jueves, 18 de octubre de 2018

Ketamina... ¡¡la droga ke-ta-niiii-ma!!


Ketamina... ¡¡la droga ke-ta-niiii-ma!!

Disculpen los lectores el título -poco serio, como el autor- pero desde que mi editor me pidió un texto explicando esta nueva fiebre por la ketamina como antidepresivo, no puedo evitar recordar (cada vez que escucho el nombre de la droga) el “famoso” vídeo que muchos ya conocerán y que, precisamente, hace una clara alusión a las virtudes claramente “antidepresivas” del efecto de esta curiosa sustancia. 



He aquí esa obra del yonkarreo hispano que todos pudimos ver por TV y que incluye a dos sujetos en pleno efecto “antidepresivo”.



Y ahora poniéndonos serios ya. ¿Qué pasa con la ketamina? ¿Por qué llena -ahora- páginas en los medios no especializados? ¿Qué hace una droga recreativa en la prensa sin que se escuchen insultos y barbaridades ni la saquen en 'Callejeros Yonkarreo' en la Cuatro? Pues en realidad mucho menos de lo que parece, pero es cierto que todo este movimiento trae cierta esperanza a algunos tipos de depresiones (muy concretas y poco frecuentes).

El tipo de paciente que se puede beneficiar del tratamiento con ketamina -en caso de que se llegase a instaurar de forma accesible como lo está siendo en USA- es básicamente un paciente con un tipo de depresión no-reactiva (ajena a las “causas externas”) y que no tiene mucho que ver con el tipo de estado que tiene alguien cuando entre amigos comentamos que “Menganito está deprimido desde que rompió con Almejita”. Es difícil explicar lo que es la experiencia de la depresión cuando sobrepasa lo que puede ser clínicamente leve o moderado (que ya es alto ese nivel, hablando entre nosotros), pero es un estado que no permite a la persona vivir con normalidad las experiencias de la vida y verse sometida a un sufrimiento constante -implacable- que no se alivia con nada, ni medicinas ni que te toquen 1000 millones a la lotería. Y que ese sufrimiento es algo tan físico como el propio dolor (cuando directamente no existe al mismo tiempo un dolor físico que sea ya una fuente). Nada, nada te hace sentir bien: cuando abres los ojos por la mañana sólo desearías no haberlos abierto. 

Cada día. Todos los días. Sin tregua. Sin pausas.... 
Sin algo que te alivie aunque sea unos minutos, salvo no estar inconsciente o dormidos... ¿Cogéis la idea?

Alguien que está en semejante hoyo, es el tipo de persona que puede beneficiarse de la ketamina -o de otros fármacos similares- ya que parece que la administración de este anestésico disociativo -de forma puntual- revierte esos síntomas. Y lo mejor de todo: lo hace en minutos y de forma relativamente duradera. 

Ya sé que esto es jodido de creer, pero el que quiera ver lo que siente una persona que tiene depresión resistente mientras le administran ketamina, que juzgue por sí mismo: ver a en directo la mujer describiendo los efectos en su mente resulta impresionante. Ver a la mujer decir como inicio de su explicación “me siento humana de nuevo” es la forma que tiene de describir el alivio de su sufrimiento, en este caso provocado por la infusión de ketamina y sólo han pasado 45 minutos desde que se le comenzó a administrar el fármaco a una mujer que mostraba un nivel enorme de sufrimiento.



La dosis que se usan están muy lejos de resultar peligrosas, ya que son dosis mucho más bajas que usadas para anestesia. ¿Entonces por qué no estamos usando esto ya? Recordad que el mundillo de las drogas legales y su administración, está controlado por unos grandes “drogo-empresarios” que hacen lo que les da la gana con el mercado junto con unos legisladores -y todo el sistema médico asociado- que les firman todo lo que ellos piden, a cambio de dinero. La pregunta es justa: si esto está disponible para esas personas por qué no usarlo ya, si -como con otros medicamentos- los beneficios superan los inconvenientes. Es justa, pero si te estás preguntando eso ahora, es porque la industria quiere que lo hagas. Presta atención.

Para empezar, esta droga fue creada en el año 1962 en una universidad usana y un laboratorio farmacéutico, en la búsqueda de nuevas moléculas que sirvieran para algo (que es como funciona la industria farmacéutica). Tras las reglamentarias pruebas con animales, pasaron a probarlo con humanos. 

¿Y qué mejor que humanos en jaulas para experimentos médicos? 

Pues eso, que en USA se les olvidó -como tantas otras veces- eso tan coñazo de los derechos humanos y se pusieron a probarla con presos de sus cárceles. Todo muy ético. La cosa fue bien, y de los humanos enjaulados, pasaron a repartirla en humanos no-enjaulados-pero-que-tengamos-controlados: el ejército, que por entonces se hallaba metido en mitad de Vietnam recibiendo golpes en una selva y enganchándose a la heroína de alta calidad que había por esos lugares. Y no fue mal: resultó ser un gran anestésico para situaciones de combate (donde no puedes intubar y dar respiración asistida a una persona) y de emergencia




Mejoraba -o igualaba- el original en el que se inspiraron, que era la injustamente temida y difamada PCP o fenciclidina, y con eso bastaba. Curiosamente, los primeros informes sobre su uso lúdico y como enteógeno disociativo, datan de esos años en que se probó con los jóvenes del ejército.

Es totalmente falso el enfoque que está dando la prensa, con titulares que hablan de la droga que pasa ahora del mundo de las drogas recreativas al mundo de la medicina: ahora mismo hay ketamina en todos los hospitales correctamente abastecidos del mundo, sean del país que sea siempre y cuando esté integrado en la OMS. ¿Por qué? La ketamina es un gran fármaco, y además muy seguro y de bajo coste. Carece de patente y es seguro y efectivo. Y sobre todo, porque está incluida en la lista de drogas esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace mucho años. Esta droga es de todo menos nueva y casi desde su creación ha estado dentro del sistema médico mundial.

Lo que resulta relativamente nuevo, es el uso “off-label” que se le da fuera del común anestésico. Aunque el hecho de que eso se esté probando ahora no es algo desconectado de ese uso: muchos médicos se dieron cuenta de que tras operar -de cualquier cosa- con ketamina a pacientes que además sufrían depresión severa, sus síntomas mejoraban. Y también los pacientes con dolor crónico experimentaban mejoras, ya que todo el proceso del dolor crónico tiene aspectos físicos y psicológicos que se veían aliviados también. ¿Esto es nuevo? ¡Que no!

