Mostrando entradas con la etiqueta Tihkal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tihkal. Mostrar todas las entradas

viernes, 20 de agosto de 2010

PIHKAL EN CASTELLANO (FRAGMENTO)

Como os habíamos dicho, la traducción de PIHKAL está en un proceso de "afinación" e interpretación a la hora de escoger los términos usados para describir ciertas experiencias, emociones, estados y sensaciones. Pues para ir abriendo boca, los traductores amablemente nos han hecho llegar un fragmento del borrador (bueno, lo envían completo pero sólo con permiso para publicar este fragmento de la introducción).

En este fragmento, Sasha -el Dr.Shulgin- da una pormenorizada argumentación de sus ideas y postulados en lo referente a las drogas, las psiquedélicas y las que no lo son, y hace una breve revisión de lo que subyace tras la semilla de la guerra contra las drogas, y lo que al fin y al cabo no es más que una guerra contra la propia libertad del individuo.




Y por lo demás, sólo queda disfrutar de las palabras, esta vez en castellano, de una de las más sobresalientes mentes de la historia contemporánea.

Esperamos que os guste.

PS: Por cierto, que no se nos olvide deciros a todos que el libro "Cocaína", editado por Amargord y coordinado por el Dr.Jose Carlos Bouso ha salido ya a la venta!! Incluye una interesante parte sobre la extracción de cocaína partiendo de hoja de coca fácilmente adquirible a manos de un viejo cocinero conocido de esta web... Lady Lovelace.
Mis felicitaciones a todos aquellos que lo han hecho posible.

------------------------------------------------------------------------------------------



La filosofía tras la escritura de PIHKAL.

Soy farmacólogo y químico. He pasado la mayor parte de mi vida adulta investigando la acción de las drogas; cómo son descubiertas, qué son, qué hacen, de qué forma pueden ser útiles – o dañinas. Pero mis intereses se encuentran algo alejados de lo que es el grupo de conocimientos mas habituales de la farmacología, en un área que he encontrado mucho más fascinante y agradecida, y es el área de las drogas psiquedélicas.
Los psiquedélicos podrían ser bien definidos como compuestos que no son físicamente adictivos y que temporalmente alteran el estado de nuestra propia consciencia.

La opinión prevaleciente en este país (USA) es que hay drogas que tienen un status legal y que además son relativamente seguras o que tienen riesgos que son aceptables, y que hay otras drogas que son ilegales y que no tienen ningún lugar legitimo en absoluto dentro de nuestra sociedad. Aunque esta opinión es ampliamente sostenida y vigorosamente promocionada, yo creo sinceramente que está equivocada. Es un esfuerzo por pintar las cosas de blanco o de negro, cuando, en este área, como en la mayor parte de las de la vida real, la verdad es de color gris.

Dejenme explicar las razones que sustentan mi creencia.

Toda droga, legal o ilegal, nos otorga algún tipo de recompensa. Todas las drogas presentan algún riesgo. Y todas las drogas pueden ser objeto de abuso.
Finalmente, en mi opinión, corresponde a cada uno de nosotros evaluar los beneficios y los riesgos y decidir cuales son los que pesan más en cada caso.
Los beneficios incluyen un amplio espectro. Incluyen cosas como la curación de una enfermedad, suavizar el dolor físico y emocional, provocar embriaguez, y la relajación. Algunas drogas -esas que son conocidas como psiquedélicos- nos permiten una visión interior mejorada y la expansión de los propios horizontes mentales y emocionales.

Los riesgos son igualmente variados, oscilando entre el daño fisiológico y el colapso psicológico, la dependencia, y la violación de la ley. Tal y como existen diferentes tipos de recompensa para los diferentes individuos, existen también diferentes riesgos. Una persona adulta debe tomar su propia decisión sobre hasta que punto decide exponerse o no al efecto de cada droga en concreto, sea una droga adquirible por prescripción medica o sea una que esta prohibida por la ley, sopesando los potenciales beneficios y problemas con relación a su personal escala de valores. Y es en este punto donde estar bien informado juega un rol indispensable. Mi filosofía al respecto puede ser destilada en cuatro palabras: permanece informado, luego decide.

Personalmente he escogido ciertas drogas que son de suficiente valía para compensar los riesgos que conllevan; otras, considero que no resultan de suficiente valía. Por ejemplo, bebo una moderada cantidad de alcohol, generalmente en forma de vino, y -hasta el momento presente- los análisis de mi función hepática son completamente normales. No fumo tabaco. Era un fumador, de los de alto consumo, y luego lo dejé. No fueron los riesgos para la salud los que me hicieron dejarlo, sino el hecho de que me había convertido en un completo dependiente del tabaco. Eso era, según mi punto de vista, el caso de un precio inaceptablemente alto a pagar.

Cada decisión de ese tipo es asunto mio, basándome en lo que sé sobre dicha droga y lo que sé sobre mi mismo.

Entre las drogas que son a día de hoy ilegales, he decido no usar marihuana, ya que la ligera embriaguez mental y esa benigna alteración de la consciencia, no me compensan lo suficiente frente a una sensación incómoda de estar perdiendo el tiempo.

He probado la heroína. Esta droga, por supuesto, es una de las mayores preocupaciones de nuestra sociedad, a día de hoy. A mi me produce una soñadora tranquilidad, sin matices asperos de molestias, estrés o preocupaciones. Pero al mismo tiempo hay perdida de motivación, de capacidad de respuesta, y de las ganas de hacer cosas. No es ningún miedo a la adicción lo que provoca mi desinterés por la heroína; lo provoca el hecho de que bajo su influencia, nada parece ser suficientemente importante para mi.

También he probado la cocaína. Esta droga, especialmente en su famosa presentación como “crack”, es un asunto popular actualmente. A mi, la cocaína me resulta un agresivo activador, un estimulante que me da una sensación de poder y de estar completo con ello, en la cima del mundo. Pero hay al mismo tiempo la inevitable certeza, subyaciendo, de que eso no es poder realmente y de que realmente no estoy en la cima del mundo, y que, cuando los efectos de la droga hayan pasado, no habré ganado nada con ello. Hay una extraña sensación de estar viviendo un estado que es una mentira. No hay reflexión. No hay aprendizaje alguno. A su propia y distintiva manera, . la cocaína me resulta una droga de escape tanto como la heroína. Con cualquiera de ellas, escapas de lo que eres, o -siendo mas preciso- de lo que no eres. En ambos casos, recibes alivio durante un breve periodo de tiempo del tener que estar  enfrentándote a tus carencias. Francamente yo prefiero encarar mis insatisfacciones en lugar de huir de ellas; de esa forma yo encuentro, finalmente, una satisfacción muchísimo más grande.

Con las drogas psiquedélicas, yo creo que, para mi, los pequeños riesgos (alguna experiencia ocasionalmente difícil, o quizás algo de malestar físico) son más que aceptables dado el potencial que ofrecen para el aprendizaje. Y ese es el motivo por el que yo he elegido explorar este área concreta de la farmacología.

¿Qué quiero decir cuando hablo del potencial para el aprendizaje? Es una posibilidad, no una certeza. Puedo aprender, pero no estoy obligado a hacerlo; puedo obtener nuevos enfoques sobre posibles maneras de mejorar mi calidad de vida, pero sólo con mi propio trabajo y esfuerzo conseguiré los cambios deseados.

Dejenme intentar hacer más obvias algunas de las razones por las que encuentro la experiencia psiquedélica como un tesoro personal.

Estoy totalmente convencido de que existe una enorme cantidad de información incrustada dentro de nosotros, con kilómetros de conocimiento intuitivo que se encuentra cuidadosamente colocado en el material genético de cada una de nuestra células. Algo similar a una biblioteca que contiene una incontable cantidad de tomos de referencia, pero para la que no tenemos una ruta clara de entrada. Y, sin algunas formas para acceder a ella, no hay forma de empezar siquiera a indagar sobre hasta que punto llega y de que clase es la información que se encuentra allí dentro. Las drogas psiquedélicas permiten la exploración de ese mundo interior y las intuiciones sobre su naturaleza.


Nuestra generación es la primera en la historia que ha hecho de la búsqueda del autoconocimiento un delito, si esa búsqueda se realiza con la ayuda de plantas o compuestos químicos para abrir las puertas de la psique. Pero la necesidad de alcanzar el conocimiento está siempre presente, y aumenta su intensidad a medida que uno se va haciendo mayor.

Un día, mirando el rostro de una nieta recién nacida, te descubres a ti mismo pensando que su nacimiento ha creado un tapiz sin costuras en el tiempo ya que fluye desde el ayer hasta el mañana. Te das cuenta de que la vida aparece en diferentes formas y con diferentes identidades, pero que sea lo que sea aquello que le da forma a cada nueva manifestación, no cambia en absoluto.

“¿De dónde viene su exclusiva alma?” te preguntas, “Y, ¿a dónde irá mi única alma? ¿Hay realmente algo más ahí fuera, tras la muerte? ¿Hay algún propósito en todo ello? ¿Hay algún tipo de orden y estructura que haga que todo cobre sentido, o que debería hacerlo, si pudiera llegar a verlos?” Sientes la necesidad de preguntar, de investigar, de usar el poco tiempo que te pueda quedar en la vida para encontrar formas de atar todos esos cabos que quedan sueltos, la necesidad de comprender aquello que exige ser comprendido.

Esta es la búsqueda que ha sido parte del ser humano desde la misma aparición de la conciencia. El conocimiento de su propia mortalidad -conocimiento que le sitúa en un lugar distinto al resto de sus colegas animales- es lo que dota al Ser Humano del derecho, el permiso para explorar su propia alma y espíritu, para descubrir lo que pueda encontrar sobre los componentes de la psique humana.

