lunes, 3 de noviembre de 2014

Las edades de María

Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Esperamos que os guste.

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Las edades de María.



No sé tu edad, pero seguro que mucho de lo que te voy a contar te resulta familiar.
Me llamo María y soy una chica nacida en una ciudad española hace 18 años.



No recuerdo demasiado de mis primeros meses o años de vida, pero me han dicho que tras nacer tuve mi primer acto social: me inscribieron en un registro para certificar que había nacido y me pusieron nombre. Me asignaron, sin preguntarme, los apellidos de quienes decían ser mi padre y mi madre.

Unos días después, según he visto en fotos sobre papel -viejas costumbres que desaparecen- que han guardado en mi casa, se juntó toda mi familia -que realmente eran las dos familias de mis padres- a comer, tras hacer un ritual conmigo y echarme agua fría por la cabeza, con ayuda de un señor con sotana, encima de una pila. Lo llamaban bautizo, pero realmente el nombre debía ser festejo taurino porque se lo pasaron todos bien excepto yo, la toreada. ¡Menos mal que se reunían por mí! Con ese rito, y con menos de 1 año de edad, pasé a formar parte del grupo estadístico de los católicos, también sin preguntarme, aunque me aseguran que mis padres y padrinos respondían por mí.



A los 4 años empecé a ir a la guardería, y no me lo pasaba mal. Fueron los primeros momentos en que me pude zafar de la constante mirada de mis padres y tuve el placer de conocer a un grupo de chicas -como de la edad de nuestras madres o algo más jóvenes- a las que llamábamos “seño” (de señorita) y eran “la autoridad” que decidían cuándo podíamos ir al servicio y cuándo teníamos que sacarle el lápiz de la oreja a nuestro compañero de mesa.

A los 6 años la cosa se puso peor. Empecé a ir a la escuela, que era como una guardería donde las “seño” eran más mayores y mucho más desagradables. Encima me separaron de los chicos y me pusieron en una clase llena de chicas, a mí sola. Ya no tenía a mi compañero para meterle el lápiz por la oreja. Pero nos enseñaron a escribir con caligrafía exquisita y a sumar sin calculadora y a hacer manualidades y divisiones con decimales y a tocar la flauta y la lista de los ríos de España y la física elemental y la reproducción asexual... entre otras muchas cosas que no he vuelto a usar.



Cuando tenía 8 años, en mi clase se empezó a hablar de “la primera comunión”. Yo no tenía muy claro de qué iba aquello, excepto que era como un bautizo -festejo taurino familiar- pero que en esta ocasión te compraban ropa rara y te hacían regalos. Había una segunda parte que decía algo de que un cura te metía una cosa en la boca y tenías que tragártela, pero parecía cosa menor. Así que me apunté en la lista de las que queríamos hacer “la primera comunión”. Me alegré de tener 8 años, porque entonces me pude enterar de que la Santa Madre Iglesia entiende que por debajo de los 7 años de edad, no sabemos razonar, y no nos deja ir a esa fiesta. Llevaba años engañando a esos mamones y no lo sabía ni yo: estaba hecha una campeona. Al final me dieron una hostia, pero al menos yo también estaba en la fiesta.



Según iba creciendo, iba ganando en derechos. La cosa no pintaba tan mal al fin y al cabo ¿no?
Y en el recreo, cuando teníamos 10 años eramos, las que mejor nos lo pasábamos. Hasta que llegó lo de la pubertad: se nos despertaron las hormonas. Eso significó mucho para mí cuando un día a mis 11 años me vi sangrando en las bragas al levantarme por la mañana. Mi madre, al ver lo que había pasado, me dijo que ya era una mujer.
Ni que hubiera sido un cienpies hasta ese puto día.



No se me olvida porque -además del numerito que montaron en mi casa- desde ese maldito día me duelen los ovarios todos los jodidos meses. Pues claro que era una mujer, coño!! Y ya tenía la regla, ya usaba compresas y años después tampones. No veas qué precios, artículos de lujo para no desangrarte por la pata abajo. ¡Ah! Y me llevaron al médico para que lo certificase -y por si era otra cosa, supongo- y les dio un papel que decía: MENARQUÍA. Lo sé porque he visto el papel por casa alguna vez y creo que mi madre lo guardaba porque “le sonaba bonito como monarquía”.

A los 12 años acabamos la escuela y nos tocó irnos al instituto, en este caso, ya nos volvieron a juntar a las chicas con los chicos, pero siendo sincera les encontré muy cambiados desde la última vez que me había fijado. Estaban como más grandes, distintos... no te daban ganas de meterles un lápiz por la oreja. Era una sensación extraña que durante un tiempo no supe identificar. Ellos tampoco es que se comportasen igual: parecían ignorarnos abiertamente pero prestarnos atención a escondidas. Y a casi todos les estaban saliendo unas espinillas enormes.

