lunes, 30 de abril de 2007

¿Terapia con LSD? Mejor no escribas sobre ello.

Hace unos días a través de Manuel Villaescusa, que es uno de los psicólogos españoles más preparados en el uso de enteógenos y de estados modificados de conciencia, me llego una reseña de un articulo publicado en un periódico canadiense, en el que se cuenta la odisea que le toca pasar a un terapeuta de ese mismo país, cuando iba a visitar a un amigo en los EEUU.

Todo gracias a que había escrito sobre la terapia con LSD y a Google, con el añadido de las nuevas leyes usanas y de la pobre capacidad cognitiva de los agentes de la ley en ese país a la hora de aplicar las normas, y sobre todo, de detectar un peligro para la seguridad nacional.

Voy a contar lo ocurrido simplemente traduciendo el artículo.
El original se puede encontrar en http://thetyee.ca/News/2007/04/23/Feldmar/


Andrew Feldmar, un conocido psicoterapeuta de Vancouver, se acercó a la frontera en Blaine con los USA el pasado verano, como había hecho antes cientos de veces durante su carrera.
Con sus 66 años, su pelo gris, sus gafas y su barba poblada, le dan el aspecto de un maduro intelectual.

En la el puesto fronterizo, le dio su pasaporte al guardia y se relajó pensando que pronto estaría en Seattle con el amigo al que iba a visitar.

El guardia fronterizo tras coger el pasaporte, se dio la vuelta y en un ordenador escribió su nombre en Google, el conocido buscador.

El mundo del psicoterapeuta estaba a punto de dar una bizarra vuelta.

Nacido en Hungría de padres judíos en el momento en que los Nazis estaban llegando al poder, Feldmar fue ocultado a los Nazis durante el Holocausto cuando tenía sólo 3 años de edad, tras haber sido sus padres condenados a ir a Auschwitz. Milagrosamente, sus padres fueron de los pocos que pudieron salir de allí vivos y volvieron a Hungría en 1945 cuando fue liberada por el ejercito soviético.

Feldmar escapó del comunismo hungaro en 1956 cuando el tenía 16 años y emigró a Canadá.
Se casó allí hace 37 años, tiene dos hijos con su esposa Meredith, y viven en Vancouver.
Sus hijos, viven en los USA, uno en Denver y el otro en Los Angeles.

Feldmar ha viajado a los USA unas 5 o 6 veces anualmente, bien por cuestiones de trabajo o bien para ver a su familia. Ha trabajado para la ONU en Sarajevo y en Minsk con victimas de la explosión nuclear de Chernobyl.

Volviendo al presente....
El guardia al que le había dado su pasaporte le explicó que había sido apartado a una zona de controles aleatorios. El guardia parecía amable, incluso cuando tomo el pasaporte y quitó las llaves del coche de Feldmar.
Mientras el interior de su coche era registrado, Feldmar y el guardia hablaron, y el guardia le preguntó a que se dedicaba.

Cuando Feldmar le dijo que era psicólogo, el guardia escribió su nombre en el buscador de internet y pronto dio con un articulo que Feldmar había publicado sobre una ocasión en la que había tomado LSD, en Ontario y Londres, hace 40 años.
También decía en el articulo como había usado enteógenos como vía para comprenderse a si mismo y que en ciertos casos, podía ser preferible a tener que acudir al psiquiatra.

Todo pareció venirse abajo sobre Feldmar, y lo que iba a ser un día tranquilo, se convirtió de inmediato en una pesadilla.

Se le le hizo sentarse en una silla plegable y durante horas estuvo preguntándose donde iba a terminar este asunto. Miraba continuamente la hora en su reloj, pensando en que su amigo estaba a punto de aterrizar en el aeropuerto de Seattle y el no estaría allí para recogerle.
Tres horas después se le hizo pasar a un pequeño habitáculo con una bandera de los USA, donde el guardia le explicó que bajo las leyes de Seguridad Nacional, se le denegaba la entrada en los USA debido al uso de narcóticos (¡¡daba igual que hubiera sido hace más de 30 años!!).

Feldmar intentó explicarle al guardia que la LSD no era un narcótico sino un enteógeno, pero el guardia no estaba interesado en tecnicismos.
Le pidió a Feldmar una declaración de su uso de LSD y acto seguido le tomo las huellas para la base de datos del FBI.

En ese momento, Feldmar, no creyendo que pudiera ser real que le estaban prohibiendo la entrada a los USA para siempre, consulto al guardia, el cual le dijo que podía recurrir al Departamento de Seguridad Nacional, y le dio un paquete con los formularios.

El guardia le escoltó hasta su coche y se aseguro de que diera media vuelta y volviera hacia Canadá.

Cuenta Feldmar como tras graduarse con honores en matemáticas, física y química, y haber cursado un master en psicología en Ontario, conoció a Zenon Pylyshyn que había sido uno de los primeros en experimentar junto con Abram Hoffer y Duncan Blewett, en los primeros experimentos con LSD.
Y que hacía 33 años recibió una dosis de LSD que el propio Zenon le proporcionó.
Esa fue su iniciación en el campo de los enteógenos
Tras ese viaje, había conocido y probado infinidad de sustancias que le habían permitido viajar a lugares de su mente y su ser que de otra manera nunca hubiera podido conocer.

Y estaba siendo castigado por eso, negándosele la entrada a los USA, donde residen sus hijos y varios amigos.

