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jueves, 5 de julio de 2018

Psicosis y cannabis: ¿asociación real?


Psicosis y cannabis.

Siempre nos dijeron que el cannabis te podía volver loco, pero nunca que podía ser usado para rescatar personas en la locura y el sufrimiento de distintas enfermedades mentales. El mantra fue -y es- aún algo constantemente repetido: el cannabis crea esquizofrenia. Pero no era cierto, sino que era la interpretación torticera de unos datos que tenían sencilla explicación.

La esquizofrenia -palabra que viene del griego schizein que significa “dividir” y phren que quiere decir “mente”- es un trastorno que aparece casi en el mismo porcentaje en toda la especie humana: aproximadamente entre un 1% y un 2%, dependiendo de los criterios diagnósticos. 

Es una “constante” que aparece en todas las civilizaciones y que parece ser algo menor en los países menos desarrollados, y en los desarrollados alcanza el máximo exponente entre las personas “sin hogar” que llegan a arrojar cifras en torno al 30-40%.

El término incluye varios trastornos distintos pero que tienen en común que resultan en trastornos mentales de tipo grave, crónicos, y que alejan a la persona del contacto con la realidad por los problemas perceptivos y de autoconciencia que genera en el sujeto. 



Este trastorno suele debutar -ese es el término clínico- en la adolescencia tardía y adultez temprana. ¿Por qué? La falta de ajuste de la persona con la realidad que vive, es más difícil de conciliar en la medida en que la persona va ganando roles de adulto (autonomía) frente a los de menor (receptor de cuidados), siendo llevado con más facilidad por los acontecimientos -intrínsecos en la propia existencia- a ese punto de ruptura que se conoce como “brote psicótico”.

¿Qué puede hacer que una persona llegue al brote? 
¿Todas somos susceptibles?

Pues no todos llegan a ello, y como decimos sólo un pequeño porcentaje de personas se ven arrojadas a la psicosis y la dura batalla de la enfermedad mental, y es que para que ocurra debe existir una predisposición que es idiopática (o propia del sujeto) más un contexto favorable para la aparición del brote. 

Ese contexto puede ser desde una noticia emocionalmente intensa, como la muerte de un familiar, amigo o mascota, la ruptura de una relación afectiva, el ejercicio físico extenuante y la falta de reposo a cualquier alteración grave que “descoloque” al sujeto frente a la realidad que tiene que gestionar. Eso incluye el uso de drogas, desde alcohol a cannabis, desde cocaína a LSD.

Por supuesto que unas sustancias tendrán un mayor potencial que otras para descolocar al sujeto en función de su farmacología y efectos. Atendiendo a ese punto, sí se puede considerar que las sustancias con un perfil psiquedélico como la LSD, los hongos psilocibe o la DMT, sí son sustancias más complejas de manejar en los aspectos perceptivos, y por lo tanto son más proclives a ser “la gota que colma el vaso” de una mente que sólo esperaba el momento adecuado para manifestar su condición.

Dentro de ese grupo de sustancias, se incluye el cannabis también. El cannabis no sólo tiene efectos como depresor, ansiolítico y analgésico. Los efectos psíquicos del cannabis -los agudos para quienes no están acostumbrados- son de tipo psiquedélico, aunque incomparablemente más suaves que los de drogas como la LSD.

¿Por qué se dice eso del cannabis entonces?

Dado que la edad de inicio de consumo de cannabis suele coincidir con la adolescencia y primera adultez, es un hecho que coincide temporalmente con la edad de manifestación de estos trastornos. Y como el cannabis es la sustancia más frecuentemente usada como “fetiche de adolescencia” con el que violar alguna norma, las posibilidades de que en un grupo de jóvenes que consuman cannabis haya alguno que pueda desarrollar psicosis, no son cero por desgracia.

Pero culpar del trastorno a algo que -simplemente- ha provocado su manifestación, es rizar el rizo. Los psiquedélicos lo llevan escrito en su nombre: expanden el alma o mente. Simplemente, no todas las mentes necesitan “ser expandidas” ni responden bien a dicha experiencia; no todas las personas gustan de las mismas drogas, como tampoco de las mismas películas, relaciones o situaciones, en los distintos momentos de su existencia.