Entonces a los 13 años mi vida cambió: conocí al capullo de mi primer novio. ¿Dónde? En el instituto. Era de la clase del siguiente curso. Al principio ni me gustaba. Era uno más del grupo con el que nos juntábamos en los parques a las afueras del centro la chicas del grupo, también conocidas entonces como “mis mejores amigas”. Y ya que algunas de mis amigas comenzaron a salir con algunos chicos de ese grupo, pues tuvimos que echar un vistazo a lo que había libre y emparejarnos, como en un baile desesperado por no quedarte mirando y sin pillar cacho.




Se llamaba Antonio. Toño para los amigos y Toñito para su madre. Yo le llamaba de muchas formas: a veces bien y a veces mal. Pero con el tiempo -en un par de meses- me había hecho con su control absoluto. Se le manejaba bastante bien y ciertamente, cuando quería era adorable. Para las fiesta del instituto ya me había pedido salir y eramos novios, oficialmente. Eso abría muchas cuestiones que había que ir explorando, como lo de besarse sin babearse demasiado o como lo de recordar que aunque las gafas son transparentes, existen físicamente.

En esa época comenzábamos a salir “en parejitas”. Era una forma como cualquier otra de poder irse a un parque, tirarse en la hierba, y pasarte la tarde retozando con tu novio... sin tener al resto de solteros del grupo mirándote con una erección o a las amigas desemparejadas insistiéndote para que os fuerais juntas a algún otro lado, siempre sin tu novio, porque no les salía de las narices dejarte disfrutar si ellas no podían hacerlo con otro chico. Al final era la solución, a primera hora salíamos las parejitas, y luego nos juntábamos con el resto del grupo y salíamos en manada.

Ahora que lo recuerdo, eramos como máquinas de producir cambios de ánimo a base de hormonas. Las teníamos todas alteradas, tanto como los chicos. Lo suyo ya no se podía disimular: los cambios de voz, la aparición de la nuez, el estirón, y pelos por todos los lados. Por no mencionar lo salidos que estaban. No es que a nosotras no nos importase el sexo o que no nos afectasen las hormonas, pero todo eso ocurría de forma “ligeramente” distinta a la de los chicos.

Tenía 14 años, y Toño 15, cuando en unos días festivos, que no teníamos clase, ocurrió “el incidente”. En el barrio habían organizado una salida para padres y gente más mayor aprovechando los dos días extra que había como festivos. Unas cuantas de nosotras nos quedábamos solas en nuestras casas. Yo era una de ellas. Y quería aprovecharlo. Había organizado una fiesta en la noche para nuestro grupo habitual, con todas las botellas que no debía haber en una casa llena de menores. Pero Toño y yo teníamos planes extra.

Él llevaba casi un par de meses dejando caer alusiones a “hacer el amor”. Parecía otro. Antes decía follar, echar un polvo y cosas así. Pero no, ahora decía “hacer el amor”. Y hasta sonaba creíble cuando lo decía. En fin, la cosa es que a mí me picaba el gusanillo más que a él sobre lo del coito, porque sexo -aunque fuera sin penetración- habíamos tenido ya, y a mí lo único que me molestaba del asunto es que no me sentía cómoda en sitios donde podía ser observada, y hasta ese momento, no habíamos tenido una casa para nosotros solos. Seguro que recuerdas la primera vez que te paso a ti... ¿a que sí? A mí no se me olvidará jamás.



Como ya habíamos recibido nociones de educación sexual, al menos sabíamos lo que era un preservativo. No nos habíamos enterado de mucho más en las clases de educación sexual que nos dieron en una semana en el instituto. Vino un cura a hablar de los aspectos morales del sexo y dijo que masturbarse era pecado porque el hombre esparcía la semilla de la vida con su esperma y que esa semilla era sagrada. Yo levanté la mano y pregunté si entonces las mujeres podían masturbarse porque no expulsaba óvulos al hacerlo. El cura se puso de muchos colores y me echaron de clase, no recuerdo con qué excusa. Me quedé sin saber. Pero al menos nos habían hecho colocar, a todas y todos, un preservativo en un pene de plástico para tal uso, para que supiéramos hacerlo cuando tuviéramos uno en las manos: teníamos experiencia.

La cosa es que la ocasión la pintan calva. Así que decidimos que ese día, que no habría nadie en mi casa, era un buen momento para “la primera vez”. También estaba libre su casa, pero por eso de jugar en un terreno conocido, preferí quedarme en la mía. Mal hecho.



Toño se encargaba de comprar los preservativos -o de robarlos en un supermercado, a mí me daba igual- y yo pedí consejo a mis mejores amigas. Siempre con nuestros secretos más ocultos, comentamos la jugada y lo que sabíamos de la famosa “primera vez”. Dos del grupo ya lo hacían con sus novios y otras estaban planteándoselo. No parecía algo tan descabellado ni tan grave si no había embarazos. Esa era la gran preocupación de todas: los embarazos no deseados, mucho más que las enfermedades de transmisión sexual.

