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domingo, 3 de enero de 2016

Estramonio, la manzana del Diablo.

Este texto fue publicado originalmente en la revista VICE, esperamos que os guste.

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Estramonio: la manzana del Diablo.


Hace unos 20 años me encontraba pasando el verano en un “campo de trabajo internacional” en la maravillosa Isla de Ons, en Pontevedra, un zona protegida de la actividad humana más dañina pero que seguía recibiendo visitantes y personas que deseaban acampar en la zona permitida, en gran número cada año.

Ese hecho había provocado la inevitable exposición a los residuos humanos (mayormente latas, plásticos y colillas, pero también condones, tampones, y restos de papel de WC por toda la isla) y para rematar el asunto, casi nunca se dedicaba presupuesto para limpiarla y también desbrozar los caminos originales de maleza que los hacían intransitables sin un machete. La formula de un campo de trabajo no era mala del todo: el estado (o la Xunta o la Unión Europea) te daba alojamiento en tiendas de campaña y comida, un médico temporal para atender insolaciones y un seguro por si te rompías la crisma, más la posibilidad de juntarte con chicos y chicas de tu edad, venidos de todos los países. Tú a cambio, currabas unas horas al día, en grupo y sin ser nada realmente parecido a un trabajo de verdad. Pero ese intercambio funcionaba y tenía un claro efecto en la isla y su estado de conservación.



En dicha isla, famosa por no tener ni guardia civil ni policía en ella, se encontraba uno de los camping más frecuentado por hippies de todo el país y de fuera. Un solo bar, una sola tienda, unas pocas casas de los nativos de la isla y todo lo demás era naturaleza. Un bello lugar, mucho menos conocido que sus hermanas las islas Cíes. El camping era un trasiego de gente, a cada cual más pintoresco, con provisiones traídas de forma específica -aunque era Galicia, allí no podías pillar ni farlopa- aunque lo que más pude ver fue hashís, opio y LSD traído para su consumo allí mismo.

Interesado por estos asuntos de las drogas como estaba ya en esa época, procuré agenciarme trabajos cerca de esa gente y pronto establecí trato con ellos. Unos porros de mal hashís que había llevado para esos días hicieron que pronto se me abrieran las puertas de sus reuniones nocturnas. No eran muy distintas a otras: mucha gente joven -algunos sólo de espíritu- drogándose juntos en paz y armonía.

Una mañana me tocó ir a desbrozar la parte trasera de la iglesia de la isla, el antiguo cementerio que estaba desatendido, y me encontré un campo de plantas con flores blancas y con una especie de fruto similar a manzana verde pequeña llena de pinchos. La planta me resultaba conocida, pero entre los libros que me había llevado no había ninguno que tuviera una ilustración o una foto que la identificase. Lo que sí note al empezar a arrancar y cortar esas plantas, es que el olor que despedían era realmente desagradable.

Como pensaba llevarme muestras de plantas -me llevé de esa isla un “té de roca” delicioso y que jamás he podido volver a probar- recogí algunas para subirlas a mi tienda. En los 15 minutos que tardaba en subir a la zona de las tiendas, 3 mujeres de la isla me pararon al ver que llevaba esa planta conmigo para advertirme: era venenosa. No supieron decirme "cuánto" de venenosa, pero me dieron referencias de una mujer que -siendo curandera- la sabía utilizar, en cigarrillos contra el asma, dijeron. Me relataron también algún uso curioso de la misma -de tipo cosmético, para quitar granos dijeron- que conocían de oídas, pero nadie que la hubiera usado se encontraba en la isla que ellas supieran. La llamaron “manzana espinosa” y “manzana del diablo”. Era la Datura Stramonium o estramonio, pero con exactitud no lo supe hasta la noche cuando subí a ver a los hippies y a drogarme un rato con ellos: llevé una planta y me dijeron el nombre rápidamente. Todos coincidían en que era muy peligrosa, mortal, pero también insistían en que se podía usar como droga lúdica. Eran charlas de hippies sin más y no parecía prudente fiarse más que de que era muy peligrosa.



Temerario como era, se me metió en la cabeza la idea de probarla. Y la única referencia que tenía era la mención que hace Escohotado a las solanáceas y a su experiencia de joven con amigos, que no parece que fuera muy agradable y que por sensatez nunca repitió. Así que indagué entre los que conocían la planta para ver si alguien realmente la había usado, y di con dos viejos hippies que sí decían haberla probado. 

