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lunes, 14 de mayo de 2018

Karkubi, otra droga-fake inventada por la prensa.

Este texto fue publicado en Cannabis.es hace ya como un año.

Lo escribí en respuesta a otro de esos textos inventados escritos por el mayor cuentacuentos que escribe en ElMundo, Lucas de la Cal. No sé si el nombre viene de lo que esnifa porque el cerebro no lo conserva en buen estado, pero bueno, tan pronto se inventa una droga llamada "karkubi" hecha con hash y colorante rojo con pastillas machacadas, que NADIE HA VISTO JAMÁS, como te que escribe el relato más emotivo de lo de la pelea en el bar de Alsasua, por supuesto poniendo como héroes a los guardias civiles y sus señoras. Un mercenario todo-terreno de la pluma, este Lucas.




Hace unos días he visto que volvía a salir en la tele (incluso en RTVE) informaciones de una banda que falsificaba recetas de benzodiacepinas para venderlas en Marruecos, pero no existe ninguna drogas que cause ningún efecto distinto al del Valium que se toma tu madre para relajarse y dormir.

Todo falso, pero eso cuando se trata de drogas o de expandir la drogofobia, a la prensa nunca le ha importado. Y la dignidad de quien escribe, se compra con dinero en este caso.

No creáis nada de lo que leáis sobre el "karkubi" (pastilla en dialecto dariya en Marruecos), porque sólo podréis encontrar periodistas mintiendo o periodistas dando por buenos -como fuentes- a otros periodistas. Todos colegas apoyando la misma versión, porque vende mucho.

Lo dicho, han dejado su dignidad en el mismo lugar en el que abandonaron la verdad.

Esperamos que os guste y os sirva en este montón de mierda informativa.

Drogoteca.

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Karkubi.

Acabo de llegar de Marruecos (menos de una semana) y según estoy aún aposentando mi culo, me envían el enlace del nuevo despropósito informativo -conjunto de hechos ficticios mezclados con algunos reales y aderezado con las invenciones del autor- del inefable y desgraciadamente ya conocido por los mismos motivos, Lucas de la Cal.

El autor -por llamarle algo- es un cuentacuentos que trabaja para el grupo ElMundo, y que ha escrito páginas tan memorables (para el humor y/o la vergüenza periodística) como aquellas en las que decía haber contactado con “los camellos de la Burgundanga” a pesar de que jamás han existido semejantes entes, ni existe dicho mercado. Luego continuó con el falso relato de “su noche tomando burundanga con una amiga (¿médico?) que le controlaba” y que es un canto al despropósito absoluto, empezando por la imagen con la que quiere dar cierto cuerpo de veracidad a la sarta de mentiras inventadas que vomita: una foto en la que dice mostrar en su mano una “dosis de menos de 5 miligramos de escopolamina”, pero donde cualquier ojo entrenado (en cantidades y pesos a ese nivel) puede observar que hay casi un cuarto de gramo, 250 miligramos.


Esto son "menos de 5 miligramos" 
para dicho cuenta-cuentos de ElMundo, 
Lucas "el de la Cal".


Y la nueva entrega, de los cuentos fantásticos sobre drogas y terrores nocturnos varios de Lucas de la Cal, es “Karkubi, la pastilla roja española que excita a los marroquíes”. Nótese el intencional uso de las nacionalidades en el título, que tanto excita a la gente de ElMundo.

El cuento.

En esta ocasión, volvemos a tener la mayoría de los elementos típicos en las narraciones sobre drogas de la prensa generalista, donde se incluyen actos inventados y sin prueba alguna que hablan de horribles automutilaciones (un clásico) o agresiones brutales sin motivo alguno. Recuerden aquí el caso en que un enfermo mental arrancó el rostro de un mendigo, y que sirvió para la demonización mediática de las “bath salts” (penoso término que no define nada) en USA: cuando fueron a buscar en la sangre del atacante esa droga que le había convertido en caníbal y en un zombi resistente a las balas, se comprobó que no había droga alguna. Pero la contra-narrativa no suele tener la fuerza de la narrativa inicial, y ese hecho queda relegado al olvido (especialmente de los periodistas que escriben sobre drogas).

Tenemos también un nombre exótico como “karkubi” (que no es creación del cuentacuentos, sino anterior, pero que como no hablamos “Dariya” -el dialecto del árabe marroquí- pues la mayoría no podrá cuestionarlo) que tampoco representa nada en concreto, ya que sería como decir en nuestro idioma “una pastilla” o “una raya”, lo que para nada define la sustancia de la que se pretende hablar. 

En este caso, se nos presenta el asunto con un sugerente recordatorio: la pastilla roja, lo que resulta muy “Matrix” y es una invención pura y dura. No existe ninguna “pastilla roja” en circulación en el mercado de drogas de Marruecos (luego explico lo que hay), pero la idea de una pastilla roja resulta mucho más sencilla de retener que el exótico nombre en Dariya.

Y por último, un hecho con cierta base real que pueda ser desfigurado lo suficiente como para que encaje y hacer de dicho “totum revolutum” un cuento que sea pedagógico y educativo CONTRA las drogas: que dé miedo y aporte confusión en lugar de información. 

En este caso, el hecho usado para rescatar el viejo nombre de “karkubi”, pintarlo con colorante rojo e inventarse un falso laboratorio en Fnidek -nombre marroquí de “la ciudad” que cita, a 2 kms de la frontera de Ceuta- dirigido por un niño, es tan sólo que parecen haberse dado cuenta de que hay personas que falsifican recetas, sacan medicamentos financiados por el sistema nacional de salud, y los venden en el mercado negro. No parece nada nuevo, ni un gran descubrimiento, pero con la publicidad e invenciones adecuadas... ¡lo tiene todo!

La realidad.

En Marruecos existe un fuerte mercado de benzodiacepinas, abastecido por su propia farmacia, por la francesa, la argelina, la italiana, la española y todas las que le caigan cerca. Es muy común que haya “mulas” que bajan a por hashís a Marruecos y que, como parte de los bienes con los que realizar el intercambio por el producto deseado, llevan unas cajas de Valium o de Trankimazin. 

¿Por qué cito esas dos marcas en lugar de sus principios activos? Porque en una población que tiene más de un 75% de analfabetismo, la cosa no da para más que para guiarse por el nombre de las marcas y, para no ser engañado en la compra, procurar comprar siempre con el blíster que demuestre que es el compuesto deseado.

Dicho de otra forma: por una caja de Valium puedes fumar hashís una semana entera, pero no les des una caja de “diacepam”. Igualmente ocurre con el “Trankimazin”: mientras que la pastilla de 2 miligramos -el típico “ladrillo blanco”- se paga en el mercado negro a 5 euros o 50 Dirhams (puedes encontrar una pensión cutre donde pasar la noche por ese precio) no les des una caja de “alprazolam”, porque aunque sea lo mismo, no tiene el mismo valor en el mercado ya que la gente no lo reconoce como tal. El precio puede resultar bajo a nuestros ojos, pero no lo es a los ojos de quienes consumen dichas drogas.

Karkubi es el nombre genérico para referirse a los somníferos y ansiolíticos de tipo benzodiacepínico, y no el nombre de ninguna droga nueva, moda, ni pastilla roja existente, y confirmo hace horas la información con 2 marroquíes: el presunto periodista toma el nombre genérico para decir “pastilla para dormir” como si fuera “una preparación en concreto”, e inventa toda una trama alrededor.

