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martes, 15 de agosto de 2017

Alba - Bautismo

Este cuento corto, que fue el inicio de una serie que publicó algún capítulo en el portal Cannabis.es, es un relato de ficción en la que se camuflan muchos elementos verdaderos. Dada la naturaleza de lo narrado, dichos datos están convenientemente ofuscados. Por desgracia la historia tiene más de real de lo que a cualquiera nos gustaría, además ocurrió en estas fechas del 15 de agosto y la España cañi, y es simplemente un vehículo para contar cosas que no se pueden contar de otra forma (como que se venda la marihuana robada a los cultivadores en una casa cuartel, u otras peores).

Sin más, aquí quedáis, en manos de Alba.

Habrá más.

:))




--


BAUTISMO


“Jodida puerca...” dijo, antes de escupirme a la cara y mientras iniciaba el movimiento de desabrocharse el negro cinturón de cuero de hebilla dorada que señalaba donde tenía que meterle una estaca a ese hijo de puta, para que dejase de ensuciar este mundo.

“Ya sabes lo que toca, zorrita...”

En un instante recobré una cierta consciencia de todo lo que me había llevado allí. A estar jodida, a sentir esa náusea, a verme inerme ante una mole grasienta y apestosa de malas intenciones. No porque quisiera follarme; no tenía problema alguno. Quería hacerlo cuando yo no quería.

Y el hijo de puta había aguantado los dos codazos en la cara, tras la patada en los huevos; estaba muy jodida. Me venía a la cabeza la película “Lamatanza caníbal de los garrulos lisérgicos” con Cesar Strawberry y el gran Manquiña, pero no me hacía ni puta gracia aquello. Me había metido en la boca del lobo yo sola, en el León rural y profundo de la España cañí. Lo que menos esperaba es que un tarado me fuera a violar en una jodida iglesia de pueblo, en las fiestas patronales de la Virgen de Agosto.

Por supuesto que ya había pasado por alguna iglesia. No por muchas, pero me contaron que el bautismo no me sentó bien: parece que tragué algo de agua y que -sin malicia por mi niñez- escupí al cura a la cara, cuando me giró y pronunció un extraño hechizo católico por el que me pasaba a llamar Alba

Como la mañana, la blanca, la pura... la mayor hija de puta del reino de Dios, es lo que debió pensar aquel cura. Aunque de eso hacía ya 19 años.

Volvía a estar allí y -esta vez ya me habían dado las hostias- me querían dar los Santos Óleos, pero a brochazos en el perineo. No tenía fuerzas y la rodilla que el bastardo había incrustado en mi costado, me tenía doblada por la mitad: me podía poner con el culo en pompa como una perra y partírmelo en cuatro sin que yo pudiera defenderme ya. Y en ello estaba el tipejo, cuando se escucharon unos pasos que pisaban el mismo suelo de lápidas que nosotros.





Recuerdo como aquel picoleto emitió una especie de gruñido imperativo -con esa altanería de paleto que suelen gastar en ciertas zonas rurales- preguntando quién andaba ahí. A su pregunta no escuché respuesta alguna, sino más pasos acercándose.

El tipo echó mano a su canana. Y acarició el cierre, abriéndolo con la delicadeza que no me estaba dedicando precisamente a mí, mientras deslizó la pistola en su mano derecha. En ese momento los pasos se detuvieron. El tipo graznó, algo más asustado, pero fingiendo más aplomo -el que le daba la pipa, claro- que la vez anterior.

“¿Quién coños anda ahí? Sal que te vea o te voy a buscar, rata!!”

Y esa fue la primera vez que escuché su voz: “Yo soy el Padre Heredia.”

El tipo saltó hacia atrás y deslizó rápido la pistola en la canana, mientras se le escapaba un cómico gesto que bailaba a medio camino entre santiguarse y el saludo marcial.

“¡Padre! Qué susto nos ha dado. Hemos venido yo y una amiga a charlar aquí, un poco más apartados, usted ya me entiende...”

“Claro cabo, por supuesto que le entiendo...”

Su voz sonaba tan ambigua ahora como grave y pesada antes. No era capaz de discernir si mientras decía eso, estaba frotándose la polla por encima de la sotana o simplemente se estaba achantando ante la situación. El cabo tampoco alcanzó a ver qué tono portaba la frase y volvió a probar suerte.