Les interrogué intentando hacerme una idea de sus efectos, pero no hablábamos un lenguaje que nos permitiera entendernos en ese aspecto y seguí con la curiosidad, hasta que uno de ellos me dio una pista que me permitió atreverme con la temeridad, pensando que estaba a salvo de sus peligros. Me contó que paralizaba ciertas musculaturas del cuerpo como primer efecto perceptible junto con el calor que te daba, y en concreto que lo podía notar porque rápidamente se hacía imposible tragar bajo su efecto. Me dijo que fuera muy muy despacio y que cuando notase que empezaba a costarme tragar mi propia saliva, parase y no tomase ni una gota más.

Hice una pequeña infusión, con mucho agua y muy poca cantidad de planta. Elegí además las partes que me dijeron que eran menos potentes. Y llegado el momento, con mi compañera avisada y con instrucciones para que cuidase de mí, empecé a tomar cucharaditas de esa infusión cada 10 o 15 minutos, esperando a ver qué pasaba antes de tomar más. Seguramente el tener miedo, y el estar muy alerta a cualquier señal de acción, evitó que me matase. Tan pronto como noté la molestia para tragar, dejé de tomar, lo notifiqué a mi compañera y nos deshicimos del resto de infusión.

Sinceramente no recuerdo mucho más después de eso, excepto que el calor -especialmente en la cara- que me estaba provocando era desagradable (no como el de los opiáceos) y que el no poder beber era muy agobiante en ese estado. Recuerdo una fuerte somnolencia y que mi cuidadora y yo decidimos que nos encontraríamos más cómodos en nuestra tienda, pero ya no recuerdo nada del camino del camping con los hippies a la zona del “campo de trabajo”. Ni nada más, hasta que desperté al día siguiente. Sé tan sólo lo que me han contado, y aparte de algunos comentarios mientras hacíamos el camino de vuelta que indicaban que mi mente estaba percibiendo alguna cosa irreal y que no me encontraba nada orientado, parece que caí en un profundo sueño nada más llegar a la nuestro campamento. Sin alguien cuidándome y evitando que me perdiera en mitad de la noche con un colocón amnésico, es casi seguro que no hubiera terminado bien el asunto.




Era una planta muy potente, pero no tenía el menor uso lúdico o recreativo para quien la toma. No tenía mucha gracia no recordar nada de lo que había hecho, aunque lo que me contaban que hice o dije pudiera ser gracioso: estaba delirando, no disfrutando. No le di más importancia al tema de la Datura Stramonium, sobre todo porque apareció un nuevo grupo de hippies que traían opio y estaban dispuestos a hacer intercambios. Así que mi interés se fue al opio, que probé por primera vez allí también. Pero aquel lugar era un campo de experimentación, y cuando nos avisaron de que iba a venir un helicóptero a la isla porque un chico “se había caído por un acantilado”, no sabía que iba a asistir por primera vez a una experiencia con plantas solanáceas -datura, beleño, mandrágora, belladona- que había acabado en catástrofe (no mortal, por suerte).

El helicóptero tuvo que hacer filigranas para poder acceder con un especialista en rescate hasta donde se encontraba el chico herido, con varios huesos rotos y más de 10 horas entre piedras inaccesibles por otros caminos. Sufría un shock provocado por las horas sin beber ni comer y el golpe tremendo que se dio. Pero no era lo único: el chico había tomado la noche anterior una infusión de estramonio y, aunque estaba con sus compañeros, en algún momento de la noche se debió separar del grupo para acabar delirando en un entorno peligroso hasta tirarse por el acantilado. 




Dos días después nos llegaron noticias de su recuperación en el hospital, traídas a la isla por el médico: él sólo recordaba que tenía mucho calor, sed y que “creyó ver una lata o una botella de Coca-Cola y fue a por ella”, acantilado abajo. Tal vez esa caída y rotura de huesos, que le dejó inmovilizado, le salvó la vida. De haber seguido su instinto por el calor agobiante que le produjo el estramonio, seguramente hubiera acabado metiéndose en el mar, de noche, delirando y solo.

Desde entonces ha sido raro el verano que no he leído en la prensa casos de envenenamiento -varios mortales- con esta planta, casi siempre por parte de alguien que creía que al ser un planta, no era peligrosa. O por alguien que ha leído que las brujas se colocaban con ella, masturbándose sobre un palo de escoba -untado con una pomada de solanáceas- apoyada en el quicio de una ventana. No es de extrañar que los inquisidores que pillaban a “brujas” desnudas y en ese estado de trance, creyeran que en su delirio intentaban huir volando en la escoba por la ventana. Y que de ahí nos haya llegado esa imagen, nacida de una paja con apoyo químico y consolador casero.

