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jueves, 28 de febrero de 2019

Fabricando yonquis para la epidemia en USA



Fabricando yonquis 
para la epidemia en USA.


A final de los años 90, el tratamiento del dolor -en todas sus faceta clínicas- se enfrentaba a los primeros cambios aperturistas (a nivel mundial) tras las duras restricciones derivadas de la guerra contra las drogas, iniciada décadas atrás. En aquellos años oscuros, el tratamiento del dolor, tanto agudo como crónico, asumía que el paciente debía hacer frente al dolor con las mínimas ayudas farmacológicas, ya que el dolor era una condición “normal” ante los avatares de la vida. Se colaban en el tratamiento médico las concepciones morales del doctor de turno, derivadas de nuestra cultura judeo-cristiana por la que -como narra Antonio Escohotado- te encontrabas a médicos que ante la petición de cuidados paliativos para un moribundo, te contestaban cosas como “el dolor le es grato a Dios” y casi de forma habitual se negaban a prescribir analgésicos de forma racional o, lo que es igual, atendiendo a variables únicamente médicas.




Ante esas posturas, arrastradas por los galenos desde el inicio de la cruzada farmacológica contra las drogas, la propia Organización Mundial de la Salud animaba a los países a mejorar la atención al dolor (en todas sus formas) y les animaba a perder el miedo a recetar opiáceos u opioides. Aquel miedo tenía su base en la desinformación sobre drogas, que acompañó a la fiscalización de las mismas en el siglo XX, y que predicaba invenciones como que te bastaba con probar la morfina o la heroína para caer en la espiral destructiva de la adicción descontrolada. Por supuesto, esta mentira mil veces repetida, no era la realidad: para engancharse hace falta tiempo y cronicidad en el uso. Esto era aún menos cierto en el caso del tratamiento del dolor, donde las motivaciones para el uso de la sustancia, son diferentes y el contexto -médico y clínico- muy distinto. 

Pero hasta ese momento, los mórficos y opioides sólo se aplicaban en situaciones terminales o muy puntuales, donde el hipotético problema de una adicción destructiva fuera materialmente imposible (como en alguien moribundo en una cama de hospital).

Los datos mostraban cómo los pacientes tratados en contexto médico por dolor (en hospital o en sus casas) no tenían apenas tasas de adicción, si no existían problemas de adicción previos. Esto era cierto (sigue siendo así en esencia), y una carta publicada en la prestigiosa revista “NewEngland Journal of Medicine” en el año 1980 y enviada por investigadores médicos de reconocido prestigio, explicaba que entre más de 11.000 pacientes, a quienes se les habían administrado narcóticos en contexto hospitalario o de cuidados dirigidos por un hospital, sólo 4 de ellos habían desarrollado una adicción que pudiera ser documentada claramente. En aquel momento, años 80, estos doctores eran lo más puntero intentando revertir la creencia de que los opiáceos conducían a la adicción de forma casi inexorable. E hicieron bien en escribir dicha carta, que colaboró a que las frecuencias de prescripción de analgésicos narcóticos se suavizaran y abarcasen a pacientes con dolor crónico, fuera del espectro de los cuidado terminales.





Sin embargo, su bienintencionada carta a la prestigiosa revista médica, fue usada de forma distorsionada para lanzar la más grande campaña de ventas de fármacos opioides, en la historia de la humanidad. A día de hoy, uno de sus dos autores, ha llegado a decir que “sabiendo lo que sabe hoy y la forma en que su texto fue intencionalmente mal usado, no escribiría esa carta” y no es para menos, ya que fue citada 608 veces en otras publicaciones, en un 72% de las ocasiones para apoyar la afirmación de que “los opioides raramente provocaban el inicio de una adicción” y en el 80% de los casos, esa cita se hacía sin dar el dato de que dicho estudio se refería a pacientes en entorno de control hospitalario. Se omitió ese dato en 4 de cada 5 menciones y se indujo a creer a los médicos que la prescripción de opioides no derivaba casi nunca en problemas adictivos, independientemente del contexto clínico. Es el texto de origen médico más relevante en el desarrollo del problema que hoy enfrenta USA con respecto a estos fármacos.

