domingo, 14 de mayo de 2017

¿Por qué me llaman SOCIO cuando quieren decir CLIENTE? La mentira de los CSC.

No pensaba yo a estas alturas -en lo personal y profesional- que fuera a tener tiempo para dedicarle al blog, al menos de forma exclusiva (con textos no publicados ya). Pero a la fuerza ahorcan, y aunque no tengo tiempo, he ido aprendiendo que por mucho que te digan que puedes escribir con libertad de cualquier tema, eso -simplemente- no es cierto.

Bueno, puedes escribir con la libertad que te salga de los cojones.
Y luego está "su libertad" de publicarlo o no.
Pero no se trata del estilo, del buen gusto a la hora de escribir, de que se aporten datos y no especulaciones, ni nada de eso. Se trata de algo que nada tiene que ver con todo eso y resulta una norma "no-escrita", pero muy real:

"No debes escribir cosas que molesten -aunque digas la verdad- a mis amigos y socios comerciales, no porque me importe mucho lo que piensan o hacen -de hecho creo que tienes toda la razón en lo que dices- sino porque hacen que suene el teléfono de mi casa, o si no consiguen nada conmigo, el del jefe/a y, recursivamente, el mío de nuevo."

Y hoy, voy a escribir una de esas cosas que -parece ser- no le gustan demasiado a algunos trepas y lobbistas emparejados, y suelen hacer sonar teléfonos de directores, editores, políticos y jefes de prensa de partidos políticos -si hace falta- para comentarles lo malo y peligroso que yo -DROGOTECA- puedo ser, en prevención de que haya contado algo que no debía contar a alguien a quien le estén ya contando sus mentiras.

Así que ahí vamos, y a ver a quién llamáis ahora.
:))





¿Por qué me llaman SOCIO,

cuando quieren decir CLIENTE,

en los puntos de venta de cannabis

conocidos como CSC?



Para empezar, un "disclaimer": yo no tengo más interés que el AUTOCULTIVO, no pertenezco a empresa alguna, no rindo pleitesía ni a dios ni al estado ni a nadie, y me la pela mucho todo lo que puedan decir de mí.  Nadie me paga por escribir esto, y lo hago de forma libre y voluntaria.

Pertenezco a varios CSC o Clubs Sociales de Cannabis (en mi ciudad y en otras de toda la península), que en su mayoría, no son sino tapaderas para la venta de cannabis y variedades escondidas bajo la Ley de Asociaciones. Son la nueva cara (amable) del mercado negro, pero con muchas más ganancias: la yerba en la calle no pasa de 6 euros y en los CSC puedes pagarla a 10 euros por gramo. El hashís en la calle lo puedes encontrar desde 4 euros, y en los CSC puedes pagar hasta 13 euros por gramo (**actualización 26 mayo 2017).

Al mismo tiempo, soy autocultivador desde hace unos 25 años, y aunque ocasionalmente compro (porque la compro, aunque te hagan decir que "la retiras") alguna variedad para probar novedades, y en el caso del hashís (algunos de ellos con un nivel de refinamiento exquisito, como el precio) por ver qué cosas nuevas hay en el mercado.

Hay dos grandes tipos de CSC en España. El tipo "social" que digo yo, que compran el cannabis y los derivados (extracciones como el BHO, DHO, Shatter, Budder y ROSIN que llegan a valer 120 euros por gramo) a la gente de la zona y a ocasionales traficantes, de manera que "al menos" su beneficio redunda en el medio en el que se mueven.

Al menos, esos CSC "sociales" dan trabajo a los cultivadores de cannabis locales, permitiéndoles un cauce de venta en el que ganan menos (el precio de compra suele ser el 50% del precio que vayan a marcar para su venta en el CSC) pero se evitan tener que andar tratando con mil personas distintas, con los problemas de seguridad que eso conlleva.

El otro modelo, es el CSC "con central". Es decir, es un CSC montado por gente profesional, que les dan el know-how y todo el material -cannabis, marihuana y derivados- que van a vender en ese lugar. Y el trato es así de simple: "tú me compras sólo a mí".

Eso, en empresa, se llama FRANQUICIA. Esos CSC no son sino franquicias de una organización que gestiona -obviamente- grandes cantidades de cannabis, hashís y derivados y que venden a toda España en sus puntos de venta franquiciados: los CSC "con central".

En ambos casos, estos lugares están montados bajo la ley de asociaciones 1/2002 que es una Ley Orgánica reguladora de este derecho esencial. Es decir, están montados como si aquello fuera una club de amigos, o de personas con un interés común y que aportan todos en parte proporcional para sostener la asociación y su función declarada (todas tienen una).

Por supuesto esta ley, regula las asociaciones sin ánimo de lucro, cosa que -de entrada- ya provoca una carcajada cuando hablamos de CSC que, en sus mejores momentos en la zona catalana, tenían decenas de miles de socios (clientes: 18.000 una de ellas), y decenas de cuentas bancarias con decenas de miles y miles de euros. SIN ÁNIMO DE LUCRO.... xD

Está claro que NADIE curra gratis.
Está claro que NADIE se juega una petición de 22 años de cárcel, por amor a una asociación.
Está claro que NADIE de los que allí vamos A PILLAR, cree estar en una asociación, salvo en el nombre.

Cuando vamos A PILLAR, porque a los CSC se va a pillar (aunque usen el eufemismo que se quiera), no tenemos ningún tipo de derecho de decisión sobre el lugar, quién lo dirige y gestiona, los precios, las compras, cómo se lleva, las cuentas de cada año, etc....

Cuando vamos a PILLAR a un CSC, vamos exactamente igual que a pillar a un camello: aquí tú solo pagas y punto, y si no te gusta, te piras.

¿Somos socios?
Claaaaaaro, yo tengo varios carnet de CSC en los que pone que soy socio, pone mi número de socio, pone mi cara y mis datos. ¿Eso no es ser socio o qué?

No, no eres socio de nada.
Simplemente te llaman socio porque es una tapadera legal.



Los socios en cualquier asociación, AL MENOS UNA VEZ AL AÑO, pasan una cosa que se llama "Asamblea General" y que es el órgano asociativo de mayor poder: si en la "Asamblea General" de tu CSC, la gente vota que a partir de ese día lo van a llevar otras personas, legalmente pueden hacerlo y la ley les ampara y defiende.

Esa es la Ley de Asociaciones bajo la que están metidos estos camellos, camuflados como clubs. Los órganos directivos se han de votar cada año, se han de ratificar las cuentas (qué se ha gastado, y qué se ha ingresado, y cómo.....) y se ha de votar TODO AQUELLO QUE CUALQUIERA PROPONGA, les guste a los "dueños del chiringuito camello" o no.

Pero, como la mayoría podréis comprobar, aunque seáis socios de un CSC, no os respetan derecho alguno como socios: de hecho, usan ese falso nombre para proteger su negocio, que es venderte cannabis.

¿Has asistido a alguna asamblea general en un CSC?
Yo conozco un grupo de gente que sí:
una vez vieron una "Asamblea General" en un CSC.

La cosa fue así: llegó uno de los que allí trabajan y dijo que "iba a venir un abogado a dar una charla". Acto seguido repartió porros a todos los presentes -totalmente gratis- y el mencionado "abogado" dio una charla. Cuando pregunté a los presentes si alguno de ellos, era capaz de decirme una sola cosa que se hubiera dicho en esa charla, la respuesta fue unánime: "Ni de coña!! Estábamos todo ciegos y ellos sólo querían que firmáramos no sé dónde. A nosotros mientras nos regalen los porros....nos da todo igual!!"

