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lunes, 1 de enero de 2018

SERIE DROGOTEST II: La química del drogotest.

Este texto fue publicado en la revista Soft Secrets dentro de la serie Drogotest, bajo el pseudónimo "Drogodogo" (al parecer mi trabajo era bien recibido pero no que firmase con mi nombre, pero aún así el proyecto me resultaba inicialmente interesante y acepté usar "Drogodogo"), y esperamos que os guste y os ilustre.

Este 2018 va a ser un año complicado en todos los aspectos del cannabis, y los que más lo vamos a sufrir somos los usuarios y cultivadores. La persecución policial del cannabis, la engañosa imagen que la "prensa seria" da del asunto, la también engañosa imagen que la "prensa especializada" (prensa cannábica) da también de los "avances" producidos en la evolución legal (cómo nos venden la moto), y el asalto económico al bolsillo del ciudadano vía drogotest, son algunos de los frentes que sufrimos y que no tienen pinta de mejorar, salvo tal vez el asunto del drogotest ahora llevado hasta el Tribunal Constitucional y pendiente de resolución.

Mis mejores deseos para dicha iniciativa: hay que acabar con esa perversión que policía y estado nos venden como seguridad vial aprovechándose de la falta de conocimiento en estas áreas de la mayoría de la gente.
Y pronto.

Empezamos este 12º año de blog, y esperemos que en el 13º podamos decir que ha muerto el monstruo en alguna sala del Constitucional.

El primer texto de esta serie, publicada íntegra en Soft Secrets España, lo podéis leer aquí:
Serie Drogotest I.


*.*.*

Como ya comentamos en el número anterior, el desembarco de los drogotest en nuestro país -especialmente de la forma en que se está produciendo en estos momentos en que grandes cantidades de estos dispositivos están siendo adquiridas por las policías municipales de pueblos y ciudades- no se debe a cuestiones meramente relacionadas con la seguridad vial y la necesidad de rebajar el número de accidentes, sino a un objetivo claramente recaudatorio en el que se obvia la función de control por seguridad y se prima la de “acertar con el positivo”, provocando esto que los usuarios de cannabis (y también sus acompañantes o quienes convivan con ellos, según me indicó la policía en una de sus incursiones con drogotest sobre mi persona) sean el target preferente en la caza del “ciudadano dopado”.




Apuntando con precisión, el abogado -especialista en derecho y drogas- Héctor Brotons, señalaba en la pasada edición que la constitucionalidad de este Real Decreto Legislativo 6/2015 de 30 de octubre que aprobaba el texto refundido sobre la Ley de Tráfico, está abierta y puesta en cuestión desde que un juez advirtió que un par de artículos (los esenciales) no podían ser garantizados por el drogotest, ya que este determina la presencia de droga en el organismo pero no la afectación del mismo y en la misma ley se observa cómo el consumo queda permitido a otros, sancionando solo la afectación si es determinable. Eso sitúa -como bien dice el jurista- en el “principio del fin” el momento de esta ley: es sólo cuestión de tiempo que otros afectados de forma injusta por esta norma se rebelen contra ella y apelen a su inconstitucionalidad para poder defenderse de forma justa.





Y vamos a ver, sin más dilación, cómo se “estira” la química -hasta casi lo infinito- para hacer la magia que suena bien en todos los sistemas de recaudación: que llueva dinero, que para eso se invierte primero...


¿CUÁNDO DARÉ POSITIVO EN UN DROGOTEST?

Vamos con la pregunta del millón -o de los 1000 euros y 6 puntos- para ir aclarando las cosas. Dar positivo en un drogotest, de tipo reactivo como los usados hoy día por las policías, no equivale a estar afectado por una droga y tampoco haberla consumido de forma directa, ya que lo que se detecta es la presencia de un compuesto similar al buscado (de ahí los falsos positivos químicos de esos test, no son 100% exactos y necesitan análisis posteriores). 

Al menos en dos ocasiones, la propia policía me ha confirmado que han vivido casos en que los acompañantes daban positivo también sin ser consumidores y tampoco podían hacerse cargo del coche, ya que para ello debían estar “legalmente limpios” de toda molécula prohibida o parecida en sus cuerpos, y el drogotest decía que no era así.

Darás positivo en un drogotest cuando en tu cuerpo, bien sea por consumo crónico o puntual, elegido o inadvertido, prescrito por un médico o no prescrito, existan cantidades detectables de alguna sustancia buscada. En el caso que nos ocupa, el cannabis, los límites de detección comenzaron estando establecidos en 30 nanogramos por cada mililitro de saliva como concentración mínima para que se iniciara el procedimiento, dentro del cual se realizaba una segunda toma que conllevaba una segundo análisis para determinar la cantidad exacta y, de esta crucial forma, vincular de forma presuntamente objetiva esa tasa con una afectación concreta.

¿Y qué es un nanogramo? Pues un nanogramo es la millonésima parte de un miligramo, y en un grano de sal habrá unos 50.000 nanogramos, para que te hagas una idea. 

Es una medida muy pequeña, pero como podremos observar las hay mucho menores, como el picogramo con el que ya nos amenazan desde algunas instituciones de rol colaboracionista con estos neo-recaudadores: una milésima parte de un nanogramo como nuevo campo de juego para el nivel de detección... ¿eres siquiera capaz de imaginarlo?

Hace unas semanas se publicaba en los periódicos locales de Salamanca una noticia que advertía de la enorme inversión que estaban realizando desde la policía del Ayuntamiento de Salamanca y la Universidad de Salamanca (USAL), para adquirir una maquinita conocida como “espectrómeto de masas de triple cuadrupolo” y que vale 215.000 euros nada más. Digo nada más, porque eso se paga con 215 multas simplemente... a 1000 euros la multita: ¿vais pillando cómo va el asunto?






Volviendo a nuestra querida planta, el límite de 30 nanogramos, que si bien no era algo ideal -ya que no implica una afectación tampoco- parecía ya suficientemente sensible, de repente -y en especial desde hace una década- se les quedó pequeño. 

De ahí se saltó en pocos años a una sensibilidad 3 veces más grande, con lo que se empezaron a detectar muchos más positivos químicos que nada tenían que ver con la realidad de lo perseguido por una ley de seguridad vial: 10 nanogramos por mililitro de saliva. ¿Y qué supone esto? Un engaño, ya que se está forzando la química y los análisis para conseguir tasas de sancionados que alimenten económicamente las arcas de los que disponen estas pruebas usadas de forma indiscriminada y torpe.