Aquí cabe hacer especial hincapié en que en USA, carecía (aún carece) de un sistema general de salud público que atienda a todos los ciudadanos, por lo que la consulta médica se hace en el contexto de la competencia de los médicos por captar clientes: el médico cobra de forma directa en función del número de pacientes que atienda, aparte de las primas económicas que los laboratorios daban (y dan) por recetar sus productos frente a los de la competencia. Esta variable, es esencial para entender buena parte de todo este asunto.

La cabeza más visible del monstruo, la farmacéutica, entraba en acción con una brutal campaña de ventas, en las que miles de “visitadores farmacéuticos” fueron entrenados para hacer creer a los médicos que la tasa de problemas de adicción con los opioides era inferior al 1%, sin importar un montón de variables más en ese cálculo. Los médicos, animados a recetar un fármaco que no sólo funcionaba sino que te aseguraba la dependencia del cliente, no se hicieron de rogar y aceptaron encantados en su mayoría el flujo de dinero que les empezó a llegar, gracias a prescribir narcóticos; se desdibujaba en muchos casos el límite entre lo que es un médico prescribiendo y lo que es un vendedor de droga con capacidad de surtirse legalmente.

Fue la compañía Purdue Pharma la que arrancó dichas campañas, en unos esfuerzos que le rindieron cuantiosos beneficios, haciendo pasar su producto estrella a ser el mayor “best-seller”: el “OxyContin” u oxicodona. Purdue Pharma pasó de recibir “unos pocos miles de millones de dólares” a facturar 31.000 millones de dólares en el año 2016 y a aumentar aún la facturación en el año 2017 con 35.000 millones de dólares. ¿Cuánto se embolsarán este año 2018?

Purdue Pharma no sólo produce oxicodona para el OxyContin. También produce hidrocodona, codeína, hidromorfona, fentanilo y morfina. De hecho, esta compañía desarrolló “Contin”, que era un sistema de liberación de la droga en larga duración. Eso ocurrió en 1972, pero hasta 1984 no aplicaron el concepto a la morfina creando el “MSContin” (Morphine Sulphate Contin) que les permite cobrar estos fármacos -todos fuera de patente hace años- como recién patentados en base a la novedad de la liberación lenta. Este mismo desarrollo fue aplicado a la oxicodona, creando el “OxyContin” en 1995 y que ha sido calificada como la espoleta de la bomba que se estaba arrojando contra la población y que ha causado la mayor epidemia de muertes por consumo de drogas de la historia.




De hecho, hasta la morfina que yo y otros pacientes -de dolor crónico- recibimos en nuestras farmacias, paga cuantiosos royalties a esa misma compañía y sus filiales, por su “sistema de liberación lenta Contin” que ellos intentan vender como un componente esencial para evitar el abuso en estas drogas de farmacia, pero que para evitar el sistema “Contin” vale con machacar la pastilla, picarla para esnifarla o disolverla para inyectarse. Pero por desgracia, su sistema Contin sólo sirve para contener el abuso de opioides en aquellas personas que no son precisamente el perfil psicológico del que va a abusar de su uso, sino el contrario; al abusador le resulta simplemente evidente que si no quiere que la droga sea liberada de esa lenta forma en su cuerpo, le vale con no tomarla como le indica el prospecto.

Purdue Pharma lo supo desde el principio, y hace ya 17 años fue demandada por el fiscal general de Connecticut para que tomara medidas con respecto a las altísimas tasas de adicción que estaba provocando su producto estrella, contestando la compañía con gestos cosméticos y promesas de reformular del producto en el largo plazo. Eso fue en 2001, y en el año 2004, otro fiscal general (West Virginia en esta ocasión) demando por “excesivos costes generados” y la farmacéutica pagó 10 millones de dólares para llegar a un pacto en el que todas las pruebas quedasen sin ser reveladas bajo un acuerdo de confidencialidad. En este momento, ya no era especulación sino que existían datos sólidos de lo que se estaba haciendo y de lo que su producto estaba causando.



