Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas

domingo, 31 de marzo de 2019

Cambio de paradigma: del yonqui negrata a la abuelita yonqui blanquita.



Del joven yonqui-negrata 
a la abuelita yonqui-blanquita. 



En la prohibición de las drogas durante el siglo XX, los estereotipos sobre sus consumidores fueron vehículos esenciales a la hora de propagar desinformación y de esconder, bajo una cruzada farmacológica, el hecho de darle forma legal a prejuicios raciales. 

En la cruzada de la prohibición de la cocaína, se argumentó que esta droga provocaba que los negros se pusieran a violar blancas. En el caso del cannabis, introducido mayormente por trabajadores mexicanos, se dijo que esta planta incitaba a los mexicanos a matar, y se hizo una ley que se utilizó directamente para controlar al grupo citado (más que al compuesto a fiscalizar). Y el opio, prohibido primero en San Francisco a finales del siglo XIX y luego en 1909 a nivel estatal en USA, pero no prohibieron “la droga en sí misma” sino la forma de consumirla: el opio fumado era propio de los inmigrantes chinos. Sólo prohibieron el fumar opio, pero no el opio en tinturas tipo láudano y otras especialidades, que causaban furor entre los hombres blancos pudientes.

Estos tres casos primigenios de la prohibición de las drogas, provienen del mismo lugar: USA.
Sin embargo, mientras los primeros movimientos prohibicionistas surgían en dicho país (primero contra el alcohol y luego contra otras drogas y/o formas de consumo) y se prohibía el consumo de opio fumado, gente como los grandes médicos y cirujanos (blancos, por supuesto) eran consumidores crónicos de morfina y cocaína puras (de la destinada para uso médico).

Un caso muy conocido de un gran cirujano que estuviera enganchado a todo lo que cayó en las manos, fue William Stewart Halsted, que tras conocer la capacidad anestésica de la cocaína en el ojo a través de los estudios de otro médico (Karl Koller), se dedicó a experimentar con ella de forma tópica y también inyectada, hasta desarrollarla como método fiable de anestesia local para intervenciones. 

De ahí que Halsted acabase enganchado a inyectarse cocaína (la forma más agresiva de consumo conocida), y que un amigo suyo le planease “una cura de desintoxicación” al estilo de 1884, cuando tenía 32 años: le montó en un barco que cruzaba el océano, y se tuvo que comer “el mono” a pelo. De nada sirvió; nada más tocar tierra se volvió a enganchar a la cocaína inyectada.

Tuvieron que mandarle a un “hospital psiquiátrico” (un sanatorio de la época) donde le intentaron quitar el vicio de la cocaína inyectada, a base de morfina inyectada. Y bueno, la cosa funcionó, así que -tras haber sido lo que ahora coloquialmente llamaríamos “un yonqui de cocaína en vena”- acabó entregándose a la morfina en vena, que no provoca el desajuste y los daños que causa la cocaína -u otros estimulantes- en su consumo crónico. En ese momento, en que le dieron de alta en el “sanatorio”, tenía 34 años, su carrera médica -en Nueva York- había terminado para siempre.

Sin embargo, la historia de este joven cirujano yonqui (que era más común en ese grupo laboral de lo que se querría admitir) no terminó ahí, no. Fue uno de los más grandes cirujanos de la historia y siguió usando “enormes” cantidades de morfina inyectada hasta el día de su muerte, aunque no por ello dejar de ser el mejor en su campo. 

Entre otros avances, a Halsted se le reconocen cosas como haber sido el primero en diseñar y usar guantes de plástico en el quirófano, haberse dado cuenta de que el cáncer se podía extender por la sangre, haber practica la primera mastectomía radical (ahora llamada “Cirugía de Halsted” en su honor) en una mujer con cáncer de mama, y haber contribuido de manera decisiva a la asepsia de entorno y útiles, a la cirugía del tiroides y paratiroides, a la cirugía vascular, cirugía del tracto biliar, de hernias y de aneurismas. Entre otras muchas cosas: casi nada para un tipo que se pasaba el día (cada 4-6 horas) chutándose morfina en vena.




En 1890 fue nombrado jefe del servicio de cirugía del recién inaugurado hospital de la Universidad Johns Hopkins, y en 1892 pasó a ocupar el cargo de Primer Profesor de Cirugía de la Escuela de Medicina. Murió de una complicación pulmonar 30 años después, en 1922, sin haber interrumpido nunca su consumo de morfina ni haber bajado -jamás- de 200 miligramos intravenosos al día (equivalente a más de 5 gramos de opio oral, al día).

Es decir, tenemos en la propia literatura oficial un montón de consumidores de drogas que -en contra de lo que la creencia indica- eran personas plenamente integradas socialmente e incluso algunas de las mejores mentes en sus campos. Consumir drogas hasta el momento, no tenía el estigma asociado que, con raciales intenciones, se les creó a partir de las primeras campañas contra cocaína (como producto de uso libre), opio fumado, y cannabis fumado ya que en la farmacia seguía estando presente en tinturas y otras presentaciones.

Desde su inicio en el siglo XIX, estas fueron campañas de acoso racial y persecución de ciertos grupos y minorías, escondidas como cruzadas farmacológicas para el bien público a través de una moral anti-embriaguez. Cuando llegó la hora de oficializar la guerra contra las drogas como paradigma, de la mano de Nixon en los años 70, el motivo de plantear semejante absurdo que ha costado millones de vidas fue el control de “negros y hippies” o en sus propios términos, “dos enemigos: la izquierda pacifista y la comunidad negra”.




¿Qué pasó desde los 70 hasta ahora?

Durante el inicio de la fase más dura y militarizada de la guerra contra las drogas lanzada por el gobierno Nixon, las drogas (bien fuera la heroína del sudeste asiático o la cocaína sudamericana) pasaron a ser un elemento clave, con el peso de un actor geopolítico de primer orden. Su producción y tráfico pasaron a ser motivo de injerencia en la soberanía de terceros países, con la falsa argumentación de que era la oferta la que impulsaba la demanda, culpando de esta forma a los países productores de los apetitos de sus propios ciudadanos.

Se impusieron colaboraciones militares y policiales (con la DEA principalmente) a casi todos los países al sur de USA. Por supuesto estas colaboraciones eran “voluntarias”, pero sin ellas no había pruebas de buena voluntad en la cooperación contra el narcotráfico, con lo que quien no aceptase quedaba expuesto a dos castigos; el primero el de la opinión pública, donde se le retrataba al gobernante como un narcotraficante o alguien integrado en estos grupos, y el segundo el castigo de verte fuera de los acuerdos de cooperación y desarrollo, de los tratados de comercio y del acoso en los organismos internacionales hasta que el país y sus gobernantes, doblaran el cuello y aceptaran lo que USA les exigía. 

