La primera vez que vi a alguien plantarle cara a un policía que estaba abusando de su placa, fue a mi madre. Éllos eran dos policías municipales y mi madre, una profesora de ciencias, que acababa de recibir un comentario despectivo por su género de boca de aquel policía: "Pero qué coño sabrás tú... si eres mujer!!".
Mi madre tiró de freno de mano -en aquel viejo Renault 6- y paró el coche, se bajó y se fue a por el policía en plena calle. Como si no sufriera de vergüenza por la gente que miraba sorprendida la escena, se fue a por él gritándole que si tenía algo que opinar sobre que ella fuera mujer, que lo pusiera en el atestado que le iba a tocar hacer... y así fue. Al pitufo le tocó levantar un atestado (en el que por supuesto, no puso nada que le pudiera dar problemas), con el que mi madre pidió cita -por canales oficiales- con el comisario de ese policía para (al menos) denunciar y pedir explicaciones por semejante comportamiento, por parte de un empleado del ciudadano de Salamanca y que recibe su sueldo de nuestros impuestos: también del de las mujeres...
El comisario, lógicamente, la recibió y se comió sin rechistar todo lo que mi madre le dijo: ambos sabían que no iban a cambiar nada.... ese día. No recuerdo el año exacto, pero recuerdo que venía del colegio donde hice pre-escolar, así que como mucho podía ser el año 1979.
Jamás he escuchado a mi madre definirse como feminista, ni tampoco usar "excesivamente" el término "machista". Le gustaba en sus años de Universidad -aprovechando que era excepcionalmente buena en Matemáticas, aunque tuvo que cursar Química por falta de dinero- putear a los catedráticos y "popes" de su facultad de Química, resolviendo los problemas mediante herramientas (matemáticas) que ellos desconocían o no esperaban, y picaban suspendiéndole el ejercicio.
Luego, mi madre con ese ejercicio suspenso se iba al despacho -del profesor de turno- y le hacía sudar tinta (siempre haciéndose la tonta, porque a los catedráticos de aquella época se les hablaba como a eminencias sacrosantas), para que finalmente tuvieran que modificar la nota del ejercicio, ante una serie de demostraciones matemáticas que excedían muchas veces sus recursos. Eran corregidos, por una mujer siendo todos hombres en aquella época, pero al menos había sido en privado. O fue en privado salvo en un par de ocasiones, en que el profesor la quiso ningunear viendo a una chica joven y débil, para comprobar como esa chica convocaba tribunal universitario para revisar el examen y -en público- les sacaba los colores, ante sus propios colegas. Es lo bueno de la Matemática: lo que es, es, y además se puede demostrar.
Claro que para hacer todas esas cosas no basta con querer hacerlas, sino que necesitas poder hacerlas, con elegancia y seguridad en lo que haces. Y ella lo había hecho, no fijándose en su género sino fijándose en sus méritos y capacidades: compitiendo de tú a tú con el resto, fueran hombres o mujeres. Educó a todos sus hijos y a su hija en la absoluta igualdad de derechos y obligaciones; esa era la "carta magna" en mi casa, desde que tenías raciocinio. Si todos vamos en el barco, todos trabajamos en la medida en que estamos capacitados, y en ese criterio el género sexual o la edad, no eran excusas para nada.
Jamás aceptó ningún tipo de discriminación positiva (si es que eso puede existir) por el hecho de ser mujer. Ni negativa: más te valía no apuntar a una cuestión de género como base discriminatoria porque no sabías lo que hacías. La única vez -aparte de aquella ocasión siendo niño con ese policía- fue ya como adulto en un hospital, en el que el cirujano dijo que "sólo hombres" en su despacho, para ser informados del estado del paciente. No tuvo cojones ni a intentar repetirlo cuando las dos primeras personas que entraron fueron mi madre y mi tía, flanqueadas por el resto, que eran varones.
Nunca quiso regalos por ser mujer, ni aceptó un trato distinto que el de todos sus compañeros, fueran hombres o fueran mujeres. Se hubiera sentido menospreciada si necesitaba de su género para cubrir un cupo o una cuota y ser contratada o favorecida en una decisión, por el mero y aleatorio hecho de haber nacido con genitales femeninos.
