lunes, 28 de mayo de 2018

Una pelea interesada: THC vs. CBD

Este texto fue publicado en Cannabis.es al respecto de la falsa pelea que se pretende establecer entre los terapéutico de un compuesto del cannabis frente al otro, una situación que no deberíamos aceptar ya que ambos compuestos pueden tener un uso terapéutico o uno lúdico. La droga que para uno es un placer, para otro es un infierno. El sentido de lo terapéutico es tan subjetivo como la propia percepción.

Esperamos que os guste y os aclare las dudas al respecto.
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THC vs. CBD: falsa dicotomía.

Hace unos días mi editora me preguntó mi opinión sobre el “muro” que parece estar levantándose para separar al THC del CBD, y básicamente coincidía en dicha apreciación: es cierto que algo pasa con esos dos compuestos que no era demasiado comprensible ya que ambos compuestos son cannabinoides naturales que la planta de cannabis produce, y que para más INRI, tienen exactamente los mismos átomos -C21H30O2- prácticamente con igual colocación salvo en un pequeño detalle (que es suficiente para que el THC sea una cosa y el CDB sea otra distinta, como una mano izquierda no es igual a una mano derecha... aunque se le parece muchísimo!).

Me puse a echar un largo vistazo sobre lo que hay escrito, en concreto de unos tres años a esta parte, y he podido ver que desde que se ha dado la explosión comercial del CBD (que se encontraba sin una regulación que le afectase negativamente) se ha creado -en muchos casos de forma intencionada y tendenciosa- un artificial muro que sitúa a un compuesto “en el lado bueno” y al otro “en el lado malo”. Me explico; los vendedores de CBD en buena parte del mundo, se han apoyado en una serie de hechos para potenciar sus ventas según lo que el mercado demandase y si al mercado (por ejemplo al de USA o UK) le viene bien la idea de que el CBD está alejado de lo que es “la droga marihuana”, pues se lanza esa idea y se apoya con medias verdades.



Y estas “medias verdades” en algunos casos llegan a “mentira completa”, pero si atendemos a lo que ocurre con la publicidad de otros productos (incluidos los alimenticios, que son los más controlados tras los fármacos) no parece que lo que los vendedores de CBD estén haciendo sea peor que lo que hace cualquier otra empresa en el campo de la publicidad.

Vamos a ver algunas de esas “perlas” cuestionables sobre el CBD y el THC, y las ventajas de uno y otro, que han sido manipuladas hasta decir algo que sencillamente, no es verdad.

La primera y más notoria es que “el CBD es medicinal” y el “THC es lúdico o recreativo”, lo cual es totalmente falso. Tanto CBD como THC son compuestos activos en el cuerpo humano, independientemente de si el efecto de uno de ellos es más agradable o notorio psíquicamente para unas personas que para otras. Seguramente habrá quien piense que no quiero decir que el THC es el lúdico y el CBD el medicinal, pero no es eso: ¿qué es lo lúdico en una persona que sufre de ataques de ansiedad y le das una buena dosis de THC? ¿Ver cómo tiene un ataque más?

Seguramente, si consultas a una persona que sufre de ansiedad, huirá del THC y abrazará el CBD como vehículo para sus momentos de relax y recreativos, ya que le facilitará la relación con otros gracias a su efecto y no le inducirá paranoia ni esos pensamientos molestos sobre si te están mirando o hablando de ti, casi siempre injustificados en realidad. Lo que es lúdico para unos, puede ser un infierno para otros y viceversa.

La siguiente “mentirijilla” es una que seguramente has escuchado muchas veces ya si te has interesado por estos temas: el THC coloca pero el CBD no te coloca. Dicho así, y ya que “colocar” es un verbo que habría que definir, podría colar. Pero cuando se usan términos científicos para el asunto, la cosa cambia: el THC es psicoactivo y el CBD no es psicoactivo. ¡¡MEEC!! FALSO!!

Tanto THC como CBD son ambos psicoactivos, pero siendo dos sustancias distintas presentan efectos y farmacología distintas. El THC es el responsable de la mayor parte de los efectos psíquicos -de los que somos conscientes- cuando fumamos cannabis, y el CBD suele ser retratado como un “modulador a la baja” para el THC. Eso es en parte cierto, ya que el CBD modula el efecto del THC y lo hace “a la baja” pero para los efectos psíquicos, ya que para otros (como su capacidad anti-inflamatoria, por ejemplo) se produce una sinergia que aumenta dichos efectos únicamente medicinales, entendiéndose estos como “no psicoactivos”.