Muchas veces, estos acuerdos con los países productores, incluían la fumigación de extensas áreas con potentes herbicidas, muchos cuyo uso estaba prohibido en USA por ser demasiado tóxicos para personas y medio ambiente. Estas fumigaciones causaron, además de desplazamientos en busca de otras áreas de cultivo y daños a las comunidades que allí vivían, la aparición de variedades de planta de coca que eran resistentes a estos compuestos (y rápidamente los narcos les dieron uso, volviéndose inmunes a las fumigaciones).

Y de esa forma, los servicios de inteligencia de USA -junto a otros organismos afines poco conocidos- se vieron dirigiendo las rutas de transporte de cocaína y heroína en medio planeta, con el único propósito de generar fondos no controlados, para operaciones no legales en cualquier país

De aquellos días aún nos queda el recuerdo del hombre fuerte de USA en Panamá, el militar Manuel Antonio Noriega que, tras ser durante unos años la marioneta de USA en dicho país, se creció demasiado y empezó a creerse intocable, volviéndose contrario a los intereses de USA a finales de los años 80. Esto desembocó en la invasión de Panamá y en su captura, siendo trasladado a los USA y juzgado en el año 1992, pasando prácticamente 25 años encarcelado y liberado poco antes de su muerte por motivos de salud. Sirva como ejemplo de lo que el “nuevo actor geopolítico” era capaz de justificar.


A nivel doméstico, en USA, esa época post-Nixon y con los Reagan al mando, fue la de la profecía autocumplida con ayuda de medios, policía y el sistema de justicia. Consiguieron grabar en la cabeza de la población toda una serie de estereotipos raciales sobre consumo de drogas que han estado bien vigentes hasta hace relativamente poco. Si Nixon quería la “guerra contra las drogas” -en su versión de consumo interno- como un juguete que le permitiera violar los derechos elementales de ciertas minorías y grupos, el colectivo afroamericano se llevó lo peor. Los hippies pacifistas habían desaparecido ya y sólo quedaban ellos, encarnando el mito del yonqui.

La imagen predominante en esos años, en el cine y los medios, era la del joven de raza negra que traficaba y además consumía drogas. Cuando eran blancos quienes aparecían en el juego, eran meros traficantes al estilo de Fernando Rey en “French Conection” que no tocaban la droga, salvo como mercancía de interés económico. Pocos eran los modelos negros de “calidad” semejante, como pudo ser el narcotraficante de heroína en USA, Frank Lucas, que fue llevado al cine por Denzel Washington en “American Gangster”, años después.




A la llegada masiva de la heroína en el final de los años 70, le siguió la entrada a sangre y fuego de la cocaína y el crack. La cocaína, en su forma de sal clorhídrica (HCl) se puede esnifar, tomar oralmente, analmente o inyectada, pero no se puede fumar. Para poderse fumar, la cocaína en sal debe pasar un breve proceso químico (calentándola con un álcali -como el amoniaco- que desplace la molécula de ácido) que la deja en la forma de “base libre de cocaína” (freebase) y que sí es susceptible de fumarse, ya que el calor no la destruye -como ocurre con la forma en sal- lo que permite fumarla en una pipa o sobre un papel de plata con el calor de un mechero.




Las distinción no es ociosa, ya que mientras el consumidor de cocaína en sal era el prototipo del encorbatado yuppie (para algunos, la evolución del hippie), en la forma fumable la consumían principalmente las personas con menor poder adquisitivo, ya que su efecto era mucho más intenso y adictivo pero al mismo tiempo, el precio por dosis era mucho menor. 

El crack, como mezcla de base libre de cocaína y bicarbonato sódico (como residuo de elaborarla y al mismo tiempo como vehículo portador, ya que al darle fuego en una pipa permite evaporar la cocaína hecha roca con esa sal sódica). Hay quien afirma incluso que el nombre de “crack” surgió del crepitar que hace la cocaína en esa presentación, al darle fuego en la pipa.

¿Cómo y por qué surgió el crack 
como epidemia 
entre la comunidad negra?

El crack fue la respuesta química a las restricciones sobre ciertos compuestos, necesarios para transformar la base libre de cocaína -extraída de la planta- en clorhidrato de cocaína. Ante la escasez en los países productores de productos para refinar la cocaína hasta ese punto, se modificaron las formas de envío (no sólo a USA, también a Europa) y la cantidad de clorhidrato que se enviaba disminuyó brutalmente, para aumentar la de “base libre de cocaína” sin refinar.

La teoría era que, como ocurría en España, esa base libre sin refinar se refinase haciéndola sal (una forma de purificar un compuesto, cristalizarlo como sal) y se vendiera como tal, ya que conseguir esos compuestos en países no-productores de drogas, no supone ningún problema. Pero la picaresca del mercado se activó y, al poderse fumar en un producto muy potente, en pequeña cantidad y con un intenso efecto inmediato (la vía pulmonar es más rápida que la intravenosa) estaba preparado el cebo de una nueva epidemia entre los grupos de menos poder adquisitivo y cuyo denominador común (además del color de piel) era la pobreza. Mientras que un gramo de cocaína podía costarte 100 dólares y no ser gran cosa, el crack apenas costaba 5 dólares y te asegurabas el efecto (lo contrario arruinaría el plan de ventas en el acto).

Con ese planteamiento, no había que enfrentar el proceso de conseguir compuestos y convertirla químicamente, sino que directamente -con un poco de bicarbonato sódico- estaba lista (en forma de rocas) para ser vendida. Eso eliminaba muchos de los riesgos asociados a tener que hacer esa labor química de purificación, y abría la puerta del mercado tan pronto se recibía la mercancía: todo ventajas. 

El precio barato y el entorno de paro y pobreza, fueron dos de sus principales variables de expansión. Pero hubo otra que era tan importante como estas dos: creer que la cocaína no era adictiva. Hasta el momento, los mayores marcadores de adicción se podían observar en el uso intravenoso de opiáceos, heroína principalmente, y en el alcohol que -al estar socialmente integrado- no despertaba estigma en esos años al tenerse como normal la figura del alcohólico funcional a nivel social.

En parte era cierto; la cocaína no es adictiva de la misma forma que lo es la heroína. La abstinencia de cocaína no precipita un síndrome de abstinencia físico como en el caso de la heroína o morfina, no presenta un cuadro físico demasiado complejo al suspender su uso bruscamente. Pero no por eso era menos adictiva que la heroína; su abstinencia provoca un cuadro psicológico que puede ser tanto o más difícil de superar que el de la abstinencia de la heroína. Y esto es especialmente cierto en las formas de consumo de cocaína más agresivas, como es la inyectada (sólo propia de usuarios de heroína IV en forma de “speedball”) y como es la pulmonar o fumada en el caso del crack o base libre. Es decir, el conocimiento popular de esos años sobre drogas ya había integrado los peligros de la adicción a la heroína, pero estaba aún muy perdido en la forma en que los estragos de la cocaína se iban a presentar.