Su primer contrato lo consiguió embarazada, y estuvo dando clases hasta unas semanas antes de parir. Luego, regresó a su trabajo y en más de 40 años nunca lo dejó -a pesar de tener varios hijos más- hasta que se jubiló. Una profesora de ciencia, orgullosa de ser lo que era y que nunca permitió a nadie -hombre o mujer- que intentase hacer de ella una víctima o hacerle de menos.
¿A qué viene esto?
Cuando me pidieron, hace tiempo, que eligiera una mujer para hacerle una entrevista, me pareció un enfoque indigno. ¿Tengo que entrevistar a una mujer por ser mujer? Sí, más o menos era así, porque estábamos cerca del día 8 de marzo. Daba igual quién fuera o qué hiciera, siempre y cuando entrase dentro de nuestro área temática.
A mí, eso, me dio pena; recordé a mi madre y cómo se sentiría si supiera que alguien contaba con ella por algo que ella no eligió -ser mujer- y que era usada (en el sentido más real del término) para construir una imagen o un relato artificial para "el día de la mujer" (toma sarcasmo editorial).
Buscaban el típico discurso feminista, en boca de alguna mujer relacionada con las drogas, pero yo no estaba por la labor. Dije que estaba iniciando una entrevista con una mujer -para ganar tiempo- hasta que conseguí encontrar una mujer -en el campo de las drogas- que no sólo no encajase con ese discurso del victimismo por género, sino que sus hechos (y no sólo sus palabras) mostrasen una realidad incuestionable. Supongo que buscaba entrevistar a una mujer (como me habían encargado) pero que viviera libre, con la misma coherencia que vivió mi madre, sin pedir cupos ni privilegios y no teniendo que envidiar nada por no ser hombre.
La tenía más cerca de lo que pensaba, y es una vieja conocida con una vida más que interesante en mitad de cuerpos policiales (petados de hombres tipo macho-man), de incógnito como agente de campo anti-drogas, y posteriormente como jefa de la unidad (la primera mujer que alcanzó dicho puesto en su área). Tras una dura vivencia con la muerte de un familiar y con su experiencia directa en la guerra contra las drogas y sus usuarios en pleno USA, su camino cambió para terminar siendo una de las mayores defensoras del cambio de paradigma en cuanto a nuestro trato con las drogas, y una activista que lucha por el fin de la guerra contra las drogas, entre otras cosas.
Aquí os dejo la entrevista con la que pude cumplir el encargo, y dar voz a un tipo de mujer poco común, por desgracia. Con orgullo puedo decir que es mi amiga -tras estos años- y que su nombre es Diane Goldstein.
Drogoteca.
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Publicado originalmente en Cannabis.es
Mi madre tiró de freno de mano -en aquel viejo Renault 6- y paró el coche, se bajó y se fue a por el policía en plena calle. Como si no sufriera de vergüenza por la gente que miraba sorprendida la escena, se fue a por él gritándole que si tenía algo que opinar sobre que ella fuera mujer, que lo pusiera en el atestado que le iba a tocar hacer... y así fue. Al pitufo le tocó levantar un atestado (en el que por supuesto, no puso nada que le pudiera dar problemas), con el que mi madre pidió cita -por canales oficiales- con el comisario de ese policía para (al menos) denunciar y pedir explicaciones por semejante comportamiento, por parte de un empleado del ciudadano de Salamanca y que recibe su sueldo de nuestros impuestos: también del de las mujeres...
El comisario, lógicamente, la recibió y se comió sin rechistar todo lo que mi madre le dijo: ambos sabían que no iban a cambiar nada.... ese día. No recuerdo el año exacto, pero recuerdo que venía del colegio donde hice pre-escolar, así que como mucho podía ser el año 1979.
