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sábado, 25 de agosto de 2018

Tramadol: el opioide terrorista.



Hace unas semanas ahora, aparecía en las páginas de la “prensa seria” un artículo -publicado a nivel internacional- en el que se vinculaba al grupo terrorista islamista “Boko Haram” con el uso de una droga en concreto: el tramadol. Por supuesto, entre la información que el artículo ofrecía había las habituales incorrecciones técnicas (como referirse al tramadol como un opiáceo y justificar sus efectos en base a eso, cuando en realidad es un opioide sintético) y exageraciones de todo pelo, que son la norma cuando la prensa generalista aborda estos temas.




Los titulares de los medios, buscando repercusión, le dieron el enfoque más chillón posible: “la droga de Boko Haram”. Titular tendencioso, al intentar representar una relación entre ese grupo y dicha droga, cuando la realidad es que el tramadol es una droga de uso común en la zona de África en la que se encuentra este grupo terrorista (como otra gente, que nada tiene que ver con el terrorismo) debido a que no existe fiscalización internacional sobre ella.

Dicha presentación intenta fijar en la gente la idea de que esos terroristas y milicia organizada en ocasiones, se enfrentan a la muerte y a sus acciones embalsamados en una droga que se quiere hacer ver como parte del problema, como una forma de explicar “esa locura asesina” que se nos vende desde los medios. Y no es así...

¿Por qué tramadol y no otras drogas?

Que los miembros de “Boko Haram” usen tramadol, en una zona en que todo el mundo lo usa por ser un analgésico “efectivo” -en comparación a ibuprofeno y paracetamol, no opioides- pues no resulta una gran exclusiva. Lo usan ellos, y lo usan quienes les combaten: es una cuestión de las drogas que existen disponibles en una determinada área. Para comprender por qué esa sustancia y no otra, y los riesgos derivados de ese uso, hay que echar un poco de vistazo a la historia reciente de la guerra internacional contra las drogas.


Los tratados de fiscalización de narcóticos y estupefacientes (como se solía llamar a las drogas en aquellos momentos de la prohibición) del siglo XX se centraron sobremanera en el opio como fuente natural de drogas, como la morfina de donde fabricar heroína posteriormente. Ese miedo desaforado por la heroína (que no es más que una morfina menos pesada y más ligera) llevó a forzar a los países a sancionar el cultivo de la amapola del opio. 

En África, el uso del látex de opio o de la planta en seco, ha sido la forma tradicional de lidiar con el dolor más que una fuente de “colocón” y el uso apropiado siempre fue la norma sin que existiera fiscalización sobre dicha planta (Papaver somniferum).




Al ir aceptando los gobiernos africanos los tratados sobre drogas (por la cuenta que les trae o les cerraban el grifo económico) se fueron quedando sin el recurso natural contra el dolor y, aunque aún es factible encontrar opio y flor seca de opio en África, las restricciones al comercio legal de estos bienes acabó derivando a los ciudadanos al uso “civilizado” de las pastillas en lugar de al uso de la planta que conocían de siempre. 

Algo similar a lo que ocurrió en China, durante las mal contadas “Guerras del opio” en las que se inundó el área de morfina y jeringuillas hipodérmicas mientras se prohibía el cultivo de la planta a los ciudadanos. La morfina, en aquellos lares, llegó a recibir el apelativo de “el Opio de Cristo” ya que su uso llegó con las manos de los misioneros que buscaban evangelizar la zona. Se percibía como más científica y propia de una civilización más evolucionada, dentro de esa corriente que -tras el descubrimiento de la aguja hipodérmica- sólo quería polvitos para meter en inyecciones, como muestra de su superior avance tecnológico.

En un principio, el único opiáceo fácilmente accesible que quedó en esos mercados africanos (también en España hasta hace poco), fue la codeína -otra variación natural de la morfina- de los jarabes contra la tos. Pero el uso desmedido que se le comenzó a dar recientemente por grandes grupos de jóvenes y adultos en condiciones de pobreza y miseria (de la misma forma que otros grupos han usado y usamos el alcohol) hizo que se fiscalizase más durantemente también. 

¿Qué quedaba tras eso? Pues nada en la naturaleza, que fuera equivalente, y entraba la química en juego: ya no era un opiáceo sino un opioide (compuesto de origen sintético que tiene afinidad por los mismos receptores que los opiáceos) lo que venía. Era el tramadol.

El tramadol es un opioide sintético creado por Grünenthal (los de la Talidomida, que crearon miles de deformes y abortados) en la “Alemania del Este - RFA” en los años 70, y comercializado allí en 1977. ¿Por qué? Desde el final de la segunda guerra mundial, y antes, se buscaban compuestos que tuvieran acción sobre el dolor de la misma forma que los opiáceos, pero sin necesidad de depender de los suministros de opio de terceras partes. El tramadol era sintético y se podía producir a demanda. Sus efectos parecían ser suaves comparados con los de la morfina: apenas tenía 1/10 parte de su potencia, y eso lo hacía manejable para más indicaciones. Y además, caía fuera de todo tipo de fiscalización internacional sobre drogas.

Prometía ser un best-seller en una época en que se dificultaba el acceso a los opiáceos más tradicionales. Y lo fue durante un tiempo, también en España, que se podía adquirir sin receta ni demasiadas preguntas como ocurría con la codeína hasta hace un lustro. El problema es que el nuevo medicamento, como ocurrió con los tremendos efectos secundarios de la talidomida, traía una parte que no se conocía en sus acciones. El tramadol no sólo “afectaba” al sistema endógeno opioide con el que se controla el dolor en el cuerpo, sino que afectaba también a ciertos neurotransmisores como son la serotonina y la noradrenalina, que regulan funciones esenciales en los mecanismos del ánimo, percepción, deseos, emociones, razonamiento y sueño; afectaba mucho más que un opiáceo a la psique humana.

De hecho, el tramadol podría definirse como la extraña criatura nacida de un opioide sintético y un antidepresivo como el Prozac (inhibidor de la recaptación de la serotonina), todo en la misma molécula

¿Esto es un problema? Pues sí, y muy serio; imagina que cada vez que sientes dolor y tomas una aspirina o un ibuprofeno, tomases a la vez una dosis de Prozac con todas las consecuencias de algo así. En un uso puntual, no debería ser un grave problema, pero en el uso crónico -por su efecto pseudoantidepresivo- te puede dejar la cabeza como una grillera (conocemos ya alguna mente tarada por el tramadol) si no la tenías ya de antes.

