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domingo, 16 de abril de 2017

Oliver Sacks, in memoriam.

Recuerdo cómo lloré la tarde que tuve que procesar que Oliver Sacks había muerto. No era pena por la pérdida de un ser humano excepcional, sino una reacción egoísta a tener que asumir que no volvería a leer un nuevo libro suyo, una nueva hipótesis, una nueva visión de algo que siempre estuvo ahí... esas cosas con las que Oliver Sacks solía obsequiar, de cuando en cuando, a sus coetáneos. En días como el de hoy, le echo de menos de una forma especialmente notable y no sé el porqué. Sólo sé que si es cierto eso de que las personas sólo mueren cuando muere la última persona que les recuerda, a Oliver Sacks le queda una larga y prospera vida.

Con todo mi cariño intacto, gracias OWS.

El texto fue publicado en su día en el portal Cannabis.es
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“Hace un mes, me encontraba con un buen estado de salud, incluso robusto. A mis 81 años, todavía nado una milla al día. Pero mi suerte se ha terminado: hace unas pocas semanas averigüé que tenía múltiples metástasis en el hígado.
Hace 9 años me descubrieron un raro tumor en el ojo, un melanoma ocular. La radiación y el láser, necesarios para destruir el tumor, me dejaron ciego de ese ojo. Aunque los melanomas como ese causan metástasis en un 50% de las ocasiones, dadas las particularidades de mi caso y diagnóstico, la probabilidad de que se produjera metástasis era mucho más baja (un 2%). Yo estoy entre esos desafortunados.”


