martes, 9 de septiembre de 2014

Mescaline Day: el día de Alexander Shulgin


Este texto fue escrito pocos días antes de que se conociera el estado terminal de Alexander Shulgin, y como una semana antes de su muerte en junio del 2014. Fue publicado por la Revista Yerba. Sirva como mi más cariñoso homenaje a uno de los mayores benefactores de la humanidad, y a su mujer Ann.
Blessings and hugs.




Del “Bicycle Day” al “Mescaline Day”


En abril de 1959, un hombre de 34 años con una habilidad casi innata para la química está a punto de hacer algo que le cambiará la vida para siempre, a él y a millones de personas después, en algún lugar de la California hippie de los USA. 




Es un hombre alto y fuerte, como un oso, de ascendencia rusa pero nacido en el país y en compañía de un amigo está delante de una cantidad entre 350 y 400 miligramos de Sulfato de Mescalina que poco antes ha sintetizado él mismo o extraído de alguna de las fuentes vegetales que contienen el compuesto. Un polvo blanco inerte que parece indistinguible de otros miles de compuestos con el mismo aspecto pero que -en esta ocasión- sí es un compuesto conocido: es un psiquedélico que aparece de forma natural en el cactus conocido como peyote (término derivado de 'peyotl', de origen indio) y en otras variedades de cactus columnares conocidos como “San Pedro”. 






Y piensa ingerirlo en compañía de una persona que se ha ofrecido para cuidarle y guiarle en lo que dura la experiencia, a la que ese hombre nunca se ha enfrentado.


Es el “Mescaline Day” de Alexander Shulgin en referencia directa al “Bicycle Day” o “día de la bicicleta” de Albert Hofmann, el padre de la LSD, ocurrido 16 años atrás y que ya es parte de la historia: el día -también de abril- en que un ser humano -su creador- experimentó por primera vez los efectos de la LSD, parte de ellos mientras pedaleaba sobre su bicicleta asustado por los sobrecogedores efectos mientras intentaba llegar a su casa, en Basilea, en una Europa asolada por la segunda guerra mundial donde tener un coche era un lujo inasequible a la mayoría.




Ese día de la mescalina, Shulgin se encontró con su razón vital y las consecuencias llegaron a todos los rincones del planeta. Shulgin ingirió el polvo blanco, comprobó su sabor amargo -costumbre que mantuvo toda su vida para “experimentar la naturaleza de la sustancia incluyendo su sabor”- que borró después con un trago de zumo y se dispuso a pasar un día viviendo una nueva experiencia en esa Norteamérica que estaba a punto de saltar a los locos años 60. Aunque había leído casi todo lo que existía sobre dicho compuesto, la experiencia no podía ser transmitida con palabras por ser superior a lo que nuestro lenguaje es capaz de describir y Shulgin no iba a ser una excepción.

La experiencia fue compleja y no se conoce tan detalladamente como la experiencia que tuvo Hofmann, pero Shulgin revela los aspectos más impresionantes de la misma en su libro PIHKAL, en un capítulo dedicado únicamente a hablar de esa sustancia y ocasión, en el que cuenta: “Vi un mundo que se presentaba a sí mismo en distintas formas. Tuvo la maravilla del color, lo que fue para mí algo sin precedentes ya que nunca me había fijado especialmente en el color. Hasta entonces el arcoíris había contenido todos los tonos que veía. Y aquí, de repente, tenía cientos de matices en los colores que eran totalmente nuevos para mí, los cuales jamás -ni siquiera hoy día- he olvidado”. 




La mescalina desplegó la belleza estética de la que suelen hacer gala sus efectos y posteriormente la parte más espiritual, reflexiva o de conocimiento interior.

De dicha experiencia Shulgin cuenta que “el más revelador de todos los pensamientos que tuve fue que todo lo que había vivido y recordado había sido provocado en su mente por una fracción menor de un gramo de un sólido blanco y cristalino, pero que de ninguna forma se podía pensar que dichos recuerdos pudieran estar contenidos dentro del compuesto. Todo lo que vi y viví procedía de de las profundidades de mi mente y mi memoria”.

Ese día Alexander Shulgin encontró su camino de conocimiento mediante la iluminación que le produjo esa mescalina. Camino que hasta el día de hoy y a poco tiempo de cumplir ya 90 años, sigue siendo la espina dorsal de su vida.



La estirpe de los grandes químicos.

El siglo XX produjo una revolución tan radical que nuestro mundo se parece poco al de hace 100 años. De lo que se sabía sobre la materia, el átomo o el ADN a mediados de siglo a lo que nosotros hemos estudiado en la escuela hay un abismo de conocimiento. 

Algunas personas parecen dotadas de forma innata para forzar grandes avances en el campo donde llegan a poner sus ojos, como intuía Hofmann mientras paseaba por los bosques de su infancia o como apuntaba el pequeño Shulgin desde niño, que en su primer set de química contaba con bicarbonato sódico y vinagre junto con algunos productos más que daban colores a sus mezclas burbujeantes. 

Con 16 años Shulgin recibe formación en Química por la Universidad de Harvard, pero no llega por casualidad sino que hacía de la química su forma de expresarse, como si de un juego naturalmente aprendido se tratara.