No sólo funciona como un opioide, provocando dependencia física, sino que también lo hace desajustándote la cabeza, hasta el punto que está prohibido su uso en personas con problemas mentales y tendencias suicidas, ya que las  aumenta en sujetos con morbilidad previa.



¿Por qué vender algo tan tóxico vs. otros fármacos?

Pues como ya he explicado, por una concepción moral y proselitista de la política de drogas: al estar bajo la lupa los derivados del opio, estos otros venenos se escapaban del control y eran prescritos como en otro tiempo se hubiera prescrito la codeína para la tos o el opio para el dolor. Los médicos no querían problemas, los farmacéuticos tampoco, y tener que recetar fármacos fuertemente fiscalizados (como la morfina) es tedioso y puede resultar en problemas para el prescriptor. El tramadol parecía contentar a muchos ya que venía a ocupar el hueco de algo que había sido prohibido, pero con unos daños orgánicos y costes mucho mayores.

De no ser por la guerra contra las drogas, el tramadol nunca hubiera llegado al mercado farmacéutico, debido a su perfil mitad opioide mitad antidepresivo.


¿Puede el tramadol explicar algo de Boko Haram?

Pues no. No más allá de comportamientos equivalentes al abastecimiento de tabaco y alcohol en nuestros ejércitos. La zona de influencia de estos grupos es una zona de mayoría islámica en la que el alcohol ha estado siempre sancionado, así que los momentos de relajación que aquí se pasan tomando unas copas, allí han de buscar otros vehículos psicoactivos, como puede ser cualquier fármaco psicoactivo al que puedan tener acceso. La cocaína es muy cara, y si la ven por allí no es para consumirla sino para traficarla hacia el norte de África. La anfetamina, se va a países con mayor poder adquisitivo. Salvando la excepción de algunas plantas psicoactivas que hay en distintas zonas de África, de forma reducida y local, lo único que les queda es colocarse con pastillas baratas todavía legales.

Y ahí, ocupando el hueco de un analgésico de acción opioide, está el Tramadol que se vende sin ningún tipo de prescripción ni control, por no estar fiscalizado en esos países.



¿No sientes miedo ni dolor si tomas tramadol?


No. Esto es totalmente falso. El efecto del tramadol es, en primera instancia, el mismo que el de la codeína con respecto a la potencia por peso, dejando a un lado los efectos “psíquicos” sobre los neurotransmisores mencionados. Te alivia el dolor, te ayuda anímicamente a soportar lo negativo, y hace las sensaciones duras del entorno, menos duras. ¿En qué grado? Pues si lo usas con cierto punto de normalidad, en un grado medio, y si lo usas de una forma abusiva buscando evadirte de tu realidad, dependiendo de tanto como tomes. Pero pasando de una dosis media para una persona con tolerancia, el efecto será similar al de una dosis fuerte de opio, y eso te incapacita para estar de pie y correr, y para todo lo que no sea “vegetar”.


¿Tiene sentido ir a la guerra colocado de tramadol?

Pues en el lado práctico del asunto, no. Sería como ir a la batalla borracho: sólo disminuyes las posibilidades de salir bien parado. Y sólo lo podrían hacer, sin fracasar de entrada o volarse la cabeza ellos mismos, quienes estuvieran acostumbrados a estar ebrios o colocados, como estado habitual. Cierto es que, frente a las atrocidades que se ven en la guerra y en el terrorismo, el alcohol o los opioides pueden ser mejor para algunas personas que enfrentarse a todo eso sin ninguna ayuda. Pero en cuanto a sustancia con utilidad para la batalla o el asesinato, son precisamente las menos indicadas; tiene mucho más sentido usarlas posteriormente para procurarse cierto descanso psíquico y facilitarse el reposo.


Algo de historia sobre el uso de drogas y los ejércitos.

Vincular sustancias psicoactivas y leyendas sobre ejércitos no es nada nuevo. La palabra asesinoen nuestro idioma, deriva de “hashís”. Hace unos siglos una secta dirigida por un hombre al que llamaban “el viejo de la montaña” realizaba asesinatos por encargo, y esa secta era llamada “los del hashís” porque esta era la recompensa y la forma de convencer a sus sicarios para ir a la guerra: les suministraba hachís en dosis altas, de manera que les hacía sentir que iban al paraíso y en ese estado acababan siéndole fieles (por el hashís, sí, pero también por el dinero, la seguridad, la alimentación, los privilegios) y obedeciendo sus órdenes para seguir en el grupo. 

Sin embargo, no es infrecuente ver explicado ese hecho en base a supuestas propiedades farmacológicas del hashís, que harían a cualquier simple persona que lo tomase, una máquina de matar sin miedo ni dolor. Seguro que todos habéis visto fumar hashís... ¿os parece que el estado que provoca sea compatible con una batalla a vida o muerte? Pues eso, más sentido común y menos especulación alocada, por favor.

Ciertos vikingos tomaban -supuestamente- un preparado de Amanita muscaria, seta psicoactiva, para entrar en un trance destructivo sin igual, en el que matar era lo más básico. Yo y otros miles de personas hemos tomado esa seta, y sus efectos psicoactivos no recomiendan entrar en batalla, si no es dentro de una cama. El primer efecto es una embriaguez similar al alcohol, luego un intenso estado de sopor, y luego si uno supera esa fase, una supuesta fase de sentidos aumentados y alteraciones visuales (macropsia y micropsia). No parece muy adecuado para ir a buscar bronca, pero ahí está la leyenda.

Un caso real de uso de opiáceos y/o opioides combinados con otras drogas en la planificación real de una contienda militar ocurrió con las DivisionesPanzer que Alemania lanzó en la II Guerra Mundial, que iban sostenidas en su despliegue con anfetaminas para estimular, quitar el hambre y el sueño, y opioides para quitar la sensación física de dolor, así cómo disipar ansiedad y tensión. La combinación de estos dos fármacos les permitió avances nunca vistos en velocidad de despliegue, pero pronto pudieron comprobar que las ventajas de la anfetamina se convertían en desventajas cuando se superaban 2 ó 3 días de uso mantenido (el deterioro mental y cognitivo es muy grande y no se repara mientras no se descanse adecuadamente y exista una alimentación correcta).

También en España durante la Guerra Civil se usaron generosamente, importadas desde Alemania desde el año 1932. Ninguna guerra ha sido ajena a la búsqueda de remedios que aumentasen la vigilia y atención, la resistencia o la moral de las tropas.

