Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es tras la muerte del ícono del rock, y aquí lo traemos a modo de homenaje personal. Nos caía bien Lemmy. Un tipo claro.
Esperamos que os guste.
-
Lemmy: la anfetamina se hizo música.
Hace unos pocos días, el 28 de
diciembre como si fuera una inocentada, el mundo recibía la noticia:
Lemmy ha muerto.
¿Y quién es Lemmy? Lemmy es Dios.
¿Cómo contar esta historia a quien,
por razones de edad, no ha conocido al padrino del rock más sucio
que surgió de nuestro planeta? Para alguien como yo, ya en los
cuarenta-y-tantos, es difícil imaginar a alguien que le guste la
música moderna y no sepa
quien era Lemmy.
Lemmy Kilmister era el cantante,
bajista y alma de Motörhead, pero eso no es decir mucho para quien
no ha puesto sus orejas a planchar bajo la apisonadora musical que
creó. Lemmy, Ian Fraser Kilmister de nombre oficial, nace en el
Reino Unido el día de Nochebuena de 1945 aunque su vida no estuvo
precisamente iluminada por felices estrellas.
A los 3 meses de nacer,
su padre que era un piloto de la fuerza aérea se pira y les abandona
a él y a su madre. Ella se casa con un jugador de fútbol 10 años
después, y entran en la familia dos nuevos hijos de un anterior
matrimonio del padrastro, con los que Lemmy no consigue llevarse
bien. Se mudan a vivir a Gales, época de la que Lemmy comentó -con
su sarcasmo habitual- que “aunque no era nada agradable ser el
único chico inglés entre 700 chicos galeses, aquello tuvo su gracia
desde el punto de vista antropológico”.
Hechos así fueron conformando el
carácter del chico, que antes de los 16 había abandonado la escuela
y despuntaba mostrando sus propias aficiones: el juego, las mujeres y
el rock'n'roll incipiente de la época. A los 17 años ya había
causado su primer embarazo: un hijo que fue dado en adopción por la
madre y que, cuando se re-encontraron años después, “le faltó
coraje para decirle qué mal tipo era su padre” según contaba
Lemmy.
Hasta qué punto le iba el vicio, que
su apodo como Lemmy es una contracción de las palabras “lend me”
o “préstame” en castellano, de tanto que las usaba para pedir
pasta. Entonces Lemmy ya tocaba la guitarra y procuraba asistir a
tantos conciertos como podía, viendo a los primeros Beatles entre
otros y tocando además en varios grupos. El germen de la leyenda
estaba ya sobre tierra fértil.
Por entonces recibió un gran botín de LSD de
las manos del propio Hendrix: lo habían llevado a USA mientras era
todavía legal y resultó ilegalizado mientras ellos se encontraban
allí, así que Jimi se lo dio todo para que se deshiciera de él y
no acabar en el talego. Jimi Hendrix, al lado de Lemmy, era un tipo
sensato. Lemmy, como era de esperar, no le hizo caso y se quedó todo
el ácido para meterse en la más salvaje psiquedelia hasta el año
1975 desde ese momento.
En 1971, ya nadando en ácido, alcohol
y sexo, es reclutado por la banda
de rock psiquedélico Hawkwind, con quien graba y toca hasta el
año 1975. Lemmy no tenía ni idea de tocar el bajo -él tocaba la
guitarra hasta ese momento- cuando le llaman para tocar justo antes
de una actuación benéfica. Eso tuvo que ver en su distintiva forma
de enfrentar el instrumento: en lugar de lineas melódicas simples él
usaba el bajo como una guitarra, dando acordes a modo casi de
guitarra rítmica. Y todo estaba ya preparado para que se produjera
el nacimiento de la más sucia, macarra y germinal banda de rock de
todos los tiempos.
En plena gira con Hawkwind, Lemmy es
arrestado en la frontera entre USA y Canadá, acusado de tenencia de
cocaína. Los del grupo -eran bastante snobs y sólo miraban bien a
quienes tomaban “drogas orgánicas”- pasaron de él y no le
esperaron. Le liberaron días después sin cargos, porque no era
cocaína aquellos polvos blancos, sino anfetamina: la nueva gran
amante de Lemmy.
