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lunes, 3 de septiembre de 2018

No sufras más: yo te receto heroína.



No sufras más: 
yo te receto heroína.



Tenía algo más de 22 años cuando tuve mi primera -y única- sobredosis "potencialmente letal" con opioides. En aquella época tenía un bar; un reducto antiprohibicionista (donde se consumían todo tipo de drogas sin restricción) y con la única norma de no molestar a otros clientes, consumieran drogas o no.

Uno de mis clientes -el dueño de otro bar, preso ahora por tráfico de drogas- un viernes se presentó y me dijo: “toma, este bote de metadona es para ti, que sé que te gustan mucho estas cosas de las drogas”. Yo le pregunté por qué me lo daba, y cómo es que no lo necesitaba él si estaba en un tratamiento de mantenimiento con metadona, y me dijo que ese finde iba “a ponerse” y pasaba de la metadona teniendo heroína a mano.

Aunque alocado por la edad, yo era bastante responsable en mis tomas de drogas sobre todo cuando eran “nuevas”, le interrogué sobre la dosis de metadona que había en dicho bote con un líquido transparente, y él no me supo contestar salvo con un dato: “es para una persona que tome mil duros (5.000 pesetas, 30 euros) de caballo [heroína] al día”


¿Qué sabía de la metadona yo? Pues mucho, había leído de ella, conocía la opinión de gente como Escohotado y en esencia, entendía su mecanismo de actuación (el mismo que el de heroína, morfina o codeína). Aún así cometí la terrible imprudencia de tomarme el botecito de un trago -con una persona haciendo de “niñera”, siempre parte de mi protocolo de seguridad a la hora de experimentar- pensando que, con mi experiencia en opiáceos (conocía opio, morfina, codeína y heroína) no me metería en una situación peligrosa; me equivoqué.

En menos de 30 minutos estaba vomitando hasta el alma -cosa que probablemente me salvó- y entrando en un estado de sobredosis de opioides intenso, en el que me costaba mantenerme despierto y en condiciones adecuadas. Avisé a mi cuidadora y le pedí salir a la calle (no existían los teléfonos móviles como ahora) para acercarnos a una cabina a llamar por teléfono a Cruz Roja y dar el aviso. 

Así lo hicimos y al cabo de 10 minutos, una ambulancia -sin médico- operada por voluntarios me estaba atendiendo. Yo, que era consciente de que lo que tenía era una sobredosis, estaba obsesionado por saber qué dosis era la que había en el bote, pero esas personas no podían acceder a dicha información tampoco y resolvieron con lo que su formación -o la falta de ella- les dictaba: “no creemos que estés en peligro porque la metadona la dan para curar heroinómanos, lo único que puedes tener un síndrome de abstinencia dentro de 3 días”.

Cuando escuché eso, de boca de alguien que venía en una ambulancia de Cruz Roja, me di cuenta de que carecían de formación para comprender que la metadona era un opioide mucho más potente y por ende más peligroso que la heroína, y que ni siquiera entendían el funcionamiento de los programas de mantenimiento con metadona ni la farmacología de esta sustancia. Viendo esto en quienes tenían que atender una urgencia por sobredosis de opioides, es fácil comprender esa sensación de “cura para la heroinomanía” con la que se percibía a la metadona, sin entender el mecanismo de esa “supuesta cura”


Posteriormente pasé de los “voluntarios de la Cruz Roja” y me fui en un taxi al hospital, en el que un médico me estuvo viendo y aunque determinó lo obvio (una intoxicación por opioides, metadona en ese caso) estimó, que gracias al vómito, no había absorbido una cantidad mortal de necesidad, y si bien no parecía tener necesidad de ser tratado con un antagonista (sobre todo por lo poco útil del corto efecto de la naloxona, el antídoto, que no llega a la media hora de duración en su efecto frente a las 72 horas de efectos de la metadona) necesitaba vigilancia por si evolucionase de forma imprevista. 

Me tiré 3 días -vigilado casi las 24 horas- que cada vez que me fumaba un porro (por sinergia entre los cannabinoides y los opioides), caía dormido encima de la cama sin poder hacer nada para evitarlo. Fue el colocón más largo de mi vida y el que más cerca estuvo de matarme: metadona, la “cura” para la heroína.

¿Que busco señalar al contar esto? El común error de pensamiento de que dicha “cura” es inocua o algo distinto a lo que “pretende curar”. La metadona y la heroína son -en esencia- la misma cosa y producen -en esencia- los mismos efectos, pero mientras que los de la heroína duran unas horas, los de la metadona duran varios días.

La metadona es mucho más potente, peligrosa y de difícil manejo que la heroína como fármaco (en Reino Unido, la heroína se emplea como la morfina, pero la llaman diamorfina) por su alta impregnación y duración en el cuerpo humano. Su ventaja es precisamente esa misma: la larga duración, de días, que evita que la persona tenga que “drogarse” cada pocas horas, dándole una droga que dura muchas más horas y hace esencialmente lo mismo en tu cuerpo. 

Pero recuerde esto el lector: aparte de su duración -y de que se administra en un centro y tratamiento (es pura)- no tiene ventajas frente a la heroína -mucho más segura a nivel orgánico como fármaco- sino desventajas (empezando por su duración).

Dicho de otra forma, cuando damos metadona a un adicto a la heroína, es equivalente a suministrar vodka a un adicto a beber vino, o de mantener lejos de la cerveza a una persona a base de tenerla saturada de ginebra. ¿Tiene ventajas? Sí, para algunas personas muchas porque cada caso es único y, en algunos casos, un tratamiento de mantenimiento con metadona puede ser la clave para encauzar la vida de una persona (permitirle tener horarios y vida normales, sin tener que buscarse la vida para pagarse la droga y no entrar en un doloroso "mono"), pero en otros casos no es así y no basta con ese opioide y esa pauta de administración.





Para esos casos que parecían no tener salida con los tratamientos más habituales (metadona y buprenorfina mayormente) se crearon los programas de mantenimiento con heroína, en los que la sustancia usada como fármaco es la propia heroína de manera que ir a comprar la sustancia al mercado negro, carece de sentido. De esa forma, el paciente recibe una serie de dosis controladas de diacetilmorfina (nombre farmacéutico de la heroína actualmente) de la misma forma que a otros les dan su metadona o su buprenorfina

Esos programas han sido llevados a cabo en diversos puntos del planeta, España incluida como una de las pioneras gracias al trabajo de Joan Carles March en Granada. Los resultados de los ensayos clínicos llevados a cabo con heroína como fármaco, han sido muy positivos en todos los casos donde se han permitido, y eso llevó a algunos médicos que trabajaban con adictos a opioides/opiáceos en Canadá que, igual que su vecino USA está sufriendo tasas altísimas de sobredosis y problemas con este tipo de drogas, a pedir heroína para un grupo determinado de pacientes.