Seguramente muchos habéis visto la serie “House”, la de un médico cabrón con un bastón que se dedica -cuando no cura enfermos- a putear al resto del planeta. El bastón era un elemento esencial del personaje ¿verdad? ¿Qué pasó en la tercera temporada que House dejó de usar bastón, de sufrir su cojera y dolor crónico que le hacían ser adicto a los opioides? Ketamina. Tras ser tiroteado por un paciente agradecido -mientras se desangra y le llevan corriendo a operarle a vida o muerte- House balbucea “...quiero ketamina...” y van y se la dan. No tendría ocasión de tomar ketamina que no fuera en ese momento. Pero la cosa es que funciona temporalmente, y House recupera la movilidad de su pierna y desaparece el dolor. Temporalmente, recordad como termina la serie: con House y su bastón chutándose heroína en una casa en llamas. Todo un aviso a navegantes.

Estos nuevos usos han hecho que, dentro del sistema médico-legal de los USA, proliferen las clínicas que están dando tratamientos con ketamina la depresión severa (y/o abuso de opioides y/o dolor crónico y/o lo que se nos vaya ocurriendo) como si fueran dentistas. ¿Por qué? ¿Tan deprimidos están allí todos? No, es sólo parte del marketing de “nuevas enfermedades y nuevos remedios” que la industria de la droga legal de farmacia desarrolla en aquel país. 

La ketamina es segura, puede ser administrada fuera de un quirófano sin que requiera intubación, no suele dar problemas y estos son fácilmente manejables por alguien adecuadamente entrenado. Y para colmo, se adquiere con total facilidad por parte de un médico titulado ya que su estatus de droga esencial para la OMS evita que, a pesar de las pretensiones de los prohibicionistas usanos, esta droga pase a estar más controlada (al nivel de los opioides).

Si pones en la ecuación a la industria farmacéutica buscando nuevas vías para antidepresivos -porque no encuentran nada realmente nuevo- con un escenario como el de USA, con una población epidémicamente enganchada a la “heroína en pastillas” y que también “podría beneficiarse del uso de la ketamina” (lo cual es lógico, dado que es un anestésico y analgésico), pues estamos creando otro nuevo nicho de mercado para esa industria que primero los engancha y luego les ofrece otros tratamientos. 

¿Quiénes son realmente los grandes narcos cobrando a 600 dólares la dosis de ketamina al usuario final?

El interés que tienen las farmacéuticas es que se apruebe de forma extendida su uso, que se incluyan nuevas patologías como diana de su droga para que aumente su mercado, y eso sólo lo puede hacer la FDA, que con el suficiente soborno lo acaba haciendo siempre. 

Que el tratamiento pase a estar contemplado dentro de lo “comúnmente prescribible” haría que los seguros de salud tuvieran que pagar por él, lo cual extendería su uso como ocurrió cuando consiguieron que se extendiera el mercado para sus opioides, generándoles nuevos ingresos. 

Desafortunadamente la molécula de la ketamina es muy vieja como para tener patente y eso hace que les paguen menos, pero no se preocupen: igual que los vendedores de legal-highs, están “tuneando la molécula” para que sea nueva y, por tanto, patentable costando más dinero

Como eso lleva tiempo, mientras desarrollan nuevas formas de administración (ya hay una en forma de inhalador, lo que es igual que esnifar ketamina) que les permitan cobrar más caro un producto que les cuesta céntimos.

Todo un avance, si realmente llegase de forma correcta, para pacientes con depresión severa y otros con ciertos tipos de dolor crónico y neuropático. Todo un avance -en manos de una industria con “visión de túnel” fijada sobre el precio de las acciones en bolsa- que de salir adelante hará que el porcentaje de los enfermos que podrían beneficiarse de esta droga, crezca enormemente en unos años. 

Ellos están por la pasta; son profesionales de la salud... :P



Drogoteca.

Texto publicado en Cannabis.es 





domingo, 16 de septiembre de 2018

¡¡Ayuda!! Me está dando un mal viaje...


Hace unos días, una pareja de amigos que habían tomado "leche de marihuana" -una infusión de cannabinoides en leche- aprovechando los recortes de cosecha, se vieron envueltos en una experiencia difícil: un mal viaje de cannabis por vía oral.

Uno de ellos pidió ayuda por un canal privado de comunicación que tenemos en un pequeño grupo, y la atendimos como pudimos, sobre todo a calmarles y a asegurarles que estaban bien, que era sólo un rato difícil. Y poco a poco pasaron el susto...

¿Pero y si no hubieran tenido a quién recurrir?
Eso me trajo a la cabeza este texto que escribí hace un tiempo, sobre una ONG que se dedica a hacer eso mismo: dar apoyo en el momento a quienes están pasando un mal viaje de algún psiquedélico.

La ONG se llama Tripsit y tiene cuenta en Twitter @TeamTripsit.
Espero que os sea útil por si en algún momento tenéis un mal viaje -con psiquedélicos u otras drogas- y necesitáis que alguien os eche un lazo.




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“La noche lo pedía. Una de esas noches en que el aire te acaricia y se oye cantar a los bichos del campo como si fueran una orquesta. 

Estábamos todos los amigos de siempre juntos y decidimos probar con esas setas mágicas que había traído Fausto de su estancia 'Erasmus' en Amsterdam. Eran las setas mágicas, esas de la risa, las de siempre, que no son venenosas pero colocan. Y los 6 que éramos, convencidos y contentos, nos tomamos aquella bolsa de setas que se suponía que tenía 6 dosis “para reírse un ratito y ya", según nos dijo Fausto, que fue quien hizo la compra al dependiente del Smart-Shop holandés. 

Sólo la mitad de nosotros teníamos experiencia con esa droga, pero nos creíamos suficientemente hábiles como para controlar cualquier situación que pudiera sobrevenirnos.

Pero estas cosas se sabe cómo y cuándo empiezan, pero no el resultado final. Al cabo de media hora, a todos nos empezaban a hacer efecto las setas, pero resultaba agradable. Todo brillaba, reíamos, había fractales de colores formados por la arena del suelo de la playa bajo nuestros pies. 

Al cabo de una hora manteníamos conversaciones entre nosotros que no llegábamos a comprender el idioma en el que se encontraban, aunque creíamos entender el mensaje que transmitían. Una hora después, nos comunicábamos con los murciélagos, los peces, los árboles de unas lomas cercanas y hasta con las rocas del camino, que no éramos capaces de hacer de pie debido a las agujetas que teníamos de reírnos. 