Si antes resultaba posible dar positivo por THC en un control de drogas, simplemente por haberse fumado un porro la noche antes (en el caso del THC, su naturaleza química le hace ser muy lento de eliminar del cuerpo aunque no presente efecto alguno), ahora esa posibilidad se volvía tremendamente real. Los gráficos con los que los vendedores de estos aparatos se mostraban “legítimos” indicando que sólo perseguían ciertos consumos inmediatos y relacionados temporalmente con la conducción resultaban venirse abajo de golpe, ya que el periodo ventana del que hablaban de 6 horas, quedaba extendido ampliamente por el aumento de precisión del drogotest.

Pero eso ocurría antes del año 2010, y el límite de 10 nanogramos por mililitro se les volvió a quedar pequeño, ya que si aumentaban el nivel de detección para el THC perdían clientes porque recaudaban menos, así que en una clara estrategia empresarial y que nada tiene que ver con la seguridad vial, rebajaron aún más el nivel para pillar a más inocentes ciudadanos (inocentes porque no violaron ningún precepto ni el positivo en el test implicaba afectación alguna, ahora ya menos que antes) y lo dejaron en los "oficiosos pero no oficiales" 5 nanogramos por mililitro de saliva.

Sin embargo es público -por los informes emitidos de su propia mano empresarial- que el producto es capaz de detectar concentraciones tan bajas como 2'1 nanogramos por mililitro de saliva, mientras la Unión Europea recomiendo fijar el punto de corte para el cannabis en 27 ng/ml.

Hablando claro: hoy día si eres sometido a un drogotest traidor, podrás dar positivo en THC con 15 veces menos cantidad de THC que hace 10 años con la misma prueba

Si en origen se afirmaba que estos test sólo afectaban a un periodo no superior a las 6 horas en su detección, es bastante lógico comprender que este periodo posible de detección en saliva se haya ampliado también de forma descomunal, y más si atendemos a errática naturaleza de los principios activos del cannabis en los diferentes organismo humanos. 

Si antes decían 6 horas, ahora es razonable pensar que abarcan más de 24 horas dada la farmacocinética del THC. ¿Daré entonces positivo con el porrito de buenas noches al día siguiente? Sí, es muy probable que así sea si el test que te aplican resulta ser de los de última adquisición por parte de las policías.

Y también tu pareja puede dar positivo si estaba en la misma habitación y respiraba el mismo aire, ya que el nivel de detección bajado hasta esos límites de la química extrema es capaz de detectar lo indetectable hace unos años. Pero no olvidéis que lo que detectan no es la afectación, y eso es lo que originalmente persigue la ley de seguridad vial, ahora abierta en su constitucionalidad.


¿POR QUE EL DROGOTEST 
NO ES FIABLE 
NI PARA INDICAR EL TIEMPO?


El cuerpo humano es una maquina químicamente muy compleja, que por ello sus procesos biológicos y químicos resultan diferentes en diferentes sujetos, si bien dentro de ciertos patrones generales que nos unen como especie. 

La forma de metabolizar las distintas sustancias en nuestros organismos varía por cuestiones de idiosincrasia individual derivadas de la dotación genética, del medio en que se encuentra y de sus circunstancias puntuales como “bio-laboratorio”. 

En dicho laboratorio humano se realizan millones de reacciones químicas al segundo, que van desde el intercambio de gases realizado en los pulmones y que nos permite seguir respirando a la transformación del alimento en energía y nuevos bloques para construir tejidos, y que se afectan unos a otros indefectiblemente. 

Por eso, existen alimentos que pueden interaccionar con algunos fármacos o drogas, aumentando o disminuyendo su efecto al aumentar o disminuir las concentraciones disponibles en los fluidos corporales. También esto puede ocurrir entre distintos fármacos, o incluso sin el concurso de un agente externo -bajo fiebre o enfermedad- y en muchas otras circunstancias en que nuestro cuerpo decide actuar de otra forma, como puede ser ante una noticia traumática en el que nuestro propio comportamiento se ve alterado, y eso tiene un correlato bioquímico.

Por ello, la eliminación del THC -y la velocidad y tiempos a la que esto ocurre en tu cuerpo- no tiene porque nada que ver con la de otra persona, y se ve afectada por factores que no se pueden ni medir ni tener en cuenta a la hora de evaluar una conducción bajo la influencia de una droga, como es el caso.

Esto quiere decir que la ley afecta de forma distinta a mujeres que a hombres, a usuarios puntuales que a usuarios crónicos, a usuarios lúdicos o terapéuticos, e incluso a grupos tan llamativos como personas más gordas y personas más delgadas, ya que el tejido adiposo o graso juega un papel fundamental en la cadena de eliminación de los metabolitos del THC. 

Las diferencias químicas entre personas, convertidas en diferencias prácticas ante las leyes sancionadoras: esto no puede obviarse si se pretende legislar con justicia y no con arbitrariedad.

Esto ha llevado a que los fallos que no reconocen los propios interesados -las policias de cada país en su estudio ESTHER, que afirman que el producto tiene un 100% de aciertos- se hayan visto expuestos por boca del propio “Omsbudman” o “Defensor del Pueblo” en Finlandia con una realidad bien distinta que mostraba que “como mínimo un 10% de los positivos eran falsos” (ya sólo a nivel químico y sin entrar en lo incorrecto de lo detectado). 

Esto se produjo tras recibir cientos de quejas de ciudadanos-víctima sancionados injustamente y usando el test como base para un castigo que afirmaban que los resultados estaban fuera de toda lógica, y el Instituto Nacional de Salud finés se encargó de comprobar que los resultados no tenían demasiada validez científica haciéndolo notar en su preceptivo informe y señalando así mismo lo errático de los resultados para cannabis, cocaína y opiáceos que quedaban al desnudo cuando se aplicaban análisis de calidad y no drogotest rápidos y poco fiables como los actuales test rápidos usados por la policía.

En el propio mensaje emitido por el representante finlandés se aconseja a los cuerpos de policía que usen dicho aparato que no confíen demasiado en él a la hora de establecer una “conducción bajo la influencia” o afectación de drogas, ya que el aparato se entiende allí que es un aporte indiciario pero no probatorio y es el policía quien evalúa la afectación para el tráfico. Y resulta obvio que si el drogotest es un saquito de errores y falsos positivos químicos, que no sirven para establecer con certeza una conducción afectada por las drogas allí, tampoco lo son aquí en nuestro país por mucho que los que “hicieron sus propios estudios” al respecto se empeñen en repetirlo.


De hecho, la aportación hispana a dicho estudio, vino de la mano de un conocido policía -especialmente de unos años a esta parte, por su apoyo a la violencia usada contra ciudadanos en las fuerzas de policía- y cuyo currículum no es precisamente el de un científico, ni tampoco el de una persona que inspire confianza alguna, pero llegamos al final y eso os lo contaremos el próximo número.


