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Frente al miedo:
charlando con Antonio Escohotado.
Hace unas semanas salía al mercado el libro “Frente al miedo” del ensayista y profesor Antonio Escohotado, publicado por la editorial Página Indómita.
Se trata de un conjunto de textos -de muy diversa factura en lo temporal y recorrido en lo conceptual- que nos dan a conocer una selección de los mejores escritos, de todas esas distintas personalidades que se integran en el genial pensador.
La estructura que sostiene el libro tiene cuatro grandes partes -todas al trasluz del cristal del miedo- en las que se tratan aspectos relativos a pensar sin miedo -en libertad- y las implicaciones del miedo a nosotros mismos expuesto como miedo a las drogas, el miedo a los demás y las cuestiones de la política y, por último, el miedo al mundo como reservado para las indagaciones en la religión, el más allá, la ciencia y la filosofía.
Para aquellos que tenemos el placer de conocer previamente la obra de Escohotado, la estructura de la obra y elección de los pasajes resulta tan oportuno como un “diccionario sobre el autor”, que ayuda a ubicar con facilidad el lugar donde se encuentra tal o cual idea, previamente publicada.
Sin embargo, el libro no arrastra una pretensión exhaustiva ni antológica. Según nos comentó Antonio, dentro de la selección realizada por Guillermo Herranz, quedaron excluidos (con vistas a la producción de otra obra) aquellos textos referentes a sexo y salud.
Posiblemente esta otra selección de escritos verá la luz en un futuro cercano, también de la mano de Página Indómita.
Tras haber degustado el plato que Guillermo nos cocinó -con la amplia despensa de las ideas de Escohotado- tuvimos ocasión de hacerle algunas preguntas al profesor, y esto es el resultado.
Pregunta: Discúlpeme que empiece así, pero hace unos días he leído que el Ministerio de Hacienda le había dado un “premio por ser el mejor cliente de Amazon: 5.000 euros de multa por desgravarse el IVA de los libros que compra”. ¿Es cierto? En su caso, los libros son su herramienta de trabajo y como tal debería poder desgravarse de forma similar a otros autónomos. ¿Piensa pelear contra esta resolución o no cabe recurso?
Respuesta: Es totalmente cierta la multa, y que no admitieron desgravar un solo euro por compra de libros. Al parecer, debería haberlo presentado "en hoja Excel". Ya felicité al joven jefe de la Delegación por "quitarle a un anciano el pan ganado", y contestó a mi gestora que chitón o podría ser peor, sin perjuicio de quedarse con los tomos 1 y 2 de “Los enemigos del comercio”, solicitados como "información".
P: Profesor, su libro comienza con una impresionante exposición de méritos académicos, que no le evitó cosechar 7 ceros como calificación por parte de 2 tribunales universitarios. Ese hecho resulta mucho más inaudito que obtener la máxima calificación posible. ¿Qué es lo que no le perdonan? ¿Qué fue capaz de unir a esas dos salas -separadas por más de 20 años- contra usted?
R: Ni idea, porque se trata de 14 personas distintas. La verdad es que acabé tomándomelo como un homenaje.
P: Afirma dar gracias a haber ido preso en la encerrona que le montó la policía -un año a la cárcel de Cuenca- porque de no haber sido así, hubiera sido considerado el chivato o el delator, y eso hubiera tenido un coste muy peligroso para usted y los suyos. ¿Qué más aprendió de ese año “a la sombra”?
R: Recuerdo el año de Cuenca como uno de los más felices, porque me van los retos y ese fue uno de los primeros.
P: El gobierno hizo llover a la policía nacional una paga por productividad, para repartirse entre todos, de 50 millones de euros justo antes de las elecciones. Me recuerda a los pasajes de “Los enemigos del comercio” en que nos cuenta cómo cada nuevo César en Roma debía asegurar su posición -y la fidelidad de sus soldados- con abundantes pagos.
¿Ha mejorado la policía, desde que usted la sufrió, o sigue fiel a su antigua substancia?
R: La policía es incomparablemente más de fiar en regímenes democráticos.
