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jueves, 13 de abril de 2017

La situación actual (Abril/2017) de Juanma: tetrapléjico con dolor y sin su analgésico.

Hace unos días, a través del portal Cannabis.es conocíamos la situación de Juanma -un conocido enfermo de dolor crónico que usa cannabis medicinal desde hace más de una década y que vive en una silla de ruedas por una lesión medular- que había sido asaltado por la policía, en el interior del centro donde legalmente reside (su vivienda a todos los efectos) por esta consumiendo el cannabis medicinal que usa para tratar hace lustros sus dolores neuropáticos, que no se alivian con otros fármacos (mórficos incluidos).

Tras quitarle darle un sermón, interrogarle en busca de quién le ayudaba (ya que necesita unas manos que le ayuden para poder fumar) y pedirle que le delatara negándose Juanma, y cachearle (a un enfermo en silla de ruedas) hasta encontrarle los cigarros de cannabis medicinal ya liados -los tetrapléjicos no lían cuando quieren como el resto- y quitárselos.

Por suerte, la ayuda totalmente desinteresada de varias personas, ha conseguido hacer una cadena que le ha permitido a Juanma salvar la situación, por unos días, tras haber estado un mes sin medicación contra el dolor, pero no es algo definitivo.

La próxima semana, en Cannabis.es, os contaremos las novedades de Juanma en el CAMF de El Ferrol y su situación.

De momento, y hasta la próxima semana, os dejamos este repaso.

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Narramos la historia de Juanma, el recorrido por su dolor, un sufrimiento que lamentablemente se ha vuelto invisible para el poder y que ha saltado varias veces a los medios de comunicación. El testimonio de Juanma –tetrapléjico- es el reflejo de la vulneración de su derecho a vivir dignamente y aliviar su dolor crónico de origen neuropático con el único remedio que le resulta eficaz: el cannabis medicinal.
En la mañana del pasado miércoles día 22 de febrero, dos agentes de policía vestidos de paisano se personaron en el“Centro de Atención a Minusválidos Físicos - CAMF” de El Ferrol (A Coruña), dirigiéndose hacia Juan Manuel Rodríguez Gantes -tetrapléjico de 45 años residente en el centro-, quien se encontraba en su silla de ruedas, terminando de fumar el cannabis medicinal que usa -desde hace décadas- para aliviar su dolor crónico de origen neuropático. Tras identificarse como policías y directamente preguntarle si él era Juan Manuel Rodríguez, pasaron a recriminarle que estuviera consumiendo lo único que le alivia los dolores que sufre y le informaron de que iban a interrogarle.
Juanma preguntó si estaba obligado a contestarles, a lo que según nos contó el propio afectado, contestaron que sí. Ya que este hecho estaba transcurriendo en un lugar a la vista del resto de internos y pacientes del centro, le dijeron que podía elegir “si quería ser interrogado allí, ante la vista de los demás, o en otro lugar más privado”.



Juanma aceptó ser conducido a una sala -dispuesta por el director del centro para los policías- donde fue cuestionado sobre su consumo de cannabis medicinal para aliviar los dolores. En la 'conversación' se le presionó para que revelase cuál era el origen del cannabis que consumía y, dado que lleva décadas en una silla de ruedas como “gran dependiente” y con apenas movilidad en manos y dedos, quién era la persona que cedía sus manos, para liar los cigarros de cannabis que por sus dolores necesita. Juanma se negó a facilitar dicha información. Viendo el rumbo que iba tomando aquella 'conversación', Juanma preguntó si no debería haber un abogado allí presente y le contestaron que “no era necesario” y que “sólo estaban charlando”. Dado que Juanma se negaba a revelar la identidad de la persona que le prestó las manos para poder aliviar sus dolores, le informaron de que iba a ser “cacheado”.

¿ABOGADO? ¿PARA QUÉ? SI SÓLO ESTAMOS CHARLANDO...

Los agentes procedieron al registro de Juanma (incluidas sus pertenencias) en la silla de ruedas, requisándole unos 70 cigarros de cannabis medicinal con unos 15 gramos de yerba sin preparar, que la persona que le ayudó le había entregado “apresuradamente y sin haber podido terminar de liar todo el cannabis”. A partir de ese momento, a Juanma le empiezan a sugerir que pueden imputarle por “tráfico de estupefacientes” y a presionarle -con mayor intensidad- para que revelase tanto el origen del cannabis, como el nombre de la persona que había prestado sus manos a Juanma. Al verse amenazado con dichas implicaciones legales, Juanma volvió a decir que consideraba oportuno que allí hubiera un abogado, a lo que se le contestó que “si quería un abogado, que le fueran preparando para irse detenido”, por lo que nuevamente cesó en su pretensión, asustado ante dicha reacción por parte de los policías.
La situación terminó -allí- con la presencia de un mando superior de la policía, a quienes los desplazados llamaron al no obtener la información que querían, y no tener claro cómo proceder desde dicho punto. El inspector de policía que acudió, terminó finalmente decidiendo que no le llevarían detenido, pero que le impondrían una multa además de requisarle la única medicación que le alivia los dolores que sufre.
Juanma saltó a los medios en el año 2007 cuando un juez le absolvió, de la acusación presentada contra él por la dirección del centro, por cultivar unas plantas de cannabis en su habitación. Esto, que lo había hecho anteriormente sin problema alguno -incluso contando con el apoyo explícito del psicólogo de la Seguridad Social que le trata- pasó a ser cuestión de enfrentamiento cuando llegó un nuevo director, que fue quien impulsó la denuncia desestimada posteriormente por el juez. A lo largo del año 2008, gracias a la entrevista que publicó la revista “Interviú” (realizada por Alberto Gayo) su caso pasó a ocupar tiempo en televisiones y medios nacionales, quedando en la memoria colectiva como “el Ramón Sampedro de la marihuana” al tener una lesión producida de forma muy similar a la del conocido personaje, inmortalizado en la película “Mar Adentro” de Alejandro Amenábar. Pero a diferencia de este último, que luchó por su derecho a morir dignamente, Juanma quiere luchar -ya lleva muchísimos años luchando- por el derecho a poder vivir sin tener que sufrir dolores, gracias al cannabis medicinal. A diferencia de Ramón Sampedro, Juanma no quiere morir todavía; dicho estado de ánimo y perspectiva vital tiene buena relación con el alivio que le proporciona el cannabis medicinal, que le ha sido inesperadamente arrebatado.

AÚN HAY MÁS.

Tras dejarle sin la medicación contra sus dolores -días después- la policía abordó en plena calle a un amigo de Juanma, cuando iba tranquilamente paseando con su mujer, y le llevó a comisaría donde tuvo que contestar preguntas relativas a su relación con Juanma (de nuevo sin presencia de juez o abogado) para posteriormente quedar “en libertad, pendiente de declaración ante el juez”.
Así nos lo contó Juanma a Cannabis.es, durante varias conversaciones telefónicas mantenidas desde que hizo público unllamamiento de auxilio en su blog, al quedarse sin cannabis y ver que también se está atacando a las personas que -de forma totalmente altruista y humanitaria- le prestan ayuda. Estas personas, lo único que están haciendo es suplir las carencias que conlleva la tetraplejia que sufre Juanma, y sin las que le sería casi imposible paliar sus complejos dolores que sufre, ante la negligencia de una administración que le prefiere con dolor antes que permitirle y/o facilitarle el tratamiento que le es más efectivo en su caso concreto.