De aquellos días de la “epidemia de crack” nos quedaron películas como “New Jack City” (traducido en español a “La Fortaleza del Vicio”) en las que podemos ver cómo los propios traficantes que mueven el crack, acaban mezclándose con él hasta su destrucción. En una épica escena de esta película, podemos ver como un personaje del grupo de narcos (un joven negro), se sitúa frente a una pipa de crack cargada y -antes de darle la primera calada- hace profesión de matrimonio con dicha droga, para entregarse a fumarla por primera vez. No sólo eso llamaba la atención, ya que la película termina con el asesinato del narcotraficante fuera del tribunal donde se le juzgaba y -sin pudor alguno- la película cierra con un epílogo en que se dice a los espectadores que “se tienen que tomar acciones decisivas para acabar con los camellos en la vida real”, sentando de nuevo la repetida idea de que “contra las drogas, todo vale, incluso violar la ley y matar”.

No distaba mucho del tipo de mensajes FUD (Fear, Uncertainty, Doubt) que se venían esparciendo sobre la heroína, por los cuales esta sustancia tenía poderes mágicos y bastaba probarla una vez para caer en una espiral descendente sin remisión. No era así, ni en la heroína ni en la cocaína ni en el crack, y culpar a la sustancia de la degradación moral de algunos sujetos no hizo ningún bien en los enfoques que se tomaron para enfrentar la situación, ya que eliminaba el concepto de responsabilidad en el usuario de drogas. Esta misma ausencia de responsabilidad (social, laboral, legal, afectiva) asociada al consumo de drogas más hardcore, sigue siendo una de las motivaciones subyacentes en muchos consumidores de drogas, y perpetuar dicho mito no ayuda a estas personas ni al resto de la sociedad. 

Esa clase de mensajes sobre sustancias con el poder de arrebatarte la voluntad, condujeron a paradojas tan estúpidas como que la cocaína -en forma de sal- tuviera una sanción (por posesión o posesión para tráfico) mucho menor que la del crack o la base libre de cocaína, siendo la misma molécula activa: hasta para drogarse hay clases y no es lo mismo una blanco triunfador esnifando cocaína, que un negro perdedor fumando crack, tampoco para la ley.

Y en esa corriente se llegó a la cristalización de un mito que durante décadas se trato como cierto, los “crack babies” o niños del crack. Estos eran los hijos de mujeres consumidoras de crack, que nacían con bajo peso y trastornos diversos, dando mayores puntuaciones en todo tipo de mediciones de problemas en su desarrollo. 




Por supuesto, la inmensa mayoría de esos “bebés del crack” eran de raza negra o latina y desde su nacimiento se dijo de ellos que “iban a suponer una dura carga a la sociedad” por sus taras y desviaciones, llegándose a financiar campañas de esterilización de usuarias de drogas en edad fértil -vendidas como voluntarias- en las que se les pagaba una pequeña cantidad simbólica a las madres (en su mayoría negras) que no superaba los 500 dólares, a cambio de aceptar la esterilización quirúrgica. Esta idea de esterilizar a usuarios de drogas, no es algo que haya desaparecido: sigue periódicamente saliendo a flote en las peores manos.




La realidad, como muchos imaginábamos y el tiempo se encargó de demostrar, es que los males achacados a la cocaína consumida por las madres de aquellos bebés del crack, eran males que seguían apareciendo prácticamente en la misma proporción si quitábamos el crack de la ecuación. Los problemas achacados al crack, no eran sino correlaciones mal establecidas en que se apuntaban al consumo de una droga, los males de todo un entorno desfavorable de pobreza, falta de formación, higiene defectuosa, falta de expectativas laborales y problemas de salud mental. Los “crack babies” eran otra mentira más, pero que se consideró verdad -mediática y médica- sin que existieran estudios reales que permitieran afirmar que fuera el crack el responsable de lo señalado. Pero la guerra contra las drogas y sus usuarios, siempre se valió de que la narrativa tenía más fuerza que la contra-narrativa, y así quedó el poso en el ciudadano.

El personaje de Dr. House 
como prototipo del nuevo yonqui.

No fue el único pero sí el primero que claramente hacía alarde de usar drogas, especialmente opioides de farmacia, pero no dudaba en usar otras consigo mismo o con otros para los más variados propósitos (desde “research chemicals” a heroína, de hongos psilocibe a ketamina). 




Esta versión médica de Sherlock Holmes -que había sustituido la cocaína inyectada del novelesco detective por las pastillas de farmacia- nos presentaba a un hombre con dolores físicos derivados de un trauma muscular, que había hecho del ser borde y desagradable una forma de vida. Por supuesto, ser un gilipollas no da de comer, así que esa mala actitud se encajaba en un perfil de personaje único con capacidades únicas razonando, que salvaba vidas mientras la suya la calmaba a base de pastillas narcóticas y rompecabezas. Un adicto de alta funcionalidad que, a pesar de su discapacidad motora, era capaz de seducir a las mujeres más bellas que paseaban por su campo visual. ¿Acaso no es un personaje que lo tiene todo como anti-héroe romántico?

Si nos fijamos un poco en las características del personaje, bien podría ser el Doctor Halsted en su siglo XIX, cuya relación con las drogas no fue un impedimento para su alta funcionalidad y para que se le deban creaciones y protocolos que han salvado millones de vidas, en el campo de la medicina. Pero si bien Halsted supo reconducir sus apetitos -una vez que se topó con la horma de su zapato como cocaína en vena- y ser un médico que sólo destacaba por su trabajo, en el caso del Doctor House esto no era así; su sello identificativo -tanto como su bastón- era también la transgresión verbal y la provocación por encima de las normas convencionales de relación social. A ese personaje usuario de drogas le unían ese “estar por encima de las leyes” y una notable falta de “responsabilidad”: estaban dibujando al neo-yonqui de los años 2000 en USA.

Pero no podemos echar la culpa de todo un constructo social (como el del modelo dominante de yonqui) a una sola película o serie. En cierta manera, la serie de House MD que comenzó en el año 2004, mostró durante varias temporadas -que duraron hasta el año 2012- el cambio en la percepción social de las drogas y el nuevo patrón de usuarios: personajes blancos de clase media o media-alta, adictos de opioides de farmacia, eran los principales consumidores de drogas en la serie.




