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sábado, 16 de abril de 2016

Marihuana sintética: muerte con 1 calada.

Este texto, que viene a colación por los sucesos ocurridos en Mallorca hace unos días, en que "3 menores de edad se DESPLOMARON en el suelo tras fumar 'marihuana-sintética' a la puerta de un instituto", fue publicado hace un año en la Revista Yerba. Es un buen momento para recordar que estás sustancias son demasiado peligrosas como para usarlas de droga recreativa, a pesar de su legalidad y de que se vendan en diversos lugares.

Al parecer, mucha gente que hace años que no sabe nada de estas drogas, me dicen que las conocieron en Ibiza o en Mallorca, y que se vendían legalmente siempre, en especial a los extranjeros que eran quienes la buscaban.

Pues ya está aquí, y para todos. :P
Esperemos que el texto os guste y os sea útil.

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Marihuana sintética:
muerte con 1 calada

Un día como hoy, hace aproximadamente un año, un chico joven se disponía a pasar un buen rato con sus amigos en su tiempo libre. Era un chico guapete, surfero, con sus tattoos y sus colegas. Un proto-adulto de 19 años de edad, todavía sin suficiente capacidad legal para poder comprar unas cervezas con sus amigos.

Era un chico de origen difícil pero que había tenido la suerte de encontrar una familia que le quisiera, ya que era adoptado como sus hermanos, y que por sus fotos, imágenes y recuerdos, parecía ser alguien feliz disfrutando de la vida. ¿Qué es lo que tiene que hacer -si no- un chico de 19 años? Quedó con sus amigos, mientras estaba en tratamiento en un centro para personas con problemas de alcohol y otras drogas, y buscó como pasarlo bien sin cruzar la barrera de la ley para no tener problemas. Eso mismo fue lo que le mató horas después.




Connor Eckhardt, el desafortunado protagonista de esta historia, decidió comprar uno de esos “legal highs” que se venden, de forma legal, en multitud de lugares de los USA. Gasolineras, kioskos o “convenience stores” que tienen un poco de todo son los principales puntos de venta en ese país. En este caso, la compra se realizó en una tienda “especializada” en esos productos y en parafernalia para el consumo: una “smoke shop” local. El producto comprado se llamaba “Mr.Marley” en alusión al conocido cantante de Reggae, Bob Marley, y sus efectos ya que su imagen está vinculada indefectiblemente al cannabis y al consumo de marihuana.

Sabemos qué buscaba Connor.
Buscaba algo legal que le hiciera sentir lo mismo que unos porros de cannabis.
Algo que en Amsterdam se resuelve con una planta esencialmente no tóxica, en USA se resuelve con una droga sintética y mortal, pero legal. Sí, ya sé que insisto mucho en lo de legal, pero es que a este chico le mató querer ser “demasiado legal” a la hora de divertirse.

La cosa es que un chavalote de 19 años, que a pesar de todo parecía ser esencialmente feliz, acabó encontrando la muerte mientras buscaba relajarse y disfrutar con un porro, o algo parecido (y legal). Connor cogió un poco del producto que había comprado, que en apariencia es una hierba seca a la que se le pueden dar aromas y sabores, y lo puso en su pipa o en el bong. Agarró el mechero, lo acercó dándole fuego a la muestra mientras aspiraba el humor hacia sus pulmones...


Connor murió de una calada.

Muerto por una sola calada de un producto legal que había comprado horas antes en una tienda legal, que en esencia prometía ser como el ilegal cannabis o marihuana (ilegal en algunas zonas pero legal en otras a día de hoy). Muerto por consumir un producto que también se vende legalmente en España y que se ofrece a los grow-shops de forma casi regular. Algunos grow-shops de nuestro país los venden también, pero por suerte son una minoría en extinción que creo que hay que denunciar públicamente.

¿Una sola calada es suficiente para matarte? Sí, puede serlo. No sólo de estos productos “legales” que dicen imitar al cannabis, sino de muchas sustancias y drogas, una calada es suficiente para matarte en ocasiones. Aunque este detalle es anecdótico en este momento, porque no creo que nadie haga mucha diferencia entre una sustancia que te puede matar de una calada, y una que te puede matar con 10 caladas; eso es sólo una cuestión de dosis y concentración.