PS: Acabo de ver que la revista Soft Secrets, esta REPUBLICANDO mis textos en digital, pero que está cambiando el autor por alguien totalmente desconocido, de nombre "Kevin", y que nada tiene que ver con la realidad.




Si es porque les da miedo que les relacionen con Drogoteca -de ahí lo del nick Drogodogo que tuve que usar- el miedo es libre...

Pero no la legislación al respecto.
Que se atengan.


 


PS: El siguiente texto, de esta serie, lo podéis encontrar aquí... http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-iii-quien-es-el.html

lunes, 27 de noviembre de 2017

SERIE DROGOTEST: ¿Cómo funciona y qué es?

A finales del año 2016, inicié esta serie en la Revista Soft Secrets, con la que fuimos repasando de forma exhaustiva todos los aspectos relativos a las pruebas de drogas en carretera, desde su funcionamiento a la compleja historia que existe detrás de su desarrollo y de los "estudios" (por ser generoso y llamarles algo que no sea un insulto) que se suponen que los fundamentan.

Cuando acepté el encargo, no esperaba que fuera a encontrarme tanta mierda. Tras haberme pasado meses leyendo textos relativos a los drogotest en España, tengo claro que si no hay una serie de artículos en la portada de algún periódico explicándole a los ciudadanos "el fraude de los drogotest" pero no sólo en su defectuoso uso y mal funcionamiento, sino la de mierda que hay detrás asociada a las compras de estos dispositivos y las elecciones relativas a estos asuntos, y que se ha extendido por toda España cuando las policías locales -con el beneplácito de los ayuntamientos- han visto en el drogotest la máquina perfecta para recaudar dinero salvajemente, y a ella se han entregado.

Y como todos estamos concienciados de que en la carretera no se puede conducir cuando no se está en condiciones, y eso implica a la mayoría de las drogas en las primeras horas de consumo al menos (pero no a todas ni a todas las personas), nadie se atreve a levantar mucho la voz, no siendo que además de la sanción administrativa le caiga también la sanción social...

No es coña; hace poco leí un estudio que explicaba que la primera razón para no beber alcohol al volante en un país del norte de Europa, eran no ya las sanciones y multas, sino la sanción social (lo mal que la gente lo ve y percibe). Y eso, claro, se consigue con educación y no con represión.

Aquí está el inicio de la serie cuyo último capítulo, el sexto, sale en la revista de este mes. Esperamos que os guste y os aclare las ideas sobre este asunto, turbio y poco claro como forma de que el ciudadano no pueda defenderse de una agresión calculada y premeditada como es el drogotest usando a la española.

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¿Qué es y cómo funciona un drogotest?

Iniciamos en Soft Secrets una serie de artículos -con datos e información exclusiva- sobre uno de los instrumentos de represión y extorsión económica más empleado contra los usuarios de cannabis: los test de drogas -usados por las distintas policías del estado (por seguridad, dicen)- y conocidos coloquialmente como “drogotest”. Teníamos la seria sospecha de que el asunto de los test de drogas sobre el cannabis, resultaban en miles y miles de sanciones totalmente injustas y en daños causados por falsos positivos. Ellos, en base a esos test, retienen tu coche y pasas a ser propuesto para sanción mientras te ves forzado a dar tus fluidos corporales, sin importar si tu madre está muriendo y vas al hospital o si nace tu hija y vas al parto.

Así que soltamos a Drogodogo, uno de los sabuesos más obstinado que conocemos, tras la pista de este asunto -que huele realmente mal- y volvió impresionado de todo lo que encontró y sigue encontrando, especialmente ahora que existe un plan para dotar a todas las policías locales de España con estos instrumentos de recaudación coercitiva del estado. Los drogotest son vendidos a las instituciones como “una maquina segura para recaudar grandes cantidades de dinero de los usuarios de cannabis especialmente” -es lo que son- mientras que las instituciones que los adquieren, nos las venden al gran público como un ímprobo esfuerzo por darnos seguridad en la carretera, siendo totalmente falso como iremos probando a lo largo de esta serie.

Somos cientos de miles los sancionados cada año en España por la simple tenencia de un canuto (aunque incluso les vale que el grinder tenga restos) y, desde el último cambio en las regulaciones y sanciones relativas al tráfico de vehículos, también por haber consumido horas o días antes (incluso por haber estado sentado respirando al lado de un fumador) aunque no tengamos el menor rastro de efecto. 

Este punto, encontrarse bajo sus efectos de forma incapacitatoria para la conducción, era un requisito para poder ser sancionado, que el gobierno del Partido Popular se encargó de eliminar con la modificación del código que sufrimos hace un par de años. Desde ese día, no es necesario que estés afectado por cannabis o THC y, aunque la policía reconozca -a mí me lo puso la propia Guardia Civil de Tráfico, por escrito tras hacerme el test y emitir la “propuesta para sanción de 6 puntos y 600 euros” de multa- que estás en perfecto estado para la conducción, da igual: serás sancionado. 




¿Qué sentido tiene sancionar a alguien que la propia Guardia Civil -suponemos que capacitados para reconocer esas cosas- admiten que estás bien y te entrega el coche para que sigas conduciendo? ¿Nos hemos vuelto locos? No. Es que no es por seguridad, es por recaudación...

Una compleja recaudación, que en vista de los resultados, está siendo más que interesante de aplicar, para rellenar -a base a asaltos sin ética alguna- las arcas públicas, vaciadas previamente -también- a base de asaltos. Desde Soft Secrets estamos dispuestos a exponer a la luz, con sus propios documentos -disponibles a todo el público- y con algunos “no tan disponibles” que hemos conseguido y que son “material sensible” (del que esperamos conseguir mucho más). 

Como no somos amigos de lanzar opiniones sin respaldo claro -buscamos manejar exclusivamente datos- os iremos explicando, desde ahora y en las sucesivas entregas, todo lo que está implicado en el proceso del “drogotest” en sí mismo (su funcionamiento, sus fallos, sus trampas, sus malas intenciones, etc.) y también de las cuestiones que son ajenas al proceso “técnico” en sí mismo, y que constituyen un flagrante engaño a toda la ciudadanía es víctima del mal uso -intencional- de estos drogotest. Por último -antes de meternos de lleno a destripar la fraude económico y moral de estos drogotest- queremos hacer notar que encontrar información relevante -sobre este preciso asunto que, sin embargo, nos afecta a todos- es complejo porque está “enterrada” entre datos poco útiles y cuando existen estudios, que podrían aportar datos capitales, resultan provenir de “parte interesada” o realizados por “científicos en nómina mediante subvención” o directamente los cuerpos de policía que quieren usarlos, y para más INRI dichos resultados no se encuentran disponibles al gran público, pero son un argumento clave en los dossier con los que seducen a las administraciones, en una compleja historia de amor por el dinero público y el poco que queda aún en el bolsillo del ciudadano-víctima.