Lo más curioso del asunto -a mi juicio- es el apetito que parecen tener los marroquíes por las benzodiacepinas, que si bien son drogas adictivas como otras muchas, su deseo por ellas supera a su deseo por otras drogas clásicas como los opiáceos (disponen de opio y paja de adormidera barata en todas las ciudades) o la baratísima cocaína que está entrando por toneladas en África y que, para llegar a Europa, ha de cruzar desiertos y países provocando hechos como que en Tánger se pueda comprar cocaína -de alta calidad- por menos precio que en España, lo que hace tan solo 5 años era algo impensable. 

Mi hipótesis al respecto de estas farmacófilas preferencias, y atendiendo a las peticiones sobre drogas que me hacen mis conocidos y amigos, es que la restricción que han sufrido sobre el alcohol (de forma cultural y religiosa) hace que los agonistas GABA -como son el etanol y la benzodiacepinas- les resulten especialmente interesantes

Si pregunto a un usuario de drogas marroquí qué querría que le trajera de España, me diría -de hecho, me dicen- que quieren botellas de alcohol, o benzodiacepinas. Ni MDMA, ni anfetamina, ni LSD, ni ninguna otra cosa: alcohol y pastillas.

El fenómeno relacionado con ese consumo, que sí existe pero no es nuevo, es similar al que se pudo ver en los 80 en España, cuando se mezclaban esas mismas drogas (benzodiacepinas) con alcohol en entornos de marginalidad y en asociación con delitos. Y sin embargo, ese mismo “Trankimazin 2 mg Ladrillo Blanco” que se paga a 5 euros en Tánger o Rabat, vale 1 euro en el mercado negro de cualquier ciudad española

De hecho, se suelen vender a ese precio en los puntos de venta de heroína y cocaína, para los fumadores de base de cocaína que no quieren tomar heroína, pero necesitan bajar la atroz ansiedad que produce el consumo de esa droga con algún fármaco que no sea alcohol. Pero en nuestra cultura, parece que no hay interés especial por estas drogas, precisamente porque ya tenemos incorporadas otras drogas que hacen lo mismo: en nuestro caso, el alcohol, que como las benzodiacepinas es un ansiolítico y agonista GABA.

Como digo, no existe ninguna “pastilla roja” en el mercado de drogas de Marruecos y aunque la hubiera, nadie compraría semejante invento: los yonquis de la calle suelen tener bastante más cultura farmacófila que los cuentacuentos de ElMundo. No existe ningún laboratorio en Fnidek, no hay ningún menor mezclando benzos y hashís con colorante rojo, y lo que resulta más evidente: en el pueblo (no llega a ciudad eso, y tengo decenas de amigos allí) más señero del tráfico interfronterizo entre Marruecos y España, donde se encuentran posicionados la mayoría de traficantes de grandes cantidades de hashís (sección transporte a península) nadie tendría una maquina de hacer pastillas, porque eso en Marruecos te supone una problema legal mayor y peor que el que te cogieran en una casa durmiendo sobre una tonelada de hashís (tengo un amigo que cumplió prisión, por ese mismo hecho).

Vamos, que el presunto negocio no renta ni en broma, y solo resulta creíble en el caso de que el lector no tenga conocimientos para cuestionarlo en su veracidad. Por cierto, que no sé si han reparado en ese detalle: nos cuentan como hacen todo el proceso de “la pastilla roja” pero se les ha pasado por alto la parte en que necesitas una maquinaria especial para la elaboración de comprimidos. Lo de tener a un menor de edad al cargo, ya resulta de chiste cuando pretenden pintar el simple “pitufeo” de pastillas hacia Marruecos como una mega operación empresarial.

En Marruecos -como he visto en las más de 20 veces que he ido- lo que sí puedes encontrar son esos mismos fármacos (vendidos en farmacias españolas entre otras, europeas o africanas) con recetas verdaderas o falsas. Pero ni los muelen, ni los mezclan con harina, ni con hashís, ni con colorante rojo (eso es parte de la “”leyenda de prensa de las primeras veces que se tocaba este tema), porque directamente destruirían el valor de los fármacos: nadie compraría una pastilla desconocida y fabricada en una casa, teniendo un mercado negro tan bien abastecido de especialidades farmacéuticas. 

Es todo una patraña enorme, como las que nos tiene acostumbrados la prensa de ese grupo editorial, y con un claro enfoque alarmista, amarillento (a pesar del color rojo de la inventada pastilla) y que vuelve a situar a su autor como la mayor cloaca de desinformación en prensa generalista sobre drogas.

Pero en este caso, ha ocurrido algo extra que nos permite ofrecer una reflexión más. Buscando por Twitter quienes estaban dando difusión a semejante sarta de mentiras, me encuentro una cuenta de un presunto neurobiólogo, que lo está difundiendo con su comentario extra: “drogas para destruir el cerebro y las sociedades”. 

Le interpelo y le digo que, si tiene formación en ciencia, no debería difundir desinformación y tonterías, y su respuesta es acusarme de estar defendiendo “mis máximos intereses” y que si quiero que “juegue con mi vida pero que no engañe a otros”. 

Aclaro al tipo que mis intereses están en que se informe científicamente y no se desinforme sobre drogas, y me responde que “conoce casos de recetas falsificadas para eso”. El “eso” no sé que cree que es, pero recetas falsificadas, conocemos todos y no es por una mega-red que fabrica una droga inventada por una cuentacuentos. Que se falsifican recetas, no da veracidad a nada salvo a eso mismo y punto.

Poco después su discurso empieza a cantar a “caldofrán del viejo”, a eminencia que reposa cómodo en sus certezas axiomáticas (y prominente posición) y me suelta que: “desprecia a las drogas” y que “sólo le interesan como problema social y de esclavitud”. 

Bueno, para muestra un botón y ahí está. Lo de despreciar cosas que son inertes, es una actitud curiosamente esquizofrénica en una mente científica (tampoco quiero inferir que este tipo la tenga). 

Es como despreciar la aspirina porque puede matar, el motor de vapor porque se usó en maquinaria de guerra, o Internet porque es una herramienta susceptible de ser usada para delinquir. Es falta de luces y de reflexión sobre lo que se pontifica, normalmente desde el desconocimiento más absoluto. 

Cuando hago notar al personaje que hablar de “las drogas” -como clasificación de ciertas sustancias- es ya algo totalmente acientífico, el tipo salta a una posición peor y más ridícula: dice que se refiere a las “drogas de abuso”. Como eso tampoco es una clasificación válida, le he propuesto que encuentre un término que le valga para señalar todas esas sustancias que odia, a ver si es capaz, ya que tiene todo tan claro al respecto.

La última perla que me ha dejado, es que entre “las drogas” él no incluye al alcohol (hombre, mira tú) y que "el volumen necesario para considerarlo “roga es enorme". Las dos afirmaciones ya desacreditan al interlocutor por completo para hablar de este tema, mostrando una parcialidad basada en criterios que nada tienen que ver con la ciencia y sí con la moral e intereses (del lobby del alcohol, en nuestro país nada despreciable) de un sector económicamente muy potentes, tanto que reciben -los fabricantes de alcohol, que no es droga- medallas por parte del Plan Nacional Sobre Drogas en nuestro país.




Pero no dejaba de preocuparme que un presunto científico fuera dándole pábulo a las mentiras de un medio de prensa, y más cuando son tan evidentes. Así que hice una búsqueda sobre el sujeto, de nombre Fernando de Castro Soubiret, y encontré que tiene un impresionante currículum en algunas áreas de alta especialización, con becas de esas de alto nivel (cobrando pastaza) que se gestan en los departamentos universitarios de los amigos y familiares, ya que de casta le viene al galgo. 