Su carácter especial quedó patente cuando, algo molesto por el desprecio y la prepotencia que le mostraban los chicos que estaban allí como deportistas de éxito dentro del modelo educativo de los USA y sus ligas deportivas, preparó un compuesto de mercurio que dejó en forma de una masilla gomosa que explota cuando se seca y cubrió con la masilla varios marcos de ventanas en las instalaciones de estos privilegiados “estudiantes”



La masilla se secó y voló por los aires unas cuantas ventanas del campus, como era de esperar. Cuando al actual “abuelo Shulgin” le recuerdan esa anécdota no puede sino sonreír y decir que pagó todos los daños causados. Hoy día le hubieran metido en una prisión de alta seguridad y eso lo sabe muy bien. ¿Sorprendidos? 

La idea de Walter White creando un compuesto “a medida” -y basado en mercurio- no fue de los guionistas de 'Breaking Bad' sino de un chico cabreado de 16 años.




Shulgin es un químico ante todo, como Hofmann. Mentes analíticas y con pasión por el conocimiento que se encontraron en su camino con los psiquedélicos, uno por sorpresa (o serendipia) y el otro de forma advertida, pero que antes habían mostrado sus valores como químicos en otras áreas. 

Hofmann no sólo fue el primer gran químico de las drogas psiquedélicas sino el descubridor de la estructura de la quitina (el exoesqueleto de los crustáceos) y de muchos fármacos no psicoactivos y 

Shulgin, como no podía ser menos, pronto demostró la pericia en el campo industrial, creando para la Dow Chemical el 'Zectran', que fue el primer pesticida biodegradable cuya patente reportó enormes beneficios y le dio a Shulgin la licencia para trabajar “en lo que quisiera”, lo cual es el sueño de cualquier químico. 




Pronto la ola de consumo entre los hippies de los psiquedélicos se extendió en el mundo, y el miedo y la desinformación al respecto provocó una mala imagen asociada a ese tipo de sustancias. Tanto puede influir la mala imagen de una sustancia (con o sin razón) como siguen diciendo muchos investigadores en activo, que a Hofmann y a Shulgin (salvo mayúscula sorpresa) les privó de ser nominados y recibir un premio Nobel para el que sin duda ambos tuvieron sobradas razones para haber ganado, en varios campos de la ciencia, y ellos son la historia química de los psiquedélicos en el siglo XX. 



El estigma asociado a nuestro miedo a unas sustancias trasladado a los científicos que entraban en contacto con ellas había llegado para quedarse. Hasta entonces, otros químicos probaban sustancias y contaban sus propias experiencias en revistas científicas sin estigma alguno, pero eso iba a cambiar.



Cenas del viernes noche y la cofradía FDN.


La compañía Dow Chemical había empezado a acumular patentes de Shulgin, pero tras haberle otorgado el permiso para la libre investigación, todo lo que Shulgin había producido se centraba en torno a las drogas que empezaban a tener una terrible fama por aquel entonces. 

En vista de ello, Shulgin decidió independizarse como consultor independiente en materia de química y psicofarmacología -llegando incluso a declarar, décadas después, en un juicio en España sobre la MDMA en calidad de experto de la defensa- y se convirtió en un experto que daba clases en distintos lugares y universidades de la zona, hasta el punto de ser uno de los objetos más deseados por las autoridades de los USA que hicieron lo posible para tenerle a su lado, donde estuvo trabajando en la DEA como formador y químico. 

Tanto le deseaban que Shulgin tuvo durante décadas una de las licencias más difíciles de obtener de todo el planeta: un permiso del gobierno de los USA por los que estaba autorizado a sintetizar o extraer cualquier sustancia, prohibida o no, en su laboratorio.



Muchas de esas sustancias, nunca creadas antes como la 2C-B o la DOM son hoy en día drogas prohibidas y supuestamente sin posible uso en humanos según la ley, que durante años se dedicaron a probar un grupo de valientes psiconautas en lo que llamaban las Friday Night Dinners o FND, que eran veladas organizadas por personas culturalmente interesadas en estos compuestos y que los probaban, sometidos a una serie de reglas de comportamiento básico para evitar problemas, y que hoy día son seguidas por muchos experimentadores. 

Esa cofradía de amigos que tomaban drogas y compartían experiencias crearon la hoja de ruta a seguir con muchos de esos compuestos y facilitaron a su vez, interacciones especiales entre personajes especialmente relevantes en sus campos, de donde brotarían descubrimientos para todo planeta.



La historia y los padrinos de la MDMA.


A mediados de los 70 una estudiante con la que Shulgin tenía contacto le hizo algunas observaciones sobre el “homólogo N-metilado de la MDA”. La MDA era una droga ya conocida que tenía fama de ser una droga suave y de efectos agradables, dentro del grupo de las anfetaminas de anillo sustituido y que ya había sido prohibida y también testada como arma química por el ejército de USA que mató a un hombre, inyectándole medio gramo de MDA, en su programa secreto

La nueva droga era desconocida aunque había sido sintetizada unos años después que la MDMA, su versión N-metilada de la MDA o MDMA, y resultaba que no tenía especiales propiedades en cuanto a lo que le hacía a la esfera de la percepción del mundo exterior, ya que no provoca visiones ni parece cambiar lo que nos muestran nuestros sentidos, pero a cambio parecía tener efectos desconocidos sobre la empatía humana y había resultado útil a algunas personas para enfrentar algunos trastornos con éxito.



