Esperamos que os guste.
--
Marruecos: brisa de legalización.
¿Qué es Marruecos? Lo primero que me
viene a la cabeza al plantear esa cuestión es que es un país
vecino al que conocemos poco, y sobre quien tenemos más prejuicios
que razones incrustadas en nuestro subconsciente, por lo que hemos
oído, por lo que nos han dicho, por lo que leímos en tal o cual
medio. Para los que lo conocemos más, es un maravilloso país con
una maravillosa gente -la media de mi experiencia es muy positiva a
pesar de serias desventuras iniciales- que intenta, como en cualquier
otro lugar del mundo, sobrevivir y vivir lo mejor que puede.
Les conocemos poco, como a nuestros
vecinos portugueses, pero la distancia que nos separa culturalmente
de ellos es mucho mayor que la de los lusos, a quienes a veces
“etiquetamos” como si fueran “gallegos” y nuestra mayor
diferencia sería la lengua.
Cuando cruzas a Marruecos hay un
concepto que se hace muy real -sobre todo si cruzas por la frontera
terrestre, al lado de porteadores, coches, rejas y policía por todos
los lados, como ocurre en las fronteras de Ceuta y de Melilla- y es
el del 'choque cultural'. Resumiéndolo para los que no lo conozcan,
es la sensación de pérdida de control y seguridad al encontrarte en
un entorno que no responde a los códigos de comunicación que
habitualmente empleas.
Todos, en nuestro país y nuestra zona,
sabemos los gestos de la comunicación, lo que es normal y lo que no,
lo que implica molestar o desagradar a otro, e incluso los detalles
que nos pueden indicar cuando una situación está siendo sospechosa
o peligrosa. Pero cuando nos sacan de nuestro contexto y nos ponen en
un país con una lengua totalmente distinta y unas costumbres
desconocidas, más que 'choque cultural' se podría llamar “el
bofetón cultural”.
El hecho de conseguir entrar en
Marruecos, y tras cruzar la frontera, conseguir coger un taxi hasta
donde necesites ir, sin que te pidan -y aceptes- pagar 4 o 5 veces
más del precio, es complicado en una primera vez: se nos nota en la
cara, amigos. No somos de allí. El juego de la nueva cultura
comienza en la primera casilla que pisas, y tiene que ver mucho con
la dinámica de la oferta y la demanda: ¿cuánto estás dispuesto a
pagarme por este servicio que necesitas? ¿por cuánto dinero eres
capaz de conseguir que otra persona te lo realice o te venda lo que
quieres?
Un buen consejo es no decir nunca
primero un precio, y haber preguntado mucho antes sobre esas
cuestiones para llevar referencias aceptables. Así, aunque suframos
pequeñas “pérdidas” por novatos, no serán más que “propinas
generosas” en las peores ocasiones. He visto venderle una alfombra
sin especial interés, de tamaño pequeño (como las de pie de
ducha), a unos de los que formábamos el grupo la primera vez que
viajé allí, y hacerle pagar todo el dinero que llevaba para el
viaje, más un cartón de tabaco comprado en el ferry, más los
pantalones de cuero que llevaba puestos.
Sin usar violencia, y a
pesar de las advertencias de los dos que con él nos encontrábamos,
el primerizo comprador salía feliz -en bañador y sin pantalones-
con una alfombra pequeña enrollada bajo el brazo, tras haber
entregado prácticamente todo lo que tenía. Era su primera compra, y
al cabo de unas horas ya estaba a punto de echarse a llorar, con su
“alfombra para rezar”.
Lo primero que te topas es un con
sistema diferente al nuestro, donde no existen precios estipulados de
forma oficial, sino que existe una “aceptación general” de la
variabilidad de los precios que resulta mayor para el turista, y en
el que debes negociar. Debes negociarlo todo, y para ellos además de
un aliciente económico supone también una forma de conocer como
piensas y de entablar una conversación: a veces se negocia hasta por
conversar, pero hay que tener en cuenta que el vendedor siempre
negocia con el objetivo de vender en su esencia, y que a algunos les
puede sentar mal que les hagan perder el tiempo. Es cierto, que en
zonas donde existe una fuerte afluencia de turistas, se pueden
encontrar establecimientos que cobran -casi siempre- de la misma
forma a todos, porque eso da seguridad a los que allí pasan su
tiempo, sobre todo si vienen de nuestro mundo con tabla de precios
para casi todo. Pero son una excepción y no la norma.