Claro, a esos CSC también acuden personas con formación como para darse cuenta de lo que está pasando, como otros abogados o personas realmente implicadas en asociaciones de verdad, donde las cosas se votan y no son tapaderas para vender cannabis de forma pseudo-legal. Y casualmente, ayer, hablando con uno que acude a uno de los CSC donde yo acudo, me dijo:

"Cuando me hice socio, pedí ver los estatutos:
me dijeron que no se podía, que no estaba permitido."

¡¡¡Con dos cojones!!!
Te haces socio de una asociación que... NO TE DEJA VER SUS NORMAS!!

Claro, como me dijo él: "De haber querido tocar los cojones, me hubiera ido al registro autonómico y hubiera pedido los estatutos y todos los datos, junto con una denuncia de que se niegan cumplir la Ley de Asociaciones pero yo sólo quería UN SITIO FIJO DONDE PILLAR, SIN TENER QUE ANDAR LOCALIZANDO OTRO CAMELLO, porque estos están siempre y siempre tienen material."

Es decir, la gente vende sus derechos con tal de poder tener un camello con tienda y horario fijo.

Alguien se preguntará...
¿si la "Asamblea General" es el máximo órgano de cualquier CSC, por qué no sabemos nada de él?


Simple.

Los responsables de la arquitectura legal de estos puntos de venta CSC no quieren que lo sepas (eso llamado abogados) porque se dieron cuenta de que si alguien aplicaba la ley de asociaciones, los socios (en teoría, y CLIENTES en realidad) podían dar un "golpe de estado legal" y quedarse con él y su control, así como con todo su dinero y con todo lo que contuviera, así que la orden que se dio fue la de "no hacer asambleas generales" y falsificar dichos registros con firmas de personas de confianza. Esto es el método más usado a día de hoy.


Otros CSC, los de tipo "social", y que NO están organizados en torno a una CENTRAL DE ARQUITECTURA LEGAL Y ABASTECIMIENTO DE CANNABIS, han procurado tener en cuenta este punto, ya que es la pieza clave que les puede tirar cualquier CSC abajo, y lo que hacen es obligarte a firmar una "cesión de voto para la Asamblea General".

¿QUÉ? ¿Una cesión de voto OBLIGADA para poder hacerte socio/a? Pues sí, y de esto doy fe personalmente ya que he podido ver el documento que les hacen firmar (conmigo prefirieron no intentar que lo firmase). Con eso, y con no avisar de forma "adecuada" a todos los socios (en caso de que se intente "simular" una asamblea general), mas echar media horita y esperar a que en 2ª convocatoria (normalmente unos 30 minutos después de la 1ª) haya "quorum" legal para poder tomar las decisiones que quieran, está todo hecho. Si a una asamblea general mal convocada, se presentan (en el mejor de los casos y supuestos) 10 personas, no tienen nada que hacer contra 50 cesiones de voto en la mano del "dueño del CSC". Nada....

Así que dichos CSC no son sino "la cara amable del mercado negro del cannabis", en unos casos organizada con una central que les abastece y da cobertura y en otros casos de forma más casera.

Pero son empresas realmente. Son empresas en las que hay trabajando (con contrato legal en muchos casos) mucha gente, y que han llegado para quedarse: la inversión que hay en algunos CSC, sin contar el cannabis que venden, es realmente tan grande y seria como la que se hace para montar y hacer funcionar un negocio de hostelería.

Y no va desencaminada la comparación; hace pocos días, hablando con el dueño real (el que pone la pasta y no aparece en ningún papel) de un CSC (al que un amigo mío le estaba vendiendo -en ese momento- un kilo de marihuana) cuando le comenté lo "durilla" que se estaba poniendo la cosa en los últimos meses, me contestó sin el menor atisbo de preocupación: "no me preocupa la policía y lo tontos que se pongan. Si caen estos [los currantes en el CSC] pondré a otros y listo, porque el objetivo ahora no es ganar dinero siquiera, sino mantener el CSC abierto hasta que llegue la regulación. Entonces sí que vamos a ganar dinero..."


Es decir, que existe un enorme negocio montado sobre el cannabis y su venta es algo innegable. Pero que esos CSC que son la cara oculta del mercado negro, quieren hacernos creer que ellos no son mercado negro ni camellos, es un juego de palabras que esconde aviesas intenciones.

Al menos, los camellos que he conocido toda mi vida, tienen un orgullo por su trabajo (e incluso por hacerlo bien). No pretenden escudarse detrás de asociaciones, minando el sentido real del asociacionismo. Asumen lo que son con orgullo -camellos- y con el orgullo de que a pesar de la proliferación de CSC y Clubs de venta de cannabis, todavía ellos tienen mejor material y mejores precios.

Y no es de extrañar: la regulación multiplicará los precios por dos, como mínimo, y si se realiza sin que el autocultivo sea la base del proyecto, conseguirán asegurarle el negocio al narco, que ahora se llama CSC y va de empresario-asociacionista.


Las cosas por su nombre.

Y no, no eres socio de nada: 
eres un puto cliente, 
así que pon la pasta y lárgate.


PS: Aparte de este tema, quiero señalar que me preocupa la cantidad de "autocensura" que estoy viendo en el mundo del cannabis, especialmente en las Redes Sociales como Twitter. Hay mucha gente que no está de acuerdo con la PNL traidora que abandonó al autocultivo y nos intentó vender, del grupito de Ciudadanos con el cuento de la "Juana de Arco cannábica". Otros muchos que no lo está con la ILP vergonzosa y traidora, que pretende -también para favorecer el mercado de los CSC- que no podamos cultivar en nuestra casa -un derecho ya establecido incluso por el Supremo- sin estár registrado por la policía.

La cosa es que a aquellos que opinaban contra la PNL fraude de "los falangitos y la pareja lobbista", fueron represaliadados en las redes. A algunos se les difamó, a otros se les bloqueó, a otros se les increpó y se pretendió hacerles quedar como si fueran enemigos del cannabis.

Incluso se han elaborado listas de "personajes non-gratos" conteniendo a los que no apoyamos opciones que no nos convencen (ellos las apoyan porque les va la $$$ en ello, para algo son lobbistas) a los que se acosa en el momento que expresan una opinión que no le gusta a la abeja reina o a algún otro zángano cercano.

Es una pena ver una red como es Twitter, que está para expresarse y que se nos escuche, llena de candados (cuentas privadas) que se han tenido que poner para que estas personas -que piensan diferente a lo que estos grupos organizados con dinero del extranjero quieren- puedan seguir usando las redes sin sufrir el acoso de cuentas falsas, haters y otros entes (¿también pagados con el dinero que os dan de fuera?).

Yo jamás me pondré un candado en mi cuenta, aunque entiendo que la presión, insultos, difamación, imputación de falsos delitos y todo tipo de despropósitos, no son fáciles de aguantar...

Vosotros haced lo que queráis, pero a mí no me callan ni muerto.


A por ellos, que son pocos y cobardes.
Drogoteca.


** He actualizado el precio que ponía (12 euros gramo de tope visto), ya que he comprado un hash -delicioso- a 13 euros el gramo. Delicioso, pero a 13 euros el gramo............. :P




La segunda parte, final, de este texto la podéis encontrar aquí:
http://drogoteca.blogspot.com/2018/06/tu-compras-cannabis-al-mercado-negro-la.html 

domingo, 7 de mayo de 2017

Ballena azul, reto paracetamol y otras mongoladas de la prensa

Este texto fue publicado en la revista VICE cuando ciertos medios en el extranjero empezaron a difundir información sobre un supuesto reto que consistía en tomar paracetamol hasta casi matarse (lo cual es sencillo, hace falta poco) y que en realidad era una invención de los propios medios, como siempre ávidos de noticias chorra y clickbait.

