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jueves, 28 de febrero de 2019

Fabricando yonquis para la epidemia en USA



Fabricando yonquis 
para la epidemia en USA.


A final de los años 90, el tratamiento del dolor -en todas sus faceta clínicas- se enfrentaba a los primeros cambios aperturistas (a nivel mundial) tras las duras restricciones derivadas de la guerra contra las drogas, iniciada décadas atrás. En aquellos años oscuros, el tratamiento del dolor, tanto agudo como crónico, asumía que el paciente debía hacer frente al dolor con las mínimas ayudas farmacológicas, ya que el dolor era una condición “normal” ante los avatares de la vida. Se colaban en el tratamiento médico las concepciones morales del doctor de turno, derivadas de nuestra cultura judeo-cristiana por la que -como narra Antonio Escohotado- te encontrabas a médicos que ante la petición de cuidados paliativos para un moribundo, te contestaban cosas como “el dolor le es grato a Dios” y casi de forma habitual se negaban a prescribir analgésicos de forma racional o, lo que es igual, atendiendo a variables únicamente médicas.




Ante esas posturas, arrastradas por los galenos desde el inicio de la cruzada farmacológica contra las drogas, la propia Organización Mundial de la Salud animaba a los países a mejorar la atención al dolor (en todas sus formas) y les animaba a perder el miedo a recetar opiáceos u opioides. Aquel miedo tenía su base en la desinformación sobre drogas, que acompañó a la fiscalización de las mismas en el siglo XX, y que predicaba invenciones como que te bastaba con probar la morfina o la heroína para caer en la espiral destructiva de la adicción descontrolada. Por supuesto, esta mentira mil veces repetida, no era la realidad: para engancharse hace falta tiempo y cronicidad en el uso. Esto era aún menos cierto en el caso del tratamiento del dolor, donde las motivaciones para el uso de la sustancia, son diferentes y el contexto -médico y clínico- muy distinto. 

Pero hasta ese momento, los mórficos y opioides sólo se aplicaban en situaciones terminales o muy puntuales, donde el hipotético problema de una adicción destructiva fuera materialmente imposible (como en alguien moribundo en una cama de hospital).

Los datos mostraban cómo los pacientes tratados en contexto médico por dolor (en hospital o en sus casas) no tenían apenas tasas de adicción, si no existían problemas de adicción previos. Esto era cierto (sigue siendo así en esencia), y una carta publicada en la prestigiosa revista “NewEngland Journal of Medicine” en el año 1980 y enviada por investigadores médicos de reconocido prestigio, explicaba que entre más de 11.000 pacientes, a quienes se les habían administrado narcóticos en contexto hospitalario o de cuidados dirigidos por un hospital, sólo 4 de ellos habían desarrollado una adicción que pudiera ser documentada claramente. En aquel momento, años 80, estos doctores eran lo más puntero intentando revertir la creencia de que los opiáceos conducían a la adicción de forma casi inexorable. E hicieron bien en escribir dicha carta, que colaboró a que las frecuencias de prescripción de analgésicos narcóticos se suavizaran y abarcasen a pacientes con dolor crónico, fuera del espectro de los cuidado terminales.





Sin embargo, su bienintencionada carta a la prestigiosa revista médica, fue usada de forma distorsionada para lanzar la más grande campaña de ventas de fármacos opioides, en la historia de la humanidad. A día de hoy, uno de sus dos autores, ha llegado a decir que “sabiendo lo que sabe hoy y la forma en que su texto fue intencionalmente mal usado, no escribiría esa carta” y no es para menos, ya que fue citada 608 veces en otras publicaciones, en un 72% de las ocasiones para apoyar la afirmación de que “los opioides raramente provocaban el inicio de una adicción” y en el 80% de los casos, esa cita se hacía sin dar el dato de que dicho estudio se refería a pacientes en entorno de control hospitalario. Se omitió ese dato en 4 de cada 5 menciones y se indujo a creer a los médicos que la prescripción de opioides no derivaba casi nunca en problemas adictivos, independientemente del contexto clínico. Es el texto de origen médico más relevante en el desarrollo del problema que hoy enfrenta USA con respecto a estos fármacos.

Aquí cabe hacer especial hincapié en que en USA, carecía (aún carece) de un sistema general de salud público que atienda a todos los ciudadanos, por lo que la consulta médica se hace en el contexto de la competencia de los médicos por captar clientes: el médico cobra de forma directa en función del número de pacientes que atienda, aparte de las primas económicas que los laboratorios daban (y dan) por recetar sus productos frente a los de la competencia. Esta variable, es esencial para entender buena parte de todo este asunto.

La cabeza más visible del monstruo, la farmacéutica, entraba en acción con una brutal campaña de ventas, en las que miles de “visitadores farmacéuticos” fueron entrenados para hacer creer a los médicos que la tasa de problemas de adicción con los opioides era inferior al 1%, sin importar un montón de variables más en ese cálculo. Los médicos, animados a recetar un fármaco que no sólo funcionaba sino que te aseguraba la dependencia del cliente, no se hicieron de rogar y aceptaron encantados en su mayoría el flujo de dinero que les empezó a llegar, gracias a prescribir narcóticos; se desdibujaba en muchos casos el límite entre lo que es un médico prescribiendo y lo que es un vendedor de droga con capacidad de surtirse legalmente.

Fue la compañía Purdue Pharma la que arrancó dichas campañas, en unos esfuerzos que le rindieron cuantiosos beneficios, haciendo pasar su producto estrella a ser el mayor “best-seller”: el “OxyContin” u oxicodona. Purdue Pharma pasó de recibir “unos pocos miles de millones de dólares” a facturar 31.000 millones de dólares en el año 2016 y a aumentar aún la facturación en el año 2017 con 35.000 millones de dólares. ¿Cuánto se embolsarán este año 2018?

Purdue Pharma no sólo produce oxicodona para el OxyContin. También produce hidrocodona, codeína, hidromorfona, fentanilo y morfina. De hecho, esta compañía desarrolló “Contin”, que era un sistema de liberación de la droga en larga duración. Eso ocurrió en 1972, pero hasta 1984 no aplicaron el concepto a la morfina creando el “MSContin” (Morphine Sulphate Contin) que les permite cobrar estos fármacos -todos fuera de patente hace años- como recién patentados en base a la novedad de la liberación lenta. Este mismo desarrollo fue aplicado a la oxicodona, creando el “OxyContin” en 1995 y que ha sido calificada como la espoleta de la bomba que se estaba arrojando contra la población y que ha causado la mayor epidemia de muertes por consumo de drogas de la historia.




De hecho, hasta la morfina que yo y otros pacientes -de dolor crónico- recibimos en nuestras farmacias, paga cuantiosos royalties a esa misma compañía y sus filiales, por su “sistema de liberación lenta Contin” que ellos intentan vender como un componente esencial para evitar el abuso en estas drogas de farmacia, pero que para evitar el sistema “Contin” vale con machacar la pastilla, picarla para esnifarla o disolverla para inyectarse. Pero por desgracia, su sistema Contin sólo sirve para contener el abuso de opioides en aquellas personas que no son precisamente el perfil psicológico del que va a abusar de su uso, sino el contrario; al abusador le resulta simplemente evidente que si no quiere que la droga sea liberada de esa lenta forma en su cuerpo, le vale con no tomarla como le indica el prospecto.

Purdue Pharma lo supo desde el principio, y hace ya 17 años fue demandada por el fiscal general de Connecticut para que tomara medidas con respecto a las altísimas tasas de adicción que estaba provocando su producto estrella, contestando la compañía con gestos cosméticos y promesas de reformular del producto en el largo plazo. Eso fue en 2001, y en el año 2004, otro fiscal general (West Virginia en esta ocasión) demando por “excesivos costes generados” y la farmacéutica pagó 10 millones de dólares para llegar a un pacto en el que todas las pruebas quedasen sin ser reveladas bajo un acuerdo de confidencialidad. En este momento, ya no era especulación sino que existían datos sólidos de lo que se estaba haciendo y de lo que su producto estaba causando.