Juanma pertenece a ese grupo de pacientes que, dada la etiología (patogénesis) de su dolor, no parecen beneficiarse adecuadamente de los analgésicos narcóticos de tipo opiáceo/opioide, como la morfina y, sin embargo, el cannabis les aporta el alivio que requieren. Como ha explicado muchas veces Juanma, su dolor es una señal incorrecta que mandan los nervios dañados a su cerebro, como lo es la sensación de “miembro fantasma” en aquellas personas que han sufrido una amputación. Esta sensación, en el cerebro de Juanma, se convierte en un dolor tan real e intenso como cualquiera de los que se pueden sufrir en un cuerpo físico. Y mientras que la morfina resulta poco efectiva en su caso, el cannabis medicinal le ha permitido tener una mejor calidad de vida durante años de consumo terapéutico, en el centro donde se encuentra y que es, a todos los efectos, su lugar habitual de residencia y hogar.
El dolor crónico de origen neuropático que sufre Juanma, no lo sufre como una consecuencia derivada de su tetraplejia, no.Lo sufre a consecuencia de una infección no tratada correctamente a tiempo y que forzó a los médicos a usar antibióticos con fuertes efectos secundarios (neuropatíaspara salvarle la vida, aunque dejándole como enfermo de dolor crónico para siempre, por el daño causado en sus nervios. Juanma está en silla de ruedas -para toda su vida- por el accidente que sufrió el 8 de junio de 1990, al saltar al mar calculando mal la profundidad. Pero los dolores que sufre son un“extra añadido a su tetraplejia” que una infección mal tratada le dejó, y con los que lleva pudiendo lidiar años, gracias al cannabis medicinal.

¿GRACIAS AL CANNABIS MEDICINAL? ¿SOLAMENTE? NO.

En el caso de Juanma -como en el de otros lesionados medulares de su tipo- convergen circunstancias especiales que lo hacen especial respecto a otros pacientes que se pueden beneficiar de uso del cannabis: su libertad de acción está gravemente disminuida, tanto para poder desplazarse de forma autónoma, como para poder prepararse su cannabis medicinal, dada la falta de suficiente movilidad en brazos, manos y dedos. Estos pacientes pasan una parte del día en su cama, y otra en la silla de ruedas (en caso de que su lesión lo permita) y para pasar de una a otra, requieren la asistencia de terceras personas, así como para vestirse, asearse o incluso alimentarse en algunos casos, ya que no podrían de no tener ayuda.
De igual forma, lo que para la mayoría es un acto trivial como liar un cigarro con cannabis, para una persona en la situación de Juanma es un objetivo inalcanzable sin la ayuda de terceros, que lo que hacen es -simplemente- prestar sus manos a quien, por un accidente, quedó sin poder usar las suyas como todos los demás. Y ese acto -de calidad humana básica- que es prestar unas manos a un paciente que no puede usar las suyas, y que necesita usar cannabis medicinal como tratamiento, está siendo en esta situación también objeto de ataque. No persiguen sólo a Juanma -no es el objetivo- sino que ahora persiguen a quienes le ayudan, de manera que por su condición de gran dependiente quede inerme y sin recursos, una vez ya asustados y señalados todos los que le socorren para que no sufra dolor.



Para Juanma, escribir todo esto sería una labor titánica. Desde Cannabis.es, estamos encantados de poder prestarte nuestras manos y nuestra voz, para que se reciba claramente tu petición de ayuda y tu mensaje.Asimismo, esperamos que sean muchos los medios de comunicación que presten sus alas a Juanma para recibir el tratamiento adecuado sin coartarle la ayuda altruista de las personas que son sus manos, así como nosotros queremos ser su voz y esperamos no predicar en el desierto en un país que se considera ‘civilizado’ como España y en pleno siglo XXI.
#teprestomismanos
#teprestomivoz

lunes, 6 de marzo de 2017

Juanma, el "Ramón Sampedro de la marihuana", nos pide ayuda...

Esta nota que a continuación reproducimos es un extracto para difundir en redes sociales, medios en internet y para hacerlo circular entre vuestras amistades.

Desde Drogoteca, con todo el cariño que tenemos a Juanma desde hace lustros, difundimos y apoyamos cualquier acción que el afectado quiera emprender.

Drogoteca.





Ilustración por Ramón Souto de www.cultivaunaidea.com
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Si tienes un blog, web, 
escribes en un foro 
o en tu muro de Facebook o Twitter, 
te pedimos que
 difundas este caso, 
por razones humanitarias.


Gracias por prestarle tus manos....





En la mañana del pasado miércoles día 22 de febrero, dos agentes de policía vestidos de paisano se personaron en el “Centro de Atención a Minusválidos Físicos - CAMF” de El Ferrol (Coruña), dirigiéndose hacia Juan Manuel Rodríguez Gantes -tetrapléjico de 45 años residente en el centro-, quien se encontraba en su silla de ruedas, terminando de fumar el cannabis medicinal que usa -desde hace décadas- para aliviar su dolor crónico de origen neuropático.

Tras identificarse como policías y directamente preguntarle si él era Juan Manuel Rodríguez, pasaron a recriminarle que estuviera consumiendo lo único que le alivia los dolores que sufre y le informaron de que iban a interrogarle.

Tras ser conducido a una sala Juanma fue cuestionado sobre su consumo de cannabis medicinal, y se le interrogó tanto por el origen del cannabis, como por la persona que le ayuda a liar el cannabis y que es necesaria para él, ya que por su tetraplejia no conserva movilidad suficiente en sus brazos, manos y dedos. Posteriormente, Juanma fue cacheado y se le incautó el cannabis medicinal que le había sido entregado poco antes por la persona que le presta sus manos, de forma voluntaria liándole el cannabis para que pueda fumarlo y aliviar así sus dolores de origen neuropático.

A Juanma se le comunicó que se le podría imputar tráfico de estupefacientes y se le presionó para que revelase el nombre de las personas que le ayudan, a lo que Juanma se negó. Todo esto sin abogado presente, a pesar de que Juanma hizo notar que le gustaría contar con uno antes de tener que contestar nada.

Finalmente, se le requisó todo su cannabis medicinal y se le propuso -así le indicaron que se haría- para una sanción administrativa (multa). Pocos días después, la policía fue a por un amigo de Juanma, cuando se encontraba en la calle con su mujer y “tuvo que acompañarles” a comisaría, quedando -tras ser interrogado sobre la relación que les une, según nos comunicó Juanma- “en libertad, pendiente de declaración ante el juez”.

Juanma se ha quedado -en su centro de El Ferrol- con sus dolores neuropáticos pero sin cannabis medicinal, y con las personas que le ayudaban -por su condición- bajo sospecha y/o vigilancia más la amenaza de enfrentar cargos penales, por ayudar a un enfermo tetrapléjico.




jueves, 26 de enero de 2017

Drogofobia con plomo: "mal tipo, parece que va puesto de algo..."

Esta narración de enésimo asesinato que la policía blanca de los USA ha cometido sobre población negra en los USA -este caso grabado con vídeo mientras 5 policías encañonando a un hombre adulto que iba a clase y había tenido la mala suerte de que su coche se averió- fue publicdo en el portal de noticias sobre el mundo del cannabis y de otras sustancias en política de drogas, Cannabis.es y esperamos que no os guste sino que os cabree: no creo que nada de lo escrito pueda alegrar salvo a psicópatas de los que aman ejecutar personas desarmadas.