Lo que la ley frenó: cura para muchos males.

Ahora resulta que la vinculación de la palabra psicosis con el cannabis no es exclusivamente negativa. Hace unos días, el presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEP), Miguel Casas, salía rompiendo una lanza a favor del cannabis, cuando dijo que se estaban esperando avances en la farmacología de derivados del cannabis con resultados espectaculares. Apuntó también que hay derivados del cannabis, como también de la cocaína o el tabaco, que actuaban “mil veces más rápido” que los fármacos con los que se tratan actualmente las dolencias en salud mental.

Así mismo remarcó que a pesar de que desde la antigüedad se usaron de forma terapéutica la mayoría de las sustancias actualmente calificadas como drogas, la prohibición provocó que durante más de 50 años la investigación con estas sustancias estuviera detenida en la práctica, por lo que a día de hoy no se conoce tanto como nos gustaría los efectos terapéuticos aplicables a los pacientes de distintas patologías.

El reconocimiento textual que hacía Miguel Casas al cannabis no es menor, tratándose de quien se trata y teniendo en cuenta el habitual sesgo prohibicionista en los profesionales de la “patología dual”; su presidente lo dejaba meridianamente claro con sus palabras: El cannabis tiene entre 60 y 200 sustancias y sólo conocemos cuatro, al igual que del tabaco o de la coca. El opio ha sido el medicamento de la humanidad y se ha prohibido durante 50 años investigar sobre el efecto que tiene. Esto lo tiene que hacer la industria farmacéutica, pero existe un miedo a plantear esta investigación, que es muy cara, porque hay una parte religiosa y semi-política en toda ella

Levantar el dedo para señalar los miedos de todo un colectivo como el sanitario y apuntar a cuestiones políticas y religiosas, es no tener miedo a decir las verdades. Hace unos días
exponíamos el caso de un niño convulsionando que cesaba de convulsionar y volvía a estar “normal” en unos segundos tras la aplicación de un extracto de cannabis en la planta de los pies. Lo contamos porque si bien es conocido el poder del cannabis para detener las convulsiones, no lo es que la vía de administración pudiera ser esa con las ventajas que presenta, tanto para el paciente como para sus cuidadores.

No es apunte ocioso, ya que señala directamente situaciones en las que un daño orgánico (en ese caso por las convulsiones) y el daño subjetivo o sufrimiento podía estar siendo paliado de forma efectiva por una sustancia cuyo único pecado es haber sido prohibida y no estudiada, como señala Miguel Casas, por razones políticas y religiosas. Eso que es claro para este tipo de pacientes, parece que se irá viendo como una evidencia en el futuro de otras patologías.

Es muy posible que en la medida en que se siga avanzando en el conocimiento de estas sustancias, y de las puertas que nos abren al posibilitarnos conocer los sistemas subyacentes que se ven afectados por su funcionamiento, abra puertas en campos tan poco esperados como el control del apetito, no sólo para pacientes que tienen problema a la hora de comer por falta de hambre como ocurre en varias patologías en las que la planta de cannabis -en sí misma- resulta efectiva: también en sentido contrario, o para eliminar un apetito excesivo que pueda llevar a un sobrepeso u obesidad. Sí, a pesar de que a todos (nosotros los fumetas) la idea nos puede resultar chocante, no lo es para el ojo de la ciencia que bien sabe que aquel interruptor que provoca un aumento de una función, también puede ser “tocado” para producir una disminución de la misma, y que por lo tanto los mecanismos subyacentes en el aumento del apetito con el cannabis abrirán la puerta a fármacos mucho más precisos, con menos efectos secundarios.

Hoy por hoy la investigación reabre la senda de lo que le estuvo vetado durante años, de forma injusta y causando daño a la población. Cuando esos caminos estén bien desbrozados, no nos extrañaría ver al cannabis como protagonista en la cura de las distintas manifestaciones psicóticas o de otros procesos en salud mental, pero tampoco como estrella farmacológica para conseguir ese tipo deseado de cara a la “operación bikini”. 

Las posibilidades son inmensas, y en este campo veremos un importante avance de los usos posibles del cannabis como planta, también, gracias a las variedades CBD que se están sacando al mercado: colocar “no colocan” tanto, pero funcionan terapéuticamente de maravilla y es lo buscado en este caso.