Empecemos, pues, por el principio: ¿qué es un drogotest exactamente? Un drogotest es un dispositivo preparado para que se produzca en él una reacción química, al contacto con nuestra saliva o sudor, que denotará si en el fluido usado hay una “cantidad suficientemente alta para ser detectada” de la droga que sea, en este nuestro caso, el THC del cannabis.

Los drogotest más usados ahora mismo por las distintas FFCCSE son dos modelos distintos, conocidos como el Dräger 5000 y el DrugWipe, del que existen distintos modelos “ajustados oportunamente” a las necesidades de cada lugar. Para entendernos mejor, el Dräger 5000 era el modelo “antiguo” y cuyo coste resultaba -supuestamente- algo prohibitivo, por lo que aunque sigue en nuestras carreteras este armatoste con impresora (su mejor funcionalidad) iremos viendo cómo se extingue poco a poco, dando paso a su competidor barato.  

Por el contrario, el DrugWipe -sea de la marca y modelo que sea, porque ya existen varias en dura competencia- resulta bastante asequible económicamente y va a ser el método de detección de drogas en carretera que se extenderá en pocos meses por las policías de prácticamente todo el país, con especial énfasis en las policías locales o municipales (en futuras entregas, explicaremos el porqué de ese y otros detalles).




Los drogotest actuales funcionan mediante una serie de reacciones químicas dentro del tipo de análisis conocido como inmunoensayo. Fue una técnica que ganó el premio Nobel y que tenía un alto grado de precisión (cuando es aplicada correctamente y en comparación con lo que eran los estándares de la época) pero que -como todos los test de tipos reactivos- tiene un margen de errores conocidos como “falsos positivos”, en los que otra molécula que no es la buscada, produce una reacción similar a la esperada para la droga. 

Estos falsos positivos, por los que cualquier ciudadano pasa a verse envuelto dentro de un proceso en el que se le retiene, se le priva del derecho a conducir y, como ya hemos dicho, procan cosas como que aunque pase un día y esté en perfecto estado para conducir (en caso de que no lo estuviera 24 horas antes) tampoco le devolverán el coche porque su cuerpo seguirá dando positivo, hasta que presente a otra persona que se haga responsable -legalmente- de la retirada del mismo, previo pago de la parte de “sanción” que corresponde a la grúa y retención del automóvil, y que va “aparte” siendo pagada tanto si el análisis final determina que era una sustancia prohibida, como si determina lo contrario. 

Aunque es cierto que -en caso de un falso positivo- tendríais el derecho a pleitear para que os devuelvan dicho dinero, los posibles costes legales superan con mucho el daño económico causado, de manera que es algo que posiblemente quede en la más absoluta teoría sin aplicación práctica.

Este porcentaje de errores de los drogotest, conocidos como “falsos positivos” oscila sobre 2% de casos -datos ofrecidos en la revista “Autopista”, septiembre del 2012- y el algo menos del 5% (el producto Wipe asume un “éxito” superior al 95%, que es otra forma de decir lo mismo) y no varía esencialmente entre uno y otro método de análisis (no existe un test de este tipo que no tenga un margen de fallos, es inherente al propio método), a pesar de notables las diferencias técnicas entre ambos dispositivos. 

Dicho de otra forma: de cada 50 personas a las que inmovilizan su coche, una o dos personas según sus datos lo son “en falso positivo”. 

También al contrario ocurre: puedo dar fe -médicamente probada- de que los 2 controles que yo he pasado -y en los que el THC dio positivo, no dieron a opiáceos, lo que resulta “imposible” siendo paciente en tratamiento crónico de morfina desde hace lustros, ni a benzodiacepinas, ni en una de las ocasiones, a anfetamina farmacéutica (composición garantizada) que había tomado 2 horas antes, y cuyo pico plasmático (el valor más alto de la droga en el cuerpo) debía estar ocurriendo durante el test

A pesar de que en las 2 ocasiones referí que en los resultados FALTABAN DROGAS que debían estar presentes, obtuve respuestas vagas, como “será que tomas poca morfina”. Este punto esconde serios defectos, que nos ponen en riesgo a todos por primar la caza económica en lugar de la caza del peligro en la carretera, y que expondremos en el futuro.

Como los falsos positivos iban a ser el primer problema evidente, las empresas se adelantaron convirtiendo el obstáculo en ventaja: “nos preocupamos porque no te culpen injustamente y, en caso de que des positivo, tomaremos una muestra de saliva para analizarla 'bien analizada' en nuestros laboratorios especializados”. Ese segundo análisis, que realmente es el que puede probar que tienes una determinada droga en tu cuerpo, es el que tiene validez técnica y su resultado impera sobre el previo, pero con unos costes que disparan mucho la factura. Sin embargo, este segundo contra-análisis, es tan necesario legalmente como económicamente rentable para las empresas implicadas: ¿de todo este asunto quiénes nos ayudan a cuadrar las cuentas? Los que dan positivo y pagan desorbitadas multas al final.

Así que, manos a la obra, los fabricantes de estos test rápido se dieron cuenta de que la policía les demandaba una “mayor tasa de recuperación económica” (más pasta para sus arcas), estas empresas no rebajaron sus costes: rebajaron -aún más- los límites de detección de la primera droga por numero de detecciones para que se atrapase a más ciudadanos. Sí, efectivamente: la base del sistema de costes de este farragoso asuntos somos los usuarios de cannabis.

Esto que había sido una sospecha, ampliamente extendida entre los afectados cannábicos, ha dejado de serlo para volverse evidencia, de forma objetiva e inapelable, utilizando los propios datos que estas empresas manejan y que será objeto de un profundo análisis. Somos el gran premio, como en la lotería de Navidad: el gordo de los recaudadores de los caminos, porque nosotros (con el THC) ya no fallamos.

En el año 2005, la primera revisión de estos test más ligeros, situaba la cifra de corte para la detección del THC en 30 ng/ml (30 nanogramos por mililitro de fluido) y así está recogido en la red, pero en el propio material que Dräger maneja podemos ver como ese umbral necesario para dar positivo, se dividió por 3 al cabo de 5 años situándose en 10 ng/ml, y actualmente sus propios prospectos y material, nos indican que su gran capacidad de detección contra el cannabis, ha bajado -al menos- hasta el 5% en su caso y, gracias a la pista que se le escapó a un policía municipal mientras me realizaba la prueba, he podido comprobar que el límite actual es de 2'1 ng/ml, encontrándose este dato en varios estudios existentes en la red y ahora también en Wikipedia. Pregunte al policía el límite de detección y me dijo orgulloso “eso sí que lo sé: 2 nanogramos”, pero cuando le pregunté que 2 nanogramos por qué cantidad, ya no supo responder más: ¿serían gramos, serían litros, serían decímetros cúbicos? ¡Qué más da, si te hemos cazado! ¿O no?