En 2007, la compañía se declaró culpable en un acuerdo que incluía el pago de 600 millones de dólares, en una de las mayores sanciones a una compañía farmacéutica. Curiosamente, el presidente de la compañía, el abogado jefe de la misma, y el jefe médico, tuvieron que pagar unos cuantos millones de dólares extra por los cargos de “promoción incorrecta” del uso de dicho fármaco. El total de las multas impuestas, en todas las demandas, no llega a los mil millones de dólares cuando la compañía factura 35 veces más, sólo cada año.

Las pastillas de OxiContin en USA se pagan en el mercado negro a 1 dólar por miligramo, mientras que la heroína callejera es 10 veces más barata. A día de hoy, con las actuales restricciones, es casi imposible encontrar pastillas reales de OxyContin y, lo que circula en las calles, son pastillas que estéticamente tienen la misma apariencia pero están fabricadas en el mercado negro y contienen otros compuestos como el fentanilo u otros derivados: son drogas que pueden ser entre 50 y 1000 veces más potentes que la heroína, la oxicodona o la morfina. Hasta tal punto es claro el impacto concreto de ese producto, que la actual epidemia de muertes por fentanilo viene servida en dicho envase. En el documental realizado por Vice se puede ver como todo el mundo habla del fentanilo, son conscientes de que es fentanilo lo que compran en el mercado negro, pero el medio en que se vende, son pastillas falsas de OxyContin de 80 mgs, las de color verde.


¿Cómo ha podido todo esto llegar a impactar en el mercado hasta la imitación de las pastillas más vendidas? De un tiempo a esta parte, la producción de pastillas se ha ido simplificando considerablemente. Adquirir máquinas de prensado (más pensadas para prensar golosinas que para prensa fármacos, por su falta de precisión en muchos casos) se ha vuelto relativamente sencillo, e igualmente sencillo obtener un opioide ultra-potente como el fentanilo o sus derivados.

Estos compuestos se pueden considerar -sin problema- un arma química, y ya fueron usados así ese tipo de compuestos en el asalto del teatro “Dubrovka” ruso que fue tomado por un grupo terrorista, causando con su uso y falta de medidas de respuesta farmacológica posterior (no tenían naloxona, el antídoto, en suficiente cantidad), el mayor número de muertos de todo el asalto. El arma química usada entonces se conoció como “Kolokol-1”(campana, en ruso) y se cree que era el compuesto 3-metilfentanilo, una variante más de esta familia.

La potencia descomunal de estas nuevas drogas, junto con la facilidad para producir una pastilla con la imagen de la que era el best-seller del mercado negro (y que retiene parte de la demanda que produjo) ha traído a este nuevo escenario actual.

Pero todo esto no hubiera podido pasar sin lo que se dio en llamar “Pill Mills” o “Clínicas Pastilleras” (traducción libre). Ya que se había exacerbado la demanda de opioides de farmacia -de forma artificial- induciendo a los médicos a prescribirlos prácticamente para cualquier cosa. Fueron algunos de estos los primeros en sacar partido a la nueva situación, en que prescribir fármacos que antes estaban fuertemente controlados, no daba problemas y sí mucho dinero. Se empezaron a crear esas “Pill Mills” que eran clínicas en las que era muy sencillo conseguir prescripciones de estos fármacos. En dichos lugares te cobraban entre 200 y 400 dólares por hacerte las recetas, y llegaban a atender cerca del centenar de pacientes en una tarde.

Hubo médicos que, manteniendo su trabajo y área sanitaria en un estado, se desplazaban a otros estados para “pasar consulta” a enormes filas de clientes que esperaban para pagarle al “camello legal” las recetas que les daría. Aún así los beneficios para quienes derivaban estos fármacos al mercado negro eran muy altos: se llegaba a pagar 1 dólar por miligramo de sustancia, y en una sola prescripción de 50 pastillas de OxyContin de 80 mgs, hay 4000 dólares a ese precio. Suficiente de sobra para pagar al médico-camello, a los falsos pacientes que iban a por recetas, y para sacar una enorme tajada a esos precios de venta. Negocio para todos los implicados, mientras la demanda siguiera siendo tan boyante.

A esto se ha de sumar que muchos médicos en las clínicas, no sólo prescribían y cobraban por hacerlo, sino que también hacían de servicio de venta de esos productos que recibían directamente de representantes farmacéuticos.

¿Por qué? Pues porque ese era su único objetivo: vender y vender. Estas clínicas, no sólo prescribían a cantidades enormes de pacientes, tras el pago de una tarifa, sino que de paso les vendían también los fármacos; doble ganancia. Esto ha sido así hasta hace relativamente poco, ya que en el año 2015 se cerraron varias de esas “Pill Mills” (250 sólo en 1 estado como California) con casos tan llamativos como el de un médico que fue procesado (por 5 homicidios debidos a sobredosis, entre otros cargos) tras haber prescrito 2'8 millones de pastillas en 19 meses. La oxicodona del OxyContin (que supuestamente era menos adictivo y así se vendía por parte de la farmacéutica) pasó a ser conocida como “la heroína del hombre rico” por su elevado precio, en un guiño al nombre que -en los años 60 y 70- se le dio a la Datura estramonium, una planta solanacea muy común que contiene atropina e hiosciamina: “el ácido (LSD) del hombre pobre”.

Hasta febrero de este año, ya con los opioides enfrentando draconianas restricciones de nuevo en USA, Purdue Pharma y sus filiales no han dejado de impulsar y reforzar sus campañas de marketing para opioides (actualmente están despidiendo y recolocando a 200 representantes de ventas farmacéuticas). Hasta el ex-alcalde de New York y ahora abogado de Donald Trump, Rudy Giuliani, se dedicó a evitarle a Purdue cuantiosas multas y que sus directivos acabasen en prisión mientras seguían enganchando a todo un país a sus drogas; todos sabían lo que pasaba pero nadie quería dejar de ganar millonarias cantidades.

Pero la maquina de hacer dinero (de Purdue y sus satélites) abandona parcialmente USA para embocar una nueva estrategia de crecimiento, en la que se pasa a apostar por aumentarlas ventas de “OxyContin” en los llamados mercados emergentes de África y Asia, donde las regulaciones sobre estas drogas no les molesten y les permitan seguir haciendo miles de millones de dólares, a costa de gravísimos daños para el conjunto de toda la población, consumidores o no.


Drogoteca.



Texto publicado en Disidencias.net originalmente.

jueves, 3 de marzo de 2016

El péndulo de la Dra.Heroína

Este texto, sobre la epidemia de médicos prescribiendo opioides alegremente en USA que ha acabado creando una epidemia de muertos por sobredosis, fue publicado en el portal Cannabis.es y es el primero de dos enlazados temáticamente. Esperamos que os guste.

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El péndulo de la Dra. Heroína.


¿Cómo explicarle a un lego lo que está pasando en los USA con los opiáceos? ¿Qué hacen contando los muertos por miles debido a sobredosis de opioides recetados por médicos? ¿Por qué caen como moscas grupos locales de usuarios de heroína en USA y de dónde han salido tantos?

Empecemos por aclarar algo: los opiáceos y los opioides -algunos usan los nombres indistintamente aunque no son lo exactamente lo mismo- son en su inmensa mayoría drogas adictivas. Esto quiere decir simplemente que cuando un organismo comienza a tomarlas (da igual por qué vía) y su cuerpo se acostumbra a tener una cierta cantidad de esa droga en sangre, la falta posterior de esa droga -u otra muy similar- que permita mantener ese nivel en la sangre, provoca un síndrome de abstinencia. 