Jamás he escuchado a mi madre definirse como feminista, ni tampoco usar "excesivamente" el término "machista". Le gustaba en sus años de Universidad -aprovechando que era excepcionalmente buena en Matemáticas, aunque tuvo que cursar Química por falta de dinero- putear a los catedráticos y "popes" de su facultad de Química, resolviendo los problemas mediante herramientas (matemáticas) que ellos desconocían o no esperaban, y picaban suspendiéndole el ejercicio.
Luego, mi madre con ese ejercicio suspenso se iba al despacho -del profesor de turno- y le hacía sudar tinta (siempre haciéndose la tonta, porque a los catedráticos de aquella época se les hablaba como a eminencias sacrosantas), para que finalmente tuvieran que modificar la nota del ejercicio, ante una serie de demostraciones matemáticas que excedían muchas veces sus recursos. Eran corregidos, por una mujer siendo todos hombres en aquella época, pero al menos había sido en privado. O fue en privado salvo en un par de ocasiones, en que el profesor la quiso ningunear viendo a una chica joven y débil, para comprobar como esa chica convocaba tribunal universitario para revisar el examen y -en público- les sacaba los colores, ante sus propios colegas. Es lo bueno de la Matemática: lo que es, es, y además se puede demostrar.
Claro que para hacer todas esas cosas no basta con querer hacerlas, sino que necesitas poder hacerlas, con elegancia y seguridad en lo que haces. Y ella lo había hecho, no fijándose en su género sino fijándose en sus méritos y capacidades: compitiendo de tú a tú con el resto, fueran hombres o mujeres. Educó a todos sus hijos y a su hija en la absoluta igualdad de derechos y obligaciones; esa era la "carta magna" en mi casa, desde que tenías raciocinio. Si todos vamos en el barco, todos trabajamos en la medida en que estamos capacitados, y en ese criterio el género sexual o la edad, no eran excusas para nada.
Jamás aceptó ningún tipo de discriminación positiva (si es que eso puede existir) por el hecho de ser mujer. Ni negativa: más te valía no apuntar a una cuestión de género como base discriminatoria porque no sabías lo que hacías. La única vez -aparte de aquella ocasión siendo niño con ese policía- fue ya como adulto en un hospital, en el que el cirujano dijo que "sólo hombres" en su despacho, para ser informados del estado del paciente. No tuvo cojones ni a intentar repetirlo cuando las dos primeras personas que entraron fueron mi madre y mi tía, flanqueadas por el resto, que eran varones.
Nunca quiso regalos por ser mujer, ni aceptó un trato distinto que el de todos sus compañeros, fueran hombres o fueran mujeres. Se hubiera sentido menospreciada si necesitaba de su género para cubrir un cupo o una cuota y ser contratada o favorecida en una decisión, por el mero y aleatorio hecho de haber nacido con genitales femeninos.
Su primer contrato lo consiguió embarazada, y estuvo dando clases hasta unas semanas antes de parir. Luego, regresó a su trabajo y en más de 40 años nunca lo dejó -a pesar de tener varios hijos más- hasta que se jubiló. Una profesora de ciencia, orgullosa de ser lo que era y que nunca permitió a nadie -hombre o mujer- que intentase hacer de ella una víctima o hacerle de menos.
¿A qué viene esto?
Cuando me pidieron, hace tiempo, que eligiera una mujer para hacerle una entrevista, me pareció un enfoque indigno. ¿Tengo que entrevistar a una mujer por ser mujer? Sí, más o menos era así, porque estábamos cerca del día 8 de marzo. Daba igual quién fuera o qué hiciera, siempre y cuando entrase dentro de nuestro área temática.
A mí, eso, me dio pena; recordé a mi madre y cómo se sentiría si supiera que alguien contaba con ella por algo que ella no eligió -ser mujer- y que era usada (en el sentido más real del término) para construir una imagen o un relato artificial para "el día de la mujer" (toma sarcasmo editorial).
