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lunes, 21 de mayo de 2018

USA: del dolor crónico al suicidio por dolor.

Este texto fue publicado en Cannabis.es a raíz de la declaración de Trump de una emergencia nacional de salud pública, a la que no dota de fondos. Sin embargo, la idea de la epidemia de opioides está calando entre cómodos legisladores que, cuando enfrentan un comité para exponer sus ideas, dicen que el paracetamol es un buen remedio para sustituir a los opioides u opiáceos...

Con este panorama, los pacientes de dolor crónico a quienes están forzando a dejar su medicación sin usar un sustituto apropiado, están empezando a suicidarse empujados por sus médicos, que les dejan totalmente abandonados

Las directrices que se están dando son atroces y totalmente fuera del marco científico. Han forzado a toda la población con dolor crónico de tipo no-oncológico a reducir sus dosis de opioides, para pasar a cero miligramos semanas después.

¿Acaso el dolor provocado por un cáncer vale más que el dolor de origen distinto?


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La semana pasada el presidente de USA, Donald Trump, declaró una emergencia de salud pública de alcance nacional, debido -oficialmente- al problema de las muertes por sobredosis de opioides y/o adulteración de heroína con fármacos como el fentanilo (fenómeno -curiosamente- concomitante en lugar y tiempo al primer problema). ¿Qué quiere decir eso y por qué lo hace?



Pues a pesar de lo bien que suena -al oído desentrenado del lenguaje político- quiere decir muy poco, en realidad y mucho, sin dar la cara. Los números a los que este acto de Trump dan paso, nos dan una clara idea a la primera: el fondo de emergencia pública sanitaria, en estos momentos, cuenta con un montante de... algo menos de 49.000 euros (57.000 dólares)
Sí, has leído bien: 49.000 euros, que es lo que vale una furgoneta o un coche de gama media. No son 49 millones, ni 49.000 millones. No; eso es lo que hay en la caja del dinero que la acción de Trump abre, para hacer frente a una emergencia de salud pública que está matando decenas de miles de personas, en un país que tiene 325 millones de ciudadanos censados.

Para entender la razón de este movimiento, habría que repasar cuándo fue la primera vez que Trump usó la posibilidad de lanzar la “Emergencia Nacional” (no la de salud pública como la lanzada, sino una “sin apellidos” que en realidad sí que daría acceso a fondos serios como para poder enfrentar cualquier cuestión) en el asunto de las muertes por sobredosis de opioides. Fue en agosto de este año, momento en el que recibió el informe de la “Comisión de Combate a la Drogadicción” (sic) -organismo creado por él mismo semanas antes- y que le indicaba, como dictamen final, que debía declarar la “Emergencia Nacional” (sin más apellidos).
Nadie cuestiona que las cifras de muertes por sobredosis en USA son las más altas de la historia, matando varias decenas de miles de personas cada año, y que la situación requiere tomar medidas. Pero este gesto resulta ser totalmente cosmético, y dirigido a la gran masa del “público usano” que se ve constantemente bombardeado por noticias y datos sobre muertes relacionadas con drogas. Y aquí ya he dicho drogas en lugar de opioides, porque una importante parte de la nueva posición del gobierno de Trump es hablar de sobredosis de heroína y/o drogas, e ir olvidando que esto viene de los opioides de farmacia recetados legalmente. La posición es tan brutal que han iniciado una nueva vía con el fiscal general -el miserable Jeff Sessions, quien afirma que “el que fuma cannabis no puede ser buena gente”- por la que inculpan legalmente por homicidio a los camellos cuyo material haya producido alguna muerte, por una razón u otra (dando igual que sea por adulteración a que sea por una sobredosis real, ya que se vende una sustancia de la “maldita” Lista I y, por ende, totalmente prohibida).
Eso, que puede sonar bien si creemos que se usa contra “camellos sin escrúpulos que cortan la heroína con fentanilo para ganar más dinero”, en realidad contra quien se emplea (dado el modelo de distribución de drogas en el mercado negro de USA) es contra “el colega, probablemente también consumidor de esa misma heroína, que compra cantidades algo mayores y menudea para sostener económicamente su consumo”. El fentanilo, mortalmente introducido en la cadena de opioides/opiáceos del mercado negro de toda Norteamérica -desde México, principalmente- no está en las manos del camello que trapichea con papelinas, sino en manos del narco que produce cada lote de droga en el que, como de costumbre, los usuarios del mercado negro son los conejillos de indias. Así que -además de ser éticamente una salvajada-culpar a los camellos de más bajo nivel de homicidio por vender drogas es una medida -también- totalmente cosmética y orientada a manipular a un público poco informado e intencionalmente asustado, para poder ser manipulado mejor.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? En febrero del año pasado, desde esta web, dábamos ya una buena serie de explicaciones para legos, explicando el asunto de los opioides en USA. Y las explicaciones, lógicamente, han cambiado poco: la población en general fue sobremedicada con opioides, recetados legalmente por médicos empujados económicamente (a base de untarles de dinero) a convertir a sus pacientes en yonquis. Todo eso con la bendición y cooperación del gobierno de USA y sus legisladores, también generosamente “engrasados con ceros en su cuenta” por los lobbistas de la BIG PHARMA de la zona, porque el problema es bastante similar en Canadá ya que copia -prácticamente- las líneas generales de actuación de su vecino en materia de salud.
Una vez que la población estaba totalmente enganchada, con cifras récord en su historia, empezaron a llover las muertes por sobredosis. Pero esta vez el sector de la población más afectado por la crisis de los opioides en USA, es la mujer de mediana edad y de raza blanca: no son yonquis callejeros, ni negros a los que poder disparar a placer. 
Abuelas, por así decirlo, que sin saber dónde se metían con los opioides (a diferencia de quienes los buscan activamente) se tragaron aquello que su médico les dio -y en muchos casos, les vendía él mismo- y acabaron en un punto que no podían imaginar. 
Luego, y como remate, tras haber sobreprescrito opioides con extrema generosidad, cortaron las recetas de los mismos a quienes ya eran “médicamente adictos”, haciendo que estas personas fueran a buscar “algo equivalente” al mercado negro, donde les estaban esperando la heroína (siempre más barata que los opioides de farmacia) y, para más INRI, con niveles récord también de adulteración con fentanilo. Es decir, tras tenerles enganchados y vendiéndoles legalmente sus drogas, les lanzaron al más peligroso mercado negro de opiáceos y opioides jamás visto en la historia de la humanidad.

