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viernes, 24 de marzo de 2023

Matar con una libélula.

 

Matar con una libélula.


Hace unos días, en una charla de un grupo de amigos, no recuerdo cómo salió el tema de qué forma elegiríamos su tuviéramos que matar a alguien. 

Era una pregunta sin propósito específico, en la que los presentes ponían pegas a las respuestas que los demás daban. Llegado mi turno, yo dije que si tuviera que matar, mataría con alguna sustancia en una dosis suficientemente letal. Y los demás inmediatamente me pusieron como pega que si le hacían la autopsia al cadáver, inmediatamente saldría la sustancia responsable y eso podría llevar a la policía hasta mí. 

Yo repliqué que en parte era cierto, pero que había cientos de sustancias que se podían usar con el fin de matar a alguien, y que no aparecerían en la autopsia ni en los análisis de un forense, ya que sólo se encuentra lo que se busca, y muchas de las sustancias a las que yo (y cualquiera que se lo curre un poco en Internet) tienen acceso -de forma legal- son indetectables porque son tan nuevas que ni sospechando el uso de una sustancia, era nada fácil que dieran con ellas.

Esto les sorprendió. Todos asumían que con un simple análisis de sangre de una autopsia, aparecían las sustancias que había en el cuerpo y que podían hacer causado algún efecto, que no existían sustancias que no se pudieran encontrar (como si algo así fuera sólo propio de algún veneno secreto ruso) y que, si era como yo decía, todo el mundo mataría con alguna de esas sustancias que se podían comprar legalmente por Internet.

Y les conté a los que no tenían conocimiento del tema, lo que eran los research chemicals y cómo funcionaba el asunto: cómo primero aparecían en el mercado, y en muchos casos, eran sustancias derivadas de otras conocidas pero no “existían” en las bases de datos que detectaban las sustancias que había en una muestra de sangre, porque eran demasiado nuevas y desconocidas. De hecho, por eso hablamos de research chemicals: sustancia químicas de (o en) investigación. De hecho todo lo que tomamos ha sido un research chemical hasta que ha dejado de serlo, pero hace décadas ya que se convirtió en un eufemismo al mismo tiempo para referirse a drogas psicoactivas legales, porque no habían sido todavía prohibidas (en la mayoría de los casos).


A algunos de los presentes les sonaba demasiado a película todo eso, incluso el que existieran drogas que eran legales y que se podían comprar por Internet, así que les mostré algunas webs y sus catálogos. Y en ello andaba cuando recordé una excepcional charla que tuve con una persona hace casi una década: una persona que había usado una de esas sustancias para matar (más bien diría para ejecutar), y cómo me lo contó cuando nos conocimos. Y les conté la historia.




El sujeto, un joven de unos 30 años que pululaba por los foros de drogas más avanzados y que usaba como nick “Libélula”

En esos foros, sus integrantes nos conocemos perfectamente, porque somos pocos y especialmente los que tenemos un conocimiento exhaustivo de esos asuntos (normalmente porque además, somos los que asumimos los riesgos de probar esas drogas “sin apenas historial de uso humano” y compartimos la información, ya que es nuestra mayor protección al exponernos a un comportamiento de riesgo semejante). Y resultó que el sujeto, era de una ciudad cercana a la mía, otra capital de provincia de tamaño pequeño, donde no existen círculos sociales de personas que anden metidas en estos temas. 

Así que eso hizo que hiciéramos algo de trato, compartiéramos alguna cosa y mantuviéramos comunicación vía email. Pero además, por motivos personales, ese chico -Libélula, le llamaremos, aunque también nos presentamos, llegado el momento, por nuestros nombres reales- tenía que pasar por mi ciudad y me ofreció quedar para tomar un café y charlar un rato cara a cara. Algo que siendo “Drogoteca” me ha pasado muchas veces, pero normalmente he rechazado el asunto porque valoro mi privacidad y porque los proponentes no resultaban suficientemente interesantes, sino que simplemente les apetecía conocerme (y no me mola nada ser “la mujer barbuda” en el circo de la vida y las drogas).


Pero en su caso, y dado el nivel de conocimiento que tenía en diversos campos, de la farmacología, la fisiología, la química y otros relacionados con las drogas y los asuntos que nos habían “unido”, acepté quedar en un bar cerca de mi casa para conocernos y charlar. Sabía que si el personaje no me gustaba o que si era alguien con intereses raros, me valía con poner una excusa y desaparecer. Pero no fue así. 

Quedamos y, a la tarde, tras comer, nos conocimos en una cafetería y nos sentamos a charlar. No recuerdo la charla en sí, entiendo que iría en general sobre drogas y todo su complejo mundo. No la recuerdo, porque llegó un momento en que la charla entró en un tema que superaba con creces todo lo que podía esperar.


Entró en el bar el típico tío mayor de 65 años, físicamente mal cuidado, bravucón y faltón, chillón... Vamos, uno de esos que si lo tienes al lado, te vas. Y yo le vi el gesto de desprecio que se le puso en la cara al ver al tipo. Por un lado no me sorprendió, porque era despreciable, pero por otro me extrañó, ya que él no vivía en esta ciudad y no era posible que le volviera a ver (y por supuesto, ni se le ocurrió venir a molestarnos a nosotros).


Le pregunté qué pasaba, y ahí comenzó la conversación que no olvidaré.

La voy a relatar de la forma más fiel que recuerdo, aunque como digo, hacen unos 10 años de ella.


-Yo: ¿Qué te pasa?


-Libélula: Nada. Que ese payaso me ha recordado a alguien de quien prefiero no acordarme.


Al decir eso, no pudo evitar mirar para abajo y disimular una breve sonrisa con cierto punto de satisfacción.


-Y:¿Por qué sonríes? ¿Qué te ha hecho gracia de eso que te ha recordado?


-L:Es una historia un poco fuerte. No sé si me apetece hablar de ella realmente...


-Y:No creo que me vaya a asustar a estas alturas de mi vida. Pero no quiero forzarte a entrar en temas que te puedan hacer sentir incómodo. Hemos venido a disfrutar de un café, así que olvida la pregunta.


-L:No, no es que me haga sentir incómodo. Simplemente, no es algo que haya compartido con nadie, salvo con mi pareja, porque aparte de que me podría ir la vida en ello, creo que muy poca gente entendería lo que hice, y me considerarían algo que no soy. No tengo claro si tú podrías entenderme -aunque no busco aprobación- pero de nada vale hablar de un tema así con ciertas mentes que, de entrada, están cerradas a entender que alguien dé ciertos pasos que entran muy dentro de lo ilegal, y no hablo de crímenes sin víctimas como serían las cuestiones de drogas.


-Y:¿Me hablas de un crimen con víctima? No será para tanto, hombre...


Dije yo intentando quitar hierro al asunto.


