Da un poco de pena ver a gente que creía digna, doblarse tan rápidamente, cuando les dicen que un autor es "machista" mientras tienes las páginas de tu revista llenas de tías en bolas a cambio de un paquete de 3 semillas...
Le señalan su falta, pero la ponen en la cabeza de otro para que pueda hacer un acto de contricción público. Y el editorcete, asustado y culpable de promocionar su revista con chonis cannábicas en pelotas de bajo coste, olvida todo eso de la verdad y del periodismo para obedecer mansamente a sus amos: y se sigue calificando de periodista.
Chistes del mundillo del cannabis que habrá que ir contando: hay mucho que ajustar este año, porque el dolor no puede esperar... xD
Esperamos que os resulte interesante.
Drogoteca.
PS: El texto anterior, la segunda parte, lo podéis leer aquí: http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/01/serie-drogotest-ii-la-quimica-del.html
-*-*-
El responsable
de la chapuza
del drogogotest.
En la pasada edición quedábamos
pendientes de revelaros una serie de datos interesantes -algunos
realmente llamativos y otros realmente preocupantes- relativos a los
estudios que, en teoría, sustentan la validez de los dispositivos
usados en los test de control de drogas y conocidos popularmente como
“drogotest”. Por lo que hemos podido conocer hace unos días,
gracias a la información que las propias autoridades han facilitado,
el año pasado se realizaron 75.000 drogotest en nuestras carreteras.
El progresivo abaratamiento de los costes de producción de estos
dispositivos ha hecho que -para el próximo año- las autoridades se
planteen hacer 10 veces más pruebas hasta alcanzar los 750.000
drogotest realizados por ciclo, como han manifestado recientemente.
Junto con este brutal aumento numérico
de los drogotest se anuncian mejoras en los dispositivos, que por
mucho que hemos buscado, no hemos podido encontrar por ningún lado.
En algunos lugares, hablan de que el “nuevo drogotest” permite
detectar más sustancias y lo jalean por ser un “desarrollo
español”, pero la realidad es que el proceso científico
subyacente sigue siendo el mismo de siempre y que la única sustancia
“nueva” que detecta es el llamado “Polvo de Ángel” o PCP,
que curiosamente nunca ha sido una droga que haya mostrado su
presencia en nuestro país y que se lanzó al mercado en 1950 y se
retiró del mismo en 1965. Dicho de otra forma: pagamos el coste
extra del análisis en busca de una sustancia que ni siquiera existe
en el mercado actualmente y que, muy posiblemente, nunca llegó a
estar en España en toda la historia de las drogas y su mercado
negro.
Según vamos destapando más aspectos
de todo lo que rodea a los drogotest, vamos viendo que en contra de
lo que la opinión pública o las personas ajenas a este mundo pueden
creer confiadamente, no existe una correlación científica que dé
validez formal a lo que se está haciendo, en nombre de la seguridad
vial y la seguridad de todos.
¿Acaso alguien quiere que las carreteras se llenen de inconscientes drogadictos que causen miles de muertes de inocentes? No, por supuesto que nadie responderá que quiere algo así, pero es que dicha presentación del asunto es falaz y tendenciosa además de estar apoyada -cuando aportan algún dato suelto para dar apariencia de estudio- por la manipulación torticera de las cifras estadísticamente obtenidos y de los conceptos en la información ofrecida. Nosotros queremos ofrecer algo de luz sobre las elaboración de los “estudios” con los que se han “validado” las pruebas a las que, ahora ya de forma masiva, se nos está sometiendo y se nos piensa someter en el futuro.
¿Acaso alguien quiere que las carreteras se llenen de inconscientes drogadictos que causen miles de muertes de inocentes? No, por supuesto que nadie responderá que quiere algo así, pero es que dicha presentación del asunto es falaz y tendenciosa además de estar apoyada -cuando aportan algún dato suelto para dar apariencia de estudio- por la manipulación torticera de las cifras estadísticamente obtenidos y de los conceptos en la información ofrecida. Nosotros queremos ofrecer algo de luz sobre las elaboración de los “estudios” con los que se han “validado” las pruebas a las que, ahora ya de forma masiva, se nos está sometiendo y se nos piensa someter en el futuro.
¿Qué se ha estudiado en esos
“estudios”?
Pues uno podría suponer -haciendo uso
de lo que sería lógico y de la buena fe- que lo primero que se ha
estudiado es una correlación que permita vincular la existencia de
una determinada cantidad de sustancia (sea THC o sea morfina, da
igual) en los fluidos de una persona con encontrarse afectada
negativamente para el uso de un vehículo a motor. Pero no es así:
no existe una correlación científica que permita inferir la
afectación de un sujeto a una droga basándonos en un dato sobre
concentración en un fluido.