De esta forma, el 19 de febrero del 2015, Oliver Wolf Sacks, empezaba a ajustar sus cuentas con la vida de forma pública tras asumir el hecho inevitable de una muerte próxima debido al cáncer que se había extendido por su cuerpo. En un impecable artículo publicado en “The New York Times” hacía público su estado de salud, y al mismo tiempo desgranaba unas cuantas reflexiones sobre su propia vida, ya a la luz de una muerte anunciada. Lo hacía con humor y gratitud, usando a modo de guía para comparar el “testamento espiritual” que dejó el filósofo David Hume cuando supo que estaba mortalmente enfermo a la edad de 65 años. Oliver se encontraba satisfecho: de entrada había podido disfrutar varios años más de rica existencia que el filósofo escocés. Incluso escribiendo sobre su propia muerte, sus palabras seguían desbordando pasión, curiosidad y vida.
Oliver Sacks moría poco más de medio año después, con 82 años de edad, el 30 de agosto del 2015, y sabía que lo hacía -morir- con la suerte de haber vivido una gran vida que, como él mismo decía, había estado “llena de trabajo y de amor”.
¿Y qué hace que este hecho -un hombre más que muere tras una infrecuente vida feliz- merezca un poco de nuestro escaso y contra-reloj tiempo? Oliver Sacks fue una de esas personas que procuró dejar el planeta, y a sus habitantes, un poco mejor de lo que estaban cuando él los encontró. Y creo sinceramente que fue de los que, además de intentarlo, lo logró en buena medida. ¿Pero quién era este tipo?
Oliver Sacks era un chico con la mirada curiosa de un químico. Las relaciones de su tío con un metal -el tungsteno o wolframio- le abrieron de niño un mundo de comprensión y percepciones ajeno a otros, en el que los elementos químicos eran los protagonistas. No había muerte ni había vida, sólo química decía él. Y esa química fue su refugio personal, su lente para colorear el mundo que le había tocado vivir, incluso ya como adulto. Nos lo contó en “Tío Tungsteno: recuerdos de una infancia química” en la primera ocasión en la que se sentó a escribir sus memorias.
No debió hacerlo mal, ya que su libro fue considerado como el único capaz de medirse con “La Tabla Periódica” de Primo Levi, que es aclamado como “el mejor libro de ciencia jamás escrito” por la Royal Institution inglesa y por apreciado como una joya para incontables químicos. La comparación la estableció un premio Nobel de Química y lo hizo después de decir “uno no necesita ser un químico -profesional- para poder disfrutar de las maravillas de la transformación química. Hoy entre nosotros contamos con alguien así: Oliver Sacks”.
Los químicos, en general, son un clan bastante cerrado a la hora de aceptar nuevos miembros en la categoría de “colegas”. Al menos, los grandes químicos. Hay quien postula que esto se debe a que los químicos son creadores en el sentido artístico y también en sentido estricto, ya que son el colectivo que crea nuevas disposiciones atómicas que nunca antes habían existido o estudia las que no se conocen aún, y las adapta para el resto de los mortales. La alquimia fue algo iniciático desde sus oscuros orígenes, algo que no estaba hecho para ser compartido con todos. Y creedme cuando os digo que el que un premio Nobel de Química incluyera e presentara como “un igual” a quien nunca fue un químico de formación y profesión, se puede considerar un honor más infrecuente que el premio sueco.
Sin embargo Oliver Sacks no se dedicaba profesionalmente a la química, sino que supo plasmar para todos una forma de ver las relaciones de la materia que estaba profundamente imbricada en una especial forma de ver la vida. No era una forma de percibir el mundo que no haya visto antes: la he observado con la misma claridad en las obras y palabras de “deidades químicas” como Albert Hofmann o Alexander Shulgin. Aunque ellos eran químicos de formación y profesión y Oliver Sacks era sólo un médico neurólogo, seguro que en un más allá -en el que ninguno de ellos creía- harían buenas migas. Aunque es posible que Sacks ya las hubiese hecho, hace mucho ya, con algunas de las creaciones moleculares de estos alquimistas de la conciencia humana.
Sacks estudia medicina en UK, pero en cuanto termina sale huyendo de su familia y del entorno opresivo y moralista que es el país tras la segunda guerra mundial para aterrizar en Canadá, desde donde fragua su salto a USA, que sería finalmente su destino. ¿Qué ciudad? San Francisco, años 60.
¿Y a qué se dedicó? Pues además de currar en el hospital, se hizo motero, culturista y levantador de pesas -de esos que de una hostia te convencen 3 meses- y se unió a esos chicos que hacen excursiones en moto por todo el país: los “Ángeles del Infierno”. Aparte, tomó con generosidad alcohol, cannabis, LSD (tal vez salido de las manos del propio Hofmann), anfetaminas y a saber cuántas drogas más que pudieran caer en sus manos (o salir de ellas). Por supuesto, nunca dejó de ser un químico en espíritu ni en su pequeño laboratorio amateur, donde siempre estuvo -de una forma u otra- en contacto con la química.
Un buen candidato para presentar en la cena de Navidad, interesante como pocos invitados podrían serlo. Ahora toda esa época turbulenta se describe como su lucha personal contra sus propios demonios y contra la herencia represiva que recibió de sus padres por ser homosexual, lo cual es bastante cierto sabiendo que salió de UK quemando naves con su familia, especialmente con su castrante madre. Sin embargo, aunque pudiera ser más o menos conocido por su entorno, Oliver Sacks no reconoció públicamente su homosexualidad hasta su ultima biografía publicada hace unos meses: “On the move”.
Tras estos revueltos inicios en su vida adulta, Oliver se miró un día al espejo viéndose demacrado y pensó que, si seguía por la misma senda, no duraría vivo ni un año. Así que se obró ese extraño milagro por el que un cachas gay de gimnasio, químico amateur y generoso usuario de drogas que macarreaba las carreteras en moto con sus colegas del infierno, acaba sus días como escritor de best-sellers de divulgación científica y neurólogo de prestigio internacional aclamado por los más respetados miembros de la comunidad científica como “humanista”. ¿Qué pasó entre medias?
Oliver Sacks se centró en su trabajo como neurólogo, y en especial en sus pacientes y su calidad de vida por encima del simple y frío diagnóstico. Y fue la mente creativa de Sacks (y su íntima relación la química psicoactiva) la que encontró -violando algún protocolo seguramente- que había una sustancia precursora de la dopamina, de estructura simple y similar a la anfetamina, que se llamaba L-DOPA y que permitió a un grupo de pacientes afectados por un extraño sueño durante décadas volver a la vida, aunque fuera temporalmente. “Awakenings” -o “Despertares” en castellano- fue el libro que le lanzó al mundo literario, contando su experiencia con estas personas que gracias a esa sustancia, recuperaban -décadas después con los problemas de ajuste que eso produjo- la capacidad de interactuar de forma normal con su entorno y que posteriormente sería llevado al cine, con un pasteloso resultado que no le hizo justicia en lo profesional, llevándole a ser conocido y apreciado ante el gran público.
Doce años después de ese libro, Sacks publicó el que muchos consideramos la gran obra de su carrera: “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. El título del libro, que era una interesantísima recopilación de casos de daño neurológico y de cómo esos pacientes lidiaban con ellos en su vida diaria, hacía alusión al caso del Dr. P., un hombre que sufría de una agnosia visual: una persona cuya capacidad de percibir los estímulos visuales no está dañada, pero la capacidad de asociar lo que ve a un concepto útil para la persona no está presente. El Dr.P. podía reconocer lo que era un ojo, una nariz o una oreja, pero no era capaz de unir todas estas piezas y ver un rostro significativo: ni siquiera el de su propia mujer, aunque en cuanto escuchaba su voz todo era comprendido de nuevo. El nombre exacto de esa agnosia visual asociativa es prosopagnosia y, paradojas de la existencia, fue un trastorno neurológico que Oliver Sacks sufrió a lo largo de su vida, aunque parece que no fue consciente de ello durante un largo tiempo: la dificultad o imposibilidad de reconocer rostros mediante la simple percepción visual.
Hace como una década, tuve la ocasión no elegida -sufrí un ictus o micro infarto cerebral- de experimentar una agnosia visual pasajera (por suerte) y durante la cual recordar la historia del Dr.P me hizo entender -en el mismo momento que la estaba sufriendo- lo que le estaba pasando a mi cerebro. Habían sido días de un gran esfuerzo intelectual de cara a unas pruebas universitarias, todo había salido genial y ese día había sacado un nuevo disco mi grupo musical favorito: estaba pletórico de alegría. Me quedé dormido sobre la cama con las luces de mi habitación encendidas. Cuando llevaba unas horas durmiendo, algo en mi cabeza me despertó: fui una especie de ruido, nada exagerado, parecido a un chasquear de dedos. Desperté en el acto, recuerdo que con buen ánimo, y me encontré en mi cama observando atentamente todo mi entorno. Me levanté de la cama, y como si fuera la primera vez en mi vida fui observando cada rincón de mi habitación, cada objeto, cada papel, las sillas, el armario. Y observarlos me producía una mágica sensación: veía todo tan claramente como siempre, pero todo parecía nuevo y nunca visto. Veía una plancha de madera con un trozo de metal a la altura de mi mano, pero no entendía que era una puerta. Me pasaba con todo lo que mis ojos percibían, hasta que mi mano tocaba el objeto en cuestión: en ese momento, todo recuperaba su sentido original y era una puerta, era un armario, era un libro, era una taza, era un ordenador, etc. ¡¡Pero para poder saberlo, tenía que recurrir al tacto y no estaba ciego!!
Hubo un momento, mientras vagaba flipando con las nuevas sensaciones de mi cerebro por el espacio de mi cuarto y sus objetos, que recordé lo que era la agnosia visual gracias a ese texto sobre el Dr.P., y en ese momento -supongo que lo que quedaba funcionando correctamente en mi cerebro dio la alarma- comprendí de que estaba sufriendo las consecuencias de un daño cerebral. Lo que quedaba de mi cerebro racional tomó el control en el acto y, como pude, llegué a avisar llorando y muerto de miedo a mi compañero de piso de que estaba teniendo un infarto cerebral y que pidiera ayuda urgente. Desapareció todo en menos de una hora igual que vino, de golpe, y sin dejar huella alguna por suerte. Hoy me alegro de haber podido experimentar algo tan increíble y lo recuerdo con cariño, pero fue aterrador enfrentarse a un mundo que dejaba de responder a las coordenadas habituales.
La lista de temas y casos que Oliver Sacks trató en sus escritos y libros es enorme, oscilando desde la experiencias perceptivas de las personas afectadas de sordera, de ceguera a los colores o de las experiencias con alucinaciones y visiones por distintas razones, a casos de autismo como en “Un antropólogo en Marte” donde hace de la autista y profesora universitaria Temple Gradin el sujeto de su historia. Pero aparte de su íntima relación con la química, el trabajo más interesante que Oliver Sacks desarrolló, aunque no sea el más conocido, es el libro “Musicofilia: relatos de la música y el cerebro”.
Aunque lo observó desde su primeras investigaciones con los pacientes letárgicos de la L-DOPA, no fue hasta unos 30 años después cuando dedicó parte de sus esfuerzos a comprender cómo la música actúa en el cerebro humano, siendo capaz de operar sobre funciones que parecían desaparecidas, recuperar recuerdos perdidos, ayudar a las personas con problemas motores por Parkinson a moverse sin la lentitud o excesiva rapidez que su enfermedad les imponía, y un innumerable listado de virtudes desatadas por la música en el campo de la neurología clínica. La música fue para Sacks la droga más poderosa de todas a la hora de obrar milagros en la funcionalidad del cerebro humano, sano o dañado.
Oliver Sacks pasó sus últimos días en su casa de Manhattan tocando el piano y en compañía de Bill Hayes -escritor, fotógrafo y ensayista- con quien había formado pareja desde hacía unos pocos años, tras varias décadas de “celibato autoimpuesto” en las que prefirió dedicar sus fuerzas a sus pacientes neurológicos y a mejorar la calidad de vida que tenían.
Oliver Sacks siempre dijo que no le bastaba con escuchar lo que sus pacientes le contaban, sino que deseaba experimentarlo todo de primer mano. Hace una semana Oliver experimentó la más compleja experiencia neurológica que un ser humano puede vivir: su propia muerte.
Gracias, Oliver, por todo lo que nos diste.