Cada uno de nosotros, en algún momento de su vida, se sentirá como un desconocido en la tierra extraña de su propia existencia, necesitando respuestas a preguntas que han surgido de la profundidad de su alma y que no se desvanecerán una vez aparecidas.

Tanto las preguntas como las respuesta proceden de la misma fuente: uno mismo.

Esta fuente, parte de nosotros mismos, ha sido llamada de diversas formas a lo largo de la historia, y su nombre más reciente es “lo inconsciente”.
Los Freudianos desconfían de él, mientras que los Jungianos están maravillados con él. Es la parte que hay dentro de ti y que mantiene el control cuando tu mente consciente navega a la deriva, que te da el sentido de lo que debes hacer en una situación de crisis, cuando no hay tiempo disponible para el razonamiento lógico y la toma de decisiones conscientes. Es el lugar donde se encuentran nuestros ángeles y demonios, y todo lo que entre esos dos extremos puede existir.

Esta es una de las razones por las que sostengo que las drogas psiquedélicas son tesoros. Ellas nos pueden facilitar el acceso a las partes de nosotros mismos que contienen respuestas.
Pueden hacerlo, pero como dije antes, no tienen porque hacerlo y no lo harán, a no ser que esa sea la razón por la que estén siendo usadas.

Depende de ti el usar estas herramientas bien y de la forma correcta. Una droga psiquedélica puede ser comparada con la televisión. Puede ser muy reveladora, muy instructiva, y -con una cuidadosa selección de los canales- el medio por el que extraordinarias intuiciones pueden alcanzarse. Pero para mucha gente, las drogas psiquedélicas son una manera más de entretenimiento; nada profundo se esta buscando, por lo que -normalmente- nada profunda será la experiencia obtenida.

El potencial de las drogas psiquedélicas para facilitarnos acceso al universo interior, es, según yo creo, su más valiosa virtud.

Desde los primeros días de su tiempo en la Tierra, el ser humano ha buscado y usado ciertas plantas que han tenido el efecto de alterar la forma en que se interactúa con su mundo y se comunica con sus dioses y consigo mismo. Durante varios miles de años, en toda cultura conocida, ha existido un cierto porcentaje de la población -normalmente un chamán, un curandero o un hombre medicina- que ha usado esta o aquella planta para alcanzar una transformación de su estado de consciencia. Estas personas han usado dicho estado alterado de consciencia para ampliar sus habilidades diagnósticas y para hacer uso de las energías curativas que se encuentran en el mundo de los espíritus. Los lideres tribales (en civilizaciones posteriores, las familias reales) presumiblemente usaron las plantas psicoactivas para aumentar sus intuiciones y sabiduría como gobernantes, o tal vez simplemente para invocar las fuerzas de poderes destructivos y tenerlas como aliados en batallas venideras.

Muchas plantas han sido descubiertas para encajar en ciertas necesidades humanas. El dolor indeseado ha estado con la humanidad desde siempre. Tal y como nosotros hoy tenemos nuestros usuarios de Heroína (o de Fentanilo o de Demerol), durante los siglos pasados el rol de la analgesia ha estado en la planta del opio en el Viejo Mundo y de la datura en el Nuevo Mundo, solanáceas en Europa y el norte de África, como el beleño negro, la belladona, o la mandrágora, por nombrar unas cuantas. Incontables personas han usado esta forma de amortiguar el dolor (tanto físico como psíquico), lo cual implica deslizarse dentro de un mundo de ensueños. Y, aunque estas herramientas han tenido muchísimos usuarios, son una minoría los que aparentemente han abusado de ellas. Históricamente todas las culturas han incorporado estas plantas a su vida diaria, y han obtenido más beneficios que daños provenientes de ellas. Nosotros, en nuestra propia sociedad, hemos aprendido a amortiguar el dolor físico y a rebajar nuestro nivel de ansiedad con el uso médico de drogas que han sido desarrolladas imitando los alcaloides presentes en estas plantas.

La necesidad de encontrar fuentes de energía adicional ha estado con nosotros desde siempre. Y, al igual que nosotros tenemos nuestros usuarios de cafeína y de cocaína, durante siglos las fuentes naturales han sido el mate, el té, y la planta de coca del Nuevo Mundo, la planta de khat de Asia Menor, la nuez del árbol de cola en el norte de África, el kava kava y la nuez de betel del este de Asia, y la efedra en todas las partes del mundo. De nuevo, muchos tipos de personas -el campesino, encorvado bajo un montón de leña, cargando con ella durante horas a través de un sendero montañoso; el médico en tareas de emergencia que lleva dos días sin poder dormir; el soldado bajo fuego enemigo, incapaz de descansar- han buscado el empuje y acicate de la estimulación. Y, como siempre, ha habido unos pocos usuarios que han elegido abusar de este proceso.

Entonces, existe la necesidad de explorar el mundo que se encuentra más allá de los inmediatos límites de nuestros sentidos y nuestra comprensión; esto, también, ha acompañado a la humanidad desde su inicio. Pero en este caso, nuestra sociedad norteamericana no-nativa, no ha aceptado el uso de dichas plantas o compuestos químicos, que abren camino en nuestra capacidad para ver y sentir. Otras civilizaciones, durante cientos de años, han usado el peyote, los hongos que contienen psilocibina, la ayahuasca, cohoba y yagé del Nuevo Mundo, la alharma, el cannabis y el Soma del Viejo Mundo, y la iboga de África, para esta exploración dentro del inconsciente humano. Pero nuestra moderna clase médica, en conjunto, nunca ha aceptado estas herramientas para la auto-observación o para ser usadas en terapia, y por lo general permanecen como inaceptables. A la hora de establecer un equilibrio de poder entre aquellos que nos curan y aquellos que nos gobiernan, se ha llegado al acuerdo de que la posesión y el uso de estas extraordinarias plantas ha de ser un delito. Y que el uso de cualquier compuesto desarrollado en imitación a los que estas plantas poseen, aunque hayan mostrado mayor seguridad y eficacia en su acción, han de ser también constitutivos de delito.

Somos una gran nación con uno de los estándares de vida más alto jamás conocido. Estamos orgullosos de contar con una extraordinaria Constitución que nos protege contra la tiranía que ha hecho trizas a otras naciones más pequeñas. Somos ricos con la herencia de la Ley Inglesa que nos presupone inocentes y nos asegura nuestra intimidad personal. Una de las mayores virtudes de nuestro país ha sido el tradicional respeto al individuo. Todos y cada uno de nosotros somos libres -o al menos así lo habíamos creído desde siempre- de seguir cualquier camino religioso o espiritual que hayamos elegido; libres para investigar, explorar, buscar información y perseguir la verdad donde quiera y como quiera que se haya elegido, siempre que se acepte plena responsabilidad por nuestros actos y sus efectos sobre otros.

¿Cómo es que, entonces, los líderes de nuestra sociedad han tenido a bien intentar eliminar estos más que importantes medios de aprendizaje y de auto-descubrimiento, estos medios que han sido usados, respetados y honrados durante miles de años, en todas y cada una de las culturas de las que tenemos conocimiento? ¿Por qué el peyote, por ejemplo, que ha servido durante siglos como un medio para que una persona pueda abrir su alma a la experiencia de Dios, ha sido clasificado por nuestro gobierno como una sustancia de la Lista I, junto con la cocaína, la heroína y el PCP? ¿Es esta clase de condena legal el resultado de la ignorancia, de la presión ejercida por religiones organizadas, o  del interés creciente de que se fuerce la conformidad en toda la población? Parte de la respuesta puede residir en la creciente tendencia en nuestra cultura  hacia tanto el paternalismo como el provincialismo.

Paternalismo es el nombre que recibe un sistema por el que las autoridades proveen nuestras necesidades, y -a cambio- tienen permitido dictar nuestra conducta, tanto la pública como la privada. El provincialismo es la estrechez de miras, la unificación social mediante un único código ético, la limitación de los intereses y las formas de experiencia a aquellos que se encuentran establecidos como tradicionales.

En cualquier caso, los prejuicios contra el uso de plantas y drogas que producen una apertura en nuestra consciencia tienen su origen en la intolerancia racial y la acumulación de poder político. En el final del siglo XIX, una vez que el ferrocarril intercontinental había sido construido y los trabajadores chinos no eran ya necesarios, fueron progresivamente tratados como infrahumanos e incivilizados; eran amarillos de ojos rasgados, peligrosos alienígenas que frecuentaban fumaderos de opio.

El peyote fue descrito, en varias publicaciones de final del siglo XIX, como causa de asesinato, mutilaciones y locura entre los desfavorecidos Indios Americanos. La Brigada de Asuntos Indianos decidió sancionar el uso del peyote, (la cual confundía, repetidamente dicha planta con el mezcal -Nota del traductor: Género Agave-, o con la judía de mescal -Nota del traductor: Mescal Bean, Género Sophora-, en sus publicaciones), y una de las mayores presiones tras los esfuerzos por sancionar su uso se ve de forma más clara en esta cita parcial de una carta escrita por el Reverendo B.V. Gassaway en 1903 a la Brigada de Asuntos Indianos, “...el Sabbath es el principal día de nuestros servicios religiosos, y si los indios ya vienen borrachos de mescal (peyote) no pueden recibir los beneficios del Evangelio.”