Ese es el nivel de un policía especialmente formado, en un curso de 20 horas que incluye toda la teoría y práctica que parece ser que es la necesaria para cumplir con la ley. Ah, y por supuesto, a estas alturas, ya debéis imaginar quienes dan -y cobran- esos cursos de formación: las misma empresas. Todo queda entre amigos.




Nosotros lo guisamos, nosotros lo comemos y vosotros -los cannábicos- lo pagáis. 
No es por seguridad, es por recaudación: no es nada personal, sólo son negocios... ;))


*.*.*

La siguiente parte de esta serie (compuesta por varios textos), la podéis leer aquí: http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-ii-la-quimica-del.html 


miércoles, 27 de julio de 2016

Confraternizando con el enemigo...

Este texto fue publicado por el portal Cannabis.es hace unos meses, cuando tuvimos que ver en las noticias que un picoleto descontrolado se había liado a tiros con un tipo que -presuntamente- había tenido un percance de tráfico con él.

Desde entonces mucho ha llovido (en poco tiempo) y si bien no corrijo ni una palabra de lo aquí escrito, quiero aprovechar la ocasión para mencionar -dejémoslo de momento ahí- al grupo de policías locales que hace unas noches, y con la excusa -sacada de la manga- de una parada de tráfico -a las 12'30 de la madrugada en un campo de carretera de arena donde iba a sacar al perro- me han hecho dar el número de mi teléfono móvil, y posteriormente a recibir una llamada de "la central". 

Cuando les indiqué que lo que pretendían hacer estaba fuera de todo protocolo legal, uno de ellos -no parecía tampoco el más listo, no- me decía: "¿y sí tu incumples la ley... por qué esperas que nosotros tengamos que cumplirla contigo?".

Eso, en mitad de la noche y sin testigos -mi copiloto estaba retenido a unos 30 metros por otros policías, también locales, que aprovechando la parada no perdieron ocasión de explorar el cuerpo de mi acompañante y mi coche -a fondo ambos- según me hizo saber posteriormente mi acompañante, y con un total de... 8 policías para 2 personas, pues como que suena algo intimidatorio.

Veremos qué es lo que opina el juez de todo lo que allí sucedió...


De momento, espero que los tipos como esos que nos cayeron encima la otra noche vayan siendo menos y menos en los cuerpos armados que soportamos y que los vayan sustituyendo otro tipo de personas o, simplemente, personas... que no disfruten de tener un arma y una placa, licencia para usarlas y obtengan placer dando por el culo a ciudadanos que no han hecho nada.

Va por ti, Anacleto.

--




Ayer un miserable, tras un percance de tráfico en una carretera de España, sacó un arma tras dar caza al otro vehículo y ejecutó, rematando a sangre fría en la cabeza con varios disparos, al conductor que se había visto implicado en el asunto. El asesino conducía un coche de alta cilindrada y no debió costarle dar caza a su presa, de la que salió en persecución con un arma de fuego en su bolsillo. Y, por su trabajo, seguro que sabía manejar un coche en esas circunstancias: mejor que nadie tal vez.

La víctima, Younes, era un hombre marroquí que recibió un tiro que le mandó al suelo, y todo el resto del cargador del arma contra su cabeza, una vez ya abatido. El asesino -un trozo de carne pútrida que tenía forma humana- era conocido como “Antolín” en su pueblo y, cómo no, todo el mundo dice que era “encantador, buena persona, reservado y educado, recto, futbolero, no era nada racista y bebía cerveza sin alcohol”.

Nadie se explica cómo ha podido ocurrir esto, pero es la misma historia de siempre, la misma de otras veces, pero que en esta ocasión trae 2 víctimas colaterales más: el cannabis y la policía.




¿Por qué el cannabis? El asesino ha dado positivo en cannabis, y en alcohol (pero solo bebía “0'0%”, o a lo mejor era que solo fumaba “doble cero” y no le entendieron bien en su pueblo). ¡¡Cannabis!! Ya está!! Joder!! Pero si el cannabis es la droga que hace que a la gente le dé por cortar penes con un cutter!! Ya está todo explicado: el tipo se había fumado un porro la noche antes. Circulen, nada más que mirar por aquí.

Y la otra víctima, es la propia policía. Porque “Antolín” -el bueno, justo, recto y sano “Antolín”- era además picoleto. Guardia Civil, sí.

No voy negar que me duelen los dedos al escribir esto, y recordar a los miles y miles de multados cada año en España por tener un porro encima, o haber fumado uno el día antes y coger el coche al día siguiente. Los presos por cultivar, los presos por llevar una cantidad para tu consumo y ser tratado como un narcotraficante, los presos por tener 18 años y llevar una bolsa de marihuana a medias con su pareja, de 17 años y 11 meses. No puedo olvidar.

No puedo olvidar como he visto auténticos psicópatas, con patologías que saltan a la vista del ojo entrenado y también del “sentido común”, ejerciendo labores de “seguridad ciudadana”. No puedo olvidar las palizas que he visto pegar a la policía, siempre en grupo y siempre al débil: leña al mono que es de goma. No puedo olvidar sus calabozos, ni lo que allí dentro ocurre (“grita... aquí nadie te oye”) y seguirá ocurriendo por desgracia. No puedo olvidar a Patricia Heras (muerta) y Rodrigo Lanza (torturado). No puedo olvidar a Juan Andrés Benítez gritando por su vida mientras era pateado y asesinado en la puta calle por esos mismos que son “la seguridad ciudadana”. Y si escribiera lo que le deseo a esos policías y a otros muchos que “siguen la tendencia de moda” y matan de un par de tiros a sus mujeres (alguien debería prestar atención -y voz- a la tasa de violencia doméstica sufrida por la parejas de los miembros de las FFCCSE, y ciertos médicos de cabecera -la policía es gregaria hasta para ir al médico- son bien conocedores del asunto), pues supongo que o mi editor no me dejaría o me ganaría una denuncia.

Ni olvido ni perdón, porque ni las víctimas merecen el olvido ni los miserables el perdón.
Y aclarado este punto, que creo necesario al tratarse de la policía a día de hoy, vuelvo al asunto: ¿por qué va a ser la pasma -me da igual el color- una víctima?