Pero mientras el efecto del THC es claro en la psique de una persona, el del CBD es más difuso y sutil. A mí me resulta fácil de explicárselo a quien me pregunta usando la “analogía del Valium”: ¿si tomas una pequeña dosis de Valium u otra benzodiacepina, te colocas?
A esa pregunta la mayor parte de la gente -que ha experimentado alguna vez dicho efecto- contesta que no, que no te colocas con una benzodiacepina y que más bien te hace lo contrario: quitarte el colocón y relajarte, a veces hasta darte sueño. Pero “colocar”, no coloca (salvo extraños casos que pueden darse en un pequeño porcentaje de la población) y sin embargo todos saben que está haciendo un efecto, y precisamente un efecto sobre su psique induciendo “calma” al acoplarse como agonistas a los receptores GABA, los mismo a los que se une el alcohol (ese que en una dosis pequeña, no nos “coloca” pero en una dosis mucho mayor puede matarnos). Si un compuesto está induciendo calma, o provocando relajación al liberar tensiones o, como ocurre con los niños afectados por epilepsias complejas como el Síndrome de Dravet, haciendo que pasen de sufrir 30 ataques epilépticos al día a estar “estables y con muchos menos ataques”... ¿podemos decir que no es psicoactivo?

Si un compuesto tiene actividad psíquica, aunque no se pueda identificar puntualmente su efecto (como ocurre con un antidepresivo, por ejemplo, que has de tomar durante muchos días para que desarrolle todo su potencial) es psicoactivo. Incluso los temibles neurolépticos -lo que le dan a quien sufre un brote esquizoforme o tiene una psicosis tóxica, por ejemplo- que son llamados “camisas de fuerza químicas” o “lobotomizadores químicos”, son psicoactivos aunque la actividad sobre la psique no resulte demasiado agradable (especialmente si buscas diversión, o colocarte).

Ya que lo de que “el CBD no es psicoactivo” es algo repetido como un mantra, quise preguntar a Hugo Madera, conocido activista hispano, director de un medio cannábico de máxima difusión desde hace lustros y un defensor de las virtudes del CBD en sus aspectos medicinales, pero también en los lúdicos y que actualmente mantiene la web CBDCANNABIS.ORG, dedicada especialmente a tratar todos los aspectos de la planta del cannabis desde el prisma del CBD.

Me confirmó que si bien “se dice que no es psicoactivo” eso no es cierto, sino que más bien parece que para que tenga una psicoactividad perceptible, tiene que tomarse en cantidades muy altas para llegar a notarse, y que se experimenta como una intensa relajación y no como un estimulante mental de tipo enteógeno como es el efecto habitual del cannabis fumado. Eso mismo me confirmaron otras personas que habían hecho pruebas con cantidades medidas (a partir de 400 mgs) de CBD, aunque una de ellas (que tiene un negocio legal de venta de comestibles con CBD en USA) en el momento en que vio que la conversación le hacía reflexionar sobre lo que había dicho de su efecto -que si bien no te ponía “high” si te daba un “efecto calmante”- y que le señalaba que si tenía efecto perceptible entonces el CBD era claramente psicoactivo, prefirió no contestar más (lo de colocarse, aunque sea relajado, en USA, está muy mal visto y los vendedores temen que les vinculen con esas ideas, así que prefieren decir que el CBD no coloca nada).

Después de esa “media verdad” de que el CBD no tiene efectos, vino la consecuencia inmediata: “el CBD es bueno y el THC es malo”. Esa idea ha sido muy apoyada por los sectores que entienden que cualquier efecto psíquico perceptible es algo con lo que hay que acabar, y aceptan que el CBD tiene un claro valor medicinal mientras se lo niegan al THC. De entrada, hablar de buenos y malos cuando nos referimos a “estructuras atómicas en el espacio” como son las moléculas, suena a chiste de locos. Ni uno es bueno y el otro malo, ni el que una sustancia tenga un efecto psíquico es intrínsecamente bueno o malo, y son divisiones artificiales que tratan de mantener el mercado del CBD lejos de la batalla “aún no del todo ganada” por la marihuana. No es de extrañar: desde hace más de un siglo llevan mintiendo sobre el cannabis, y no pueden reconocer ahora que todo era mentira sin perder todo un sector “limpio” de potenciales clientes que no quieren nada que tenga que ver con “marihuana” y sí con algo totalmente permitido.

Y esto era así hasta hace poco, cuando la DEA irrumpió en el mercado del CBD con una divertidísima ocurrencia: meter los extractos de cannabis (aparte de los realizados con su resina, que esos tienen “pena propia”) dentro de la lista I, la más restrictiva posible, y dejar a una sustancia como el CBD como “sin aplicaciones medicas con humanos” y con un “alto potencial de abuso”. Lo nunca visto. Esto lo hizo tras la recomendación preceptiva de la FDA que no quiso hacerla pública, y que VICE Magazine les forzó a entregar mediante una FOIA (Freedom of Information Act, un mecanismo que no tenemos en España por el que las agencias del gobierno están obligadas a dar la información de lo que han hecho con el dinero de todos los ciudadanos, respondiendo con los documentos de forma obligatoria, aunque cara económicamente).