P: En “Rameras y esposas”, al analizar los papeles de la mujer en 4 mitos y momentos históricos, nos llegó a hablar de una “virgen” María, que podría haber sido preñada por Herodes siendo una niña “santa” y casada urgentemente con un José -escogido entre los solteros del pueblo por ser el que tenía la verga más pequeña- que termina como “padre putativo” ninguneado por el niño dios y su madre. ¿No tenemos ningún mito más moderno que nos pueda servir para superar el estancamiento en ese modelo patológico de familia?
R: Al enumerar esos cuatro modelos arquetípicos me propuse sondear fantasmas inconscientes ante todo, para abrir una perspectiva no convencional a la relación entre géneros. No hay nada normativo en ese libro. La obsesión de María -y de los Evangelistas- es el sexo como personificación de la impureza, y si algo se deduce de los apócrifos es una milagrosa forma de evitarlo. De ahí, mucho más tarde, el dogma de la inmaculada, según el cual siguió siendo virgen incluso tras el alumbramiento.
P: ¿Es el salto de lo puro (pyros) a lo inmaculado (sine macula)?
R: Exactamente, del pyros al sine macula.
P: “Frente a la tentación de convertir todo en mercancía, el ser humano cuenta con el antídoto de que el hecho de amar es infinitamente superior al de ser amado”, nos dice en ese mismo libro.
¿Sólo el hecho de amar queda fuera del mercado?
R: Como pensionista con servicios médicos gratuitos, debo reconocer que buena parte de mi existencia es extramercado. Por lo demás, no tengo nada contra la fijación de precios por concurso espontáneo de oferta y demanda, y me alegro de que los Estados de tipo europeo combinen providencia y competencia.
P: ¿Es compatible el amor como vida de pareja con plenitud, con una vida de investigación científica o de estudio profundo?
R: Nunca he tenido problema con mis parejas a cuenta de ello.
P: ¿Es la monogamia una mentira impuesta o esconde suficientes ventajas evolutivas como para adoptarla?
R: Las instituciones tienen lógica propia, como el resto de los seres de tercer tipo, ni subjetivos ni objetivos exclusivamente.
P: ¿Qué le parece el papel que parece que adopta el feminismo de ir contra los intereses manifestados por las propias trabajadoras sexuales, argumentando “que lo hacen por su bien”?
R: Me parece ridículo. Hay rameras vocacionales, sin duda alguna, y pretender salvarlas de sí mismas por medios coactivos es sencillamente un crimen. Un capítulo de Frente al miedo aborda monográficamente la diferencia entre delitos con y sin víctima concreta.
P: Hace un par de décadas le vi decir -en el auditorio de un bar de copas en Salamanca- que “quien no tomaba drogas era porque tenía miedo a lo que albergaba dentro”. ¿No ha encontrado personas que no tomen drogas y cuya razón no sea el miedo a un interior horrendo? ¿Tan malo es el ser humano por defecto?
R: No hasta ahora. Pero eso no quiere decir que el ser humano sea "tan malo", sino con alguna frecuencia "tan rígido", tan afecto a la idea fija.
P: Si ya tenemos marihuana kosher... ¿para cuándo un Papa que tome MDMA en sus ejercicios espirituales?
R: La experiencia es la madre de la ciencia. Cualquier cosa conocida de primera mano enseña mucho más que de segunda o tercera.
P: Recuerdo un coloquio de TV, con usted preguntando si una sustancia podía ser acaso mala o buena -como si tuviera un alma- en el que Javier Nart le contestó irritadísimo: “¡Sí! ¡La heroína! ¡La heroína es mala 'per se'!”. ¿Se sigue creyendo en la magia de las drogas, sea blanca o negra?
R: No descarto que los opiáceos conviertan el cáncer en enfermedad crónica, al reducir drásticamente la tasa reproductiva de los tumores.
Si así fuera, tendremos ocasión de reír hasta las agujetas.