En 2007, la compañía se declaró culpable en un acuerdo que incluía el pago de 600 millones de dólares, en una de las mayores sanciones a una compañía farmacéutica. Curiosamente, el presidente de la compañía, el abogado jefe de la misma, y el jefe médico, tuvieron que pagar unos cuantos millones de dólares extra por los cargos de “promoción incorrecta” del uso de dicho fármaco. El total de las multas impuestas, en todas las demandas, no llega a los mil millones de dólares cuando la compañía factura 35 veces más, sólo cada año.

Las pastillas de OxiContin en USA se pagan en el mercado negro a 1 dólar por miligramo, mientras que la heroína callejera es 10 veces más barata. A día de hoy, con las actuales restricciones, es casi imposible encontrar pastillas reales de OxyContin y, lo que circula en las calles, son pastillas que estéticamente tienen la misma apariencia pero están fabricadas en el mercado negro y contienen otros compuestos como el fentanilo u otros derivados: son drogas que pueden ser entre 50 y 1000 veces más potentes que la heroína, la oxicodona o la morfina. Hasta tal punto es claro el impacto concreto de ese producto, que la actual epidemia de muertes por fentanilo viene servida en dicho envase. En el documental realizado por Vice se puede ver como todo el mundo habla del fentanilo, son conscientes de que es fentanilo lo que compran en el mercado negro, pero el medio en que se vende, son pastillas falsas de OxyContin de 80 mgs, las de color verde.


¿Cómo ha podido todo esto llegar a impactar en el mercado hasta la imitación de las pastillas más vendidas? De un tiempo a esta parte, la producción de pastillas se ha ido simplificando considerablemente. Adquirir máquinas de prensado (más pensadas para prensar golosinas que para prensa fármacos, por su falta de precisión en muchos casos) se ha vuelto relativamente sencillo, e igualmente sencillo obtener un opioide ultra-potente como el fentanilo o sus derivados.

Estos compuestos se pueden considerar -sin problema- un arma química, y ya fueron usados así ese tipo de compuestos en el asalto del teatro “Dubrovka” ruso que fue tomado por un grupo terrorista, causando con su uso y falta de medidas de respuesta farmacológica posterior (no tenían naloxona, el antídoto, en suficiente cantidad), el mayor número de muertos de todo el asalto. El arma química usada entonces se conoció como “Kolokol-1”(campana, en ruso) y se cree que era el compuesto 3-metilfentanilo, una variante más de esta familia.

La potencia descomunal de estas nuevas drogas, junto con la facilidad para producir una pastilla con la imagen de la que era el best-seller del mercado negro (y que retiene parte de la demanda que produjo) ha traído a este nuevo escenario actual.

Pero todo esto no hubiera podido pasar sin lo que se dio en llamar “Pill Mills” o “Clínicas Pastilleras” (traducción libre). Ya que se había exacerbado la demanda de opioides de farmacia -de forma artificial- induciendo a los médicos a prescribirlos prácticamente para cualquier cosa. Fueron algunos de estos los primeros en sacar partido a la nueva situación, en que prescribir fármacos que antes estaban fuertemente controlados, no daba problemas y sí mucho dinero. Se empezaron a crear esas “Pill Mills” que eran clínicas en las que era muy sencillo conseguir prescripciones de estos fármacos. En dichos lugares te cobraban entre 200 y 400 dólares por hacerte las recetas, y llegaban a atender cerca del centenar de pacientes en una tarde.