Hace unos días estaba echando unas partidas de ajedrez en un CSC y fumando unos porros con unos amigos. Uno de esos amigos era alguien que yo sólo conocía de oídas, pero que él me conocía muy bien: llevaba fumando yerba que salía de plantas mías desde que tenía 15 años, y era del grupo de amigos de confianza para mis amigos de confianza. 
No había problema alguno con esa persona.

Estuvimos intercambiando porros, “Super Lemon Haze” impresionante coincidimos, y opiniones. Y fue una gran tarde de charla que disfruté mucho. Cuando me iba, le pregunté: ¿y qué andas haciendo ahora? Y él contestó, sin vergüenza alguna y sin bajar la voz ni subirla, que era Policía Nacional (en este caso no lo pongo con Z). Le contesté extrañado por su sinceridad y el lugar, que no lo dijera muy alto allí, con un guiño. Y ya. No pasó nada, nadie se alteró, y espero que nos veamos pronto para fumarnos otros porros charlando en el CSC de turno. No tuve que preguntarle, pero no creo que llevase un arma (ni que la necesite fuera de su trabajo) porque estaba de descanso. Así de simple. De descanso y fumándose unos petas, mientras charlábamos de política de drogas y de estos asuntos que nos conciernen como fumadores de cannabis.

Anacleto, nombre ficticio de este policía, es un tipo normal. A mi entender, un buen tipo, y lo digo honestamente. No quiero decir que no pueda un día perder la cabeza, como yo o como cualquiera, y cometer una locura. Eso, todos lo podemos. Pero sí estaría dispuesto a jugarme un brazo a que no causaría daño a nadie de forma innecesaria y, menos aún, ejecutar a un ser humano por una discusión de tráfico (o similar).

Tampoco creo que abusara de su posición como policía, y supongo que además haría lo posible porque su trabajo no interfiriera en su vida. Creo que es un ciudadano que disfruta siéndolo y que tiene un trabajo, que por poco que me guste y me duela, tengo que reconocer que es necesario. Y además, un ingenioso cultivador de cannabis para su propio consumo, como el propio Tribunal Supremo reconoce que no es delito.

Un tipo como otros muchos, buena gente, y sobre todo tolerante con el diferente (tal vez porque él es muy consciente de lo diferente que es). Es el tipo de persona por el que rezaría para que cualquier familiar o amigo se topase, si tiene que tratar con la policía. No provoca miedo, provoca calma con su presencia y su saber estar. ¡¡Quiero muchos más policías así!! ¡¡Muchos!! Tantos como todos.

Quiero más policías como mi colega, para que cuando tengamos que ver “el resplandor azulón” de sus coches, no sea la señal para salir hacia el lado contrario y lo primero que te provoque sea miedo... quiero más como ese trabajando para todos nosotros. No es, lo que vivimos, un problema con “la policía” sino un problema con lo que hemos descuidado, hasta el punto de haber dejado crecer a un cocodrilo en el jardín de atrás, porque “sólo mordía a los intrusos” hasta que se comió a la abuela y a los 3 nietos... JA!!!

Justo antes de subir a casa ayer, y enterarme de la noticia del asesinato de Younes por parte de “Antolín, el futbolero recto y abstemio”, estaba -cosas de la vida- aceptándole un trago a un Guardia Civil en el bar del barrio. Creo que nunca habíamos cruzado esa barrera, que en mi zona tiene sus claras implicaciones sociales (todos sabemos de dónde cojeamos) por así decirlo, y estaba gustosamente charlando con él precisamente de CSC's y de Guardias Civiles que usaban cannabis, e incluso pertenecían a un CSC y eran conocidos por él. A él le parecía normal, porque aunque tiene pinta de hijo puta (sí, reconócelo y que, además, te gusta) creo que es una persona normal también. Un currante, que además, curra para nosotros como cualquier policía.

Al subir y leer el asunto, tras la primera reacción en que fui poseído y grité contra toda la policía del planeta en todas las lenguas muertas, no pude evitar saborear el resto en boca de la crema de licor -a la que me invitó el picoleto en el bar- y de pensar que, tal vez, él era una víctima de los “Antolines” que hay en la policía de todo uniforme. Y creo que lo es.

Que hoy es víctima también la Guardia Civil. Y de forma colateral, los que le pagamos el sueldo: todos. Quise recordar en ese momento al Policía Nacional, creo que de origen canario, que en Salamanca tomó la redacción de las 3 últimas denuncias que he tenido que poner (ocasiones distintas todas). Y que pude comprobar en la primera que puse con él (una paliza brutal a una persona por parte de un nazi) que era un tipo que parecía buena gente, y que supo hacer bien su trabajo e incluso, ser más que el típico policía recoge-denuncias que quita las ganas de denunciar a cualquiera. Recordé al Guardia Civil que, a pesar de hacerme el test de drogas hace un par de añitos y de dar positivo en THC, no inmovilizó mi coche y -contra la opinión de su compañero- me dejó llevármelo e hizo constar que “no tenía impedimentos funcionales para la conducción” a pesar de meterme 6 puntos y 600 euros por dar positivo en cannabis. Y recuerdo como me decía: “es que los del cannabis sois tranquilos, nunca sois agresivos, no sois violentos, no entiendo lo de ir a por vosotros”. Y era un picoleto multándome por cannabis, sí.

Incluso recuerdo la cara de atónitos que tenían en la comandancia de la Guardia Civil de mi ciudad, cuando hace unos años me presenté a denunciar al tarado que pedía desde un foro cannábico “niñas para follar” pero usando mi nombre, apellidos y ciudad. No daban crédito a todo lo que les conté, pero creo que fue su primera gran vez “con una denuncia de Internet” y tuvo su miga. Y no tengo queja de ellos, al contrario: les di mucha guerra y encima aproveché para desquitarme de cuando estuve en esos calabozos, meses atrás. Y funcionaron: que le pregunten “al que quería niñas para follar” usando mi nombre, que aún espera la vista oral (justicia, que va lenta, eh?).

Y por último, recuerdo al policía local que con su mejor voluntad consiguió localizar a un miserable que, tras perseguirnos 1 kilómetro (habíamos pitado con el claxon una entrada suya que casi nos arrastra en una rotonda), impactó a propósito contra el coche que yo conducía con mi pareja de copiloto.

Salí del coche y me tiré a por él (para alejarle de mi pareja). El valiente perseguidor se dio a la fuga.
En aquel momento tuve que contenerme para no pedirle a mi pareja que se bajara del coche, y salir a su caza yo mismo, pero ella ya había avisado a la policía y descarté la idea en el acto. Me alegro de no haberlo hecho. Aquel policía, un chaval de mi ciudad, con los datos que teníamos se lo curró y consiguió dar caza al conductor, y lo mejor: le hizo ir a comisaría a firmar un parte amistoso o le ficharía para denuncia penal. 