La cuestión es que el chico no era químico, no había decidido experimentar con drogas sin explorar en humanos, ni sabía nada de concentraciones y purezas. El joven sólo fue a comprar un producto legal para divertirse, que de forma objetiva estaba vendido para ser consumidor como si fuera cannabis burlando un par de cuestiones de ley, como indicar que no se vende para consumo humano. Una mentira, como creer que la pornografía se vende por la libertad de expresión estética y no para masturbarse, pero que debe ser suficiente como “disclaimer” para evitarse ciertos problemas derivados de vender esas cosas como los muertos que provocan, al menos en USA.

Una sola calada dijeron sus amigos, que le vieron sufrir un daño irreversible que le dejó muerto, cerebralmente, mientras en el hospital sus padres adoptivos y sus hermanas le cuidaban durante 4 días en espera de aprovechar algunos órganos para trasplantes, como finalmente sucedió. Lo cierto es que los médicos del hospital no pudieron identificar la sustancia que había matado a Connor, pero el hecho de que hubiera testigos, que el cuerpo no tuviera restos de otras drogas y que aún conservaba en el bolsillo en paquete del producto, en esta ocasión fueron buena prueba de que el monstruo era peor de lo esperado: ni siquiera podía ser detectado por los análisis toxicológicos del hospital californiano.


¿Quién mató a Connor Eckhardt?

Partiendo de que la última responsabilidad frente a cualquier acto -de consumo de drogas u otro tipo de decisión con riesgos- es de quien lo ejecuta, Connor se mató a sí mismo. 

Pero Connor no estaba en mitad de un comportamiento autodestructivo -al estilo del que puede tener un alcohólico o un adicto a ciertas drogas- que implicase ese riesgo. Connor no estaba participando en carreras de coches ilegales a 200 kms/h, ni asaltando gasolineras con un pasamontañas, no era un practicante de deportes extremos ni quería buscar los límites de su existencia mediante el uso de drogas.




Connor se quería fumar un porrito con los amigos, seguramente echarse una risas mientras escuchaban música y charlaban de sus cosas o de las chicas que les gustaban. Connor no quería morir. Ni merecía morir.

A Connor le mató una ratonera hecha con leyes absurdas que, mediante paredes oportunamente colocadas en esta inhumana guerra contra las drogas, le condujeron hasta ese producto legal. Un auténtico producto-consecuencia, de esta guerra que perdió el referente científico nada más empezar. Le mató una nefasta política de salud pública que, mediante incentivos perversos derivados de la intervención prohibicionista, ha colocado esos productos en las estanterías de muchas tiendas. Productos que sólo tienen justificada su existencia desde el punto de vista mercantil en que son un “imitador ", y nadie compra una imitación peligrosa cuando tiene acceso libre al original.

Si Connor hubiera tenido acceso a la planta de cannabis, es bastante razonable pensar que no hubiera recurrido a estos productos. Algo similar a lo que, por suerte, ocurre en España: la abundancia de cannabis y marihuana entre la población ha servido de freno a la entrada de esos productos en el mercado. Son accesibles por internet como en todo el mundo, pero aquí no parece motivar mucho el que sean “legales” como ventaja sobre el cannabis. Nadie busca una imitación cuando tiene acceso a un rico hashís o a una buena marihuana, y eso en este punto es una cuestión de salud pública.


A más cannabis, menos muertos.


Pues sí, menos muertos cuantos más porros (de cannabis). ¿Por qué esta afirmación?

Sin entrar en lo positivo o negativo de la conducta, es algo innegable que el ser humano busca periódicamente embriagantes con los que alterar su estado de consciencia. Desde la Biblia, con el árbol prohibido del Génesis o la borrachera de Noé y las uvas -en la que acabó en pelotas, algo muy humano- o el primer milagro de Cristo por orden de su madre la virgen, abasteciendo de más droga la fiesta de boda que se había quedado sin vino. Realmente desde mucho antes, pero sirve para coger la idea.