Carta que están enviando -en USA- médicos
 que tratan pacientes con dolor crónico de origen no-oncológico, 
desentendiéndose totalmente de los mismos.

De esta forma, acabamos con imágenes como las de aquel policía que sostenía -agarrándola del pelo y sin prestarle ayuda alguna- a una mujer blanca en un coche, con un niño pequeño detrás consciente y observando todo, para fotografiarla y subir dicha imagen a las redes sociales a modo de escarmiento a la “desviada madre yonqui”. Pero ni siquiera era su madre sino su abuela, aunque por inmoral que parezca la ira mediática fue contra la mujer con sobredosis y contra la familia del niño (su madre, por dejar a su hijo al cuidado de su abuela) en lugar de contra la pareja de policías que se dedicaron a jugar con dos víctimas -en peligro de muerte- y delante de un niño que veía todo.
¿Y finalmente, qué implica este nuevo momento político?
Decía ayer Bill Clinton, en el marco del #OpioidSummit celebrado estos días para abordar soluciones a la crisis, que “era la primera vez que un problema de drogas era enfrentado con medidas de salud pública y no con un enfoque penal y sancionador”. Diane Goldstein, ex-policía anti-narcóticos que entrevistamos en esta web, opinaba que “por desgracia eso no era cierto, ya que la guerra contra las drogas [en su plano más clásico y moralista] seguía salvaje por todos los lados” desde su su cuenta de Twitter.
La realidad del conjunto de hechos -datos no cuestionables- y las medidas que se piensan adoptar y ya se están adoptandobajo la excusa de la emergencia “de salud pública” nacional, daría para decenas de páginas de análisis, pero mucho más de tipo político que técnico sobre el problema. Y es cierto que, sobre el papel, el enfoque es de salud pública pero al estilo usano: tratamientos forzosos junto con equiparación entre consumidor de drogas y enfermo mental. Eso, en lugar de la cárcel por tener un porro en el bolsillo, puede sonar bien ya que lo de la cárcel suena peor, pero es una pesadilla compitiendo contra otra pesadilla: ambos enfoques son degradantes para cualquier ser humano.


Véase la delicadeza que muestran los medios
 para referirse a dos personas en sobredosis; 
similar a la de los policías que, en lugar de atenderles, 
se dedicaron a subir sus fotos a Internet.

Pero esta última imagen que os dejo, servirá para entender porqué esta emergencia es más naZional que nacional, sin dejar de ser real el problema que se supone que va a atender. Al loro, que ahí va.
El mencionado ya fiscal general de los USA, Jeff Sessions, ha hecho unas declaraciones que sitúan de forma inequívoca, el enfoque con el que se enfrenta este asunto. Según Jeff, el asunto de las muertes por opioides a nivel epidémico en USA, tiene que ver con la marihuana y el cannabis. ¿Por qué? Pues porque muchos jefes de policía le han contado que “la adicción empieza con el cannabis” y que “es una droga que sirve de puerta de entrada a las demás drogas”.
Como podéis ver, un enfoque totalmente novedoso -lo es, tratándose de opioides recetados por médicos legalmente- y que nunca antes habíamos escuchado: la marihuana como puerta de entrada.
¿Y qué hacer ante ese panorama tan aterrador y desalentador?
Pues está claro. Jeff, lo tiene claro. Según Jeff, ya se ha luchado antes la guerra contra las drogas y se ha ganado(cuándo, no lo sabemos). Y para ello, la receta mágica es muy simple. Casi tanto como la “Emergencia NaZional”, y es otro gran enfoque que nunca habíamos escuchado.
Los ciudadanos deberían, simplemente, decirle que NO a los opioides." (sic)

De Nancy Reagan a Jeff Sessions, cómo pasa el tiempo...

sábado, 16 de abril de 2016

Marihuana sintética: muerte con 1 calada.

Este texto, que viene a colación por los sucesos ocurridos en Mallorca hace unos días, en que "3 menores de edad se DESPLOMARON en el suelo tras fumar 'marihuana-sintética' a la puerta de un instituto", fue publicado hace un año en la Revista Yerba. Es un buen momento para recordar que estás sustancias son demasiado peligrosas como para usarlas de droga recreativa, a pesar de su legalidad y de que se vendan en diversos lugares.

Al parecer, mucha gente que hace años que no sabe nada de estas drogas, me dicen que las conocieron en Ibiza o en Mallorca, y que se vendían legalmente siempre, en especial a los extranjeros que eran quienes la buscaban.