Todo iba maravillosamente, hasta que al cambiar de lugar y quedar en un momentáneo silencio, Marga (la pareja de Fausto) se empezó a sentir mal y a decir que estábamos en un "bucle temporal". Al principio nos lo tomamos a broma, hasta que la vimos empezar a llorar muerta de miedo. ¿Por qué? Ni idea, pero la noche se torció.

Cuanto más hacíamos por atender a Marga, que lo estaba pasando muy mal y apenas era capaz de comunicarse hablando, más empeorábamos la situación. El ambiente se enrareció y Greta (la hermana de Marga) empezó a sufrir sensaciones incómodas que desembocaron en un mal viaje también, viendo a su hermana llorar, sumado a nuestras caras de susto y preocupación. 
¡¡No podíamos para la bola de nieve del mal rollo!! 

La cosa cada vez iba a peor y nos habíamos convertido en un ovillo de gente pasándolo mal, que intentaba ayudar a otros, pasándolo mal, sin conseguirlo. Hasta que llegaron aquellos pareja de hippies metiéndose mano y fumando un porro de yerba que se olía por toda la zona. 

Al principio nos preocupamos, sobre todo de en qué estado nos iban a ver cuando se acercaron al escuchar llorar a Greta y a Marga, y nos entró la paranoia de que pudieran pensar algo malo y que llamasen a la policía. Pero tuvimos suerte, y pronto nos vieron las caras desencajadas de la situación y se dieron cuenta: la mujer estuvo serenando a las dos hermanas y el tipo estuvo distrayéndonos -mientras no paraba de liar canutos- sin que nos diéramos mucha cuenta de cómo lo hacía. 

La cosa es que al cabo de más de media hora, estábamos todos sentados juntos viendo el amanecer y todo se había -casi- pasado y todos parecíamos recuperar el control de nuestras mentes, tras haber pasado un buen susto que podría haber sido peor si no es por esos dos hippies que nos sacaron del hoyo, cuando creíamos estar volviéndonos locos.

¿Te suena esta historia? Es la misma que casi todos hemos escuchado 100 veces, de distinta forma, con otros personajes, en diferentes lugares y con finales que pueden cambiar mucho: es la historia de un viaje con drogas que -por la razón que sea- se tuerce hasta volverse difícil de manejar sin ayuda. 

A veces pasa con un tripi, otras con una pastilla, otras con una setas, otras con unas rayas de... da igual. Es pasarlo mal y necesitar ayuda, pero sabiendo que por haber tomado drogas “no puedes” recurrir prácticamente a nadie...

¿...a nadie? ¡¡MEEC!!

Llegó TRIPSIT.ME a tu vida y a tus viajes con drogas. TRIPSIT ME es un lugar en la red -lleno de información desde el ángulo de la reducción de riesgos, manuales y guías de uso de drogas- para charlar, para comentar o para pedir esa ayuda que nadie que no haya estado en esa situación, complicada y fea del mal viaje, podría siquiera intentar darte.

Eso es lo que hace especial a este grupo de voluntarios que dedican su tiempo y esfuerzos a algo que nadie hace, a día de hoy, en la red: ayudarte -vía CHAT desde su web- a controlar una situación que se va de las manos, da igual por qué y con qué droga te suceda. ¿Necesitas ayuda estando drogado/a y no sabes a quién pedírsela? Para eso está TRIPSIT.ME :))

Seguro que algunos pensáis que “de poco vale una web si te está dando un mal viaje”, pero no es así. A lo largo de las décadas que llevo tomando drogas he tenido que vivir varios “malos viajes” (no son malos, sino más difíciles simplemente) y he tenido que asistir a muchas personas en esos estados: sintiendo que pierden la cabeza y no pueden evitarlo. Algunos eran amigos, otros eran desconocidos: eso no importa. 

La vez que mejor recuerdo, recibí una llamada de un amigo a más de 600 kms para pedirme ayuda para otro amigo -que yo no conocía de nada- que estaba empezando a perder la cabeza por unos cartones de DOB/DOC que se habían tomado... :P

¿DOB/DOC? ¿Un par de drogas que pueden durar -a gusto- más de 24 horas y no dejarte dormir en dos días? ¿No había nada mejor para elegir? Un tipo desconocido en un mal viaje a 600 kms y un teléfono móvil fueron suficientes para calmar a la persona, conseguir su atención, sugestionarla hacia otro punto de interés (le puse a jugar con lo primero que tenía a mano: una naranja y así se tiró varias horas) y hacer que ese camino cuesta abajo al infierno del “bad trip” recuperase y volviera a un cauce más agradable y manejable por el usuario.




Diréis que hace falta que te escuchen la voz, pero tampoco ha de ser necesario. Lo necesario es saber que tienes alguien con quien comunicarte, que está pendiente de ti y sabe cómo te encuentras: una “niñera de drogas” o babbysitter. Desde Internet, sin voz, usando desde el chat al email pasando por cualquier servicio de mensajería he hecho muchas veces de “niñera” para amigos que probaban una droga por primera vez y querían hacerlo estando en contacto con alguien. Así he acompañado viajes de mescalina, LSD, 2C-B, MDMA, psilocibes... etc.

Y como el movimiento se demuestra andando, ayer me fui a probar su servicio de atención a malos viajes vía chat. Al llegar a la página (en inglés, es la única pega) tienes varias opciones y yo -que soy bastante torpe en lo visual- me metí en la sala de chat incorrecta, a pesar de que hay un cartel que pone “ASISTENCIA INMEDIATA” en el que pinchar. Donde yo me metí no era la de atención urgente a personas bajo efecto de las drogas, sino la de charla amigable. Entré y sólo dije “hola”. Ni caso. Volví a decirlo y parece que ya me vieron, pero repito que era YO el que estaba en el sitio erróneo.

Así que eché un vistazo a la lista de operadores (los que controlan la sala de chat) y así, a ojo, intenté adivinar qué nick se pondría el que estuviera al frente de toda esa historia. Había una docena de ops en el canal, pero había uno con el nick “Reality” que digamos que me parecía el más probable, y no me equivoqué.