Y vosotros no parecéis de esos.
;)

Ahí va.

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"Parece un mal tipo: 
seguro que va puesto de algo..."

Esas fueron las palabras que, desde el aire y en el helicóptero de apoyo, les dieron a los policías que estaban en tierra.
Ellos cuatro, estaban a menos de 5 metros de la persona y mantenían contacto visual con ella en todo momento, pero fue desde 200 metros de altura desde donde otro policía “opinaba” sobre el sujeto y su estado mental. Nadie puede saber cómo de determinante fue ese “apoyo desde el aire” que le brindó ese otro policía, opinando que era un mal tipo y que estaba drogado, en la acción de una de las policías -una mujer blanca y con “sonrisa profident”- que no dudó en disparar hasta matar a aquel hombre, cuyo único delito era que su vehículo se había detenido -averiado- en un mal lugar y que nunca reaccionó con ninguna clase de violencia a la presencia de la policía, y se mantuvo con las manos en alto mientras apuntado con varias armas por varias personas.
La asesina blanca y esposa del policía que, desde el helicóptero, les animó a disparar.

Lo siguiente que se puede observar tras que el hombre, con ambos brazos levantados, caminase hacia el coche -con absoluta tranquilidad- es cómo cae al suelo, muerto a balazos por... ¿por qué? Imaginemos que no son policías, esos 4 personajes que están apuntado con sus armas (en superioridad numérica y una muerte asegurada en caso de que intente algo) y que son ladrones que le piden que saque su cartera del coche. ¿Le habrían disparado? ¿Por qué? El caso es igual de dramático. Al final, siempre queda un “por qué” que no es mera retórica: realmente nadie tiene ni la menor idea de por qué coños esta tipeja -de nombre Betty Shelby- mató a balazos a Terence Crutcher, que ese es el nombre de la víctima esta vez (en estos momentos, ya no tiene el triste récord de ser el último hombre desarmado asesinado por la policía en USA, pero eso lo dejaremos, de momento).

¿Quién era Terence y qué hacía en ese lugar? Pues Terence era un hombre negro -casualidad- que vivía en una localidad de Oklahoma, USA, que es tristemente conocida ya por un incidente similar: Tulsa. En esta localidad, sucedió también a manos de otro policía el asesinato de Eric Harris (no confundir con el autor de la masacre de Columbine) cuando el armado brazo de la ley, confundió un TASER o pistola eléctrica con su arma (a pesar de ser una Smith & Wesson 357, cuya forma es la de un revolver y no la de una pistola de cargador) y le metió un poco de plomo a bocajarro y en la espalda, a un hombre de raza negra -casualidad, no penséis mal- desarmado. Eso sí, tuvo la decencia de exclamar -para la cámara- unas sentidas palabras:ahí va... que me he confundido de arma, lo siento, eh?”. Finalmente este madero usano fue condenado por homicidio, y no fue otro de los tantos que se libran -jueces mediante- tras ejecutar a algún ser humano.
En este caso, la asesina de impecable sonrisa, no fue detenida en el momento. No. De hecho, tras matar a tiros a Terence (vean las imágenes), su preocupación así como la de los 4 policias presentes, no es ver cómo está el hombre abatido sino que se agrupan para -con sus cuerpos- evitar que la cámara del coche policial tome imágenes que puedan serles perjudiciales, dando incluso la impresión de que tienen perfectamente ensayado “cómo hacer las cosas sin que puedan ser grabadas”. La policía, que le mató sin motivo alguno, abandona la escena de espaldas, sin dar la cara a la cámara del coche en ningún momento y sabiendo que estaba colocado perfectamente tras ella, siendo ayudada por otro “compañero” policía a ir marcha atrás hasta salir del ángulo de visión de la cámara. ¿A alguien le parece ese el comportamiento de alguien que no tiene nada que ocultar y que está al servicio del ciudadano?
Como digo, Betty Shelby no fue arrestada y fichada inmediatamente, sino que se le permitió irse a casa, a pasar una semanita con su marido y familia, antes de que se le aplicase la ley como al resto. Resulta especialmente interesante hacer notar una cosa -morbosamente, enfermizamente interesante- en este punto: su marido, su pareja, bien podía consolarla ya que estuvo presente en el desagradabe suceso... opinando -desde el helicóptero- sobre el “mal tipo drogado” que sus compañeros tenían delante. Sí, el marido de la asesina Betty Shelby era el amable policía que -desde el aire- era capaz de conocer a alguien y de detectar que se encontraba drogado, y así lo advirtió a sus compañeros haciendo gala de la habitual drogofobia de la policía, justo antes de que lo abatieran a balazos. Ah, se me olvidaba, a la vez que el plomo, también le dispararon con un TASER, pero esta vez no se equivocaron o, al menos, no dijeron eso de “jo, hemos matado a alguien, lo siento” que debió de popularizar el anterior homicida.
Al final, todo se reduce a un hombre negro -como otros tantos...¿no?- que iba a clase de música porque cantaba en el coro de su iglesia y al que la policía -siempre una blanca mano detrás- ejecuta a tiros para protegernos a los demás, porque ya saben que el color negro es contagioso.
La policía alega como defensa que han encontrado PCP -esa mítica y nada frecuente droga- en el coche de la víctima, pero eso parece estar mediado por antiguos antecedentes que este hombre tenía en su juventud y pasado, y sacado a colación -en un entorno moralista e hipócrita como el usano- a fin de enturbiar el asunto de alguna manera. Pero da igual, da igual todo lo que digan o prueben; la ejecución de un ser humano desarmado a manos de 4 policías que actuaban coordinados con ayuda de un helicóptero, está grabada en vídeo y aunque Terence llevase todas las drogas del mundo en su cuerpo, no existe un sólo motivo que justifique su asesinato por parte de la policía y eso queda visible a los ojos de todo el planeta.
Pero nos muestra, y en repetidas ocasiones en esta ocasión, la brutal drogofobia con la que la policía de USA trata a la población y cómo es la excusa preferida por parte de policía y fiscales para justificar la ejecución de algún ser humano desarmado. No sólo en USA ha sido utilizada la excusa de que una víctima de la policía -muertos a manos de un agente- había consumido tal o cual droga, como si eso pudiera justificar cualquiera acción empleada contra la víctima. 

Ese fue el caso en el asesinato policial de Juan Andrés Benítez, a manos de los mossos en Barcelona, cuando se argumentó que el asesinado tenía un comportamiento “extraño” que justificó el empleo de la fuerza para reducirle, cuando había sido él mismo quien solicitó la presencia de la policía para resolver una disputa con otra persona. La autopsia dejó claro que, si bien era cierto que había restos de cocaína en la sangre del empresario gay asesinado, carecían de entidad para explicar ningún tipo de reacción o efecto, aunque fueron añadidos -en un burdo intento de encontrar explicaciones favorables a los responsables- como uno de los posibles motivos “conjuntos” que habían causado su muerte, junto con una antigua “enfermedad cardíaca”, el que se le pusieran encima reduciéndole el peso de varios policías y las hostias -que todos hemos visto y no olvidamos ni perdonamos- que le llovieron. Para rematar el asunto, cuando el juez quiso comprobar si eran los policías los que estaban drogados, todos sufrieron un ataque de piojos y ladillas, que les obligó a afeitarse el cuerpo entero (hasta las ingles brasileñas les hicieron, vamos) de manera que cuando se presentaron ante la forense para que se les realizase un análisis que revelase qué drogas habían consumido, ese análisis no se pudo realizar como se esperaba, por falta de pelo de los agentes encausados por este asesinato. "Donde hay pelo, hay alegría" reza el clásico refrán, pero ya nos recuerda la canción que “mucha, mucha... policía”, así que todos a raparse juntitos para no dar la cara ante la justicia. No sólo en USA la policía sufre drogofobia, también en la presunta República Proindependiente de Cataluña.


