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viernes, 30 de agosto de 2013

La Naloxona y el Día Internacional de la Prevención de Sobredosis



Este sábado 31 de agosto es el Día Internacional de la Prevención de las Sobredosis. Seguramente los medios internacionales tal vez lo mencionen y los nacionales (en España) lo hagan poco o nada. Depende de cuánta tontería tengan para rellenar este sábado en sus ediciones en papel y en la red, a cada cuál más descuidada en la información sobre drogas y salud, incluyendo a los fármacos. No es conspiranoico pensar que los laboratorios farmacéuticos tampoco se sienten muy cómodos hablando del tema, puesto que sus productos matan por sobredosis varias veces más personas que todas las drogas ilegales juntas.

La aspirina mata más que la heroína en USA. La hepato-toxicidad del paracetamol o acetaminofen causa más muertes que las drogas ilegales en muchos países. Y ahora en USA están teniendo una epidemia de muertos por sobredosis de opiáceos y opioides. ¿Ahora?

En el año 1999 USA contabilizó 4.030 muertos por sobredosis con opioides en sangre. En el año 2010 la cifra de muertos en la misma situación era de 16.651 lo que son más de 4 veces más. ¿Qué está pasando? Una industria farmacéutica descontrolada que se mide sólo por parámetros económicos tiene de rehén a buena parte de la población de USA. ¿Cómo? Con sus drogas, exactamente igual de adictivas (o más) que la estigmatizada heroína: morfina, oxicodona, hidrocodona, fentanilo, etc.

Si alguien se pregunta cómo han llegado hasta eso, lo han hecho con un 110% más de ventas en 10 años, administrándote tus opiáceos en pastillas, parches, inyecciones, nebulizadores, pegatinas bucales y hasta piruletas. Sí, son un éxito en el mercado negro: el 58% de las sobredosis contienen cocaína en sangre, pero el 33% de las sobredosis contienen fentanilo, que es un opioide sintético de uso común hoy día en tratamiento del dolor.

Pero lo mejor, es que son un éxito en el mercado legal de las drogas. Varios estados de USA permiten a los médicos comprar medicamentos y vendérselos a los pacientes ellos mismos. Es curioso ver como el precio de ciertos analgésicos opioides subía más de un 50% por pastilla en la consulta del doctor mientras en la farmacia las mismas pastillas bajaban de precio.

El negocio no sólo está en el enganche físico y psicológico que produce el consumo prolongado de esas drogas, sino también en el desenganche, efectuado con un antagonista oral como la naltrexona o con un agonista como la buprenorfina o la metadona (que es como mantener a un bebedor de vino con chupitos de ginebra para que no tenga un síndrome de abstinencia). Éstas a su vez son también drogas que proporciona la industria farmacéutica y que el sistema administra en masa a sus ciudadanos.

La cosa es que las farmacéuticas y el sistema en USA tienen a un montón de población como rehenes en una guerra de beneficios. Yo soy de los que prefiero los opioides al alcohol, pero por elección propia. La gente que tienen de rehén, no son distintos de tu padre o tu abuela, tu hermano o tu hijo, o tú mismo.

Que podemos ser cualquiera es la razón por la que este Día Internacional de la Prevención de la Sobredosis no hable solamente de yonkis que se chutan drogas que compran en sitios poco salubres (y que estarían mejor comprándolas en una farmacia, sin ninguna duda) sino que se centre también en todos aquellos que por tratamientos médicos o por otras razones tienen que usar opiáceos y opioides, y eso potencialmente es toda la sociedad (y no sólo USA).

Seguramente a nadie le dirá nada el nombre de Destiny Spitler. Fue la última víctima mortal menor de 13 años en USA por sobredosis de un opioide. En este caso legal. Algunos puede opinar que si no hubiera tomado nada, nada le hubiera pasado, que hubieran vigilado mejor los dueños sus medicamentos para que no se los robasen.

Pero esta víctima no había robado nada, no había tomado nada, no sabía que estaba introduciendo en su cuerpo una potentísima droga narcótica. Y se fue a dormir... y no despertó. Era una niña de 12 años que había cogido de la basura un parche ya usado de fentanilo. Lo había usado su abuela, para el dolor en una pierna, y una vez usado lo había tirado a la basura. La niña lo cogió y se lo pegó jugando, porque son cómo una pegatina transparente, a imitar un acto paliativo que había visto en un adulto de su familia más cercana.

La población consumidora de drogas ilegales (heroína principalmente) son también objetivo de las acciones de un día como hoy, pero quiero dejar claro que son sólo unos cuantos más en el grupo al que afectan estas cosas. En nuestra farmacopea, tenemos varios preparados de opioides que resultarían mortales con una sola dosis para un adulto sin tolerancia a los opioides, y en algunos momentos de nuestras vidas, nuestras familias o nosotros tenemos que tratar con ellos.