sábado, 11 de febrero de 2017

Drogoteca cumple hoy 10 años publicando información -veraz- sobre drogas en castellano.

No podía imaginar -cuando hace una década me ponía frente a una conexión de Internet y una pantalla en blanco, para iniciar lo que sería este blog- que fuera a sentarme 10 años después para hacer una breve revisión del asunto. Y aquí estoy, mira, flanqueado por una taza de té con menta -correctamente preparada- y un canutito de mi cultivo (autocultivo, que aunque no me gusta nada el término, sí me gusta el concepto) de Green Poison de estos meses, me arranco con mi "petayuno" del sábado. 




Yo, hace 10 años, era un chaval muy interesado en las drogas y que, por suerte, tenía una buen formación en ciencias. Eso junto con las lecturas adecuadas y el análisis reposado de lo leído, experimentando a la vez con la mayoría de las sustancias que he encontrado en mi camino (creo que salvo cannabinoides sintéticos, he tomado -generosamente- todo tipo de drogas) hizo que acumulara información que podía ser útil para otros, y que me resultase interesante señalar los "puntos negros" que yo me he ido encontrando en mi relación con las drogas y compartirlo con otros usuarios e interesados. Esas experiencias, reflexiones y análisis sobre lo que el complejo concepto de "las drogas" y sus concretos agentes químicos -las sustancias reales- son lo que han ido conformando el grueso de este blog.

Creo que hay 162 textos largos publicados (de momento) en estos 10 años, con un ritmo que ha sido variable pero que ha cubierto satisfactoriamente los tiempos, incluyendo los imprevistos y avatares que le suceden a cualquier vida a lo largo de una década en su juventud adulta. Muchas personas me preguntan por qué hay tan pocos textos en algunos años y eso básicamente responde a que muchos de los textos escritos en esos años, fueron recogidos posteriormente y elaborados de nuevo (normalmente para ser publicados). Así que si recuerdas un texto o una información sobre drogas (u otro tema) que leíste aquí, es fácil que la encuentres buscando por etiquetas con lo que serían sus palabras clave, aunque haya quedado cambiada de fecha. También -en otros casos- he retirado textos porque respondían a una cuestión puntual -temporal- que había quedado ya obsoleta (perdiendo el sentido de quedar publicados, y aumentando el nivel de ruido/información) o que -a mi juicio y criterio, que es el que aquí rige dado que es mi jardín- no tenían suficiente calidad para quedar publicados en este lugar.

Otra de las cosas que se siguen manteniendo en este lugar de información que es la Drogoteca, es la ausencia total de publicidad de cualquier tipo (directa o encubierta) porque por un lado no es necesaria para mantener esta pagina activa, ya que la mantiene Blogger (Blogspot - Gmail) y por otro lado porque tener publicidad siempre te hace perder una cierta independencia, cuando es acordada, y lleva a cosas peores cuando se deja en manos de bots y anunciantes contratados por terceros como es el caso de Google Ads. 

Esto no quiere decir que nunca vaya a usar publicidad o a aceptarla en esta web, pero sí que no es algo que se encuentre entre mis previsiones de lo que puede ocurrir próximamente. Tras estos años, ya sé que hay pocas cosas a las que puedes decir que de "dicho agua no beberás" (como por ejemplo, yo y los cannabinoides sintéticos: NO) y la publicidad -presente en todas las webs y revistas en las que tengo la suerte de escribir, desde VICE a Soft Secrets, desde Cannabis.es a Cannabis Magazine- no me ha impedido expresarme con total libertad en todos los sitios donde han querido publicar mis textos. Pero careciendo de la necesidad, no tengo ganas de entrar en dicho terreno para "sostener" la web.

Actualmente el ritmo de visitas a la página está alrededor de unas 1000 visitas diarias, muy lejos de los tiempos del 2007, en que creo tardé varios meses en alcanzar las primeras 10.000 visitas. Ahora el blog está a punto de llegar al 1.300.000 visitas totales, pero eso únicamente recoge el periodo desde mayo del 2010 al día de hoy (fue cuando Blogger inició el sistema de estadísticas propias y prescindí del anterior). El número total de visitas, incluyendo los 3 años anteriores pasa ya del millón y medio (debe andar cerca del 1.650.000-1.700.000 visitas) y se encamina de forma estable hacia los dos millones de visitas, que se alcanzarían en un año aproximadamente. Y el crecimiento ha sido consistente con el aumento de publicaciones y la mejora de la calidad de los textos publicados (no cuelgo todo lo que escribo, ni mucho menos). Es decir, atendiendo a los fríos números, creo que puedo sentirme razonablemente satisfecho.

Muchas cosas han cambiado en estos años desde que inicié la Drogoteca, aunque considero que la más relevante de todas las que ha ocurrido ha sido la aparición de la primera moneda criptográfica sólida y estable, como es Bitcoin. El alcance de las consecuencias de esta aparición, aún tardarán en ser del todo comprendidas y de poder analizarse cómo actualmente resulta una de las principales "espitas" por las que la moribunda prohibición contra las drogas libera presión, y ha hecho virtualmente inútil la prohibición de las drogas al hacer que cualquiera, desde su casa y sin arriesgarse en exceso, pueda conseguir sustancias que antes estaban vedadas a entornos complejos y de poca seguridad. La muerte práctica de la prohibición, enviada por correo -discreto- a su hogar.