-L:Te hablo de verte moralmente obligado a matar a una persona, y actuar en consecuencia....


Se hizo un silencio extraño, no incómodo, curioso en cuanto a que era eso de “verse obligado moralmente a matar a una persona”. Y me pudo absolutamente la curiosidad. Debo decir que de entrada no me podía esperar algo así del tipo que tenía delante: para nada era alguien con matices violentos o agresivos, ni en el lenguaje ni en sus maneras. Era alguien educado y agradable, considerado, que sabía manejar las formas y los tiempos. ¿Matar? No pude evitarlo....


-Y: Cuéntamelo. Te doy mi palabra de que no saldrá de este lugar y de que no te voy a juzgar ni a emitir opiniones sobre lo que me digas si no las pides. Pero ahora, no me puedes dejar así....


Libélula juntó las manos, ligeramente escondió su cabeza tras ellas, y desde esa posición me miró a los ojos. Se quedó callado mirándome fijamente durante unos largos segundos, que podría ser medio minuto tal vez, y entonces dijo:


-L:Muy bien. Voy a hacer una excepción y espero no arrepentirme de ello. Aunque por lo que ahora mismo conozco de ti, creo que si ni hubieras actuado como yo, no hubiera sido por falta de ganas sino por las limitaciones morales y éticas que cada persona tiene con respecto a quitar una vida. Creo que eres de las pocas personas que lo puede entender, además de por su lado técnico, por su lado ético.


Y esta fue la narración de aquel acto, complejo de evaluar, al que una persona que no era un “justiciero” que fuera buscando “malos a los que castigar”, se vio compelido a ejecutar.


Al parecer, en su ciudad, frecuentaba un bar hacía la hora de comer ya que su pareja trabajaba a turno completo y no podían comer juntos, así que comía con una cerveza y unas tapas en un bar de barrio de su ciudad, también cerca de su casa. Un día, estando en el borde de la puerta fumando un cigarro, tras haber comido y con un café en el mano, se le acercó uno de esos clientes que conoces de vista del bar pero con quien no tienes el menor interés en relacionarte. Un cliente que, por lo que me describió, era muy similar al gorila descerebrado que había entrado momentos antes en donde nos encontrábamos. Es la socialización que provoca el tabaco, que al estar prohibido dentro de los bares, todos los fumadores salen a consumirlo a la misma puerta, y eso genera relaciones casuales, normalmente intrascendentes, pero en esta ocasión no fue así.


El tipo en cuestión, un gordo jubilado que había sido camionero toda su vida según contaba, empezó a desbarrar sobre cualquier cosa: era un borrachuzo que iba buscando atención de bar en bar y cuya opinión valía mucho menos que el silencio. La cosa no iba más allá de ser otro cafre que se metía con los inmigrantes, con los jóvenes, con los nuevos tiempos en general. Hasta que presenció una situación que le hizo saltar: una mujer conduciendo, había pitado a un coche que se le había cruzado de golpe y casi le hace chocar con él. 

En ese momento, el borrachuzo dijo en voz clara y alta: “...otra puta a que habría que matar!!”, refiriéndose a la conductora que, justamente, era la víctima de la mala conducción del otro coche y tenía toda la razón del mundo para pitarle por su acción.


Libélula no se inmutó ante el comentario, y siguió allí mientras el tipo iba a por otro botellín de cerveza. Y al volver a la puerta con el nuevo botellín, fue cuando le hizo la confesión que nunca debió haber hecho: “A las putas como esa había que prohibirles conducir, o sacarlas de la carretera a la primera oportunidad. Cuando aún conducía el camión, hubo una zorra que llegando a la altura de **ponga el lector aquí el nombre de un pueblo pequeño cercano a su capital de la provincia** se puso a pitarme porque no conseguía adelantarme con el camión. ¡¡Una polla le iba a dar paso a una guarra así!! 

Hasta que llegamos a una recta donde se puso a acelerar y a adelantarme. No me lo pensé dos veces: empecé a echar el camión contra el otro carril, viendo que no venía nadie ni había nadie detrás, y la saqué de la carretera. El coche dio más vueltas de campana que un bombo de lotería, y a tomar por culo la hija de puta. Una zorra menos.”


En ese momento Libélula se quedó helado. En primer lugar porque alguien fuera capaz de hacer algo así a otra persona, simplemente porque te están adelantando con el coche, En segundo lugar, porque la ruta que había mencionado el camionero, era la que su mujer tomaba cada día para ir y venir del trabajo. Libélula me dijo que en ese momento sintió algo que nunca había sentido jamás: como si un espíritu no deseado se hubiera metido en su cuerpo, y le estuviera generando emociones de odio e ira que nunca antes -ni después- había experimentado.


Libélula le preguntó al camionero qué le pasó a esa mujer. Y este le contestó con toda la calma: “Allí murió la marrana. Y me alegro. Además, el delito ya prescribió, así que no me pueden hacer nada.”


Libélula se metió para dentro del bar, terminó de un sorbo el café, pagó y se fue rápidamente. Caminó en cierto estado de shock intentando asumir lo que acababa de escuchar: el asesinato de una persona por pura diversión, y el asesino jactándose de ello y de su impunidad legal por los años transcurridos.


Cuando llegó a casa intentó tranquilizarse y pensó que posiblemente la historia era mentira, que era una fantasmada de un tarado que pretendía hacerse el gorila ante un desconocido en el bar. Pero la historia escuchada siguió atormentándole, sobre todo en su cabeza resonaban las palabras del tipo cuando disfrutando decía “Además, el delito ya prescribió y no me pueden hacer nada.”.


Intentó borrar todo aquello de su cabeza y olvidarlo como si fuera todo mentira. Pero como decía, escuchar aquello, tal y como lo dijo aquel tipo, hizo que un espíritu se le metiera dentro y no le dejase descansar, haciendo que la escena se repitiera una y otra vez en su cabeza. Además, empezó a pensar en su pareja, que precisamente a esas horas debía estar volviendo a casa, por esa misma carretera. Y el mero hecho de imaginar que alguien podía hacerle algo así a su chica, le hacía levantarse nervioso y empezar a moverse de un lado a otro como si quisiera hacer algo.... sin saber qué hacer.


Así pasaron unos días, y no había podido quitárselo de la cabeza. De hecho, había empezado a hacer una búsqueda en Internet y en periódicos locales sobre los accidentes acaecidos en ese tramo de carretera, que hubiera ocurrido hace más de 20 años (que sería el periodo necesario para que un delito de asesinato prescribiera, tal y como se jactaba el camionero). 