Tras experimentar con la MDMA y a pesar de las décadas de experimentación con otras muchas drogas, Shulgin cayó rendido ante la sustancia y sus posibilidades terapéuticas. El hecho de no provocar alucinaciones, de que el viaje y su efecto solían ser sentidos siempre como positivos y manejables, y que la duración del efecto era corta, la hacían el candidato más prometedor del momento para el uso en psicoterapia. Parecía un sueño hecho realidad, una sustancia legal con la que poder tratar a personas y que aportaba algo único en todo el espectro farmacológico: parecía eliminar el miedo en las personas, el miedo a la comunicación entre sujetos, y derribar las barreras que las personas construyen a su alrededor para lidiar con el mundo, dejándolas sentirse libres por primera vez, sin tener que implicar una experiencia de “salto al vacío” como eran otras opciones existentes hasta el momento. Como dijo de la MDMA Albert Hofmann: “es una experiencia muy profunda... pero sólo en la superficie” refiriéndose a la psique humana al compararla con la experiencia de la LSD.



Desde ese momento Shulgin dedicó sus esfuerzos a difundir y divulgar la MDMA entre los círculos de psicoterapeutas, donde coincidió con dos personas que marcaron aún más su vida: su actual pareja, Ann con quien se casó en 1979, y el terapeuta Leo Zeff que fue uno de los que han recibido, junto con la pareja de Ann y Alexander Shulgin, el apodo de “los padrinos de la MDMA”



Zeff bautizó a la sustancia como “Adam” en referencia al estado de inocencia primitiva que inducía en las personas, pero el sobrenombre de “Éxtasis” le ganó la batalla cuando saltó de los pequeños círculos a los grandes mercados comerciales, que acabaron por inducir su prohibición en el año 1985 a pesar de las críticas de amplios sectores de la comunidad científica, a quienes no hicieron el menor caso, en plena época dorada de la guerra contra las drogas.


Las virtudes terapéuticas de la MDMA.

En estas décadas de prohibición han sido muchos los estudios que muestran la MDMA como útil para la terapia con humanos. Uno de los más conocidos fue iniciado por José Carlos Bouso, psicólogo -en aquel momento- en la Universidad Autónoma de Madrid, con mujeres víctimas de agresión sexual. 



A pesar de los buenos resultados, el estudio fue interrumpido por razones únicamente políticas como se denuncio en su día. Otros países -desde Israel a Canadá- han estudiado la MDMA y los resultados científicos junto con el apoyo y divulgación de ONGs como MAPS parece que han abierto la puerta a una investigación menos reprimida sobre la sustancia, que parece ser el prototipo de una nueva familia farmacológica que sería la de los entactógenos o empatógenos a la que también pertenecen otras sustancias con propiedades modificadas -menor toxicidad- como pueden ser la MDAI o la MBDB que desarrolló David Nichols, el químico, colaborador y amigo de Shulgin, que ha creado también decenas de nuevos compuestos psicoactivos para la investigación.



Veremos próximamente como las restricciones a la experimentación con MDMA se van eliminando y cómo se incorpora al arsenal terapéutico de los profesionales, que podrán contar con una herramienta que hace ya mucho calificaron como “la penicilina del alma” y con la que muchos ya contamos cono una aliada que nos facilita ocasionalmente la inspección de los aspectos emocionales de nuestras vidas. Esas virtudes sobre la empatía hacen de la MDMA algo de lo que no podemos prescindir, por nuestro propio bienestar como especie, en el que en gran medida dependemos de la capacidad para comunicarnos funcionalmente, y no sólo a nivel formal sino también debemos aprender a hacerlo a nivel emocional, que es donde la MDMA muestra todo su potencial. 

De momento, la falta de criterios científicos en la perdida guerra contra algunas drogas ha hecho que despreciemos sustancias que ofrecían posibilidades totalmente nuevas al ser humano. Ese es un error que, por suerte, parece que cambiará según muta el viejo paradigma de guerra por el que nos relacionamos con las drogas, y la MDMA parece ser la mejor candidata tras el cannabis para poner a prueba las obsoletas leyes, siendo una sustancia que -usada correctamente- aumenta la empatía y la comprensión entre los seres humanos. 

No en vano la llaman “la droga del amor”.



sábado, 6 de septiembre de 2014

Silk Road, reducción de riesgos, reputación y drogas.


Estos dos textos -fundidos en uno ahora- fueron publicados en elbitcoin.org.


Silk Road 
como herramienta de 
reducción de riesgos 
en la compra de drogas.

Al pensar en lo que rodea a una transacción con drogas y dinero, pronto nos falta una tercera palabra en la ecuación: armas. El modelo de negocio de los grandes cárteles y narcotraficantes implica la necesidad de protección armada, por el precio de su producto y lo que ello estimula a otros criminales a intentar robarlo o por la necesidad de protegerse y tener contramedidas adecuadas para las fuerzas de seguridad de cada zona que infectan.




La guerra contra las drogas causa muertos (no las drogas en sí, que es otro área) que nada tenían que ver con las drogas y sus efectos, como podemos ver en un México desangrándose con 60.000 muertos en 6 años: USA compra la cocaína y demás drogas pagando con armamento. Los muertos los ponen los países de tránsito en América, pero no por consumo de drogas sino por sobredosis de plomo.

A nivel del pequeño comprador, el hecho de adquirir drogas tiene distintas relevancias penales en los distintos países. En España no es un delito aunque la tenencia de drogas en lugar público es sancionable administrativamente. En otros países, la compra es un delito y la tenencia es otro delito, al igual que el consumo (de momento es un derecho en España y otros estados) lo que hace que el pequeño comprador, que busca simplemente un abastecimiento para su propio uso, tenga que verse negociando con personajes que -muchas veces de forma imprevisible- pueden reaccionar de forma ilógica y violenta, con resultados imprevisibles al juntarse con armas de fuego y la protección -hecha impunidad- del grupo mafioso.