Si aceptamos que es un hecho -la búsqueda de un psicoactivo- y queremos operar sobre el conjunto de la sociedad encauzando ese impulso, deberíamos hacerlo hacia la sustancia menos dañina posible para obtener el efecto buscado. Un criterio puramente farmacológico y científico. No entro a debatir los males de alcohol y tabaco, legales, pero parece claro que esas dos opciones no bastan a nuestra sociedad y la tercera droga más consumida es el cannabis. Y ojala fuera la primera en lugar de una de esas dos, si atendemos a criterios de salud pública.

El cannabis es una planta, ilegal hic et nunc, esencialmente no tóxica y con miles de años de uso humano común ya que no es una planta que pueda matar -o causar daño- con facilidad como las solanáceas psicoactivas, legales. Desde una perspectiva científica nadie puede negar que es virtualmente imposible achacar una sola muerte al cannabis, mientras que los muertos de las drogas hoy legales los contamos por millones. Esto no quiere decir que sea una planta totalmente inofensiva: es un droga, es una planta psicoactiva, y tiene efectos sobre la percepción que pueden ser agradables o no para el sujeto. No todas las drogas están hechas para todos.

La otra opción en este punto del asunto -la gente que busca los efectos del cannabis- es prohibirles el acceso y sancionar duramente su comercio y producción. Nadie se extrañará de que dichas medidas entorpezcan la adquisición de la planta, y que además ponen ya en peligro legal a quien osa hacerlo. Es el modelo que se ha manejado hasta ahora, en todo el mundo prácticamente, y que se está desmoronando a pesar de seguir plenamente vigente en España. Podemos también cerrar más el cerco mediante controles de orina a los trabajadores, de manera que recurrir al cannabis sea mucho más complejo y costoso. Y lo hemos logrado.

A la vez que un mercado de productos -poco o nada útiles- para enmascarar el consumo de drogas ilegales, que van desde limpiadores bucales para los test de saliva a bebidas especiales para los test de orina, ha surgido la otra opción: ¿para qué enmascarar una sustancia ilegal en vez de tomar una legal que no detectan? Según me han comentado varios grow-shops, los principales compradores de estos productos son personas del ejército, las fuerzas y cuerpos de seguridad, vigilantes jurados y otros similares que por su trabajo se ven en la necesidad de pasar estas pruebas. 

Si me guardan el secreto, el único producto que realmente sirve ante un buen análisis de orina, es una orina limpia de drogas detectables. Y por esa vía -aparte de un cierto tráfico de orina limpia- se origina el consumo de las opciones legales, especialmente por aquellos a los que las normas actuales les inciden más.


Los cannabinoides sintéticos.

Dentro de la cada vez más variada oferta de drogas legales -que incluye cosas tan poco aconsejables como la NEUROTOXINA PCA (para-cloro-anfetamina)- adquiribles mediante internet o por petición a un distribuidor legal, tenemos productos de todo tipo: psiquedélicos, opioides, benzodiacepinas, anfetaminas substituidas, disociativos y también cannabinoides sintéticos.

Estos compuestos legales en su mayor parte (se prohíben cíclicamente algunos y se lanzan otros) son el resultado de la investigación médico-farmacéutica, lo que no quiere decir que hayan sido probados en humanos siquiera. Son compuestos que, en la complicada búsqueda del ligando endógeno -anandamida- que tenía que existir en un sistema cannabinoide humano, se usaron para comprobar -mediante reacciones sobre muestras concretas y animales- cuáles eran y para qué servían los receptores naturales del cannabis en el cuerpo humano y en otros mamíferos por lo común de algunos sistemas bioquímicos.

Pero confundir los términos en este caso es riesgo de muerte; que algo venga de la industria de la investigación médico-química no quiere decir que sea para uso en humanos. Menos aún para uso como droga recreativa. De hecho el nombre con que originalmente se denominaba a estos compuestos para experimentación era el de “research chemicals” o “sustancias químicas en investigación” y resultaba el más ajustado a la realidad, ya que quien se arriesga a tratar con estas sustancias, está actuando como conejillo de indias voluntario con sustancias de efectos virtualmente desconocidos.

El que estas drogas para experimentación científica llegasen a manos de un consumidor que no sabe lo que hace, sólo puede explicarse como consecuencias directas de la prohibición. 

