Este texto fue publicado en la Revista Yerba en el mes de Enero de 2014.
Pocas cosas han cambiado desde entonces en el tema que trata, pero cabría añadir a lo que contiene el texto que ya hay varios ayuntamientos y agrupaciones locales en Nueva Zelanda pidiendo a los usuarios de drogas que consuman cannabis -ilegal- y no cannabinoides sintéticos o falsa marihuana -legales- por el peligro que representan para la salud.
La falsa regulación de las drogas en Nueva Zelanda es una agresión a la salud pública de todos sus ciudadanos encubierta de falsa ciencia y ONGs que jalean al gobierno recibiendo sus fondos.
Espero que os guste.
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La trampa de la regulación de las drogas en Nueva Zelanda.
Desde hace unos años, observamos como
las políticas de drogas que se habían intentado dentro del
paradigma de "guerra contra las drogas" van aumentando
desproporcionadamente los costes asociados, tanto a nivel económico
como en los aspectos sociales de sus consecuencias, mientras los
resultados objetivos de dichas políticas -lo que dicen pretender
lograr- cada día son algo más irrealizable.
El viejo objetivo que hace lustros
planteó la ONU de "un mundo libre de drogas" es ya un
divertido recordatorio de lo que se logra con políticas erróneas,
que atentan contra cuestiones que afectan a la libre autonomía del
ser humano. La política de la negación absoluta han creado
desastres en decenas de grandes países: colas de personas esperando
ser ejecutadas por tener 300 gramos de cannabis en países como China
con pena de muerte, cuerpos de supuestos traficantes de drogas
colgando de grúas en Irán -para advertencia contra todo el pueblo
que pueda pensar en violar la ley- o países con tasas de
encarcelamiento que llegan a un 75% de toda la población penal
debido a delitos relacionados con drogas. Es curioso que ese
porcentaje sea muy similar en varios países geográficamente sin
conexión, pero todos ellos implicados en el tráfico de drogas para
consumo propio o como países de tránsito.
En España también cerca del 75% de
los presos y presas, lo están por delitos relacionados con las
drogas. No hay ninguna sociedad medianamente sana que pueda soportar
las cargas que nos impone, a todos los países, el cumplimiento de
los tratados internacionales sobre drogas, ya que los recursos que
genera su tráfico y venta superan con creces a los que pueden
destinar los gobiernos para intentar enfrentar la oferta y paliar la
demanda. Los actuales narcoestados tienen más poder y dinero que los
estados representados por los elegidos mediante voto libre. La mafia
es la que manda, de forma más visible o menos según la zona y la
cultura propia del país.
En vista de que el "experimento
prohibicionista" -como lo denomina Antonio Escohotado- ha sido
una chapuza de colosales proporciones y que será estudiada en el
futuro como una atrocidad más de las cometidas por el ser humano en
su historia, muchos países han decidido saltar del barco antes de
que se hundan con él también.
Cada país está buscando su forma de
salir de la situación a la que se ha llegado. Hay modelos que se
agrupan bajo el epígrafe de regulación, en que la prohibición de
las que eran las drogas tradicionalmente vetadas se abre para acoger
y darle un marco legal a nuevas sustancias, apoyándose en que dicho
paso supondrá una mejora en la salud de los consumidores y un golpe
al narcotráfico. Uruguay regulando el cannabis y vendiéndolo de
forma legal y controlado su precio a 1 euro el gramo, parece ser el
que ha tomado el mejor camino con la vía de la regulación del
cannabis, permitiendo a la vez el auto-cultivo.
Pero hay otro país que se hace notar
mucho en la nueva política internacional de drogas en el paradigma
de la regulación también. Y es Nueva Zelanda.
¿Por qué Nueva Zelanda? ¿Y dónde
está?
Es normal que la gente no tenga ni idea
de dónde está Nueva Zelanda, a excepción de los frikis del Señor
de los Anillos porque fue donde se grabó la película. De hecho,
cuando pides a la gente en España que te digan algo sobre Nueva
Zelanda, las respuestas oscilan entre "está muy lejos" y
"tienen kiwis". Alguno te menciona que tienen un equipo de
rugby muy bueno. Pero nada más.