Sin embargo, la anfetamina (dextro-anfetamina o su forma racémica) sigue siendo unade las herramientas de uso puntual de varios ejércitos, como el deUSA, quienes facilitan unas dosis de anfetaminas a sus pilotos cuando salen en una misión, para favorecer su resistencia, aguante y concentración. Una dosis adecuada, para no convertir a sus pilotos en kamikazes que se lancen contra los objetivos hasta la muerte, como ocurría con los pilotos japoneses en la II Guerra Mundial, empapados en anfetaminas

A mi madre, en el año 1963, se la ofreció una monja para ayudarla con los exámenes (esta religiosa usaba anfetaminas para prepararse la carrera de Pedagogía), ya que era normal en España usarla así y no tenía estigma de ningún tipo. De una forma muy similar al dopaje intelectual en USA hoy día con el Adderall.

Todos los ejércitos del mundo, siguen a día de hoy, la búsqueda de fármacos y aplicaciones que les den ventaja en el escenario de batalla. La farmacología y otras áreas, son sólo algunos de los caminos a usar.

¿Y qué hay de cierto en lo que se dijo del Captagon, la droga con la que ISIS mataba sin sentir empatía?

Otro caso similar e igualmente falso. El Captagon no es más que el nombre comercial de un antiguo compuesto, fenetilina, en cuya molécula iban una de anfetamina y una de cafeína unidas, y se liberaban ambas dentro del cuerpo humano. Esto lo hacían de esta forma porque la cafeína, además de estimular, alarga la eliminación de las anfetaminas (duran más)




Y su efecto, es el mismo que si uno de nuestros niños occidentales que toma Elvanse (dextro-anfetamina con lisina a 120 euros 30 pastillas en la farmacia, prescrita para el síndrome de hiperactividad y déficit de atención - TDAH) y un café. O el mismo del speed hispano, que es anfetamina y cafeína, a 20 euros el gramo.

No es que ISIS tuviera una preferencia por esa droga, es que esa es la droga estimulante que hay en ese entorno y que se usa como ayuda en su labor, por sus efectos. 
Culturalmente es la que conocieron, y ahora sus mercados negros siguen produciendo pastillas falsas de Captagon, que son meras mezclas de anfetamina y cafeína. Es el equivalente a la anfetamina de los alemanes, o a la de los pilotos japoneses y norteamericanos, sin mayor diferencia. Si ISIS estuviera localizado en Asia, usaría “yaa-baa”o metanfetamina pura, que es lo que allí hay.


¿Por qué esta información tendenciosa en prensa?

Pues porque la prensa no tiene ya un interés informativo ni formativo, lo tiene competitivo. Se compite por ver quién genera el mejor titular (aunque viole la verdad), por quién obtiene más lectores y quién consigue mayor influencia.

A la prensa nunca le han interesado los lectores bien formados que puedan cuestionar sus historias, y en España por desgracia, tras años de inquisición farmacológica y oscurantismo, la prensa sigue usando a las drogas como el aderezo del hombre del saco. Son las drogas las que aparentemente explican cosas inexplicables, ya que esas sustancias tienen el poder de hacer que las personas pierdan su voluntad y capacidad de decisión... nos repiten incansables. Y quieren que creas que, por el mismo fármaco que tiene tu abuela en casa o que le prescribieron a tu madre cuando tuvo aquella caída, las personas pierden su ser y se convierten en monstruos asesinos sin conciencia ni sentimientos.

Y tampoco es de extrañar esto, ya que durante muchos años se ha usado el consumo de drogas y/o alcohol como un atenuante o incluso eximente en agresiones, robos, violaciones y asesinatos, como si por haber tomado una sustancia quedases “sin responsabilidad” por tus actos; cuadra perfectamente con el concepto de droga que mucha gente tiene aún, por el cual es incompatible el consumo con el libre albedrío del individuo.

No quiero cerrar este texto sin una alusión a un caso que alguno recordará aún: la parricida de Santomera, Francisca González. En el año 2002, esta mujer mató a sus dos hijos menores (de 4 y 6 años de edad) asfixiándoles con el cable del teléfono, sólo para hacerle daño a su pareja.



La parricida en el entierro, momentos antes de ser detenida. 


En la declaración inicial antes la policía, dijo que lo habían hecho unos extraños que entraron en la casa, y mantuvo esa versión hasta ser detenida durante el entierro de sus hijos. Entonces la historia se reformuló y la asesina, escudándose en un supuesto consumo de 5 gramos de cocaína, dijo que no recordaba nada y que no era capaz de diferenciar realidad y alucinaciones por culpa de la cocaína y el alcohol. Y de pasó culpó a su marido de haberla iniciado en el consumo y de traficar con drogas.

De nada sirvió, fue condenada a 40 años y ha tardado 14 años en disfrutar del primer permiso penitenciario. Dicen que ya asume su crimen...


Flaco favor es el que nos hacemos como sociedad si nos creemos estas mentiras por las que buscan convencernos que de ciertas sustancias tienen la capacidad de arrebatarnos la voluntad. El mismo flaco favor que nos haríamos como sociedad si damos pie a quienes usan drogas -alcohol o tabaco incluidos- o se involucran en comportamientos adictivos sin sustancias -sexo, juego, adrenalina por riesgo- para justificar así (como falsas víctimas de una sustancia o acción que les roba el albedrío) sus comportamientos.

El derecho a usar drogas es un ejercicio de nuestro derecho como individuos y hunde sus raíces en el mismo lugar en el que se gesta la responsabilidad (accountability en inglés) derivada de nuestras acciones.

Dejemos de usar las drogas para justificar los monstruos que surgen de la condición humana.


Este texto fue publicado en Disidencias

miércoles, 22 de marzo de 2017

Chucherías con drogas para los niños.

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que os gusten las chucherías con drogas para los niños que nos prepara la farmacia.

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La cosa tiene su gracia.
Media vida viendo a los que iban ciegos de MDMA, o de anfetamina en cualquiera de sus variantes estimulantes, que no podían parar con la mandíbula quieta por el subidón, mascando chicle para “suavizar” el bruxismo generado por la ansiedad que produce, y ahora algún genio del marketing ha tenido la gran idea: “coño, vamos a ponerlos juntos y así podremos cobrar una nueva patente...”.
Exacto. De eso va este texto, de patentes y dinero. De población usada como objetivo contable, de políticas de salud y criterios médicos que se han prostituido para servir -sin esconderse demasiado al hacerlo- para servir al interés del que, al final, hace caja: la industria farmacéutica (que no es más que una de las muchas caras de la industria química).