No conozco a nadie que haya tenido experiencia con esa planta y haya disfrutado. De hecho, cuando un amigo mexicano conoció la historia -en su país llaman a esta planta “toloache”- me dijo: “la mejor es la que crece sobre la calavera de un antepasado tuyo, porque sólo de esa forma la planta no te mata o te vuelve loco para siempre, aunque sólo la puede usar el curandero chamán”. No la había probado -ni quería- pero conocía su uso tradicional y sus peligros.




Los efectos de la datura son provocados por la atropina -sustancia de efectos similares a los de la escopolamina de la “burundanga” pero más potentes aún- y aparte de provocar un delirio en el que la persona no mantiene el contacto con la realidad de su entorno, hipertermia, perdida del reflejo de deglución y parálisis de la musculatura lisa, provoca una amnesia que hace que ni seas consciente de lo que estás viviendo en tu delirio ni puedas recordar nada después. Imagina tomarla, y si tienes la suerte de que la dosis sea insuficiente para matarte, que dejes de recordar ni saber lo que haces y aparezcas horas (o días) después en otro punto distinto -normalmente desnudo por el calor y la sed- y sin saber lo que has podido hacer. ¿Tiene pinta de ser divertido? No para mí, gracias.

Si no eres una bruja medieval, experta en pócimas y ungüentos por vía vaginal, o un chamán mexica entrenado en su uso durante décadas, no te acerques a esta planta buscando diversión porque lo más probable es que acabes encontrando tanatorio o psiquiátrico. 

Y si no te interesa acabar tirándote por un acantilado para conseguir una lata de tu refresco favorito, no confundas “natural” con “seguro” a la hora de elegir con qué colocarte.



miércoles, 18 de junio de 2008

Ayahuasca. La poción patrimonio cultural de Brasil.

Antes de tirarme a la piscina, voy a frenar un poco y a recordarme a mi mismo que este lugar sigue teniendo la intención de servir de divulgación de conocimientos veraces sobre diversos temas, en especial aquellos que tienen que ver con manifestaciones de la conciencia humana y sus herramientas.

A veces olvido que mucha de la gente que llega aquí, llega buscando información bastante básica, y que si quiero que la utilidad de este lugar llegue a todos los que vienen, la información a veces debe de partir de lo más básico (cosa que se nos olvida cuando nos ponemos a comentar entre amigos más o menos conocedores de estos temas).

Así que esta vez, empezaré despacito, y haciéndome a la idea de que quien puede leer esto, no tiene porque saber nada de lo que yo pueda dar por supuesto. A ver que tal.

Ya el título de la entrada puede resultar algo extraño, desde el nombre de la ayahuasca a que una bebida sea "cultural". Espero que a nadie le queden dudas tras un poco de lectura.

¿Qué es la ayahuasca?

Pues la ayahuasca es una poción. Un cocimiento, una especie de infusión, una bebida preparada con plantas.
Esta poción es una bebida que produce importantes efectos en la psique humana, y también su consumo prolongado parece tener repercusiones físicas positivas en muchos casos.

La bebida o preparado, es originario de la cuenca del Amazonas, donde hace milenios se comenzó a utilizar por los habitantes de aquellos parajes, y donde hoy se sigue utilizando.

Sus efectos son los de un enteógeno (alucinógeno, coloquial pero incorrecto), que algunas personas toman, bien dentro de un marco ritual o de forma individual, con diversos fines que pueden abarcar desde la curación de una enfermedad a la generación de experiencias espirituales de alta intensidad.

Si bien durante siglos este preparado estuvo restringido a los pueblos amazónicos y a otros que podían conocer y disponer de las plantas necesarias (pues son al menos dos).

El nombre, ayahuasca, se traduce como soga o liana de los muertos o los espiritus, aludiendo tanto a la forma de una de las dos plantas -la liana trepadora Banisteriopsis Caapi- y al efecto psíquico de la experiencia (tal y como la entendían sus primeros usuarios).