Pues ya está aquí, y para todos. :P
Esperemos que el texto os guste y os sea útil.

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Marihuana sintética:
muerte con 1 calada

Un día como hoy, hace aproximadamente un año, un chico joven se disponía a pasar un buen rato con sus amigos en su tiempo libre. Era un chico guapete, surfero, con sus tattoos y sus colegas. Un proto-adulto de 19 años de edad, todavía sin suficiente capacidad legal para poder comprar unas cervezas con sus amigos.

Era un chico de origen difícil pero que había tenido la suerte de encontrar una familia que le quisiera, ya que era adoptado como sus hermanos, y que por sus fotos, imágenes y recuerdos, parecía ser alguien feliz disfrutando de la vida. ¿Qué es lo que tiene que hacer -si no- un chico de 19 años? Quedó con sus amigos, mientras estaba en tratamiento en un centro para personas con problemas de alcohol y otras drogas, y buscó como pasarlo bien sin cruzar la barrera de la ley para no tener problemas. Eso mismo fue lo que le mató horas después.




Connor Eckhardt, el desafortunado protagonista de esta historia, decidió comprar uno de esos “legal highs” que se venden, de forma legal, en multitud de lugares de los USA. Gasolineras, kioskos o “convenience stores” que tienen un poco de todo son los principales puntos de venta en ese país. En este caso, la compra se realizó en una tienda “especializada” en esos productos y en parafernalia para el consumo: una “smoke shop” local. El producto comprado se llamaba “Mr.Marley” en alusión al conocido cantante de Reggae, Bob Marley, y sus efectos ya que su imagen está vinculada indefectiblemente al cannabis y al consumo de marihuana.

Sabemos qué buscaba Connor.
Buscaba algo legal que le hiciera sentir lo mismo que unos porros de cannabis.
Algo que en Amsterdam se resuelve con una planta esencialmente no tóxica, en USA se resuelve con una droga sintética y mortal, pero legal. Sí, ya sé que insisto mucho en lo de legal, pero es que a este chico le mató querer ser “demasiado legal” a la hora de divertirse.

La cosa es que un chavalote de 19 años, que a pesar de todo parecía ser esencialmente feliz, acabó encontrando la muerte mientras buscaba relajarse y disfrutar con un porro, o algo parecido (y legal). Connor cogió un poco del producto que había comprado, que en apariencia es una hierba seca a la que se le pueden dar aromas y sabores, y lo puso en su pipa o en el bong. Agarró el mechero, lo acercó dándole fuego a la muestra mientras aspiraba el humor hacia sus pulmones...


Connor murió de una calada.

Muerto por una sola calada de un producto legal que había comprado horas antes en una tienda legal, que en esencia prometía ser como el ilegal cannabis o marihuana (ilegal en algunas zonas pero legal en otras a día de hoy). Muerto por consumir un producto que también se vende legalmente en España y que se ofrece a los grow-shops de forma casi regular. Algunos grow-shops de nuestro país los venden también, pero por suerte son una minoría en extinción que creo que hay que denunciar públicamente.

¿Una sola calada es suficiente para matarte? Sí, puede serlo. No sólo de estos productos “legales” que dicen imitar al cannabis, sino de muchas sustancias y drogas, una calada es suficiente para matarte en ocasiones. Aunque este detalle es anecdótico en este momento, porque no creo que nadie haga mucha diferencia entre una sustancia que te puede matar de una calada, y una que te puede matar con 10 caladas; eso es sólo una cuestión de dosis y concentración.



La cuestión es que el chico no era químico, no había decidido experimentar con drogas sin explorar en humanos, ni sabía nada de concentraciones y purezas. El joven sólo fue a comprar un producto legal para divertirse, que de forma objetiva estaba vendido para ser consumidor como si fuera cannabis burlando un par de cuestiones de ley, como indicar que no se vende para consumo humano. Una mentira, como creer que la pornografía se vende por la libertad de expresión estética y no para masturbarse, pero que debe ser suficiente como “disclaimer” para evitarse ciertos problemas derivados de vender esas cosas como los muertos que provocan, al menos en USA.

Una sola calada dijeron sus amigos, que le vieron sufrir un daño irreversible que le dejó muerto, cerebralmente, mientras en el hospital sus padres adoptivos y sus hermanas le cuidaban durante 4 días en espera de aprovechar algunos órganos para trasplantes, como finalmente sucedió. Lo cierto es que los médicos del hospital no pudieron identificar la sustancia que había matado a Connor, pero el hecho de que hubiera testigos, que el cuerpo no tuviera restos de otras drogas y que aún conservaba en el bolsillo en paquete del producto, en esta ocasión fueron buena prueba de que el monstruo era peor de lo esperado: ni siquiera podía ser detectado por los análisis toxicológicos del hospital californiano.


¿Quién mató a Connor Eckhardt?

Partiendo de que la última responsabilidad frente a cualquier acto -de consumo de drogas u otro tipo de decisión con riesgos- es de quien lo ejecuta, Connor se mató a sí mismo. 

Pero Connor no estaba en mitad de un comportamiento autodestructivo -al estilo del que puede tener un alcohólico o un adicto a ciertas drogas- que implicase ese riesgo. Connor no estaba participando en carreras de coches ilegales a 200 kms/h, ni asaltando gasolineras con un pasamontañas, no era un practicante de deportes extremos ni quería buscar los límites de su existencia mediante el uso de drogas.