Esto no pasó de la noche a la mañana. Se pidió el acceso a la heroína para 21 participantes que resultaban “adecuados” de un estudio de 202 adictos (de nombre SALOME) a los que se había estado manteniendo -en condiciones de doble ciego- bien con heroína o bien con hidromorfona inyectable, cuyo efecto es muy similar al de la heroína, que se les administraba 3 veces al día bajo estricto control médico

Aún así, desde el estudio ya concluido se pedía que se abriera el abanico de opciones terapéuticas para que los médicos tuvieran herramientas útiles, como la hidromorfona inyectable, para quienes no resultaban beneficiados por otros tratamientos. Como prueba del buen funcionamiento del tratamiento, el equipo activó una línea de rápida de teléfono para cualquier tipo de problema (médico, criminal, legal) relacionado con el estudio SALOME o cualquiera de sus participantes: nunca recibieron ni una sola llamada.

Tras el estudio, se cursaron una serie de peticiones bajo la cláusula SAP o Programa de Acceso Especial por el que los médicos de Canadá, cursando unas solicitudes que deben ser aprobadas con mucho trámite pueden solicitar fármacos que no tienen en su farmacia, cuando una condición o enfermedad ponga en peligro la vida del paciente

Los expertos médicos consideraron que el riesgo de recaída en el uso de heroína callejera, especialmente en estos momentos que la heroína les llega adulterada con fentanilo, era una condición que ponía en peligro la vida del paciente, y dieron el paso de cursar esas 21 peticiones para que sus pacientes fueran tratados con heroína farmacéutica o diacetilmorfina.

Y aquí llegó el problema. Esas peticiones, de largo trámite, repentinamente fueron aprobadas por la maquinaria burocrática de Canadá: se iba a dar heroína -como tratamiento de mantenimiento no experimental (eso es importante)- a 21 pacientes

Los departamentos del ministerio sanitario del país dieron curso a la petición, tras comprobar los requisitos, y entonces ocurrió lo que no es sencillo de entender sin una aproximación “moralista e ignorante” por parte de sus principales actores: la entonces ministra y actual jefa de la oposición -Rona Ambrose- bloqueó el acceso a la heroína farmacéutica como tratamiento, haciendo una modificación en la ley de manera que esa sustancia no pudiera utilizarse.

¿Quién es una político para tomar una decisión médica, contra sus propios expertos? La dama en cuestión es la bulldog del partido conservador por aquellos lares -ahora en la oposición- que antes de irse del convento, como dice el dicho, se cagó dentro. Le quedaban unas semanas para tener que dejar paso al nuevo gobierno de Justin Trudeau, y con un par de ovarios emitió una declaración que textualmente decía: “El primer ministro [Harper] y yo no creemos que sea actuar en beneficio de quienes sufren adicción a las drogas, darles las propias drogas a las que son adictos.”





¿Y qué culpa tienen los adictos, los participantes en los ensayos médicos, los doctores y los expertos en este área de que tú -y el primer ministro conservador de turno- creáis algo que sólo demuestra que sois completos ignorantes? Ninguna, pero aquí es donde colisiona la política con la ciencia: aceptar que dar heroína a una persona es un tratamiento adecuado para salvarle la vida, contradice todos los postulados conservadores contra las drogas, a través de la sustancia más mitificada y demonizada de todas: la heroína. 

Con intención de sacar rédito político, esa meapilas ignorante y su jefe, quisieron dejar una piedra prohibicionista que alargase la interminable agonía de la guerra contra las drogas, incluidas para su uso médico; les dio igual que por medio se llevasen las esperanzas de 21 enfermos de recibir un tratamiento correcto y que les evitase entrar en situaciones que pusieran en peligro sus vidas.

De esas 21 personas privadas de lo que sus médicos creen que es su mejor opción, 5 de ellos se decidieron a demandar al estado por bloquearles el acceso a la heroína farmacéutica como medicación necesaria en un trastorno que les pone en peligro real de muerte. Y este es el punto en que se encuentra el intento canadiense de iniciar el tratamiento de mantenimiento con diacetilmorfina, a pesar de que es un fármaco sobradamente conocido y con menores riesgos a nivel farmacológico y claras ventajas en el proceso de adicción a opiáceos frente a la metadona. 

Son cinco adictos crónicos, refractarios a otros tratamientos, que no quieren morir un día de un mal chute. Y esto es lo que les exige el sistema, tener que demandar al estado para que -un día, que deseamos cercano- su médico les pueda decir: 


"No sufra más,
yo te receto heroína."


Este texto fue publicado en Cannabis.es originalmente.


jueves, 30 de noviembre de 2017

To trade or not to trade: el dilema del poseedor de Bitcoin

Este texto fue una reflexión personal, publicada en la web sobre Bitcoin de ElBitcoin.ORG hace unas semanas, en lo referente al tema del trading (andar comprando y vendiendo criptomonedas). Creo que contiene algunas reflexiones que son de lo más acertado y que según pasa el tiempo, veo que más fundamento tienen.

Espero que os guste y os sea útil en este proceloso mundo del Bitcoin y las criptomonedas... ;)

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To trade or not to trade.



Cuando uno pasa el suficiente tiempo en el universo Bitcoin, tarde o temprano se llega a enfrentar a este dilema. El trading, la actividad de comprar y vender moneda a cambio de otra, es esencial a la hora de fijar el valor de la moneda en un momento dado, ya que a diferencia de otros usuarios (como quienes usan Bitcoin en un mercado de la darknet para adquirir un determinado bien, pero no “retiene” la moneda) los traders son quienes evalúan -con sus compras y ventas- el precio real de una moneda o un valor en el mercado.



Mi primer contacto con el trading -con control directo e inmediato de mis monedas frente a otras varias- fue hace pocos meses. Por suerte, y digo suerte porque eso fue en gran medida, sucedió justo antes de la burbuja que vivimos en la primavera. En previsión del fork de Bitcoin, y preocupado por ese dinero -que iba ganando en valor con el tiempo, hasta ser una variable imposible de no tener en cuenta- quise proteger lo que hasta ese momento había guardado en Bitcoin, y busqué otras posibles monedas para una mala situación -esperaba- en Bitcoin. Suerte fue que, si bien mi predicción de fork iba muy anticipada, el conjunto de decisiones lo tomase en esos días: mutipliqué varias veces aquello que coloqué en otras monedas, porque tuve la suerte de pillar ese momento.