Como decíamos al inicio, por desgracia, esto de los hombres -casualmente negros y desarmados- asesinados por la policía en USA va demasiado rápido (ya pasan de 100 en lo que va de año) y en este momento, el último muerto a manos de la policía se llama Keith Scott, y era un hombre -casualmente negro, otra vez más con esa moda tan “trendy & cool” de la madera americana- y que estaba esperando a su hijo dentro del coche, ya que sufría un daño cerebral que le impedía estar al sol. Del coche, la policía recuperó un arma corta en su funda, que la víctima no portaba cuando fue disparada 4 veces. También recuperó la chusta de un porro de marihuana. Ambas “pruebas” para ayudar a entender su asesinato, han sido presentadas al público de forma conjunta. Bueno, conjunta pero con la marihuana (la chustilla del porro) por delante en el texto.
¿Drogofobia? Qué va. 
Casualidad.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Elige: o un chute o la silla eléctrica... para matarte.

Esta entrada sobre la pena de muerte y sus chapuzas en USA fue publicada en el portal Cannabis,es, y esperamos que haga un buen maridaje con la cenita de esta noche. ¿No me digáis que no es un tema estupendo para después de la cena de Navidad?

Eso, que disfrutéis mucho de vuestras familias: el gran invento de nuestra sociedad.
Sed felices, hoy.
:))

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Elige: 
o un chute o la silla eléctrica...
para matarte.

Me resulta difícil sentarme a escribir, cuando lo que tengo que escribir es un alegato a favor de la inyección letal, y en contra del activismo “poco inteligente” contra la pena de muerte.
Me siento, me levanto, me muevo como animal inquieto mientras hago lo posible por no empezar. Sé lo que tengo que escribir, pero no me gusta y me revuelvo: supongo que es el efecto de intentar ponerte en la piel de alguien a quien van a matar, de forma legal y con una liturgia perfectamente establecida.


Entiendo que cada vez que -como sociedad- empujamos el émbolo de la aguja, apretamos el gatillo, giramos la palanca o le damos al botón, estamos certificando nuestro propio fracaso: hemos fallado si no hemos encontrado otra forma de actuar que no sea matar a un ser humano indefenso. Levantamos acta -al levantar el cadáver- de nuestra propia miseria.
No voy a entrar a desgranar un rosario de datos sobre lo injusto de la pena de muerte, el número de errores que se cometen en el proceso y que dan como resultado la ejecución de inocentes. Sólo eso bastaría para que no se produjera una sola ejecución legal más. 
Tampoco voy a entrar -demasiado- en la anomalía estadística que es el grupo étnico (raza para algunos) de los ejecutados frente a su porcentaje en la sociedad: los blancos tienen mucho más cheque en blanco antes de pasar por las manos del matarife, no por ser menos criminales sino por disfrutar de un sistema hecho por y para ellos. 

Recordad que los negros -esclavos- fueron marcados en la constitución de los USA como “seres equivalentes a 3/5 de persona”. O lo que es similar: si matas a 5 negros, te cobramos sólo 3. Suena macarra, pero debe ser el lema de los maderos allí, en vista de los ciudadanos negros desarmados asesinados por disparos de policía. Dicen que lo de incluirles como 3/5 de persona” fue algo hecho “por su bien y para ayudarles a dejar de ser esclavos, pero sinceramente a mí suena a premio gordo entre las “Grandes Cagadas de la Humanidad”.
No voy a irme a ninguno de esos lugares comunes: no me gusta la pena de muerte en ningún caso. Pero entiendo que si, como sociedad, la vamos a aplicar debemos hacerlo de la mejor forma posible. ¿Parece lógico esperar eso en pleno siglo XXI, no? 


Cuando queremos matar, ya no ponemos a una persona en una parrilla sobre brasas, ni usamos 4 pares de caballos para desmembrar a alguien tirando en direcciones opuestas de sus brazos y piernas, ni les enterramos medio cuerpo en el suelo para coser a pedradas -en una fiesta grupal de autoafirmación moral- al reo... OH WAIT!! 


Bueno, aunque se sigue aplicando así la pena de muerte en muchos lugares del planeta, nosotros los europeos y los civilizados americanos, que somos algo más avanzados en ese aspecto, no lo hacemos así. ¡Nosotros no somos bárbaros, jolines!
Cuando se ha tratado de matar, en el pasado siglo y en el presente, de forma legal hemos recurrido a la horca, el fusilamiento, la cámara de gas (¿especialidad nazi?), la electrocución y hasta el garrote-vil o cómo meterte una barra de metal por la nuca hasta causarte la muerte. Hemos ido adaptándonos a los tiempos en esto de matar. Tanto que en el año 1977, en USA, un examinador médico llamado Jay Chapman propuso que, si teníamos que matar, lo hiciéramos de la forma menos cruel posible. 
¿Suena bien? Debería, porque un cura llamado Bill Wiseman se encargó de que eso se plantease legalmente y saliera adelante en el sistema legal de USA. De esta forma nació el “Protocolo Chapman”, que era la forma menos cruel de matar a alguien dentro de lo que la ciencia del momento nos podía mostrar.


El “Protocolo Chapman” consistía en una dosis alta de un barbitúrico de acción ultra-corta (usados en anestesia), seguido de un medicamento que paralizaba la respiración y otro que paralizaba el corazón. No siempre salían las cosas como en la teoría, pero en general no era una mala forma de matar (desde el punto de vista del que va a morir). Y en 1982, Charles Brook se convirtió en la primera persona en ser ejecutada de esta forma “compasiva”.
Aunque entrecomillo lo de compasiva, no dejaba de ser el intento honesto de unas personas que no querían ver sufrir a alguien más allá de lo lógico cuando alguien enfrenta su muerte. Y no era para menos, porque hasta entonces las muertes eran todas mucho más traumáticas. Especialmente un par de ellas. Una es la cámara de gas: un invento de USA, usado desde 1924 hasta el año 1999 para matar gente legalmente. El primer ejecutado por cámara de gas era un mafioso de origen chino llamado Gee Jon, que aunque apeló contra el asunto porque no veía claro lo de morir así, no le hicieron ni puto caso. El estado determinó que -siendo científicos y tal- había que matarle con la forma más moderna de morir, que en este caso creían que era el ahogamiento con gas venenoso.