Lo mismo que ha pasado hace unos días en España con el supuesto reto de la ballena azul: aquí hay niños a los que les hace falta un buen tortazo, padres que no deberían tener la potestad y editores que son responsables de difundir ideas que, por desgracia, entre adolescentes movidos por las redes sociales, tienen su público. Lo mismo ocurre con las noticias escandalosas que llevan mezcla de hechos reales e inventados, como el inefable karkubi al que el más inefable Lucas de la Cal ha rebautizado como "pastilla roja" relanzando sus cuentos en prensa. Una desgracia como otra cualquiera.

Esperamos que os guste.


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El “Reto Paracetamol” puede matarte pero, ¿es real?

Tenemos prisa. Mucha prisa.
El consumo de noticias escandalosas en los medios empieza a alcanzar proporciones epidémicas, empujado por un público que ya no lee en profundidad sino que rasca la superficie rebotando de un titular curioso a otro titular más llamativo aún. Eso ha generado una cultura del "todo vale" en algunos medios del Reino Unido que, sumada a la guerra contras las drogas -en la que todo vale-, está dando rienda suelta a las fantasías más estúpidas de algunos "periodistas". La última es el "Reto Paracetamol".
De primeras no llama mucho la atención; con ese nombre me suena a promoción de medicamento, como si fuera pasta de dientes o un yogur para ir al WC como un reloj. Pero es "la nueva locura entre adolescentes" descubierta por los medios de UK. Descubierta y redescubierta, porque a la primera no se explotó bien el asunto.
El "Reto Paracetamol" o #ParacetamolChallenge es una leyenda urbana de reciente creación. En este caso, como en el de otros conocidos hoax, se alerta a los padres sobre comportamientos peligrosos de sus hijos en edad escolar. En España, hace unos años, circuló con fuerza una leyenda urbana sobre niños de escuela consumiendo LSD en pegatinas con una estrella azul, que incluía hasta un informe -falso- de un médico de un servicio de pediatría de Sevilla. La gente suele cooperar con la difusión del mismo en base a que pretenden alertar a otros de un mal que acecha a sus hijos y que tal vez no conozcan, provocando el efecto de una profecía autocumplida: creando tendencia.
Por supuesto que la historia de la estrella azul y la LSD no hizo que ningún escolar lo consumiera por la moda de la noticia: no venden LSD en las puertas de los colegios a los niños. Pero en este caso es distinto: ¿quién no tiene a su alcance paracetamol?
La cosa parece arrancar de unos comentarios de un responsable educativo de Ayrshire en Escocia, que supuestamente recibió el aviso de la policía de que había jóvenes retándose unos a otros a tomar sobredosis de analgésicos comunes a través de las redes sociales.Todo surgía a raíz de un supuesto caso de sobredosis de paracetamol en un adolescente, lo cual no debe sorprender a nadie: es la primera causa de fallo hepático por sobredosis de medicamento en buena parte del mundo.
Desde que los tabloides publican la noticia en el mes de marzo, no volvemos a tener noticia de nada semejante relacionado con el paracetamol hasta el día 5 de mayo, cuando una radio local anuncia en Twitter que va a hablar, entre otras cosas, del #ParacetamolChallenge que está poniéndose de moda en las redes sociales que usan los jóvenes. Y una policía que dice haber oído hablar de ello, les sigue la corriente. La última locura adolescente, dicen.

La cosa consiste, según cuentan, en algo muy simple y estúpido: tomar paracetamol en dosis superiores a las seguras. ¿Para qué? Para nada. El paracetamol no coloca, no produce ningún efecto agradable, sedante, estimulante o psiquedélico. No hace nada salvo bajarte la fiebre si tienes y quitarte algún dolor leve, y si lo tomas en dosis excesivas, pues destrozarte el hígado ofreciéndote una muerte segura en unos días como mucho. Según argumentan, la base del asunto es el reto en sí mismo y no la búsqueda de efectos psicoactivos, en una especie de juego impuesto por la presión grupal. Un juego similar a correr con una bicicleta contra un muro y ver quién es el último que frena -el más valiente se supone- o a reírse de cómo "los valientes" se estampan contra el muro con ayuda de sus bicis. ¿Realmente tenemos una juventud tan gilipollas? Yo creo que no. Lo que tenemos es mucho gilipollas trabajando en medios, necesitando algo que contar que atraiga incontables visitas, lectores u oyentes.
Esta última locura de adolescentes -que no parece tener base real alguna- no es una cosa aislada. Los medios crean y manipulan, convirtiendo cosas simples en supuestas tendencias que, de ser ciertas, indican que la selección natural está obrando con aceleración. ¿Recuerdas haber jugado en tu infancia a "algún juego para marearte o perder el conocimiento"? No es tan extraño, muchos hemos jugado a esas cosas en nuestros años de escuela. El que yo recuerdo haber probado, consistía en hiperventilarse en clase de gimnasia y hacer al mismo tiempo ciertos ejercicios con los brazos hasta no poder más: en ese momento te tumbabas en el suelo, estirabas los brazos y entre el cansancio provocado más el aturdimiento por una respiración poco fructífera, la sensación era que tu cuerpo se hundía en una pesada carga plomiza mientras tus brazos parecían alzarse sin peso alguno sin que pudieras evitarlo. Un juego de niños, no muy recomendable, pero que jugábamos delante de los profesores en la escuela como parte de la búsqueda de efectos psicoactivos a nuestro alcance. Por supuesto, de estos mismos juegos existen versiones mucho más peligrosas en que no se trata de hacer un sobre-esfuerzo sino de provocar la asfixia o el corte del riego sanguíneo a la cabeza, provocando la pérdida de consciencia inmediata.
De un juego así se trataba cuando los mismos medios sensacionalista inventaron -a raíz de una muerte real- la locura adolescente del mes de abril: la locura del "Dormilón" o "Sleeper Craze". El terror que recorría todas las escuelas del país, provocando que los niños jugasen a asfixiarse unos a otros. ¿Es cierto que hay niños que se implican en estos juegos? Sí, es cierto en casi todos los lugares y muchas veces provoca resultados fatales. Pero de ahí a que sea una tendencia viralizándose, en la que los jóvenes enloquecen por ahogarse, hay mucha distancia.
Aunque lo de las "locuras" cíclicas no solo llegan del mundo real. Un sacerdote de la Iglesia Católica en EE.UU. se ha apresurado a advertir que la locura de "Charlie Charlie" -sí, también locura: "Charlie Charlie Craze" le dicen- es peligrosa para quien la practique. Corre el riesgo de atraer espíritus y demonios al convocarlos sobre un papel, dos lapiceros y las palabras "SÍ" y "NO" escritas. Al parecer la cosa es tan simple como convocar a "Charlie", un ocupado espíritu, diciendo "Charlie, Charlie, estás ahí?" y a continuación preguntándole a los dos lápices cruzados si tu novio te pone los cuernos, si vas a ganar la lotería o si te vas a casar con la chica de tus sueños. Y parece ser que el condescendiente espíritu te contesta. Flipa.Sobre todo porque Charlie se supone que es un espíritu mexicano. Y porque el medio que lo publica invitaba a sus lectores a probar esa locura: en este caso era claro que no tenían ningún escrúpulo en darle bombo al estúpido juego.
En el caso del #ParacetamolChallenge existe un aspecto preocupante: dar ideas a los chavales. Muchos dirán que hablarles de drogas -en un contexto de reducción de riesgos- es también darles ideas, por darles información útil sobre cómo colocarse. Bueno, puede ser.
Desde luego la información que se facilita a los jóvenes -cuando se les forma sobre las drogas que hay en su medio- busca dar herramientas para que, respetando sus decisiones, se puedan evitar los daños asociados a consumos "poco sensatos" de drogas. Pero crear de la nada una tendencia, que se lanza el día 5 de mayo, pasan semanas sin escuchar nada al respecto, y hace dos días vuelve a resurgir con fuerza, es inmoral. Lo es porque es falsa, porque no hay adolescentes hablando del Reto Paracetamol en las redes y menos aún retándose a tomar sobredosis de analgésicos accesibles a cualquiera. Si alguien se toma la molestia de leer el hashtag #ParacetamolChallenge verá que precisamente lo que falta en él, son los supuestos protagonistas de dicha tendencia viralizándose.
No es parece creíble que haya nadie buscando ingerir fármacos sin esperar una recompensa psicoactiva por ello -aunque no esté acertado en su elección- en un contexto adolescente y nada terapéutico. Pero mezclando unas locuras y otras, no resulta descabellado pensar que en este caso los medios están induciendo una tendencia que, si se imita o si se malinterpreta pensando que dosis altas de paracetamol tienen un efecto agradable, puede acabar llegando a oídos de algún poco informado adolescente, y en ese caso acabar provocando daños reales o la muerte.
La muerte por sobredosis de paracetamol no es agradable. Y es común, bastante. En USA se producen unas 56.000 intervenciones de emergencia por sobredosis de paracetamol, de las que se derivan 2.600 hospitalizaciones y unas 460 muertes por fallo hepático agudo, cada año. Ahora imagina el resultado de jugar al Reto Paracetamol: molestias estomacales, sensación de malestar, tu hígado deja de funcionar, los metabolitos de la bioquímica de tu cuerpo dejan de ser procesados, tu hígado se muere a gran velocidad mientras caes en un estado extraño producido por toda la mierda no procesada por el hígado, sopor, picores por todo el cuerpo, delirio y movimientos incontrolados incluso durante el coma que acaba por llevarte a la muerte.
El Reto Paracetamol, además de ser otra invención de los medios, puede matarte.
No tengas duda de que tomadas de golpe, unas pocas pastillas de esa medicación presente en todas las casas, lo harán. 
Si tienes apego a la vida, no hagas tonterías.