Los planteamientos generales de mi decisión eran “buenos”, porque derivaban de un análisis de largos plazos que no buscaba dinero rápido sino protección. Pero el hecho que temía, el fork, no se produjo hasta meses después y aunque Bitcoin no se había inflado de precio tanto como otras monedas en ese tiempo, había doblado prácticamente su valor: me había equivocado, pero había acertado. 

Darme cuenta de ese hecho de forma tan tajante (mi predicción era errónea, al menos en ese momento) me ayudó a no creerme -por efecto de la suma de dinero ganada con la suerte del momento- un experto en el tema, capaz de predecir tan espectaculares escenarios de crecimiento. Esa ocasión fue suerte, y lo tuve muy claro desde el principio.

Aunque yo ya he tomado la SANÍSIMA decisión de no asesorar a nadie ni ayudar a nadie -sin cobrar por mi tiempo- con el tema de las criptomonedas (es muy pesado cargar con todo lo que la gente no sabe e intentar que comprendan todo esto con un muro de desconocimiento delante, defendido por otro de prejuicios detrás) mantengo un pequeño grupo de Telegram en el que varios personajes, compartimos cripto-asuntos. 

[[Actualización: dicho grupo aunque sigue siendo privado, ha abierto un "supergrupo" (así lo llama Telegram) para quienes tengan dudas y quieran charlar sobre estos temas. En enlace de acceso para la Cripto-escuela de Salamanca es este: https://t.me/joinchat/BG_IqkwgfFi8adD_W0Ok7A ]]

En él hay algún ilustre entrevistado de esta web (ElBitcoin.org) y otras personas totalmente desconocidas que se han ido “agregando” en momentos distintos: personas con formación en Bitcoin muy distinta, pero todos dentro del límite del usuario de nivel medio, como máximo (como yo). En el grupo, que paso de ser “Cryptoboyz & Girlz” a “Escuela de Salamanca” (recuerdos a Palamedes) nos echamos una manita y nos ayudamos.




Y todos nosotros -todos sin excepción- hemos caído en el trading. ¿Por qué? Está claro que cuando llevas un tiempo en esto, ciertas noticias sabes que van a tener repercusión (positiva o negativa) y sueles ver que puedes tomar ventaja de lo que va a suceder (si eres capaz de interpretar bien el escenario y su resultado en un momento puntual). 

Yo suelo decir que, con esto de las criptomonedas, pasa algo similar a lo que ocurre con algunas partículas observadas con el prisma de la física cuántica: puedes determinar su vector de dirección y velocidad o su posición exacta, pero no ambas cosas a la vez. 

Puedes acertar en el escenario y errar en la conclusión, y puedes hacer la jugada inversa también (lo que sería acertar de casualidad, como yo). Lo que está claro es que es también, el trading de criptomonedas y de otros valores, un campo probabilístico y no determinístico. Si eres muy de la mecánica clásica y te da “yuyu” eso del gato vivo-muerto, a lo mejor esto te supera. Si quieres saber lo que tienes y cuánto vale con una precisión pre-establecida, lo tuyo es la moneda fiat y no la criptomoneda (al menos, de momento).



Todos hemos visto la posibilidad de ganar dinero rápido, y hemos tentado a la suerte con diferente fortuna. Lo único que nos salvaría a todos (hablo especialmente del grupo mencionado, pero puede ser aplicado a otros muchos fuera de él) de nuestros propios errores en el trading, es que hablamos de un mercado en un brutal alza. En alza hasta el punto de que a veces da impresión de que “da igual en qué inviertas, porque todo sube siempre”: ojo, esto no es así y aunque lo sea -temporalmente- llegaremos en breve al momento en que no sea así.

No todo sube siempre, ni todo sube, pero es cierto que -de los principales criptovalores- si se mira su precio 1 año atrás son todo ganancias, en cualquiera. Y este mercado “inflado de interés” por un lado y que, por otro, va llegando a nuevos niveles de adopción de las criptomonedas, es un mercado que tiende a perdonar errores a todo el mundo porque los valores de referencia siguen subiendo

Pero no conviene fiarse, al menos demasiado, de las dotes de “speculatori” que nos han salido repentinamente, ya que lo nuestro no es invertir sino que todos nosotros (en el grupo) trabajamos en campos totalmente alejados de lo que serían los mercados de inversión. Somos meros aficionadillos, de momento, con mucha suerte.

Y tal vez sea ese el problema, hoy a señalar: exceso de suerte. Todos nosotros, en distintos grados pero todos, hemos entrado en el juego de comprar en un momento y vender en otro, para sacar provecho de la diferencia. Y debo reconocer que, a pesar de nuestra ausencia de experiencia previa, no se nos ha dado tan mal. Pero ahora debo considerar que la simple inercia de unos mercados fuertemente ascendentes ayudó mucho. 

Hasta gente tan ajena a este mundo, como resulta ser mi madre, me dio una cantidad para invertirla en su nombre. Cuando le pregunté qué quería que hiciera con ello, si “jugar en los mercados” o “hacer una buena inversión y dejarla quieta”, me contestó lo primero: jugar con ello, hacer trading activo. Cuando -extrañado- le pregunté cómo me daba esa respuesta, me dijo que no era mucho dinero [nota del autor: si yo lo hubiera tenido la primera vez que miré el precio Bitcoin, ahora tendría 100 Bitcoins, que hoy día equivalen a una comprar una muy buena casa, en mi país]. Ese tipo de actitud en una persona que es ajena a este mundo y cuya principal fuente de información son “los mass media” y alguna cosa que me escucha decir a mí, da una importante señal de lo que al personaje medio, que aún no ha entrado en esto de las criptomonedas, le atrae: no es la calidad del dinero, sino las ganancias rápidas haciendo trading.


Y nuestro “trading” que comenzó siendo “la necesidad de realizar un par de movimientos lógicos de compra y venta” ante una situación puntual (incluso forzada), acabó siendo “cazar al dragón durante horas y días”, persiguiendo estadísticas de precio en los mercados, para sacar provecho rápido de la volatilidad en las monedas y los diferentes exchanges. 

Uso a propósito la expresión “cazar al dragón”, porque es la que se usa en inglés, a modo de “slang” o jerga, para estar persiguiendo y aspirando el humo que se evapora de una pequeña cantidad de cocaína base, o heroína (o ambas, speedball), que se evapora con la llama de un mechero sobre papel de plata. 