Ya en un privado entre “Reality” y yo, simulé tener un mal viaje de LSD durante sus inicios, para ver cómo sabían manejar esa situación. Y quedé gratamente sorprendido. Lo primero calma: “hola”. Me dejó hablar, me observó, me preguntó qué me pasaba, me aseguró que al ser LSD no tenía que preocuparme mucho y que procurase relajarme. Me dio conversación, a pesar de que yo me hacía el “tripado que apenas podía escribir” y supo tener en cuenta mi entorno para que lo ajustase con una música -de máxima importancia en esos estados- que no me provocase nada que no fuera relajación, y me pasó el link para que la pusiera. El tipo sabía lo que hacía. :))

Cuando quedé satisfecho, le dije la verdad y le agradecí el tiempo dedicado. Estas personas que dan su tiempo para ayudar a desconocidos, bien dando información bien “cogiéndoles de la mano” aunque sea virtualmente para pasar un mal trance, me merece el mayor de los respetos. Y “Reality”, del que desconozco su nombre y no es relevante ahora, me pareció un gran personaje con una gran idea que está sacando adelante.

Ahora que todo es virtual, que hasta tu abuela lleva Internet encima, puede ser difícil imaginar cómo eran otros tiempos no tan lejanos; hace 25 años no existían los móviles. Ojalá cuando yo comenzaba a experimentar con drogas hubiera tenido un recurso -en mi bolsillo o en casa- para poder tener atención -especializada, gratuita y funcional- en caso de tener un mal viaje con drogas. 

En grandes festivales han existido “grupos y personas” que hacían esta misma función con aquellos que necesitaban que les “echasen un cable desde La Tierra”, pero era presencial. Ahora, si estás pasándolas putas -y eres capaz de explicarte en inglés- tienes un lugar en el que agarrarte desde la web, accedas como accedas.

Seguro que muchos de vosotros -sanos fumetas de sano cannabis- no tomáis otras drogas (ni falta que os hace). Pero eso no os excluye de la experiencia del mal viaje. El site tiene un lista de las drogas que han causado las atenciones “de ayuda” y las 5 primeras son LSD, anfetaminas, MDMA, alcohol y cannabis. A la zaga les siguen la cocaína y sus ansiedades cometechos, las setas mágicas y -curiosamente- el alprazolam, "Xanax" o “Trankimazin”, una benzodiacepina.

Todas las drogas pueden producir un mal trago, por elegir mal el momento o las sustancias, incluso a usuarios que se consideran experimentados. Nunca estamos a salvo de sorpresas, y menos si jugamos con psicoactivos.

Y si alguna vez, has tomado algo cuyo efecto ves que te supera y necesitas alguien te que ayude, ya sabes: TRIPSIT.ME, ese grupo de gente que hacen -gratis- un trabajo impagable. :))


Texto publicado originalmente en Cannabis.es 


lunes, 3 de septiembre de 2018

No sufras más: yo te receto heroína.



No sufras más: 
yo te receto heroína.



Tenía algo más de 22 años cuando tuve mi primera -y única- sobredosis "potencialmente letal" con opioides. En aquella época tenía un bar; un reducto antiprohibicionista (donde se consumían todo tipo de drogas sin restricción) y con la única norma de no molestar a otros clientes, consumieran drogas o no.

Uno de mis clientes -el dueño de otro bar, preso ahora por tráfico de drogas- un viernes se presentó y me dijo: “toma, este bote de metadona es para ti, que sé que te gustan mucho estas cosas de las drogas”. Yo le pregunté por qué me lo daba, y cómo es que no lo necesitaba él si estaba en un tratamiento de mantenimiento con metadona, y me dijo que ese finde iba “a ponerse” y pasaba de la metadona teniendo heroína a mano.

Aunque alocado por la edad, yo era bastante responsable en mis tomas de drogas sobre todo cuando eran “nuevas”, le interrogué sobre la dosis de metadona que había en dicho bote con un líquido transparente, y él no me supo contestar salvo con un dato: “es para una persona que tome mil duros (5.000 pesetas, 30 euros) de caballo [heroína] al día”


¿Qué sabía de la metadona yo? Pues mucho, había leído de ella, conocía la opinión de gente como Escohotado y en esencia, entendía su mecanismo de actuación (el mismo que el de heroína, morfina o codeína). Aún así cometí la terrible imprudencia de tomarme el botecito de un trago -con una persona haciendo de “niñera”, siempre parte de mi protocolo de seguridad a la hora de experimentar- pensando que, con mi experiencia en opiáceos (conocía opio, morfina, codeína y heroína) no me metería en una situación peligrosa; me equivoqué.

En menos de 30 minutos estaba vomitando hasta el alma -cosa que probablemente me salvó- y entrando en un estado de sobredosis de opioides intenso, en el que me costaba mantenerme despierto y en condiciones adecuadas. Avisé a mi cuidadora y le pedí salir a la calle (no existían los teléfonos móviles como ahora) para acercarnos a una cabina a llamar por teléfono a Cruz Roja y dar el aviso. 

Así lo hicimos y al cabo de 10 minutos, una ambulancia -sin médico- operada por voluntarios me estaba atendiendo. Yo, que era consciente de que lo que tenía era una sobredosis, estaba obsesionado por saber qué dosis era la que había en el bote, pero esas personas no podían acceder a dicha información tampoco y resolvieron con lo que su formación -o la falta de ella- les dictaba: “no creemos que estés en peligro porque la metadona la dan para curar heroinómanos, lo único que puedes tener un síndrome de abstinencia dentro de 3 días”.

Cuando escuché eso, de boca de alguien que venía en una ambulancia de Cruz Roja, me di cuenta de que carecían de formación para comprender que la metadona era un opioide mucho más potente y por ende más peligroso que la heroína, y que ni siquiera entendían el funcionamiento de los programas de mantenimiento con metadona ni la farmacología de esta sustancia. Viendo esto en quienes tenían que atender una urgencia por sobredosis de opioides, es fácil comprender esa sensación de “cura para la heroinomanía” con la que se percibía a la metadona, sin entender el mecanismo de esa “supuesta cura”


Posteriormente pasé de los “voluntarios de la Cruz Roja” y me fui en un taxi al hospital, en el que un médico me estuvo viendo y aunque determinó lo obvio (una intoxicación por opioides, metadona en ese caso) estimó, que gracias al vómito, no había absorbido una cantidad mortal de necesidad, y si bien no parecía tener necesidad de ser tratado con un antagonista (sobre todo por lo poco útil del corto efecto de la naloxona, el antídoto, que no llega a la media hora de duración en su efecto frente a las 72 horas de efectos de la metadona) necesitaba vigilancia por si evolucionase de forma imprevista. 

Me tiré 3 días -vigilado casi las 24 horas- que cada vez que me fumaba un porro (por sinergia entre los cannabinoides y los opioides), caía dormido encima de la cama sin poder hacer nada para evitarlo. Fue el colocón más largo de mi vida y el que más cerca estuvo de matarme: metadona, la “cura” para la heroína.