Marruecos es un país amable con el
turista, donde está bastante protegido ya que las divisas fuertes
que traen le son muy interesantes a todo el sistema. Y cuando digo
todo el sistema, me refiero a la administración legal que recauda
impuestos a los servicios ofrecidos, y me refiero también a aquellos
que “recaudan impuestos” fuera del ordenamiento legal. El soborno
es una práctica desgraciadamente extendida, y resulta un incentivo
para el abuso y la falta de justicia por parte de los que pueden
ejercerlo y sus ganancias, y una actividad nefasta para el comercio
libre, así como para uno que pudiera ser regulado. Esa corrupción
se traduce, a ojos del turista común, en “multas de tráfico
inexplicables” que resulta mejor pagar pronto si deseas continuar
tu camino, o en poder pasar la frontera mucho más rápidamente si
acompañas el pasaporte en la ventanilla adecuada con un “billete
que se te ha quedado dentro sin querer”: volverá pronto, sellado y
sin billete, además de con una sonrisa del responsable que ha
trincado. Detalles que pueden resultar incluso pintorescos, dado
nuestro superior poder adquisitivo, pero implacables para el despegue
de la economía de la población, sometida a esas cargas casi
medievales.
Por supuesto que hay personas cansadas,
hartas, hastiadas de los sobornos y la corrupción institucionalizada
-he visto recibir sobornos a policías para que no molestasen en un
hotel a los turistas con excusas peregrinas, con mucho griterío pero
sin que los que pagaban, trabajadores del hotel, se vieran asustados
por un hecho habitual- pero de momento esas personas se encuentran
más en ese otro lado: los que sufren los sobornos y extorsiones cada
día.
Por otra parte, no parece prudente
hablar desde una postura éticamente superior como país desde
España, mientras la policía y los jueces están imputando y
deteniendo a lo más florido -y granado- de la casta política de
nuestro país y sus adláteres por llevarse millones de euros a
través de estructuras organizadas a tal fin, paralelas y simbióticas
al estado y sus dirigentes. Es una pena que la corrupción sea algo
que nos iguala como pueblo, al sufrirla extensivamente ambos lados
del estrecho, aunque en África es una práctica desgraciadamente más
común, extensa, e implacable contra el individuo, que como se ejerce
en nuestra cultura.
Tiempos modernos.
La muerte de Hasán II en el año 1999
se ve suplida por la subida al trono de su hijo, Mohamed VI, en una
sucesión sin contestación alguna y con manifestaciones de dolor
multitudinarias por la muerte del rey saliente. Hasta ese momento,
había dos grandes temas que no debías tocar cuando ibas a
Marruecos, por consejo de los propios ciudadanos: la religión y la
política personificada y unificada en la figura real. Antes, era
impensable un establecimiento público que no tuviera la foto del
monarca en un lugar preferente, hasta el punto que todavía
encuentras lugares que conservan dicha foto, en el mismo lugar en el
que se encontraba en su muerte.
Ahora, aunque la imagen real es
visible en muchos lugares, la sensación es mucho menos intensa. Hay
una cierta apertura, en buena medida derivada de la formación del
nuevo rey en el extranjero y en la edad del mismo, sin olvidar las
circunstancias heredadas: Marruecos es el único país de África que
no pertenece a la Unión Africana, y es un aliado preferente de los
USA sin estar en la OTAN. Muchas cosas vienen dadas, y los cambios no
siempre son tan rápidos como se desean, ni con la mejor de las
voluntades.
En ese contexto recibe también Mohamed
VI el asunto del cannabis en Marruecos, que no es moco de pavo. Las
prohibiciones sobre drogas comenzaron hace un siglo, aunque al
cannabis no le llegó su momento hasta unas décadas después,
acompañando también un periodo en el que algunos países recibían
el plácet para poder seguir permitiendo cultivos locales, por
razones históricas y económicas evidentes, durante unas décadas de
transición a ese distópico mundo sin drogas que imaginó la ONU en
un delirio moralista. Eso ocurrió con el opio y la hoja de coca en
su momento y zonas tradicionales, pero también con el cannabis en
una zona caliente de Marruecos: el Rif.
Cuando Marruecos alcanza una
independencia clara del protectorado hispano-francés que soportaba,
los habitantes del Rif, aludiendo a un origen étnico distinto -ya
que son bereberes y habitantes de las montañas- intentan una cierta
aspiración para constituir un estado en esa África en
desconolonización europea, que se ve reprimida duramente por Hasán
II con un fuerte número de bajas de rifeños, y posteriormente
castigando más a la zona al aislarla de la escasa actividad política
marroquí, y en buena parte del favor económico del reino y de los
altos poderes económicos del país.