Por suerte para él las leyes sobre la anfetamina,
en aquellos años, eran mucho menos beligerantes que sobre otras
drogas: el producto se anunciaba en revistas y se vendía legalmente
como churros. Puesto de patitas en la calle tras esa detención, sin
grupo en el que tocar, y con una bolsa de anfetamina como compañera
tras haberse tomado todo el ácido que Jimi Hendrix no se tomó...
¿qué mejor que montar una banda de rock de verdad y dejarse de
mariconadas? Ahí nacía Motörhead.
Para entonces, Lemmy era un tipo feo
-muy feo- con unas largas patillas que nunca se quitó, con un par de
grandes verrugas en un lado de su cara más una voz gutural y rota
cuyo expediente no dejaba lugar a dudas: era lo que entonces se
consideraba un peligro público. Si a eso le añades una desmesurada
pasión por la parafernalia nazi que llevaba en sus ropas y
actuaciones -no se cambiaba de ropa para subir a tocar, era como
vestía- y estar siempre entre mujeres “de mala vida y buenas
manos” pues la verdad es que el hombre lo tenía todo. Era el año
de 1975 y teníamos ya la encarnación del “chico malo del rock”:
había nacido un ícono estético para muchas generaciones venideras.
Su actitud irrespetuosa con las normas
y autoridades le hizo querer llamar al grupo “Bastards” pero los
consejos de un mánager le hicieron ver que con ese nombre, las
emisoras de radio inglesas no podrían seguramente emitirles. Era el
año 75 y llamarse “los hijos de puta” no sonaba bien. Así que
Lemmy aceptó y cambió a Motörhead, que era el nombre de la última
canción que compuso para el anterior grupo.
¿Qué era Motörhead? Motörhead era
anfetamina en esencia. Era un termino en slang que usaban para
referirse a los consumidores de esta droga y, cómo no, esa era la
droga que servía de vínculo de unión psicoactivo del grupo. Cuando
a Lemmy se le preguntó sobre por qué consumía anfetamina y no otra
droga como elección principal, él contestó que era por pura
necesidad ya que era la única que podía hacerte subir a un
escenario a tocar tras 9 horas de viaje en una furgoneta.
¿Cómo sonaban? Pues supongo que cada
uno tendrá una descripción, pero para mí era como un bloque enorme
de hormigón entrándote por la oreja, compacto, áspero, sin
concesiones. Podían ser más punkies que los Sex Pistols -aprendices
del lado salvaje- y más macarras que nadie sobre el escenario,
aunque Lemmy siempre dijo que ellos eran “una banda de rock'n'roll,
la más guarra, pero rock'n'roll”. No dejaba de ser cierto, hacían
rock'n'roll con un bajo saturando amplificadores y distorsión hasta
dar miedo. Y realmente lo daban, tanto que mucha gente no quería
contratarlos en el circuito de música en directo por su fama, que
hacía honor a la realidad: música escrita con alcohol y anfetaminas
para ser disfrutada de una forma similar.
Como es de esperar, este uso inmoderado
de drogas reflejaba personalidades con menos moderación aún. Esas
cosas, en un grupo de música, suelen acabar saltando por los aires y
eso provocó infinitos cambios de formación en que sólo Lemmy
sobrevivía y, además, se follaba a las novias de los que echaba o
le dejaban. No se andaba nunca con tonterías y desconocía el
significado de la palabra “cortesía” -excepto con las damas-
diciendo siempre lo que pensaba y eso no todo el mundo lo llevaba
bien.
El grupo sobrevivía entre sus propias tensiones, broncas y
peleas que acababan saldándose con músicos heridos, huesos rotos y
gente tocando sobre el escenario con una escayola en una silla. Pero
Motörhead eran unos albañiles de la música y si no tocaban no
tenían pasta, llegando a pasarlas putas muchas veces, así que había
que seguir: siempre.
De esta guisa llegaron a la explosión
de su popularidad con el soberbio “Ace of Spades” -una canción
dedicada al vicio de los juegos de azar- que sonaba como una
jodida ametralladora pasada de speed disparándote al oído uno de
los riffs más reconocibles de la historia del rock, y que ha sido
versionada como tributo por una lista interminable de músicos.
