Pies de cannabis.
Flipé un rato cuando lo vi. El
ataque era real y el enfermo era un niño convulsionando, no con
convulsiones al estilo “gran mal” pero sí con convulsiones
evidentes: no era una broma ni un montaje.
El chico yacía en su cama
mientras su cerebro dispara “incoherentemente” impulsos
eléctricos que provocan las convulsiones que se observan. Esas
chispas en tu cerebro que hacen que todos los músculos de tu cuerpo
se muevan sin tu voluntad y, mientras, dicha “tormenta eléctrica
en tu cerebro” te está dejando frito el coco, tu cuerpo hace lo
posible por seguir manteniendo las funciones vitales -básicas- como
seguir respirando, para no morir: eso es convulsionar así.
Convulsionar es un síntoma común a
muchos males, y cuya etiología varía en cada caso, pero el
mecanismo final por el que ocurre siendo el mismo siempre. Lo hemos
visto en los casos de niños con distintos trastornos que presentan
epilepsia, siendo posiblemente el más conocido el Síndrome de
Dravet en el que los que lo sufren (1 de cada 16.000 a 21.000 niños)
son aquejados de casi continuos ataques epilépticos, con los daños
de todo tipo que esa situación causa en el crecimiento y desarrollo,
a nivel físico y a nivel cognitivo.
Gracias a la lucha que han
mantenido los padres de niños aquejados con dicho mal, en la
búsqueda de soluciones para sus hijos, el conocimiento de que los
extractos de cannabis eran un remedio tremendamente útil para esos
casos (y que podía serlo para muchos otros) es ahora algo que ya
empieza a ser “conocido por todos”. Y no es para menos, porque
las imágenes de dichos casos no dejan a nadie impasible.
También hemos podido ver lo que el
tratamiento con cannabis podía devolver de calidad de vida a esos
niños, y a sus padres. La mención no es espuria: esos niños tienen
una horrible calidad de vida, pero eso queda transmitido a todo la
familia y en especial a sus cuidadores, que son en la mayoría de los
casos sus propios padres. Imagina lo que es no poder separarte de tu
hijo porque en cualquier momento puede sobrevenirle otro ataque
epiléptico.
O que tu sueño está roto y
fragmentado desde hace años, por cuidar a un paciente de este tipo,
con lo que ello tiene de dañino y de patógeno para el cuidador:
cosas como el “síndrome del cuidador quemado o con burnout” a problemas de sueño y
mentales, en memoria, concentración y estado de ánimo que pueden
destrozarle la vida al más pintado. Es decir, la calidad de vida de
los que cuidan es un elemento básico pero poco atendido entre las
variables que definen la vida del enfermo al que prestan sus
cuidados. Y en muchos casos, sin cuidador o sin un cuidador funcional
y agotado por desgaste, el futuro que espera a esos pacientes es
mucho más duro.
Sin embargo, lo más llamativo de este
curioso caso que nos muestra el vídeo, no es sólo lo bien y rápido
que los cannabinoides -que contiene el remedio que su cuidador le
aplica- actúan sobre las convulsiones, sino la vía de
administración usada: la planta de los pies.
Nunca había visto administrar una
sustancia así, aunque sí conocía de la posibilidad. En concreto,
tenía conocimiento de una persona -mujer- que tenía cierta práctica
en el uso de algunas plantas muy tóxicas (lo contrario que el
cannabis) que se administraba haciendo uso de dicha zona del cuerpo, entre otras. Sin embargo, en el caso del cannabis, no tenía la menor
idea que pudiera ser administrado de dicha forma, o que se hubiera
experimentado con ello: cannabis por la planta de los pies.
¿Y aparte del hecho curioso -y
gracioso o inesperado- de algo así, qué tiene de relevante?
Pues mucho. Y os lo explico claramente
con un ejemplo que saco de mi propia experiencia, al cuidar a
personas que sufrían ataques convulsivos de uno u otro origen.
Estuve como coordinador (de Ocio y Tiempo Libre) en un “campamento
urbano” que desarrolló una asociación de Valladolid que trabajaba
con chicos síndrome de Down y otros problemas médicos, en Cádiz, con el objeto de darles unas mejores vacaciones (y cierto alivio
temporal a sus familias, para que pudieran descansar del agotador
trabajo). Entre esos chavales, había varios que además sufrían
ataques epilépticos, y los había en distintos grados: de la
convulsión como las de ese vídeo, a las de tipo “gran mal” con
violentos movimientos descontrolados. En esos casos, sólo puedes
hacer una cosa (cuando estás entrenado para ello y dispones de lo
necesario) y es sujetar a la persona -evitando en la medida de lo
posible que un golpe de su rodilla, piernas, codos o cabeza, te rompa
las narices o los dientes- y administrarle, por vía anal, un pequeño
enema líquido que contiene una benzodiacepina, normalmente diazaepam.