Realmente las sensaciones, comparando el “juego” que se establece entre la persona y la actividad en este caso, pueden llegar a ser bastante similares a las del yonqui dándole fuego a la “cola del dragón”, pero eso es una visión subjetiva del asunto y, entiendo que poco común, ya que si bien hay mucha gente que hace trading de criptomonedas, no hay tanta que se entregue a esos otros placeres del consumo de psicoactivos.

A este punto quería finalmente llegar, antes de ofrecer un consejo basado en la experiencia tenida haciendo trading con criptomonedas: placer, consumo

Hay algunas personas -la inmensa mayoría- a quienes les das una inyección de heroína y no les resulta agradable. Otras quedan maravilladas y -de poder conseguirla- se hacen adictas a esa droga. Donde puse heroína, puede poner usted mismo cualquier otra sustancia (cocaína, cannabis, hongos psilocibes, mescalina, MDMA, anfetamina, morfina, etc.) y otras cuantas actividades humanas: comer, dormir, masturbarse, besar, ligar, jugar a las cartas, ir de compras, echar dinero a las tragaperras, trabajar sin descanso aun teniéndolo, follar o jugar a la lotería, al ajedrez o a los videojuegos en una consola.

Tal vez usted no lo sepa, pero las drogas prohibidas hacen efecto en el cuerpo humano porque imitan a otras sustancias que tenemos en nuestro interior, y que se manifiestan -haciendo su función, de forma normal, o desajustada- en las diversas relaciones bioquímicas de los comportamientos. 

Cuando come, usted segrega endorfinas (una molécula de efectos similares a la heroína o morfina). También cuando acaba de tener un orgasmo, o cuando llora. También las segrega su cuerpo de forma automática cuando usted sufre un daño (como un hueso roto). 

Cuando usted está a punto de ganar lo lotería, porque sólo falta número y si es el suyo se convertiría en millonario, usted segrega dopamina como un loco. Pero también lo hace cuando va ganando en la consola mientras compite con su pareja o amigo, y también lo hace cuando está jugando al poker con dinero o a las maquinas tragaperras, bingo, casino o ruleta: en los juegos de azar, usted segrega dopamina de la misma forma que lo hace el cerebro de un cocainómano cuando consume y consume esta droga. Y así podríamos seguir con distintas actividades, emociones y comportamientos que surgen en el complejo ser humano.




¿Pero esto no iba de trading? Sí, y aquí terminamos.

Dentro del grupo -en el que me incluyo- hay hombres y mujeres, profesionales de todos los campos (del derecho a la seguridad privada, pública, sanitarios, autónomos, freaks sin oficio claro pero todos con un mismo interés: Bitcoin y su mundo) que tienen intereses muy distintos, motivos diferentes, y razones que no tienen nada que ver para estar en este cripto-fregao. Sin embargo, al principio, todos pensábamos que las ideas de los demás y sus motivaciones (más allá del ganar dinero, que es común) serían iguales a las nuestras. Y no, eso es de lo primero que hemos comprendido: somos personas distintas que compartimos información y razonamientos, pero que tomamos decisiones distintas en función de los mismos datos: el trading no es una ciencia exacta.

Y la otra gran cosa que descubrimos, algunos antes (yo posiblemente) y otros más tarde, pero que todos sin excepción han calificado el cripto-trading como una actividad “muy adictiva”. 

Todo ellos, en distintos grados, conocen bien las drogas. Algunos sólo el cannabis y alguna anfetamina, otros cocaína y heroína, otros MDMA y speed, otros tabaco y alcohol. Todos conocen las drogas y conocen el aspecto adictivo de muchas de ellas, y varios de ellos son profesionales con relación directa con estos asuntos de las drogas y las adicciones. Y a pesar de su formación, y de que nadie se acerca al trading -eso de mirar velas rojas y verdes que bajan y suben, embobados para que se pueda hacer la compra que se te ha antojado... si puedes y el mercado te deja- pensando que puede ser una actividad “de alto riesgo” y no sólo económicamente: es una peligrosa adicción.

En realidad, el estar frente a gráficas de colorines, que suben y bajan, cálculos sesudos, fórmula magistrales a aplicar, momentos a cazar a tiempo y todo con el control de tus manos, tu dinero y la acción directa de tu voluntad sobre tus monedas, es muy parecido a un juego de azar; incluyendo las consecuencias de la ludopatía. A veces se gana dinero, genial, porque eso es un refuerzo positivo que hace que la persona repita la acción. A veces se pierde, y eso que a muchos les sirve para medir mejor y tal vez retirarse del juego, a ciertos personajes (es un fenómeno que se da en los compradores de drogas en el mercado negro) no les funciona como un aversivo que les aleje del trading, sino que les funciona de “refuerzo aleatorio” (también con los animales se usa, para mantener adiestramientos a lo largo del tiempo) que no elimina ni tiende a eliminar el comportamiento.

En resumen, creo que el trading es una actividad que, si bien puede dar altos rendimientos, también puede provocar intensas pérdidas. Y una que no solemos evaluar adecuadamente: la de nuestro tiempo

Nuestro tiempo y su rendimiento es en sí mismo, cuando lo usamos adecuadamente, nuestra mejor “Proof of Work” o PoW. Es cierto que es “relativamente fácil” ganar dinero en el trading, una vez que uno le echa horas y aprende las habilidades básicas. ¿Pero cuántas horas? ¿Cuántas le puedes echar tú para que dicha actividad te resulte rentable? Si eres una persona que -por su trabajo, o ausencia de trabajo- pasa por su tiempo pegado a un ordenador con conexión a Internet, pues es posible que hacer trading sea una actividad más -provechosa económicamente- que pueda incorporar a su rutina.

Pero fuera de esa tipología de persona, es muy probable que el trading de criptomonedas no sea una actividad hecha para ti. Hace un tiempo recibí el mejor consejo sobre trading que me han dado hasta la fecha: “no hay decisión sobre criptomonedas que compense una noche en vela”. Y es cierto, no lo hay. 

La mayoría de la gente no dispone de 10 horas para estar pegado a un ordenador leyendo información y analizando mercados, porque además del Bitcoin tienen vida. Y todo esto lo escribo sabiendo que, en breve y debido a los futuros forks de Bitcoin que parecen venirnos encima, no tendré más remedio que ceder a mis impulsos y echar un vistazo al asunto; es posible que acabe picando de nuevo y dejándome más riqueza de mi propia PoW en tiempo, que la que pueda ganar haciendo movimientos entre unas y otras monedas.

Valora bien tu tiempo antes de dedicarlo a otras cosas.
Y recuerda que te lo avisamos aquí: el trading de criptomonedas es altamente adictivo.



jueves, 25 de febrero de 2016

¿InDependientes?

