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domingo, 9 de junio de 2024

Hexahidrocannabinol o HHC

Hexahidrocannabinol o HHC 


¿Qué es el HHC y se trata de un producto natural o sintético?


En el mundo del Cannabis, nos encontramos en los últimos tiempos con un nuevo actor que ha entrado en el mercado. Se trata del HHC o Hexahidrocannabinol, que es un compuesto agonista de los receptores cannabinoides humanos, tanto del CB1 como del CB2, y con efectos psicoactivos.


La planta del Cannabis y su estudio, dieron a la ciencia la posibilidad de conocer los receptores cannabinoides humanos que formaban el sistema cannabinoide endógeno. El descubrimiento del THC como principal responsable de la psicoactividad del Cannabis, llevó al descubrimiento de la anandamida, que era el compuesto natural del cuerpo humano que encajaba y activaba los receptores cannabinoides. El problema es que al conocer los receptores cannabinoides humanos, el genio se escapó de la botella, permitiendo que no sólo los derivados del Cannabis se usaran sobre ellos, sino abriendo también la puerta al uso de compuestos no naturales que activasen estos receptores y provocasen efectos. Desgraciadamente la mayoría de los compuestos sintéticos que actúan así, muchos son altamente tóxicos y algunos incluso letales, y son conocidos como cannabinoides sintéticos.


Sin embargo esto no es una regla absoluta. Para empezar, en la propia planta del Cannabis existen varias decenas de cannabinoides naturales que no son el THC y que pueden tener efectos psicoactivos, y uno de ellos es el HHC o Hexahidrocannabinol.






¿Entonces el HHC es natural o sintético?


El HHC es, por definición, un compuesto natural. Es uno de tantos productos que la planta del Cannabis genera, aunque lo haga en cantidades muy bajas y su psicoactividad (debido al porcentaje en que existe en la planta) sea casi despreciable frente a las dosis habitualmente altas que tienen las plantas de Cannabis de THC, como principal compuesto psicoactivo. Fue sintetizado por primera vez en 1947 por Roger Adams, químico que aisló e identificó estructuralmente por primera vez el CBD en 1940.


¿Por qué muchos lugares se refieren al HHC como producto semisintético?


Esta es una de las claves que más importa poner en claro. El HHC es natural porque se produce en la naturaleza sin intervención humana, pero también puede ser producido por la mano del hombre partiendo de otros compuestos. La proporción de HHC frente a otros cannabinoides naturales es muy baja, y no susceptible de extracción rentable a nivel comercial. Pero el HHC puede ser sintetizado partiendo del CBD o cannabidiol, pasando -necesariamente- por el THC. Es decir, se transforma el CBD en THC (el cual es un proceso relativamente sencillo y bien conocido), y a partir del THC, se sintetiza el HHC. Hay que recordar que THC es el acrónimo del Tetrahidrocannabinol, y HHC del Hexahidrocannabinol: el THC tiene 4 átomos de hidrógeno (tetra, cuatro en griego) en el anillo superior que forma su molécula, y el HHC tiene 6 (hexa, seis en griego). Por lo demás, ambas moléculas son iguales. Pero para que la molécula de THC haya cambiado a HHC con 2 hidrógenos más, se tiene que romper el doble enlace que existe en la molécula de THC, de manera que admita esos 2 átomos extra de hidrógeno en su estructura.





¿Entonces el HHC es natural?


Sí, lo es. Tan natural como la vitamina C, que aunque se puede sacar de las naranjas y de decenas de frutas y verduras, la que consumes al comprar un suplemento con vitamina C en una farmacia, ha sido sintetizada en un laboratorio, porque industrialmente resulta más barato producirla así que tener que extraerla de productos vegetales.


En el caso del HHC, como hemos dicho, se sintetiza partiendo del CBD que es convertido en THC, y el THC es convertido en HHC, usando hidrógeno a alta presión y catalizadores (compuestos o elementos que ayudan a que una reacción se produzca pero que no están presentes en el resultado final) como en este caso puede ser el Paladio, un metal que es el elemento 46 de la tabla periódica. Pero el resultado, HHC, aunque haya sido obtenido por síntesis, es exactamente igual e indistinguible al HHC que produce la planta de Cannabis de forma totalmente natural.





¿Qué ventajas tiene el HHC frente a otros compuestos del Cannabis?


Pues básicamente tiene un par de ventajas. La primera es que el HHC es un compuesto que no está fiscalizado (no es ilegal) de momento, por lo que poseerlo o hacer negocios con él, está dentro de la ley. La segunda, y no menos interesante en este mercado, es que aunque produce efectos psicoactivos similares al THC (es decir, que coloca) sus metabolitos no son detectados por las pruebas de drogas que se realizan tanto en materia de tráfico y seguridad vial como en otras áreas donde se fuerza a las personas a no consumir drogas ilegales (por trabajo o por sentencias judiciales). Esto hace posible que el usuario de HHC se coloque por la noche con este compuesto y que, a la mañana siguiente, aunque le hagan en carretera una prueba de drogas, no dé positivo como ocurre actualmente tras haber fumado cannabis o un derivado como el hashís, aunque ya no estés bajo sus efectos. Es un poderoso argumento a favor del HHC, que evita la injusticia constante a la que están sometidos los usuarios de Cannabis, que dan positivo en dichos controles (recibiendo una durísima sanción económica y sobre los puntos del carnet) aunque hayan pasado horas o incluso días del consumo y para nada estén bajo efectos psicoactivos.