El motivo de estos extraños movimientos, ya que una agencia como la DEA está hecha para “reforzar la ley” sin potestad para crearla y su acción ha generado una encendida respuesta, lejos de responder a cuestiones morales entiendo que responde a cuestiones meramente económicas. Tanto la DEA como otras instituciones de la obsoleta guerra contra las drogas, están buscando cómo mantener su trabajo y agarrándose a un clavo ardiendo -como es el hecho de incluir en la lista I una serie de compuestos y extractos de la planta- aunque según ellos, esto es sólo para poder tener un mejor control y prever las necesidades ya que no tenían un código para los extractos de marihuana, aunque sí para la marihuana y para los cannabinoides, pero de paso dejan los extractos de la planta en la más restrictiva lista.

Parece que los lobbys que se oponen a la legalización absoluta del cannabis, y en especial el farmacéutico que mientras fabricaba fentanilo, financiaba campañas contra la legalización de la marihuana, están moviendo sus hilos para que estas agencias que están quedando huérfanas y vacías de función, terminen sus días siendo colonizadas por intereses ajenos a su función, como es el caso. Poniendo el acceso a los extractos de cannabis sin THC más difícil tanto para pacientes como para productores, no están sino retrasando un poco más lo que ya parece inevitable: que a medida que el cannabis se haga más y más prevalente en la sociedad, muchos de los males para los que la BIG PHARMA ha estado vendiendo remedios (a veces mortales) pasarán a ser tratados directamente por las personas con cannabis, y eso es algo que cualquiera puede producir en su casa.

El CBD no dará dinero a la industria farmacéutica y sí que se lo quitará; de hecho ya lo estaba haciendo gracias a sus condición de sustancia legal -hasta la broma de la DEA- a diferencia del THC.

Pero todo esto es, volviendo al inicio de este texto, una falsa dicotomía en la que parece que haya que tomar partido por uno de los dos compuestos, CBD o THC, y declararse en coherencia con el compuesto. Esa es la trampa, hacernos bajar a elegir en una disyuntiva artificiosa, modulada por una historia de aberraciones morales y legales llamadas “Guerra contra las drogas y sus usuarios” y que a día de hoy seguimos sufriendo.

No piques: si tienes que elegir algo, que sea la variedad de cannabis que te sienta mejor a ti para el uso que le quieras dar.

Elige vida: elige cannabis y que no te engañen.

lunes, 21 de mayo de 2018

USA: del dolor crónico al suicidio por dolor.

Este texto fue publicado en Cannabis.es a raíz de la declaración de Trump de una emergencia nacional de salud pública, a la que no dota de fondos. Sin embargo, la idea de la epidemia de opioides está calando entre cómodos legisladores que, cuando enfrentan un comité para exponer sus ideas, dicen que el paracetamol es un buen remedio para sustituir a los opioides u opiáceos...

Con este panorama, los pacientes de dolor crónico a quienes están forzando a dejar su medicación sin usar un sustituto apropiado, están empezando a suicidarse empujados por sus médicos, que les dejan totalmente abandonados

Las directrices que se están dando son atroces y totalmente fuera del marco científico. Han forzado a toda la población con dolor crónico de tipo no-oncológico a reducir sus dosis de opioides, para pasar a cero miligramos semanas después.

¿Acaso el dolor provocado por un cáncer vale más que el dolor de origen distinto?


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La semana pasada el presidente de USA, Donald Trump, declaró una emergencia de salud pública de alcance nacional, debido -oficialmente- al problema de las muertes por sobredosis de opioides y/o adulteración de heroína con fármacos como el fentanilo (fenómeno -curiosamente- concomitante en lugar y tiempo al primer problema). ¿Qué quiere decir eso y por qué lo hace?



Pues a pesar de lo bien que suena -al oído desentrenado del lenguaje político- quiere decir muy poco, en realidad y mucho, sin dar la cara. Los números a los que este acto de Trump dan paso, nos dan una clara idea a la primera: el fondo de emergencia pública sanitaria, en estos momentos, cuenta con un montante de... algo menos de 49.000 euros (57.000 dólares)
Sí, has leído bien: 49.000 euros, que es lo que vale una furgoneta o un coche de gama media. No son 49 millones, ni 49.000 millones. No; eso es lo que hay en la caja del dinero que la acción de Trump abre, para hacer frente a una emergencia de salud pública que está matando decenas de miles de personas, en un país que tiene 325 millones de ciudadanos censados.