sábado, 29 de abril de 2017

El verdugo


Hace unas semanas, pudimos ver en los medios una cierta campaña internacional para detener unas ejecuciones en Indonesia.
Ejecuciones legales, en todo lo que la palabra legal puede dar de sí, ya que se atienen a unas penas previstas en un código penal de un país soberano.
Las ejecuciones, anunciadas meses antes y ejecutadas con marcial precisión, tenían un punto de interés que otras muchas no tienen: de 8 ejecutados por el gobierno de Indonesia, 7 eran extranjeros. Así que el tema se trató con canallesca marrullería por parte de los gobiernos afectados, que se rasgaron las vestiduras e incluso hubo presidentes de estado llamando por teléfono para conseguir un indulto para los condenados. Pero de nada sirvió. No quiero decir o suponer que ninguno de los intentos que se hicieron para frenar esas ejecuciones fueran sinceros, pero era evidente que no era más que “el detalle social” en la agenda de esos días para algunos mandatarios occidentales. Indonesia hizo “lo que tenía que hacer” porque para eso se le ha enseñado que eso es lo que debe hacer.


¿Cómo enseñas a tu perro lo que quieres que haga y cómo lo que no quieres que haga? Pues con recompensas y juego si eres un buen educador, y con castigos si lo que quieres lograr es que te tenga miedo y obedezca asustado. No hablo, por supuesto, de la población castigada con dichas condenas sino de los gobiernos que las aplican sin que les tiemble el pulso. A Indonesia le hemos enseñado nosotros, los occidentales gobiernos escandalizados, a ser como es.
Indonesia es uno de esos países complejos por su geografía -cientos de islas, como la de Bali- y por su historia. Hace 70 años que les dio por declarar la independencia, en un movimiento oportuno en plena rendición de Japón a los USA tras haber soportado los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Y tras 4 años de lucha los originales colonizadores holandeses acabaron cediendo el asunto, así como reconociendo la soberanía del territorio. El héroe de aquella jugada se llamaba Sukarno y era el hombre fuerte del asunto: un líder nacionalista que iba a aprovechar la jugada de tener a una fuerza enemiga como Japón totalmente inoperativa tras la rendición a USA. Eso ocurrió en 1945 pero este “buen hombre” había llegado para quedarse, mucho tiempo, como otros dictadores de la época.
Del 45 en adelante, y especialmente tras la “rendición” holandesa de 1949 ante la presión internacional de las últimas descolonizaciones, el país se fue convirtiendo en una jaula en la que la mano dura era la política a aplicar, y se habían ido enterrando los mecanismos democráticos para dar paso al autoritarismo del “gran líder”. Sukarno supo sacar partido en las relaciones exteriores a las disputas de los dos bloques en la guerra fría, consiguiendo los favores de la China comunista y de la URSS en su política expansiva tras el final de la Segunda Guerra Mundial, pero al mismo tiempo siendo cortejado por USA en el juego de la misma política: todos poniendo dinero y más dinero hasta ver quién se quedaba con el “amigo”.
Así fue tirando hasta 1965 en que un golpe de estado, en el que fueron asesinados 6 generales, les sirvió de excusa para efectuar una purga salvaje dentro de los aparatos políticos del Partido Comunista con un saldo de unos 500.000 muertos. Poco después, su estado de salud y sus riñones le dejarían en un segundo plano, controlado por el General Suharto -los nombres molan mucho- quien tomaría los mandos del país en 1968, con el apoyo explícito de la administración USA.
Tras eso, el general Suharto gobernó otros 30 años hasta que la salvaje crisis económica que azotó los mercados en la década de 1990 le hizo tener que apearse y ceder el puesto a otros -en 1998- que desde entonces intentan abrir de nuevo una sociedad realmente democrática, en un embrozado camino pavimentado por corrupción económica y política, a imitación de sus mejores aliados occidentales. Es cierto que en Indonesia el tema de la religión, el Islam y sus manifestaciones, es un tema a tener en cuenta: es un país que intentó poner la sharia o ley islámica como primera norma legal, ya en el año 1945. 

A día de hoy, todavía existen ciertas formas de ley derivada de la sharia en algunas zonas del país, que también cuenta con tribunales religiosos. Aunque es justo decir que el contacto de Indonesia con la riqueza occidental -bajo el abrigo de USA- les ha hecho comprender las ventajas de un Islam alejado de fanatismos como los que observamos en Oriente Medio. Pero la ley islámica es algo que tiene un eco cultural para muchos Indonesios, que han vivido en zonas con autoridades cuyo poder emanaba de lo administrativo-estatal y de lo religioso al mismo tiempo.
Por un lado las ejecuciones no son algo “llamativo” para los habitantes del país, que saben que es un castigo para muchos delitos, incluidos los de drogas aunque no impliquen violencia alguna. Esa parte, en la que aceptan que los delitos de drogas (delitos de libre comercio sin daño a terceros) pasen a ser castigados de la misma forma que el homicidio y el asesinato, es nuestra marca cultural.