Alguien puede inteligentemente señalar
que eso sí es posible hacerlo en el caso del alcohol, ya que en su
caso y debido a su farmacología sí existe una correlación que
permite inferir afectación severa.
Por eso en el caso del alcohol, existe un sistema graduado que permite su uso hasta cierto nivel y lo prohíbe y sanciona más allá del mismo. Con el etanol existe una correlación conocida y no discutida sobre la concentración de alcohol en sangre y su nivel en otros fluidos o incluso en el aire espirado, por la que entre hasta 1 gramo por litro de sangre existe una afectación que puede ser leve (también influida por cuestiones de sexo y tolerancias individuales) que es admitida y no sancionada en la conducción de vehículos, pero que pasando de dicha cantidad uno está borracho y por tanto incapacitado para una conducción segura, y si se va más allá de dicho nivel se pierde la capacidad de estar de pie, consciente, o incluso se produce la muerte por intoxicación etílica.
Por eso en el caso del alcohol, existe un sistema graduado que permite su uso hasta cierto nivel y lo prohíbe y sanciona más allá del mismo. Con el etanol existe una correlación conocida y no discutida sobre la concentración de alcohol en sangre y su nivel en otros fluidos o incluso en el aire espirado, por la que entre hasta 1 gramo por litro de sangre existe una afectación que puede ser leve (también influida por cuestiones de sexo y tolerancias individuales) que es admitida y no sancionada en la conducción de vehículos, pero que pasando de dicha cantidad uno está borracho y por tanto incapacitado para una conducción segura, y si se va más allá de dicho nivel se pierde la capacidad de estar de pie, consciente, o incluso se produce la muerte por intoxicación etílica.
Eso mismo, con el cannabis y su
farmacología, resulta imposible ya que la existencia de una
determinada cantidad en sangre no implica afectación negativa. Una
persona sin tolerancia al cannabis podría verse fuertemente
afectada, para una actividad como es la conducción, simplemente con
un par de caladas. Otro individuo que tenga tolerancia al uso del
cannabis -por ser un consumidor habitual lúdico o terapéutico-
puede tener en su sangre y fluidos concentraciones muy altas en
comparación al caso anterior, pero verse en perfectas condiciones y
sin afectación alguna.
Lo que en realidad se ha estudiado en
los papeles que sirven de justificación legal del proceso, no es si
el drogotest sirve para cazar conductores afectados realmente, sino
la tasa de capturas de positivos con esos test, la facilidad de uso
para el policía, el tiempo que tardan en pasar el test a un sujeto y
otras cuestiones que no van al fondo del asunto sino a la comodidad
de las fuerzas de policía y su éxito recaudatorio.
Dichos estudios, llamados E.S.T.H.E.R.
como acrónimo en inglés de “Evaluación de Dispositivos de
Análisis de Fluidos Orales por parte de TISPOL para Armonizar los
Requerimientos y Especificaciones en Europa”, se enmarcaron dentro
de un programa más amplio conocido como “Proyecto DRUIDA”
(acrónimo en inglés de "Conducción Bajo Influencia de Drogas,
Alcohol y Medicamentos”) que nace en el seno de la Unión Europea
para estudiar textualmente “el uso de drogas o medicaciones que
afectan a la capacidad de la gente para conducir de forma segura”.
Como su nombre ya indica, los realiza TISPOL, que es una organización formada por la policía de tráfico de 20 países miembros europeos, pero curiosamente E.S.T.H.E.R. fue sólo llevado a cabo por 6 de ellos, entre los que se encontraba nuestro país.
Como su nombre ya indica, los realiza TISPOL, que es una organización formada por la policía de tráfico de 20 países miembros europeos, pero curiosamente E.S.T.H.E.R. fue sólo llevado a cabo por 6 de ellos, entre los que se encontraba nuestro país.
En concreto se estudiaron los
siguientes dispositivos: Mavand RapidSTAT, Envitec SmartClip, Avitar
Drugometer, Innovacon OrAlert, Sun Oraline, Varian Oralab 6,
Surescreen Oral Drug Test, Branan Oratec III, Ultimed Salivascreen
VI, y el Securetec DrugWipe 5+, en una primera fase.