Hay una sustancia, la naloxona, que es muy barata. Mucho. Y que necesita de muy poca dosis para hacer efecto. Y su efecto es que revierte al instante los efectos de todos los opioides y opiáceos narcóticos, permitiendo sobre todo respirar a quien se estuviera muriendo de una sobredosis. Está en casi todos los hospitales y debería estar en cualquier puesto de salud que tenga un carro de emergencias, como otros compuestos que son antídotos o agonistas para otras drogas como las benzodiacepinas o los barbitúricos, aunque estos últimos ya casi no se recetan en comparación a hace unos años. 





Hay sólo dos formas de hacer que la naloxona ejerza sus efectos en el cuerpo, y en ambos casos no pasa por el estómago pues se desactiva. Tiene que ser con una inyección, normalmente intravenosa, o mediante un nebulizador que haga que entre por la vía de la mucosa nasal, o lo que sería bastante similar a hacer efectiva cualquier droga usando la nariz y pulmones para meterla en el cuerpo. 

La primera opción, la naloxona intravenosa, existe en España en las salas de emergencias o en las UCIs y salas de reanimación post-quirúrgica donde se usan opioides. 

La segunda opción, el nebulizador con naloxona, mucho más sencilla de usar por personal no entrenado y formado para inyectarle una sustancia en vena a un paciente en emergencia por sobredosis de opioides, no existe en España.

Sin embargo existe fuera de España. Se llama NARCAN-Nebulizer y los equipos de médicos y paramédicos de algunos lugares lo administran mediante nebulización (existe también como nombre comercial para la naloxona IV), ya que hay estudios suficientes que demuestran su utilidad para revertir incluso sobredosis de metadona mientras la persona tenga un rastro de respiración. 

El efecto de la naloxona no es eterno, y se desvanece en unos cuantos minutos progresivamente, pero son esos minutos que distan entre el descubrimiento de una persona entrando en sobredosis por opioides y la pérdida total de respiración que conducirá a la muerte en los que una persona con conocimientos básicos (como puede ser poner una mascarilla e insuflar un determinado preparado que contenga naloxona) puede actuar y salvar la vida en lo que una unidad de emergencia llega a tu casa. Sin tener que ser un médico o una enfermera con una jeringuilla IV y la sangre fría para cargarla e inyectar correctamente a un familiar en sobredosis.

¿Sabrías poner una mascarilla y bombear aire a una persona? Es muy probable que prácticamente cualquiera esté capacitado para llevar a cabo semejante acción.

¿Por qué no tenemos un KIT DE EMERGENCIA, cuyo coste no sería mayor que unos euros, para aquellas personas que usan opioides de forma legal o no? 

¿Tan complejo logísticamente, caro, o poco interesante le resulta a la industria farmacéutica promover (si ellos quieren, lo hacen) un producto así que evite que sus rehenes se mueran? 
¿O prefieren no asustar y seguir sacando brutales beneficios de nuevas formulaciones con opioides que no hacen nada nuevo, pero tienen patente?

Ese kit de emergencia no tendría patente. Costaría lo que el material y poco más. La naloxona está fuera de patente y es una sustancia que se encuentra entre los Medicamentos Esenciales protegidos por la OMS. ¿Protegidos? Nombrados como tal al menos.

Tal vez a la industria farmacéutica no le interesa. Ni a la de USA, ni a la de Europa.

La principal razón que los especialistas en dolor, que usan generosamente opioides y opiáceos, argumentan para no recetar morfina (el más común y simple medicamento) es que la morfina los pacientes la asocian con la muerte, mientras que otras drogas que hacen lo mismo, no tienen ese estigma. Y además están en continuo “rejuvenecimiento de patentes” alterando los medios usados para la administración. Es decir, dan dinero. La morfina no tanto ni de lejos.

La sobredosis está ahí, y su prevención cuando se manejan opioides u opiáceos no ha de ser una misión imposible. De hecho, una preparación básica para usar una mascarilla con nebulizador es bastante para salvar una vida y aguardar la llegada de emergencias que atiendan adecuadamente el caso.

Basta con una sustancia, legal, que existe en todos los países, y que evitaría buena parte de las entre 70.000 y 100.000 muertes al año que estima la OMS que se producen por sobredosis únicamente de opioides.

La naloxona salva vidas.

La naloxona es barata.

La naloxona no tiene problemas de patentes.

Crear un kit con naloxona tendría un coste muy bajo del que se pueden beneficiar tanto la población que recibe medicación opioide como aquellos que usan opioides u opiáceos de otras formas.


¿A qué esperan?

Sábado 31 de Agosto de 2013 
Día Internacional de la Prevención de la Sobredosis.



PS: Quiero agradecer a David Kroll, que escribe sobre drogas, educación y salud en la revista FORBES la mención a este texto y su autor que ha dejado al final de su artículo http://www.forbes.com/sites/davidkroll/2013/08/31/how-to-prevent-16000-u-s-deaths-this-year/ en dicha revista.

A hat tip goes to my Spain-based Twitter follower @Drogoteca for pointing me to their blogpost on International Overdose Awareness Day. 
The Google Translate function does an adequate job if you don’t read Spanish well.