Es importante hablar las cosas en orden, y lo primero es recordar por qué estamos aquí: por dinero.
Y que lo que en realidad importa bastante menos -no me atrevo a decir que no importa del todo- es lo que tenga que ver con la salud. Por supuesto, que nadie crea que la industria farmacéutica (entiéndase en este artículo como “los jerarcas de la BIG PHARMA internacional”) quiere personas enfermas, porque eso no es así.
Una persona enferma compra fármacos que -aquí en España- subvenciona el estado con impuestos de todos, pero una persona enferma es un cliente que “no es productivo”. Lo ideal, es conseguir una población de gente sana y feliz, y ser tú quien les des los productos necesarios. Ya, farmacia y enfermedad, hace tiempo que quedaron desvinculadas, y no pensamos que alguien esté enfermo cuando va a la farmacia a por condones o a por el anillo anticonceptivo. El modelo del cliente, sano y productivo, renta mucho más a la larga.

Y el otro gran target u objetivo, son los niños. 
¿Por qué? ¿Y por qué no? 

Todos los padres de buen corazón a quienes el médico les recomiende una medicación para un hijo o hija, se quitarán de comer si hace falta para comprarla. Si el que se lo recomienda, es un médico convencido de que está haciendo lo correcto, todo irá mucho mejor (nuestros cerebros reconocen cuando alguien dice lo que cree o miente, aunque no nos demos cuenta conscientemente). Y si rematas con un dependiente de farmacia, que ha estudiado como un animal para tener ese trabajo, y él simplemente tiene como función la dispensación del fármaco y la información referente a su uso, que también es labor del médico, complementada con el farmacéutico como apoyo.