Y es que cuando se abren las puertas del conocimiento, todo puede ser posible con el cannabis: de enemigo a aliado de la salud mental. 


Texto publicado en Cannabis.es originalmente.

lunes, 3 de agosto de 2015

10 razones para no leer el Huffington Post

Este texto fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que os guste.

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10 razones para no leer el Huffington Post.


Hace un par de semanas, más o menos, despertábamos en España con un artículo (por decir algo) publicado por el Huffington Post en su versión española, sobre el cannabis: 10 motivos por los que no mola fumar marihuana.

El texto venía firmado por un tal Jorge Dotto, que dice ser médico, patólogo y genetista por la gracia a Dios y de alguna universidad católica de 3ª en “la Argentina”. No es raro, ya que las universidades católicas suelen estar para recoger el dinero de quienes, por esfuerzo intelectual, no pudieron llegar a la nota para cursar estudios en la universidad civil, mucho más barata y mejor en la mayoría de lugares. Médico debe serlo si le dieron el título, pero es más patógeno que patólogo y más genetonto que genetista. No suelo meterme con la gente antes de dar las razones pero en este caso, dado el volumen de desinformación que arrastra este matasanos argentino de Jorge Dotto, voy adelantando trabajo.

En el libelo que publica el mencionado “periódico” digital, se aportan 10 razones para incidir en los supuestos peligros de la marihuana, excusándose en que alguien tiene que decir algo en contra en mitad de esta ola liberalizadora que asola el mundo, y que el debate es bueno. El debate creo que es algo positivo siempre, pero no cuando parte de una provocación estúpida.




Aquí las 10 razones del “médico patólogo genetista” y una breve respuesta, ya que cada uno de los puntos que menciona daría para contestarle con un artículo completo.

1- No es una droga blanda o light.

Esto debe ser lo único cierto que dice -parcialmente- en su texto. Acude a la idea acertada de que no se pueden dividir las drogas en blandas o duras, sino que hay que hablar de cada sustancia. Pero lo remata con una falacia: la marihuana mata porque hay quien mata o se mata conduciendo con restos de THC en sangre. Independientemente de que pueda haber muertos por tráfico en los que el cannabis esté implicado, el peligro sería la conducción de un vehículo sin estar en condiciones de hacerlo y no el motivo por el que la persona no lo está (falta de sueño, uso de alcohol o drogas, nerviosismo por una mala noticia, prisa desmedida por presión laboral, etc).


2- Es la segunda causa de accidentes de tránsito fatales.

Aquí el patógeno doctor se arranca con una inferencia peligrosa, sobre todo para un médico. Que haya restos de consumo de cannabis en un cuerpo, dada la farmacocinética de sus compuestos, no se puede vincular a que la persona estuviera bajo el efecto de la droga, en el caso del THC. Es cierto, que, tras el alcohol, el cannabis es el segundo “tóxico” más frecuente en los análisis (aunque no se analiza la nicotina, por ejemplo) porque es la droga más consumida tras alcohol y tabaco, pero que haya restos en sangre no indica que la persona estuviera bajo sus efectos. Ocurre igual con cualquier fármaco para la ansiedad o el insomnio, que puede ser detectado en sangre semanas después de haber sido tomado, y eso no implica que una persona esté semanas “colocado” con un valium.


3- Causa adicción en un 50% de las personas que la consumen todos los días.

En este punto, no sé si enfadarme o darle las gracias al docto doctor. Para mí una persona que consume una droga todos los días, es un adicto a la misma. Dicho esto sin estigma alguno en el término adicto, ya que reflejaría también a las personas con tratamiento de corticoides, que bajo ningún concepto pueden interrumpir su medicación de golpe o corren un riesgo psiquiátrico grave.
Si sólo consideran adictos -a saber con qué parámetros- a la mitad de los que fuman cannabis diariamente, me parece una lanza a favor de la marihuana. Me gustaría ver esas mismas tasas de adicción en los que beben alcohol diariamente, los que fuman nicotina diariamente o los que consumen cocaína o heroína diariamente. Por último, cuando hablamos de adicción al cannabis, hablamos de la menos problemática de las adicciones, dada la poca incidencia de efectos adversos al suspender el consumo (menores que los del tabaco) y la brevedad de los mismos.


