Este texto, no recuerdo el título, apareció en Yerba hace unos meses.
Aunque arrancaba metiendo miedo, parece que en Canadá se han echado un poco atrás -digo parece porque nunca me creo nada- y que de momento no acometerán el asunto de esta forma. Esto queda dicho para que no venga nadie diciendo "está mal, no ha sido como dice el primer párrafo". O que si lo hace quede como lo que es.
Esto es lo que estaba encima de la mesa: "te dejo fumar petas y lo que tú digas, pero la pasta(za) pa' mí".
Y como Canadá es tan avanzado igual aquí, que somos retrasados, lo importamos.
Sirva de aviso.
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El día 1 de abril de 2014 las normas
que -hasta ahora- han regulado en Canadá la producción de cannabis
van a cambiar radicalmente con graves consecuencias. A partir de
dicha fecha, aquellas personas que habían realizado la
correspondiente solicitud para cultivar cannabis por razones
medicinales y que ostentaban una licencia -también controlada por el
estado- que les permitía cultivar para suplir sus propias
necesidades, pierden ese derecho.
¿Qué ha conducido a una situación
así en la que se da marcha atrás a un derecho personal?
No hay detrás de esta acción ningún
tipo de valoración moral sobre el consumo, ni de cambio en la
perspectiva con que se aborda su uso medicinal, y el gobierno asegura
que todos los pacientes tendrán acceso al cannabis para uso
medicinal con menos trámites de los que eran necesarios antes: y es
cierto. Los trámites para obtener cannabis serán menores, porque
ese trámite se pasará a llamar dinero.
Canadá se enfrenta la privatización
de un derecho, de la misma forma que le ha ocurrido a España con la
sanidad o la educación en buena parte. Canadá va a privatizar la
marihuana, queridos lectores, y lo va a hacer hablando de regulación
porque eso es lo que vende más en estos momentos en que se está
derrumbando el burdel prohibicionista.
Ésta y no otra es la razón
por la que de momento
no puedes cultivar tu propio cannabis.
El gobierno quiere su parte.
El gobierno del país se ve ahora
inmerso en el cambio de paradigma que se avecina con la obsoleta
guerra contra las drogas y aborda su propia versión del experimento
regulador empezando -como parece lógico- por el cannabis y
atendiendo a una de las cuestiones que los antiguos modelos usados
para tratar con la marihuana no querían tocar: el control de la
cadena de producción.
Uruguay abrió la carrera con la
regulación del cannabis de forma estatal, incluyendo su producción
y venta pero sin impedir que todo el mundo tuviera derecho a cultivar
su propio cannabis, dándole hueco al exceso de producción dentro de
la cadena de venta legal en Uruguay.
Ahora en USA, las declaraciones
de Obama de que el cannabis no es peor que el alcohol o el tabaco,
apuntan a un cambio en la política a nivel federal -que aún no se
ha modificado- y que sigue siendo el mayor escollo en una regulación
legal y efectiva del cannabis para todos los estados, que de momento
se tienen que ir ganando mediante votaciones que les enfrentan al
gobierno federal: son los restos de la esquizofrenia legislativa que
esta guerra ha dejado y que ahora hay que recortar. Pero la visión
en USA ya ha cambiado: el cannabis será legal en todo el país en
pocos años y ahora hablar de marihuana es hablar de un mercado de
muchos miles de millones de dólares en ventas directas y al menos
otro tanto en los mercados asociados.
Colorado y Washington con el
salto cualitativo que supone el autorizar a la población a comprar y
consumir cannabis de forma recreativa han dado un salto de gigante
que ya no se puede revertir.
Sin perder de vista esos dos países,
uno por ser el primero en atreverse (aunque es un país muy pequeño)
y el otro por ser el que ha marcado la tendencia mundial en materia
de drogas y su casi único vecino, Canadá aborda su propia versión
del un experimento regulador con un modelo totalmente económico que
no espera a cambios en las leyes globales: la marihuana sigue siendo
un bien -por el momento- controlado que sólo empresas autorizadas
pueden cultivar y sólo consumidores autorizados pueden comprar.
Así sale ahora
de la planta de cannabis
lo que te tienes que fumar
si quieres ser legal.
La cosa no es baladí porque en Canadá
hay 37.000 personas que usan el cannabis de forma medicinal -de forma
registrada y autorizada- y cultivan sus propias plantas. Ese ha sido
el modelo de abastecimiento más común, junto con los clubes de
venta de marihuana médica, que vivían en un régimen más inseguro
en cuanto a la producción o distribución de cannabis. La propia
policía aplaude la medida, pero no por una cuestión contra el
cannabis, sino porque les quita trabajo: a partir del día 1 de abril
en Canadá, la policía no tendrá que preguntarse si el cultivo que
han descubierto pertenece a un paciente autorizado a cultivar su
propia marihuana, porque no existirán dichos auto-cultivos: todos
serán ilegales.