¿Es seguro tomar HHC o tiene los riesgos de compuestos como el “Spice” o el “K2”?


Que algo sea natural, no lo hace seguro (como ocurre con multitud de venenos naturales), y que algo sea artificial no lo hace -por necesidad- peligroso (como ocurre con multitud de compuestos que usamos en nuestra vida diaria). Pero lo cierto es que en lo relativo al Cannabis, tenemos como especie una historia de miles de años de uso de sus compuestos naturales, y eso en este caso incluye al HHC por ser uno de los que produce la planta. No podemos afirmar que consumir HHC esté totalmente exento de riesgos, pero dada su extrema similitud química con el THC y que como humanos lo hemos consumido a través del Cannabis durante milenios, es razonable pensar que nos encontramos ante un producto cuya seguridad es bastante alta y los riesgos asociados a su consumo, seguramente muy similares a los del propio THC. Nada que ver con los malditos cannabinoides sintéticos, por suerte para todo el mercado y los usuarios relacionados con el Cannabis y su mundo.


sábado, 10 de diciembre de 2016

BioTrial, experimento mortal imitando al cannabis.

Este texto fue publicado en la Revista Soft Secrets -en su edición de papel, al menos (no lo veo por otro lado de momento)- cuando ocurrieron los sucesos por los que hubo un muerto y varios heridos en unos experimentos médicos, en un laboratorio francés, con una nueva droga que actuaba sobre el sistema cannabinoide.

Paradójicamente, los investigadores buscaban una sustancia que provocara hambre, diera sueño y aliviara el dolor. Buscaban algo sintético -pero legal y patentable- que hicieron lo mismo que el cannabis hace sin poner ninguna vida en riesgo. Ahora se ha sabido, que además, de entre los inhibidores de acción similar que podían haber probado, escogieron uno con un perfil de riesgos increíblemente elevado con respecto a otros.

También -ahora- hemos conocido que en experimentos con perros, esa misma droga había matado ya unos cuantos en fases iniciales de ensayo.
Genial todo, eh? Un muerto y 5 heridos lo atestiguan...

Otra víctima más de la estúpida guerra contra las drogas.
Lo que buscaban lo tenían ya, sin matar a nadie: cannabis.

:P




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BioTrial: el experimento mortal.


El viernes 15 de enero se hacía pública la desgracia: un hombre en muerte cerebral y cinco heridos más en un ensayo clínico de una nueva droga sintética, llevado a cabo en Francia. El primer ingreso hospitalario se produjo el día 10 de enero y resultó ser el más grave. 




El ensayo clínico se suspendió al día siguiente, pero se tardó unos días en informar públicamente de lo ocurrido y se eligió el viernes para hacerlo, posiblemente buscando reducir los daños que esto podía generar en el mercado de valores relacionados con ensayos farmacéuticos.

En un primer momento la ministra francesa de sanidad, Marisol Touraine, informó del asunto someramente y las especulaciones se dispararon. Una de las primeras fue que la droga que estaban probando era un derivado del cannabis, un bulo difundido inicialmente por algunos medios franceses -que obtuvo cierto eco extra por lo polarizante que resulta el tema del cannabis con la severa legislación francesa al respecto- mientras la compañía farmacéutica hacía lo posible por no revelar el compuesto públicamente. 

Horas después, la ministra tenía que desmentir que el cannabis tuviera relación alguna con este caso, aunque es posible que como en otras cuestiones, el hecho de que exista una contranarrativa -o una corrección a la inicial- no implica que vaya a ser atendida con el mismo interés que lo fue la noticia en un primer momento.




La compañía en cuestión se llama Biotrial y estaba probando un compuesto suministrado por la compañía portuguesa Bial. El compuesto había pasado las fases de experimentación animal exigidas antes de darle una nueva droga a un ser humano, habiéndose llegado a probar hasta con chimpancés. 

Tras la fase animal, se encontraba en la “Fase I” de experimentación con humanos, que busca establecer -entre otras cosas- los márgenes seguros de uso. Se inició el experimento con 128 participantes, de los que 90 tomaron el compuesto en su primera etapa. De esos 90, todos voluntarios sanos, a 8 de ellos se les pasó al siguiente nivel, y se aumentaron las dosis. 

Presuntamente se doblaron las dosis, pero en estos momento los datos exactos siguen siendo retenidos por la empresa farmacéutica. De esos 8, por suerte 2 habían recibido un placebo pero los 6 restantes resultaban heridos y uno de ellos terminaba muerto, finalmente, una semana después. 

Todos eran varones sanos de entre 29 y 48 años, voluntarios pagados por la empresa farmacéutica a quienes daban 1.900 € de “gratificación” por las molestias derivadas de participar en el experimento.

La comunidad científica, a lo largo de ese fin de semana, exigió conocer realmente los datos del estudio que -curiosamente- no estaban inscritos en el registro correspondiente para poder ser accedidos. La compañía se hacía la sueca, aunque afirmaban estar colaborando con las autoridades para todo lo que fuera necesario (no tenían otra opción ya que se ha abierto un proceso judicial por homicidio). 

Finalmente, Christopher Southan, un farmacólogo e investigador de la Universidad de Edinburgo y también Stephan Alexander, farmacólogo molecular de la Universidad de Medicina de Nottingham, identificaron el compuesto como BIA 10-2474. Poco después, la empresa confirmaba que el compuesto era BIA 10-2474.


¿Qué es BIA 10-2474?