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es, tras encontrarnos en una de las revistas prohibicionistas que maman del PNSD una entrevista al gran Babín, el zar antidrogas hispano.
Aunque apunta a la revista que lo publicó (la felación "periodística" a Babín) se podrían aplicar el texto muchas otras además de la mencionada.

Esperamos que os guste.

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¿Independientes?


Hace unos días salía publicada en una “revista online” llamada “Independientes” -el nombre trae cola- una entrevista a nuestro particular y cañí “zar antidrogas”: Babín.

¿Y quién es Babín? Francisco de Asís Babín, un conocido de todos por su “inestimable trabajo” al frente del hispano 'Plan Nacional Sobre Drogas' o PNSD. Antiguo licenciado en medicina que -ahora- trabaja respaldando como Delegado del Gobierno lo que el Partido Popular hace y deja de hacer en materia de drogas. Por otra parte, es de esperar dicha función ya que es nombrado -desde el gobierno- con el método de la clásica “democracia digital y tal”: a dedazo.




¿Y quiénes son los de la revista esa de “Independientes” (escrito “inDependientes”)?

Pues son una especie de gacetilla prohibicionista absoluta; una de estas publicaciones maniqueas que tiene bloqueado todo lo que resulte en un aprendizaje que contradiga el dogmático adiestramiento, que parecen haber sufrido en materia de drogas. Hablo de adiestramiento y no de formación porque no puedo considerar que cerrar los ojos a la realidad, o el “di no a las drogas” como mensaje constante e inalterable, sea formativo ni tampoco informativo. Eso sí resulta algo a tener en cuenta, al menos en una presunta “revista”.

Me resulta muy cachondo que la revista se llame “inDependientes” -supongo que el nombre surgió en un alarde de ingenio combinatorio de conceptos- cuando de independientes no tienen nada, al menos como informadores. ¿Por qué? Para empezar cuando aterrizas en su página, te encuentras un claro anuncio de un premio que, en su corta existencia, ya han recibido. ¿Cuál? Pues uno de los nada ideológicos “Premios Reina Sofía CONTRA las drogas”, en el año 2013. ¿Recibir un premio hace a alguien dependiente? No, pero si el premio es CONTRA las drogas, ayuda a dilucidar por donde van sus tiros (y no son como los nuestros, no).

Vale, ¿y qué más?

Pues luego miras la sección de publicidad, y te encuentras la habitual “carga” en este tipo de webs: asociaciones “CONTRA la droga”, grupos de tratamiento para “adictos” a alguna droga y, cómo no, las omnipresentes clínicas y centros -privados- donde se desarrolla otra parte de lo que es “el negocio de las drogas”. Una cara menos identificada del negocio de las adicciones, porque realmente son eso: negocios montados sobre las adicciones de otros. ¿Y acaso tener publicidad te condiciona inevitablemente en tu trabajo como “periodista”? No tiene por qué, pero está claro que la gente se anuncia donde va a encontrar una narrativa similar a la suya, sólida y sin medias tintas: CONTRA.

¿Alguna cosita más para señalar esa presunta falta de independencia? Pues bueno, hay un detalle más que me sorprende y que sí que tiene relación: si pagas una cuota puedes publicar textos en dicha revista. ¿Pagar por publicar? Ufff. Sí, pero además no puede ser cualquier cosa, ya que tiene que estar en sintonía con su línea editorial: eufemismo para decir que no publicarán un texto tuyo que les lleven la contraria. ¿Independientes? Que lo juzgue cada uno, que yo prosigo con el asunto de la entrevista.

Lo primero que veo es un titular extraño:

“El 70% de los padres están en contra de que sus hijos empiecen a fumar, solo el 37% de que sus hijos empiecen a beber”.




Asumiendo su retórica polarizante (estar en contra/estar a favor) me pregunto quiénes son ese 30% de padres que son tan miserables como para estar a favor de que sus hijos fumen. De igual forma me preocupan ese otro 63% de padres que están a favor de que sus hijos empiecen a beber: vaya familias que tenemos en España si hacemos caso del simplón retrato. Pero, como es una entrevista (supongo), no viene ningún enlace a un estudio para comprobar cómo se han obtenido semejantes datos, así que me quedo con la duda: ¿eran padres o concursantes de “Gandía Shore”?

La siguiente frase que uno se encuentra leyendo es de premio, ciertamente:

“Los déficit de atención de la población que consume con gran frecuencia cannabis, al final afectan a la economía conjunta de toda la sociedad”.

Dicho de otra forma, adoptando también el cómodo simplismo de la fuente original: “la economía de todo el país se resiente por vuestra culpa, jodidos porreros, que andáis en las nubes”.

Lo siguiente que hago es prepararme para lo que viene. Lo sé, soy masoca. Me gusta leer estas chorradas desinformativas para sentirme un rato prohibicionista e imaginar eso de tener la verdad absoluta, -sin haber recorrido el camino de la experiencia del descubrimiento directo- y con un sesgo que no permita ver que “su modelo represivo-preventivo” no ha causado más que sufrimiento y desprotección. Y, si atendemos a las cifras, un aumento generoso de consumidores de casi todas las drogas en los últimos 20 años en los que hemos venido sufriendo la propaganda prohibicionista en lugar de una formación útil.

Me preparo y observo que, más que una entrevista, es un poco el prepararle el discurso al entrevistado cual amistosa felación. Nada de preguntas incómodas, nada de cuestionamiento de los datos, nada de roce curioso y preguntón: sumisa copia y reproducción del discurso oficial del zar antidrogas, como si fuera el líder supremo norcoreano. De 9 “preguntas” -en realidad introducciones a su discurso- hay 5 CONTRA el cannabis, 2 sobre cuestiones legales, institucionales o normativas y 2 más genéricas para relleno.

Me pongo a ojear por encima y pronto salta a la vista la primera de las típicas aberraciones informativas que arrastra esta gente: no son capaces ni de nombrar adecuadamente los asuntos que quieren tratar. Desde la revista introducen el discurso de Babín con esto:

“Cuando se habla de que el cannabis es una sustancia natural es muy discutible porque en muchas ocasiones se está consumiendo cannabis sintético con altos porcentajes de THC.”

¿Cannabis natural vs. cannabis sintético?
¡¡MEEEC!! No existe el “cannabis sintético” y, aunque la prensa más generalista habla de “marihuana sintética”, unos supuestos “profesionales” del las adicciones -drogabusólogos más bien- no pueden inducir esos errores: la llamada “marihuana sintética” es una mezcla de plantas, que no son cannabis, con drogas sintéticas, que tampoco salieron del cannabis. Mal empezamos con los del premio Reina Sofía y la ciencia; no se deben llevar bien.