¿Qué y cómo de duro es un síndrome de abstinencia? Pues los hay de muchos tipos y sabores, y dependen de la sustancia que se haya consumido, la dosis y frecuencia de consumo, y la duración del mismo. Muchos de los fármacos que se usan hoy día en la consulta de cualquier médico de cabecera pueden provocar síndromes de abstinencia que harían palidecer al heroinómano más experimentado, así que entendamos el asunto como lo que es en este caso: una cuestión de requerimiento fisiológico en la que el cuerpo lo pide, y si no lo tiene, te castiga con dolores y malestar en distintos grados. Algunos leves pueden ser como un molesto resfriado (con dolores articulares y sólo ganas de meterte en la cama, o de meterte más droga que te quite los síntomas) o estar con cierto malhumor durante unos días, como sufren los fumadores mientras sueñan con cigarros encendiéndose a su alrededor, o con tener menos facilidad para entrar en el sueño como le ocurre a los fumadores de cannabis cuando les falta el porrito de por la noche. Puede ser algo así, o puede ser un cuadro con alteraciones psíquicas serias, alteraciones orgánicas peligrosas que pueden llegar a matar como en el caso del alcohol, o alteraciones del sueño que pueden volver loco al más pintado en el caso de las benzodiacepinas, etc. 

Todo depende de qué, cuánto, cómo y durante cuánto tiempo.

La cosa sigue así. Imagine que va a su médico y para ese dolor de espalda que usted tiene -provocado por una mala postura que suele adoptar junto con falta de ejercicio físico- y que se ha vuelto un problema ya: usted es una persona normal y corriente, que no sabe nada de drogas, y que tiene -pongamos- 58 años. Un ejemplar y patriota padre de familia con bandera en el porche de su casa, que nada en absoluto tiene que ver con las drogas. Y su médico le da una pastilla que puede que, por primera vez en su vida, le alivie de verdad el dolor. Eso está genial, ya que fuera de una función diagnóstica, el dolor no debería tener cabida ni tolerancia en la práctica medica, sea cual sea su origen. Nuestro protagonista “ad hoc” -llamémosle Joe- se siente feliz con esa medicación. Y no le faltan razones, ya que le quita en gran medida el dolor que tiene, le ayuda a dormir mejor y hace más soportables las monótonas noches de pareja en la dilatada rutina conyugal. ¡Casi que hasta hace a la TV divertida, coño!

El asunto es que si Joe sigue así, tomándose suficientes pastillas como mantener todo el día su sangre con droga en ella, acaba siendo un adicto. En este caso sería un adicto yatrogénico al serlo “por causas médicas”. Puede que el caso de Joe sea uno de los que realmente necesitan opioides para tratar su dolor, pero puede que tal vez sólo hicieran falta de forma puntual y no se retiraran después o que, por comodidad, el médico el ver una respuesta positiva del paciente -y seguramente una reticencia a que le quitasen la panacea del bote de pastillas- decidiera simplemente complacer a su paciente, lo cual en sí mismo tampoco ha de ser nada necesariamente malo.





Pero si en ese esquema en el que prescribes con cierta generosidad fármacos que esencialmente hacen lo mismo que la heroína o la morfina, metes a una industria farmacéutica en constante cópula con el legislador y el fiscalizador de las drogas en USA, pues la hemos jodido. 

La pasta de la industria farmacéutica -los que venden las droga legales, básicamente- es tan adictiva como la del narcotraficante, o más en su caso porque “transcurre por cauces de aparente legalidad”, y la cantidad de pasta que se mueve en la rama farmacéutica de la “industria de la adicción” (drogas legales, fármacos de prescripción, servicios sexuales y porno, comida rápida y adictiva, etc.) es muy alta. Así que las farmacéuticas asaltaron a los legisladores por un lado y a los médicos por otro, a unos dándoles pastaza para sus asuntos y a los otros, pues de la misma forma: sólo cambiaba el cómo.

Al médico le controlaban la cantidad de recetas que emitía de cada fármaco y marca, de manera que se le podía “sugerir” (ya saben cómo de elástico es eso de sugerir) que recetase más una u otra, para que le dieran pasta o más pasta. Y coño, si es legal nadie tiene por qué decir que no a un caramelo, ¿no? Así que el médico no es que vaya a empezar a dar heroína en pastillas a todo el que le visite, sino que cuando tenga que tratar un dolor (una causa justificada) estará “más inclinado” a recetar lo que la industria quiera y el legislador le permita. Como al legislador le tienen domesticado a base de pasta para sus campañas y está tranquilo mirando a otro lado, éste no dice ni mu. Y hasta puede presumir de que hay más ciudadanos felices gracias a él, que ya pueden vivir sin dolor.





Así que mientras en USA arrasaban dispensarios de marihuana medicinal, a la vez estaban diciéndole a los doctores -mediante un incentivo perverso en el mercado como son las primas por recetas- que recetasen más y más mórficos. Si alguien en este punto cree que la heroína es mala, pero la morfina es buena, o que la morfina es lo último pero la oxicodona es más suave, que deje de creer nada: todos estos fármacos son en esencia iguales, hacen lo mismo y matan igual. 

Realmente la industria sabía lo que estaba pidiendo -porque conoce la historia de lo que pasó cuando lanzó la heroína como fármaco contra la adicción a la morfina- y los doctores deberían saber lo que estaban haciendo: creando adictos. 

¿Como médico recetabas cannabis? Te mandamos al talego por prácticas contra la salud de tus pacientes. ¿Recetabas cantidades industriales de mórficos adictivos? Te pagamos unas vacaciones en el burdel más cercano: no exagero, las primas en el complejo equilibrio médico-farmacéutico se pagan (aún hoy) de las formas más variopintas.





El resultado de esto, como cualquiera puede imaginar, es que se crean un montón más de adictos y esto es una realidad que no tiene que ver con nada moral: son adictos como lo es un dependiente a cualquier otro fármaco que cree adicción, psicoactivo o no. El número de prescripciones de mórficos en USA (y Canadá, que les sigue de cerca en casi todo) empezó a crecer como si estuviéramos en tiempos de guerra y en poco tiempo, el negocio ya era doble: el sistema te hace adicto, y nosotros te curamos. Entraron en juego las “clínicas contra la adicción” que esencialmente son lo mismo que en España y también se pusieron a hacer caja con la desintoxicación de adictos, mayormente por la vía privada. 

Las farmacéuticas sacaron más presentaciones “modificadas” de fármacos, porque resultaba que la mayoría de los mórficos están descubiertos hace muchas décadas, con lo que no tenían ya patentes para cobrarlos caros y empezaron a experimentar con otras formas de administración: retardada, por piel, sublingual, intramuscular para unos días, por el culo y hasta en una maquinita que viene a hacer lo mismo que esnifar fentanilo (uno de los opioides más peligrosos de manejar) y que te da una dosis instantánea y nasal -o sublingual- de opioide con sabor a rica menta (como un mojito). 

Se especializaron en sacar pasta de vender “nuevas formas de aplicación” que sí generaban patente y se cobran aún mucho más caras, y esto aumentó más el número de usuarios porque aumentaba la presencia y acceso entre la población a estos dispositivos de forma legal, animando con más dinero a los médicos a recetar sus productos. Realmente era (y es) como un juego entre laboratorios a ver quién era capaz de enganchar en más medicaciones a más población, da igual cuales. Si ves la lista de las 100 más vendidas lo entenderás. Y joder, los opiáceos y opioides enganchan: bastante cuando se usan de forma prolongada.