Todo preparado para el gran momento, la casa vacía, la nevera llena, la cama enorme, tu chico, tú, y una caja de 24 preservativos y tus padres a 500 kms. 

Y llegó la primera vez. Y la segunda. Y la tercera. Íbamos por la cuarta vez y estaba yo subida encima de él cuando nos percatamos de que había un montón de policías en la habitación... ¿qué pasaba? Una preocupada “amiga” había contado a su madre mis planes y su madre había llamado a la policía diciendo que una menor de edad estaba siendo violada aprovechándose de que sus padres no estaban en casa. 



La policía reaccionó y al llegar al domicilio, no escucharon más que la música a todo volumen -eso quise creer siempre- y tiraron la puerta. La verdad es que yo ni me enteré hasta que vi a un tío mirándome con una pistola en la mano y empecé a gritar, pero viendo la cara de susto que puso con mi grito vi que no era peligroso.

La cosa es que a Toño se lo llevaron detenido hasta comprobar que tenía 15 años y que yo tenía 14, por lo que si la relación sexual era consentida, no existía violación ni delito de ninguna clase, excepto por la cantidad de botellas de alcohol que había en la casa. 

Y era obvio que había sido consentida, al menos por mí, porque él estaba debajo cuando entraron a salvarme a la habitación de mis padres. A mis viejos les sentó un poco mal, me pusieron una lista de castigos tan larga que a día de hoy no he acabado de leerme. Pero me enteré gracias a eso que la edad legal para tener sexo en España es de 13 años: ¿llevaba un año de retraso y encima se enfadaban?

Mis padres intentaron separarnos y la situación se volvió muy tensa. Ninguno de los dos queríamos separarnos del otro en aquella época -cómo cambian las cosas- y hasta consulté a un abogado qué trámites teníamos que seguir para poder casarnos -la locura de la edad, amigas- y así poder mandar sobre nuestras vidas sin que nuestros padres tuvieran nada que decir, porque creía -esta vez acertadamente- que el matrimonio rompía los vínculos legales con los padres.

El abogado me explicó amablemente -no me cobró, tampoco tenía para pagarle- que la ley permite a los mayores de 14 años de edad, como yo en ese momento, casarse con el permiso especial de un juez de primera instancia, pero que al ser menor de edad no emancipada, en la consideración del juez entrarían también -además de mis argumentos- las consideraciones de mis padres y de los de Toño. Me vi sumergida hasta el fondo en un mundo de adultos, que entre adultos decidían lo que podíamos o no sentir y hacer: mal asunto. Aunque hoy día me alegro de no haberme casado a esa edad, pero es posible que de haber sido más sencillo, lo hubiera hecho como forma de huir del control parental.



Pregunté al abogado qué más derechos tenía a los 14 años, y me dijo que a hacer testamento, pero ante notario, porque hasta que no cumpliera los 18 años, el testamento ológrafo no tenía validez.
¿Pero esto qué es? ¿Qué tenían los 18 años que no tuvieran los 14 años para poder escribir mis últimas voluntades de mi puño y letra? No entendía nada. Pero me quedó claro que iba a estar sometida al dominio de mis padres unos años más.

También me indicó que mi mejor opción era esperar a los 16 años de edad y solicitar la emancipación ante un juez, trámite mucho más fácil de lograr que una boda de menores de edad contra la voluntad de los padres. Esperar, esperar, esperar.... siempre esperar.

Ese verano, con 15 años, mis padres me llevaron lejos para que me olvidase de Toño y me compraron una motocicleta. Funcionó. Me olvidé de Toño y comencé a salir con Germán, que estaba mucho mejor y tenía 17 años. Por supuesto que cuando tienes vehículo resulta más fácil tener relaciones... en el campo, porque encima de una motocicleta no lo hace ni el cantante de Obús. Ya tenía edad legal para ir a 60 km/hora por la carretera comarcal: era casi libre!!

Lo de los condones era un tema que teníamos controlado, pero había ocasiones en que no había uno a mano, y recurríamos a métodos nada fiables, como “la marcha atrás”, en ocasiones aderezados con el uso de la “píldora del día después” que podía obtener con una receta médica -sin ella también- y sin conocimiento de tus padres. Hasta que ocurrió lo inevitable: una amiga de 16 años se quedó embarazada. Realmente no sabía con exactitud quién podía ser el padre porque había tenido varias relaciones en esas fechas y no quería ser madre. Era un embarazo no deseado en toda regla.



Nos temimos lo peor, que sus padres la echasen de casa, que no la volvieran a hablar, que no la volvieran a mirar de la misma forma. Pasamos por nuestras cabezas todos los miedos posibles en la forma del rechazo de tus seres queridos. La verdad es que sus padres no animaban a la confidencia, a contarles el problema, y ella quería solucionarlo sin hacer demasiado ruido y rápido.