BIA 10-2474 es el nombre en código del compuesto 3-(1-(cyclohexyl(methyl)carbamoyl)-1H-imidazol-4-yl)pyridine 1-oxide. En esencia, es un Inhibidor de la enzima Amidohidrolasa de Ácidos Grasos o, en inglés, Fatty Acid Amide Hydrolase (FAAH). 





No es, en sentido estricto, un cannabinoide ya que no es un agonista de los receptores CB1 ni CB2. Pero funciona sobre los mismos sistemas y de una forma finalmente similar. Mientras que los cannabinoides sintéticos son moléculas que imitan a los cannabinoides endógenos, la BIA 10-2474 actúa aumentando los niveles de anandamida -el principal cannabinoide endógeno- como consecuencia de “desactivar” el mecanismo que controla que el nivel de este compuesto en nuestro cuerpo, no llegue a niveles que resulten peligrosos. 

Este mecanismo, como en otros casos, se basa en la degradación enzimática por la que grandes moléculas llamadas enzimas se encargan de romper las moléculas que les sirven de sustrato, en este caso la anandamida que produce el cuerpo humano. Al eliminar este mecanismo de control, el nivel de anandamida sube y se producen los efectos derivados de ello que eran buscados con intención terapéutica. 

Pero si el nivel sigue subiendo, sin que el sistema encargado de controlar esa subida esté disponible, ¿qué ocurrirá? La respuesta a esa pregunta es lo que en el ensayo de Rennes han descubierto: la desregulación del sistema endocannabinoide humano produce daños similares a los de los cannabinoides sintéticos, incluyendo muertes.

Estos compuestos, que en lugar de funcionar como agonistas de los receptores funcionan como inhibidores de los sistema de control enzimáticos, han sido también hallados en el mercado de “legal highs” para drogas de tipo recreativo en las combinaciones de compuestos que hay en la mal llamada “marihuana sintética”. 

¿Por qué? Porque funcionan para provocar efectos similares a los del cannabis, y de hecho eso mismo buscaban también los responsables de ese estudio: un compuesto que provocase efectos similares a los del cannabis, pero que no fuera cannabis ni derivado suyo, para no tener problemas con la ley y conseguir rápido un producto vendible en el mercado farmacéutico.


La legislación prohibicionista provoca muertos; 
la ley mata también en ensayos clínicos.

Cabe destacar un aspecto de toda esta historia, y es que lo que el laboratorio Biotrial buscaba con estas pruebas era un producto que -en esencia- hiciera lo mismo que ya sabemos que hace el cannabis, y de forma inofensiva para la salud del usuario: que produjera analgesia o alivio del dolor, que mejorase el apetito de esas persona así como su estado de ánimo, y que ayudase con los problemas derivados de la degeneración neurológica tanto en enfermedades raras como conocidas.

¿Y qué sentido tiene buscar una nueva droga que haga lo mismo que otra vieja y que es inocua, como el cannabis? Pues básicamente la razón es la misma por la que se creó la “marihuana sintética”: no verse afectado por la legislación anti-cannabis. Todos estos ensayos pasan por comités de bioética que los autorizan -o no- y lo que no iban a autorizar es un estudio similar pero con cannabis, ya que la ley en Francia se lo pone casi imposible: el cannabis, a efectos legales, es una droga “peligrosa y adictiva” que no puede ser administrada a seres humanos.... dice la ley. 



Y la ley no dice nada de usar compuestos nuevos que buscan imitar el prohibido cannabis, así que en la búsqueda de fármacos útiles que actúen sobre el sistema endocannabinoide se ven privilegiados los cannabinoides sintéticos que cualquier compuesto que proceda de la planta, origen que además lo hace no-patentable y mucho menos rentable para el mercado.

El hombre que entró con muerte cerebral en el hospital y murió días después, así como sus compañeros, son víctimas de la guerra contra las drogas de la misma forma que lo son los muertos por “marihuana sintética”. Sin dicha guerra y sus leyes, nadie hubiera iniciado un estudio para conseguir un producto que provocase los mismos resultados que el cannabis, teniendo cannabis como opción terapéutica. 

La prohibición sobre el cannabis no sólo mata personas, sino que lastra de forma notable el desarrollo e investigación científicos en áreas de la salud, primando perversamente el desarrollo de fármacos sintéticos frente a la segura opción natural.


Ante este caso se hace patente que la despenalización total del cannabis es una cuestión de salud pública, también para quienes -como estos participantes del estudio- nada tienen que ver con el mundo cannábico.

sábado, 16 de abril de 2016

Marihuana sintética: muerte con 1 calada.

Este texto, que viene a colación por los sucesos ocurridos en Mallorca hace unos días, en que "3 menores de edad se DESPLOMARON en el suelo tras fumar 'marihuana-sintética' a la puerta de un instituto", fue publicado hace un año en la Revista Yerba. Es un buen momento para recordar que estás sustancias son demasiado peligrosas como para usarlas de droga recreativa, a pesar de su legalidad y de que se vendan en diversos lugares.

Al parecer, mucha gente que hace años que no sabe nada de estas drogas, me dicen que las conocieron en Ibiza o en Mallorca, y que se vendían legalmente siempre, en especial a los extranjeros que eran quienes la buscaban.

Pues ya está aquí, y para todos. :P
Esperemos que el texto os guste y os sea útil.