La carretera ya no era la misma que hace 20 años, porque en este tiempo se había desdoblado en una autovía. Pero esto era así desde hacía poco más de una década. Anteriormente era una carretera con dos carriles, como la mayoría de carreteras de la red general en el país. Y era cierto que era una tramo de carretera que contaba con un alto número de accidentes, por las curvas que tenía y porque era una ruta usada por conductores portugueses, que tenían fama merecida de conducir temerariamente y provocando todo tipo de siniestros.


Y tras mucho buscar, repasando años de periódicos locales, encontró 2 accidentes en un periodo de 5 años, que podían encajar con lo que contó el camionero. ¿Todo aquello sería cierto o no era más que una paranoia que él se había montado a raíz de un comentario de un borrachuzo? Tenía que saberlo, habiendo dedicado el tiempo que había dedicado a aquello, no podía quedarse ahí. 

Y la única forma de poder salir de dudas, por desgracia, era volver a tratar con ese tipo y tirarle de la lengua. La idea le repugnaba, pero mucho más le alteraba la idea de dejar el asunto en ese punto y tratar de olvidarlo, sabiendo que no lo conseguiría. Así que, haciendo de tripas corazón, empezó a coincidir más con el camionero en el bar, a salir a fumar cuando el otro salía, y a ir labrando cierta “amistad” en la que se presentaba como un tipo totalmente diferente a sí mismo: alguien que era afín a la forma de pensar del borrachuzo. Y poco a poco, en unas semanas y pagando unos cuantos botellines y alguna tapa, el camionero según le veía en el bar iba disparado a su lado como su se encontrase con su mejor amigo. Y de esa forma, dejándole hablar y sacándole ciertos temas casualmente, varias veces le volvió a contar el asunto (parecía que era de lo que más orgulloso se sentía en su trayecto vital), y eso le dio pie a Libélula para meter alguna pregunta que le ayudara a discernir si la historia era cierta, y de serlo, cuál era el accidente mortal que había provocado él. 

Hasta que en esas conversaciones que parecían casuales, dio algunos datos que sirvieron para determinar cuál era el que decía haber causado, como el tramo horario en el que ocurrió, el modelo de coche y el color, y la edad aproximada de la conductora que tan grave pecado cometió como para merecer la muerte.


¿Y ahora qué? Era cierto, y lo había comprobado consultando a la policía y a un par de abogados amigos, que el delito ya no era procesable aunque se pudiera demostrar, ni siquiera aunque lo declarase bajo juramento el propio asesino. Así son las cosas. Prescripción y se acabó. ¿Dónde quedaba la justicia en algo así? ¿Puede una persona matar a otra de esa forma e ir contándolo como hecho divertido a los conocidos del barrio con lo que coincidía en un bar? ¿Nadie podía hacer nada? ¿Era justo?


Libélula pasó días dando vueltas a esas preguntas en su cabeza, incluso llegó a soñar con el accidente en sí, y me contó que siempre despertaba cuando el coche paraba de dar vueltas de campana y los ojos de la conductora -ya muerta- quedaban mirándole como si él estuviera presente en aquel lugar. Según me dijo era torturante, e incluso, aunque la carretera ya era una autovía, el tiempo en el que su pareja estaba en camino hacia o desde el trabajo, sufría una ansiedad creciente que sólo controlaba a base de ansiolíticos, alcohol u otras drogas. Aquello, le estaba pasando una factura que no sabía cómo manejar.


Hasta que le planteó la historia a algunos conocidos por Internet, en forma de dilema moral, para ver qué harían ellos si se vieran en dicha situación: saber a ciencia cierta que una persona era un asesino y que la ley no podía hacer nada ya. Me dijo que todos contestaron como si fueran a hacer algo, desde pegarle una paliza a empapelar las calles del barrio con carteles con la historia y su foto, hasta que alguien dijo que la cuestión era simple para él: “Se merece la muerte.” Y esa persona añadió: “Es más, si no tuvo problema en matar a una mujer sin motivo alguno... ¿qué impide que haga daño de otras formas a otras personas que tampoco puedan defenderse?”


Libélula estaba de acuerdo con que había que hacer algo, que uno no podía vivir tranquilo tras haber recibido una información semejante sin hacer nada. Y aunque lo de darle una paliza o empapelar las calles con la denuncia pública de lo acontecido, eran ideas que no le desagradaban...¿era buena idea generarle más odio interno a un desgraciado de ese tipo? ¿No podría ser el desencadenante de otra acción de consecuencias imprevistas para una tercera persona?


Quedaba una opción. Matarle.


En este punto del relato, Libélula paró. Se quedó callado mirando hacia abajo, y cuando levantó la mirada, clavó sus ojos en los míos y me preguntó:


-L:¿Alguna vez te has planteado, hasta las últimas consecuencias, matar a alguien?


Me quedé en silencio. En mi mente busqué ocasiones en que hubiera deseado matar a alguien, y mentiría si dijera que no las encontré, pero eran todas personales. Todas respondían a una venganza propia, y no eran equiparables al supuesto que se me planteaba. Le contesté:


-Y:No de esa forma. Me lo he planteado pero era satisfacer el deseo de venganza personal, y no el dilema ante el que me has llevado. Pero ahora te pregunto yo a ti... ¿cuál era tu ganancia en llevar a cabo algo así? ¿Qué sacabas tú de todo ello?


No dudo ni un segundo en contestarme.


-L:Paz. Que aquello que se me había metido dentro cuando, sin yo elegirlo, me hicieron poseedor de dicho conocimiento, quedase en paz. No tengo vocación de justiciero, nunca he empleado la violencia física salvo para defenderme si me atacaban, y posiblemente eso haya ocurrido 3 o 4 veces en toda mi vida. Es más, si hubiera podido pagar todo lo que tenía porque nunca me hubieran revelado esa información y hubiera podido seguir con mi vida normal y mis preocupaciones habituales, lo hubiera pagado de buen grado. Pero no podía ser ya. Me sentía una víctima más al conocer esa historia por el estado en el que me había hecho entrar, pero no hacer nada en absoluto, me hacía sentirme como cómplice. Y no acepto ser una víctima de los actos de un miserable que no merece el aire que respira, pero menos aún acepto sentirme cómplice con mi silencio o mi inacción. Aunque la ley diga que semejante acto ha prescrito... ¿Qué quiere decir eso exactamente? ¿Qué sólo Dios puede juzgarlo? No creo en Dios ni en la justicia divina, no creo en el karma. Pero sí creo en tener pesadillas con un asesinato, ver al asesino reírse de ello, y en tener que tupirme a ansiolíticos para que mi cerebro no explote sabiendo que ese tipo se pasea jactándose mientras una persona ha muerto y sus familiares experimentan durante décadas un dolor que no puedo ni imaginar, y son aseteados por preguntas sin respuesta que nadie va a poder contestarles.