Haber prohibido el 95% de las drogas clásicas conduce a que se exploren recurrentemente las opciones legales que brinda la química, con consecuencias tan imprevistas como letales. En este caso, la prohibición sobre una sustancia virtualmente benigna, abre un gran mercado para drogas que de otra forma nadie hubiera querido ni probar. Exactamente igual ocurre con sustancias como la PMA frente a la MDMA, los derivados legales del fentanilo frente a los opiáceos naturales, o con la familia de la NBOMe frente a los psiquedélicos tradicionales como la LSD o la mescalina. Con una política torpe y obtusa, basada en creencias en lugar de en ciencia, hemos despejado el solar para que estas neodrogas se instalen en nuestro mercado.

A nivel orgánico los cannabinoides sintéticos son moléculas que actúan sobre los mismos receptores que lo hace el cannabis, pero no lo hacen de la misma forma. Mientras que el cannabis y los cannabinoides naturales son agonistas parciales de esos receptores, los cannabinoides sintéticos son agonistas totales de ellos, lo que provoca una diferencia de efectos notable. En concreto sería muy similar a comparar las benzodiacepinas -tipo valium- usadas para ansiedad y sueño, con los barbitúricos que también se usaban para dichos trastornos. Ambas familias de compuestos actúan sobre receptores GABA, pero lo hacen de distinta forma, intensidad y en distintos lugares, haciendo que matarse con valium sea algo realmente difícil de lograr -incluso intentándolo voluntariamente- pero que los barbitúricos sean el fármaco de elección para suicidas como Marilyn Monroe o para aplicar la inyección letal. Y ambos actúan sobre el mismo receptor, siendo ambos fármacos gabaérgicos aunque no tengan que ver en sus peligros. De la misma forma, casi punto por punto, ocurre con los cannabinoides sintéticos, haciendo que el conocimiento general de que el cannabis es inofensivo, se traslade por nomenclatura a sus primos asesinos.


¿Qué hacer llegados a este punto?

Personalmente no soy nada amigo de prohibiciones, incluso de estas letales sustancias. Me explico. No creo que deban ser prohibidas por peligrosas, ya que no representan un peligro más que para quienes se acercan a ellas. Creo que la prohibición sólo ayuda a crear mitos sobre drogas superpotentes y maravillosas, simplemente porque no son accesibles.

Dentro de los experimentos relativos a estas sustancias, está el abordaje mixtoultralegalizador-panprohibicionista de Nueva Zelanda que acabó en catástrofe. La verdad es que me he pasado con el nombre, pero es que mientras se sacaba una ley que decía que todo era droga -cualquier sustancia o dispositivo que no estuviera permitido, estaba literalmente prohibido- a efectos de criminalización, el estado abría una regulación legal para estas sustancias que acabaron siendo vendidas en tiendas con control estatal. 

Así pues mientras se mantenían draconianas sanciones para lo relativo al benigno cannabis, era el estado y sus comisiones reguladoras las que -tras un presunto protocolo científico- daban cabida y mercado a estas mortales drogas. 

Seguramente no haya usted oído hablar de esto, pero ocurrió hace menos de 2 años, aunque el experimento terminó pronto, dados los efectos de las drogas que el estado permitía vender.

El modelo neozelandés fracasó porque, aunque pretendía configurarse con premisas científicas, dio por sentado que todas las drogas ya prohibidas anteriormente eran malas y que no merecía la pena echarles un vistazo para cambiar su situación legal. 

De hecho era muy mala idea hacer algo así, ya que Nueva Zelanda actúa a modo “avanzadilla experimental australiana” empujada por las políticas de otros. Y nadie inicia un experimento para que le vengan a cuestionar sus cimientos argumentales. Así que se asumía que las drogas ya prohibidas lo eran por motivos científicos y lo único que les quedaba era experimentar alguna salida “creativa” a la encajonada situación de desgaste en la guerra contra las drogas. 

Realmente ha sido el experimento sobre salud pública más grave ocurrido en la última década, pero se vendió a la gente como una política vanguardista en la que el estado iba a tomar el control de la situación de las drogas para bien de sus ciudadanos.