Thanks a lot, David Kroll. Muchas gracias.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Vaporizador casero: la pipa del yonqui.

Desde hace algún tiempo, hay peticiones de algunos,lectores pidiendo un tutorial para fumar en plata (sobre hoja de aluminio), ya que están tocando algunas sustancias que tienen la cualidad -o la necesidad- de ser vaporizadas para poderse usar.

Fumar sobre plata o "en plata" es algo que requiere arte y técnica, que se gana con el uso, y el cual (ese "uso") es mejor no llegar a adquirir nunca.

Pero no por eso se debe desaprovechar lo que enseña.
Fumar en plata no tiene mas misterio que el de evaporar una sustancia dándole calor desde abajo, y absorber el humo que desprende sin quemarse. Algo sencillo, pero que implica que la sustancia se mueva, y la fuente de calor, para no quemarse sobre el mismo punto, ya que "la plata" no es una plancha de acero precisamente.

Hace unos días, con la llegada de cierta cantidad de DMT que abasteció a un buen número de personas, algunos se quejaban de lo difícil que era vaporizar y poder fumar 30 mgs. y asi llegar a tener efectos como los esperados

La mayoría se quedaban una y otra vez a las puertas, y alguno, aburrido o curioso, le dio por fumarlo en "plata".
Parece que la cosa, sin llegar a ser la solución, estaba más que bien, y el método ha sido probado por varios, pero con las perdidas de humo, tampoco han llegado muy lejos.

El método que desde esta web hoy vamos a explicar, es como construir un vaporizador casero en menos de 5 minutos, que tiene la ventaja de que NO SE PIERDE NADA DEL HUMO O SUSTANCIA VAPORIZADA.

Alguno que lo vea, me puede decir, que lo que estoy haciendo es una "pipa yonqui" para fumar base de cocaína.
Pues también. Es la forma más rápida y eficaz de vaporizar la base de golpe y fumarla (aunque existen otros métodos como el del vaso) y a veces es comparada con la administración intravenosa.

Lo cierto es que este método sirve para vaporizar en contacto directo con fuego (ojo con que ponéis en él) cualquier cosa... desde la habitual base de cocaína -no sirve el clorhidrato, se descompone- a la base de DMT, cafeína (no lo recomiendo), base de heroína...

¿Por qué tanta mención a la base?
Las sales de materiales orgánicos, se destruyen casi siempre antes de evaporarse.
Y sin embargo las bases, pueden llegar a ser vaporizadas sin ser totalmente destruidas.

La sustancia vaporizada pasara al interior de la pipa y de ahí a los pulmones, con la ventaja de que si no podemos con todo, solo hay que esperar porque el humo queda en la botella, y podemos repetir una calada, con mechero o si hay humo suficiente (no suele...), sin él.

Y ahí va el tutorial. A lo Arguiñano.

Ingredientes para una "Pipa Yonqui" o Vaporizador Casero Ultra-rápido:

- Botella de plástico vacía.
- Papel de aluminio.
- Aguja o alfiler (no demasiado fino).
- Cigarros y mechero.
- Un bolígrafo (BIC son los mejores) o lapicero (por su tamaño).
- Agua corriente, aunque si la necesidad aprieta, vale casi cualquier liquido.



1º Seleccionamos una botella de plástico. El tamaño es importante, ya que de eso dependerá que sea manejable, y la cantidad de líquido que le tendremos que echar.
No siempre se dispone del que se quiere (recordad que esto también es una pipa de emergencia).



2º Para esta demostración y a falta de otras, no tengo más remedio que hacerlo con una botella de un litro y medio. Una salvajada que no cabe en cabeza alguna, cuando el tamaño ideal, es el de la botellita de agua normal.

Le quito a la botella todo papel que me impida ver, le retiro el tapón y conservo la anilla que suele venir de precinto de seguridad (la que se separa al abrirla por primera vez).
Ésta tenía restos de té, pero no importa, se lavará en el proceso.




3º Con un cigarro se hace un agujero a la botella. Hace falta práctica para atinar con el ancho exacto necesario para el tubo que servirá de boquilla por donde se aspirará.
Se guarda el cigarro mientras sigue consumiéndose, ya que necesitaremos la ceniza, y posiblemente la brasa de nuevo para hacer el agujero más grande y adaptado al tubo que hagamos.
Si se usa un boli BIC para hacer el tubo, el agujero del cigarro queda pequeño y hay que agrandarlo.



4º Aquí vemos varios pasos a la vez. Primero hemos llenado la botella de agua sin que quede muy cerca del agujero, para que el tubo de aspirar no se nos meta y bebamos agua con ceniza.
El espacio que se deja es de lo más importante, ya que de eso depende la fuerza que amos a tener que hacer aspirando, y lo que nos cansará.
A mayor espacio -volumen sin agua- más fuerza hace falta para aspirar y hacer el vacío que haga que la sustancia vaporizada entre en la botella y en nuestros pulmones.