Nueva Zelanda son dos islas, grandes
islas, que juntas tienen una extensión equivalente a la mitad de
España, y algunas bastante pequeñas a distintas distancias. Está
en nuestras antípodas, en la otra punta del planeta, relativamente
cerca de Australia. Tiene una población de 4'3 millones de personas,
lo que sería algo parecido a la gente que vive en Madrid o Barcelona
y sus alrededores, agrupados también en dos grandes ciudades. La de
mayor tamaño es Auckland y la otra, capital administrativa, es
Wellington.
Su característica geográfica define
gran parte de los aspectos que rigen la vida de sus ciudadanos, ya
que su principal comercio se da con Australia por cercanía física y
cultural. Además es un país con un histórico aislamiento que
conquistó su independencia de los ingleses en el año 1947, aunque
sigue siendo súbdito de la Reina de Inglaterra -más a título
honorífico que real- y viven una Monarquía Parlamentaria como en
España, gobernados por una "Ley Constitucional" promulgada
en 1986 pero sin una constitución de corte fundacional.
Es un país joven en su creación
(parte de la descolonización en el siglo XX) que sin embargo tiene
el 6º puesto más alto en el índice de desarrollo humano y con un
renta per cápita de más de 35.000 dólares. Es por tanto uno de los
referentes en desarrollo y calidad de vida en el mundo más avanzado.
Y es, como no, uno de los 5 grandes que controlan las mayores redes
de espionaje en comunicaciones electrónicas junto a USA, UK, Canadá
y Australia, siendo socios preferentes para todo tipo de tratos y
tratados, militares, comerciales y de intercambios.
¿Qué tiene de diferente la política
de drogas allí?
A la vista de su retrato, la política
que Nueva Zelanda debería seguir sería muy similar a la de USA o UK
en asuntos de drogas, ya que comparte todos los tratados
internacionales al respecto y no ha denunciado ninguno. La droga
ilegal más consumida allí es el cannabis, y tienen un clima
estupendo que favorece los grandes cultivos de cannabis mientras el
estado intenta combatirlos con vuelos de vigilancia y helicópteros
para atacar las plantaciones menos accesibles. En las grandes drogas
prohibidas, rige la misma ley punitiva que en la mayoría de países.
Pero como el aislamiento geográfico y
el bajo número en habitantes de Nueva Zelanda son la clave que le
aparta de las rutas del narcotráfico a gran escala mundial, las
drogas que corren por sus calles en el mercado negro son más caras
que en casi ningún otro punto del planeta, y con las oscilaciones y
adulteraciones propias de un mercado negro tradicional.
Teniendo siempre presente ese hecho
diferencial de su aislamiento, entra en juego el nuevo mercado de
drogas legales, alegales o al menos, no prohibidas aún por ninguna
ley. El mercado de los "Legal High", "Research
Chemicals" o como los nombran ahora, las "Novel
Psychoactive Substances" o NPS, de forma abreviada. Sustancias
legales en tanto que no son ni mencionadas en ninguna ley o norma,
pero de las que se desconoce en la mayoría de los casos sus posibles
efectos sobre el ser humano, y en muchos casos no han sido ni
probadas con animales.
El riesgo que presenta consumir
sustancias totalmente desconocidas en sus efectos, se ve compensado
en una población que puede pagar 200 dólares por un gramo de
cocaína o heroína en el mercado negro tradicional y a la que, desde
internet y desde algunas tiendas físicas, se le ofrecen cientos de
productos que imitan cocaína, anfetaminas, MDMA, LSD, opiáceos,
benzodiacepinas y cannabis, a menos de 10 dólares en muchos casos.
Directos a la puerta de tu casa o en la tienda de al lado de casa y
de forma totalmente legal.
Ese problema, que se da también en UK
siendo el primer consumidor del mundo de NPS, cuando los políticos
vieron que surgía en su país, intentaron acabar con él de la misma
forma que la historia había intentado acabar con las demás drogas:
mediante la prohibición de las mismas.
Poco sabían los legisladores acerca de
las virtudes de la química: una variación mínima de la molécula
prohibida por la ley, la hace legal e incluso puede que más potente,
y con riesgos totalmente nuevos al ser una nueva sustancia
desconocida. Llegó el escenario en que se encuentran muchos países
con esas drogas de experimentación: se tarda más en prohibir una
droga de lo que tarda un químico en modificar la molécula y hacerla
legal de nuevo, lo que hace totalmente inútil -y extremadamente
peligroso- entrar en la carrera de prohibir las drogas que van
apareciendo, porque el ritmo con el que aparecen supera las
posibilidades racionales para hacer frente al asunto en cuestión.