¿Que busco señalar al contar esto? El común error de pensamiento de que dicha “cura” es inocua o algo distinto a lo que “pretende curar”. La metadona y la heroína son -en esencia- la misma cosa y producen -en esencia- los mismos efectos, pero mientras que los de la heroína duran unas horas, los de la metadona duran varios días.

La metadona es mucho más potente, peligrosa y de difícil manejo que la heroína como fármaco (en Reino Unido, la heroína se emplea como la morfina, pero la llaman diamorfina) por su alta impregnación y duración en el cuerpo humano. Su ventaja es precisamente esa misma: la larga duración, de días, que evita que la persona tenga que “drogarse” cada pocas horas, dándole una droga que dura muchas más horas y hace esencialmente lo mismo en tu cuerpo. 

Pero recuerde esto el lector: aparte de su duración -y de que se administra en un centro y tratamiento (es pura)- no tiene ventajas frente a la heroína -mucho más segura a nivel orgánico como fármaco- sino desventajas (empezando por su duración).

Dicho de otra forma, cuando damos metadona a un adicto a la heroína, es equivalente a suministrar vodka a un adicto a beber vino, o de mantener lejos de la cerveza a una persona a base de tenerla saturada de ginebra. ¿Tiene ventajas? Sí, para algunas personas muchas porque cada caso es único y, en algunos casos, un tratamiento de mantenimiento con metadona puede ser la clave para encauzar la vida de una persona (permitirle tener horarios y vida normales, sin tener que buscarse la vida para pagarse la droga y no entrar en un doloroso "mono"), pero en otros casos no es así y no basta con ese opioide y esa pauta de administración.





Para esos casos que parecían no tener salida con los tratamientos más habituales (metadona y buprenorfina mayormente) se crearon los programas de mantenimiento con heroína, en los que la sustancia usada como fármaco es la propia heroína de manera que ir a comprar la sustancia al mercado negro, carece de sentido. De esa forma, el paciente recibe una serie de dosis controladas de diacetilmorfina (nombre farmacéutico de la heroína actualmente) de la misma forma que a otros les dan su metadona o su buprenorfina

Esos programas han sido llevados a cabo en diversos puntos del planeta, España incluida como una de las pioneras gracias al trabajo de Joan Carles March en Granada. Los resultados de los ensayos clínicos llevados a cabo con heroína como fármaco, han sido muy positivos en todos los casos donde se han permitido, y eso llevó a algunos médicos que trabajaban con adictos a opioides/opiáceos en Canadá que, igual que su vecino USA está sufriendo tasas altísimas de sobredosis y problemas con este tipo de drogas, a pedir heroína para un grupo determinado de pacientes.

Esto no pasó de la noche a la mañana. Se pidió el acceso a la heroína para 21 participantes que resultaban “adecuados” de un estudio de 202 adictos (de nombre SALOME) a los que se había estado manteniendo -en condiciones de doble ciego- bien con heroína o bien con hidromorfona inyectable, cuyo efecto es muy similar al de la heroína, que se les administraba 3 veces al día bajo estricto control médico

Aún así, desde el estudio ya concluido se pedía que se abriera el abanico de opciones terapéuticas para que los médicos tuvieran herramientas útiles, como la hidromorfona inyectable, para quienes no resultaban beneficiados por otros tratamientos. Como prueba del buen funcionamiento del tratamiento, el equipo activó una línea de rápida de teléfono para cualquier tipo de problema (médico, criminal, legal) relacionado con el estudio SALOME o cualquiera de sus participantes: nunca recibieron ni una sola llamada.

Tras el estudio, se cursaron una serie de peticiones bajo la cláusula SAP o Programa de Acceso Especial por el que los médicos de Canadá, cursando unas solicitudes que deben ser aprobadas con mucho trámite pueden solicitar fármacos que no tienen en su farmacia, cuando una condición o enfermedad ponga en peligro la vida del paciente

Los expertos médicos consideraron que el riesgo de recaída en el uso de heroína callejera, especialmente en estos momentos que la heroína les llega adulterada con fentanilo, era una condición que ponía en peligro la vida del paciente, y dieron el paso de cursar esas 21 peticiones para que sus pacientes fueran tratados con heroína farmacéutica o diacetilmorfina.

Y aquí llegó el problema. Esas peticiones, de largo trámite, repentinamente fueron aprobadas por la maquinaria burocrática de Canadá: se iba a dar heroína -como tratamiento de mantenimiento no experimental (eso es importante)- a 21 pacientes

Los departamentos del ministerio sanitario del país dieron curso a la petición, tras comprobar los requisitos, y entonces ocurrió lo que no es sencillo de entender sin una aproximación “moralista e ignorante” por parte de sus principales actores: la entonces ministra y actual jefa de la oposición -Rona Ambrose- bloqueó el acceso a la heroína farmacéutica como tratamiento, haciendo una modificación en la ley de manera que esa sustancia no pudiera utilizarse.

¿Quién es una político para tomar una decisión médica, contra sus propios expertos? La dama en cuestión es la bulldog del partido conservador por aquellos lares -ahora en la oposición- que antes de irse del convento, como dice el dicho, se cagó dentro. Le quedaban unas semanas para tener que dejar paso al nuevo gobierno de Justin Trudeau, y con un par de ovarios emitió una declaración que textualmente decía: “El primer ministro [Harper] y yo no creemos que sea actuar en beneficio de quienes sufren adicción a las drogas, darles las propias drogas a las que son adictos.”





¿Y qué culpa tienen los adictos, los participantes en los ensayos médicos, los doctores y los expertos en este área de que tú -y el primer ministro conservador de turno- creáis algo que sólo demuestra que sois completos ignorantes? Ninguna, pero aquí es donde colisiona la política con la ciencia: aceptar que dar heroína a una persona es un tratamiento adecuado para salvarle la vida, contradice todos los postulados conservadores contra las drogas, a través de la sustancia más mitificada y demonizada de todas: la heroína. 

Con intención de sacar rédito político, esa meapilas ignorante y su jefe, quisieron dejar una piedra prohibicionista que alargase la interminable agonía de la guerra contra las drogas, incluidas para su uso médico; les dio igual que por medio se llevasen las esperanzas de 21 enfermos de recibir un tratamiento correcto y que les evitase entrar en situaciones que pusieran en peligro sus vidas.