De
hecho, para muchos, es el tema germinal de lo que es el thrash y el
speed metal para toda una generación. Gente como Metallica o Anthrax
han reconocido que ellos no existirían -al menos como los hemos
conocido- sin la existencia de Lemmy y su Motörhead. Poco después
-Motörhead era capaz de sacar dos discos por año cuando se lo
proponía- publicaron “Killed by Death” siendo otro de los
grandes himnos del grupo. El vídeo
de esta canción se convirtió en una recopilación de clichés
sobre el heavy (donde eran encasillados por la mayoría) en el que
Lemmy encarnaba el prototipo: rockero de gafas de sol, con moto y
pintas de macarra, atraviesa con la moto la pared de la casa de unos
padres moñas viendo la tele para llevarse a su hija rubia, heavy y
con buenas tetas, mientras les hace una peineta para poco después
morir a balazos asesinado por la policía y resucitar de su propia
tumba, cabalgando su moto.
La imagen icónica de Lemmy ha tenido
cabida en numerosos cameos en cine y televisión, incluido un
divertido programa
infantil inglés -con niños que no pasaban de los 10 años- al
que acudió toda la banda y se puede ver a una manada de niños
meneando las cabezas al ritmo de la música del grupo. También
apareció como personaje principal en un videojuego llamado
Motörhead, para las plataformas Amiga y Commodore, y en otros
posteriormente. Ya era una leyenda viva cuando hizo un cameo en la
película “Airheads” en la que, además, se produce el mítico
diálogo que los incombustibles fans de Lemmy conocen a la
perfección:
- ¿Quién ganaría en un combate de lucha libre, Lemmy o Dios?
- ¡Lemmy!
- ¡¡MEEEEEEEC!!
- ¿Dios...?
- Error. Pregunta trampa, soplapollas: ¡¡Lemmy es Dios!!
Lemmy usó a placer todas las drogas
que tuvo a su alcance menos la heroína, droga con la que siempre
mantuvo una mala relación personal: el gran amor de su vida fue una
bailarina que encontró muerta en la bañera de casa con una
sobredosis de caballo (valga la redundancia). Nunca entendió el consumo de heroína porque
asumía (nunca la probó) que era “algo tan tan tan bueno que no
permitía tener control sobre ello, llevando a la gente a perder sus
propias vidas”. Pero nunca moralizó con el asunto, ya que él
nadaba entre otras drogas duras como el alcohol, que quitaba y quita
muchas más vidas.
A lo largo de su carrera acabó
cristalizando en una leyenda viva, que conseguía sorprender a gente
tan capeada como Ozzy Osbourne, que acababan reconociendo que nunca
habían tenido delante a nadie igual y que era tal y como se veía, y
que los peores “rebeldes” del rock a su lado era unos jodidos
aprendices. O Dave Grohl de Nirvana y Foo Fighters, quien decía que
“ni siquiera Keith Richards se acerca a lo que Lemmy es”.
Ya mudado a vivir a Los Ángeles, por cuestiones de interés musical, Lemmy vivió en un apartamento pequeño y lleno de desorden (su desorden) entre parafernalia nazi y libros (pocos conocieron el lado culto que tenía con una profunda visión de los problemas sociales y de carácter histórico). Se le criticó algunas veces por esa estética que algunos acusaban de apologética del nazismo, pero Lemmy no se escondía -por supuesto no era de ideología nazi- y lo tenía muy claro: “¿si mi novia negra no tiene problema por ello, qué tienes tú que decir? Es cierto que me gustan los uniformes y tengo que reconocer que 'los malos' siempre los han tenido mejores”. Punto pelota.
Ya mudado a vivir a Los Ángeles, por cuestiones de interés musical, Lemmy vivió en un apartamento pequeño y lleno de desorden (su desorden) entre parafernalia nazi y libros (pocos conocieron el lado culto que tenía con una profunda visión de los problemas sociales y de carácter histórico). Se le criticó algunas veces por esa estética que algunos acusaban de apologética del nazismo, pero Lemmy no se escondía -por supuesto no era de ideología nazi- y lo tenía muy claro: “¿si mi novia negra no tiene problema por ello, qué tienes tú que decir? Es cierto que me gustan los uniformes y tengo que reconocer que 'los malos' siempre los han tenido mejores”. Punto pelota.