Los niños molan.
Lo saben los de la BIG PHARMA, tanto como lo sabía Michael Jackson aunque sean lo mismo. En este caso, lo niños les molan por eso: sus padres SIEMPRE PAGAN el rescate. Así que, como empresas que son, cuando se les fueron acabando los beneficios de las patentes de los “realmente nuevos” fármacos que desarrollaban, buscaron otros nichos y dieron con el de los niños y el TDAH.
Hace 30 años, el número de niños en todo el planeta, diagnosticados de TDAH (o Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) eran un chistecito. Yo, en toda mi vida (en entorno educativo), no creo que haya visto más de 5 casos de personas que sí necesitaban realmente una ayuda química, porque realmente tenían un problema que era INTOLERABLE y denigraba sus vidas a puntos insoportables.
Conviví -durante años- con uno de los primeros casos diagnosticados de España, en el aula y también fuera de ella. La diferencia en su caso, era como la de tener un gorila nervioso frente a ti (no era grande, era su actitud) a tener una persona amable, calmada, educada... y feliz porque no sufría.
Al resto, a los que no sufríamos de una forma desmedida y sintomática del problema que sí tenían quienes -realmente- sufren ese trastorno, nos llamaban otras cosas mas comunes: revoltosos, traviesos, superdotados, cabrones, insoportables, malditos-críos-de-mierda-quién-me-mandaría-hacerme-maestro.... etc, pero en ningún caso nos consideraban enfermos. Eso era por los años 80 en España.
Con el desembarco y abordaje de la TDAH, en USA se ha llegado a hablar de un 15% de la población que sufría ese trastorno. ¿Cómo es eso? ¿Cómo se pasa de que algo sea un trastorno (idiopático, propio e innato) muy poco frecuente, a que sea tan frecuente como es el porcentaje de personas con alguna clase de problema relacionado con ansiedad (de fobia social a insomnio)?
El porcentaje de personas que sufren un trastorno, severo y crónico, de tipo psicótico como la esquizofrenia -si no me equivoco, ya que cito de memoria- viene ser constante e igual a través de las distintas culturas, y está entre el 2 y el 3% de la población. ¿Cómo hemos pasado de que hubiera muchos menos casos de TDAH (en niños y en adultos, que fue la siguiente jugada) que de esquizofrenia y, en apenas 20 años, ahora sea el diagnóstico rey en las consultas pediátricas?
No existe una explicación cómoda y dentro del marco de la salud para este asunto, y la explicación es económica. Las enfermedades también se crean y fabrican. En este caso, se usó el TDAH para el target de los niños de la misma forma que se usa otro trastorno - que es, cuanto menos, muy dudoso para vender “la viagra rosa” o “Trastorno de deseo sexual hipoactivo premenopáusico” (flipa con el nombre e imagínalo en la boca de un médico) o, abreviando también, TDSHP para las amigas que se lo crean.
De hecho, aunque los padres no dudan en dar lo que el médico diga a sus hijos, algunos de ellos empezaron a preguntarse sobre el sentido de dar “anfetaminas” (el metilfenidato, compuesto principalmente usado en el TDAH, no es una anfetamina ni en su estructura química ni en su mecanismo de actuación, que es más parecido al de la cocaína) a niños en desarrollo, cuando la teoría siempre dice que como norma general, hasta que no se es adulto, no se deben usar drogas psicoactivas potentes, y el metilfenidato lo es. RubifenConcertaRitalin, son los nombres de esa droga que, actualmente, decenas de miles de padres dan -por orden médica- a sus hijos todos los días. Todos. Y existe un gran mercado negro de él, estimulado por la facilidad de acceso
¿Eso es peligroso para un adulto y no para un niño? ¿El uso continuado de un fármaco en edad de crecimiento, no pasa una factura que se tendrá que pagar? ¿Cuál es ese precio? ¿Qué estamos haciendo realmente al dar metilfenidato a los niños? ¿Qué hacemos? ¿Estoy haciendo bien o soy un mal padre? ¿Hago caso a la maestra y le digo al médico lo que me indicó para que drogue a mi hijo y ella se encuentre más cómoda en el aula? ¿Estamos locos o qué?
Esas preguntas, y otros cientos similares, son las que pasan por la cabeza de los padres que se informan antes de aceptar dar a su hijo -sin necesidad, porque sí hay casos necesarios- el metilfenidato. Lo de los maestros que les indican a los padres cosas, como que le pidan al médico esa medicación para el niño porque lo ha recomendado el maestro, es algo más frecuente de lo que se puede imaginar. Gente sin formación alguna para evaluar un trastorno semejante, sin tiempo para su trabajo, con un aula con demasiados niños, y que se da cuenta de que aquellos que toman “la droga de la infancia” están más tranquilos y atentos, dan menos guerra...... uy, esa droga es buena!! E inducen -a veces hasta el chantaje emocional y la amenaza- a que se les dé la droga a los niños, la necesiten o no. Esto no es broma, ni una exageración sino que pone los pelos de punta a cualquier padre que sepa leer y ver un vídeo.
Llevo años escuchando casos semejantes, que ponen los pelos de punta, pero el sistema está tan bien engrasado que -en pocos años- dar “cocaína” o anfetamina a los niños de forma crónica, se ha convertido en algo ya no normal, en algo necesario para la salud.... de los niños y de la BIG PHARMA.
Desde hace unos años, también anfetamina, sí. Aunque la anfetamina desapareció de las farmacias hace unos 20 y pico años en España, ha vuelto. Escondida, sí, pero ha vuelto. Y ha vuelto, precisamente, para los niños.... para su TDAH. Ahora se llama “lisdexanfetamina” porque es una PRODROGA que se activa ya dentro del cuerpo, evitando que se pueda esnifar. Pero una vez dentro se separa en dos cosas: lisina y dextro-anfetamina. La lisina no hace nada, y la dextro-anfetamina, es el isómero más potente y agradable de la anfetamina original. Y ya está aquí, sí.
Pero ni metilfenidato ni anfetamina son fármacos nuevos, ambos son fármacos fuera de patente ya hace tiempo, así que serían poco rentables a la industria: no cobran derechos extra. Y los de marketing y sus ideas, argumentaron que si la droga no es patentable, el método de administración sí. De esa forma, consiguieron que drogas como el metilfenidato o la anfetamina (pero también como los analgésicos, opioides, etc) fueran de nuevo muy rentables. Unos porque su producto lo liberaba durante 12 horas, otros porque el suyo se activa dentro, otros porque es con un trozo de parche que se pone en la piel, etc...
No sólo el “qué” (la sustancia) es patentable, sino el “cómo. Y es ese “cómo” el que le está dando el dinero a la BIG PHARMA en todo el mundo -occidental en su mayor parte- con sustancia que ya no eran muy rentables para ellos. El que el margen de beneficios aumente escandalosamente, las hace de nuevo rentables para ellos, a lo que como empresa reaccionan estimulando sus ventas.
¿Cómo? Más publicidad, más charlas y “congresos pagados o viajes” para médicos relevantes, más presión política y, también, presión en el ámbito científico, para hacer comulgar a base de dinero a todo el mundo “con ruedas de molino”. Y así, cambiando unas cosas en un libro llamado DSM y que usan -en exceso- los trabajadores en “salud mental” y otros criterios en otras áreas, modificando protocolos para que tu producto llegue más lejos, convenciendo a quien haga falta para que sanidad apruebe algunas indicaciones nuevas para tu droga (nuevos motivos para recetarlo a la gente), o lo que es igual, haciendo de “PHARMA-lobby” y consiguiendo el control de quien sea necesario, porque el dinero con muchos ceros todo lo puede.
Y así es como llegamos al titulo y final de esta historia.
En un último giro de tuerca, por encontrar nuevas formas de obligar a la población a usar sus productos aunque sea drogando a los menores de edad, han llegado al “chicle* con anfeta para niños”. No es coña, se llama Adzenys y viene en muchas dosis distintas y, seguramente, también en colores distintos. Especialmente diseñado para niños.... desde 6 años de edad.
Y su compuesto es anfetamina pura. Exactamente la misma por la que si te cogen con 1 pastilla, te multan y la misma que si has tomado, das positivo en los controles de drogas actuales que se encuentra en carretera. La misma que esos locos fiesteros se comían en los 80 mientras bebían ríos de cerveza, sin emborracharse apenas, y la misma que después esnifaban en los 90 mientras descubrían la empatía con el MDMA en la pista de baile. Es la misma droga, que no te mientan.
Anfetamina, sí.
Pero en chicle (patentada) y para niños desde los 6 años de edad, para que estudien bien y no den guerra en casa o a la maestra. El presidente de “Neo Therapeutics” que en este caso es la farmacéutica que lo lanza, ha dicho que “estamos lanzándola (la anfeta en chicle) a toda leche, porque va a empezar la temporada de escuela”.
Se les puede acusar de ser avariciosos, lo cual parece que en la BIG PHARMA es una norma o virtud, pero nadie puede decir que no habla claro: para vender mis chicles con anfeta, necesito que se me llene el local y que pueda hacer nuevos clientes, y eso es lo que es la escuela, una fuente de ingresos. Igual que un camello con una bolsa de pastillas de éxtasis esperando a que la discoteca se llene para hacer la noche. Pero legales, y con ayuda de todo el sistema.
Recordad, lo hacen por el bien los niños.
(*): Quien dice chicle, dice gominolas, grageas masticables, chucherías para los niños...

jueves, 29 de septiembre de 2016

Del sombrero mágico de la Farmacia, salen anfetaminas.

Este texto fue publicado en la revista VICE... y esperamos que os guste (el texto, golosos). En la incansable búsqueda de nuevos nichos de mercado, los niños de nuevo son el objeto de deseo, y esta vez es con la común anfetamina de toda la vida, camuflada con una forma que además de darle un dineral por tener patente, no asusta a los papás cuando van a comprarla. Y como ya se sabe que cualquier medicamento resulta más efectivo cuanto más caro es.... o era el placebo? ;)

120 euros por 30 pastillas, se llama robo. 
Y se están especializando en niños.

¿Esto es como lo de los caramelos a la puerta del colegio, pero con papá y mamá comprándolos con receta que le da el médico sonriente?

Viva el TDAH!!
Qué gran descubrimiento para la ciencia (económica) de la farmacia y relacionados, claro.

Todo por los niños, eh?

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La anfetamina regresa:
farmacia y mercado negro hispanos.

Hace unos meses recibí una consulta -de una famosa cuenta de Twitter especializada en música- sobre una droga que -para mi gusto- es la reina de lo que existe ahora mismo en la farmacias españolas: la lisdexanfetamina. ¿Suena a algo? ELVANSE es el nombre. Y sí, anfetamina pura y dura. El “lis” que va delante, indica que es una nueva molécula -por lo tanto patentable y económicamente rentable- formada por una de lisina y una de dextroanfetamina (el isómero más potente y agradable de los 2 que forman la anfetamina común).