Muy especializado en cuestiones que nada tienen que ver con drogas (en el sentido común del término) pero que a pesar de esa especialización en un área que es ajena, es una de esas personas cuya formación sí le permitiría poner en duda la penosa información sobre drogas que se ofrece en ese texto y en otros del mismo autor.

¿Qué hace una persona que podría cuestionar todas esas tonterías dándoles pábulo en lugar de -públicamente- denunciarlas? Pues dar rienda suelta a sus convicciones morales, a sus creencias y alejarse (al abrir la boca) de todo aquello que huela a ciencia. 

Lo más triste, es que este caballero es un investigador que trabaja sobre enfermedades que se podrían beneficiar de muchas de esas sustancias que él califica de “drogas de abuso” excluyendo al alcohol (que de eso no se abusa según él), y que con semejante sesgo mental (casi “punto ciego”) a la hora de abordar temas que desconoce profundamente, deja claro que aunque tuviera la solución al mayor problema médico de la era delante de sus ojos, si dicha solución implicase tener que abrirse al conocimiento y abandonar las posiciones de su religiosa creencia contra las drogas, podría morirse la humanidad entera antes de que él lo viera: el fruto de sus trabajos, contendrá el sesgo que su mente imprime a lo que ve. Y eso es una limitación, triste y vergonzante para un presunto científico.

La desinformación sobre drogas y la drogofobia en los medios fueron institucionalizadas con el Pacto FAD hace ya lustros y, como podemos observar, han afectado a toda la sociedad llegando incluso a crear monstruitos dogmáticos -como el ya mentado- capaces de bloquear sus conocimientos de ciencia, con tal de no crearse disonancias cognitivas que les sitúen en la incómoda duda.

Después, un poco más de búsqueda sobre el sujeto me terminó de aclarar por qué no conseguiría hacerle razonar, y mucho menos retractarse de su comentario alabando semejante basura de artículo inventado. Y es que -el caballero- también escribe artículos en medios generalistas y, entre bomberos, es mejor no pisarse la manguera, que comen de la misma mano... ;)

Si quieres seguir publicando y cobrando, no te salgas del discurso editorial ni critiques lo publicado, ya sabes: no quieren periodistas sino mercenarios.



sábado, 17 de febrero de 2018

Serie DROGOTEST IV: RECURREITOR, la mejor respuesta contra el drogotest

Este texto fue editado en la revista publicitaria gratuita Soft Secrets.



Sobre el drogotest... ES LA TERCERA VEZ QUE, A PESAR DE CONSUMIR MORFINA CON PRESCRIPCIÓN EN DOSIS MUY GENEROSAS, DICHA DROGA NO APARECE EN EL DROGOTEST QUE SIEMPRE DETECTA CANNABIS.... WTF??? Será que me engañan en la farmacia y me dan gominolas de fresa (aclaración para lelos y maderos: el drogotest es un absoluto fraude químico).


Y aquí va -oportunamente- el texto número 4 que escribí para ese fanzine publicitario cannábico sobre la trampa de la recaudación que está llevando a cabo el estado y todas sus policías, y cómo enfrentarla correctamente: siempre defiéndete de la mano de un buen abogado especializado en el derecho relacionado con el área, como en este caso es RECURREITOR AKA Carlos Nieto Herrero.



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Aquí el texto anterior de la serie drogotest:
http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-iii-quien-es-el.html 


DROGOTEST Y AUSENCIA DE CONTROL METROLÓGICO.


Como hemos podido ir viendo en los artículos anteriores, el “sistema de recaudación en carretera” mediante toma de muestra de fluidos corporales (saliva) a los conductores -conocido como drogotest- es un sistema injusto desde su concepción, ya que sanciona de forma especialmente injusta a los usuarios de cannabis frente a los de otras drogas, hasta el punto en que puedes ser sancionado sin haber consumido droga alguna, tras 24 o 48 horas (o más) de la última calada a un porro. 
Todo depende de la bioquímica de tu cuerpo y de otros factores que nada tienen que ver con la seguridad vial, ya que por mucho que un aparato de medición biológica diga que hay “restos” de tal o cual sustancia en tu cuerpo, eso no implica que exista afectación alguna que impida un estado apropiado y seguro -para la conducción de un vehículo- por parte del sujeto.
Sólo en el caso del alcohol, se puede establecer un criterio de relación entre cierta dosis y ciertos efectos, ya que, aunque exista cierta tolerancia o costumbre al etanol, su familiaridad no hace a uno más resistente e incluso, en algunos casos, provoca lo contrario: bebedores que, tras décadas de duro consumo, una copita mínima de vino vale para emborracharles totalmente. 

Por ejemplo, en el desgraciado suceso de hace unas semanas, en que un Guardia Civil provocó muertos en la carretera y se intentó fugar, cuando fue detenido dio positivo en alcohol -lo que implica que existe un grado inevitable de afectación- y dio positivo para “drogas” (aún no se ha especificado cuáles), pero esto no implica que estuviera bajo los efectos de ellas, a diferencia del caso del alcohol en el que no existe duda posible.
Hemos visto también como todos los sistemas de análisis presentan distintos porcentajes de fallo, cómo, sin haber tomado una de las sustancias que están prohibidas, el test inicial da un falso positivo y sufres todo el proceso de retirada del vehículo, con todos los perjuicios que eso pueda causarte, en espera de que la segunda prueba (realizada días después en un laboratorio) diga que se han equivocado, por una interacción cruzada entre algún compuesto legal y su aparatito ladrón y tramposo.



A día de hoy, y teniendo en cuenta la similitud estructural entre el CBD, que es un compuesto 100% legal y sin fiscalizar dado que carece -en la práctica- de efectos psicoactivos, sería factible pensar en falsos positivos que se pueden generar en personas que consuman CBD u otros cannabinoides no prohibidos, y que den positivo en THC, ya que la molécula y su disposición espacial -lo que hace que encajen en los receptores del drogotest- son tremendamente similares.
Esto de los falsos positivos no ocurre sólo en el “drogotest”, sino que es algo que ocurre, en mayor o menor porcentaje, en la inmensa mayoría de pruebas reactivas ya que, en muchos casos, resulta imposible -o económicamente inviable- hacer un detector tan preciso que puedan distinguir con esos grados de precisión. Así pues, en cualquier tipo de prueba de esta clase, se contrapone la funcionalidad -facilidad y velocidad de uso, para sancionar- con la certeza de que se está sancionado a alguien que esté realmente bajo los efectos de alguna sustancia, o siquiera que tengas restos en el cuerpo de alguna de las sustancias prohibidas: primero te quitamos el coche y luego, si no era ilegal (lo que dio positivo), no te sancionamos, pero te quedas con lo vivido y los perjuicios que una actuación sin garantías ha provocado, causando un perjuicio innecesario a un ciudadano que no ha cometido ninguna falta.
A todo esto, debemos añadir un asunto más: la ausencia de “Control Metrológico”. ¿Qué es esto del control metrológico? Pues algo muy serio, que en el caso de los drogotest -y de otras sanciones- no se está cumpliendo, convirtiendo esas sanciones en recurribles y vencibles por la falta de garantías sobre lo que se está haciendo.
El control metrológico no es algo nuevo. Existe desde hace mucho tiempo en la ley y se aplica a todos los instrumentos que efectúan medidas o pruebas y cuyo resultado puede tener relevancia jurídica de distinto nivel, administrativa o incluso penal. La última ley sobre este asunto derogó la anterior y está publicada en el “Real Decreto 244/2016, de 3 de junio, por el que se desarrolla la Ley 32/2014, de 22 de diciembre, de Metrología”. No es un desarrollo normativo que deje muchos huecos a la imaginación, ya que detalla claramente cómo todo material usado -por parte de la autoridad del estado- debe estar sometido a procesos de evaluación, calibrado y pruebas, que demuestren fehacientemente que los resultados que ofrece, son correctos y sólo pueden presentar un margen mínimo (aceptado por ley, en función de la capacidad científica del momento) de error.
Un ejemplo derivado -que muchos podemos conocer- de esta ley, es ese cartel que hay en gasolineras, donde se lee que “se ofrece un juego de medidas” para que el cliente pueda ver lo que se le está sirviendo. Si bien una gasolinera no tiene obligación de ofrecer dicho servicio, más le vale que sus instrumentos de medida (los que le dicen cuánto combustible deben facturarte) estén bien calibrados, porque si sobrepasan cierto límite de “error” se consideraría ya para sanción administrativa y, si el grado fuera exagerado o deliberadamente provocado, daría pie a otro tipo de sanciones.
En el caso del estado en sus distintas formas (Guardia Civil, Policía Local, Policía Nacional y otros agentes de “la autoridad”) también se ve obligado -por ley- a que sus mediciones sean correctas y reflejen la realidad. Y eso ocurre en una báscula que pesa camiones para comprobar que no exceden la carga, en un sonómetro que mide el ruido de un bar, y en un radar que capta a qué velocidad va un automóvil. Todos ellos están sometidos por ley al control metrológico y si -por un casual- no lo ha pasado, pues las sanciones impuestas con dicho instrumento carecen de validez.