También en “Breaking Bad” (2008-2012) pudimos ver un nuevo paradigma del usuario de drogas, que correspondía al de la zona más rural de los USA, donde la fabricación casera de metanfetamina es el principal vector de uso de drogas ilegales y donde la adopción de los opioides resultó superior a otras partes del país. En esta serie -si bien existe una fuerte presencia “latina” que tiene lógica temática- se vuelve a desdibujar ese retrato del joven negro como principal usuario de drogas, y se apunta a usuarios de raza blanca como impulsores de la demanda (y del comercio) de la metanfetamina en USA.

Debemos recordar en este punto que en USA el consumo de alcohol es algo vetado hasta los 21 años de edad y que no existían otras drogas legales que pudieran ser adquiridas con normalidad. Esto tiene cierta importancia al evaluar cómo muchos grupos de jóvenes -de buena familia- se juntaban para colocarse con las pastillas que les habían robado a sus padres del botiquín o la mesita de noche. 

Prácticamente en todas las casas de las personas que -por su status- podían permitirse tener una correcta atención médica, encontrábamos las mismas cosas que podíamos encontrar en España, recetadas sin especial problema, y alguna más. En lugar de Trankimazin se llama Xanax, en lugar de Stilnox se llama Ambien, y otras como el Valium se llaman igual. A la vez, a los jóvenes en USA se les medica en el contexto escolar -doping cognitivo, doping escolar- con los fármacos "anfetamínicos" del TDAH o Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, casi por rutina.




Para muchos padres, la pregunta no era si a su hijo le hacía falta una droga para funcionar con normalidad, sino si darle una droga le iba a hacer rendir mejor en el competitivo entorno de los estudiantes. De esa forma, y con muchos profesores apoyándolo ciegamente porque les hace más cómodas las clases, los chicos tenían en su medio -entre iguales- acceso al Ritalin (metilfenidato) y al Adderall (anfetamina y dextro-anfetamina); ambos compuestos son estimulantes dopaminérgicos como lo es la cocaína, pero más potentes y duraderos. Y en ese contexto de “botiquines escolares” llenos de anfetaminas y “botiquines caseros” llenos de calmantes, cayeron los opioides (el equivalente en pastillas a la heroína). Todo esto en manos de personas cuyo contacto con cualquier embriagante está legalmente prohibido hasta los 21 años de edad, era un canto a la catástrofe.

Muchos de los ahora consumidores problemáticos de opioides en USA eran chicos y chicas, de familias sin otras problemáticas notables, que comenzaron hace 10 o 15 años, cuando los opioides eran extremadamente ubicuos y estaban -prácticamente- en todas las casas del país donde hubiera un adulto mayor de 35 o 40 años que tuviera una buena atención médica en su seguro. 

Y cuesta un poco culparles por ayudarse en su día a día con el consumo de una droga como los opioides cuando, en su etapa escolar, les trufaron a fármacos para mejorar su rendimiento y les sometieron a una presión impropia para jóvenes en desarrollo. Desde niños, aprendieron a solucionar con pastillas (desde la normalidad y la legalidad del acto) y ese aprendizaje no es nada fácil de revertir.


La abuelita yonqui y blanquita.

La imagen que dejó patente que el paradigma del yonqui -en USA- había cambiado, hasta abarcar grupos y edades que nunca antes habían tenido comportamientos de búsqueda de drogas, fue esta: una pareja de raza blanca por encima de los 50 años de edad, aparecían en un coche casi inconscientes. En el coche (además de las dos personas que necesitaban atención médica urgente) había un niño de menos de 10 años de edad, en el asiento trasero, observando todo.

¿Qué hicieron los dos policías que atendieron ese aviso? Pues en lugar de prestar los cuidados de primeros auxilios necesarios mientras llegaban los servicios médicos, se divirtieron cogiendo a la mujer por los pelos desde atrás, y levantando su cabeza para poder hacerle fotografías que no tardaron en subir a las redes sociales, buscando el escarnio público. Y por desgracia, funcionó...




La gente olvidó de golpe los derechos de ese menor de edad, cuya imagen sin ningún tipo de protección se divulgó y es accesible ya para siempre. La gente olvidó -también- que esas personas que estaban inconscientes, podían estarlo por muchos motivos distintos y no todos ilegales (como otros casos conocidos). Y la gente ni siquiera pensó que, aunque fuera cierto lo que se presumía de aquella escena, todas esas personas tenían derecho a que su intimidad se viera respetada y a no sufrir un castigo (que no estuviera dictado judicialmente) por decisión de una pareja de policías.

No sólo en USA se olvidaron de todas esas cosas. En España, el periódico que dio la noticia con más bombo fue “El Confidencial”. El título que le pusieron fue “La historia tras la foto de los padres yonquis que escandaliza USA”, y se quedaron tan a gusto. Llamar en un titular yonquis a unos supuestos consumidores de drogas, parecía estar justificado como ensañamiento por el hecho de que tenían a un niño con ellos (que en realidad era el nieto de la mujer, su abuela que lo cuidaba mientras la madre trabajaba, pero nunca se molestaron en conocer realmente la historia).

Me pareció un abordaje ofensivo -además de totalmente falto de respeto para el menor- y así se lo hice ver, mediante un tuit, a los responsables de dicho medio. Sólo entonces, tras mi recriminación a su titular, decidieron cambiarlo; pasaron en un golpe de click de ser “padres yonquis” a ser “padres con sobredosis de opiáceos”.




A nadie más pareció molestarle y la noticia nunca llegó a ser lo vergonzoso que aquella pareja de policías habían hecho, con aquellos seres humanos que necesitaban ayuda urgente.

El cambio de paradigma, con toda su drogofobia y estigma, estaba ya servido.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Breve historia del Bitcoin: secuestrando a Bitcoin.

El texto que precede a este trozo se encuentra en: https://drogoteca.blogspot.com/2018/11/breve-historia-del-bitcoin-el.html 

EL SECUESTRO DE BITCOIN.


¿Entonces todo lo que se ha escrito y predicho sobre Bitcoin, a quién le corresponde ahora?

Este es el quid de la cuestión, que no resulta sencillo de contestar a corto plazo pero resulta mucho más sencillo de evidenciar a largo plazo. ¿Por qué? Porque cuando la cadena se bifurcó (hard-fork Y split contencioso), de las dos monedas que surgían de la misma, una de ellas -Bitcoin Core o BTC- retuvo el nombre y la mayor parte de su valor económico, al menos de forma inicial. 

La otra, de momento, retenía la verdadera esencia de Bitcoin sin hacer cambios esenciales en su estructura: Bitcoin CASH era y es el Bitcoin que mantenía la visión que Satoshi Nakamoto diseñó a la hora de crear la primera criptomoneda. Bitcoin CASH era y es Bitcoin en realidad, atendiendo a la matemática pura y fuera de opiniones interesadas.