Sólo tras un tremendo esfuerzo y con la valentía por parte de muchas personas se llegó a la decisión de que el uso del peyote como sacramento en la Iglesia Nativa Americana debía continuar siendo permitido. Hay ahora de forma encubierta, como ustedes sabrán, un renovado esfuerzo por parte de nuestro gobierno para conseguir eliminar el uso religioso del peyote de nuestros Nativos Americanos.

En la década de 1930, hubo un esfuerzo por deportar a los obreros mexicanos de los estados sureños con una economía basada en la agricultura, y los prejuicios raciales fueron otra vez deliberadamente promovidos, describiendo a los mexicanos como vagos, sucios, y usuarios de esa cosa peligrosa llamada marihuana. La intolerancia contra las personas afroamericanas en los Estados Unidos fue promovida e instigada mediante cuentos de uso de marihuana y heroína entre los músicos de color. Debería hacerse notar en este punto que dicho uso de drogas nunca fue motivo de atención pública hasta que su nueva música, que llamaban Jazz, comenzó a atraer la atención de los blancos -al principio solamente de los encargados blancos de los clubes nocturnos- y allí comenzó el despertar de la conciencia a la discriminación e injusticias que estaban sufriendo los afroamericanos.

Nosotros, en este país, somos todos dolorosamente conscientes de nuestros pecados pasados en lo concerniente a los derechos de varias minorías, pero somos mucho menos conscientes de la forma en que la opinión pública ha sido manipulada en lo referente a su actitud ante ciertas drogas. Nuevas posiciones de poder político y, eventualmente, miles de nuevos puestos de trabajo, fueron creados partiendo de la base del peligro que suponían para la salud pública y la seguridad ciertas plantas y drogas cuya única función era alterar la percepción, para así abrir el camino de la exploración del inconsciente, y -para muchos- permitir la experiencia directa de lo numinoso.

Los años 60, por supuesto, dieron un poderoso empujón a los psiquedélicos. Estas drogas estaban siendo usadas como parte de una masiva rebelión contra la autoridad del gobierno y lo que se creía que era una guerra inmoral e innecesaria en Vietnam. Al mismo tiempo había demasiadas voces que contaban con autoridad y que clamaban alto y claro sobre la necesidad de una nueva clase de espiritualidad, y que apoyaban el uso de los psiquedélicos para establecer contacto directo con el Dios de cada uno, sin la intervención de un sacerdote, cura o rabino.

Las voces de los psiquiatras, escritores y filósofos, y de muchos pensativos miembros del clero, pidieron que se estudiasen e investigasen los efectos de los psiquedélicos y de todo aquello que pudieran revelar sobre la naturaleza y función de la mente y psique humana. Sus peticiones fueron ignoradas en mitad del clamor contra el flagrante abuso y mal uso de dichas drogas, de lo cual existía en ese momento una más que amplia evidencia. El gobierno y la Iglesia decidieron que los psiquedélicos eran drogas peligrosas para la sociedad, y con la ayuda de la prensa, se dejó claro que ese era el camino para el caos social y el desastre espiritual.

Lo que no se mencionó entonces, por supuesto, era la mas antigua de las normas: “El individuo no se opondrá ni molestará a aquellos que ostentan el poder sin ser castigado por ello.”

He explicado algunas de mis razones para sostener el punto de vista de que las drogas psiquedélicas son tesoros. Hay otras, y muchas de ellas están hiladas dentro de la textura de este cuento. Está, por ejemplo, el efecto que tienen sobre mi percepción de los colores, que es completamente maravilloso. También está la profundización en mi compenetración emocional con otra persona, la cual se puede convertir en una exquisitamente bella experiencia, con un erotismo de intensidad sublime. Disfruto el realce de los sentidos del tacto, olfato y gusto, y los fascinantes cambios en mi percepción del fluir del tiempo.

Considero que he sido bendecido, ya que he experimentado, en cualquier caso de forma breve, la existencia de Dios. He sentido una sagrada unidad con la creación y con el Creador, y -lo que mas valoro de todo ello- he tocado el núcleo de mi propia alma.

Es por estas razones que he dedicado mi vida a este área de investigación. Algún día tal vez pueda comprender como estos simples catalizadores hacen lo que hacen. Mientras tanto, me siento en eterna deuda con ellos.
Y seré para siempre su adalid.
--------------------------------------------------

FIN PRIMER FRAGMENTO

jueves, 15 de noviembre de 2007

¿Por qué MDMA para la psicoterapia?


He recibido dos correos estos días, uno de un terapeuta interesado en el uso de MDMA en España que me pedía datos concretos sobre quién podría adiestrarle para su uso, dado lo que había leído de la sustancia, y otro de una persona relacionada con la psiquiatría, criticando el tema por no entenderlo -a mi parecer- y no comprender la capacidad de esta sustancia para ayudar a ejercer cambios sobre sujetos con altas cargas de sufrimiento y ansiedad, y haciendo una acusación de querer convertir -con las opiniones favorables como la mía- una droga en una panacea psíquica "capaz de competir con fármacos eficaces y probados como el prozac".


Pues les voy a contestar desde aquí.
Al primero, decirle que por desgracia no hay ninguna escuela ni lugar donde pueda ser adiestrado en el uso de la MDMA. Y recordarle además que esta es la opción más ética de cuantas existen, ya que ningún terapeuta debería dar a un paciente una sustancia con la que no estuviera profundamente familiarizado.
Tal vez la ayuda en este caso la tenga que buscar en terapeutas jóvenes que conocen la sustancia, para poder iniciarse y así calibrar las aplicaciones que él podría conseguir mejorar con su uso. También leyendo mucho, por supuesto, en especial todo el material que hay en www.maps.org sobre la MDMA Research y algunos libros que tocan el tema de los terapeutas underground como Leo Zeff . Y conseguir ponerse en contacto con las pocas personas que han podido trabajar con esa sustancia en este país en ese ámbito para conseguir información valiosísima de primera mano.

Al trabajar con una sustancia prohibida por ley, la cantidad de riesgos que se asume es muy alta.
Y la MDMA no convierte a sapos en princesas, ni a malos terapeutas en buenos, aunque per se ofrezca experiencias muy especiales, no es una poción mágica.

En cuanto al otro terapeuta o futuro terapeuta, me decía que si no era una forma cómoda y una sencilla trampa el hacer creer que prácticamente todas las sustancias que han sido prohibidas "tras largos años de estudio sobre su peligrosidad" (textual), ahora resultaban buenas cada una para una cosa y algunas como la MDMA las pretendemos hacer pasar por la panacea de los problemas emocionales, que casualmente todos tenemos en mayor o menor grado en algún momento de nuestra vida. Me daba a entender si no estábamos luchando por que se aceptase nuestro placer químico, o peor aún si además de eso estábamos creando nuevas enfermedades con tal de que encajasen el el perfil de la acción de estas sustancias. A esta persona la emplazo para cuando escriba la entrada sobre las farmacéuticas y ese aspecto de su negocio.

Personalmente tiendo a pensar que uno de ellos, el primero, es una persona que en un momento dado experimentó con la MDMA, seguramente en un contexto lúdico, y busca ahora seria formación.

Y que el otro no ha experimentado los efectos de una generosa dosis de MDMA, pues creo que de ser así no haría tales preguntas.
También al segundo e interrogante proto-terapeuta, que me bombardea con preguntas de corte psicoanalítico y parece estar muy convencido de que todo al final se reduce a ese paradigma, le aconsejaría leer algunos libros, no de opinión y ensayo sino de ciencia, y alguno más de historia de la prohibición, si me acepta el consejo, al menos para que tenga información real sobre cómo y por qué se prohibieron cada una de las sustancias prohibidas.

Podría dar una respuesta con lo que yo pienso, con argumentos basados en la propia experiencia y en la ajena, pero creo que viene de perlas la descripción que hace Alexander Shulgin de una "sesión" con MDMA en su libro "Pihkal" (Phenetilamines I Have Known And Loved, o Feniletilaminas Que He Conocido Y Amado), que aunque de momento sus dos grandes obras, "Pihkal" y "Tihkal", sólo se encuentran disponibles en inglés, creo que en un tiempo vamos a poder disponer de ellas en castellano, ya que según me ha comentado un amigo, la gente de la Editorial Amargord están ya traduciendo estas dos joyas únicas de la psicofarmacología, y al parecer cuentan incluso con el visto bueno de su autor, con quien se pusieron en contacto.
Espero que el resultado sea bueno y ayude a expandir toda la magia que se encierra en ese par de mundos de las Feniletilaminas y las Triptaminas, al mundo de habla no inglesa y sí hispanohablante.

Cuenta Shulgin en Pihkal que la mujer de un conocido suyo, que sabía de su trabajo con psicoactivos y de su interés como investigador, le llamó un día preguntándole si ella y su hijo mas joven podrían tener unas horas de su tiempo, para poder hacerle algunas preguntas.
La mujer, a la que llama Janice, era la que tenía interés o necesidad en hacerle esas preguntas, y su hijo la acompañaba para darle un poco de apoyo moral ya que él estaba un poco más puesto al día en el tema de drogas.
Shulgin propuso que se reunieran esa misma tarde y ellos aceptaron. Dice Shulgin, en base a su experiencia, que cuando ha llegado el momento, se hace inconfundiblemente evidente que es la ocasión oportuna.

Janice, su hijo y Shulgin se reunieron y tomaron 120 miligramos de MDMA, y el hijo se fue por su cuenta a disfrutar la experiencia, dejándoles solos a Janice y a Shulgin.
Al cabo de 30 minutos, que es el punto en el que se notan las primeras señales de actividad de la sustancia, Janice no daba muestras de estar bajo el efecto de nada, e igualmente ocurría a los 40 y 50 minutos posteriores a la ingestión.
Janice se quejo de tener la garganta seca, y aunque Shulgin le trajo un vaso de agua no mejoró.
Luego se quejó de tener algo de dificultad al respirar, y su anfitrión le dijo que respirara lo mejor que pudiera, pero se dio cuenta por la imagen reflejada en una ventana que ella no tenía problema en respirar cuando él no la estaba mirando.