En una segunda fase que concluía todo el proceso se estudiaron 3 dispositivos, que conllevan la necesidad de un maquina para leer los resultados: Cozart DDS, Biosensor BIOSENS y Dräger Drug Test 5000. Salvo dos dispositivos que venían de UK y Suiza, todos los demás eran de fabricación estadounidense o alemana.
En una segunda fase que concluía todo el proceso se estudiaron 3 dispositivos, que conllevan la necesidad de un maquina para leer los resultados: Cozart DDS, Biosensor BIOSENS y Dräger Drug Test 5000. Salvo dos dispositivos que venían de UK y Suiza, todos los demás eran de fabricación estadounidense o alemana.
¿Dónde y cuándo se llevaron a cabo?
Pues la primera fase comenzó en el año
2006 y la segunda concluyó a finales del 2008. Los países que
participaron en dicha evaluación de campo (llamarlo estudio es
engañoso realmente) fueron Alemania, Bélgica, Irlanda, Finlandia,
Países Bajos y España. Los estudios fueron realizados con la
tecnología disponible hace una década, partiendo de nociones
genéricas sobre relación entre sustancias y afectación, y en zonas
con muy distinta normativa vial como es el caso de Irlanda que, hasta
hace relativamente poco ni siquiera tenía una normativa sobre
alcohol y tráfico, o que cuando se realizó esta prueba no era
punible ir bajo el efecto de drogas conduciendo un vehículo.
Tampoco entre dichos países miembros del grupo que realizaba el estudio, la cosa se repartió de igual forma: mientras que Países Bajos, Alemania y Bélgica incluían 3 equipos por país, Finlandia, Irlanda y España incluían sólo uno.
Tampoco entre dichos países miembros del grupo que realizaba el estudio, la cosa se repartió de igual forma: mientras que Países Bajos, Alemania y Bélgica incluían 3 equipos por país, Finlandia, Irlanda y España incluían sólo uno.
El dato más llamativo en lo referente
a los lugares donde se realizaron las pruebas de campo de los
distintos dispositivos, es que algunos de los dispositivos fueron
“probados” ni más ni menos que a la salida de un Coffee-Shop
(lugar de consumo y venta legal de cannabis) en los equipos de este
país. El hecho no fue conocido inicialmente a pesar de tener una
clara relevancia sobre los datos obtenidos, ya que si la prueba de
campo que debe evaluar la conveniencia de los drogotest para toda una
población se realiza a la salida de un lugar en el que
específicamente se va a consumir una de las sustancias perseguidas
-en este caso el THC del cannabis y/o sus metabolitos- es lógico
concluir que los datos no representan a la realidad sino que buscaban
satisfacer intereses de tipo comercial.
Los datos del programa E.S.T.H.E.R que
se hicieron de esa forma chapucera, consiguiendo mayores tasas de
resultados positivos en cannabis, si bien no fueron inicialmente
difundidos se acabaron conociendo (algo que era de esperar por otra
parte) en el contexto de la competición comercial -reñida y
acalorada- por parte una de la empresas que competían por hacerse
con las adjudicaciones (hablamos de pruebas para toda la población
europea, lo cual es un pastel enorme del que todas quieren coger
algo) que lo reveló en un documento público.
La empresa que lo reveló es la que presentaba uno de los dispositivos que resultó ganador -el DrugWipe de Securetec- y ella hizo notar lo alto de su rendimiento en lo que llamó “la vida real” frente a los competidores que habían obtenidos datos “en el coffee-shop holandés”, lo cual parece un comportamiento más que razonable de cara a lo justo de los datos que otros habían falseado de esa forma.
La empresa que lo reveló es la que presentaba uno de los dispositivos que resultó ganador -el DrugWipe de Securetec- y ella hizo notar lo alto de su rendimiento en lo que llamó “la vida real” frente a los competidores que habían obtenidos datos “en el coffee-shop holandés”, lo cual parece un comportamiento más que razonable de cara a lo justo de los datos que otros habían falseado de esa forma.
Lo cierto es que esa empresa ganó un
parte del pastel: doy fe porque he tenido la “fortuna” de pasar
uno de sus test, en el que curiosamente acertó en la presencia de
cannabis/THC pero falló estrepitosamente en el de morfina/opiáceos
a pesar de la alta dosis que consumo a diario, por prescripción
médica como paciente con dolor crónico.
Como persona que consume legalmente desde hace años varias de las sustancias (opiáceos y benzodiacepinas, por ejemplo) que dan positivo en dichos drogotest, nunca he obtenido una explicación satisfactoria de por qué cuando me han sometido a dichas pruebas la única droga que en mi organismo aparecía era el THC del cannabis.