Los ratos de cama entre una industria “lobby mafioso”, untando de dinero un sistema médico-legal como el de USA, acabaron creando una enorme masa de consumidores adictos a estas drogas que no eran tipos en un callejón sino abuelas. Como la que sin querer mató a su nieta al dejar en la basura un parche usado de un fármaco recetado por su médico, que la niña vio y recogió, poniéndoselo en la piel cuando jugaba a imitar a la abuela enferma y muriendo sin despertar horas después. 

O esos casos de hombres mayores que están recibiendo opioides de liberación retardada y que sin explicación, en un ataque súbito de sueño o de droga en sangre, se duermen al volante de su coche. O los que se quedan dormidos sin más porque el médico que les trata les indicó una dosis que para su metabolismo de eliminación era excesiva y acaban en una sobredosis en la cama. Empezó a haber muertos, cada vez más, sobredosis, cada vez más y también más mamoneo al prescribir, trapicheo y mercado negro asociado a las drogas de farmacia. 

La aplastante lógica de la máquina legislativa de USA entró en acción y simplificó el problema con la misma torpeza que ha tratado otros muchos asuntos: “si los opioides matan, quitemos los opioides”. Así que de golpe, a toda una población que contiene un porcentaje muy alto de adictos a algo equivalente a la heroína -sin saberlo muchos de ellos- les quitaron la droga salvo a los casos más justificados. Un buen día les dijeron “no, de esto ya no nos queda, pero le podemos dar una aspirina, si quiere”. Algunos se lo pudieron comer, otros no fueron capaces. Y los que no, acudieron a buscar ayuda al mercado negro (por donde casi todos pasamos, de una u otra forma, al final).

¿Qué les esperaba en el mercado negro? Pues las aberraciones más curiosas que la prohibición de las drogas pudiera crear, desde inhaladores “caseros” de a-saber-qué-fentanilo hasta pastillas falsificadas de oxicodona -una de las grandes en el “top ventas”- que eran falsas y contenían drogas aún más potentes y peligrosas. De todo. Y sobre todo mucha demanda, lo cuál aumentaba el número de estafas en circulación. 




Una demanda hecha de gente como ellos, relativamente nuevos adictos, que habían pasado de una adicción legalmente mantenida y estimulada (lo supieran o no) a tener que lidiar con su dolor, problemas, trabajo y pareja sin algo que les ayudase: no se ven capaces. Y también, como no, están los siempre socorridos “stamp bags” o papelinas de heroína del tamaño aproximadamente de un sello grande que se venden por 10 dólares, lo cual es razonablemente barato como coste mínimo -aunque en Madrid una cantidad similar se vende por 5 euros, y he visto vender hasta 1 euro de heroína (para “manchar” la base de coca)- de manera que casi cualquiera pueda acceder a ello. Aunque la heroína que suelen tener en USA suelen usarla inyectada o esnifada, no fumada. Y eso añade un problema más porque esas vías de administración producen más muertos, ya que la impregnación del organismo con la droga se produce de golpe y no se puede detener.

Y a todo este panorama, que ha ido empeorando con cada decisión y con cada acción tomada, se le añade un nuevo actor que agrava el problema: el fentanilo y sus derivados. Son opioides muy potentes que equivalen a decenas o cientos de veces la misma cantidad de morfina o heroína. Los narcos lo han descubierto y han visto que resulta más fácil sintetizar medio kilo de eso que sembrar, recoger y procesar varias hectáreas de adormidera y transformarla en heroína. 

En muchos casos, la droga que usan no es ni siquiera fentanilo, sino derivados del mismo que -como son legales- no tienen ni que sintetizar, sino que se encargan vía Internet a China. Los narcos del mercado negro han empezado a usar estas superpotentes drogas para fingir las otras, prohibidas o restringidas como la heroína o los mórficos de farmacia, con el resultado añadido de que -de golpe- mueren grandes porcentajes de grupos locales de usuarios de drogas cuando les llega una partida adulterada con estas otras moléculas por sobredosis, principalmente debido a que esnifan o se inyectan de golpe la dosis que creen adecuada, y no calcularon bien. Muertos porque el mercado negro -creado por la prohibición de las drogas- no ofrece datos de pureza.





Mientras en USA sufren una epidemia por uso de opioides (legales o no) que les ha obligado a hacer que la policía se tenga que entrenar a llevar y usar naloxona inyectable -el antídoto de los opioides- debido al elevadísimo número de sobredosis que sufren como sociedad, en Europa las políticas de prescripción de opioides son extremadamente rígidas en general, y aunque poco a poco los médicos se van abriendo a recetar mórficos para dolores severos, el tratamiento de los pacientes con dolor carece de cierta homogeneidad por zonas locales y queda a discreción del médico, quién en el caso europeo sufre otro incentivo perverso pero en sentido opuesto: mejor no recetar mórficos. ¿Por qué?

Tienen la idea -debida a la falta de uso- de que su capacidad adictiva es inmanejable o saben que si prescriben esos fármacos serán mirados con más atención por parte del sistema. O simplemente -como me dice mi propio médico- porque para rellenar una receta de estupefacientes (así se llaman en España) hacen falta más datos, copias y sellos que para comprar una casa. Así que si nadie se lo ordena (lo que equivale a que te lo recete un internista o un traumatólogo como poco) ellos no van a poner en tus manos algo que sólo les puede traer problemas e incordios. ¿Que te quedas con dolor? Díselo a un especialista, que ellos -los de familia o “cabecera” sólo firman y por tus recetas “complicadas de rellenar y peligrosas de emitir” no cobran más, y sí tienen que rendir muchas más cuentas al estado.

El tratamiento del dolor clínicamente con opiáceos parece ser un péndulo que se mueve entre dos posturas extremas, ambas perversamente incentivadas: la de USA con unas tasas altísimas de prescripciones de estas drogas vs. la de Europa que en una mezcla de moralismo y miedo se quedan extremadamente cortas.


Si en el medio está la virtud, ésta queda 
-políticamente en materia de opiáceos-
 en mitad del océano Atlántico.

viernes, 29 de agosto de 2014

SOBREDOSIS


Recuerdo la primera tarde que pisé una facultad - de Medicina- para recibir algo de formación decente sobre la farmacología de la adicción. Eramos chicos y chicas tímidamente opinando de drogas y fumando -sí, fumando tabaco como perros- a las puertas de un aula enorme de la facultad de Medicina.

Al entrar, la profesora, que parecía una mujer algo neurótica -pero era ciertamente un cerebrito en su campo- y estrambótica, de esas que si no la conoces te daría miedo preguntarle por la calle qué hora es por si te empieza a gritar sin motivo alguno, empezó a hablar del siglo XVIII y de secar páncreas de cerdo, de hacerlos polvo una vez secos y venderlos como "droga" (aunque era un concepto que no existía como actualmente) a la gente de esa época. La cosa sonaba rara.

Dijo que la mayoría de la gente que probase esa droga, el páncreas de cerdo seco y en polvo, se sentiría mal y no les gustaría. No servirían como clientes. Pero que habría otro grupo de la población a quien esa droga les haría sentirse "mejor que nunca" y seguramente querrían seguir consumiéndola, de la misma forma que hay un porcentaje de la población actual que tras probar los opiáceos como la heroína, hay un grupo de personas que quieren seguir consumiéndolos, y así hacen.

Terminó su presentación diciendo que hoy en día, a los primeros (los del páncreas del cerdo seco) les llamamos diabéticos y les tratamos con insulina, pero a los segundos les llamamos drogadictos y les tratamos con medidas de represión de su comportamiento: penales, legales, sociales y médicas.