Salieron a caminar por una colina cercana que se usaba para almacenar leña. Había varios carteles con el aviso de la prohibición de fumar como advertencia para evitar incendios.
Janice preguntó: ¿Crees que yo fumo demasiado?
Shulgin le contestó: ¿Tú crees que fumas demasiado?
Ella le dijo que no, que no lo creía, y él le dijo que entonces lo más probable es que no fumase demasiado.

Había pasado una hora desde la toma de la MDMA y no había ni rastro de la actividad de la droga.
Entonces apareció la pregunta no esperada, la que rompía los diques de contención.
Janice dijo: ¿Es correcto estar viva?
A lo que él le contestó: ¡Por supuesto que es correcto estar vivo! ¡Es una bendición estar vivo!

Ahí estaba la bomba... Janice cayó en picado dentro del efecto de la MDMA y comenzó a correr por la colina, gritando que era correcto estar viva!!
Shulgin se acercó hasta ella y vio como su cara estaba radiante. Ella le contó parte de su historia personal, que ambos conocían ya, pero con la que ella nunca había conseguido sentirse en paz.

Janice había nacido mediante cesárea, y su madre había muerto durante el parto. Y durante sus 50 años de vida había convivido con el sentimiento de culpa y el trauma de que para que ella estuviera viva, su madre tuvo que morir.
Janice llevaba en terapia unos 3 años, básicamente tratando este problema, y aparentemente lo único que necesitaba era ser consciente de que era correcto estar viva, que no era culpable de nada.
Shulgin no supo de ella en un par de meses tras esa tarde, y entonces recibió una llamada de ella en la que le contaba como se sentía increíblemente en paz consigo misma, y que había abandonado la terapia que previamente había estado siguiendo.

Hasta aquí, la historia que cuenta Shulgin en su libro.
Y retomo la pregunta inicial de esta entrada: ¿Por qué MDMA para la psicoterapia?
La primera cosa que me viene a la cabeza, es que seguramente Janice, había escuchado de cualquiera a quien se lo hubiera contado, terapeuta incluido, que era totalmente correcto estar viva y que ella no tenía ninguna culpa de las circunstancias de su nacimiento.
Pero eso que es tan elemental y que parece que cualquiera sería capaz de ver, posiblemente estaba siendo manejado en un plano exclusivamente racional: es la respuesta lógica.

Aunque lo que marcó la diferencia fue que en esa ocasión, la MDMA permitió a esa mujer sentir, entender con una plenitud que superaba el simple razonamiento, descubrir con cada átomo de su cuerpo, que era una bendición estar viva.
Y que lejos de sentirse mal por ello, debía dar gracias con cada paso por el milagro de la vida que ella tenía, y ser feliz.

La MDMA creó un estado en el que todo eso que estaba hirviendo dentro de Janice encontró, en un contexto adecuado y dentro de un objetivo que ella misma se había propuesto, la salida y además la respuesta. Una respuesta que no se basaba en palabras sino en la experiencia de la maravilla de vivir, del regalo que era y lo afortunada que se podía sentir por ello.

Esta historia no pretende justificar, ni de lejos, todas las posibles aplicaciones que puede tener la MDMA en diversos problemas, personales, de pareja, afectivos, de ansiedad, de sufrimiento por diversas causas, y de personas que se encuentran afrontando el momento de su muerte.

Sólo quiere ofrecer una idea de lo que una tarde de charla en ese estado, puede llegar a obrar en la vida de una persona, y no es más que un solo ejemplo.

Esto tampoco pretende negar su capacidad lúdica, o cuestionar su uso en ese aspecto (ni tampoco promocionarlo), que es el más común y que en condiciones inadecuadas puede traer problemas.

Quede como grito de alguien -yo- que no alcanza a comprender cómo mientras aún hay personas que están sufriendo psíquicamente por diversas razones susceptibles de ser "curadas" con ayuda y esta sustancia, su uso terapéutico y la investigación en sus posibilidades no hace más que ser una simple anécdota.

Y ojalá esta entrada sirva para que algunas personas, terapeutas o futuros terapeutas, se pregunten sobre ello y se imaginen por un momento las posibilidades que tendrían si pudieran usar una sustancia que puede hacer que la gente "viva en sus carnes, en todo su ser" aquello que normalmente sólo les llega como palabras, que se estrellan tantas veces en los mecanismos defensivos de las neurosis que están generando el sufrimiento de tantos pacientes que no son capaces de despegarse de esa capa de dolor que les cubre.

Tal vez unos cuantos de esos terapeutas, lleguen a interesarse lo suficiente como para investigar más, y ojalá algunos lleguen a tener el valor de usarla cuando el convencimiento de su utilidad sea una fuerza ética que les mueva a utilizar cualquier recurso que crean que puede aliviar el sufrimiento, por encima de consideraciones menos importantes... y mucho menos humanas.

Gracias Shulgin (y otros muchos).

lunes, 15 de octubre de 2007

Empatógenos y entactógenos

Todo estaba ya vendido tras la explosión de los años del movimiento hippie.

Aquella revolución, más emocional que de otro tipo, que absorbía como una esponja todo lo que pudieran suponer nuevas formas de vivir, de percibir las cosas, de pararse y pensar en la vida que realmente querían llevar sus protagonistas, había hecho que el mundo occidental comenzando desde el país más industrializado y armado del mundo se encontrase ante generaciones de jóvenes contestatarios que defendían unos valores que al ciudadano medio le sonaban casi marcianos, y al establishment (gobierno, ejército y otras instituciones) no les hicieran ninguna gracia.
Hablar del flower power en mitad de un guerra como Vietnam, era un absurdo tan colosal para el paradigma existente que sólo las mentes menos endurecidas, por los patrones de comportamiento imperante, parecían capacitadas para llegar a él.

Sería arrogante decir que aquella explosiva mezcla de juventud, idealismo, liberación en lo sexual y el querer buscar verdades absolutas nutriéndose en culturas lejanas con enseñanzas propias de iniciados, místicos y trascendentes, fue algo provocado por una droga como la LSD en principio y otras similares posteriormente. Pero hay una parte de verdad en ello.
Esas sustancias llegaron al gran público en un momento concreto, en que las bases para un gran movimiento que hiciera cara a los obsoletos valores impuestos, estaban ahí.



El descontento vital, la falta de motivación, la ausencia de una verdadera espiritualidad en una sociedad medible en dolares y misiles, ya estaban ahí. Ya sabíamos que habíamos roto el átomo, y que disponíamos de poder para destruir el mundo varias veces. Por primera vez en la historia del ser humano, se había llegado a una situación en la que una sola especie, era capaz de terminar con toda la vida en el planeta, con un equilibrio tremendamente frágil como hemos sabido después las muchas veces que estuvimos cerca de un final.

Hasta entonces habían estado a disposición del pueblo, de forma legal o no, varios embriagantes. Alcohol para todos tras la Volstead Act, cocaína que era el lujo y lo exclusivo, anfetaminas para acelerar cualquier evento, y opiáceos, barbitúricos y otros depresores para frenar, relajar y dormir. Todas ellas drogas que hacen que todo corra más rápido o más lento, algunas con una añadida euforia.
Pero aparte de la floja marihuana que venía de México (en los USA), no había a disposición del gran público ninguna sustancia que actuase sobre la esencia misma del ser humano: su alma.

Aunque se conocía el peyote, algunas solanaceas, y tal vez la ayahuasca por algunos intrépidos viajeros como Richard Evan Schultes, no pasaban de ser materiales que estaban reducidos a curiosidades que había en círculos académicos e intelectuales, de forma minoritaria.

Allí llego la LSD, que saltó de los laboratorios a la calle sin pedir permiso, dadas su espectaculares propiedades por las que 1 gramo de sustancia era suficiente para provocar un viaje al centro de su mente a 10.000 personas. Si aquel substrato era gasolina sobre papel, el hijo de Albert Hofmann fue la cerilla que prendió esa revolución, extendiéndola a millones de personas, a las artes, las ciencias, y el espíritu que dejo de ser cuestión de sacerdotes o pastores intermediarios, para ser algo que le era revelado a uno mediante un cubito de azucar con una gota de su LSD.

Tras esos años, la prohibición, la represión, y la perdida de fuerza y vitalidad del mayor movimiento contracultural que nuestra historia moderna haya conocido, todo estaba vendido.
A esas drogas que aceleraban, a las que frenaban, a las que desinhibían, se les añadió una nueva familia de sustancias y plantas que fueron los mal llamados "alucinogenos". Pronto surgieron voces que negaban ese nombre en base a sus efectos, y se barajaron decenas de ellos, de los que finalmente quedaron neologismos como psicodélicos, que se cambió a psiquedélicos para evitar lo peyorativo y alusivo a enfermedad mental de la raíz "psico", y el último y más acertado: enteógenos.

Todas las drogas que se creaban por los magos de la química y sustancias que se encontraban en diversas fuentes vegetales y animales, encontraban acomodo en alguna de las categorías ya establecidas. Cada una con sus matices, pero en lo básico encajaban en una u otra etiqueta.