Yo pensaba que una menor de edad no podría acceder a una clínica y practicarse un aborto sin que los padres o un juez autorizase ese procedimiento, pero no es así. Cualquier mujer de más de 16 años de edad en España -todavía a día de hoy- recibe la aplicación del régimen general para mayores de edad a la hora de autorizar un aborto, sin necesidad de informar a sus padres.

Me costaba un poco creerlo pues semanas antes yo había querido hacerme un piercing en el ombligo y en la tienda me exigieron un permiso firmado por mis padres o ser mayor de edad, y por muy peligroso que sea hacerse un piercing en el ombligo, no creo que se acerque al hecho de enfrentar un aborto, a nivel físico y psíquico. 




Así que yo no podía hacerme un piercing pero mi amiga sí podía abortar con 16 años, sin que se enterasen sus padres, y era sólo cuestión de dinero. Entre varias amigas ayudamos a recaudar el dinero necesario y la acompañamos a la clínica, donde tuvo lugar el procedimiento. Sigo diciendo que me dan menos miedo los piercings que los abortos.

A trancas y barrancas he llegado hasta aquí, a mis 18 años.
Ya tengo mayoría de edad legal. Ahora ya tengo todos los derechos y todas las obligaciones de cualquier otra ciudadana.

Puedo trabajar -si encontrase trabajo- porque la ley me lo permite, aunque hubiera podido antes con ciertos permisos especiales. Puedo conducir un camión -si me saco el carnet correspondiente- por la carretera, de varias toneladas tal vez. Puedo ejercer la prostitución de forma legal, o dicho de otra forma, puedo disponer libremente de mi cuerpo e incluso alquilarlo por dinero de forma legal. Puedo donar órganos y tejidos estando viva, como un riñón, un óvulo o médula espinal.



También puedo votar en las elecciones -aunque mi voto valga tan poco como el tuyo- y referéndum que se organicen en mi zona. Y al mismo tiempo adquiero el derecho legal a usar drogas: tabaco y alcohol me las vende el estado. Puedo comprar tantas botellas de alcohol quiera y necesite para matarme y/o matar a otros a base de beber. Puedo fumar hasta perder los pulmones. 




Puedo ser una actriz porno o una monja de clausura para el resto de mi vida. Incluso puedo comprarme una escopeta de dos cañones, munición suficiente como para una boda y hacer una matanza. 

Todas esas cosas permite la ley al haber cumplido 18 años.

Pero hablamos de regular el acceso al cannabis -de forma legal- y contestáis que tengo que esperar hasta los 21 años de edad.



Contadme otro cuento... porque no pienso esperar más.

María Guerrilla.


jueves, 30 de octubre de 2014

GRAMS y GRAMWORDS: el buscador de drogas y armas en la Darknet y su servicio de publicidad


Estos textos fueron publicados en elbitcoin.org
Esperamos que os gusten.



Grams: cómo encontrar las drogas que buscas...

Hace poco conocíamos la existencia de 'Grams', un site que ha surgido hace muy poco y que presuntamente hace funciones de buscador en la red Tor. Aunque ha sido anunciado así en algún lado, la realidad es que el lugar -que copia la estética de Google- es un buscador selectivo dentro de los distintos mercados anónimos que se conocen en la Darknet o 'red oscura'.




Su mayor funcionalidad parece ser la de agrupar información comparable en los diversos mercados con la posibilidad de elegir la moneda en que se muestra -Euro, Dólar, Libra y Bitcoin- con una actualización relativamente rápida del estado de los valores en los mercados. Por otra parte pone a disposición de cualquiera que acceda a su web mucha -no toda- de la información disponible en 9 mercados anónimos que están funcionando con distintos grados de éxito a día de hoy.

Aunque el buscador nos ofrezca una serie de resultados, podremos ver sólo la información que nos muestre en primer término porque, como es previsible, antes de entrar a mirar en cualquiera de esos mercados anónimos tendremos que registrarnos en ellos: no basta con pinchar en en link, pero nos dice dónde se encuentra lo que buscamos.




Un detalle a resaltar es que el buscador, si se intentan realizar búsquedas con parámetros de pornografía infantil -child porn- bloquea la búsqueda, no da resultados y además indica que jamás los dará sobre ese material. Muy de agradecer no facilitar acceso a ese material jamás. La compra de drogas o de armas, no implica de forma inequívoca un daño a terceras personas mientras que el abuso sexual sobre seres humanos de cualquier edad -como las películas snuff, tan comunes ahora que México produce miles de muertos como forma de 'mensajería social' entre cárteles de drogas- necesitan de la atrocidad contra seres humanos para poder existir. 

Otra curiosidad es que en el site se puede ver banners publicitarios de diferentes vendedores como los de un mercado que presume de tener “la mejor cocaína y MDMA de la red” y los de una página en la red común para el “blanqueo de dinero” mediante ofuscado de cuentas con Bitcoin. Y es que uno no puede evitar que le venga a la cabeza el personaje de Renton en la película 'Trainspotting' cuando atónito por lo que rápido que todo muta, piensa: “El mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando, hasta los tíos y tías están cambiando.







