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jueves, 8 de noviembre de 2018

Breve historia del Bitcoin: el nacimiento de la criptomoneda.

A lo largo de esta semana, hasta el día 15 de noviembre de 2018 en que existe una tentativa de causar un split en la cadena de Bitcoin Cash, aprovechando uno de los hard-forks programados en su roadmap, publicamos este texto que cuenta la historia más relevante del Bitcoin desde su nacimiento hasta este momento.

Esperamos que os sea útil, porque quien olvida su historia está condenado a repetirla...

Drogoteca.


El nacimiento de la primera criptomoneda.


Estando ya a mediados del 2018 resulta complicado encontrar una persona que use habitualmente Internet, y que no haya oído hablar -como poco- de Bitcoin. Nacía la primera criptomoneda -espiritualmente- hace ya una década, con la publicación (por parte de su misterioso autor) del “White Paper”, el documento en el que se define qué es y cómo funciona el protocolo Bitcoin, en el año 2008.

En no más de 8 páginas, de una simpleza asombrosa y una consistencia que se ha revelado como casi monolítica, Satoshi Nakamoto firmaba el diseño de lo que era Bitcoin y su “Blockchain” o cadena de bloques.



Es un documento que -personalmente- recomiendo leer (a cada cuál hasta donde sus recursos intelectuales le den para entender) porque contiene muchas de las respuestas implícitas que, con el complejo transcurso de su historia hasta hoy día, es necesario conocer y comprender para poder aventurar con cierto grado de acierto, el suelo que se está pisando en este complejo asunto.

La red Bitcoin, formada por nodos y mineros que se unen a ella de forma libre, comenzó a funcionar en el año 2009. En concreto el día 3 de Enero de 2009, y su creador tuvo a bien dejar una “misteriosa” inscripción asociada a ese bloque génesis: “The Times 03/Jan/2009 Chancellor on brink of second bailout for banks.”

Fuera quien fuera ese Satoshi Nakamoto, además de haber tenido una de las ideas más revolucionarias del siglo, estaba muy atento a lo que las autoridades políticas estaban haciendo vía rescates bancarios: entregándoles el dinero de todos o, dicho finamente, socializando las pérdidas en que habían incurrido por su forma de intentar hacer negocios.

¿Fue Bitcoin la primera moneda digital? No. No lo fue. Antes que ella estuvieron otras, pero no eran monedas en sí mismas, sino que eran la representación digital de un bien que una “entidad central” emitía, respaldado por algo (o no). Ese fue el caso de la tristemente conocida “Liberty Reserve” que en el año 2013 fue clausurada por los USA, precisamente porque tenía una “cabeza central” a la que dirigirse, y eso hicieron dándole una condena final de 20 años de cárcel a su creador, detenido en el aeropuerto de Barajas en Madrid.

Lo que sí es Bitcoin es la primera criptomoneda que prescinde de la “tercera parte de confianza”, resolviendo un problema que -hasta su nacimiento- no había tenido solución práctica, ni parecía despertarle interés alguno a las autoridades monetarias, muy cómodas con su actual sistema de reserva fraccionaria basada en deuda de dinero tipo Fiat (bendecido por el estado).

La importancia de la “descentralización” en el esquema de Bitcoin es primordial desde sus entrañas, ya que la forma de hacer desaparecer a la “tercera parte de confianza” (bien sea un banco u otra entidad) de la ecuación clásica de la transferencia de fondos, era hacer que dicha transferencia de fondos fuera conocida por todos los miembros implicados en la red. En lugar de tener a un banco o a una compañía de envío de dinero manejando tus fondos, la transferencia es pública y verificada por todos los actores mediante un juego de firmas basado en criptografía, y esos actores ya no son bancos o estados, sino usuarios que se incorporan -de forma voluntaria- a la red Bitcoin.