¿Milagros de la química? Milagros de la “química comercial a medida del cliente”, tengo que suponer por el momento: en el mismo informe se señala que se ha mejorado el producto y que se dispone de datos secretos sobre la detección de THC que están disponibles bajo petición privada. Todo muy transparente.
Como persona que consume legalmente desde hace años varias de las sustancias (opiáceos y benzodiacepinas, por ejemplo) que dan positivo en dichos drogotest, nunca he obtenido una explicación satisfactoria de por qué cuando me han sometido a dichas pruebas la única droga que en mi organismo aparecía era el THC del cannabis.
¿Milagros de la química? Milagros de la “química comercial a medida del cliente”, tengo que suponer por el momento: en el mismo informe se señala que se ha mejorado el producto y que se dispone de datos secretos sobre la detección de THC que están disponibles bajo petición privada. Todo muy transparente.
¿Quién fue el responsable
en España
de esa evaluación
de drogotest?
Seguramente el bienintencionado lector
querrá pensar que a la cabeza de dicha evaluación se encontraba una
persona con la formación adecuada, y en teoría así fue si por
formación adecuada se requiere un policía con rango de comisario,
pero con nula formación en el campo de las ciencias de la salud,
sanitarias o biológicas. Al acudir a los datos que facilita el
programa E.S.T.H.E.R. encontramos que el representante de nuestro
país en todo este asunto, fue el máximo responsable de la sección
de tráfico para los Mossos d'Escuadra, pero que provenía de la
Policía Nacional. Su nombre, el cual puede sonar al lector es Sergi
Pla I Simon.
Sergi Pla comenzó su carrera en los
Mossos d'Escuadra en 1996, al pasar a dicho cuerpo tras haber servido
en el CNP desde el año 1980. En los Mossos fue jefe de la División
Central de Seguridad Ciudadana y posteriormente de la División de
Recursos Operativos. A partir del año 2004 se encarga del despliegue
de dicho cuerpo en el área del Besòs en Badalona. En el año 2007,
Joan Saura le designa como jefe de la División de Tráfico y en el
año 2009 le nombra comisario. Es un amplio currículum en “lo
policial” pero sin sostén en otras áreas, como pueden ser las
científicas, que hubieran mejorado ostensiblemente los resultados
aportados por el equipo que nos representaba.
Sin embargo, lo que hace que el lector
haya podido caer en la cuenta de quién es esta persona, es el hecho
de que saltó desgraciadamente “a la fama de la opinión pública”
por ser el responsable del brutal desalojo que se llevó a cabo por
parte de las fuerzas de policía en Plaza Cataluña, el 27 de mayo de
2011, en lo que fue uno de los hechos más notorios del Movimiento
15M y que provocó que una organización como Amnistía Internacional
incluyera el suceso, de forma detallada, en su resumen anual y
recomendara acciones legales contra lo que allí se pudo ver por
parte del comportamiento salvaje de unas desatadas fuerzas de policía
-bajo el mando de este agente- que reprimieron una reunión pacífica
con violencia innecesaria.
Las terribles imágenes que pudimos
presenciar en todos los medios del país, mostraron a una policía
sin contención alguna, golpeando manifestantes que ejercían sus
derechos de forma pacífica sentados en el suelo y también a
personas cuyo único “delito” era ser un transeúnte más en la
calle, sin número identificativo visible y que cuando se les exigía
daban contestaciones como que “lo llevaban en el culo”. Aquella
vergonzosa actuación policial (vale con acudir a Youtube para verlo)
fue uno de los detonantes más claros en la expansión viral y
reactiva del 15M, y provocó la solidaridad de cientos de miles de
personas en el país, que respondieron tomando las calles de sus
ciudades. El responsable policial de aquella actuación era Sergi
Pla. La actuación policial se justificó inicialmente como algo
necesario “por labores de limpieza e higiene”.
Se leyeron titulares en la prensa de
todo el país con frases tan contundentes como “los Mossos
desalojan 'a palos' Plaza Cataluña” (Diario Público), “el
brutal desalojo de los indignados lleva a sus responsables ante el
juez” (El País), “Así 'limpiaron' los Mossos” (con toda la
ironía en el 'limpiaron', del Diario 20 Minutos) y que otros medios
nada sospechosos de afinidad con movimientos de ese estilo, como son
el ABC o El Mundo, contaban como aquella “operación de higiene y
limpieza” había causado más de 100 heridos (herido es todo aquel
que requiere asistencia médica, pero seguramente hubo muchos más
que no la pidieron).