En ese punto de la historia, a un
ex-Ministro de Sanidad del gobierno -estilo Ana Mato, de derechas y neoliberal- en el
poder se le ocurrió una idea: "¿Para qué vamos a prohibir
cada droga que los químicos hagan si ellos son más rápidos? Es
mejor prohibirlo todo y permitir sólo lo que nosotros digamos".
Ese hombre se llama Peter Dunne y va a
ser el creador de la PSA o Psychoactive Substances Act: la ley en
cuestión. Y lo hará apoyándose en una Organización No
Gubernamental que -curiosamente- está sostenida económicamente por
el gobierno, llamada NZ-Drug Foundation y cuyo equivalente en España
sería la FAD.
Estos señores -tan monos- de la FAD son los que
nos van a explicar cosas sobre las drogas.
Sí.
Al gobierno de Nueva Zelanda no le
gustan las drogas, ni que la gente pueda decidir tomarlas, y se han
pronunciado muchas veces como prohibicionistas radicales en el
pasado. Pero la idea, camuflada de 'reforma sobre la prohibición de
las drogas' o de 'sistema de regulación de sustancias', no es la de
ser más tolerante con el consumo de drogas sino ampliar la
prohibición a "cualquier sustancia, mezcla, dispositivo o cosa"
(textualmente según la ley) existente que provoque "efectos
psicoactivos".
En hacer anuncios así de chachis se gasta el dinero la FAD.
La Reina de España es la presidenta de Honor.
El Rey lo era de una protectora de animales...
Ha empezando por dar poderes especiales
a la policía para decidir lo que son “sustancias no aprobadas”,
e incluso permitirles la entrada y registro ante la sospecha de venta o producción de drogas sin orden judicial previa, mientras el número
de presos en las cárceles del país sigue creciendo por delitos de
drogas y suben las sanciones contra el cannabis y otras drogas,
castigando la tenencia de un simple porro con 500 dólares.
Cantidades por encima de lo que allí quieran entender como "consumo
propio de la droga", aunque sean tus cogollos de cannabis, te
siguen enviando a la cárcel. Si se te condena por tráfico de hachís
pueden ser 14 años de prisión al estar sancionado más duramente
que la yerba. Y ahora esas condenas son extendidas automáticamente
a toda aquella persona que facilite "sustancia, mezcla,
dispositivo o cosa" que coloque y no esté explícitamente
regulada.
Y sepa el lector que, en dicho país,
tener una simple semilla de cannabis está igual de penado que tener
un porro de cannabis: las semillas están tipificadas en la ley de la
misma forma que la planta, a pesar de estar exentas en los tratados
internacionales.
¿Entonces qué drogas son las que
"regulan" en Nueva Zelanda?
Esa fue la cuestión inicial -que
contenía un grave defecto de forma- a resolver: ¿qué drogas
permitir sin tener que modificar tratados internacionales?
Obviamente, las que no están ya
prohibidas en dichos tratados: eso ha excluido inicialmente al
cannabis y al resto de drogas ilegalizadas, que precisamente son las
sustancias más conocidas y de menores riesgos en cuanto a las
sorpresa que la química puede depararnos. El defecto de forma era
que Nueva Zelanda intentaba respetar los tratados contra las drogas,
mientras que otros países como los propios USA habían encontrado la
forma de burlarlos.
Entonces se pidió opinión a los
"profesionales de las nuevas drogas" -no a los científicos
sino a los vendedores de los kioskos- sobre qué productos estaban
vendiendo en el país, donde el mayor número de consumidores de
drogas -aparte del alcohol y el tabaco- busca más frecuentemente en
la mayoría de los casos fumarse un porro antes que consumir un
opiáceo. Y los vendedores básicamente mostraron lo que tenían en
sus estanterías, rellenando una "solicitud de aprobación
temporal" que el gobierno debía resolver.
Las estanterías de las tiendas que
vendían esas drogas allí estaban llenas de versiones sintéticas de
cannabis -no es cannabis pero es legal- creadas con mezclas de
materia vegetal y unos extremadamente nuevos y peligrosos compuestos:
los cannabinoides sintéticos.