P: Siempre le he leído que los opiáceos eran sustancias que soportaban bien el esfuerzo intelectual, y que veía razonable su uso en la adultez tardía y tercera edad. Su capacidad de trabajo -ateniéndonos a los hechos- es asombrosa y no parece que el uso de los derivados mórficos le produzca demérito alguno. ¿A qué achaca esa capacidad de estas drogas para el largo plazo en el trabajo intelectual?
R: Son fármacos de paz.
P: También como fármacos de paz usted incluye -entre otros- a benzodiacepinas, barbitúricos o neurolépticos. ¿Cree que estos soportan bien el desarrollo de trabajos de tipo intelectual?
R: Las benzos y los ata-nervios solo son fármacos de paz en el sentido de amortiguadores de la vida psíquica, unos, y evitadores de la camisa de fuerza, los otros.
P: También incluye el esa clasificación el alcohol, que es la droga con mayor presencia en actos violentos de todo tipo, y a la heroína que -por la naturaleza de sus efectos- es poco o nada proclive a la violencia. ¿Cómo se debe entender entonces esa “paz” asociada a la palabra fármaco?
R: Por ahora solo los opiáceos son fármacos de paz en sentido literal.
P: En estos años, tras su último anexo al libro “Para una fenomenología de las drogas” que lo convirtió en “Aprendiendo de las drogas”, ¿ha tenido ocasión de probar -conscientemente- fentanilo o sus derivados?
R: Tengo parches de Duragesic [fentanilo], pero no noto nada con los de 25 microgramos/h. Veremos qué tal me sientan dos.
P: Cuenta en “Sesenta semanas en el trópico” cómo no fue capaz de tomar psiquedélicos puros durante un largo tiempo, por el momento emocional que atravesaba en su vida. Superadas ya esas aguas, ¿tienen los psiquedélicos cabida en la organización de su actual tiempo o quedaron atrás las grandes excursiones psíquicas?
R: Acabo de conseguir cuatro dosis de 2C-B, y un día de estos caerán.
P: Hablando de la Nexus o 2C-B... ¿sabe usted por qué esta droga acabó afortunadamente en la lista II, en lugar de en la más restrictiva lista I de nuestro país? ¿Hubo algo de voluntario en ello o fue puro azar?
R: Ni idea.
P: ¿Conoce esos proyectos que buscan la inmortalidad mediante un volcado de conciencia y recuerdos en soportes digitales? ¿Lo ve factible? Si nuestra conciencia acabase simulada o clonada en una maquina, ¿seguiríamos necesitando la experiencia de la embriaguez y por lo tanto “drogas hechas de código” que pudieran proporcionarla?
R: Lo veo factible. Pero no veo por qué vía esos espíritus desencarnados podrían colocarse.
P: Hay un texto en su libro -publicado en 1991 bajo el título “¿Votar?”- en el que concluye diciendo que “no votar -o votar en blanco- es lo único que puede contribuir a desnudar la farsa”. ¿Cómo se conjuga eso con apoyar con su voto y simpatía pública a un partido como Ciudadanos? ¿Acaso le parecen ese “Partido de la Humilde Reforma” que se esboza como idea en su libro?
R: Lo verdadero llega siempre a posteriori. En principio, el partido de Rivera es el único no pringado todavía con la autoperpetuación de una casta -ojo, el término es mío, no de Podemos, como demuestra leer “Majestades, crímenes y víctimas”(1983)- , ni con la simpleza de ignorar la interdependencia de ingresos y gastos.
Llevo casi veinte años estudiando ese capítulo, cada día más convencido de que la complejidad no puede esquivarse sin desembocar de inmediato en inopia. El populismo tiene milenios de existencia, y un público cautivo desde sus principios, aunque la historia concreta de cada empeño suyo resulta instructiva. Sin excepción registrada hasta ahora -y estoy hablando de 71 ensayos concretos referenciados en Los enemigos del comercio, algunos con más de 80 años para fructificar- su promesa de atender al desfavorecido ha logrado lo inverso. ¿Que por qué? Pues genéricamente porque el analfabeto es mal maestro de lectura, y para controlar la naturaleza no hay otra senda que la humildad de estudiar muy de cerca y con paciencia sus regularidades.