Cómo el estado es así de simpático, para llevar a cabo el moderno método de ejecución, intentó bombear veneno (el mismo que usaron los nazis, por cierto) en la celda de Gee mientras estaba dormido, pero lógicamente el veneno se salía de la celda. Así que ni cortos ni perezosos, inventaron la “cámara de gas”, ad hoc para cargarse a ese tipo de forma moderna y ya... pues la dejaron inventada, ¿no? Así comenzaba su historia y duraba casi un siglo, porque aunque no se ha vuelto a usar sigue siendo legal en algunos estados, y desde 1979 se han matado -todavía- a 11 personas con este método.
El otro método “científico” data del siglo XIX, y de la “guerra de la electricidad” entre Tesla y Edison. Como Tesla apoyaba la corriente alterna (AC) y Edison la corriente continua (DC), pues el segundo se las arregló para ser llamado por los legisladores y consiguió recomendar que, para la silla eléctrica -el método científico del XIX- se usase la corriente de su competidor. De esta forma intentó que la gente asociase la corriente alterna con la muerte para dañar a Tesla, encargando también un generador de la competencia (Westinghouse) para causar más daño a su imagen. 
Realmente el método lo inventó un borracho que se las apañó para joder una lámpara de arco que hacía de farola (como las de sodio actuales) y LAMER el cátodo y el ánodo, electrocutándose en el acto. Lo hizo porque, esa mañana trabajando con algo eléctrico, había sentido una sensación como cosquillas al entrar en contacto con una pequeña tensión eléctrica.
Sorprendidos todos por lo bien que mataba y sin dejar casi marca, lo elevaron a método capital y lo montaron sobre una silla de madera con correas para atar al reo. La cosa no tenía mucha complicación: un tipo al que le enchufaban un porrón de amperios a un buen voltaje para freírle. Como podéis imaginar, haciendo eso puede ocurrir de todo: desde que el cuerpo empiece a arder, a que le exploten los ojos, a incluso que no mate al preso. De hecho, hubo en caso en el que la silla eléctrica no mató al reo, y aunque él y su abogado alegaron que “ya se había aplicado la sentencia de electrocución” -y era cierto- un tribunal se lo tragó, pero el siguiente dijo que “había que repetir”. En esa ocasión, ya no fallaron.
Por cosas así, se inventó la inyección letal. No tiene sentido hacer sufrir a un ser vivo si el objetivo es -simplemente- matarle. Así, la inyección letal se acabó convirtiendo en el método habitual de ejecución en USA, aunque no se dejaron de usar los demás totalmente. Y cuando en Europa abolimos la pena de muerte, decidimos que los demás tenían que hacerlo también, así que nos pusimos a luchar contra la pena de muerte en USA. ¿Cómo? Pues luchando contra el fármaco que se usa para matar a los presos.
¿Suena estúpido? Lo es, mucho. 

Equivale a querer detener a los asesinos que usan armas de fuego, insultando a los fabricantes de balas y a los productores de plomo. Así de estúpido es lo que se hizo. Y el resultado fue catastrófico: los laboratorios farmacéuticos, conscientes de que suministrar los barbitúricos para matar les hacía salir feos en la foto -ya se negaron en 1924 a facilitar el veneno para la cámara de gas por la misma razón- y viéndose presionados, empezaron a presionar ellos. Se negaron en muchos casos a suministrar barbitúricos para ese fin, a pesar de ser medicamentos que existen en cualquier hospital con quirófano.
Cada estado -en USA- reaccionó como pudo. Algunos decidieron sintetizar ellos mismos la droga para las ejecuciones (incluso la vendieron a otros estados). Pero otros pasaron a probar con otros fármacos: una mezcla de benzodiacepinas y opioides, que es una buena forma de encarar una suave eutanasia pero una mala forma de enfrentar una “rápida y limpia ejecución”. No funcionan igual de bien que los barbitúricos, que para matar parecen tener pocos rivales (son las sustancias más buscadas para fines suicidas en los mercados de Internet).
Algunos presos y sus abogados, decidieron explorar esta vía como defensa legal ante la pena de muerte impuesta, argumentando que “era una forma de castigo cruel e injusta [morir así]”. Y el estado volvió a reaccionar como pudo y supo: “¿no queréis que os ejecutemos con drogas? OK, como vosotros prefiráis”. 

De esta manera llegamos hasta la noticia que ha provocado este texto: cansados de lidiar con presos sentenciados que no se dejan matar, los estados están re-adoptando “viejas formas de matar”. Y están activando planes B por si se quedan sin drogas (debido al activismo y la presión contra los laboratorios) o por si algún reo se queja de que matar con una inyección es inhumano.
Hay 2 cosas que todo juez debería ser obligado a presenciar: la muerte de cada uno de sus condenados a morir y la muerte de aquellos a los que les negó el acceso a una muerte digna. 

No podemos olvidar que todo esto, silla eléctrica, cámara de gas, ahorcamiento o fusilamiento -y la compasiva inyección letal- son la respuesta que como sociedad damos a ciertos problemas, mientras no tenemos problema en negarle el acceso a una muerte elegida a ciudadanos que no han causado daño a nadie.

Paradójica justicia.
...y justicia para todos”.



* Recomiendo para los interesados en los datos sobre la pena de muerte en USA, la página de http://www.deathpenaltyinfo.org/ con su recopilación de casos y su buscador específico.

martes, 20 de diciembre de 2016

Católica cocaína... ¡¡Oh, blanca Navidad!!

Esta entrada fue publicada en el portal Cannabis.es, y me ha apetecido publicarla ahora que está calentito todo el revuelo por el cartel de la serie "Narcos" en la puerta del Sol en Madrid, con la frase "Oh, blanca Navidad" junto a la imagen del actor que representa a Pablo Escobar.

Me parece que la reacción de muchos -incluida la policía en las redes sociales- que han clamado contra el anuncio es simplemente hipocresía representada mientras quedan con su camello, para que les pase 4 ó 5 gramitos de cocaína con los que pintar de blanco su Navidad.

De la cocaína nos contaba Escohotado en su impagable obra -que en parte debemos a los infortunios que sufrió él por su relación con esta sustancia- que era un tónico que ningún animal rechazaba, del elefante al caracol. Y aquí traemos el ejemplo de otro más: un sacerdote católico, que bendice su nariz con esta sagrada cocaína.

Llega la Navidad, así que recordad que es mejor pillar antes y analizar que hacerlo a última hora.
Sed prevenidos y regresad todos tras las fiestas, no queremos bajas.
Aquí os quedáis con esta nevada de anestésico local.
Disfrutad.

:))

PS: El magnífico -e irónico- gráfico que acompaña al texto es obra de Gonzalo, un crack que era el director de Cannabis.es hasta hace poco tiempo. Desde aquí un cariñoso saludo con mucho respeto y admiración por su trabajo. :))


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Católica cocaína...


Ayer noche un buen amigo -y autor en esta página- me envió una noticia que me encantó. Me hizo volver a revivir una vieja conversación que tuve con otro más viejo todavía amigo, sobre drogas y teología. Al grano.



La cosa es que han pillado -o se la han jugado- a un cura en el Reino Unido y le han grabado metiéndose unas lonchitas de cocaína

¡¡OH MY GOD!! Yes, baby. El sacerdote, en lugar de abusar sexualmente de menores, como haría uno respetable, está esnifando farlopa tranquilamente mientras charla con un amigo. No hay desmadre, ni alteración, ni nada extraño en el comportamiento de este párroco. El comportamiento no, aunque su entorno es algo más preocupante: parece la casa de Lemmy -Lemmy es Dios- de los Motörhead


¿La casa está muy guarra? A Lemmy tuvieron que comprometerse a limpiarle la cocina, antes de que les diera permiso a unos amigos para grabar un documental sobre su vida. Pero no es eso. La casa está normal. Lo único que en el vídeo se observa un águila de metal -que podría ser el peluche de Hitler- y una gorra que podía habérsela robado a Lemmy en un descuido: parafernalia NAZI.
¿Qué hace la casa de un párroco decorada con parafernalia nazi? Según él, es que la casa es vieja y tal, si eso ya tal (porque la casa no es TAN vieja). Pero bueno, volvamos a nuestro tema que, si no, se lo lleva el viento. 
Unas rayas de -supuestamente- cocaína puestas en una bandejita delante del cura, a quien se le oye decir una frase que todos hemos dicho cuando nos ponen delante unas rayas de cocaína y nos dan un billete enrollado: “no debería”. No debería pero se mete la loncha de un tirón, como todos. [No puedo evitar escuchar esta música en mi cabeza al leer esto.]


¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? Para mí nada. Y en realidad, para la doctrina de la Iglesia Católica, tampoco, pero eso os lo cuento luego. 

Para los ingleses, que son tan impresionables, está cometiendo un pecado imperdonable, un delito de consumo (porque allí consumir una droga prohibida, es tu delito y no tu derecho) de una droga de clase A y, además, el agravio de haberse realizado en “suelo santo” o en terrenos de la iglesia. 

Como he dicho antes, ya que el consumo de drogas es algo que la Iglesia Católica en su doctrina -actual- no tiene sancionado, es otro reparo de clase moral. Y al final todo queda en eso, porque nadie le va a pedir al cura que se someta a una prueba de drogas y tampoco ello demostraría que ese vídeo es del consumo de esa droga: adiós delito.


Que sí; que es blanco, con plumas, flota en el río y dice “cuac”: es un pato. Pero otra cosa es que aunque todos “sepamos” lo que es ese polvo blanco que esnifa, podría ser cafeína que es legal. Y por eso nadie le puede decir nada en el plano legal, aunque lo van a trizar igualmente al pobre hombre.

No se metió unas rayas dando misa, o en la sacristía antes de empezar para consagrar a toda hostia, no. Lo hizo tras “su trabajo”, como muchos policías, jueces y funcionarios de prisiones se meten rayas y lo que haga falta, tras su trabajo (los responsables, los otros no distinguen de horarios). 

¿Qué problema hay?

Cocaína, el nombre del problema tan blanco como la sotana del actual Papa Paco. Que ahora no está de moda la farlopa en el Vaticano, aunque no siempre fue así. No hay texto sobre la cocaína que no mencione al famoso Vino Mariani y al Papa León XIII, quien como gran aficionado al vino con farlopa le concedió una medalla papal al fabricante de tan delicioso -y católico, porque estos no dan medallas al enemigo- producto: vino farlopero. 

No es que la Iglesia Católica no haya perseguido las drogas: lo ha hecho con ahínco, que le pregunten a Sudamérica desde hace 500 años. Ha perseguido las que no le servían, gustaban o controlaban, y que no eran su santo vino.

No es casualidad que el primer milagro de aquel que estos señores dicen que era Dios, fue porque su madre le pidió que surtiera de drogas a un banquete de bodas: “hijo mío, ya que tienes poderes, trae droga para todos los invitados, cagando leches, que se nos termina la fiesta”. 
Y Jesús, obediente él, agarró unas garrafas de agua y las convirtió en -lo que los asistentes creyeron que era- un vino de la hostia, nunca mejor dicho. Es decir, lo primero que hizo fue una droga dura. ¡Coño, seamos sinceros! ¡Que era un menor! ¿Ya nadie piensa en los niños hace 2000 años o qué?

Iglesia Católica Revisited. ;)

Ya sé que la Iglesia Católica actual -el colegio gerontocrático que está en el poder en dicha secta- no ve con buenos ojos a “las drogas” como ente genérico y no pretenden entrar a hacer distinciones tampoco. 
Pero a nivel “legal dentro de la Iglesia Católica” o nivel canónico, el consumo de droga (no se distinguen legales o no, salvo su vino) siempre que no resulte incapacitante para quien lo efectúa -lo que sería equivalente en cierta forma a un suicidio lento a nivel moral para el magisterio católico- no llega ni a pecadillo venial. Es mucho más grave, pregunten a cualquier sacerdote BIEN FORMADO en teología y derecho canónico, hacerse una paja. Pecado mortal.

Hace unos -muchos ya- años tuve el honor de entrevistar a Xabier Pikaza sobre este tema de las drogas y otros, a raíz de las declaraciones (opiniones) más extemporáneas que oportunas de un obispillo sobre el temita. Xabier Pikaza es un teólogo, de los que muchos llamarían “teólogos malditos”. 
Ha sido sacerdote mercedario (Orden de la Merced que, originariamente, se intercambiaban ellos mismos a cambio de prisioneros de los musulmanes, tras las cruzadas, para liberarles) la mayor parte de su vida, y siempre estuvo enfrentado con Roma (o Roma enfrentada con él). 

Tanto es así que era profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca (uno de los bastiones teológicos del pensamiento) sin que Roma le hubiera concedido el “Nihil Obstat” o “no hay problema” (un permiso), para que pudiera dar clase de ciertas asignaturas: demasiado peligrosas las ideas de este tipo.... que llegó a cuestionar la virginidad de la virgen, o a decir que lo más probable que pudo haber ocurrido con el cuerpo de Jesús, fue que acabase en una fosa común con el resto de cadáveres que el sistema romano generaba. 
Y ya sabéis que la Iglesia Católica y la sinceridad absoluta, pues no se llevan del todo bien. Al final Xabier Pikaza, acabó por dejar los hábitos de una secta que le trató más como un enemigo que como a uno de los suyos, aunque sus ideas fueran complicadas de aceptar y fuera una voz crítica.



Cuando le pedí que me explicase un poco lo que -en realidad y no a nivel de cura maniqueo- decía la Iglesia Católica sobre las drogas en su doctrina (lo demás, son opiniones personales) me aclaró que la doctrina católica no tiene nada contra las drogas, sino contra aquello cuyo uso dañe al individuo, llegando a plantearlo como un problema sólo cuando es equivalente a una forma de suicidio: muy similar a lo que hace un fumador crónico con su cuerpo o un alcohólico con el suyo, la sustancia no les importa a día de hoy, porque en el pasado llegó a haber penas hasta de muerte por consumo de sustancias que hoy en día encontramos en cualquier bar del país.
Y los sacerdotes, no dejan de ser humanos. Si el Papa podía meterse cocaína sin que ello fuera un problema, cosa que seguramente haría en suelo santo porque vivía -como el resto de Papas- en el alicatado Vaticano... ¿qué ha hecho mal este cura metiéndose unas rayas de cocaína? ¿No las bendijo antes? La carne es débil, comprendamos. Y este ministro de Dios no ha “molestado” a ningún niño. 
¿Quién le va a tirar la primera piedra por haberse dejado engañar y ser grabado metiéndose una loncha mientras charla con un amigo?

Como me dijo en su día Xabier Pikaza, y se ocupó de dejarme muy claro, de existir Dios y si ese Dios era Jesús, “para Jesús no hay más que un pecado, que es no amar, es decir, no compartir la vida con los demás, en un sentido activo y receptivo”. 

Dicho de otra forma: si Dios existe se va a preocupar mucho más de cómo has tratado a tus semejantes que de las rayas que te metiste cuando el ser humano decidía tener la cocaína como delito. 
A Dios, Jesús, Alá, o Buda, se la pela mucho lo que te metas mientras no te estés matando con ello, vamos, que tampoco es que aplaudan el suicidio químico, pero no se meten en lo que te metes, valga la redundancia.

Si alguna vez te topas con un cura ladrando contra las drogas, pídele que se ciña al derecho canónico y a la doctrina oficial -magisterio- de la Iglesia Católica. Es más fácil eso que el que te encuentres uno metiéndose cocaína. Y nosotros, no tenemos la culpa de que esos ministros del crucificado no conozcan bien sus propias enseñanzas.