Nunca llegó a casarse y a formar una
familia, ni lo pretendió. Sabía que aquello no era para él y que
una mujer esperaba que su marido no anduviera por ahí zorreando con
otras, y que justamente era eso lo que él sabía hacer mejor:
zorrear día y noche. Desde luego Lemmy derrochaba carisma, y siendo
el tipo más feo en la escena musical, estaba siempre en una
excelente compañía femenina que es motivo de leyenda por el gran
número de mujeres con las que había tenido relaciones. Era
inexplicable cómo modelos de portadas de primeras revistas pasaban
por sus brazos. Y lo mejor es que no era una pose de estrella del
rock: las strippers de Los Ángeles se jactaban de que dormía en sus
camas como si se hubieran acostado con el mismísimo Jesucristo.
Y de esta forma llegó a una “madurez”
que le exigió ir echando un poco el freno. Pero como decía Ozzy Osbourne,
“eso de no fumar, ni beber, ni tener mala vida no se escribió para
Lemmy”. En forma de diabetes la vida le dijo a los 60 años que
tenía que moderarse, a lo que Lemmy respondió abandonando el Jack
Daniels con Coca-Cola para cambiarlo por el vodka con zumo de
naranja: no se puede frenar a una locomotora como ésa.
Redujo su
consumo de anfetamina, aunque no lo eliminó del todo, ya que estaba
íntimamente ligado a lo que era y a su trabajo: subir a un escenario
a descargar el infierno hecho música. Nunca pensó en retirarse, y
nadie de su entorno pensó que eso ocurriría jamás. ¿Lemmy
jubilarse? Eso simplemente no es posible, como decía el batería de
Metallica. Fumador, bebedor, mujeriego de mala vida y vividor de
noche, nunca se quiso cambiar de su apartamento, insuficiente para
todo lo allí había, y cuando sus amigos le preguntaban siempre
contestaba: “no sé conducir, así que si me mudo a otro lado...
¿cómo voy a ir hasta el bar?”
El bar no era otra cosa que su segunda
casa: el Whiskey A Go Go, un mítico bar de Hollywood en el que Lemmy
estaba cuando no estaba tocando, follando, durmiendo o jugando al
poker. Y allí, en un local donde no caben más de 250 personas, le
dieron una fiesta -once días anticipada a su cumpleaños- en la que
por primera vez, Lemmy no subió al escenario a tocar con aquellos
que se reunían -algunas estrellas del rock volando desde fuera del
continente expresamente para acudir- a rendirle tributo y pudo
disfrutar de la música que tocaron para él, sin tener que soportar
cámaras o miradas de nadie y siendo uno más en el bar con sus
colegas. ¿Y quién se acercó a su última fiesta de cumpleaños a
cantarle unas canciones?
Gente como Slash de Guns'n'roses o
Scott Ian de Anthrax, Steve Jones de los propios Sex Pistols o el que
es considerado el mejor guitarrista del mundo, Steve Vai, estaban
allí para darlo todo en la fiesta de cumpleaños de su amigo
Lemmy: el padrino del rock. Una increíble fiesta para solamente 250
personas como forma de festejar -entre amigos- el que sería su 70
cumpleaños. No puedo evitar pensar que si hay una fiesta en la que
hubiera vendido a mis hijos como carne picada para poder estar en
ella, sería esa fiesta y no ninguna otra.
Unos días después,
mientras jugaba a su videojuego favorito, moría en su sillón tras
haberle sido diagnosticada -dos días antes- una forma extremadamente
agresiva de cáncer.
Entonces... ¿Dios ha muerto?
Esta mañana, cuando me he levantado,
no he podido evitar sentir un escalofrío cuando he leído que, desde
hacía unas horas, el
mítico “Ace of Spades” había entrado de golpe en el “top ten”
británico, superando lo que fue su mayor puesto conseguido en los
años 80.
Y es que Lemmy no ha muerto,
Lemmy vive
ya para siempre.
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