De esas 21 personas privadas de lo que sus médicos creen que es su mejor opción, 5 de ellos se decidieron a demandar al estado por bloquearles el acceso a la heroína farmacéutica como medicación necesaria en un trastorno que les pone en peligro real de muerte. Y este es el punto en que se encuentra el intento canadiense de iniciar el tratamiento de mantenimiento con diacetilmorfina, a pesar de que es un fármaco sobradamente conocido y con menores riesgos a nivel farmacológico y claras ventajas en el proceso de adicción a opiáceos frente a la metadona. 

Son cinco adictos crónicos, refractarios a otros tratamientos, que no quieren morir un día de un mal chute. Y esto es lo que les exige el sistema, tener que demandar al estado para que -un día, que deseamos cercano- su médico les pueda decir: 


"No sufra más,
yo te receto heroína."


Este texto fue publicado en Cannabis.es originalmente.


sábado, 25 de agosto de 2018

Tramadol: el opioide terrorista.



Hace unas semanas ahora, aparecía en las páginas de la “prensa seria” un artículo -publicado a nivel internacional- en el que se vinculaba al grupo terrorista islamista “Boko Haram” con el uso de una droga en concreto: el tramadol. Por supuesto, entre la información que el artículo ofrecía había las habituales incorrecciones técnicas (como referirse al tramadol como un opiáceo y justificar sus efectos en base a eso, cuando en realidad es un opioide sintético) y exageraciones de todo pelo, que son la norma cuando la prensa generalista aborda estos temas.




Los titulares de los medios, buscando repercusión, le dieron el enfoque más chillón posible: “la droga de Boko Haram”. Titular tendencioso, al intentar representar una relación entre ese grupo y dicha droga, cuando la realidad es que el tramadol es una droga de uso común en la zona de África en la que se encuentra este grupo terrorista (como otra gente, que nada tiene que ver con el terrorismo) debido a que no existe fiscalización internacional sobre ella.

Dicha presentación intenta fijar en la gente la idea de que esos terroristas y milicia organizada en ocasiones, se enfrentan a la muerte y a sus acciones embalsamados en una droga que se quiere hacer ver como parte del problema, como una forma de explicar “esa locura asesina” que se nos vende desde los medios. Y no es así...

¿Por qué tramadol y no otras drogas?

Que los miembros de “Boko Haram” usen tramadol, en una zona en que todo el mundo lo usa por ser un analgésico “efectivo” -en comparación a ibuprofeno y paracetamol, no opioides- pues no resulta una gran exclusiva. Lo usan ellos, y lo usan quienes les combaten: es una cuestión de las drogas que existen disponibles en una determinada área. Para comprender por qué esa sustancia y no otra, y los riesgos derivados de ese uso, hay que echar un poco de vistazo a la historia reciente de la guerra internacional contra las drogas.


Los tratados de fiscalización de narcóticos y estupefacientes (como se solía llamar a las drogas en aquellos momentos de la prohibición) del siglo XX se centraron sobremanera en el opio como fuente natural de drogas, como la morfina de donde fabricar heroína posteriormente. Ese miedo desaforado por la heroína (que no es más que una morfina menos pesada y más ligera) llevó a forzar a los países a sancionar el cultivo de la amapola del opio. 

En África, el uso del látex de opio o de la planta en seco, ha sido la forma tradicional de lidiar con el dolor más que una fuente de “colocón” y el uso apropiado siempre fue la norma sin que existiera fiscalización sobre dicha planta (Papaver somniferum).




Al ir aceptando los gobiernos africanos los tratados sobre drogas (por la cuenta que les trae o les cerraban el grifo económico) se fueron quedando sin el recurso natural contra el dolor y, aunque aún es factible encontrar opio y flor seca de opio en África, las restricciones al comercio legal de estos bienes acabó derivando a los ciudadanos al uso “civilizado” de las pastillas en lugar de al uso de la planta que conocían de siempre. 

Algo similar a lo que ocurrió en China, durante las mal contadas “Guerras del opio” en las que se inundó el área de morfina y jeringuillas hipodérmicas mientras se prohibía el cultivo de la planta a los ciudadanos. La morfina, en aquellos lares, llegó a recibir el apelativo de “el Opio de Cristo” ya que su uso llegó con las manos de los misioneros que buscaban evangelizar la zona. Se percibía como más científica y propia de una civilización más evolucionada, dentro de esa corriente que -tras el descubrimiento de la aguja hipodérmica- sólo quería polvitos para meter en inyecciones, como muestra de su superior avance tecnológico.

En un principio, el único opiáceo fácilmente accesible que quedó en esos mercados africanos (también en España hasta hace poco), fue la codeína -otra variación natural de la morfina- de los jarabes contra la tos. Pero el uso desmedido que se le comenzó a dar recientemente por grandes grupos de jóvenes y adultos en condiciones de pobreza y miseria (de la misma forma que otros grupos han usado y usamos el alcohol) hizo que se fiscalizase más durantemente también. 

¿Qué quedaba tras eso? Pues nada en la naturaleza, que fuera equivalente, y entraba la química en juego: ya no era un opiáceo sino un opioide (compuesto de origen sintético que tiene afinidad por los mismos receptores que los opiáceos) lo que venía. Era el tramadol.

El tramadol es un opioide sintético creado por Grünenthal (los de la Talidomida, que crearon miles de deformes y abortados) en la “Alemania del Este - RFA” en los años 70, y comercializado allí en 1977. ¿Por qué? Desde el final de la segunda guerra mundial, y antes, se buscaban compuestos que tuvieran acción sobre el dolor de la misma forma que los opiáceos, pero sin necesidad de depender de los suministros de opio de terceras partes. El tramadol era sintético y se podía producir a demanda. Sus efectos parecían ser suaves comparados con los de la morfina: apenas tenía 1/10 parte de su potencia, y eso lo hacía manejable para más indicaciones. Y además, caía fuera de todo tipo de fiscalización internacional sobre drogas.

Prometía ser un best-seller en una época en que se dificultaba el acceso a los opiáceos más tradicionales. Y lo fue durante un tiempo, también en España, que se podía adquirir sin receta ni demasiadas preguntas como ocurría con la codeína hasta hace un lustro. El problema es que el nuevo medicamento, como ocurrió con los tremendos efectos secundarios de la talidomida, traía una parte que no se conocía en sus acciones. El tramadol no sólo “afectaba” al sistema endógeno opioide con el que se controla el dolor en el cuerpo, sino que afectaba también a ciertos neurotransmisores como son la serotonina y la noradrenalina, que regulan funciones esenciales en los mecanismos del ánimo, percepción, deseos, emociones, razonamiento y sueño; afectaba mucho más que un opiáceo a la psique humana.