En realidad, en el año 2017 salieron todo tipo de imitaciones o productos totalmente inversos a la idea original, de la blockchain de Bitcoin. ¿Por qué? Sólo había que coger una copia de la cadena y a partir de un determinado momento, escribir en esa nueva cadena bajo un nuevo protocolo (nuevas normas de juego). 

Así pudimos y podemos ver esperpentos como Bitcoin Private, Bitcoin Diamond, Bitcoin Titanium, Bitcoin Gold, Bitcoin Rhodium, y algunas aberraciones similares cuyo único valor residía en copiar el nombre comercial de un producto de éxito en plena burbuja expansiva, como era Bitcoin en el mercado de las criptomonedas al final del año pasado. 

Más que monedas a considerar, son meras anécdotas en un libro sobre fraudes y cripto-engaños, basados únicamente en la fuerza del nombre Bitcoin, para el oído poco conocedor de la situación real.

Obviando todos esos timos monetarios crecidos al calor del Bitcoin, quedan 2 monedas en disputa por ser Bitcoin, a los ojos del mercado que no tiene por qué entender qué es lo que ha estado pasando, o cómo funcionan cada una: Bitcoin Core o BTC vs. Bitcoin CASH o BCH. 

La primera, BTC o Bitcoin Core, es la que recibe la herencia de “todo lo bueno y lo malo” acaecido en el universo Bitcoin desde su creación hasta el hard-fork o separación, ya que ella (como nombre) existió primero. De ahí que sea la que recibió ese gran impulso en su valor durante el año pasado, ya que no tenía contrincante “conocido” a nivel de mercado.

En aquel momento que nacía Bitcoin CASH como cadena que respetaba el protocolo Bitcoin y aumentaba a 8MB permitiendo hasta 24 transacciones por segundo, pero aún este mismo enunciado era complicado de pronunciar para la mayoría de sujetos, sin que sonara como un trabalenguas. 

Y en mitad de la eclosión de un montón de monedas-basura (como las anteriormente nombradas) resultaba una época complicada para que un nuevo inversor, o alguien interesado por las criptomonedas que se dispusiera a entrar en ese mercado, se fuera a arriesgar por una moneda con unos pocos meses de vida; la mayor parte del “hype” comprador del 2017 fue para BTC, cosechándolo tras 8 años de existencia previa al divorcio.

La otra contrincante Bitcoin CASH o BCH, que la matemática nos muestra que es el auténtico Bitcoin, ya que mantiene el protocolo original Bitcoin quitando una limitación temporal, tal y como se había previsto en sus etapas germinales. Esta moneda “nace” en agosto del pasado año, en mitad de un clima tremendamente hostil en Internet y las redes sociales, con miles de cuentas con perfiles falsos haciendo campaña a favor de BTC con el nuevo modelo centralizado y de altos costes para el usuario. A pesar de este panorama distorsionador, esperando para hacer mella en la recién nacida con varios intentos en los mercados de hundir a la nueva moneda (la que sí retenía el protocolo Bitcoin original) mediante ventas masivas de la moneda Bitcoin CASH (engañados por propagandistas que les convencieron de que vendían “dinero gratis”, que en pocos días no tendría valor) a precios muy bajos, en menos de 4 meses Bitcoin CASH había llegado a valer más de 3000 euros por unidad, en el pico más alto de su corta existencia.


¿Acaso es esto una cuestión 
de propaganda y publicidad?

Los que llevamos en esto del Bitcoin desde hace ya muchos años, tenemos claro que el valor de una moneda en estos nuevos mercados (que no responden a los parámetros de otros mercados conocidos sino que suponen un nuevo paradigma) está en relación directa con su uso

Bitcoin ganó tracción y adopción popular cuando se empezó a usar en el año 2011 en el mercado anónimo de Silk Road, creando un paradigma hoy día plenamente vigente al combinar el pago anónimo de Bitcoin con la navegación anónima proporcionada por la red TOR, para saltarse la moribunda e inmoral “guerra contra las drogas” y recibiendo lo que pidas -cómodamente- en el buzón de tu casa. 

Unos meses después de la creación de dicho paradigma, eran varios los mercados anónimos (de drogas y otros bienes) que usaban con éxito -y siguen usando hoy día- el mismo esquema que el instaurado por Ross Ulbricht en el diseño de Silk Road.

Si bien la mayoría del público tomó a Silk Road por un mercado de drogas, lo cierto es que su creador, Ross, nunca lo definió así sino que adoptaba una definición mucho más distante de un sólo tipo de producto: era un experimento radical de mercado libre. 



Se prohibieron cuestiones como la pornografía infantil -ya que implicaban la existencia de una víctima- y aquello que para su obtención hubiera generado un daño a otros, como materiales y y bienes procedentes de robos. Por supuesto, nunca hubo contratos de asesinos a sueldo en Silk Road -aunque eso se repita en la prensa continuamente- y aunque Ross Ulbricht fue acusado de haber contratado a unos sicarios que eran supuestos policías en realidad, la acusación jamás se formalizó ante un tribunal pero sí que fue usada de forma instrumental por la fiscalía para conseguir que a Ross se le denegase una libertad bajo fianza en la primera vista ante la juez, como paso previo a condenarle a 2 cadenas perpetuas y 35 años consecutivos.

Para alguien como Ross Ulbricht -jamás causó daño a otra persona, no tiene víctimas directas- que carece de delitos de sangre o de daños a terceros, y aun aceptando la tesis de que Silk Road era simplemente un mercado de drogas, dicha condena resulta una atrocidad de una crueldad extrema y no parece responder -siquiera- a una condena a una persona con responsabilidad real en el tráfico de drogas. La condena de Ross es más dura que la de asesinos, traficantes de alto vuelos y violadores en dicho país, sin un motivo claro que la sostenga o explique.

El papel de Silk Road en el desarrollo de Bitcoin fue tan claro, que el día que dicho mercado fue clausurado por el FBI, el precio del Bitcoin en minutos perdió 1/3 de su valor. Poco a poco recuperó niveles similares a los previos, en los días y semanas siguientes, a la vez que otros actores en la red TOR ocupaban el lugar dejado por Silk Road y volvían a tener al Bitcoin como única forma de pago posible en dichos mercados anónimos que asentaban el paradigma.

Aunque fueran drogas, a los Bitcoiners les quedó claro que para que la moneda se desarrollase hasta dar de sí todo lo que podía dar, necesitaba comerciantes que la aceptasen como pago. El uso real -como dinero para pagos- de Bitcoin determinaba la adopción del mismo más que ninguna otra cosa, y con la adopción debida a que nuevas empresas la aceptaban como pagos para sus bienes o servicios, el precio comenzaba a mostrarse en un continuo alza desde que bajó -sólo por un día- de los 200 dólares, a principio del año 2015. A más grupos que aceptaban el uso de Bitcoin en sus plataformas, mejor que se veía el horizonte y mejor iban todos los indicadores.