4- Es la puerta de entrada al consumo de otras sustancias.

Bueno, aquí leemos algo que si los editores del Huffington Post leyeran antes de publicar, hubieran podido aconsejarle al tal Jorge Dotto que busque bibliografía posterior a 1980, ya que se atreve a pontificar sobre este tema. La teoría de la escalada (comienzas con un porro y acabas chutándote heroína) es algo desechado incluso por los profesionales del campo de las drogas que tienen sus fondos en organizaciones de corte prohibicionista. Es una mentira que ya no es aceptada en ninguna parte del mundo, salvo en la ultra-católica Argentina y en la universidad donde estudio este galeno.
Si realmente existe una droga que inicie una escalera de consumo, será posiblemente el tabaco o el alcohol, mucho antes que un porro de cannabis. Y no hay que perder mucho más tiempo con este punto.


5- Destruye el centro del placer en el cerebro.

Aquí nos encontramos con una aplicación curiosa de los estudios que hablan de cómo el abuso de ciertas drogas, especialmente las dopaminérgicas como la cocaína o la anfetamina, tienden a hacer que la persona valore de forma disminuida el placer -en comparación con otros- y es frecuente que se sufra de problemas para encontrar actividades que satisfagan fuera del círculo del consumo.
Es una hipótesis más sobre la plasticidad del cerebro y la bioquímica asociada a estas drogas, pero no al cannabis. El cannabis actúa sobre los receptores cannabinoides, que aunque interactúan con el resto de sistemas del cerebro, no provoca la liberación de dopamina ni el bloqueo de su recaptación desde el medio intersináptico. En esencia, el cannabis no “toca” el tema de la dopamina. Y en realidad.... ¿vosotros disfrutáis menos de una buena comida, una gran película, un divertido concierto o un maravilloso polvo por fumar cannabis? Pues eso, tonterías las justas.

6- Afecta al rendimiento escolar, aumentando la deserción.

Aparte de hacerme gracia el término deserción, que carga la culpa sobre el alumno, esta es otra de las trampas estadísticas más comunes a la hora de atacar al cannabis. Es cierto que el numero de consumidores de cannabis y otras drogas, es mayor entre quienes abandonan a edad temprana la escuela. Pero establecer una relación de causa (que el abandono sea por el cannabis) no es posible, y cuando se hace es una interpretación tendenciosa la que se da, aprovechando el estigma de las drogas para no tener que evaluar los motivos reales por los que los jóvenes dejan la escuela. Pero citando a Luis Cuende -asesor de 20 años de la vicepresidencia de la UE-, “el estado actual de la educación es como para declarar el estado de sitio” y recomienda huir de la escuela y dar una formación a la medida de la persona. A lo mejor es el modelo, y no los porros que se fumen al salir de clases tediosas e impartidas por docentes desganados.


7- Aumenta el riesgo de desarrollar psicosis.

Aquí el matasanos Jorge Dotto dice una mentira como título e intenta arreglarlo con una frase final: “el uso de marihuana PODRÍA ADELANTAR entre 2 y 7 años” la aparición de una enfermedad que no se “fabrica” sino que se desarrolla, y con tasas similares entre todas las poblaciones del planeta.
Es cierto que el cannabis, como el alcohol, otras drogas, el estrés físico o psíquico y los factores emocionales (pareja, familia) y laborales, pueden ser causa de debut o brote psicótico en personas que tienen predisposición a sufrir el trastorno. De decir en la primera linea que el cannabis desarrolla psicosis a decir que “podría adelantarla en quien la sufra”, hay dos mundos de diferencia.


8- Causa infertilidad masculina.

Si eso fuera cierto, seguro que tendríamos un anticonceptivo funcional para hombres basado en cannabis. Hay una aparente correlación entre el consumo de cannabis y cierta reducciones en los valores de fertilidad espermáticos, pero no te lo creas mucho: si echas un polvo sin condón, por muchos porros que fumes, puedes dejar embarazada a la mujer. Y aunque la mujer fume muchos porros, por eso de echar una mano con el tema, tampoco se libra. ¡¡Con la de niños que han salido -9 meses después- de grandes reuniones y acontecimientos cannábicos!! ;)


9- Afecta a los pulmones.