Había una unica excepción, y esta era la MDA (podría decirse que la madre del MDMA). Si bien sus efectos llegaban a ser enteógenos, tenía el presagio de algo suave. Podía y provocaba visiones, pero al mismo tiempo había algo diferente en su acción sobre los afectos humanos. Se la llamó "droga del amor" y también "la droga mas suave de América" (Mellow Drug of America), posiblemente esto último aprovechando el acrónimo de sus siglas químicas.

Cuando se dio el paso de ilegalizar los enteógenos, se ilegalizaron todos los conocidos, y la MDA entre ellos.

Pero en los círculos químicos y psiconaúticos de la época, algunos valientes seguían sintetizando y probando diferentes sustancias. Y algunas personas habían resintetizado una creación de final del siglo XIX y posteriormente patentada por los laboratorios Merck, que había sido un hallazgo circunstancial y al que no le dieron utilidad.
Era la versión N-Metil de la MDA, la ahora conocida MDMA.

Shulgin la sintetizó en los 60, pero tardó algo en probarla. Los informes sobre sus efectos eran extraños, y no encajaban con las drogas enteógenas en muchas cosas, pero al mismo tiempo todos indicaban que la sustancia tenía "algo mágico".

Los atrevidos que tomándola e informando allanaron el camino, fueron pequeños grupos en un principio, de químicos, psicoterapeutas y aficionados a la psiconaútica.
Y fueron estos grupos reducidos quienes expandieron su uso, sobre todo entre psicoterapeutas, habiendo uno de ellos que fue la persona que inició en el uso de esta sustancia a más gente: Leo Zeff. Él fue el más apasionado defensor y usuario de la MDMA en psicoterapia, por supuesto de forma "underground" ya que asumía un riesgo al usar un compuesto que no estaba autorizado como medicamento, aunque no había sido prohibido aún.

¿Qué tenía de mágico la MDMA?
No dejaba de ser un psiquedélico en cierta forma, ya que su efecto sobre la conciencia era indudable, pero lejos de provocar colosales viajes a las raíces del subconsciente, provocaba en el sujeto un estado de relajación psicológica, deshacía las barreras que contienen nuestros "lugares problemáticos", creaba un estado de empatía entre los que compartían el momento, favorecía especialmente la comunicación y eliminaba el miedo al "juicio ajeno", permitiendo alcanzar niveles de autoconocimiento y sinceridad con uno mismo y con el terapeuta desconocidos hasta entonces (sin tener que pasar por todo lo que implicaba una sesión con LSD), y se centraba la experiencia en todo aquello que tuviera que ver con los afectos. Era una experiencia esencialmente relacionada con el amor en todas sus facetas.
Todo eso en un clima tranquilo, manejable y de duración media-corta.

Como metáfora se podría decir, que frente al LSD y otros similares, que actuaban sacudiendo como un terremoto la casa desde los cimientos al techo, la MDMA iba limpiando habitación por habitación, sin esconder nada bajo la alfombra.

Tenían en sus manos una clase totalmente nueva de compuesto en lo que a efectos se refiere. No existía una etiqueta en la que poder incluirlo.
Y lo que era y es peor aún: no existe ninguna sustancia capaz de mimetizar los efectos de la MDMA que este disponible en el arsenal terapéutico.

Es posiblemente la mayor joya de la psicofarmacología, hasta el punto que se la llamó "la penicilina del alma".

El primer nombre que se acuñó para referirse a este compuesto, y a los futuros compuestos similares en efectos, fue el de empatógeno. Basada en el griego, esa palabra venía a indicar que generaba un estado en el que la persona era puesta en contacto con su "patho", que quiere decir sensaciones, sentimientos, percepciones y también sufrimiento.
Expresaba al mismo tiempo la capacidad de provocar empatía de la sustancia, aunque este no es su único efecto.

Y así fue en un principio conocida esta nueva familia psicofarmacológica.

Pero si bien en los años 70 su uso estuvo restringido a pequeños grupos, en los 80 se expandió junto con ciertas nuevas corrientes de pensamiento, llegando a ser conocida por un publico mayor, y con esas deliciosas propiedades, consumida por mucha más gente.
Eso motivó que la DEA pusiera sus ojos sobre ella y la prohibiera, haciendo uso de poderes especiales que le permiten prohibir algo, y tiempo después, explicar las razones.

Ese acto fue el equivalente, como en otras tantas sustancias, a asegurar su éxito en el mercado negro. Mientras que había sido un fenómeno localizado, tras su prohibición se disparó su consumo, y la síntesis de otras moléculas de efectos similares -buscando evitar la ley- como la MDE, MBDB, y otras variantes anfetamínicas que tuvieran alguna semejanza. Esto llevó a su vez, años después, a la promulgación de la Ley de Análogos, por la que quedan prohibidas todas las sustancias que se puedan considerar análogas químicamente (con una manga muy ancha para los prohibicionistas), existan o no, y también cualquier sustancia que pueda ser usada para buscar una analogía en sus efectos.
Es decir, una ley tan abierta e inconcreta que, si quisieran, podrían prohibir el chocolate.

Mientras en España, apenas habían llegado algunas cápsulas de MDA a Ibiza y Valencia, vendidas como droga del amor, mescalinas, mescalinas orgánicas y otros nombres promocionales diversos, que tenían el precursor de la MDMA y una buena dosis de cafeina.
Pero en menos de 5 años, se pasó de eso, a tener MDMA circulando por toda España, dándole a una juventud que no había tenido relación con sustancias que actuasen sobre el alma (aparte del hashis marroquí), una droga perfecta para salir de fiesta al ritmo de una música pensada y usada para potenciar los efectos de esta droga.
No sólo les daba estimulación por su parte anfetamínica, sino que les otorgaba un sentimiento de comunión grupal, de rito colectivo, de unidad en definitiva, que era la versión actualizada y sin complicaciones de los años dorados de la LSD en los USA.

Aunque actualmente se han sintetizado muchas moléculas relacionadas con la MDMA - últimamente la familia de las beta-ketonas como la Methylona, bk-MBDB, bk-MDE y sus variantes, ninguna ha conseguido reunir la sinfonía de efectos que esta tiene.
Ciertamente algunas aumentan la empatía, otras estimulan, otras te hacen tener buenos momentos de reflexión pero sin comunicación... no hay ninguna que mejore la complejidad y magia de la MDMA.

Volviendo a la cuestión inicial, sobre la forma de llamar a estas sustancias, el termino inicial de empatógenos fue cuestionado por algunas personas, entre ellas David Nichols, uno de los mejores activos en el estudio y creación de nuevas sustancias enteógenas.

Había dos razones que se argumentaban al respecto.
La primera, como en el caso de psicodélico vs. psiquedélico, era evitar la connotación peyorativa que el termino "patho" podía añadir, ya que en medicina se usa principalmente para referirse a la enfermedad o al agente causante del mal (patología, cardiopatia, etc.), y la segunda se refiere a la pluralidad de acciones que causa la MDMA, y que si bien suele provocar empatía, no es ni la única ni la más importante de sus acciones, siendo considerada por algunos como una especie de "efecto secundario".

Nichols propuso el término entactógeno, también de origen griego pero con la raíz "tacto" argumentando entre otras cosas, que la sustancia generaba un estado en que el sujeto se ponla en contacto con su material psicológico interno, sacándolo a flote y facilitaba los estados introspectivos.

En la actualidad, parece que el término entactógeno ha ido ganando aceptación frente a empatógeno, si bien ambos términos son equivalentes ya que se usan para referirse a las mismas sustancias y efectos, pero en la literatura científica parece ajustarse mejor el neologismo acuñado por Nichols. Tal vez en un futuro, la ingeniería química nos brinde moléculas que encajen en un grupo y no en otro, dejando así de ser sinónimos en la práctica.

Es la historia de una curiosidad lingüística que al mismo tiempo nos trae a la realidad de un mundo en el que los profesionales de la salud, y en último término los pacientes, no pueden disponer de ningún fármaco que tenga esos efectos. Mientras en cualquier país europeo, se consumen cientos de miles de pastillas de éxtasis o similares cada fin de semana, probando de facto su seguridad, ya que a pesar de los peligros de un mercado negro y de la falta de control sobre esas sustancias, los casos de muerte o problemas son anecdóticos estadísticamente y no responden normalmente a situaciones de consumo inteligente, en el que se maximizan los placeres y se minimizan los riesgos.

En el plano médico, por último, hay sustancias que controlan los síntomas y otras que actúan sobre las causas. Unas tapan y otras curan.
Posiblemente los mayores enemigos de una hipotética legalización de la MDMA, sean aquellos que se hacen de oro vendiendo antidepresivos.

viernes, 16 de marzo de 2007

De falsas amistades y otros parásitos

Esta entrada es en cierta manera la continuación de la anterior, en la que narraba como la inspiración llego a la mente de un genio por el camino menos esperado.
Hoy toca contar algo sobre sus trabajos, sus relaciones y el castigo recibido por haber hecho algo, que no estaba dentro de lo correcto para la ideología de sus antiguos "amigos": negarse a restringir el conocimiento y la información.

Sasha, que es el apodo cariñoso por el que llaman sus amigos a Alexander Shulgin, tras sus años de estudios en diversos campos, acabó por trabajar para la Dow Chemical Company principalmente, aunque siempre siguió en contacto de una u otra forma con la universidad.

A la Dow Chemical Company, le hizo un "regalo": el mexacarbato.
Era el primer pesticida biodegradable sintético del mundo. Como es de suponer, además del increíble potencial medioambiental que ese hecho brindaba, ese producto supuso una gran entrada de beneficios para la Dow Chemical.
Era un excelente producto y toda una mina de oro.