Se relajó, se reclinó en la silla, me miró y me preguntó:


-L: ¿Si un día tu pareja, tu hermana o tu madre, mientras conducen tocan el claxon a un coche, y el conductor se baja y le mete una paliza a tu familiar... qué harías?


-Y: Lo buscaría sin cesar hasta encontrarlo y posiblemente lo mataría sin pensarlo demasiado. Y sin importarme las consecuencias.


-L: ¿Y si en vez de una paliza, lo que hiciera fuera matarlas.... entonces qué harías?


Me quedé callado. Como si me hubieran atrapado con un razonamiento cuya conclusión es inevitable por mucho que no te acabe de gustar. La respuesta hubiera sido la misma que a la pregunta anterior, lo cual adolecía de cierta lógica por ser distinto el daño y por ende, la proporción en el castigo. Pero sabía que era así. Por primera vez en toda la tarde, sentí un odio intenso, seguramente similar al que atormentó durante un tiempo a Libélula. Por primera vez, no pude pensar, sino sólo sentir... y desear la muerte a aquel desconocido camionero del que me habían contado la historia. Es más, la muerte no me parecía ya un castigo suficiente. La muerte se me hacía pequeña comparado con el dolor que su acción debió causar a toda su familia, su gente, sus amigos.... todo por tocar el claxon a un psicópata mientras conducía. No contesté a su pregunta. Ya sólo quería saber qué había pasado. Realmente, lo que quería saber era que lo había matado.


-Y:¿Qué hiciste? ¿Lo hiciste? ¿Y si lo hiciste, cómo lo hiciste para evitarte las consecuencias?


Su rostro ya había perdido toda la tensión que había ido acumulando mientras me contaba la historia. Tenía la expresión plácida, contenida y elegantemente alegre de un jugador de ajedrez que ha conseguido darle la vuelta a una partida que iba perdiendo y que había terminado por encontrarle la forma de ganarla.


-L: ¿Qué iba a hacer? No tenía otra opción. Había llegado a un punto en que todas las opciones eran complicadas y podían tener consecuencias, algunas terribles. Pero la peor de todas, era no hacer nada. Yo no sé si hubiera podido vivir con eso el resto de mi vida. Verle pasear por mi barrio de bar en bar y por la noche despertarme empapado, temblando viendo los ojos muertos de alguien que, aunque no fuera de mi familia, podía haberlo sido. Podía haber sido cualquiera. Ese era el problema. Ese tipo no era un loco vengativo, no era alguien peligroso con quien más vale no meterse. Ese tipo era un cobarde que nunca se hubiera atrevido a plantar cara a nadie, pero que seguía experimentando placer sabiendo que había asesinado a alguien que ni conocía, por puro placer... o si lo quieres ver de otra forma, por el “terrible pecado” de que le hubieran tocado el claxon mientras conducía. Yo no quería saber nada de aquello, me lo volcó encima sin preguntar: me introdujo en esa historia sin permiso, y también sin saber las consecuencias que eso iba a generarle. No me gusta la violencia, me repele. Pero menos aún me gusta la injusticia. Y lo siento mucho, señor juez, pero si para la ley ha prescrito, que sea la ley la que lidie con todo lo que me provocó. Nadie podía hacer nada, nadie podía ayudarme. Nadie, excepto yo mismo. No tuve elección si quería recuperar mi vida, que aunque suene poético, es totalmente prosaico. Tuve que tomar la medicina que contrarrestase el virus infernal que había entrado aquel día por mis oídos. Y por supuesto que lo hice. No siento orgullo por ello, ni placer por haber quitado del mundo a una escoria semejante. No siento nada con respecto a ello. Como mucho, siento que hice lo único que podía hacer. Y no me arrepiento de haberlo hecho. Pero me estaría arrepintiendo para siempre de haber sido un cómplice en el silencio.


-Y:¿Cómo lo hiciste? Si es que puedes contestarme, porque entiendo que no lo hagas: asumiste la posibilidad de unas consecuencias brutales para tu vida si te hubieran cogido, y aún estás en riesgo legal. Tu acto no ha prescrito para la ley...


-L:Te lo voy a decir. Primero porque me ha quedado claro que has entendido todos los matices de la historia, y segundo porque tengo la sensación de que si hubieras sido tú el que hubiera recibido ese veneno, seguramente también hubieras acabado tomando una opción radical.


Se tomó unos segundos, inspiró, expiró. Miró hacia los lados y se acercó hacía mí con los codos sobre la mesa, y con un volumen de voz más bajo me preguntó:


-L:¿Cuál es mi nick en el foro donde nos conocimos?


-Y: Libélula... ¿no?


-L:No siempre fue ese. Antes usaba otro. Pero lo había “quemado” buscando información sobre research chemicals que fueran potencialmente mortales a dosis muy bajas, de menos de 25 mgs. Y tú sí sabes lo que significa “Libélula”, aparte de un insecto... ¿verdad?


Me dijo con cierto aire malicioso, como si su mayor secreto fuera algo que siempre había estado a la vista.


-Y: Creo que sí sé a qué te refieres. Es el sobrenombre traducido al castellano del compuesto Bromo-Dragonfly... ¿te lo cargaste con una sobredosis de Bromo-Dragonfly?


-L: Con el tiempo que me tocó pasar con él hasta que tuve claro qué accidente era el que cometió, sabía todo lo que bebía y lo que comía en el bar. Echarlo en una bebida, aunque fuera disuelto, me parecía una mala idea, porque me parecía que era más sencillo para que no se notase demasiado su sabor que fuera disuelto en una salsa. El día anterior, me llevé a casa una ración de las albóndigas con salsa que el tipo devoraba cada vez que iba a ese bar. Retiré una pequeña cantidad de la salsa, la calenté y disolví el producto. Lo guardé en una jeringuilla que congelé hasta el día siguiente a la hora de ir al bar. El resto fue sentarme en el lugar apropiado antes de que él llegase, y tener la suerte de que todo fuera como un día normal. Y lo fue. Se sentó a mi lado derecho, pidió bebida y su tapa de albóndigas, y cuando se giró a mirar la televisión, apreté la jeringuilla que llevaba en la mano en la salsa de su tapa. Pensé que notaría el sabor metálico que dicen que tiene, pero no pareció darse cuenta. Lo tragó como cualquier otro día, e incluso rebañó bien con pan. Luego el camarero, metió el plato con el resto de vajilla y vasos en el lavavajillas y todo resto desapareció.


-Y: ¿Y después qué pasó? Ese compuesto tarda más de una hora en hacer efecto...¿no?