La difusión de información relativa a los análisis de drogas circulantes en el mercado, las organizaciones de Reducción De Riesgos como Ai Laket que proporcionan datos seguros sobre lo que -por definición- es inseguro (sustancias compradas fuera de toda regulación) y la posibilidad de analizar una sustancia antes de consumirla (aunque es una tarea muchas veces larga y tediosa de completar, hasta tener toda la información de seguridad necesaria) han aportado y consolidado con el tiempo, una posibilidad de aproximación a las drogas y de gestión de nuestra relación con ellas, basada en datos científicos y no en mitos, leyendas e invenciones que, por desgracia, siguen siendo el pan nuestro de cada día en lo que se refiere a la información general -prensa generalista- sobre drogas. 

Por último -como reflexión- aunque el panorama puede parecer alentador en lo que a alguna droga se refiere, como ocurre con el cannabis que finalmente está embocando procesos de regulación e incorporación a la sociedad en multitud de puntos en el planeta, mi percepción es que no estamos en un mejor escenario en general y menos si consideramos el asunto en su conjunto, y no sólo lo que al cannabis atañe. Personajes como Duterte en Filipinas -o el propio Trump en USA- están dejando claro que hay grandes sectores sociales (sus votantes) dispuestos a retroceder en derechos y libertades hasta donde sea necesario para satisfacer las paranoides mentes que les alumbran y que otros sufren. No parece que las drogas y sus usuarios, como otros colectivos, vayan a salir bien parados de estos convulsos tiempos en manos de psicópatas elevados a rango de poder ejecutivo y/o legislativo en distintas partes del mundo, incluída "la vieja Europa" con su personal romance con la ultraderecha y los populismos.

Hoy es un 11 de febrero más, día gris como el de hace 10 años (me refiero al clima nada más), y resulta ser el "Día de la Mujer y la Ciencia". No puedo decir que haya mucha mano femenina por este blog -su falta de gusto estético lo prueba- pero sí que si bien no soy mujer, toda mi formación científica (y mi forma de mirar esas cuestiones) me vino mediante una mujer, ya que se la debo enteramente a mi madre (mi padre gasta una visión "más filosófica" de las cosas) con quien sigo discutiendo -mayormente- cuestiones de ciencia puntera en distintos campos. No ha sido la única, pero si la mayor influencia (por su formación como química) en cómo percibo el mundo que me rodea y sus fenómenos. Es una buena ocasión para darle las gracias por ello: gracias...

Por lo demás, poco que añadir. Me hubiera gustado organizar algún sorteo o algo especial para conmemorar este momento, pero la vida de "adulto responsable" no deja tanto tiempo libre como a uno le gustaría y elegir a qué dedicamos nuestros momentos es de las decisiones más complejas e importantes que podemos hacer. Si no lo he hecho, será que eso de celebrar -si bien es bonito- no es tan importante. Pero no descarto hacer algo a lo largo de este DECIMOPRIMER año que empieza este blog (ahora ya puedo decir eso de "tras más de 10 años..." que queda tan serio). 

Espero tener dentro de otros 10 años el placer de escribir una entrada como esta, y de volver a agradeceros lo que me habéis dado y me habéis hecho crecer en esta década -leyendo, preguntando, criticando, opinando- con vuestra presencia. Sea como haya de ser, el camino ya ha sido hermoso y fructífero hasta el día de hoy: ya ha merecido claramente la pena. :))

Drogoteca.

PS: En ocasiones (por eso de ser "Drogoteca") me preguntan cuál es mi droga favorita, la absoluta, aquella a la que no podría renunciar. Y es otra adquisición que me llegó -también de forma casi exclusiva en su gusto y apreciación- por parte materna: la música (ya que el oído musical de mi padre es similar al de un mejillón autista). Y la música ha sido una constante referencia en los textos aquí publicados, existiendo algunos exclusivamente referidos a música y no a drogas "como solemos pensar".

La música da color a los instantes, moviliza emociones, ayuda a fijar la memoria y el sabor de los momentos que vivimos. Hace reír y hace llorar, a veces con el albedrío humano por medio y en otras ocasiones, a traición y sin permiso alguno. Eso es lo que tienen las drogas, que su efecto conlleva siempre la suma del alma del sujeto en el resultado de la interacción, y la música no es una excepción.

Podría vivir sin todas las drogas del mundo, pero no podría vivir ni un día en un mundo sin música. Tampoco este blog, menos en un día como hoy.



"Sólo le pido a Dios 
que el dolor no me sea indiferente; 
que la reseca muerte no me encuentre, 
vacía y sola, 
sin haber hecho lo suficiente."





domingo, 27 de noviembre de 2016

RAP KINKI (I): JARFAITER

Este texto que ahora retoco y publico, fue ya sacado en su día en el portal Cannabis.es y en la web especializada en música Rock (sí, como lo lees) www.MANERASdeVIVIR.com, que hizo una excepción magistralmente justificada por su autor; merece la pena leer la explicación de por qué mete algo de "rap" en una web de rock, cuando esa música "hace daño a los oídos" de la mayoría de rockeros... o así era hasta ahora.

Yo, aprovecho la circunstancias para declarar que ya iré atizando uno a uno a los más ilustres representantes de kinkeo -quincalleros- musical de nuestro entorno, a ver si consigo que pasen todos y alguno más. También aprovecho para agradecer a "El Coleta" el buen trato y lo amable que ha sido cada vez que me he puesto en contacto con él, y que le tengo ya "cazado" para hacer algo. También muy amablemente otro ilustre kinki como es Javier Petaka también abrió la puerta a esa posibilidad, y si no he avanzado más en esos menesteres es por exceso de asuntos (no todos buenos, no todos malos).




Así que hoy dejo esto para el Jarfa (y el Denom que tocaba con Jarfaiter, pero que no pretendo incluirle yo en estilo alguno ni etiqueta alguna, simplemente le menciono porque también me gusta y estuve en sus conciertos) a quien tengo que volver a escribir un email al correo que me dijo, porque me da a mí que no lo mira demasiado (muy sano, por otra parte).

Sin más, y para que sirva como introducción a un espacio para esta otra forma de música que algunos llaman quinqui o kinki, os dejo con un vídeo de Javier Petaka donde aparecen figuras como Nasta o El Coleta (lo mejor de cada casa se ve allí) y que también encaja perfectamente en el espíritu de esta entrada.