Aun recuerdo su número de identificación, y su nombre (porque se le escapó).

Que tras un “suceso” de tráfico, tuviéramos la opción de recurrir a la policía para que fueran ellos los que resolvieran el asunto (ya que no había nadie en peligro tras el altercado) y que funcionase, seguramente evitó males mayores porque nadie deja sus cuentas sin saldar, cuando puede cobrarlas. Debo decir que el vergonzoso -y carente de todo rastro de profesionalidad- trabajo realizado por quien entonces era mi abogado, destrozó el gran trabajo que hizo ese policía (y al que una vez terminado todo, tuve la decencia de ir a darle las gracias a la cara). Pero el final bochornoso en lo judicial, no le quita mérito sino que da brillo al buen trabajo de ese policía local.

Y eso mismo es lo que debía hacer “Antolín”, si es cierto como dice que tuvo un “percance” previo en el que Younes se fugó, antes de ejecutar a balazos en la cabeza a un hombre indefenso: llamar a la policía y dejar que hicieran su puto trabajo (el útil, digo). Pero no, porque “Antolín” era recto, bueno, y futbolero. Y nada racista. Y nada violento. Y no bebía alcohol ni tomaba drogas. Seguro que “Antolín” cree que sólo hacia su trabajo... tanto que cuando llegaron sus compañeros para hacerse cargo del percal, él estaba totalmente tranquilo. ¿Acaso debía alterarse por haber ejecutado a un hombre?

Espero que la policía, en todas sus formas, empiece a exigir a sus propios miembros la formación, corrección y utilidad de la que presume. Y que dejen de darle una placa y una pipa a todos los macarras de barrio que no supieron estudiar antes y han terminado ahí, todos como “Antolines”, como células durmientes dentro del cuerpo de la policía. Cualquier día saldrán sus vecinos en las noticias diciendo lo mismo otra vez: “si era tan buena persona....”
Otra vez.

Una última petición, por si cuela, a esos tipos que sufrimos con uniforme de policía, que espero que se extingan pronto para dar paso a seres humanos haciendo funciones de policía de verdad: dejad que nos maten las drogas, por favor, y no vuestro plomo.


Drogoteca.



PS: Dedicado a “Anacleto”, mi colega, porque creo que nos hacen falta muchos, muchísimos como él en todas las FFCCSE.

sábado, 2 de abril de 2016

Cómo encontrar -y usar- amanitas enteógenas.

Aunque a primera vista este texto, que fue publicado en VICE en su día, parece que aquí se cuelga en un momento equivocado: no es época de setas... ¿verdad? Siempre es época de setas, si les das humedad y una temperatura adecuadas, y en concreto una de las más fáciles setas de volver a encontrar "fuera del periodo habitual del otoño" es la familia de las amanitas, y la muscaria o la pantherina entre ellas.

Estos días -de cálida primavera- van a venir seguidos de unos cuantos de lluvia. Si al terminar la temperatura sigue siendo similar a la actual, tendremos una primavera llena de setas, de todo tipo si es tan buena como promete.

Esperamos que os guste el texto.

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Amanita muscaria;
drogándonos con la “seta de los Pitufos”.


Cierra los ojos y piensa en una seta. 
¿Es roja con pintas blancas en su sombrero? 

¿Sí? Venga, ya estás imaginando la seta más representada en nuestra iconografía occidental. Casi da igual qué edad tengas, porque seguramente cualquier niño reconoce esa seta entre las representadas en sus cuentos. Y si no tienes edad para cuentos ya, en cuanto escribas “setas”, “hongos”, “seta de los Pitufos” o “seta mágica” en Google encontrarás fotos e ilustraciones de la más conocida de las setas: la Amanita muscaria.





A la Amanita muscaria la llaman también hongo matamoscas, aunque no las mata -a las moscas- sino que sólo las atonta. Es ese hongo de sombrero rojo moteado con verrugas blancas (restos de la membrana que cubría a la seta) que reconocemos a primera vista, a veces como seta venenosa -de forma injusta- y a veces con el deleite de haber encontrado una de las drogas enteógenas más usadas a lo largo de la historia del ser humano. 

Esta fuente micológica íntimamente ligada con lo vegetal, por su existencia micorriza, es reverenciada como sagrada por algunos pueblos dados los efectos que produce su ingestión. Especialmente en las zonas siberianas donde no había la disponibilidad de otras fuentes vegetales que pudieran ser usadas como embriagante, o recursos para la elaboración de uno, su precio podía alcanzar el de un reno al trueque. 

En nuestro subconsciente, según dónde hayamos nacido, podemos podemos guardar la impresión de que las setas son algo malo y que sólo aquellos con un conocimiento casi iniciático son capaces de coger y consumirlas sin sufrir daños. Es la micofobia -repulsión por los hongos y setas- que existe en buena parte de la península. Por otro lado, también tenemos zonas como Cataluña y Euskadi, que son pueblos micófilos -conocen y aman sus setas- en oposición a los micófobos. No hay duda de que resulta esencial identificar correctamente una seta (o una planta) antes de consumirla, y que los errores de identificación pueden ser mortales, pero en el caso de la Amanita muscaria ese riesgo es de los más bajos que hay. ¿Por qué? Pues porque la única seta que podríamos confundir con este embriagante vegetal es la Amanita caesarea o “Amanita de los Césares”, que está considerada como uno de los grandes manjares micológicos.





A nadie le gustaría confundir una Amanita caesarea con una Amanita muscaria cuando lo que buscas es una experiencia gastronómica en lugar de una experiencia psicoactiva, ni a nadie le apetece preparar un día y un entorno para poder tener una experiencia psicoactiva con la Amanita muscaria para ingerir algo que no le producirá ningún efecto, pero el riesgo de muerte por esta equivocación es de cero

Las dos setas son rojas en su sombrero pero mientras que la muscaria es totalmente blanca en el resto de la seta y suele tener esas pintas blancas, la Amanita caesarea es amarilla salvo su rojizo sombrero y sin las pintas blancas en él.

Menos aún molaría confundir una Amanita muscaria con una Amanita phalloides -llamada popularmente “cicuta verde”- que es la seta más venenosa de todas las conocidas, pero esto sólo te puede pasar si eres un daltónico despistado: ¿confundir una seta de sombrero rojo intenso con otra seta de color verde? Vale que todas las setas pueden variar en su coloración, según la cantidad de agua absorbida y su subespecie concreta, pero la Amanita phalloides no puede ser roja: la verás verde, amarilla verdosa, amarillenta, y hasta alguna variedad blanca de la seta asesina, pero ninguna es roja. 