Connor se quería fumar un porrito con los amigos, seguramente echarse una risas mientras escuchaban música y charlaban de sus cosas o de las chicas que les gustaban. Connor no quería morir. Ni merecía morir.

A Connor le mató una ratonera hecha con leyes absurdas que, mediante paredes oportunamente colocadas en esta inhumana guerra contra las drogas, le condujeron hasta ese producto legal. Un auténtico producto-consecuencia, de esta guerra que perdió el referente científico nada más empezar. Le mató una nefasta política de salud pública que, mediante incentivos perversos derivados de la intervención prohibicionista, ha colocado esos productos en las estanterías de muchas tiendas. Productos que sólo tienen justificada su existencia desde el punto de vista mercantil en que son un “imitador ", y nadie compra una imitación peligrosa cuando tiene acceso libre al original.

Si Connor hubiera tenido acceso a la planta de cannabis, es bastante razonable pensar que no hubiera recurrido a estos productos. Algo similar a lo que, por suerte, ocurre en España: la abundancia de cannabis y marihuana entre la población ha servido de freno a la entrada de esos productos en el mercado. Son accesibles por internet como en todo el mundo, pero aquí no parece motivar mucho el que sean “legales” como ventaja sobre el cannabis. Nadie busca una imitación cuando tiene acceso a un rico hashís o a una buena marihuana, y eso en este punto es una cuestión de salud pública.


A más cannabis, menos muertos.


Pues sí, menos muertos cuantos más porros (de cannabis). ¿Por qué esta afirmación?

Sin entrar en lo positivo o negativo de la conducta, es algo innegable que el ser humano busca periódicamente embriagantes con los que alterar su estado de consciencia. Desde la Biblia, con el árbol prohibido del Génesis o la borrachera de Noé y las uvas -en la que acabó en pelotas, algo muy humano- o el primer milagro de Cristo por orden de su madre la virgen, abasteciendo de más droga la fiesta de boda que se había quedado sin vino. Realmente desde mucho antes, pero sirve para coger la idea.

Si aceptamos que es un hecho -la búsqueda de un psicoactivo- y queremos operar sobre el conjunto de la sociedad encauzando ese impulso, deberíamos hacerlo hacia la sustancia menos dañina posible para obtener el efecto buscado. Un criterio puramente farmacológico y científico. No entro a debatir los males de alcohol y tabaco, legales, pero parece claro que esas dos opciones no bastan a nuestra sociedad y la tercera droga más consumida es el cannabis. Y ojala fuera la primera en lugar de una de esas dos, si atendemos a criterios de salud pública.

El cannabis es una planta, ilegal hic et nunc, esencialmente no tóxica y con miles de años de uso humano común ya que no es una planta que pueda matar -o causar daño- con facilidad como las solanáceas psicoactivas, legales. Desde una perspectiva científica nadie puede negar que es virtualmente imposible achacar una sola muerte al cannabis, mientras que los muertos de las drogas hoy legales los contamos por millones. Esto no quiere decir que sea una planta totalmente inofensiva: es un droga, es una planta psicoactiva, y tiene efectos sobre la percepción que pueden ser agradables o no para el sujeto. No todas las drogas están hechas para todos.

La otra opción en este punto del asunto -la gente que busca los efectos del cannabis- es prohibirles el acceso y sancionar duramente su comercio y producción. Nadie se extrañará de que dichas medidas entorpezcan la adquisición de la planta, y que además ponen ya en peligro legal a quien osa hacerlo. Es el modelo que se ha manejado hasta ahora, en todo el mundo prácticamente, y que se está desmoronando a pesar de seguir plenamente vigente en España. Podemos también cerrar más el cerco mediante controles de orina a los trabajadores, de manera que recurrir al cannabis sea mucho más complejo y costoso. Y lo hemos logrado.

A la vez que un mercado de productos -poco o nada útiles- para enmascarar el consumo de drogas ilegales, que van desde limpiadores bucales para los test de saliva a bebidas especiales para los test de orina, ha surgido la otra opción: ¿para qué enmascarar una sustancia ilegal en vez de tomar una legal que no detectan? Según me han comentado varios grow-shops, los principales compradores de estos productos son personas del ejército, las fuerzas y cuerpos de seguridad, vigilantes jurados y otros similares que por su trabajo se ven en la necesidad de pasar estas pruebas. 

Si me guardan el secreto, el único producto que realmente sirve ante un buen análisis de orina, es una orina limpia de drogas detectables. Y por esa vía -aparte de un cierto tráfico de orina limpia- se origina el consumo de las opciones legales, especialmente por aquellos a los que las normas actuales les inciden más.


Los cannabinoides sintéticos.

Dentro de la cada vez más variada oferta de drogas legales -que incluye cosas tan poco aconsejables como la NEUROTOXINA PCA (para-cloro-anfetamina)- adquiribles mediante internet o por petición a un distribuidor legal, tenemos productos de todo tipo: psiquedélicos, opioides, benzodiacepinas, anfetaminas substituidas, disociativos y también cannabinoides sintéticos.

Estos compuestos legales en su mayor parte (se prohíben cíclicamente algunos y se lanzan otros) son el resultado de la investigación médico-farmacéutica, lo que no quiere decir que hayan sido probados en humanos siquiera. Son compuestos que, en la complicada búsqueda del ligando endógeno -anandamida- que tenía que existir en un sistema cannabinoide humano, se usaron para comprobar -mediante reacciones sobre muestras concretas y animales- cuáles eran y para qué servían los receptores naturales del cannabis en el cuerpo humano y en otros mamíferos por lo común de algunos sistemas bioquímicos.