Servicio de publicidad para vendedores de drogas o armas... o GRAMWORDS.


Hay quien cree que el mercado de drogas es algo que no necesita de una correcta publicidad, sino que debe jugar -dado su status ilegal en el caso de ciertas drogas- en el anonimato y el boca a boca. Esa mentalidad sigue presente incluso entre los consumidores de drogas, que en los foros donde habitan dejan perlas como que “si la deep web [darknet] es algo de lo que se habla, ya no es deep web” o que “cuentos como Silk Road son demasiado bonitos para ser verdad”, y parece difícil de combatir. 

También se cuenta con la experiencia de que la publicidad, en muchos casos, no mejora sino que distorsiona el mercado según los intereses de quien la genera. Esa distorsión, legitima o no, se paga.

El buscador Grams de Tor, especializado en drogas y mercados ilegales de armas, está intentando avanzar dentro de lo que ha llamado “Stage 2” o Fase 2 con un interesante plan para vendedores que están presentes en esos mercados y la principal innovación es el sistema de anuncios Gramwords para vendedores, aunque no esté únicamente accesible a ellos.

Gramwords presenta un sistema en el que los vendedores, asociados a las cuentas que mantienen en los distintos mercados, pueden competir pagando por que su campaña publicitaria sea la más vista o casi, porque sólo las dos que paguen con mejor precio el ser mostradas aparecerán al hacer una búsqueda en dicho site. 



El sistema, de momento, sólo permite el uso de una palabra clave al realizar búsquedas y no permite a los anunciantes usar más de una por cada campaña: en caso de usar dos, el motor te devuelve las dos campañas más relevantes de todas las existentes, tengan o no que ver con los términos de tu búsqueda. Eso parece interesante ya que favorece que la información relativa a cada artículo quede agrupada de forma coherente, desincentivando el uso de términos locales o de slang, que son tan comunes en el mercado de drogas.


De forma previsora han contado con los existentes scammers, que intentan meter mano en el negocio sin aportar nada, y han preparado una pestaña para que cuando sean detectados se puedan marcar como impostores -fácil de comprobar mediante la validación de claves PGP- y sus pretensiones en el asunto queden al descubierto. En Grams pasas un periodo de 24 horas en lo que se acepta tu anuncio para comprobar que no contiene pornografía infantil o que no es un timo a primera vista. 



Asimismo contarán en breve con una pestaña para que los vendedores puedan contestar a las críticas -o alabanzas- que reciban en Grams, porque también de eso se trata.

Gramwords te permite hacer una planificación del coste de tu campaña y tú decides lo que te quieres gastar: tienen una calculadora para ver los costes, según la cantidad ofrecida y volumen posible. Eso, por supuesto, siempre con un saldo positivo en Bitcoin para que se te pueda cobrar, ya que si dejas de tener fondos para financiar tu campaña o bajas el nivel de pago de tu visibilidad, será otra la que ocupe tu lugar hasta que vuelvas a cargar de Bitcoin la “maquina publicitaria”.

El administrador del site además ofrece cierta protección frente a ataques contra la campaña mediante búsquedas anormales y, dado el bajo volumen de negocio que parece estar manejando por ahora, que hará un control manual, desactivando y activando la campaña cuando el ataque haya cesado.




¿Resulta una opción interesante usar el servicio? Pues supongo que si tienes un buen producto y buscas hacerte hueco en un mercado complicado, como es el de las drogas, puede resultar útil. Pero es posible que los comentarios de tus clientes en Reddit tengan mucho más valor.

Aún así, Grams está haciendo una labor interesante -para los perdidos en la darknet- en esta nueva área ya que todavía parece tener mucho más que desarrollar.


El tiempo dirá.
El resto descubridlo vosotros: grams7enufi7jmdl.onion

miércoles, 15 de octubre de 2014

El indulto en España: de drogas, tortura policial y agresiones sexuales


Este texto fue publicado en la Revista Yerba.
Esperamos que os guste.





El indulto en España.



Cuando escuchamos el término “indulto” evoca para cada uno de nosotros un hecho con distintas facetas. En todas ellas encontramos la cualidad del perdón: del gladiador que en la arena del Coliseo romano está a punto de morir y el gesto del César con el pulgar hacia arriba le salva la vida, al toro que tras haber pasado un trance de tortura semejante al del gladiador se le salva de la muerte y además se le destina a una vida de semental, comiendo y copulando mientras sea capaz de ello.

Asimismo nos hace observar que hay -siempre- una autoridad o majestad que es la que hace de transmisora del acto por haber sido capacitada, por ley o de facto, para perdonar. En teoría -de la que no llega a hacerse ni papel- el acto del indulto es un acto de gracia, de humanidad, motivado por razones de excepcionalidad que escapan al simple transcurrir lógico del sistema.