¿Qué importa eso aquí? Cuando
decimos Marruecos, muchas personas que nunca han estado allí en lo
primero que piensan es en su hachís (si hay que ser puristas). Y
no les falta razón para hacerlo ya que si son europeos y han fumado
hash, es casi seguro que viene de allí. Pero no de todas las partes:
el cannabis quedó permitido en el Rif por costumbre pero fue una de
las cosas que Hasán II prohibió pocos años después de las
revueltas mencionadas.
Lo prohibió, pero eso no significó que lo
pretendiera erradicar: sólo era una vuelta de tuerca más contra un
grupo que les había dado guerra. Las costumbres no desparecen por
decreto ley, así que al pasar a ser ilegal se convirtió en objeto
de contrabando, susceptible de embargo y de la aplicación de nuevas
leyes que “venían del extranjero” ya que el cannabis nunca
supuso un problema en el país. También pasó a ser un bien sobre el
que extraer obvios sobornos, ya que era ilegal por nueva ley y el
lugar de producción y el grupo étnico que más producía, eran una
especie de “paisanos poco queridos y necesitados de castigo y mano
dura” que ya eran además castigados de otras formas: a perro flaco
todo se le vuelven pulgas. Fueron los “años de plomo” de
Marruecos, expresión también utilizada en España para hablar de
los peores años en la lucha entre el estado y ETA, pero que nosotros
tomamos prestada de ellos.
La elección del cultivo del cannabis
en el Rif, una cordillera montañosa en lo geográfico, no es un
capricho nada más, ya que antes de la prohibición el cannabis no
tenía un valor especial, como ocurre ahora gracias a la subvención
que supone la prohibición, y se cultivaba en buena parte porque
otros cultivos no toleraban bien las condiciones climatológicas de
la montaña y en especial sus sequías, de la manera que lo soporta
el cannabis. La prohibición mundial contra el cannabis simplemente
servía para ser la excusa con la que hacerlo ilegal y empezar a
sobornarles por su tenencia, cultivo y uso. Pero al mismo tiempo el
efecto pernicioso de la prohibición hizo que su precio se disparase,
con lo que ese cultivo minoritario y local pasaba a tener relevancia
mundial en un mercado que lo demandaba.
La obediencia de Marruecos al amigo
norteamericano le ha hecho seguir al pie de la letra, de puertas para
fuera y en cuanto a cooperación y firma de tratados, los deseos de
USA en materia de drogas como en otros campos. En el de las drogas,
tal vez tiene una relevancia especial, porque en un grupo social que
no tiene el uso del alcohol y lo tiene incluido en sus prohibiciones
más antiguas, privarles del opio y del cannabis que habían sido las
drogas tradicionales de esa zona, significaba la condena a la
sobriedad perpetua de toda la población en caso de que fuera asumida
y aceptada, cosa que nunca fue: hoy día no resulta complicado
comprar hash u opio en la mayoría de las ciudades a un turista bien
informado.
Así pues, es accesible a la población local, como lo es
el alcohol aunque esta droga recibe un mayor rechazo social, en buena
parte por sus efectos groseros en una sociedad no acostumbrada a
ella. También -gracias a la prohibición- pueden comprar cocaína,
heroína, LSD o MDMA en su país, cosa que antes de ella era
impensable por desconocida en la práctica.
Hic et nunc (aquí y ahora).
Tirando han ido llegando hasta la
actual situación: Marruecos es el primer exportador de cannabis a
Europa y eso alimenta un negocio de muchos millones. Consigue
multimillonarias ganancias exportando una sustancia prohibida, pero
ese país -mucho mejor que otros- tiene claro que eso es algo que se
cambia tan fácilmente como cambiar una ley. Además, los marroquíes
están atentos a la política internacional y viven en un mundo
conectado a internet sin apenas restricciones: eso quiere decir que
saben qué es lo que está pasando con el cannabis en el planeta, y
que será la punta de flecha del cambio en la política de drogas de
la ONU que se prevé en la próxima UNGASS2016.
Hay un montón de países replanteando,
de cabo a rabo, su política de drogas, y muchos entre los que se
encuentra USA que fue uno de los grandes líderes de la prohibición
de las drogas, está legalizando el cannabis en buena parte de su
territorio como ya han hecho otros países. Marruecos tiene claro que no va a aceptar una prohibición sobre una sustancia que
pasa a ser legal en otros lugares. La vía de las aplicaciones
médicas del cannabis y los cannabinoides, así como los usos
legítimos de la planta en diversos campos, han servido como vía
para presentar y hacer llegar -sin molestar demasiado y consiguiendo
hacerse escuchar- la propuesta de que el status del cannabis en el
país ha de cambiar.