Más de 20 años después, tras una noche de concierto con Extremoduro, deliciosa, llena de drogas, charlas y buen rollo, me despertaba en una casa en Arenas de San Pedro, Ávila, con mi pareja gritándome y una chica convulsionando a mi lado. Era la primera sobredosis -de las de vida o muerte- que tenía delante, y no había tenido ni tiempo de despegar los ojos. Ni sabía que era una sobredosis, realmente...

Una mujer de 30 y pocos años convulsionaba salvajemente sobre una cama (menos mal), yo la cogí y la coloqué de lado, por si había vómito. La persona convulsionaba de forma violenta, pero mantenía un "cierto contacto visual" -estaba con los ojos abiertos como si no pudieran abrirse más, como si quisiera hablar con ellos, y fijos en mí que estaba frente a ella- y a la vez "boqueaba" como si le faltase el aire, como un pez muriendo fuera del agua, como si quisiera respirarlo todo a la vez y no pudiera. El cuadro daba miedo, yo creía que tenía a alguien muriéndose en mis brazos.

Manda huevos!! Tantas drogas, tanta fiesta, tanta hostia, e íbamos a tener una muerte por una sobredosis de insulina??? Sí, era insulina. La persona era diabética, cosa que todos los que íbamos sabíamos, pero en un arranque de estupidez, se levantó con la boca seca (un síntoma que algunos diabéticos suelen achacar al exceso de azúcar y la necesidad de insulina) y se inyectó una cantidad de insulina del doble de lo normal que se suele inyectar, sin hacerse primero una prueba de azúcar para conocer su nivel en sangre. Y para rematarlo se metió de nuevo en la cama, sin comer nada... 

El azúcar, la glucosa, en el cuerpo de la chica, que sólo había tomado 1 coca cola en todo el concierto y nada más en 15 horas, cayó en picado. Sólo la suerte hizo que hubiera alguien dormido a su lado que notó las convulsiones y reaccionó, o seguramente hubiera muerto. Nos hubiéramos despertado con una amiga muerta en la habitación (o en la misma cama). La cosa no terminó ahí: estábamos en una casa alquilada donde no sabíamos ni donde estaban los vasos, y estábamos intentando darle azúcar disuelto en agua en un "vaso de sidra" (muy grande y de cristal muy fino) que debido a las convulsiones era imposible, porque rompía el cristal con la boca. Al final, bloqueándole todo el cuerpo con los brazos y manteniéndola erguida pero con la cabeza bloqueada, pudimos conseguir que tomase algo de agua con azúcar... que en poco más de un minuto había surtido efecto.

La reacción del servicio de emergencias, coordinada por el 112 al teléfono fue impresionante. Tuvimos la suerte de que en el pueblo había una base de emergencias médicas y en menos de 7 minutos (eternos) teníamos a la ambulancia con una médico y dos enfermeras, que atendieron todo el asunto de forma magistral, tras el susto pasado, daba gusto verlas actuar, hacer un electrocardiograma en el lugar, unas pruebas de glucosa, etc... (la chica sólo había subido a 42 de azúcar al llegar ellos, y a 56 cuando se fueron -tras comprobar que estaba bien- cuando los valores normales están entre 90 y 110).

Realmente fue la primera vez que me sentí orgulloso de vivir en un país que tenía medios para responder ante algo así, y que existía dicha coordinación. Y me seguiría sintiendo orgulloso si hoy no hicieran 2 años del Real Decreto que retiraba la prestación sanitaria a los inmigrantes sin papeles en mi país, algo que me hace sentir una profunda vergüenza.

Pero basuras políticas aparte, la reacción de las emergencias en Arenas de San Pedro fue impecable. Si en lugar de una sobredosis de insulina, hubiera sido de morfina o de un opioide, seguramente le hubieran salvado la vida igual con unas cuantas dosis de naloxona. Por suerte en España, la naloxona es algo común en centros de emergencias y el el antídoto por excelencia en las sobredosis con opioides (recetados por el médico o comprados en el mercado negro, da igual) desde nuestra "epidémica" relación con la heroína en los salvajes años 80 y restos en los 90. Y en España, haber consumido una droga, hasta la muerte si quieres, no es delito.

No ocurre igual en otro países, como USA, donde en muchos lugares a quien observa una sobredosis (sea de un opioide o de otra droga) se le plantean diversos problemas en lugar de llamar a emergencias sin pensar nada más. Si quien llama ha consumido drogas, puede ser imputado criminalmente. Si quien llama no ha consumido drogas, no le pasará nada legalmente, pero estará metiendo a su "amigo" o a quien esté viendo en sobredosis (o en algo que uno pueda creer que lo es) en un lío, ya que tras salvarle la vida llamando a emergencias, tendrá problemas legales por haber consumido una droga, lo cual provoca un mayor número de casos en que no se llama a emergencias para no implicar a nadie legalmente.

Dado el brutal aumento en el consumo de opioides (recetados por el médico) en USA que hemos visto en estos 10 últimos años, y en el repunte de la heroína allí, por su barato precio y por estar más fácilmente disponible que los fármacos de prescripción, la sobredosis está de moda de nuevo. La variedad de consumo es brutal, tanto por lo que el mercado lícito produce como lo que el ilícito trae: heroína con fentanilo o derivados del fentanilo ultrapotentes que sirven para adulterar la droga, en muchos casos con mortales consecuencias. La reína de las drogas opioides allí es la oxycodona que por el recorte en su prescripción está haciendo que el mercado de la heroína resurja para cubrir los huecos que esta deja en una población, que para bien o mal, quiere seguir consumiendo opiáceos y la historia nos ha enseñado que lo harán, de una u otra forma, mientras quieran.

Este día 31 de agosto es el Día Internacional de Prevención y Recuerdo de la SOBREDOSIS.
No hacen distinción por drogas, aunque la más llamativa y evitable es la de los opioides, y es en buena medida en donde centran sus esfuerzos: en que haya más naloxona disponible para los usuarios de opioides y opiáceos, así como sus compañeros y familiares. En este año, los laboratorios han vuelto a poner sus ojos en la naloxona, al menos en USA. Han sacado un nuevo producto llamado Evzio que es un inyector manual de naloxona, que obviamente tiene la desventaja de que ha de ser inyectado por alguien que se dé cuenta de que la persona sufre una sobredosis (no son tan llamativas como las de insulina, simplemente te quedas dormido... y adiós).

Lo más remarcable del dicho asunto es lo bello que debe ser tener una sobredosis de opiáceos en vista de cómo lo anuncian. Dan ganas de tomar opiáceos para tener una sobredosis y que te lo chuten en la pierna...


Si me dan una rubia así con el aparato, me compro 3.

De todas formas no me parece el mejor de los inventos o soluciones que han aparecido en este último año. La mejor, al menos la más creativa y audaz es un auto inyector de naloxona que detecta cuándo entras en sobredosis mediante la medición de tus constantes y la saturación de O2 en sangre.

Lo ha diseñado Morten Groenning y ha puesto a disposición de todo el mundo el proceso de fabricación junto con los costes asociados de lo que sería el aparato para que no superase las 20 libras de coste total -siendo el mayor coste el de la naloxona precargada en una jeringa- en su web que merece la pena visitar a fondo,  http://groenning.me/heroin-antidote-injector/ donde encontramos también el diseño de cabinas controladas para autoconsumo de drogas, que resulta cuando menos avanzadas y curiosas para su tiempo.



Tiene también imágenes con una prueba de concepto donde se puede observar el funcionamiento del mismo sobre una naranja partida a la mitad.



La ventaja obvia -además del bajo coste- es que no dependes de la asistencia de nadie para poder salvarte de una sobredosis con un aparato que costaría menos de 30 euros. El nombre del invento es INVIO y desde luego merece un vistazo, mientras haya cifras de muertes por sobredosis tan fácilmente evitables con una correcta distribución de naloxona, que es un producto muy barato.