Por poner un ejemplo, un robo con fuerza en las cosas, que aunque suena muy aparatoso es un “delito contra el orden socio-económico” en el que alguien coge algo que no es suyo, y que para ello pues escala una pared, usa una ganzúa para no romper la cerradura o se apropia de unas claves informáticas para hacerlo. 

Sé que suena un poco a chiste, pero es así: son ejemplos de robo con fuerza en las cosas. Te pueden caer de 1 a 3 años de cárcel, pero si el hecho se produce en lo que se entiende por un “lugar habitado o público” la cosa sube de 2 a 5 años. 

Entrar a robar una gallina trepando una tapia, al huerto de tu vecino del pueblo, tiene una pena de 2 a 5 años de privación de libertad, sin contar otros costes.



Imaginemos un sujeto que ha cometido 2 robos, de 2 gallinas, trepando una tapia del vecino.
La ley procesal hace que se juzguen los delitos por separado y se aplique la fundición de las penas, lo que hace que aunque hubiera tenido la tremenda suerte de toparse con los 2 jueces más benevolentes del planeta, ambos le habrían tenido que condenar a 2 años mínimos cada uno

Con una sola condena sin antecedentes, existe la posibilidad de suspender la aplicación de la pena privativa de libertad si no supera los 2 años, pero no cuando se supera en el total de penas impuestas esa barrera. El ladrón con fuerza en las cosas y el agravante de cometer el delito en un lugar habitado -aunque el vecino esté de vacaciones en Colorado- que robó dos gallinas, ha de cumplir 4 años de cárcel.




¿Tiene sentido eso? ¿El robo de dos gallinas sin causar daños ni a personas ni a materiales puede justificar 4 años de pérdida de libertad? No parece muy inteligente que el estado se encargue de retener, vestir, alimentar y custodiar a una persona durante 4 años por algo así. Pero ocurre. Muchas más veces de las que creemos, aunque no sea con gallinas de por medio, la aplicación estricta de ley crea monstruos que acaban aplastando ciudadanos en kafkianas odiseas.

El indulto, ya como facultad del poder ejecutivo o gobierno, se nos presenta a los ciudadanos como una vía en la que aplicar clemencia cuando la situación así lo justifique. Pero aunque ocasionalmente esto pueda ser así, en realidad es una mentira que tampoco reviste demasiado maquillaje. Veamos como se sostiene el asunto.


Orígenes en España de la “facultad de gracia”.


Cuando uno intenta discernir los orígenes legales de esta medida en España, se topa con que es complicado saber qué pasaba en esa época de 1870 -año de nuestra ley del indulto- en nuestro país. En el año 1868 triunfó la revolución del General Serrano -conocida como 'La Gloriosa'- y que sacó a la reina Isabel II del país. 

El general convocó elecciones para el año siguiente lo que dio el voto a unos 4 millones de votantes (únicamente varones) de los que aproximadamente la mitad no sabían leer ni escribir, y que dieron el gobierno a un conglomerado de partidos entre los que estaba el del General Prim y el del General Serrano mientras se conseguía un nuevo regente que fuera del agrado de todos. Todos querían un rey que siguiera gobernando el imperio, y nos enviaron a Amadeo de Saboya

La cosa es que la ley del indulto se sancionó de forma legal en el año 1870 con la reina exiliada en París y una semana después firmando su abdicación al trono. Tiempos realmente convulsos.

¿A quién acogía la ley? La ley la firmaba el “Ministro de Gracia y Justicia” y cubría todo tipo de delitos salvo algunos muy concretos relativos a la traición al estado por parte de sus dirigentes. El indulto es aplicable a los reos de cualquier tipo de delito, siempre que tengan sentencia firme (ya no recurrible) y que estén bajo control de la autoridad (no fugados).

Al mismo tiempo la ley prohíbe su aplicación en reincidentes: si te han condenado ya robando, pues no te vamos a perdonar que sigas robando. Y a la vez la primera excepción: eso será así a no ser que el ministro de turno decida que es de justicia indultar aunque sea reincidente. ¿Para qué una norma que puede saltarse expresamente quien aplica la medida? Un poco extraño.

El indulto puede ser total o sólo parcial, lo que equivale a la conmutación de penas que aún no han sido cumplidas. Este es un hecho que a día de hoy se presta a engaño. Hace un año leía en un medio “cercano al gobierno” que la mayoría de los 113 indultos que había concedido Rajoy en el 2013 eran por tráfico de drogas, sin mencionar el asunto de los narcobarcos y la jurisdicción internacional que ha liberado a tanto mafioso, pero eso ha sido después. 



Seguramente, en sentido legal, se puede pintar como indultos al tráfico de drogas, pero la realidad es que esos indultos son conmutaciones de pena en las que las drogas eran un factor determinante a la hora de explicar el comportamiento, y que se entiende que es mejor intentar tratar por una vía no represiva sino asistencial, modificando sus condenas en prisión de forma condicionada al cumplimiento de otros programas de control y reinserción social.