Tras echar el agua, con el agujero hecho (aunque el agujero se puede hacer después en lugar de antes), ponemos el trozo de papel de aluminio en la cabeza de la botella, y lo fijamos con la arandela que habíamos reservado.
En lugar de una arandela se puede usar cualquier cosa que sujete, y con algunos tipos de botella, si se aprieta bien en los lados con el aluminio, no es necesario fijarlo con la arandela ni nada.




5º El tubo de aspirar, hecho de "plata" y con la forma y el ancho tomado de un bolígrafo.
Es bueno que tenga más de una capa, sobre todo en los bordes superiores antes de enrollarlo, ya que es lo que va a tener que pasar por el agujero, y facilita las cosas si tiene cierta dureza que con una capa de papel no se consigue.



6º Empezamos ya a preparar la entrada de la sustancia que vayamos a vaporizar.
Para eso le hacemos unos agujeros por donde pasará la corriente de aire caliente del mechero con la sustancia vaporizada.

Yo tengo la costumbre de hacerlos en el lado opuesto al que este el tubo, para no estar cerca de la llama, y solo en ese lado, para no tener que cubrir toda la boca de la botella con ceniza o material inerte que evitara que al fundirse la sustancia -porque antes de evaporarse se funde, si no es Iodo u otro material que sublime- caiga adentro sin ser aprovechada.

Con los que se ven en la foto, realizados con una aguja de coser de tamaño ligeramente grueso (pedidle a vuestra madre una aguja de coser vaqueros) a mi me vale.

Pero tengo buenos pulmones, y el equilibrio entre mi capacidad pulmonar, el espacio con aire que hay y el numero de agujeros, determinará la presión que se realizará, absorción y vacío por lo que determinará también la velocidad de entrada del aire-llama del mechero y como de rápido se llenará de vapor de DMT, Cocaína o Heroína, la cámara de la botella (el espacio sin agua). Cada cosa necesita su ritmo para fumar, dosis, y velocidad de llama para evaporarse, pero eso es cuestión de adaptarse y de jugar con variables como la cantidad de llama, la cercanía o el grosor de la ceniza que hace de cama.



7º Y encajamos todo el kit. Sólo faltan un par de cositas.... además de asegurarse que el tubo es suficientemente ancho como para cerra la entrada de aire de su agujero, o no entrara la vaporización al no haber menos presión (cuando absorbemos) en la botella.



8º Colocamos la ceniza que nos iba a servir de soporte inerte sobre los agujeros, una vez encajado todo. Tapamos todos los agujeros que hayamos hecho.



9º Y ponemos encima de la ceniza, la materia que queremos evaporar... que en este caso es esa cosa blanca que se ve sobre la ceniza...



10º ¿Se ve mejor ahora? Unas postillas de base de tropano colombiano dispuestas para ser moléculas libres en flotación.



11º Y llega el momento: con cuidado nos acercamos, procurando no tocar mucho la botella a riesgo de que se mueva la sustancia y caiga fuera de los agujeros o fuera de la botella. si hace falta, para cerrar el agujero del tubo y dado que esta hecho de un material que se adapta ligeramente, tal vez baste con "direccionarlo" con el dedo hacia algún lado.
Pero recuerda que debe permitir que pase el aire a través de él... o el aire primero...

Y con el mechero amenazantemente encendido que vamos acercando a la sustancia mientras aspiramos...



12º Llegó el momento de la verdad. Aspirando de forma constante y acercando el mechero según sea necesario (a veces hasta enchufarle directamente) cargamos de vapor de lo que sea el aire, y empieza AL MISMO TIEMPO a entrarnos en los pulmones.
Retiramos el mechero y seguimos aspirando hasta donde podamos.

¿Por qué mayusculas en "AL MISMO TIEMPO"?
Porque no es como un bong, que deja el vapor libre al quitar el dedo, con esos dos tiempos de primero cargar, y segundo fumar.
En esta "pipa yonqui" ambas cosas van juntas...

A ver esos pulmones, machotes!!



13º Y aquí una muestra de lo que pasa cuando te has pasado metiendo sustancia, o cuando hay demasiado espacio vacio de agua y te cuesta tirar de él, o cuando has querido dejarlo ahí para que lo vieran... como es el caso. Queda el humo esperando, no os alarméis...




14º Y ante esa situación... ¿qué hacer? Pues aspirar... aspirar hasta vaciar, y volver a "cargar" la pipa para una nueva calada.... pero ojo, despacio.
No menosprecieis esta forma de administración, que puede dar un susto a más de uno de los que creen que fumando, no es tan peligroso.
Ojo, la vía pulmonar es la vía de administración más rápida que existe en psicoactivos, superando a la intravenosa... aunque con la intravenosa la cantidad que se administra puede ser mucho mayor, con la pulmonar el efecto suele ser inmediato ganando por poco a los demás inyectables.