Aunque Sasha ya había tenido su experiencia con mescalina, las posibilidades para investigar y trabajar con estas sustancias eran muy limitadas. Pero la Dow Chemical le premió dándole libertad de investigación. Eso era el equivalente a darle un laboratorio y a ser pagado por hacer lo que más le gustaba: investigar con nuevas sustancias y crear.

De esos años, en los que la opinión pública estaba siendo ya polarizada ante la existencia de esa nueva familia de sustancias que no eran narcóticos ni estimulantes, sino fármacos que permitían ampliar las barreras habituales de la percepción y el pensamiento -con la LSD a la cabeza-, Sasha sacó grandes provechos para su trabajo.

Partiendo de la molécula de la mescalina, inició sus investigaciones. Buscó otros compuestos familiares que ya hubieran sido sintetizados, ensayó otros nuevos, y creó en el año 63 a su particular "hijo problemático": el DOM o STP.

Esas siglas, DOM, son la abreviatura de 2,5-dimetoxi-4-metilanfetamina. Y el nombre que recibió su creación en la jerga de la calle, STP (otra abreviatura), tiene según que fuentes se consulten, diferentes orígenes. Para algunos la palabra STP viene de Serenity-Tranquility-Peace (Serenidad, tranquilidad y paz) o de Super-Terrorific-Psychedelic (Psiquedélico Superterrorífico) por su potencial y los efectos de la sustancia. Según otros el origen es Stop-The-Police (algo así como "Alto! La policía!" o "Parad a la policía"). La verdad es que esto no tiene mucha relevancia y la cosa no está clara, simplemente los químicos clandestinos y los traficantes necesitaban una "marca" para el nuevo producto, y escogieron esa.

Para Sasha, fue el gran descubrimiento. Una anfetamina que copiaba en parte la estructura de la mescalina con un cambio en el 4º carbono del anillo de benceno, y que resultó ser de una potencia estruendosa y una duración mayor a la de otros enteógenos conocidos. Su rango de dosificación oscila entre los 3 y los 10 miligramos para una experiencia de entre 14 y 20 horas de duración, aunque con menos de 3 miligramos ya resulta activa.
La posición del 4º carbono fue el gran descubrimiento en cuanto a bioquímica y metabolismo, y la otra de sus grandes creaciones también se basa en él, la conocida 2C-B -también llamada Nexus, Bromomescalina o Erox- y toda su familia de semejantes químicos.

Por primera vez, una sustancia creada por él, irrumpía poco después en las calles. No se sabe si porque copiaron su patente, o porque se hicieron con la idea en una seminario que Sasha dio en la universidad John Hopkins. Tal vez porque otro químico había seguido el mismo razonamiento, aunque parece improbable.
Lo grave es que esta sustancia, cuya dosificación era muy baja comparada con otras drogas similares, tenía un tiempo de subida muy largo. Podían pasar hasta 3 ó más horas sin que diera señales de su actividad.
Al mercado clandestino llego en pastillas que contenían hasta 20 miligramos.
Si 4 ó 5 miligramos eran suficientes para producir una experiencia colosal, de larguísima duración, 20 miligramos era sin duda una cantidad salvajemente desmedida.
Eso ocasionó que muchos usuarios de drogas, que estaban acostumbrados al rápido efecto de drogas como la LSD o la psilocibina de los hongos psilocibe, tomasen sobredosis de DOM, pensando que tras pasar dos horas sin efectos, les habían vendido algo de poca potencia o que la cantidad era insuficiente (ventajas del mercado negro y la guerra contra las drogas...).
Eso llenó las salas de urgencias de los hospitales de personas aterrorizadas en experiencias que sobrepasaban a todas luces lo que podían esperar, y en manos de médicos que no sabían a que se enfrentaban, y que pensaron en un principio que era alguna sustancia de la familia de la escopolamina (alucinógenos en sentido estricto).

No fue la única molécula con ese potencial. Luego vinieron otras que superaban en potencia por unidad de peso y en duración a ésta, siendo la más potente de este grupo la DOI, que tiene un átomo de Yodo en su 4º carbono, y el margen de dosificación está entre 1 y 3 miligramos, que provocan una experiencia de entre 18 y 30 horas de duración.

Años después, Sasha tuvo su mágico encuentro con la MDMA, a la que apadrinó, y más tarde, en 1974 creó la ya mencionada 2C-B.

Pero volviendo al inicio y sentido de esta entrada, Sasha tras esos años se había convertido ya en un referente para el mundo químico y en especial para el de las drogas enteógenas.
Durante el tiempo que las restricciones legales no impedían investigar como actualmente ocurre con esas sustancias, o incluso con sustancias que aún no han sido creadas pero pueden ser parecidas (con lo que eso conlleva), Sasha dispuso de su laboratorio en Dow Chemical, o de otros en universidades.

Pero el tiempo hizo que conociera a un jefe local de la DEA, la organización usana que decide lo que es malo y lo que es bueno en el mundo de los fármacos y los vegetales. La buena relación con este, sumado a que colaboró con esta organización facilitándole muestras de diferentes sustancias que él sintetizaba a petición de ellos, hizo que le concedieran una licencia de investigación del máximo grado, con la cual podía investigar y trabajar con cualquier compuesto, prohibido o no, así como sintetizar aquello que se le antojara.

Esa relación en la que Shulgin llegó incluso a escribir en el año 88 el manual que sería el libro de cabecera de los agentes de la DEA en materia de sustancias -un magnífico trabajo llamado "Controlled Substances: A Chemical and Legal Guide to Federal Drugs Laws"- o a participar en juicios como perito químico para la DEA, se truncó de la forma más inesperada, en la que posiblemente Sasha había pecado de ingenuidad.

En su casita, Sasha tiene un cobertizo donde trabaja con estas sustancias. No las vende, no hace negocio con ellas. Solamente investiga, sintetiza, estudia, crea.
Pero en el año 1991, Sasha y su segunda y actual esposa, Ann, publicaron un libro único hasta el momento en el mundo.
Era "Pihkal". Un compendio en el que, de forma novelada para evitar problemas, contaba su vida y sus experiencias con las sustancias, su pensamiento -claramente liberal frente al del gobierno-, y además la mitad del libro contenía información exacta sobre como sintetizar, los efectos, las dosis y otros comentarios, referentes a 179 feniletilaminas psicoactivas.
Entre ellas, la MDMA, la 2C-B, la DOM... y otras muchas.

La mayoría de las rutas de síntesis que él publica en ese momento, ya estaban descritas en la bibliografía existente, y las otras eran conocidas o iban a ser publicadas en breve en las revistas especializadas.
Shulgin ponía a disposición del mundo todo su conocimiento en el área de una familia química de sustancias, dándonos junto con ello el relato de su vida e información de incalculable valor para campos como la química, psicología, psicoterapia, farmacología y filosofía también.

La DEA, aquellos que habían sido sus "amigos", y el gobierno usano que encabeza la guerra contra las drogas (y contra todo lo que se mueva), no podían permitir semejante afrenta.
¡Poner ese conocimiento a disposición del resto de seres humanos!

La reacción no tardó mucho en llegar.
Menos de tres años después, la DEA sin previo aviso, se presentaba en su casa para una inspección (ya que tenía esa licencia mágica que permitía a ese hombre avanzar en el conocimiento para todos). Pero esta inspección no fue como las otras dos anteriores que había ya pasado.
Fueron buscando la forma de castigarle, y hombres vestidos con trajes de seguridad, como los de los equipos de guerra nuclear-bacteriológica-química arrasaron aquel lugar en busca de algo que poder usar como prueba contra él. Tomando muestras de todo, y destrozando las plantas y cactus que Sasha cultivaba en su jardín, algunos peyotes que tardan mas de una década en crecer, y que gracias a su licencia podía poseer tranquilamente.

Finalmente lo encontraron.
Ya que la licencia que Sasha tenía le autorizaba a poseer cualquier tipo de sustancia, él realizaba pruebas sobre diferentes muestras de drogas que le enviaban.
Había normas que habían cambiado en esos dos años, se había endurecido más aún la política sobre esas cosas. Y aunque tenía en su casa varios gramos de drogas que eran ilegales, material que en los USA se considera probatorio del consumo de drogas (como poseer una jeringuilla), y otras cosas más que evidentes en el laboratorio de un genio de la química, fueron esas muestras que le enviaban anónimamente las que le costaron el disgusto.

Según las nuevas normas, él no tenía derecho a analizar muestras de drogas que le enviasen otras personas. Para eso, hacía falta una licencia simplemente diferente.
Así que mientras algunos agentes de la DEA arrasaban con su laboratorio intentando encontrar pruebas de un mal uso de su licencia, otros se acercaban a él para pedirle si les hacía el honor de firmarles en sus libros sobre sustancias, el mismo que él había escrito y que la DEA aún usa.

Finalmente fue llevado a juicio y condenado a pagar 25.000 dólares, que era el máximo posible por la falta que había cometido. Pero eso no era suficiente.
También, naturalmente, le retiraron la licencia que le permitía investigar sin limitaciones sobre la química de esas sustancias. La argumentación que se dio, por parte el agente que había encabezado el registro, es que al día siguiente de hacerlo se había sentido mal, decía haberse encontrado intoxicado e indispuesto. Y aunque Shulgin facilitaba a la DEA mucho del material que necesitaban para diversas cuestiones, la falta de un ventilador de suficiente potencia (al gusto de estos señores) en el laboratorio, lo convertía en un peligro para la salud.
Daba igual que ninguna de las otras personas que entraron y respiraron en aquel lugar, o que ni Sasha ni Ann, ni nadie más se hubiera sentido indispuesto, ni ese día ni al día siguiente.