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Marihuana sintética:
muerte con 1 calada

Un día como hoy, hace aproximadamente un año, un chico joven se disponía a pasar un buen rato con sus amigos en su tiempo libre. Era un chico guapete, surfero, con sus tattoos y sus colegas. Un proto-adulto de 19 años de edad, todavía sin suficiente capacidad legal para poder comprar unas cervezas con sus amigos.

Era un chico de origen difícil pero que había tenido la suerte de encontrar una familia que le quisiera, ya que era adoptado como sus hermanos, y que por sus fotos, imágenes y recuerdos, parecía ser alguien feliz disfrutando de la vida. ¿Qué es lo que tiene que hacer -si no- un chico de 19 años? Quedó con sus amigos, mientras estaba en tratamiento en un centro para personas con problemas de alcohol y otras drogas, y buscó como pasarlo bien sin cruzar la barrera de la ley para no tener problemas. Eso mismo fue lo que le mató horas después.




Connor Eckhardt, el desafortunado protagonista de esta historia, decidió comprar uno de esos “legal highs” que se venden, de forma legal, en multitud de lugares de los USA. Gasolineras, kioskos o “convenience stores” que tienen un poco de todo son los principales puntos de venta en ese país. En este caso, la compra se realizó en una tienda “especializada” en esos productos y en parafernalia para el consumo: una “smoke shop” local. El producto comprado se llamaba “Mr.Marley” en alusión al conocido cantante de Reggae, Bob Marley, y sus efectos ya que su imagen está vinculada indefectiblemente al cannabis y al consumo de marihuana.

Sabemos qué buscaba Connor.
Buscaba algo legal que le hiciera sentir lo mismo que unos porros de cannabis.
Algo que en Amsterdam se resuelve con una planta esencialmente no tóxica, en USA se resuelve con una droga sintética y mortal, pero legal. Sí, ya sé que insisto mucho en lo de legal, pero es que a este chico le mató querer ser “demasiado legal” a la hora de divertirse.

La cosa es que un chavalote de 19 años, que a pesar de todo parecía ser esencialmente feliz, acabó encontrando la muerte mientras buscaba relajarse y disfrutar con un porro, o algo parecido (y legal). Connor cogió un poco del producto que había comprado, que en apariencia es una hierba seca a la que se le pueden dar aromas y sabores, y lo puso en su pipa o en el bong. Agarró el mechero, lo acercó dándole fuego a la muestra mientras aspiraba el humor hacia sus pulmones...


Connor murió de una calada.

Muerto por una sola calada de un producto legal que había comprado horas antes en una tienda legal, que en esencia prometía ser como el ilegal cannabis o marihuana (ilegal en algunas zonas pero legal en otras a día de hoy). Muerto por consumir un producto que también se vende legalmente en España y que se ofrece a los grow-shops de forma casi regular. Algunos grow-shops de nuestro país los venden también, pero por suerte son una minoría en extinción que creo que hay que denunciar públicamente.

¿Una sola calada es suficiente para matarte? Sí, puede serlo. No sólo de estos productos “legales” que dicen imitar al cannabis, sino de muchas sustancias y drogas, una calada es suficiente para matarte en ocasiones. Aunque este detalle es anecdótico en este momento, porque no creo que nadie haga mucha diferencia entre una sustancia que te puede matar de una calada, y una que te puede matar con 10 caladas; eso es sólo una cuestión de dosis y concentración.



La cuestión es que el chico no era químico, no había decidido experimentar con drogas sin explorar en humanos, ni sabía nada de concentraciones y purezas. El joven sólo fue a comprar un producto legal para divertirse, que de forma objetiva estaba vendido para ser consumidor como si fuera cannabis burlando un par de cuestiones de ley, como indicar que no se vende para consumo humano. Una mentira, como creer que la pornografía se vende por la libertad de expresión estética y no para masturbarse, pero que debe ser suficiente como “disclaimer” para evitarse ciertos problemas derivados de vender esas cosas como los muertos que provocan, al menos en USA.

Una sola calada dijeron sus amigos, que le vieron sufrir un daño irreversible que le dejó muerto, cerebralmente, mientras en el hospital sus padres adoptivos y sus hermanas le cuidaban durante 4 días en espera de aprovechar algunos órganos para trasplantes, como finalmente sucedió. Lo cierto es que los médicos del hospital no pudieron identificar la sustancia que había matado a Connor, pero el hecho de que hubiera testigos, que el cuerpo no tuviera restos de otras drogas y que aún conservaba en el bolsillo en paquete del producto, en esta ocasión fueron buena prueba de que el monstruo era peor de lo esperado: ni siquiera podía ser detectado por los análisis toxicológicos del hospital californiano.


¿Quién mató a Connor Eckhardt?

Partiendo de que la última responsabilidad frente a cualquier acto -de consumo de drogas u otro tipo de decisión con riesgos- es de quien lo ejecuta, Connor se mató a sí mismo. 

Pero Connor no estaba en mitad de un comportamiento autodestructivo -al estilo del que puede tener un alcohólico o un adicto a ciertas drogas- que implicase ese riesgo. Connor no estaba participando en carreras de coches ilegales a 200 kms/h, ni asaltando gasolineras con un pasamontañas, no era un practicante de deportes extremos ni quería buscar los límites de su existencia mediante el uso de drogas.




Connor se quería fumar un porrito con los amigos, seguramente echarse una risas mientras escuchaban música y charlaban de sus cosas o de las chicas que les gustaban. Connor no quería morir. Ni merecía morir.