Y en el caso de algunas drogas, como la cocaína en base, comparan el efecto con el de la inyección, según percepción de antiguos consumidores por vía venosa.



Espero que este "tutorial de bricoyonqui" os haya servido, le deis buen uso, e investiguéis por vuestra cuenta... siempre cualquier te puede enseñar algo, y nunca sabes cuando te va a hacer falta.


P.S: Aclaro que el agua, que yo recomiendo, no es para enfriar el humo ni para nada por el estilo. Simplemente es para que la ceniza que va cayendo, quede retenida y no se aspire en la siguiente calada.
Y algún principiante, reconociendo su poca capacidad, ha hecho un intento de emular la pipa, con una botella de agua mineral (el recipiente más cómodo y habitual).

martes, 17 de julio de 2007

La etnobotánica y otros research "chemicals"

El término research chemicals se viene aplicando desde hace tiempo para referirse a los productos químicos de nuevo cuño que aún no están suficientemente investigados como para poder tener una imagen completa de ellos.
No se suele conocer ni su dosis letal media, sus mecanismos de actuación, ni la farmacocinética y otros muchos aspectos de los mismos.
Esto es así por falta de estudios suficientes, porque solo se han realizado sobre animales, porque falta experimentación en humanos y porque las muestras que puede haber de auto-experimentación no están controladas y son insuficientes.

El arriesgarse a experimentar con estos compuestos de nueva síntesis, exige a quién pretenda hacerlo, unos cuidados superiores a los que se deberían tomar con otras sustancias de sobra conocidas y utilizadas. El uso de básculas de precisión, correctos cálculos a la hora de dosificar productos en disolución, una buena y exhaustiva investigación previa sobre lo que otras personas que hayan usado el compuesto puedan indicarnos sobre sus efectos, intensidad duración, así como cualidades de los mismos, puede evitarnos desagradables sorpresas.

Dada la falta de interés oficial, a nivel mundial, por estudiar todos aquellos compuestos que pueden brindarle al ser humano experiencias de apertura de la conciencia o los sentidos y sus usos en humanos, los que deciden experimentar con estas sustancias se pueden considerar exploradores en el límite de la química y el alma, y con el mismo cuidado que quién pisaría una capa de agua helada en un territorio desconocido deberían moverse.

Esto que digo parece obvio para aquellas sustancias que son nacidas de la síntesis química, pero existe una mayor despreocupación, o una falsa sensación de mayor seguridad cuando las sustancias son de origen natural.
Esa sensación viene de la errónea concepción de que lo natural es preferible y mas sano que lo que esta sintetizado en un laboratorio. Esa distinción, la realiza sólo nuestra mente (la de algunas personas) pero no nuestro organismo. A nuestro hígado, riñones, o cerebro le da exactamente igual la procedencia de la sustancia con la que entra en contacto, y es incapaz de distinguir cual viene de un matraz y cual de un jugoso chuletón.
Por más que dedicásemos una vida entera a intentar que nuestro cerebro distinguiera entre un aminoácido salido de la carne o de una síntesis, no conseguiríamos nada.

Resulta pues, para lo bueno y para lo malo, que parecidas precauciones deberíamos emplear a la hora de probar sustancias que provengan del mundo vegetal.
Desde que en la década de los 60 se expandiera de forma incontrolada el uso de sustancias enteógenas y sobreviniera a ese uso una irracional prohibición, que dejaba fuera del mercado legal y fuera del posible uso en humanos de las mas conocidas y posiblemente las más seguras, como la LSD, mescalina o psilocibina, los interesados en este tipo de experiencias empezaron a buscar nuevas fuentes que de otra forma no habrían despertado mucho interés, ya que la mayoría aspiran a poder emular lo que las prohibidas pueden lograr con certeza.

La búsqueda de embriagantes de todo tipo en el mundo vegetal resultó ser la otra vía, la no-química, para evadir prohibiciones. De ahí a que un campo como la etnobotánica, que era privilegio exclusivo de unos pocos valientes, como Richard Evan Schultes y otros personajes de corte más académico que hippie y que fueron los que acercaron al conocimiento occidental los primeros enteógenos que habían sido usados durante milenios por otras culturas, resultó ser un nuevo mundo por descubrir para todos aquellos a los que las prohibiciones habían cortado las alas en el terreno de la psiconáutica.

También para aquellos que quedaron sorprendidos por las experiencias que les brindaban los compuestos ya ilegales en las últimas décadas del siglo XX, se tornó en un campo de interés que a primera vista parece inagotable fuente de nuevas sustancias, con el principal atractivo de que resultan ser legales, aunque la estupidez humana se sigue empeñando en convertir en frutos prohibidos.

Ya en los años 80, antes del auge de internet, existían en la redes BBS, documentos que hablaban de largas colecciones de plantas y también de algunos compuestos químicos, todos ellos bastante exóticos por aquel entonces, que ahora se pueden encontrar en cientos de páginas en la red con información al respecto o para su venta por correo.