También hay otro punto curioso: el indulto de una pena no sirve para quedar exento de la inhabilitación accesoria para cargo público, a no ser que se haga expresa mención de que así es. Tomen nota que esto tiene su interés y luego lo verán.



Para terminar con ese breve repaso, cabe hacer mención expresa de cómo percibe el tema del dinero la ley del indulto. Puedes ser indultado, pero eso no te quita la multa que te hayan impuesto. Sólo te la quita si expresamente lo indica (como otros asuntos) pero debes saber que la parte que ya hayas pagado no te será devuelta. Asimismo tampoco puedes ser indultado de pago de las costas judiciales aunque te indulten la pena, pero podrás ser indultado si por insolvencia no puede pagar las costas.

Dicho de otra forma: te podemos perdonar pero no nos pidas ni un duro, no te devolvemos ni lo que era tuyo. Misterios de la administración de justicia: una cosa es el perdón y la otra la pasta, amigo.


Manejo del indulto en la España actual.

La vieja ley del indulto de 1870 fue renovada -sólo por encima, sin cambiar nada esencial- por el gobierno de Felipe González en el año 1988. No sería justo decir que un espectro político ha abusado más que otro del indulto, porque lo han explotado y explotan casi por igual los gobiernos socialistas como los populares, en el que el indulto pasa a ser un mecanismo más complejo y con más largo recorrido. 

El indulto pasa a ser utilizado con excesiva frecuencia por razón de estado. Realmente el indulto no necesita ser motivado (argumentado) y es una potestad del gobierno concederlo o no. Se concede a quien el gobierno quiere, se niega de la misma forma y no hay nada más que explicar: lentejas, si quieres las comes y si no las dejas. 




Eso viene bien a los estados para “solucionar por una vía distinta” cuestiones de las que viven en las tan conocidas “alcantarillas del estado”. Por ejemplo, durante la guerra sucia contra ETA, hubo un operativo de agentes que -ensayando una operación- decidieron probar una inyección anestésica con un mendigo que escogieron al azar en la calle. La inyección le mató. ¿Conoce alguien un condenado por esos hechos?

Otro ejemplo: tenemos en el territorio nacional a un traficante de armas que va a vender 400 kilos de C4 para un atentado en un aeropuerto. Si le detenemos, la operación se va al garete y los compradores desaparecerán pero no tenemos posibilidad de controlar y utilizar al traficante a nuestro favor. Tácticamente lo mejor puede ser matar al traficante y hacerlo desaparecer para que sus compradores no sospechen que están siendo vigilados o encauzados en una trampa. Matar y enterrar “desaparecidos” en cal viva no es legal. Pero se hace. Eso es en cierta forma la “razón de estado”. 

Otra forma de decir “es que había que hacerlo porque no hacerlo era peor” con la que los estados pueden saltarse las normas que se supone rigen para todos.

Una opinión formada sobre lo que se hace con el indulto en España es la de quien fue “el superministro del PSOE” Juan Alberto Belloch, llamado así por aunar las carteras de Justicia e Interior bajo su mando.


Esto contaba Belloch sobre el indulto al periodista Jordi Évole en una entrevista publicada en televisión en el año 2013.



“Yo creo que el indulto es de las cosas que debe cambiarse decididamente.
Creo que es inconstitucional. No el que el gobierno tenga ese derecho.
Lo inconstitucional es que lo ejerza sin motivar, sin explicar las razones por las que lo concede.
Creo que si tuvieran -los gobiernos- que argumentar las razones, el número de indultos bajaría bruscamente”.

Preguntado sobre la conveniencia de que los políticos indulten a políticos, opina que no es bueno, pero cuando fue ministro firmó el indulto a Jesús Gil y Gil aunque aduce no recordar ni el expediente ni las razones. Gil fue condenado por un delito de estafa que recibía una pena baja (no de cárcel) pero que le inhabilitaba para el ejercicio de cargo público y de gestión en sociedades mercantiles

¿Recordáis que el indulto no cubre automáticamente la anulación de la inhabilitación? Ese indulto permitió, expresamente, a Jesús Gil poder seguir actuando a nivel político y económico. Aunque el ministro de lo propuso y lo firmó, no es capaz de recordar las razones.

También Belloch arguye que en su época no se indultaba delitos de tráfico de drogas ni de torturas. Lo primero puede ser cierto. Lo segundo queda en clara evidencia cuando Évole le recuerda otro indulto firmado por él, en el que anulaba la pena a un guardia civil condenado por torturas a un alcalde de un pueblo en Euskadi. En este caso, el guardia civil, era reincidente además (que es una de las excepciones del indulto) y recibió la medida de gracia, según el ministro por “la impotencia que sufrían en la policía cuando sus mujeres les llamaban calzonazos”

¿Suena convincente? Tanto como el presidente Zapatero explicando las razones del indulto al banquero Alfredo Saenz en televisión.




Pero eso son épocas pasadas, podríamos decir. La justicia se ha modernizado considerablemente en España y ya no somos la cabeza de África. Somos Europa y ahora la democracia nos ha dado otro ministro de justicia que dice esto sobre el indulto.



