobierno no parece estar dispuesto a atenderlas ahora.

Canadá inicia de esta forma los cambios que afrontará en el nuevo paradigma del trato con las drogas y sus usuarios, y lo hace con un modelo que tiene la característica de ser fácilmente escalable para abarcar a toda la población cuando se decida que el cannabis recreativo en Canadá también tiene derecho a existir

Siendo esa su mayor ventaja, no podremos obviar que la futura ley en Canadá no está pensada para el beneficio del ciudadano sino creada para que sea un instrumento más en el recorte de derechos y en la sangría económica que el estado impone con su decisiones: una imposición de nuevas cargas económicas acompañada de la eliminación de un derecho del individuo. 

Una regulación que esconde una privatización de mercado y de derechos no puede ser buena para un ciudadano, que es sobradamente capaz de cultivar y cubrir sus propias necesidades, convertido por ley en rehén de los nuevos camellos legales de cannabis.

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Sólo me queda una cosa que añadir: no fumes marihuana, 
porque es ilegal igual que agredir a un policía nazional.