Ese es el concepto de pro-droga: una sustancia que no es activa en sí misma, y que se activa en el interior del cuerpo por una determinada ruta metabólica. Esto lo que quiere decir, es que como hasta que no te comes (vía oral) las cápsulas o pastillas de lisdexanfetamina no se convierten en anfetamina de la rica, pues se supone que “no se puede abusar de ellas”. A mí, que me encanta la dextroanfetamina y me gusta -precisamente- por vía oral, me es totalmente indiferente su método anti-abuso: me meto la cantidad que quiero, y tarda en subirte pues como una horita en vez de los 20 ó 30 minutos que tarda en subirte una anfetamina por vía oral.





Para los que conocimos las “Dexedrinas”, que era esta misma droga (sin la lisina, que no aporta nada al efecto) y que se vendía en las farmacias hasta principio de los años 90, es el regreso de una vieja amiga, de una íntima compañera de buenos y malos momentos: nuestras amadas “dexes”. La misma dosis y formato que le dan a los pilotos de los cazas, la famoso “GO! Pill”, que servía igual para un roto que para un descosido. ¿Gripe y estabas jodido? Una dexe y se pasaba. ¿Tenías que currar y llevabas 30 horas de empalmada? Una dexe y a tirar millas. ¿Ibas a salir, a pasártelo como un lemur, y a beber hasta que se secase el río... pero sin emborracharte mucho? 

¡¡La dextroanfetamina era tu mejor amiga!!





Además, no te pone taquicárdico -en el mismo grado que la cafeína- ni nervioso, ni nada molesto o tenso, si la dosis es la apropiada para tu constitución y tolerancia. Pero como desde hace 20 años no las tenemos ya entre nuestras farmacias, la única forma de verlas era en foto o pagando altísimos precios en los mercados de drogas -tipo Silk Road- de la Darknet.

La consulta que me hicieron, versaba sobre esta “nueva” droga (pro-droga siendo estrictos) y su uso de forma lúdica. Pregunté a la persona por la fuente y, amablemente, decidió compartir un pedido conmigo. ¿De qué? De Elvanse, la “anfetamina lisiada” (perdón, con lisina) que ahora venden en farmacias. 

¿En qué cambia con respecto a la Dexedrina? En que no la puedes esnifar ni inyectar, y en que tarda en subir como una hora, en lugar de media hora. Eso es todo.





Por lo demás, la nueva reína de la farmacia hispana en materia de drogas (por sus magníficos efectos, pero sobre todo por su elevadísimo precio) es exactamente igual que nuestra vieja novia. Igual, simplemente ahora tarda unos minutos más en prepararse, y ya. La misma.

¿Y si la quitaron hace 20 años, para qué la ponen otra vez?
Pues para que abusemos de las drogas, todos.

Para empezar, la farmacéutica que cobra un precio posiblemente más de 100 ó 200 veces superior al de coste de fabricación (en muchos productos, gracias a las patentes). Eso hace que, en farmacia y de forma legal -con la receta de un médico psiquiatra -de esos que las recetan sin hacer preguntas estúpidas, si les pagas la consulta- te salga por unos 120 euros la caja.




Para que quede claro que el precio es algo que ponen de forma totalmente independiente, respecto al coste de fabricación del fármaco o droga de turno, en el caso del Elvanse no se han cortado ni un pelo: valen todas las dosis igual en la farmacia, 30 cápsulas de lisdexanfetamina a 120 euros y da igual si es de 30, 50 o 70 miligramos. 

Eso más el precio de la “consulta” al especialista de turno para que se lleve su tajada en el mercado de la droga, y nos permita acceder de forma segura (farmacéuticamente segura) a una excelente sustancia.





Una maravillosa molécula que, en el mercado negro, no se sintetiza: es demasiado trabajo y material necesario separar dos isómeros de una molécula sintetizada, para dejar el más interesante. Se podría hacer -posiblemente sin necesidad de separar nada- llegando a una síntesis que rindiera únicamente dextroanfetamina, pero por los precursores y el proceso a seguir, los químicos del mercado negro lo ven como algo que ni se plantean.




Así que la hay en 3 dosis (30, 50 y 70 mgs por cápsula) pero el precio de 30 capsulitas se te va, entre la parte para el que te lo receta -la otra vía el es mercado negro, totalmente negro- y lo que te mete la farmacéutica, te sale por cerca de 200 pavos la tontería de un botecito de anfetamina de farmacia. La misma que durante décadas se vendió libremente en medio planeta y que se publicitaba su uso contra “el aburrimiento del ama de casa”, entre otras muchas cosas que se entendían como “indicaciones apropiadas” para el uso de anfetamina.




A mi madre, que nunca ha tomado ninguna “droga” más allá de café, tabaco o vino, me contó que la primera anfetamina que vio se la ofreció una profesora suya. Una monja de la orden religiosa del “Amor de Dios” (un colegio católico de señoritas en los años 50-60), en época de exámenes le ofreció -imagino que viéndola apurada en horas para estudiar- con total normalidad, “de la misma forma que actualmente te pueden decir que si quieres un café para estudiar mejor” me dijo, cuando ella me lo contó. Es decir, es la misma cosa que antes una monja daba a una alumna para que estudiase un poco mejor, en una ocasión puntual. La misma con la que toda una generación, que ahora es la que está arriba, sacaron sus carreras a base de anfetamina -dexedrinas y centraminas, principalmente- y no pasó nada grave.






Ahora la prohibición, abusa directamente del precio ridículamente desorbitado que pone a ciertas drogas en la farmacia. Ese “precio de farmacia” sube a cerca de 300 cuando vas al mercado negro. Curiosamente, el mercado negro sí ha sacado partido de que todas las presentaciones valgan igual en farmacia (la única fuente posible y conocida para dicho fármaco), y hacen que la presentación de Elvanse de 30 miligramos no sea rentable pedirla, pero la de 50 y 70 miligramos presentan una diferencia de precio de más de 100 euros. Es decir -en el mercado negro- sin receta- un bote de Elvanse de 70 miligramos y con 30 pastillas, te puede costar hasta cerca de 400 euros (dependiendo de tu fuente y tus tratos, como todo).




Eso sí. Debo decir que me han sorprendido mucho las maneras que he encontrado en el dealer, tanto como para enviar varios cientos de euros -con confianza- a alguien “desconocido” para mí (aunque recomendado) y al día siguiente, tener en mis manos exactamente aquello que habíamos acordado y de la forma que lo habíamos acordado.