El nombre es una metonimia en la que hay una relación todo-parte, ya que es la liana la que da el nombre final a la poción, pero no es la que tiene los efectos psíquicos propiamente dichos.
La liana, contiene alcaloides como la harmina o la harmalina, que son inhibidores de la enzima Mono-Amino-Oxidasa (IMAO's), encargada de desactivar ciertos compuestos químicos en nuestro cuerpo y regular el nivel de otros, como algunos de los neurotransmisores más comunes, con un grupo amino en su estructura química.
La liana aporta la llave que permite a otro compuesto, que no es activo por vía oral, desplegar sus efectos en la mente humana.

Este otro compuesto es la DMT o dimetiltriptamina, una sustancia que fue sintetizada allá por los años 30 y se creyó que no existía en el mundo vegetal hasta que se fue encontrando en cientos de especies de plantas y en algunos animales, incluido el ser humano.
Este compuesto se añade a la poción a través de alguna planta que lo contenga, como podría ser la chacruna -Psychotria Viridis- u otras según la disponibilidad de las mismas.

Si bien estos son los dos componentes básicos de la ayahuasca, no son excluyentes, y existen muchos otros vegetales con actividad psíquica que son agregados a la poción, aportando sus efectos a la experiencia.

El químico Jonathan Ott, considera que la ayahuasca, por su mecanismo de acción tan avanzado es uno de los mayores descubrimientos de los pueblos indígenas: encontrar una planta que logre, por inhibición de una enzima, hacer activa a otras que no lo son. Es desde luego impresionante un logro así en sociedades que aún hoy viven de forma similar a como vivían sus antepasados hace miles de años, y que acumula un saber farmacológico sorprendente, más teniendo en cuenta que el entorno es selvático y que existen miles y miles de especies vegetales.

Aclarado qué es la ayahuasca y cómo funciona -la complementación de dos plantas distintas- vamos a ver que pinta la cultura y Brasil en todo esto.
Al estar situada la fuente original de esta bebida en la cuenca amazónica, mayoritariamente perteneciente a Brasil, es este el país donde existe un mayor consumo de esta bebida enteógena.

En Brasil se han ido desarrollando grupos de tipo religioso, que han adoptado como sacramento la ayahuasca. Eso no ha planteado ningún problema, incluso al contrario, ya que tras 18 años de estudios el gobierno brasileño decidió levantar cualquier tipo de prohibición sobre el consumo de ayahuasca, en vista de los efectos beneficiosos para los miembros y usuarios de estas agrupaciones, como son el Santo Daimé, la Unión do Vegetal, Barquinha y algunas otras.

Algunas de ellas, son sociedades religiosas con una integración total en el espectro cotidiano del país, en las que sus ceremonias están abiertas a todos los miembros en los que se encuentran personas de todos los estratos y condición social. Otras, como la Unión do Vegetal, parecen tener un carácter algo más elitista y en ella se puede encontrar a practicantes que forman parte del gobierno del país.

La sustentación teológica de cada una de ellas es diferente, pero todas comparten ciertos valores de referencia, en especial aquellos a la cercanía, respeto y contacto con la naturaleza, y al crecimiento y mejora personal.

¿Y la cultura? Sin pensar que todo lo anterior no es ya una expresión y un rasgo cultural, el título hace alusión a la propuesta del Ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil, de proponer al Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil la inclusión de la ayahuasca como patrimonio cultural del país, con las consecuencias que ello tendría.

Como cualquier otro bien cultural (que Brasil ha definido unos cuantos en los últimos años, que van desde ritmos musicales a expresiones de fiestas histórico-religiosas como el Cirio de Nazaré) es de imaginar que serán potenciadas las medidas de protección de ese patrimonio, estimulación de su conocimiento y arraigo como parte de la identidad común de un pueblo.

¿Qué relevancia tiene esto?
Mucha. Por primera vez en la historia, un país y su gobierno quiere reconocer un enteógeno y su consumo como señas de identidad cultural.
En un contexto mundial de guerra contra las drogas, aceptar a ese nivel que una droga que está en las listas de prohibición internacional (la DMT lo está), y que no es diferente a otras del mismo tipo, como podrían ser la LSD o los cactus con mescalina, es una patada en la barriga de una prohibición que hace tiempo dejó de buscar justificaciones racionales o científicas, para pasar a ser un "modus operandi" bajo el que se esconden los mas variopintos intereses.

Hay un gobierno que está enviando un mensaje con su acto: este enteógeno, no nos da problemas, nos ayuda, y es parte de nuestra cultura. Nos hace bien.