“Bueno, Padre, si no se le ofrece nada más... si quiere usted, me deja las llaves y yo le cierro la iglesia. Queda en buenas manos...”

“Toda suya, cabo...”


Sonó inquietante. Si no es por las llaves que le lanzó, hubiera creído que hablaban de mí. El cura añadió, sin acercarse más en ningún momento, que saldría por la puerta de la sacristía porque tenía que recoger unas cosas para un enfermo que necesitaban la Extrema Unción con la extrema urgencia habitual de la muerte.

Me iba a dejar allí sola, pero ya estaba acostumbrada a no meter a terceras personas en líos por mis asuntos, y a pagar -a veces muy caro- mi atrevimiento y falta de sentido común. Pude haberle pedido ayuda pero no lo vi claro, y no quise hacerlo. Escuché cerrarse la puerta y, como si fuera un gatillo, eso disparó al cerdo sobre mí. La conversación con el cura me había permitido ganar tiempo y recuperar el aire, aunque no me resistí. No tenía tanta fuerza.

Así que siendo pragmática: ¿qué podía hacer? Relajarme; necesitaba pensar. Estiré mi mano y noté su polla dura, así que la cogí y empecé a jugar con ella. El viejo alcohólico dio un brinco y mugió “...a esta putita le va la marcha, eh?” mientras yo me entregaba al placer de ser violada por un abusador con placa. Me seguía dejando hacer, pero con mi mano lo que evitaba era que me violase aunque él paleto armado creía que yo jugueteaba, cachonda perdida aplastada por semejante marrano con forma humana. Pero vi que no podía seguir mucho así y que tenía que decidirme: ¿qué hacer?

Me tiré a sus labios y los besé al mismo tiempo que con la cintura me frotaba contra su ombligo, como si estuviera en mitad del orgasmo más incontrolable de mi vida, y le pasaba la lengua por esa asquerosa boca putrida, hasta que él introdujo aquella masa de carne con sabor ocre a tabaco negro y coñac en mi boca. Era como una serpiente molesta paseándose por tus papilas gustativas, de la misma forma que el caballo de Atila dejaba yermo el suelo a su paso. Un plato exquisito, que no soportaba ya más...

Lo siguiente que recuerdo fue un tirón intenso y cómo mis mandíbulas chocaban entre sí, mientras mis uñas se hincaban con fuerza en las pelotas del picoleto, y notar el calor de la sangre chorreando en mi mano...

Y cómo casi me trago la mitad de su puta lengua; la escupí tan rápido como la rabia me permitió abrir la boca. Mientras, el tipejo gritaba ahogándose en sangre mientras no sabía si llevarse las manos al escroto, que le había abierto como un calcetín dado la vuelta, parándome en la uretra: mis dedos no llegaban a clavarse más.

Pero el cabrón se levantaba y estaba sacando su arma. No tuve tiempo para pensar: di una patada a un viejo cepillo de limosnas, clavándole al mismo tiempo mi tacón para fracturarlo y cogiendo -casi al vuelo- uno de los trozos más astillados de los pedazos que saltaron. Según me volví se lo clavé en el abdomen y se escuchó un grito lacerante en mitad de la casa de Dios: el violador cayó sobre sus rodillas y, como si fuera un diagrama de flujo expandiéndose, una mezcla de orina y sangre empezó a fluir de su perforada vejiga. Estuve por un instante -atónita- observándole pero pronto me di cuenta de que me iba a comer hasta los marrones de “el Lute” y que tenía que correr, sin mirar atrás...

Busqué instintivamente algo con lo que rematarle: peor que una condena era un psicópata como ese persiguiéndote. “No quiero moribundos que me busquen” era lo que resonaba en mi cabeza mientras abría un pequeño portón que contenía una botella y un cáliz, y cogía la botella del cuello para romperla y dar muerte al violador antes de huir para salvar mi pellejo. Una voz se escuchó -tajante y asertiva- detrás mío: “No. No rompas esa botella.”

Me quedé petrificada y -cual esposa de Lot mirando lo que no debía- como una columna detenida en medio de un giro sobre su eje, botella en mano. Aquella voz -que ya me sonó familia- continuó: “Deja la botella sobre el altar. Y vuélvete...”