Ahora conseguir Salvia Divinorum, kits para hacer ayahuasca, hongos psilocibios, o una miriada de plantas con los compuestos más curiosos resulta bastante sencillo.
Muchas de esas plantas, han tenido un uso ancestral y está bien documentado, y son por lo general bastante seguras -siguiendo las pautas que vienen marcadas por su uso tradicional- pero que no por ello son inofensivas, o hay que perderle el respeto a combinarlas o a usar extractos concentrados de las mismas.

Una de las mejores páginas en cuanto a surtido de materiales exóticos he conocido es www.ethnogarden.com que no sólo vende lo que otras páginas habituales suelen tener, sino que incluye en su selección de extractos y productos concentrados algunos casi únicos.

Venden por ejemplo un compuesto que nunca ha sido fiscalizado, pero que su precio resultaba prohibitivo, que es el muscimol extraido de la Amanita Muscaria y Pantherina. Su extracto de alcaloides, con un 90% de muscimol y entre un 5-10% de ácido iboténico, se encuentra a un precio bastante asequible de unos 80 euros por 25 miligramos o 240 euros por 100 miligramos, y pretenden bajar aun más su precio si les es posible.
Esto permite experimentar con uno de los alcaloides de efectos más curiosos, y cuyo mecanismo de acción, a diferencia de la mayoría de enteógenos, no está relacionado con la serotonina.

También tienen un importante surtido de alcaloides relacionados con uno de los vegetales que ha sufrido la prohibición en algunos países hace pocos años, y es el Kratom o Mitragyna Speciosa.
Esta planta, que se encuentra principalmente en algunos países del sudeste asiático, ha sido utilizada como sustituto del opio, y también comparte muchas de las propiedades del mismo.
Si bien no tiene opiáceos en su composición, sus alcaloides, son agonistas de los receptores opióides en el cuerpo humano. La mitragyna es su principal alcaloide, y tienen un extracto del 91% de pureza de su clorhidrato.
Incluye su catálogo, en forma de tinturas, otros dos alcaloides más, la 7-acetoxy mitragyna y la 7-hidroxi mitragyna, y un grupo de soluciones con diferentes proporciones de estos alcaloides para uso como analgésico. Todos estos alcaloides, están comenzando a ser objeto de estudio más serio ya que parecen prometedores en terapias de tratamiento de adictos a opiáceos, pero deberían ser considerados, por el momento, como research chemicals, aunque su origen sea natural.

Estos alcaloides poseen un núcleo indólico y bastante parecido con los alcaloides de la Voacanga Africana y de la Tabernanthe Iboga. De estas dos plantas también tienen sus alcaloides en venta, con un clorhidrato de ibogaína del 98% de pureza, y con un extracto con un 95% de alcaloides de la Voacanga, íntimamente relacionados con los de la iboga.
La ibogaína y su fuente vegetal, son los sacramentos del culto Bwiti, y su efecto resulta ser estimulante y enteógeno, pero con una fuerte carga de toxicidad para el cuerpo. Si bien han sido y son usados en terapias de dependencia de opiáceos, hay casos de muerte con dosis altas o muy altas de la planta o sus principios activos.

La lista de extractos y concentrados que venden es muy grande, con productos típicos como un concentrado de yohimbina, aceite esencial de ajenjo (que contiene las tujonas que hacen psicoactiva a la absenta), la teobromina del cacao (98%), la alfa asarona (98%) o el bromhidrato de arecolina (99%), etc. Todos ellos psicoactivos de una u otra clase.

Tienen dos nootrópicos, el piracetam en forma pura y un compuesto menos conocido como el fenibut, con efectos similares tanto al diacepam como al piracetam.

Como curiosidad, decir que también venden aceite esencial de sasafrás, que contiene hasta un 80% de safrol, y que resulta una de las mejores rutas para la síntesis de MDMA.
Pero suele estar siempre agotado... ¿por qué será?

Para terminar esta entrada y volviendo a su título, la etnobotánica puede brindarnos muchas cosas aún por descubrir, y bienvenido sea todo lo que amplíe el espectro de sustancias que pueden usarse para inducir cambios voluntarios en nuestro estado y conciencia, pero en el caso de algunas plantas o de formas muy refinadas de sus principios activos, de las que no existe suficiente experimentación e información, ni tienen miles de años de uso en humanos como el opio o el cannabis, cabría tratarlas como se debería tratar a los research chemicals de origen sintético.

Que la psiconáutica avanza gracias a los pasos de aquellos valientes que se atreven a explorar lo desconocido es un hecho, pero no por ello debemos aventurarnos sin las debidas precauciones.
Si una máxima heredada del derecho romano es "in dubio pro reo" (en caso de duda, a favor del acusado), aquí podríamos establecer que en caso de duda, la dosis más baja.