La imagen con todas las partes y su precio es suficiente para que nadie diga que intentar salvar vidas es demasiado caro.



Inventos que sí están bien pensados. Otra cosa es que no interesen.
Esto sí es que es un WEARABLE de esos y no las google glasses...

Esperemos que algún día, el Día Internacional de la Sobredosis sea por fin algo que no haya que celebrar para concienciar a nadie.

miércoles, 9 de abril de 2014

Introducción al uso recreativo de fentanilo



Introducción al uso recreativo de fentanilo y derivados.

En el texto que inician estas palabras hay información referente al fentanilo y a drogas de la misma familia, pensadas desde la más absoluta reducción de riesgos, dadas las características -especialmente peligrosas por su potencia- de esta sustancia. Antes de escribirlo he tenido que dar muchas vueltas a la conveniencia de publicar esta información, que está entendida siempre para mayores de 18 años, por las esperables objeciones del tipo “les das tú la información de cómo consumirlo” como si ello fuera a evitar que sin estas recomendaciones y advertencias quien estuviera determinado a consumir fentanilo no pudiera hacerlo: lo haría igual, pero con menos información y por lo tanto, más riesgos y menos capacidad de respuesta ante situaciones de emergencia.


Parche de 25 microgramos por hora de fentanilo
para uso transdérmico. 


En mi caso, como en el de otras personas que conozco que consumen fentanilo de forma recreativa (no por pura indicación terapéutica), nadie me enseñó nada al respecto y la información la obtuve de los medios habituales (lo referente a dosis, farmacocinética e interacciones) y posteriormente la compartí con otras personas que compartieron la suya conmigo. Y aunque a muchos les pueda sonar extraño hay más gente de la que parece que usa fentanilo fuera de la prescripción médica.

El fentanilo es una molécula bastante simple que tiene unas 100 veces la potencia de la morfina que es la usada como estándar. Distintas modificaciones -también simples- sobre la molécula pueden dar compuestos más de 10.000 veces la potencia de la morfina, algunos de ellos pudiendo ser sólo usados en animales de gran peso, como elefantes o ballenas, para la sedación o anestesia, por lo exagerado de su potencia que los hace inviables para tratar con seguridad a especies menos grandes en las que resultan más tóxicos en sus efectos.


Estructura en 3D del fentanilo.


Entrar en contacto con esta familia de drogas -sin indicación y supervisión de un profesional de la salud- tiene riesgos muy serios que en algunos aspectos superan con creces a otras sustancias también narcóticas. Si piensas que la heroína es una droga muy peligrosa, entonces vete buscando adjetivos más grandes para esta familia, porque son fuertemente adictivas y además tienen entre sus propiedades una capacidad para desarrollar tolerancia en el usuario que se establece pronto y rápido. 

Según mi experiencia, el fentanilo es una droga mucho más adictiva que la heroína -en mi caso- pero siempre hay que recordar que cada persona es un mundo en ese aspecto, y que es un aviso con buena intención y no una aseveración farmacológica absoluta, pero sus riesgos no son menores en ningún caso que los de la heroína si hablamos de sustancias puras, y mayores si hablamos de mercado negro, en el que se suma el riesgo de la sustancia al de todo lo que pueda llevar añadido si lo que compramos no es un fármaco de prescripción, aunque estos también pueden sufrir la adulteración.

En USA se han detectado en repetidas ocasiones pastillas de oxicodona (Oxycontin) en el mercado negro que en realidad lo que contenían era acetilfentanilo, una variante no muy potente del fentanilo pero que ya ha causado unos cuantos muertos allí. Esto ocurre en USA porque el precio de la oxicodona era de los más altos en mercado negro y tiene un amplio uso “recreativo” de forma inyectada, y con una demanda que no se llega a cubrir con lo que se desvía del mercado de prescripciones farmacéuticas, dejando un nicho a tapar por cualquier grupo con actividad en este terreno: tan simple como coger un análogo del fentanilo y venderlo como si fuera oxicodona, mismo tamaño, misma forma y color, y engaña a muchos porque ambos compuestos son activos y lo son en los mismos receptores, pero no de la misma forma y potencia.

Distintas presentacinoes de oxicodona, 
objeto de adulteración con acetilfentanilo
 y engaño en la venta en el mercado negro.


La muerte de Philip Seymour Hoffman -que finalmente parece que su muerte es una 'simple' sobredosis de heroína que le convierte en otra víctima de la guerra contra las drogas y sus usuarios- dio algo de luz al asunto de la adulteración de heroína y otros opioides en el mercado negro con derivados del fentanilo, que lleva un reguero de cadáveres considerable y que debemos recordar que son víctimas que mueren por engaño: les dan una sustancia que no es la que esperan y con comportamiento diferente, lo cual les lleva a situaciones de muerte con facilidad.

Muchas personas pensarán que no tienen posibilidad de acceder al fentanilo y sus derivados en su entorno, pero en realidad es bastante simple y se pueden adquirir tanto los compuestos legales (no prohibidos aún) como los ilegales o bajo control médico con un par de clics de ratón, Silk Road u otro mercado online de drogas y unos bitcoin para el pago. Eso si vas buscándolos.

Pero puede ser también que los encuentres si no los vas buscando: en Japón hace poco más de un año detectaron una mezcla de “falso cannabis” tipo K2 o Spice (hierbas no psicoactivas con cannabinoides sintéticos) que contenía una nueva droga de ese tipo (bastante peligrosa según hemos podido saber después) para esquivar la ley allí. Pero eso no era todo. La muestra también contenía AH-7921, un opioide sintético creado en los años 70 en Reino Unido y que tiene aproximadamente un 80% de la potencia de la morfina cuando se administra oralmente. Es decir, no sólo cannabinoides sintéticos de efectos totalmente desconocidos, sino un opioide sin advertir al consumidor que en el mejor de los casos le provocaría una adicción con el uso crónico y en otros, la muerte por sobredosis y sinergia entre los cannabinoides y los opioides. Son los nuevos 'legalhighs'.


Estructura del AH-7921.


Ese opioide sintético que apareció en un falso cannabis está hoy día en el mercado legal, ya que no existe ninguna prohibición sobre dicha sustancia. El precio oscila entre los 20 euros y los 4 euros por gramo, dependiendo de la cantidad que se compre (hasta un kilo) y todo eso en una web pública a la que cualquier podrá llegar usando simplemente Google. En esa misma web, para no irnos más lejos, también encontramos otro compuesto relativo al tema que tratamos: el W-15.

Este otro opioide sintético que tampoco está prohibido por ninguna ley existente, tiene más potencia que la morfina, en este caso le atribuyen una potencia 5'4 veces superior. No llega a la potencia del fentanilo pero se va acercando... ¿verdad? En el caso del W-15 su precio es de 3'5 euros a 4 euros por gramo dependiendo de la cantidad comprada (la venta mínima en este caso es de 500 gramos). Pero empecemos a poner las cosas en proporciones mas asequibles.


Estructura del W-15, 
opioide que se vende legalmente en la red.


Un gramo de AH-7921 con un precio de 20 euros sería equivalente a 800 miligramos de morfina, lo cual es toda una cantidad sobre todo si se trata de personas sin una amplia tolerancia a opiáceos. Con esos 20 euros tendrían unas 50 dosis activas equiparables (cada una) a unos 12 mgs de morfina orales.

Un gramo de W-15 (independientemente de si cuesta 3 o 30 euros) sería equivalente a 5'4 gramos de morfina. ¿Cuántas dosis mínimas equivalentes de morfina sería un gramo de W-15? Si la dosis mínima activa por vía oral se consideran los 10 mg. de morfina, en un gramo de W-15 tendríamos 540 dosis de esa potencia. Pero de momento seguiríamos pesando las cosas en miligramos (algo menos de 2 miligramos de W-15 corresponderían en teoría a 10 de morfina) aunque estamos en el límite ya.