Obedecí. Sabía que estaba cazada y que no tenía opción: no sabía qué me apuntaba por detrás y lo iba a descubrir en el acto. Dejé temblorosamente la botella sobre el altar. Miré instintivamente a los ojos del Crucificado que tenía de frente, presidiendo la escena, y sentí dolor. Me volví despacio, inicialmente mirando con el rabillo del ojo -con lo que no pude ver nada salvo el color rojo de la sangre por mi cara- pero según me sentía observada por aquel personaje, agachando la cabeza.

“Ecce homo” dijo, sin alterar su voz.

“Ecce mulier”, pensé yo.

Así era: ahí estaba. 
Expuesta y dolorida; al quedarme quieta todo empezó a dolerme. Asustada y a punto de matar a un hombre, en natural defensa propia, que había intentado violarme y al que no podía dejar con vida ya. Mis ojos marrón miel debieron contrastar con el rojo metálico de la sangre, porque cuando mi cabeza se irguió, sus ojos azul tormenta observaban -impertérritos- los míos.

“¿Qué ha pasado?” me dijo. No supe qué contestar, pero la expresión de mi cara junto con la dantesca escena debía dar algunas pistas, sin olvidar que mi ropa hecha jirones debió indicarle lo que allí había pasado. Buscando una respuesta que darle, me había hundido en mis pensamientos, cuando el goteo de la orina por la herida de aquel depredador me hizo reaccionar. Mi rostro debió explotar en un gesto asesino de ira, mientras notaba mis puños apretarse hasta hacerse de granito y mis dientes chocar hasta chillar como tizas sobre pizarras.

“No. Aquí no. Cógele de los pies.” me dijo y -de nuevo- volví a obedecer sin cuestionar nada.
Ahí le vi claramente por primera vez: era el cura de antes. El Padre Heredia, había dicho que se llamaba. Lo confirmó -el cabo- antes de que aquel sacerdote le dejase inconsciente de un puñetazo y le cargase -a peso muerto- por los sobacos.

¿Qué coños hacía con un cura en una iglesia sacando a un picoleto moribundo hacia el cementerio que había detrás? 

¿Por qué nadie llamaba a la policía? 
¿Qué hacía yo llevándole por los pies?

Cruzamos con el peso todo el cementerio y llegamos a una caseta con útiles, palas y picos y material de jardineria principalmente. Allí le dejamos caer a plomo; a mí el pánico me daba fuerzas de flaqueza aunque el cura respiraba intenso, pero no nervioso. Y mirándome fijamente me preguntó: “¿Cómo comenzó todo esto?”

“Marihuana... yo sólo quería un poco de yerba para fumar, porque me dolían los ovarios y tiene que bajarme la regla...” contesté a la vez que me escuchaba y las palabras parecían tan falsas que ni a mí me sonaban reales aún siendo la verdad.

“¿Te vendía él?”, inquirió.

“No. Un amigo me dijo que en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de este pueblo, había comprado yerba en varias ocasiones. Al parecer se la roban a los cultivadores y la venden ellos y...” expliqué antes de que me interrumpiera con un “¿Y qué cojones hacéis en mi puta iglesia?”

Extrañamente avergonzada, como una niña reñida por el maestro, contesté: “me dijo que en fiestas no la podían tener en la Casa Cuartel porque venían muchos mandos superiores a la fiesta grande de la localidad, y que tenía un pequeño depósito en la iglesia. Me convenció y piqué... Lo siento.”

No sabía qué decir, ni qué sería lo siguiente cuando el Padre Heredia despertó al inconsciente Guardia Civil -a bofetones de mano abierta y revés- y cuando tenía su atención, le susurró cerca del la oreja lo siguiente: “Cuidaremos de tus hijos y tu familia, para que no sufran como tú...”

Los ojos del cabo se abrieron y clavaron en los del cura, e intentó decir algo. Pero sin lengua lo tenía clarinete, y sonó como un trombón ahogándose. Lo siguiente fue un movimiento -brusco- en el que la mano izquierda del sacerdote, que sostenía al tipo por el cuero cabelludo se disparó hacia fuera arrastrando la cabellera con ella, mientras la mano derecha -que le agarraba con fuerza la cabeza, ligeramente por debajo de la sien- girase en sentido contrario.

Rompió su cuello con la misma paz que se abre una botella de agua.

Yo estaba muerta de miedo, y ya casi convencida de que me tocaba a mí cuando el cura me lanzó una pala -que me sacudió en el vientre y la cara- mientras sarcástico me decía: “Si esperas que cave yo solo, tenemos un problema ¿eh?”