P: Tengo un viejo amigo que, cuando yo le cito a usted, me dice con malicia “¿ya estás sacando al 'Vestrynge libertario'?” en alusión al vuelco del pensamiento político de ustedes dos, aunque ocurriera en sentido contrario. En su caso, ¿cómo se pasa de pedir en una embajada que le alisten para ir a luchar contra USA en Vietnam a despiezar conceptualmente el credo comunista?
R: No pretendo despiezar el credo comunista sino entenderlo. Y he descubierto algunas cosas que ignoraba por completo. La información solo se le indigesta al que a veces llamo mandobediente, para darle un toque castizo al sadomasoquista.
P: No sería su pretensión, pero con el análisis que realiza del asunto, queda expuesto a la luz de una forma “irrecuperable” para quien pretenda seguirlo, en una base de racionalidad y no de creencia. ¿Realmente no intuía lo que se iba a encontrar al poner su particular microscopio en este asunto de la “fe comunista”?
R: Nunca imaginé que su fondo fuese el tabú de la impureza desplazado a "la mercancía", aunque así lo demuestran pruebas irrefutables.
P: Su definición del “idiota” -ciudadano q no se ocupa de los asuntos públicos- en contra posición al “polita” es un clásico ya. Pero ¿cree que la actividad de tipo política debe ser encauzada en el modelo de partidos o ve que pueda existir un cambio de paradigma a otros modelos?
R: Internet promete muchísimo.
P: ¿Ve usted algún grupo político que apoye de forma efectiva el desarrollo de una democracia de ejercicio telemático?
R: Sería estupendo poder charlar sobre eso y otras cosas en alguna tele con [Pablo] Iglesias.
P: La democracia telemática que usted ha propugnado en ocasiones, ¿no es lo que debería proceder como evolución natural para una sociedad que se expresa telemáticamente? ¿Cree que ejercer el voto de esta forma bastaría para reducir la densidad de parásitos en el sistema público?
R: Reducir la densidad de parásitos es una gran meta política. Deberá en todo caso coordinarse con una sistema educativo que vaya al fondo, y enseñe desde pequeño hasta el diploma final la misma verdad sencilla:
"Serás un parásito hasta descubrir un trabajo vocacional que resulte útil a los demás".
P: ¿Cree que alguien debe ir a la cárcel por escribir un tuit que no es de buen gusto o que se caga en la majestad de turno? ¿Neocrímenes sin víctima?
R: Neocrímenes sin víctima.
P: Usted definió el vuelco electoral tras los atentados del 11M como “un país bajándose los pantalones”.
¿Cree que si algo así volviera a suceder ahora, el país habría alcanzado la madurez -serenidad de ánimo tal vez- que no tuvo entonces?
R: Me temo que no.
P: En el año 1996 apoyaba públicamente un referéndum en el País Vasco y el derecho de secesión de los pueblos, pero parece que cambió de opinión cuando Fernando Savater le cuestionó los limites que definían al pueblo a consultar. Finalmente acabó pensando que el asunto de ETA sólo tendría un final policial y penalmente.
¿Y frente a la actual Cataluña independentista? ¿Apoya el derecho a un referéndum sobre la secesión catalana en su escenario de ausencia de violencia armada? ¿Qué prevé que ocurra cuando el tren del llamado “proceso” intente dar algún paso que vaya más allá de los gestos o las palabras?
R: Quizá proceda un doble referéndum, local y nacional. Fernando me reprocharía, probablemente con razón otra vez, que seguir consintiendo el “yo me lo guiso y yo me lo como” de la inmersión lingüística y el mangoneo sufragado con dinero público condena a innumerables catalanes disconformes con que el castellano se destierre, y prospere un complejo de inferioridad paleto, pues no otra cosa late en desear que el mundo hable su lengua, en vez de disfrutar hablando otras, como me pasa a mí por ejemplo con el inglés, el francés, el portugués, el italiano y en menor medida el alemán. Pero comprobaremos que los catalanistas no quieren en realidad referéndum, pues intuyen que lo perderán si no media alguna trampa. Es el mismo ánimo que convocó la Semana Trágica de 1909, y las Jornadas de Mayo de 1937. Odiar mucho, y pensar nada.