Aquí tengo que darle la razón, en parte, al doctor. Si consumes la combustión de cualquier producto vegetal por vía pulmonar (humo) estás metiéndote muchos compuestos que no interesan. Pero da igual que sea tomillo que marihuana. La combustión del tabaco o del cannabis es mucho más dañina que su consumo por otras formas, como los e-cig o los vaporizadores para cannabis, donde se caliente y evapora el principio activo sin incorporar elementos no deseados. Así que doctor, póngase al día, porque fumar es malo pero hay otras formas de administración del cannabis, como la vía oral. El esperpéntico doctor ya no tenía a qué recurrir para llegar a 10 razones, y meterse con la vía de consumo fue lo que le quedaba, sin pensar que hay otras sin las pegas que él menciona, que fueron exageradas a más no poder.

10- Aumenta el riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual.

Aquí la gran bomba informativa. El cannabis aumenta el riesgo de contagio de SIDA, hepatitis, ébola, y hasta piorrea si quieres: pues NO. En una jugada propia de un tahúr de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), el matasanos Dotto nos alecciona sobre los entornos de consumo. Y ya que eso de los porros -a veces- se fuma antes de tener sexo, pues es lógico deducir que como todos somos tan gilipollas como él, se nos olvida usar un método de protección.
Sí, no es más que eso. Y a partir de ahí, pues ya puedes elegir la lista de enfermedades que quieras poner. Aunque tenedlo claro: fumarse un porro no es excusa para no usar condón a no ser que ya seas un/a gilipollas de serie. Por ti y por tus follamigas/os. Es como cuando decían que la heroína provocaba SIDA, en lugar de decir que compartir jeringuillas infectadas lo transmitía. Y así todo.


No resulta extraño que semejante sarta de imbecilidades venga de un “médico argentino”. Y es que no todos pueden ser Favaloro, como se observa en el caso de corto Jorge Dotto por más que quiera venderse. Lo cierto es que yo no dejaría que un tipo que se dice médico y hace semejantes razonamientos, pusiera sus manos sobre mí o sobre cualquier ser querido, porque ha dado claras muestras de no ser capaz de razonar adecuadamente. Y es cierto que Argentina es el reducto prohibicionista con un background dominado por cuestiones morales, y azuzadas por la Iglesia Católica. En concreto el Papa Paco (muy fumado en Argentina) tiene su particular cruzada con este tema, y es la razón por la que estos amorfidades con título de médico llegan a ser escuchados: la cruzada moral.

Lo que no parece que eso pueda explicar qué cojones hace el Huffington Post publicando semejante bazofia. Seguramente, no lo leyeron siquiera. Aunque sí explica por qué no merece la pena leerles a ellos.






sábado, 5 de abril de 2008

El adrenocromo, adrenalina rosa. Droga vaporware.

Hace unos días, uno de los lectores mencionaba el adrenocromo en un comentario del anterior post, haciendo referencia a una escena de "Miedo y Asco en Las Vegas".
Es una buena película, divertida, dada a mostrar un lado un tanto irreal y grotesco de las situaciones y efectos producidos por las drogas (cuyos protagonistas consumen como lacasitos).

Esa película, vista por alguien que no sea un drogófilo, le servirá para pasar una buena tarde, pero en manos de cualquier buscador de sensaciones químicas puede tener dos efectos. Uno es que se ría, disfrute con las alusiones y comparaciones que se hacen, con la representación de las sensaciones inducidas por psicoactivos, y no mucho más. El otro es que además de todo eso, surja una curiosidad por poder probar todo lo que en la película se menciona... y entre todas las drogas, el surrealista adrenocromo.

La escena en sí es bastante buena, una hipérbole audiovisual que logra captar la atención y quedar en el recuerdo de todos los que han visto la película. El compuesto es mencionado en el libro original de Hunter S. Thompson, y se mantiene en su versión cinematográfica.
Y parece ser que Thompson cogió la idea de alguna de las referencias que en aquella época había a la sustancia, que se la consideraba una de las bases para la explicación bioquímica de la psicosis.