Buscaban el típico discurso feminista, en boca de alguna mujer relacionada con las drogas, pero yo no estaba por la labor. Dije que estaba iniciando una entrevista con una mujer -para ganar tiempo- hasta que conseguí encontrar una mujer -en el campo de las drogas- que no sólo no encajase con ese discurso del victimismo por género, sino que sus hechos (y no sólo sus palabras) mostrasen una realidad incuestionable. Supongo que buscaba entrevistar a una mujer (como me habían encargado) pero que viviera libre, con la misma coherencia que vivió mi madre, sin pedir cupos ni privilegios y no teniendo que envidiar nada por no ser hombre.
La tenía más cerca de lo que pensaba, y es una vieja conocida con una vida más que interesante en mitad de cuerpos policiales (petados de hombres tipo macho-man), de incógnito como agente de campo anti-drogas, y posteriormente como jefa de la unidad (la primera mujer que alcanzó dicho puesto en su área). Tras una dura vivencia con la muerte de un familiar y con su experiencia directa en la guerra contra las drogas y sus usuarios en pleno USA, su camino cambió para terminar siendo una de las mayores defensoras del cambio de paradigma en cuanto a nuestro trato con las drogas, y una activista que lucha por el fin de la guerra contra las drogas, entre otras cosas.
Drogoteca.
:)
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Entrevista a Diane Goldstein.
Cuando
mi editora me preguntó sobre qué mujeres consideraba un claro
ejemplo de lucha en “mis áreas de interés”, mi cabeza se llenó
de opciones femeninas a considerar como grandes luchadoras en el
campo de las ciencias. Pero cuando pensé en el ámbito de la lucha
antiprohibicionista en política de drogas me di cuenta de que -salvo
en el caso del cannabis- la presencia femenina era algo reducida.
Sin
embargo, las 3 mujeres que me vinieron a la mente, llevan años de
lucha -iniciada por distintas razones- y son todas ellas motivo de mi
más profunda admiración. Una de ellas es Carrie Tyler, la hermana
de Tim Tyler (recientemente perdonado por Obama, pero aún no
liberado) que fue condenado a 2 cadenas perpetuas por posesión de
LSD -no era un traficante- y quien ha estado luchando por él,
desafiando al mundo para conseguir un absoluto milagro, la
inimaginable cifra de 25 años hasta recibir el perdón presidencial.
La otra es Lyn Ulbricht, la madre de Ross Ulbricht, también
condenado a pasarse toda su vida en prisión con varias cadenas
perpetuas, por la creación del mercado anónimo de drogas “Silk
Road” en la red Tor (The Onion Router, originalmente). Es ella la
que ha liderado y lidera la lucha por Ross, en uno de los casos que
pueden sentar algunos de los precedentes más peligrosos en la
historia de Internet.
Y
la tercera, se llama Diane Goldstein.
Es
una mujer de armas tomar, nunca mejor dicho, con la que comparto el
amor por los perros y que sería mi enemiga “de forma natural”:
era policía de narcóticos -entre otras cosas- así que si yo
viviera en USA es posible que ya nos hubiéramos conocido, y no por
Internet.
No
recuerdo bien -pasó hace muchos años ya- cómo comenzamos a hablar
ella y yo ni cómo labramos esta peculiar amistad, entre un usuario
de drogas un poco cabreado y una policía retirada, que se ha
convirtió en la voz femenina más interesante de la política de
drogas a nivel mundial siendo la voz de LEAP o “Policías Contra la
Prohibición de las Drogas”.
Hace
unos días, le pedí que me dedicase un rato a contestar algunas
preguntas sobre ella y su trabajo, y tuvo la deferencia de decirme
que sí (con una vida totalmente ocupada). De esa conversación,
salió la entrevista que os presentamos aquí.
:))
Hola
Diane. ¿Qué edad tenías cuando decidiste hacerte policía y por
qué? ¿Qué cruzó por la mente de esa joven mujer para tomar dicha
decisión en un país como USA?
Pues
yo tenía 20 años, y me encontraba estudiando y al mismo tiempo
trabajando en un entorno en el que tenía mucho contacto con la
policía. En una ocasión, salí con una agencia de policía a dar
un largo paseo y terminé intrigada por el trabajo que vi
desarrollar, por como yo crecí. Entonces entendí que yo quería devolver
algo positivo a mi comunidad.