P: ¿Cree que vamos sin remedio a unas elecciones anticipadas o al final nos veremos abocados a una “gran coalición” de algún tipo? ¿Qué le inspiran los actuales candidatos? ¿Cambiaría algo sustituyendo a Rajoy por Soraya o a Pedro Sánchez por Susana Díaz?
R: Por mucho que la mona se vista de seda...
Es asombroso cómo el PSOE ha ido degradándose desde Zapatero y su equipo. Ojalá haya nuevas elecciones, y el cuerpo social se aclare.
P: ¿No se anima a pronosticar un resultado del juego de pactos que estamos presenciando?
R: Soy alérgico a la profecía.
P: La utopía de un liberal es una existencia sin la coerción de un estado. ¿Le parece realizable o es una aspiración a la que es mejor renunciar, en pos de obtener una cierta paz negociada con la realidad?
R: El liberalismo doctrinario sigue confundiendo Estado y Gobierno, cosa muy bienvenida por las cliques que se apoderan del segundo. No hay otra paz que la realidad misma, teniendo entereza para sufrir lo inmodificable, energía para reformar y conciencia para distinguir males con y sin remedio en cada instante. Para mí no es coerción, por ejemplo, el principio do ut des (doy para que des, doy porque diste) o cualquier otra regla cuya observancia aumente la capacidad de obrar. La coerción empieza cuando aspirantes a domadores de personas te venden oficios mesiánicos de algún tipo, y transforman el lenguaje en un grupito de claves para identificar sectarios y adversarios. Con las sectas ¿negociamos?
P: Discúlpeme, no alcanzo a ver a quién llama sectas exactamente. ¿De quiénes estaríamos hablando?
R: Secta es cualquier grupo homogéneamente convencido sobre la veracidad indiscutible de ciertas tesis, que se juramenta -hasta la victoria siempre- y antepone el fin a los medios.
P: Me ha fascinado descubrir en su libro que la definición de la RAE de “curiosidad” pasó -en algún momento entre la edición de 1976 y la digital- a ser “deseo de saber o averiguar una cosa” a ser “deseo de saber o averiguar alguien lo que no le concierne”. Toda una modificación ideológica que, vistas las fechas, es posterior a la etapa franquista. ¿Quién decide la inclusión de semejante añadido?
R: La Academia cambió muy recientemente en la dirección oportuna, llevándose la primera acepción a segunda. Más que conspiraciones podría haber imitaciones, con un foco mimético definido nuevamente por simplezas como sistema y antisistema. Hace mes y pico comprobé de manera imprevista que precisamente a mediados de los años 50, cuando Wiener, Bateson, von Foerster y otros estudiaban sistemas concretos, y descubrían los primeros teoremas de ese campo, Marcuse prefería llamar Sistema al fetichismo de la mercancía, manteniéndose ajeno a lo concreto para todo tipo de procesos sistemáticos o de retroalimentación, que es si atienden a no a señales del medio.
Cuando el medio se descarta -como hacen los relojes, los dogmas y toda suerte de cosas rígidas- la noción insiste en autoafirmarse pese a quien pese, y describe círculos viciosos. Para pasar de ideas coaguladas a conceptos realistas la autoafirmación debe convertirse en rectificación constante, que es la espiral virtuosa.
P: La ciencia sigue su avance imparable, y su búsqueda de la inmortalidad de una u otra forma. ¿Le parece una búsqueda legítima o una aberración en su fines? ¿Tiene que ver la “borrachera tecnológica” del último siglo con nuestro fracaso como sociedad para aceptar la eutanasia -el suicidio asistido- como un derecho del individuo derivado de la propia vida?
R: No entiendo llegar a mi edad sin haber educado al impulso de supervivencia, aunque conservo bastante energía y padezca achaques mínimos si los comparo con otras personas de tercera edad. Morirme con 20 o 30 años hubiese sido una tragedia, y morirme en dos o tres horas sería óptimo, aunque mejor aún terminar en segundos, ahora mismo.