-L: Después había que tragar saliva, y comportarse como cualquier otro día. No sabía si funcionaría, aunque tenía la esperanza de que al ser un tipo viejo con un montón de patologías pre-existentes, aquello fuera más que suficiente. Pedí un café, salí a tomarlo fumando mi cigarro a la puerta. Él salió como los demás días a que le hicieran caso, y yo estaba tan nervioso que no recuerdo ni de qué hablamos. Sólo recuerdo que me costaba no sonreír con alegría. Entré, pagué y como otros días, me fui. Sólo pensaba en ir hasta un callejón que hay a unos 50 metros del bar, que discurre entre una tapia de una escuela y las ventanas traseras de un viejo edificio, y en el que hay una alcantarilla donde podía deshacerme de la jeringuilla. Y así lo hice. Luego seguí hasta mi casa y me lavé bien las manos por si algo me había salpicado. Me cambié de camisa, la metí a lavar con el resto de la ropa. Habían pasado unos 45 minutos, y la tensión del momento no me dejaba estar quieto. Así que me bajé a la calle a dar un paseo, por la zona de los siguientes bares que visitaba, ya que este tipo hacía la misma ruta cada día, esperando ver o escuchar algo, un ambulancia, gritos, alboroto.... algo!!


-Y: ¿Y qué pasó?


-L: Pues lo que tenía que pasar. En el siguiente bar al que el tipo solía ir, tras pedir un botellín y sentarse, en un momento dado parece ser que cayó a plomo. No estaba muerto, pero al caer se había golpeado brutalmente en la cabeza, dado su peso y que parece ser que ni reaccionó intentando parar el golpe con las manos. Al parecer instantes antes había hecho algunos comentarios sin sentido para los presentes, y tras la caída y el golpe, empezó a echar espuma por la boca. Pensaron inicialmente que era un ictus o un derrame cerebral. La ambulancia se escuchaba llegar casi al mismo tiempo que yo me acercaba al bar. Cuando entraron estaba en parada, y le intentaron hacer la RCP para resucitarlo. La calle se llenó de gente que miraba desde la otra acera. Al cabo de menos de media hora, detuvieron las maniobras de resucitación y le taparon con una manta térmica de esas. Game over. Ahora sí había prescrito.


-Y: ¿Y le hicieron autopsia?


-L: Lo dudo mucho. Al día siguiente, los bares de la zona y el portal de la casa donde vivían tenían su esquela puesta. Dada la edad y su estado, más la ostia en la cabeza, lo darían por muerte natural. La historia había terminado, nunca más volví a saber nada del tipo.


Nos quedamos en silencio los dos, mirándonos y con una sonrisa que se dibujaba en la cara. No puedo saber qué sentía él, pero yo tenía la extraña sensación de que con un envenenamiento intencional se había hecho justicia a un crimen que la ley ya no podía ni juzgar. No me atrevería a decir que estaba bien, pero tenía la profunda impresión de que no estaba mal. Por último le pregunté:


-Y:¿Cómo te sentiste? ¿Conseguiste la paz que buscabas?


-L: Si te soy sincero, primero me sentí aliviado. Durante todo el asunto me había centrado en el proceso en sí mismo y había obviado las posibles consecuencias para mí. Pero una vez hecho, esa fue mi mayor tensión durante los momentos siguientes. Y una vez que fui consciente de que todo había pasado y que nadie iba a mover ni un dedo en dicho asunto, porque no había motivos para ello, me invadió una extrema sensación de paz y cierta felicidad, similar a la que tienes cuando terminas un trabajo que te ha implicado mucho tiempo y por fin se ha terminado satisfactoriamente. En cuanto a mis pesadillas, desaparecieron desde el primer día. Dormí como un niño, y en poco tiempo dejé de usar ansiolíticos. Aunque de todo esto sí me ha quedado algo de miedo a la carretera, da igual en ciudad que fuera: hay mucho psicópata que sólo necesitan del volante para dar salida al monstruo que llevan dentro. ¿No has visto el otro día lo de un guardia civil que por un accidente de tráfico ha ejecutado con 5 balazos en la cabeza al otro conductor, un marroquí que intentó huir corriendo cuando le vio con el arma? Un primer balazo en la cabeza y otros 4 estando ya en el suelo.... ¿Cuántos psicópatas hay que van con un volante en las manos en las carreteras?




La conversación se desvió ya por otros derroteros a partir de ese punto, y poco después habíamos llegado al límite de tiempo que teníamos para ese café. Nos despedimos amistosamente, y reconozco que disfruté conociendo al tipo y esa historia. Nunca más volvimos a vernos aunque alguna vez más cruzamos algún email, pero hace ya años que no tengo noticias de él. Espero que esté bien, y sobre todo, que siga en paz.


Y que esa paz nunca prescriba.


PS: Esto es una historia de ficción, y cualquier parecido con la realidad en las situaciones o los personajes, es fruto de la mera casualidad. No hay que buscarle más pies al gato, la moraleja es la que es en cada historia, sea fábula o hecho histórico.





sábado, 27 de agosto de 2016

Prensa bomba

Este texto fue publicado en Cannabis.es a raíz de una surrealista noticia sobre drogas aparecida en un medio generalista, el periódico "El Español", en el usaban todos los ingredientes para una noticia perfecta de drogas: un nombre pegadizo, una imagen que asustase, y una historia totalmente inventada y surrealista.

Y ellos son la "prensa seria". Hay que joderse.
Aunque en este caso, debo romper una lanza por ellos: son los únicos en todo el país que sacaron un estupendo trabajo desmintiendo (días después que yo, pero algo es algo) el estudio sobre el Krokodil que el inefable Gonzalo Haro le había colado por la escuadra a toda la prensa del país...
Al menos ellos, en ese caso, acertaron y los demás medios se quedaron mirando.

Reíros un rato, para eso están estos trabajos periodísticos sobre "drogas" y peligro social... esta arrasa en los suburbios de Barcelona!! Ojito!! ;)


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Tengan cuidado que llegó "la bomba".




Para bailar... ¡¡esto es una bomba!!

Para gozar... ¡¡esto es una bomba!!

Para menear... ¡¡esto es una bomba!!


Me encanta King África. 
Seguramente muchos opinan que es una cutrez, que su música va a lo fácil, su letra es lo que la gente quiere oír, y que no aporta nada al panorama musical. Y es verdad.
Era cutre, pero vendía que te cagas y se lo llevaba “calentito”.
Algo así -que me encantan de esa forma- me ocurre con la mayoría de los “trabajos” periodísticos, en eso que solemos conceptuar como “prensa seria”, sobre drogas. Especialmente los que abordan asuntos relacionados con “nuevas drogas” o NPS (Novel Psychoactive Substances), son una obra muy parecida a lo que hacía King África con la música: la mayor cutrez del verano, pero daba pasta, oye. Y a eso estamos, no? ¿A vender? Y yo que creía que la prensa sería estaba para informar...
En esta ocasión el plato a degustar es un articulo aparecido en “El Español” y difundido en redes que, debo reconocer, el cocinero lo ha clavado al escribirlo. Y en cierto modo, esta obra de “periodista” me recuerda a esa cancioncita del “músico” veraniego: 


LA BOMBA.