El siguiente salto podría ser, por ejemplo, un compuesto llamado W-18, que es el mismo que el ya mencionado W-15 pero con un grupo nitro (NO2) añadido en un extremo de la molécula. Ese pequeño cambio hace que el compuesto resultante tenga una potencia teórica de 10.000 veces la potencia de la morfina, similar a los compuestos más potentes de la familia del fentanilo como el carfentanilo que también tiene unas 10.000 veces la potencia de la morfina. Y mientras el fentanilo o el carfentanilo son sustancia controladas, las otras no lo son y las puedes comprar en internet sin infringir ninguna ley de momento. Drogas que en 1 gramo esconden 1.000.000 de dosis equivalentes a dosis activas mínimas de morfina.


Estructura del W-18 que 
tiene 10.000 veces la potencia de la morfina.


Llegados a ese punto, uno tiene que empezar a preguntarse si lo que quiere obtener es una droga o entra ya en la categoría de armas químicas, cuyos riesgos abarcan el transporte y manejo (yo entiendo que un gramo de un compuesto así, es un arma química entre otras muchas cosas). 

¿Imagina alguien lo que sería que un paquete con, por ejemplo, 100 gramos de ese compuesto se rompiera en el proceso de envío postal y que contaminase al resto de envíos con una droga de esa potencia? Una droga tan poderosa en función al peso que te bastaría con respirar un poco de su polvo para morir si no tienes el antagonista adecuado a mano (y algunos opioides ultra potentes necesitan de un antagonista más potente que la naloxona porque puede no ser suficiente contra la extrema potencia de esos compuestos).

Por suerte este último compuesto, el W-18, todavía no está a la venta (al menos en esa web). Pero nadie nos dice que no pueda estarlo en unas horas o que esté siendo ya vendido de forma totalmente legal -recordad eso- en cualquier otra web. 

O que cualquier personas pueda solicitar su síntesis a una laboratorio en China, como hizo el periodista inglés Mike Power -autor del estupendo 'Drugs 2.0', subtitulado “la revolución en laweb que está cambiando cómo se coloca el mundo”- hace poco al encargar un análogo legal de una sustancia prohibida a un laboratorio que le realizó la síntesis de unos cuantos gramos por una pequeña cantidad de dinero, y cuya historia publicó junto con las pruebas de la misma y los análisis de la sustancia realizados una vez fue recibida para comprobar que en realidad era lo que se había solicitado. Y lo era.


'Drugs 2.0' del genial periodista inglés Mike Power.


Ninguna de las 3 drogas, AH-7921, W-15 o W-18 son en sentido estricto y químicamente hablando familia del fentanilo, pero sí podrían ser unas primas que realmente funcionan casi como hermanas sobre los receptores opioides del cuerpo humano. Dentro de las drogas químicamente de la familia, ahora mismo se encuentra a la venta en varias webs el compuesto butirfentanilo (sirva de ejemplo aunque hay más) que tiene una potencia nominal de ¼ de la potencia del fentanilo o, dicho de otra forma, 25 veces más potente que la morfina. El precio de un gramo de esta sustancia legal ronda los 80 euros. Todo ello sin salirnos de la web común, sin entrar en zonas oscuras o en la DarkNet (la parte realmente oscura de lo que es la Deep Web) de TOR y Silk Road.

En estos mercados anónimos online de drogas se venden los productos que están prohibidos o que van pasando a estarlo nuevamente, como si fuera una mera circunstancia que no afecta demasiado al resultante. Son los lugares donde la suma de tecnologías ha derrotado finalmente a la prohibición de las drogas, como ocurre con la combinación de TOR como mercado con conexión anónima y de Bitcoin como forma de pago anónima para ambas partes, emisor y receptor, que han hecho de la compra de drogas un asunto que queda entre tu ordenador y tú: se encargan por la noche y días después las tienes en el buzón de tu casa sin haber tenido que ir a un barrio peligroso o tener que moverte en entornos criminales para conseguir una sustancia que deseas.

Las variantes legales de las drogas se consiguen sin necesidad de usar más que Google como buscador y se compran en webs legales, y en Silk Road encontramos el resto de la oferta. Y aquí empiezan distintas ventajas y desventajas que son esenciales tener en cuenta a la hora de evitar problemas con estas drogas.

¿Qué hay de la familia del fentanilo en Silk Road? En Silk Road hay todo tipo de drogas, pastillas, productos de farmacia, productos ilegales y hasta algún producto legal pero que también se vende allí por ser cosas “del mundo de las drogas”.

En el caso del fentanilo hay una primera distinción a tener en cuenta que es de vital importancia: los productos de farmacia vs. los preparados de fentanilo. En ese mercado encuentras varios de los preparados de tipo farmacéutico como los parches de fentanilo o las piruletas de fentanilo desviadas del mercado legal de ese fármaco y, por otro lado, varias presentaciones que no vienen de la producción legal y que no cuentan con los necesarios controles de seguridad para una sustancia así.

Que no vengan del mercado legal se pueden encontrar secantes que contienen distintas cantidades de fentanilo u otro compuesto similar pensados para ser usados por la vía bucal (no para tragar porque el 85% del fentanilo se destruye en el primer paso hepático si se ingiere, así que para absorber por la mucosa) al estilo de los secantes de LSD, también en forma de nebulizador tipo spray nasal, que contiene supuestamente el equivalente a 10 miligramos de fentanilo y que dispensa una dosis de unos 100 microgramos por cada aplicación, en forma pura y también como falsa heroína blanca ya diluido el compuesto en lactosa para rebajar la potencia excesiva del fentanilo.

Distintas presentaciones de fentanilo en el mercado de Silk Road.


Todas estas presentaciones comparten el mismo problema: ¿qué certeza podemos tener en cuanto a la dosis o el compuesto que realmente nos entregan? Ninguna en principio, y sin los servicios de análisis de sustancias de una asociación como AiLaket! que cuente con recursos de muy alta calidad, no podremos saber ni qué nos han vendido, ni cuánto nos han vendido. 

Tratándose de este tipo de drogas es un lujo demasiado peligroso como para aceptarlo porque con drogas de esta potencia no se pueden cometer errores de ninguna clase: el primer error que cometas con el fentanilo, será posiblemente tu último error.

Eligiendo entre las distintas opciones se pone en juego la preparación de cada uno y el riesgo que cada uno piensa asumir. Yo entiendo que ingerir un secante que supuestamente contiene X microgramos de fentanilo (en el supuesto que realmente lo sea) deja mi vida asociada a ese “supuestamente”. Si hay un fallo, es otra droga, está adulterada con otro compuesto o se han equivocado en la dosificación, mi vida estaría en juego, así que sin un análisis previo no lo consumiría. 

Lo mismo puedo decir para todas las demás presentaciones que no vienen de la farmacia, o que incluso viniendo de la farmacia han sido ya objeto de imitación como hemos dicho antes que ocurre con la oxicodona en pastillas (un preparado muy fácil de imitar). El riesgo de usar un spray nasal que teóricamente contiene 10 mg. de fentanilo es el mismo del secante -que mirando su precio es de 3 euros por unidad comprando 10 ahora mismo, y los deja más baratos que los de LSD del mismo vendedor que cuestan 5 euros- e idéntico que el de usarlo en una mezcla con lactosa para rebajar su potencia: no puedes tener certeza de qué droga es la que realmente obtienes y en qué cantidad exacta sin análisis previos.

Sólo hay dos presentaciones que se vendan en Silk Road que parece que -por el momento- no han sido objeto de imitación: los parches de fentanilo y las piruletas. Y de los dos productos, el menos sencillo de imitar es sin duda el parche.