Que el mercado negro destruye las estructuras del estado, mediante la compra de voluntades y el asesinato, no es necesario que lo argumentemos ya. ¿Pero el usuario final de drogas es cliente o es esclavo de dicho modelo?

La explosión de los mercados anónimos de drogas sostenidos por Bitcoin y Tor en la Darknet está asentándose como paradigma en un nuevo mercado que ya no necesita de la presencia real. Por una parte, el mercado negro tradicional te ofrece la posibilidad de comprobar aquello por lo que pagas en el mismo momento en que entregas el dinero, con lo que eso tiene de bueno y de malo (después de pagar, no antes). Por una parte no necesitas depender de planificación para comprar drogas. Pero por otra parte... ¿qué haces si lo que te venden no es lo que habías acordado, tanto en peso como en calidad? ¿Pones una hoja de reclamación? ¿Amenazas airadamente con denunciar? ¿Sacas tu navaja y trincas al camello poniéndosela en los cojones? Menos la hoja de reclamación he visto de todo en la venta de drogas presencial.




Lo más normal es que si te han engañado, te jodas. Las razones empiezan por tu propia seguridad en ese momento: si te han engañado, mucho miedo no deben tenerte para empezar. Lo mejor es irse lejos de dicha sabandija y no volver. Pero siempre puedes probar suerte con las quejas a gritos...

Silk Road tiene otro método.
Somos los consumidores los clientes del asunto, como debe ser tratado un cliente: comunicación, seriedad, oferta variada. Y además nosotros tenemos la 'espada de Damocles' sobre la cabeza de los vendedores: nada peor que un mal feedback exponiendo las razones de tu descontento. Un mal servicio se traduce en menos negocio, menos cliente y una imagen deteriorada.

Al haber eliminado la parte presencial del asunto, el cliente no se ve nunca forzado a decir que un producto es bueno cuando no lo es ni puede salir de la compra con una bala de más alojada en la cabeza. El trato del vendedor ha cambiado como primera necesidad; se están adaptando al nuevo modelo lejos de la violencia.

Aunque la violencia cotiza también en esos mercados, aunque ahora sea violencia ejercida digitalmente mediante el robo de datos, hackeos y chantajes con Botnets. Pero al usuario final, al simple comprador de drogas para su uso personal (e incluso al comprador de nivel medio que revende a un pequeño grupo) lo peor que le puede pasar comprando en un site así, es que le timen si no hace las cosas bien. 

Cada día es más infrecuente el timador en estos mercados y más frecuentes los vendedores que están luchando por fidelizar clientes porque ese es el futuro de la venta de drogas al por menor, al menos mientras no exista una opción regulada vía estado que permita la adquisición. E incluso si eso llega, los estados tendrán que tener en cuenta que para intervenir en el mercado han de partir de lo que ya existe y olvidarse de que por ser “el estado” van a tener un monopolio más. Eso se acabó.





Hace unos días salió un estudio sobre las características del mercado generado bajo el modelo 'Silk Road' con el título “No sólo un Ebay para drogas: el paradigma de la innovación de grupos criminales en el mercado.” 


El estudio muestra aspectos relevantes sobre el nivel de ventas de unas y otras drogas, las ventas más comunes en volumen y las relaciones generadas en este mercado: datos que los estados deberían estar ya recopilando para saber a qué se enfrentan.

La idea no era nueva; la Global Drug Survey ya hacía hincapié en varios aspectos relacionados como las veces que al ir a comprar cada droga en los mercados tradicionales nos habíamos visto envueltos en situaciones de riesgo con violencia. También lo hacía en otro aspecto que hay que tener en cuenta: Silk Road como reducción de riesgos frente a la policía. La encuesta mundial no dejaba de indagar el número de veces que habíamos sido molestados por la policía al comprar drogas y cuántas de esas ocasiones habían rendido éxito en su búsqueda de drogas. Como dijo hace poco en España la juez Araceli Manjón, 'el mayor peligro asociado al cannabis es la policía', y eso no lo podemos olvidar.



La conclusión final del estudio es que Silk Road es efectivo reduciendo la violencia asociada a los mercados tradicionales de drogas, porque pase lo que pase, el vendedor no podrá atacar al comprador ni verse atacado por él -en un robo por ejemplo- lo que reduce la necesidad de “músculo armado” casi a cero. 

La parte dura de las conclusiones es que, de momento, el comprador “ilustrado” que cuida la calidad de la droga que consume, compra en estos mercados y tiene acceso y costumbre de uso de los medios de pago Bitcoin, es una pequeña porción de la tarta, aún muy pequeña.

Evitar la violencia derivada de una mala gestión -impuesta sobre las drogas que los seres humanos deseamos tomar- es una buena razón para darle una oportunidad a mercados como Silk Road.






La reputación en 
los mercados de drogas.


En febrero de este año, el mercado online de drogas y otros bienes 'Silk Road' sufrió un ataque en el que un hacker o un grupo accedió a las cuentas en Bitcoin del mercado y las vació. 

El hecho caía como una maza en un momento en que el nuevo Silk Road se estaba levantando de nuevo, tras la captura de Ross Ulbricht, su primer dueño y gestor, y la captura de todo el dinero por parte del FBI en dicha operación. En esos días los mercados de drogas que existían, sufrieron todo tipo de problemas, algunos por exceso de usuarios que venían de otros mercados que se cerraban y otros debidos a robos en los que los propios dueños de los mercados se largaban con la caja y lo que había en ella.