Recurreitor, o la respuesta inteligente a la ausencia del control metrológico.


Seguramente, el ciudadano biempensante, crea que, si existe un aparato para medir la presencia de drogas en el organismo, ese aparato ha de ser fiable y estará controlado en sus resultados por el estado: no es así. Eso es falso, y nadie ha establecido dicho control. En el texto anterior vimos cómo había sido el proceso de “compadreo” y selección de estos “drogotest”, para un mercado tan interesante y grande como es el europeo.
De hecho, hemos podido ver cómo, sin que el usuario de cannabis represente importancia estadística en accidentes, (cuando no hay presencia simultánea de alcohol u otras drogas), es el usuario de dicha planta la “presa estrella” en el proceso de selección de dichos aparatos, llegando las empresas a ofrecer incluso “datos secretos sobre detección mejorada de THC”

¿Secretos? Sí, secretos… porque son cuestiones de empresa que equivalen a mucho dinero en la salvaje competencia de hacerse con el pastel del mercado del drogotest en Europa. Las empresas -en la fase de desarrollo de esos aparatos y competencia entre ellas- hicieron todo aquello que la policía quería que hicieran.



La policía lo que buscaba en las pruebas realizadas, era cazar el mayor número de positivos y así poder imponer el mayor número de sanciones (recaudación), pero les importaba poco que estuvieran primando la “caza” de un conductor que no causa daños, frente otros que si los causan. Ese era el caso del cannabis, ya que THC tiene un metabolismo muy largo y perdura días tras su consumo.

La policía sólo quería víctimas, y a la opinión pública se le vende que “tener restos de drogas en el organismo” equivale a “estar bajo el efecto de drogas”, como si se pudiera establecer la misma relación que con el alcohol etílico.
Ante esta situación, en el año 2014, un joven licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca -de nombre Carlos Nieto Herrero- dando vueltas a la injusticia que era sancionar a alguien por tener presencia -pero no efectos- de una droga ilegal en el organismo, se puso manos a la obra y le plantó cara al asunto por la vía judicial. Hasta ese momento, año 2014, la ley requería que, para poder multarte, se justificase no sólo la presencia de drogas en el organismo, sino que dicha presencia implicaba una afectación, y que dicha afectación además tenía que ser negativa para la conducción.
El cambio legal realizado en el 2014 hizo que se pasase de sancionar la conducción “bajo los efectos las drogas” a sancionar la conducción “con presencia de drogas en el organismo”, sin importar la cantidad, excepto en el caso del alcohol para el que existen unos límites de uso aceptado en conducción. Es decir, la ley te permite conducir bajo cierto grado de influencia del alcohol, pero te sanciona si conduces con restos de drogas ilegales en tu cuerpo, aunque no puedan causar el menor efecto. 

Era un truco legal para poder sancionar sin tener que demostrar una afectación negativa del conductor, de manera que la aplicación de la ley de forma administrativa quedaba hecha un rodillo contra el que no se podía hacer nada. Estaba, además, llena de trampas y engaños para el ciudadano de a pie, que no entiende el lenguaje legal y sus distintos niveles de recurso.
Carlos Nieto se puso manos a la obra para buscar la forma de meterle mano, y aplicó algo que ya se venía aplicando en otro tipo de multas (las de radares). Si los radares que “sacaban” la foto en la que se basaba la multa, no habían cumplido con lo exigido legalmente por parte del control metrológico, la multa era recurrible con éxito y no se pagaba.

Así que -sin que nadie lo hubiera hecho antes, tras el cambio a la nueva ley- Carlos “Recurreitor” probó con esa vía y empezó a recurrir multas en base a que el drogotest carece de control metrológico por parte del estado. 

Eso es tanto como decir que los drogotest son el resultado práctico de un chanchullo entre los fabricantes -deseosos de vender su producto a un gran mercado- y las policías implicadas en su desarrollo, sin que exista un control del asunto por parte de una tercera parte que supervise. La policía quería más positivos, y ellos se los dieron, bajando el nivel de detección de cannabis en sus productos hasta el extremo 2’1 ng/, que consigue el Drugwipe Test, frente a un nivel de corte de 100 ng/ml que tenían otros dispositivos usados por otros cuerpos de las FFCCSE.
La diferencia es de casi 50 veces más sensibilidad entre un dispositivo y otro, y todo en la caza del usuario de cannabis mientras sus test desatienden, por completo, otras drogas como la LSD -que no detectan- para poder mejorar sus resultados contra el cannabis. ¿La razón? es la droga ilegal más consumida y, por ende, la más rentable para la recaudación. Que sea la que menos accidentes reales causa -ampliamente superada en siniestralidad por alcohol y cocaína- parece dar igual.
Así que Carlos “Recurreitor” empezó a utilizar en sus recursos contra las sanciones por drogotest que dichos aparatos no pasan control metrológico alguno. Y funcionó. Ganó, primero en Madrid y luego en Zaragoza. Después, ha seguido por toda España con desigual suerte (aproximadamente 1/4 de los jueces estiman que el drogotest -sin control metrológico- es una prueba no válida).
Los jueces entendieron -dentro de lo poco que se conoce y comprende este tema- que no podía ser que esos aparatos estuvieran ajustados “entre la policía y los fabricantes” sin que tuvieran control metrológico, y empezaron, en muchos casos, a darle la razón en sus recursos. ¿Por qué en muchos casos y no en todos? La justicia en España tiene una forma de funcionamiento en que la apreciación de ciertos criterios -como el presentado por Carlos “Recurreitor” Nieto contra el drogotest- queda a criterio del tribunal. Así que pueden darte la razón con ese argumento, o, por el contrario, pueden no querer entenderla y excusarse en cualquier cosa, como -por ejemplo- que se realiza un segundo control (días después en otro lugar) que demostraría si la lectura del primero era correcta o no, pero admitiendo ya que ese primer elemento de discriminación, no esté sometido a control alguno. 