Es la bomba, sí. Así han bautizado a la droga en cuestión los medios en USA, y en España obedecen. Y así se titula el artículo, también, junto con la coletilla de que “llega a España”. De entrada, deja claro su autor que no conoce el tema o que tiene mal la fecha del ordenador. Las drogas de la familia de las NBOMe (una estructura central común a varias o “moiety”) llevan muchos años en España: tantos como desde que existen ellas e Internet. 

Algunas son legales o aún no fueron prohibidas en algunos lados, lo mismo que ocurre con otros cientos de drogas que -gracias a la prohibición y a la guerra contra las drogas como política- aunque superan, y con mucho, los riesgos a la hora de consumir las frente a las “clásicas drogas, prohibidas de siempre” (por lo general infinitamente más seguras) son enormes. Pero están aquí, en forma de tripi, en forma de polvo, en forma de “lo-que-el-mercado-ingenie-según-sea-molestado” pero llevan ya un largo tiempo aquí, no acaban de llegar como intenta decir el artículo.
Digo artículo, pero en realidad me recuerda -de forma descarada- a la publicidad que un vendedor haría prácticamente de cualquier droga nueva que llegase a la ciudad. 

Nada más empezar a leer, nos encontramos una gran imagen de unos “ositos de gominola” sobre los que hay un “gotero” que está a punto de dejar caer una gota. El pie de foto ya dice que esa droga que describe como mortal, “se inocula” en los ositos . Podría poner: “los usuarios y vendedores la esconden así”, pero no. Inocula, mmmm, qué verbo más sugerente para levantar un poco de alarma con la foto de los ositos....
Y la primera frase, a mí, ya me deja claro lo que me espera al leerlo. Ahí va: “Acaba de llegar una nueva droga al barrio y es la hostia”. 

Si yo quisiera promocionar algo, lo que sea, de una droga a una banda de rock'n'roll, diría lo mismo a la posible clientela. Lo mismo. ¡¡Es nueva “y es la hostia” puta, amigos!!
Seguramente el autor podría replicar que el texto cuenta con información correcta, y que incluso presenta a una conocida marca en reducción de riesgos y análisis de drogas, que es cierto que su información es -como suele ser por otra parte- correcta. Pero entre nosotros... ¿a que sabéis de sobra que el 95% de las personas no lee un artículo entero, a menos que le vaya la vida en ello?
Estamos en “PAÍS CUÑAO” y con tener una cuenta en Twitter y ojear -mientras en el bar dejan libre el Marca para leer algo “bueno de verdad”- por encima algo, ya pueden convertirse en maestros -como poco- o llegar a entrenadores de fútbol de la selección nacional. 

La gente no lee, y eso lo sabemos todos los que escribimos: importan más las fotos y las letras GORDAS. Mucho más. Muchos medios eligen así -en función de cómo de impactante pueden presentar las cosas- si dan paso o no a una noticia. Y el público, pica. Confía en los medios. Confía en la “prensa seria”. Confía... y España va bien.
Y el resto del texto, hasta que empiezan los gráficos que sólo un 0'0001% de los lectores podrían entender porque la gente -aunque cuñaos- no llegan al nivel de licenciatura en Química Analítica- y ya hacen el “conjunto del pastel” mucho más pesado y denso, a mí me resulta una bella obra de publicidad a dicha droga. Lo digo como lo pienso. Y no quiero atribuir maldad donde pueda ser estupidez, pero tampoco puedo inferir las intenciones de un autor al escribir. Así pues ese es mi juicio, pero que cada lector se forme el suyo.
Luego “que no es adictiva” y que causa furor en los suburbios de Barcelona (juajuajuajua!!! aún tengo agujetas de reírme de esa frase). Y cosas como que “es la droga mítica con la que se atemorizaba antaño” con el cuento de las drogas que se vendían como caramelos a los niños en colegios, y que -como siempre, no es nada nuevo, es parte del guión del anuncio publicitario- hay gente que ha sufrido sobredosis ya y te deja loco (en realidad más bien, te deja muerto), pero claro, si causa “furor en los suburbios de Barcelona” pues... habrá que ir a por ella, no?
¡¡Ahí estamos, campeón!!
Y por si quedaba alguna duda, lo siguiente que se puede leer interesante -aunque puesto en boca de otro, en este caso del supuesto camello- es que es que ESTÁ MUY INDICADA PARA FOLLAR... :P 

Toma ya, clasicazo. Creo que todas las drogas han tenido un mito sobre sus “siempre estupendas propiedades para el sexo”, o te hacía un superhombre en la cama con erecciones gloriosas para satisfacer harenes de hembras ardientes, o eras el druida Panoramix capaz de enloquecer con tus pocimas y tus conjuros a la mujer más difícil de conquistar. TODO MENTIRA, molaría que fuera real, pero no lo es.
Y lo más divertido, es que el “supuesto camello” estaba diciendo la verdad. Porque el camello creía hablar de la 2C-BNexus o Afro, que sí tiene “ciertas propiedades” que la hacían útil en el sexo, pero por el simple motivo de que -a diferencia de otras drogas- no te dificultaba el asunto (aunque tampoco es que ayude a ello). Pero da igual: todas las drogas han tenido una publicidad similar en algún momento.
Para terminar la charla con el “camello” que dice estar manejando “Nexus” cuando en realidad, en esta ocasión como en otras muchas anteriores, es otra droga, el vendedor dice que no sabe lo que cuesta dicha droga y que “sólo se distribuye en círculos reducidos” y que la están “regalando” para experimentar con los clientes.
Joder... ya empezamos.
¿¿PERO NO CAUSABA FUROR EN LOS SUBURBIOS DE BARCELONA?? Y eso es un vendedor... ¿¿de qué??
¿Un camello o un camelo? Todo mentira.
Tras insistir en que es la sustancia perfecta, sin efectos secundarios y bla bla bla publicidad a su gusto, incluye el supuesto testimonio de una víctima de los “Osito Bomba” -como los bautiza al final del texto- que se comió dos, le pegó un malviaje de la hostia, y acabó en el hospital. La frase es graciosa, eso sí:
“Se comió dos ositos de esos y se lo encontraron sentado en la puerta del Carrefour a las siete de la mañana, desnudo y acariciando un caracol.”
Según el texto, los “Ositos Bomba llevan 16 -ni más ni menos- gotas de droga diluida”, de la droga que causa furor en Barcelona conocida como “la bomba”: pedidla así a vuestro camello favorito. ¿Habéis probado a echarle cosas líquidas -o a intentar “inocular”- a un osito de gominola? Pues eso, probad antes de creeros lo que os cuentan...
Para rematar el mojón, tenemos también el comentario que “la bomba” es un derivado del Nexus o 2C-B, lo cual es una completa idiotez de afirmación que -posiblemente, para no atribuir maldad- haya “fabricado” el autor, desde las explicaciones que le dieran y no acabase de comprender bien, ya que no se encuentra entrecomillada y no pertenece a la frase textual de la persona que refiere.
Todo eso bien presentado, lanzado en su momento en redes -hace poco se sacaba en TV una noticia sobre “gominolas y comestibles” de anfetamina o similares, pero lanzados por el mercado legal farmacéutico- y con 3 datos sacados de la Wikipedia más unas fotos y el servicio de análisis de cualquier laboratorio preparado para ello, hacen un artículo. De los de la prensa seria....
Me preocupa lo de “la bomba”. No por la droga en sí, que no es nada nuevo, sino porque incluso los nuevos “periodistas” sigan funcionando en los temas de drogas como los viejos publicistas; aunque el método y los argumentos para “lanzar al mercado” a la nueva sustancia sean más viejos y obvios que quienes escriben, todo sigue igual. Y España, sigue bien.