Pero confundir los términos en este caso es riesgo de muerte; que algo venga de la industria de la investigación médico-química no quiere decir que sea para uso en humanos. Menos aún para uso como droga recreativa. De hecho el nombre con que originalmente se denominaba a estos compuestos para experimentación era el de “research chemicals” o “sustancias químicas en investigación” y resultaba el más ajustado a la realidad, ya que quien se arriesga a tratar con estas sustancias, está actuando como conejillo de indias voluntario con sustancias de efectos virtualmente desconocidos.

El que estas drogas para experimentación científica llegasen a manos de un consumidor que no sabe lo que hace, sólo puede explicarse como consecuencias directas de la prohibición. 

Haber prohibido el 95% de las drogas clásicas conduce a que se exploren recurrentemente las opciones legales que brinda la química, con consecuencias tan imprevistas como letales. En este caso, la prohibición sobre una sustancia virtualmente benigna, abre un gran mercado para drogas que de otra forma nadie hubiera querido ni probar. Exactamente igual ocurre con sustancias como la PMA frente a la MDMA, los derivados legales del fentanilo frente a los opiáceos naturales, o con la familia de la NBOMe frente a los psiquedélicos tradicionales como la LSD o la mescalina. Con una política torpe y obtusa, basada en creencias en lugar de en ciencia, hemos despejado el solar para que estas neodrogas se instalen en nuestro mercado.

A nivel orgánico los cannabinoides sintéticos son moléculas que actúan sobre los mismos receptores que lo hace el cannabis, pero no lo hacen de la misma forma. Mientras que el cannabis y los cannabinoides naturales son agonistas parciales de esos receptores, los cannabinoides sintéticos son agonistas totales de ellos, lo que provoca una diferencia de efectos notable. En concreto sería muy similar a comparar las benzodiacepinas -tipo valium- usadas para ansiedad y sueño, con los barbitúricos que también se usaban para dichos trastornos. Ambas familias de compuestos actúan sobre receptores GABA, pero lo hacen de distinta forma, intensidad y en distintos lugares, haciendo que matarse con valium sea algo realmente difícil de lograr -incluso intentándolo voluntariamente- pero que los barbitúricos sean el fármaco de elección para suicidas como Marilyn Monroe o para aplicar la inyección letal. Y ambos actúan sobre el mismo receptor, siendo ambos fármacos gabaérgicos aunque no tengan que ver en sus peligros. De la misma forma, casi punto por punto, ocurre con los cannabinoides sintéticos, haciendo que el conocimiento general de que el cannabis es inofensivo, se traslade por nomenclatura a sus primos asesinos.


¿Qué hacer llegados a este punto?

Personalmente no soy nada amigo de prohibiciones, incluso de estas letales sustancias. Me explico. No creo que deban ser prohibidas por peligrosas, ya que no representan un peligro más que para quienes se acercan a ellas. Creo que la prohibición sólo ayuda a crear mitos sobre drogas superpotentes y maravillosas, simplemente porque no son accesibles.

Dentro de los experimentos relativos a estas sustancias, está el abordaje mixtoultralegalizador-panprohibicionista de Nueva Zelanda que acabó en catástrofe. La verdad es que me he pasado con el nombre, pero es que mientras se sacaba una ley que decía que todo era droga -cualquier sustancia o dispositivo que no estuviera permitido, estaba literalmente prohibido- a efectos de criminalización, el estado abría una regulación legal para estas sustancias que acabaron siendo vendidas en tiendas con control estatal. 

Así pues mientras se mantenían draconianas sanciones para lo relativo al benigno cannabis, era el estado y sus comisiones reguladoras las que -tras un presunto protocolo científico- daban cabida y mercado a estas mortales drogas. 

Seguramente no haya usted oído hablar de esto, pero ocurrió hace menos de 2 años, aunque el experimento terminó pronto, dados los efectos de las drogas que el estado permitía vender.

El modelo neozelandés fracasó porque, aunque pretendía configurarse con premisas científicas, dio por sentado que todas las drogas ya prohibidas anteriormente eran malas y que no merecía la pena echarles un vistazo para cambiar su situación legal. 

De hecho era muy mala idea hacer algo así, ya que Nueva Zelanda actúa a modo “avanzadilla experimental australiana” empujada por las políticas de otros. Y nadie inicia un experimento para que le vengan a cuestionar sus cimientos argumentales. Así que se asumía que las drogas ya prohibidas lo eran por motivos científicos y lo único que les quedaba era experimentar alguna salida “creativa” a la encajonada situación de desgaste en la guerra contra las drogas. 

Realmente ha sido el experimento sobre salud pública más grave ocurrido en la última década, pero se vendió a la gente como una política vanguardista en la que el estado iba a tomar el control de la situación de las drogas para bien de sus ciudadanos.

El método prohibicionista no parece ser el mejor a aplicar, a pesar de todo, ya que no debemos olvidar que tratamos con un problema que hemos creado con nuestro abordaje poco sensato del asunto. Y la química ha demostrado estar a años luz de la ley, con una capacidad funcional de prohibir bastante limitada, porque en el trámite se han creado otros análogos peores. 

En un terco empecinamiento, la reina de Inglaterra en su discurso oficial ha anunciado un nuevo plan para acabar con todas las neodrogas que asolan, legalmente, su país. No es para menos, porque el paraíso de los “legal high” es precisamente el lugar donde tener un “ilegal high” sale más caro: de nuevo otra consecuencia de la prohibición insensata.