Terminar el agujero y taparlo -repartiendo la tierra sobrante- nos llevó dos horas. Creía que iba a morir, pero de agotamiento. Esas dos horas, no las narro: nadie me creería. El cura era un hombre de pocas palabras. Me llevó después a su casa, me ofreció ropa limpia que agradecí como nunca aunque daba la impresión de haber vuelto al siglo XX de una hostia, y me metió en la ducha. Curó mis heridas, me dio de cenar. Lavó los platos. 

Puso música: ¿“Lecciones de moderación” decía aquel estribillo?





Me dijo que le acercase una caja -de madera, labrada a mano- que tenía bajo unos libros de química en alemán. Obedecí. ¿Lo que nunca hacía con nadie, lo hacía con ese desconocido? Al abrirla, toda la estancia cambió de golpe su olor y parecía haber caído en mitad de una montaña de Kush. Él notó mi mirada en sus manos: debía notarla como si fuera el más poderoso Jedi intentando que la yerba volase hasta mí.

Lio despacio. Ni me miró. Se lo encendió y se lo lo estaba acabando, clavándoselo a cara de perro; yo me moría de ganas, pero no me atrevía a pedirle nada. Nada más. 

Entonces me miró sonriendo, como un niño pequeño travieso, y me pasó la caja de aquella yerba. Yo lie como si me fuera la vida en ello y justo antes de que me encendiera aquel costoso porro, me dijo:

“Ya sabes la lección: si quieres yerba, plántate.


Nos sobran cerdos para fabricar abono.”

miércoles, 7 de mayo de 2014

El 'Breaking Bad' del Líder Norcoreano


Este texto fue publicado en la Revista Yerba en Abril del 2014. 
Esperamos que os guste. :)




El 'Breaking Bad' del Líder Norcoreano


En Korea del Norte, Walter White tiene los ojos rasgados, es de menor altura que su homónimo inglés y de otro género: Walter White es mujer allí. 


Qué cara de pocos amigos que tiene Walter White, eh?


Ella trabajaba en las minas de carbón que han ido cerrando progresivamente y acabó enrolada en una economía de subsistencia, en la que se vende de todo en todos los lados, pero siempre con cierta intimidad y sin exhibición pública por medio.


Para haber tanta moza junta.... a mí el asunto no me pone nada de nada.


La economía sumergida, de la que sobreviven millones de personas tanto en Korea del Norte como en España, ha hecho que el tráfico de bienes como los DVD, trajes de caballero, o Smartphones entre Korea del Norte y sus vecinos sea la base económica y de sustento de una gran masa de personas teóricamente desempleadas y el huésped del que chupan los parásitos del soborno institucionalizado que aquí llamamos corrupción.

Pero Walter White no vendía nada de eso. Él vendía meth con preferencia por el isómero dextrógiro, siempre, la genuina 'Crystal Meth'

Que se derrite el hielo 
si lo dejamos fuera de la nevera.... o no? 
Mucho meth ahí hay.


Metanfetamina o anfetamina N-metilada, rebautizada por los USA como “la droga más peligrosa del mundo” pero que antes vendían legalmente en las farmacias promocionándola como “la droga perfecta contra el sobrepeso y la depresión, contra el aburrimiento y la anhedonia”.

¡Nuestra protagonista... también! Ella sobrevivía trapicheando con cualquier bien vendible en la frontera con China hasta que conoció la metanfetamina -o yaba en el mundo asiático- en el año 2007 y desde entonces ha podido ganarse honradamente la vida. Como Walter White.

Con lo que saca vendiendo metanfetamina, tiene para comprar arroz, carbón para calentarse y subsistir de esa forma con dos hijos y una hermana enferma y discapacitada, y en eso no se parece a Walter White y a su hijo discapacitado. Ambos lo hacían para ayudar a subsistir a su familia, pero subsistir tiene un sentido distinto en USA que en Korea del Norte. ¿Vendiendo metanfetamina para poder comprar carbón y arroz? ¿Como un bien más? Pues sí.
Corea del Norte pasa hambre... el pueblo digo.


Eso parece no cuadrar con lo que hemos visto del mundo de la metanfetamina en Breaking Bad que, siendo una gran serie, no deja de ser una serie que mezcla cosas reales y ficticias (como el color azul de la meth supuestamente producida mediante fenil-2-propanona o P2P en la serie de televisión). 