Realmente, además de engordar los
bolsillos de las mafias que trafican luego con un producto cuyo
precio se multiplica por 10 al cruzar el estrecho en España, y mucho
más cuanto más al norte de Europa llegue, alimenta también a
grandes grupos que han hecho del cannabis, su cultivo y procesado
para producir hash su modo de vida, bajo sobornos y amenazas, sin una
ley que te respalde, y a merced de que no decidan aplicar la
existente contigo en cualquier momento. Y que ese mercado del hash
que producen y que en grandes cantidades se mueve en barcos y
lanchas, muchas personas -turistas con divisas- van a probarlo, y en
algunas ocasiones, a hacer compras para llevarse a su país con
distintas intenciones.
Ese mercado ha hecho que zonas normalmente
excluidas del desarrollo por otras vías, hayan tenido sus propios
mecanismos de desarrollo, y ahora mismo prohibir de forma efectiva el
hash en esas zonas de Marruecos, sería un desastre turístico y
económico de proporciones similares a prohibir el alcohol en la
costa del Mediterráneo en España.
Al contrario que en España, que son
los consumidores los que están impulsando -en este momento contra la
corriente oficial- la legalización del cannabis, en Marruecos son
los cultivadores, que son todos por ley desde 1964, personajes a
quienes pueden aplicar la ley criminal cuando les plazca. Ellos son
los primeros interesados a día de hoy -junto con toda la industria
asociada y la economía que implica para la zona- en que el cannabis
pase a ser un cultivo regulado y legalizado.
Ese es el futuro por el que apuestan
los impulsores de los cambios que han llegado a las cámaras de
representación popular, y que independientemente de la suerte que
corran, indican que Marruecos da claras señales de que quiere ser
protagonista de los cambios que se avecinan en todo el planeta sobre
el cannabis y sus derivados. ¿Por qué? Porque tiene lo que ahora
llaman el “know-how”: sabe cómo hacerlo porque lo lleva haciendo
durante décadas a pesar de la prohibición.
Marruecos ha sabido hacerlo hasta ahora
con un producto -de variable calidad pero creciente en los últimos
años- que no ha causado nunca daños graves de salud en personas
psicológicamente sanas, aparte de los daños derivados de consumirlo
en combustión si esa era la vía usada, por el daño causado a los
pulmones. Un producto que la mayoría de estudios serios sitúan como
muchísimo menos dañino que nuestras drogas legales del alcohol y el
tabaco, con su interminable lista de muertes asociadas y los costes
que implican a un estado sobrecargado. ¿Por qué no ser los
proveedores legales de un nuevo modelo mundial que acepta el uso de
la planta?
Cabe añadir una cosa que tiene su
relevancia en la salud pública a día de hoy. Marruecos y su
abundante producción de cannabis y su resina, junto con la cercanía
geográfica que nos une, ha servido de barrera natural para el
mercado de los cannabinoides sintéticos, que no ha tenido en España
la implantación que está teniendo en otros países. Y nos ha
protegido, sin buscarlo, de los riesgos de salud derivados de esas
drogas. Eso puede seguir siendo así: a día de hoy ya existen
empresas legales que fabrican bloques de una materia que venden como
“falso hash” y que realmente da el pego incluso al ojo más
acostumbrado.
Falso hash que intentan vender en la red.
Los venden como piezas legales, ya que no contienen THC
ni sustancias prohibidas, pero invitan a mezclarlos con los terribles
cannabinoides sintéticos, para fabricar con dicha mezcla -legal- un
falso hash con efectos psicoactivos.
Aunque alguien esté totalmente en
contra de la legalización del cannabis y sus derivados, nadie en su
sano juicio preferiría que alguien fumase sustancias de efectos y
consecuencias desconocidas, antes que el conocido porro de toda la
vida, con sus riesgos despreciables al lado de otros drogas.
Marruecos puede ser un gran productor
y distribuidor del tradicional cannabis, incluso adaptado a las
necesidades, médicas, lúdicas o comerciales de otra índole que
Europa y otros continentes puedan tener. ¿Por qué no un futuro
donde el hash marroquí no sea sinónimo de delito?
No hay comentarios:
Publicar un comentario