Para entender la razón de este movimiento, habría que repasar cuándo fue la primera vez que Trump usó la posibilidad de lanzar la “Emergencia Nacional” (no la de salud pública como la lanzada, sino una “sin apellidos” que en realidad sí que daría acceso a fondos serios como para poder enfrentar cualquier cuestión) en el asunto de las muertes por sobredosis de opioides. Fue en agosto de este año, momento en el que recibió el informe de la “Comisión de Combate a la Drogadicción” (sic) -organismo creado por él mismo semanas antes- y que le indicaba, como dictamen final, que debía declarar la “Emergencia Nacional” (sin más apellidos).
Nadie cuestiona que las cifras de muertes por sobredosis en USA son las más altas de la historia, matando varias decenas de miles de personas cada año, y que la situación requiere tomar medidas. Pero este gesto resulta ser totalmente cosmético, y dirigido a la gran masa del “público usano” que se ve constantemente bombardeado por noticias y datos sobre muertes relacionadas con drogas. Y aquí ya he dicho drogas en lugar de opioides, porque una importante parte de la nueva posición del gobierno de Trump es hablar de sobredosis de heroína y/o drogas, e ir olvidando que esto viene de los opioides de farmacia recetados legalmente. La posición es tan brutal que han iniciado una nueva vía con el fiscal general -el miserable Jeff Sessions, quien afirma que “el que fuma cannabis no puede ser buena gente”- por la que inculpan legalmente por homicidio a los camellos cuyo material haya producido alguna muerte, por una razón u otra (dando igual que sea por adulteración a que sea por una sobredosis real, ya que se vende una sustancia de la “maldita” Lista I y, por ende, totalmente prohibida).
Eso, que puede sonar bien si creemos que se usa contra “camellos sin escrúpulos que cortan la heroína con fentanilo para ganar más dinero”, en realidad contra quien se emplea (dado el modelo de distribución de drogas en el mercado negro de USA) es contra “el colega, probablemente también consumidor de esa misma heroína, que compra cantidades algo mayores y menudea para sostener económicamente su consumo”. El fentanilo, mortalmente introducido en la cadena de opioides/opiáceos del mercado negro de toda Norteamérica -desde México, principalmente- no está en las manos del camello que trapichea con papelinas, sino en manos del narco que produce cada lote de droga en el que, como de costumbre, los usuarios del mercado negro son los conejillos de indias. Así que -además de ser éticamente una salvajada-culpar a los camellos de más bajo nivel de homicidio por vender drogas es una medida -también- totalmente cosmética y orientada a manipular a un público poco informado e intencionalmente asustado, para poder ser manipulado mejor.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? En febrero del año pasado, desde esta web, dábamos ya una buena serie de explicaciones para legos, explicando el asunto de los opioides en USA. Y las explicaciones, lógicamente, han cambiado poco: la población en general fue sobremedicada con opioides, recetados legalmente por médicos empujados económicamente (a base de untarles de dinero) a convertir a sus pacientes en yonquis. Todo eso con la bendición y cooperación del gobierno de USA y sus legisladores, también generosamente “engrasados con ceros en su cuenta” por los lobbistas de la BIG PHARMA de la zona, porque el problema es bastante similar en Canadá ya que copia -prácticamente- las líneas generales de actuación de su vecino en materia de salud.
Una vez que la población estaba totalmente enganchada, con cifras récord en su historia, empezaron a llover las muertes por sobredosis. Pero esta vez el sector de la población más afectado por la crisis de los opioides en USA, es la mujer de mediana edad y de raza blanca: no son yonquis callejeros, ni negros a los que poder disparar a placer. 
Abuelas, por así decirlo, que sin saber dónde se metían con los opioides (a diferencia de quienes los buscan activamente) se tragaron aquello que su médico les dio -y en muchos casos, les vendía él mismo- y acabaron en un punto que no podían imaginar. 
Luego, y como remate, tras haber sobreprescrito opioides con extrema generosidad, cortaron las recetas de los mismos a quienes ya eran “médicamente adictos”, haciendo que estas personas fueran a buscar “algo equivalente” al mercado negro, donde les estaban esperando la heroína (siempre más barata que los opioides de farmacia) y, para más INRI, con niveles récord también de adulteración con fentanilo. Es decir, tras tenerles enganchados y vendiéndoles legalmente sus drogas, les lanzaron al más peligroso mercado negro de opiáceos y opioides jamás visto en la historia de la humanidad.

Carta que están enviando -en USA- médicos
 que tratan pacientes con dolor crónico de origen no-oncológico, 
desentendiéndose totalmente de los mismos.

De esta forma, acabamos con imágenes como las de aquel policía que sostenía -agarrándola del pelo y sin prestarle ayuda alguna- a una mujer blanca en un coche, con un niño pequeño detrás consciente y observando todo, para fotografiarla y subir dicha imagen a las redes sociales a modo de escarmiento a la “desviada madre yonqui”. Pero ni siquiera era su madre sino su abuela, aunque por inmoral que parezca la ira mediática fue contra la mujer con sobredosis y contra la familia del niño (su madre, por dejar a su hijo al cuidado de su abuela) en lugar de contra la pareja de policías que se dedicaron a jugar con dos víctimas -en peligro de muerte- y delante de un niño que veía todo.
¿Y finalmente, qué implica este nuevo momento político?
Decía ayer Bill Clinton, en el marco del #OpioidSummit celebrado estos días para abordar soluciones a la crisis, que “era la primera vez que un problema de drogas era enfrentado con medidas de salud pública y no con un enfoque penal y sancionador”. Diane Goldstein, ex-policía anti-narcóticos que entrevistamos en esta web, opinaba que “por desgracia eso no era cierto, ya que la guerra contra las drogas [en su plano más clásico y moralista] seguía salvaje por todos los lados” desde su su cuenta de Twitter.
La realidad del conjunto de hechos -datos no cuestionables- y las medidas que se piensan adoptar y ya se están adoptandobajo la excusa de la emergencia “de salud pública” nacional, daría para decenas de páginas de análisis, pero mucho más de tipo político que técnico sobre el problema. Y es cierto que, sobre el papel, el enfoque es de salud pública pero al estilo usano: tratamientos forzosos junto con equiparación entre consumidor de drogas y enfermo mental. Eso, en lugar de la cárcel por tener un porro en el bolsillo, puede sonar bien ya que lo de la cárcel suena peor, pero es una pesadilla compitiendo contra otra pesadilla: ambos enfoques son degradantes para cualquier ser humano.