El conjunto de las transacciones ocurridas durante un cierto tiempo (aproximadamente 10 minutos de media), todas ellas previamente validadas con respecto al saldo existente en cada cuenta para evitar la posibilidad de un doble gasto, pasan a “empaquetarse” en un bloque de información que es añadido a la cadena. Ese bloque, que no es en esencia distinto a una serie de apuntes contables en un libro de cuentas público y visible para todos, es escrito por un minero (que ha ganado ese derecho mediante competición matemática abierta -no arbitrada por ninguna autoridad central- con otros mineros) como la última anotación del libro y así es retransmitido a todos los usuarios de la red, iniciándose de nuevo el proceso para la creación de un nuevo bloque con las siguientes transacciones.

La suma de esas anotaciones y otros datos asociados empaquetados en forma de bloque, vinculados entre sí por operaciones matemáticas que certifican la integridad y corrección de dichas anotaciones, es lo que se conoce como Blockchain o “Cadena de Bloques”. El minero que resuelve el “acertijo matemático” y adquiere el derecho de escribir el bloque, se lleva a su vez la recompensa que haya establecida en ese momento (es menguante desde su creación) en Bitcoin, más la suma de las tarifas cobradas a los usuarios por las transacciones.

Eso, descrito con extrema simpleza, es el protocolo Bitcoin. Integra varios avances que se habían ido logrando en el campo de la criptografía y la programación, orientadas a la creación de un dinero digital que lo fuera realmente, y no una mera representación del mismo con sistemas digitales.

¿Por qué ahora existen -aparentemente- varios tipos de Bitcoin?

En el año 2009, cuando se empezó a minar Bitcoin, aunque era y es algo abierto a lo que podía acceder cualquiera, lo especializado del asunto y los contextos alejados de lo “mainstream” en los que todo esto se movía (entre criptógrafos, matemáticos y programadores informáticos de ciertas listas de Internet), permitieron un desarrollo gradual del asunto. Para que la red Bitcoin fuera una realidad, debía desarrollarse desde la idea original y pasar todo un chequeo a fondo, basado en el entorno real, que depurase errores y fuera solventando los problemas que pudieran ir apareciendo.

Así se hizo. Se mejoraron unas cosas, se arreglaron otras y se comenzaron a pensar otras, aunque todo eso ocurría en un grupo abierto pero reducido de personas implicadas en el desarrollo de ese proyecto, que seguía liderado por Satoshi Nakamoto hasta mediados del año 2010. A mediados de ese año, Satoshi entrega el control del proyecto a un desarrollador llamado Gavin Andresen. E igual que surgió de la nada dos años antes, desaparece oficialmente, con lo que se calcula que son 1 millón de Bitcoin minados en las etapas iniciales del proyecto y que se encuentran -aún- en direcciones conocidas como pertenecientes a Satoshi en su despedida. Volvió a romper su silencio, en 2014, cuando los periodistas creyeron que un hombre llamado Dorian Nakamoto era el creador de la moneda, y la prensa empezó a acosarle. Publicó un mensaje que simplemente decía: “No soy Dorian Nakamoto” y volvió a su silencio.

Cerrada esa primera etapa en la que el propio creador estaba implicado en el desarrollo del protocolo Bitcoin, la cosa quedó en manos de un equipo liderado por Gavin Andresen, en un equipo que era el que desarrollaba el cliente de Bitcoin más conocido por entonces: “Bitcoin Core”. Era un cliente pesado, que te obligaba a descargar toda la cadena de bloques previa y era una descarga que podía tardar días (dependiendo de tu conexión y ordenador), pero era el cliente de Bitcoin “más oficial” en el anarquista entorno natural del Bitcoin; era la marca más conocida.

Este grupo de trabajo, el de “Bitcoin Core”, en el año 2014 -coincidiendo con la salida de Gavin del proyecto- empieza a ser “penetrado” por el capital tradicional. Una organización llamada “Blockstream”, cuyo único trabajo ha sido patentar todo lo patentable en relación con las cadenas de bloques como estructura y financiada especialmente por el grupo AXA, toma progresivamente el control del grupo y de sus recursos, contratando (sobornando) a quien se pone por medio y puede resultarles de interés.

En el año 2015, los foros de Reddit donde se hablaba sobre Bitcoin (los que habían sido “los oficiales y oficiosos” hasta entonces) sufrían ya una brutal censura basada en la siguiente norma: “Este lugar es para tratar asuntos sobre Bitcoin y no sobre otras monedas.”