El método prohibicionista no parece ser el mejor a aplicar, a pesar de todo, ya que no debemos olvidar que tratamos con un problema que hemos creado con nuestro abordaje poco sensato del asunto. Y la química ha demostrado estar a años luz de la ley, con una capacidad funcional de prohibir bastante limitada, porque en el trámite se han creado otros análogos peores. 

En un terco empecinamiento, la reina de Inglaterra en su discurso oficial ha anunciado un nuevo plan para acabar con todas las neodrogas que asolan, legalmente, su país. No es para menos, porque el paraíso de los “legal high” es precisamente el lugar donde tener un “ilegal high” sale más caro: de nuevo otra consecuencia de la prohibición insensata.

Los propios científicos ingleses y entre ellos David Nutt, el antiguo asesor oficial sobre drogas del gobierno, han levantado la voz para decir que una prohibición “sobre todas las sustancias psicoactivas” o “blanket ban” acabaría por hundir toda investigación en el cerebro humano en dicho país, sin contar con los nuevos problemas para determinar lo que es o no psicoactivo a efectos legales y los agujeros derivados de un intento tan complejo de prohibición absoluta (y tan costoso si pretenden realmente intentarlo en un mundo donde,si quieres, compras las drogas desde tu ordenador).

¿Tiene entonces solución este problema? Sí, claro que la tiene. Sólo hay que recordar por qué hemos llegado hasta aquí, por qué los jóvenes ingleses son llevados en manadas a los hospitales, por qué algunos mueren y otros quedan permanentemente dañados, por qué esas sustancias de nombres exóticos como JWH-018 o APICA o ADB-FUMINACA están al alcance de gente que no sabe qué son: porque hemos prohibido el cannabis.

Salir de esta situación exige razonar sin prejuicios y entender que, llegados a este punto, el cannabis es una barrera natural frente a estas drogas. 




La propia existencia de abundante cannabis fácilmente accesible es la mejor prevención frente a estas nuevas sustancias, que buscan imitar los efectos de la planta. Ya lejos de ser una exigencia justa y razonable de un colectivo que no daña a nadie con su uso, es además una cuestión de salud pública. En estos momentos ya no vale decir “es que de eso yo no sé” y seguir sosteniendo la prohibición. Ya no vale si hablamos de decisiones que afectan a la salud del conjunto, porque los años transcurridos bajo “el paraguas protector del prohibicionismo” se han mostrado como el mejor acicate para la proliferación de opciones legales y letales al mismo tiempo.

¿Y qué hacer como individuos?

Pues dentro de nuestras posibilidades, para quien quiera “fumarse unos porros”, favorecer el autocultivo como opción -alegal pero no ilegal- porque la existencia de la propia planta evitará que estas drogas letales tengan fácil entrada en la esfera de quien cultiva su propia droga para uso propio. No se confunda, unas matas de cannabis no convierten a nadie en heroinómano o alcohólico, y en este caso pueden salvar vidas.

Yo no sé usted, pero creo que en este caso es preferible que cuando su hijo, hermano, pareja o madre se fume un porro, sea de algo ilegal -aún- llamado marihuana, y no de la imitación legal.

La vida y salud de su ser querido se lo agradecerá, aunque no lo sepa.

Drogoteca.


domingo, 27 de marzo de 2016

Carta abierta al forense anti-Podemos y anti-Cannabis de las Islas Baleares

Este texto, respuesta a una desafortunada intervención de un conocido "polemista y forense" de las Islas Baleares, fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que os guste.


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Carta abierta al forense Javier Alarcón de Alcaraz.


Hola Javier, buenos días.

He tenido hace unos minutos la oportunidad de leer el texto que ayer publicabas, titulado “Los canutos de Podemos”, y aún estoy en shock tras empaparme de tu análisis. Lo mejor de todo es que tú sí tienes una carrera de medicina, para poder saber de qué hablas cuando hablas del cannabis, y no esos perroflautas porreros que son los que están dispuestos a tomar nuestras señeras instituciones al asalto.