Aunque sea P2P la d-metanfetamina no sale azul. 
Aunque en Silk Road la venden azul ya.
Cosas de las modas en las drogas.


No parece posible que haya un mercado de meth en una población en la que “los camellos y traficantes” lo hacen para poder comprar arroz y carbón. 
¿Dónde está la ganancia?

El gramo de metanfetamina de alta calidad, nuestra vendedora de Korea del Norte, lo compra a menos de 20 dólares y lo corta con algo de meth de peor calidad para estirar la bolsa y sacar algo más, vendiéndolo en porciones más pequeñas a pocos dólares. No parecen números como para tirar las campanas al vuelo y, si el gran mercado de esa meth es Korea del Norte, no parece que pudiera tener mucha prosperidad un mercado local sostenido debido a las condiciones económicas, a no ser que su consumo no fuera epidémico: y curiosamente no parece serlo aún.

¿Y qué pasa con la ley? ¿Es que acaso Korea del Norte tiene permitido producir drogas?
La ley del embudo es la que rige en dicho país. Por un lado conservan draconianas leyes y castigos que el 'Líder', una redonda figura de un imberbe niño endiosado, no duda en aplicar a su antojo incluso a su propia familia más cercana.

Este hijo de puta no está flaco aunque sea Norcoreano.


Hace unas semanas podíamos leer como había arrojado a su tío a 120 perros hambrientos para que lo descuartizaran. Pero esta información no es “rumorología” occidental: lo publicó así el servicio oficial de noticias de dicho estado. El delito no quedaba claro, porque si fuera por corrupción no podrían dejar ni un político vivo, pero se aludía a sus maneras corruptas y occidentalizadas, junto a alusiones al consumo de drogas y vicios como el juego (otro gusto muy asiático) por parte del difunto troceado por los canes hambrientos

La retorcida mente del 'Lider' no tuvo bastante con cargarse de dicha forma a su propio tío sino que, para más burla, nombró en el acto a su viuda 'Encargada de Asuntos Mortuorios y Funerales' a la que le tocó posar “sonriendo y con gafas de sol” al lado de su sobrino querido para la foto, tras haber visto como los 120 perros destrozaban a su pareja de toda la vida.



Aquí la tía del difunto troceado por 120 perros hambrientos
 que pasa a ser la encargada de asuntos funerarios.... 
Pero qué humor tiene este líder Norcoreano, eh? 


No parece que el sistema legal y los gobernantes en Korea del Norte sean menos peligrosos que los de aquí o los de USA en el tema de las drogas, pero sí hay que hacer notar que Pyonyang (la capital) hace décadas que rechazó tratados como los de drogas o los de no-proliferación de armamento nuclear, en parte para demostrar que ellos no van al ritmo que el resto y en parte para hacerse un nicho de negocio lucrativo en el que otros países no compiten oficialmente.

De cara a al mundo exterior, Korea del Norte no respeta los tratados sobre drogas, pero tampoco parece que quieran convertir su depauperado país en un 'crystal palace' para drogadictos.

Hace unos cuantos años, en los 90 cuando el 'Líder' era otro familiar de este zampabollos líder actual, los genios de la administración norcoreana decidieron encontrar una manera de hacerse un riñoncito con divisa fuerte (dólar, yuan, libra/marco/franco o euro actualmente) y pocas maneras tan lucrativas de conseguirlo como el tráfico de drogas y armas.

Las primeras opciones que contemplaron las mentes que se pusieron con dicho asunto, venían de su propia tradición cultural. En cuanto a armas, no tenían mucho que aportar mientras no avanzasen en el desarrollo nuclear en aquel momento, salvo hacer de suministro de armamento convencional a países en guerra en zonas inestables como el África negra o los estados con vinculación con grupos terroristas que usan ese material. En materia de drogas, las primeras opciones fueron el opio y la metanfetamina.


Sudando rico latex con bien de morfina.
Bendito opio. 


El opio en Korea del Norte es tratado como un bien que surge de una planta. Se permite su cultivo en pequeñas cantidades y la venta de opio en el país, ya que la escasez constante de medicamentos hacen más necesario que nunca que el pueblo tenga acceso a lo que muchos médicos durante siglos consideraron como el más importante de todos los fármacos. 