A Connor le mató una ratonera hecha con leyes absurdas que, mediante paredes oportunamente colocadas en esta inhumana guerra contra las drogas, le condujeron hasta ese producto legal. Un auténtico producto-consecuencia, de esta guerra que perdió el referente científico nada más empezar. Le mató una nefasta política de salud pública que, mediante incentivos perversos derivados de la intervención prohibicionista, ha colocado esos productos en las estanterías de muchas tiendas. Productos que sólo tienen justificada su existencia desde el punto de vista mercantil en que son un “imitador ", y nadie compra una imitación peligrosa cuando tiene acceso libre al original.

Si Connor hubiera tenido acceso a la planta de cannabis, es bastante razonable pensar que no hubiera recurrido a estos productos. Algo similar a lo que, por suerte, ocurre en España: la abundancia de cannabis y marihuana entre la población ha servido de freno a la entrada de esos productos en el mercado. Son accesibles por internet como en todo el mundo, pero aquí no parece motivar mucho el que sean “legales” como ventaja sobre el cannabis. Nadie busca una imitación cuando tiene acceso a un rico hashís o a una buena marihuana, y eso en este punto es una cuestión de salud pública.


A más cannabis, menos muertos.


Pues sí, menos muertos cuantos más porros (de cannabis). ¿Por qué esta afirmación?

Sin entrar en lo positivo o negativo de la conducta, es algo innegable que el ser humano busca periódicamente embriagantes con los que alterar su estado de consciencia. Desde la Biblia, con el árbol prohibido del Génesis o la borrachera de Noé y las uvas -en la que acabó en pelotas, algo muy humano- o el primer milagro de Cristo por orden de su madre la virgen, abasteciendo de más droga la fiesta de boda que se había quedado sin vino. Realmente desde mucho antes, pero sirve para coger la idea.

Si aceptamos que es un hecho -la búsqueda de un psicoactivo- y queremos operar sobre el conjunto de la sociedad encauzando ese impulso, deberíamos hacerlo hacia la sustancia menos dañina posible para obtener el efecto buscado. Un criterio puramente farmacológico y científico. No entro a debatir los males de alcohol y tabaco, legales, pero parece claro que esas dos opciones no bastan a nuestra sociedad y la tercera droga más consumida es el cannabis. Y ojala fuera la primera en lugar de una de esas dos, si atendemos a criterios de salud pública.

El cannabis es una planta, ilegal hic et nunc, esencialmente no tóxica y con miles de años de uso humano común ya que no es una planta que pueda matar -o causar daño- con facilidad como las solanáceas psicoactivas, legales. Desde una perspectiva científica nadie puede negar que es virtualmente imposible achacar una sola muerte al cannabis, mientras que los muertos de las drogas hoy legales los contamos por millones. Esto no quiere decir que sea una planta totalmente inofensiva: es un droga, es una planta psicoactiva, y tiene efectos sobre la percepción que pueden ser agradables o no para el sujeto. No todas las drogas están hechas para todos.

La otra opción en este punto del asunto -la gente que busca los efectos del cannabis- es prohibirles el acceso y sancionar duramente su comercio y producción. Nadie se extrañará de que dichas medidas entorpezcan la adquisición de la planta, y que además ponen ya en peligro legal a quien osa hacerlo. Es el modelo que se ha manejado hasta ahora, en todo el mundo prácticamente, y que se está desmoronando a pesar de seguir plenamente vigente en España. Podemos también cerrar más el cerco mediante controles de orina a los trabajadores, de manera que recurrir al cannabis sea mucho más complejo y costoso. Y lo hemos logrado.

A la vez que un mercado de productos -poco o nada útiles- para enmascarar el consumo de drogas ilegales, que van desde limpiadores bucales para los test de saliva a bebidas especiales para los test de orina, ha surgido la otra opción: ¿para qué enmascarar una sustancia ilegal en vez de tomar una legal que no detectan? Según me han comentado varios grow-shops, los principales compradores de estos productos son personas del ejército, las fuerzas y cuerpos de seguridad, vigilantes jurados y otros similares que por su trabajo se ven en la necesidad de pasar estas pruebas. 

Si me guardan el secreto, el único producto que realmente sirve ante un buen análisis de orina, es una orina limpia de drogas detectables. Y por esa vía -aparte de un cierto tráfico de orina limpia- se origina el consumo de las opciones legales, especialmente por aquellos a los que las normas actuales les inciden más.


Los cannabinoides sintéticos.

Dentro de la cada vez más variada oferta de drogas legales -que incluye cosas tan poco aconsejables como la NEUROTOXINA PCA (para-cloro-anfetamina)- adquiribles mediante internet o por petición a un distribuidor legal, tenemos productos de todo tipo: psiquedélicos, opioides, benzodiacepinas, anfetaminas substituidas, disociativos y también cannabinoides sintéticos.

Estos compuestos legales en su mayor parte (se prohíben cíclicamente algunos y se lanzan otros) son el resultado de la investigación médico-farmacéutica, lo que no quiere decir que hayan sido probados en humanos siquiera. Son compuestos que, en la complicada búsqueda del ligando endógeno -anandamida- que tenía que existir en un sistema cannabinoide humano, se usaron para comprobar -mediante reacciones sobre muestras concretas y animales- cuáles eran y para qué servían los receptores naturales del cannabis en el cuerpo humano y en otros mamíferos por lo común de algunos sistemas bioquímicos.