Al final, la penosa preguntita, termina hablando de THC -lo único de todo lo dicho que realmente tiene que ver con el cannabis- mientras habla de ese inexistente “cannabis sintético” en una tendenciosa mezcla que no sirve para informar ni educar, sino sólo para confundir y asustar. Tal vez no debo achacar a la malicia lo que puedo achacar a la ignorancia, pero habría que ser demasiado ignorante, tratándose de verdaderos profesionales del asunto. Seguimos, porque la respuesta también se las trae.

Se arranca Babín con un alarde de respuesta técnica, que nada tiene que ver con lo sintético pero al no haber ninguna corrección del error, hace que parezca asumido como dato cierto. Tal vez lo asume como cierto; a saber, que son muy suyos los del PNSD. El zar contesta:

“Concentraciones del 14, 15 y 16 % [de THC] que van a producir muy fácilmente una adicción.”



No sólo da por bueno lo dicho en la pregunta, sino que ya da números y los vincula con la adicción -supuesta- al cannabis. ¿De dónde salen semejantes datos? ¿Quién ha establecido que exista una correlación de causalidad entre esa hipotética adicción y esos números? A mí me da que esto no funciona así: que tenga mayor porcentaje de un determinado principio activo hace que necesites menos cantidad para conseguir los efectos que buscas, no que tengas que fumar más.

Es algo tan simple como que cuando alguien se emborracha, lo puede hacer con cerveza de un 4% de alcohol etílico, con vino de 12%, con destilados -como el whisky- de un 40% o con licor de patata de 90%: da igual, porque lo que importa es la cantidad total ingerida de etanol. Pero mientras que se nos considera suficientemente adultos como para saber que tomarse 4 vasos de cerveza no tiene el mismo efecto que beber 4 vasos de whisky, nos consideran incapaces de saber que de una yerba que es del doble de potente que otra -para conseguir similares efectos- debemos fumar la mitad. Tal vez -en realidad- ellos no se ven capaces de seguir esa simple “regla de tres” y piensan que todos los demás sufrimos el mismo problema. Voy a dejarlo en tablas -esta vez- aplicándoles el “principio de caridad”.

¿Qué más dice? Pues dice que no podemos discutir que “las drogas dejan a muchas personas en muy malas condiciones” y que -partiendo de ahí como premisa validada por él mismo- hay que definir la política de drogas en atención al “daño a terceros”.

¿De qué habla este señor? ¿Daño a terceros por usar cannabis?

Sí, se refiere a los accidentes de tráfico que -últimamente- se señalan como causados por el cannabis: que nos den la lista de accidentes que tienen al cannabis como única droga y podremos comentar la realidad y no una imagen estadística totalmente -y puede que intencionalmente- borrosa. Se refiere a eso y a lo que dije antes: ¡¡estáis en las nubes fumando petas, eso repercute en nuestra economía y acaba afectando a terceros!! Y que está por delante el derecho de la sociedad en su conjunto frente a los derechos individuales de los fumetas, que somos malos para la economía por lo visto. En breve culpan al cannabis de la crisis y el paro; sólo hay que darles tiempo.




¿Hay algo de interés en la entrevista? Bueno, si te gusta echarte unas risas puede que sí. Por ejemplo, esté licenciado en medicina, argumenta que en el examen del MIR una pregunta tiene como respuesta “el cannabis” y que eso da fe de su peligrosidad.

Vale. Que es licenciado en medicina, sí, pero si supierais lo poquito que quiere decir eso -yo mismo tengo una matrícula de honor en “Farmacología de la adicción”- y lo poquito que en realidad saben los médicos -sin una seria especialización sobre drogas- le daríais el mismo valor a una preguntas sobre drogas recreativas en el examen del MIR que a un test de la revista “Cosmopolitan”: no hacen sino reproducir el prohibicionista discurso oficial. Miento: la “Cosmopolitan” no es tan retrógrada como el PNSD o la enseñanza oficial.

¿Y cuál es la guinda del pastel? ¿Queda algo para el postre?

Pues sí, que aunque son pocas preguntas no han descuidado aprovecharlas para hacer catequesis -repito que lo suyo no es la formación científica- y el encabezado de una respuesta que da nuestro amigo el Zar Babín, por desgracia, es de traca final. La pregunta no esconde la mano en sus intenciones, es simple y está mal redactada (sí amigos, cuando alguien os diga que es periodista, aunque tenga la carrera, tomadlo con pinzas hasta leer qué y cómo escribe):

“¿Cuáles son las consecuencias de los actuales consumidores de cannabis?”

Errr... ¿consecuencias de los actuales consumidores?
Bah, si les da igual que suene tan mal como una traducción del Google Translator, ya que de cualquier forma Babín acabará metiendo su mensaje, y punto pelota. Aquí va la perla:

“Pues si han empezado a consumir en la edad adulta, seguramente no tendrán ningún problema, suponiendo que no se queden en una cuneta en un accidente de tráfico o que no se lleven por delante a otra persona y acaben en un presidio.”

¡Ahí tú, campeón!
Mi concepto de “no tener problemas” -de momento- incluye no tener accidentes de tráfico, no llevarme a nadie por delante, no acabar en el talego y, sobre todo, no quedarme en una cuneta; aún me queda guerra que dar. Pero salvo esos pequeños detalles, seguramente no tenga ningún problema por.... ¿¿¿fumar porros??? Había olvidado ya de qué hablaba este caballero.

No creo que nadie -en su sano juicio y que no viva de la guerra CONTRA las drogas- tenga relacionado el cannabis con accidentes de tráfico, quedarse en la cuneta o llevarse por delante a otros. Desgraciadamente lo de cárcel -o las multas que te hacen insolvente de por vida- nos suena más cercano al colectivo cannábico: ¡¡Pannagh somos todos, bastardos!! [Nota del autor: disculpas, pero tenía que decirlo.]

Lo que ya es el contrapunto final -como ese toque salado en mitad de un plato dulce- es la frase que viene a continuación, y que en teoría salió de su boca. La biología nos asegura que, antes de soltarla, la tuvo que pensar primero en el cerebro. Aunque algo pudo fallar (en la habitual línea editorial):

“Desde el punto de vista de su salud individual, seguramente, la inmensa mayoría [de consumidores de cannabis] no tendrán ningún problema.”