¡No pasarán!
¡Javier, amigo, déjame ser tu General Neville mientras tú eres mi Mariscal Pétain! Ambos luchando contra el enemigo -hasta la victoria siempre- mano a mano en nuestro particular Verdún, bajo la lluvia de obuses enemigos y cogidos de la manita en el barro de la trinchera prohibicionista.

¡Da igual que las hordas de los talibanes cannábicos y sus apestosos cigarritos de la risa nos apedreen en Twitter! ¡Da igual que el ejército de activistas cannábicos de Podemos (¿lo cualo?) venga a hacernos escraches con humo psicoactivo! ¡No pasarán!




Como no quiero dejarme nada en el tintero, voy a seguir el presunto orden expositivo de tu texto para que veas que realmente me tomo muy en serio lo que dices, no sin antes declarar que a mí tampoco me gustan mucho los tipos con coleta, empezando por mí mismo. 

No me gusta Podemos en general, ni las opciones “de izquierdas” ya que tengo alergia a los colectivismos forzosos. Tampoco me gustan las opciones “de derechas” porque tengo alergia a clasismo snob de los feudo-liberales con pasión por volver a la Edad Media. Vamos, que soy un huérfano político carente de ideología concreta, así que no hace falta que me busques el carné del partido porque no tengo.

Lo primero, veo que toda esa diarrea que te aflige ha sido causada por un pacto -entiendo que de carácter político- y su intención de crear “una ponencia para estudiar el uso terapéutico del cannabis”. ¿Qué problema tienes con ello? ¿No eras médico? Ah no, que eres un mercachifle del papeleo forense y que a ti sólo te dejan jugar con cadáveres mayormente, como medida de protección de ese valuable ente que es la salud pública. Es igual, no te preocupes que yo te sigo explicando, que te hace mucha falta, Javichi.

Veo que te preocupa que el objetivo de ese paso político sea en realidad un ardid de los de Pablo Iglesias para poder auto-abastecerse de auto-cultivos para su auto-consumo. Y ya se te escapa la primera flatulencia por esa boquita halitósica que te gastas: ¿llamas gentuza a los representantes políticos electos por el pueblo? Mal, eso no se hace, Javichi. No se hace cuando tienes tu currito -con designación digital, a dedazo- en el que debes pronunciarte legalmente y ante el juez en los diversos casos que tengan la desgracia de pasar por tus manos. ¿No lo ves inapropiado? En fin, no vamos a atascarnos en la primera piedra. Continuemos.

Dices que se pretende el consumo generalizado de cannabis en “vuestra” plaza y convertir Baleares en un destino mundial para esos enfermos “no enfermos” -como tú bien indicas- que son adictos al cannabis. Ojalá Baleares pudiera aspirar a algo así, en lugar de a albergar una estructura de organización criminal bajo apariencia de cargos políticos y funcionariado (como tú). Sería un estupendo proyecto de desarrollo, ecosostenible y positivo para todo su entorno, que no causaría ni la milésima parte de las molestias y los daños, heridos y muertos incluidos, que causa el alcohol en Baleares.

A todo esto ¿no fue en Baleares, concretamente en Mallorca, donde 2 policías nacionales borrachos -uno el jefe de la unidad de delincuencia organizada y otro un madero más- atropellaron y mataron, delante de su marido, a una turista alemana que iba en bicicleta y se dieron a la fuga? Qué malo es el cannabis, ¿eh Javichi?

Parece que te emociona un futuro en el que un médico como tú pudiera prescribir (¿pero te dejan?) cannabis (“a sus señorías” dices, debe ser que sólo trabajas con clientela selecta). Tranquilo, es lo que viene, lento pero seguro, y a lo mejor llegas a verlo antes de que evolucione más tu enfermedad y acabes en una esquina institucionalmente acolchada, balanceándote babeante sobre tu trasero.