Los parches de fentanilo suelen ser objeto de atención por el colectivo de transportistas, en el que se cuenta con una gran comunidad de usuarios de drogas. El hecho de que pasan a estar con su camión un día en una ciudad y otro día en otro país, les hace buscar recursos para no quedarse sin suministros en caso de ser adictos a opioides en los lugares donde no van a tener fácil conseguir la sustancia. El parche lo usan -en su mayoría- en la forma para que la fue hecho, porque el objetivo según comentan es “no sufrir un síndrome de abstinencia a opiáceos” en primer lugar y a la vez “no dar positivo en los controles de drogas porque el fentanilo -como la metadona que usan igual- no está entre las drogas que comprueban los test de la policía”. 

Es el caso del uso de un recurso legal, que llega al mercado ilegal, y vuelve a la persona a hacerle una función terapéutica (legal) que podría haberle recetado un médico en mejores condiciones y controles que los del mercado negro de donde ha tenido que salir.

Los actuales parches de fentanilo están compuestos de una matriz de un polímero impermeable que lleva adherida una capa de pegamento mezclado con el principio activo. La liberación en contacto con la piel se produce por ósmosis y responde a variables como la temperatura, aumentando la liberación del compuesto al aumentar la misma. Están pensados para proporcionar una liberación sostenida de fentanilo en sangre y lo hacen bastante bien, aunque no llegan a cubrir totalmente las 72 horas de duración que les otorga el fabricante en sus propiedades.

Hay que recordar siempre que un parche de fentanilo usado no es lo mismo que un parche gastado en el que no quede nada: en los parches usados queda principio activo, y queda bastante cantidad en algunos. No los subestiméis, es una sustancia muy potente y cualquier resto es potencialmente peligroso. En este punto cabe insistir una vez más en que todas las medicinas y todas las drogas deben almacenarse siempre lejos de niños y mascotas y en un lugar donde no sean accesibles porque de serlo, un niño tarde o temprano acabará accediendo al lugar y no sabemos los problemas que eso puede generar (desde nada a la muerte). Esto que es válido para todas las drogas y medicaciones es especialmente necesario recordarlo por cómo inducen a confusión los parches en alguien que no sepa lo que son, y aunque no tienen más que las letras del fármaco y la dosificación, no sería el primer caso de niño muerto por usarlo como una calcomanía. 

También hay que tener en cuenta que -aunque no son iguales- cada vez hay más parches como vía de administración de una medicación, desde nicotina a anticonceptivos hormonales y que no sólo niños podrían confundirlo (también podría una chica joven pensando en cogerle unos parches anticonceptivos a la madre de su amiga, por ejemplo).


Parches de 100 microgramos a la hora de fentanilo.


El usuario legítimo de este tipo de medicación es aquel paciente que sufre un dolor crónico de etiología maligna o no, siendo de uso muy común en procesos oncológicos con dolor y menos frecuente, debido a las habituales reticencias del estamento médico a usar opioides a cuenta del estigma asociado por un siglo de guerra contra las drogas, en el que sufre de un dolor que no proviene de un proceso canceroso. Aunque muchos apunten a los pacientes como los que desvían parches para el mercado negro de su propia prescripción, la realidad es que ningún paciente tratado con dichos parches podría sostener su venta mucho tiempo por lo limitado y controlado de la prescripción: la mayoría se desvían desde otros puntos del sistema médico, como profesionales titulados o representantes de laboratorios que los fabrican.

El precio del fentanilo en el mercado negro es bastante alto (sobre 10 euros el miligramo de precio medio) teniendo en cuenta lo barato de su producción y dentro de los productos existentes, los más caros son precisamente los que provienen de la farmacia por su correcta preparación y dosificación: es en los únicos en los que resulta posible fiarse de lo que se les supone, porque de momento no existen datos de su imitación y hacerla resultaría una forma cara y compleja de intentar sacar partido de dicho producto en el mercado.

En estos momentos existe un vendedor -por ejemplo- que ofrece 10 viales de 0'5 miligramos cada uno de fentanilo farmacéutico y el precio que pide está por encima de los 300 euros. Es decir, por 5 miligramos más de 300 euros. Al mismo tiempo, otros vendedores que ofrecen “el mismo producto” en teoría, lo hacen con un precio 10 veces más bajo o menos aún. En este caso, el precio lo marca además del compuesto y las circunstancias específicas del mismo con respecto al mercado, la confianza que inspira al comprador en cuanto a que el producto es lo que dice ser y proviene de una farmacia, con las garantías que ello supone.

Oferta de 10 viales de presunto fentanilo farmacéutico.

Personalmente entiendo que simular un vial farmacéutico de un inyectable de cualquier sustancia es más sencillo que simular un parche de fentanilo por la complejidad técnica de su elaboración, que rinde un producto complejo y eficaz cuya producción queda fuera de las posibilidades de quienes no cuentan con material equiparable al de la industria farmacéutica: hacer un pegamento con una sustancia activa a dosis de microgramos y aplicarlo correctamente sobre una base de plástico fino, imprimir en el parche la identificación del producto y su dosis como otro detalles hacen a esta presentación la más fiable a la hora de elegir entre lo que existe en el mercado negro.

Esa última afirmación hay que cogerla con cuidado y en el momento actual. Hace 20 años la adulteración de la LSD era prácticamente inexistente porque ni resultaba rentable ni casi posible, pero ahora es casi un problema común encontrar secantes de DOB o DOC que dicen ser LSD, y últimamente la adulteración e incluso sustitución directa ha llegado a drogas peligrosamente tóxicas como los NBOME's acumulando ya varias muertes, cosa que la LSD nunca provocaría dada su casi inexistente toxicidad.

De la misma forma, a día de hoy los parches de fentanilo son la forma “más segura dentro de lo muy arriesgado” de acercarse a estas drogas con la certeza de que son el compuesto que dicen ser en la cantidad que dicen ser y no hay datos de que hayan sido “copiados a lo chino” y vendidos como otras medicaciones que son imitaciones de las originales (tenga o no dicho compuesto en ellas), pero ese hecho es cierto a día de hoy, no sabemos qué pasará dentro de 6 meses aunque parece altamente improbable que alguien intente imitar la fabricación de un parche de fentanilo.

Una vez elegida la presentación del fentanilo que entendemos que es la más segura para nosotros (que en este caso son los parches( abordamos el proceso de compra en el mercado que hayamos elegido, hablamos con el vendedor (en este caso era de origen europeo aunque es Canadá quien tiene más accesible el fármaco) sobre su producto y su caro precio, pagamos con Bitcoin y en algo más de una semana tenemos en el buzón de casa una serie de parches de fentanilo con distintas dosificaciones. 

El compuesto invitado había hecho su recorrido sin problemas: sencilla forma de conculcar toda la estructura represiva de la guerra contra las drogas en un simple acto de intercambio comercial entre dos adultos capaces.

No recomiendo a nadie usar fentanilo (ni ninguna otra droga) pero si alguien ha decidido usarlo fuera de lo que es la prescripción de un médico, esta guía es mi aportación para que sepa lo máximo posible sobre lo que hace. Cuanta más y mejor información tenemos sobre lo que hacemos, las posibilidades de una emergencia, un daño o una muerte, se reducen.


'No matan las drogas: mata la ignorancia'.
Frase de Antonio Escohotado.





Pinche aquí:

PS: Esta entrada es la mitad de la entrada original, que por razones de espacio y distribución ha sido dividida en dos partes, el manual introductorio de uso y la segunda, con las fotos (únicas) del proceso completo y las advertencias de reducción de riesgos necesarias. En un día aproximadamente estará colgada.
Espero que os guste y la disfrutéis.