La respuesta de un juez ante un argumento es algo que -por desgracia- no puede predecirse con exactitud, a menos que exista una clara jurisprudencia y que esta impida que el juez tome decisiones basadas en criterios equivocados (algo que ocurre, con demasiada frecuencia, en estos campos).

Dosis sancionable indeterminada...


Como nos explicaba Carlos -en la entrevista que mantuvimos- aunque quisiéramos dar por válido todo lo que nos cuentan sobre los drogotest -que son muchos, muy distintos y de empresas diferentes- y no supiéramos ya las “sospechosas prácticas” que hubo durante el desarrollo de dichos dispositivos… ¿cuál es la dosis a la que habría que sancionar por cannabis?
El cannabis -y su principio activo, el THC- es una sustancia que farmacológicamente no permite vincular (de forma funcional) dosis en organismo con unos efectos en el sujeto. Pero no es ese el principal problema. El primer problema a solucionar es que no existen ningún tipo de criterio, ley, norma o regulación que defina la dosis que esos aparatos deben utilizar como punto de corte. No está definido cuál es el nivel que sería permisible, dado que el THC puede permanecer semanas en el organismo y cuál sería sancionable. Dicha escala de valores, un criterio de “puntos de corte” en detección con drogotest, simplemente no existe.
Como suena: el estado nunca ha determinado un nivel de droga, en ninguna ley o norma para ninguna sustancia -salvo en el caso del alcohol- que deba ser el punto de corte o el punto sancionable. Nadie, con autoridad legal para establecerlo, lo ha hecho. Y de momento, siguen sin pasar un control metrológico esos aparatos. 

Es el más salvaje oeste de la sanción al ciudadano sin control ninguno y sin base científica sólida, y eso es algo que se ha de combatir. Carlos siempre pensó que esa era una situación injusta y que se debía ganar en los tribunales, aunque no a costa del trabajo ajeno, ya que recurrir (en un Contencioso-Administrativo) siempre nos sitúa en el riesgo de que no estimen nuestra alegación -ni siquiera de forma parcial- y seamos condenados en costas. Una condena en costas no puede superar un tercio de la cantidad que hay en juego, y eso lo debe saber el cliente para bien y para mal.

Consejos de Recurreitor.


Carlos aconseja a cualquier persona que sea sancionada que, lo primero, mire en los foros de Internet relativos al tema para buscar la situación actual. Que busque un abogado que le asesore y que establezca con él, de forma clara, los costes de recurrir y los riesgos de hacerlo, antes de decidirse a iniciar el procedimiento: el tiempo y el trabajo de un abogado, gane o pierda, vale un dinero que si pierdes tendrás que pagar tú (o perderlo él, si decide trabaja a riesgo propio).
También anima a que la gente no tienda a pensar que es peor el remedio (recurrir) que la enfermedad (la sanción), o no se conseguirá revertir la situación y empeorará. 

Y que distingan claramente lo que es un “recurso” (alegaciones) ante quien nos sanciona, que no se necesita abogado, pero donde no existe un juez sino un funcionario cualquiera, y lo que es un recurso Contencioso-Administrativo, que equivale a ponerse de pie ante la administración, reclamar la intervención de un juez y plantear tu caso ante él. 

Son dos actos distintos en niveles diferentes, y aunque hayas pagado la multa -para aprovecharte del descuento- y aunque te digan que el hecho de pagar hace que pierdas el derecho a recurrir, eso es sólo parcialmente verdadero, ya que siempre tienes el derecho a recurrir (dentro de los plazos legales) ante un juez de verdad y plantear un Contencioso-Administrativo, por ausencia de control metrológico, como hace “Recurreitor”.



Finalmente, preguntado sobre cómo habría que proceder para desmontar esa ley injusta, Carlos nos insistió en la “ausencia absoluta de discriminación del peligro real con el sistema actual” como motivo principal a esgrimir, y nos explicó las distintas vías. 

Por un lado, existiría una vía política en la que el Parlamento o un partido político -mediante el “proyecto de cambio de ley”- podría hacerlo, y Carlos opina que esa vía debería trabajarse: para algo les pagamos un sueldo a los políticos. 

Por otro lado, lo podría hacer el Tribunal Constitucional de oficio (autónomamente). Y también podría instarlo un juez que plantease una cuestión de constitucionalidad (y sí, también existen jueces que usan cannabis) sobre el asunto. La vía que le queda al ciudadano común, no por eso es menos importante, es el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional -una vez agotados otros estamentos previos- cuyo mayor problema es el coste que supone, que lo hace carente de rentabilidad (económica) para cualquier sancionado, pero no lo hace imposible lo que nos deja ante una vía más.
Agradecemos a Carlos Nieto Herrero, “Recurreitor” (www.Recurreit.org) su atención y explicaciones, y le deseamos que continúe con la mejor de las suertes en todos sus recursos frente a la injusta sanción del drogotest.
PS: El último texto de esta serie sobre el fraude que es el drogotest, podéis leerlo aquí http://drogoteca.blogspot.com/2018/06/serie-drogotest-violando-ciencia-y.html 

domingo, 30 de julio de 2017

Policía sin ética; ética para yonquis.

Este texto fue publicado hace tiempo en el portal Cannabis.es y abordaba el problema de la rampante drogofobia y falta de respeto a los derechos humanos por parte de la policía de medio planeta a la hora de tratar a los usuarios de drogas.

La cosa no ha mejorado desde entonces.

Esa línea en la que algunos deciden que un yonqui no es un ser humano... esa: drogofobia y policía.




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¿Imaginas leer en la portada de un periódico “ASESINADA UNA PUTA, ANOCHE, EN IRÚN”?
Yo no. No lo imagino. Y mirad que le tengo gato a la mierda de la prensa “seria” pero aún -debe ser por viejo y porque ya chocheo- creo que hay ciertas líneas que, aunque sea por mera estética, la prensa no va a cruzar. Esa sería una, por ejemplo: referirse a una prostituta como puta, centrando la atención más en ello que en su asesinato.
Pero a la fuerza ahorcan, y empiezo a creer que todo es ya posible en un juego de prensa-todo-vale, donde hasta el posible escándalo que pueda generar un mal titular, un enfoque claramente tendencioso o el amarillismo mas chirriante, son también objetivos -secundarios- porque un “escandalito” siempre genera visibilidad y polarización.
Hace unos días, en Ohio (USA), se produjo un suceso desagradable y triste. En Ohio ocurrió uno, y luego fue elevado a la enésima potencia de la viralización mundial. El hecho al que me refiero, fue la toma, por parte de un policía, de unas fotografías realizadas -sin consentimiento ni derecho alguno- a dos personas que estaban inconscientes en un coche (una de ellas siendo el conductor) y en el que se encontraba un niño de corta edad en el asiento trasero.
¿Qué hacen dos personas inconscientes, con un niño como pasajero, en un coche en movimiento? Pues puede que sea por una amplia variedad de razones que oscilan desde la borrachera común al ataque cardíaco. Nadie lo sabe, al menos cuando está sucediendo, y tampoco el policía que llega al lugar y actúa: ¿proteger y servir? ¿a quién, al ciudadano? ¡¡CHISTACO!! Seguro que alguno piensa que me voy por los cerros de Úbeda cuando -para quien conozca ya la noticia- esto tiene las letras muy gordas -tanto como las puso nuestra "prensa seria"- pero que, como yo soy un sátiro vicioso, estoy escribiendo esto para defender o justificar mi uso de heroína y otras drogas. 

Y no es el caso...