Hubo médicos que, manteniendo su trabajo y área sanitaria en un estado, se desplazaban a otros estados para “pasar consulta” a enormes filas de clientes que esperaban para pagarle al “camello legal” las recetas que les daría. Aún así los beneficios para quienes derivaban estos fármacos al mercado negro eran muy altos: se llegaba a pagar 1 dólar por miligramo de sustancia, y en una sola prescripción de 50 pastillas de OxyContin de 80 mgs, hay 4000 dólares a ese precio. Suficiente de sobra para pagar al médico-camello, a los falsos pacientes que iban a por recetas, y para sacar una enorme tajada a esos precios de venta. Negocio para todos los implicados, mientras la demanda siguiera siendo tan boyante.

A esto se ha de sumar que muchos médicos en las clínicas, no sólo prescribían y cobraban por hacerlo, sino que también hacían de servicio de venta de esos productos que recibían directamente de representantes farmacéuticos.

¿Por qué? Pues porque ese era su único objetivo: vender y vender. Estas clínicas, no sólo prescribían a cantidades enormes de pacientes, tras el pago de una tarifa, sino que de paso les vendían también los fármacos; doble ganancia. Esto ha sido así hasta hace relativamente poco, ya que en el año 2015 se cerraron varias de esas “Pill Mills” (250 sólo en 1 estado como California) con casos tan llamativos como el de un médico que fue procesado (por 5 homicidios debidos a sobredosis, entre otros cargos) tras haber prescrito 2'8 millones de pastillas en 19 meses. La oxicodona del OxyContin (que supuestamente era menos adictivo y así se vendía por parte de la farmacéutica) pasó a ser conocida como “la heroína del hombre rico” por su elevado precio, en un guiño al nombre que -en los años 60 y 70- se le dio a la Datura estramonium, una planta solanacea muy común que contiene atropina e hiosciamina: “el ácido (LSD) del hombre pobre”.

Hasta febrero de este año, ya con los opioides enfrentando draconianas restricciones de nuevo en USA, Purdue Pharma y sus filiales no han dejado de impulsar y reforzar sus campañas de marketing para opioides (actualmente están despidiendo y recolocando a 200 representantes de ventas farmacéuticas). Hasta el ex-alcalde de New York y ahora abogado de Donald Trump, Rudy Giuliani, se dedicó a evitarle a Purdue cuantiosas multas y que sus directivos acabasen en prisión mientras seguían enganchando a todo un país a sus drogas; todos sabían lo que pasaba pero nadie quería dejar de ganar millonarias cantidades.

Pero la maquina de hacer dinero (de Purdue y sus satélites) abandona parcialmente USA para embocar una nueva estrategia de crecimiento, en la que se pasa a apostar por aumentarlas ventas de “OxyContin” en los llamados mercados emergentes de África y Asia, donde las regulaciones sobre estas drogas no les molesten y les permitan seguir haciendo miles de millones de dólares, a costa de gravísimos daños para el conjunto de toda la población, consumidores o no.


Drogoteca.



Texto publicado en Disidencias.net originalmente.

domingo, 7 de enero de 2018

¿Crisis de sobredosis por opioides? Negocio para la farmacia.

Este texto fue publicado hace más de un año en el dominio Cannabis.es y esperamos q os ayude a comprender que no todos los que parecen buenos, en esta historia de los opioides en USA, lo son. A veces la abuelita ya no existe y es el lobo con su camisón pero ni el lector ni nadie se da cuenta hasta que es demasiado tarde...

Demasiadas veces, y en demasiados campos.

*.*.*

Nuevos fármacos, nuevos presos, nuevos negocios...
(Vivitrol y coleando).

Puede sonar algo fuerte -entrar con la pierna por delante y a la rodilla- este título por el que he optado para encabezar este texto, que será desagradablemente veraz, pero necesario. Todos los esfuerzos que se puedan hacer para alertar a la población de cómo se les está mintiendo y usando -en las peores formas de entender dicha palabra- para ser simplemente “ganado al que ordeñar económicamente”, son pocos a estas alturas.