La marca que occidente ha impreso sobre terceros países, en la desmedida guerra contra las drogas y sus usuarios, convenciéndoles de que existía una especie de equivalencia entre comerciar con drogas y matar inocentes que justifica castigar con la pena de muerte esos delitos. En Indonesia, llevar cocaína en tu maleta es peor que haber violado a una menor o que haber traficado con armas.
No resulta muy distinto de lo que pasaría en Irán si te pillan con ese marrón, o en Corea del Norte -a pesar de su “Oficina 39” con la que consiguen divisas sintetizando y vendiendo drogas a los cárteles- gracias a la universalidad que hemos conseguido “en la guerra contra las drogas”. No podemos adiestrar a los países para que repriman con toda dureza un crimen sin víctima como la compra-venta de drogas y pedirles que “lo dejen pasar” cuando se trata de “extranjeros”. Eso no es más que un resto colonial en las mentes políticas más obtusas.
A los países se les “educa” a base de dinero: te abro el grifo y te cierro el grifo. El dinero quita y pone dictadores y, por supuesto, hace lo mismo con políticas implantadas desde fuera. Si occidente -como conjunto- cree que es una barbaridad ejecutar personas, debe dejar de cooperar con esos países. El gesto de llamar a consultas a los embajadores, que algunos países afectados por las nacionalidades de los ejecutados en esta ocasión pusieron en escena, no es más que lenguaje diplomático que -los otros países- se pasan por el arco del triunfo porque no significa nada.
Si quieren que los países “menos civilizados” dejen de ejecutar personas por delitos insignificantes, no les hablen de derechos humanos. Háblenles de tratados de comercio y de recortes en la cooperación: hablen de cómo les van a cerrar el grifo de la pasta si no hacen caso.
No es que nosotros estemos mucho más “civilizados”: hoy tenía que comer viendo en TV cómo un policía municipal de Palma de Mallorca (una ciudad poco sospechosa de infradesarrollo) pateaba la cara de un detenido que no podía defenderse. ¡¡Un garbanzo negro no hace cocido!! Ya, pero alrededor de ese garbanzo, había otros 5 policías que “estaban en la fiesta” de la tortura al maniatado: uno de ellos evitando que una cámara grabase los golpes -estilo karateca macarra de gimnasio- contra la persona indefensa. Tan culpable es el garbanzo que pega como el que calla y tapa, ambos son necesarios en el crimen.“Policías en Mallorca”; como si fuera un programa de ficción.
Supongo que si esos policías hubieran nacido en otra parte del mundo, donde las torturas son “legales”, serían grandes miembros productivos de su sociedad. Y si tuvieran que torturar -en nombre de la ley- a un comprador de cannabis, pues lo harían. O si tuviesen que cortar un brazo a una persona por haber robado, también lo harían -supongo- si lo manda la ley.
¿Y qué más harían, estos policías, si lo manda la ley?
Ahora mismo hay una abuela de casi 60 años de edad que espera para ser la próxima ejecutada en Indonesia. Se llama Lindsay Sandiford y su país -el Reino Unido o UK- al tratarse de una señora que llevaba cocaína en su viaje a Bali, ha decidido no ayudarla más. Política de drogas, le dicen.

La pobre abuela sabe que, tras la ejecución de “los extranjeros” que nadie pudo detener, ella es la siguiente en morir ante un pelotón de fusilamiento (compuesto por policías-militares). Ya ha escrito cartas a toda su familia porque morirá sin ver a su nieta de 2 años.
Al menos, allí no sufren la escasez de verdugos como les ocurre a nuestros amigos de Arabia Saudí. En Indonesia tienen el ritmo cogido, pero no nuestros “socios de estado” que hace poco cambiaron de rey porque se les murió el que tenían: a rey muerto rey puesto pero seguimos igual. Total, que no les parece que los 85 ejecutados en lo que va de año sean suficientes, y el ministerio responsable de esos asuntos en Arabia Saudí ha sacado una oferta de empleo pública: necesitan 8 verdugos para decapitar y seccionar miembros según la ley.

Me pregunto si conocen a Berlanga.



Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es

jueves, 20 de abril de 2017

Drogofobia policial contra usuarios de drogas en las Redes Sociales

A pesar del tiempo que ha transcurrido desde la publicación en Cannabis.es de este texto, no se puede decir que haya perdido ni un ápice de vigencia. La policía, especialmente la nazional en Twitter, pero también otros cuerpos y policías locales que parecen tener a esta cuenta de "libro de estilo" no cesan de insultar y faltar al respeto a los usuarios de drogas que, para quien no lo sepa, ejercen un derecho ya que el consumo de drogas (aunque usted no lo crea) no es un delito.

Esperamos que el texto os ilumine, para que tengáis claro en qué se gasta el dinero público esta gente que os insulta por -gracias a dios- no ser como ellos.


Maderos y drogofobia.

¿Qué pinta un texto sobre la policía y las redes sociales en un portal sobre cannabis?
No debería pintar nada, debería ser un error, devenir de un fallo en el que alguien ha confundido un par de archivos y ha publicado el que no era. Pero no, la policía está aquí y está “por derecho propio”: se ha hecho un hueco a base de insultar a los usuarios de cannabis y otras drogas, de difundir información falsa y de hacerlo con el dinero de nuestros impuestos.



¿Cómo es esto? Comencemos desde el principio.
El Cuerpo Nacional de Policía, en su proceso de modernización y contacto con el ciudadano, en el año 2009 abrió una cuenta en Twitter. La cuenta entonces acabó cayendo en manos de un tipo llamado Carlos Fernández, un personajillo que hasta el momento había sido “consultor de comunicación” y había estado -desde el 2005- al cargo de la campaña para la comunicación del DNI electrónico. No está de más decir que, en palabras del propio periodista que le entrevistaba a principio de este año, aquella campaña “fue un desastre” aunque el entrevistado prefería no reconocerlo. La cuenta pasaba “sin pena ni gloria” hasta que llegó el gran momento de las redes sociales en España: el 15M en el año 2011, que impulsó la adopción de Twitter como medio de información y forma de contacto tras mostrar la relevancia que las redes sociales podían tener a través de un fenómeno como fue el movimiento de los indignados.




Las redes, desde aquellos días, ayudaron a que la violencia que la policía empleaba contra los ciudadanos -en cientos de casos sin motivo alguno o sobre menores de edad- no quedase oculta, difundiendo vídeos y fotografías de las agresiones. Al mismo tiempo, las redes forzaron a los medios tradicionales a competir con la información que ellas ofrecían, provocando que gran cantidad de material mostrando la violencia de la policía frente al ciudadano -en manifestaciones, desahucios y otros contextos como el del asesinato de Juan Andrés Benítez- se mostrase en las televisiones. Las redes crecían en importancia, ya no eran simples opiniones lo que colgaban de ellas sino todo tipo de pruebas gráficas que mostraban -a todo el mundo, en segundos y con una difusión ilimitada- la violencia gratuita empleada en todo el estado.



Obviamente, la cuenta de la policía en Twitter era quien recibía el “feedback virtual del ciudadano” sobre lo que hacían en las calles -o lo que no hacían en los despachos de los corruptos- y el comportamiento de la cuenta a veces parecía estar más encaminado a provocar que a cualquier otra cosa. La cuenta empezó a “entrar en barrena”. Por ejemplo, no era infrecuente que la cuenta de la policía te escribiera citándote un tuit -normalmente intentando provocarte y puedo dar fe en primera persona de ello- que minutos después borrase, posiblemente para echarse unas risas a costa de la reacción de la gente.




O que su “community manager” -el tal Carlos- se dedicase a atacar a Podemos y a su líder o a provocar “perroflautas”, cosas muy celebradas por la manada de cuentas de -presuntos- miembros de la policía y sus miles de opositores al cuerpo, que aplaudían esas cosas como si estuvieran en ForoPolicía y aprovechaban para ir entrenándose con el lenguaje: “guarros, comunistas, yonkis, maricones, tortilleras y zorras” junto con algún que otro “con Franco no teníais cojones” y rematado con una pizca de “Arribaspaña”.