Observa este vídeo, en el que un hombre (¿PUEDO DECIR “UN NEGRO”?) está, igual que en la noticia que nos ocupa, prácticamente inconsciente en un coche en movimiento por una vía pública. Observa cómo es manejado el asunto por VARIOS POLICÍAS.

Observa cómo se acercan con cuidado, con las armas fuera, mientras otros les “cubren” con más armas desde posición segura.


Observa cómo gritan a ese hombre que está casi inconsciente, le ordenan que pare el coche y que salga con las manos en alto.


Observa cómo le apuntan con varias armas a su cuerpo.


Cómo -por no hacerles caso a los señores policía- sacan el bote de gas pimienta y le echan un poco de picante en su vida, para darle alegría a sus comidas.


Observa cómo le vuelven a echar.


Observa cómo ya, envalentonados al ver que no parece ser capaz de moverse demasiado, se atreven a abrir la puerta del conductor (sin dejar de apuntarle con armas de fuego).


Observa cómo entonces, con la puerta abierta, le disparan con una pistola eléctrica o TASER. 


Observa cómo después de gritarle, amenazarle, gasearle, y electrocutarle un ratito, esos policías echan la bronca a un hombre, ya en el suelo y rodeado, cuyo único pecado es estar sufriendo un derrame cerebral...


Como suena, el tipo estaba en mitad de un ataque, bastante incapacitante, que suele evolucionar a mortal. Y ya, no hizo nada más para recibir dicho trato. Pero como somos la policía (esta vez en USA) pues amenazamos, gaseamos y disparamos cables con pinchos que conducen altas corrientes eléctricas a un hombre que, obviamente, lo que necesitaba simplemente era ayuda. Y sí, ese hombre podía estar también borracho, drogado con heroína, cansado de no dormir en 3 días, o con una reacción negativa a un medicamento o una alergia que le estuviera causando asfixia... nadie puede saberlo.
¿Alguien cree que le vienen bien el gas pimienta y las descargas eléctricas a los a derrames cerebrales? Y encima le echaron la bronca por no obedecerles: con 2 cojones esa policía.
Ahora, situados en este punto, volvamos a nuestro asunto: dos personas, conductor y copiloto, que no responden de forma consciente en un coche. Llega la policía y lo primero que hace -nada de sacarles del coche, y ejecutar maniobras básicas de seguridad para sus vidas, noooo... que eso va a ser mucho trabajo- es sacar unas fotos del asunto, para subirlas a las redes sociales y demostrar así “lo dura que es su profesión y lo que tienen que enfrentar por culpa de las drogas”. Como si se saca la chorra y le aplauden, así de a gusto se quedó el policía, con su acción ejemplarizante y sin derecho alguno, que además viola claramente los más elementales derechos a la intimidad y la privacidad. El policía además, se permite el lujo de trincar por la cabeza a la copiloto, para que su cara salga mejor en la foto...
¿Te imaginas que la policía te encontrase borracho en un portal y te hicieran fotos sujetándote partes del cuerpo para que se te viera mejor y así mostrar lo dura que es su vida profesional? Pues eso mismo. Pero además, con un niño consciente, despierto, atento y presenciando todo, en el asiento de atrás. Y sí, además subieron las fotos sin pixelar ni quitar la cara del ese menor de edad en dicha horrible situación, ya que sale bastante bien en cámara y queda terrorífico para el “cuadro general” que se quiere conseguir.
¿Los derechos del menor? ¿Y a mí qué cojones me cuentas, si yo soy policía? Aquí todo vale, porque es CONTRA LAS DROGAS, y si hace falta joder a un niño para proteger a los niños, pues se hace: si total, el puto crío ese iba a acabar como sus padres, así que es un sacrificio necesario, una víctima de las drogas (pero no de mi cámara y mis intenciones...¿eh?) que puedo y debo exponer al mundo. Y esperad, que para eso está la prensa con su sana visión.
Y llegó. La prensa de USA se echó encima de la noticia, que para ellos se convirtió en otro ejemplo de lo malas que son las drogas y lo que son capaces de hacer: que los padres se droguen delante de los hijos hasta quedar inconscientes y conduciendo. ¿Acaso eso no es suficiente prueba de la depravación moral que produce tomar drogas, joder? ¿Es que nadie piensa ya en los niños, por el amor de Dios?
La madre, por cierto, es una chica que trabaja bailando y que había dejado al niño con su abuela, y que ahora quiere recuperar a su hijo (dado a otra familia por los servicios sociales). Ella también sufre la drogofobia asfixiante: se la cuestiona por su pasado, aunque haga años que no consume droga alguna, y jamás consumió heroína.
En España, como no podíamos ser menos, llegó la mente viva y profunda del editor de “El Confidencial” *** (prensa seria, dicen) y en un alarde de ignorancia, mala prensa y falta de ganas de hacer un mínimo de trabajo, se permitió titularlo todo -publicando incluso la cara del niño, sin pixelar- como “la historia de la foto de los PADRES YONQUIS...
conficendial
¿Cómo? ¿Perdón? ¿YONQUIS?
¿Y por qué no un titular hablando de lo colorido de la Marcha del Orgullo MARICÓN? ¿O de la problemática de los “MORACOS Y SUDACAS” en el país? Noooooo, eso no..... que está mal visto, pero lo de los yonquis... tiene un pase y hasta gracia, eh? Pues se llama DROGOFOBIA y es de esas enfermedades -nacidas del núcleo de la intransigencia- en las que el agente patógeno no se alberga en quien lo sufre, que es simple víctima (da igual si es porque toma drogas, ejerce la prostitución, su opción sexual es la homosexualidad, o porque nació en un lugar distinto o con un color distinto) circunstancial: el yonqui, el moraco, la puta, el maricón.... y sus pecados de no querer ser como tú.
Todo lo demás, los derechos del niño, de los fotografiados, de todos los ciudadanos pisoteados en esa miserable acción a manos de un policía, quedaban justificados cuando se sabía que “había acertado” (ya que en el lugar no había pruebas de consumo de drogas ni restos o marcas que pudieran hacerle pensar eso) porque al darles -cuando ya vinieron los servicios de emergencias- “la droga que es el antídoto de la heroína”, dicha medida se mostró eficaz para devolverles a la vida. Así que la cosa estaba clara, ¿no? Si administras naloxona a alguien inconsciente y recupera la consciencia, es que estaba puesto de heroína y a punto de morir: así que moralmente todo se hizo por una buena causa, y además, correcta como prueban esos hechos y el que los dos adultos fueran detenidos por “conducción bajo influencia de drogas”.
Sin embargo, esos dos adultos no eran los padres del niño. Era su abuela, la copiloto, y el novio de esta el hombre que conducía (o intentaba conducir) sorprendidos ambos por una sobredosis de opioides u opiáceos. ¿Eso nos permite concluir que estaban cometiendo un delito? Tampoco. Os sorprendería saber que una de las formas más comunes de morir en USA por culpa de una sobredosis, es de gente que tomaba la medicación que les había mandado el médico y se quedan dormidos -sin darse cuenta- al volante de su coche. Y no hablo de yonquis como yo, que nos gusta drogarnos y lo hacemos sin escondernos ni vergüenza alguna, sino de gente corriente que le dolía la espalda y el médico le recetó una cosa muy buena, hasta que se quedaron dormidos al volante.
¿Sobredosis, accidentes u homicidios negligentes... todo para el beneficio económico de las empresas farmacéuticas? Pues sí. Al igual que los coches, los fármacos y su formato se piensan para poblaciones concretas, y se valoran sus pros y sus contras en grandes números. Y al igual que con los coches, se valoran esas “víctimas colaterales” que se estrellarán contra un árbol al quedarse dormidas VS. El coste económico de las demandas derivadas de ello. ¿Suena horrible o es que no me expliqué bien? Esto no es nuevo, ni pertenece sólo a la BIG PHARMA: leed y temblad con la ética para empresas... historia viva!!
Sin embargo, el grado de descaro ya es absoluto. Antes, estas cosas se hacían con cierto silencio y procurando mantener la formas de cara al público y su peligrosa opinión. Ahora ya no. Ahora llega una empresa que vende fentanilo -droga 100 veces más potente que la heroína, la que mató a Prince en un ascensor hace meses- y que es en realidad el principal asesino de la crisis de opioides que asola USA y Canadá, y dona 500.000 dólares para que el cannabis NO sea legalizado (o lo sea pero de forma mucho más lenta). ¿A qué viene eso? ¿Se han vuelto locos? ¿Qué les hemos hecho los fumetas a esta gente, cojones? En justicia podemos decir que el narco ha donado medio millón de “farmadólares” (en este caso, “fentadólares”) para mejorar su posición en un mercado de drogas complejo.
Nada chavales, no es por nosotros.
En realidad la marihuana y el cannabis -o la cocaína absorbida analmente en una lavativa de LSD- se la traen floja flojísima. Ellos sólo quieren dinero: no es nada personal, simplemente son negocios. Los muertos que vamos dejando en el camino, son daños previamente valorados en una proyección empresarial. Y pueden hacerlo, porque ellos venden medicinas que curan y salvan, y no drogas que matan... como la marihuana, que para algo somos la BIG PHARMA.
*** No debemos omitir que parece que esta vez, quejarse y levantar la voz, tuvo cierto efecto y consiguió que “El Confidencial” modificase el vergonzoso titular, pero Internet tiene memoria y esos fallos (si es que fue un fallo o simple drogofobia destapada que se escapó) dejan ver la carencia de calidad humana en la prensa española en el trato de todo lo relacionado con drogas y sus usuarios.
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No olvidéis proteger a los niños de las drogas, y de sus padres yonquis...