¿Cuál
era el ratio de mujeres y hombres en la policía cuando comenzaste a
servir en ella?
En
el momento en que fui contratada, las mujeres éramos un 5% y esa
cifra era la misma cuando me retiré, en el año 2004. En cualquier
punto de mi carrera, esa cifra fue casi siempre la misma, por lo que
tenía una clara conciencia de que mi trabajo era una muestra de lo
que era la mujer en la policía y que mi desempeño tendría una
influencia sobre la presencia femenina dentro de mi agencia en el
futuro.
¿Cómo
ha sido tu experiencia como mujer en un trabajo dominado
numéricamente por hombres? Eres una mujer fuerte que ha llegado a
posiciones de liderazgo. ¿Cómo fue el camino hasta tu yo actual?
Aunque
las mujeres han servido en posiciones de liderazgo en el pasado, yo
creo que nuestras capacidades están todavía sin “destaparse”
totalmente, y no ahora sólo en cuestiones referentes a la política
de drogas, sino en otro muchos campos.
Las
mayores trabas que creo que existen -en el camino de las mujeres- hacia
el liderazgo, no sólo están puestos por la sociedad que vivimos,
sino por nosotras mismas a través de la aceptación de dichos roles.
Por eso aunque nunca me auto-identificado como feminista, reconozco
claramente que de no haber sido por dicho movimiento, por ejemplo, yo
no hubiera tenido la oportunidad de tener una exitosa carrera dentro
del cuerpo de policía y -a la vez- criar a mi hijo.
Aunque
fue difícil, creo que fue algo que conseguí. Mi carrera me permitió
tener un marco adecuado para mucha cosas: mi camino al activismo, mis
habilidades como madre criando un niño, y mi capacidad de liderazgo.
Como segunda generación de vanguardia de la mujer, dentro de las
fuerzas de orden en los años 80, mi trabajo y entrenamiento se puede
decir que se fue algo así como ser desbrozadora [la persona que
quita la maleza y abre caminos] sobre una hoja de ruta indefinida. Mi
camino al liderazgo estuvo cargado de lecciones que equilibré siendo
una mujer fuerte en una cultura dominada por el varón.
Pasé
mi años de entrenamiento en una constante sensación de que era
necesario demostrar mi capacidad. Así pues, mi nivel estándar de
trabajo no era el de alguien eficaz, sino el de alguien que busca la
excelencia en lo que hace. Esos primeros años en la policía me
expusieron a muchas cosas, tanto buenas como malas. He visto lo mejor
y lo peor de la gente entre la población general, así como también
he visto ambos extremos en compañeros míos de trabajo, lo que me
enseñó a no tomarme las cosas de forma personal, a no enredarme en
luchas o discusiones improductivas y -de forma más importante- me
dio la fuerza y la determinación para redefinirme a mí misma y
evolucionar en la vida.
¿Qué
hacías exactamente en la policía?
Mi
trabajo diario variaba según cada momento, ya que he hecho desde
patrulla [trabajo en coche en la calle] a trabajo en anti-narcóticos
o en bandas urbanas. Me retiré como la primera mujer que alcanzaba
el rango de teniente en el departamento.
¿Cuándo
y por qué te convertiste en una agente de policía que estaba contra
la prohibición de las drogas?
Mi
hermano sufría enfermedad mental y también abuso crónico de
sustancias. Murió de una sobredosis, hace 10 años, este mes de
marzo. Entre mis experiencias personales y profesionales, he
comprobado que la prohibición de las drogas no evita ni que se
compren y vendan ni que se usen.
¿Qué
drogas tomas tú y qué drogas has tomado?
Yo
bebo café y ocasionalmente alcohol. Reconozco que hay un amplio
espectro de drogas aunque no se vea así. Cuando era adolescente,
también fumé cannabis y eso modeló mis puntos de vista sobre la
legislación referente a ello.
¿Cuando
te convertiste en la portavoz de LEAP?
Me convertí
en portavoz de LEAP en 2010 durante la Campaña de la Propuesta 19 en
California. Soy tanto portavoz como miembro de la junta directiva.