Fuera de Brasil, algunas de esas iglesias como el Santo Daimé han salido y tienen cierta presencia en otros países, entre ellos España, Reino Unido o USA.
De hecho el gobierno usano -el esquizoide creador de una guerra contra la libertad del individuo- tuvo que reconocer hace un par de año el derecho a los miembros de estas agrupaciones religiosas en su país, el derecho a acceder y consumir ayahuasca como sacramento de su manifestación religiosa, del mismo modo que lo hizo con el peyote y la mescalina para los miembros de las iglesias peyoteras de nativos americanos.

En otro contexto, el uso de la ayahuasca como enteógeno se ha expandido.
No sé si ese hecho responde a cuestiones de disponibilidad o a propiedades específicas, pero ha entrado en los círculos de investigación psicológica, como una herramienta de autoconocimiento, o como herramienta para tratar otras problemáticas que curiosamente incluyen el uso de drogas adictivas y destructivas en el mal uso que muchos les dan.

Hay en marcha interesantes investigaciones sobre la ayahuasca a varios niveles, desde el puramente farmacológico, al trabajo de campo con adictos. El primer estudio sobre sus propiedades farmacológicas y el consumo en contexto occidental lo llevo a cabo el farmacólogo Jordi Riba, y puede ser consultado en MAPS.
Otro de esos estudios relacionados con su consumo en contextos urbanos (como es el que se da en esas agrupaciones religiosas basadas en el uso de ayahuasca) lo publicó Manuel Villaescusa, psicólogo especializado en el uso de dicha poción, en el año 2006. Puede descargarse y leerse aquí.

Cabe recordar que si bien la ayahuasca, como otros enteógenos y drogas, pueden resultar de utilidad para ciertas personas en ciertos contextos, no quiere decir que sean una panacea.
Las experiencias que afectan de forma intensa al "yo" no son bien toleradas por todos y pueden ser peligrosas para algunas personas con ciertos desordenes mentales, para las que de momento no resulta aconsejable acceder a estas experiencias que les pueden causar más mal que bien.

Los grupos responsables que usan esta "medicina, sacramento, o simplemente enteógeno" suelen contar con filtros que evitan que accedan las personas a quien les puede dañar la experiencia. En nuestro contexto occidental, la figura que debe dirigir estas experiencias y guiarlas, así como prevenir que en ellas participen potenciales afectados, es la del psicólogo, psicoterapéuta o psiquiatra. Y no cualquiera, sino sólo aquel que haya tenido formación al respecto, lo que implica haber pasado la experiencia en muchas ocasiones.

Como todo lo que a veces rodea a lo exótico, lo que viene de lejos, las medicinas mágicas y los remedios secretos, hay quien hace un uso incorrecto de ellos y particularmente centrado en obtener dinero de esas sesiones.
Como con cualquier instrumento de gran potencia, lo que se puede esperar de su uso en manos de un imprudente, es un desastre peligroso.

A este panorama no ayuda la situación de prohibición que se mantiene sobre las sustancias psicoactivas, y que favorece el secretismo y el acceso de cualquiera siempre y cuando pueda pagar a algún autoproclamado chamán. Por mucho que impresione la palabra (chamán) a ciertas personas, los conocimientos de estos tienen su ámbito de aplicación en la cultura que los ha generado. La "magía", las fuerzas de la naturaleza que explican los fenómenos que perciben los integrantes de una tribu amazónica, y esos enfoques con una cierta carga romántica, no tienen demasiado lugar en la mente y construcción de la realidad de un occidental -y son totalmente válidos para el indígena-.

Seguro que la imagen de un psicólogo de corte analista clásico, con su diván, tumbando en él a un indio con la cara pintada, la carcasa con flechas y los adornos propios de su grupo, preguntándole sobre como se desarrolló su infancia, la relación con su padre y su madre o sus pulsiones sexuales, nos parecería a todos ridícula y risible. Con toda razón, eso le es ajeno.

De la misma forma deberíamos contemplar, la exportación de contextos que no son significativos para nuestras vivencias como occidentales, por muy bonitos que nos puedan parecer.

Haber dado el paso de aceptar un enteógeno como parte de la cultura de un país (no sólo de la cultura indígena) es un paso valiente, que de ser bien llevado e imitado con las correspondencias adecuadas, puede y ayudará a situar el acceso a las experiencias útiles con enteógenos en el marco del ser humano occidental en la búsqueda de su propia espiritualidad o autoconocimiento.

P.S: Esperemos que esta vez, Gilberto Gil tenga más éxito que cuando ha pedido la legalización del consumo de cannabis. Es de esperar que así sea.