¿Parece una norma razonable, verdad? Pues si consideras que cualquier cambio que se propusiera sobre el Bitcoin, a ojos de esta moderación, era como estar hablando de otra moneda y eso se castigaba con la expulsión del lugar de debate, ya no parece tan razonable. Es así como se aplicó una censura dictatorial en esos foros, provocando la huida y expulsión de sus principales usuarios y de los personajes más relevantes del universo Bitcoin, como fue el caso de Roger Ver (conocido como el “Jesucristo del Bitcoin” por su activa evangelización en este tema) y con el tiempo, incluso de desarrolladores del propio grupo que se salían de la asfixiante y censora línea marcada por “los nuevos propietarios”.

Al frente de ese grupo, Blockstream, se encuentra Adam Back, un turbio personaje que me recuerda al Salieri, el compositor clásico que Milos Forman dibujó en su oscarizada “Amadeus” sobre la vida y obra de Mozart. Salieri era el músico de la corte que envidiaba -hasta el odio- a Mozart, viéndose incapaz de rozar su genialidad o fama, conspirando contra él hasta su muerte. 



Y no es para menos dicha comparación, ya que Adam Back fue uno de esos personajes con los que Satoshi contactó en sus inicios -cuando se procuró rodear de gente que hubiera trabajado ya en este campo, para desarrollar en equipo la idea de Bitcoin- pero no recibió sino desprecio de Adam Back

Mientras que Satoshi quiso incluirle entre aquellos que estaban desarrollando la moneda, él negó cualquier tipo de cooperación o ayuda al desarrollo inicial de Bitcoin, criticándolo como una idea estúpida. Un personaje resentido y mezquino, que en lugar de aceptar el honor de trabajar con la mente creadora de esta idea, se negó a hacerlo y ahora es el “empleado” de los enemigos de Bitcoin, escondidos tras la imagen de “Blockstream” y la cara de Adam Back.

Habiendo parasitado el grupo de desarrolladores de “Bitcoin Core”, empezaron a bloquear cualquier intento de solventar el problema de la escalabilidad de Bitcoin: el tamaño del bloque fue fijado en un máximo de 1MB de tamaño, en las etapas iniciales del desarrollo de Bitcoin como forma de combatir posibles ataques de SPAM en la red. El asunto no era menor: el modelo del Bitcoin tal y como estaba sólo podía procesar 3 transacciones por segundo, debido a ese límite puesto de forma temporal y para un escenario totalmente distinto. El tamaño del bloque ya no daba más de sí y se iba a alcanzar su límite en poco tiempo debido al crecimiento exponencial de la adopción y uso del Bitcoin.

No retirar esa limitación era equivalente a morir de éxito, ya que el aumento de uso se convertía inmediatamente en problemas con su uso, por las altas tarifas que había que pagar para conseguir que tu transacción se confirmase (compitiendo por marcar entre los mejores pagadores para estar entre esos 3 elegidos por segundo, llevando a una escalada de las tarifas de transacción de más de 50 dólares por envío) y los largos tiempos de confirmación en que tu transacción podía quedar “perdida” durante un par de semanas, en un nuevo purgatorio conocido como “Mempool”, a la espera de ser procesada o rechazada por la red Bitcoin. Además, todo el mundo había tenido claro que era un límite temporal, hasta que hicieron de este asunto del tamaño del bloque limitado, el "casus belli" al que agarrarse para escenificar lo que vino a continuación.

La comunidad y los distintos equipos de desarrollo que había en el ecosistema Bitcoin, empezaron a buscar formas de superar el asunto y a hacer propuestas, pero todo lo que pasase por retirar el límite al tamaño de bloque en 1 MB era rechazado y castigado en sus foros (controlados por contratados de “Blockstream”) con la censura y la expulsión. Y a la vez, la gente de Adam Back empezó a buscar una forma de sacar partido a la escasez de espacio en Bitcoin que había sido generada de forma artificial, e idearon un sistema de segunda capa (fuera del protocolo Bitcoin en sí mismo) que monetizase el crecimiento por encima de 3 transacciones al segundo, creando canales privados para pagos.