Los propios científicos ingleses y entre ellos David Nutt, el antiguo asesor oficial sobre drogas del gobierno, han levantado la voz para decir que una prohibición “sobre todas las sustancias psicoactivas” o “blanket ban” acabaría por hundir toda investigación en el cerebro humano en dicho país, sin contar con los nuevos problemas para determinar lo que es o no psicoactivo a efectos legales y los agujeros derivados de un intento tan complejo de prohibición absoluta (y tan costoso si pretenden realmente intentarlo en un mundo donde,si quieres, compras las drogas desde tu ordenador).

¿Tiene entonces solución este problema? Sí, claro que la tiene. Sólo hay que recordar por qué hemos llegado hasta aquí, por qué los jóvenes ingleses son llevados en manadas a los hospitales, por qué algunos mueren y otros quedan permanentemente dañados, por qué esas sustancias de nombres exóticos como JWH-018 o APICA o ADB-FUMINACA están al alcance de gente que no sabe qué son: porque hemos prohibido el cannabis.

Salir de esta situación exige razonar sin prejuicios y entender que, llegados a este punto, el cannabis es una barrera natural frente a estas drogas. 




La propia existencia de abundante cannabis fácilmente accesible es la mejor prevención frente a estas nuevas sustancias, que buscan imitar los efectos de la planta. Ya lejos de ser una exigencia justa y razonable de un colectivo que no daña a nadie con su uso, es además una cuestión de salud pública. En estos momentos ya no vale decir “es que de eso yo no sé” y seguir sosteniendo la prohibición. Ya no vale si hablamos de decisiones que afectan a la salud del conjunto, porque los años transcurridos bajo “el paraguas protector del prohibicionismo” se han mostrado como el mejor acicate para la proliferación de opciones legales y letales al mismo tiempo.

¿Y qué hacer como individuos?

Pues dentro de nuestras posibilidades, para quien quiera “fumarse unos porros”, favorecer el autocultivo como opción -alegal pero no ilegal- porque la existencia de la propia planta evitará que estas drogas letales tengan fácil entrada en la esfera de quien cultiva su propia droga para uso propio. No se confunda, unas matas de cannabis no convierten a nadie en heroinómano o alcohólico, y en este caso pueden salvar vidas.

Yo no sé usted, pero creo que en este caso es preferible que cuando su hijo, hermano, pareja o madre se fume un porro, sea de algo ilegal -aún- llamado marihuana, y no de la imitación legal.

La vida y salud de su ser querido se lo agradecerá, aunque no lo sepa.

Drogoteca.


jueves, 2 de enero de 2014

Los ecig y la tecnología de la reducción de riesgos en el uso de drogas




Los Ecig: tecnología y reducción de riesgos en el uso de drogas.

Llevo casi 30 años fumando tabaco, y sé que el tabaco será la causa más probable de mi muerte si nada cambia. Así de clara es mi postura frente al tabaco: sé que es un suicidio, pero soy del grupo de personas que nos enganchamos a los cigarrillos hace décadas y que a pesar de haber probado cientos de drogas distintas, no había encontrado los problemas que el tabaco me ha dado en ninguna de las otras drogas que he consumido.

Hace unos meses, tras haber escuchado hablar de los ecig o cigarrillos electrónicos, me decidí a ponerme en contacto con una casa de venta de estos dispositivos para solicitarles una muestra de su producto e información.

Dos ecig: uno con batería de 900 miliamperios 
más grande a la izquierda, 
una batería con su cargador USB 
y otro ecig con atomizador de 2'4 ml
 en lugar de los 1'6 ml del modelo Go.

La primera duda que tenía era si tenían o no nicotina: yo no quería añadir el consumo de un producto nuevo -fuera adictivo o no- sino que mi objetivo ideal en ese momento era no consumir nicotina a través del tabaco en combustión. Si yo quería, tenían 3 graduaciones de nicotina distintas en sus productos y una variedad sin nicotina. Estupendo.

La segunda duda era qué servía de vehículo para esa nicotina con saborizantes y aromas. Es una mezcla de propilenglicol y glicerina vegetal. La mezcla se calienta hasta los 350 grados celsius en al atomizador mediante una batería que se carga con un puerto USB y se aspira a través de una boquilla.

La tercera duda era más técnica sobre el tipo de nicotina utilizada (su forma química) y resultó ser base libre de nicotina lo que se vaporizaba mediante calor y sin combustión. Esta duda era más técnica porque sirvió para explorar las opciones que se podrían usar con los ecig y otras drogas.

Y la compañía me envió amablemente una muestra de su producto para que lo probara, cosa que he hecho durante unos meses antes de hablar sobre ello.

Distintas esencias con nicotina -o sin ella- que se pueden usar en el ecig.



¿Qué ha pasado tras la llegada del ecig a mi vida?

El primer día que recibí el ecig de Essenz (modelo Go) simplemente tenía la intención de probarlo y emitir una opinión sobre él. No tenía ningún objetivo más en mi cabeza, porque no creía que nada pudiera sustituir al tabaco que llevaba décadas consumiendo.

Lo monté, atendí a las instrucciones que me dieron, lo rellené con esencia de tabaco con 18 miligramos de nicotina por mililitro de solución sabor RY4 -la nicotina es un veneno tan potente como el cianuro potásico y una gota de nicotina pura puede matar a un adulto- y lo probé. En un bote de esencia para ecig con nicotina de 18 mgs por mililitro y 10 mililitros, hay entre 4 y 5 dosis mortales para un adulto, y varias veces más para niños. Cuidado con quién accede a esos productos siempre!! 