Esclavo de tus palabras 

y dueño de tus silencios, periodista.



También de la palabra escrita, y de aquello que -de una forma u otra- lleva tu firma. 

Vosotros -prensa seria- sí que sois

 la puta boma.

martes, 29 de septiembre de 2015

Marihuana Sintética: la muerte se coló en los grow-shops


Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que os guste, sea útil y sirva de advertencia sobre una basura que no tendríamos cerca si el cannabis fuera legal.

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Marihuana Sintética


Recuerdo con cariño la época en que se podía comprar un montón de plantas psicoactivas en los grow-shop de España. No era difícil encontrar corteza de San Pedro (la parte verde que más alcaloide mescalina contiene) o esas “sleeping bags” que se vendían como “ayuda para el sueño” y que por algún mágico efecto te hacían dormir cuando lo que contenían era una dosis de setas con psilocibina, y obviamente la gente no las compraba para dormir ni para ponerlas debajo de la almohada, ni el San Pedro lo usan para “eliminar las radiaciones que emite el ordenador” -se vende con ese mito en muchos lugares- sino que ambas cosas, normalmente, la gente se las comía.


No fueron los únicos productos no cannábicos que vimos durante tiempo en los grows: semillas de rosa lisérgica con la amida del ácido lisérgico, Lactuca virosa para producir “lactuario” (una especie de opio), salvia divinorum, efedra, ayahuasca... etc. Había muchos, hasta que una ley que sacó el gobierno en el año 2004 sobre plantas “tóxicas” dejó las estanterías vacías de todos esos bienes que hasta entonces se podían conseguir sin problema.

Todas estas plantas, eran legales hasta ese momento (su venta) y dejaron de serlo, evitando que se vendieran en Grow-Shops porque, como se dijo en aquel momento, eso causaba alarma social.
Pero todos estos productos tenían una cosa en común, y que comparten con el cannabis o marihuana: ninguno de ellos había matado nunca a un ser humano.

La barrida del 2004 contra las “plantas mágicas” que se podían adquirir con facilidad, aunque se vistió como una ley sobre el medicamento y la botánica, era una bala dirigida a la comunidad psicoactiva del país: “no os vamos a dejar usar drogas, y si son legales las prohibiremos”.
Nada nuevo por otra parte, o nada que no pudiéramos esperar de los políticos que nos quieren y nos cuidan.

Desde entonces, en los grows, apenas se pudo vender nada que no fueran semillas y abonos. Hubo algunas cosas que resistieron (aun lo hacen) como puede ser la psilocibina -ahora en forma de trufas mágicas- y la mescalina del San Pedro, que ahora en lugar de venderse como corteza ya seca, se vende como el cactus vivo, lo que es totalmente legal por motivos ornamentales.

El gobierno de turno, en su afán de que no nos pase nada malo, nos había quitado el acceso a un montón de productos que, sobre todo, no mataban. Como el cannabis. Plantas con miles de años de uso que no mataban.


Superando el bache.

Fue un palo para los grows, porque mucha gente que no es fumadora o usuaria de cannabis, tenía una relación frecuente con el grow, para otras muchas plantas distintas y eso fue un ingreso que rápidamente dejaron de tener.

Por esos mismos años empezábamos a escuchar hablar de los “legal higs”, tal y como les conocemos ahora, porque hasta entonces buena parte de los “legal highs” habían sido esas plantas o semillas que buscaban darte una experiencia psicoactiva sin tener que cruzar la barrera de la ley. Pero eso estaba a punto de cambiar; llegaban los nuevos “legal highs”, que no podían ser esas plantas ya prohibidas, y ahora eran compuestos químicos de nombres impronunciables, con efectos que podían ir desde algo similar a la LSD, como a algo similar a la heroína, como a la cocaína, anfetamina, MDMA... y al cannabis. Y sí, eran legales y la mayoría, lo siguen siendo.

¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo van a prohibir plantas y setas inofensivas relativamente par dar paso a sustancias que imitan las que ya tienen prohibidas? Pues porque -hasta ahora pero no me atrevo a decir si seguirá siendo así en el futuro- nuestro modelo legal y mercantil no opera sobre el mercado mediante prohibiciones, no mediante regulaciones, con lo que lo importante es si la sustancia está fiscalizada (prohibida o controlada) ya que si no es así, la sustancia es legal con nuestra legislación en la mano. Con la nuestra y con la del 99% del planeta.

Pensar que si una sustancia está en una tienda en venta al público, tienes seguridad si la compras y la usas porque “si no fuera segura no la venderían así de fácil”, te puede costar la vida. Y no serías el primero. Estas sustancias, los “legal highs”, tienen su mercado e interés en dos puntos: imitan drogas prohibidas y son legales. Ambos son igualmente importantes, porque el primer punto hace que el consumidor lo quiera como sustituto y el segundo que se sienta confiado dado el status legal del producto.

No paso mucho tiempo tras la prohibición de las plantas hasta que pudimos ver cómo algunos grow shops, empezaban a poner a disposición del público “esas sustancias legales”. En aquel momento, el conocimiento general que se tenía sobre estas drogas, era bastante bajo. Sustitutos legales, que era lo que importaba. Pero eso no tenía por qué ser malo indefectiblemente: la 2C-B entre otras muchas se ha vendido, en algún momento de su historia (antes de ser ilegales) en grow-shops o head-shops.



Pero, POR SUERTE, el estado español está bastante bien surtido de drogas ilegales. Todas esas sustancias prohibidas, aunque lo están, no resultan difíciles de conseguir aquí. No necesitamos sustitutos de la cocaína porque nos tenemos el mercado llena de ella, no necesitamos sustitutos del MDMA por la misma razón y porque resulta sencillo de conseguir, y no necesitamos sustitutos del cannabis porque tendríamos cannabis para abastecer a media Europa (¿o ya lo hacemos?).