Dicho de otra forma: habían planeado y ejecutado el secuestro -y asesinato- de Bitcoin (tal y como había existido) para poder sacar un beneficio artificial del mismo.

Ellos aseguraban el problema y ellos aportaban “la falsa solución”, que en lugar de ser código abierto en una red descentralizada -como lo es Bitcoin- se pasaron al lado del código propietario y con patentes que, curiosamente, ya eran suyas desde 2014. 

Definitivamente habían secuestrado el proyecto Bitcoin, y lo estaban destrozando para beneficio propio hasta que del original sólo quedaba el nombre, con un equipo encabezado por ese mediocre personaje, Adam Back, que se negó a ver la brillantez de la idea detrás del Bitcoin y ahora su vida la dedica a luchar activamente contra el Bitcoin, que Satoshi creó.

Con ese escenario, y sufriendo ya las consecuencias directas de la falta de espacio en el bloque de Bitcoin, la comunidad original del Bitcoin y los Bitcoiners que defendían el modelo ideado por Satoshi Nakamoto con todas sus implicaciones, bifurcaron la cadena o Blockchain, con un simple cambio tal y como el propio Satoshi había previsto: quitando el límite de 1 MB y aumentándolo a 8 MB (de forma inicial). 

Ese divorcio a las malas dio lugar a dos monedas, radicalmente distintas en sus propiedades, el 1 de agosto de 2017. Todos los poseedores de Bitcoin -lo que había sido Bitcoin hasta ese instante- pasaron a tener el mismo saldo en BTC y en BCH: la riqueza de Bitcoin había quedado separada en dos monedas distintas.

Una era Bitcoin Core o BTC, cuyos cambios hicieron de ella algo totalmente distinto a lo que definía el protocolo en el “White Paper” original de Bitcoin. La otra era Bitcoin CASH o BCH, que no tenía cambio estructural alguno pero ejecutaba una ampliación del tamaño máximo del bloque a 8MB, tal y como se había previsto inicialmente por Satoshi Nakamoto.




martes, 8 de agosto de 2017

Ransomware y Bitcoin: simplemente "follamigos".

Este es un texto que escribí para ElBitcoin.ORG, que es la mejor web sobre Bitcoin en castellano, aunque a lo mejor debería cambiar ahora su nombre por ElBitcoinCASH...
Fue escrito antes del hardfork, creo que en el año 2015, pero sigue teniendo plena vigencia, por su contenido, ya que sirvió para echar un vistazo al tema del RANSOMWARE, que empezaba a despuntar en las noticias. Entonces, era casi un desconocido para la inmensa mayoría.

Ahora, es un término más de nuestra cotidianidad.
Espero que os sea útil.
:))



Ransomware.





La diferencia entre el capitalismo de libre mercado y el capitalismo de estado es precisamente la diferencia entre, por una parte, la paz, el intercambio voluntario y, por otra parte, la extorsión violenta.”


Murray Rothbard - Economista


Al principio de la singularidad informática todo fue hardware y software. Estaba clara la cosa: lo físico y lo lógico. Lo que podías tocar y lo que no podías tocar. 

Luego la cosa se complicó un poco más y llegaron cosas como el firmware, o términos para aludir a proyectos que nunca llegaban a hacerse realidad como vaporware.

Antes no había nada de esto. De hecho “los ordenadores o computadores” eran habitaciones enormes con máquinas complejas y potentes sistemas de ventilación para disipar calor (al estilo de los grandes centro de minado de Bitcoin hoy día). Eran parte del imaginario, porque no eran parte de nuestra realidad, exactamente igual que un cohete espacial: su tecnología existía pero el teflón aún no había llegado a nuestras sartenes.

A lo mejor os parece increíble, pero yo he tenido cartillas de banco que se actualizaban a mano: las inscripciones en el “blockchain” del banco de turno se hacían sobre papel, con bolígrafo, firma manual y sello. 