jueves, 20 de abril de 2017

Drogofobia policial contra usuarios de drogas en las Redes Sociales

A pesar del tiempo que ha transcurrido desde la publicación en Cannabis.es de este texto, no se puede decir que haya perdido ni un ápice de vigencia. La policía, especialmente la nazional en Twitter, pero también otros cuerpos y policías locales que parecen tener a esta cuenta de "libro de estilo" no cesan de insultar y faltar al respeto a los usuarios de drogas que, para quien no lo sepa, ejercen un derecho ya que el consumo de drogas (aunque usted no lo crea) no es un delito.

Esperamos que el texto os ilumine, para que tengáis claro en qué se gasta el dinero público esta gente que os insulta por -gracias a dios- no ser como ellos.


Maderos y drogofobia.

¿Qué pinta un texto sobre la policía y las redes sociales en un portal sobre cannabis?
No debería pintar nada, debería ser un error, devenir de un fallo en el que alguien ha confundido un par de archivos y ha publicado el que no era. Pero no, la policía está aquí y está “por derecho propio”: se ha hecho un hueco a base de insultar a los usuarios de cannabis y otras drogas, de difundir información falsa y de hacerlo con el dinero de nuestros impuestos.



¿Cómo es esto? Comencemos desde el principio.
El Cuerpo Nacional de Policía, en su proceso de modernización y contacto con el ciudadano, en el año 2009 abrió una cuenta en Twitter. La cuenta entonces acabó cayendo en manos de un tipo llamado Carlos Fernández, un personajillo que hasta el momento había sido “consultor de comunicación” y había estado -desde el 2005- al cargo de la campaña para la comunicación del DNI electrónico. No está de más decir que, en palabras del propio periodista que le entrevistaba a principio de este año, aquella campaña “fue un desastre” aunque el entrevistado prefería no reconocerlo. La cuenta pasaba “sin pena ni gloria” hasta que llegó el gran momento de las redes sociales en España: el 15M en el año 2011, que impulsó la adopción de Twitter como medio de información y forma de contacto tras mostrar la relevancia que las redes sociales podían tener a través de un fenómeno como fue el movimiento de los indignados.




Las redes, desde aquellos días, ayudaron a que la violencia que la policía empleaba contra los ciudadanos -en cientos de casos sin motivo alguno o sobre menores de edad- no quedase oculta, difundiendo vídeos y fotografías de las agresiones. Al mismo tiempo, las redes forzaron a los medios tradicionales a competir con la información que ellas ofrecían, provocando que gran cantidad de material mostrando la violencia de la policía frente al ciudadano -en manifestaciones, desahucios y otros contextos como el del asesinato de Juan Andrés Benítez- se mostrase en las televisiones. Las redes crecían en importancia, ya no eran simples opiniones lo que colgaban de ellas sino todo tipo de pruebas gráficas que mostraban -a todo el mundo, en segundos y con una difusión ilimitada- la violencia gratuita empleada en todo el estado.



Obviamente, la cuenta de la policía en Twitter era quien recibía el “feedback virtual del ciudadano” sobre lo que hacían en las calles -o lo que no hacían en los despachos de los corruptos- y el comportamiento de la cuenta a veces parecía estar más encaminado a provocar que a cualquier otra cosa. La cuenta empezó a “entrar en barrena”. Por ejemplo, no era infrecuente que la cuenta de la policía te escribiera citándote un tuit -normalmente intentando provocarte y puedo dar fe en primera persona de ello- que minutos después borrase, posiblemente para echarse unas risas a costa de la reacción de la gente.




O que su “community manager” -el tal Carlos- se dedicase a atacar a Podemos y a su líder o a provocar “perroflautas”, cosas muy celebradas por la manada de cuentas de -presuntos- miembros de la policía y sus miles de opositores al cuerpo, que aplaudían esas cosas como si estuvieran en ForoPolicía y aprovechaban para ir entrenándose con el lenguaje: “guarros, comunistas, yonkis, maricones, tortilleras y zorras” junto con algún que otro “con Franco no teníais cojones” y rematado con una pizca de “Arribaspaña”.


¿Qué coño hace la cuenta de una institución de funcionarios -pagados con nuestros impuestos- comportándose así? No era una elección casual, sino que detrás de su comportamiento había un claro componente político. Como cuenta en una entrevista en "El Confidencial" su responsable: “es en 2011 cuando Cosidó nos da la confianza necesaria para subir el tono de los mensajes. Es su éxito. Aunque nos equivoquemos, él sabe que sabemos lo que hacemos”. Que la cuenta que -en teoría- era la voz de la policía, que nos tiene que servir a todos los ciudadanos, se empezara a comportar así fue una decisión respaldada políticamente por el responsable puesto por el Partido Popular: donde hay capitán, no manda marinero.

¿Qué tiene que ver esto con cannabis u otras drogas?

