Balada triste de Trumperte.
La noche prometía. Aunque apenas hacía
unas horas de su primer cruce de miradas, ya estaban en un lugar
público compartiendo una mesa. Y a pesar de lo que los cánones de
la decencia (al menos en apariencia) ordenan, las razones del corazón
desbordan los límites habituales, si se les da el sendero adecuado
en el que se pueden expresar. Había química entre ellos dos y no
tenían por qué ocultarlo: se gustaban, y ambos lo sabían desde que
habían oído hablar el uno del otro.
Cuando dos almas gemelas se encuentran,
bien en el campo del amor o bien en el campo de la amistad (y sus
difusos límites), se producen situaciones embriagadoras que son
desatadas por gestos y mensajes que, a pesar de darse a la vista de
todo el mundo, son incomprensibles para casi todos. ¿Por qué?
Porque es el raro azar de que encontremos alguien que piensa, siente
y actúa como nos gustaría actuar a nosotros: estadísticamente una
improbabilidad para la inmensa mayoría. Pero ellos habían sido
bendecidos con la fortuna de compartir -de forma consciente- el mismo
espacio y tiempo, esta noche ambos congregados compartiendo una mesa
como forma de seducción mutua.
Entonces el camarero se acercó al
invitado para rellenar su copa, y en ese momento se inició la
secuencia: le preguntó -cortésmente- si podía pedirle a los
músicos que tocasen su canción. El camarero -que tenía orden de
complacer a los invitados en cualquier deseo que tuvieran- comunicó
a la banda dicha preferencia, para que la incluyeran como siguiente
canción a tocar.
Volvió a la mesa y sirvió al resto de
invitados, terminando en el anfitrión. En ese momento, Rodrigo, que
se había dado cuenta de la petición musical, le dijo algo al oído
al camarero e inmediatamente empezó a darle voces por haberle
manchado la camisa con algo que portaba en la bandeja. El camarero
salió disparado de allí y Rodrigo se disculpó para ausentarse a
cambiar la camisa manchada y ponerse una limpia.
La canción que sonaba estaba a punto
de terminar y -cosas del destino- a pesar de que el siguiente tema
que la banda tocaría, lo había pedido “con toda la intención
posible” para que fuera escuchado por Rodrigo a su lado, eso no iba
a suceder en esa noche de miradas a 30 centímetros de distancia.
Sentado en la mesa, esperando la vuelta de su anfitrión esa noche,
no era capaz de separar su vista de la puerta por la que había
salido dejando un varonil rastro a “Brummel” (para hombres que
dejan huella) que le recordaba a su padre.
La banda comenzó con los acordes del
tema que había pedido, pero él no separaba la vista de la puerta.
Sus ojos, como los de un niño que se da cuenta de que aquello que
tanto deseaba no iba a poder ser, empezaban a enrojecerse y
humedecerse. Cogió el móvil un segundo y tuiteó algo, sólo para
ocultar su rostro mientras empezasen a cantar aquella letra (por si
se le escapaba una lágrima).
Y entonces sonaron los versos:
“Bésame.... bésame mucho....”
Donald levantó de golpe la cabeza,
como si se hubiera disparado un muelle de 50 metros marca ACME en su
cuello.
“...como si fuera esta noche....
la última vez....”
Y al girarse, allí estaba Rodrigo
-subido al escenario- declamándole sus sentimientos delante de toda
la nación y de todo el planeta, veladamente escondidos dentro de un
gesto protocolario que, por suerte, en la zona asiática -donde se
encontraban- era muy común entre amigos y amantes. Nadie podría
señalarle por haber cantado una canción clásica -que todo el mundo
conoce- aunque lo hubiera hecho entregándole su corazón a aquel
hombre mayor ante el país que gobernaba, con sus manos chorreando
sangre...
Habían tenido que pasar muchos años y
salvar miles de kilómetros de distancia pero, al fin, Rodrigo y Donald estaban juntos en esa noche soñada donde ya lo único
que importaba eran la libertad y deseos de esos dos seres: el mundo
era suyo y nadie podía arrebatárselo.
Esto, bonito cuento o historieta de
sentimientos entre dos varones que podemos ver en la prensa
internacional ahora mismo, es la imagen más arrebatadora del
encuentro entre Donald Trump como invitado y Rodrigo “ASESINO”
Duterte como anfitrión.
Por si algún despistado me dice que
por qué insulto a “Rodri”, le recordaré que él mismo ha
contado varios asesinatos cometidos por su persona. Y de distintos
colores: ha matado a una persona a puñaladas cuando era adolescente por “malas razones”, pero de adulto lo ha
compensado “enseñando a sus policías -personalmente- cómo se
mata”, ejecutando él mismo a víctimas desarmadas y sin juicio
alguno. Que yo tenga claro, ya lleva dos ocasiones al menos en que
ante la prensa internacional cuenta cómo ha matado a alguna persona. Aunque “Rodri” no se corta y
cuando le gusta algo, lo dice y no se anda con tonterías.