Y las copias (por si había discrepancias) se guardaban en cajas que almacenaban miles de duplicados -o triplicados- de papel ordenadas por fecha y oficina. Cómo gestionaba la megaentidad de turno esos datos era un misterio, pero a ti te valía con una firma del cajero y un sello junto a la anotación en tu cartilla de papel. Nada de ordenadores. 

Era la sociedad analógica, la que imaginó Internet pero ahora le supera esa creación en muchas ocasiones; más que a sus propios hijos pequeños, ya nacidos dentro del mundo de lo digital y la comunicación inmediata.

Antes éramos “los más jóvenes” los primeros que aprendíamos a programar el vídeo 2000, Beta o VHS, a hacer funcionar las primitivas consolas de juegos, y fuimos los primeros que entramos en Internet y tuvimos que adaptarnos a un aluvión de más términos, como SPAM, módem, troyano, virus, firewall, exploit, actualización, APP, wifi, etc. 

Y así llegamos hasta una de las últimas tendencias a las que tendremos que acostumbrarnos hasta incorporarlas a nuestro lenguaje, de la misma forma que ahora mismo decir “tuit” es un término recogido en el “poco flexible y lento” diccionario de la RAE: el temido ransomware

¿Eso que clase de ware es? Más malware, que es el nombre que recibe el código pensado y creado para ganar acceso a un ordenador, a contraseñas, cuentas o información sensible.

En concreto el ransomware es un tipo de malware, englobado dentro del rogueware y emparentado con el scareware, que pone precio a tu ordenador y su información. 




En concreto a su información, que a día de hoy es posible que los datos que contenga tu ordenador tengan mucho más valor, económico y de otra clase, que el propio ordenador o dispositivo que los alberga. 

¿Qué valor le pondrías a perder todas tus claves, fotos, datos, textos, monederos de Bitcoin o de otra clase de moneda digital, vídeos e imágenes? 

¿Qué valor le das a todo lo que contiene tu ordenador y no puedes recuperar mediante un backup u otra forma de seguridad accesible para ti? 

Ese sería el valor de tu “ransom” o del rescate que pagarías a cualquier desconocido que pudiera devolverte -inalterados- esos datos que creías perdidos. 

Si bien el ransom es el precio que te piden, es el ransomware el responsable del secuestro de tus datos. Este tipo de código gana acceso a tu dispositivo de la misma forma que el resto de virus y códigos maliciosos: una vulnerabilidad de tu sistema-aplicaciones o tu propio fallo al darle a ejecutar, instalar o cualquier otra forma de dar permiso al sistema para que incruste un código dañino en tu dispositivo. Nada nuevo en ese aspecto.

Aunque en realidad, ni el término ni la artimaña son tan nuevos. El primer caso de ransomware es de 1989 y su programador, cuando fue atrapado, recibió la calificación “incapaz” para afrontar un juicio penal por sus actos. 

El autor era Joseph Popp, que creo un código que encriptaba el nombre de los archivos del ordenador y a continuación pedía un pago de 189 $USD. Fue el conocido como “Troyano SIDA” (“AIDS trojan”) y su programador prometió donar todo el dinero a la investigación contra dicha enfermedad, pero ya hacemos notar que el juez no le vio capaz de “atender” a un juicio, así que se libró por la campana...




Desde sus inicios, en los que se cobraba la extorsión por cheque bancario y encima lo enviabas por correo, el ransomware ha tenido dos grandes hitos. El primero fueron los avances en criptografía, que permiten a los códigos actuales encriptar el disco duro de forma mucho más sólida y menos resistente a ingeniería inversa sobre los datos encriptados o menos susceptible de ser rota mediante fuerza bruta. 

El segundo, también íntimamente unido a la criptografía, ha sido el Bitcoin.