¿Qué coño hace la cuenta de una institución de funcionarios -pagados con nuestros impuestos- comportándose así? No era una elección casual, sino que detrás de su comportamiento había un claro componente político. Como cuenta en una entrevista en "El Confidencial" su responsable: “es en 2011 cuando Cosidó nos da la confianza necesaria para subir el tono de los mensajes. Es su éxito. Aunque nos equivoquemos, él sabe que sabemos lo que hacemos”. Que la cuenta que -en teoría- era la voz de la policía, que nos tiene que servir a todos los ciudadanos, se empezara a comportar así fue una decisión respaldada políticamente por el responsable puesto por el Partido Popular: donde hay capitán, no manda marinero.

¿Qué tiene que ver esto con cannabis u otras drogas?

Pues tiene que ver que a la vez que todo esto pasaba, la cuenta de la policía iniciaba su campaña moral contra las drogas y, sin duda alguna, especialmente contra sus usuarios. Todo esto a pesar de que Carlos “el community”, tiene amigos fumadores de cannabis a quienes da consejos -desde la cuenta de la policía, sí- sobre cómo es mejor esconder la droga en un viaje en avión para que la policía no la detecte. ¿Suena surrealista? Pues la información -cómo esconderla- se la tuvo que pedir a unos policías “que entendían” porque él ni entendía ni era policía, pero ellos se la dieron y él la publicó en Twitter a petición de su colega virtual, suponemos que por error. Era la policía en redes sociales “Marca España”, de la que encima presumían en los medios de ser la más “seguida” en el mundo, aunque en aquel momento contaban con menos followers que “Paquirrín”.
Eso lo hacía después de haber lanzado una campaña vergonzosa, en la que animaban a la delación por parte de los ciudadanos en materia de drogas, bajo el nombre de “Tweet Redada”. No es que la policía necesite saber dónde se vende droga: lo sabe de sobra. Era una jugada de imagen, porque a través de ese canal en el que la policía animaba a denunciar “anónimamente”, lo único que caen son camellos de poco pelo, vendidos por otros camellos que buscan usar los recursos de la policía para quitarse competidores. Pero eso bastaba para dar sensación, también virtual, de lucha contra las drogas y para asustar -que para la policía es sinónimo de educar- al cultivador que tiene sus plantas en casa para su propio consumo.
También lo hacía tras haber dejado clara la actitud de falta de respeto por parte de la policía hacia quienes consumen drogas con un “inspirado” tuit: “¿Descerebrado/a? ¿Sin futuro? ¿Sin personalidad? ¡CUIDADO! Tenes perfil para caer en las drogas... Y sólo te aportarán problemas. Di #DROGASNO


Las respuestas a semejante tuit emitido por parte de unos funcionarios -empleados con nuestro dinero- no se hicieron esperar y les llovió la mierda por todos los lados. Incluso hubo cuentas internacionales que se hicieron eco de cómo la Policía Nacional de España a través de Twitter insultaba a los consumidores de drogas, por lo que al cabo de un tiempo procedieron a borrar el tuit, y a pedir unas tibias disculpas “por si alguien se había sentido ofendido”. Pura fachada, en realidad se la pelaba si los usuarios de drogas se habían sentido ofendidos: era la marca de la casa. Tanto es que aunque el “consultor de comunicación” se acabó pirando a otra empresa (en concreto, a la cuenta de Iberdrola al estilo “puerta giratoria”) y pusieron una sustituta de nombre Carolina, las cosas no cambiaron sino que empeoraron.
La nueva empleada que lleva las redes -en este caso, una del propio cuerpo y adiestrada como los demás- parece tener algún problema con el tema de las drogas, al estilo de aquellas “Madres contra la droga” que si bien eran incapaces de razonar sobre el asunto y se limitaban a cacarear consignas (pillando de paso subvenciones), creían que estaban capacitadas para hablar sobre drogas por tener un hijo yonki o muerto “por las drogas”. La verdad es que me la pela lo que esa tipa piense u opine sobre las drogas, pero que lo haga en su casa y que la aguante su familia, que no lo haga en Twitter y con el dinero que le pagamos todos.
Entre algunas de sus última perlas podemos leer: “La droga, fuera de tu VIDA: ni cultivarla, ni traficarla, ni consumirla” o “NO seas loco: la DROGA es la peor opción. Consumirla puede acabar con tu vida y si traficas... acabarás en PRISIÓN” mientras sacan una foto de unas “bellotas de hashís”, que como todo el mundo sabe te mata si lo consumes. ¿Pero quién cojones es esta gente para decirnos lo que tenemos que consumir?



En estas otras, nos dan “su culta opinión” sobre las drogas mientras nos pretender intimidar con el gran número de chivatos y delatores que dicen tener: “La droga es una MIERDA y si traficas con ella acabarás con pijama de rayas. Tenemos muchos colaboradores.” O tienen el amable gesto de informarnos -desde su cátedra de medicina como policía que es- sobre el daño que nos hace la droga: “Consumir droga 'te deja tonto'. Si lo haces en lugar público lo pagarás caro (art. 25.1).
Lo que ha expulsado Carolina ayer por la noche -aparte de que usa las mayúsculas y la puntuación como el culo- es un ejemplo del más prohibicionista patetismo: “NO metas droga en tu vida... por tu familia, por tus amigos, por tu pareja, por tu trabajo, por TI...DI NO a las drogas”.
Por si eso fuera poco, a veces ayuda a esparcir mitos sin respaldo documental ninguno, como que hay gente metiendo “droga en las gominolas” (¿os suena? es la versión moderna de los “caramelos con droga a la puerta del colegio”) y que además tienen de todas. Mirad cómo mola su información sobre drogas: “50 detenidos en operación contra narcotráfico: preparaban metanfetamina con forma de gominola pero tmb vendían cocaína, marihuana, heroína”. Eso sí, no busques un link o información al respecto: ¿para qué si me la invento y se la tragan igual?

Aunque el mayor premio de esta masa de pensamientos trastornados nos llegó hace unos días, especialmente preparado y lanzado contra los usuarios de cannabis y especialmente contra los que cultivan de forma legal en su casa para su propio consumo. Haciendo caso omiso de que el Tribunal Supremo haya reconocido, en la sentencia del “supremazo” contra los CSC, que el cultivo de cannabis para el propio consumo no es un hecho delictivo, se lanzan a pedir en las redes sociales que denunciemos a nuestros vecinos si olemos a marihuana. Así, tranquilamente promoviendo la delación entre ciudadanos -que tanto excita a quienes visten el uniforme- nos invita a denunciarnos entre vecinos.

En este caso es interesante ir a ver la ristra de contestaciones que obtuvo dicho tuit, porque la reacción de la gente fue tan clara que no encuentras un mensaje que sea de apoyo a la policía ni a su miserable idea, y así se lo hacen saber con todo tipo de comentarios que, básicamente, vienen a decir que se dediquen a trabajar contra criminales de verdad y dejen de hacer el imbécil contra los usuarios de cannabis.
La falta de luces de la nueva “community” le hace demostrar -4 días después y ante el aluvión de críticas- que no sólo tiene una cátedra en medicina, sino que además es una jurista de renombre cuando nos hace una aguda disertación, ilustrada con una imagen del código penal -subrayado a boli y regla- que tira por tierra lo que ha dicho el Tribunal Supremo: “Las drogas pueden arruinar tu vida, cuanto más lejos mejor. RECUERDA: el cultivo, elaboración y tráfico está penado”.