Canadá admite que existe un mercado
obvio de cannabis y que hay que abastecer la demanda o será dominada
por el mercado negro de una u otra forma, y es ahí donde cruza la
visión economicista de los canadienses y se frotan las manos con el
mercado que hay detrás del muro que va a caer: grandes sumas de
dinero esperando a ser recolectadas bajo la apariencia de verdes
cogollos.
No confundamos ese movimiento con lo
que sería una acción de toma de mercado para quitarle posición al
narcotráfico porque no lo es: en este caso el mercado ilegal no se
verá afectado y se creará un nuevo mercado que anteriormente se
auto-abastecía cultivando y evitando así recurrir al mercado negro
o al legal, que tienen precios mucho más altos que los meramente
generados por los costes de producción de tu propia cosecha, que es
el derecho que se pierde.
Facilitando la labor de la policía sin
tocar el derecho último a acceder a la droga, tan sólo tocando la
vía de adquisición, el estado abre un cauce aunque es tan solo
económico pues todos se verán obligados a comprarla a empresas que
la produzcan de forma masiva y que están atrayendo grandes montos de
inversión de capitales de riesgo con los ahora llamados “venture
capitals” que prometen grandes beneficios en corto tiempo. Como
vienen siendo habitual en el “nuevo orden mundial” ese dinero no
lo va a dar el estado sino que saldrá del espinazo de los
consumidores, y en este caso más sangrante, de los consumidores con
licencia médica para cultivar su propio cannabis.
Mi propuesta
para volver a dialogar
los temas sobre drogas.
A la hora de explicárselo a la
población, el gobierno dice que el cannabis debe ser tratado como
una medicina y por lo tanto sometido a un control directo en el que
no hay cabida para cultivos fuera de la ley y su ojo vigilante. Al
mismo tiempo se insiste en que el antiguo método -que permitía
cultivar- tenía sólo una variedad de cannabis permitida (al menos
de forma oficial ya que la compra de semillas de cannabis en Canadá
requiere de un permiso del estado) y que eso desagradaba a algunos
pacientes, abriendo el mercado en su sentido publicitario más
salvaje a un enfoque en el que unas cuantas empresas privadas
-compartiendo origen y capitales con las farmacéuticas- exploten la
producción y venta regulada de cannabis en Canadá.
También se presenta como un avance en
la seguridad de las personas, al evitar que los cultivadores
legítimos por razones médicas sufran asaltos por parte de
traficantes o de usuarios del mercado negro e inciden en el aspecto
de la seguridad al afirmar que reducir el consumo eléctrico al
eliminar los cultivos particulares, elimina al mismo tiempo riesgos
de accidentes de origen eléctrico lo cual no es cierto: al enviar
todo el cultivo de cannabis al mercado ilícito o regulado en
empresas privadas, los cultivos de interior que existan tenderán a
primar la seguridad de no ser descubiertos frente a la seguridad en
el montaje de los cultivos y sus sistemas eléctricos. Obviamente
donde no hay cultivo es casi imposible que se produzca un asalto para
robarlo, pero implica volver a tratar a la población como incapaz de
cuidarse por sí misma ni en algo tan simple como tener un cultivo de
cannabis en tu casa, precisamente para no acudir al mercado negro.
El botín que las autoridades prevén
en ese nuevo mercado es grande y puede alcanzar los 1'3 billones americanos de
dólares (PASTAZA) en ventas para las empresas pero eso incluye una tajada
fiscal importante para el estado. El asunto quedaría en principio
con un precio final para el cannabis medicinal que puede multiplicar
hasta por 5 el coste actual por gramo y que en ningún caso se espera
que baje su precio.
Ese hecho resulta una diferencia radical con el
modelo regulador de Uruguay, ya que el coste fijado por el estado de
1 dólar por gramo de cannabis es desalentador para el narcotráfico
y tendrá claros efectos sobre el mismo, pero el aumento del precio
final del cannabis en los consumidores medicinales ocasionará un
mercado negro que exista simplemente porque los precios del mercado
legal resultan abusivos y usureros dejando margen para que otros
actores intenten participar en el asunto.
El mercado recreativo de
cannabis sólo verá cómo aumentan los precios en consonancia con el
entorno y a la vez impulsados por la demanda competitiva del nuevo
grupo de compradores que surgirán de la población a la que fuerzan
a abandonar sus cultivos y comprar su cannabis a unos grupos
determinados y a precios más caros que los ya existentes. Los datos
actuales dicen que es un 60% el número de consumidores legales de
cannabis que cultivan su propio material, frente a un 40% que lo
compra en dispensarios de marihuana medicinal: eso hace que el número
de clientes que van a volcar por ley de un mercado -el del
autocultivo- a otro totalmente distinto -el de la venta forzosa
regulada al por menor- sea un apetitoso bocado para los tiburones de
las empresas.
Y así todo...
De forma similar a otras grandes
operaciones económicas, la empresas se han lanzado a por una
localización que les interese para la producción masiva de cannabis
y a la vez ha habido localidades que se han ofrecido a las empresas,
como Kaspukasing en Ontario que, además de óptimas condiciones
fiscales, les ofrece un “oportunamente apartado lugar” junto con
“acceso potencial a fuentes de CO2 para aumentar la producción de
cannabis”.