En los casos más graves, en que las convulsiones adquieren dicha
magnitud, no hay otra forma de momento.
En las menos graves, existen
ya dispositivos que permiten administrar -de forma relativamente
segura para el paciente y el cuidador- una dosis de midazolam (en el
caso del Buccolam) que haga desaparecer o reducirse el ataque
convulsivo, pero se hace administrando con una jeringa preparada para
tal fin en la boca del paciente. Lo otro que puedes hacer, es esperar
a que se le pase mientras llamas al 112 y procuras que no se haga
daño extra. Nada más... hasta ahora.
Cuando vi que la forma de administrar
el remedio era la planta de los pies, flipé mucho tanto porque no
esperaba que la sustancia se absorbiera tan bien y rápido, a nivel
químico y de permeabilidad de la piel, como porque pudiera causar
efecto tan rápidamente. Esto no es tema menor: cuanto menos tiempo
pasa una persona bajo esos estados convulsivos, menos daño sufre su
cerebro y menos posibilidades hay que daños secundarios y
permanentes. Es esencial reducir el tiempo de afectación en esos
casos, y este remedio de cannabis administrado por los pies lo hacía.
Me imaginé a mí mismo en alguno de
los casos en los que tuve que actuar ante algo así, haciendo uso de
mi mayor tamaño y fuerza física junto con una preparación para
ello, e imaginé lo sencillo que hubiera sido inmovilizar solamente
un pie o los dos en uno de esos casos, frente a tener que sujetar a
alguien lanzando sus extremidades involuntariamente mientras le
desnudas lo suficiente para acceder a su ano, y con una mano q tienes
que mantener libre y sin que sea golpeada, administrarle como enema
la ampolla de plástico que contiene el remedio. ¿Lo imagináis? Es
mucho más sencillo “controlar” simplemente los pies que tener
que hacer todo eso. Más sencillo y mucho más seguro para los
cuidadores.
Este tipo de ruta de administración
para el cannabis, posiblemente, sea estudiada en el futuro pero a día
de hoy, no tenemos noticias de que se haya estudiado. ¿Por qué?
Pues porque entre las víctimas de la guerra contra las drogas, no
sólo están sus usuarios voluntarios sino que también podemos
contar a aquellos enfermos que no reciben la mejor opción
farmacológica en su tratamiento por cuestiones derivadas de unas
nefastas políticas de drogas mundiales que han impedido -y siguen en
gran medida haciéndolo- el estudio de las aplicaciones médicas de
centenares de sustancias que han sido prohibidas, y entre ellas el
cannabis.
No es que esa opción sea mala, o que
no merezca la pena estudiarla. Es que aunque sea la mejor y la que
más promete, el arduo camino que debe seguir a día de hoy una
investigación médica con cualquiera de las sustancias fiscalizadas
en la guerra contra las drogas, es desalentador hasta para grandes
organizaciones que pueden -económicamente- permitirse intentarlo.
Para los investigadores en entornos más modestos, simplemente es
algo que no se pueden ni plantear.
Un gramo de psilocibina, por ejemplo,
que es la sustancia que hay en las llamadas “setas mágicas”,
para un investigador autorizado ya (tras años de papeleos) cuesta
10.000 euros. Tú mismo podrías obtener un gramo de esta sustancia,
cultivando las setas en tu propia casa, con un coste ridículo y
desde luego, muy muy inferior al que le piden al investigador. O
puedes comprar un gramo de buen MDMA con alto nivel de pureza por
menos de 50 euros sin salir de tu barrio, pero un investigador
autorizado puede ver como la factura le sube a miles de euros por
gramo. Eso sí que es “abuso de drogas” y del serio, del que
causa daño a la sociedad en general y a personas concretas: los
pacientes que ya podrían estar beneficiándose y sus cuidadores. Ya
son otras víctimas de dicha guerra ignorante y repudiable contra el
conocimiento y la libertad de las personas.
En palabras de David Nutt -que fue el
“zar anti-drogas” de UK durante un año, justo hasta que empezó a
decir la verdad sobre las drogas con datos reales- la cosa es
tajante: “Estamos ante uno de los mayores ejemplos de censura
científica de los tiempos modernos”. Y es que no es para menos,
porque es un fracaso total que el que más difícil lo tenga para
trabajar con drogas, sea precisamente el científico preparado para
ello.
Hace poco, un amigo me comentaba que
había gente en ciertos foros que decía que “el cannabis medicinal
es una mentira inventada por los yonquis para legalizar las drogas”.
A todos ellos y a los políticos responsables de que la población
sea víctima de sus leyes, les dedico este texto y su vídeo: espero que nunca tengan un hijo que necesite una
medicación que las leyes restrinjan injustamente.
Drogoteca.
Texto publicado en Cannabis.es