Recapitulando. Se puede entender la fijación que tiene la policía -en este caso su cuenta y responsable en Twitter- con el tema de las drogas: de no ser por la guerra contra las drogas y sus usuarios, serían innecesarios un gran porcentaje de ellos, así como de jueces, funcionarios de prisiones, etc.
Lo que no parece normal, es que esa fijación se desplace sólo en el sentido de atacar el consumo por parte de los usuarios pero olvide completamente las noticias referentes a las drogas y el Cuerpo Nacional de Policía.... ¿como cuáles? Como éstas que salen en todos los medios, pero ellos prefieren olvidar en la redes sociales:
Sirva como muestra un botón y el razonamiento -prestado de Escohotado- que nos hacía ver que si bien se estimaba que sólo el 10% de los delitos de tráfico de drogas llegaban a salir a la luz, en el caso de los cuerpos policiales se podría bajar mucho esa cifra, ya que son los mejores formados y preparados para evitar los controles que ellos mismos como policías desarrollan, dejando los delitos de tráfico de drogas descubiertos en torno al 1% cuando se trata de estos funcionarios.
Ciertamente la cuenta de la policía en Twitter está muy concienciada buscando delatores y chivatos que denuncien a quien cultiva cannabis y “consume drogas que te dejan tonto”. 

Habrá que preguntarse, 
seriamente,
el porqué 
de ese intenso interés policial....




martes, 18 de abril de 2017

Amsterdam pierde el título de "Meca del Cannabis".

Este texto fue escrito tras una visita (20 años después de la última) a Amsterdam, para encontrarme cómo se había degradado la ciudad en el plano cannábico, cómo se trataba a los fumadores de tabaco como apestados y como se permitía ahora mezclar alcohol y cannabis en nuevos bares que -sin embargo- no podían venderte cannabis, ni permitirte fumar tabaco ni siquiera dentro de tus porros. La yerba no era mala, pero siempre era cara. Bueno, había alguna que sí era mala, y le ponían de nombre "orgánica" y la pagaban igual los pardillos amantes de "lo natural".

Lo cierto en es que cualquier CSC de España, eso que se esconde bajo el modelo asociativo -prostituyéndolo- y donde los "socios" desconocen siquiera lo que es una Asamblea General, hay mayor variedad de marihuana, de hash, así como extracciones tipo BHO o Shatter que en Holanda se consideran "droga dura" directamente (y te piden 200 euros por un gramo y cosas así) así que considerar  Amsterdam "la meca del cannabis" es una bonita mentira nostálgica: la meca del cannabis a día de hoy se llama España, y todos los saben ya.

El texto fue publicado en Cannabis.es, y esperamos que os sirva de aviso para los que tengáis pensando en ir a gastar vuestro dinero allí. ;))

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¿Quién no ha soñado con irse unos días a Amsterdam

¿Qué fumeta no ha deseado nunca ir a ese mágico lugar donde la yerba se vende legalmente -al por menor- y donde la policía no disfruta acosando hostilmente a quien se fuma un porro o toma otras drogas?

Yo creo que todos los amigos del cannabis -de una u otra forma- han idealizado el viaje a esa ciudad, paraíso de la marihuana y ejemplo ofrecido ocasionalmente a seguir para el resto de países como modelo regulador. Seguramente todos hemos argumentado a favor de un modelo de “normalización” como el holandés, a pesar de sus fallos ya que no cubre todo el proceso relativo a la planta y sus derivados sino sólo a su venta al por menor, pero era bastante para el usuario que simplemente compra y consume, se viera fuera del circuito legal de represión mediante prisión o multa. Y sí, es cierto: el modelo holandés es mejor que no tener modelo o que la prohibición a secas, aplicada además con torpeza.
Pero... ¿hasta dónde está dando de sí el modelo holandés? Decía Javier González, en su estupendo análisis sobre “el supremazo” contra los CSC, que el modelo CSC en España era -jurídicamente- un “traje al que se le revientan las costuras”. Pues al traje holandés no es que le vaya mucho mejor, y menos cuando sigue basándose en “hacer la vista gorda” con el mercado negro por un lado, mientras asfixian la parte legal con un modelo ultra-regulador. ¿Suena mal? Pues sienta peor.
Al llegar a Amsterdam, vía Schiphol que es su aeropuerto internacional, lo primero que me llamó la atención (que no había visto en viajes anteriores) al desembarcar del avión fue una “smoking area” dentro del propio aeropuerto, en la zona de seguridad-tránsito. Me llamó la atención porque -aunque estaba “adosada” a una oportuna cafetería- no era un servicio que prestase la cafetería sino el propio aeropuerto. 

Me pareció un detalle inteligente lo de no olvidar que hay bastante gente que fuma tabaco, que no deja de ser una droga adictiva, y que es mejor que haya un lugar donde poder fumar que tener que ver a la gente, en tránsito y esperando horas otro avión, escondida en los servicios para poder echarse un pitillo (una vez que cruzas el control de seguridad, no puedes salir a fumar a ningún lado). Lo que ya me sorprendió más, y no tan agradablemente, es que al salir de cualquier puerta de dicho aeropuerto te indicaban más “smoking areas” que estaban pegadas a las puertas de salida: ¿si estoy en la calle, a cielo abierto, necesito una zona de fumadores para encenderme un cigarro? 





No me quedó nada claro el propósito de esas “smoking areas” pero no le di mucha bola al tema, y agarramos el primer tren hacia Amsterdam Central Station que tuvimos a mano: teníamos ganas de ir a meternos en el fregao del Barrio Rojo y ver cómo estaba la zona, y eso hicimos tras un breve check-in en el hotel.
Llegamos a la entrada del Barrio Rojo en unos minutos, para comprobar (con bastante tristeza y nostalgia) que el Grasshopper -posiblemente el más reconocible y bonito de los coffeeshops para cualquiera que haya visitado la ciudad, por su colocación privilegiada y gran tamaño- había dejado de ser un coffeeshop para convertirse en... un bar para turistas sin nada que ver con el cannabis.
Aunque el Grasshopper era un lugar que tenía un excelente servicio con el cannabis -disponían de microscopios potentes para poder ver el cogollo con extremo lujo de detalles como parte del servicio- y que su calidad siempre fue muy alta, era también uno de los sitios que a la vez tenía los precios más altos. Por eso casi nadie lo tenía como su coffeeshop de referencia, una vez que conocías un poco el lugar. Así que sacudiéndome la nostalgia, tiré calle hacia delante para ir al “Speak Easy” que, también, había sido reconvertido en una especie de bar y en una tienda que hacía dulces: no existía ya. Y metros más adelante, pude ver el coffeeshop donde solía desayunar, totalmente cerrado y en un estado lamentable de conservación: el Baba, otro de los más conocidos coffeeshop del lugar, había muerto también (ya sólo existe como tienda de souvenirs en otro lugar).
Los 3 primeros coffeeshops que intentaba visitar en Amsterdam, y que había conocido durante años en mis viajes allí, habían desaparecido. ¿Qué estaba pasando? 





Quise pensar que sería una mala casualidad y nos zambullimos más en el Barrio Rojo buscando otras opciones, tirando también hacía la zona de clásicos ya bien metidos en los canales del Red Light, como The Bulldog (el original primer coffeeshop de Amsterdam y toda su franquicia actual de tiendas y hoteles).