El origen de esa idea se encuentra en que en plena época de máximo interés por los enteógenos como psicotomiméticos (imitadores de psicosis) se comenzaron a estudiar moléculas que hasta entonces no habían sido mas que curiosidades, como la de la mescalina. El parecido de esta con la de la adrenalina, y el hecho de que algunos calificasen sus efectos como psicotomiméticos, se topó con otra causalidad que hicieron apuntar al adrenocromo como base para la hipótesis bioquímica de la psicosis.
Un ayudante de Hoffer y Osmond, los dos doctores que estudiaban los efectos de los enteógenos y buscaban la molécula clave, les comento que él había experimentado síntomas similares a los de la mescalina al usar grandes dosis de adrenalina para sus ataques de asma.

Ese comentario, más la información de que pacientes de emergencias durante la segunda guerra mundial habían experimentado alucinaciones con el uso de un viejo stock de adrenalina que se había vuelto de color rosa, les hizo buscar cuál podía ser el compuesto.

Y se decantaron por el resultado de la oxidación de la adrenalina: el adrenocromo.
Aparte del mítico viaje de Duke en la película, la única referencia a ciertos efectos alucinógenos viene del propio Osmond en una ocasión que se la inyectó.
Pero esos resultados no han podido ser replicados en ningún otro experimento similar, y de hecho, la hipótesis del adrenocromo como la molécula de la psicosis, fue abandonada con brevedad.

La leyenda continuó y se disparó con el estreno de la película en 1988. En ella se dice que el compuesto ha de ser extraído de un donante vivo que muere durante el proceso, y como el lugar de producción es la glándula suprarrenal, pues ha dado lugar a todo tipo de historias por parte de los drogófilos menos informados y más imaginativos, hasta situarla como hipótesis de la matanza de seres humanos en ritos satánicos, para colocarse con sus glándulas.

En el archivo de Erowid, sólo hay dos informes de su uso, en los que parece tener cierta actividad, pero en ningún caso alucinógena. Sus títulos dan buena cuenta de sus efectos: el primero se llama "Matando el mito" y el segundo, "El peor dolor de cabeza imaginable".

Es un poco el vaporware de las drogas. Vaporware es un término usado para referirse a productos de hardware o software informático, que sólo llegan a existir sobre el papel, como anuncio o como modo de atraer la curiosidad de los lectores e interesados hacia cierto sector o producto.
No llega a serlo, porque el adrenocromo existe. Y se vende.De hecho, esta entrada ha surgido porque me he topado con una fuente que vende adrenocromo de forma legal (esta sustancia nunca ha sido prohibida). Se vende (en diferentes webs) con el nombre de Adrenocromo Semicarbazona, una sal del mismo.
En algunos sitios se dice que esta sal no tiene efectos alucinógenos, pero sí su forma de base libre, lo cual carece de sentido una vez que es introducida en el cuerpo humano, pero parece una buena forma de explicar como es que se usa el adrenocromo tanto en pastillas como en inyección intramuscular para reducir el sangrado de ciertos tejidos, sin provocar esos míticos efectos.

Lo curioso del asunto, es que esto del vaporware funciona incluso en el mercado de las drogas. ¿Qué pinta en una web llena de psicoactivos (piperazinas) este compuesto?
Sólo parece tener sentido si se le otorga credibilidad al mito.

El compuesto es fácil de obtener, tanto desde la propia adrenalina como si se quiere producir mediante síntesis, pero no tiene relevancia más allá de la curiosidad de ser el "non-plus-ultra" de las drogas alteradoras de la conciencia en una película de droga-ficción.Para evitar derramamientos inútiles de sangre inocente, en busca de la gran experiencia, dejo un enlace a la web que amablemente lo incluye en su catálogo.
No matéis a nadie, podéis pagar con tarjeta que es menos engorroso.

http://labresearchsupply.com/



Aviso que desconozco la seriedad de semejante distribuidor, aunque todos los productos que maneja son aún legales en la mayoría de los países.
En cualquier caso, está ahí de forma anecdótica. Pero si alguien tiene interés de verdad en probar el adrenocromo (lo cuál no parece especialmente atractivo), no le costará mucho dar con el en la web como medicamento de uso clínico y sin especiales restricciones.