Hice lo fundamental que quería hacer -buscarme, y encontrar algo que hiciese con alegría constante-, y eso me mantiene contento en la brecha.
Pero la condición es conservar dignidad física, una vida básicamente grata para mí y los míos. Miro con pena a semejantes de los cuales se ha despedido la vida, y solo entonces parecen dispuestos a luchar por ella. Siendo bien posible que a última hora se me olvide el noble ejemplo de una “mors tempestiva”, lo que me asombra es no ver siquiera ese propósito en la mayoría, y menos aún tener organizado el botiquín oportuno.
Naturalmente, me parece el colmo de la abyección castigar el suicidio asistido. Por esa puerta podría colarse algún asesino, pero solo si la ley tipificó como crimen ese acto piadoso, haciendo inútil la declaración verbal o escrita: se lo pedí yo.
P: En este punto -que ha quedado excepcionalmente claro- quiero plantearle el caso de la degeneración de nuestro cerebro como final vital: las enfermedades del olvido como las demencias degenerativas tipo Alzheimer.
Cuando el sufrimiento insufrible o el deterioro agudo llegan mientras “conocemos”, tenemos aún cierta capacidad de respuesta voluntaria. ¿Pero cómo construir nuestro derecho a una buena muerte elegida en torno al estado de una mente que ya “no rige”? ¿Deberíamos prever ese posible desenlace y actuar antes de que perdamos la capacidad propia de acción?
R: Muy probablemente.
P: El avance tecnológico y criptográfico ha alumbrado los mercados tipo Silk Road -de los que usted es público usuario- y que entre otras cosas despachaban drogas “para la eutanasia activa” como los barbitúricos. ¿El crimen de Ross Ulbricht es un crimen ideológico? ¿Ve usted alguna opción de que ese joven no muera en la cárcel?
R: Una forma excelente de palmar sería emprendiéndola a tiros con quienes han hecho posible esa condena. ¡Qué filántropo tan eminente, el joven y heroico Ross Ulbricht!
No descarto devolver terror por terror, en ejercicio de la legítima defensa ajena, aunque plantarme con un fusil de asalto en su penal dejaría impunes a los culpables. Ser pacíficos con el belicoso no es ser pacíficos sino cobardes, y quien acata una ley injusta es cómplice suyo en vez de buen ciudadano.
P: No puedo evitar preguntarle cuál es su opinión sobre el Bitcoin, no ya como pasarela de pago, sino en sus aspectos más monetarios. ¿Qué le parece Bitcoin como moneda tras sus años de estudio sobre la historia de la economía? ¿Servirá una moneda sin dueño, como Bitcoin, para que el ser humano pueda desembarazarse del estado?
R: Por ahora ha funcionado admirablemente, y se diría que su difícil logro es mantener una correlación entre valor fungible y esfuerzo, en este caso la criptominería que desemboca en redes virtuales de confianza. Por otra parte, desembarazarnos del Estado es tirar al niño con el agua de la bañera. Las instituciones que componen el mecanismo estatal transforman el familismo atávico de la sociedad civil en un límite objetivo al egoísmo particular. Preocupémonos más bien de que no resulten pervertidas por listillos y redentores autonombrados.
P: Usted achacaba la existencia de las religiones al hecho del miedo atávico del ser humano ante la muerte. Ahora que por el transcurrir de la edad se encuentra usted más cerca de ese momento, ¿ha hecho acto de presencia la religión en su vida? ¿Tiene miedo? ¿Sigue siendo ateo o ha encontrado alguna forma de dios que le convenza?
R: Bueno, ya contesté en parte. Por lo que respecta a lo divino, o es una superstición lastimosa o es el arco de bóveda para la colosal maravilla del cosmos, insondablemente profunda en cada mínimo detalle. Siempre he atribuido la espontaneidad de la naturaleza a regalos de información que vienen postergando la ley de entropía. Cuáles sean más en concreto, y de dónde vengan, no lo sé. Sin embargo, tampoco desespero de averiguar algo al respecto.