Hasta que ocurrió lo que hemos contando al principio: se alcanzó el límite de 1MB en cada bloque y eso empezó a repercutir de forma brutal en la experiencia del usuario. Lo que hasta el momento habían sido transacciones instantáneas y totalmente seguras a un coste bajísimo, dejaron de ser “seguras” y dejaron de ser baratas: dejaron de ser Bitcoin como había sido conocido hasta ese día. Bitcoin dejó de ser “usable” en el mismo grado que lo había sido hasta entonces, porque se había alcanzado un límite temporal que -interesadamente- unos secuestradores del proyecto se habían empeñado (a golpe de talonario) en mantener creando nuevos problemas, para los que -casualmente- ellos ya tenían una solución patentada.

Este hecho coincidió prácticamente en el tiempo con la explosión -al dispararse la demanda- de una burbuja de interés por Bitcoin (y de una brutal subida de precios en muchas monedas, como Ethereum o Monero) y con un inversor que se acercaba, en la mayoría de los casos buscando unas altas rentas y e intereses rápidos en base a la mágica historia del precio de Bitcoin, en aquellos iniciales años.

Este inversor no tenía tiempo, ganas ni capacidad en la mayoría de los casos para saber si estaba poniendo su dinero en una moneda que tenía unas características u otras, y tampoco planeaba darle uso ya que enfrentaban el asunto como una mera inversión especulativa. Eso benefició durante todo el 2017 a Bitcoin CORE, ya que inicialmente retuvo el nombre de Bitcoin en la mayoría de lugares para no inducir a error a personas que no estuvieran muy al día, tras lo que había ocurrido con el nacimiento (más bien liberación) de Bitcoin CASH.

Sobre la cuestión de si un mercado elige siempre la mejor de las opciones, me gusta recordar el momento en que nuestra sociedad tuvo que elegir entre 3 modelos de cinta de vídeo: eran 2000, Beta y VHS. 

Por orden de calidad, eran esos: el mejor era el vídeo 2000 y el peor, en calidad, era el vídeo VHS. Sin embargo, fue VHS quien ganó la batalla (con algo de resistencia por parte de Beta, finalmente aplastada) de los estándares y las patentes, y al gran mercado comprador se le vendió VHS -el peor de los 3 candidatos, a nivel de calidad de imagen y sonido- como el vídeo que debía adquirir. Y funcionó.

¿Por qué triunfó la peor de las opciones? ¿El mercado es idiota? Sí y no. El mercado tiene sus propios intereses que no siempre son fácilmente escrutables para los ejecutivos, que toman las decisiones desde la trinchera de sus cómodos despachos. A mi modo de ver, las mismas razones que finalmente asentaron el uso de VHS (siendo la opción de menos calidad en competición) son -salvando las distancias- las que harán que triunfe Bitcoin CASH, aunque en este caso, paradójicamente, sea la mejor opción técnica. 



No será su superioridad en diseño o ser la que respeta el Bitcoin original. Más simple que todo eso, será la comodidad de la experiencia de su uso con tarifas inferiores a 1 céntimo de dólar y tan segura como para que los comerciantes acepten pagos confirmados e irreversibles de forma inmediata, gracias al sistema 0-Conf de Bitcoin CASH.

Quienes compren como inversión económica cualquier criptomoneda, centrarán su interés en el precio que alcance esencialmente, sin entrar en demasiadas disquisiciones sobre su funcionamiento; al inversor de tipo “especulador” le interesa el beneplácito del mercado en general, no la perfección de una idea, la integridad de las estructuras subyacentes o la mecánica que hace que funcione

A ese inversor, que la moneda tenga un uso real o no, le da igual. A ese inversor, que la moneda esté centralizada o no, le da igual. A ese inversor la única variable que le interesa es el precio, en la inmensa mayoría de los casos; le da igual que el ganador de esta contiendan sea la opción deforme presentada por Core-Blockstream, que la idea original defendida por Bitcoin CASH, siempre y cuando él haya puesto su dinero en dicha cesta.

Pero hay otro tipo de usuario, que podríamos llamar "Bitcoiner" en contraposición al mero inversor especulativo, que sí estuvo preocupado desde el principio de la existencia de esta moneda, por una serie de cuestiones que eran básicas y que atendían a conseguir la inclusión -en el manejo y posesión del Bitcoin- de todos los habitantes del planeta y no de unos pocos privilegiados. 

Se preocupó porque el sistema fuera resistente a cualquier tipo de ataque, porque las transacciones (para bien y para mal) fueran irreversibles e incensurables, y porque tuvieran un coste tan bajo que permitieran su uso a quienes viven con menos de 1 dólar al día y carecen de cualquier posibilidad de acceder a una cuenta bancaria o a servicios de este tipo. 

Este es el usuario que podríamos llamar como “idealista”, ya que parece que aspira a una serie de sucesos positivos para una gran parte de la población: aspira a mejorar su entorno.

Y en el medio de estos dos extremos, existe lo que es el mercado potencial: todas esas personas, posiblemente como tú, que han escuchado ya sobre Bitcoin y empiezan a interesarse por el asunto. Entre los que sólo quieren dinero rápido y los que quieren cambiar el mundo con esta creación, hay toda una paleta de colores intermedios; tantos como razones tiene cada individuo para entrar en contacto con este mercado. 

Muchos le prestaron atención cuando su precio se disparó, pero investigaron un poco más y descubrieron ese otro lado -mucho más interesante que el simple dinero fácil- y entraron por ambos motivos: económicamente es una gran inversión y además, la calidad de este dinero -por sus propiedades intrínsecas- es superior a la del dinero Fiat.


(Continuará...)

jueves, 8 de noviembre de 2018

Breve historia del Bitcoin: el nacimiento de la criptomoneda.

A lo largo de esta semana, hasta el día 15 de noviembre de 2018 en que existe una tentativa de causar un split en la cadena de Bitcoin Cash, aprovechando uno de los hard-forks programados en su roadmap, publicamos este texto que cuenta la historia más relevante del Bitcoin desde su nacimiento hasta este momento.

Esperamos que os sea útil, porque quien olvida su historia está condenado a repetirla...

Drogoteca.


El nacimiento de la primera criptomoneda.


Estando ya a mediados del 2018 resulta complicado encontrar una persona que use habitualmente Internet, y que no haya oído hablar -como poco- de Bitcoin. Nacía la primera criptomoneda -espiritualmente- hace ya una década, con la publicación (por parte de su misterioso autor) del “White Paper”, el documento en el que se define qué es y cómo funciona el protocolo Bitcoin, en el año 2008.