Siempre habrá tiempo así de ir más allá.

miércoles, 11 de abril de 2007

Valium y otras benzos: muletas sociales

Seguro que ninguno de los lectores que por aquí pasan habrá oído hablar jamás de un tal Leo Sternbach. No es un nombre conocido, no está asociado a nada e incluso se podría pensar que suena a nombre de músico.
Pero seguro que todos han oído hablar de una de las mayores contribuciones que la sociedad le debe a este químico: el Valium.
Esa otra palabra ya pertenece a nuestra iconografía cultural y escucharla a todos nos evoca algo, posiblemente diferente y parecido al mismo tiempo, según sea la relación que hemos tenido con esa sustancia. Tal vez la hayamos tomado por orden del médico, o simplemente conozcamos de su existencia a través de la literatura, el cine, la música o el hablar popular.

Leo Sternbach, su creador y creador de otras muchas benzodiacepinas (su familia química) así como de otros cientos de compuestos -su historia cuenta con 241 patentes químicas- era un químico de los de la vieja escuela. Nacido en Opatija, que hoy pertenece a Croacia, pero pertenecía al imperio Austro-Húngaro en el momento de su nacimiento en 1908. Era hijo de un judío polaco que regentaba una farmacia en esa localidad, y fue a estudiar farmacia a Cracovia donde tenía parientes. Con 21 años ya tenía una licenciatura en farmacia, y dos años después obtenía el doctorado en la especialidad de química orgánica, la cual era su pasión.
Tras pasar unos años como ayudante de investigación en la universidad, se mudó a la ciudad de Basilea -en Suiza y en la misma ciudad que trabajaba Albert Hofmann, padre de la LSD- para seguir en la universidad pero poco después fue contratado por una de las empresas farmacéuticas de aquel lugar, la Hoffmann-La Roche como químico e investigador superior.
En 1941, con 33 años, fue trasladado a los USA en una operación de su empresa para poner a salvo a todos sus investigadores de origen judío ante el peligro frente a una Alemania dirigida por Hitler en plena guerra.

Su empresa jamás pudo imaginar que esa sería la mejor inversión de toda su historia.

Sternbach continuó con sus investigaciones en Upper Montclair, New Jersey, donde vivió con su esposa Herta hasta un par de años antes de su muerte en el 2005.
Una muerte que paso desapercibida, pero que se llevaba al hombre que había hecho uno de los mayores aportes a la psicofarmacología de la historia. Y es una historia que también tiene sus entresijos casuales.

La dirección de la empresa, ordenó a Sternbach abandonar el estudio y desarrollo químico de las benzodiacepinas por considerarlo falto de interés. Pero Leo, como buen químico que se había apasionado con una familia de compuestos, siguió con las investigaciones por su cuenta, hasta dar con la primera benzodiacepina que se comercializó en un tiempo record: el clordiacepoxido, o Librium.
Había abierto todo un campo para la medicina.
Hasta el momento los únicos tranquilizantes de los que se disponía eran o bien opiáceos o lo que en aquel momento estaba en su punto álgido de uso: los barbitúricos.
A diferencia de estos, el descubrimiento de Leo, tenía unos margenes de seguridad en su uso increíblemente mayores, y además no provocaba los groseros efectos de desinhibición y conductas temerarias que producían los barbitúricos en cuanto la dosis se excedía ligeramente.
Y tras el clordiacepoxido vino el diacepam, el Valium que convirtió a su empresa en un gigante farmacéutico.

Justo aquello que le ordenaron dejar de investigar, hizo que los laboratorios Roche tuvieran en su poder el medicamento más vendido durante 13 años en los USA, y que aún a día de hoy significa el 28% de la ganancias de esta multinacional de la farmacia. Todo por el placer de investigar de una persona que dedicó su tiempo libre a ello.

Las benzodiacepinas, entre las que se encuentran el diacepam o Valium, el Tranxilium o clorazepato, el Orfidal o lorazepam, y otros 20 ó 30 compuestos, pertenecen al grupo de los tranquilizantes menores. Actúan sobre unas receptores cerebrales llamados receptores GABA, que son los encargados de modular el nivel de alerta y ansiedad de una persona. También los barbitúricos lo hacen, pero a diferencia de las benzodiacepinas que actúan preferentemente en las zonas subcorticales del cerebro, los barbitúricos actúan sobre los receptores en la zona del tallo cerebral, que controla funciones mucho más primarias y por eso su peligrosidad es mucho mayor.

Los médicos las recetan hoy día con total soltura, en parte por el margen de seguridad que ofrecen ya que es muy difícil poder suicidarse usando benzodiacepinas, y en parte por la demanda que tienen frente al estrés por parte de los pacientes.

Junto con el café, el alcohol -que también actúa sobre los receptores GABA- y el tabaco, son una de las muletas de nuestra sociedad. Escohotado las ha llamado drogas-bastón, ya que nos sirven para completar nuestra rutina diaria de forma más cómoda.
Son la pastilla para dormir al insomne, la píldora que tranquiliza al nervioso, la que relaja los músculos de alguien que la tensión acumulada le provoca trastornos, la que hace desaparecer una dermatitis nerviosa o una calva en el pelo provocada por cualquier forma de ansiedad.
Y realmente nuestra sociedad sabe bastante de ansiedad.