La comunidad de usuarios volvía a perder el dinero en sus cuentas y la confianza bajaba a mínimos ante los gestores de dichos lugares. El robo en 'Silk Road' se produjo sobre las cuentas en Bitcoin de los usuarios y sobre las que se usaban para el servicio de escrow

Con dicho servicio el comprador y el vendedor aceptan la autoridad de una tercera parte que controle el correcto desarrollo de la transferencia (pago y envío del pedido) y que efectúe una labor de mediación en caso de que surjan problemas. El prestar ese servicio obliga al mercado a mantener durante semanas en muchos casos el dinero que pasa del comprador al vendedor, siendo un goloso objetivo para todo tipo de ladrones.



Tras el incidente, el nuevo equipo administrador del mercado no volvió a establecer el sistema de escrow por el riesgo que le suponía, pero su actitud fue mucho más inteligente: lejos de huir por haber sido robados, se comprometieron a devolver hasta el último Satoshi.

Y así está siendo: han comunicado que se ha devuelto ya más de la mitad del dinero robado a sus dueños, independientemente de si siguen comprando en dicho mercado o no.

Pero en este tiempo no ha existido un sistema de escrow, con lo que los usuarios deben guiarse por el feedback que otros usuarios dejan en la ficha del vendedor. ¿Qué ha ocurrido sin el escrow para proteger al consumidor de posibles timos? Pues que los usuarios han aprendido que los vendedores valoran más su reputación que cualquier otra cosa en dichos mercados.



No hay escrow actualmente en Silk Road pero si bien era un método que parecía satisfacer al usuario menos acostumbrado y más temeroso, se ha revelado como algo que no parece necesario: el hecho de que tu feedback sobre un vendedor sea malo, hará que pierda mucho más que una venta. Y los buenos vendedores con intención de permanencia, quieren clientes satisfechos que repitan: no pretenden robar 100 dólares sino ganar 1 millón.

La mayoría de los vendedores explican su política de devoluciones y re-envios con absoluta claridad en su ficha y, muchos de ellos, solicitan que si hay algún problema no se les dé una mala puntuación en el feedback sino que se les escriba y se les explique, que ellos se encargarán de arreglarlo a satisfacción del consumidor. Y así parece estar siendo.





Nunca he usado el servicio de escrow de Silk Road y, sin él, no he tenido problema en recibir todo lo que había encargado. Sólo en una ocasión un pedido no llegó, y bastó con hacérselo saber al vendedor que volvió a enviar el pedido, junto con un pequeño detalle por el retraso y los problemas.

Nuestros actos -como compradores o vendedores- marcan nuestra reputación.
Y en mercados como esos, nada vale más que nuestra huella si hemos actuado correctamente, hemos mantenido una buena comunicación con el cliente y hemos dado la cara ante los problemas, resolviéndolos para satisfacción de ambas partes.

Conserva y haz crecer el valor de tu reputación: es lo único que no podrás comprar con dinero.




viernes, 29 de agosto de 2014

SOBREDOSIS


Recuerdo la primera tarde que pisé una facultad - de Medicina- para recibir algo de formación decente sobre la farmacología de la adicción. Eramos chicos y chicas tímidamente opinando de drogas y fumando -sí, fumando tabaco como perros- a las puertas de un aula enorme de la facultad de Medicina.

Al entrar, la profesora, que parecía una mujer algo neurótica -pero era ciertamente un cerebrito en su campo- y estrambótica, de esas que si no la conoces te daría miedo preguntarle por la calle qué hora es por si te empieza a gritar sin motivo alguno, empezó a hablar del siglo XVIII y de secar páncreas de cerdo, de hacerlos polvo una vez secos y venderlos como "droga" (aunque era un concepto que no existía como actualmente) a la gente de esa época. La cosa sonaba rara.

Dijo que la mayoría de la gente que probase esa droga, el páncreas de cerdo seco y en polvo, se sentiría mal y no les gustaría. No servirían como clientes. Pero que habría otro grupo de la población a quien esa droga les haría sentirse "mejor que nunca" y seguramente querrían seguir consumiéndola, de la misma forma que hay un porcentaje de la población actual que tras probar los opiáceos como la heroína, hay un grupo de personas que quieren seguir consumiéndolos, y así hacen.

Terminó su presentación diciendo que hoy en día, a los primeros (los del páncreas del cerdo seco) les llamamos diabéticos y les tratamos con insulina, pero a los segundos les llamamos drogadictos y les tratamos con medidas de represión de su comportamiento: penales, legales, sociales y médicas.

Más de 20 años después, tras una noche de concierto con Extremoduro, deliciosa, llena de drogas, charlas y buen rollo, me despertaba en una casa en Arenas de San Pedro, Ávila, con mi pareja gritándome y una chica convulsionando a mi lado. Era la primera sobredosis -de las de vida o muerte- que tenía delante, y no había tenido ni tiempo de despegar los ojos. Ni sabía que era una sobredosis, realmente...

Una mujer de 30 y pocos años convulsionaba salvajemente sobre una cama (menos mal), yo la cogí y la coloqué de lado, por si había vómito. La persona convulsionaba de forma violenta, pero mantenía un "cierto contacto visual" -estaba con los ojos abiertos como si no pudieran abrirse más, como si quisiera hablar con ellos, y fijos en mí que estaba frente a ella- y a la vez "boqueaba" como si le faltase el aire, como un pez muriendo fuera del agua, como si quisiera respirarlo todo a la vez y no pudiera. El cuadro daba miedo, yo creía que tenía a alguien muriéndose en mis brazos.