El gobierno no debió pensar demasiado
en las posibles consecuencias de legalizar un mercado para drogas
completamente desconocidas, que simulan los efectos del cannabis
natural que es posiblemente la planta y droga más estudiada y
conocida en la historia del ser humano, y de la que sabemos
claramente cuáles son sus riesgos y sus virtudes. La manipulación
sobre una población para que consuman una droga en lugar de otra
que -aun vulnerando tratados- es mucho más segura, suena a daño
para la salud pública.
Para resolver la situación, el
gobierno emitió la llamada "Clause Interim" por la que se
permitirían -sin test alguno sobre salud humana ni animal siquiera-
algunos de los productos que estaban ya disponibles, aunque la ley
dice que los costes de las pruebas de seguridad en humanos de esas
drogas han de recaer en los que sacan partido de ellas vendiéndolas:
productores y distribuidores de las mismas, que repercutirán esos
costes en el producto y que pasará a estar gravado fiscalmente con
más presión, aportando interesantes beneficios económicos al
estado.
Todas estas drogas,
más peligrosas que las ya prohibidas,
se pueden vender legalmente en Nueva Zelanda.
¿A la cabeza de las mejores políticas sobre drogas en el mundo?
¿Estás de broma?
¿Estás de broma?
Esos productos que ya se venden
legalmente, por el momento y como único test, han pasado unos
simples cuestionarios teóricos para valorar su potencial dañino
según unas tablas que se crearon 'ad hoc' por parte de la autoridad
designada que están basadas en los escasísimos informes sobre
riesgos para la salud de estos cannabinoides sintéticos y en las
situaciones de emergencia conocidas por su consumo, a día de hoy.
Dado que muchos de esos compuestos han
sido sintetizados por primera vez hace menos de un lustro, Nueva
Zelanda está vendiendo "falso-cannabis sintético" o falsa marihuana legal con
riesgos desconocidos para la salud pública mientras sanciona el
cannabis natural, cuyo gran margen de seguridad en el consumo es
históricamente conocido. Una absoluta locura de un enorme peligro
para la población, que suele confundir lo legal con lo seguro,
siendo los sufridores de las consecuencias de una regulación mal
hecha.
¿Ha traído algo bueno esa extraña
mezcla de regulación con prohibición?
La mejor aportación es que, a partir
de ahora, Nueva Zelanda cuenta con un sistema para evaluar esas
nuevas drogas que van a seguir surgiendo, y que dicho sistema -en
teoría- se basará exclusivamente en criterios científicos y no
políticos, como ocurría con las decisiones históricamente apoyadas
sobre prohibición.
Eso conduce a una cuestión obvia: ¿por qué no
aplicar esos mismos criterios exclusivamente científicos a todas las
drogas prohibidas hasta ahora? Así se podría evaluar cualquier
sustancia prohibida frente a otras permitidas en base a los riesgos
que se le suponen.
Pero aunque existe una nueva corriente
que pide probar científicamente las viejas prohibiciones sobre
drogas, las pruebas exactas sobre salud y seguridad en humanos que
pasarán las drogas que pretendan ser aprobadas para su venta
regulada, no han sido claramente especificados debido a la juventud
de la ley y su escaso desarrollo todavía.
Por otro lado, el mayor riesgo que
representa dicha reforma -aparte de la pérdida de derechos civiles
que conlleva- es que entre esas drogas que están vendiendo en
competición con el cannabis, aparezca una sustancia capaz de
provocar horrores, como fue la Talidomida, sobre una población que
confió en sus autoridades.
Estatua a las víctimas de la Talidomida.
De momento, sólo el paso del tiempo y
la evolución de las normas que desarrollen, de forma concreta, la
PSA en Nueva Zelanda dirán si el paso que han dado allí les servirá
para encontrar una buena forma de salir del atolladero o si, por el
contrario, las consecuencias de la mala planificación y las prisas
para emitir una prohibición general con excepciones, no mejoren el
escenario previo sino que lo empeoren.
Arnés para una persona
sin brazos ni piernas
afectada por la Talidomida,
una "droga sin peligro para embarazadas".
Agradecimiento: A la inestimable ayuda
prestada por Julian Buchanan, profesor de Criminología de laUniversidad Victoria de Wellington, sin cuyas observaciones, datos y
brillantes palabras que abren los ojos a la realidad, hubiera sido
imposible dar una imagen ajustada de lo que en Nueva Zelanda llaman
regulación.
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