Te parece una burrada, merecedora de censura ni más ni menos, que se pretenda estudiar una droga “de abuso” según la OMS. ¿De verdad que hiciste una carrera de Medicina? ¿No te lo habrás hecho como hizo el mítico Roldán, que se curró sus títulos con el photoshop? E inmediatamente -a falta de argumento alguno- saltas a que te hace mucha gracia el uso del “auto” en lo referido a cultivo y consumo. Pues mira, ahí te voy a dar la razón: yo también creo que es un uso incorrecto del lenguaje. Pero al mismo tiempo soy consciente de que el lenguaje es aquello que nosotros hacemos al comunicarnos, siendo elástico y cambiante. Me dirás que si acaso soy licenciado en Filología Hispánica para hacer semejantes observaciones, y no, no lo soy. Aunque seguro que tampoco lo son los redactores de la sentencia del supremazo contra el cannabis, miembros todos del Tribunal Supremo y que, para tu hilaridad hebefrénica usa también dichos términos en la sentencia referida.

En concreto el Tribunal Supremo en dicha sentencia, usa los términos “autoconsumo” (en repetidas ocasiones), “autoabastecen”, “autoconsumidor”, “autogestionario”, “autogestión”, “autocultivo”, “autosuministro”

¡Mira que son perroflautas neologistas estos togados locos del Supremo, eh forense? ¿O es que los jueces del Tribunal Supremo están fumados? Eso lo afirmarás desde tu dilatado bagaje como forense, ¿no? Y menos mal que ya estás tú para enmendarles la plana: ¡¡que eres tertuliano en la radio, ojito que muerdes!!

Luego en tu texto entramos en la parte más coprófila de tu pensamiento, y te conviertes en un surtidor de estiércol al tener que recurrir a la falacia “ad hominem” más pobre y triste, llamando “pobres” a esos que tomas por contrincantes. Ufff, un poco heavy la cosa, ¿no? Atacar a alguien por que no tenga o no haya tenido dinero, denota resentimiento, pobreza espiritual y muy poca clase, forense. Ahí realmente te has dejado ver...

¿Cuándo tiene que emitir un dictamen, se pregunta también cuánto dinero tiene cada una de las partes interesadas en él? Esas cosas son las que tu texto me hace realmente preguntarme.

Ya me han advertido de que eres un polemista de los medios locales, al estilo Inda pero con menos luces todavía (y ya es jodido). Debo reconocer que Pablo Iglesias la clavó el día que llamó “Pantuflo” a Inda en TV. Pocos personajes del imaginario colectivo hispano encajan tan bien en la representación de lo rancio e hipócrita. ¿Aspiras a ser como él o quieres llegar a ser como el repugnante Salvador Sostres? Es que yo te veo maneras y, lo mismo, como cuando el tonto coge el camino y aunque el camino se acabe, el tonto sigue.... pues.... en fin, sigamos. 




Bueno, espera un poco que me voy a liar un canutito. ¿No irás a usar el argumento contra-consumidor conmigo? Yo te prometo que el que seas abstinente (¿también a la cocaína, forense? ¿a todas las drogas? Venga ya hombre. ¿Te has visto los ojitos que te gastas en la foto del texto, que parece que te caíste en la marmita cuando eras un feto? Sé sincero, Javichi...) no va a cambiar ni una palabra de lo que tengo que decirte.

Dices también que debes defenderte previamente por escribir estas cosas. No. No es por escribir estas cosas, que pueden o no gusta a un sector u a otro, sino por escribir sin argumentos, sin rastro de capacitación profesional y exhibiendo orgulloso tu ignorancia, como sólo un ignorante puede exhibirse, ajeno a la realidad circundante.

Yo también iría encantado fumándome un buen trompetón de cannabis al parlamento, o donde sea. ¿Cuál es el problema, Javichi? Dices que habría que exigirle pruebas de drogas en cabello a esos representantes electos del pueblo para buscar cocaína, morfina, anfetamina y THC. ¿Tú eres un poco tonto, no? ¿Para qué necesitas buscar THC si vamos con el porro en la boca? ¿Acaso nos ves en el armario, forense?

Ahora que mencionas lo de las pruebas de drogas en el pelo, recuerdo a unos policías que -presuntamente- mataron a hostias a un ciudadano indefenso, inerme y no agresivo y que intentaron justificarlo, con ayuda de algún miserable de tu calaña, con las trazas que el asesinado Juan Benítez podía tener de cocaína en sangre. Lo curioso, es que cuando vieron que esas trazas de metabolitos de la cocaína no explicarían nada en una sala judicial, los policías se rasuraron todo el cuerpo para escaparse de la prueba de drogas que el juez instructor les ordenó realizarse. Y es que es más probable que sean esos violentos que golpean y matan a un hombre entre varios, los que vayan ciegos de cocaína. ¡¡Qué cosas me está trayendo tu texto a la cabeza!!