El manejo “normalizado” del opio allí es una necesidad común -como los medicamentos- que poco tiene que ver con el occidental concepto de drogarse. Pero no son tontos y saben de sobra qué sale del opio: morfina con la que hacer heroína, una de las eternas reínas del mercado negro internacional. Esa fue una vía. 

La otra la metanfetamina, que tiene un arraigo cultural distinto en los países asiáticos por su historia. La metanfetamina fue sintetizada por reducción de la efedrina, y lo fue antes que la anfetamina común. Según Escohotado, los kamikazes japoneses de la Segunda Guerra Mundial volaban hasta estrellarse contra los barcos aliados estando bañados de metanfetamina, muy al estilo de lo que hacen los conductores suicidas con los coches en nuestro país, pero con un objetivo militar.

Kamikaze todo puesto de metanfetamina 
dispuesto a volar un barco americano 
con su propio cuerpo 
embutido en un avión con explosivos: 
los inventores del 11-S no fueron talibán.


Que la anfetaminas se han usado en las tropas (aún se usan en el ejército de USA como las 'Go Pills' o dextro-anfetamina que le dan a los pilotos de cazas y aviones cuando deben salir en misión rápida) es conocido, pero en general el pueblo asiático ha seguido relacionándose con la 'yaba' en buena medida por la ausencia de otros estimulantes a los que acceder, ya que la cocaína encarece su precio de forma exponencial con respecto a la distancia del lugar de producción, y a lo barato de su producción sintética que no necesita de fuentes naturales. 

Asia tiene una relación con las anfetaminas que no existe en otros lugares del mundo, aunque su uso deriva en problemas propios de dicha droga, como el uso de alcohol en otros lugares genera sus propios problemas con consumidores descontrolados.

¿Y por qué no cannabis como materia de tráfico en drogas para obtener divisas internacionales?
El cannabis en Korea del Norte es legal. 


Totalmente legal eso del cannabis en Corea del Norte.


Sí: se compra, se vende, se cultiva en tu casita o en tu campito y lo mezclas con tabaco de liar. Porque al ser un simple planta, como el opio, no presenta mayores problemas, y además su trapicheo ayuda a subsistir a las localidades norcoreanas que están en las zonas fronterizas con otros países que tienen prohibida la producción de cannabis. 

Aparte de eso está el aspecto medicinal del cannabis que, en la escasez de bienes ya mencionada, se convierte en un remedio de uso común de primer orden contra diversos males. Un gobierno inteligente no crea un problema donde no lo hay, y parece que Korea del Norte demuestra cierta inteligencia práctica al no hacer cumplir las regulaciones sobre drogas de la ONU a sus habitantes, al menos en materia de opio y cannabis. 

Hay quien dice que se 
fuman los porros 
con papel de periódico.
¡¡Eso es peor que el ABC!!


Pero en dónde escondes un kilo de cannabis, escondes 2 o 3 de heroína o de metanfetamina que tienen un valor increíblemente superior, como se ha podido comprobar en los incidentes con valijas diplomáticas y diplomáticos norcoreanos implicados en tráfico de drogas. 

Eso hace al cannabis poco atractivo a los ojos de los gobernantes a la hora de conseguir dinero, ya que su extensión y uso en el país haría que regularlo o gravarlo recayera sobre un pueblo que tiene problemas para sobrevivir en medio del frío y la hambruna.

Para generar drogas como bien de mercado internacional se erigió la 'Oficina 39' (un departamento al uso dentro del dinosaurio administrativo secreto norcoreano) que se encargó de la producción de diversas sustancias para vender a los grandes narcotraficantes internacionales, y hay cerca de una veintena de casos en los que Korea del Norte parece estar claramente implicada en el tráfico de drogas a gran escala. Y no lo hacen mal en cuanto a química se refiere porque en un caso de hace unos meses, la droga que se había incautado era una metanfetamina del 99% de pureza y eso, no se consigue en una bañera sino en instalaciones consolidadas. 

Hay dudas de si son restos antiguos de producción (por la pureza de la misma) o de si Korea del Norte ha vuelto a entrar de lleno en la producción de drogas como moneda en el mercado. Cabe la posibilidad y parece que cada vez más indicios apuntan a que existe un renovado interés por la producción de bienes vendibles en el exterior, independientemente de las legislaciones fuera de dicho estado.

El Líder ya ha dicho 
que el no piensa pasar hambre,
 que tiene mucho que pensar y está creciendo.