La imagen que la mayoría de las personas retienen de este policía, es la que nos proporcionó el programa “Salvados: Poli bueno, poli malo.”, de La Sexta, en el que el periodista Jordi Évole le tuvo enfrente y le cuestionó -con su certero ojo- sobre la falta de transparencia que se podía palpar cuando era imposible saber qué policía había hecho qué en una mala actuación, por la falta de un identificativo que permita señalarle claramente en caso de necesidad judicial. La respuesta del agente fue sencilla, y es que si el juez quería saber algo que se lo preguntase a él (cómo jefe en ese hipotético caso) y que él se lo diría. El argumento lo apoyó diciendo que si los ciudadanos no llevábamos el número de DNI “tatuado en la frente”, la policía no tenía por qué llevar un número identificativo visible.
La imagen que la mayoría de las personas retienen de este policía, es la que nos proporcionó el programa “Salvados: Poli bueno, poli malo.”, de La Sexta, en el que el periodista Jordi Évole le tuvo enfrente y le cuestionó -con su certero ojo- sobre la falta de transparencia que se podía palpar cuando era imposible saber qué policía había hecho qué en una mala actuación, por la falta de un identificativo que permita señalarle claramente en caso de necesidad judicial. La respuesta del agente fue sencilla, y es que si el juez quería saber algo que se lo preguntase a él (cómo jefe en ese hipotético caso) y que él se lo diría. El argumento lo apoyó diciendo que si los ciudadanos no llevábamos el número de DNI “tatuado en la frente”, la policía no tenía por qué llevar un número identificativo visible.
La mención que hacemos a la respuesta
que dio este policía, sobre que ya le daría él la información al
juez si se la pedía, no es casual. Meses después, en la huelga
general del 14M, una mujer que era profesora de informática y
gestora de actividades culturales, sufrió la mutilación de un ojo
por el impacto de “pelota de goma” lanzada por integrantes de los
cuerpos de policía bajo el mando de este agente. La mujer se llamaba
Esther Quintana. La reacción de la policía fue negarlo todo, y
decir que no era posible porque allí nunca se había disparado.
Posteriormente y gracias a un vídeo que grabó un ciudadano, se
demostró que sí se habían efectuado disparos en esa zona. La
policía defendió entonces que no era posible reventarle un ojo a
una persona con dicho armamento, pero ninguno se presentó voluntario
para que pudiéramos hacer la prueba, y a Esther Quintana le habían
mutilado un ojo por estar ejerciendo su derecho a la huelga o
paseando por la calle sin más.
Esther tuvo que desarrollar una lucha
leonina en los tribunales para poder sentar a los responsables, y
como quienes lanzan esos proyectiles contra las personas eran
policías, el juez tuvo que pedir la información referente al cuerpo
correspondiente. Precisamente, fue este policía quien “frenó los
informes de los disparos efectuados el 14M” cuando el juez los
pidió. ¿El motivo? No los consideró relevantes. El escándalo
-haber “frenado” información para un caso judicial siendo quien
tenía que entregarla- se solventó haciéndole dimitir, mientras
quedaba el eco de su respuesta en el programa de Évole: “que me
pregunte el juez a mí y ya contestaré yo”. En el mes diciembre de
ese mismo año, Sergi Pla dimitía del cargo de jefe policial que ostentaba.
¿Quién nos dice que los informes que
España envió en la evaluación de los drogotest no habían sido
“peinados” con su particular criterio de lo que es o no
relevante? ¿Resulta este perfil el adecuado para un jefe de equipo
evaluador de una cuestión tan técnica como los drogotest? Parece
razonable pensar que hubiera sido preferible, a todas luces, un
profesional con otra clase de perfil (médico, sanitario, social) o
que, al menos, sus informes hubieran sido enviados tras una revisión
(que incluyera nombre y firma) de algún especialista menos violento.
Las perlas que dejó, haciendo uso del titular del ElPeriodico.Com,
incluían cosas como que “Ghandi habría pillado” porque
considera no pacífico estar sentado si la policía le da la orden de
que se vaya, o que la violencia ejercida por la policía era legal y
que la policía siempre ganaba.
El error fue pedirle peras al olmo, y
la seguridad vial de todos es la que se comerá los frutos
equivocados: 750.000 drogotest para este nuevo año.
SIGUIENTE TEXTO DE LA SERIE:
http://drogoteca.blogspot.com.es/2018/02/recurreitor-la-mejor-respuesta-contra.html