Esperamos que os guste, con ella abrimos la puerta a toda esta panda de mangantes sacando brillo al micro...

;)



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JARFAITER.

¿Y quién coño es Jarfaiter

Llevo media tarde pensando cómo plantear esto, porque es complicado hablar de alguien que hay mucha gente que no conoce y otra mucha gente que le conoce musicalmente “demasiado bien” (entre los que -por suerte- me incluyo).
Creo que lo mejor es aprovechar que él mismo sabe presentarse solito -y ya lo ha hecho- para dar una clara idea de quién es, para quien no le conozca, aún.




“¡¡Jarfaiter!! El sonido que te aplasta...
Basta, de modernos con gafas de pasta.
Kinkis en el parque haciendo sparring...
¡¡Fuck Mario Casas y que viva “el Pirri”!!
Tú vete pa' Chueca, pa' la discoteca.
Nosotros en la calle -chacho- como “Las Grecas”.
Catando manteca, la garganta seca...
No soy un ejemplo a seguir, muñeca.
Mucho bocazas habla de Jarfaiter;
mucha maricona -primo- mucho hater.
Por Internet no paran de amenazarme...
¡¡Sabéis dónde estoy, coño, venid a pegarme!!”

No es su último trabajo (tiene ya un tiempo) pero sigue teniendo la vigencia del carácter que exhibe: el de un kinki. Seguramente todo el mundo ha escuchado la palabra y tenga una idea de la clase de personaje a quien se refiere, pero es posible que no imagine el origen -antiguo y curioso- del término. 

Proviene de la palabra “quincalla” que viene del francés antiguo y nace de la onomatopeya del ruido del metal: “clincaille” o en español, “clin-clin”. De ahí derivó -finales del siglo XVII- en “quincallero” o “quinquillero” para referirse a esas personas que “andaban haciendo ruido con los metales” y que ahora llamaríamos chatarerros y metaleros

Eso se terminó acortando en la voz “quinqui” (me lo llamaba mi abuela desde que hice 8 años) y que -ahora- actualiza su grafismo en “kinki”. Según mi abuela, los quinquis eran los que viajaban de forma nómada viviendo de la quincalla y los trapos, y que no eran casi nunca bien recibidos en los lugares por donde pasaban, dado su carácter pendenciero poco dado a respetar normas y convenciones sociales, como la propiedad privada. Muchas veces, por donde pasaban, eran como los hijos del caballo de Atila y arrasaban, con miseria y hambre como únicas banderas: su fama les precedía y la ruina les perseguía, pero uno no elige dónde nace.
Los tiempos han cambiado, pero esas dos banderas no. Ahora, los quinquis o kinkis, no van en carro ni dependen de un caballo. O sí: van en carro -cabalgando la vida- y dependiendo de sus caballos. ¡Cómo ha cambiado todo para seguir todo tan igual! 

Sigamos pues. ¿Es Jarfaiter un kinki? Pues nos volvemos a echar un vistazo a su curro y tenemos una pieza -deliciosa, dentro de un trabajo llamado “Malianteo Criminal” en el que explora ritmos y sonidos, del otro lado del charco- que nos da unas cuantas pistas (y curiosamente hoy cumple 2 años desde su publicación): Rial Kinki.
“Déjate vendiendo flow, so julai... ¡Ay! Rial Kinki for life!!
Quiso joderme -de verdad- alguno de por ahí y bajé con la katana, como un samurai...

De yonki tengo poco, te estás equivocando. 
Como se me cruce el cable, no respondo.
Si a la cara me coméis la polla... qué me estás contando??
Por ahí te han dicho: “ten cuidado con el Olmo, que la cara loco no la lleva de adorno”.
Mentalidad bélica, cuchillos, trastorno... noches con “mi rumanita” practicando porno.
Recuerdo cuando era un mocoso sin metas; tú robabas latas pa' pintar, yo Negrita.
Salía pa' pegarme; violencia gratuita. Dormía en portales, como una puta rata...”
Una infancia complicada, que le forzó a ser más duro que la vida que le tocaba jugar para sobrevivirla con dignidad, y le dio contacto forzado con el lado más oscuro del sistema -el lado de la prisión y la eterna penitencia para los familiares del preso, incluidos sus hijos- y que también le mostró el lado más crudo de las drogas en su propia familia (“recuerdo a mi tío pidiéndome 'chito' pa' bajar a Valde desde Embajadores”) le hizo ser, usando sus palabras de nuevo, “un experimento sociológico, el resultado de un conjunto de finales trágicos que han desarrollado, en mí, un problema psicológico”. 


Y en su último vídeo y tema, se reafirma: 
Soy un puto buscavidas, 
para que te enteres.”

Las fuentes de las que bebe son las de aquellos que tenían que salir “a buscarse la vida” con el hambre de la mañana y el llanto de las tripas vacías en los niños, y “que con el agua al cuello, le echaron dos cojones”

Héroes de la supervivencia -con finales trágicos también en su inmensa mayoría- que pavimentaron la infancia y juventud de una generación, y que son la banda sonora de esas vidas realmente complicadas y oscilantes entre el talego o la tumba -“Música taleguera, escucha ramera; oros, chándal y riñonera. Espera, fiera.... Que te damos cera!!”- como las de El ToreteEl Jaroel Pirri, o el Pera. 

Este último es un poco la vergüenza del grupo: se vendió al enemigo y eso -en la calle- no se perdona nunca. El Pera fue el ejemplo de “delincuente marginal famoso”,-que sirvió de propaganda social ansiolítica- mostrando su sumisión a la policía, terminando sus días como profesor -pa' los picoletos- de “conducción evasiva” y bajo nómina y mando de la Guardia Civil: “antes muertos que acabar como el Pera”, dice el Jarfa y tiene toda la razón.
Y con ese historial, más un montón de cosas que -lógicamente, al no ser un bocas- no cuenta, pues un buen día se dio cuenta que o se ponía a escribir, o iba a acabar reventándole la cara a alguien (o con ella reventada por alguien, esto va así y nunca se sabe). Se puso a contar lo que eran sus vivencias y lo tuvo muy claro desde el principio, sobre todo en este “ANTIHÉROE” -su primer trabajo ya a nivel totalmente profesional, que salió hace un año- en su primer tema:
Si no has crecido entre robos y 'puñalás', 
normal que no te guste... porque no lo entenderás. 