Era mi primera vez engañando al cigarrillo de combustión de tabaco.

Me gustó. No era exactamente como fumar tabaco: el vapor que inhalaba no quemaba, tenía sabor agradable, y si bien la cantidad que ese modelo aportaba de vapor por cada calada no era la que a mí me interesaba por mi forma de fumar, me servía perfectamente. Y dejé estar al ecig a mi lado el resto del día. Ante mí, tenía el paquete de tabaco y el ecig cargado. Durante ese día fumé ambas cosas, pero me di cuenta pronto de que si tenía a mano el ecig, no me encendía un cigarro....

Mi ecig cargado con la mezcla de esencias 
-con o sin nicotina u otras drogas- 
que me apetece consumir.

Quienes viven conmigo se dieron cuenta muy rápido. No siendo fumadores, que una casa dejase de tener un fumador dentro soltando humo de una combustión se notaba mucho... tanto que yo mismo empecé a notar el olor a tabaco en mi ropa y la de otras personas, cosa que nunca me había pasado.

Estaba dejando de fumar tabaco y no me estaba dando ni cuenta.
No existía un mono o síndrome de abstinencia a la nicotina porque seguía manteniendo la dosis necesaria en mi cuerpo, y mientras tuviera el ecig cerca no recurría al tabaco.
Una de las primeras cosas en donde se notó fue en la economía: aunque el mantenimiento del ecig es más caro de lo que parece a primera vista (baterías y atomizadores que duran MUY POCO) resulta mucho más barato que fumar tabaco de combustión, e infinitamente menos dañino que los miles de sustancias generadas al someter a combustión cualquier materia vegetal (tenga nicotina o no).

Estaba ahorrando dinero y consiguiendo un claro beneficio para mi salud y la de los que me rodean.
La gente suele creer que lo dañino de fumar tabaco es la nicotina, y eso no es cierto.
La nicotina es la sustancia más activa del tabaco -no la única- que nos da su efecto estimulante o relajante según la consumamos. La nicotina es lo que nos mantiene enganchados al tradicional tabaco, y es la llave también para dejar de consumirlo.
El gran daño del tabaco lo provoca la combustión y el acto de meter el resultado de esa combustión en nuestros pulmones.

Cualquiera puede argumentar -no sin razón- que sería mucho más sano no inhalar nada, ni vapores ni combustiones. Es cierto. Pero la diferencia del daño causado por el tabaco tradicional frente al ecig como forma de autoadministrarse nicotina es tan abismal que personajes como el especialista inglés David Nutt augura un enorme descenso de las enfermedades asociadas al consumo de tabaco en la próxima década gracias a los dispositivos electrónicos como el ecig.

Al cabo de un mes, mi factura en el estanco se notó mucho en caída libre y la estanquera me preguntó: le conté lo del ecig y que les quitaría una buena parte del mercado. Me dijo que no lo creía. A las dos semanas, la estanquera también vendía ecigs en el estanco. Seguía acudiendo al estanco porque necesito tabaco para fumar mis porros de marihuana: sé que puedo fumarlo sin tabaco, pero me gusta con él. Pero lo que antes me duraba una semana, ahora me duraba un mes.

Empecé a realizar mis propias mezclas de esencias, con diferentes modelos de tabaco, de café, de menta, de manzana, de vainilla, hasta hacerme con un grupo de esencias con las que elaborar el sabor que me apetece fumar en cada momento, porque se pueden mezclar entre ellas sin problema alguno.

También he tenido que acostumbrarme a tener otro ritmo, para no quedarme sin nicotina, y tener la baterías cargadas siempre para cuando una se acaba, poder usar otra mientras se carga. Y he tenido que aprender a fumar-vapear de otra forma. No es igual que un cigarro: la forma de administrarse la droga no está marcada por el ritmo de combustión del cigarrillo sino por tu propio apetito.
No se trata de fumar el ecig como si fuera tabaco, sino de saber aprovechar las ventajas que ofrece.

El mantenimiento del ecig no se debe pensar sólo en el coste de las esencias. Las baterías duran cerca de un mes a buen ritmo, poco más o menos que los atomizadores. Y las dos cosas juntas, son unos 25 euros. El coste de las esencias en un fumador tipo de un paquete diario no es superior a los 5 euros a la semana, casi el mismo coste de un solo paquete de tabaco.

Yo recomiendo como consejo de salud, que quienes pasen al ecig NO intenten dejar la nicotina al hacer ese cambio. Ese no es el objetivo en primer lugar: lo primero y más importante es dejar el tabaco, no la nicotina.
Usar una dosis alta de nicotina en la esencia permite tener que dar menos caladas, ahorrar dinero y no sentir nostalgia ni el impulso de coger un cigarro. Mi consejo es que el fumador se mantenga en la dosis más alta de nicotina y cuando esté acostumbrado al ecig, que pruebe a descender en el grado que vea conveniente.

También he de decir que si no se es previamente fumador de tabaco me parece una estupidez comenzar a inhalar un producto por vía pulmonar, sea el que sea, si no es por una razón médica (como ciertos inhaladores), porque siempre tendrá riesgos aunque sean pocos, y siempre será menos dañino no introducir en nuestro cuerpo sustancias ajenas por vías poco apropiadas.