Vimos algunos lugares que hacían uso de la palabra coffee, que invitaban a pasar a fumar porque tenían una “smoking room” e incluso que te dibujaban hojas de marihuana y te dejaban claro que, allí dentro, podías fumar tu cannabis: muy muy parecidos -solo en apariencia- a un coffeeshop pero sin serlo, porque allí no se venden cannabis y sí cerveza y otros alcoholes. Al final nos decidimos a entrar en un coffeeshop, que aunque nos trataron con amabilidad y corrección, podía inspirar poca confianza a primera vista: un sitio pequeño en el que se veía trasiego de gente constante, pero apenas sin barra (pequeña) y con un par de sitios para sentarse, gestionado por inmigrantes escuchando gangsta rap a toda hostia y viendo combates de artes marciales mixtas en la tele. El material que vendían no debía ser malo, porque no paraba de entrar gente -más residentes que turistas- a pillar. Pero eso de entrar, tomarse un café o un refresco y ver la carta, elegir, hacerte tu canuto y fumártelo tranquilamente charlando con quien te tocase al lado, era algo inexistente: no me extraña porque cada vez son menos acogedores esos lugares.
Pillé un clásico de la zona, Northern Lights, que estaba a “buen precio” si miraba los demás: a 8 euros el gramo cogiendo 2 gramos. Fue mi primer contacto con la nueva carta de precios, que se extendía desde esos 8 euros al gramo hasta los 20 euros el gramo que pedían por el 25% de las variedades con nombres más nuevos. ¿¿20 euros el gramo?? Ya podían ser cogollos de Swarosky para valer eso.
No quise irme sin echar un vistazo al hash, y vi un par que estaban baratos (unos 8 euros el gramo) y decidí llevarme un par de gramos de un hash, afgano de nombre, que dudo que tenga nada que ver con dicho país. Una calidad mucho más baja de que la estoy acostumbrado a fumar en mi propio barrio de ciudad española, a más del doble de precio. 

Pero no era lo único llamativo, porque tenías diferentes hash que oscilaban entre los 20 euros el gramo y los 90 euros el gramo. Sí, 90 euros el gramo de algunas variedades de “supuesto ice-o-lator”. A mí eso de pagar un gramo de hash más caro que un gramo de cocaína, es algo que me supera. Puestos a ver hasta donde había llegado la escalada de precios, pregunté por extracciones tipo BHOWax o Shatter, pero son ilegales (aunque se venden bajo cuerda en algunos lados) para la ley holandesa que las considera “droga dura” (allí siguen con la división de duras/blandas y no parece que se muevan). 

Al final, los encargados del local me facilitaron la dirección de un coffeeshop -y el nombre de la persona- que “tenía extracciones” pero cuyos precios empezaban allá por el infinito, de mucho más de 100 euros el gramo. Llegaron a hablar de 200 euros por gramo de algunas extracciones vendidas, pero que la demanda de dicho producto era entre muy baja y bajísima, quedando prácticamente reservada a los pirados que busquen “la última experiencia con el THC” y sean capaces de soltar 200 euros por un gramo. Con esos precios es normal que consideren que son “drogas duras”, sobre todo para el bolsillo.




Durante los 7 siguientes días, estuve con un buen ritmo de unos 3 o 4 coffeeshop distintos al día, pero lo que vi sólo fue empeorando el panorama. Encontré algunos coffeeshop que vendían “shaken” y que te lo explicaban como que eran los restos que habían ido rompiéndose al manejar los cogollos, pero dadas las cantidades que tenían sumados al estado, olor y apariencia de los mismos restos, parecían cogollos troceados que habían sido “pasados por mallas” para retirar parte de su resina, y la rebaja de precio (unos 2 euros menos que las yerbas medias) no compensaba ni el intento. Encontré el añorado “skuff”, que es una especie de hash hecho con restos de Super-Skunk prensados y que tiene un color verde claro, pero a un precio que era más de 5 veces superior a lo que había pagado por él en otras ocasiones y pasé de pagar semejantes precios.
También es cierto que encontré, en una yerba de 16 euros el gramo (no lo más caro del menú; el precio de una buena variedad “cheese” que ahora es moda allí como lo fueran hace décadas el Skunk y derivadas) de la que me dieron un cogollo que, aparte de que me causó tos hasta hacerme un desgarro muscular, era lo más lleno de resina que he visto en mucho tiempo, por dentro y por fuera. Realmente ese sí que parecía una pieza de cristal de Swarosky en sus tricomas, tanto que le perdoné la vida esa noche, y me lo fui fumando con calma a lo largo de mi estancia. Y no era “lo más caro” pero era sin duda lo mejor que he visto esta ocasión: realmente una excepción, esa en que te toca el cogollo perfecto. También vi mucha “mariwarra” que pretendían que pagases a 14 euros el gramo porque era bio-orgánica, o porque era una thai de exterior, o por cualquier otra presunta razón pero “mariwarra”. Y lo que no vi, en general, es una cultura del cannabis ni entre sus propios “profesionales”.
Tuve la suerte de toparme -una noche al volver de un museo- con un coffeeshop llamado Utopia, que fue el primer coffeeshop donde estuvimos realmente a gusto. Ninguna yerba superaba unos razonables 14 euros y eran todas primeras calidades, indicas y sativas. Pero sobre todo, la música no estaba puesta para echarte -la chica que regentaba el local en fines de semana tenía un gran gusto musical, nada estridente- ni te obligaban a encerrarte en una sala aparte -he estado en fumaderos de crack con mejor presencia que muchas de esas salas- si querías fumarte tu porro con tabaco. No es una exageración, ahora a los coffeeshops les están apretando las clavijas -a base de multas cuantiosas y sanciones que incluyen el cierre pero por permitir fumar tabaco en los porros. Incluso en esos cafés, que sin ser coffeeshop te permiten fumar cannabis, te ponen encima de la mesa una mezcla herbal para que no uses tabaco, porque está prohibido. Suena un poco a que el regulador ha perdido el norte: ¿me puedo fumar aquí un canuto de marihuana, pero le meten 3000 euros de multa al local si me lo hago con un cigarro? Vale que puedas aspirar a un lugar libre de humos, pero eso de perseguir el tabaco donde está permitido fumar cannabis, me parece otro ejemplo de ultra-regulación asesina.

Ese tema fue el inicio de la excelente conversación que tuve con la chica que llevaba el Utopia, y en el que me contó que estaban sobreviviendo como podían, diezmados por nuevas regulaciones que impedían nuevas aperturas, forzaban mayores cierres, restringían horarios y con un permiso para seguir funcionando por 6 meses más, que esperan -por costumbre- que se alargue. Pero el supremo de dicho país ya ha dicho que eso de venderle drogas a los turistas, no. Que las drogas sólo para los residentes en el país, y aunque la norma -de momento- no se aplica en Amsterdam, es otra espada de Damocles colgando sobre los coffeeshop, que van cerrando por distintas razones (forzosas por nuevas regulaciones locales o económicas por asfixia impositiva) y que no se volverán a abrir. 




La opinión más sólida que escuché sobre la situación, fue que el gobierno seguirá dando prorrogas hasta que llegue una legalización regulada, que permitirá cultivar solo unas determinadas variedades con control estatal, como en el tabaco. Un modelo estanco que ya auguran que no funcionará, porque esa restricción de variedades, posiblemente basadas en la potencia medida en THC, aumentará el mercado negro ya alimentado -por los propios residentes- debido a los excesivos precios finales que fuerza “el modelo holandés”.
Lo que más gratamente me sorprendió de lo visto es que, a pesar de los abusivos precios del cannabis allí, por más que busqué en los distintos smart-shops el menor rastro de cannabinoides sintéticos, e incluso pregunté insistentemente a varios dependientes y dueños que se prestaban a la charla, no pude encontrar nada. Y sólo una persona -en una de esas tiendas de “otras drogas legales”- conocía algo de lo que le estaba hablando, y le sonaba de UK pero no de Holanda.
Ni rastro de la marihuana sintética con sus tremendos riesgos para la salud: el cannabis sigue siendo la mejor barrera de salud público contra esas drogas, incluso pagando 10 euros por cada porro que te vas a fumar.