Pero confundir los términos en este caso es riesgo de muerte; que algo venga de la industria de la investigación médico-química no quiere decir que sea para uso en humanos. Menos aún para uso como droga recreativa. De hecho el nombre con que originalmente se denominaba a estos compuestos para experimentación era el de “research chemicals” o “sustancias químicas en investigación” y resultaba el más ajustado a la realidad, ya que quien se arriesga a tratar con estas sustancias, está actuando como conejillo de indias voluntario con sustancias de efectos virtualmente desconocidos.

El que estas drogas para experimentación científica llegasen a manos de un consumidor que no sabe lo que hace, sólo puede explicarse como consecuencias directas de la prohibición. 

Haber prohibido el 95% de las drogas clásicas conduce a que se exploren recurrentemente las opciones legales que brinda la química, con consecuencias tan imprevistas como letales. En este caso, la prohibición sobre una sustancia virtualmente benigna, abre un gran mercado para drogas que de otra forma nadie hubiera querido ni probar. Exactamente igual ocurre con sustancias como la PMA frente a la MDMA, los derivados legales del fentanilo frente a los opiáceos naturales, o con la familia de la NBOMe frente a los psiquedélicos tradicionales como la LSD o la mescalina. Con una política torpe y obtusa, basada en creencias en lugar de en ciencia, hemos despejado el solar para que estas neodrogas se instalen en nuestro mercado.

A nivel orgánico los cannabinoides sintéticos son moléculas que actúan sobre los mismos receptores que lo hace el cannabis, pero no lo hacen de la misma forma. Mientras que el cannabis y los cannabinoides naturales son agonistas parciales de esos receptores, los cannabinoides sintéticos son agonistas totales de ellos, lo que provoca una diferencia de efectos notable. En concreto sería muy similar a comparar las benzodiacepinas -tipo valium- usadas para ansiedad y sueño, con los barbitúricos que también se usaban para dichos trastornos. Ambas familias de compuestos actúan sobre receptores GABA, pero lo hacen de distinta forma, intensidad y en distintos lugares, haciendo que matarse con valium sea algo realmente difícil de lograr -incluso intentándolo voluntariamente- pero que los barbitúricos sean el fármaco de elección para suicidas como Marilyn Monroe o para aplicar la inyección letal. Y ambos actúan sobre el mismo receptor, siendo ambos fármacos gabaérgicos aunque no tengan que ver en sus peligros. De la misma forma, casi punto por punto, ocurre con los cannabinoides sintéticos, haciendo que el conocimiento general de que el cannabis es inofensivo, se traslade por nomenclatura a sus primos asesinos.


¿Qué hacer llegados a este punto?

Personalmente no soy nada amigo de prohibiciones, incluso de estas letales sustancias. Me explico. No creo que deban ser prohibidas por peligrosas, ya que no representan un peligro más que para quienes se acercan a ellas. Creo que la prohibición sólo ayuda a crear mitos sobre drogas superpotentes y maravillosas, simplemente porque no son accesibles.

Dentro de los experimentos relativos a estas sustancias, está el abordaje mixtoultralegalizador-panprohibicionista de Nueva Zelanda que acabó en catástrofe. La verdad es que me he pasado con el nombre, pero es que mientras se sacaba una ley que decía que todo era droga -cualquier sustancia o dispositivo que no estuviera permitido, estaba literalmente prohibido- a efectos de criminalización, el estado abría una regulación legal para estas sustancias que acabaron siendo vendidas en tiendas con control estatal. 

Así pues mientras se mantenían draconianas sanciones para lo relativo al benigno cannabis, era el estado y sus comisiones reguladoras las que -tras un presunto protocolo científico- daban cabida y mercado a estas mortales drogas. 

Seguramente no haya usted oído hablar de esto, pero ocurrió hace menos de 2 años, aunque el experimento terminó pronto, dados los efectos de las drogas que el estado permitía vender.

El modelo neozelandés fracasó porque, aunque pretendía configurarse con premisas científicas, dio por sentado que todas las drogas ya prohibidas anteriormente eran malas y que no merecía la pena echarles un vistazo para cambiar su situación legal. 

De hecho era muy mala idea hacer algo así, ya que Nueva Zelanda actúa a modo “avanzadilla experimental australiana” empujada por las políticas de otros. Y nadie inicia un experimento para que le vengan a cuestionar sus cimientos argumentales. Así que se asumía que las drogas ya prohibidas lo eran por motivos científicos y lo único que les quedaba era experimentar alguna salida “creativa” a la encajonada situación de desgaste en la guerra contra las drogas. 

Realmente ha sido el experimento sobre salud pública más grave ocurrido en la última década, pero se vendió a la gente como una política vanguardista en la que el estado iba a tomar el control de la situación de las drogas para bien de sus ciudadanos.

El método prohibicionista no parece ser el mejor a aplicar, a pesar de todo, ya que no debemos olvidar que tratamos con un problema que hemos creado con nuestro abordaje poco sensato del asunto. Y la química ha demostrado estar a años luz de la ley, con una capacidad funcional de prohibir bastante limitada, porque en el trámite se han creado otros análogos peores. 

En un terco empecinamiento, la reina de Inglaterra en su discurso oficial ha anunciado un nuevo plan para acabar con todas las neodrogas que asolan, legalmente, su país. No es para menos, porque el paraíso de los “legal high” es precisamente el lugar donde tener un “ilegal high” sale más caro: de nuevo otra consecuencia de la prohibición insensata.