Véase la delicadeza que muestran los medios
 para referirse a dos personas en sobredosis; 
similar a la de los policías que, en lugar de atenderles, 
se dedicaron a subir sus fotos a Internet.

Pero esta última imagen que os dejo, servirá para entender porqué esta emergencia es más naZional que nacional, sin dejar de ser real el problema que se supone que va a atender. Al loro, que ahí va.
El mencionado ya fiscal general de los USA, Jeff Sessions, ha hecho unas declaraciones que sitúan de forma inequívoca, el enfoque con el que se enfrenta este asunto. Según Jeff, el asunto de las muertes por opioides a nivel epidémico en USA, tiene que ver con la marihuana y el cannabis. ¿Por qué? Pues porque muchos jefes de policía le han contado que “la adicción empieza con el cannabis” y que “es una droga que sirve de puerta de entrada a las demás drogas”.
Como podéis ver, un enfoque totalmente novedoso -lo es, tratándose de opioides recetados por médicos legalmente- y que nunca antes habíamos escuchado: la marihuana como puerta de entrada.
¿Y qué hacer ante ese panorama tan aterrador y desalentador?
Pues está claro. Jeff, lo tiene claro. Según Jeff, ya se ha luchado antes la guerra contra las drogas y se ha ganado(cuándo, no lo sabemos). Y para ello, la receta mágica es muy simple. Casi tanto como la “Emergencia NaZional”, y es otro gran enfoque que nunca habíamos escuchado.
Los ciudadanos deberían, simplemente, decirle que NO a los opioides." (sic)

De Nancy Reagan a Jeff Sessions, cómo pasa el tiempo...

lunes, 14 de mayo de 2018

Karkubi, otra droga-fake inventada por la prensa.

Este texto fue publicado en Cannabis.es hace ya como un año.

Lo escribí en respuesta a otro de esos textos inventados escritos por el mayor cuentacuentos que escribe en ElMundo, Lucas de la Cal. No sé si el nombre viene de lo que esnifa porque el cerebro no lo conserva en buen estado, pero bueno, tan pronto se inventa una droga llamada "karkubi" hecha con hash y colorante rojo con pastillas machacadas, que NADIE HA VISTO JAMÁS, como te que escribe el relato más emotivo de lo de la pelea en el bar de Alsasua, por supuesto poniendo como héroes a los guardias civiles y sus señoras. Un mercenario todo-terreno de la pluma, este Lucas.




Hace unos días he visto que volvía a salir en la tele (incluso en RTVE) informaciones de una banda que falsificaba recetas de benzodiacepinas para venderlas en Marruecos, pero no existe ninguna drogas que cause ningún efecto distinto al del Valium que se toma tu madre para relajarse y dormir.

Todo falso, pero eso cuando se trata de drogas o de expandir la drogofobia, a la prensa nunca le ha importado. Y la dignidad de quien escribe, se compra con dinero en este caso.

No creáis nada de lo que leáis sobre el "karkubi" (pastilla en dialecto dariya en Marruecos), porque sólo podréis encontrar periodistas mintiendo o periodistas dando por buenos -como fuentes- a otros periodistas. Todos colegas apoyando la misma versión, porque vende mucho.

Lo dicho, han dejado su dignidad en el mismo lugar en el que abandonaron la verdad.

Esperamos que os guste y os sirva en este montón de mierda informativa.

Drogoteca.

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Karkubi.

Acabo de llegar de Marruecos (menos de una semana) y según estoy aún aposentando mi culo, me envían el enlace del nuevo despropósito informativo -conjunto de hechos ficticios mezclados con algunos reales y aderezado con las invenciones del autor- del inefable y desgraciadamente ya conocido por los mismos motivos, Lucas de la Cal.

El autor -por llamarle algo- es un cuentacuentos que trabaja para el grupo ElMundo, y que ha escrito páginas tan memorables (para el humor y/o la vergüenza periodística) como aquellas en las que decía haber contactado con “los camellos de la Burgundanga” a pesar de que jamás han existido semejantes entes, ni existe dicho mercado. Luego continuó con el falso relato de “su noche tomando burundanga con una amiga (¿médico?) que le controlaba” y que es un canto al despropósito absoluto, empezando por la imagen con la que quiere dar cierto cuerpo de veracidad a la sarta de mentiras inventadas que vomita: una foto en la que dice mostrar en su mano una “dosis de menos de 5 miligramos de escopolamina”, pero donde cualquier ojo entrenado (en cantidades y pesos a ese nivel) puede observar que hay casi un cuarto de gramo, 250 miligramos.