Pues tiene que ver que a la vez que todo esto pasaba, la cuenta de la policía iniciaba su campaña moral contra las drogas y, sin duda alguna, especialmente contra sus usuarios. Todo esto a pesar de que Carlos “el community”, tiene amigos fumadores de cannabis a quienes da consejos -desde la cuenta de la policía, sí- sobre cómo es mejor esconder la droga en un viaje en avión para que la policía no la detecte. ¿Suena surrealista? Pues la información -cómo esconderla- se la tuvo que pedir a unos policías “que entendían” porque él ni entendía ni era policía, pero ellos se la dieron y él la publicó en Twitter a petición de su colega virtual, suponemos que por error. Era la policía en redes sociales “Marca España”, de la que encima presumían en los medios de ser la más “seguida” en el mundo, aunque en aquel momento contaban con menos followers que “Paquirrín”.
Eso lo hacía después de haber lanzado una campaña vergonzosa, en la que animaban a la delación por parte de los ciudadanos en materia de drogas, bajo el nombre de “Tweet Redada”. No es que la policía necesite saber dónde se vende droga: lo sabe de sobra. Era una jugada de imagen, porque a través de ese canal en el que la policía animaba a denunciar “anónimamente”, lo único que caen son camellos de poco pelo, vendidos por otros camellos que buscan usar los recursos de la policía para quitarse competidores. Pero eso bastaba para dar sensación, también virtual, de lucha contra las drogas y para asustar -que para la policía es sinónimo de educar- al cultivador que tiene sus plantas en casa para su propio consumo.
También lo hacía tras haber dejado clara la actitud de falta de respeto por parte de la policía hacia quienes consumen drogas con un “inspirado” tuit: “¿Descerebrado/a? ¿Sin futuro? ¿Sin personalidad? ¡CUIDADO! Tenes perfil para caer en las drogas... Y sólo te aportarán problemas. Di #DROGASNO


Las respuestas a semejante tuit emitido por parte de unos funcionarios -empleados con nuestro dinero- no se hicieron esperar y les llovió la mierda por todos los lados. Incluso hubo cuentas internacionales que se hicieron eco de cómo la Policía Nacional de España a través de Twitter insultaba a los consumidores de drogas, por lo que al cabo de un tiempo procedieron a borrar el tuit, y a pedir unas tibias disculpas “por si alguien se había sentido ofendido”. Pura fachada, en realidad se la pelaba si los usuarios de drogas se habían sentido ofendidos: era la marca de la casa. Tanto es que aunque el “consultor de comunicación” se acabó pirando a otra empresa (en concreto, a la cuenta de Iberdrola al estilo “puerta giratoria”) y pusieron una sustituta de nombre Carolina, las cosas no cambiaron sino que empeoraron.
La nueva empleada que lleva las redes -en este caso, una del propio cuerpo y adiestrada como los demás- parece tener algún problema con el tema de las drogas, al estilo de aquellas “Madres contra la droga” que si bien eran incapaces de razonar sobre el asunto y se limitaban a cacarear consignas (pillando de paso subvenciones), creían que estaban capacitadas para hablar sobre drogas por tener un hijo yonki o muerto “por las drogas”. La verdad es que me la pela lo que esa tipa piense u opine sobre las drogas, pero que lo haga en su casa y que la aguante su familia, que no lo haga en Twitter y con el dinero que le pagamos todos.
Entre algunas de sus última perlas podemos leer: “La droga, fuera de tu VIDA: ni cultivarla, ni traficarla, ni consumirla” o “NO seas loco: la DROGA es la peor opción. Consumirla puede acabar con tu vida y si traficas... acabarás en PRISIÓN” mientras sacan una foto de unas “bellotas de hashís”, que como todo el mundo sabe te mata si lo consumes. ¿Pero quién cojones es esta gente para decirnos lo que tenemos que consumir?



En estas otras, nos dan “su culta opinión” sobre las drogas mientras nos pretender intimidar con el gran número de chivatos y delatores que dicen tener: “La droga es una MIERDA y si traficas con ella acabarás con pijama de rayas. Tenemos muchos colaboradores.” O tienen el amable gesto de informarnos -desde su cátedra de medicina como policía que es- sobre el daño que nos hace la droga: “Consumir droga 'te deja tonto'. Si lo haces en lugar público lo pagarás caro (art. 25.1).
Lo que ha expulsado Carolina ayer por la noche -aparte de que usa las mayúsculas y la puntuación como el culo- es un ejemplo del más prohibicionista patetismo: “NO metas droga en tu vida... por tu familia, por tus amigos, por tu pareja, por tu trabajo, por TI...DI NO a las drogas”.
Por si eso fuera poco, a veces ayuda a esparcir mitos sin respaldo documental ninguno, como que hay gente metiendo “droga en las gominolas” (¿os suena? es la versión moderna de los “caramelos con droga a la puerta del colegio”) y que además tienen de todas. Mirad cómo mola su información sobre drogas: “50 detenidos en operación contra narcotráfico: preparaban metanfetamina con forma de gominola pero tmb vendían cocaína, marihuana, heroína”. Eso sí, no busques un link o información al respecto: ¿para qué si me la invento y se la tragan igual?

Aunque el mayor premio de esta masa de pensamientos trastornados nos llegó hace unos días, especialmente preparado y lanzado contra los usuarios de cannabis y especialmente contra los que cultivan de forma legal en su casa para su propio consumo. Haciendo caso omiso de que el Tribunal Supremo haya reconocido, en la sentencia del “supremazo” contra los CSC, que el cultivo de cannabis para el propio consumo no es un hecho delictivo, se lanzan a pedir en las redes sociales que denunciemos a nuestros vecinos si olemos a marihuana. Así, tranquilamente promoviendo la delación entre ciudadanos -que tanto excita a quienes visten el uniforme- nos invita a denunciarnos entre vecinos.

En este caso es interesante ir a ver la ristra de contestaciones que obtuvo dicho tuit, porque la reacción de la gente fue tan clara que no encuentras un mensaje que sea de apoyo a la policía ni a su miserable idea, y así se lo hacen saber con todo tipo de comentarios que, básicamente, vienen a decir que se dediquen a trabajar contra criminales de verdad y dejen de hacer el imbécil contra los usuarios de cannabis.
La falta de luces de la nueva “community” le hace demostrar -4 días después y ante el aluvión de críticas- que no sólo tiene una cátedra en medicina, sino que además es una jurista de renombre cuando nos hace una aguda disertación, ilustrada con una imagen del código penal -subrayado a boli y regla- que tira por tierra lo que ha dicho el Tribunal Supremo: “Las drogas pueden arruinar tu vida, cuanto más lejos mejor. RECUERDA: el cultivo, elaboración y tráfico está penado”.



Recapitulando. Se puede entender la fijación que tiene la policía -en este caso su cuenta y responsable en Twitter- con el tema de las drogas: de no ser por la guerra contra las drogas y sus usuarios, serían innecesarios un gran porcentaje de ellos, así como de jueces, funcionarios de prisiones, etc.
Lo que no parece normal, es que esa fijación se desplace sólo en el sentido de atacar el consumo por parte de los usuarios pero olvide completamente las noticias referentes a las drogas y el Cuerpo Nacional de Policía.... ¿como cuáles? Como éstas que salen en todos los medios, pero ellos prefieren olvidar en la redes sociales:
Sirva como muestra un botón y el razonamiento -prestado de Escohotado- que nos hacía ver que si bien se estimaba que sólo el 10% de los delitos de tráfico de drogas llegaban a salir a la luz, en el caso de los cuerpos policiales se podría bajar mucho esa cifra, ya que son los mejores formados y preparados para evitar los controles que ellos mismos como policías desarrollan, dejando los delitos de tráfico de drogas descubiertos en torno al 1% cuando se trata de estos funcionarios.
Ciertamente la cuenta de la policía en Twitter está muy concienciada buscando delatores y chivatos que denuncien a quien cultiva cannabis y “consume drogas que te dejan tonto”. 

Habrá que preguntarse, 
seriamente,
el porqué 
de ese intenso interés policial....