 La farmacia como enemigo público de primer orden
Desde esta web hemos denunciado -una y otra vez- lo que la  BIG PHARMA hace y es: esos tipos -con mucho dinero y ningún escrúpulo- que prefieren ver morir a hombre, mujeres y niños por millones en beneficios, antes que bajar sus precios. Si no les das dinero, no les interesa tu bienestar: no seas tonto y creas que trabajan por tu salud, ya que no es así.
Ante este panorama, en el que el enfermo (y también el no-enfermo) es el objetivo de la voracidad farmacéutica -en su faceta de negocio que mueve muchos millones- debemos empezar a formarnos en áreas que antes considerábamos restringidas a médicos y farmacéuticos: nuestra salud y sus remedios. Evidentemente, no se puede esperar que todo el mundo esté capacitado para saber que la “viagra femenina” es un absoluto timo y un peligro para la salud de quien la usa, o que los fármacos que le estamos dando a los niños con la excusa de la gran enfermedad “creada e inventada para las masas” del TDAH, son exactamente los mismos por los que metemos en la cárcel a adultos que los utilizan -también de forma correcta, pero además, de forma libre y consciente- y que las nuevas grandes salvadoras contra la "epidemia de opioides" que nos llegan de manos de las farmacéuticas son la naloxona y la naltrexona (también la buprenorfina pero de otra forma y ya se han dado cuenta del timo económicoy que en realidad son dos viejas conocidas, que no traen ninguna cosa , pero “las están peinando” para que sean presentadas masivamente como un recurso necesario, en un volumen tan disparatado como el de los opioides. Han logrado una ciudadanía con 2 millones de adictos (sólo en USA) y una población reclusa -hasta en cárceles privadas- que está enganchada a los opiáceos en un histórico récord del 15% de los reclusos. Genios.
Olé. Lo han clavado estos narcos legales de la BIG PHARMA a la hora de conseguir tener una clientela rehén, y con la bendición de los poderes del estado, a quienes compran de la misma forma que -por ejemplo- Boiron ha comprado una cátedra de homeopatía en una facultad de Medicina, para darse brillo y lustro mientras dicha facultad ha prostituido su metafórico ojete por pasta, simple y llanamente. Es todo culpa del papel moneda, que engrasa que te cagas...
¿Qué más puedo decir? Si son los mejores hay que reconocerlo, y punto.
Primero han enganchado a una buena tajada de la población (transversal, de jóvenes a ancianas) a tomar drogas de alta potencia narcótica (y por lo tanto, ADICTIVA) como la morfina, el fentanilo y otras similares, asegurándose así la clientela; si era moralmente correcto, como veréis, es algo que no importa en esta historia. Posteriormente, cuando esa criminal acción ha empezado a rendir muertos -que no eran “yonquis” sino población común- se han llevado las manos a la cabeza e incluso han susurrado un cierto “mea culpa” pero era sólo fachada: estaban preparando la segunda fase. Comprobaron que se les empezaban a matar los clientes, algunos quedándose dormidos mientras iban conduciendo y otros en casita, cuando no se lo esperaban (porque a diferencia de estos usuarios nuevos, los viejos usuarios de drogas saben lo que hacen en mayor grado que estos nuevos “enganchados por la farmacia”) así que dijeron que tal vez se les había ido la mano con las prescripciones y con el “estímulo que habían imprimido al mercado”, pero que estaban trabajando en una rápida solución.
Cabe recordar que “solución”, para la industria farmacéutica de la época, fue lanzar la heroína como un fármaco no-adictivo y que, además, era capaz de hacer perder todo el interés por la morfina a los morfinómanos. ¿No hace falta que explique lo que pasó, verdad?