Si te sientes capaz de distinguir el rojo del verde/amarillo/blanco con seguridad, podemos asumir que estás preparado para la siguiente fase: ¡¡ir a por ellas al monte!!

Cuando ya tenemos confianza en identificar los especímenes que deseamos -recomendable la ayuda de guías de campo tamaño bolsillo, siempre- nos vamos al monte, al pie de los árboles donde crecen las setas que buscamos. El monte, sin ser un lugar peligroso, requiere un poco de cuidado. No podemos ir con unas sandalias o con zapato de tacón, debemos calzar bota alta e impermeable: vamos a un lugar que normalmente está cubierto de hojas y materia vegetal húmeda, bajo la que hay piedras, ramas, setas y también animales. Unas botas adecuadas nos evitarán la mayoría de los problemas que podamos encontrar. 

Como utensilios para la búsqueda, nos vale con un palo o bastón, para poder remover entre las hojas sin agacharnos y al mismo tiempo servirnos para tantear al caminar sobre un suelo que puede ocultar agujeros o rocas. Para la recogida en sí misma, necesitaremos dos cosas: una buena navaja y una cesta de mimbre. Y un apero extra: un permiso para recoger setas donde hay que sacarlo -pagando por él- si no queremos que, tras un día de monte recogiendo setas, la guardia civil nos requise la cesta y además nos multe.

Una vez recogidos los ejemplares de seta que queramos usar, los revisamos y limpiamos de restos de materia vegetal o posibles insectos. Las setas son algo que se destruye rápidamente pudriéndose, así que hay que secarlas para su conservación. La razón de secarla en el caso de la Amanita muscaria tiene un segundo objetivo de tipo farmacológico: aumentar su potencia psicoactiva. Durante el secado de estas setas que contienen ácido iboténico, éste se transforma en muscimol al perder un grupo carboxilo de su molécula original. Este cambio, convierte a la primera sustancia, que ya es psicoactiva, en otra que es 4 veces más potente en relación al peso. La “seta de los Pitufos” gana potencia, mucha, cuando se seca correctamente.

Para el secado, es ideal una corriente de aire caliente a unos 45-55 grados centígrados en un ambiente seco, que se puede dar con un calentador de resistencias con ventilador, a la distancia adecuada (no muy cerca, que las cueces). A falta de poder hacerlo de esta forma, colocaremos las setas -separando el sombrero y el pie o tallo- sobre papel de periódico, que renovaremos varias veces durante el proceso para ayudar a eliminar la humedad. 





Una vez secas, lo que ocurre en unas horas o unos días dependiendo del método y humedad del lugar, las setas adquieren una textura como cartón, sin humedad aparente pero tampoco tan secas que rompan al ser manipuladas: en ese punto ya están listas para ser usada con el mayor provecho de su psicoactividad. Se guardan entonces en bote de cristal o en un tupperware de plástico.

A la hora de plantearnos su psicoactividad, debemos tener en cuenta también que tratamos de seres vivos y que puede haber importantes variaciones de potencia psicoactiva entre unas setas y otras. Así pues haremos bien procediendo con precaución a la hora de establecer la potencia. Para evitar parcialmente esta variabilidad, se puede realizar una mezcla homogénea con todos los ejemplares recogidos, moliéndolos una vez secos. De esa forma tendremos la seguridad de que una misma cantidad de producto tendrá -siempre que sea de esa mezcla- la misma potencia, aunque eso deteriora su conservación ya que al ser molidos queda el producto mucho más expuesto al aire -deteriorándose antes- por lo que es mejor no molerlas hasta que se vaya a iniciar el tanteo para su consumo. 

¿Cómo consumirlas? Pues puedes ingerir directamente la seta seca, puedes hacer una infusión con ella, o puedes beberte la orina de alguien que se las haya comido previamente. ¿Colocarse bebiendo orina? Sí. Es una de las formas de consumo de esta seta, usando la orina de alguien previamente colocado. 

Esto es debido a la escasez de cosas con las que colocarse entre los pueblos que usan la seta. Realmente, a través de la orina de alguien colocado, nos podríamos colocar con muchas clases de drogas de esta forma porque se excretan inalteradas en la orina. En el caso de la Amanita muscaria, se dice que sirve como embriagante hasta un cuarto “invitado” pero como aún no me ha dado por la lluvia dorada, no puedo -ni quiero- verificarlo. Todo vuestro si os place.





Las dosis que Erowid recomienda para este embriagante vegetal son de 1 a 5 gramos para algo ligero, de 5 a 10 para una dosis común o media, y de 10 a 30 gramos -siempre expresados como sombrero de la seta en seco- para un viaje fuerte. ¿Y sus efectos? 

La experiencia es pesada para el cuerpo y puede durar entre 5 y 10 horas. Los efectos se empiezan a notar a partir de los 30 minutos y al inicio son de tipo similar al alcohol: te relaja, te da cierta euforia, te sociabiliza, te da la risa tonta. Al mismo tiempo te incapacita de una manera similar al alcohol: te provoca disminución de reflejos, somnolencia, visión incorrecta y un mal desempeño motor. Todo esto en mayor o menor grado, dependiendo de la dosis ingerida. Esa fase va dando paso a otra en la que se tiene una intensa somnolencia parecida al final de una borrachera -muchos acaban dormidos- y que al superarse entraríamos en la parte más psiquedélica de la experiencia, también dependiente en efectos e intensidad a la dosis tomada. 

Es en esta fase en la que se puede experimentar disociaciones perceptivas más intensas, visiones con los ojos cerrados, alucinaciones auditivas, sinestesias y esas sensaciones de cambios drásticos en el tamaño y forma corporal -en nuestra propiocepción- que han hecho popular a la seta y de donde surgen tradiciones que las vinculan con pequeños seres. La macropsia y la micropsia son los fenómenos -no exclusivos de los efectos de esta seta- por los que se perciben los objetos de nuestro entorno en tamaños enormes (haciéndonos sentir diminutos), o exageradamente pequeños (haciéndonos sentir gigantes), muy en la forma que le ocurre a la protagonista de “Alicia en el País de las Maravillas” cuando come de la seta, idea que le da una oruga azul fumándose un narguile.





Los enanitos del bosque -tipo los Pitufos- que según las leyendas viven en las setas o cerca de ellas, son leyendas e historias más abundantes en el norte de Europa, donde la relación con esta seta y los bosques en los que crece es más cercana, siéndolo también el conocimiento de los efectos psicoactivos de la seta. Así que si lo que buscas es un colocón que te haga sentir gigante como Mario o Luigi cuando se comen la seta en el “Super Mario Bros.” o tan pequeño -pero fuerte- como “David el gnomo”, lo tuyo es la micología psicoactiva: la “seta de los pitufos” tiene la llave al “país de las maravillas”.