Manda huevos!! Tantas drogas, tanta fiesta, tanta hostia, e íbamos a tener una muerte por una sobredosis de insulina??? Sí, era insulina. La persona era diabética, cosa que todos los que íbamos sabíamos, pero en un arranque de estupidez, se levantó con la boca seca (un síntoma que algunos diabéticos suelen achacar al exceso de azúcar y la necesidad de insulina) y se inyectó una cantidad de insulina del doble de lo normal que se suele inyectar, sin hacerse primero una prueba de azúcar para conocer su nivel en sangre. Y para rematarlo se metió de nuevo en la cama, sin comer nada... 

El azúcar, la glucosa, en el cuerpo de la chica, que sólo había tomado 1 coca cola en todo el concierto y nada más en 15 horas, cayó en picado. Sólo la suerte hizo que hubiera alguien dormido a su lado que notó las convulsiones y reaccionó, o seguramente hubiera muerto. Nos hubiéramos despertado con una amiga muerta en la habitación (o en la misma cama). La cosa no terminó ahí: estábamos en una casa alquilada donde no sabíamos ni donde estaban los vasos, y estábamos intentando darle azúcar disuelto en agua en un "vaso de sidra" (muy grande y de cristal muy fino) que debido a las convulsiones era imposible, porque rompía el cristal con la boca. Al final, bloqueándole todo el cuerpo con los brazos y manteniéndola erguida pero con la cabeza bloqueada, pudimos conseguir que tomase algo de agua con azúcar... que en poco más de un minuto había surtido efecto.

La reacción del servicio de emergencias, coordinada por el 112 al teléfono fue impresionante. Tuvimos la suerte de que en el pueblo había una base de emergencias médicas y en menos de 7 minutos (eternos) teníamos a la ambulancia con una médico y dos enfermeras, que atendieron todo el asunto de forma magistral, tras el susto pasado, daba gusto verlas actuar, hacer un electrocardiograma en el lugar, unas pruebas de glucosa, etc... (la chica sólo había subido a 42 de azúcar al llegar ellos, y a 56 cuando se fueron -tras comprobar que estaba bien- cuando los valores normales están entre 90 y 110).

Realmente fue la primera vez que me sentí orgulloso de vivir en un país que tenía medios para responder ante algo así, y que existía dicha coordinación. Y me seguiría sintiendo orgulloso si hoy no hicieran 2 años del Real Decreto que retiraba la prestación sanitaria a los inmigrantes sin papeles en mi país, algo que me hace sentir una profunda vergüenza.

Pero basuras políticas aparte, la reacción de las emergencias en Arenas de San Pedro fue impecable. Si en lugar de una sobredosis de insulina, hubiera sido de morfina o de un opioide, seguramente le hubieran salvado la vida igual con unas cuantas dosis de naloxona. Por suerte en España, la naloxona es algo común en centros de emergencias y el el antídoto por excelencia en las sobredosis con opioides (recetados por el médico o comprados en el mercado negro, da igual) desde nuestra "epidémica" relación con la heroína en los salvajes años 80 y restos en los 90. Y en España, haber consumido una droga, hasta la muerte si quieres, no es delito.

No ocurre igual en otro países, como USA, donde en muchos lugares a quien observa una sobredosis (sea de un opioide o de otra droga) se le plantean diversos problemas en lugar de llamar a emergencias sin pensar nada más. Si quien llama ha consumido drogas, puede ser imputado criminalmente. Si quien llama no ha consumido drogas, no le pasará nada legalmente, pero estará metiendo a su "amigo" o a quien esté viendo en sobredosis (o en algo que uno pueda creer que lo es) en un lío, ya que tras salvarle la vida llamando a emergencias, tendrá problemas legales por haber consumido una droga, lo cual provoca un mayor número de casos en que no se llama a emergencias para no implicar a nadie legalmente.

Dado el brutal aumento en el consumo de opioides (recetados por el médico) en USA que hemos visto en estos 10 últimos años, y en el repunte de la heroína allí, por su barato precio y por estar más fácilmente disponible que los fármacos de prescripción, la sobredosis está de moda de nuevo. La variedad de consumo es brutal, tanto por lo que el mercado lícito produce como lo que el ilícito trae: heroína con fentanilo o derivados del fentanilo ultrapotentes que sirven para adulterar la droga, en muchos casos con mortales consecuencias. La reína de las drogas opioides allí es la oxycodona que por el recorte en su prescripción está haciendo que el mercado de la heroína resurja para cubrir los huecos que esta deja en una población, que para bien o mal, quiere seguir consumiendo opiáceos y la historia nos ha enseñado que lo harán, de una u otra forma, mientras quieran.

Este día 31 de agosto es el Día Internacional de Prevención y Recuerdo de la SOBREDOSIS.
No hacen distinción por drogas, aunque la más llamativa y evitable es la de los opioides, y es en buena medida en donde centran sus esfuerzos: en que haya más naloxona disponible para los usuarios de opioides y opiáceos, así como sus compañeros y familiares. En este año, los laboratorios han vuelto a poner sus ojos en la naloxona, al menos en USA. Han sacado un nuevo producto llamado Evzio que es un inyector manual de naloxona, que obviamente tiene la desventaja de que ha de ser inyectado por alguien que se dé cuenta de que la persona sufre una sobredosis (no son tan llamativas como las de insulina, simplemente te quedas dormido... y adiós).

Lo más remarcable del dicho asunto es lo bello que debe ser tener una sobredosis de opiáceos en vista de cómo lo anuncian. Dan ganas de tomar opiáceos para tener una sobredosis y que te lo chuten en la pierna...