Esto son "menos de 5 miligramos" 
para dicho cuenta-cuentos de ElMundo, 
Lucas "el de la Cal".


Y la nueva entrega, de los cuentos fantásticos sobre drogas y terrores nocturnos varios de Lucas de la Cal, es “Karkubi, la pastilla roja española que excita a los marroquíes”. Nótese el intencional uso de las nacionalidades en el título, que tanto excita a la gente de ElMundo.

El cuento.

En esta ocasión, volvemos a tener la mayoría de los elementos típicos en las narraciones sobre drogas de la prensa generalista, donde se incluyen actos inventados y sin prueba alguna que hablan de horribles automutilaciones (un clásico) o agresiones brutales sin motivo alguno. Recuerden aquí el caso en que un enfermo mental arrancó el rostro de un mendigo, y que sirvió para la demonización mediática de las “bath salts” (penoso término que no define nada) en USA: cuando fueron a buscar en la sangre del atacante esa droga que le había convertido en caníbal y en un zombi resistente a las balas, se comprobó que no había droga alguna. Pero la contra-narrativa no suele tener la fuerza de la narrativa inicial, y ese hecho queda relegado al olvido (especialmente de los periodistas que escriben sobre drogas).

Tenemos también un nombre exótico como “karkubi” (que no es creación del cuentacuentos, sino anterior, pero que como no hablamos “Dariya” -el dialecto del árabe marroquí- pues la mayoría no podrá cuestionarlo) que tampoco representa nada en concreto, ya que sería como decir en nuestro idioma “una pastilla” o “una raya”, lo que para nada define la sustancia de la que se pretende hablar. 

En este caso, se nos presenta el asunto con un sugerente recordatorio: la pastilla roja, lo que resulta muy “Matrix” y es una invención pura y dura. No existe ninguna “pastilla roja” en circulación en el mercado de drogas de Marruecos (luego explico lo que hay), pero la idea de una pastilla roja resulta mucho más sencilla de retener que el exótico nombre en Dariya.

Y por último, un hecho con cierta base real que pueda ser desfigurado lo suficiente como para que encaje y hacer de dicho “totum revolutum” un cuento que sea pedagógico y educativo CONTRA las drogas: que dé miedo y aporte confusión en lugar de información. 

En este caso, el hecho usado para rescatar el viejo nombre de “karkubi”, pintarlo con colorante rojo e inventarse un falso laboratorio en Fnidek -nombre marroquí de “la ciudad” que cita, a 2 kms de la frontera de Ceuta- dirigido por un niño, es tan sólo que parecen haberse dado cuenta de que hay personas que falsifican recetas, sacan medicamentos financiados por el sistema nacional de salud, y los venden en el mercado negro. No parece nada nuevo, ni un gran descubrimiento, pero con la publicidad e invenciones adecuadas... ¡lo tiene todo!

La realidad.

En Marruecos existe un fuerte mercado de benzodiacepinas, abastecido por su propia farmacia, por la francesa, la argelina, la italiana, la española y todas las que le caigan cerca. Es muy común que haya “mulas” que bajan a por hashís a Marruecos y que, como parte de los bienes con los que realizar el intercambio por el producto deseado, llevan unas cajas de Valium o de Trankimazin. 

¿Por qué cito esas dos marcas en lugar de sus principios activos? Porque en una población que tiene más de un 75% de analfabetismo, la cosa no da para más que para guiarse por el nombre de las marcas y, para no ser engañado en la compra, procurar comprar siempre con el blíster que demuestre que es el compuesto deseado.

Dicho de otra forma: por una caja de Valium puedes fumar hashís una semana entera, pero no les des una caja de “diacepam”. Igualmente ocurre con el “Trankimazin”: mientras que la pastilla de 2 miligramos -el típico “ladrillo blanco”- se paga en el mercado negro a 5 euros o 50 Dirhams (puedes encontrar una pensión cutre donde pasar la noche por ese precio) no les des una caja de “alprazolam”, porque aunque sea lo mismo, no tiene el mismo valor en el mercado ya que la gente no lo reconoce como tal. El precio puede resultar bajo a nuestros ojos, pero no lo es a los ojos de quienes consumen dichas drogas.

Karkubi es el nombre genérico para referirse a los somníferos y ansiolíticos de tipo benzodiacepínico, y no el nombre de ninguna droga nueva, moda, ni pastilla roja existente, y confirmo hace horas la información con 2 marroquíes: el presunto periodista toma el nombre genérico para decir “pastilla para dormir” como si fuera “una preparación en concreto”, e inventa toda una trama alrededor.