Además, durante el proceso -breve- de solicitar “el producto” y acordar cómo iban las cosas, tuve en todo momento confirmación de cada paso que se iba dando, y en qué punto se encontraba. Y también, un servicio de atención al cliente que -puntualmente- comprobó que “el pedido” había llegado tal y como se habló. Dicho de otra manera: profesionalidad y seriedad (accountability, que dicen los ingleses sobre dar la cara).





La droga más interesante que ha salido de la farmacia española, junto con un mercado perfectamente adaptado a las circunstancias y que te trata -como debe ser, por otro lado- como una empresa trataría a un cliente, y con la atención comprensible en una “primera transacción de este tipo”, son los dos grandes descubrimientos. Por fin puedo olvidarme del efecto incompleto -y no anfetamínico en realidad- del metilfenidato, del Rubifen o Concerta que se usa para la misma indicación médica (el más que cuestionable Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o TDAH), y ya puedo tomar una sustancia mucho más efectiva, más segura en su dosis útil (a mi juicio), con menores efectos secundarios molestos y mucho más agradable que me ayuda mejor a trabajar, o a salir de fiesta y beber unas cervezas.

La anfetamina de verdad, la buena, sin haber sido cortada con sacos de cafeína en las manos de algún “dealer” en forma de speed, ha vuelto a nuestras manos y bocas -como el sacramento que, de verdad, sí funciona cuando necesitas energía, claridad y capacidad- y lo ha hecho con su mejor cara: la derecha o dextroanfetamina. Eso sí, recordándonos desde el primer momento mediante un precio que es desorbitadamente alto con respecto a su coste de producción, que el abuso de drogas existe y es real, pero que no es el del que se fuma unos porros: es lo que hace tener el monopolio legal de la distribución de una buena droga que mucha gente usa si está disponible. Y sí. Ya está aquí de nuevo.




Ya está en las farmacias, en los mercados, en Internet, entre nosotros...

Bienvenida -otra vez- vieja amiga.
:)


PD: ¿He dicho ya que están robando a manos llenas con el cuento del TDAH en la mayoría de los casos? ;)
Todo por los niños, sí.
xD



domingo, 20 de diciembre de 2015

Captagon y otras drogas para asesinar sin estrés

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que os guste.

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Captagon y otras drogas para asesinar sin estrés.


Ella se acercó a su hijo y, con cuidado, pasó el cable del cargador de su teléfono móvil alrededor de su cuello. El niño se despertó en ese momento y no entendía qué estaba haciendo su mamá exactamente, pero ella le pidió que se diera la vuelta y se pusiera con la boca hacia abajo en su cama. Una vez que el niño estaba en esa posición, sería más sencillo estrangularle. 

Y así lo hizo: apretó los cables alrededor del cuello de su hijo hasta que éste dejó de moverse, muerto. Una vez asesinado el primero, fue a por el segundo de los hijos. Éste se defendió cuando comprendió que su madre estaba intentando asfixiarle y, aunque no pudo salvar su vida, de esa forma envió a los investigadores un mensaje que señaló a su madre como parricida en forma de arañazos en la cara de la asesina. 

Francisca González, conocida ahora como la parricida de Santomera, había asesinado a sus dos hijos más pequeños (el mayor salió ileso) y había inventado una historia que no encajaba: el asalto a la casa por parte de desconocidos para robar. La policía la dejó en libertad hasta el momento del entierro, tras el cual fue detenida y finalmente se derrumbó confesando: los había matado ella, a sus propios hijos con sus propias manos, porque quería vengarse de su marido a quien acusaba -enferma de celos- de todo tipo de infidelidades conyugales. La mejor forma de hacerle daño era matando a los que eran sus hijos también, comportamiento similar al padre que cortó el cuello de sus dos hijas con una radial, hace unos meses en Galicia, para causar daño a su ex-pareja que le había dejado por un dentista. Y la mejor excusa sobre lo que había hecho, como no, eran las drogas.




La parricida de Santomera no tomó “Captagon” para ser capaz de asesinar a sus hijos con sus propias manos, ella aseguró que se debió a un brutal consumo de cocaína y alcohol. Cocaína, según ella unos 5 gramos esa noche y se agarraba a dicho consumo para explicar que perdió la conciencia de sus actos y que por lo tanto no era responsable de ellos. La asesina dio esos datos en el intento de que, como se había hecho en nuestro país muchas veces, se le redujera la pena por considerar que estaba bajo el efecto de las drogas anulando su libre albedrío. 

Ni el jurado ni los peritos creyeron su versión del asunto, y certificaron que si ella hubiera consumido 5 gramos de cocaína esa noche, habría muerto posiblemente. Ella contestó burlona que eso era falso, y que su marido, que en ese momento era ya acusación particular, la había visto consumir “5, 6, 8 y hasta 10 gramos de cocaína en una noche”. La asesina dijo que ella no era “fría, déspota y calculadora” sino que quien la conocía podría atestiguar que era una persona “muy cariñosa” y una “buena persona”. De sus hijos defendiéndose mientras eran estrangulados por ella, dijo que era “demonios”. Condenada a 40 años de prisión de los que cumplirá 25, el tribunal determinó que ni estaba loca ni las drogas motivaron los crímenes... pero en la memoria colectiva quedó aquella “madre” que asesinó a sus hijos en una orgía de cocaína y alcohol, aunque eso fuera sólo un recurso frente al tribunal.

En los atentados de este verano en Túnez, concretamente en lo referido a Seifeddine Rezgui -el terrorista que se paseó por una playa asesinando personas con un arma automática y sacando fotos con su móvil- se llegó a decir que había cometido la matanza mientras estaba colocado con cocaína. Esos datos salieron de un extraño informe de autopsia que aseguraba, según el periódico inglés que lo publicó, que se habían encontrado restos de un estimulante en el examen post-mortem

Pronto fue publicado que el estimulante era cocaína, aunque esto no se puede asegurar con ningún grado de certeza sin el correcto análisis químico de sus sangre. En realidad no era ningún dato comprobado, sino una especulación ante algo que encontraron, porque en dicho informe no existe una prueba forense para dicha droga. Aún así, los medios publicaron que era “cocaína u otro estimulante de la clase A” (la más restrictiva en UK) sin saber realmente qué era. No es posible saber que una droga pertenece a una clase legal determinada, sin saber de qué droga exactamente estamos hablando, pero eso no importó a la prensa.