¿Por qué no te vas a escuchar a los demás, 

y me dejas a mí en paz? Hijoputa... ¡¡qué asco das!!

Lo completa con su forma de plantear la lucha social -colisión para ser exactos- con la misma delicadeza que tendría con un madero en las manos.
“¡Menos pulir estrofas y más ir a la manifa!

A tirarle piedras a la puta policía 
y al perroflauta que te raya si la lías.

¿Desde cuándo dan órdenes los hippies? 
¡¡Vete con tus malabares a la guardería!!

Está a punto de estallar una carnicería 
tú vas a acabar sin dientes en comisaría.

Para el próximo día, yo me lo pensaría...”

Se preguntará el buen ciudadano que por qué hay que tirarles piedras a la policía, y las respuestas las encontramos de nuevo en su música: 

¿Quieres saber el motivo de mi ira? 

Tengo comprobado que la ley es mentira: 
no me detienen... me pegan y se piran!!

¿No les parece un motivo justo para odiar a la policía? Pues a mí sí, miren, tal vez porque yo también me he llevado algunas... de la que no me dieron copia en papel, sino en carne. Y me han “requisado” todo tipo de cosas, de las que no he recibido ni un documento por su retirada ni información alguna sobre su destino y situación legal. Y de los billetes no dan recibí, no (especialmente la policía local de mi ciudad, que “ha limpiado” mi coche 2 veces). 

He soportado a un polizía nazional de mi ciudad, que me robó -por la cara- un bate de béisbol del maletero del coche y, ya de paso, aprovechó para exigirle a uno de los pasajeros del coche “la mitad del dinero robado el día anterior en ese asunto a pachas” (era un timador de camioneros que acabó en el hospital con muchos huesos rotos, a manos de los camioneros) mientras el ladrón fumaba “speedball” (cocaína y heroína) en plata negociando -a la baja- la mordida con el terrorista armado. Madero, a ti te espero, hijo de puta. 

La verdad es que para odiar a la policía, cada cual puede elegir entre la variopinta paleta de opciones que nos sirven y no hace falta extenderse: nos sobran los motivos, que dice Sabina.
Seguramente el retrato robot del joven músico podría ser aplicado -sin cambios- a muchos jóvenes en nuestro país. Jarfaiter labró su suerte y encontró -dedicándose a plasmar su mundo en su música- la salida del laberinto. 
Pero para otros muchos -como él- la bifurcación del camino sólo tiene dos direcciones: talego o tanatorio.
Con este currículum, el tipo se ha ganado el respeto. Sólo nos quedaba comprobar si en directo daba la talla o era sólo espejismo. Así que cuando nos enteramos de que tocaba el viernes 5 de agosto en el Shikillo Festival, en un escenario gratuito en la hermosa localidad de Candeleda (Ávila) que además es su tierra, no lo dudamos. Desayuné una anfetamina -con abuso, de precio por las farmacéutica- y con el Acelera” (la Guardia Civil me la come entera) de Jarfaiter sonando en mi buga marronero (en serio, el mío atrae a la pasma) con 15 gramitos de yerba y conduciendo con ganas, nos plantamos en un par de horitas en Candeleda (Ávila).




¿Dónde tocará este hombre?
Ahí. Ahí estaba tocando: encima del cuartel de la Policía Local...
Así que aparqué en zona prohibida -a la puerta de la policía- saqué los porros y el grinder y nos fuimos a trabajar un rato a la zona de la barra, a por algo de riego que veníamos secos (el calor era la leche y eran las 12 de la mañana con un sol “como pa' derretir cera”). 





Siendo un tipo muy cívico como soy, y siendo las chicas de Protección Civil además de guapas muy simpáticas, pues me acerqué a preguntarles si pasaría algo si me liaba un canuto allí mismo, o si mejor me abstenía (nunca sabes de qué pie cojea la pasma en cada lado) y lo hacía de tapadillo. 



Me dijeron que ningún problema y allí nos pusimos. En 3 minutos había pasado ya un tipo a ofrecernos dinero a cambio de yerba. Respuesta: "trinca este cogollo, pírate de aquí y no me molestes más". ¿No plantan allí o qué?




No debían plantar mucho (o se habían fumado ya toda) porque a veces tenía la impresión de que sólo nosotros estábamos fumando porros como si no hubiera un mañana (como siempre, digo) y quedó confirmada cuando Denom, que también cantaba con Jarfaiter sobre el escenario, gritó: “¿pero qué pasa? ¿aquí no se fuma o qué?” y le contesté: ¡¡eh!! toma...



¡Buen ojo! Denom trincó -al primer vuelo- mi trompeta de Green Poison y no la soltó (tengo fotos de toda la secuencia, y el tipo sabe colocárselo de todas las formas para protegerlo y seguir fumando mientras canta) y cuando me había olvidado del canuto, apareció uno -creo que de la organización- y me pegó una voz para devolverme la chusta con un par de caladas aún. 





Todo un detalle que no olvidase que se lo habían rulado. Gracias por la vuelta (aunque hubiera estado mejor con menos uña, primo, pero entiendo que estaba muuuu rica... verdad? ;D)





El concierto fue una fiesta, a la que ayudó un escenario que por su posición servía de corte a la luz de la justiciera solana y así su sombra “empujaba” al público hacia adelante. 



Pensé que era “el escenario más agradecido posible de cara al músico” pero no hay -por desgracia- muchas ocasiones en las que haya conciertos a las 12 del mediodía. 





Terminó -con la gente pidiendo más y más, porque nos lo estábamos pasando realmente bien- con algunos de los temas más “revoltosos pero de revuelta” y Jarfaiter acabó tirándose al “mosh” formado al ritmo criminal de “Yomada - (no apto para bujarrillas sensibles)” que es un tema con propiedades psicoactivas (singing!!everybody!!) para algunos...





Fin de conciertazo con foto de recuerdo, de la que merece la pena destacar la belleza de la primera fila (y es que entre ver maromos o ver chonis en primera fila, me quedo con lo segundo sin pensarlo).




También cómo se comen al Jarfaiter con los ojos, cosa de la que tengo constancia en varias fotos... vamos, que el tipo triunfa.






Seguro que este detalle le encanta a todas esas perras envidiosas que se dedican a ladrar (sólo en la red, a los conciertos no tienen pelotas para ir) en los comentarios que dejan cada vez que Jarfaiter saca un tema en Internet.