La droga más peligrosa del mundo: 
cannabinoides sintéticos.

Antes de que nadie me chille por es afirmación, aclaro que ese apodo se lo han puesto a casi todas las drogas en algún momento dado, pero en este caso creo que es la primera vez que se podría usar sin miedo a estar “equivocándose mucho”.

A diferencia del cannabis, la falsa marihuana o cannabinoides sintéticos, matan y lo hacen con relativa facilidad. Tenemos casos de personas muertas con una sola calada del producto, o fiestas de facultad que se han convertido en un paseo de ambulancias con una veintena de jóvenes hospitalizados. De momento se estima que 1 de cada 8 personas que prueban estas drogas, pasan al menos 1 vez por urgencias graves (sólo una si mueren en esa) de hospital, con cuadros que incluyen delirios, problemas cardíacos, isquemias cerebrales, ataques epilépticos, muerte.... con una sola calada.

En este año, las cifras de atención que va facilitando el centro nacional de toxicología de USA dan miedo y muestran algo que ya está aquí: en enero hubo 359 “envenenamientos”, en febrero 273, en marzo 269 y en abril hemos pasado de 1500 casos. Aunque son drogas que llevan entre nosotros unos años, con mas o menos éxito, está explotando con sus peores propiedades en este momento.

Estas drogas que imitan los efectos del cannabis, tienen su origen en la investigación científica que las creó (para su uso en investigación, nada más) y la prohibición de las drogas. Sin una prohibición sobre el cannabis que te convierta en criminal por producirlo o usarlo, nunca una imitación del cannabis con gravísimos efectos y riesgos para quien lo usa, nunca hubiera tenido un hueco en el mercado. ¿Quién prefiere usar una imitación teniendo el original? Y como todos sabemos, el cannabis seguiría sin haber matado a nadie, como sigue sin hacerlo hoy.


El asunto de los grows hispanos.

Por suerte, la inmensa mayoría de grow-shops en España no venden estas basuras mortales.
Todos ellos tienen acceso a las mismas, existen distribuidores en el país y fuera de él, que les proveen de todas las “neodrogas legales” que quieran. Pero casi ninguno (hay algunos, no sé si por miserables o por imbéciles) se le ocurre vender semejante producto a un cliente. En primer lugar porque los grows no están para vender imitaciones de cannabis, sino para el cultivo del mismo. Y en segundo lugar porque un problema con un cliente y esas sustancias, les traería una cascada de problemas legales que nadie con dos dedos de frente quiere pasar. Y el motivo extra: su cliente se pueden matar -o quedar vegetal en una silla de ruedas- con esos productos que la mayoría no vende.

Si bien a los grows, las distribuidoras (legales) de estas neodrogas (legales) les ofrecen regularmente esos productos, cannabinoides sintéticos (hasta dentro de los líquidos para los cigarros electrónicos) y otras drogas, mi experiencia es que pasan de ellos como de comer mierda. Y bien que hacen, no se complican y no traen nada que mata a una tienda que, como las que pivotan en torno al cannabis, son esencialmente tiendas saludables y con mucho cliente terapéutico.

Pero hace dos días me avisaron de un grow-shop, que estaban volviendo a enviar paquetes con distintos productos, y que ademas de ser cantidad venían varios de cannabinoides sintéticos en su forma de “falsa marihuana”: materia vegetal en la que se ha mezclado el compuesto sintético.

No solo los grows están recibiendo estos “paquetes”, sin pedirlos ni haberse interesado por el asunto, sino que son enviados desde el Reino Unido sin identificación alguna: un sobre acolchado SIN REMITENTE con sello inglés. En estos momentos, Reino Unido está tomando medidas drásticas para luchar contra estas drogas -que fueron mencionadas en el discurso de hace unos días de la reina anunciando el plan contra ellas- y es posible que se enfrente a una prohibición que haga ilegales -allí- todas estas sustancias asesinas. Los productores lo saben, los distribuidores también, y están buscando nuevos mercados donde poder seguir vivos y ganando dinero a costa de producir jóvenes muertos.

En el grow-shop que me informó, “El Jardín de la Alegría” en Salamanca, iban a hacer con el paquete lo que han hecho con otros similares: tirarlo a la basura nada más verlo. Pero en esta ocasión les hizo gracia la variedad y la cantidad, así que me preguntaron si me interesaba... y claro que me interesaba!! Hay que avisar a todos los grows de lo que está pasando, porque con estas drogas, una calada puede ser bastante para quedarte sin hermano, novia o amigo.

En el paquete que está enviando la compañía inglesa, hay 25 paquetes preparados para la venta, de unas 12 especializades distintas, que incluye los siguientes nombres: Sensate, Hooter, Focus, Sirius, Armageddon, Genesis, ReGenesis, Bamboo, Fiji Wave, Fiji Wild, Chillout.
Sólo uno de ellos, da una indicación de su contenido (posible): un sobre con metiopropamina, una pseudoanfetamina legal, pero no indica ni pureza ni dosis ni nada. Solo pone su nombre en rosa, pero nadie te asegura que el compuesto sea ese.

No sólo están buscando nuevos mercados, sino que lo hacen sin importarles nada quien reciba dichos paquetes: muchos de los que lo han recibido, lo han dejado en casa (en otras ocasiones) y han terminado usando “algunas de las drogas que venían”, sin saber cuáles ni cuánto, ya que dentro del sobre sólo está el polvo para esnifar o el producto vegetal para fumar. Ni una indicación en todo el paquete de cómo proceder con eso.

O sí, una bien grande: 
NOT FOR HUMAN CONSUMPTION.




Para terminar, quiero comentar que hace unos días, una persona de la administración, responsable del área de drogas de una comunidad autónoma, me enviaba una consulta sobre una droga que (textualmente) “hace los efectos de la marihuana y es legal”. La consulta venía remitida por una profesional que trabaja con menores en centros especiales (con tutela judicial) porque habían detectado que algunos chicos en un centro, fumaban esa droga pero no daban positivo a los test de THC, y ellos no tenían idea de qué podía ser.

El nombre por el que la llamaban los chicos no podía ser más ingenuo: “tabaco feliz”.
Tabaco feliz a una sustancia que te puede matar con una calada. Y todo esto porque seguimos en un mundo en el que la mejor protección y más segura contra ese tipo de drogas, los cannabinoides sintéticos, es el cannabis pero nosotros lo tenemos prohibido.

Ahora, tú decides: ilegal fumador de cannabis natural, o muerto legalmente por cannabinoides sintéticos.
Elige salud, elige ser ilegal.... al menos en esto.



Drogoteca.