¿Que el cadáver desnudo de una monja
(violada por un montón de presos en un motín en una cárcel bajo tu
control) te pone cachondo? ¿Acaso hace daño a alguien eso? Mejor comentar
subido a un escenario y grabado por el público, que cuando viste el
cadáver de la monja te dio pena y tal por eso de la violación en
masa, pero que viendo lo buena que estaba la monjita (“parecía
una actriz de USA”) el primero que la tenía que haber violado
era él, que para algo era el que mandaba la prisión!!
Vaya
desconsideración por parte de los presos amotinados y de la monja,
no haber ofrecido el primer puesto como violador a Duterte...eh? Ya
no hay respeto por los mayores.
Pero esas cosas las hizo cuando no era
presidente de Filipinas. Organizar escuadrones de la muerte y esas
cosas son pecadillos de juventud, que no deberíamos tener en cuenta.
Ahora, ya presidente, lleva la asombrosa cifra de 12.000muertos sin juicio, ejecutados por la policía actuando como
paramilitares. Esa es su “política de drogas” y le ha servido de
mucho, ya que con esa excusa ha podido exterminar a familias
completas de rivales políticos (debe ser que todo está manchado por
la droga) y a todo aquel que le ha dado la gana.
A tal punto llegó la cosa que la
propia vicepresidenta del país -en un gesto que le supone jugarse la
vida- denunció ante el mundo que se estaba llevando a cabo una
práctica conocida como “Palit-Ulo”
por la que, si la policía no encontraba a quien iba buscando, se
llevaban a un familiar o pareja y este corría su suerte (tortura o
asesinato). De momento, nadie ha hecho nada efectivo al respecto y
los asesinatos indiscriminados se siguen sucediendo en nombre de la
lucha contra las drogas, en Filipinas, a pesar de que su presidente
Duterte es un adicto al fentanilo: la ley del embudo, yo sí pero tú,
no. Y la lleva hasta las últimas consecuencias (o eso dice) con un
bíblico gesto en que asegura que matará a su propio hijo -y a su yerno (también acusado)- si se prueba
que tiene que ver con drogas y con tráfico de las mismas, como
parece ser.
¿Y qué cosas le unen a su nuevo gran
amigo? Pues que desde que ocupó la Casa Blanca, Trump ha sido un
fanboy de Duterte. Para Duterte, Obama era un mierdecillas preocupado
por tonterías como los derechos humanos a quien le tuvo que poner en
su sitio llamándole “hijo de puta” poco antes de una visita
oficial. Antes había practicado hasta que mejoró el insulto, ya que
al embajador de USA le llamó en 2016 “gay hijo de puta”,
incluyendo el término gay -obviamente en su caso- de forma
despectiva. Y Trump no. Trump llegó a la Casa Blanca y le llamó por
teléfono, le dijo que todo “de puta madre y que siguiera igual”.
Duterte no tardó en hacerle caso y, además, contarlo públicamente.
Se llegó a especular -tanteo a lo
globo sonda- con que Duterte fuera a la Casa Blanca como invitado
para el nombramiento de Trump, ya que no había muchos ilustres
internacionales que quisieran estar presentes en dicha ocasión, pero
la idea de tener a un asesino confeso (que está llevando a cabo una
de las peores matanzas de nuestro siglo) en su foto era demasiado
dura, y alguien consiguió frenar semejante disparate a tiempo.
¿Y para qué necesita Trump acercarse
a semejante tarado?
Aquí hay dos puntos a tener en cuenta,
de forma conjunta pero con valores que se mueven de forma
independiente. El primero, lo que Trump tiene que hacer como
presidente de USA a nivel internacional, de lo que dependen muchas
empresas y relaciones comerciales, y ahí hará lo que le fuercen a
hacer desde su propio entorno (un presidente en USA se pone o se
quita por el capital sin demasiado problema, y Trump ni siquiera es
un rico de verdad en un país como el suyo). Lo segundo, la forma en
que hará “eso que tenga que hacer forzado”.
Mientras que cualquier presidente (da
igual de qué partido) de USA -de los conocidos hasta que llegó
Trump- no se hubiera dejado “manchar” de esa forma acercándose a
Duterte, en el caso de Trump entra en juego el hecho de que de todos
los mandatarios con los que va a verse en esta gira asiática,
Duterte es sin duda el más cercano a un ser como Trump: es su alma
gemela, y en él se ve reflejado.