Con el puto caloraco que soltaba Lorenzo tras el concierto, nos fuimos a refugiarnos a un lugar encantador llamado La Barranca. 




No sólo el precio era acorde a lo ofertado, el servicio aceptablemente bueno, el trato amable y la comida rica, sino que no se opusieron -con ninguna vehemencia, vamos- a que me liase un canutito allí mismo tras la comida.





Allí me lo clavé a caraperro con un rico café antes de volvernos a casita en una cómoda tarde noche que terminó en el bar de Manolo Chinato, en Puerto de Béjar.




En definitiva, no importa si no habéis escuchado hablar de él o si -como mi parienta- le odias con toda vuestra alma musical, porque ni es pose ni va en broma: chuparéis Jarfaiter para largo, perras... 


;D

Y aquí el vídeo que JARFAITER ha sacado hace unas horas... ;D


"Dicen que la cabra acaba tirando pal monte...
Te juntas con los mayores, te perviertes..."

;)



jueves, 9 de junio de 2016

Prince; sobredosis de fentanilo para cerrar la UNGASS2016

El día final de la UNGASS 2016, la reunión de urgencia de los países miembro de la ONU para "abordar un cambio en la política de drogas", moría Prince de una sobredosis.

En un primer momento, esa opción fue descartada por la inmensa mayoría de medios y especialistas en USA. Hoy día ya se sabe que Prince murió de sobredosis de fentanilo. El portal especializado en cannabis y política de drogas, Cannabis.es, lo publicó -como la hipótesis más probable a pesar de lo que se decía- al día siguiente de conocerse su muerte.

Es un placer acertar, otro que se fíen de tu criterio.
Y una pena tener razón en un caso como el de Prince: muerto de sobredosis de fentanilo.



--



Y ahora, Prince 


Con toda seguridad, hoy encontraremos grandes textos sobre Prince, el artista anteriormente conocido como Prince, y todo eso. Por que es cierto, ha muerto otro gran personaje en este fatídico último año que llevamos: Lemmy, David Bowie, Glenn Frey de los Eagles...

Y ahora, Prince.






Cuando anoche lo leí, se me borró la sonrisa y desde fuera debía verse -en lo que antes era mi rostro- un enorme “WTF?!”: era joven, demasiado joven. Si no había muerto en los “27 malditos”... ¿por qué iba a morir ahora? Y sin poder evitarlo, el aire de mi habitación se empezó a llenar de frases que me llevaban a ese paraíso de calidez, ausencia de dolor y calor compartido que era “Purple Rain”, la lluvia púrpura en la que él quería verte riendo...

I never meant to cause you any sorrow.

I never meant to cause you any pain.

I only wanted to one time to see you laughing...

I only wanted to see you
laughing in the Purple Rain.


Reconozco que Prince y su obra sonaban en un plano de existencia muy distinto al mío, y que podría haber pasado la vida sin saber de él. Y no habría pasado nada. 

Nada, salvo que me estaría perdiendo una pieza clave -un diamante perfecto- en la memoria colectiva musical; “Purple Rain” es uno de esos temas que por el título, tal vez, haya quien no lo reconozca a la primera pero que bastan unos segundos del tema para que cualquiera diga “sí!! sí la conozco!!” y hasta la sepa canturrear. Una de esas canciones que casi no importa cuando naciste, porque la vas a conocer sí o sí. Y es una de esas canciones con las que casi todo el mundo ha llorado alguna vez, o muchas.

Es un tótem sagrado, de esos que se hacen un vez y ya no hay más troncos similares con el que hacer otro parecido. Una canción cuya historia vale una película, un Oscar de la Academia de Hollywood, y sin querer desmerecer el resto del trabajo de Prince, vale toda una carrera. 

Si Prince no hubiera compuesto una nota más en su vida, sería igual de grande tras haber escrito ese tema y tras haber grabado uno de los mejores solos de guitarra de la historia en él. No me refiero a un solo de virtuoso gimnástico, sino de los que ves que la puta guitarra está hablando por el músico, mientras él está en trance. Delicia absoluta.

Para Prince, “Purple Rain”, se convirtió en “su albatros”: le perseguiría toda su vida, cada minuto desde 1983, mientras siguiera haciendo música. La canción fue compuesta primero en la estructura armónica y musical, y posteriormente Prince añadió la letra. No porque quisiera, sino porque no tuvo más remedio. 

Prince le envió a la preciosa -y llena de talentos- Stephanie Lynn "Stevie" Nicks, la cantante de Fleetwood Mac el tema para que fuera ella quien construyera la letra.





Ella “se meó del susto en las bragas” ante el asunto, por dos razones. 

La primera, que la canción era enorme, tenía una clara construcción épica que no era su registro habitual y a la vez estaba sujeta a ciertas necesidades de guión porque tenía que ser escrita para la película homónima. El reto era enorme y exigía no tomarlo a la ligera. 

La segunda, es que la guapísima “Stevie” tenía la sensación de que Prince quería “algo más que el que ella hiciera la letra”. 

Sé que dicho así, puede sonar fatal, pero no quiere decir -ni negar- que Prince quisiera “roce” con esa chica: sólo quiere decir que ella sabía que la elección de su persona no era puramente profesional sino que contenía “un afecto complicado” que no quiso entrar a manejar.


Así que Prince se la tuvo que escribir él solito -hay al menos dos versiones con letras distintas en algunos puntos, pero iguales en concepto- y le salió de las manos una obra perfecta. 

Para quien no se haga una idea, puede visitar la web del Washington Post animando a que todo el mundo difunda “ese trozo de las letras de Purple Rain que te capturó” y con una aplicación expresamente para ello, orientada a redes sociales.

Bien, vale. Hasta aquí la parte emotiva, la que me duele como melómano y músico que ha perdido a un creador de esos que al nacer rompieron el molde y nos dejó su alma en forma de música. Ok.

Ahora la fea, la que hace todo aún más triste, más injusto, estúpido todavía. Prince tenía 57 putos años, y no estaba enfermo de un cáncer como les pasó a otros. 
¿De qué coño ha muerto Prince?

A ese chico le encontraron tirado en un ascensor. La llamada a emergencias es muy simple: “hombre inconsciente, no respira”. La autopsia se efectuará hoy viernes, pero en principio la policía que asistió a la retirada del cadáver -fue pronunciado el “exitus” allí mismo tras no responder a la resucitación cardiopulmonar, en 10:07 a.m. 21/04/2016- ha declarado que no hay signos de violencia o extraños que hayan podido observar, que no hay nada que indique la razón de la muerte en ese ascensor.