Lo que antes se trataba con alcohol de forma casera -tomándose un par de copas- o con barbitúricos, ahora se trata con Valium o sus parientes.
Los barbitúricos nacieron en una sociedad que pretendía demonizar a los opiáceos, y que los pusieron en circulación argumentando que al contrario que estos, no producían adicción.
No sólo la producían, sino que esta era peor y mas difícil de tratar. De hecho, los dos descubridores de los barbitúricos murieron por sobredosis tras años de consumo.

Con las benzodiacepinas pasó algo similar. Se lanzó la idea de que no eran adictivas.
El propio Leo Sternbach comentó una vez que le parecía ridícula la idea de que se hablase de adictividad en las benzodiacepinas, ya que para que algo fuera adictivo tendría que tener un efecto placentero.
Seguramente Leo nunca sufrió de ansiedad, e hizo ese comentario en una época en que la idea de adicción se basaba en la falta de fuerza de voluntad de la persona y de propensión al vicio y al placer.
Pero hoy en día sabemos que hay una sorprendente similitud entre el comportamiento de una madre que al llegar la noche busca mitigar su ansiedad y poder dormir con una de esas pastillas, y el comportamiento de un heroinómano intentando paliar dolor, ansiedad o sufrimiento. Ambos buscan un alivio para un trastorno.

Se ha considerado a las benzos como pastillas que no tienen potencial lúdico, y realmente no son drogas que aporten un placer activo. Aunque a personas que sufren de ansiedad generalizada y no lo saben, o que nunca han podido sentirse en paz y no saben porqué, esos fármacos les proporcionen el placer de una paz que de otra forma no pueden alcanzar.
Yo he visto a algunas personas expresar tras su primera toma de una benzodiacepina, concretamente Tranxilium, que se sentían felices y en paz por primera vez en sus vidas, con una expresión de felicidad en el rostro que les resultaría difícil de creer a muchos farmacólogos.

Años después de que Leo dijera que era ridículo hablar de efectos placenteros y adicción en las benzodiacepinas, él mismo comentó que el Valium era un medicamento con unos efectos secundarios muy agradables y un somnífero bastante bueno, y que por esa razón se tendía a abusar de él... y que por ello su mujer no le dejaba tomarlo!!

Hoy día sabemos que sí son drogas adictivas, pero que usadas correctamente en manos de un buen profesional, presentan pocos riesgos y un manejo sencillo.
No hay casi un mercado negro de benzodiacepinas, y el que hay suele ir dirigido a los consumidores de heroína cuando no tienen otra cosa para consumir, ya que algunas de las benzos más fuertes, como el flunitracepam o Rohipnol, pueden lograr darles algo de alivio frente a un momento de abstinencia o pueden ser usadas para potenciar lo que como heroína les venden en el mercado negro.

No tiene sentido buscar diversión en las benzos, ni mezclándolas con alcohol (que además supone un riesgo importante) ya que sólo puede ocurrir que la persona acabe dormida, o que por el contrario entre en un estado de desinhibición temeraria acompañada de amnesia, y es por lo que hace tiempo algunos delincuentes las usaban para robar, ya que no sentían miedo ni tenían una conciencia clara de la gravedad de sus actos.

También se han usado por las mismas razones para facilitar violaciones, en las que un individuo droga a una víctima para que caiga en un estado de sopor y amnesia, y le permita forzarla sin que la víctima a veces ni recuerde que ha ocurrido.

Por último cabe mencionar un nuevo uso que han encontrado estas sustancias en el uso legítimo de algunas personas. Cada vez más jóvenes (o no tan jóvenes) que pasan el fin de semana tomando estimulantes de todo tipo, como cafeína, anfetamina, MDMA o cocaína, toman después benzodiacepinas para poder "bajarse el pedo" y la sobre-estimulación de su sistema nervioso a la hora de ir a dormir. Antes era una práctica frecuente en los consumidores de cocaína por vía intravenosa, fumada en base libre o como crack, pero ahora y por esa misma razón de frenar la ansiedad y calmar al cuerpo su uso está más extendido.

En cualquier caso, me resulta imposible imaginar hoy día una sociedad sin esos fármacos.
Si ahora las personas que mitigan la ansiedad mediante ellos se vieran privados de los mismos, aparte del síndrome abstinencial que tendrían, se tirarían a conseguir el mismo efecto por otras vías. El ama de casa o el padre de familia mediante el alcohol, y los consumidores de drogas ilegales, mediante el alcohol y los opiáceos, especialmente el más accesible de todos que sigue siendo la heroína.

Así que mientras sigamos viviendo una sociedad ansiógena para muchos, bienvenido sea el Valium para aquellos que buscan la paz.


P.S: Dedico esta entrada a mi amiga Rocio, porque me la pidió ella y por el estupendo libro que me ha regalado: "Colocados. Una historia cultural de la intoxicación." de Stuart Walton.