Exacto, tronco.
La mayoría de consumidores de cannabis, ni desarrollan un comportamiento adictivo -obsesivo, a mi entender, más bien- ni tienen especiales problemas de salud. O lo que es igual a decir que a pesar de todo, de sus campañas, de sus fundaciones y asociaciones subvencionadas año tras año con el dinero de todos, de su incorrecto mensaje, de su moralina palpitante y de la represión con multas y cárcel, el cannabis y su consumo no parecen ser un problema preocupante de salud para sus usuarios. Ojos como platos me deja Babín, permitiendo que tras su mensaje -es su trabajo, no es nada personal- se le escape la verdad. Y yo, ese dato, no se lo voy a discutir para que no digan que voy a malaostia.

Finalmente lo único que añade es que se ha creado un nuevo organismo en esto de las drogas, bajo control de ellos mismos, y eso es algo que salió en el BOE ya. Para terminar ya sólo me queda preguntarme -casi a modo de curiosidad matemática- cuántos puestos de trabajo se pueden generar alrededor de la guerra CONTRA las drogas. Y es que el número “tiende a infinito” o -como poco- “a demasiados”, cuando nuestros recursos económicos como sociedad para pagar y atender asuntos más básicos -por ejemplo, mantener comiendo y con techo a la población sin trabajo- merman cada día sin perspectivas firmes de mejora.

Lo sé. Comencé con mucho humor y acabo, como casi siempre, cabreado. ¿Qué cojones hace el estado gastándose nuestro dinero en estos “expertos en adicciones y dependencias”? Reconozco que -en cierta manera- son expertos en ese campo: lo suyo es la absoluta dependencia del sistema, envueltos desde hace décadas en la bandera de la lucha CONTRA las drogas.



¿Qué es adicción?
Me preguntas mientras trincas,
del dinero de todos,
y llenas de pasta tu baúl.

¿Qué es adicción?
¿Y tú me lo preguntas?
¡Adicción... eres tú!


lunes, 8 de febrero de 2016

Machacas.

Este texto -ahora revisado y con algún añadido- fue publicado en VICE hace unos meses y, en vista de las veces que se pusieron en contacto con nosotros todo tipo de personas y medios (TVs y periódicos) con interés por uno u otro motivo, parece que en general gustó bastante. Esperamos que siga haciéndolo, o al menos, no dejando indiferente al lector.



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Machacas.


Antes de nada: cuando pienso qué soy, me respondo a mí mismo que soy educador. Estudié "Ciencias de la Educación" (el común Magisterio, de los maestros de toda la vida) y lo hice de forma vocacional, llevando muchos años ya trabajando en lo que se conoce como “educación no formal”.

Luego por cuestiones de la vida, el azar y las propias elecciones, pues uno acaba de camarero, o  de empleado en un todo a 100, si es que no te da antes por ponerte a vender farlopa en vista de las posibilidades laborales existentes. Pero eso no quita para que mi mirada siga siendo la de un maestro, a la hora de observar las cosas y en concreto las interacciones donde se dan aprendizajes.

Aunque tengo experiencia en el aula -no sólo con niños, también con adultos- he pasado mucho más tiempo de mi vida en otros entornos donde se produce eso que también es educación, aunque no ocurra en el contexto de una sala y una programación reglada. Uno de esos contextos, que me tiene mágicamente perplejo, es el de los hijos de los vendedores de drogas al por menor y su interacción con los personajes que pululan por sus casas.




Reconozco que he estado a punto de escribir “los hijos de los gitanos que venden drogas en sus casas” en lugar de “los hijos de los vendedores” pero, lejos de ser una cuestión semántica o de estereotipos, son los hijos de los gitanos que venden drogas de los que quiero hablar, por sus peculiares características. 

He trabajado en educación con gitanos, y la inmensa mayoría de ellos no tienen que ver con las drogas, y menos con el menudeo. Conozco más vendedores de cocaína “payos” que gitanos. Pero al mismo tiempo conozco bien los barrios marginales de las ciudades españolas y los poblados de la droga tipo Valdemingómez, y es algo que ocurre dentro de esa estructura de los “hipermercados de la droga” y otros entornos menos “híper” pero también mercados -con alto nivel de población de etnia gitana- de lo que voy a tratar.

Imaginad la siguiente escena sucediendo con total normalidad. Un niño de unos 4 años de edad entra corriendo en una habitación donde hay más de 5 personas consumiendo cocaína y heroína fumada, expulsando los vapores al aire que todos respiran. Además, lleva los cordones desatados lo que hace que en un momento dado los pise y caiga de morros, haciéndose un aparatoso corte en el labio, con mucha sangre pero sin gravedad.

Inmediatamente 3 de esas personas que estaban fumando en plata, sentados en sus sillas y cada uno a su aire, reaccionan de golpe dejando de consumir las drogas que estaban fumando, yendo a socorrer y a atender al niño. Le recogen con cuidado, le calman el llanto, le distraen, le limpian la herida con algodón y agua oxigenada -que cogen ellos mismos del cuarto de baño de la casa- y mientras esperan que venga su madre o la persona al cuidado de la criatura, le enseñan cómo atarse los cordones de los zapatos él mismo, mediante una canción que le va explicando -con sencillas figuras- cómo hacer una lazada con los dos cordones.




Seguramente si a esos tipos les llamase de golpe pedagogos, a lo mejor me soltaban 4 hostias (por si acaso), pero no dejarían de serlo. La palabra pedagogo hace referencia al esclavo culto -en comparación con el amo o con lo mejor disponible en casa- que estaba al cargo de la educación del niño, educación que incluía saber andar en lugar de gatear. El concepto luego se amplió a una educación más culta, en la medida que "amos y esclavos" lo fueran, y a una edad más allá de lo que serían los años del control motor y la bipedestación.

Esta escena que describo es algo que he vivido, de distintas formas, en distintas casas en las que había niños (de muy variadas edades) y a la vez se vende y se consume droga. Aunque no todos los lugares que conozco de este estilo, son llevados por personas de etnia gitana, en mi experiencia la mayoría lo son. También es donde existe la figura de “la gitana” y la del “machaca” aunque en ocasiones el apelativo de la vendedora de droga no tiene nada que ver con su etnia o raza. El “machaca” por el contrario, casi nunca es alguien de raza gitana.

La figura de “la gitana” -la Pantoja NO es mi gitana (copyright "El Coleta", ver vídeo)- es una institución en el yonkarreo hispano, y creo que no es posible encontrar un sólo yonki en el país que no conozca una o cien “gitanas”. Es la que “sirve” (vende) y la que manda en la casa: su voz es ley. 

También es la que normalmente se desplaza a coger pequeñas cantidades de droga, si es que queda desbastecida, al lugar donde guardan o distribuyen más porque al ser mujer, existe menos probabilidades de que sea cacheada por la policía, de forma rutinaria (porque si quieren, te paran y hacen venir una agente a que te cachee). 