Bitcoin no ha aportado nada nuevo al esquema básico del funcionamiento del ransomware, nada cambió. Ahora, simplemente resulta más simple -y seguro- el cobro del rescate para el criminal. También añade una cierta seguridad para el pagador: es preferible pagar una extorsión con Bitcoin que dar tu tarjeta de crédito para el pago

Pero los medios no tienen en cuenta esas cosas, a la prensa le da igual que esto ya existiera hace 20 años: da lo mismo. Ahora la palabra clave es Bitcoin, ese “puerto seguro” para el mal en la red, que no es más que una forma de pago con unas características determinadas (unas ventajosas y otras no, dependiendo para qué y para quién).

Si bien el rasonware ha existido desde hace mucho en diversas formas, ha sido en estos último 5 años cuando su despegue ha sido mayor, con algunos “éxitos” que se contaban con decenas de millones de dólares. Pero ahora mismo resurge en los medios siempre asociado, y con gran hincapié, al Bitcoin. Vamos a ver 3 ejemplos que ilustran la situación.

En el primero es este. Una sorprendida mujer de negocios de Irlanda llamada Shirley Palmer se veía entre la espada y la pared tras una sesión de lo que ella consideró una navegación normal. Un código ransomware encriptaba su disco duro y le pedía una pequeña suma de 2 Bitcoin -unos 500 dólares- que no tuvo más remedio que pagar, ya que es una empresaria con un negocio que necesitaba dichos datos. 

Según sus propias palabras no vio nada anormal, “todo parecía un link correcto y seguro de Facebook” que ella creía que apuntaba a un vídeo de Youtube. No era así: el ordenador ejecutó el código, y al reiniciarse le daba 90 euros para pagar el rescate si quería recuperar sus datos. En menos de 2 días, esta empresaria compró Bitcoin y aprendió a usarlos, al menos lo suficiente para pagar el rescate y recuperar “su vida digital”.

En el segundo ejemplo, esto no sólo le pasa a desprevenidos ciudadanos. Nuestro cuerpos de policía también sufren estos ataques, y también pagan como en esta ocasión, dependiendo de qué daño es el que les hace la pérdida de los datos del dispositivo. 

La policía de Midlothian en Chicago han pagado 500 dólares a un hacker desconocido que, haciendo uso de ransomware, había encriptado algún que otro dispositivo. No han sido los únicos, otros miembros de las fuerzas de “seguridad” del estado en Tennessee, también han tenido que pagar los 500 dólares de rescate a un desconocido hacker para que desencriptase sus archivos. 

Al menos la policía de Detroit, cuando sufrieron este ataque, o tenían copia de seguridad o muy poco interés por los datos de la red comprometida: se negaron a pagar, aunque su petición era de 2000 BTC u 800.000 dólares esos días.

Aunque un problema en esto de la petición de rescate por un secuestro de datos, es que no quede claro. El último gran pez que ha caído en una extorsión por ransomware -el tercer ejemplo- es todo un distrito escolar de New Jersey, que han tenido que paralizar los exámenes dado que el material didáctico del profesorado y el de uso del alumnado, se ha visto afectado. No así las calificaciones, que se almacenaban en servidores aparte, pero sí todo tipo de documentos de uso común, como texto, hojas de cálculo, o PDF's que han hecho que los profesores lleguen a afirmar que “se sienten como si hubieran vuelto a 1981”, en parte por tener que volver a usar libros o a escribir a mano.




En su caso, no queda claro si el rescate solicitado son 500 dólares en Bitcoin, o 500 Bitcoin. La cosa cambia mucho en términos de valor, y dependiendo del medio que escojas, al distrito escolar le han pedido las dos cosas. Me temo que son como nuestros padres cuando no sabían como programar el vídeo: ni siquiera se aclaran con lo que tienen que hacer.

En estos rescates, Bitcoin es sólo la opción más lógica porque no puedes extorsionar a la policía con una cuenta bancaria, como forma de pago. Es la opción más inteligente para poder efectuar el deseado cobro. El ransomware, parece inducir nostalgia: que te hagan volver de golpe a 1981, cuando no habías vivido la singularidad informática es, como poco, muy retro. Y entonces no había Bitcoin. ;)

Pero no culpen al mensajero. No culpen a la moneda, o culpen a todas las que sirven a fines con los que ustedes no están de acuerdo. 

Y díganme... ¿se salva alguna? 

;)