La multa era de menos de 4 millones de pesetas, pero curiosamente y para ser un genio único en su campo, era prácticamente el total de sus ahorros.
Alguien que podría haber tenido millones si hubiera dedicado un par de semanas de trabajo a alguna actividad ilegal, y que había sido quien había formado en varios campos a esa propia organización, apenas podía pagar la multa, que de no ser pagada le llevaría a la cárcel.

El mundo cercano (en el corazón) a este mundillo de las sustancias, se movilizó inmediatamente. Sabían que de nada valía protestar, pero que por una vez podían ayudar a la persona que había sido clave para que muchos conocieran la MDMA, o para que otros hayamos podido probar las creaciones químicas que él ingenió.
Así que es comunidad se movilizó y reunió el dinero de la multa rápidamente, de forma que los Shulgin no tuvieran que perder el poco dinero que tenían, por el antojo egoísta y dogmático de aquellos que no comparten la misma visión de ciertas cuestiones.

Cuenta la mujer de Sasha, la terapeuta Ann Shulgin, que desde ese día no ha vuelto a trabajar con la sensación de estar en absoluta libertad.
Pero eso no les amedrentó, sino que sirvió de animo para que en el año 1997, publicasen "Tihkal", un libro exactamente igual a "Pihkal", pero dedicado a la familia de las triptaminas, como la LSD, la DMT o la psilocibina, con las rutas de síntesis de 55 compuestos.

Actualmente los Shulgin trabajan en un nuevo libro, que será una especie de gran enciclopedia sobre las sustancias psicoactivas.
Entre otras cosas.

sábado, 10 de marzo de 2007

Una vocación gracias al azúcar

Para contar esta historia nos remontamos al año 1944.
Ese año aun daba sus últimos coletazos la segunda guerra mundial, y los USA habían entrado en la contienda contra alemanes, italianos y japoneses, en ayuda de una Europa ocupada inicialmente y más duramente tras la agresión japonesa sobre Pearl Harbour.




Un chico de 19 años, nacido en Berkeley (California), se encontraba sirviendo en el ejército usano, concretamente en las fuerzas navales. Se encontraba en una fragata que servía de protección para los barcos mercantes que atravesaban el Atlántico, cerca de la Azores que era el lugar donde reponían combustible los barcos y submarinos de ambos bandos, turnándose por días.

Sin un motivo aparente, este chico de nombre Alexander, comenzó a sufrir una infección en el dedo gordo de su mano izquierda. Como cuestión médica no era algo de especial importancia, pero una fragata no era el lugar adecuado para tratarlo, más allá de con antibióticos y algunos analgésicos. Con el paso del tiempo, la infección no remitía y se hizo patente que era necesaria una cirugía en su dedo, ya que la infección había afectado al hueso.

Cuando fue posible, Alexander fue trasladado a zona aliada en tierra firme, concretamente a Liverpool para que pudiera ser tratado. Pero por razones logísticas el hospital que podría tratarle se encontraba ya localizado en otra parte, más lejos de la costa. En poco tiempo fue llevado en ambulancia de Liverpool a Watertown, a un hospital del ejército.

Al llegar allí, una enfermera le dio un zumo de naranja para aliviar su sed. Pero Alexander detectó que había una fina capa de un solido cristalino sin disolver en el fondo del vaso.
Inmediatamente pensó, tal vez porque California es productora de buenas y dulces naranjas, que aquella sustancia en su vaso era algún tipo de medicación pre-anestésica o sedante, ya que iba a ser intervenido quirúrgicamente. Una maniobra propia del ejército, se le ocurrió, eso de dar un fármaco escondido en un inofensivo zumo para preparar al paciente ante la intervención.

Decidió probar su masculinidad y ejercer control sobre la situación y sobre la sustancia que le estaban administrando, luchando con su mente contra el efecto de la misma, y no dejándose afectar por ella. Quería ver si era más fuerte que ese fármaco, que evidentemente estaba ahí para dejarle inconsciente y facilitar la labor de los médicos que tendrían que intervenirle.
Él no se dormiría, aguantaría despierto pese a la droga que le habían echado en su zumo.

Y no fue capaz. Aquella sustancia fue claramente mas poderosa que su decidido control sobre la situación. Cayó en un profundo sueño, en un letargo semi-comatoso en el que cualquiera podría haber hecho lo que quisiera con él.
De hecho cuando despertó, ya había sido operado de su dedo infectado, y no recordaba ni las inyecciones anestésicas que le pusieron antes de iniciar la operación.

Después de aquello, hizo dos descubrimientos. El primero es que había poca comunicación entre la logística de los ejércitos aliados, y que eso le supondría tener que estar una temporada esperando su regreso a casa, mientras los habitantes de aquel lugar, al verle en el bar con su brazo vendado, le invitaban a unas rondas. ¿Qué menos podían hacer por alguien que había ido a luchar por ellos y había sido herido en su brazo?

El segundo descubrimiento marcó su vida.
Aquel fármaco anestésico que le habían dado camuflado en el zumo de naranja, era sólo azúcar.
¡Azúcar! Había sido enviado sin ser capaz de evitarlo al mundo de los sueños por un poco menos de un gramo de azúcar sin disolver.

El hecho de creer que un placebo como el azúcar era una potente droga narcótica, había sido suficiente para dejar fuera de combate a todo un chavalote que se había propuesto conseguir vencer el efecto anestésico del... azúcar.

Eso le hizo darse cuenta de que el principal factor en el efecto de una droga psicoactiva es la propia mente del sujeto que la recibe. Y lo que derivó de este suceso terminó por decidir cual sería su rumbo en la vida. En los años anteriores a su entrada en el ejército, en sus estudios pre-universitarios ya había elegido materias como química, matemáticas, física y psicología, con la secreta intención de poder hacer algún día sus estudios de química orgánica. También es probable que eligiera estas asignaturas porque eran las que se le daban bien: todas aquellas que seguían procesos lógicos y no se guiaban por normas arbitrarias, eran las que le hacían brillante.

Ese chico, que ahora tiene un pulgar izquierdo media pulgada más pequeño que el derecho, se llama Alexander Shulgin, y es el psicofarmacólogo y químico más influyente de los últimos 50 años en la escena de las drogas y del estudio de los estados alterados de conciencia.
Aquel shock del descubrimiento de que no había sino azúcar en aquello que le había provocado semejante reacción mediante la sugestión auto-inducida de que era una potente droga, le hizo decidir en aquel mismo momento y con total convicción, que las drogas serían las herramientas más interesantes para poder estudiar esos fenómenos en la mente, y que ya que esos procesos dependían de lo que ocurría en el cerebro, lo ideal sería convertirse en una mezcla de farmacólogo y psicólogo. Y así lo hizo.

Al volver del ejército, entró en la universidad y en 1954, con 29 años, se había doctorado en bioquímica, y completo sus estudios con post-doctorados en farmacología y psiquiatría.
Años después, a finales de los 50, tuvo su primera experiencia con un enteógeno: 400 miligramos de sulfato de mescalina.
Ese fue el gran último golpe de timón para un barco que ha marcado, a su manera, la vida y la conciencia de muchas personas con sus aportaciones y sus creaciones, algunas únicas y inexistentes en el universo hasta que sus manos y su mente las hicieron realidad.

Próximamente seguiré contando como este padrino de la MDMA y creador de la 2C-B ha vivido creando y luchando desde su lugar contra la ignorancia y el daño que crean al tejido social la perdida guerra contra las drogas, exportada desde su país el resto del mundo.

jueves, 1 de marzo de 2007

Testosterona. La droga menos pensada.

Hoy voy a hacer algo que parece que puede salirse del contenido implícito de este blog: voy a hablar de una hormona. ¿Qué diferencia a una hormona de una droga? Nada y todo. Ambos son conceptos aceptados para referirnos a funciones de determinadas sustancias, pero químicamente no hay nada que nos diga que una molécula es una droga o es una hormona. O ambas cosas. Droga, en la acepción castellana del término, que proviene del sajón "drug", tiene en principio el mismo significado: fármaco o medicina. Un significado neutro en su carga moral, que poco a poco ha ido cambiando para referirse a las sustancias que provocan un efecto sobre la psique del sujeto que la disfruta o la sufre. Para el diccionario siguen siendo válidas ambas acepciones, y sólo las delimita semánticamente el contexto en el que se encuentran. 

 Una hormona, por su parte, puede ser también un medicamento y tener sin duda efectos sobre la psique del ser humano. Pero es una palabra creada para referirse a esas sustancias que son creadas por el propio cuerpo, y entre cuyos efectos se encuentran el activar, inhibir, modular y regular el funcionamiento de los más diversos órganos, sistemas y funciones de nuestra fisiología. Es por lo tanto una distinción funcional lo que separa a ambas palabras. 

Puede haber hormonas, segregadas en nuestro cuerpo y con función propia, que al mismo tiempo serían drogas en el sentido "habitual" del término, como por ejemplo la DMT que se puede encontrar en el líquido cefalorraquideo y fluido espinal del cuerpo humano, y que es un potente enteógeno si se consume fumado o inyectado. No deben sorprender estas cosas, ya que lo que sabemos nos dice que si algo funciona, que si algo produce un efecto en nuestra psique, es porque esta utilizando los receptores que tiene el propio cuerpo para esa sustancia o para otra muy similar, como ocurre con la morfina y demás opiáceos, las benzodiacepinas como el valium, o la anfetamina. ¿Pero que hace que hable de la testosterona como una droga hoy? 