De hecho, el tramadol podría definirse como la extraña criatura nacida de un opioide sintético y un antidepresivo como el Prozac (inhibidor de la recaptación de la serotonina), todo en la misma molécula

¿Esto es un problema? Pues sí, y muy serio; imagina que cada vez que sientes dolor y tomas una aspirina o un ibuprofeno, tomases a la vez una dosis de Prozac con todas las consecuencias de algo así. En un uso puntual, no debería ser un grave problema, pero en el uso crónico -por su efecto pseudoantidepresivo- te puede dejar la cabeza como una grillera (conocemos ya alguna mente tarada por el tramadol) si no la tenías ya de antes.

No sólo funciona como un opioide, provocando dependencia física, sino que también lo hace desajustándote la cabeza, hasta el punto que está prohibido su uso en personas con problemas mentales y tendencias suicidas, ya que las  aumenta en sujetos con morbilidad previa.



¿Por qué vender algo tan tóxico vs. otros fármacos?

Pues como ya he explicado, por una concepción moral y proselitista de la política de drogas: al estar bajo la lupa los derivados del opio, estos otros venenos se escapaban del control y eran prescritos como en otro tiempo se hubiera prescrito la codeína para la tos o el opio para el dolor. Los médicos no querían problemas, los farmacéuticos tampoco, y tener que recetar fármacos fuertemente fiscalizados (como la morfina) es tedioso y puede resultar en problemas para el prescriptor. El tramadol parecía contentar a muchos ya que venía a ocupar el hueco de algo que había sido prohibido, pero con unos daños orgánicos y costes mucho mayores.

De no ser por la guerra contra las drogas, el tramadol nunca hubiera llegado al mercado farmacéutico, debido a su perfil mitad opioide mitad antidepresivo.


¿Puede el tramadol explicar algo de Boko Haram?

Pues no. No más allá de comportamientos equivalentes al abastecimiento de tabaco y alcohol en nuestros ejércitos. La zona de influencia de estos grupos es una zona de mayoría islámica en la que el alcohol ha estado siempre sancionado, así que los momentos de relajación que aquí se pasan tomando unas copas, allí han de buscar otros vehículos psicoactivos, como puede ser cualquier fármaco psicoactivo al que puedan tener acceso. La cocaína es muy cara, y si la ven por allí no es para consumirla sino para traficarla hacia el norte de África. La anfetamina, se va a países con mayor poder adquisitivo. Salvando la excepción de algunas plantas psicoactivas que hay en distintas zonas de África, de forma reducida y local, lo único que les queda es colocarse con pastillas baratas todavía legales.

Y ahí, ocupando el hueco de un analgésico de acción opioide, está el Tramadol que se vende sin ningún tipo de prescripción ni control, por no estar fiscalizado en esos países.



¿No sientes miedo ni dolor si tomas tramadol?


No. Esto es totalmente falso. El efecto del tramadol es, en primera instancia, el mismo que el de la codeína con respecto a la potencia por peso, dejando a un lado los efectos “psíquicos” sobre los neurotransmisores mencionados. Te alivia el dolor, te ayuda anímicamente a soportar lo negativo, y hace las sensaciones duras del entorno, menos duras. ¿En qué grado? Pues si lo usas con cierto punto de normalidad, en un grado medio, y si lo usas de una forma abusiva buscando evadirte de tu realidad, dependiendo de tanto como tomes. Pero pasando de una dosis media para una persona con tolerancia, el efecto será similar al de una dosis fuerte de opio, y eso te incapacita para estar de pie y correr, y para todo lo que no sea “vegetar”.


¿Tiene sentido ir a la guerra colocado de tramadol?

Pues en el lado práctico del asunto, no. Sería como ir a la batalla borracho: sólo disminuyes las posibilidades de salir bien parado. Y sólo lo podrían hacer, sin fracasar de entrada o volarse la cabeza ellos mismos, quienes estuvieran acostumbrados a estar ebrios o colocados, como estado habitual. Cierto es que, frente a las atrocidades que se ven en la guerra y en el terrorismo, el alcohol o los opioides pueden ser mejor para algunas personas que enfrentarse a todo eso sin ninguna ayuda. Pero en cuanto a sustancia con utilidad para la batalla o el asesinato, son precisamente las menos indicadas; tiene mucho más sentido usarlas posteriormente para procurarse cierto descanso psíquico y facilitarse el reposo.


Algo de historia sobre el uso de drogas y los ejércitos.

Vincular sustancias psicoactivas y leyendas sobre ejércitos no es nada nuevo. La palabra asesinoen nuestro idioma, deriva de “hashís”. Hace unos siglos una secta dirigida por un hombre al que llamaban “el viejo de la montaña” realizaba asesinatos por encargo, y esa secta era llamada “los del hashís” porque esta era la recompensa y la forma de convencer a sus sicarios para ir a la guerra: les suministraba hachís en dosis altas, de manera que les hacía sentir que iban al paraíso y en ese estado acababan siéndole fieles (por el hashís, sí, pero también por el dinero, la seguridad, la alimentación, los privilegios) y obedeciendo sus órdenes para seguir en el grupo. 

Sin embargo, no es infrecuente ver explicado ese hecho en base a supuestas propiedades farmacológicas del hashís, que harían a cualquier simple persona que lo tomase, una máquina de matar sin miedo ni dolor. Seguro que todos habéis visto fumar hashís... ¿os parece que el estado que provoca sea compatible con una batalla a vida o muerte? Pues eso, más sentido común y menos especulación alocada, por favor.

Ciertos vikingos tomaban -supuestamente- un preparado de Amanita muscaria, seta psicoactiva, para entrar en un trance destructivo sin igual, en el que matar era lo más básico. Yo y otros miles de personas hemos tomado esa seta, y sus efectos psicoactivos no recomiendan entrar en batalla, si no es dentro de una cama. El primer efecto es una embriaguez similar al alcohol, luego un intenso estado de sopor, y luego si uno supera esa fase, una supuesta fase de sentidos aumentados y alteraciones visuales (macropsia y micropsia). No parece muy adecuado para ir a buscar bronca, pero ahí está la leyenda.