Lo más curioso del asunto -a mi juicio- es el apetito que parecen tener los marroquíes por las benzodiacepinas, que si bien son drogas adictivas como otras muchas, su deseo por ellas supera a su deseo por otras drogas clásicas como los opiáceos (disponen de opio y paja de adormidera barata en todas las ciudades) o la baratísima cocaína que está entrando por toneladas en África y que, para llegar a Europa, ha de cruzar desiertos y países provocando hechos como que en Tánger se pueda comprar cocaína -de alta calidad- por menos precio que en España, lo que hace tan solo 5 años era algo impensable. 

Mi hipótesis al respecto de estas farmacófilas preferencias, y atendiendo a las peticiones sobre drogas que me hacen mis conocidos y amigos, es que la restricción que han sufrido sobre el alcohol (de forma cultural y religiosa) hace que los agonistas GABA -como son el etanol y la benzodiacepinas- les resulten especialmente interesantes

Si pregunto a un usuario de drogas marroquí qué querría que le trajera de España, me diría -de hecho, me dicen- que quieren botellas de alcohol, o benzodiacepinas. Ni MDMA, ni anfetamina, ni LSD, ni ninguna otra cosa: alcohol y pastillas.

El fenómeno relacionado con ese consumo, que sí existe pero no es nuevo, es similar al que se pudo ver en los 80 en España, cuando se mezclaban esas mismas drogas (benzodiacepinas) con alcohol en entornos de marginalidad y en asociación con delitos. Y sin embargo, ese mismo “Trankimazin 2 mg Ladrillo Blanco” que se paga a 5 euros en Tánger o Rabat, vale 1 euro en el mercado negro de cualquier ciudad española

De hecho, se suelen vender a ese precio en los puntos de venta de heroína y cocaína, para los fumadores de base de cocaína que no quieren tomar heroína, pero necesitan bajar la atroz ansiedad que produce el consumo de esa droga con algún fármaco que no sea alcohol. Pero en nuestra cultura, parece que no hay interés especial por estas drogas, precisamente porque ya tenemos incorporadas otras drogas que hacen lo mismo: en nuestro caso, el alcohol, que como las benzodiacepinas es un ansiolítico y agonista GABA.

Como digo, no existe ninguna “pastilla roja” en el mercado de drogas de Marruecos y aunque la hubiera, nadie compraría semejante invento: los yonquis de la calle suelen tener bastante más cultura farmacófila que los cuentacuentos de ElMundo. No existe ningún laboratorio en Fnidek, no hay ningún menor mezclando benzos y hashís con colorante rojo, y lo que resulta más evidente: en el pueblo (no llega a ciudad eso, y tengo decenas de amigos allí) más señero del tráfico interfronterizo entre Marruecos y España, donde se encuentran posicionados la mayoría de traficantes de grandes cantidades de hashís (sección transporte a península) nadie tendría una maquina de hacer pastillas, porque eso en Marruecos te supone una problema legal mayor y peor que el que te cogieran en una casa durmiendo sobre una tonelada de hashís (tengo un amigo que cumplió prisión, por ese mismo hecho).

Vamos, que el presunto negocio no renta ni en broma, y solo resulta creíble en el caso de que el lector no tenga conocimientos para cuestionarlo en su veracidad. Por cierto, que no sé si han reparado en ese detalle: nos cuentan como hacen todo el proceso de “la pastilla roja” pero se les ha pasado por alto la parte en que necesitas una maquinaria especial para la elaboración de comprimidos. Lo de tener a un menor de edad al cargo, ya resulta de chiste cuando pretenden pintar el simple “pitufeo” de pastillas hacia Marruecos como una mega operación empresarial.

En Marruecos -como he visto en las más de 20 veces que he ido- lo que sí puedes encontrar son esos mismos fármacos (vendidos en farmacias españolas entre otras, europeas o africanas) con recetas verdaderas o falsas. Pero ni los muelen, ni los mezclan con harina, ni con hashís, ni con colorante rojo (eso es parte de la “”leyenda de prensa de las primeras veces que se tocaba este tema), porque directamente destruirían el valor de los fármacos: nadie compraría una pastilla desconocida y fabricada en una casa, teniendo un mercado negro tan bien abastecido de especialidades farmacéuticas. 

Es todo una patraña enorme, como las que nos tiene acostumbrados la prensa de ese grupo editorial, y con un claro enfoque alarmista, amarillento (a pesar del color rojo de la inventada pastilla) y que vuelve a situar a su autor como la mayor cloaca de desinformación en prensa generalista sobre drogas.

Pero en este caso, ha ocurrido algo extra que nos permite ofrecer una reflexión más. Buscando por Twitter quienes estaban dando difusión a semejante sarta de mentiras, me encuentro una cuenta de un presunto neurobiólogo, que lo está difundiendo con su comentario extra: “drogas para destruir el cerebro y las sociedades”. 