De hecho, durante unos días en la prensa, la droga de elección de ISIS para cometer matanzas fue la cocaína que, según el tabloide inglés, se la administraban a los miembros para sentirse invencibles en el campo de batalla. En el mismo artículo se decía que les administraban esas drogas para que no tuvieran conciencia de lo que hacían, para que no lo entendieran. Otra mentira.

Antes de esos atentados de Túnez y de los recientes en París, ya se había hablado del Captagon como droga de elección en la zona de ISIS. ¿Debía sorprendernos? Tras los atentados de París, hemos visto a la prensa española hablando de que el Captagon les permitía matar sin sentir empatía alguna hacia sus víctimas y sin sentir el dolor, lo cual es un nuevo descubrimiento de propiedades farmacológicas en una sustancia tan antigua y tan conocida como es la anfetamina y que, en España y otras partes del mundo, administramos sin problema a niños en edad escolar y a adultos con diagnóstico de Trastorno de Déficit de Atención por Hiperactividad o TDAH.




Captagon no es más que uno de los nombres comerciales de un compuesto llamado fenetilina, que se dejó de fabricar en los años 80 en los países de esa zona, y que era una molécula de dextroanfetamina unida químicamente a una molécula de teofilina, un estimulante suave que se encuentra en el chocolate. El objetivo de unir estas dos moléculas (no una de anfetamina y una de cafeína como se ha dicho por ahí) era el de reducir el potencial de abuso asociado a todas las anfetaminas. En la forma de Captagon -o en las otras equivalentes como el Vyvanse que se vende a día de hoy en las farmacias españolas- el compuesto no es activo por sí mismo: es una prodroga que cuando se metabolice en el cuerpo, se convertirá en anfetamina y teofilina, o anfetamina y lisina en el caso del Vyvanse. Este hecho, el que necesite de una metabolización previa para ser activa, hace que sea mucho menos abusable que si fuera anfetamina sola, que sería activa esnifada o inyectada. Mediante la necesidad de esa activación biológica, las formas de consumo más adictivas no tiene posibilidad de realizarse, ya que la droga no causará un rápido efecto al necesitar de la metabolización del cuerpo para activarse primero.

Poco después, y para rematar la jugada, un príncipe saudí fue detenido en el mes de octubre con un cargamento de dos toneladas de pastillas de Captagon. Los medios, como Público por ejemplo, empezaron de nuevo con la “histeria del Captagon” asegurando que las decapitaciones de ISIS se producían bajo el efecto de esta droga, según ellos un dato válido por el análisis de la voz de “John el Yihadista” que demostraba estar bajo sus efectos (conozco muchas pruebas de drogas, pero ninguna por voz). Añadían que las violaciones y las crucifixiones se producían bajo los efectos de esa droga y que era la responsable de la “impavidez de los suicidas y su brutalidad”. 

¿Cómo aparecer con un cargamento de 2 toneladas de pastillas que ya no se producen? Pues porque el nombre de Captagon ha quedado como nombre común para referirse a pastillas con anfetamina o metanfetamina como estimulantes, a veces con un poco de cafeína o de efedrina: dicho de otra forma, a las pastillas de anfetamina del mercado negro en esa zona se las llama Captagon por recuerdo y similitud con el original que pretenden imitar. ¿Dos toneladas de pastillas para matar sin importarte tus actos? Así se vendió la información en occidente, aprovechando la circunstancia para añadir más leña al fuego de unos tarados fanáticos que no necesitan de ninguna droga para causar matanzas.




La misma medicación, un estimulante como la anfetamina, la han recibido prácticamente todos los ejércitos en una guerra desde su descubrimiento como fármaco. Los japones usaban la metanfetamina en la segunda guerra mundial, como los alemanes que usaban diversas combinaciones de estimulantes y anfetaminas también. 

Los alemanes llegaron incluso a desarrollar una pastilla, que no llegó a darse de forma masiva por el final de la guerra, con la que buscaban probar los límites de la resistencia humana al cansancio físico. La formula recibió el nombre de D-IX y era un cocktail de drogas en el que había 5 miligramos de oxicodona (un opioide), 5 miligramos de cocaína y 3 miligramos de metanfetamina por pastilla

Las pruebas determinaron que los sujetos a los que se les administraba el fármaco, eran capaces de hacer marchas sin descansar de 90 kilómetros con 20 kilos de peso a la espalda. También se ha intentado vincular los actos de los soldados alemanes con el consumo de esas drogas, pero lejos del mito y el morbo, lo que se busca con su uso es aumentar el rendimiento, mantener al sujeto en estado de vigilia y evitar el hambre y la fatiga.

Todavía hoy día, el ejercito americano (entre otros) sigue usando anfetaminas para mantener a los pilotos de sus aviones despiertos y atentos, y no hay constancia alguna de que dichos fármacos provoquen a quienes los toman un estado de insensibilidad emocional que les permita matar con menos presión psicológica.

De ser así, estaríamos creando una generación monstruosa ya que son anfetaminas (en liberación rápida o lenta, con otra molécula unida o no) lo que estamos utilizando como medicación para el trastorno de hiperactividad, en niños y adultos. No existe una diferencia clínicamente relevante entre el supuesto Captagon, la Centramina de toda la vida, el Adderall que se vende en USA o el Vyvanse que se vende en nuestras farmacias para estos trastornos. Si además asumimos que lo que se vende como Captagon en el mercado negro no es más que una mezcla de un estimulante como la cafeína con una droga de producción ilegal como la anfetamina, estamos hablando de algo tremendamente similar al “speed” hispano, ese que toman miles y miles de personas en nuestro país, bien sea para salir de fiesta o para aguantar jornadas largas de trabajo.



Una vez más la prensa generalista vuelve a usar las drogas como recurso explicativo para atrocidades que hacen que los seres humanos se vean como monstruos, intentando argumentar que sus acciones están dirigidas por esa terrible droga que han tomado. La prensa está usando la excusa que intentó colar esa madre que asesinó a sus dos hijos, aplicada a los actos de los terroristas. 

Todo esto del Captagon “anti-empatía” no sirve ni como explicación ni como argumentación, pero seguro que ha ayudado a vender más papel a esos medios, manipulando incorrectamente información sobre drogas. Otro gran patinazo de una prensa -vergonzante- acostumbrada a culpar al consumo de drogas de cualquier cosa, desde el canibalismo al parricidio. 

Por desgracia, no será la última vez que lo veamos.