Feldmar no se resignó a que esto quedará así, y se negaba a que no pudiera visitar a sus hijos en sus casas.
Contactó con el cónsul de los USA en Vancouver para protestar, y se le dijo de nuevo que buscase un abogado para que le concedieran una exención.
Consultó con un abogado en Vancouver que le dijo que le costaría unos 3000 Euros, sin contar imprevistos, y que tendría un 90% de posibilidades de que se la concedieran, pero sería un permiso de un año y que cada vez que quisiera cruzar la frontera, necesitaría iniciar ese proceso de nuevo.

Cada vez que quisiera ir a visitar a sus hijos a los USA, necesitaría un documento que dijera que ya se había rehabilitado de su uso de LSD.
Pensó en demandar al gobierno de los USA, pero se dio cuenta de que eso le costaría los ahorros de toda una vida, y que la balanza estaba tan inclinada en su contra que sería casi un milagro que pudiera ganar.

De nuevo, el psicoterapeuta acudió al consulado. No se le hizo caso, ni se le devolvieron las llamadas, pero en un email, el consulado le explicaba su posición.

El email decía esto:
"Nuestros dos países tienen regulada de forma muy similar los asuntos de visados para ciudadanos que han violado la ley. El tema no es haber escrito un articulo sino el haber tomado una sustancia legalmente controlada.
Llevo años escuchando a ciudadanos americanos que tienen prohibida la entrada en Canadá y que llevan décadas sin antecedentes, y deben conseguir una exención para poder entrar.
Aplique el mismo caso aquí.
La exención es el único camino."

El simple hecho de haber tomado hace décadas una sustancia prohibida, aunque no exista ni denuncia ni ningún tipo de ficha criminal, es suficiente para ser considerado peligroso para la seguridad de los USA.
De la misma forma que se prohíbe la entrada a cualquier persona con SIDA, tuberculosis o cualquier otra enfermedad infecciosa.

Con la excusa del aumento de la vigilancia y el recorte de libertades a consecuencia de los ataques del 11-S, se ha disparado el número de personas que están trabajando en las fronteras usanas, combinando datos y métodos que hacen casi imposible entrar en el país a muchísimas personas que nada tienen que ver con ser un peligro para la seguridad nacional.
Músicos, científicos, políticos de otros países... cualquier que ideológicamente agradable a los ojos de el estado usano.

De hecho, la Unión por las Libertades Civiles en América, ha denunciado ya el uso ideológico que se hace de la conocida y restrictiva Patriot Act, de manera que se esta convirtiendo en un muro ideológico oculto tras justificaciones de seguridad nacional.

Nueve meses después de haber sido devuelto en la frontera, Andrew Fledmar sabe que su exclusión es permanente.
El proceso para conseguir una exención es agotador, muy costoso y carente de sentido. Una situación tipo David y Goliath.
Esto es devastador para la familia y amigos que el tiene en los USA.
Como dice uno de sus amigos, un profesor de Filosofía de la Universidad de Pensilvania, la idea de que él o alguno de sus trabajos pudiera herir a alguien es aberrante, y él es una víctima de la escandalosa incompetencia burocrática de los responsables implicados en este casto.

Cuando Feldmar finalmente revisa todo lo ocurrido, llega la la conclusión de que el estaba trabajando en un ambiente de seguridad y tranquilidad que caducó en el 11-S.
Su error fue realmente el haber escrito sobre sus experiencias con drogas y el haberlas puesto en la web, aunque fuera en una respetada publicación.
Feldmar reconoce que nunca se planteó el riesgo que podía suponer, compartir como otros muchos de su generación, las experiencias y el conocimiento que había adquirido gracias a estas sustancias, y compartirlo con otros.
Ahora sin embargo, advierte a sus amigos, que se lo piensen dos veces antes de escribir nada personal en internet.

Dice Feldmar:
"No hice caso del viejo dicho de los Alquimistas: Haz, arriésgate, y se silencioso.
Y la experiencia de ser tratado como un indeseable es chocante. La ausencia de amparo, lo inútil de intentar que se te vea como lo que eres y como lo que los demás saben que eres, la reducción de mi persona a un indeseable criminal fue realmente aterradora.
Me volví consciente de la fragilidad de mi identidad.

Recuerdos de haber sido el objeto de la necesidad de etiquetar pueblan mi mente.
He sido visto y etiquetado como judío, comunista, persona desplazada, como estudiante, como paciente, como hombre, húngaro, refugiado, emigrante, inmigrante... Y ahora soy visto como uno de esos usuarios de drogas, tal vez un adicto, tal vez un camello, no puedo estar seguro.
En cuestión de segundos quedé desarmado, nada de lo que dijera iba a ser tomado en serio.
Fui etiquetado, colocado, y desposeído de mis derechos. Simplemente despachado."


Poco cabe añadir a esas palabras. Pero me pregunto que pasará, cuando quieran o necesiten entrar en los USA, con todos aquellos científicos y personas que están apoyando la investigación con enteógenos, con organizaciones enteras como MAPS, o con personalidades como el químico y etnobotánico Jonathan Ott, y que en ocasiones así queda muy clara la razón por la que eligió vivir en México.
Dejo como guinda final las palabras de Manuel Villaescusa sobre este asunto y refiriéndose a los USA: "Y el país de la libertad lo llaman...."