Esgrimes, a modo de dato que apuntale tu escatológica vomitona, que el 45'7% de los nuevos ingresos en centros de rehabilitación de adicciones se efectúa “por consumo de cannabis”. Lo que obvias decir, es que dichos ingresos están perversamente estimulados por el laberinto legal de trampas y mentiras a cumplimentar, para que a un chaval no le casquen una multa por estar fumándose un porro. Esos son los “adictos” que rellena tu 45'7%, so gañán. Deberías, ya que presuntamente eres médico, aprender a mirar un poco más allá del dato simple. Aunque si pudieras hacerlo de forma natural, no serías lo que eres.

Para ir rematando la jugada, y que sirva de advertencia a todos los que alguna vez tengan que ver algo con Javier Alarcón de Alcaraz, haces un batiburrillo con varios “clásicos” del debate y te atreves a incluir, en tu zoqueta ignorancia, a los cannabinoides sintéticos en ella, cuando no tienen nada que ver con el cannabis y precisamente los movimientos de regulación/legalización del cannabis persiguen evitar su consumo, que a diferencia del cannabis, es altamente dañino y puede ser mortal. Mezclas eso con la manida vinculación del cannabis y la esquizofrenia -que yo creo que es a la inversa cuando escucho hablar a gente como tú- y, ya para que el viaje al pasado sea completo, una reafirmación de la “teoría de la escalada en drogas”, que hasta el prohibicionismo más rancio (no tanto como tú) ha dejado de lado hace años. ¡¡Actualízate, so memo!!

Rematas con una guinda en la que acusas a Bayer de ser responsable de los efectos secundarios de la Aspirina -al loro con la forma de discurrir de este pseudo-científico que podría rivalizar diciendo tonterías con el gran Josep Pamies- y de la misma forma quieras que los promotores de ese debate que tanto te asusta, paguen con su dinero los supuestos daños que el consumo de cannabis pudiera crearle a los adultos que libremente decidieran consumirlo. Todo muy lógico, sí. La culpa es de los que buscan que los ciudadanos no tengan que usar como vehículo recreativo simplemente alcohol, una droga dura y fuertemente nociva para el organismo (hígado y sistema nervioso especialmente), y quieren que los adultos puedan elegir entre otras opciones. ¡¡Pero qué mala gente son esos rojos, eh!!

Tu último cuesco nos deja el aire apestado, cuando comparas la prescripción de mórficos -lo dice un paciente que los usa por prescripción- con el consumo de cannabis. ¿De verdad eres idiota o sólo te lo haces? Porque lo haces muy bien...

Todo ello lo envuelves, para terminar, en el papel de regalo de la acusación ideológica pura, en la que hablas de engaño científico (¿pero tú te has visto bien, alma de cántaro?) del que no aportas prueba alguna aparte de la de tu exhibida ignorancia, y luego ya te saltas a eso de hablar “contra los progres y el progreso”, muy en la línea del argumentario de tus “padres ideológicos” en el PP.

Acabas preguntándote -en una bella estampa retórica que me recuerda a Leonardo DiCaprio cuando hace la escenita de Titanic en la proa del barco- si el cannabis curará la enfermedad de ver enfermedades en aquel que simplemente es diferente. ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú, tronco, que como abstinente y de derechas que eres, te has despachado a placer contra los de izquierdas y los no-abstinentes simplemente por ser distintos a ti, que por otra parte es algo muy loable (no parecerse a algo como tú, Javichi).


Antes de terminar te diré que no soy de esos que creen y afirman que el consumo de cannabis u otras drogas hagan -por defecto e invariablemente- mejor persona a quien consume. De hecho el número de hijos de puta entre consumidores viene a ser muy similar al número de hijos de puta entre forenses tertulianos fachas. Y es que, amigo Javichi y querido forense de mis estimadas Islas Baleares... “quod natura non dat, Salmantica non praestat”.