Estimulando el mercado, como eufemismo de “vamos a usaros como a ganado hasta que os exprimamos en vida, de niños a ancianos”, y funciona. En USA y Canadá se lo creen todo, y no es extraño ya que los medios de comunicación que dibujan su realidad, pertenecen todos a los mismos bolsillos que invierten en esos pelotazos “farmacéuticos”, con nivel del escándalo moral, pero que se olvidan pronto de la memoria colectiva. Los ciudadanos no pueden saber lo qué pasa, porque el mismo que les está robando es quién les hace de guía, en un entorno en el que han sido -previamente- privados de conocimientos que les permitan darse cuenta de lo que está sufren y lo que le están haciendo... a sus hijos, hermanos, padres, abuelos... a todos.
Y vamos con “la solución”  AKA remedio mágico: la naltrexona. Un fármaco de los años 70 y que se lleva usando décadas, y es de todo menos nuevo. Naltrexona, además de la naloxona que llevan promocionando años ya. ¿Por qué? Como todo: porque da dinero. Ahora mismo tanto naloxona, como naltrexona -la nueva invitada, que no es tan nueva- son fármacos de abuso: el abuso que comete la BIG PHARMA al aumentar cientos de veces sus precios, si motivo alguno, salvo el interés económico.
Por supuesto, la solución -que no lo es en realidad- representa ingresos desmedidos para la industria farmacéutica, y esta vez lo hacen mediante el asalto a las arcas públicas, vendiéndole a los estados ingentes cantidades de los antagonistas opioides a precios que superan con creces el mayor de los márgenes del narcotráfico en las drogas clásicas.
Ellos lo bordan, mirad: “No solo para los médicos: la droga antídoto para las sobredosis de opioides -naloxona- está siendo lanzada a las masasAsí de claro calificaba -la revista de temas médicos- STAT el asunto de la naloxona, dándonos datos como que en la última década el uso de naloxona (la demanda de la misma) se ha multiplicado por 4, sin contar el actual momento con el pico que se está viviendo en la adquisición de este recurso. En Ohio incluso están animando a los ciudadanos a que lleven naloxona encima -para tratar posibles sobredosis que encuentren en su quehacer- y en Carolina del Norte y Pensilvania, se ha emitido una orden por la que la naloxona se puede adquirir libremente en farmacias. También en Carolina del Norte y Nuevo México se está dando naloxona a todos los presos que salen de prisión, ya que las sobredosis en ellos son desgraciadamente frecuentes y en especial en las primeras 48 horas tras su salida de prisión.
Desde el lobby de la BIG PHARMA se desea “penetrar presupuestariamente” y de forma completa a la policía, pero ahora el objetivo se ha ampliado y apuntan a otros profesionales como pueden ser el personal de los aparcamientos, guardias de seguridad y otros miembros relevantes de las comunidades. Naloxona y cursos de entrenamiento, que vienen de mano de la misma industria que fabrica la sustancia, la misma que cobra a cargo de los presupuestos generales salidos del bolsillo de todos, y la misma que ha creado un problema que ellos mismos califican de “epidémico” y que ahora requiere de una solución que -oh, casualidad- nos trae la BIG PHARMA.
¿Pero de verdad que a nadie más le suena sospechoso todo esto?
El último gran asalto al bolsillo ha comenzado con la “nueva” medicación -vendida como panacea- para un sistema penitenciario saturado y que, como ya hemos dicho, es la naltrexona de toda la vida y no es una mágica solución. Lanaltrexona, es un antagonista opioide que bloquea los receptores, haciendo que el consumo de opioides resulte inútil, y no causan efecto alguno en la persona. En nuestro país se ha usado y se usa para los tratamientos “libres de drogas” en los que resulta preferible, para el paciente, saber que aunque consuma no va a conseguir efecto alguno. Se puede comprar en la farmacia “casi sin receta”. Digo casi porque en teoría no te pueden dar nada sin ella, pero al no tener efecto alguno psicoactivo (o tenerle incluso negativo) ni posibilidad de abuso, la dan. Yo obtuve una caja llena de botellas de dicho fármaco por menos de 80 euros. La naltrexona es barata y accesible; siempre