¡¡Ama, ama, ama!!
¡¡Y ensancha el alma!!

miércoles, 27 de julio de 2016

Confraternizando con el enemigo...

Este texto fue publicado por el portal Cannabis.es hace unos meses, cuando tuvimos que ver en las noticias que un picoleto descontrolado se había liado a tiros con un tipo que -presuntamente- había tenido un percance de tráfico con él.

Desde entonces mucho ha llovido (en poco tiempo) y si bien no corrijo ni una palabra de lo aquí escrito, quiero aprovechar la ocasión para mencionar -dejémoslo de momento ahí- al grupo de policías locales que hace unas noches, y con la excusa -sacada de la manga- de una parada de tráfico -a las 12'30 de la madrugada en un campo de carretera de arena donde iba a sacar al perro- me han hecho dar el número de mi teléfono móvil, y posteriormente a recibir una llamada de "la central". 

Cuando les indiqué que lo que pretendían hacer estaba fuera de todo protocolo legal, uno de ellos -no parecía tampoco el más listo, no- me decía: "¿y sí tu incumples la ley... por qué esperas que nosotros tengamos que cumplirla contigo?".

Eso, en mitad de la noche y sin testigos -mi copiloto estaba retenido a unos 30 metros por otros policías, también locales, que aprovechando la parada no perdieron ocasión de explorar el cuerpo de mi acompañante y mi coche -a fondo ambos- según me hizo saber posteriormente mi acompañante, y con un total de... 8 policías para 2 personas, pues como que suena algo intimidatorio.

Veremos qué es lo que opina el juez de todo lo que allí sucedió...


De momento, espero que los tipos como esos que nos cayeron encima la otra noche vayan siendo menos y menos en los cuerpos armados que soportamos y que los vayan sustituyendo otro tipo de personas o, simplemente, personas... que no disfruten de tener un arma y una placa, licencia para usarlas y obtengan placer dando por el culo a ciudadanos que no han hecho nada.

Va por ti, Anacleto.

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Ayer un miserable, tras un percance de tráfico en una carretera de España, sacó un arma tras dar caza al otro vehículo y ejecutó, rematando a sangre fría en la cabeza con varios disparos, al conductor que se había visto implicado en el asunto. El asesino conducía un coche de alta cilindrada y no debió costarle dar caza a su presa, de la que salió en persecución con un arma de fuego en su bolsillo. Y, por su trabajo, seguro que sabía manejar un coche en esas circunstancias: mejor que nadie tal vez.

La víctima, Younes, era un hombre marroquí que recibió un tiro que le mandó al suelo, y todo el resto del cargador del arma contra su cabeza, una vez ya abatido. El asesino -un trozo de carne pútrida que tenía forma humana- era conocido como “Antolín” en su pueblo y, cómo no, todo el mundo dice que era “encantador, buena persona, reservado y educado, recto, futbolero, no era nada racista y bebía cerveza sin alcohol”.

Nadie se explica cómo ha podido ocurrir esto, pero es la misma historia de siempre, la misma de otras veces, pero que en esta ocasión trae 2 víctimas colaterales más: el cannabis y la policía.




¿Por qué el cannabis? El asesino ha dado positivo en cannabis, y en alcohol (pero solo bebía “0'0%”, o a lo mejor era que solo fumaba “doble cero” y no le entendieron bien en su pueblo). ¡¡Cannabis!! Ya está!! Joder!! Pero si el cannabis es la droga que hace que a la gente le dé por cortar penes con un cutter!! Ya está todo explicado: el tipo se había fumado un porro la noche antes. Circulen, nada más que mirar por aquí.

Y la otra víctima, es la propia policía. Porque “Antolín” -el bueno, justo, recto y sano “Antolín”- era además picoleto. Guardia Civil, sí.

No voy negar que me duelen los dedos al escribir esto, y recordar a los miles y miles de multados cada año en España por tener un porro encima, o haber fumado uno el día antes y coger el coche al día siguiente. Los presos por cultivar, los presos por llevar una cantidad para tu consumo y ser tratado como un narcotraficante, los presos por tener 18 años y llevar una bolsa de marihuana a medias con su pareja, de 17 años y 11 meses. No puedo olvidar.

No puedo olvidar como he visto auténticos psicópatas, con patologías que saltan a la vista del ojo entrenado y también del “sentido común”, ejerciendo labores de “seguridad ciudadana”. No puedo olvidar las palizas que he visto pegar a la policía, siempre en grupo y siempre al débil: leña al mono que es de goma. No puedo olvidar sus calabozos, ni lo que allí dentro ocurre (“grita... aquí nadie te oye”) y seguirá ocurriendo por desgracia. No puedo olvidar a Patricia Heras (muerta) y Rodrigo Lanza (torturado). No puedo olvidar a Juan Andrés Benítez gritando por su vida mientras era pateado y asesinado en la puta calle por esos mismos que son “la seguridad ciudadana”. Y si escribiera lo que le deseo a esos policías y a otros muchos que “siguen la tendencia de moda” y matan de un par de tiros a sus mujeres (alguien debería prestar atención -y voz- a la tasa de violencia doméstica sufrida por la parejas de los miembros de las FFCCSE, y ciertos médicos de cabecera -la policía es gregaria hasta para ir al médico- son bien conocedores del asunto), pues supongo que o mi editor no me dejaría o me ganaría una denuncia.

Ni olvido ni perdón, porque ni las víctimas merecen el olvido ni los miserables el perdón.
Y aclarado este punto, que creo necesario al tratarse de la policía a día de hoy, vuelvo al asunto: ¿por qué va a ser la pasma -me da igual el color- una víctima?





Hace unos días estaba echando unas partidas de ajedrez en un CSC y fumando unos porros con unos amigos. Uno de esos amigos era alguien que yo sólo conocía de oídas, pero que él me conocía muy bien: llevaba fumando yerba que salía de plantas mías desde que tenía 15 años, y era del grupo de amigos de confianza para mis amigos de confianza. 
No había problema alguno con esa persona.

Estuvimos intercambiando porros, “Super Lemon Haze” impresionante coincidimos, y opiniones. Y fue una gran tarde de charla que disfruté mucho. Cuando me iba, le pregunté: ¿y qué andas haciendo ahora? Y él contestó, sin vergüenza alguna y sin bajar la voz ni subirla, que era Policía Nacional (en este caso no lo pongo con Z). Le contesté extrañado por su sinceridad y el lugar, que no lo dijera muy alto allí, con un guiño. Y ya. No pasó nada, nadie se alteró, y espero que nos veamos pronto para fumarnos otros porros charlando en el CSC de turno. No tuve que preguntarle, pero no creo que llevase un arma (ni que la necesite fuera de su trabajo) porque estaba de descanso. Así de simple. De descanso y fumándose unos petas, mientras charlábamos de política de drogas y de estos asuntos que nos conciernen como fumadores de cannabis.

Anacleto, nombre ficticio de este policía, es un tipo normal. A mi entender, un buen tipo, y lo digo honestamente. No quiero decir que no pueda un día perder la cabeza, como yo o como cualquiera, y cometer una locura. Eso, todos lo podemos. Pero sí estaría dispuesto a jugarme un brazo a que no causaría daño a nadie de forma innecesaria y, menos aún, ejecutar a un ser humano por una discusión de tráfico (o similar).