Adelante Gallardón, explicándole a la prensa las razones del indulto a 4 mossos condenados por torturas:

“Desde 1870 en España la facultad de gracia es algo que corresponde al poder ejecutivo.
Así lo establece la propia constitución y así ha venido siendo durante más de un siglo en España.
Es sin duda ninguna una de las tradiciones más señeras de nuestro derecho, y que le otorga al gobierno de España la facultad de poder modular lo que es la aplicación concreta de la ley en aquellos supuestos en que está justificado.
Es la Constitución de España la que da ese poder al ejecutivo.”

Dicho en castellano: esto es así desde hace mucho, es tradición como los toros, es derecho del gobierno, sirve para follarnos la aplicación de la ley cuando nos dé la gana y que no se os ocurra pensar que los jueces tenéis nada que opinar.

Lo de “aplicar el indulto en los supuestos en los que está justificado” es una mentira dicha a la cara de la prensa ya que no es necesario justificar el indulto. Y así se indulta a 4 policías que torturaron a un tipo, que ni siquiera era al que querían torturar, incluso contra la opinión de todos los jueces que les han juzgado. Además de criminales, estúpidos.

Hay otro “indulto” de que merece la pena hablar. El indulto religioso: no es moco de pavo. En cada semana santa, esa otra tradición en España, en una mezcla de religión y poder que es anterior a la propia ley del indulto, se liberan presos recordando el indulto a Barrabás. Unos 20 presos por cada año es más o menos lo que liberamos, porque lo piden las hermandades para que el folclore general siga la pauta tradicional. Pero esos indultos, aunque son posiblemente de los que se conceden a presos que realmente tienen una fácil reinserción y sin delitos graves, tienen el sesgo de que han de contar con los vistos buenos del centro penitenciario, con lo que ese indulto es un premio condicionado (a participar en la procesión) que le dan a algunos para adelantar su salida normalmente cercana. Pero obviamente es más complicado de obtener para un presos musulmán que para uno que sea católico, siendo más sencillo si eres amigo del capellán de la prisión, entre otros funcionarios.


¿Somos todos iguales ante el indulto?


Vamos a terminar este esperpéntico viaje bajando a dos indultos concedidos en España, uno parcial y otro total, a dos tipos de personajes muy distintos.

El primero era un yonky, un usuario de heroína adicto a ella, que se sacaba unos euros para pagarse su dosis trapicheando con papelinas. El más marginal de los tipos incluso entre los marginales, donde tiene menos prestigio que un atracador de bancos. Podría ser el que te vendía 3 porros malos por “un talego” hace unos años. Pues este primer caso, había sido atrapado dos veces en delitos de tráfico de drogas, con sentencia mínima de 3 años por cada uno. La suma de las drogas incautadas juntando las dos ocasiones apenas llegaba a 30 euros, pero el delito no era la tenencia sino que le habían pillado en un trapicheo con ellas. Como la justicia va lenta, cuando ya tenía las dos sentencias firmes que le enviaban 7 años a la cárcel, el chico había cambiado su vida y hasta trabajaba rehabilitando y ayudan a personas con problemas con drogas en una asociación.




El asunto suscitó el apoyo popular a final del 2012 y movilizó a toda su familia para evitar que entrase en prisión a cumplir 7 años sin sentido alguno. Finalmente entró en prisión y pasó un tiempo allí, mientras el ministerio llegó a un acuerdo de indulto parcial sobre las penas de manera que sin ser indultado totalmente, el reo pudo salir de prisión bajo ciertas condiciones que “mezclaban un segundo y un tercer grado penitenciario” como forma de sacar al preso de la cárcel. Un indulto que llegó tarde y se quedó corto. 
El penado se llamaba David Reboredo.




El segundo caso es seguramente -por desgracia- mucho más popular y desagradable. Es la historia de dos amigos de vacaciones dentro de un tren. Van juntos. Uno de ellos ve a una señora de 60 años de edad. Y la agrede sexualmente con tocamientos forzosos mientras le dice todo tipo de cerdadas a la pobre víctima. Su compañero observa desde su sitio, sin parar de reírse, la agresión y a la vez grabándolo en vídeo para poder disfrutarlo luego. 

El tipo que grabó la agresión sexual a la mujer, sin parar reír y amigo del agresor, era Guardia Civil e hijo de un concejal del Partido Popular. 



No indico nada con el nombre del partido, porque en la petición de indulto que se cursó, se encontraba la firma del alcalde del pueblo que en este caso pertenece a Izquierda Unida. La excusa: nos convencieron para firmar sin saber qué firmábamos. Da igual chicos, no hace falta justificar el indulto que le permitirá seguir en la guardia civil. Un ejemplo de indulto que nunca debió llegar: el penado se llamaba Manuel Arbesú.

Esto es España.
Esto es nuestra señera tradición del indulto.

Juzguen ustedes.