Los propios científicos ingleses y entre ellos David Nutt, el antiguo asesor oficial sobre drogas del gobierno, han levantado la voz para decir que una prohibición “sobre todas las sustancias psicoactivas” o “blanket ban” acabaría por hundir toda investigación en el cerebro humano en dicho país, sin contar con los nuevos problemas para determinar lo que es o no psicoactivo a efectos legales y los agujeros derivados de un intento tan complejo de prohibición absoluta (y tan costoso si pretenden realmente intentarlo en un mundo donde,si quieres, compras las drogas desde tu ordenador).

¿Tiene entonces solución este problema? Sí, claro que la tiene. Sólo hay que recordar por qué hemos llegado hasta aquí, por qué los jóvenes ingleses son llevados en manadas a los hospitales, por qué algunos mueren y otros quedan permanentemente dañados, por qué esas sustancias de nombres exóticos como JWH-018 o APICA o ADB-FUMINACA están al alcance de gente que no sabe qué son: porque hemos prohibido el cannabis.

Salir de esta situación exige razonar sin prejuicios y entender que, llegados a este punto, el cannabis es una barrera natural frente a estas drogas. 




La propia existencia de abundante cannabis fácilmente accesible es la mejor prevención frente a estas nuevas sustancias, que buscan imitar los efectos de la planta. Ya lejos de ser una exigencia justa y razonable de un colectivo que no daña a nadie con su uso, es además una cuestión de salud pública. En estos momentos ya no vale decir “es que de eso yo no sé” y seguir sosteniendo la prohibición. Ya no vale si hablamos de decisiones que afectan a la salud del conjunto, porque los años transcurridos bajo “el paraguas protector del prohibicionismo” se han mostrado como el mejor acicate para la proliferación de opciones legales y letales al mismo tiempo.

¿Y qué hacer como individuos?

Pues dentro de nuestras posibilidades, para quien quiera “fumarse unos porros”, favorecer el autocultivo como opción -alegal pero no ilegal- porque la existencia de la propia planta evitará que estas drogas letales tengan fácil entrada en la esfera de quien cultiva su propia droga para uso propio. No se confunda, unas matas de cannabis no convierten a nadie en heroinómano o alcohólico, y en este caso pueden salvar vidas.

Yo no sé usted, pero creo que en este caso es preferible que cuando su hijo, hermano, pareja o madre se fume un porro, sea de algo ilegal -aún- llamado marihuana, y no de la imitación legal.

La vida y salud de su ser querido se lo agradecerá, aunque no lo sepa.

Drogoteca.


martes, 19 de enero de 2016

El cannabinoide sintético asesino del ensayo francés.

Este texto fue publicado en la Revista Soft Secrets y es oportuno rescatarlo ahora, tras los sucesos que han dejado una persona muerta y varias heridas en un ensayo clínico de la empresa BioTrial en Rennes (Francia), que en lugar de plantear el uso de cannabis para una serie de síntomas -tratables todos con la planta en su forma natural- estaba testando un compuesto sintético llamado BIA 10-2474  (que nada tiene que ver con el cannabis) y que "interfería" con la regulación del sistema endocannabinoide humano.



Estructura de la BIA 10-2474, 
responsable de la muerte en el ensayo Biotrial.


El resultado ha sido el mismo que con sus "hermanos químicos" del mercado de legal highs que venden como "marihuana sintética": muertes y daños a quienes entraron en contacto con esos compuestos. Y sólo hay una razón -peligro para la salud pública- para usar estas drogas en lugar del cannabis: las leyes derivadas del prohibicionismo.


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Breve historia de los cannabinoides sintéticos.


Los cannabinoides sintéticos son compuestos químicos, creados en laboratorio, en principio para experimentación médica e investigación. No están exentos de tener posibles usos, pero están muy lejos aún de que se les pueda asignar una presentación farmacológica o una indicación terapéutica. 

Estos compuestos, que no han sido estudiados sobre humanos en su inmensa mayoría, fue lo que alguna despreocupada mente comercial lanzó a través de un producto “herbal” que originalmente no contenía drogas añadidas, sino que era una mezcla de plantas legales. Las plantas legales "colocan poco", pero si a esas plantas se les añadían esos compuestos que podían ser cientos o miles de veces más potentes que el THC de la planta de cannabis, se convertían en auténticos colocones salvajes, y legales. Esas sustancias no estaban prohibidas en ninguna parte del mundo hace 20 años, porque ni existían la mayoría de ellas.




Cuando los gobiernos se percataron de que los vendedores estaban burlando la ley, vendiendo una droga legal -por no estar prohibida simplemente- aplicada a unas hierbas legales, deciden empezar el juego del gato y el ratón: a prohibir esas drogas como se ha venido haciendo desde que Nixon se levanto de mala mañana y declaró la guerra. El resultado no pudo ser más catastrófico.

La química siempre fue por delante de la ley, porque la ley necesita de la química para entender la materia que a veces trata. Por lo que la química de productos no fiscalizados por las leyes se convirtió en un rentable negocio: hacer variaciones simples de moléculas conocidas como drogas para burlar la ley. Las primeras que se prohibieron, aparte de las drogas “clásicas”, resultaron que eran peores que sus “pares naturales” en efectos y peligros. Pero antes de que la prohibición entrase en vigor, habían cambiado la formula de la droga que añadían a la hierba, con una nueva formula menos conocida y probada que la anterior. Por esa razón, los peligros asociados al consumo de falsa marihuana o cannabinoides sintéticos han empeorado drásticamente en los últimos años, porque aunque reciban el mismo nombre, son cada año drogas nuevas (según se prohíben las anteriores). El primero y más simbólico de estos compuestos fue el JWH-018, detectado en 2008 en Alemania y Austria, cuyo creador -un científico y no un camello- dijo que era una locura que ningún humano tomase semejantes productos. 