Tampoco creo que abusara de su posición como policía, y supongo que además haría lo posible porque su trabajo no interfiriera en su vida. Creo que es un ciudadano que disfruta siéndolo y que tiene un trabajo, que por poco que me guste y me duela, tengo que reconocer que es necesario. Y además, un ingenioso cultivador de cannabis para su propio consumo, como el propio Tribunal Supremo reconoce que no es delito.

Un tipo como otros muchos, buena gente, y sobre todo tolerante con el diferente (tal vez porque él es muy consciente de lo diferente que es). Es el tipo de persona por el que rezaría para que cualquier familiar o amigo se topase, si tiene que tratar con la policía. No provoca miedo, provoca calma con su presencia y su saber estar. ¡¡Quiero muchos más policías así!! ¡¡Muchos!! Tantos como todos.

Quiero más policías como mi colega, para que cuando tengamos que ver “el resplandor azulón” de sus coches, no sea la señal para salir hacia el lado contrario y lo primero que te provoque sea miedo... quiero más como ese trabajando para todos nosotros. No es, lo que vivimos, un problema con “la policía” sino un problema con lo que hemos descuidado, hasta el punto de haber dejado crecer a un cocodrilo en el jardín de atrás, porque “sólo mordía a los intrusos” hasta que se comió a la abuela y a los 3 nietos... JA!!!

Justo antes de subir a casa ayer, y enterarme de la noticia del asesinato de Younes por parte de “Antolín, el futbolero recto y abstemio”, estaba -cosas de la vida- aceptándole un trago a un Guardia Civil en el bar del barrio. Creo que nunca habíamos cruzado esa barrera, que en mi zona tiene sus claras implicaciones sociales (todos sabemos de dónde cojeamos) por así decirlo, y estaba gustosamente charlando con él precisamente de CSC's y de Guardias Civiles que usaban cannabis, e incluso pertenecían a un CSC y eran conocidos por él. A él le parecía normal, porque aunque tiene pinta de hijo puta (sí, reconócelo y que, además, te gusta) creo que es una persona normal también. Un currante, que además, curra para nosotros como cualquier policía.

Al subir y leer el asunto, tras la primera reacción en que fui poseído y grité contra toda la policía del planeta en todas las lenguas muertas, no pude evitar saborear el resto en boca de la crema de licor -a la que me invitó el picoleto en el bar- y de pensar que, tal vez, él era una víctima de los “Antolines” que hay en la policía de todo uniforme. Y creo que lo es.

Que hoy es víctima también la Guardia Civil. Y de forma colateral, los que le pagamos el sueldo: todos. Quise recordar en ese momento al Policía Nacional, creo que de origen canario, que en Salamanca tomó la redacción de las 3 últimas denuncias que he tenido que poner (ocasiones distintas todas). Y que pude comprobar en la primera que puse con él (una paliza brutal a una persona por parte de un nazi) que era un tipo que parecía buena gente, y que supo hacer bien su trabajo e incluso, ser más que el típico policía recoge-denuncias que quita las ganas de denunciar a cualquiera. Recordé al Guardia Civil que, a pesar de hacerme el test de drogas hace un par de añitos y de dar positivo en THC, no inmovilizó mi coche y -contra la opinión de su compañero- me dejó llevármelo e hizo constar que “no tenía impedimentos funcionales para la conducción” a pesar de meterme 6 puntos y 600 euros por dar positivo en cannabis. Y recuerdo como me decía: “es que los del cannabis sois tranquilos, nunca sois agresivos, no sois violentos, no entiendo lo de ir a por vosotros”. Y era un picoleto multándome por cannabis, sí.

Incluso recuerdo la cara de atónitos que tenían en la comandancia de la Guardia Civil de mi ciudad, cuando hace unos años me presenté a denunciar al tarado que pedía desde un foro cannábico “niñas para follar” pero usando mi nombre, apellidos y ciudad. No daban crédito a todo lo que les conté, pero creo que fue su primera gran vez “con una denuncia de Internet” y tuvo su miga. Y no tengo queja de ellos, al contrario: les di mucha guerra y encima aproveché para desquitarme de cuando estuve en esos calabozos, meses atrás. Y funcionaron: que le pregunten “al que quería niñas para follar” usando mi nombre, que aún espera la vista oral (justicia, que va lenta, eh?).

Y por último, recuerdo al policía local que con su mejor voluntad consiguió localizar a un miserable que, tras perseguirnos 1 kilómetro (habíamos pitado con el claxon una entrada suya que casi nos arrastra en una rotonda), impactó a propósito contra el coche que yo conducía con mi pareja de copiloto.

Salí del coche y me tiré a por él (para alejarle de mi pareja). El valiente perseguidor se dio a la fuga.
En aquel momento tuve que contenerme para no pedirle a mi pareja que se bajara del coche, y salir a su caza yo mismo, pero ella ya había avisado a la policía y descarté la idea en el acto. Me alegro de no haberlo hecho. Aquel policía, un chaval de mi ciudad, con los datos que teníamos se lo curró y consiguió dar caza al conductor, y lo mejor: le hizo ir a comisaría a firmar un parte amistoso o le ficharía para denuncia penal. 

Aun recuerdo su número de identificación, y su nombre (porque se le escapó).

Que tras un “suceso” de tráfico, tuviéramos la opción de recurrir a la policía para que fueran ellos los que resolvieran el asunto (ya que no había nadie en peligro tras el altercado) y que funcionase, seguramente evitó males mayores porque nadie deja sus cuentas sin saldar, cuando puede cobrarlas. Debo decir que el vergonzoso -y carente de todo rastro de profesionalidad- trabajo realizado por quien entonces era mi abogado, destrozó el gran trabajo que hizo ese policía (y al que una vez terminado todo, tuve la decencia de ir a darle las gracias a la cara). Pero el final bochornoso en lo judicial, no le quita mérito sino que da brillo al buen trabajo de ese policía local.

Y eso mismo es lo que debía hacer “Antolín”, si es cierto como dice que tuvo un “percance” previo en el que Younes se fugó, antes de ejecutar a balazos en la cabeza a un hombre indefenso: llamar a la policía y dejar que hicieran su puto trabajo (el útil, digo). Pero no, porque “Antolín” era recto, bueno, y futbolero. Y nada racista. Y nada violento. Y no bebía alcohol ni tomaba drogas. Seguro que “Antolín” cree que sólo hacia su trabajo... tanto que cuando llegaron sus compañeros para hacerse cargo del percal, él estaba totalmente tranquilo. ¿Acaso debía alterarse por haber ejecutado a un hombre?

Espero que la policía, en todas sus formas, empiece a exigir a sus propios miembros la formación, corrección y utilidad de la que presume. Y que dejen de darle una placa y una pipa a todos los macarras de barrio que no supieron estudiar antes y han terminado ahí, todos como “Antolines”, como células durmientes dentro del cuerpo de la policía. Cualquier día saldrán sus vecinos en las noticias diciendo lo mismo otra vez: “si era tan buena persona....”
Otra vez.

Una última petición, por si cuela, a esos tipos que sufrimos con uniforme de policía, que espero que se extingan pronto para dar paso a seres humanos haciendo funciones de policía de verdad: dejad que nos maten las drogas, por favor, y no vuestro plomo.


Drogoteca.



PS: Dedicado a “Anacleto”, mi colega, porque creo que nos hacen falta muchos, muchísimos como él en todas las FFCCSE.