Tan sólo 6 días antes, Prince había tenido que interrumpir un vuelo y causar un aterrizaje de emergencia para recibir ayuda médica urgente. Por supuesto los datos médicos son privados, pero Prince -como otros tantos “reconocibles”- vio los datos filtrados (los pagan muy bien) sobre la actuación médica. Y mientras su personal se encargaba de dar una explicación irrisoria -una gripe- del hospital salían informaciones que aseguraban que se le había tenido que dar un “save shot” o “chute-salvavidas” de naloxona, el antídoto de los opioides como el fentanilo o la heroína.

Venga, vamos a aceptar ambas posibilidades. 

Podía tener gripe como para tener que para un avión, ir al hospital, y volverse a casita como si nada. 

Podía tener una sobredosis mortal de no ser tratada. 


La primera opción la ha explorado mi querido David Kroll en Forbes. ¿Pudo morir Prince de una gripe? Sí, claro que pudo. La gripe mata todos los años gente, a veces más y a veces menos, y suelen ser personas con un sistema inmune disminuido para hacer frente a una infección que el cuerpo, normalmente, supera cada año. Y Kroll aprovecha para explorar dicha posibilidad, con la habitual generosidad de buenos datos que suele usar.

Pero Kroll vive en USA y es un experto en drogas, farmacia, química y esas cosas. No es ajeno a lo que todo el mundo parece estar pensando y nadie puede decir de momento: que Prince murió de una sobredosis de opioides, como otras decenas de miles de personas cada año en USA desde hace una década o así. Kroll argumenta con buen juicio de la “deshidratación severa” que es el “motivo oficial” por el que fue atendido en el hospital tras aterrizar de emergencia, está dentro del cuadro posible en una gripe severa. ¿Pero aterrizar de emergencia? ¿No tenían nada para “hidratar” a Prince en el avión? ¿De verdad?

Llegados a este punto, en que no puedo tragarme la historia del avión y la gripe (al menos tal y como ha sido contada de momento) pienso en las opciones restantes, que los mánagers del artista querrían ocultar y a pesar de que -ahora- fuera vegano y Testigo de Jehová, los creyentes también pecan, y algunos gustosamente. 

Suena más a sobredosis que necesita atención de vida o muerte que a gripe severa. Otro artista que “destruye su vida y su potencial creador” por las drogas, aunque sea el topicazo esperado, es el titular final más plausible que los medios darán a esta historia.

Desconozco si Prince tomaba alcohol o drogas o era abstemio a muerte, y no me importaba hasta tener que escribir esto, pero me parece algo perfectamente probable. Recuerdo como cuando murió Amy Winehouse (otra que cayó a los “malditos 27”) la primera explicación fue la de la sobredosis de alcohol. Y era cierto que se hundió en la botella ese día, pero los medios no quisieron explicar que su tolerancia no era la habitual (la misma cantidad de alcohol que antes la dormía, ahora la mataría). 





Amy Winehouse murió por dos razones combinadas: su agresivo consumo de alcohol, y la terapia que se vio forzada a tomar (Rehab? I said no, no, no....), presionada por su familia y el entorno que de ella también sacaba beneficio. Su tratamiento, lejos de aliviar las causas que le hacían recurrir de esa violenta forma al alcohol, lo que hizo fue eliminar sus defensas naturales adquiridas con el tiempo y uso. Las dos cosas, combinadas, la mataron a la primera ocasión.

Aventurar si Prince pasaba una situación similar con un posible consumo de opiáceos/opioides es excesivo, pero si fue una sobredosis como todo parece -a pesar de lo que digan sus representantes- no sería nada extraño que estuviéramos presenciando una situación idéntica, salvo en la droga de sobredosis, a la de Amy Winehouse.

Ayer murió Prince. 
Ayer terminaba la UNGASS 2016, esa reunión de urgencia bajo el auspicio de la ONU en la que los países iban a cambiar la criminal política de drogas, que ha sembrado de muertes -de todo tipo- el planeta en nombre de una axioma imposible: un mundo sin drogas y sin gente que quiera drogarse. 

Casi consiguen lo segundo, a base de matarnos, los muy hijos de la gran puta. Aún no he querido meterme a bucear el tema de lo que ha sido esta UNGASS, porque me voy a poner de muy malaostia explicando lo que era previsible y no queríamos -tampoco- decir: que nos la han vuelto a jugar.

Seguro que -si no sois cardiólogos o algo similar- si nombro a René Favaloro os quedaréis como cuando a mí me dicen el nombre de un futbolista. Era un tipo que desarrolló algunas de las técnicas coronarias de cirugía que han salvado más vidas en la historia. 

Si un familiar tuyo ha sido operado de corazón, es posible que tuviera mucho que agradecer a ese hombre. Favaloro dedicó su vida a difundir el conocimiento en ese área, que dominó y expandió para salvar corazones heridos. Lo dio todo por los demás, en cierta forma, entregando su vida a ese trabajo. 

En el año 2000, en la crisis monetaria (eterna) en Argentina -de donde era este señor- su fundación, el instrumento que había servido para salvar vidas por todo el mundo formando a más cardiocirujanos, se vio ahogada con una deuda enorme: 18 millones de dólares. Grande para una fundación, pero ridícula para un gobierno.

Favaloro pidió ayuda al gobierno, de forma oficial, para poder salvar todo ese trabajo, y las vidas que de ello dependían. 

El gobierno, simplemente, pasó de contestar. 




"Debe entenderse que todos somos educadores.

Cada acto de nuestra vida cotidiana
tiene implicaciones, a veces, significativas. 

Procuremos, entonces, enseñar con el ejemplo."


El 29 de julio del año 2000, tras comprobar que le ignoraba totalmente el gobierno del país -por el que renunció, toda su vida, a ser la mayor eminencia en USA en su especialidad- se encerró en el cuarto de baño, sacó un arma, apuntó a su corazón... y disparó.

El tiro el el corazón de Favaloro, es mucho más que lo que se podía expresar -con un gesto o acto- de cualquier otra forma.

Y tal vez esta muerte, de un chico tirado en un ascensor que no respira, de esa forma y en el día final de la UNGASS 2016, sea otra tragedia llena de un significado más amargo que la muerte del propio Prince.