Pero no era el peor. Los que le siguieron fueron peores aún, y su nomenclatura química se volvió mucho mas compleja, hasta ser imposible de manejar incluso para químicos y forenses, sin un “diccionario” al lado. Además, como muchas de estas sustancias son tan nuevas que no han sido descritas oficialmente en la literatura científica, resultan casi imposibles de detectar, si no es con medios tremendamente caros para buscar una posible aguja en un pajar. Esta novedad incrementa que los nombres dados a cada sustancia no estén totalmente unificados, haciendo muchas veces imposible saber si hablamos o no de la misma droga si no se es capaz de inferir correctamente la molécula independientemente de la nomenclatura usada.

En los mecanismos de control europeos se han detectado cada año nuevas variaciones de estos compuestos para burlar la prohibición. En 2009 se informó de 9, en 2010 de 11, en 2011 de 23, en 2012 de 30, 29 en 2013 y 30 en 2014 (una tercera parte de todas las nuevas drogas). Sólo en compuestos imitadores del cannabis. El numero crece imparablemente y actualmente son monitorizados 137 compuestos por los organismos europeos, pero siguen apareciendo nuevos compuestos que ni se conocen ni han sido publicados, por lo que el peligro es aún mayor: a veces los forenses deben certificar la muerte sin poder nombrar la droga que mató a la persona, y en muchos casos jamás se llegará a saber con exactitud.


Las muertes por falsa marihuana y la caza del asesino.

Los "legales camellos" que venden estas drogas, mezcladas con hierbas para que sean manipulables, similares al cannabis “grindeado” en apariencia -aprovechándose de su aire de planta sana e inocua- han tenido suerte con los muertos que han ido dejando. Los primeros certificados como causados por estas nuevas drogas en Europa datan del 2008 pero, aunque la expansión ha continuado imparable, a diferencia de otras drogas letales o muy tóxicas como la PMA/PMMA -un falso éxtasis- que son detectadas con rapidez, los cannabinoides sintéticos han sabido ir mutando a tiempo. Más que a tiempo, al ritmo de los muertos y la ley.




No tengo nada contra esas sustancias si fueran vendidas como productos químicos determinados, con pureza y dosis conocida. Creo que no las tomaría jamás, pero eso es subjetivo. El problema es que no se venden en los grows (los pocos miserables o desinformados que los tienen) como un polvo blanco venenoso, sino como una hierba seca, aumentando la sensación de “poca peligrosidad”. Sumen a eso que, en lugar de tener identificada la sustancia que le han echado a la hierba, no dicen nada. Imaginen un paquete que pone “Mr.Marley” con la cara del cantante fumándose un porro y nada más. Cuando empezaron a llover muertos por algo tan poco dañino como era “fumar porros” y se dieron cuenta de que eran estos productos, se prohibieron, pero después ya eran los propios vendedores los que si había muertos, pues probaban con otro nuevo.

De esta forma, los estados podían perseguir a un producto que se llamaba “Bonzai” o “Spice” o “K2” pero hasta que no había unos muertos, no tenían ni idea de que droga era la que tenían delante. ¿Cómo se prohíbe algo que no puedes no nombrar? Cuando, al fin, el estado averiguaba lo que tenía que poner en sus leyes para frenar dicho producto, el mismo ya había cambiado de fórmula varias veces, dejando más muertos apuntando a otra nueva droga. 

Y así hemos seguido hasta nuestros días, en el que el problema de los “legal highs” y de los falsa marihuana ha llegado a ocupar un trozo del discurso de la Reina en la apertura del año parlamentario en UK. Las palabras “nuevas sustancias psicoactivas” (NPS) se hizo carne en la boca de la señora, obligada a amenazar con un “blanket ban” o prohibición masiva de toda sustancia no permitida expresamente como única forma de atajar este asunto.


Los efectos aparentes y el peligro de los “hot spots”.

Cuando a una persona le ofrecen una “hierba” que es legal, y se la venden como un sustituto no problemático del cannabis, tiende a pensar erróneamente que es “similar al cannabis”. Lógicamente sus efectos, tienen que tener parecido. Como son agonistas de los receptores cannabinoides, la sensación ha de ser similar. Pero mientras el cannabis es un agonista parcial, estos productos son agonistas totales, con efectos mucho más profundos y graves sobre el sistema nervioso, llegando a producir isquemias, infartos, parálisis, daños neurológicos, ataques epilépticos y además, muerte.





La apariencia de yerba inofensiva no es lo peor. El método usado para aplicar las drogas sintéticas a estas plantas no es una ciencia exacta, o no lo ven así los responsables. Estás hierbas se sumergen en baños de disolvente que contiene el cannabinoide que se quiere añadir. Teóricamente si la transmisión es por el fluido y todo está bien disuelto, no hay problema. Pero si el producto no está bien disuelto, se forman los llamados “hot spots” que explican los casos de muerte con dosis que a otras personas no les mataron. 

Son puntos en los que una cantidad muy grande de la droga, normalmente por mal trabajo de laboratorio, queda sobre un trozo de yerba. Ese trozo -que puedes fumar en una sola calada- puede contener miles de veces más cantidad de producto del que, en teoría, debería tener. No sólo son drogas peligrosas, sino que están peligrosamente manipuladas, con un nivel de negligencia que provoca -de forma directa- muertos.