Personalmente creo que Trump admira en
secreto a Duterte, por el hecho de haber reconocido públicamente
algo que, aunque Trump hubiera hecho (matar a un ser humano
indefenso), no podría jamás confesar en su entorno y país. Tengo
la impresión de que le ve como a un “Harry el Sucio”. Y de hecho
a Duterte se le conoce en medios locales como “el Trump asiático”
por su aparentemente descontrolado proceder.
La actitud de Trump, analizada a lo
largo del tiempo, nos ha dado muestras de sobra de su carácter y de
cómo se siente y comporta ante otras personas. Uno puede argumentar
que es “escenificación política” pero Trump carece del control
que sus colegas -Duterte incluido- tienen o saben impostar. Por eso
hemos visto gestos tan absurdos como aquel en que apartaba de un
manotazo a un presidente de un país europeo para colocarse él
delante en la foto, o cómo con otros hombres era incapaz de
relajarse y ser cordial, buscando siempre el enfrentamiento tipo
macho alfa (con el francés Macri o con el canadiense Justin Trudeau)
que ha de quedar por encima, o cómo le dejo la mano al primer
ministro japonés en su visita (la cara es memorable) tras un apretón intolerable para las
costumbres japonesas.
La escena que más reveladora de Trump,
por el contrario, fue con una mujer: Angela Merkel. Fue un placer ver
cómo -al igual que todos los hombres inseguros y débiles
mentalmente se sienten nerviosos ante una mujer que no se acobarda-
la presencia calmada y no confrontante de la canciller alemana le
descolocaba, tanto que era incapaz de mirarle a la cara o de darle la
mano (a pesar de que se lo solicitaban los periodistas presentes y de que ella, elegante y demostrando experiencia, le ofrecía la oportunidad de hacerlo).
Así que, con esos dos factores en
mente (lo que ha de hacer y cómo lo hará) como vectores en el
comportamiento de Trump, nos lo encontramos por una gira asiática
cuyo principal objetivo es conseguir el apoyo de los líderes de la
zona para armar una postura común frente a la cada vez más
provocadora Corea del Norte y sus pruebas nucleares. Siendo eso lo
que busca conseguirse, y sobre todo dejar impresa una imagen de
dureza en la zona con declaraciones muy duras contra el dictador
norcoreano. En ese juego de gestos, deberíamos enmarcar también el
gesto (a mi entender, calculado) por el que Trump pierde la paciencia
mientras pasea con el primer ministro japonés dando de comer a las
carpas de colores, y vuelca de golpe todo el recipiente de comida
sobre ellas.
Dicha imagen, para la mentalidad de
muchos de aquellos países, es de una rudeza extrema en el contexto
en que sucede, grabando en la cabeza de la gente la imagen de que
Trump es un presidente que no tendrá demasiada contención a la hora
de sopesar usar un arma nuclear contra dicho enemigo. Dicho suceso de
la gira me parece una calculada
imagen de la política de gestos, que encaja como un guante con
la percepción pública de Trump mientras que le refuerza en USA como
un tipo que ha ido y ha impuesto su voluntad sin mirar dónde.
Y ahora ya, vamos a lo que nos
interesa: el asunto de las drogas y los derechos humanos en
Filipinas. ¿Qué ha pasado de nuevo? Pues nada. ¿Qué iba a pasar,
si estos dos tipos se juntan a cenar y uno le canta públicamente
canciones de amor al otro? Despertad!!
¿Derechos humanos? ¿Ejecuciones
extrajudiciales? ¿Escuadrones de la muerte? ¿Asesinatos de
intercambio? ¿Apetito por las violaciones y el abuso contra las
mujeres? ¿Amenazar a una periodista diciéndole que por ser
periodista, si era una hija de perra, no se iba a librar de que la
matasen?
Venga.... en serio,
¿Alguien creía que algo de esos se
iba a tratar? ¿Quedaba alguien tan ingenuo aún?
A mí la única duda que me queda -y
que nunca llegaré a saber- es si Putin se unió a la pareja en esa
noche de amigotes, en que almas gemelas se agasajan y se cantan besos
que se deben, para terminar, quién sabe haciendo qué, en la
intimidad e impunidad de los poderosos y ricos.
¿Quién sabe? Tal vez de esta noche,
uno de los dos haya quedado embarazado y en 9 meses podamos conocer
al retoño: Trumperte está al caer, no lo olvidéis.
Nota extra: por si alguien tiene dudas, la historia no es de ficción: es real. Duterte cantó una canción de amor a Trump ante todo el planeta, así que id cogiendo la idea de cómo van las cosas entre ellos... :P