Le interpelo y le digo que, si tiene formación en ciencia, no debería difundir desinformación y tonterías, y su respuesta es acusarme de estar defendiendo “mis máximos intereses” y que si quiero que “juegue con mi vida pero que no engañe a otros”. 

Aclaro al tipo que mis intereses están en que se informe científicamente y no se desinforme sobre drogas, y me responde que “conoce casos de recetas falsificadas para eso”. El “eso” no sé que cree que es, pero recetas falsificadas, conocemos todos y no es por una mega-red que fabrica una droga inventada por una cuentacuentos. Que se falsifican recetas, no da veracidad a nada salvo a eso mismo y punto.

Poco después su discurso empieza a cantar a “caldofrán del viejo”, a eminencia que reposa cómodo en sus certezas axiomáticas (y prominente posición) y me suelta que: “desprecia a las drogas” y que “sólo le interesan como problema social y de esclavitud”. 

Bueno, para muestra un botón y ahí está. Lo de despreciar cosas que son inertes, es una actitud curiosamente esquizofrénica en una mente científica (tampoco quiero inferir que este tipo la tenga). 

Es como despreciar la aspirina porque puede matar, el motor de vapor porque se usó en maquinaria de guerra, o Internet porque es una herramienta susceptible de ser usada para delinquir. Es falta de luces y de reflexión sobre lo que se pontifica, normalmente desde el desconocimiento más absoluto. 

Cuando hago notar al personaje que hablar de “las drogas” -como clasificación de ciertas sustancias- es ya algo totalmente acientífico, el tipo salta a una posición peor y más ridícula: dice que se refiere a las “drogas de abuso”. Como eso tampoco es una clasificación válida, le he propuesto que encuentre un término que le valga para señalar todas esas sustancias que odia, a ver si es capaz, ya que tiene todo tan claro al respecto.

La última perla que me ha dejado, es que entre “las drogas” él no incluye al alcohol (hombre, mira tú) y que "el volumen necesario para considerarlo “roga es enorme". Las dos afirmaciones ya desacreditan al interlocutor por completo para hablar de este tema, mostrando una parcialidad basada en criterios que nada tienen que ver con la ciencia y sí con la moral e intereses (del lobby del alcohol, en nuestro país nada despreciable) de un sector económicamente muy potentes, tanto que reciben -los fabricantes de alcohol, que no es droga- medallas por parte del Plan Nacional Sobre Drogas en nuestro país.




Pero no dejaba de preocuparme que un presunto científico fuera dándole pábulo a las mentiras de un medio de prensa, y más cuando son tan evidentes. Así que hice una búsqueda sobre el sujeto, de nombre Fernando de Castro Soubiret, y encontré que tiene un impresionante currículum en algunas áreas de alta especialización, con becas de esas de alto nivel (cobrando pastaza) que se gestan en los departamentos universitarios de los amigos y familiares, ya que de casta le viene al galgo. 

Muy especializado en cuestiones que nada tienen que ver con drogas (en el sentido común del término) pero que a pesar de esa especialización en un área que es ajena, es una de esas personas cuya formación sí le permitiría poner en duda la penosa información sobre drogas que se ofrece en ese texto y en otros del mismo autor.

¿Qué hace una persona que podría cuestionar todas esas tonterías dándoles pábulo en lugar de -públicamente- denunciarlas? Pues dar rienda suelta a sus convicciones morales, a sus creencias y alejarse (al abrir la boca) de todo aquello que huela a ciencia. 

Lo más triste, es que este caballero es un investigador que trabaja sobre enfermedades que se podrían beneficiar de muchas de esas sustancias que él califica de “drogas de abuso” excluyendo al alcohol (que de eso no se abusa según él), y que con semejante sesgo mental (casi “punto ciego”) a la hora de abordar temas que desconoce profundamente, deja claro que aunque tuviera la solución al mayor problema médico de la era delante de sus ojos, si dicha solución implicase tener que abrirse al conocimiento y abandonar las posiciones de su religiosa creencia contra las drogas, podría morirse la humanidad entera antes de que él lo viera: el fruto de sus trabajos, contendrá el sesgo que su mente imprime a lo que ve. Y eso es una limitación, triste y vergonzante para un presunto científico.

La desinformación sobre drogas y la drogofobia en los medios fueron institucionalizadas con el Pacto FAD hace ya lustros y, como podemos observar, han afectado a toda la sociedad llegando incluso a crear monstruitos dogmáticos -como el ya mentado- capaces de bloquear sus conocimientos de ciencia, con tal de no crearse disonancias cognitivas que les sitúen en la incómoda duda.

Después, un poco más de búsqueda sobre el sujeto me terminó de aclarar por qué no conseguiría hacerle razonar, y mucho menos retractarse de su comentario alabando semejante basura de artículo inventado. Y es que -el caballero- también escribe artículos en medios generalistas y, entre bomberos, es mejor no pisarse la manguera, que comen de la misma mano... ;)

Si quieres seguir publicando y cobrando, no te salgas del discurso editorial ni critiques lo publicado, ya sabes: no quieren periodistas sino mercenarios.