Un caso real de uso de opiáceos y/o opioides combinados con otras drogas en la planificación real de una contienda militar ocurrió con las DivisionesPanzer que Alemania lanzó en la II Guerra Mundial, que iban sostenidas en su despliegue con anfetaminas para estimular, quitar el hambre y el sueño, y opioides para quitar la sensación física de dolor, así cómo disipar ansiedad y tensión. La combinación de estos dos fármacos les permitió avances nunca vistos en velocidad de despliegue, pero pronto pudieron comprobar que las ventajas de la anfetamina se convertían en desventajas cuando se superaban 2 ó 3 días de uso mantenido (el deterioro mental y cognitivo es muy grande y no se repara mientras no se descanse adecuadamente y exista una alimentación correcta).

También en España durante la Guerra Civil se usaron generosamente, importadas desde Alemania desde el año 1932. Ninguna guerra ha sido ajena a la búsqueda de remedios que aumentasen la vigilia y atención, la resistencia o la moral de las tropas.

Sin embargo, la anfetamina (dextro-anfetamina o su forma racémica) sigue siendo unade las herramientas de uso puntual de varios ejércitos, como el deUSA, quienes facilitan unas dosis de anfetaminas a sus pilotos cuando salen en una misión, para favorecer su resistencia, aguante y concentración. Una dosis adecuada, para no convertir a sus pilotos en kamikazes que se lancen contra los objetivos hasta la muerte, como ocurría con los pilotos japoneses en la II Guerra Mundial, empapados en anfetaminas

A mi madre, en el año 1963, se la ofreció una monja para ayudarla con los exámenes (esta religiosa usaba anfetaminas para prepararse la carrera de Pedagogía), ya que era normal en España usarla así y no tenía estigma de ningún tipo. De una forma muy similar al dopaje intelectual en USA hoy día con el Adderall.

Todos los ejércitos del mundo, siguen a día de hoy, la búsqueda de fármacos y aplicaciones que les den ventaja en el escenario de batalla. La farmacología y otras áreas, son sólo algunos de los caminos a usar.

¿Y qué hay de cierto en lo que se dijo del Captagon, la droga con la que ISIS mataba sin sentir empatía?

Otro caso similar e igualmente falso. El Captagon no es más que el nombre comercial de un antiguo compuesto, fenetilina, en cuya molécula iban una de anfetamina y una de cafeína unidas, y se liberaban ambas dentro del cuerpo humano. Esto lo hacían de esta forma porque la cafeína, además de estimular, alarga la eliminación de las anfetaminas (duran más)




Y su efecto, es el mismo que si uno de nuestros niños occidentales que toma Elvanse (dextro-anfetamina con lisina a 120 euros 30 pastillas en la farmacia, prescrita para el síndrome de hiperactividad y déficit de atención - TDAH) y un café. O el mismo del speed hispano, que es anfetamina y cafeína, a 20 euros el gramo.

No es que ISIS tuviera una preferencia por esa droga, es que esa es la droga estimulante que hay en ese entorno y que se usa como ayuda en su labor, por sus efectos. 
Culturalmente es la que conocieron, y ahora sus mercados negros siguen produciendo pastillas falsas de Captagon, que son meras mezclas de anfetamina y cafeína. Es el equivalente a la anfetamina de los alemanes, o a la de los pilotos japoneses y norteamericanos, sin mayor diferencia. Si ISIS estuviera localizado en Asia, usaría “yaa-baa”o metanfetamina pura, que es lo que allí hay.


¿Por qué esta información tendenciosa en prensa?

Pues porque la prensa no tiene ya un interés informativo ni formativo, lo tiene competitivo. Se compite por ver quién genera el mejor titular (aunque viole la verdad), por quién obtiene más lectores y quién consigue mayor influencia.

A la prensa nunca le han interesado los lectores bien formados que puedan cuestionar sus historias, y en España por desgracia, tras años de inquisición farmacológica y oscurantismo, la prensa sigue usando a las drogas como el aderezo del hombre del saco. Son las drogas las que aparentemente explican cosas inexplicables, ya que esas sustancias tienen el poder de hacer que las personas pierdan su voluntad y capacidad de decisión... nos repiten incansables. Y quieren que creas que, por el mismo fármaco que tiene tu abuela en casa o que le prescribieron a tu madre cuando tuvo aquella caída, las personas pierden su ser y se convierten en monstruos asesinos sin conciencia ni sentimientos.

Y tampoco es de extrañar esto, ya que durante muchos años se ha usado el consumo de drogas y/o alcohol como un atenuante o incluso eximente en agresiones, robos, violaciones y asesinatos, como si por haber tomado una sustancia quedases “sin responsabilidad” por tus actos; cuadra perfectamente con el concepto de droga que mucha gente tiene aún, por el cual es incompatible el consumo con el libre albedrío del individuo.

No quiero cerrar este texto sin una alusión a un caso que alguno recordará aún: la parricida de Santomera, Francisca González. En el año 2002, esta mujer mató a sus dos hijos menores (de 4 y 6 años de edad) asfixiándoles con el cable del teléfono, sólo para hacerle daño a su pareja.



La parricida en el entierro, momentos antes de ser detenida. 


En la declaración inicial antes la policía, dijo que lo habían hecho unos extraños que entraron en la casa, y mantuvo esa versión hasta ser detenida durante el entierro de sus hijos. Entonces la historia se reformuló y la asesina, escudándose en un supuesto consumo de 5 gramos de cocaína, dijo que no recordaba nada y que no era capaz de diferenciar realidad y alucinaciones por culpa de la cocaína y el alcohol. Y de pasó culpó a su marido de haberla iniciado en el consumo y de traficar con drogas.

De nada sirvió, fue condenada a 40 años y ha tardado 14 años en disfrutar del primer permiso penitenciario. Dicen que ya asume su crimen...


Flaco favor es el que nos hacemos como sociedad si nos creemos estas mentiras por las que buscan convencernos que de ciertas sustancias tienen la capacidad de arrebatarnos la voluntad. El mismo flaco favor que nos haríamos como sociedad si damos pie a quienes usan drogas -alcohol o tabaco incluidos- o se involucran en comportamientos adictivos sin sustancias -sexo, juego, adrenalina por riesgo- para justificar así (como falsas víctimas de una sustancia o acción que les roba el albedrío) sus comportamientos.

El derecho a usar drogas es un ejercicio de nuestro derecho como individuos y hunde sus raíces en el mismo lugar en el que se gesta la responsabilidad (accountability en inglés) derivada de nuestras acciones.

Dejemos de usar las drogas para justificar los monstruos que surgen de la condición humana.


Este texto fue publicado en Disidencias