La fiebre del cannabis y su dinero en maletines portados
por señores de traje y corbata está llegando a localidades que
antes no tenían mayores expectativas de trabajo, aunque no en todas
es así. Otras por el contrario están reaccionando hostilmente al
asunto, como es el caso de Delta en la Columbia Británica que han
decidido que no quieren saber nada del asunto, sea medicinal o no, y
han reaccionado prohibiendo de forma local -hasta donde les permite
su grado de autonomía- la venta y producción de cannabis en sus
dominios.
Otro problema que la modificación
legal introduce es que los consumidores de cannabis se verán
forzados a obtener una sola forma de presentación: cogollos de
cannabis secos. Quedan prohibidas las tinturas y los preparados
orales, de manera que las personas que quieran consumirlo así
deberán elaborarlo ellos mismos, con los problemas que eso puede
plantear a los pacientes de consumo médico y el daño causado al
tejido económico del cannabis legal que ya incluía entre su oferta
productos de esa categoría, al parecer con bastante éxito por
aquellas latitudes. Los pacientes podrán tener en sus casas hasta
150 gramos de cogollos de cannabis o hasta 30 días de la dosis que
tengan prescrita (la cantidad que resulte menor), lo cual invalida el
argumento de que esta medida aumenta la seguridad eliminando los
cultivos, ya que son los consumidores quienes pasan a ser nuevos
blancos ya que serán el punto más sencillo de acceso no legal a la
droga, y 150 gramos de cogollos de marihuana en el mercado negro
canadiense pueden llegar a ser cerca de 3000 dólares, lo que hace de
los consumidores un nuevo blanco, desde luego mucho más desprotegido
que los cultivadores que ya están más acostumbrados a todo tipo de
plagas incluidas las humanas.
En cuanto a los otros temas de salud
relacionados con las drogas, Canadá tiene dos grandes áreas de
trabajo.
En primer lugar los jóvenes que usan drogas como la MDMA.
No es que la MDMA resulte un grave problema de salud, como han
llegado a recordar los científicos, sino que el estatus totalmente
ilegal de la MDMA hacía de su adquisición una lotería en la que
muchos vendedores sin escrúpulos se estaban metiendo.
Eso llegó a
su punto más álgido en Canadá cuando hace un par de años se
contabilizó hasta una decena de muertes en jóvenes por PMA o PMMA
(dos anfetaminas muy tóxicas) que están siendo vendidas como
éxtasis.
La desconexión que durante años ha generado la guerra
contra las drogas entre los jóvenes que las usan y el discurso
emitido por los gobiernos hacían especialmente difícil que el
mensaje de alerta fuera creíble, hasta que hubo voces en la propia
policía que propusieron una increíble novedad: una amnistía para
la MDMA que sirviera para que los jóvenes dejaran de morir por tomar
otra droga que ni siquiera era la que querían consumir.
Mejor tomar MDMA de forma segura
que la lotería del mercado negro.
¿es difícil de entender?
El otro gran área que la política de
drogas en Canadá tiene que abordar de una forma racional es similar
a la de su vecino de sur: la sobre-prescripción de opioides a la
población. Las drogas siguen matando por sobredosis, pero desde hace
tiempo las principales víctimas de esas sobredosis no son
consumidores recreativos que caen por las condiciones del mercado
negro sino personas sin otra vinculación a las drogas que el haber
sufrido algún tipo de dolor o de proceso y el haber sido recetados
con generosas dosis de potentes y adictivos opioides, siempre bajo la
batuta de las grandes farmacéuticas que saben que los adictos son
una fuente segura de dinero y con ellos ofreciéndoles la adicción
sin estigma social y con bendición de un médico, que es el chamán
aceptado de nuestro modelo de sociedad. Sin embargo, a esas dos
grandes necesidades para la salud pública el gobierno no parece
estar dispuesto a atenderlas ahora.
Canadá inicia de esta forma los
cambios que afrontará en el nuevo paradigma del trato con las drogas
y sus usuarios, y lo hace con un modelo que tiene la característica
de ser fácilmente escalable para abarcar a toda la población cuando
se decida que el cannabis recreativo en Canadá también tiene
derecho a existir.
Siendo esa su mayor ventaja, no podremos obviar
que la futura ley en Canadá no está pensada para el beneficio del
ciudadano sino creada para que sea un instrumento más en el recorte
de derechos y en la sangría económica que el estado impone con su
decisiones: una imposición de nuevas cargas económicas acompañada
de la eliminación de un derecho del individuo.
Una regulación que
esconde una privatización de mercado y de derechos no puede ser
buena para un ciudadano, que es sobradamente capaz de cultivar y
cubrir sus propias necesidades, convertido por ley en rehén de los
nuevos camellos legales de cannabis.
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Sólo me queda una cosa que añadir: no fumes marihuana,
porque es ilegal igual que agredir a un policía nazional.