Si me dan una rubia así con el aparato, me compro 3.

De todas formas no me parece el mejor de los inventos o soluciones que han aparecido en este último año. La mejor, al menos la más creativa y audaz es un auto inyector de naloxona que detecta cuándo entras en sobredosis mediante la medición de tus constantes y la saturación de O2 en sangre.

Lo ha diseñado Morten Groenning y ha puesto a disposición de todo el mundo el proceso de fabricación junto con los costes asociados de lo que sería el aparato para que no superase las 20 libras de coste total -siendo el mayor coste el de la naloxona precargada en una jeringa- en su web que merece la pena visitar a fondo,  http://groenning.me/heroin-antidote-injector/ donde encontramos también el diseño de cabinas controladas para autoconsumo de drogas, que resulta cuando menos avanzadas y curiosas para su tiempo.



Tiene también imágenes con una prueba de concepto donde se puede observar el funcionamiento del mismo sobre una naranja partida a la mitad.



La ventaja obvia -además del bajo coste- es que no dependes de la asistencia de nadie para poder salvarte de una sobredosis con un aparato que costaría menos de 30 euros. El nombre del invento es INVIO y desde luego merece un vistazo, mientras haya cifras de muertes por sobredosis tan fácilmente evitables con una correcta distribución de naloxona, que es un producto muy barato.

La imagen con todas las partes y su precio es suficiente para que nadie diga que intentar salvar vidas es demasiado caro.



Inventos que sí están bien pensados. Otra cosa es que no interesen.
Esto sí es que es un WEARABLE de esos y no las google glasses...

Esperemos que algún día, el Día Internacional de la Sobredosis sea por fin algo que no haya que celebrar para concienciar a nadie.

jueves, 7 de agosto de 2014

Bitcoin como moneda anónima


Este texto fue publicado originalmente en la web www.elbitcoin.org :)
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Bitcoin no es totalmente anónimo; 
sólo suficiente si lo usas bien.

En el mundo Bitcoin existe la creencia, en algunas personas sean bitcoiners o sólo simpatizantes e interesados, de que Bitcoin es una moneda anónima. Esto es cierto en parte, y algo erróneo por otro lado. Bitcoin se ve soportado por una estructura que no hace necesario revelar datos relativos a nuestra identidad a la hora de usarlo, pero si se usa de forma alegre o despreocupada lo hace vulnerable al escrutinio público.




Salgamos un momento del Bitcoin, volvamos al papel moneda tradicional. El papel moneda tiene la posibilidad de funcionar como un instrumento anónimo de acumulación de riqueza: nadie podría saber nunca que poseemos una cantidad X de dólares o euros y que encontramos por azar perdidos o que nos fueron entregados en mano como pago por algo. De la misma forma, cuando pagamos con papel moneda podemos seguir manteniendo el anonimato al no revelar nuestra identidad por el hecho de efectuar un pago. 

En el mundo del papel moneda, emitido por un banco central o institución similar, el escrutinio lo recibimos por parte del estado y sus agencias satélite (policía, hacienda, seguridad social, justicia, etc.) y ellos lo pueden realizar gracias a que cuentan con el libre acceso a la información de los movimientos realizados con el dinero. ¿Qué movimientos? Aquellos que hemos realizado mediante una forma que nos vincula con una identidad: los que hacemos en un banco, una transferencia mediante una empresa u organismo como correos, y el uso de otros medios de pago con verificación de identidad como puede ser una tarjeta de débito o crédito o cheque. 





Todo lo que no sea un uso anónimo -en el que no nos vemos obligados a revelar nuestra identidad como con el pago en metálico en un comercio- da un mapa de los movimientos sobre “el total” que el estado puede controlar de nuestras entradas y salidas (como nóminas, premios, multas e impuestos).

Bitcoin es todavía más controlable: todo pago que realizamos queda visible al escrutinio público, y no hacer falta ser el estado o tener su medios para poder conocer el estado de una cuenta que recibe y envía dinero. Toda transferencia en bitcoin queda registrada para la historia y perfectamente visible. ¿Dónde está entonces lo anónimo del asunto? En que no es necesario revelar tu identidad a la hora de realizar pagos o compras con él. Pero si lo hacemos, perdemos esa característica con todo lo que ello conlleva: a muchos vendedores en Silk Road y compradores de los mercados de Darknet les hubiera gustado ser un poco más precavidos a la hora de usar sus cuentas, ahora que se enfrenta a acusaciones penales -más o menos acertadas- basadas en parte en el seguimiento de cuentas en blockchain y análisis de “big data” o grandes trozos de datos.




¿Si yo no revelo a nadie que una cuenta es mía?
Obviamente si no revelamos que una cuenta es nuestra no podrá controlarse el uso que hacemos de la misma: podrá ser controlada la cuenta pero no podrá ligarse a una persona. En noviembre de 2013 se produjo una transferencia de algo menos de 200K Bitcoin que de momento ostenta el récord en ser el mayor valor transferido con esta moneda, algo menos de 150 millones de dólares en aquel momento. Y seguimos sin saber de quién a quién. ¿Alguien imagina lo que la hacienda -de cualquier país basado en la actual voracidad fiscal e impositiva- opinaría de semejante intercambio económico ocurriendo fuera de su control? Exacto, no les gustaría un pimiento. ¿Entonces? ¿Dónde está el problema a la hora de usar bitcoin?