En no más de 8 páginas, de una simpleza asombrosa y una consistencia que se ha revelado como casi monolítica, Satoshi Nakamoto firmaba el diseño de lo que era Bitcoin y su “Blockchain” o cadena de bloques.



Es un documento que -personalmente- recomiendo leer (a cada cuál hasta donde sus recursos intelectuales le den para entender) porque contiene muchas de las respuestas implícitas que, con el complejo transcurso de su historia hasta hoy día, es necesario conocer y comprender para poder aventurar con cierto grado de acierto, el suelo que se está pisando en este complejo asunto.

La red Bitcoin, formada por nodos y mineros que se unen a ella de forma libre, comenzó a funcionar en el año 2009. En concreto el día 3 de Enero de 2009, y su creador tuvo a bien dejar una “misteriosa” inscripción asociada a ese bloque génesis: “The Times 03/Jan/2009 Chancellor on brink of second bailout for banks.”

Fuera quien fuera ese Satoshi Nakamoto, además de haber tenido una de las ideas más revolucionarias del siglo, estaba muy atento a lo que las autoridades políticas estaban haciendo vía rescates bancarios: entregándoles el dinero de todos o, dicho finamente, socializando las pérdidas en que habían incurrido por su forma de intentar hacer negocios.

¿Fue Bitcoin la primera moneda digital? No. No lo fue. Antes que ella estuvieron otras, pero no eran monedas en sí mismas, sino que eran la representación digital de un bien que una “entidad central” emitía, respaldado por algo (o no). Ese fue el caso de la tristemente conocida “Liberty Reserve” que en el año 2013 fue clausurada por los USA, precisamente porque tenía una “cabeza central” a la que dirigirse, y eso hicieron dándole una condena final de 20 años de cárcel a su creador, detenido en el aeropuerto de Barajas en Madrid.

Lo que sí es Bitcoin es la primera criptomoneda que prescinde de la “tercera parte de confianza”, resolviendo un problema que -hasta su nacimiento- no había tenido solución práctica, ni parecía despertarle interés alguno a las autoridades monetarias, muy cómodas con su actual sistema de reserva fraccionaria basada en deuda de dinero tipo Fiat (bendecido por el estado).

La importancia de la “descentralización” en el esquema de Bitcoin es primordial desde sus entrañas, ya que la forma de hacer desaparecer a la “tercera parte de confianza” (bien sea un banco u otra entidad) de la ecuación clásica de la transferencia de fondos, era hacer que dicha transferencia de fondos fuera conocida por todos los miembros implicados en la red. En lugar de tener a un banco o a una compañía de envío de dinero manejando tus fondos, la transferencia es pública y verificada por todos los actores mediante un juego de firmas basado en criptografía, y esos actores ya no son bancos o estados, sino usuarios que se incorporan -de forma voluntaria- a la red Bitcoin.

El conjunto de las transacciones ocurridas durante un cierto tiempo (aproximadamente 10 minutos de media), todas ellas previamente validadas con respecto al saldo existente en cada cuenta para evitar la posibilidad de un doble gasto, pasan a “empaquetarse” en un bloque de información que es añadido a la cadena. Ese bloque, que no es en esencia distinto a una serie de apuntes contables en un libro de cuentas público y visible para todos, es escrito por un minero (que ha ganado ese derecho mediante competición matemática abierta -no arbitrada por ninguna autoridad central- con otros mineros) como la última anotación del libro y así es retransmitido a todos los usuarios de la red, iniciándose de nuevo el proceso para la creación de un nuevo bloque con las siguientes transacciones.

La suma de esas anotaciones y otros datos asociados empaquetados en forma de bloque, vinculados entre sí por operaciones matemáticas que certifican la integridad y corrección de dichas anotaciones, es lo que se conoce como Blockchain o “Cadena de Bloques”. El minero que resuelve el “acertijo matemático” y adquiere el derecho de escribir el bloque, se lleva a su vez la recompensa que haya establecida en ese momento (es menguante desde su creación) en Bitcoin, más la suma de las tarifas cobradas a los usuarios por las transacciones.

Eso, descrito con extrema simpleza, es el protocolo Bitcoin. Integra varios avances que se habían ido logrando en el campo de la criptografía y la programación, orientadas a la creación de un dinero digital que lo fuera realmente, y no una mera representación del mismo con sistemas digitales.

¿Por qué ahora existen -aparentemente- varios tipos de Bitcoin?

En el año 2009, cuando se empezó a minar Bitcoin, aunque era y es algo abierto a lo que podía acceder cualquiera, lo especializado del asunto y los contextos alejados de lo “mainstream” en los que todo esto se movía (entre criptógrafos, matemáticos y programadores informáticos de ciertas listas de Internet), permitieron un desarrollo gradual del asunto. Para que la red Bitcoin fuera una realidad, debía desarrollarse desde la idea original y pasar todo un chequeo a fondo, basado en el entorno real, que depurase errores y fuera solventando los problemas que pudieran ir apareciendo.

Así se hizo. Se mejoraron unas cosas, se arreglaron otras y se comenzaron a pensar otras, aunque todo eso ocurría en un grupo abierto pero reducido de personas implicadas en el desarrollo de ese proyecto, que seguía liderado por Satoshi Nakamoto hasta mediados del año 2010. A mediados de ese año, Satoshi entrega el control del proyecto a un desarrollador llamado Gavin Andresen. E igual que surgió de la nada dos años antes, desaparece oficialmente, con lo que se calcula que son 1 millón de Bitcoin minados en las etapas iniciales del proyecto y que se encuentran -aún- en direcciones conocidas como pertenecientes a Satoshi en su despedida. Volvió a romper su silencio, en 2014, cuando los periodistas creyeron que un hombre llamado Dorian Nakamoto era el creador de la moneda, y la prensa empezó a acosarle. Publicó un mensaje que simplemente decía: “No soy Dorian Nakamoto” y volvió a su silencio.

Cerrada esa primera etapa en la que el propio creador estaba implicado en el desarrollo del protocolo Bitcoin, la cosa quedó en manos de un equipo liderado por Gavin Andresen, en un equipo que era el que desarrollaba el cliente de Bitcoin más conocido por entonces: “Bitcoin Core”. Era un cliente pesado, que te obligaba a descargar toda la cadena de bloques previa y era una descarga que podía tardar días (dependiendo de tu conexión y ordenador), pero era el cliente de Bitcoin “más oficial” en el anarquista entorno natural del Bitcoin; era la marca más conocida.