LEAP se ha relanzado ahora con nueva imagen y ha pasado a ser
conocido como “Law Enforcement Action Partnership”. Nuestra
misión no ha cambiado sino que hemos adoptado otras causas sobre
reforma del sistema de justicia, como por ejemplo la encarcelación
masiva en USA, o el asesoramiento en las relaciones entre la
comunidad y las fuerzas de policía, a nivel local y otros asuntos a
nivel mundial.
¿Qué
dirías a los policías que están a favor de la prohibición de las
drogas? ¿Cuál crees que debería ser el papel de la policía en USA
y Canadá en esta crisis de sobredosis que estáis viviendo?
Ambas
cuestiones se pueden responder con buenos ejemplos reales. Las
fuerzas de la ley han visto el enorme aumento de sobredosis por
opioides en los últimos años, como resultado directo de los
mercados de drogas que carecen de regulación. Esas muertes
claramente señalan fallos en el sistema actual. Algo positivo sacado
de esta actual tragedia ha sido que a lo largo del país, muchos
cuerpos de policía se han sumado a una aproximación -al enfoque de
las drogas y sus usuarios- basada en la reducción de riesgos aunque
sigan trabajando “dentro de los límites de la ley”.
La
implementación de LEAD (Law Enforcement Assisted Diversion) en King
County (Washington) o en Santa Fe (Nuevo México), permite a los
agentes adquirir capacidades para conectar tanto con usuarios como
con vendedores de bajo nivel que no sean violentos, a través de
tratamiento y servicios como la búsqueda de opciones distintas a la
cárcel. ¿Vemos a LEAD como el perfecto antídoto contra la
prohibición? No, pero es una gran paso hacia “cualquier cambio a
mejor”, que es la política subyacente en la reducción de riesgos.
LEAD se
enfoca tanto en la comunidad como en el individuo con un enfoque
holístico del problema complejo que es el uso de drogas,
reconociendo que tanto la abstinencia como la recaída son parte de
procesos más complicado que lo que se puede medir con un control
regular de drogas en orina a una persona. Estas políticas coherente
entre lo que es salud pública y las políticas policiales, han
aumentado la seguridad pública, reduciendo tanto criminalidad como
daños derivados del uso de drogas.
Y no
podemos dejar de mencionar, en el momento actual, al programa con
naloxona [antídoto para sobredosis de opioides] que consideró
novedoso y arriesgado incluso, pero ya ha salvado más de 300 vidas.
La naloxona en manos de la policía, quienes son los primeros en
llegar a la escena en la mayoría de los caos. Cosas como eso, pueden
ser el inicio de un cambio de paradigma -sobre la guerra contra las
drogas- en la rutina de la policía.
¿Cómo
cambiaría la policía en tu país si finalmente las drogas llegasen
a regularse? ¿Cómo sería una “policía sin guerra contra las
drogas y sus usuarios”?
Simple, nos
concentraríamos -interés y recursos- en los delitos con violencia
contra las personas, y delitos contra la propiedad.
¿Como
es la reacción de la gente cuando les cuentas quién eres, qué
hacías y que estás a favor del fin de la prohibición de las
drogas?
Tenemos
unos 150.000 simpatizantes que nos apoyan, así como más de 5.000
profesionales de la justicia en sus distintos ámbitos. La reacción
es mayoritariamente positiva.
¿Y la
de tus colegas policía?
Depende, en
ese ámbito he tenido experiencias negativas y positivas.
Tengo
una amiga que está planteándose ser policía en mi país y tengo
curiosidad por saber qué le diría una mujer con tu historial y
experiencia como consejo.
Que es un
gran trabajo, pero que no es para corazones débiles. Aún así la
animaría a que se hiciera policía, porque realmente nos hacen falta
mujeres en la policía.
Diane,
ha sido un honor y un placer haber contado contigo y tus respuestas,
muchas gracias.
Muchas
gracias a vosotros, y hasta pronto.
:))
Publicado originalmente en Cannabis.es
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