No les fue mal en principio con el programa de producción: eran buenos, un personal exquisitamente formado pero no con demasiados medios a su alcance que lograron producir buenas cantidades de drogas para la venta internacional, pero la inestabilidad y los cambios sufridos en Korea del Norte en estos 20 años hicieron del programa oculto algo poco viable. 

Las grandes sumas de dinero sin control efectivo ayudan a corromper a cualquier sistema y como en otros países controlados por ejércitos, los generales se convertían en señores de la droga con relaciones internacionales, lo que es todo un caramelo -y a la vez un peligro viendo cómo las gasta el 'Líder'- para personajes con poder pero a la vez dentro de la jaula norcoreana.

Lo cierto es que desde el 2005 la propia Korea del Norte empezó a ver como se inundaba poco a poco de metanfetamina el país desde Hamhung que era el principal centro de producción farmacéutica del país y ese hecho se ha ido extendiendo por todo el estado saltando a Chongjin después y a Pyonyang finalmente, hasta hacer de la metanfetamina un bien de consumo común más allí, que se llega a ofrecer como cortesía a los invitados en ocasiones, y que no tiene un claro estigma asociado a su uso, que en dosis apropiadas se entiende como un café potente que resulta mentalmente estimulante y agradable. 

Y dicen que es más rápido hacer una raya de metanfetamina que un té o café o menos caro que este último: economía del tiempo y productividad que tiene este pueblo.

O eso dicen. Lo cierto es que la escasa información que tenemos sobre Korea del Norte ha de ser tomada siempre con muchas reservas, ya que es a día de hoy un país-cárcel bajo una tiranía de corte comunista con ribetes monárquicos en la que no existen medios que no sean los oficiales. 

No existe turismo libre aunque se ha permitido cierto turismo a ciertas agencias como ejemplo de apertura, pero siempre son viajes tutelados directamente por la policía del régimen que no permiten el contacto con los habitantes y nativos del lugar (más allá de los comités de bienvenida organizados por “miembros del partido y ciudadanos”) ni la toma de fotografías para no mostrar la hambruna del pueblo y la pobreza a la que está sometido.

La persona que reveló parte de esta información a medios occidentales había sobrevivido gracias al tráfico de metanfetamina (lo de tráfico suena bien en occidente, pero no resulta igual allí) para poder comer hasta el año 2009 en el que lo abandonó porque consiguió huir del país en busca de una vida mejor. De no haber sido así y de haberse sabido, posiblemente hubiera sido detenida y ejecutada, o desaparecida en algún campo de trabajos forzados (como ya había estado previamente) pero no por vender unos dólares de metanfetamina a su vecina, sino por hablar con un periodista extranjero.

Al más puro estilo mafioso, cualquier norcoreano sabe que lo peor que puede hacer es molestar al jefe, y menos aún darle a los enemigos del pueblo armas para que ataquen a la libertad norcoreana. La disidencia se paga con la muerte. 

Pocas dudas nos quedaron de eso cuando pudimos ver los funerales de estado organizados al padre del actual 'Líder' en el que las personas (con uniforme militar en la inmensa mayoría de los casos) hacían auténticos esfuerzos para llorar como plañíderas al paso del convoy que llevaba el fiambre del dictador que les había sometido en los últimos años mientras el delfín acompañaba al féretro. 

Seguramente les iba la vida en ello, en que se viera el dolor del pueblo ante la pérdida del amado líder: nada importa más que la buena propaganda para el país más detestado del mundo en los foros internacionales.

Como en España cuando murió Franco, 
pues eso mismo pero en coreano.


Así pues el opio y el cannabis en Korea del Norte son dos de los pocos productos que podrás adquirir que hayan sido producidos por el propio vendedor o sus vecinos. Y en esa oferta de remedios históricamente naturales se ha colado la sintética metanfetamina como detalle chic y que ayuda a soportar las jornadas que viven los norcoreanos.

¡¡Ya dormiremos cuando estemos muertos, qué coños!!
Otra versión del "Miedo quién habiendo hospitales??!!"


¿Prefieres un cafelito o un poco de metanfetamina para despertar bien por la mañana? 
Cuestión de gustos entre distintas drogas. Pero recuerda que en otros momentos y lugares de la historia, el castigo impuesto a los bebedores de café, era la pena de muerte.

Symp.


PS: Dedicada esta entrada a @Norcoreano, el líder que ha cambiado la política de drogas a golpe de misil.