lo ha sido. Y se consume por vía oral (la naloxona no es activa por vía oral y para ello se usa naltrexona, aunque es la naloxona el antagonista usado en sobredosis vía inyección o nebulizador nasal). Ahora, la industria farmacéutica ha obrado su magia y, de una molécula que no les daba prácticamente ningún beneficio (como les ocurría con la naloxona), han creado “nuevas presentaciones” que les permiten cobrar LO-QUE-LES-SALGA-DEL-HUEVO por viejas sustancias; la patente ya no sólo es el compuesto y su química, y con ese enfoque juegan. En este caso, han creado una inyección intramuscular profunda -una aguja larga de cojones y ya- que te deja el cuerpo (vía culito y pinchazo) impregnado de naltrexona durante un mes, haciendo inútil consumir heroína, fentanilo o  morfina. Eso sí, otras drogas como la cocaína  y los  barbitúricos o el  alcohol  y la  anfetamina, te seguirán haciendo efecto. Si lo que quieres es “drogarte” lo harás, aunque no sean con una en concreto.
Naltrexona y similares sólo sirven para los opiáceos y opioides, pero tiene un gran “público potencial”: los presos que salen de las cárceles a quienes se les ha comenzado a facilitar un par de chutes de naloxona, por si tienen ese mismo día una sobredosis (algo tremendamente normal a día de hoy ya que salen como saldría un toro encerrado y sin tolerancia porque no han tomado opiáceos en meses y, entre las ganas y el mayor efecto con menor cantidad, suelen irse para el otro barrio). Con la naltrexona -y su duración “reformulada” de un mes y por el injustificable precio (robo) de 1000 dólares, ahora podrán tener un bloqueo para opioides de más duración, que una vez inyectado la persona no podrá hacer nada para revertirlo.
Yo, como usuario de opiáceos y opioides, agradezco la existencia de algo que me puede salvar la vida. Pero no puedo evitar preguntarme si realmente el número de consumidores justifica tan salvaje aumento de dispensación de estos fármacos. A pesar de esas leyes para que cualquier ciudadano y sin explicación pueda comprar estos fármacos, creo -como usuario- que nos iría mejor si reformasen las leyes que convierten en un acto criminal el uso de drogas (en España es un derecho, aunque limitado en el espacio público) y que eso acabase con el mercado negro... de una santa vez.
Y aunque suene conspiratorio, tengo que rendirme al final ante la evidencia: mercado negro y farmacia se complementan y se necesitan para justificar muchas de sus acciones. Llevo mucho tiempo preguntándome cómo pudo llegar la W-18 a la calle, o con los nuevos muertos en Canadá, quién sintetizó carfentanil con el peligro que eso supone. Y siempre me viene la BIG PHARMA a la cabeza (son los que pueden, eso no se hace en un garaje con 4 matraces) que es la que al final sale siempre ganando. Es muy arriesgado decir que ellos los sintetizaron y lo pusieron en el mercado, para aumentar la histeria con la epidemia de opioides y el número de muertos, así que lo dejo en una “ida de pelota mía” pública (pero ahí queda).
Ahora, cuando veo que les van a vender naltrexona a 1000 dólares por inyección -bajo el nombre de “Vivitrol”- vuelvo a pensar por dentro: “¡¡joder, qué putos genios!!” ¿Qué narco es capaz de conseguir eso y que, además, se lo vaya a pagar el estado y a presentarle ante todos como un salvador de la sociedad y las drogas? No excluyo que le den la medalla del congreso de los USA o algo así, sobre todo si hacen donaciones como los fabricantes de fentanilo allí. Esto de la  BIG PHARMA es nivelón a la hora de prepararla gorda, y no lo de Pablo Escobar o El Chapo Guzmán.
Han construido una cárcel alrededor de toda una sociedad, que asiste incrédula a la violación de sus propios derechos elementales, sin llegar a ser conscientes de lo que está sucediendo, ni de quién es el agresor y quién es la víctima.
Volviendo al título de este texto, habrá que repensar con quién nos estamos jugando la salud.