Hay dos formas en que perdemos nuestro anonimato sin darnos mucha cuenta: la técnica y la social. En otras acciones, como puede ser el pago en especie con bitcoin por parte de alguien que lo refleja, la compra de bitcoin (o venta) a través de un exchange no presencial, o el uso de una cuenta de donaciones (en la que lo habitual es mantener la misma cuenta y permitir así la verificación del total donado) por ejemplo, nos vinculan de forma directa con nuestra identidad en el mundo real con una pérdida total del anonimato vinculado a esa cuenta (y puede ser que a otras).

Las formas “técnicas” de vulnerar nuestro anonimato son todas aquellas en las que el uso de nuestra cuenta se vincula con una IP que a la vez nos vincula a una identidad propia (o con la IP de la conexión de tus padres jubilados que no saben qué es bitcoin siendo tú hijo único, por ejemplo).
Cuando nuestro ordenador o móvil envía una transferencia, esta graba unos cuantos datos propios y hay otros que viajan por lo que es la propia configuración de la comunicación en red, entre ellos la IP del primer ordenador que envía los datos. Dicen que existen de hace tiempo grandes ordenadores cogiendo todas las transferencias bitcoin que pululan por los nodos de la red común y almacenando la IP de origen de la misma. Conociendo el actual nivel de espionaje por parte de los estados (unos más que otros) no resulta nada ilógico: sus servicios de inteligencia necesitan esos datos, y el resto de “servicios” los anhelan para poder usarlos.

¿Cómo evitar esto? La mayoría de los clientes Bitcoin permiten la conexión mediante proxy o VPN de pago, de manera que nuestra IP queda anónima en cierto grado: el anonimato de nuestra salida a final a la red, que depende del número de socks encadenados o de la privacidad respetada por la empresa que nos presta los servicios. Otra forma sería usar los servicios de lavado de dinero a la hora de mover bitcoin para nosotros mismos o para pagos que no queremos dejar visibles, que con una comisión se encargan de ofuscar la transacción lo suficiente como para hacerla resistente a la minería de datos común, pero en la que únicamente conseguimos que el receptor del pago no pueda vincularlo con nuestra dirección de salida porque si el envío al servicio lo realizamos sin proxy o similar, quedará registrado nuestro pago a dicho servicio (el simple dinero no da anonimato). Estos servicios son interesantes para combinarlos con otros cuando queramos un extra de seguridad, pero partiendo primero de nuestros propios actos higiénicos en ese sentido.




La otra ruta obvia es Tor y ya hay proyectos para que los clientes trabajen dentro de la red Tor siempre que sea posible para aumentar el grado de anonimato inherente al sistema por defecto, pero de momento no están claramente ligados a la hora de trabajar con bitcoin aunque parece que es parte de lo que el futuro nos depara.


La forma “social” de cazar nuestra identidad se basa en nuestra propia expresión: no debemos decir cual es nuestra cuenta alegremente, y debemos de usar una dirección distinta para cada pago -como nos ofrece por defecto y aconseja el cliente oficial de Bitcoin- siempre que nos sea posible para evitar que nadie pueda saber cuánto entra y cuanto sale de nuestra cuenta. En este área hay que tener más cuidado de lo que parece: redes sociales como Facebook minan nuestra privacidad por la cantidad de información que revelamos en ellas y la cantidad de información que cualquier persona puede cruzar hoy en día para obtener resultados útiles. 

Tal vez no digamos que ChicaGuapa21 seamos nosotros, pero si ChicaGuapa21 es profesora de niños de 3 años en Don Benito (que sólo tiene un colegio de esa edad) y a la vez ChicaGuapa21 vende jerséis hechos a mano y cobra con una cuenta pública de bitcoin... no hace falta ser un lince para vincular la identidad del mundo virtual con la del mundo real. Esto último es aplicable para quien nos pueda buscar -con buenas o malas intenciones- por nuestro uso del Bitcoin (puede pasar, el ser humano es capaz de lo peor como de lo mejor) pero también para quien nos quiera identificar por cualquier otra razón (desde un loco enamorado acosador a una enemiga por haberla quitado el novio en su día) y eso debemos tenerlo en cuenta siempre.



No era la intención de este texto entrar a fondo a analizar las dos vías para determinar nuestra identidad al usar bitcoin porque sería imposible realizarlo en poco espacio atendiendo a todo que sería interesante. Sólo hacer un apunte al respecto.

La excepción de las cuentas de donaciones o para proyectos tipo “crowfunding” se explica porque a los donantes muchas veces les gusta conocer cómo va la donación a un proyecto o cuenta y, muchas veces, se entiende que esto ha de ser así para ayudar a la transparencia y dar confianza a aquel que dona. No es necesario vincular la donación a una persona o grupo concreto, pero es lo más habitual y aunque eso no nos vincule de forma legal -con un papel- a dichas transacciones, a veces un grupo de indicios cruzados tienen tanto valor probatorio como la mejor evidencia: cruzar indicios permite reducir las posibilidades de equivocación, a veces hasta puntos estadísticos que haría necesario que existieran 10 o 100 veces la población actual del planeta para que fuera “razonablemente probable” que pudiera ser otra persona.

Si alguien cree que la justicia nunca condena por indicios sino que lo hace siempre por pruebas totalmente verificables sólo tiene que echar un vistazo a los sistemas de identificación por ADN: son muy fiables, pero no pueden nunca descartar que exista otro ser humano que hubiera dado el mismo resultado estadístico a la hora de analizar su genoma.

Fíese usted de la virgen y no corra.

Por si acaso sea precavido con la forma en que usa Bitcoin, y con todo lo demás.