Durante estos días se ha podido oír y leer en los medios, que los científicos habían encontrado una hormona que podía explicar el comportamiento rebelde de los adolescentes. Se trata de una hormona ya conocida, que se llama tetrahidropregnanalona y se abrevia como THP, que en ratones (de momento las pruebas no han ido más allá) en época adolescente, provoca que el sistema gabaérgico (responsable de la ansiedad o de la falta de ella) esté de lo menos cooperativo para la tranquilidad del sujeto y de su familia. Los científicos no llegan a estas conclusiones. Las suyas se expresan en términos de activación, inhibición, medible y cuantificable de ciertas sustancias, comportamientos, y sistemas cerebrales. Son los periodistas los que transforman estas cifras en especulaciones que pueden usarse en los medios no especializados. Esta hormona es una desconocida para los no especialistas. Pero hay otras, una en concreto, que forma parte del léxico popular, y es la testosterona. 

La testosterona es conocida por ser la responsable de la diferenciación sexual entre hombres y mujeres. Si durante el desarrollo del feto esta hormona aparece, la mujer que somos todos en el inicio de nuestro desarrollo se transforma en un hombre. Los ovarios se convierten en testículos, el clítoris se transforma en un pene, y otros muchos cambios. Llegada la pubertad, y con la explosión hormonal que sufren niños y niñas, la testosterona hace que el hombre produzca pelo en ciertas zonas y de determinada manera, cambie su voz, agrande su pene y sus testículos y comience a producir espermatozoides. Es el paso de la niñez a un estado de inicio de madurez fisiológica, que acabará de completarse pasada la mayoría de edad. En el caso de la mujer, son otras las hormonas las responsables de ese crecimiento y desarrollo, que son químicamente extremadamente parecidas. Una vez que el hombre ya es adulto, la testosterona cumple funciones de vital importancia: desde la activación del impulso sexual (especialmente el de origen visual), el correcto funcionamiento de ciertas glándulas, ciertas respuestas relacionadas con la agresividad y el valor (sin confundirlos), o mantener un mayor nivel de masa muscular con respecto a la mujer, que tiene un mayor nivel de grasa corporal. En el hablar de la calle, la testosterona la relacionan con la potencia sexual, con la capacidad de erección, con la tendencia a los comportamientos menos racionales y mas impulsivos. No están totalmente exentos de razón, aunque no es tan simple. Pero es cierto, que la testosterona es la principal hormona del hombre, y que una buena parte de nuestro comportamiento y de nuestro carácter tienen relación con esta sustancia, segregada por los testículos y las glándulas suprarrenales. 

Para la mujer, aunque no es tan conocido, la testosterona también cumple una función importante en el tema sexual, especialmente en su nivel de libido, aunque el nivel de testosterona que tienen una mujer está entre 10 y 20 veces por debajo del que maneja un hombre. Normalmente pensamos en drogas, y pensamos en sustancias, con o sin finalidad terapéutica, que aportamos a nuestro organismo desde una fuente externa. La testosterona, que se fue aislada y descrita químicamente por Ernest Laqueur en el año 1935, marcó el inició de la investigación en una nueva vía química porque abrió un nuevo paradigma: el de las hormonas o "sustancias mensajeras". La investigación en este campo pronto dio frutos, y se sintetizaron nuevos compuestos de efectos similares, y ese fue el comienzo del dopaje moderno en el deporte. Con estas nuevas sustancias podían hacer que una persona desarrollase una masa muscular muy superior a la que podría generar de otras formas, y la repercusión de eso en los deportes de competición era clara e inmediata. 

En el caso de la mujer, el estudio de sus hormonas y su ciclo (mucho más complejo inicialmente que el masculino) dio como resultado, entre otros, la píldora anticonceptiva que permitió a la mujer elegir y controlar la concepción, y dejar de ser esclava de otros medios o de la aleatoriedad, y poder pasar a gestionar por sí misma su fecundidad. Pero no es el objeto de esta entrada el hablar del dopaje, o de las personas que sufren trastornos como la vigorexia (con un núcleo psíquico similar al de la anorexia) y no pueden evitar el desear verse cada vez más y más musculados, hasta limites que sobrepasan lo estética y saludablemente aconsejable. La razón es hablar de las personas que sufren una falta de testosterona. Esto puede deberse a cientos de causas, algunas más graves y otras menos. Pero el gran problema es la falta de conocimiento de los médicos (incluidos los especialistas, que son los endocrinos) de las consecuencias de esta falta. Los síntomas de la falta de esta hormona se prestan a la confusión. Es cierto que con la edad, el nivel de esta desciende a partir de los 25 ó 30 años, pero a un ritmo lento de un 1% anual. Si te falta testosterona, evidentemente, tu libido va a ser baja. Las típicas erecciones matutinas desaparecen. El interés por el sexo y la actividad sexual disminuye. No es que tu pareja te deje de interesar en ese aspecto, es que no te interesa ninguna (aunque no hay que despreciar el impulso de la novedad en ese aspecto). 




  Por otra parte, tu nivel de activación es bajo. Las ganas de hacer cosas, de salir, de probar nuevas actividades, de hacer las actividades cotidianas inclusive, se cae... se difumina. Existe también un cambio metabólico en la acumulación de grasas, se pierde masa muscular, y también afecta a nivel mental a la capacidad de razonamiento, agudeza y crítica. Y lo que es más grave: se pierde la sensación de bienestar. Las ganas de vivir se transforman en un "ir tirando" que con el tiempo, si no se soluciona, puede agravarse bastante y evolucionar a posiciones y posturas mucho más peligrosas. Es decir, el cuadro clínico de esa falta de testosterona cuando no hay al mismo tiempo un tumor u otra patología que dé señales de existir, es muy fácil de confundir con una depresión. Y ya que la depresión es las enfermedad de nuestra era, lo más probable es que, si la persona finalmente decide acudir a la consulta de un médico, sea diagnosticado con este tipo de mal. Ciertamente, de cada 100 personas que acuden al médico con este cuadro, solo habrá 2 ó 3 que están sufriendo la falta de la hormona responsable de su vitalidad y de la felicidad en el día a día. Pero eso no es excusa para que no se haga un diagnóstico diferencial que acierte con el problema. Lo menos malo que le puede pasar al sujeto, que ha tenido que superar el tabú de reconocerle al médico su falta de deseo sexual, que es estereotipo de masculinidad, y el resto de problemas, es que sea tratado con algún antidepresivo tipo prozac. Esto no hará gran cosa, aunque puede aumentar su nivel de activación y evitar el desarrollo inicial de una depresión asociada a los problemas que su carencia le genera, pero al mismo tiempo le afectará todavía más a su capacidad y deseo sexual, ya que es un efecto secundario propio de los antidepresivos actuales. 

Igualmente le ocurre a la mujer, que puede pedir ayuda por falta de libido o por síntomas parecidos a los mencionados, y que es posible que acabe tratada de la misma forma. Lógicamente, tratar la falta de una hormona como si fuera una depresión, no solucionará el problema; ni siquiera los síntomas. Y aunque el porcentaje de los que con ese cuadro, puede ser mínimo cuando está causado por la falta de testosterona, hay una sencilla forma de comprobarlo. Evidentemente esto no ocurre de un día a otro, pero cuando alguien no responde a un tratamiento antidepresivo, y mantiene el cuadro a lo largo del tiempo (y no parece haber criterios que apoyen la idea de la depresión), los profesionales deberían plantearse que están tratando la dolencia errónea. La duda se resuelve en un par de días: un análisis de sangre, en el que se miren las distintas hormonas, le dirá al profesional cuál es el problema hormonal existente, o le permitirá descartarlo. Y cuando el problema se debía a que la persona no producía cierta sustancia en su cuerpo en cantidad suficiente, el aporte de la misma como un medicamento más, soluciona el problema de los síntomas que pueden hacerle perder las ganas de vivir a alguien. La medicina y su praxis se rige por protocolos, que a su vez están basados en la estadística y prevalencia de cada enfermedad: se detecta más lo más probable. Pero a su vez, estos protocolos deben responder de la funcionalidad de los mismos, y no sólo para un tanto por ciento mayoritario, sino para todos los pacientes. Una última reflexión. Seguro que un análisis de hormonas le cuesta menos al estado que subvencionar el tratamiento de depresión a alguien que no lo tiene, con fármacos en muchos casos que aún están sujetos a patentes y que generan grandes beneficios a las multinacionales farmacéuticas. 

Aunque tal vez el error sea un error de concepto. El bienestar. Las ganas de vivir. La alegría, la ilusión, las ganas de hacer cosas. Al fin y al cabo, la euforia. Dice Shulgin en "Tihkal" que euforia es una palabra que viene del griego, formada por el prefijo "eu" que significa bien o normal, y "pherein" que significa sentirse o encontrarse. En medicina lo opuesto a euforia es disforia, que es el sentirse mal. Muchas otras palabras llevan el prefijo "eu" para expresar que algo funciona bien. Pero la euforia ha llegado a ser entendida en nuestro actual mundo, como un estado de sentirse muy bien, o increíblemente bien, casi en un significado que roza la alegría maníaca, y por lo tanto, algo anormal. Lo que implica esta situación en la que la euforia está considerada algo anormal, que incluso aparece como efecto secundario de algunos medicamentos -sentirse bien es un efecto secundario no deseable, nos dicen- es que el estado normal , común y general de la persona, es la disforia. Tal vez haya sido pedir mucho, desde este modesto sitio, que la sociedad y sus responsables en materia de salud, vuelvan a plantearse la sanidad como la forma de hacer que una persona, de forma integral, pueda ser feliz al menos en el ámbito de lo que su salud puede ofrecerle. Euforia para todos.