Este grupo de trabajo, el de “Bitcoin Core”, en el año 2014 -coincidiendo con la salida de Gavin del proyecto- empieza a ser “penetrado” por el capital tradicional. Una organización llamada “Blockstream”, cuyo único trabajo ha sido patentar todo lo patentable en relación con las cadenas de bloques como estructura y financiada especialmente por el grupo AXA, toma progresivamente el control del grupo y de sus recursos, contratando (sobornando) a quien se pone por medio y puede resultarles de interés.

En el año 2015, los foros de Reddit donde se hablaba sobre Bitcoin (los que habían sido “los oficiales y oficiosos” hasta entonces) sufrían ya una brutal censura basada en la siguiente norma: “Este lugar es para tratar asuntos sobre Bitcoin y no sobre otras monedas.”

¿Parece una norma razonable, verdad? Pues si consideras que cualquier cambio que se propusiera sobre el Bitcoin, a ojos de esta moderación, era como estar hablando de otra moneda y eso se castigaba con la expulsión del lugar de debate, ya no parece tan razonable. Es así como se aplicó una censura dictatorial en esos foros, provocando la huida y expulsión de sus principales usuarios y de los personajes más relevantes del universo Bitcoin, como fue el caso de Roger Ver (conocido como el “Jesucristo del Bitcoin” por su activa evangelización en este tema) y con el tiempo, incluso de desarrolladores del propio grupo que se salían de la asfixiante y censora línea marcada por “los nuevos propietarios”.

Al frente de ese grupo, Blockstream, se encuentra Adam Back, un turbio personaje que me recuerda al Salieri, el compositor clásico que Milos Forman dibujó en su oscarizada “Amadeus” sobre la vida y obra de Mozart. Salieri era el músico de la corte que envidiaba -hasta el odio- a Mozart, viéndose incapaz de rozar su genialidad o fama, conspirando contra él hasta su muerte. 



Y no es para menos dicha comparación, ya que Adam Back fue uno de esos personajes con los que Satoshi contactó en sus inicios -cuando se procuró rodear de gente que hubiera trabajado ya en este campo, para desarrollar en equipo la idea de Bitcoin- pero no recibió sino desprecio de Adam Back

Mientras que Satoshi quiso incluirle entre aquellos que estaban desarrollando la moneda, él negó cualquier tipo de cooperación o ayuda al desarrollo inicial de Bitcoin, criticándolo como una idea estúpida. Un personaje resentido y mezquino, que en lugar de aceptar el honor de trabajar con la mente creadora de esta idea, se negó a hacerlo y ahora es el “empleado” de los enemigos de Bitcoin, escondidos tras la imagen de “Blockstream” y la cara de Adam Back.

Habiendo parasitado el grupo de desarrolladores de “Bitcoin Core”, empezaron a bloquear cualquier intento de solventar el problema de la escalabilidad de Bitcoin: el tamaño del bloque fue fijado en un máximo de 1MB de tamaño, en las etapas iniciales del desarrollo de Bitcoin como forma de combatir posibles ataques de SPAM en la red. El asunto no era menor: el modelo del Bitcoin tal y como estaba sólo podía procesar 3 transacciones por segundo, debido a ese límite puesto de forma temporal y para un escenario totalmente distinto. El tamaño del bloque ya no daba más de sí y se iba a alcanzar su límite en poco tiempo debido al crecimiento exponencial de la adopción y uso del Bitcoin.

No retirar esa limitación era equivalente a morir de éxito, ya que el aumento de uso se convertía inmediatamente en problemas con su uso, por las altas tarifas que había que pagar para conseguir que tu transacción se confirmase (compitiendo por marcar entre los mejores pagadores para estar entre esos 3 elegidos por segundo, llevando a una escalada de las tarifas de transacción de más de 50 dólares por envío) y los largos tiempos de confirmación en que tu transacción podía quedar “perdida” durante un par de semanas, en un nuevo purgatorio conocido como “Mempool”, a la espera de ser procesada o rechazada por la red Bitcoin. Además, todo el mundo había tenido claro que era un límite temporal, hasta que hicieron de este asunto del tamaño del bloque limitado, el "casus belli" al que agarrarse para escenificar lo que vino a continuación.

La comunidad y los distintos equipos de desarrollo que había en el ecosistema Bitcoin, empezaron a buscar formas de superar el asunto y a hacer propuestas, pero todo lo que pasase por retirar el límite al tamaño de bloque en 1 MB era rechazado y castigado en sus foros (controlados por contratados de “Blockstream”) con la censura y la expulsión. Y a la vez, la gente de Adam Back empezó a buscar una forma de sacar partido a la escasez de espacio en Bitcoin que había sido generada de forma artificial, e idearon un sistema de segunda capa (fuera del protocolo Bitcoin en sí mismo) que monetizase el crecimiento por encima de 3 transacciones al segundo, creando canales privados para pagos.

Dicho de otra forma: habían planeado y ejecutado el secuestro -y asesinato- de Bitcoin (tal y como había existido) para poder sacar un beneficio artificial del mismo.

Ellos aseguraban el problema y ellos aportaban “la falsa solución”, que en lugar de ser código abierto en una red descentralizada -como lo es Bitcoin- se pasaron al lado del código propietario y con patentes que, curiosamente, ya eran suyas desde 2014. 

Definitivamente habían secuestrado el proyecto Bitcoin, y lo estaban destrozando para beneficio propio hasta que del original sólo quedaba el nombre, con un equipo encabezado por ese mediocre personaje, Adam Back, que se negó a ver la brillantez de la idea detrás del Bitcoin y ahora su vida la dedica a luchar activamente contra el Bitcoin, que Satoshi creó.

Con ese escenario, y sufriendo ya las consecuencias directas de la falta de espacio en el bloque de Bitcoin, la comunidad original del Bitcoin y los Bitcoiners que defendían el modelo ideado por Satoshi Nakamoto con todas sus implicaciones, bifurcaron la cadena o Blockchain, con un simple cambio tal y como el propio Satoshi había previsto: quitando el límite de 1 MB y aumentándolo a 8 MB (de forma inicial). 

Ese divorcio a las malas dio lugar a dos monedas, radicalmente distintas en sus propiedades, el 1 de agosto de 2017. Todos los poseedores de Bitcoin -lo que había sido Bitcoin hasta ese instante- pasaron a tener el mismo saldo en BTC y en BCH: la riqueza de Bitcoin había quedado separada en dos monedas distintas.

Una era Bitcoin Core o BTC, cuyos cambios hicieron de ella algo totalmente distinto a lo que definía el protocolo en el “White Paper” original de Bitcoin. La otra era Bitcoin CASH o BCH, que no tenía cambio estructural alguno pero ejecutaba una ampliación del tamaño máximo del bloque a 8MB, tal y como se había previsto inicialmente por Satoshi Nakamoto.