A pesar de estas arriesgadas funciones, con un fuerte estrés asociado, las “gitanas” suelen soportar a la vez íntegramente el peso de la casa. Eso incluye a “los churumbeles” y la cocina para toda la familia, en lo que se ve ayudada -si hay- por las demás mujeres de la familia y las mujeres de los hijos de la familia, que suelen vivir inicialmente en casa de los padres. Los varones no entran en la cocina más que para coger algo de la nevera, si no le "piden" a alguna de las mujeres que se lo vaya a buscar.

Para poder soportar el peso de ese trabajo, cuentan con la figura del “machaca”, que es una especie de esclavo moderno que cobra en droga -comida y techo en ocasiones- su tiempo y trabajo. El pago promedio para un machaca de bajo nivel es de 1 micra de droga (cocaína, heroína o mezcla) cada 6 horas de trabajo. Lo justo para que no lo pase mal por abstinencia, pero muy lejos de poder pasarlo bien. 




Y sus labores incluyen la atención a los niños en primer lugar (y de máximo interés para sus padres), la conducción del coche de la familia (al estilo de las trabajadoras del hogar en USA), ir a hacer la compra (cada vez que a alguien se le antoja algo), controlar a los compradores que van pasando a la casa y todas aquellas funciones que tenga a bien otorgarle “la gitana”. 

No voy a entrar en lo cuestionable del asunto contractual que une ambas figuras, sino en la interacción educativa que esto produce. Porque estos yonkis que ayudan en la crianza y la casa por unas micras de droga, son lo más parecido que encuentro a la figura del pedagogo-esclavo clásico.

Dado que no se trata de una interacción puntual, la cotidianidad de este roce entre niños gitanos en ese entorno y payos consumidores de droga, es una interacción educativa de primer orden, para bien o para mal. Seguramente muchos pongan el grito en el cielo al pensar lo que digo: ¡¡drogas y niños juntos no, por Dios!! 

Yo tampoco soy nada partidario de que haya niños cerca de las drogas, y eso incluye a los padres fumando tabaco y a los bares donde se sirve alcohol. Pero la realidad -como decía Rajoy- es terca. 

En mi ciudad, cuando yo era estudiante universitario, existían ya 2 grupos de educadores que habían empezado a usar “conceptos del mundo de las drogas” para explicar las matemáticasSí. Mientras que a ti en clase te decían “si tienes 3 peras y valen 5 pesetas cada una, cúanto valen las 3 peras?” a ellos lo mismo pero con “micras”. ¿Y que son micras? Pues micra es el nombre común que se da en la compra de drogas y que expresa 1/10 de gramo, normalmente de unos 5 ó 6 euros de precio a día de hoy.

El enunciado de uno de los problemas que vi entonces decía algo así (problema de examen):

Tenemos una hoja de cuaderno que mide 30 cm. x 15 cm. y que vamos a usar para hacer papelinas. Cada papelina mide 25 cm2. ¿Cuántas papelinas podrás hacer con 1 hoja de cuaderno?

Si cada papelina vale 1000 pesetas pero debes pagar 500 pesetas por cada una, ¿qué ganancia te queda?

En su día el asunto dio mucho que hablar en los círculos donde se comentan estas cosas, pero es cierto que se daban esos abordajes en barrios muy conflictivos por el número de niños que, de una forma u otra, tenían un mejor manejo de los términos del mundo yonki que de los clásicos problemas de trenes para las matemáticas. Y funcionaban. 

Tal vez no fuera el mejor de los objetos para hacer operaciones, pero los niños aprendían a operar con números, que al fin y al cabo era el objetivo de la asignatura. 




Eso ocurría en educación formal en un colegio estatal y, personalmente, creo que es algo a aplaudir, sobre todo por el coraje necesario para dar semejante paso a pesar de las represalias subsiguientes. En esos mismos barrios, había niños de menos de 6 años que jugaban a “servirte droga” en papelinas donde te echaban azúcar por cocaína, y detergente por heroína. Hasta conocían la costumbre de regalar una “puntita” (una cantidad mínima de heroína) para “manchar” la base de cocaína. Nada agradable, pero real.

Estos adictos, con funciones de "pedagogo", que se integran en la estructura de la familia hasta hacerse a veces imprescindibles (o incluso más importantes que la propia “gitana” en ocasiones) son los que juegan para entretener a los niños, les leen cuentos, les corrigen los deberes o les ayudan en las redacciones, les ponen bien la ropa, muchas veces les vigilan mientras juegan en el parque y les van a comprar aquello que a los niños se les antoja y que sus padres -casi siempre- otorgan al instante. 

Todo ello a cambio de un poco de droga, algo de comida y -en algunos casos- un colchón y un cuarto donde poder dormitar. Como dicen muchos de ellos: mil veces mejor que la cárcel, y no les falta razón.

No es que sustituyan a la figura materna, para nada: la madre siempre es omnipresente, aunque no esté casi nunca "como madre". Mencionar a “la gitana” como recurso en una situación complicada, es como mencionar la soga en casa del ahorcado: llegará y hará justicia, no siempre de la forma más justa, aunque siempre de forma expeditiva y tajante. Pero son estos “machacas” los que en buena parte van educando al niño, como antes educaban los tíos o los abuelos que pululaban por las casas familiares.

Siempre me llamó la atención que es precisamente a “la gitana” a la que se la priva de una posibilidad de aprendizaje, incluso de este nivel básico, ya que una amplia mayoría no saben lecto-escritura ni cálculo básico. No sólo la mujer es retirada antes de la escuela en la mayoría de los casos, sobre todo para que no “ande con chicos”, sino que es integrada y asumida por la familia como una más para trabajar, en todo lo que la familia trabaje. Esto es ampliable a su posición tras el matrimonio en la mayoría de los casos. 

Trabajar, pero no conocer suficiente para saber de "letras y números", aunque algunas saben algo de cálculo sin saber lecto-escritura. Y aunque en ocasiones ellas mismas te dicen “me tienes que aprender a leer, a escribir y números” y es una loable cosa el hacerlo, es un punto peligroso a tocar: no siempre todos en la familia están de acuerdo en que “la Gitana” sepa tanto. Sobre todo de números.

Aunque se nos olvide a menudo, la educación es el único arma capaz de cambiar profundamente las cosas, cambiando a mejor a las personas. A todas.



Nota: el autor no tiene nada contra los gitanos ni contra los payos, vendan droga o no, consuman droga o no. El objetivo de este texto es tan sólo hacer notar una interacción educativa muy poco conocida -y menos visible- por el común de las personas.