A la hora de ver el ecig como un mecanismo obvio de reducción de riesgos en el consumo de nicotina, ha habido una pequeña tontería que ha ayudado mucho a que el ecig sustituyera totalmente a día de hoy al cigarro de combustión en mi vida, y es una pequeña banda de tela con un enganche que vale un par de euros y que sirve para poder llevar colgado el ecig: de esta forma el impulso -tan habitual del fumador- de echarse mano al bolso para buscar el paquete y el mechero y encenderse un pitillo, se modifica por echarse mano al pecho y darle a un botón para que nos suministre la dosis de nicotina que deseamos.
Ese es el gasto más pequeño que he hecho en mi vida y que mayor repercusión ha tenido sobre mi salud. Debo reconocer que lo de poder fumar en los bares, conciertos, salas de espera, supermercados y cines, hace el ecig un dispositivo mucho más interesante para poder sortear las prohibiciones que hacen que no podamos fumar en la mayoría de los lugares.

La correa atada al ecig 
evita que eches mano al paquete de tabaco. 
Modifica tus costumbres!!

De hecho aunque se planea regular el uso de los ecig, el primer abordaje del asunto, a nivel nacional y no meramente local, no contempla volver a prohibir su uso en los establecimientos de hostelería porque que el “antiguo fumador de tabaco” haya podido volver a entrar al bar a tomarse su café sin tener que salir a la calle a chupar frío para administrarse nicotina es algo que está quedando atrás y se está notando en la maltrecha caja de los bares hispanos.



¿Además de para dejar de fumar tabaco se pueden usar los ecig para otras cosas?

Pues sí. Los ecig son dispositivos que calientan a 350 grados una solución para vaporizarla.
Esa misma lógica se puede aplicar con todas las demás drogas y no sólo con la nicotina.

La primera prueba que hice, en vista de que el solvente era propilenglicol, fue con hash de buena calidad. Puse una bolita en una cuchara, le eché esencia de vainilla sin nicotina (para no mezclar dos drogas) y apliqué calor con un mechero. El hash se disolvió en la esencia dejando un poso de materia vegetal. Tras filtrarlo (aconsejo un filtro de rueda, aunque cueste más trabajo y dinero) lo inyecté con una jeringuilla en el depósito del ecig. Y lo usé. Funcionaba pero poco. La principal razón es que la cantidad de principio activo (THC) en proporción al solvente no era suficientemente alta, pero servía para ver que cualquier solución de cannabinoides podría usarse con un ecig si está convenientemente filtrada para no atascar el atomizador.

Dos atomizadores ya quemados, 
entre el uso y las distintas pruebas con otras drogas.

La siguiente prueba la hice con cocaína. La cocaína tenía que estar en forma de base libre para poder ser vaporizada sin que se descomponga cerca de los 200 grados, con lo que perderíamos el efecto. Así que hice una pequeña base de cocaína que posteriormente disolví con esencia y con calor. En este caso no quedaban restos visibles y la disolución parecía limpia. Inyecté en el ecig y usé. Perfecto. En este caso, como la proporción de principio activo era más alta, el efecto fue similar al de estar fumando base de cocaína sobre papel de plata, pero algo más suave dada la proporción que usé.

Después pasé a la heroína en base (heroína marrón), y si bien era susceptible de ser utilizada de la misma forma, el grado de adulteración que suele traer la heroína, con cafeína, paracetamol y demás añadidos, hacía que aunque resultaba posible, había que concentrar mucha cantidad para percibir los efectos.

Hice algunas pruebas con otras sustancias que no merece la pena mencionar -para no dar más ideas- pero que todas venían a mostrar lo mismo: si puedes disolver una sustancia en la esencia del ecig, y esa sustancia no se descompone por el calor, puedes usar el ecig para administrarte esa droga.
Puede tener un punto interesante a la hora de manejar compuestos que son activos al vaporizarlos o fumarlos pero cuya potencia en relación al peso los hace de difícil manejo, como pueden ser los derivados alegales del fentanilo.


¿Entonces es bueno o malo?

El ecig es un dispositivo de vaporización que se puede usar para sustituir al consumo de tabaco y producir una notable mejoría en la salud de sus usuarios con la administración inteligente de nicotina. No es ni bueno, ni malo. Puede ser mejor que o peor que, pero en sí mismo es un instrumento sin más.

Que pueda ser usado con otras drogas... ¿debe entenderse como un problema? No lo creo.
Aunque he probado su funcionalidad con distintas sustancias no parece que resulte en principio interesante más que como experimento, o para poder consumir una sustancia de forma inadvertida como si fuera el consumo de la esencia. Pero no parece -de momento y con los dispositivos actuales- que se vaya a pasar a consumir drogas de esa forma, excepto la nicotina que por sus características es la óptima para el dispositivo.



A día de hoy, el consejo de sustituir el tabaco por el consumo de nicotina mediante ecig, es posiblemente el mejor consejo de salud que le podamos dar a cualquier fumador tradicional que esté cerca de nosotros. Y por su precio, bastante asequible, parece el regalo perfecto para los Reyes de este año: podéis ver dejar de fumar tabaco a personas que nunca imaginasteis que serían capaces de lograrlo.

Estupendo juguetito el ecig, que además evita que te jodas más la salud con el mortalmente dañino tabaco fumado mediante combustión..
A mí me ha convencido y, sin darme cuenta, he podido quitarme del tabaco de una vez tras décadas.

Tal vez ahora pueda pensar en morir de otra cosa que no sea de un cáncer de pulmón. :)